Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Keywords: Churata, Bolivia, revistas, Juan Cajal, Adá n, Tahuantinsuyo, Villamil de Rada
Hace poco leía una conferencia del escritor boliviano Jesú s Urzagasti y se me grabó su
manera de comenzarla. É l recordaba a un amigo cochabambino que en una carta le
decía que «quién comienza agradeciendo muy temprano, termina pidiendo favores
todo el día». Jesú s Urzagasti fue un amigo y maestro muy querido; valga esta breve
remembranza para iniciar esta conferencia en torno a Gamaliel Churata, un hombre
que conocía la importancia que tienen las palabras de los muertos en nuestra vida y
nuestro pensamiento. Urzagasti también fue quien dijo que había encontrado el centro
secreto de su país. Tengo la sensació n que él, quien venía de una provincia del Chaco
boliviano, había encontrado ese centro en la periferia; es decir, precisamente en la
provincia. Algo de este hallazgo también se hace visible en los desplazamientos de
Arturo Peralta, sobre los que voy a ahondar brevemente en esta conferencia.
1
Dicho esto, agradezco la invitació n de la Universidad Nacional de San Agustín
de Arequipa, al decano de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Dr. Dante Callo
Cuno y al coordinador del Congreso, Roger Tahua Delgado, por esta oportunidad de
compartir mi lectura de nuestro querido maestro Gamaliel Churata. Estoy convencido
de que leer a Churata es continuar su obra. Y los mú ltiples lazos que unen a Perú y
Bolivia, son también los de un lenguaje emergente (es decir, una forma de nombrar el
mundo) que Churata deja germinar en su obra.
La lengua de Adán
Seguramente, muchos de ustedes escucharon hablar del libro La lengua de Adán. Se
trata del esbozo de una obra titá nica en la que su autor, Emeterio Villamil de Rada
(natural del pueblo de Sorata en el departamento de La Paz), trabajó sus ú ltimos añ os
de vida. La lengua de Adán expone y argumenta a partir de la genealogía de ciertas
palabras que el aymara fue la lengua hablada en el paraíso terrenal y que tal paraíso
no era otro que Sorata, su pueblo natal. De tal manera, el Olimpo sería la montañ a
Illampu y Tihuanacu la Torre de Babel.
«El viernes 5 de abril de 1872, Emeterio Villamil de Rada [1800-1876], un
septuagenario comisario de límites boliviano ante el Imperio del Brasil, es visitado por
una revelació n: el descubrimiento de la "específica localidad edénica de la creació n
humana"» (Souza: 13). Así comienza la introducció n del boliviano Mauricio Souza a la
nueva edició n de La lengua de Adán, publicada el añ o pasado (2016) como parte de la
Biblioteca del Bicentenario de Bolivia.
Villamil de Rada consideraba que esta revelació n cambiaría rotundamente la
historia de la humanidad y, por lo mismo, la comprensió n de lo que somos como
especie. Es decir, segú n su entender, su hallazgo implicaba una revolució n científica,
social y religiosa; es decir, una revolució n total. «Toda revolució n científica es un
desplazamiento», dice Steiner.
2
Detalles que hasta el momento no habían sido observados, o estaban agrupados al
azar, asumen una posició n dominante (...) Por lo general, toda revolució n científica se
nutre de un campo muy amplio. Casi simultá neamente aparecen en las distintas
ciencias particularidades u obstinadas anomalías que se vuelven, por así decirlo,
magnéticas. Rarezas clasificadas provisionalmente, o que no fueron consideradas en el
ordenamiento estable de las líneas generales, empiezan a desplazarse hacia el centro»
[Steiner: 179].
3
capacidad de centralizar hasta ahora una lengua que algunos han intentado —
infructuosamente— marginalizar.
Creemos que la forma de entender un libro como este y de comprender muchos
otros de nuestra tradició n andina es a partir de lo que Gamaliel Churata llama el
Ahayu-watan (alma amarra). Dice Churata: «[S]i somos americanos, nunca llegaremos
a conocernos si no conocemos nuestra lengua materna. Yo me propongo un
categorema, como dicen los filó logos: el alma amarra, Ahay-watan...» Y continú a:
Arturo Peralta
En uno de los primeros textos de Arturo Peralta, El indio, el autor menciona la
bú squeda de un nombre que le corresponda. Este texto fue publicado el 14 de febrero
de 1915 en La voz del obrero de Puno, cuando Arturo tenía diecisiete añ os, y está
dedicado a su amigo Enrique Encinas, con quien hacía el periodiquillo escolar El
profeta a los doce añ os.
