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✞ ✞ ✞ Padre, en Tus manos abandono mi vida y todo mi ser, para que me vacíes de todos
los pensamientos, palabras, obras, deseos e imágenes que me separan de Ti.
Calma mi sed y sacia mi hambre, lléname de Ti. Con humildad te entrego mi intención
de consentir tu Presencia y acción en mí, sáname, transfórmame, hazme de nuevo.
Ahora mismo anhelo y te pido a nombre de tu Hijo Jesús que me des al Espíritu Santo;
pues ya dispuesta mi alma, por tu gracia y misericordia; espera la luz que abra mi
mente y mi corazón para escucharte y ahí en mi meditación dejarme encontrar,
sorprender, seducir, tocar, y guiar por Ti.
Dime lo que quieres de mi para hacer Tu voluntad y no la mía. Dame el don de la
contemplación y la gracia para ver, aceptar y perseverar sin apegos, en este camino
hacia la Gloria.
✞ ✞ ✞ Señor Jesús, que tu Espíritu, nos ayude a leer las Sagradas Escrituras en el mismo
modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús.
Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de
Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía
ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los
acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren.
Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús,
podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú
estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo
pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu.
Amén
✞✞✞
Jesús, enséñame a gustar la infinitud del Padre. Háblame, Señor Jesús, acerca del
Padre. Hazme niño para hablarme de él como los padres de la tierra conversan con sus
pequeños; hazme amigo tuyo para hablarme de él como hablabas con Lázaro en la
intimidad de Betania; hazme apóstol de tu palabra para decirme de él lo que
conversabas con Juan; recógeme junto a tu Madre como recogiste junto a ella a los doce
en el Cenáculo..., lleno de esperanza para que el Espíritu que prometiste me hable
todavía de él y me enseñe a hablar de él a mis hermanos con la sencillez de la paloma y
el resplandor de la llama (G. CANOVAI, Suscipe Domine).
“JESÚS: RUEGA POR MÍ PARA SER TODO TUYO”
«Jerusalén. Terminado el discurso, Jesús elevó los ojos al Cielo y dijo».
1 RITOS INICIALES
✞ ✞ ✞ Antífona de entrada Ap 1, 17-18
Yo soy el primero y el último, el viviente; estuve muerto pero, ya ves, estoy vivo por los
siglos de los siglos. Aleluya.
Monición de entrada
Hacemos memoria en esta celebración de san Juan I, papa y mártir, que nació en Italia
a finales del siglo V. Víctima de la hostilidad y los celos del emperador arriano Teodorico
y obligado por él a permanecer en la ciudad de Rávena, murió allí tal día como hoy en el
año 526 a causa de los malos tratos recibidos.
Nos reunimos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
✞ ✞ ✞ Saludo al altar y pueblo congregado
Misa de Feria o de la Memoria: Martes de la VII semana de Pascua, feria o san Juan I,
papa y mártir, memoria libre. 18 de Mayo 2021
• La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté
siempre con nosotros.
✞ ✞ ✞ Acto penitencial
El Señor Jesús, que nos invita a la mesa de la Palabra y de la Eucaristía, nos llama ahora
a la conversión. Reconozcamos nuestra indignidad, debilidad, y nuestros pecados e
invoquemos con esperanza la misericordia de Dios.
Jesucristo, el justo, intercede y nos reconcilia con el Padre. Abramos, pues, nuestro
espíritu al arrepentimiento. … Un poco de silencio…
• Ten piedad, Señor, porque he caído muchas veces, negándote con mis palabras,
pensamientos y acciones. Sé que tu misericordia es eterna y es infinitamente más
grande que todos mis pecados. Por eso no temo acercarme una vez más a Ti para
pedirte el perdón y comprometerme a luchar contra el pecado y, ayudado con tu gracia,
nunca desfallecer en el combate.
¡Señor, ten piedad! ¡Cristo, ten piedad! ¡Señor, ten piedad!
✞ ✞ ✞ Oración Colecta:
2 LITURGIA DE LA PALABRA
✞ ✞ ✞ Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 20, 17-27
Meditatio
En esta emotiva despedida de san Pablo a la comunidad de Asia menor nos dice: "No he
escatimado nada que fuera de utilidad para anunciarles el Evangelio". Es decir, ha
puesto todo lo que estaba de su parte para que Jesús fuera conocido y amado.
Si hoy hiciéramos un balance de nuestros recursos y de nuestra vida, ¿podríamos, como
san Pablo, decir que hemos puesto todo lo que está de nuestra parte para que Jesús
fuera conocido en nuestra oficina, en nuestra escuela, en nuestra familia o en nuestro
barrio? Siempre he creído que si el Evangelio no ha llegado "hasta los últimos confines
del mundo", y si nuestra sociedad es una sociedad en la que el fantasma de la muerte
nos aterroriza, es porque los cristianos hemos permanecido pasivos por muchos años
(deberíamos decir demasiados).
