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Martes – 7ma S. de Pascua.

Año Impar Ciclo B (Hech 20, 17-27; Jn 17, 1-11a)

INVOCACION DEL ESPIRITU SANTO

✞ ✞ ✞ Padre, en Tus manos abandono mi vida y todo mi ser, para que me vacíes de todos
los pensamientos, palabras, obras, deseos e imágenes que me separan de Ti.
Calma mi sed y sacia mi hambre, lléname de Ti. Con humildad te entrego mi intención
de consentir tu Presencia y acción en mí, sáname, transfórmame, hazme de nuevo.
Ahora mismo anhelo y te pido a nombre de tu Hijo Jesús que me des al Espíritu Santo;
pues ya dispuesta mi alma, por tu gracia y misericordia; espera la luz que abra mi
mente y mi corazón para escucharte y ahí en mi meditación dejarme encontrar,
sorprender, seducir, tocar, y guiar por Ti.
Dime lo que quieres de mi para hacer Tu voluntad y no la mía. Dame el don de la
contemplación y la gracia para ver, aceptar y perseverar sin apegos, en este camino
hacia la Gloria.

✞ ✞ ✞ Señor Jesús, que tu Espíritu, nos ayude a leer las Sagradas Escrituras en el mismo
modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús.
Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de
Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía
ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los
acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren.

Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús,
podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú
estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo
pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu.
Amén

✞✞✞
Jesús, enséñame a gustar la infinitud del Padre. Háblame, Señor Jesús, acerca del
Padre. Hazme niño para hablarme de él como los padres de la tierra conversan con sus
pequeños; hazme amigo tuyo para hablarme de él como hablabas con Lázaro en la
intimidad de Betania; hazme apóstol de tu palabra para decirme de él lo que
conversabas con Juan; recógeme junto a tu Madre como recogiste junto a ella a los doce
en el Cenáculo..., lleno de esperanza para que el Espíritu que prometiste me hable
todavía de él y me enseñe a hablar de él a mis hermanos con la sencillez de la paloma y
el resplandor de la llama (G. CANOVAI, Suscipe Domine).
“JESÚS: RUEGA POR MÍ PARA SER TODO TUYO”
 «Jerusalén. Terminado el discurso, Jesús elevó los ojos al Cielo y dijo».

 «Padre, ha llegado la hora. Glorifica a tu Hijo para que Él te glorifique.


Tú le diste poder para que dé vida eterna a los que tú le has dado».
 «Y la vida eterna es que te conozcan a Tí, único Dios verdadero, y a
Jesucristo, tu enviado. Ahora, pues, Padre, glorifícame con aquella
gloria que ya compartía contigo antes de que el mundo existiera».
 «Yo te ruego por ellos. No ruego por el mundo, porque te pertenecen.
Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío, y en ellos he sido
glorificado».

1 RITOS INICIALES
✞ ✞ ✞ Antífona de entrada Ap 1, 17-18

Yo soy el primero y el último, el viviente; estuve muerto pero, ya ves, estoy vivo por los
siglos de los siglos. Aleluya.
Monición de entrada
Hacemos memoria en esta celebración de san Juan I, papa y mártir, que nació en Italia
a finales del siglo V. Víctima de la hostilidad y los celos del emperador arriano Teodorico
y obligado por él a permanecer en la ciudad de Rávena, murió allí tal día como hoy en el
año 526 a causa de los malos tratos recibidos.

Nos reunimos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
✞ ✞ ✞ Saludo al altar y pueblo congregado

Misa de Feria o de la Memoria: Martes de la VII semana de Pascua, feria o san Juan I,
papa y mártir, memoria libre. 18 de Mayo 2021
• La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté
siempre con nosotros.

✞ ✞ ✞ Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

• La vida eterna es conocerte a Ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo.


Permíteme, Señor, conocerte y conocer a tu Hijo en esta oración. Concédeme crecer en
esta vida eterna, vivir de acuerdo con lo que conozco y transmitir tu Palabra a mis
hermanos. Así sea.
• Señor Jesús, Tú que al subir al Cielo nos enviaste el Espíritu Santo para estar con
nosotros en todo momento, obtenme la Luz del Santo Espíritu para que me ilumine en
mi oración y así pueda yo crecer más en la fe y en el conocimiento de tus verdades.
Ayúdame Señor a que en esta oración me adhiera de todo corazón a Ti y así te pueda
entregar toda mi vida.

✞ ✞ ✞ Introducción por el Celebrante.

Llevando a cabo la propia misión. (Hch 20,17-27; Jn 17,1-11)


De forma asombrosamente paralela, en las lecturas de hoy tanto Pablo como Cristo
hablan de la misión que han llevado a cabo -Cristo con certeza absoluta; Pablo,
conociendo sus limitaciones, al máximo de sus posibilidades. Pablo sabe que le esperan
pruebas y tribulaciones, pero movido por el Espíritu Santo que guió su vida, seguirá
adelante, incluso cuando no sepa lo que le espera. Jesús dio lo mejor de sí para que el
Padre sea conocido por todos. Él ruega para que todos sean uno.

✞ ✞ ✞ Acto penitencial

El Señor Jesús, que nos invita a la mesa de la Palabra y de la Eucaristía, nos llama ahora
a la conversión. Reconozcamos nuestra indignidad, debilidad, y nuestros pecados e
invoquemos con esperanza la misericordia de Dios.
Jesucristo, el justo, intercede y nos reconcilia con el Padre. Abramos, pues, nuestro
espíritu al arrepentimiento. … Un poco de silencio…
• Ten piedad, Señor, porque he caído muchas veces, negándote con mis palabras,
pensamientos y acciones. Sé que tu misericordia es eterna y es infinitamente más
grande que todos mis pecados. Por eso no temo acercarme una vez más a Ti para
pedirte el perdón y comprometerme a luchar contra el pecado y, ayudado con tu gracia,
nunca desfallecer en el combate.
¡Señor, ten piedad! ¡Cristo, ten piedad! ¡Señor, ten piedad!

✞ ✞ ✞ Oración Colecta:

Dios todopoderoso y rico en misericordia, te pedimos que el Espíritu Santo, con su


venida, se digne habitar en nosotros y nos convierta en templos de su gloria. Por
nuestro Señor Jesucristo.
Oh, Dios, recompensa de las almas fieles, que has consagrado este día con el martirio
del papa san Juan, escucha las oraciones de tu pueblo y concédenos imitar la constancia
en la fe de aquel cuyos méritos veneramos. Por nuestro Señor Jesucristo.
Señor Dios nuestro: Tu Hijo Jesucristo llevó a cabo la misión que le habías
encomendado, sin miedo y con toda fidelidad a ti. Señor, danos un poco de su sentido
de misión. Danos la fuerza del Espíritu para proclamar tu palabra tal cual es, viva y
exigente, sin componendas, y sin cesiones a los sentimientos caprichosos y a las modas
del día. Y que nuestras vidas sean como un libro abierto en el que la gente pueda leer tu
palabra encarnada en nosotros. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.

2 LITURGIA DE LA PALABRA
✞ ✞ ✞ Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 20, 17-27

Completo mi carrera y consumo el ministerio que recibí del Señor Jesús.


En aquellos días,
17 desde Mileto, Pablo mandó a buscar a los responsables de la iglesia de Efeso.
18 Cuando llegaron, les dijo: - Vosotros sabéis cómo me he comportado con vosotros
todo el tiempo desde el primer día de mí llegada a la provincia de Asia.
19 He servido al Señor con toda humildad y con lágrimas, en medio de las pruebas que
me han ocasionado las asechanzas de los judíos,
20 y no he omitido nada de cuanto os podía ser útil. Os he dado avisos y enseñanzas en
público y en privado,
21 he tratado de convencer a judíos y griegos para que se convirtieran a Dios y creyeran
en Jesús, nuestro Señor.
22 Ahora, como veis, forzado por el Espíritu, voy a Jerusalén, sin saber qué es lo que me
espera allí.
23 Eso sí, el Espíritu Santo me asegura en todas las ciudades por las que paso que me
esperan prisiones y tribulaciones.
24 Pero nada me importa mi vida, ni es para mí estimable, con tal de llevar a buen
término mi carrera y el ministerio que he recibido de Jesús, el Señor: dar testimonio del
Evangelio de la gracia de Dios.
25 Ahora sé que ninguno de vosotros, entre quienes pasé anunciando el Reino de Dios,
volverá a verme.
26 Por eso, quiero deciros hoy que no me hago responsable de lo que os suceda en
adelante.
27 Porque nunca dejé de anunciaros todo el designio de Dios.
PALABRA DE DIOS. R/TE ALABAMOS, SEÑOR
www.evangelizacion.org.mx

Meditatio
En esta emotiva despedida de san Pablo a la comunidad de Asia menor nos dice: "No he
escatimado nada que fuera de utilidad para anunciarles el Evangelio". Es decir, ha
puesto todo lo que estaba de su parte para que Jesús fuera conocido y amado.
Si hoy hiciéramos un balance de nuestros recursos y de nuestra vida, ¿podríamos, como
san Pablo, decir que hemos puesto todo lo que está de nuestra parte para que Jesús
fuera conocido en nuestra oficina, en nuestra escuela, en nuestra familia o en nuestro
barrio? Siempre he creído que si el Evangelio no ha llegado "hasta los últimos confines
del mundo", y si nuestra sociedad es una sociedad en la que el fantasma de la muerte
nos aterroriza, es porque los cristianos hemos permanecido pasivos por muchos años
(deberíamos decir demasiados).
Cada uno se ocupó solo de sus negocios, pensando que los "padrecitos, las monjitas y
los misioneros" eran los únicos encargados de llevar la Buena noticia. El Concilio
Vaticano II y en especial la Christifideles Laici de Juan Pablo II, en consonancia con
Evangelii Nuntiandi de Paulo VI, nos recuerdan que ha llegado la hora de que cada uno
de nosotros tome con seriedad su función dentro de la Iglesia y anuncie la verdad en
Jesucristo. Recordemos que "sólo en Cristo está la respuesta a todas las interrogantes
de la vida del hombre".
Oratio
Dame tu gracia, Señor, y lléname de tu Espíritu Santo para que con valentía y
entusiasmo lleve el anuncio de tu Palabra a todos aquellos que no te conocen, para que
por mi medio, tu Hijo sea conocido de todos y amados por ellos. Amén.
Actio
Hoy revisaré en cuáles de mis responsabilidades diarias no estoy dando el cien por
ciento de mi capacidad, y veré la manera de hacerlo como testimonio de mi vida
cristiana.
www.santaclaradeestella.es

• Tras la sublevación de los orfebres de Éfeso, reemprende Pablo sus viajes. Pasa a
Grecia, se detiene en Tróade (donde devuelve la vida a un muerto durante una
larguísima vigilia eucarística) y a continuación baja a Mileto, en las cercanías de Éfeso,
desde donde manda llamar a los responsables de esta Iglesia. Con ellos mantiene una
amplia conversación. Se trata del tercer gran discurso de Pablo referido por Lucas: el
primero reflejaba la predicación dirigida a los judíos (capítulo 13); el segundo, la dirigida
a los paganos (capítulo 17), y el tercero, la dirigida a los pastores de la Iglesia. Se trata
de un discurso clásico de despedida o de un «testamento espiritual». Está dotado de una
gran densidad humana y de una notable levadura espiritual. Es natural que haya sido
muy comentado.
En él emerge la estatura de un misionero dedicado en cuerpo y alma a la causa del
servicio del Señor. Un servicio total, exclusivo y continuado, que usa como criterio no la
aprobación de los hombres, sino el designio de Dios. Entre las muchísimas notas que
podríamos comentar, hay tres características de la acción de Pablo que parecen llamar la
atención de la mirada de manera evidente. La humildad en el servicio del Señor: se trata
de una virtud desconocida en el mundo pagano, engrandecida y hecha apetecible por el
ejemplo del Señor Jesús, que vino a servir y no a ser servido; el valor: Pablo ha
anunciado el Evangelio «con lágrimas, en medio de las pruebas», sin dejarse condicionar
por las oposiciones; el desinterés, no sólo trabajando con sus propias manos, sino
impulsándose hasta decir: «Nada me importa mi vida, ni es para mí estimable, con tal
de llevar a buen término mi carrera». El valor más importante es el Evangelio, no la
conservación de la propia vida; para Pablo, lo más importante es lo que recogen las
últimas palabras de la perícopa: «Nunca dejé de anunciaros todo el designio de Dios».
Para él personalmente, para Pablo, se perfila un futuro oscuro, un futuro cargado de
prisiones y tribulaciones, iluminado por la certeza de ser «forzado por el Espíritu». Lo
importante es «llevar a buen término mi carrera»; la evangelización es urgente, necesita
impulso, empeño, concentración, dedicación exclusiva. Es demasiado importante como
para no tomarla en serio. ¿Lo es también para mí?
www.Dioscadadía.Bastin,Pinkers,Teheux

Testamento. Hechos 20,17-27. Pablo ha partido el pan del señor en Tróade. Ahora se
va a Jerusalén, donde quiere estar el día de Pentecostés; llegado a Mileto, convoca a los
presbíteros de la Iglesia de Efeso. Es un muerto a plazo fijo el que se va. El apóstol
presiente su fin próximo, pero esta perspectiva no ralentiza su carrera, pues está seguro
de ser conducido por el Espíritu. Como Jesús, ha «endurecido su rostro» ahora que
Jerusalén está en el horizonte.
Al modo de los Ancianos y de Jesús, deja un testamento espiritual a sus colaboradores y
les recuerda su ministerio. Ha sido el servidor de Cristo en las lágrimas y en las pruebas.
En público y en privado, ha llamado a los judíos a poner su fe en Jesucristo, y a los
gentiles a volverse a Dios. Ahora ha sonado la hora del testimonio supremo: Pablo
quiere concluir debidamente su carrera y la «diaconía» que el Señor le ha confiado. Por
última vez, da testimonio de la Buena Noticia.
Salmo 67: cfr. lunes de la séptima semana.
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1. Testamento De Un Apóstol
1.1 Pablo presiente el final de su camino y, movido por este sentimiento, abre su
corazón ante los principales de la comunidad de Éfeso. Las palabras que hemos recibido
en la primera lectura son, pues, una especie de testamento espiritual que nos permite
entrever la calidad de la entrega de este hombre de Dios, que con palabras, obras y
padecimientos mostró en todo ser testigo del Crucificado y Resucitado.
1.2 Un apóstol, un verdadero apóstol, une la humildad y la caridad, la paciencia y la
diligencia. Es delicado para consolar y fuerte para exhortar; sabio en su palabra y
sencillo en su exposición; oportuno en la enseñanza y generoso para con todos. No está
centrado en sí mismo sino en Aquel que le ha enviado y por consiguiente todo lo juzga
no en función de su provecho o gusto sino en relación con el noble objetivo que se
apoderado de su alma.
1.3 Y sin embargo, no es capitán absoluto de su propio barco; por el contrario, como
buen soldado del máximo General, permanece atento y libre para cambiar su rumbo
según la estrategia que le sea revelada. Con la mirada puesta en su meta de nada se
apega particularmente y a nada teme demasiado. Hace su obra y se aparta con
discreción. Es responsable pero no obsesivo; alegre, pero no disipado; sencillo, pero no
ingenuo; audaz, pero no temerario.
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Comentario lectura: San Pablo de manera conmovedora se despide de los presbíteros.