4
Andar con contemporizaciones, llenarnos de indiferencia, ¡estigma de estupidez mental!
y lo que es peor, demostració n de ferocidad, alejamiento de sentimientos de humanidad;
prueba casi evidente es de que las neuronas se hallan putrefactas, todo nuestro léxico
podría consumirse y no habríamos hallado el nombre que nos corresponde, a nosotros
que nos satisfacemos repitiendo con voz melodramá tica ¡¡SOMOS LIBRES!! Cuando el
eco de las montañ as andinas nos ha de repetir: NO SOIS LIBRES, y en vano tratá is de dar
vuelo a vuestros ideales, comprended que todo ideal podrá justificar só lo cuando haya
desaparecido la coyunda.......... [Churata 2017: 5]
5
Al hacer evidente la putrefacción de las neuronas en la indiferencia frente al
indio, Arturo Peralta señ ala también aquello (mal llamado) marginal cuya presencia
muchos parecen obviar, y pone al indio en el centro de un problema que trastoca el
concepto de humanidad. A partir de este revelador portal de percepción recién se
empezará a nombrar una libertad propia y creíble, pues aquella visió n traía consigo la
potencia orgá nica de una nueva y verdadera humanidad que emergía con la potencia
de un lenguaje.
Por otro lado, es interesante que en este texto de 1915, Peralta nombre y cite a
José Antonio Calamullo Jarro, un indígena proscrito de su hogar —como má s adelante
lo sería el propio Arturo Peralta. Menciono este hecho —adelantá ndome un poco a
ciertos meandros de esta conferencia— por la importancia que tienen los nombres
propios en la obra de Churata, pues es a partir de ellos que se forma un trasfondo de
voces en su escritura.
Juan Cajal
La unidad obrero-intelectual que había en Arturo Peralta alcanza una nueva
corporeidad con Juan Cajal, parte del grupo Bohemia Andina y uno de los principales
promotores de La Tea. Aunque en esta etapa parece haber una inclinació n má s por la
imagen intelectual que por la del obrero, recordemos que La Tea toma su nombre del
ó rgano de difusió n de la huelga universitaria fundado precisamente en esta
Universidad (UNSA) y publicado entre 1907 y 1908. Por otro lado, Juan Cajal era
cajista; es decir, que ponía letra a letra las palabras que luego publicaría en La Tea. Ahí
encontramos una unió n cabal entre el intelectual y el obrero, en el escritor que a su
vez es cajista de imprenta.
Por otro lado, una de las cosas má s interesantes de Juan Cajal es su
desplazamiento a Potosí; la primera visita de Churata a Bolivia. Allí, junto a un grupo
en el que resonaba Bohemia Andina —en Los Noctámbulos (también excluidos de los
círculos oficiales)— fundaron la revista Gesta Bárbara —en donde a su vez resonaba
la Castalia Bárbara de Ricardo Jaimes Freyre. Juan Cajal no solo fue el diagramador-
cajista de esta revista importantísima en Bolivia, sino aquel que señ alaba los
6
problemas sociales en medio de los deslumbramientos estéticos del modernismo en
los que hacían sus poesías completas los demá s bá rbaros.
Como sabemos, Gesta Bárbara se origina en 1918, cuando un grupo de amigos
llamado Los Noctámbulos, en los alrededores del cerro de Pot`oj, fundan una revista.
Carlos Medinaceli cuenta que ellos querían «que no fuera como todas las que en Potosí
habían sido (...) má s que unos almanaques con versitos (...) peor que un asqueroso
alegato jurídico (...) tenía que ser algo heroico, porque tenemos que luchar contra la
bestia policéfala del monstruo colectivo, y algo fuerte, catastró fico, algo bá rbaro! /
Entonces, uno de los nuestros, el má s noctá mbulo de todos los noctá mbulos que no
sabíamos có mo, pero que providencialmente cayó en Potosí desde Puno del Perú , Juan
Cajal, discurrió el consorcio feliz: ¡Gesta Bá rbara!» [Medinaceli citado por Baptista
Gumucio]. Y así se llamó una de las revistas má s importantes y posiblemente la má s
recordada hasta ahora en Bolivia.