Cada uno se ocupó solo de sus negocios, pensando que los "padrecitos, las monjitas y
los misioneros" eran los únicos encargados de llevar la Buena noticia. El Concilio
Vaticano II y en especial la Christifideles Laici de Juan Pablo II, en consonancia con
Evangelii Nuntiandi de Paulo VI, nos recuerdan que ha llegado la hora de que cada uno
de nosotros tome con seriedad su función dentro de la Iglesia y anuncie la verdad en
Jesucristo. Recordemos que "sólo en Cristo está la respuesta a todas las interrogantes
de la vida del hombre".
Oratio
Dame tu gracia, Señor, y lléname de tu Espíritu Santo para que con valentía y
entusiasmo lleve el anuncio de tu Palabra a todos aquellos que no te conocen, para que
por mi medio, tu Hijo sea conocido de todos y amados por ellos. Amén.
Actio
Hoy revisaré en cuáles de mis responsabilidades diarias no estoy dando el cien por
ciento de mi capacidad, y veré la manera de hacerlo como testimonio de mi vida
cristiana.
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• Tras la sublevación de los orfebres de Éfeso, reemprende Pablo sus viajes. Pasa a
Grecia, se detiene en Tróade (donde devuelve la vida a un muerto durante una
larguísima vigilia eucarística) y a continuación baja a Mileto, en las cercanías de Éfeso,
desde donde manda llamar a los responsables de esta Iglesia. Con ellos mantiene una
amplia conversación. Se trata del tercer gran discurso de Pablo referido por Lucas: el
primero reflejaba la predicación dirigida a los judíos (capítulo 13); el segundo, la dirigida
a los paganos (capítulo 17), y el tercero, la dirigida a los pastores de la Iglesia. Se trata
de un discurso clásico de despedida o de un «testamento espiritual». Está dotado de una
gran densidad humana y de una notable levadura espiritual. Es natural que haya sido
muy comentado.
En él emerge la estatura de un misionero dedicado en cuerpo y alma a la causa del
servicio del Señor. Un servicio total, exclusivo y continuado, que usa como criterio no la
aprobación de los hombres, sino el designio de Dios. Entre las muchísimas notas que
podríamos comentar, hay tres características de la acción de Pablo que parecen llamar la
atención de la mirada de manera evidente. La humildad en el servicio del Señor: se trata
de una virtud desconocida en el mundo pagano, engrandecida y hecha apetecible por el
ejemplo del Señor Jesús, que vino a servir y no a ser servido; el valor: Pablo ha
anunciado el Evangelio «con lágrimas, en medio de las pruebas», sin dejarse condicionar
por las oposiciones; el desinterés, no sólo trabajando con sus propias manos, sino
impulsándose hasta decir: «Nada me importa mi vida, ni es para mí estimable, con tal
de llevar a buen término mi carrera». El valor más importante es el Evangelio, no la
conservación de la propia vida; para Pablo, lo más importante es lo que recogen las
últimas palabras de la perícopa: «Nunca dejé de anunciaros todo el designio de Dios».
Para él personalmente, para Pablo, se perfila un futuro oscuro, un futuro cargado de
prisiones y tribulaciones, iluminado por la certeza de ser «forzado por el Espíritu». Lo
importante es «llevar a buen término mi carrera»; la evangelización es urgente, necesita
impulso, empeño, concentración, dedicación exclusiva. Es demasiado importante como
para no tomarla en serio. ¿Lo es también para mí?
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Testamento. Hechos 20,17-27. Pablo ha partido el pan del señor en Tróade. Ahora se
va a Jerusalén, donde quiere estar el día de Pentecostés; llegado a Mileto, convoca a los
presbíteros de la Iglesia de Efeso. Es un muerto a plazo fijo el que se va. El apóstol
presiente su fin próximo, pero esta perspectiva no ralentiza su carrera, pues está seguro
de ser conducido por el Espíritu. Como Jesús, ha «endurecido su rostro» ahora que
Jerusalén está en el horizonte.
Al modo de los Ancianos y de Jesús, deja un testamento espiritual a sus colaboradores y
les recuerda su ministerio. Ha sido el servidor de Cristo en las lágrimas y en las pruebas.
En público y en privado, ha llamado a los judíos a poner su fe en Jesucristo, y a los
gentiles a volverse a Dios. Ahora ha sonado la hora del testimonio supremo: Pablo
quiere concluir debidamente su carrera y la «diaconía» que el Señor le ha confiado. Por
última vez, da testimonio de la Buena Noticia.
Salmo 67: cfr. lunes de la séptima semana.
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1. Testamento De Un Apóstol
1.1 Pablo presiente el final de su camino y, movido por este sentimiento, abre su
corazón ante los principales de la comunidad de Éfeso. Las palabras que hemos recibido
en la primera lectura son, pues, una especie de testamento espiritual que nos permite
entrever la calidad de la entrega de este hombre de Dios, que con palabras, obras y
padecimientos mostró en todo ser testigo del Crucificado y Resucitado.
1.2 Un apóstol, un verdadero apóstol, une la humildad y la caridad, la paciencia y la
diligencia. Es delicado para consolar y fuerte para exhortar; sabio en su palabra y
sencillo en su exposición; oportuno en la enseñanza y generoso para con todos. No está
centrado en sí mismo sino en Aquel que le ha enviado y por consiguiente todo lo juzga
no en función de su provecho o gusto sino en relación con el noble objetivo que se
apoderado de su alma.
