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LA RELACIÓN DE CHURATA CON BOLIVIA.

ARTURO PERALTA, JUAN CAJAL Y LOS DESPLAZAMIENTOS VOCALES DE GAMALIEL


CHURATA

Alan Castro Riveros

Resumen: La conferencia ARTURO PERALTA, JUAN CAJAL Y LOS DESPLAZAMIENTOS VOCALES DE


GAMALIEL CHURATA tiene el objetivo de visibilizar una trama de voces andinas y latinoamericanas a
partir de los recorridos no solo geográ ficos sino también escriturales de Gamaliel Churata, con énfasis
en sus escritos publicados para revistas u ó rganos de comunicació n má s o menos autogestionados de
Perú y Bolivia. La conferencia está dirigida a los estudiosos del organismo genésico churatiano, que si
bien aparece en su escritura también puede ser leído en su vida de trá nsitos entre parajes andinos (y
otros) desde 1917. Se esperan tres resultados de esta conferencia: a) avistar el desplazamiento del
nombre/seudó nimo/persona de Peralta/Cajal/Churata, b) diferenciar algunos ritmos de la escritura
churatiana a partir de desplazamientos tonales y geográ ficos, y c) cartografiar someramente las
relaciones del vaivén de voces comunes en revistas de Perú y Bolivia.

Keywords: Churata, Bolivia, revistas, Juan Cajal, Adá n, Tahuantinsuyo, Villamil de Rada

Hace poco leía una conferencia del escritor boliviano Jesú s Urzagasti y se me grabó su
manera de comenzarla. É l recordaba a un amigo cochabambino que en una carta le
decía que «quién comienza agradeciendo muy temprano, termina pidiendo favores
todo el día». Jesú s Urzagasti fue un amigo y maestro muy querido; valga esta breve
remembranza para iniciar esta conferencia en torno a Gamaliel Churata, un hombre
que conocía la importancia que tienen las palabras de los muertos en nuestra vida y
nuestro pensamiento. Urzagasti también fue quien dijo que había encontrado el centro
secreto de su país. Tengo la sensació n que él, quien venía de una provincia del Chaco
boliviano, había encontrado ese centro en la periferia; es decir, precisamente en la
provincia. Algo de este hallazgo también se hace visible en los desplazamientos de
Arturo Peralta, sobre los que voy a ahondar brevemente en esta conferencia.

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Dicho esto, agradezco la invitació n de la Universidad Nacional de San Agustín
de Arequipa, al decano de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Dr. Dante Callo
Cuno y al coordinador del Congreso, Roger Tahua Delgado, por esta oportunidad de
compartir mi lectura de nuestro querido maestro Gamaliel Churata. Estoy convencido
de que leer a Churata es continuar su obra. Y los mú ltiples lazos que unen a Perú y
Bolivia, son también los de un lenguaje emergente (es decir, una forma de nombrar el
mundo) que Churata deja germinar en su obra.

La lengua de Adán
Seguramente, muchos de ustedes escucharon hablar del libro La lengua de Adán. Se
trata del esbozo de una obra titá nica en la que su autor, Emeterio Villamil de Rada
(natural del pueblo de Sorata en el departamento de La Paz), trabajó sus ú ltimos añ os
de vida. La lengua de Adán expone y argumenta a partir de la genealogía de ciertas
palabras que el aymara fue la lengua hablada en el paraíso terrenal y que tal paraíso
no era otro que Sorata, su pueblo natal. De tal manera, el Olimpo sería la montañ a
Illampu y Tihuanacu la Torre de Babel.
«El viernes 5 de abril de 1872, Emeterio Villamil de Rada [1800-1876], un
septuagenario comisario de límites boliviano ante el Imperio del Brasil, es visitado por
una revelació n: el descubrimiento de la "específica localidad edénica de la creació n
humana"» (Souza: 13). Así comienza la introducció n del boliviano Mauricio Souza a la
nueva edició n de La lengua de Adán, publicada el añ o pasado (2016) como parte de la
Biblioteca del Bicentenario de Bolivia.
Villamil de Rada consideraba que esta revelació n cambiaría rotundamente la
historia de la humanidad y, por lo mismo, la comprensió n de lo que somos como
especie. Es decir, segú n su entender, su hallazgo implicaba una revolució n científica,
social y religiosa; es decir, una revolució n total. «Toda revolució n científica es un
desplazamiento», dice Steiner.

La mente se aparta de un portal principal de percepció n, de un ventanal, y se vuelve


hacia otro. El paisaje se ve desde una perspectiva, bajo diferentes luces y sombras,
delineado de otro modo. Rasgos antes prominentes aparecen ahora esfumados (...)

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Detalles que hasta el momento no habían sido observados, o estaban agrupados al
azar, asumen una posició n dominante (...) Por lo general, toda revolució n científica se
nutre de un campo muy amplio. Casi simultá neamente aparecen en las distintas
ciencias particularidades u obstinadas anomalías que se vuelven, por así decirlo,
magnéticas. Rarezas clasificadas provisionalmente, o que no fueron consideradas en el
ordenamiento estable de las líneas generales, empiezan a desplazarse hacia el centro»
[Steiner: 179].