Tiene pena, pero la robustez de su fe le mantiene sereno. Su ser está anhelando la
meta; sabe que ha corrido bien la carrera.

✞ ✞ ✞ Salmo

Sal 67,10-11.20-21
R/. Reyes de la tierra, cantad a Dios.
Derramaste en tu heredad, oh Dios, una lluvia copiosa, aliviaste la tierra extenuada y tu
rebaño habitó en la tierra que tu bondad, oh Dios, preparó para los pobres.
R/. Reyes de la tierra, cantad a Dios.
Bendito el Señor cada día, Dios lleva nuestras cargas, es nuestra salvación. Nuestro Dios
es un Dios que salva, el Señor Dios nos hace escapar de la muerte.
R/. Reyes de la tierra, cantad a Dios.

✞ ✞ ✞ Aleluya

Aleluya Jn 14, 16
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros.
R. Aleluya, aleluya, aleluya.

✞ ✞ ✞ “Padre, dame tu bendición”: “El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies
dignamente su Evangelio en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”

✞ ✞ ✞ Lectura del Santo Evangelio según: Juan 17, 1-11a

Padre, glorifica a tu Hijo.


En aquel tiempo,
1 Jesús levantó los ojos y exclamó: - Padre, ha llegado la hora. Glorifica a tu Hijo para
que tu Hijo te glorifique.
2 Tú le diste poder sobre todos los hombres para que él dé la vida eterna a todos los
que tú le has dado.
3 Y la vida eterna consiste en esto: en que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a
Jesucristo, tu enviado.
4 Yo te he glorificado aquí en el mundo cumpliendo la obra que me encomendaste.
5 Ahora, pues, Padre, glorifícame con aquella gloria que ya compartía contigo antes de
que el mundo existiera.
6 Yo te he dado a conocer a aquellos que tú me diste de entre el mundo. Eran tuyos, tú
me los diste, y ellos han aceptado tu Palabra.
7 Ahora han llegado a comprender que todo lo que me diste viene de ti.
8 Yo les he enseñado lo que aprendí de ti, y ellos han aceptado mi enseñanza. Ahora
saben, con absoluta certeza, que yo he venido de ti y han creído que fuiste tú quien me
envió.
9 Yo te ruego por ellos. No ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque
te pertenecen.
10 Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío, y en ellos he sido glorificado.
11 Ya no estaré más en el mundo; ellos continúan en el mundo, mientras yo me voy a
ti.
PALABRA DEL SEÑOR. R/ GLORIA A TI, SEÑOR JESÚS.

✞ ✞ ✞ “Que por el Evangelio sean perdonados nuestros pecados veniales”

Del Papa Benedicto XVI, Homilía 3-mayo-2009


Bajo la palabra "mundo" san Juan indica y quiere aclarar una mentalidad, una manera
de pensar y de vivir que puede contaminar incluso a la Iglesia, y de hecho la contamina;
por eso requiere vigilancia y purificación constantes. Hasta que Dios no se manifieste
plenamente, sus hijos no serán plenamente "semejantes a él" (1 Jn 3, 2). Estamos "en"
el mundo y corremos el riesgo de ser también "del" mundo, mundo en el sentido de esta
mentalidad. Y, de hecho, a veces lo somos.
Por eso Jesús, al final, no rogó por el mundo –también aquí en ese sentido–, sino por
sus discípulos, para que el Padre los protegiera del maligno y fueran libres y diferentes
del mundo, aun viviendo en el mundo (cf. Jn 17, 9.15). En aquel momento, al final de la
última Cena, Jesús elevó al Padre la oración de consagración por los Apóstoles y por
todos los sacerdotes de todos los tiempos, cuando dijo: "Conságralos en la verdad" (Jn
17, 17). Y añadió: "Por ellos me consagro yo, para que ellos también sean consagrados
en la verdad" (Jn 17, 19).
Lee con atención la siguiente reflexión que te ayudará a profundizar el evangelio:
La oración que Jesús hace por sí mismo es la petición de su propia glorificación, de su
propia «elevación» en su «Hora». En realidad, es más que una petición y que una
declaración de plena disponibilidad a entrar, libre y generosamente, en el designio de
Dios Padre que se cumple al ser entregado y en la muerte y resurrección. Esta «Hora»
comenzó con la traición de Judas (ver Jn 13,31) y culminará en la ascensión de Jesús
resucitado al Padre (ver Jn 20,17). Jesús comenta la salida de Judas del cenáculo con
estas palabras: «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él» (Jn
13,31). No por casualidad, comienza la oración sacerdotal diciendo: «Padre, ha llegado
la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti» (Jn 17,1). La glorificación
que Jesús pide para sí mismo, en calidad de Sumo Sacerdote, es el ingreso en la plena
obediencia al Padre, una obediencia que lo conduce a su más plena condición filial: «Y
ahora, Padre, glorifícame junto a ti con la gloria que yo tenía junto a ti antes que el
mundo existiese» (Jn 17,5). Esta disponibilidad y esta petición constituyen el primer
acto del sacerdocio nuevo de Jesús, que consiste en entregarse totalmente en la cruz, y
precisamente en la cruz —el acto supremo de amor— Él es glorificado, porque el amor
es la gloria verdadera, la gloria divina. (Papa Emérito Benedicto XVI)
Padre, glorifica a tu hijo
Dijo Dios a Dios: “Yo te he glorificado en la tierra; he terminado la obra que Tú me has
encomendado que hiciera.
Ahora, Padre, glorifícame Tú a tu lado con la gloria que tuve junto a Ti antes de que el
mundo existiera.”
Dar gloria a Dios, no es ir haciendo reverencias al Cielo, no es darse golpes en el pecho,
es hacer lo que tienes que hacer, es cumplir con tu misión, especial y específica para ti,
es creer y vivir en la fe, con fe, para infundir fe a los incrédulos, y que por tu fe crean y
vivan la vida de dar gloria a Dios con toda su vida.
¡Anuncia el Evangelio! ¿Cómo?… Sencillamente teniendo fe, viviendo la fe que tienes, y
siendo así, serás natural, como todo lo natural, que da todo, gloria a Dios, por ser lo que
es y que debe ser. Tú debes ser santo, es decir, perfecto, es decir: Esforzarte en ser
discípulo de Cristo.
Nos vamos entendiendo.
Dios te quiere santo, y tú estás preparado para serlo. Únete a la voluntad de Dios y deja
que Dios te haga santo, y verás que eres santo, si eres cada vez más bueno, más
buena.
¡Dios es el amor en la alegría del goce de la lucha por la perfección! ¡Sé alegre!
P. Jesús

1 Contexto. La palabra se ilumina.


www.sanJeronimo.Brown,Fitzmyer,Murphy

La oración Sacerdotal de Jesús por sus discípulos (17,1-26). Existen algunos


paralelismos entre esta oración y el Padrenuestro: (a) el uso de «Padre» para dirigirse a
Dios; (b) la glorificación de Dios y el uso del nombre divino (17,1. 11-12); (c) el
cumplimiento de la voluntad de Dios (v. 4); (d) la petición de ser rescatados del
«maligno» (v. 15; véase W. O. Walker, NTS 28 [1982] 237-56). Al igual que el resto de
las escenas joánicas en que aparece la oración de Jesús (11,41-42; 12,27b-28a), ésta
sirve para mostrar la unidad que existe entre el Padre y el Hijo y la dedicación absoluta
de Jesús a su misión. Esta oración recoge así mismo las alusiones a la unidad de Padre e
Hijo con los discípulos como base de su permanencia «en el mundo». La presencia de
una oración extensa como conclusión del conjunto de los discursos es propia del género
literario de los «discursos de despedida» (→ 177 supra). Las oraciones del patriarca
antes de morir acostumbran a versar sobre el futuro de su descendencia (Dt 32,43-47;
Jub 1,19-21; Jub 20-22). Sin embargo, el lenguaje de la oración de Jesús no se
corresponde en absoluto al lenguaje propio del género. El lenguaje es totalmente
joánico. Algunos exegetas han relacionado esta oración con la imagen de Jesús como
enviado de Dios. En este contexto, la oración representa el «informe» de Jesús al Padre
conforme la misión a él encomendada ha sido fielmente cumplida. Esto explicaría que
Jesús se refiera a sí mismo como si ya hubiera «abandonado» el mundo (v. 11). Tras la
petición inicial de glorificación (w. 1-S), Jesús se dirige en primer lugar a los discípulos
que le acompañan en ese momento (w. 6-19), para después incluir también a los que
creerán en él en el futuro (w. 20-26). Los lectores del evangelio se incluyen de forma
explícita en esta oración. Algunos exegetas interpretan el énfasis en la unidad, en la
«santificación» de los discípulos por parte de Dios y en la necesidad de mantenerse fiel a
la revelación de Jesús como un reflejo de los problemas existentes en la comunidad
eclesial contemporánea al autor.
• Este sublime pasaje fue denominado «Oración del Sumo Sacerdote» por el teólogo
luterano del siglo xvi David Chytraeus (Kochhafe), aunque los Padres le habían aplicado
ya denominaciones parecidas. El título es adecuado, pues es la oración de Cristo al
consagrar su cuerpo y su sangre para el sacrificio en que van a ser ofrecidos, así como
su bendición sobre la Iglesia que llevará a cabo en su glorificación. Aunque los sinópticos
describen frecuentemente a Jesús en oración, sobre todo en ocasiones de gran
importancia como ésta, sólo raras veces se da (como en el caso del padrenuestro, Mt 6,
9-13 par.) el contenido de su oración. Como era de suponer, esta oración resume el
significado de la vida de Cristo.
Jesús retorna a la gloria (17,1-5).
1. alzó los ojos al cielo: Jesús adopta la acostumbrada actitud para rezar (cf. 11,41).
Aunque Juan ha omitido, por razones propias, cualquier alusión directa a la eucaristía en
el relato de la última Cena, una oración como ésta hubiera sido su mejor
acompañamiento, ha llegado la hora: Cf. comentario a 2,4.
Glorifica a tu Hijo: Cf. comentarios a 1,14; 2,11; 12,23.28.
• La hora: El anuncio de la hora, la afirmación de que Jesús debe ser «glorificado»
porque ha completado su obra (→ Teología joánica, 83:23) de «glorificación» del Padre
mediante el don de la vida eterna, y la petición de que Dios «glorifique al Hijo», retoman
los temas de 13,31-32.
2. poder sobre todos los hombres: Nos remite a 5,20-27, donde se afirma que el
Padre ha dado al Hijo poder para juzgar y dar vida.
• En cuanto a la doctrina de este versículo, cf. Comentarios a 1,4; 5,26s; 10,28s.
Toda carne: Semitismo tomado del AT, cuyo significado es «toda la humanidad»; éste
es el único pasaje de Jn en que aparece.
3. En cuanto a la vida eterna expresada en términos de conocimiento de Dios, cf.
comentario a 1,10; 1,26 y cf. 8,19; 14,7.9.
3. Se trata de un comentario acerca de la interpretación joánica de «vida eterna» como
conocimiento del «único Dios verdadero» y de «Jesucristo». Nos recuerda la exhortación
a tener fe de 14,1 y quizás refleje una fórmula independiente del credo propia de la
comunidad joánica.
4-5. El Hijo ha glorificado al Padre dándole a conocer perfectamente en todas las
palabras y las obras de su vida (cf. 1,18; 5,20s.36); ahora el Padre, a su vez, lo
glorificará en su resurrección y ascensión, a través de las cuales el Hijo retornará a la
gloria que poseía desde toda la eternidad antes de su encarnación (cf. 1,1; 6,62; 8,58;
—> Teología de san Juan, 80: 30-34).
5. ahora glorifícame: Esta expresión va más allá de las afirmaciones previas sobre la
gloria de Jesús y nos recuerda la «gloria» atribuida a la Palabra en el prólogo (1,14),
llamada a ser compartida con los discípulos (v. 24). Remitiéndonos al prólogo, el autor
deja claro que Jesús es mucho más que un hombre justo y de obediencia perfecta, que
ha recibido una misión de parte de Dios y ha sido exaltado y glorificado «en el cielo»
tras haberla cumplido. Jesús, según Juan, «procede de Dios» de una forma mucho más
radical de lo que sus oponentes podrían haber imaginado.
Jesús envía a los discípulos al mundo (17,6-19). La primera parte de esta sección
resume los dones recibidos por los que han sido elegidos por Dios y han acogido la
revelación de Jesús. Ellos son el testimonio del éxito de Jesús (w. 6-11a), pero
permanecen «en el mundo», mientras que Jesús ha partido ya. La intercesión propia de
la segunda parte corresponde a las promesas de retorno y de presencia íntima de los
discursos previos. El contenido se corresponde, pero el lenguaje propio de las promesas
se halla significativamente ausente. Jesús pide aquí que el Padre guarde y santifique a
los discípulos, que deben asumir ahora «en el mundo» el lugar que Jesús ha dejado
vacante (w. 11b-19).
6. La glorificación del Padre por el Hijo ha consistido en dar a conocer (cf. 1,18; 2,11;
9,3; 15,15) su nombre (cf. comentario a 1,12) a los que le habían sido dados por el
Padre (cf. comentario a 6,65).
Ellos han guardado tu palabra: Aunque muchas veces les faltara comprensión, los
discípulos han sido fieles a la enseñanza recibida, lo mismo que Jesús lo fue a la misión
recibida del Padre (8,55).
7-8. ahora ellos han conocido...: Los discípulos han llegado a conocer
verdaderamente la relación del Hijo con el Padre, su carácter de Salvador. Esta
afirmación no contradice a los pasajes anteriores sobre la función iluminadora del
Espíritu Santo (16,13s, etc.); más bien, en este momento en que Jesús contempla su
misión como completada en su glorificación, presupone la actividad del Espíritu.
8. ellos han aceptado mi enseñanza y ahora saben, con absoluta certeza, que
yo he venido de ti: Los w. 6-8 son el reverso de la condena de la falta de fe propia de
la predicación pública (8,23.28.58). Los discípulos de Jesús conocen su verdadero origen
y saben que Dios es la fuente de todo lo que ha dicho y hecho. Los discursos han usado
«el mundo» como símbolo de la falta de fe y el odio con que debe enfrentarse la
revelación de Jesús. Los discípulos han sido apartados «del mundo» para ser entregados
a Jesús (V. 6).
9-10. La oración toma ahora en cuenta a los discípulos, que pertenecen al Padre y al
Hijo como posesión común (vv. 6-8).
No ruego por el mundo: No es que Jesús excluya de su oración al mundo (cf.
Comentario a 1,10), al que ama el Padre (3,16); sin embargo, esta oración se refiere
más bien a la Iglesia, que habrá de vivir en el mundo, pero sin formar parte de él (v.
14).
Sino por los que tú me has dado: Esta expresión refleja una división radical. Así
como las afirmaciones acerca de la nueva relación de los discípulos con el Padre que
encontramos en los discursos previos presuponen que únicamente los que «aman» al
Hijo y «creen» en él pueden orar al Padre, así en la oración de Jesús no hay lugar para
«el mundo» que le rechaza a él y, por tanto, también al Padre.
En ellos yo he sido glorificado: Los discípulos ya han glorificado a Jesús por su
fidelidad (v. 6); no obstante, teniendo en cuenta la perspectiva de la oración (cf.
comentario a los vv. 7-8, supra), Jesús habla probablemente de las obras futuras de los
discípulos como si ya le estuvieran glorificando.
11a. ya no estaré más en el mundo: Estas palabras describen la situación tras el
retorno de Jesús al Padre y son la condición necesaria para que los discípulos puedan
asumir su misión como «enviados» de Jesús.
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• La primera parte de la «Oración sacerdotal» está compuesta por dos fragmentos (vv.
1-5 y vv. 6-1 la), unidos entre sí por el tema de la entrega de todos los hombres a Jesús
por parte del Padre. Los w, 1-5 se concentran en la petición de la gloria por parte del
Hijo. Estamos en el momento más solemne del coloquio entre Jesús y los discípulos.
Jesús es consciente de que su misión está llegando a su término, y, con el gesto típico
del orante -levantar los ojos al cielo, es decir, al lugar simbólico de la morada de Dios-,
da comienzo a su oración.
Lo primero que pide es que su misión llegue a su culminación definitiva con su propia
glorificación. Pero esa glorificación la pide sólo para glorificar al Padre (v. 2). Jesús ha
recibido todo el poder del Padre, que ha puesto todas las cosas en sus manos, hasta el
poder de dar la vida eterna a los que el Padre le ha confiado. Y la vida eterna consiste
en esto: en conocer al único Dios verdadero y a aquel que ha sido enviado por él a los
hombres, el Hijo (v. 3). Como es natural, no se trata de la vida eterna entendida como
contemplación de Dios, sino de la vida que se adquiere a través de la fe. Ésta es
participación en la vida íntima del Padre y del Hijo. De este modo, al término de su
misión de revelador, profesa Jesús que ha glorificado al Padre en la tierra, cumpliendo
en su totalidad la misión que le había confiado el Padre.
Jesús no quiere la gloria como recompensa, sino sólo llegar a la plenitud de la revelación
con su libre aceptación de la muerte en la cruz. A continuación, piensa Jesús en sus
discípulos, a quienes ha manifestado el designio del Padre. Éstos han respondido con la
fe y así glorificarán al Hijo acogiendo la Palabra y practicándola en el amor.
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Juan 13-18. el contexto