1.3 Y sin embargo, no es capitán absoluto de su propio barco; por el contrario, como
buen soldado del máximo General, permanece atento y libre para cambiar su rumbo
según la estrategia que le sea revelada. Con la mirada puesta en su meta de nada se
apega particularmente y a nada teme demasiado. Hace su obra y se aparta con
discreción. Es responsable pero no obsesivo; alegre, pero no disipado; sencillo, pero no
ingenuo; audaz, pero no temerario.
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✞ ✞ ✞ Salmo
Sal 67,10-11.20-21
R/. Reyes de la tierra, cantad a Dios.
Derramaste en tu heredad, oh Dios, una lluvia copiosa, aliviaste la tierra extenuada y tu
rebaño habitó en la tierra que tu bondad, oh Dios, preparó para los pobres.
R/. Reyes de la tierra, cantad a Dios.
Bendito el Señor cada día, Dios lleva nuestras cargas, es nuestra salvación. Nuestro Dios
es un Dios que salva, el Señor Dios nos hace escapar de la muerte.
R/. Reyes de la tierra, cantad a Dios.
✞ ✞ ✞ Aleluya
Aleluya Jn 14, 16
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros.
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
✞ ✞ ✞ “Padre, dame tu bendición”: “El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies
dignamente su Evangelio en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”
• La primera parte de la «Oración sacerdotal» está compuesta por dos fragmentos (vv.
1-5 y vv. 6-1 la), unidos entre sí por el tema de la entrega de todos los hombres a Jesús
por parte del Padre. Los w, 1-5 se concentran en la petición de la gloria por parte del
Hijo. Estamos en el momento más solemne del coloquio entre Jesús y los discípulos.
Jesús es consciente de que su misión está llegando a su término, y, con el gesto típico
del orante -levantar los ojos al cielo, es decir, al lugar simbólico de la morada de Dios-,
da comienzo a su oración.
Lo primero que pide es que su misión llegue a su culminación definitiva con su propia
glorificación. Pero esa glorificación la pide sólo para glorificar al Padre (v. 2). Jesús ha
recibido todo el poder del Padre, que ha puesto todas las cosas en sus manos, hasta el
poder de dar la vida eterna a los que el Padre le ha confiado. Y la vida eterna consiste
en esto: en conocer al único Dios verdadero y a aquel que ha sido enviado por él a los
hombres, el Hijo (v. 3). Como es natural, no se trata de la vida eterna entendida como
contemplación de Dios, sino de la vida que se adquiere a través de la fe. Ésta es
participación en la vida íntima del Padre y del Hijo. De este modo, al término de su
misión de revelador, profesa Jesús que ha glorificado al Padre en la tierra, cumpliendo
en su totalidad la misión que le había confiado el Padre.
Jesús no quiere la gloria como recompensa, sino sólo llegar a la plenitud de la revelación
con su libre aceptación de la muerte en la cruz. A continuación, piensa Jesús en sus
discípulos, a quienes ha manifestado el designio del Padre. Éstos han respondido con la
fe y así glorificarán al Hijo acogiendo la Palabra y practicándola en el amor.
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Oración inicial
Te pedimos, Dios de poder y misericordia, que envíes tu Espíritu Santo, para que,
haciendo morada en nosotros, nos convierta en templos de su gloria. Por nuestro Señor.
Del santo Evangelio según Juan 17,1-11a
Reflexión
• En los evangelios de hoy, de mañana y de pasado mañana, vamos a meditar las
palabras que Jesús dirigió al Padre en el momento de la despedida. Juan conserva estas
palabras y las coloca como pronunciadas por Jesús durante el último encuentro de Jesús
con sus discípulos. Es el Testamento de Jesús en forma de plegaria, también llamada
Oración Sacerdotal (Jn 7,1-26).
• El capítulo 17 del evangelio de Juan es el final de una larga reflexión de Jesús,
iniciada en el capítulo 15, sobre su misión en el mundo. Las comunidades guardarán
estas reflexiones para poder entender mejor el momento difícil que atraviesan:
tribulación, abandono, dudas, persecución. La larga reflexión termina con la oración de
Jesús para las comunidades. En ella afloran los sentimientos y las preocupaciones que,
según el evangelista, estaban en Jesús en el momento de salir de este mundo para el
Padre. Ahora Jesús está ante el Padre con estos sentimientos y con esta preocupación,
intercediendo por nosotros. Por esto, la Oración Sacerdotal es también el Testamento de
Jesús. Mucha gente, en el momento de despedirse por siempre, deja algún mensaje.
Todo el mundo guarda palabras importantes del padre y de la madre, sobre todo cuando
son de los últimos momentos de la vida. Conservar estas palabras es como guardar a las
personas. Es una forma de añoranza.
• El capítulo 17 es un texto diferente. Es más de amistad que de razonamientos.