Es decir, una revelació n de envergadura proviene de la visió n de un organismo


decadente que inicia su resurrecció n. Tal resurrecció n se da a partir de la
interconexió n de guaraguas antes consideradas insignificantes. Es entonces cuando
algo que antes no sonaba ni tronaba, ahora truena, relampaguea y rige un nuevo
sentido de la vida. No solo eso —acotaría Villamil de Rada—, sino que ese retorno de
la vida es la germinació n del propio portal de percepción desde donde se ha revelado
el nuevo organismo. Sorata para Villamil de Rada, Florencia para Dante, el Gran Sertó n
para Guimaraes Rosa, y Puno para Gamaliel Churata. En tal lugar se hallaría escondida
—aunque latente— la vida edénica, desde donde el hombre primigenio habría
pronunciado las palabras certeras para nombrar el mundo vital del que tomaba
consciencia.
De ahí que los desplazamientos causados por una revelació n que muestra la
caducidad de un mundo y la luminosidad de otro, aquellos desplazamientos que
trasladan anomalías y rarezas «hacia el centro», obligan a consolidar un lenguaje que
quiere nombrar aquellas extravagancias que de pronto toman un lugar central, un
lugar en el cual se cifra el nuevo sentido del mundo latente en nuestro presente; es
decir, el nuevo có digo con el que se descifra la vida desde entonces, una nueva ciencia
del conocimiento.
Sin embargo, me pregunto quién lee La lengua de Adán, por ejemplo, como un
tratado científico a carta cabal. Y si nadie lo lee así, por qué sigue vigente, a qué se
debe su importancia. Es verdad que, gracias al libro de Villamil de Rada, por ejemplo,
el científico boliviano Ivá n Guzmá n de Rojas, creó Atamiri, un software de traducció n
mú ltiple con base en el aymara, y que actualmente traduce má s de 30 idiomas. Má s
allá de ello, creo que la importancia de una obra como La lengua de Adán está en la

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capacidad de centralizar hasta ahora una lengua que algunos han intentado —
infructuosamente— marginalizar.
Creemos que la forma de entender un libro como este y de comprender muchos
otros de nuestra tradició n andina es a partir de lo que Gamaliel Churata llama el
Ahayu-watan (alma amarra). Dice Churata: «[S]i somos americanos, nunca llegaremos
a conocernos si no conocemos nuestra lengua materna. Yo me propongo un
categorema, como dicen los filó logos: el alma amarra, Ahay-watan...» Y continú a:

Afortunadamente, los fenó menos coloniales no hieren la radicalidad de la semilla


genésica, a la que se ha dado el nominativo de alma. El genes es invulnerable a la acció n
de todo agente letal, como lo han establecido investigaciones severas de laboratorio: por
lo que, al menos desde el punto de vista de la semilla, del genes, el hombre es inmortal, y
no inmortal como especie, sino como individuo, como ego (...) He aquí có mo el estudio
del Ahayu-Watan, síntesis ontogénica axioló gica, viene a demostrar que el conocimiento
de la naturaleza moral del hombre, de su mundo interior, no podrá ser revelada sino
sujetando el aná lisis a la perspectiva realista que descubre (...) El Ahayu-Watan, ademá s,
plantea otra verdad secular: si el hombre es inmortal desde la semilla, esto es, desde el
alma, los muertos de ayer son los que nacen hoy.» [Churata 2012: 19]

Pienso en este individuo genésico, en este ego inmortal, también como un


nombre propio —como si en el nombre de un hombre latiera también su ajayu—, que
en el caso de Arturo Peralta será la consolidació n de un tal Gamaliel Churata, pero
también el camino de Juan Cajal y la reflexió n sobre su propio nombre de pila que
estos desplazamientos nominativos implicaron para Arturo Peralta.

Arturo Peralta
En uno de los primeros textos de Arturo Peralta, El indio, el autor menciona la
bú squeda de un nombre que le corresponda. Este texto fue publicado el 14 de febrero
de 1915 en La voz del obrero de Puno, cuando Arturo tenía diecisiete añ os, y está
dedicado a su amigo Enrique Encinas, con quien hacía el periodiquillo escolar El
profeta a los doce añ os.

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Andar con contemporizaciones, llenarnos de indiferencia, ¡estigma de estupidez mental!
y lo que es peor, demostració n de ferocidad, alejamiento de sentimientos de humanidad;
prueba casi evidente es de que las neuronas se hallan putrefactas, todo nuestro léxico
podría consumirse y no habríamos hallado el nombre que nos corresponde, a nosotros
que nos satisfacemos repitiendo con voz melodramá tica ¡¡SOMOS LIBRES!! Cuando el
eco de las montañ as andinas nos ha de repetir: NO SOIS LIBRES, y en vano tratá is de dar
vuelo a vuestros ideales, comprended que todo ideal podrá justificar só lo cuando haya
desaparecido la coyunda.......... [Churata 2017: 5]