Estos capítulos describen la preparación de Jesús para la cruz. Empezó por lavarles los
pies a los discípulos, demostrándoles el ministerio de servidumbre que él esperaba de
ellos (13:1-20). Les dio su nuevo mandamiento de amor (13:31-35). Les prometió el
regalo del Espíritu Santo (14:15-31). Capítulos 15-16 se componen de discursos
(enseñanzas largas). Ahora, en capítulo 17, habiendo preparado a los discípulos, Jesús
reza por ellos. Después de su oración, él y sus discípulos irán a un jardín en el Valle de
Cedrón, donde Jesús será arrestado (18:1-11). Esta oración, entonces, sirve de
transición entre los discursos del Cuarto de Arriba y la pasión de Jesús.
Juan 17:1-26. la oración de alto sacerdocio de Jesús
Esta oración concluye la cena de despedida. A menudo se refiere a ella como la Oración
de Alto Sacerdocio por dos razones: primero, Jesús se está preparando para ofrecerse
por los pecados del mundo. Segundo, él intercede por sus discípulos (vv. 6-26) de la
misma manera que el alto sacerdote intercedía por el pueblo de Israel (véase Rom.
8:34).
A menudo esta oración se asocia con el discurso de despedida de Moisés (Deut.
31:30ff), que concluyó con la bendición final de Moisés sobre Israel (Deut. 33). El tono
de ese discurso era positivo, como la oración de Jesús. Moisés estaba preparándose para
morir, pero dijo, “Bienaventurado tú, oh Israel, quién como tú, Pueblo salvo por Jehová”
(Deut. 33:29). Jesús se está preparando para morir, pero él reza, “Padre, la hora es
llegada; glorifica á tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique á ti” (17:1).
Esta oración Johannina es bastante diferente a la oración Getsemaní de Jesús en los
Evangelios Sinópticos (Mateo 26:36-46; Marcos 14:32-42; Lucas 22:39-46). Allí, Jesús
suda gotas de sangre y reza, “Padre, si estás dispuesto, quítame este deber.” En el
Evangelio de Juan, existe un toque de ansiedad en la oración previa de Jesús, “Ahora
está turbada mi alma; ¿y qué diré? Padre, sálvame de esta hora. Mas por esto he venido
en esta hora” (12:27), pero no hay ansiedad por su destino personal en capítulo 17.
“Lejos de sentirse sacudido y destruido por la ruina de todas sus esperanzas, como uno
hubiera esperado que se sintiera, Cristo bendice a Dios con pleno corazón por haberle
hecho posible llevar a cabo el trabajo con que él ha sido encargado” (Gossip, 744).
Pero aunque la oración de Jesús sea positiva, también oímos un tono preocupado y
urgente. Al fin y al cabo, él está a punto de partir, dejando a sus discípulos en un mundo
difícil con una misión crítica. Primero, reza que Dios les proteja. Después reza por su
unión, una parte crítica de su misión. ¿Cómo pueden esperar convertir el mundo del
cosmos a Cristo si no están unidos en su propósito – si no se aman uno al otro? Esto es
un tema para hoy también. El mundo continúa lleno de maldad. Cristianos deben unirse
y, juntos, oponerse a esa maldad. No podemos permitirnos el lujo de desperdiciar
nuestra energía luchando uno con el otro pero, a menudo, eso es exactamente lo que
hacemos.
“Aunque la oración se encuentra dentro del ministerio del Jesús histórico, también
refleja la imagen de Cristo glorificado mirando pastoralmente sobre su iglesia en el
mundo… La oración parece, entonces, estar colgada entre el cielo y la tierra, entre el
Cristo histórico y el Cristo glorificado” (Craddock, 291).
Versículos 1-11 tienen que ver con la relación entretejida entre Jesús, Dios, y los
discípulos. Mientras que Jesús ha prometido el Espíritu Santo en varias ocasiones (7:39;
14:16-26; 15:26; 16:13), en esta oración no se menciona el Espíritu.
2 Reflexión. ¿Qué nos dice Dios en el Texto? La palabra me ilumina.
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Juan 17:1-5. glorifica a tu Hijo para que tu Hijo te glorifique a Ti