Para captar bien todo su sentido, no basta la reflexión de la cabeza, de la razón. Este
texto debe ser meditado y acogido también en el corazón. Por esto, no hay que
preocuparse si no se entiende todo de inmediato. El texto exige toda una vida para
meditarlo y profundizarlo. Un texto así, hay que leerlo, meditarlo, pensarlo, leerlo de
nuevo, repetirlo, rumiarlo, como se hace con un caramelo en la boca, un caramelo que
gusta. Uno le da vueltas y vueltas en la boca, hasta terminarlo del todo. Por esto, cierra
los ojos, haz silencio dentro de ti y escucha a Jesús que te está hablando a ti,
transmitiéndote en el Testamento su mayor preocupación, su última voluntad. Trata de
descubrir cuál es el punto en que Jesús insiste más y que considera el más importante.
• Juan 17,1-3: ¡Ha llegado la hora! “Padre, ¡ha llegado la hora!" Es la hora
largamente esperada (Jn 2,4; 7,30; 8,20; 12,23.27; 13,1; 16,32). Es el momento de la
glorificación que se hará a través de la pasión, muerte y resurrección. Es el momento de
la glorificación, que se hará mediante la pasión, la muerte y la resurrección. Al llegar al
final de su misión, Jesús mira hacia atrás y hace una revisión. En esta plegaria, él va a
expresar el sentimiento más íntimo de su corazón y el descubrimiento más profundo de
su alma: la presencia del Padre en su vida.
• Juan 17,4-8: ¡Padre, reconocerán que vengo de Ti! Al volver a ver su vida, Jesús
se ve a si mismo como la manifestación del Padre para los amigos que el Padre le dio.
Jesús no vivió para sí. Vivió para que todos pudiesen tener un atisbo de bondad y de
amor que está encerrado en el Nombre de Dios que es Abba, Padre.
• Juan 17,9-11a: Todo lo mío es tuyo, todo lo tuyo es mío. En el momento de
dejar el mundo, Jesús expone al Padre su preocupación y reza por los amigos que él
deja atrás. Ellos continúan en el mundo, pero no son del mundo. Son de Jesús, son de
Dios, son señales de Dios y de Jesús en este mundo. Jesús se preocupa de las personas
que quedan, y reza por ellas.
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• «La vida eterna consiste en esto: en que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a
Jesucristo, tu enviado» (Jn 17,3). Conocer al Dios de Jesucristo, conocer al Hijo y al
Espíritu Santo, conocerlos no sólo con la mente, sino también con el corazón, conocerlos
estando en comunión con ellos, conocerlos de modo que olvidemos todo lo demás: eso
es la «vida eterna». Lo demás pertenece a las cosas que pasan, a la infinita vanidad del
todo, a lo que carece de consistencia, a lo que tiene una vida efímera, a lo que no vale
la pena aferrarse.
Mi vida ha de ser un continuo progreso en el conocimiento del Dios vivo y verdadero, un
progreso en la sublime ciencia de Cristo, un caminar según el Espíritu, porque esta vida
es ya vida eterna. Una vida, a veces, poco apetecible, porque la condición humana hay
que vivirla en la carne y en la sangre, porque el mundo me envuelve y me condiciona,
porque mi fe es todavía titubeante e insegura. Pero basta con que me detenga un poco a
reflexionar en las palabras del Señor, basta con que invoque su Espíritu, para que
reemprenda el camino hacia el inefable mundo de Dios y llegue a comprender la fortuna
de haber escuchado, también hoy, estas palabras que me unen al Padre y al Hijo, en el
vínculo del Espíritu, para pregustar algunas gotas del dulcísimo océano de la vida
eterna.
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Juan 17,1-11a. Jesús ha lavado los pies a sus discípulos «para que tengan parte con
él». Es ahora cuando les comunica la vida, con la ofrenda que hace de todo su ser para
la salvación del mundo. En efecto, si su muerte en cruz va a ser la traducción de este
don de la historia, se realiza ya cuando se arrodilla a los pies de los hombres para darles
la vida. Cristo eleva los ojos al cielo y ora. Cristo está ya junto a su Padre o, más bien,
«se eleva» junto a él, arrastrando tras de sí a los que él ha hecho sus amigos. La
oración de Cristo es su «ascensión» junto a aquel que le glorifica.
Ha llegado la hora, la hora de dar la vida a todos a los que el Padre ha amado desde el
primer día del mundo, la hora de nacer a la vida de Dios. Ha llegado la hora de
contemplar la profundidad del amor divino, ese amor que Cristo ha revelado, pues sólo
él ama como Dios puede amar. Cristo ora por sus discípulos. Han creído en él; le han
dado su confianza y su vida. Ya no son siervos, sino amigos. Son de Dios como lo eran
de Cristo. ¡Misterio de amor!
«Te ruego por ellos»: la preocupación de Jesús por los suyos, en el momento en que
éstos van a afrontar la prueba de la separación, se expresa en forma de una oración
apremiante. «Son tuyos, y en ellos soy yo glorificado ». La Iglesia será, de generación
en generación, el rostro del Enviado: en sus gestos y en sus palabras hallará el Hijo su
gloria. Jesús había dicho: «Os conviene que yo me vaya». Mientras el Maestro estuvo
aquí abajo, todo se dejó en sus manos; una vez que se ha ido, los discípulos tienen que
tomarse el asunto verdaderamente en serio. «Yo ya no estoy en el mundo; son ellos los
que están en el mundo».