Ademá s del eco donde resuena el himno patrio y en él una crítica a la


caducidad de cierto nacionalismo, cuando Arturo Peralta se refiere a la coyunda,
visualiza la esclavitud del indio. Má s adelante en el mismo texto, amarrará ambos
hilos diciendo que «donde pierde su valor intrínseco el derecho individual, comienza
el absolutismo como forma de gobierno» [íbid.].
Esto nos hace preguntar cuá l es «el nombre que nos corresponde», aquel para
el cual no alcanza «todo nuestro léxico». ¿Se trata del nombre que nos damos a
nosotros mismos en cuanto creemos ser libres y toleramos la «coyunda» o del nombre
que nos amarra a un organismo añ orado y proyectado?
Segú n Vilchis [2008: 22], «[b]ajo el seudó nimo de "P", Arturo Peralta comienza
su trayecto periodístico junto a otro obreros» en La voz del obrero, precisamente.
Podría sonar a exageració n, pero en esa P. con la que firma Arturo Peralta resuena la
peruanidad. Ninguna otra letra tiene un sonido tan peruano como la P. Esta firma de
Peralta, donde por supuesto resuena también su apellido paterno, respalda cierta
concepció n primigenia del escritor y del periodista segú n Churata.
Si Gonzá lez Prada decía que la revolució n solo podría hacerla la clase obrera y
era necesario darle importancia al intelectual para dar concepció n y prestancia a
dicha revolució n [citado por Vilchis, íbid.], Churata funde la imagen del obrero con la
del intelectual. La lucha obrera será una lucha solidaria en cuanto se le revela la
vacuidad de aquello que hasta entonces se llamaba libertad; allí donde el derecho
individual del indio está perdido y su presencia no es má s que una guaragua del
paisaje y no la vitalidad de un ser humano capaz de nombrarse a sí mismo.

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Al hacer evidente la putrefacción de las neuronas en la indiferencia frente al
indio, Arturo Peralta señ ala también aquello (mal llamado) marginal cuya presencia
muchos parecen obviar, y pone al indio en el centro de un problema que trastoca el
concepto de humanidad. A partir de este revelador portal de percepción recién se
empezará a nombrar una libertad propia y creíble, pues aquella visió n traía consigo la
potencia orgá nica de una nueva y verdadera humanidad que emergía con la potencia
de un lenguaje.
Por otro lado, es interesante que en este texto de 1915, Peralta nombre y cite a
José Antonio Calamullo Jarro, un indígena proscrito de su hogar —como má s adelante
lo sería el propio Arturo Peralta. Menciono este hecho —adelantá ndome un poco a
ciertos meandros de esta conferencia— por la importancia que tienen los nombres
propios en la obra de Churata, pues es a partir de ellos que se forma un trasfondo de
voces en su escritura.

Juan Cajal
La unidad obrero-intelectual que había en Arturo Peralta alcanza una nueva
corporeidad con Juan Cajal, parte del grupo Bohemia Andina y uno de los principales
promotores de La Tea. Aunque en esta etapa parece haber una inclinació n má s por la
imagen intelectual que por la del obrero, recordemos que La Tea toma su nombre del
ó rgano de difusió n de la huelga universitaria fundado precisamente en esta
Universidad (UNSA) y publicado entre 1907 y 1908. Por otro lado, Juan Cajal era
cajista; es decir, que ponía letra a letra las palabras que luego publicaría en La Tea. Ahí
encontramos una unió n cabal entre el intelectual y el obrero, en el escritor que a su
vez es cajista de imprenta.
Por otro lado, una de las cosas má s interesantes de Juan Cajal es su
desplazamiento a Potosí; la primera visita de Churata a Bolivia. Allí, junto a un grupo
en el que resonaba Bohemia Andina —en Los Noctámbulos (también excluidos de los
círculos oficiales)— fundaron la revista Gesta Bárbara —en donde a su vez resonaba
la Castalia Bárbara de Ricardo Jaimes Freyre. Juan Cajal no solo fue el diagramador-
cajista de esta revista importantísima en Bolivia, sino aquel que señ alaba los

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problemas sociales en medio de los deslumbramientos estéticos del modernismo en
los que hacían sus poesías completas los demá s bá rbaros.
Como sabemos, Gesta Bárbara se origina en 1918, cuando un grupo de amigos
llamado Los Noctámbulos, en los alrededores del cerro de Pot`oj, fundan una revista.
Carlos Medinaceli cuenta que ellos querían «que no fuera como todas las que en Potosí
habían sido (...) má s que unos almanaques con versitos (...) peor que un asqueroso
alegato jurídico (...) tenía que ser algo heroico, porque tenemos que luchar contra la
bestia policéfala del monstruo colectivo, y algo fuerte, catastró fico, algo bá rbaro! /
Entonces, uno de los nuestros, el má s noctá mbulo de todos los noctá mbulos que no
sabíamos có mo, pero que providencialmente cayó en Potosí desde Puno del Perú , Juan
Cajal, discurrió el consorcio feliz: ¡Gesta Bá rbara!» [Medinaceli citado por Baptista
Gumucio]. Y así se llamó una de las revistas má s importantes y posiblemente la má s
recordada hasta ahora en Bolivia.
La escritura de Juan Cajal es, sin duda, distinta a la del periodista Arturo Peralta
y diferente también a la de Gamaliel Churata. En el primer poema que publica en La
Tea, Juan Cajal parece escuchar un nuevo lenguaje que se acerca. «Se diría que en la
canció n robusta / que el ancho brazo de agua entona, / hay un concierto de mú sicas
extrañ as y solemnes / que supiesen historias de tiempos idos y de cosas muertas /
como de peñ as que rodaron solas / y de estrellas que bajaron del Azul...» [Churata
2017: 31]. Como veremos, este «concierto de mú sicas extrañ as y solemnes» se hace
má s cercano, íntimo y significativo en uno de los primeros textos que Gamaliel
Churata publica cinco añ os después en la revista Nervios (1923).
Pero volvamos a Juan Cajal. En una entrevista que Carlos Medinaceli le hace el
4 de junio de 1932, ya en La Paz, y 14 añ os después de la fundació n de Gesta Bárbara,
Churata habla precisamente sobre Juan Cajal.

