Está en la página 1de 4

GIANMARCOS CHOQUE AQUINO

LA FÁBULA DE LOS PINGÜINOS


(RESUMEN)

Una manada de pingüinos salió del mar y caminó en el hielo hasta llegar a una
zona de pequeños orificios en el hielo. En este territorio decidieron pasar sus
vidas. Cierto día, un pingüino decidió salir a nadar más lejos del lugar que
vivían y fue atacado por lobos de mar que pasaban por la zona.

El pingüino intentó salir del mar, en el orificio sus compañeros en la superficie


trataron de ayudarlo. Pero los lobos eran fuertes, lo jalaron hacia abajo y lo
hundieron. Desde esa fecha, aprendieron las creencias: «No es seguro nadar en
el agua», «Es peligroso meterse por el orificio, te pueden matar». El tiempo
pasó y la historia se convirtió en leyenda. Ahora ya ningún pingüino se atrevía
a nadar y decidieron quedarse en la superficie. Para subsistir desarrollaron
otras formas de pescar, como introducir su cabeza unos segundos en el agua y
esperar que algún pez pase para sacarlo a la superficie. La manada creció y se
fue agrupando alrededor de los tres orificios que existían en la. superficie.
Se crearon tres manadas, pero siempre se respetó al más anciano, que era el
sabio rey de los pingüinos.

El rey era formal, estricto, pegado a las tradiciones. Usaba el miedo para
influenciar a las manadas. Castigaba a los pingüinos que osaban hacer cosas
diferentes a las aceptadas por la tradición. Los castigaba dejando sin comida.
Él contaba historias de depredadores que asechaban a los pingüinos fuera de la
zona conocida y dentro del mar en los orificios en el hielo. Con estas historias
de terror, tenía a sus súbditos sometidos a su poder. Si un pingüino que quería
hacer algo diferente, el rey le decía que no.

El pingüino Sebastián era lo opuesto al rey: era creativo, flexible, curioso,


arriesgado, desafiaba lo establecido con un toque de rebeldía. Sebastián, soñaba
despierto con la capacidad de volar, de ser veloz, flexible y libre. Sabía que
algún día iba a serlo, y contribuiría con la manada. Por ahora, estaba limitado
a ser torpe y sentirse muchas veces incapaz. Como veía que no solo era su
problema, sino que todos los pingüinos sufrían la misma suerte, se limitaba a
aceptar su situación.

La técnica aceptada por el rey era meter el pico al agua y tratar de sacar los
peces que pasaban. La producción de peces era poca y había hambre. Sebastián
sentía que debería haber otras formas de pescar que produjeran mejores
resultados. Se le sugería al rey, pero, como siempre, el rey estaba pegado a
las formas establecidas y a la tradición, y nunca aceptaba consejo.

Un día que Sebastián estaba pescando sin éxito vio que había peces que pasaban
a mayor profundidad, y que la única forma de cazarlos era meter no solo el pico
sino todo el cuerpo. Por lo tanto, pidió a un compañero que lo agarraba de los
pies, para meter todo su cuerpo por unos minutos y coger varios peces

Sebastián se preparó, su compañero le agarró los pies y se metió con todo el


cuerpo a sacar peces. Salió a la superficie con dos peces grandes en la boca.
Su técnica había sido un éxito. Un pingüino de un orificio cercano vio lo que
hizo Sebastián y empezó a imitarlo. Pronto, muchos pingüinos estaban usando la
técnica de Sebastián y pescando con mucho éxito.
GIANMARCOS CHOQUE AQUINO

La noticia llegó a oídos del rey y este corrió a comprobarlo. Al lado de los
orificios había decenas de peces listos para alimentar a la manada y todos los
pingüinos estaban felices de haber descubierto está nueva técnica. Después de
observar detenidamente, el rey dijo: ¡Paren! ¿Qué hacen? Está totalmente
prohibido lo que están haciendo. No se puede introducir el cuerpo en el agua.
¿Acaso no saben que hay depredadores adentro, que nuestros ancestros murieron
tragados por los monstruos marinos? Ahora, con sus actos irresponsables, están
atrayéndolos de nuevo. Todos moriremos por su irresponsabilidad.

Todos los pingüinos se quedaron congelados ante el comentario del rey. El rey
preguntó: ¿A quién se le ocurrió esta idea?