¡Misterio de la Iglesia, cuando intenta vivir la Buena Noticia, misterio de Dios entre los
hombres! Y es que él, la Palabra, en lo sucesivo ya no tiene más que nuestras fugaces
palabras para proclamar el advenimiento de la salvación; pero, en su Espíritu, nuestras
frágiles palabras se hacen portadoras de un amor que las colma del poder divino. El, la
Vida, ya no tiene más que nuestras existencias, marcadas por el pecado y la muerte,
para hacer que broten en el desierto las flores de la ternura; pero, en su Espíritu,
nuestros gestos quedan grávidos de una vida sin fin. El, el Camino, ya no tiene más que
nuestros pobres deseos para suscitar la sed de algo distinto; pero, en su Espíritu,
nuestras esperanzas son ya el camino de la gran Esperanza, y con él franqueamos las
puertas del Reino de Dios. La Iglesia resplandece con una luz secreta. Una luz que nada
tiene que ver con oropeles exteriores, sino con el Espíritu de Dios que habita en lo más
hondo del corazón.
La Iglesia vive de quienes creen en esta semilla enterrada, acogen la palabra de Dios
para compartirla con los demás y se dejan elevar por el Espíritu para formar un solo
cuerpo con los demás. Iglesia santa, guardada por el Espíritu en la fidelidad al nombre
del Padre revelado por el Hijo único. «Ruego por los que se quedan en el mundo: que
sean uno, como tú y yo somos uno».
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2. Cristo Sacerdote
2.1 El texto del evangelio de hoy nos deja ver el corazón sacerdotal de Cristo, abierto en
oración por sus discípulos y por el mundo entero.
2.2 Cristo pide ser glorificado. Esta petición nos puede extrañar. No es afán de grandeza
sino caridad para con nosotros. La Cruz es el lugar de la gran revelación del amor divino,
pero eso no es claro para todos. Uno puede quedarse mirando el “fracaso” de este pobre
ajusticiado sin descubrir allí la fuerza de la ternura con que el Altísimo se ha abajado en
busca de sus ovejas perdidas. Pues bien, poder descubrir ese amor es una gracia que
brota de ver la “gloria” de Jesús en su tormento y la “revelación” de Jesús en su rostro
desfigurado.
2.3 La oración brota de la estrecha unión entre Cristo y el Padre: “todo lo mío es tuyo y
lo tuyo es mío”. Ese compartir, esa comunión, hace posible que la obediencia se funda
en amor y el amor se levante en obediencia. Esa comunión hace posible que un mismo
designio de salvación atraviese las alturas del cielo, los caminos de la tierra y las
cavernas del infierno. Un relámpago de luz ilumina de repente todo cuanto existe y en
los cielos se revela el sublime amor de Dios por su creatura; en la tierra se predica el
Evangelio de salud y en el infierno se proclama la derrota del odio y se levanta el
estandarte del amor incólume y santo.
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Cristo rezo por mí. Jesús, antes de comenzar su pasión rezó a su Padre por mí: "Te
ruego por ellos...por éstos que tú me diste, y son tuyos..." Él había terminado su obra
en la tierra. ¡Aún quedaba tanto por hacer! Y por eso piensa en mí, para que continúe
los proyectos de su corazón.
El gran proyecto de Cristo estaba enfocado en un solo ideal: anunciar el amor de Dios.
Quiere que todos los hombres y mujeres conozcan el nombre del verdadero Dios, que es
Padre, un Padre bueno que nos ama y que no duda en darlo todo por sus hijos. Cristo
mismo encarnó este mensaje para hacerlo visible; no dudó en darlo todo, morir en una
cruz por amor, para salvarnos. Generación tras generación, éste es el mensaje central
de la Iglesia: "Dios es amor".
Cristo me ama tanto que piensa en mí. Y no sólo para encomendarme al Padre, sino
que, cuando piensa en su proyecto, piensa en mí también como su apóstol. Él deja el
mundo, pero nosotros seguimos en el mundo. Nos toca a nosotros, a ti y a mí, anunciar
el nombre de Dios en el mundo, de palabra y con obras.
• Conocer a Dios no consiste en primer lugar en un ejercicio teórico de la razón humana
sino en un deseo inextinguible inscrito en el corazón de cada persona. Es un
conocimiento que procede del amor, porque hemos encontrado al Hijo de Dios en
nuestro camino. Jesús de Nazaret camina con nosotros para introducirnos con su palabra
y con sus signos en el misterio profundo del amor del Padre. Este conocimiento se
afianza, día tras día, con la certeza de la fe de sentirse amados y, por eso, formando
parte de un designio lleno de sentido. Quien ama busca conocer aún más a la persona
amada para descubrir la riqueza que lleva en sí y que cada día se presenta como una
realidad totalmente nueva. (Discurso de S.S. Francisco, 11 de octubre de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con
Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees
que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy buscaré un gesto concreto de atención a alguien, como signo del amor cristiano.