Cuando yo me llamaba Juan Cajal —y su recuerdo me ruboriza por el excesivo sabor


hispá nico que tiene— era ya un emotivo de la causa de los indios, pero estéticamente
pertenecía al modernismo snobista que ha sido nuestro alimento primigenio (...)
Ademá s, como alguna vez le he manifestado, con los nombres pasa lo mismo que con las
camisas, que es preciso someterlas a reemplazos perió dicos para evitar malacrianzas de
los pará sitos.» [en Medinaceli 2012: 34]

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Aunque este fragmento no da las coordenadas específicas de los pará sitos a los
que se refiere Churata, su respuesta nos permite iluminar un sentir de época y
adivinar también que las peroratas de Arturo Peralta en La voz del obrero, por
ejemplo, tenían como raíz una emotividad má s que un pensamiento. Se parecen má s a
esas rencillas que Churata le menciona a Mariá tegui en la famosa carta del 27 de
noviembre de 1926 en la que dice estar en activa lucha contra la injusticia gamonal
desde muy temprana edad, entre duelos y persecuciones.
Juan Cajal, en cambio, a pesar de su humildad, acepta cierto snobismo
continental de época. En ese sentido, es interesante recordar que el grupo Bohemia
Andina comienza su andar con una obra de teatro cuyo argumento algo nos dice sobre
el futuro desplazamiento de Arturo Peralta y su voz, sobre sus viajes a Argentina y a
Bolivia.
El drama aquel titulaba La noche de San Juan; fue escrito por Emilio Romero y
presentado como acto de denuncia contra el gamonalismo puneñ o gracias a Arturo
Peralta el 24 de junio de 1917. (Entre paréntesis diremos que Arturo Peralta actuaría
en esta obra como hijo del gamonal que fuga a la ciudad tras preñ ar a una india.)
Romero se refiere al simbolismo de su obra al recordar precisamente la línea
argumentativa que se teje alrededor de la india preñ ada por el hijo del gamonal. El
propio autor dice lo siguiente: «Ella veía en él [en su hijo] al símbolo de la futura unió n
de todos. Marcharía a la ciudad para hacer de su hijo un nuevo hombre, un nuevo
peruano. Marcharía a la ciudad para conquistarla y dominarla. Para revolucionarla
con su presencia: la de su hijo y el corazó n de una raza nueva sin las taras de todo lo
pasado» [Romero citado por Vilchis 2008: 28]. En pocas palabras, estamos hablando
del nacimiento del cholo, con su respectivo abandono paterno.
No decimos que Arturo Peralta haya fugado de Puno por escapar de una
supuesta paternidad, sino que la escritura dramá tica abría un campo de acció n
emparentado con las bellas artes y este ú ltimo, a su vez, con el ímpetu de la juventud
bohemia que lo acercaría a personas claves en Potosí, por ejemplo, donde de pronto
recordaría ese cenáculo de los elegidos que formaba La Tea.

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Juan Cajal atisba un há lito en la lengua que lo relaciona con Bolivia y con
América toda; reconoce el modernismo como «alimento primigenio» comú n a los
intelectuales de la época. De tal manera, La Tea abre el á mbito literario de Puno, así
como Gesta Bárbara abrirá el de Potosí y de Bolivia en general. (Entre paréntesis,
permítanme recordar que el sorateñ o Emeterio Villamil de Rada soñ aba con un tren
intercontinental que fuese de California a Sorata; es decir, que conecte a Sorata con el
continente entero.)
A partir de la visió n y desplazamiento de Juan Cajal uno comienza a acercarse a
aquellas revistas y ó rganos de difusió n de la época realizados por mano propia, casi
artesanalmente, y ajenos a la intelectualidad instituida, como a la cartografía de
distintas generaciones, de grupos de jó venes, de «muchachos sin preparació n ni
títulos académicos que les diera derecho para pensar ni escribir bien» [La Tea 1, 28 de
julio de 1917].
La Tea, por ejemplo, busca una independencia ética y estética, y se aleja un
poco de la mera denuncia de injusticias sociales o marginaciones políticas. Empieza a
incitar un pensamiento propio. Así lo dice Juan Cajal en el nú mero 10 [16 de marzo de
1919], ya de vuelta a Puno: «Hay un triunfo de la personalidad americana, un
abandono americano que haciéndonos volver hacia el paisaje tutelar nos permite el
conocimiento de nosotros mismos, de nuestras fuerzas de reserva y nos induce al
desentrañ amiento de la tradició n» [citado por Vilchis 2008: 31].
De tal manera, la primera salida de Churata del Perú , hacia Bolivia y Argentina,
prefigura ya el trabajo del Boletín Titikaka, en cuanto la voz de Juan Cajal emerge y
entra en concierto con un há lito continental que anima a ahondar má s en la
personalidad americana. Con respecto a los compañ eros de la revista Gesta Bárbara,
por ejemplo, Alberto Nogales dice que querían pensar como europeos, pero sentían
como indios.
Esto no quiere decir que Cajal renuncie a una estética digamos peruana. Cajal
nunca había renunciado a nada. Los desplazamientos de Arturo Peralta son
articuladores, él lleva consigo la memoria que lo sustenta. Por ejemplo, en el tercer
nú mero de Gesta Bárbara, publica un panegírico titulado Manuel González Prada, un
texto donde explica la importancia de este escritor peruano para América toda. En