Este párrafo está marcado por peticiones de gloria. En v. 1, Jesús reza, “Padre,…glorifica
á tu Hijo para que también tu Hijo te glorifique á ti.” En v. 5, él reza, “Ahora pues,
Padre, glorifícame tú cerca de ti mismo con aquella gloria que tuve cerca de ti antes que
el mundo fuese.” La oración de Jesús será contestada en la cruz. “Porque la vida de
Jesús era una vida con un clímax, y ese clímax fue la Cruz” (Barclay, 239).
“Estas cosas habló Jesús” (v. 1). La mayoría de capítulos 13-16 están dedicados a un
largo discurso (enseñanza) en el que Jesús les habló a sus discípulos sobre:
• Su traición venidera (13:21-30);
• El nuevo mandamiento (13:31-35);
• La traición venidera de Pedro (13:36-38);
• Su discurso “No se turbe vuestro corazón” (14:1-14);
• La promesa del Espíritu Santo (14:15-31);
• Jesús como la vid verdadera (15:1-17);
• El odio del mundo (15:18-27).
La frase “estas cosas” (v. 1) acoge toda la enseñanza dirigida a los discípulos. Ahora
Jesús pone sus ojos y su voz en el Padre. Se supone que los discípulos oyen la oración,
pero Jesús ya no está dirigiéndose a ellos. “Jesús pasa de celebrar la comunión con sus
discípulos, a celebrar la comunión con su Padre, intercediendo por ellos” (Bruce, 328).
“Levantados los ojos al cielo” (v. 1) – la postura aceptada para la oración.
“Padre, la hora es llegada” (v. 1). Jesús empieza dirigiéndose a Dios como “Padre.”
En los sinópticos, Jesús enseña a discípulos a rezar, “Padre Nuestro,” (Mateo 6:9), pero
no en este Evangelio. En este Evangelio, Jesús habla de “mi Padre” o “el Padre” –
estableciendo su relación única con el Padre. Cuando habla de “su padre” (el padre de
ellos), está hablándoles a sus oponentes, diciéndoles que su padre es el demonio (8:41,
44).
La frase, “la hora,” se refiere a la muerte y la resurrección de Jesús. Antes, había
referencias a que la hora de Jesús todavía no había llegado (2:4; 7:6, 8, 30; 8:20). Más
recientemente, había referencias a que su hora ya había llegado (12:23; 13:1). Toda su
vida Jesús ha estado acercándose a la cruz. Éste fue su propósito por venir a la tierra.
Inmediatamente siguiendo su oración, será arrestado y puesto en su camino directo a la
cruz (18:1 ff.).
“Glorifica á tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a Tí” (v. 1). En el
Prólogo, el Evangelista dijo, “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y
vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”
(1:14). La gloria del Hijo, en este Evangelio, culmina con la crucifixión, resurrección, y
ascensión. Jesús debe ser resucitado para poder acercar a toda la gente hacia él
(12:32). En este Evangelio, en el momento de su muerte Jesús declara, “Se ha
terminado.” Es su obra – su glorificación – que terminará en ese momento. Habrá
cumplido con lo que vino a hacer. La resurrección y ascensión todavía están por venir,
pero la cruz es lo que acercará a la gente a Jesús.
“Como le has dado la potestad de toda carne” (v. 2). En el Prólogo, oímos, “En el
principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (1:1). Parece
natural, entonces, que La Palabra (el Hijo) tuviera la autoridad de Dios, y eso es verdad.
Sin embargo, solo es verdad porque el Padre le ha dado al Hijo esa autoridad. El Padre
“le dio poder de hacer juicio, en cuanto es el Hijo del hombre… cuando todos los que
están en los sepulcros oirán su voz; Y los que hicieron bien, saldrán” (5:27-29). Jesús
dijo, “No puedo yo de mí mismo hacer nada: como oigo, juzgo: y mi juicio es justo;
porque no busco mi voluntad, mas la voluntad del que me envió, del Padre” (5:30).
“Que dé vida eterna a todos los que le diste” (v. 2). El propósito de la autoridad del
Hijo es dar vida eterna a aquéllos que el Padre le ha dado a él. No reina desde un trono
terrenal, sino que reina desde una cruz.
Antes, Jesús habló del Espíritu como lo que da vida – “Es el espíritu el que da vida”
(6:63 – cf. 7:37-39). En esta oración Jesús es el que da vida “á todos los que le diste.”
A lo largo de este Evangelio, hay una tensión entre el amor de Dios para el mundo y su
condenación de aquéllos que rehúsan creer en el Hijo. Por un lado, “de tal manera amó
Dios al mundo, que ha dado á su Hijo unigénito” (3:16), pero, “el que en él cree, no es
condenado; mas el que no cree, ya es condenado, porque no creyó en el nombre del
unigénito Hijo de Dios” (3:18). Con las palabras de Jesús, “los que le diste” surge el
tema de divina elección, un tema que aparece varias veces en este Evangelio (6:37, 39,
44; 15:16, 19; 17:6, 9) y a menudo aparece también a lo largo del Nuevo Testamento.
“Dar vida eterna” (v. 2). La vida que Jesús da es “no solo el poder de respirar, comer,
y moverse, sino que la vida de la edad que está por venir… – un cambio en el tiempo
indefinido, un movimiento en el reloj del mundo, el amanecer de un nuevo día, para que
la vida eterna pueda ser experimentada ahora” (Brueggemann, 326).
“Esta empero es la vida eterna: que te conozcan el solo Dios verdadero, y a
Jesucristo, al cual has enviado” (v. 3). Éste es uno de los grandes versículos del
Nuevo Testamento, que nos dirige hacia un nuevo entendimiento de la palabra ‘eterna.’
El diccionario define la palabra eterna como “sin comienzo ni final; existiendo a través
del tiempo, para siempre,” por eso, pensamos de la vida eterna como una vida sin fin.
Jesús, sin embargo, define vida eterna como el conocer a Dios y a Jesucristo. Esto
comienza durante nuestra vida terrenal y continúa hacia la eternidad. Por lo tanto, es
una vida sin final, pero su característica esencial tiene más que ver con su calidad
(relación con Dios) que con su cantidad (sin final).
“Para Juan, por supuesto, el conocer a Dios no es una cuestión puramente intelectual,
sino que se trata de una vida de obediencia a los mandamientos de Dios y de comunión
amorosa con nuestros compañeros cristianos (1 Juan i 3, iv 8, v. 3)” (Brown, 752).
“Significa el entrar en el koinonia (compañerismo) del Padre y el Hijo, el corazón de la
vida en soberanía de salvación (cf. Rev. 21:3; 22:3-5)” (Beasley-Murray, 297). De
nuevo, el énfasis está en la relación en vez de la duración.
Debemos examinar el verbo “conocer” (v. 3). En el Antiguo Testamento, se usa para
referirse a la intimidad sexual – “Y conoció Adán á su mujer Eva, la cual concibió” (Gen
4:1). Sin embargo, la intimidad física como Dios pretende tiene sus raíces en la
intimidad espiritual, y es a la intimidad espiritual a la que Jesús se refiere en v. 3.
El Gnosticismo era un problema en la temprana iglesia, una de sus principales
tendencias siendo el acceso privilegiado a la sabiduría. Algunas personas concluyen que
v. 3 es Gnóstico por su énfasis en conocer a Dios y a Jesucristo. Hay tres razones por las
cuales eso no puede ser verdad. Primero, el Gnosticismo era dualístico, pedía una
retirada de este mundo. Esto es muy diferente del trabajo de discípulos que Jesús
describe en esta oración (véase v. 11, 15). Segundo, la sabiduría cristiana de Dios tiene
raíces en la historia, la Encarnación y la cruz – mientras que el Gnosticismo estaba
separado de la historia. Tercero, Cristo ofrece a discípulos vida eterna que comienza
aquí y ahora, en un mundo que Gnósticos consideraban con desdeño (Brown, 752).
“Yo te he glorificado en la tierra: he acabado la obra que me diste que hiciese”
(v. 4). Jesús glorificó a Dios por su obediencia – honorando al Padre públicamente – por
su trabajo en el nombre del Padre. El Hijo ha hecho todo lo que puede hasta este
momento. Pronto, seguirá el cumplimiento de su obra final con la cruz (véase 19:30),
resurrección, y ascensión.
“Ahora pues, Padre, glorifícame tú cerca de ti mismo con aquella gloria que
tuve cerca de Tí antes que el mundo fuese” (v. 5). Hay aquí una unión con Phil.
2:6-11, que habla del Cristo Jesús “se anonadó á sí mismo, tomando forma de siervo,
hecho semejante á los hombres.” “Pero hay una diferencia. En Juan, lo que resalta no es
‘anonadarse,’ sino la encarnación – el convertirse en ‘carne (viviendo) entre nosotros’”
(Malcolm, 576).
Jesús, obviamente, espera ser restaurado a la gloria que disfrutaba con el Padre antes
de su Encarnación. “Esto no significa que Jesús está pidiendo lo que se podría llamar una
‘des-encarnación’… Cuando la Palabra se hizo carne (1:14), esta nueva condición no fue
diseñada para ser temporal. Cuando Jesús es glorificado, no deja su cuerpo atrás en una
tumba, sino que se levanta con un cuerpo transformado y glorificado” (Carson, 557).
Juan 17:6-8. a los hombres que del mundo me diste
“He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste” (v. 6) Jesús
ahora se enfoca en sus discípulos. El Padre los confió al cuidado de Jesús, y Jesús les
hizo conocer el nombre del Padre a ellos. Los discípulos de quienes Jesús habla no son,
de ninguna manera, seres espectaculares. Jesús fácilmente podría protestar de su
mediocridad. Pero, en vez, habla de ellos con respeto – como si fueran un tesoro que el
Padre ha puesto en sus manos. Como los eventos demostrarán, una vez que estén
llenos del Espíritu, se convertirán en bien merecidos testigos – defensores poderosos del
reino.
Jesús les ha hecho conocer a ellos el nombre del Padre. “En esa cultura, el nombre de
una persona significaba todo lo que fuera posible conocer con respeto al carácter y la
naturaleza de la persona” (Barclay, 245). Vemos mucho de lo mismo hoy. El nombre
bueno (o malo) de una persona revela quien es hasta el fondo de su ser. Para Jesús, el
hacer conocer el nombre del Padre es hacer conocer al Padre mismo. Jesús revela al
Padre por medio de sus enseñanzas, pero también revela al Padre en su propia persona.
“Si me conocieseis, también á mi Padre conocierais” (14:7). “El que me ha visto, ha
visto al Padre” (14:9).
El pueblo judío veneraba el nombre de Dios hasta tal punto que vacilaban decirlo para
evitar encontrarse en una situación en la que pudiesen tomar su nombre en vano. En
hebreo, el nombre de Dios consistía de cuatro letras, YHWH, una forma del verbo “ser,”
seguramente pronunciado Yahvé. YHWH es el nombre por el que Dios se reveló a Moisés
– “Yo soy quien yo soy” (Éxodo 3:14). En vez de pronunciar el nombre sagrado de Dios,
la gente usaba la frase “mi Señor” (Adonai). La combinación de YHWH y las vocales de
Adonai pronunciaban la palabra Jehová, palabra que gente a menudo usaba en vez de
YHWH (Lockyer, 427-428).
El hacer conocer el nombre de Dios es, por lo tanto, desenvolver algo demasiado
precioso para tocar. Jesús hace esto mediante sus declaraciones de “Yo soy” en este
Evangelio – recordando que YHWH significa “Yo soy.” “Yo soy el pan de vida” (6:35). “Yo
soy la luz del mundo” (8:12). “De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo
soy” (8:58). “Yo soy el buen pastor” (10:11). Cada una de estas declaraciones revela
algo del Hijo, pero también revelan algo del Padre.
“Ahora han conocido que todas las cosas que me diste, son de Tí; Porque las
palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido
verdaderamente que salí de Tí, y han creído que Tú me enviaste” (vv. 7-8). El
Hijo ha recibido todas las cosas del Padre, incluyendo a estos discípulos. Ellos han
aceptado el hecho que todo lo que el Hijo posee ha venido del Padre. Jesús les ha dado
a los discípulos las palabras que él ha recibido del Padre, y los discípulos han recibido
esas palabras y “han creído que tú me enviaste” (v. 8). Eso les separa de los altos
sacerdotes y fariseos, que rechazaron las palabras de Jesús. Mientras que los discípulos
tienen fallos serios, se han cometido a si mismos de todos modos, no solo a las palabras
que Jesús les dio, pero también a Jesús mismo. Se mantuvieron con él a pesar de que el
peligro aumentaba (11:16; 13:37), aunque quebrarán cuando fue arrestado y
crucificado. Después de ver al Cristo resucitado, se convertirán en los pilares de fe que
Jesús intenta que sean.
Hay una lección aquí para nosotros. Pensarías que el Padre le daría al Hijo lo mejor de
todo. Imaginarías que sería criado en un palacio y que sus discípulos serían culturados y
competentes. Nada se aleja más de la verdad. Los regalos que el Padre le dio al Hijo
(empezando por su nacimiento en un establo) fueron marginales, si los medimos como
el mundo mide las cosas. Sin embargo, el Padre que le dio los regalos también los
bendijo y los hizo merecidos.
Hay una lección aquí. A menudo nos sentimos engañados por las circunstancias en las
que nos encontramos. Si mantenemos nuestras mentes y corazones abiertos a Dios,
encontraremos que Él transforma nuestras circunstancias ordinarias en bendiciones.
Pablo dice, “Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo” (1 Thess.
5:16-18). Aunque nos encontremos en circunstancias difíciles, podemos hacer esto
porque sabemos el poder que tiene Dios para transformar nuestros Viernes Santos en
Pascuas.
Juan 17:9-11. ruego por ellos
“Yo ruego por ellos: no ruego por el mundo (griego: kosmou – de cosmos)” (v. 9).
Nos preocupa que Jesús no incluya al mundo es sus oraciones. Al fin y al cabo “de tal
manera amó Dios al mundo” (3:16). Debemos recordar, sin embargo, que el mundo
(cosmos) no es sinónimo con humanidad, sino que “se representa por la esfera de
enemistad a Dios… Ya que el mundo no conoce a Dios (15:21, 24; 16:3), la oración de
Jesús por el mundo como el mundo se excluye por definición. Como Barrett
apropiadamente ha articulado, “Rezar por el cosmos es casi absurdo, ya que la única
esperanza para el cosmos es, precisamente, que cese de ser el cosmos” (O’Day, 792).
“La salvación del mundo depende del testimonio de aquéllos que el Padre le ha dado ‘del
mundo’ (véase versículos 21, 23), y son ellos los que necesitan su intercesión en este
momento” (Bruce, 331).
“Y todas mis cosas son tus cosas, y tus cosas son mis cosas: y he sido
glorificado en ellas” (v. 10). “Lo que nos sorprende más de la oración de nuestro
Padre no es la conmovedora lealtad que tiene para sus amigos,…sino que el orgullo
inconfundible que siente por ellos” (Gossip, 746). Imagina al Señor de Señores
diciéndole a este grupo, “He sido glorificado en ellos.” Eso es precisamente lo que dice.
Cuando el evangelista escribe este Evangelio los discípulos, de hecho, habrán glorificado
a Jesús con su servicio leal.
“Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y Yo a ti vengo” (v.
11). “La salida de Jesús del mundo está tan cerca que se puede referir a ella en el
tiempo presente. Su obra en el mundo ha terminado. Él ya no está en él. Pero los
discípulos sí están en él. Igual que es su deber dejar el mundo, también es el deber de
los discípulos quedarse en el mundo” (Morris, 643).
“Padre santo, a los que me has dado, guárdalos por tu Nombre, para que sean
una cosa, como también nosotros” (v. 11). Aquí, escuchamos un tono casi de
rogación. Jesús reza por su protección, como un padre rezaría por la protección de un
hijo o hija que se dirige al campo de batalla. Es lamentable saber que seres amados
están en peligro – y es mucho peor tener que despedirse de ellos sin poder ayudar.
Jesús se dirige a Dios como “Santo Padre.” La santidad de Dios es “una característica
divina que estamos perdiendo de vista. Hablamos mucho del amor de Dios. Pero estos
días…ya no estamos cegados por el deslumbrante blancor de la santidad de Dios”
(Gossip, 743). Tampoco hemos enfatizado adecuadamente la santidad personal como un
elemento importante de ser discípulo. Es un énfasis que haríamos bien en revivir.
Jesús no reza para que Dios les haga prósperos a los discípulos. En vez, reza para que
Dios les haga uno, “como también nosotros.” Jesús continuará rezando por unidad en
vv. 21-23, donde reza, “para que sean consumadamente una cosa; que el mundo
conozca que tú me enviaste, y que los has amado, como también á mí me has amado.”
Nuestra unidad forma una parte esencial de nuestro testimonio. Ésta es una oración
que, en muchos respetos, todavía no ha sido contestada. La iglesia se ha fragmentado
en muchas denominaciones, y las denominaciones se han fragmentado en facciones.
Cristianos gastan demasiada energía peleando unos con otros.
Pero, en algunos respetos, la oración de Jesús sí ha sido contestada. Hay cristianos que
trabajan juntos de muchas maneras. Varias organizaciones cristianas son apoyadas por
muchas denominaciones. Hay iglesias que trabajan juntas para cumplir proyectos como
el Servicio de Domingo de Pascua o el cuidado y la alimentación de personas sin hogar.
Existen varios esfuerzos que intentan reunir a las varias denominaciones, sea por medio
de uniones formales o a través de un reconocimiento mutuo del clero u otras iniciativas
compartidas. No es suficiente, pero es un comienzo.
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Oración inicial
Te pedimos, Dios de poder y misericordia, que envíes tu Espíritu Santo, para que,
haciendo morada en nosotros, nos convierta en templos de su gloria. Por nuestro Señor.
Del santo Evangelio según Juan 17,1-11a
Reflexión
• En los evangelios de hoy, de mañana y de pasado mañana, vamos a meditar las
palabras que Jesús dirigió al Padre en el momento de la despedida. Juan conserva estas
palabras y las coloca como pronunciadas por Jesús durante el último encuentro de Jesús
con sus discípulos. Es el Testamento de Jesús en forma de plegaria, también llamada
Oración Sacerdotal (Jn 7,1-26).
• El capítulo 17 del evangelio de Juan es el final de una larga reflexión de Jesús,
iniciada en el capítulo 15, sobre su misión en el mundo. Las comunidades guardarán
estas reflexiones para poder entender mejor el momento difícil que atraviesan:
tribulación, abandono, dudas, persecución. La larga reflexión termina con la oración de
Jesús para las comunidades. En ella afloran los sentimientos y las preocupaciones que,
según el evangelista, estaban en Jesús en el momento de salir de este mundo para el
Padre. Ahora Jesús está ante el Padre con estos sentimientos y con esta preocupación,
intercediendo por nosotros. Por esto, la Oración Sacerdotal es también el Testamento de
Jesús. Mucha gente, en el momento de despedirse por siempre, deja algún mensaje.
Todo el mundo guarda palabras importantes del padre y de la madre, sobre todo cuando
son de los últimos momentos de la vida. Conservar estas palabras es como guardar a las
personas. Es una forma de añoranza.
• El capítulo 17 es un texto diferente. Es más de amistad que de razonamientos.
Para captar bien todo su sentido, no basta la reflexión de la cabeza, de la razón. Este
texto debe ser meditado y acogido también en el corazón. Por esto, no hay que
preocuparse si no se entiende todo de inmediato. El texto exige toda una vida para
meditarlo y profundizarlo. Un texto así, hay que leerlo, meditarlo, pensarlo, leerlo de
nuevo, repetirlo, rumiarlo, como se hace con un caramelo en la boca, un caramelo que
gusta. Uno le da vueltas y vueltas en la boca, hasta terminarlo del todo. Por esto, cierra
los ojos, haz silencio dentro de ti y escucha a Jesús que te está hablando a ti,
transmitiéndote en el Testamento su mayor preocupación, su última voluntad. Trata de
descubrir cuál es el punto en que Jesús insiste más y que considera el más importante.
• Juan 17,1-3: ¡Ha llegado la hora! “Padre, ¡ha llegado la hora!" Es la hora
largamente esperada (Jn 2,4; 7,30; 8,20; 12,23.27; 13,1; 16,32). Es el momento de la
glorificación que se hará a través de la pasión, muerte y resurrección. Es el momento de
la glorificación, que se hará mediante la pasión, la muerte y la resurrección. Al llegar al
final de su misión, Jesús mira hacia atrás y hace una revisión. En esta plegaria, él va a
expresar el sentimiento más íntimo de su corazón y el descubrimiento más profundo de
su alma: la presencia del Padre en su vida.
• Juan 17,4-8: ¡Padre, reconocerán que vengo de Ti! Al volver a ver su vida, Jesús
se ve a si mismo como la manifestación del Padre para los amigos que el Padre le dio.
Jesús no vivió para sí. Vivió para que todos pudiesen tener un atisbo de bondad y de
amor que está encerrado en el Nombre de Dios que es Abba, Padre.
• Juan 17,9-11a: Todo lo mío es tuyo, todo lo tuyo es mío. En el momento de
dejar el mundo, Jesús expone al Padre su preocupación y reza por los amigos que él
deja atrás. Ellos continúan en el mundo, pero no son del mundo. Son de Jesús, son de
Dios, son señales de Dios y de Jesús en este mundo. Jesús se preocupa de las personas
que quedan, y reza por ellas.
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• «La vida eterna consiste en esto: en que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a
Jesucristo, tu enviado» (Jn 17,3). Conocer al Dios de Jesucristo, conocer al Hijo y al
Espíritu Santo, conocerlos no sólo con la mente, sino también con el corazón, conocerlos
estando en comunión con ellos, conocerlos de modo que olvidemos todo lo demás: eso
es la «vida eterna». Lo demás pertenece a las cosas que pasan, a la infinita vanidad del
todo, a lo que carece de consistencia, a lo que tiene una vida efímera, a lo que no vale
la pena aferrarse.
Mi vida ha de ser un continuo progreso en el conocimiento del Dios vivo y verdadero, un
progreso en la sublime ciencia de Cristo, un caminar según el Espíritu, porque esta vida
es ya vida eterna. Una vida, a veces, poco apetecible, porque la condición humana hay
que vivirla en la carne y en la sangre, porque el mundo me envuelve y me condiciona,
porque mi fe es todavía titubeante e insegura. Pero basta con que me detenga un poco a
reflexionar en las palabras del Señor, basta con que invoque su Espíritu, para que
reemprenda el camino hacia el inefable mundo de Dios y llegue a comprender la fortuna
de haber escuchado, también hoy, estas palabras que me unen al Padre y al Hijo, en el
vínculo del Espíritu, para pregustar algunas gotas del dulcísimo océano de la vida
eterna.
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Juan 17,1-11a. Jesús ha lavado los pies a sus discípulos «para que tengan parte con
él». Es ahora cuando les comunica la vida, con la ofrenda que hace de todo su ser para
la salvación del mundo. En efecto, si su muerte en cruz va a ser la traducción de este
don de la historia, se realiza ya cuando se arrodilla a los pies de los hombres para darles
la vida. Cristo eleva los ojos al cielo y ora. Cristo está ya junto a su Padre o, más bien,
«se eleva» junto a él, arrastrando tras de sí a los que él ha hecho sus amigos. La
oración de Cristo es su «ascensión» junto a aquel que le glorifica.
Ha llegado la hora, la hora de dar la vida a todos a los que el Padre ha amado desde el
primer día del mundo, la hora de nacer a la vida de Dios. Ha llegado la hora de
contemplar la profundidad del amor divino, ese amor que Cristo ha revelado, pues sólo
él ama como Dios puede amar. Cristo ora por sus discípulos. Han creído en él; le han
dado su confianza y su vida. Ya no son siervos, sino amigos. Son de Dios como lo eran
de Cristo. ¡Misterio de amor!
«Te ruego por ellos»: la preocupación de Jesús por los suyos, en el momento en que
éstos van a afrontar la prueba de la separación, se expresa en forma de una oración
apremiante. «Son tuyos, y en ellos soy yo glorificado ». La Iglesia será, de generación
en generación, el rostro del Enviado: en sus gestos y en sus palabras hallará el Hijo su
gloria. Jesús había dicho: «Os conviene que yo me vaya». Mientras el Maestro estuvo
aquí abajo, todo se dejó en sus manos; una vez que se ha ido, los discípulos tienen que
tomarse el asunto verdaderamente en serio. «Yo ya no estoy en el mundo; son ellos los
que están en el mundo».
¡Misterio de la Iglesia, cuando intenta vivir la Buena Noticia, misterio de Dios entre los
hombres! Y es que él, la Palabra, en lo sucesivo ya no tiene más que nuestras fugaces
palabras para proclamar el advenimiento de la salvación; pero, en su Espíritu, nuestras
frágiles palabras se hacen portadoras de un amor que las colma del poder divino. El, la
Vida, ya no tiene más que nuestras existencias, marcadas por el pecado y la muerte,
para hacer que broten en el desierto las flores de la ternura; pero, en su Espíritu,
nuestros gestos quedan grávidos de una vida sin fin. El, el Camino, ya no tiene más que
nuestros pobres deseos para suscitar la sed de algo distinto; pero, en su Espíritu,
nuestras esperanzas son ya el camino de la gran Esperanza, y con él franqueamos las
puertas del Reino de Dios. La Iglesia resplandece con una luz secreta. Una luz que nada
tiene que ver con oropeles exteriores, sino con el Espíritu de Dios que habita en lo más
hondo del corazón.
La Iglesia vive de quienes creen en esta semilla enterrada, acogen la palabra de Dios
para compartirla con los demás y se dejan elevar por el Espíritu para formar un solo
cuerpo con los demás. Iglesia santa, guardada por el Espíritu en la fidelidad al nombre
del Padre revelado por el Hijo único. «Ruego por los que se quedan en el mundo: que
sean uno, como tú y yo somos uno».
www.fraynelson.com