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1ss. Jesús, que tanto oró al Padre “en los días de su carne” (Hb. 5, 7), pronuncia en alta
voz esta oración sublime, para dejarnos penetrar la intimidad de su corazón lleno todo
de amor al Padre y a nosotros. Dando a conocer el Nombre de Padre (v. 6 ss.) ha
terminado la misión que Él le encomendó (v. 4). Ahora el Cordero quiere ser entregado
como víctima “en manos de los hombres” (14, 31 y nota), pero apenas hace de ello una
vaga referencia en el v. 19. “Es pues con razón que el P. Lagrange intitula el c. 17:
Oración de Jesús por la unidad, de preferencia al título de Oración sacerdotal, que
ordinariamente se le da siguiendo al luterano Chytraeus Koohhafen + 1600” (Pirot).
2. Que tu Hijo te glorifique... dando vida eterna: Meditemos aquí el abismo de bondad
en el Padre y en el Hijo, ante tan asombrosa revelación. En este momento culminante de
la vida de Jesús, en esta conversación íntima que tiene con su Padre, nos enteramos de
que la gloria que el Hijo se dispone a dar al Eterno Padre, y por la cual ha suspirado
desde la eternidad, no consiste en ningún vago misterio ajeno a nosotros, sino que todo
ese infinito anhelo de ambos está en darnos a nosotros su propia vida eterna.
3. El conocimiento del Padre y del Hijo –obra del Espíritu de ambos “que habló por los
profetas”– se vuelve vida divina en el alma de los creyentes, los cuales son “partícipes
de la naturaleza divina” (2 Pe. 1, 4). Cf. v. 17 y nota; Sb. 15, 3.
5. Es evidente, como dice S. Agustín, que si pide lo que desde la eternidad tenía, no lo
pide para su Persona divina, que nunca lo había perdido, sino para su Humanidad
santísima, que en lo sucesivo tendrá la misma gloria de Hijo de Dios, que tenía el Verbo
(cf. v. 22; Sal. 2, 7 y nota).
6. Tu nombre, es decir, “a Ti mismo, lo que Tú eres, y por sobre todo, el hecho de que
eres Padre” (Joüon).
7. Hemos visto a través de todo este Evangelio que la preocupación constante de Jesús
fue mostrar que sus palabras no eran de Él sino del Padre. Véase 12, 49 s.
8. Ellos las han recibido... y han creído: Admiremos, en esta conversación entre las
Personas divinas, el respeto, que bien puede llamarse humilde, por la libertad de espíritu
de cada hombre, no obstante ser Ellos Omnipotentes y tener sobre sus creaturas todos
los derechos. Nada más contrario, pues, a las enseñanzas divinas, que el pretender
forzar a los hombres a que Crean, o castigar a los que no aceptan la fe. Véase Ct. 3, 5;
Ez. 14, 7 y notas.
9 ss. Nueva y terrible sentencia contra el mundo (véase 14, 30; 15, 18; 16, 11 y
notas). ¡Nótese el sentido! 1º Por ellos ruego... porque son tuyos: pues todo lo tuyo me
es infinitamente amable sólo por ser cosa del Padre a quien amo. Es decir, que nosotros,
sin saberlo ni merecerlo, disfrutamos de un título irresistible al amor de Jesús, y es: el
solo hecho de que somos cosa del Padre y hemos sido encomendados por Él a Jesús a
Quien el Padre le encargó que nos salvase (6, 37-40). 2º En ellos he sido glorificado, es
decir, a causa de ellos (cf. v. 19). La gloria del Hijo consiste como la del Padre (v. 2 y
nota), en hacernos el bien a nosotros. Jesús ya nos había dicho en 10, 17, que el amor
de su Padre, que es para el Hijo la suma gloria, lo recibe Él por eso: porque pone su vida
por nosotros (véase allí la nota). Ante abismos como éste, de una bondad y un amor, y
unas promesas que jamás habría podido concebir el más audaz de los ambiciosos,
comprendemos que todo el Evangelio y toda la divina Escritura tienen que estar dictados
por ese amor, es decir, impregnados de esa bondad hacia nosotros, porque Dios es
siempre el mismo. De aquí que para entender la Biblia hay que preguntarse, en cada
pasaje, qué nueva prueba de amor y de misericordia quiere manifestarnos allí el Padre,
o Jesús. ¿Es éste el espíritu con que la leemos nosotros? El que no entiende, es porque
no ama, dice el Crisóstomo; y el que no ama, es porque no se cree amado, dice S.
Agustín. También en otro sentido el Hijo ha sido glorificado en nosotros, en cuanto
somos su trofeo. Si no pudiera mostrarnos al Padre y al universo como frutos de su
conquista, ¿de qué serviría toda su hazaña, toda la epopeya de su vida? Vemos aquí la
importancia abismante que se nos atribuye en el seno de la misma Divinidad, en los
coloquios del Hijo con el Padre, y si vale la pena pensar en las mentiras del mundo ante
una realidad como ésta. Porque si somos del mundo. Él ya no ruega por nosotros, como
aquí lo dice. Entonces quedamos excluidos de su Redención, es decir, que nuestra
perdición es segura.
11. Véase 18, 36; Mt. 16, 16 ss. y notas.
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¿Para qué has nacido? Para ser amado con un amor capaz de dar sentido a tu existencia.