Todos se miraron en silencio y nadie hablaba. Por último, Sebastián levantó su


cara y dijo: A mí. Pero, rey, mire los resultados, son increíbles. Silencio
dijo el rey, con una expresión de amargura.
Luego, dijo: Sebastián, quedas castigado por lo que has hecho. Durante dos
semanas no probarás un bocado de pescado.

El resto de pingüinos guardó silencio. Muchos no querían ni acercarse a los


orificios por temor a que los monstruos se los comieran. Sebastián yacía lejos
de los orificios, rechazado por la manada y sintiéndose totalmente impotente e
incapaz.

Pasaron las dos semanas y todo volvió a la normalidad. Había quedado reforzada
la creencia en la mente de los pingüinos: «Nunca hagas algo diferente, es
peligroso».

Cierto día vino una escasez de peces en la zona. Sin embargo, uno de los
orificios, el ubicado más al norte, todavía tenía una buena producción de peces.
Una noche, mientras los pingüinos del orificio del norte dormían, algunos
pingüinos de los otros orificios vinieron a sacar peces. Hicieron bulla, todos
se despertaron y hubo una gran pelea por los territorios. Por último, el rey
decretó construir barreras de hielo delimitando los territorios. Cada manada
tendría su orificio y viviría con lo que allí pudiera pescar. Ya no se
compartirían los peces entre todos; cada manada, con su orificio, se haría cargo
de alimentarse. Como había mucha desconfianza entre las manadas, se instalaron
guardias para resguardar las fronteras.

Sebastián estaba en el orificio ubicado más al sur y la producción de peces era


bajísima. Un día Sebastián metió su pico para pescar de forma tradicional y no
vio peces, pero le pareció ver en las profundidades a un pingüino como él,
nadando a toda velocidad, haciendo piruetas creativas, cazando peces con una
naturalidad que nunca había visto en pingüinos. Sacó la cabeza con entusiasmo
para contarle a sus compañeros, pero, cuando estos se acercaron al agua, ya no
había nada. Todos se rieron de Sebastián. Le dijeron: «Una vez más soñando
despierto. Nosotros, los pingüinos, somos lentos y torpes, y siempre lo
seremos». Sebastián pensó que lo había imaginado todo.

Pasaron los días y la situación era crítica: no había peces. Los pingüinos ya
tenían varios días sin comer y, si las cosas seguían así, todos terminarían
muriendo. Sebastián tenía poca energía, pero lo poco que le quedaba la invertía
intentando pescar. Un día que estaba solo en el orificio, porque sus compañeros
ya no tenían fuerzas, vio nuevamente a un pingüino nadando a toda velocidad en
GIANMARCOS CHOQUE AQUINO

las profundidades. Esta vez aprovechó que todos estaban adormitados por la falta
de alimentos y cometió el crimen más grande que un pingüino de su manada pudiera
cometer:

Se zambulló a nadar en las profundidades. Cuando se sumergió en el mar sintió


que no era torpe, lento ni rígido. Podía nadar, podía girar a toda velocidad,
podría subir y bajar decenas de metros en segundos, se sentía libre. Nunca pensó
que fuera posible sentirse tan motivado, creativo y libre.

Después de unos minutos, Sebastián se topó con una manada de pingüinos que
estaban teniendo un festín, comiéndose todos los peces que encontraban en su
camino. Pero esta manada era diferente a la de arriba. Primero, todos nadaban
adonde querían a toda velocidad; no había un solo pingüino torpe. En segundo
lugar, no había barreras como arriba. Todos trabajan juntos y se ayudaban a
pescar. Unos pingüinos asustaban a los peces hacia una dirección, mientras sus
compañeros de equipo los esperaban con la boca abierta para comérselos. En
tercer lugar, no había orificios. Todo el mar era uno solo y los pingüinos
colaborar para cazar.

Sebastián se unió a la manada debajo del agua y estuvo cazando peces durante
horas y subiéndolos a la superficie. Al día siguiente, cuando los pingüinos se
levantaron, vieron una enorme cantidad de peces que Sebastián había sacado.
'Iodos estaban felices. Cuando le preguntaron a Sebastián cómo lo había hecho,
con miedo se limitó a decir que pasaron muchos peces y los cogió con el pico.
Los peces alcanzaron para alimentar no solo a los pingüinos de su orificio,
sino a la manada de pingüinos.

