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El Maestro de Ceremonias
El Maestro de Ceremonias
Los ceremonieros son los auxiliarles del maestro de ceremonias. Como en las grandes
celebraciones, por el número de detalles a cuidar, el maestro de ceremonias no puede
coordinar todo simultáneamente sin fallar en algo, debe distribuir las funciones de guía
con otros ministros que estarán bajo su orientación general. En una celebración los
ceremonieros se pueden ocupar, por ejemplo, de ordenar a los servidores del altar para
la preparación del altar, de ordenar a los lectores, etc.
No se exige ser clérigo ni acolito instituido para desempeñar estos ministerios, pues se
le pueden encomendar a un laico (IGMR 107) siempre y cuando cumpla con los
conocimientos y las virtudes necesarias.
Por tanto, no deben de realizar las tareas de los diáconos, ni de los servidores del altar,
ni de los lectores. Ellos no hacen las lecturas, ni ayudan al celebrante a lavarse las
manos, ni descubren el cáliz: simplemente guían a los lectores, servidores del altar y
diáconos en las tareas que les corresponden.
Los ceremonieros y el maestro deben ser discretos. No deben hablar nada superfluo,
sino limitarse a dar indicaciones concretas. En todo momento, deben actuar con piedad,
con paciencia y con diligencia (CE 35). En todos sus movimientos debe ser sutil para no
romper el clima de oración.
Estar a un lado del celebrante y cambiar las páginas del misal no vuelve a una persona
ceremoniero. Eso lo puede realizar un acólito. Esta es la función más accesoria de un
ceremoniero. Lo propio de un ceremoniero es organizar y dirigir una celebración
litúrgica. Un ceremoniero debe preparar la celebración. En diálogo con el celebrante,
decidir los textos optativos. Ensayar con todos los que participen. Y durante la
celebración, debe dirigir los movimientos de todos los participantes, recordándoles
cuándo actuar y cómo hacerlo.
Tener un maestro de ceremonias para que se vea más solemne una celebración no tiene
sentido. Está para organizar y cuidar que todo se ejecute conforme a las rúbricas, para
permitir a todos desempeñar mejor su función, para que el celebrante pueda orar sin
distraerse en estar pidiendo a los acólitos o lectores que pasen o se retiren.
Los libros litúrgicos tampoco indican en donde debe colocarse el ceremoniero durante la
celebración. Ese silencio es para darle libertad de movimientos. Así, cuando solo hay un
ceremoniero, puede acompañar a los lectores, a los acólitos y a los diáconos mientras
desempeñan sus funciones. Si son varios, el maestro de ceremonias puede estar junto al
celebrante, para dirigir desde ahí a todos los ceremonieros y ayudar al celebrante con el
misal.
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