El dialogo de Jesús con su Padre muestra la plenitud del amor. Se trata de la total
entrega del uno por el otro.
“Padre, ha llegado la Hora: glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique a ti” Jn 17, 1-
11ª
1. Jesús levantó los ojos al Cielo
A la hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús levantó los ojos al cielo, orando así.
Jesús aparece frecuentemente en los evangelios orando ante los momentos
trascendentales. Y éste es culminante. Esta es la oración resumen de su vida pasada, de
su muerte, de su glorificación, del futuro de su Iglesia. Juan la redacta — como parte de
un todo — con plenitud de teología cristiana pospentecostal. Es la gran oración
introductoria a su pasión.
Jesús ora dirigiéndose directamente a su Padre. Ninguna invocación mejor en labios de
Jesús, en esta oración, que invocar a su Padre, por cuya revelación da su mensaje. El
vino al mundo y va ahora a la muerte. Y Jesús, como hombre, pudo llamar a Dios, en
sentido propio, su Padre.
El motivo de dirigir esta oración es que llegó la hora. Varias veces en su vida alegó para
obrar de determinada manera que aún no había llegado su hora (Jn 7:30-8:20). Esta es
la hora de su muerte, como se ve por el contexto, la hora que él había deseado tanto (Lc
12:50).
2. Jesús va a orar como hombre.
En este sentido, él podía pedir al Padre que le concediese lo que era donación divina. La
oración de Jesús en esta primera parte es la siguiente: Padre, ha llegado la hora:
glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique a ti, ¿Qué glorificación pide aquí Jesús?,
Así la dice luego; la gloria que yo tenía contigo antes que el mundo existiera. Jesús pide
esta glorificación suya para así glorificar El al Padre. Esta gloria que Jesús pide ahora e
inminentemente es su resurrección, cuerpo glorioso irradiando la divinidad, había de
estar tres días en el sepulcro. Y que esta glorificación que pide aquí es principalmente la
resurrección, aunque con lo que ésta llevaba agregado, es lo que El mismo dice al salir
Judas del cenáculo: Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre, y Dios ha sido
glorificado en El. Si Dios ha sido glorificado en El, Dios también le glorificará a Él, y le
glorificará en seguida (Jn 13:31-32) -. El Padre es glorificado en el homenaje de la
muerte de Jesús, y le glorificó en seguida con su resurrección. Pues con ella verán que el
mensaje de Jesús era verdad. Así lo comentaba San Agustín: Resucítame, para que seas
manifestado a todo el mundo por mí.
3. El Hijo glorifica al Padre dando la vida eterna
Jesús invoca el poder que el Padre le dio sobre todos los hombres. Jesús, por razón de
su unión hipostática y su misión redentora, tiene este poder, dado por el Padre, sobre
todo el género humano. Y es lo que ahora invoca para poder cumplir su misión: que el
Padre le glorifique, para que, acreditado ante los hombres en su resurrección, pueda El
cumplir su finalidad redentora: para que él diera vida eterna.
Y ésta va a darla a todos los que tú les has dado refiriéndose a todos los hombres, dice
que Jesús llevó a cabo la obra que el Padre le encomendó: Yo te he glorificado en la
tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste, anunciar el Evangelio. Unos lo
aceptaron y otros no. Pero él no se limitó a exponerlo sólo a los judíos predestinados. A
esto mismo lleva la invocación que hace Jesús Padre, ha llegado la hora: glorifica a tu
Hijo para que el Hijo te glorifique a ti, ya que le diste autoridad poder que el Padre le dio
sobre todos los hombres, Sería incongruente hacer esta invocación de un poder
universal para luego limitarse sólo a darlo — con voluntad antecedente — a solos los
predestinados. Le hace falta su glorificación en la resurrección, para dar a todos la vida
eterna.
4. ¿Qué se entiende por vida eterna en el evangelio de san Juan y en este
pasaje?
Los sinópticos presentan el reino de los cielos o reino de Dios como el reino instituido
por Jesús, pero destacando preferentemente el aspecto externo y de organización social
del mismo. En cambio, en San Juan, tanto en su evangelio como en su primera epístola,
el reino se presenta bajo el concepto de vida eterna, con lo que se acusa
preferentemente el aspecto interno y vital del mismo en el alma, vinculado a la fe, junto
con sus repercusiones religiosas sobre el mismo cuerpo - San Juan 6:40 - . Concepto
que aquí se expresa bajo un doble acto de fe en el Padre y en Jesús.
Dice Jesús: Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu
Enviado, Jesucristo. Este conocimiento que aquí se dice constituir la vida eterna, es, en
la enseñanza de San Juan, un conocimiento vital, íntimo y amoroso, no abstracto; es un
conocimiento que es vida - San Juan 3:14-21; 8:55; 10:15; 16:3 -
5. Luego Jesús ora al Padre por los Apóstoles.
Manifesté tu Nombre a los que separaste del mundo para confiármelos. Eran tuyos y me
los diste, Comienza su oración presentando a los apóstoles, que, aun siendo de este
mundo el Padre, por una elección, se los dio. Y Él les manifestó su nombre, que está por
persona, es decir, les enseñó el misterio de que, en aquel monoteísmo cerrado del
Antiguo Testamento, había un Padre verdadero, del cual Él es su Hijo.