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este texto publicado en diciembre de 1918, ademá s, es posible sentir una
identificació n presente, un Ahayu-Watan, de Juan Cajal con Gonzá lez Prada:

No creo que haya pueblo libre que, oyendo uno de sus discursos, esculpidos en pó rfido,
no sienta revivir el fuego del patriotismo, justicia y sinceridad, en su má s alto grado de
temperatura, y acabe por reconocer que esas pá ginas han sido inspiradas en sus propios
dolores, teniendo a la vista sus má s urgentes necesidades. Tan grande y libre es este
pensador, que su estilo no ha sido superado. El magíster gramá tico y el oscuro obrero,
aprenden en él. Es porque Prada no escribió para cená culo alguno. No hay en su prosa la
adiposidad cargante del adjetivo de algunos diplomá ticos, que se precian de pensar
alto... su estilo, para unos, es la línea helénica; para todos, un vaso de agua tó nica, que no
se bebe impunemente.» [Churata 2017: 7-8]

Está claro que Juan Cajal ya empezaba a crear la Necrademia —esa academia
de muertos que forman a un ser vivo— de la que habla Churata en pasajes claves de su
obra.

La Confederación Keshwa-Aymara
Para terminar esta primera relació n de Churata con Bolivia —que se entabla en
el contexto del modernismo americano—, quisiera hacer un salto temporal hasta el 30
de agosto de 1932, quince añ os después de la fundació n de Gesta Bá rbara, cuando
Arturo Peralta ya era Gamaliel Churata y vivía en la ciudad de La Paz. Este día se
publicó El Gran Perú o la confederación Keshwa-Aymara. Una entrevista con el General
Santa Cruz en el perió dico Última Hora de La Paz.
Se trata de una cró nica en la que vemos a Churata transitando por Killi-Killi
junto a Ismael Sotomayor y Mogrovejo, el tradicionista paceñ o má s importante del
siglo pasado y que actualmente está siendo rescatado desde varios flancos. Cuenta
Gamaliel Churata (con esa firma) que Ismael Sotomayor lo llevó a visitar al General
Oscar de Santa Cruz, hijo del Mariscal de Pichincha y el mayor nexo humano entre
Perú y Bolivia. Baste recordar que la Confederació n peruano-boliviana era un sueñ o
de Andrés de Santa Cruz y tenía su base en una cuestió n a la vez prá ctica y orgá nica,
pues cuando Santa Cruz gobernaba en Perú , Bolivia se iba al bombo, y cuando venía a

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gobernar Bolivia, Perú a su vez se iba al bombo. Es así que ambos países lo requerían y
él se daba modos para ir de un país al otro, soñ ando en los trayectos con un solo país.
Menciono esta cró nica de Churata porque creo que en ella se concentra aquello
que Arturo Peralta comprendió gracias a su viaje a Bolivia e ilumina el desplazamiento
de aquella voz que encarnaba en Juan Cajal, una voz —digamos— de resabios
republicanos.
Volviendo a la cró nica, en ella Churata nos da una imagen crucial de Oscar de
Santa Cruz: un General anciano y enfermo (otrora «Coronel del ejército boliviano,
general de los del Perú , hijo adoptivo de la Municipalidad de Buenos Aires (...) [y]
representativo de la gentileza castellana») apoyado en un indio (Manuelo) a quien el
anciano pide ayuda. Churata, a propó sito de la llamada del general al indio, escribe:
«¡Ah! Esta entonació n con que el Gral. Santa Cruz se dirige a su compañ ero indígena
nos taladra y llena de inquietud. ¿Quién es este Manuelo? El indio sin habla,
dó cilmente, revelando su há bito en el oficio, da el hombro para que el general se
apoye» [Churata 2017: 87]. La inquietud de Churata frente a esta imagen es decisiva,
pues en Manuelo resonaba también otro nombre propio: la de su maestro de escuela
Manuel Camacho Alka.
Lo cierto es que, después de ver las reliquias, documentos y tesoros de Oscar de
Santa Cruz, Churata resalta la importancia de estos documentos para la memoria
colectiva, y termina con estas palabras:

La confederació n Perú -boliviana no es ya susceptible de otros sentidos? Para las


generaciones que surgen ambientadas dentro de un sistema de ideas poco maleables a la
sugestió n del pasado que no sea pasado de justicia, la idea del Mariscal de Santa Cruz
significa algo má s vivo, má s realista, y por tanto, eterno, algo capaz de tornarse vida... /
El Gran Perú que concibió Santa Cruz, con mirada audaz de estadista, contradiciendo el
equívoco de Bolívar, ¿no será en el futuro la Confederació n Keshwa-aymara?» [íbid: 89]

En este pensamiento sobre Andrés de Santa Cruz y en la memoria de las gestas


libertarias del siglo XIX se revela ese rubor que habrá encontrado Arturo Peralta al
recordar su nombre de Juan Cajal, pero se revela también —al mencionar las futuras
generaciones y aquello eterno «capaz de tornarse en vida»— la decisió n por un nuevo

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nombre para la Confederació n, a partir del lenguaje donde anida el realismo psíquico
de quien entonces firma como Gamaliel Churata.

Las revistas como egos multitudinarios


Churata explicaría su paso por Gesta Bárbara de esta manera:

Yo capiscaba algo del Simbolismo y me entretenía en los primeros signos del


Vanguardismo españ ol que muy esporá dicamente nos llegaba; y sobre estos
movimientos solía hacer soliloquios que algunos de los camaradas participaban; pero si
en algo había definido un frente fue en el entusiasmo por la poesía mosaica y
multitudinaria del viejo Whitman.» [Churata citado por Baptista 2012: 110]

Sabemos que la poesía de Whitman se reconoce por el aliento con que el poeta
norteamericano habla en ego multitudinario; es decir, desde un yo que incluye a todos.
Esta coincidencia con el pensamiento y candor de Whitman reverbera en el hecho que
Churata recordaba muy bien a la multitud de amigos que conoció por medio de Gesta
Bárbara. É l cifraba en cada nombre una experiencia y una revelació n: el corazó n puro
de Carlos Medinaceli, el «descriptor pulcro y documentado» de Armando Alba, el lírico
orquestal de Luis Felipe Lira Giró n, las revelaciones sociales de Enrique Viañ a y el
"Flaco" Alurralde, el hospedaje franciscano del Padre Zampa. Este á mbito de
relaciones sociales que circuía la revista hacía también que Churata tejiera e
imaginara un potencial nuevo mundo desde la propia revista, un mundo «má s
realista» tal vez, menos romá ntico y vaporoso; pero en todo caso, siempre latente.
La idea de ego multitudinario repercutirá en la concepció n del Boletín Titikaka,
por ejemplo, pero Churata no solo fundó revistas, también colaboró con ellas,
atisbando nuevos organismos a cada paso. En el segundo nú mero (publicado en junio
de 1930) de la revista Tempestad (ó rgano de la juventud estudiantil de Puno),
Gamaliel Churata da su definició n de una revista como «fruto de unidad integral» a
partir de la visualizació n de una generació n cohesionada.

Observamos que la generació n de muchachos a que pertenecen los escritores de


Tempestad es una de las mejor condicionadas por su nú mero i su inquietud. Estos

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muchachos no todos son estudiantes. Algunos provienen de los claustros carolinos, otros
de la Universidad, otros de las oficinas, el comercio, la industria, etc. Pero poseen el
sentido bioló gico de la cohesió n i saben darnos ese fruto de unidad integral que es una
revista.» [Churata 1930]

Con esta introducció n, Churata comienza su texto Cuatro generaciones de


puneños i la actual de Tempestad, donde hace un recuento de nombres propios entre
los que se encuentran historiadores, políticos, maestros, científicos, escritores, y toda
la Necrademia que vive y resucita de generació n en generació n.
Por otro lado, es gracias a las revistas má s o menos autogestionadas, má s o
menos subterrá neas, que Churata no solo visualiza otro Perú —ya sea a través de
Amauta (Lima, 1927-1930), Atusparia (Ancash, 1927-1928), Chirapu (Arequipa 1927-
1928), Kú ntur (Cusco, 1927-1928), Inti (Huancayo, 1928)—, sino que también tiende
puentes amistosos con el continente, particularmente con Bolivia —en donde residió
por má s de 30 añ os. Es así, por ejemplo, que Churata traba amistad con Oscar Cerruto,
un escritor paceñ o canó nico con quien comparte las pá ginas de Chirapu y, por
supuesto Cunan (Cuzco, 1931-1932) —una revista que en cierto momento se pensó
como un ó rgano peruano-boliviano.