2. Cristo Sacerdote
2.1 El texto del evangelio de hoy nos deja ver el corazón sacerdotal de Cristo, abierto en
oración por sus discípulos y por el mundo entero.
2.2 Cristo pide ser glorificado. Esta petición nos puede extrañar. No es afán de grandeza
sino caridad para con nosotros. La Cruz es el lugar de la gran revelación del amor divino,
pero eso no es claro para todos. Uno puede quedarse mirando el “fracaso” de este pobre
ajusticiado sin descubrir allí la fuerza de la ternura con que el Altísimo se ha abajado en
busca de sus ovejas perdidas. Pues bien, poder descubrir ese amor es una gracia que
brota de ver la “gloria” de Jesús en su tormento y la “revelación” de Jesús en su rostro
desfigurado.
2.3 La oración brota de la estrecha unión entre Cristo y el Padre: “todo lo mío es tuyo y
lo tuyo es mío”. Ese compartir, esa comunión, hace posible que la obediencia se funda
en amor y el amor se levante en obediencia. Esa comunión hace posible que un mismo
designio de salvación atraviese las alturas del cielo, los caminos de la tierra y las
cavernas del infierno. Un relámpago de luz ilumina de repente todo cuanto existe y en
los cielos se revela el sublime amor de Dios por su creatura; en la tierra se predica el
Evangelio de salud y en el infierno se proclama la derrota del odio y se levanta el
estandarte del amor incólume y santo.
www.elmisericordioso.me-Pildorasdefe.net

Conversando con el amor


Señor de mi vida, necesito de tu acción pacificadora para que mi corazón sea capaz de
vivir al ritmo del tuyo y así poder ir aceptando cada cosa, cada preocupación o crisis con
paciencia. Sé que Tú siempre quieres lo mejor para mí. Confío en tu misericordia que me
transforma en una persona de bien. Amén
Evangelio de hoy. Santo Evangelio día martes VII semana de Pascua.
Reflexión por el Papa Francisco.
En la lectura del Evangelio de hoy, vemos que Jesús, habla con el Padre, en este
discurso, y dice: "Te ruego por ellos". Por lo tanto, Jesús ruega por nosotros. Un hecho
que podría parecer un poco extraño, porque nosotros pensamos que es justo rezar a
Jesús y Jesús nos da la gracia.
Pero Jesús reza por nosotros. Jesús que ora, Jesús el hombre-Dios que reza. Y reza por
nosotros: ruega por mí, ruega por ti y por cada uno de nosotros.
En realidad, Jesús ya lo había dicho claramente a Pedro, asegurándole que rezaba para
que su fe no decaiga.
En este discurso de despedida, Jesús ruega por todos los discípulos que vendrán y que
creerán en Él. No ruega por el mundo, sino que ruega por ellos, diciendo al Padre que su
oración es por estos que tú me diste, porque son tuyos.
Así, Jesús nos recuerda que todos nosotros somos del Padre y Él ruega por nosotros
ante el Padre.
San Pablo, en el capítulo octavo de la Carta a los romanos, nos dice que es una oración
de intercesión. De este modo, hoy, mientras nosotros rezamos aquí, Jesús ruega por
nosotros, ruega por su Iglesia.
Y el apóstol Juan nos tranquiliza diciendo que, cuando pecamos, sabemos que tenemos
un abogado ante el Padre: alguien que ruega por nosotros, nos defiende ante el Padre,
nos justifica.
Es importante pensar mucho en esta verdad, en esta realidad: en este momento Jesús
está orando por mí. Yo puedo seguir adelante en la vida porque tengo un abogado que
me defiende. Si soy culpable, si tengo muchos pecados, Jesús es un buen abogado
defensor y hablará al Padre de mí.
Y precisamente para destacar que Él es el primer abogado, nos dice: Les enviaré otro
paráclito, otro abogado. Pero Él es el primero. Y ruega por mí, en la oración de
intercesión que hoy después de la Ascensión al cielo Jesús hace por cada uno de
nosotros.
Del mismo modo como cuando nosotros en la parroquia, en casa, en la familia tenemos
algunas necesidades, algunos problemas, decimos "reza por mí", lo mismo debemos
decir a Jesús: "Señor Jesús, ruega por mí"
¿Y cómo ruega hoy Jesús?: amando. Pero hay una cosa que Jesús hace hoy, estoy
seguro que lo hace: muestra al Padre sus llagas. Y Jesús con sus llagas ruega por
nosotros. Como si dijese: "Padre, este es el precio. Ayúdales, protégelos, son tus hijos a
quienes yo he salvado". (Homilía del Evangelio de hoy. Santa Marta, 03 de Junio de
2014)
Oración del Evangelio de hoy.
Señor mío, eres lo más grande de mi vida y quiero confesarte que te necesito más que
nunca. Con tu sabiduría ayúdame a tomar las decisiones correctas.
En mi vida no conseguiré mayores éxitos si no uno fuerzas contigo en la oración, valioso
instrumento con el que estrecho mi vínculo de amor Contigo.
Gracias por escuchar mis plegarias y llenarme de tu poder para actuar con valentía,
permitiendo que pueda realizar mis sueños sin desligarme de Ti.
En mis momentos de dificultad, tu Espíritu viene en mi auxilio, dando a mi corazón sus
inspiraciones, haciéndome sentir tu presencia y tu voz interior.
Muchas veces, no me doy cuenta que Tú también rezas por mí ante el Padre, para que,
ni el desánimo, preocupaciones y angustias, puedan derrotarme.
Eres mi modelo de perseverancia en la oración. Quiero estar contigo, orando en la
intimidad a solas con el Padre y el Espíritu profundizando mi relación.
Enséñame, Señor mío, a distanciarme de los ruidos del mundo, a construir la paz en mi
corazón, brindándote mi tiempo y mi compañía en la oración.
Ese momento de abandono a tu presencia, debe ser mi tesoro, pues en él, Tú me
iluminas para ir progresando en mi camino hacia la vida eterna. Amén.
Propósito para hoy.
Rezar un rosario, preferiblemente en familia, pidiendo la intercesión de María, para
prepararnos espiritualmente para recibir el Espíritu Santo en Pentecostés.
Frase de reflexión.
"Que la Virgen Santa nos ayude a todos, especialmente a los jóvenes, a recorrer el
camino de la paz y la fraternidad fundadas en la acogida y el perdón, en el respeto de
los demás y en el amor que es don, de uno mismo". Papa Francisco
www.evangelizacion.org.mx

A lo largo de nuestro día, es increíble la cantidad de información que podemos recibir. La


radio, la TV, los periódicos, la Internet, nuestras relaciones de trabajo o escolares
buscan convencernos de actitudes, necesidades, acontecimientos.
Muchas veces no importa la fuerza del argumento sino la fuente de la que provino: "es
que lo dijo fulano" o "es que lo leí en tal libro, periódico" o "es que lo dijo el maestro o el
jefe de la oficina". Hoy Jesús en el evangelio nos dice: "Yo les he comunicado las
palabras que me diste". Es decir, la palabra escrita en la Biblia no tiene la autoridad del
editor, sino la autoridad de Dios. Por eso en la liturgia, cuando se proclama la palabra se
dice, sin importar quien la escribió (Isaías, Mateo, Pedro, Pablo): "Palabra de Dios".
Sin embargo, todavía hay quienes la discuten, la ponen en duda, la comparan con otros
"autores", y finalmente quienes, el hecho de que sea "palabra de Dios", les tiene sin
cuidado. No olvidemos que la "Revelación" no solamente busca informarnos el
pensamiento de Dios, sino instruirnos y ayudarnos para que nuestra vida alcance la
plenitud. En definitiva, busca convencernos que sólo en Dios está la verdadera felicidad.
Pidamos al Espíritu Santo que venga a nuestro corazón y nos convenza de la importancia
de tomar en serio la Palabra de Dios.
www.evangeliodeJuan.GiorgioZevini

Igual a Santaclara.
www.catholic

Cristo rezo por mí. Jesús, antes de comenzar su pasión rezó a su Padre por mí: "Te
ruego por ellos...por éstos que tú me diste, y son tuyos..." Él había terminado su obra
en la tierra. ¡Aún quedaba tanto por hacer! Y por eso piensa en mí, para que continúe
los proyectos de su corazón.
El gran proyecto de Cristo estaba enfocado en un solo ideal: anunciar el amor de Dios.
Quiere que todos los hombres y mujeres conozcan el nombre del verdadero Dios, que es
Padre, un Padre bueno que nos ama y que no duda en darlo todo por sus hijos. Cristo
mismo encarnó este mensaje para hacerlo visible; no dudó en darlo todo, morir en una
cruz por amor, para salvarnos. Generación tras generación, éste es el mensaje central
de la Iglesia: "Dios es amor".
Cristo me ama tanto que piensa en mí. Y no sólo para encomendarme al Padre, sino
que, cuando piensa en su proyecto, piensa en mí también como su apóstol. Él deja el
mundo, pero nosotros seguimos en el mundo. Nos toca a nosotros, a ti y a mí, anunciar
el nombre de Dios en el mundo, de palabra y con obras.
• Conocer a Dios no consiste en primer lugar en un ejercicio teórico de la razón humana
sino en un deseo inextinguible inscrito en el corazón de cada persona. Es un
conocimiento que procede del amor, porque hemos encontrado al Hijo de Dios en
nuestro camino. Jesús de Nazaret camina con nosotros para introducirnos con su palabra
y con sus signos en el misterio profundo del amor del Padre. Este conocimiento se
afianza, día tras día, con la certeza de la fe de sentirse amados y, por eso, formando
parte de un designio lleno de sentido. Quien ama busca conocer aún más a la persona
amada para descubrir la riqueza que lleva en sí y que cada día se presenta como una
realidad totalmente nueva. (Discurso de S.S. Francisco, 11 de octubre de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con
Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees
que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy buscaré un gesto concreto de atención a alguien, como signo del amor cristiano.
www.BibliaStraubinger

1ss. Jesús, que tanto oró al Padre “en los días de su carne” (Hb. 5, 7), pronuncia en alta
voz esta oración sublime, para dejarnos penetrar la intimidad de su corazón lleno todo
de amor al Padre y a nosotros. Dando a conocer el Nombre de Padre (v. 6 ss.) ha
terminado la misión que Él le encomendó (v. 4). Ahora el Cordero quiere ser entregado
como víctima “en manos de los hombres” (14, 31 y nota), pero apenas hace de ello una
vaga referencia en el v. 19. “Es pues con razón que el P. Lagrange intitula el c. 17:
Oración de Jesús por la unidad, de preferencia al título de Oración sacerdotal, que
ordinariamente se le da siguiendo al luterano Chytraeus Koohhafen + 1600” (Pirot).
2. Que tu Hijo te glorifique... dando vida eterna: Meditemos aquí el abismo de bondad
en el Padre y en el Hijo, ante tan asombrosa revelación. En este momento culminante de
la vida de Jesús, en esta conversación íntima que tiene con su Padre, nos enteramos de
que la gloria que el Hijo se dispone a dar al Eterno Padre, y por la cual ha suspirado
desde la eternidad, no consiste en ningún vago misterio ajeno a nosotros, sino que todo
ese infinito anhelo de ambos está en darnos a nosotros su propia vida eterna.
3. El conocimiento del Padre y del Hijo –obra del Espíritu de ambos “que habló por los
profetas”– se vuelve vida divina en el alma de los creyentes, los cuales son “partícipes
de la naturaleza divina” (2 Pe. 1, 4). Cf. v. 17 y nota; Sb. 15, 3.
5. Es evidente, como dice S. Agustín, que si pide lo que desde la eternidad tenía, no lo
pide para su Persona divina, que nunca lo había perdido, sino para su Humanidad
santísima, que en lo sucesivo tendrá la misma gloria de Hijo de Dios, que tenía el Verbo
(cf. v. 22; Sal. 2, 7 y nota).
6. Tu nombre, es decir, “a Ti mismo, lo que Tú eres, y por sobre todo, el hecho de que
eres Padre” (Joüon).
7. Hemos visto a través de todo este Evangelio que la preocupación constante de Jesús
fue mostrar que sus palabras no eran de Él sino del Padre. Véase 12, 49 s.
8. Ellos las han recibido... y han creído: Admiremos, en esta conversación entre las
Personas divinas, el respeto, que bien puede llamarse humilde, por la libertad de espíritu
de cada hombre, no obstante ser Ellos Omnipotentes y tener sobre sus creaturas todos
los derechos. Nada más contrario, pues, a las enseñanzas divinas, que el pretender
forzar a los hombres a que Crean, o castigar a los que no aceptan la fe. Véase Ct. 3, 5;
Ez. 14, 7 y notas.
9 ss. Nueva y terrible sentencia contra el mundo (véase 14, 30; 15, 18; 16, 11 y
notas). ¡Nótese el sentido! 1º Por ellos ruego... porque son tuyos: pues todo lo tuyo me
es infinitamente amable sólo por ser cosa del Padre a quien amo. Es decir, que nosotros,
sin saberlo ni merecerlo, disfrutamos de un título irresistible al amor de Jesús, y es: el
solo hecho de que somos cosa del Padre y hemos sido encomendados por Él a Jesús a
Quien el Padre le encargó que nos salvase (6, 37-40). 2º En ellos he sido glorificado, es
decir, a causa de ellos (cf. v. 19). La gloria del Hijo consiste como la del Padre (v. 2 y
nota), en hacernos el bien a nosotros. Jesús ya nos había dicho en 10, 17, que el amor
de su Padre, que es para el Hijo la suma gloria, lo recibe Él por eso: porque pone su vida
por nosotros (véase allí la nota). Ante abismos como éste, de una bondad y un amor, y
unas promesas que jamás habría podido concebir el más audaz de los ambiciosos,
comprendemos que todo el Evangelio y toda la divina Escritura tienen que estar dictados
por ese amor, es decir, impregnados de esa bondad hacia nosotros, porque Dios es
siempre el mismo. De aquí que para entender la Biblia hay que preguntarse, en cada
pasaje, qué nueva prueba de amor y de misericordia quiere manifestarnos allí el Padre,
o Jesús. ¿Es éste el espíritu con que la leemos nosotros? El que no entiende, es porque
no ama, dice el Crisóstomo; y el que no ama, es porque no se cree amado, dice S.
Agustín. También en otro sentido el Hijo ha sido glorificado en nosotros, en cuanto
somos su trofeo. Si no pudiera mostrarnos al Padre y al universo como frutos de su
conquista, ¿de qué serviría toda su hazaña, toda la epopeya de su vida? Vemos aquí la
importancia abismante que se nos atribuye en el seno de la misma Divinidad, en los
coloquios del Hijo con el Padre, y si vale la pena pensar en las mentiras del mundo ante
una realidad como ésta. Porque si somos del mundo. Él ya no ruega por nosotros, como
aquí lo dice. Entonces quedamos excluidos de su Redención, es decir, que nuestra
perdición es segura.
11. Véase 18, 36; Mt. 16, 16 ss. y notas.
http://www.ciudadredonda.org

