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DESORDEN PÚBLICO.

Acciones policiales y Derechos Humanos


Por Julio Rubio
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Desde el inicio del Paro, el 28 de abril, la Policía Nacional ha desplegado una
estrategia para “reestablecer” el orden público que, muy por el contrario, ha puesto
en vilo cualquier garantía de los Derechos Humanos de los manifestantes, sus
familias y comunidades en los puntos de concentración y las movilizaciones. Lo
sucedido en Buga el día 13 de mayo, así lo confirma. El despliegue de alrededor de
300 hombres del ESMAD, en un operativo sorpresa en la madrugada contra los
manifestantes, y el uso indiscriminado de gases lacrimógenos en los barrios
aledaños, dan cuenta de una intención persecutoria y no de orden público. A lo cual
se suma el desembarco de hombres de la Policía en la sede del SENA-Buga, tal como
sucedió en el colegio Claretiano de Bosa y la poca atención a la Comisión del Senado
que hizo presencia en el lugar.

El propósito de capturar a los manifestantes, o a quien se les parezca, está


orientando el accionar policial y las acciones antes mencionadas. El afán de obtener
“positivos”, en su lenguaje, ha puesto al ESMAD como el protagonista del manejo del
orden público que, de facto, dista de cualquier intento de diálogo y deja en un
escuadrón policial preparado para la acción directa, la solución de los hechos. Lo
anterior, a sabiendas de las múltiples denuncias por exceso de fuerza y violaciones
de derechos humanos que existen sobre este grupo. Solo en este Paro, según reporte
de Indepaz hasta el 8 de mayo, los casos de violencia homicida de este escuadrón
suman 16 (ver tabla 1), de los cuales 11 se concentran en Cali.
 
Tabla 1
  ESMAD POLÍCIA CIVIL S.I.
CALI 11 2 2 11
BOGOTÁ 2   1  
LA 1      
VIRGINIA
YUMBO 1     1
PEREIRA 1     2
SOACHA     1  
IBAGUE   1    
MADRID   2    
MEDELLIN        
Fuente: Indepaz. Corte mayo 8 – 2021
http://www.indepaz.org.co/victimas-de-violencia-homicida-en-el-marco-del-paro-
nacional/
 
Pero a la par que el ESMAD con sus acciones acrecienta las tensiones sociales y
agudiza la difícil situación de derechos humanos, no hay una acción contundente
para quienes amparados en camionetas de alta gama y en horas de la noche,
disparan contra los puntos de concentración, lo que desde el 5 de mayo es repetitivo.
De la misma manera, no se conocen aún los procesos judiciales emprendidos para
quienes dispararon a plena luz del día contra la Minga Indígena, a pesar de que
existen videos y denuncias públicas sobre estos hechos. Lo cual es de mucha
gravedad por dos razones: la primera, y según los datos de Indepaz, es que se han
identificado 4 civiles en hechos que atentan contra la vida, y, segunda, la aparición
de grupos de civiles que explícitamente manifiestan atacar a los manifestantes con
armas de fuego. De no darse acciones legales al respecto, lo que se configura es un
trato asimétrico para con los manifestantes, y legitimador de los civiles armados,
quienes tendrían vía libre para continuar con sus acciones.

Tanto la preponderancia del ESMAD como la participación de los civiles


armados, expande de manera preocupante la nula voluntad de caminos distintos al
seguimiento, captura y judicialización de quienes están participando del Paro,
particularmente los/as jóvenes de las Primeras Líneas. La situación antes comentada
en Buga, es buen ejemplo de ello; el ingreso al barrio por parte del escuadrón fue
para capturar a los jóvenes y bajo ese criterio no importó la afectación de los
habitantes que ahí habitan. Ir, a toda costa, por los “vándalos” ha derivado en los
excesos policiales, que, además, han venido acompañados de violencia sexual. El caso
de la joven Diana en Cali y, ahora, la niña Alison en Popayán, es el culmen del
aberrante accionar de los policías. Hacer del cuerpo de las mujeres no solo un objeto
de abuso, sino de tortura y alevosía machista-policial, es una afrenta y muestra de la
degradación a la que está llegando su proceder. Según Indepaz, se han registrado 18
casos de violencia sexual.

      Los hechos evidencian, cada vez más, la puesta en marcha de una guerra
indiscriminada, que haciendo uso de dispositivos y acciones no convencionales y
violatorias de los derechos humanos, como el irrespeto a las Misiones Médicas, han
terminado por acrecentar la confrontación. Con tres agravantes adicionales: uno, la
implementación de la política del chivo expiatorio o, la mal habida práctica de los
falsos positivos, bajo justificación de recuperar el orden público; dos, la
configuración de un juvenicidio ante la resistencia que los y las jóvenes han
sostenido en todo el país, particularmente en las Primeras Líneas; y, tres, el aumento
de desapariciones forzadas, detenciones arbitrarias, allanamientos ilegales y acciones
de tortura con secuelas como el suicidio de quienes la padecen. Los datos son
reveladores, según lo han registrado las Ongs Temblores e Indepaz, hasta el 18 de
mayo (ver imagen 1):

https://twitter.com/Indepaz/
 
En este contexto, la agenda de discusión nacional debe poner de presente el manejo
del orden público que, en una situación de pérdida de gobernabilidad de las
administraciones locales, puede acrecentar la crisis. Por ello, en nada ayuda y deja
evidencia de su estrategia en este asunto, el llamado de la Presidencia de la
República a las fuerzas armadas en el cual conmina al despliegue de la “… máxima
capacidad para que dentro de la proporcionalidad y dentro del estricto
cumplimiento de los derechos humanos, recuperemos la movilidad” (ver imagen 2).
Mensaje enviado el 17 de mayo, pero ese mismo día y el siguiente, Yumbo padeció
confrontaciones muy fuertes, que confirman la máxima capacidad y desdice la
proporcionalidad y la defensa de derechos. La agenda prioritaria, ahora, está en la
garantía de los Derechos Humanos para quienes se manifiestan, lo peor que puede
pasar es un escenario parecido al del Estatuto de Seguridad Nacional del presidente
Turbay Ayala.

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