La escritura de Juan Cajal es, sin duda, distinta a la del periodista Arturo Peralta
y diferente también a la de Gamaliel Churata. En el primer poema que publica en La
Tea, Juan Cajal parece escuchar un nuevo lenguaje que se acerca. «Se diría que en la
canció n robusta / que el ancho brazo de agua entona, / hay un concierto de mú sicas
extrañ as y solemnes / que supiesen historias de tiempos idos y de cosas muertas /
como de peñ as que rodaron solas / y de estrellas que bajaron del Azul...» [Churata
2017: 31]. Como veremos, este «concierto de mú sicas extrañ as y solemnes» se hace
má s cercano, íntimo y significativo en uno de los primeros textos que Gamaliel
Churata publica cinco añ os después en la revista Nervios (1923).
Pero volvamos a Juan Cajal. En una entrevista que Carlos Medinaceli le hace el
4 de junio de 1932, ya en La Paz, y 14 añ os después de la fundació n de Gesta Bárbara,
Churata habla precisamente sobre Juan Cajal.
7
Aunque este fragmento no da las coordenadas específicas de los pará sitos a los
que se refiere Churata, su respuesta nos permite iluminar un sentir de época y
adivinar también que las peroratas de Arturo Peralta en La voz del obrero, por
ejemplo, tenían como raíz una emotividad má s que un pensamiento. Se parecen má s a
esas rencillas que Churata le menciona a Mariá tegui en la famosa carta del 27 de
noviembre de 1926 en la que dice estar en activa lucha contra la injusticia gamonal
desde muy temprana edad, entre duelos y persecuciones.
Juan Cajal, en cambio, a pesar de su humildad, acepta cierto snobismo
continental de época. En ese sentido, es interesante recordar que el grupo Bohemia
Andina comienza su andar con una obra de teatro cuyo argumento algo nos dice sobre
el futuro desplazamiento de Arturo Peralta y su voz, sobre sus viajes a Argentina y a
Bolivia.
El drama aquel titulaba La noche de San Juan; fue escrito por Emilio Romero y
presentado como acto de denuncia contra el gamonalismo puneñ o gracias a Arturo
Peralta el 24 de junio de 1917. (Entre paréntesis diremos que Arturo Peralta actuaría
en esta obra como hijo del gamonal que fuga a la ciudad tras preñ ar a una india.)
Romero se refiere al simbolismo de su obra al recordar precisamente la línea
argumentativa que se teje alrededor de la india preñ ada por el hijo del gamonal. El
propio autor dice lo siguiente: «Ella veía en él [en su hijo] al símbolo de la futura unió n
de todos. Marcharía a la ciudad para hacer de su hijo un nuevo hombre, un nuevo
peruano. Marcharía a la ciudad para conquistarla y dominarla. Para revolucionarla
con su presencia: la de su hijo y el corazó n de una raza nueva sin las taras de todo lo
pasado» [Romero citado por Vilchis 2008: 28]. En pocas palabras, estamos hablando
del nacimiento del cholo, con su respectivo abandono paterno.
No decimos que Arturo Peralta haya fugado de Puno por escapar de una
supuesta paternidad, sino que la escritura dramá tica abría un campo de acció n
emparentado con las bellas artes y este ú ltimo, a su vez, con el ímpetu de la juventud
bohemia que lo acercaría a personas claves en Potosí, por ejemplo, donde de pronto
recordaría ese cenáculo de los elegidos que formaba La Tea.
8
Juan Cajal atisba un há lito en la lengua que lo relaciona con Bolivia y con
América toda; reconoce el modernismo como «alimento primigenio» comú n a los
intelectuales de la época. De tal manera, La Tea abre el á mbito literario de Puno, así
como Gesta Bárbara abrirá el de Potosí y de Bolivia en general. (Entre paréntesis,
permítanme recordar que el sorateñ o Emeterio Villamil de Rada soñ aba con un tren
intercontinental que fuese de California a Sorata; es decir, que conecte a Sorata con el
continente entero.)
A partir de la visió n y desplazamiento de Juan Cajal uno comienza a acercarse a
aquellas revistas y ó rganos de difusió n de la época realizados por mano propia, casi
artesanalmente, y ajenos a la intelectualidad instituida, como a la cartografía de
distintas generaciones, de grupos de jó venes, de «muchachos sin preparació n ni
títulos académicos que les diera derecho para pensar ni escribir bien» [La Tea 1, 28 de
julio de 1917].