Queridos amigos y amigas:


En la primera lectura de hoy se nos presenta el tercer gran discurso de Pablo que
encontramos en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Se trata de un clásico discurso
de despedida, es una especie de «testamento espiritual». Pablo entrega su testimonio
misionero, totalmente dedicado al servicio del Señor y su Reino. Se trata de un servicio
total, exclusivo y radical, teniendo como criterio no la aprobación de los hombres, sino
cumplir la voluntad de Dios.
Entre las distintas anotaciones que se pueden sacar de este texto, hay tres
características de la acción misionera de Pablo que podríamos subrayar. La primera es la
humildad en el servicio del Señor, una virtud desconocida para el mundo pagano, pero
es la característica del auténtico seguidor de Jesús que vino a servir y no a ser servido.
La segunda es la audacia con la que Pablo ha anunciado el Evangelio, «en las penas y
pruebas» que venían de sus opositores. La tercera es su generosidad, que lleva a Pablo
a vaciarse totalmente de sí: «no me importa la vida; lo que me importa es completar mi
carrera, y cumplir el encargo que me dio el Señor Jesús: ser testigo del Evangelio».
Pablo se dirige a Jerusalén, no sabe lo que le espera, se delinea un futuro oscuro, estará
marcado por la tribulación, «cárceles y luchas». Él emprende este último viaje de su
vida «forzado por el Espíritu», pero está convencido de que ese mismo Espíritu estará
con él hasta el final. Pablo es un vivo reflejo de un evangelizador con Espíritu, como lo
describe el Papa Francisco: «Evangelizadores con Espíritu quiere decir evangelizadores
que se abren sin temor a la acción del Espíritu Santo. En Pentecostés, el Espíritu hace
salir de sí mismos a los Apóstoles y los transforma en anunciadores de las grandezas de
Dios, que cada uno comienza a entender en su propia lengua. El Espíritu Santo, además,
infunde la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia (parresía), en voz
alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente. Invoquémoslo hoy, bien
apoyados en la oración, sin la cual toda acción corre el riesgo de quedarse vacía y el
anuncio finalmente carece de alma. Jesús quiere evangelizadores que anuncien la Buena
Noticia no sólo con palabras sino sobre todo con una vida que se ha transfigurado en la
presencia de Dios» (EG 259).
Después del «Discurso de despedida» el Evangelio de Juan nos presenta la oración de
Jesús al Padre, conocida como «oración sacerdotal». El contexto de esta oración es uno
de los momentos más solemnes de la vida de Jesús. La pronuncia en la última cena,
inmediatamente después del «Discurso de despedida» e inmediatamente antes de la
pasión. Jesús es consciente de que su misión terrena está llegando al final. Por eso,
Jesús «levantando los ojos al cielo» pide que su misión llegue a su realización definitiva
con su propia glorificación. Pero esta glorificación que él pide es para glorificar al Padre.
Jesús entregando su vida en la cruz nos ofrece la salvación que el Padre quiere para
toda la humanidad. Esta gloria de Dios será en definitiva la vida en abundancia de toda
la creación. Esta vida nueva, glorificada, eterna viene del conocimiento de Dios. Es decir,
brota de la comunión de fe y de amor con el Dios de la vida. Pidamos al Espíritu Santo
que nos dé la gracia de conocer con el corazón y hacer nuestra hoy la gloria de Dios.
http://www.aqplink.com/roguemos

Reflexión: Juan 17,1-11a


Esta lectura es una hermosa oración: las palabras tan dulces y amorosas que Jesucristo
dirige a nuestro Padre. ¿Cómo no sentirnos alegres, confiados y en paz luego de
escuchar las peticiones de Jesús? ¡Qué mejor intercesión! El Señor nos ha confiado en
las mejores manos, las de Dios.
Y como toda vez que el Señor habla, nos da una brillante catequesis, iluminándonos con
Su Palabra, de modo que no existan dudas. Su lenguaje es “sintético” (condensa todo en
pocas palabras) y simple. Por ejemplo, hoy, simplifica para nosotros en qué consiste la
Vida Eterna. Tendríamos que recordarlo siempre.
Lo repetiremos tratando de interiorizar estas palabras de contenido tan fundamental. Si
queremos alcanzar la plenitud, si queremos ser felices, hemos de reparar en estas
palabras en las que el Señor nos señala el sentido de la vida, la razón de nuestra
existencia. Así de trascendente es este discurso.
Es, sin duda, una revelación que el Señor nos hace abierta y expresamente, para que la
escuche, como Él dice, quien quiera. El que tenga oídos que oiga. Veamos. No hay
Gracia más importante que la Vida. Dicho de otro modo, sin la vida, sin nuestra propia
vida, nada tiene valor.
Por lo tanto, la Vida es el primero y más alto valor. Es la vida propia, que hemos recibido
sin merecer, sin mediar nada a cambio, el mayor Bien que Dios, nuestro Creador, ha
puesto en nuestras manos. Ni la hemos pedido, ni la hemos merecido, ni ha venido por
azar. Es Dios quien la ha creado y nos la ha dado: POR AMOR.
¿Qué quiere decir que nos la ha dado por amor? Pues que es un Bien (el Bien de Bienes)
que hemos recibido Gratuitamente; es decir por Gracia de Dios. No hemos hecho nada
para merecerla. Esa es la mayor prueba y ejemplo de amor. Dar sin esperar nada a
cambio, sin condiciones. Eso hace Dios con nosotros.
Pero Dios va más allá. No contento con ello, quiere que seamos felices, que alcancemos
la plenitud, viviendo eternamente a Su lado. ¡Eso es lo que Él quiere para nosotros! Sin
embargo, el conseguirlo depende de que nosotros también lo queramos. ¿Por qué?
Es que Dios, en Su Infinita Sabiduría nos ha creado Libres. Tenemos la facultad de
decidir si queremos lo que Dios nos ofrece o no. Lo lógico, lo razonable sería hacer
aquello que Dios dispuso; acatar Su Voluntad; alinearnos con ella. Pero tenemos libertad
para elegirlo o no.
Escoger lo contrario a la Voluntad de Dios nos daña, nos conduce a a la perdición, al
abismo. Nosotros somos libres de hacerlo, pero Dios en Su Infinita Misericordia, no
quiere que eso ocurra. Hacer mal uso de la libertad constituye libertinaje, porque nos
lleva al daño, al error, a la mentira y la muerte.
Nosotros, creaturas creadas por Dios a Su Imagen y Semejanza, tendríamos que
escoger y hacer lo que Él nos ofrece. No lo hacemos porque el Demonio se interpone y
nos tienta haciéndonos creer que podemos vivir sin Él, que podemos prescindir de Él y
podemos encontrar la felicidad de espaldas a Dios.
Esta mentira es el argumento del Príncipe de las Tinieblas. Con engaños, aprovechando
de nuestras debilidades, nos tienta conduciéndonos por un camino contrario al que Dios
trazó para nosotros desde antes que existiéramos. ¡Él nos hizo para ser felices!
El Demonio entro y se interpuso entre Dios y nosotros para llevarnos al abismo. Su
capricho, su desafío es vencer a Dios arrebatándonos de Sus manos, lo que es
imposible, a no ser que nosotros lo consintamos. ¡Y ese es el problema, que siendo
libres y débiles, caigamos!
Para evitarlo, llegado el tiempo, Dios envió a Jesucristo, Su Único Hijo, con la Misión de
Salvarnos, es decir, evitar que caigamos en manos del Príncipe de este mundo, y nos
perdamos. La soberbia, el egoísmo, la falta de fe, la avaricia, el hedonismo, la mentira y
el engaño son algunos de los argumentos que el Demonio usa para atraernos.
Creados por amor y para el amor, Jesucristo nos muestra el único Camino que nos
conduce al propósito para el cual fuimos creados. Este es, alcanzar la Vida Eterna y nos
hace ver que ella consiste en conocer a Dios y a Jesucristo, que ha sido enviado por Dios
para salvarnos.
Dios no quiere que ninguno de nosotros se pierda, por eso nos envía a Jesús. Todo lo
que tenemos que hacer es conocer a nuestro Padre, el único Dios verdadero y a quien
ha enviado, Jesucristo. El enigma está en qué es lo que significa conocer. Obviamente
ello va más allá de cuanto a la ligera podemos concebir. Por ejemplo, reconocer que hay
una Historia Universal o unas ciencias médicas, no significa que las conozcamos.
Del mismo modo, que hablemos de Dios o nos refiramos a Él de uno u otro modo, no
significa que le conozcamos. Muchos pretendemos conocerle por el simple hecho de
mencionarlo alguna vez. Si es tan difícil conocer con la suficiente profundidad una
ciencia o a una persona, no podemos pretender conocer a Dios porque pensamos en Él
de vez en cuando o porque vamos a Misa algunos domingos, aun cuando fueran todos e
incluso todos los días.
A Dios no podemos conocerlo. Él único que lo conoce es Jesucristo y aquellos a los que
Él se los da a conocer. Esto es muy distinto. Dios se revela a quien quiere y cuando
quiere. Nosotros solo podemos pedir en oración que lo haga con nosotros, agradeciendo
el infinito amor que nos da.
La Vida Eterna está en conocer a Dios y a Jesucristo, a quien Él ha enviado,
entendemos, porque quien le conoce queda pasmado, deslumbrado. Quien le llega a
conocer encuentra la fuente inagotable de Luz, Verdad y Vida que buscamos en nuestra
efímera existencia. Resulta imposible desprendernos de tan infinita atracción, que nos
dará plenitud en tanto le vamos conociendo, mientras vivimos eternamente.
Somos conscientes que parece que se tratara de un juego de palabras. No podemos
pretender describir con amplitud lo que el Señor nos revela y por más que lo hiciéramos
no podríamos abarcar con suficiencia aquello que el Señor nos revela de modo tan
simple.
Oracion. Padre nuestro, te pedimos que nos permitas dedicar la vida entera a conocerte
y a conocer a Jesucristo, sabiendo que en ello encontraremos la plenitud y la vida
eterna, por Jesucristo nuestro Señor…Amén.
http://www.caminando-con-jesus.org