Sebastián mantuvo su hazaña en secreto por temor a castigos. Pero lo más


importante es que ahora sabía que existía otra realidad. Un entorno donde los
pingüinos podían explotar al máximo su potencia. Pero también sabía que si
alguien se enteraba tendría terribles consecuencias.

El tiempo pasó y encontró la forma de escaparse en las noches a pescar mientras


todos dormían. Se zambullía por horas y conseguía el pescado para alimentar a
todos. Funcionó por un tiempo, pero todos se sorprendían de cómo Sebastián podía
conseguir tantos peces. Un día, un grupo, se escondió para ver lo que este
hacía. Cuando Sebastián salió del agua, todos los pingüinos estaban esperándolo
encabezados por el rey. Sebastián miró a los pingüinos con una expresión de
impotencia y tristeza. El rey estaba muy molesto y le increpó: Esto se acabó.
Sebastián ha desobedecido y se ha burlado de nuestros ancestros. Él no debe
pertenecer a la manada. Lo condeno al exilio, lejos de los orificios, lo que lo
llevará a morir lentamente de hambre.

Sebastián empezó a caminar y a alejarse de la manada, pero en ese momento algo


mágico ocurrió. Varios pingüinos se acercaron a Sebastián, lo detuvieron y le
dijeron al rey: Es cierto que las enseñanzas de nuestros ancestros son sagradas
y que nos han guiado por muchos años, pero los tiempos han cambiado. Ya los
peces no cazan solo con el pico. Debemos hacer lo que Sebastián ha hecho si
queremos seguir viviendo.

Sebastián estaba sorprendido. No podía creer que un grupo de pingüinos se


hubiera atrevido a cuestionar a los ancestros. Sebastián se llenó de entusiasmo
y levantó la voz: Hermanos pingüinos, abajo del agua, en el mar, hay un mundo
GIANMARCOS CHOQUE AQUINO

de oportunidades para todos. Debajo del agua somos pingüinos de verdad, rápidos
y ágiles, como si voláramos, y lo más importante es que abajo hay peces para
todos. Nunca más nos faltará alimento si cambiamos.

El rey estaba rojo de ira. Era una sublevación y tenía que ser detenida. Cuando
se disponía a castigar a sus súbditos rebelados, unos pingüinos se tropiezan,
y empujan de casualidad al rey, quien cae al agua.

Cuando Sebastián ve esto, se avienta contra el hielo, resbala a toda velocidad,


llega al orificio y cae en el agua. Ya sumergido en el mar, ve al rey que estaba
con los ojos cerrados, lleno de pánico y lo coge de la mano. Lo ayuda a abrir
sus ojos y, con un gesto de complicidad, lo invita a sentir la suavidad de los
movimientos en el agua. El rey, que estaba prácticamente paralizado de miedo,
empieza a moverse lentamente, siente el agua, mueve un poco sus aletas y
experimenta por sí mismo que puede nadar.

A los pocos minutos, el rey y Sebastián navegaban a toda velocidad debajo del
agua. El rey había probado la conducta de zambullirse y estaba viendo los
resultados exitosos de ella. Junto con Sebastián, como si el agua mágicamente
redujera barreras y los ayudara a trabajar en equipo, los dos empezaron a cazar
peces. Estuvieron cazando en equipo por unos minutos y luego subieron a la
superficie con mucho pescado.

Los pingüinos en la superficie estaban anonadados. Su propio rey, el


conservador, formal, rígido y vertical, había estado sumergido varios minutos
bajo el agua. Había roto paradigmas y había traído pescado con éxito. El rey se
paró y dijo: Queridos pingüinos, Sebastián tenía razón. Nuestro verdadero
potencial se explota en el mar y no en la superficie. Abajo somos verdaderamente
pingüinos. Cuando el rey terminó de hablar, empezó a empujar a varios pingüinos
que todavía seguían temerosos. Luego de empujar a algunos, se volvió a meter al
agua y el resto de pingüinos lo siguió.

Pasó el tiempo y varias generaciones. Ahora la estadía en la superficie era un


mero recuerdo del pasado. Una leyenda sin sentido. La manada era una sola y
habían encontrado un ambiente que les permitía ser hábiles y nunca más pasar
hambre de nuevo.

También podría gustarte