La Tea, por ejemplo, busca una independencia ética y estética, y se aleja un
poco de la mera denuncia de injusticias sociales o marginaciones políticas. Empieza a
incitar un pensamiento propio. Así lo dice Juan Cajal en el nú mero 10 [16 de marzo de
1919], ya de vuelta a Puno: «Hay un triunfo de la personalidad americana, un
abandono americano que haciéndonos volver hacia el paisaje tutelar nos permite el
conocimiento de nosotros mismos, de nuestras fuerzas de reserva y nos induce al
desentrañ amiento de la tradició n» [citado por Vilchis 2008: 31].
De tal manera, la primera salida de Churata del Perú , hacia Bolivia y Argentina,
prefigura ya el trabajo del Boletín Titikaka, en cuanto la voz de Juan Cajal emerge y
entra en concierto con un há lito continental que anima a ahondar má s en la
personalidad americana. Con respecto a los compañ eros de la revista Gesta Bárbara,
por ejemplo, Alberto Nogales dice que querían pensar como europeos, pero sentían
como indios.
Esto no quiere decir que Cajal renuncie a una estética digamos peruana. Cajal
nunca había renunciado a nada. Los desplazamientos de Arturo Peralta son
articuladores, él lleva consigo la memoria que lo sustenta. Por ejemplo, en el tercer
nú mero de Gesta Bárbara, publica un panegírico titulado Manuel González Prada, un
texto donde explica la importancia de este escritor peruano para América toda. En
9
este texto publicado en diciembre de 1918, ademá s, es posible sentir una
identificació n presente, un Ahayu-Watan, de Juan Cajal con Gonzá lez Prada:
No creo que haya pueblo libre que, oyendo uno de sus discursos, esculpidos en pó rfido,
no sienta revivir el fuego del patriotismo, justicia y sinceridad, en su má s alto grado de
temperatura, y acabe por reconocer que esas pá ginas han sido inspiradas en sus propios
dolores, teniendo a la vista sus má s urgentes necesidades. Tan grande y libre es este
pensador, que su estilo no ha sido superado. El magíster gramá tico y el oscuro obrero,
aprenden en él. Es porque Prada no escribió para cená culo alguno. No hay en su prosa la
adiposidad cargante del adjetivo de algunos diplomá ticos, que se precian de pensar
alto... su estilo, para unos, es la línea helénica; para todos, un vaso de agua tó nica, que no
se bebe impunemente.» [Churata 2017: 7-8]
Está claro que Juan Cajal ya empezaba a crear la Necrademia —esa academia
de muertos que forman a un ser vivo— de la que habla Churata en pasajes claves de su
obra.
La Confederación Keshwa-Aymara
Para terminar esta primera relació n de Churata con Bolivia —que se entabla en
el contexto del modernismo americano—, quisiera hacer un salto temporal hasta el 30
de agosto de 1932, quince añ os después de la fundació n de Gesta Bá rbara, cuando
Arturo Peralta ya era Gamaliel Churata y vivía en la ciudad de La Paz. Este día se
publicó El Gran Perú o la confederación Keshwa-Aymara. Una entrevista con el General
Santa Cruz en el perió dico Última Hora de La Paz.
Se trata de una cró nica en la que vemos a Churata transitando por Killi-Killi
junto a Ismael Sotomayor y Mogrovejo, el tradicionista paceñ o má s importante del
siglo pasado y que actualmente está siendo rescatado desde varios flancos. Cuenta
Gamaliel Churata (con esa firma) que Ismael Sotomayor lo llevó a visitar al General
Oscar de Santa Cruz, hijo del Mariscal de Pichincha y el mayor nexo humano entre
Perú y Bolivia. Baste recordar que la Confederació n peruano-boliviana era un sueñ o
de Andrés de Santa Cruz y tenía su base en una cuestió n a la vez prá ctica y orgá nica,
pues cuando Santa Cruz gobernaba en Perú , Bolivia se iba al bombo, y cuando venía a
10
gobernar Bolivia, Perú a su vez se iba al bombo. Es así que ambos países lo requerían y
él se daba modos para ir de un país al otro, soñ ando en los trayectos con un solo país.