¿Para qué has nacido? Para ser amado con un amor capaz de dar sentido a tu existencia.
El dialogo de Jesús con su Padre muestra la plenitud del amor. Se trata de la total
entrega del uno por el otro.
“Padre, ha llegado la Hora: glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique a ti” Jn 17, 1-
11ª
1. Jesús levantó los ojos al Cielo
A la hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús levantó los ojos al cielo, orando así.
Jesús aparece frecuentemente en los evangelios orando ante los momentos
trascendentales. Y éste es culminante. Esta es la oración resumen de su vida pasada, de
su muerte, de su glorificación, del futuro de su Iglesia. Juan la redacta — como parte de
un todo — con plenitud de teología cristiana pospentecostal. Es la gran oración
introductoria a su pasión.
Jesús ora dirigiéndose directamente a su Padre. Ninguna invocación mejor en labios de
Jesús, en esta oración, que invocar a su Padre, por cuya revelación da su mensaje. El
vino al mundo y va ahora a la muerte. Y Jesús, como hombre, pudo llamar a Dios, en
sentido propio, su Padre.
El motivo de dirigir esta oración es que llegó la hora. Varias veces en su vida alegó para
obrar de determinada manera que aún no había llegado su hora (Jn 7:30-8:20). Esta es
la hora de su muerte, como se ve por el contexto, la hora que él había deseado tanto (Lc
12:50).
2. Jesús va a orar como hombre.
En este sentido, él podía pedir al Padre que le concediese lo que era donación divina. La
oración de Jesús en esta primera parte es la siguiente: Padre, ha llegado la hora:
glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique a ti, ¿Qué glorificación pide aquí Jesús?,
Así la dice luego; la gloria que yo tenía contigo antes que el mundo existiera. Jesús pide
esta glorificación suya para así glorificar El al Padre. Esta gloria que Jesús pide ahora e
inminentemente es su resurrección, cuerpo glorioso irradiando la divinidad, había de
estar tres días en el sepulcro. Y que esta glorificación que pide aquí es principalmente la
resurrección, aunque con lo que ésta llevaba agregado, es lo que El mismo dice al salir
Judas del cenáculo: Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre, y Dios ha sido
glorificado en El. Si Dios ha sido glorificado en El, Dios también le glorificará a Él, y le
glorificará en seguida (Jn 13:31-32) -. El Padre es glorificado en el homenaje de la
muerte de Jesús, y le glorificó en seguida con su resurrección. Pues con ella verán que el
mensaje de Jesús era verdad. Así lo comentaba San Agustín: Resucítame, para que seas
manifestado a todo el mundo por mí.
3. El Hijo glorifica al Padre dando la vida eterna
Jesús invoca el poder que el Padre le dio sobre todos los hombres. Jesús, por razón de
su unión hipostática y su misión redentora, tiene este poder, dado por el Padre, sobre
todo el género humano. Y es lo que ahora invoca para poder cumplir su misión: que el
Padre le glorifique, para que, acreditado ante los hombres en su resurrección, pueda El
cumplir su finalidad redentora: para que él diera vida eterna.
Y ésta va a darla a todos los que tú les has dado refiriéndose a todos los hombres, dice
que Jesús llevó a cabo la obra que el Padre le encomendó: Yo te he glorificado en la
tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste, anunciar el Evangelio. Unos lo
aceptaron y otros no. Pero él no se limitó a exponerlo sólo a los judíos predestinados. A
esto mismo lleva la invocación que hace Jesús Padre, ha llegado la hora: glorifica a tu
Hijo para que el Hijo te glorifique a ti, ya que le diste autoridad poder que el Padre le dio
sobre todos los hombres, Sería incongruente hacer esta invocación de un poder
universal para luego limitarse sólo a darlo — con voluntad antecedente — a solos los
predestinados. Le hace falta su glorificación en la resurrección, para dar a todos la vida
eterna.
4. ¿Qué se entiende por vida eterna en el evangelio de san Juan y en este
pasaje?
Los sinópticos presentan el reino de los cielos o reino de Dios como el reino instituido
por Jesús, pero destacando preferentemente el aspecto externo y de organización social
del mismo. En cambio, en San Juan, tanto en su evangelio como en su primera epístola,
el reino se presenta bajo el concepto de vida eterna, con lo que se acusa
preferentemente el aspecto interno y vital del mismo en el alma, vinculado a la fe, junto
con sus repercusiones religiosas sobre el mismo cuerpo - San Juan 6:40 - . Concepto
que aquí se expresa bajo un doble acto de fe en el Padre y en Jesús.
Dice Jesús: Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu
Enviado, Jesucristo. Este conocimiento que aquí se dice constituir la vida eterna, es, en
la enseñanza de San Juan, un conocimiento vital, íntimo y amoroso, no abstracto; es un
conocimiento que es vida - San Juan 3:14-21; 8:55; 10:15; 16:3 -
5. Luego Jesús ora al Padre por los Apóstoles.
Manifesté tu Nombre a los que separaste del mundo para confiármelos. Eran tuyos y me
los diste, Comienza su oración presentando a los apóstoles, que, aun siendo de este
mundo el Padre, por una elección, se los dio. Y Él les manifestó su nombre, que está por
persona, es decir, les enseñó el misterio de que, en aquel monoteísmo cerrado del
Antiguo Testamento, había un Padre verdadero, del cual Él es su Hijo.
Esta presentación tiene por objeto destacar los motivos que los recomiendan a la
benevolencia del Padre en la oración que Jesús le va a dirigir por ellos.
Eran tuyos. Como criaturas y como piadosos israelitas que esperaban el Mesías. Y
también lo eran por una elección que el Padre hizo de ellos para su misión apostólica -
San Juan 6:37.44.65 -. Y me los diste. Estos hombres que así pertenecían
privilegiadamente al Padre, se los dio a Jesús para que recibiesen de El su mensaje y
fuesen sus apóstoles: los continuadores de su obra.
6. Dice Jesús: y ellos fueron fieles a tu palabra.
Ahora saben que todo lo que me has dado viene de ti, porque les comuniqué las
palabras que tú me diste: Guardaron tu palabra. El mensaje de Jesús. Por eso Ahora
saben que todo lo que me has dado viene de ti, La frase quiere decir que todo lo que el
Padre le dio: su filiación, su misión, sólo puede venir de Él. Ellos han reconocido
verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me enviaste. Este salí de ti no es
ni la procesión eterna ni el simple venir como Mesías, sino, en el contexto de San Juan y
en el de este mismo capítulo, es el salir del Padre por la encarnación.
Terminados los motivos que recomiendan al Padre a los apóstoles, por los que Jesús va
a orar, comienza la oración propiamente dicha: Yo ruego por ellos, pero se añade que no
ruego por el mundo, No es que lo excluya de su oración, pues por él muere - San Juan
3:16 -, sino que va a tener una oración exclusiva por sus apóstoles. Y alega también los
motivos por los que ha de ser escuchada su oración, porque son tuyos, del Padre. Es el
celo de Jesús en mirar con la solicitud máxima por todo lo que es del Padre. Y añade una
frase que tiene una gran portada y un nuevo motivo para rogar por ellos: Todo lo mío es
tuyo y todo lo tuyo es mío.
7. Dice Jesús: y en ellos he sido glorificado.
El maestro es glorificado en los discípulos al reflejar éstos las enseñanzas recibidas.
Tales son los apóstoles, máxime frente a la indiferencia u hostilidad del mundo y la
deserción de sus enseñanzas de muchos discípulos (Jn 6:66)
Dice Jesús: Ya no estoy más en el mundo, pero ellos están en él; Él va a la cruz; tan
inminente, y yo vuelvo a ti, será que ya se considera fuera del mundo. Muy poco
después será preso en Getsemaní. Pero ¡ellos se quedan huérfanos de su Pastor!
Jesús ha rezado por nosotros, para que tengamos éxito en esta santificación propia, la
oración de Jesús, será oída por el Padre, por tanto, no nos faltará la gracia, y con la
gracia, todo resulta más fácil. Porque Jesús, pide que sus discípulos seamos santos, y
ser santos, es pensar y amar como Jesús, y es vivir una lucha constante contra las
inclinaciones que nos llevan al mal.
3 Para la reflexión personal
– (Haz silencio en tu interior y pregúntate:)
1.- ¿Qué me dice el evangelio que he leído?
2.- ¿Cómo ilumina mi vida?
3.- ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Jesús?
4.- ¿Qué me falta para ser más como Él?
5.- ¿Cuáles son las palabras de las personas queridas que tú guardas con cariño y que
orientan tu vida? En caso de que te fueras, ¿qué mensaje dejarías para tu familia y para
la comunidad?
6.- ¿Cuál es la frase del Testamento de Jesús que más me tocó? ¿Por qué?
4 Oración. ¿Qué le decimos a Dios? La palabra se convierte en Oración.
1 Padre santo, es tu Hijo quien te ruega por los que tú le diste. Abrázanos con un fuego
nuevo para que conozcamos la gloria que hay en nosotros. Entréganos al amor sin
medida para que conozcamos el gozo perfecto. Sumérgenos en la muerte de tu Hijo
para que renazcamos a la Vida participando de su resurrección.
www.Dioscadadía.Bastin,Pinkers,Teheux

2 Infunde en mi corazón, Señor, los dones de la ciencia y de la sabiduría, para que


pueda conocerte cada vez mejor, para que pueda gustarte cada vez mejor, para que
pueda amarte cada vez mejor, para que pueda poseerte cada vez mejor. Si me
abandonas a mí mismo poco después de haber leído estas palabras tuyas, consideraré
más importante algo urgente que tenga que hacer y correré el riesgo de olvidarte.
Concédeme el don del consejo, para que te busque y te conozca incluso en medio de las
ocupaciones que me esperan dentro de poco. Concédeme el don del discernimiento,
para que pueda optar por ti en todas las cosas, según la enseñanza de tu Hijo.
Concédeme ver brillar la luz de tu rostro en todo rostro humano, para que siempre te
busque a ti y sólo a ti. Concédeme el instinto divino de buscar que seas glorificado y
conocido, antes y más de lo que pueda serlo yo.
Y perdóname desde ahora si te olvido, si persigo de una manera impropia las cosas de
esta tierra, si me lleno con frecuencia de nociones y sentimientos que no me unen a ti.
No me abandones a mí mismo, Señor, porque tú eres mi vida, tú eres la vida eterna.
www.santaclaradeestella.es

3 ¡Bendito sea el Señor, día tras día! Él se encarga de nuestra salvación. Nuestro Dios es
un Dios salvador, el Señor Yahvé libera de la muerte. (Sal 68,20-21) www.ocarm.org
4 ¡Gloria al Padre, Gloria al Hijo, Gloria al Espiritu Santo! Gracias Cristo Jesús por
enseñarnos al Padre; su Santo Nombre, su Palabra, Su Divina Voluntad, y que somos
sus Hijos porque creemos en Tí. Concédenos por tu gracia el don del Espiritu Santo para
cumplir la obra que nos has encomendado, Conocer al Dios verdadero y a Jesucristo
nuestro Salvador: «La vida eterna». ¡Oh Señor cuánto mas amo a Cristo, tanto mas
reconozco que viene de Ti! Que por tu bendicion hagamos caso a tu palabra que es
nuestro camino, no a las palabras vanas de los hombres de este mundo. Amen.
www.dario.res

5 Señor Jesucristo, te agradezco con todo mi corazón por la verdadera invocación y por
la santa oración que elevaste al Padre antes de tu Pasión. Señor, te doy gracias porque
nos enseñaste a orar cuando dijiste: «Padre, que no se haga mi voluntad, sino la tuya».
Y ahora, Señor Jesús, te suplico que me hagas vivir siempre según tu voluntad y dejar
de lado la mía. Concédeme la gracia de buscar siempre cuál es tu voluntad y
configurarme con ella, consciente de que encontraré mi felicidad en el cumplimiento del
designio de amor que tú pensaste desde siempre para mi realización personal, en vistas
a la venida de tu Reino. www.evangeliodeJuan.GiorgioZevini
5 Contemplación. ¿Cómo interiorizamos la palabra de Dios? La palabra en el
corazón de los Padres.
Nosotros ya hemos llegado a la fe, ya hemos creído en las cosas divinas que hemos
oído, y amamos a aquel en quien creemos. Ahora bien, cuando estamos oprimidos por
preocupaciones vanas, nos encontramos en la oscuridad y en la confusión. Y en
semejante estado, cuando el Señor nos sugiere sentimientos justos respecto a él, es
como si nos hiciera oír su voz desde una nube, pero a él no le vemos. Son, ciertamente,
cosas sublimes las que aprendemos de él, pero a aquel que nos instruye con sus
secretas inspiraciones no le vemos aún.
Oímos las palabras de Dios dentro de nuestro corazón, sabemos con qué fidelidad y
empeño debemos responder a su amor y, sin embargo, débiles como somos, volvemos a
recaer, desde la cima de nuestra reflexión interior, en las cosas de costumbre y nos
sentimos tentados por la fastidiosa inoportunidad de nuestros pecados. Con todo,
tampoco en esos momentos nos abandona Dios: enseguida vuelve a aparecer en la
mente, disipa las nieblas de las tentaciones, infunde la lluvia de la compunción y vuelve
a traer el sol de la inteligencia penetrante. Y así nos demuestra cuánto nos ama, porque
no nos abandona ni siquiera cuando le rechazamos (Gregorio Magno, Comentario moral
a Job, XXX, 4s). www.santaclaradeestella.es
Senor Jesucristo, te ruego por tu dulce piedad que me ayudes en todos mis tormentos y
en todas mis tentaciones. Envíame, oh Señor, un Ángel de consejo y de consuelo en
todas mis necesidades. Dulce Jesus, te doy gracias por los dulces y piadosos pasos que
diste, por amor a nosotros, hacia tu misma pena y tú misma muerte. Te suplico, oh
Senor, que me liberes de los lazos de todos nuestros pecados, puesto que soportaste
que te ataran por amor a nosotros. Te agradezco, dulce Senor Jesucristo, la mirada que
posaste sobre tu discípulo que se habia alejado, san Pedro. Le miraste con una mirada
de misericordia cuando estabas en el punto más alto de tu sufrimiento y de tu pena.
Mostraste entonces abiertamente el amor y la caridad que nos tienes, hasta el punto de
que ni la indignidad, ni los tormentos, ni ninguna otra cosa pueden alejar tu corazón de
nosotros.
Glorioso Senor, lleno de misericordia y de piedad, haz que nosotros, a través de tu
bendita mirada, podamos dirigirnos a tu gracia y arrepentirnos de nuestros errores y de
nuestras fechorías, de suerte que podamos llegar, con san Pedro, a tu misericordia. Oh
Senor, Rey de la gloria, tu quisiste dejar de lado el poder y actuar como si estuvieras
privado de él, para sanar mis pecados (R. Rolle, «Meditazione sulla Passione», is, en id.,
Canto d'amore, Fossano 1969, 32-34.42, passim). ). www.evangeliodeJuan.GiorgioZevini
6 Acción. ¿A qué me comprometo con Dios? Para custodiar y vivir la palabra.
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «La vida eterna consiste en esto: en
que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, tu enviado» (Jn
17,3).
7 Para la lectura espiritual. Caminar con la palabra.
La pregunta que orienta, durante nuestra breve existencia, gran parte de nuestro
comportamiento es la siguiente: « ¿Quién soy?». Es posible que nos planteemos en
raras ocasiones esta pregunta de modo formal, pero la vivimos de una manera muy
concreta en las decisiones que hemos de tomar todos los días. Las tres respuestas que
solemos dar, por lo general, son éstas: «Somos lo que hacemos, somos lo que los otros
dicen de nosotros, somos lo que tenemos» o, con otras palabras: «Somos nuestro éxito,
nuestra popularidad, nuestro poder».
Es importante que nos demos cuenta de la fragilidad de una vida que dependa del éxito,
de la popularidad y del poder. Su fragilidad deriva del hecho de que los tres son factores
externos, unos factores que podemos controlar de un modo bastante limitado. Perder el
trabajo, la fama o la riqueza depende a menudo de acontecimientos que escapan por
completo a nuestro control; ahora bien, cuando dependemos de ellos, nos hemos
malvendido al mundo, porque somos lo que el mundo nos da. Y la muerte nos quita todo
eso. La afirmación final se convierte en ésta: «Cuando muramos, estaremos muertos»,
porque cuando muramos no podremos hacer ninguna otra cosa, la gente ya no hablará
de nosotros y ya no tendremos nada. Cuando seamos lo que el mundo hace de nosotros,
no podremos ser después de haber dejado este mundo.
Jesús vino a anunciarnos que una identidad basada en el éxito, en la popularidad y el
poder es una falsa identidad: es una ilusión. Jesús dice alto y fuerte: «No seáis lo que el
mundo hace de vosotros, sino hijos de Dios» (H. J. M. Nouwen, Vivere nello Spirito,
Brescia 19984, pp. 131s). www.santaclaradeestella.es
Una muchacha de campo, originaria de una familia de pastores sardos. A los veintiún
años entra en la Tropa de Grottaferata y a los veinticinco muere de tuberculosis. Muere
ofreciendo su vida por la causa de la unidad de los cristianos. En la raíz de su vocación
se encontraba una auténtica conversión, un encuentro decisivo con la misericordia del
Padre.
Una experiencia muy fuerte y muy misteriosa con ocasión de su conversión, a la edad de
dieciocho años, le condujo de inmediato y para siempre a confesarse indigna: invadida
por el amor misericordioso de Dios y salvada, rescatada de una manera gratuita, radical.
Como muestra de su agradecimiento ofreció en holocausto todo su ser, todas sus
posibilidades. Llegar a ser santa lo más rápido posible, verdaderamente santa. Ser fiel
en todo y siempre a Jesús. No traicionarle jamás, no abandonarle nunca, nunca alejarse
de Él, ni siquiera un instante. Y cuando, misteriosamente, el Señor le sugiere el acto de
la ofrenda por la unidad de la iglesia («Me parece que lo quiero de verdad -repetía
humildemente a la abadesa». «Me siento impulsada también cuando no quiero pensar
en ello»), es para ella motivo de alegría pensar: «puedo ofrecer mi vida». ¿Dónde se
encuentra, pues, el secreto de su santidad? La voluntad decidida y lúcida de optar por
Dios, el sentido de su indignidad personal y de la gracia que ha recibido con su vocación
la hacen apuntar directamente a lo esencial: la vida que ha recibido en el monasterio
está hecha para amar a Dios, para glorificarlo. Y para eso la va a usar. Maria Gabriella lo
sabe: conoce el deseo del corazón de Jesús, el deseo que le ha expresado, poco antes
de su agonía, en la oración al Padre. Ella se ha impregnado de esa oración, como las
páginas de su evangelio, amarillentas y gastadas, en contacto con sus dedos, sobre todo
en los capítulos 15-20 de san Juan (M. della Volpe, «Suor Maria Gabriella Sagheddu», en
Collectanea Cisterciensia n. 45 [1983], passim). www.evangeliodeJuan.GiorgioZevini
*****
www.fundacionpane.org

📕 Lectura, ¿Qué dice el texto?

Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado,
Jesucristo.
Ellos han reconocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me enviaste.
Yo ruego por ellos: no ruego por el mundo, sino por los que me diste, porque son tuyos.

🙋 ‍Siguiendo este texto, ¿Cuáles son las palabras o frases o actitudes que atraen tu
atención, tu interés?

📗 Meditación, ¿Qué nos dice Dios en el texto?


En este texto encontramos la palabra: Glorificar que es igual a conocer y reconocer, así
mismo creer; que finalmente nos lleva a la “Fe” en él. El Señor tanto nos ama que ruega
por nosotros. ¿Conozco y reconozco al Señor?, ¿Cómo demuestro que lo conozco y
reconozco, en mis acciones, actitudes?, ¿Agradezco los ruegos del Señor por mí?,
¿Agradezco los ruegos de mi familia, amigos, hermanos, seres cercanos, etc.?, ¿Ruego
por las necesidades de quienes me los piden?

🙋 Siguiendo el mensaje de este texto, ¿Cuál es tu meditación, tu reflexión personal?

📘 Oración, ¿Qué le decimos a Dios?

Señor, quiero conocerte y reconocerte, creer en ti cada día más, que mis acciones y
actitudes demuestren que mi deseo es glorificarte. Gracias porque desde el principio
estas rogando por mí, porque me amas aún en mi humanidad, en mi mundanidad,
gracias Señor.

🙋 ‍Siguiendo el mensaje de este texto, ¿Cuál es tu oración personal?

Cada uno pone sus intenciones. -Amén-

📙 Contemplación, ¿Cómo interiorizamos la Palabra de Dios?

“Yo ruego por ellos“ (Repetimos)

🙋 Siguiendo el mensaje de este texto, ¿Cuál es la palabra o frase o párrafo o actitud que
te ayuda a recordar este texto?

🏃 ⛪ Acción, ¿A qué me comprometo con Dios?

A seguir conociendo más de la Palabra de Dios (Biblia) para reconocer y glorificar mucho
mejor al Señor, sabiendo que mis acciones y actitudes lo constarán.
Dar gracias por que el Señor ruega por mí.
Rogar, orar, rezar por las necesidades de quienes me lo pidan.

🙋 Siguiendo el mensaje de este texto, ¿Cuál es la acción concreta que te invita a


realizar?
**********************************************************************

✞ ✞ ✞ Profesión de Fe

Solo los Domingos y Solemnidades.

✞ ✞ ✞ Intenciones (Oracion de los fieles)

Oremos a Jesucristo, el Señor, haciendo nuestra su plegaria al Padre.


- Para que la Iglesia manifieste el nombre de Cristo en medio del mundo. Roguemos al
Señor.
- Para que todos los pueblos, con la luz del Espíritu Santo, lleguen al conocimiento del
Dios único y verdadero, revelado por Jesucristo. Roguemos al Señor.
- Para que consuele a los enfermos y a todos los que sufren. Roguemos al Señor.
- Para que todos nosotros guardemos la palabra de Cristo, y seamos fieles discípulos
suyos. Roguemos al Señor.
- Por la Iglesia, para que el Espíritu Santo le ayude a llevar a cabo, sin componendas ni
vacilación, la tarea y misión de dar a conocer el nombre de Cristo al mundo de hoy,
roguemos al Señor.
- Por nuestras comunidades cristianas, para que el Espíritu Santo nos ayude a guardar y
a vivir el evangelio como Buena Noticia de liberación, roguemos al Señor.
- Por todos y cada uno de nosotros, para que el Espíritu Santo nos haga más conscientes
de que pertenecemos a Cristo y de que Cristo nos ama profundamente, roguemos al
Señor.
Señor Jesucristo, acoge las peticiones que presenta tu Iglesia y concédele el don de tu
Espíritu. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.

3 LITURGIA EUCARISTICA
Sacerdote: Orad hermanos para que este sacrificio, mío y vuestro, sea
agradable a Dios, Padre todopoderoso.
Todos: El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria
de su Nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia. (→ Este es el
Compendio de la Misa)

✞ ✞ ✞ Oración sobre las Ofrendas

*** Se llevan al altar los dones; el pan y el vino. *** Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro
espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios
nuestro. *** Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado.

Acepta las súplicas de tus fieles, Señor, juntamente con estas ofrendas, para que
lleguemos a la gloria del cielo mediante esta piadosa celebración. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
Padre de nuestro Señor Jesucristo: Nos sentamos ahora a la mesa de Jesús y, por medio
de Él, somos uno contigo. Haznos profundamente conscientes de que Jesús nos ha dado
a la gente que nos rodea para que les demos a conocer tu nombre. Ayúdanos a
preocuparnos y a cuidarnos de ellos porque te pertenecen a ti como hijos queridos, por
medio de Jesucristo nuestro Señor.
Introducción a la plegaria eucarística
Centro y el culmen de toda la celebración. Es una plegaria de acción de gracias y de consagración. El
sentido de esta oración es que toda la congregación de fieles se una con Cristo en el reconocimiento de
las grandezas de Dios y en la ofrenda del sacrificio.

a) Acción de gracias
El Señor esté con vosotros. R/ Y con tu espíritu. Levantemos el corazón R/ Lo tenemos
levantado hacia el Señor. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R/ Es justo y necesario.
Prefacio para después de la Ascensión. En la espera de la venida del Espíritu
Santo
En verdad es justo y necesario que todas las criaturas, en el cielo y en la tierra, se unan
en tu alabanza, Dios todopoderoso y eterno, por Jesucristo, tu Hijo, Señor del universo.
El cual, habiendo entrado una vez para siempre en el santuario del cielo, ahora intercede
por nosotros, como mediador que asegura la perenne efusión del Espíritu. Pastor y
obispo de nuestras almas, nos invita a la plegaria unánime, a ejemplo de María y los
apóstoles, en la espera de un nuevo Pentecostés.
• Gracias Jesús por ayudarme a conocerte a Ti y al Padre cada día más. Gracias por
mostrarme cómo tu Padre es también mi Padre y escucha mis súplicas. Te pido que me
ayudes a responder con generosidad a su amor infinito, amando a mi prójimo así como
Tú y Él me han amado. Gracias Jesús. Amén.
Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria...
Por este misterio de santificación y de amor, unidos a los ángeles y a los santos,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
b) Santo: con esta aclamación toda la asamblea, uniéndose a las jerarquías celestiales, canta
o recita las alabanzas a Dios.

Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu
gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el
cielo.
c) Epíclesis Se implora el poder divino para que los dones se conviertan en el Cuerpo y la
Sangre de Cristo, y para que la víctima inmaculada que se va a recibir en la comunión sea para
salvación de quienes la reciban.

Santo eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus criaturas, ya que por
Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas
todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin
mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso. Por eso, Padre, te suplicamos que
santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera
que se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que
nos mandó celebrar estos misterios.
d) Narración de la institución y consagración. Con las palabras y gestos de Cristo, se
realiza el sacrificio que él mismo instituyó en la última cena. Momento más solemne de la Misa;
es la transubstanciación: pan y vino desaparecen al convertirse en el Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Cristo. Dios se hace presente ante nosotros con todo su amor. ¡Bendito Jesus en el
Santísimo sacramento del Altar!

Porque Él mismo, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y dando gracias te
bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen y coman todos de él,
porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes".
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y, dando gracias te bendijo, y lo pasó a
sus discípulos, diciendo: "Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi
Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por
muchos para el perdón de los pecados. Hagan esto en conmemoración mía".
e) Anámnesis. La Iglesia, al cumplir este encargo que, a través de los Apóstoles, recibió de
Cristo Señor, realiza el memorial del mismo Cristo, su Reactualización, recordando
principalmente su bienaventurada pasión, su gloriosa resurrección y la ascensión al cielo.

Éste es el sacramento de nuestra fe. R/ Anunciamos tu muerte, proclamamos tu


resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!
f) Oblación. La asamblea ofrece al Padre la víctima inmaculada, y con ella se ofrece cada uno
de los participantes.

Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su


admirable resurrección y ascensión al cielo, mientras esperamos su venida gloriosa, te
ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo.
Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia y reconoce en ella la Víctima por cuya
inmolación quisiste devolvemos tu amistad, para que, fortalecidos con el Cuerpo y la
Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un
solo espíritu.
Que Él nos transforme en ofrenda permanente, para que gocemos de tu heredad junto
con tus elegidos: con María, la Virgen Madre de Dios, los apóstoles y los mártires, (san
N.: santo del día o patrono) y todos los santos, por cuya intercesión confiamos obtener
siempre tu ayuda.
Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación traiga la paz y la salvación al
mundo entero. Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia, peregrina en la tierra: a tu
servidor, el Papa N., a nuestro Obispo N., al orden episcopal, a los presbíteros y
diáconos, y a todo el pueblo redimido por ti.
g) Intercesiones. Con ellas se da a entender que la Eucaristía se celebra en comunión con
toda la Iglesia, celeste y terrena, y que la oblación se hace por ella y por todos sus miembros,
vivos y difuntos.

Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia, en el
domingo, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida
inmortal. Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el
mundo.
A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino,
donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria, por Cristo, Señor
nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.
Padre eterno, te ofrecemos la Preciosísima Sangre de Jesús, con todas las
Misas celebradas en el mundo en éste día, por las benditas Almas del
Purgatorio. Y Concédeles, Señor, el descanso eterno y brille para ellas la luz
perpetua. Amén.
h) Doxología final. Se expresa la glorificación de Dios y se concluye y confirma con el amen
del pueblo.

Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del
Espíritu Santo, todo Honor y toda Gloria por los siglos de los siglos. Amén
✞ ✞ ✞ Rito de la comunión
Significa "común unión". Al acercarnos a comulgar, además de recibir a Jesús dentro de
nosotros y de abrazarlo con tanto amor y alegría, nos unimos a toda la Iglesia en esa misma
alegría y amor.

a) Introducción al Padrenuestro
Con las palabras de Jesús nuestro Señor oremos al Padre de todos para que su reino venga a
cada persona de la tierra.

• Oremos a nuestro Padre misericordioso nos conceda la gracia de recibir el don del
Espíritu Santo, quien nos dará el conocimiento de Jesucristo, y del único Dios verdadero.
• Unidos en el amor de Cristo, por el Espíritu Santo que hemos recibido, dirijámonos al
Padre con la oración que el Señor nos enseñó:
R/ Padre nuestro…
b) Rito de la Paz
Los fieles imploran la paz y la unidad para la iglesia y para toda la familia humana y se expresan
mutuamente la caridad antes de participar de un mismo pan.

Líbranos, Señor.
Líbranos, Señor de todos los males, y concédenos la paz en nuestros días, para que
ayudados por tu misericordia, vivamos libres de pecado y protegidos de toda
perturbación, y aguardando la venida gloriosa de Jesucristo, nuestra esperanza.

R/. Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.


Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: "La paz les dejo, mi paz les doy", no
tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra,
concédele la paz y la unidad. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. R/.
Amén.
La paz del Señor esté siempre con ustedes. R/. Y con tu espíritu.
Dense fraternalmente la paz.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. R. Ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. R. Ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. R. Danos la paz.
Invitación a la Comunión
Éste es Jesucristo, el Señor, que nos dice: “Te pido por ellos; no te pido por el mundo,
sino por éstos, que Tú me diste, porque son tuyos ".

• Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la
cena del Señor.

R. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una Palabra tuya
bastará para sanarme.
c) El gesto de la fracción del pan: Significa que nosotros, que somos muchos, en la
comunión de un solo pan de vida, que es Cristo, nos hacemos un solo cuerpo (1 Co 10,17)
d) Inmixión o mezcla: el celebrante deja caer una parte del pan consagrado en el cáliz.
Antífona de comunión Cf. Jn 14, 26
El Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi Nombre, será quien os lo enseñe todo y os
vaya recordando todo lo que os he dicho, dice el Señor. Aleluya.

✞ ✞ ✞ Oración después de la Comunión

Señor, después de recibir el don sagrado del sacramento, te pedimos humildemente que
nos haga crecer en el amor lo que tu Hijo nos mandó realizar en memoria suya. Él, que
vive y reina por los siglos de los siglos.
Señor Dios nuestro: Te pedimos hoy confiadamente un profundo sentido de misión. Por
medio del Espíritu de tu Hijo danos el valor para aceptar el reto de ser responsables de
nuestros hermanos. Que tu Hijo Jesús se encuentre con ellos por medio de nosotros y
parta con ellos el pan de tu palabra y de tu vida. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro
Señor.

4 RITO DE CONCLUSION
Consta de saludo, bendición sacerdotal, y de la despedida, con la que se disuelve la asamblea, para que
cada uno vuelva a sus honestos quehaceres alabando y bendiciendo al Señor.

✞ ✞ ✞ Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos
de los siglos. R/ Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! R/ ¡Venga tu Reino!

Consagración a María
Pidámosle a María que nos acompañe siempre:
Reina del Cielo, alégrate, aleluya, porque el Señor, a quien llevaste en tu seno, aleluya,
ha resucitado, según su palabra, aleluya. Santa María, Madre de Dios, ruega por
nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

Oracion a San Miguel Arcángel.


San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha. Sé nuestro amparo contra la perversidad
y acechanzas del demonio. Que Dios manifieste sobre él su poder, es nuestra humilde
súplica. Y tú, oh Príncipe de la Milicia Celestial, con el poder que Dios te ha conferido,
arroja al infierno a Satanás, y a los demás espíritus malignos que vagan por el mundo
para la perdición de las almas. Amén

✞ ✞ ✞ Bendición

Hermanos: Con Jesús y como Pablo, ojalá podamos decir con gratitud que hemos
llevado a cabo felizmente nuestra tarea en la vida, la misión que Dios nos encomendó, y
que Él nos perdone en lo que hayamos fallado.
Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo ✠ y Espíritu Santo descienda sobre
nosotros y nos acompañe siempre.
R/ Amén
Podemos ir en paz. R/. Demos gracias a Dios.

✞ ✞ ✞ Abba Padre, gracias te doy por enseñarme a Cristo histórico. Y ahora, por tu gracia
y Espíritu Santo concédeme fortalecer la fe, para caminar con Cristo, por Cristo y en
Cristo, ya no histórico, sino Pan vivo bajado del cielo.
«Tú eres Cristo, el Hijo de Dios Vivo» Mt 16, 16

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