Cunan, finalmente, alcanza un nú mero 5 transfronterizo (o transandino si es que la gana


les da), de "Edició n Qolla" y mirando a Sillustani, donde confluyen Federico More, Oscar
Cerruto, Mateo Jaika, Dante Nava, Alejandro Peralta, Ramú n Katari, Gamaliel Churata, et
al., afianzado en una convicció n fundamental y no menos relevante que la del Boletín
Titikaka en Puno o la Columna de ambos lados en La Paz: "Cunan, por hoy, quiere
reverberar en las aguas simples de Titikaka", tal como se lee en su prospecto inicial que
se titula Piedras. [Ortiz 2017: 65]

Otro ó rgano de difusió n donde convergen Gamaliel Churata y Oscar Cerruto —


ademá s de Bandera Roja el 16 de agosto de 1926— es Kosko, donde, por cierto, se
consolidaría el pseudó nimo de Gamaliel Churata. En todas estas revistas, aunque
había espacio para mú ltiples voces, resuena cierto indigenismo a partir de la
necesidad de una expresió n propiamente americana. Sin embargo, como sabemos, el
indigenismo, el vanguardismo y cualquier ismo tiene a su vez mú ltiples có digos de

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interpretació n y vertientes. El trabajo generativo de estas revistas multitudinarias que
aparecieron en la década de 1920 implicaba también la puesta en escena de posibles
malentendidos. Las revistas donde se cohesionaban las generaciones fueron también
(y siguen siendo) el archivo que da lugar a nuevas reflexiones.
Por ejemplo, en una carta de Cerruto a Churata, fechada en Buenos Aires el 5 de
agosto de 1941, leemos una significativa referencia al indigenismo y la polémica:

He sido, sigo siendo, un temperamento polémico, y he pensado siempre que la juventud


debe ser beligerante, a riesgo de todas las negaciones, y vigilante, a riesgo de todas las
intransigencias. Me desesperaba ya asistir a ese obstinado endiosamiento del pasado (ni
siquiera una revisió n) en que se hundía por todas partes la juventud boliviana, con el
cuello ya roto de tanto volver la cabeza atrá s o de tanto hundir la cabeza, como un
avestruz, en la arena. Me desesperaba ese acomodamiento fá cil, esa literatura de á licas, a
la sombra de bien rentadas situaciones, literatura de "indigenistas con pongo"...»
[Cerruto]

En todo caso, y volviendo a los pseudó nimos de Arturo Peralta, la noció n de


generació n y ego multitudinario está n cabalmente ligados a la firma de Gamaliel
Churata —nombre en el que resuena el profeta y el iluminado— y no así a la continua
decadencia de algú n ismo. En ese sentido, Churata implica a cierta generació n, a
ciertas personas vivas y muertas, en su nombre —pues este tiene má s duració n que
cualquier entusiasmo juvenil o moda pasajera donde podrían incubar aquellos
pará sitos hace poco mencionados. Así lo dice el propio Churata en la entrevista que le
hace Medinaceli a su regreso a Bolivia:

Gamaliel Churata corresponde a la mayoría de edad en que los valores subsidiarios del
espíritu son reemplazados por la necesidad orgá nica de la generació n. Es así que mi
nombre definitivo plasma la naturaleza de mi ideología (...) ya pasé la edad en que para
el hombre la camisa de ú ltima moda es la mayor devoció n de culto y su liturgia. Varios
escritores han reconocido que mi pseudó nimo literario obedece a una radical
identificació n con los problemas sociales y estéticos del Ande.» [en Medinaceli 2012: 34]

Gamaliel Churata

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Uno de los primeros textos publicados bajo el nombre de Gamaliel Churata
aparece en el primer nú mero de la revista Nervios [15 de noviembre de 1923] —
posteriormente publicado en Kosko. Se trata de Versículos de germinación, donde
Churata escribe sobre la mú sica a partir de la Danza Grotesca de Edvard Grieg, má s
específicamente sobre el ritmo en su relació n con la ciencia del conocimiento. De tal
manera, la aparició n de Gamaliel Churata como ser encarnado en una escritura está
ligada a la construcció n de una gramá tica.

Es un ritmo preciso el que da la mano al geó metra y al danzante (...) Aquel punto má gico
de que se desprende la sucesió n de puntos, separados por vacíos, es el origen verdadero
de la ciencia, vale decir de la mú sica que es la ú nica ciencia que yo comprenda y que no
tenga pedanterías y que no engañ e.» [Churata 2017: 13]

En el nombre bíblico de Gamaliel Churata no solo resuena su maestro de la


escuela adventista Manuel Camacho Alka o el hospedaje del franciscano Zampa, sino la
emergencia orgá nica del conocimiento a partir de una escritura que si bien se había
formado desde temprana edad, por fin adquiría el tono, el ritmo y, por tanto, la
potencia de un conocimiento encarnado, un punto en el que Peralta atendía las
vibraciones telú ricas y las voces de los muertos.
El indigenismo que hablaba de la incapacidad indígena de comprender caía en
saco roto cuando Churata daba cuenta de que, tras el lenguaje indígena, había y hay
una cosmovisió n que emerge de tierra americana y encarna en los nervios del hombre
agarrado de su ñ uñ u y atento a la memoria de sus muertos. En otras palabras, el
problema de América como idioma.
Gamaliel Churata, en una conferencia de febrero de 1965 titulada Dialéctica del
realismo psíquico, recordó que alguien le había preguntado có mo podía demostrar que
los muertos no está n muertos. Su respuesta fue cabal: “Tienen que responder ellos. Si
está n vivos pueden y deben hablar”.
Como sabemos, Churata no habla de crear, sino de engendrar. La relació n del
génesis con la muerte es crucial en su obra. La muerte no es sentida como el final de la
vida orgá nica, sino como la tierra desde donde el tuétano de un esqueleto
desarticulado impulsa con su há lito la semilla de un nuevo ser. Depende de có mo