Menciono esta cró nica de Churata porque creo que en ella se concentra aquello
que Arturo Peralta comprendió gracias a su viaje a Bolivia e ilumina el desplazamiento
de aquella voz que encarnaba en Juan Cajal, una voz —digamos— de resabios
republicanos.
Volviendo a la cró nica, en ella Churata nos da una imagen crucial de Oscar de
Santa Cruz: un General anciano y enfermo (otrora «Coronel del ejército boliviano,
general de los del Perú , hijo adoptivo de la Municipalidad de Buenos Aires (...) [y]
representativo de la gentileza castellana») apoyado en un indio (Manuelo) a quien el
anciano pide ayuda. Churata, a propó sito de la llamada del general al indio, escribe:
«¡Ah! Esta entonació n con que el Gral. Santa Cruz se dirige a su compañ ero indígena
nos taladra y llena de inquietud. ¿Quién es este Manuelo? El indio sin habla,
dó cilmente, revelando su há bito en el oficio, da el hombro para que el general se
apoye» [Churata 2017: 87]. La inquietud de Churata frente a esta imagen es decisiva,
pues en Manuelo resonaba también otro nombre propio: la de su maestro de escuela
Manuel Camacho Alka.
Lo cierto es que, después de ver las reliquias, documentos y tesoros de Oscar de
Santa Cruz, Churata resalta la importancia de estos documentos para la memoria
colectiva, y termina con estas palabras:
11
nombre para la Confederació n, a partir del lenguaje donde anida el realismo psíquico
de quien entonces firma como Gamaliel Churata.
Sabemos que la poesía de Whitman se reconoce por el aliento con que el poeta
norteamericano habla en ego multitudinario; es decir, desde un yo que incluye a todos.
Esta coincidencia con el pensamiento y candor de Whitman reverbera en el hecho que
Churata recordaba muy bien a la multitud de amigos que conoció por medio de Gesta
Bárbara. É l cifraba en cada nombre una experiencia y una revelació n: el corazó n puro
de Carlos Medinaceli, el «descriptor pulcro y documentado» de Armando Alba, el lírico
orquestal de Luis Felipe Lira Giró n, las revelaciones sociales de Enrique Viañ a y el
"Flaco" Alurralde, el hospedaje franciscano del Padre Zampa. Este á mbito de
relaciones sociales que circuía la revista hacía también que Churata tejiera e
imaginara un potencial nuevo mundo desde la propia revista, un mundo «má s
realista» tal vez, menos romá ntico y vaporoso; pero en todo caso, siempre latente.
La idea de ego multitudinario repercutirá en la concepció n del Boletín Titikaka,
por ejemplo, pero Churata no solo fundó revistas, también colaboró con ellas,
atisbando nuevos organismos a cada paso. En el segundo nú mero (publicado en junio
de 1930) de la revista Tempestad (ó rgano de la juventud estudiantil de Puno),
Gamaliel Churata da su definició n de una revista como «fruto de unidad integral» a
partir de la visualizació n de una generació n cohesionada.
12
muchachos no todos son estudiantes. Algunos provienen de los claustros carolinos, otros
de la Universidad, otros de las oficinas, el comercio, la industria, etc. Pero poseen el
sentido bioló gico de la cohesió n i saben darnos ese fruto de unidad integral que es una
revista.» [Churata 1930]
13
interpretació n y vertientes. El trabajo generativo de estas revistas multitudinarias que
aparecieron en la década de 1920 implicaba también la puesta en escena de posibles
malentendidos. Las revistas donde se cohesionaban las generaciones fueron también
(y siguen siendo) el archivo que da lugar a nuevas reflexiones.
Por ejemplo, en una carta de Cerruto a Churata, fechada en Buenos Aires el 5 de
agosto de 1941, leemos una significativa referencia al indigenismo y la polémica:
Gamaliel Churata corresponde a la mayoría de edad en que los valores subsidiarios del
espíritu son reemplazados por la necesidad orgá nica de la generació n. Es así que mi
nombre definitivo plasma la naturaleza de mi ideología (...) ya pasé la edad en que para
el hombre la camisa de ú ltima moda es la mayor devoció n de culto y su liturgia. Varios
escritores han reconocido que mi pseudó nimo literario obedece a una radical
identificació n con los problemas sociales y estéticos del Ande.» [en Medinaceli 2012: 34]
Gamaliel Churata
14
Uno de los primeros textos publicados bajo el nombre de Gamaliel Churata
aparece en el primer nú mero de la revista Nervios [15 de noviembre de 1923] —
posteriormente publicado en Kosko. Se trata de Versículos de germinación, donde
Churata escribe sobre la mú sica a partir de la Danza Grotesca de Edvard Grieg, má s
específicamente sobre el ritmo en su relació n con la ciencia del conocimiento. De tal
manera, la aparició n de Gamaliel Churata como ser encarnado en una escritura está
ligada a la construcció n de una gramá tica.