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nombramos al habitante de nuestro recordante cuerpo, para que autoricemos su
libertad de andar por las calles con el paso que le corresponde.
Estos atisbos nos hacen preguntar si las palabras que usamos para nombrar la
vida o la muerte, o cualquier otra cosa, son insuficientes. Si creemos que el germen de
toda transformació n humana profunda está en la crisis de un lenguaje de articulació n
social (y la confusió n que esto significa), estaremos de acuerdo que quien trabaja con
la palabra es el llamado no só lo a poner en evidencia esta crisis, sino a revitalizar la
comunicació n del humano con el mundo.

Epílogo
Para ir cerrando, habrá que decir que La lengua de Adán, el extravagante libro de
Villamil de Rada que mencioná bamos en un principio, nació a partir de un grupo
entusiasta de aymaristas entre los que estaban Rosendo Gutiérrez y Nicolá s Acosta,
quienes formaron la Sociedad Aymarista en 1882. Las bibliotecas de Gutiérrez y
Acosta, ademá s de los papeles de Villamil de Rada, se perdieron en incendios y otros
descuidos. De tal manera que la memoria de esta lengua originada en América parece
difícil de mantener. Má s allá de que creamos que el aymara sea o no la lengua del
paraíso, lo que proponía Villamil era el estudio de una lengua orgá nica y genésica a la
cual él le hacía decir: «No tengo infancia, así como no tengo decrepitud. Soy la ló gica
enunciació n, un todo íntegro y completo (...) Toda lengua de humana estructura
(diferente) a mi fondo, perece». Tal la idea de un idioma como punto de partida para la
concepció n de un todo.
Para terminar, voy a permitirme leer este fragmento de América y su habla,
publicado por Gamaliel Churata en la revista Nova de la ciudad de La Paz en febrero de
1963 —poco má s de seis añ os ante de la muerte de Arturo Peralta—:

Al Diablo con la porra. No hay Literatura Americana porque no hay americanos.


El mito griego es el «alma mater» del mundo occidental. El mito inká sico debe serlo de
una América del Sur con «ego».
Patria no es la tierra del camino; es el camino de la tierra. [Churata 1963]

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Bibliografía
BAPTISTA GUMUCIO, Mariano, 2012. Atrevámonos a ser bolivianos. Vida y epistolario
de Carlos Medinaceli, La Paz, Plural.

CASTRO RIVEROS, Alan, 2012. «Memoria orgá nica. Entorno a la escritura de Gamaliel
Churata», en revista La Mariposa Mundial 19/20, La Paz: 66-67.

CERRUTO, Oscar, 2017. «[Una carta de Oscar Cerruto a Gamaliel Churata]», en revista
La Mariposa Mundial 23/24, La Paz: 69.

CHURATA, Gamaliel, 1930. «Cuatro generaciones de puneñ os i la actual de


Tempestad», en revista Tempestad 2, Puno.
—1963. «América y su habla», en revista Nova 7, febrero de 1963: 3. [Una versió n
(previa) aparece en El pez de oro (1957) 17-18].
—2012. «Realismo Psíquico o alfabeto del incognoscible», en revista La Mariposa
Mundial 19/20, La Paz: 15-24.
—2017. Textos esenciales, ed. Wilmer Kutipa Luque, Tacna, Perro Calato.

MEDINACELI, Carlos, 2012. «Uno de los má s altos valores del andinismo: Gamaliel
Churata está en La Paz», entrevista a Gamaliel Churata, en revista La Mariposa
Mundial 19/20, La Paz: 33-35.

ORTIZ, Rodolfo, 2017. «Cunan», en revista La Mariposa Mundial 23-24, La Paz: 64-65.

SOUZA, Mauricio, 2016. «Estudio Introductorio. Adá n en los Andes», en Villamil de


Rada, Emeterio, La lengua de Adán, La Paz, Biblioteca del Bicentenario de Bolivia: 13-
52.

STEINER, George, 2002. Extraterritorial, Madrid, Siruela.

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VILCHIS, Arturo, 2008. Arturo Pablo Peralta Miranda. Travesía de un itinerante,
México, América Nuestra-Rumi Maki.

Alan Castro Riveros (La Paz) es escritor, investigador particular, editor y docente. Es
autor de la novela Aurificios (2010), forma parte del consejo editorial de la
revista/editorial La Mariposa Mundial y es docente del Departamento de Cultura de la
Universidad Cató lica Boliviana. Fue parte de la generació n ú nica de la Carrera de
Literatura de la UCB y de la primera generació n de la Maestría en Literatura
Latinoamericana de la Universidad Mayor de San Andrés en la ciudad de La Paz.

alancastroriveros@gmail.com

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