Es un ritmo preciso el que da la mano al geó metra y al danzante (...) Aquel punto má gico
de que se desprende la sucesió n de puntos, separados por vacíos, es el origen verdadero
de la ciencia, vale decir de la mú sica que es la ú nica ciencia que yo comprenda y que no
tenga pedanterías y que no engañ e.» [Churata 2017: 13]
15
nombramos al habitante de nuestro recordante cuerpo, para que autoricemos su
libertad de andar por las calles con el paso que le corresponde.
Estos atisbos nos hacen preguntar si las palabras que usamos para nombrar la
vida o la muerte, o cualquier otra cosa, son insuficientes. Si creemos que el germen de
toda transformació n humana profunda está en la crisis de un lenguaje de articulació n
social (y la confusió n que esto significa), estaremos de acuerdo que quien trabaja con
la palabra es el llamado no só lo a poner en evidencia esta crisis, sino a revitalizar la
comunicació n del humano con el mundo.
Epílogo
Para ir cerrando, habrá que decir que La lengua de Adán, el extravagante libro de
Villamil de Rada que mencioná bamos en un principio, nació a partir de un grupo
entusiasta de aymaristas entre los que estaban Rosendo Gutiérrez y Nicolá s Acosta,
quienes formaron la Sociedad Aymarista en 1882. Las bibliotecas de Gutiérrez y
Acosta, ademá s de los papeles de Villamil de Rada, se perdieron en incendios y otros
descuidos. De tal manera que la memoria de esta lengua originada en América parece
difícil de mantener. Má s allá de que creamos que el aymara sea o no la lengua del
paraíso, lo que proponía Villamil era el estudio de una lengua orgá nica y genésica a la
cual él le hacía decir: «No tengo infancia, así como no tengo decrepitud. Soy la ló gica
enunciació n, un todo íntegro y completo (...) Toda lengua de humana estructura
(diferente) a mi fondo, perece». Tal la idea de un idioma como punto de partida para la
concepció n de un todo.
Para terminar, voy a permitirme leer este fragmento de América y su habla,
publicado por Gamaliel Churata en la revista Nova de la ciudad de La Paz en febrero de
1963 —poco má s de seis añ os ante de la muerte de Arturo Peralta—:
16
Bibliografía
BAPTISTA GUMUCIO, Mariano, 2012. Atrevámonos a ser bolivianos. Vida y epistolario
de Carlos Medinaceli, La Paz, Plural.
CASTRO RIVEROS, Alan, 2012. «Memoria orgá nica. Entorno a la escritura de Gamaliel
Churata», en revista La Mariposa Mundial 19/20, La Paz: 66-67.
CERRUTO, Oscar, 2017. «[Una carta de Oscar Cerruto a Gamaliel Churata]», en revista
La Mariposa Mundial 23/24, La Paz: 69.
MEDINACELI, Carlos, 2012. «Uno de los má s altos valores del andinismo: Gamaliel
Churata está en La Paz», entrevista a Gamaliel Churata, en revista La Mariposa
Mundial 19/20, La Paz: 33-35.
ORTIZ, Rodolfo, 2017. «Cunan», en revista La Mariposa Mundial 23-24, La Paz: 64-65.
17
VILCHIS, Arturo, 2008. Arturo Pablo Peralta Miranda. Travesía de un itinerante,
México, América Nuestra-Rumi Maki.
Alan Castro Riveros (La Paz) es escritor, investigador particular, editor y docente. Es
autor de la novela Aurificios (2010), forma parte del consejo editorial de la
revista/editorial La Mariposa Mundial y es docente del Departamento de Cultura de la
Universidad Cató lica Boliviana. Fue parte de la generació n ú nica de la Carrera de
Literatura de la UCB y de la primera generació n de la Maestría en Literatura
Latinoamericana de la Universidad Mayor de San Andrés en la ciudad de La Paz.
alancastroriveros@gmail.com
18