Esta presentación tiene por objeto destacar los motivos que los recomiendan a la
benevolencia del Padre en la oración que Jesús le va a dirigir por ellos.
Eran tuyos. Como criaturas y como piadosos israelitas que esperaban el Mesías. Y
también lo eran por una elección que el Padre hizo de ellos para su misión apostólica -
San Juan 6:37.44.65 -. Y me los diste. Estos hombres que así pertenecían
privilegiadamente al Padre, se los dio a Jesús para que recibiesen de El su mensaje y
fuesen sus apóstoles: los continuadores de su obra.
6. Dice Jesús: y ellos fueron fieles a tu palabra.
Ahora saben que todo lo que me has dado viene de ti, porque les comuniqué las
palabras que tú me diste: Guardaron tu palabra. El mensaje de Jesús. Por eso Ahora
saben que todo lo que me has dado viene de ti, La frase quiere decir que todo lo que el
Padre le dio: su filiación, su misión, sólo puede venir de Él. Ellos han reconocido
verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me enviaste. Este salí de ti no es
ni la procesión eterna ni el simple venir como Mesías, sino, en el contexto de San Juan y
en el de este mismo capítulo, es el salir del Padre por la encarnación.
Terminados los motivos que recomiendan al Padre a los apóstoles, por los que Jesús va
a orar, comienza la oración propiamente dicha: Yo ruego por ellos, pero se añade que no
ruego por el mundo, No es que lo excluya de su oración, pues por él muere - San Juan
3:16 -, sino que va a tener una oración exclusiva por sus apóstoles. Y alega también los
motivos por los que ha de ser escuchada su oración, porque son tuyos, del Padre. Es el
celo de Jesús en mirar con la solicitud máxima por todo lo que es del Padre. Y añade una
frase que tiene una gran portada y un nuevo motivo para rogar por ellos: Todo lo mío es
tuyo y todo lo tuyo es mío.
7. Dice Jesús: y en ellos he sido glorificado.
El maestro es glorificado en los discípulos al reflejar éstos las enseñanzas recibidas.
Tales son los apóstoles, máxime frente a la indiferencia u hostilidad del mundo y la
deserción de sus enseñanzas de muchos discípulos (Jn 6:66)
Dice Jesús: Ya no estoy más en el mundo, pero ellos están en él; Él va a la cruz; tan
inminente, y yo vuelvo a ti, será que ya se considera fuera del mundo. Muy poco
después será preso en Getsemaní. Pero ¡ellos se quedan huérfanos de su Pastor!
Jesús ha rezado por nosotros, para que tengamos éxito en esta santificación propia, la
oración de Jesús, será oída por el Padre, por tanto, no nos faltará la gracia, y con la
gracia, todo resulta más fácil. Porque Jesús, pide que sus discípulos seamos santos, y
ser santos, es pensar y amar como Jesús, y es vivir una lucha constante contra las
inclinaciones que nos llevan al mal.
3 Para la reflexión personal
– (Haz silencio en tu interior y pregúntate:)
1.- ¿Qué me dice el evangelio que he leído?
2.- ¿Cómo ilumina mi vida?
3.- ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Jesús?
4.- ¿Qué me falta para ser más como Él?
5.- ¿Cuáles son las palabras de las personas queridas que tú guardas con cariño y que
orientan tu vida? En caso de que te fueras, ¿qué mensaje dejarías para tu familia y para
la comunidad?
6.- ¿Cuál es la frase del Testamento de Jesús que más me tocó? ¿Por qué?
4 Oración. ¿Qué le decimos a Dios? La palabra se convierte en Oración.
1 Padre santo, es tu Hijo quien te ruega por los que tú le diste. Abrázanos con un fuego
nuevo para que conozcamos la gloria que hay en nosotros. Entréganos al amor sin
medida para que conozcamos el gozo perfecto. Sumérgenos en la muerte de tu Hijo
para que renazcamos a la Vida participando de su resurrección.
www.Dioscadadía.Bastin,Pinkers,Teheux
3 ¡Bendito sea el Señor, día tras día! Él se encarga de nuestra salvación. Nuestro Dios es
un Dios salvador, el Señor Yahvé libera de la muerte. (Sal 68,20-21) www.ocarm.org
4 ¡Gloria al Padre, Gloria al Hijo, Gloria al Espiritu Santo! Gracias Cristo Jesús por
enseñarnos al Padre; su Santo Nombre, su Palabra, Su Divina Voluntad, y que somos
sus Hijos porque creemos en Tí. Concédenos por tu gracia el don del Espiritu Santo para
cumplir la obra que nos has encomendado, Conocer al Dios verdadero y a Jesucristo
nuestro Salvador: «La vida eterna». ¡Oh Señor cuánto mas amo a Cristo, tanto mas
reconozco que viene de Ti! Que por tu bendicion hagamos caso a tu palabra que es
nuestro camino, no a las palabras vanas de los hombres de este mundo. Amen.
www.dario.res
5 Señor Jesucristo, te agradezco con todo mi corazón por la verdadera invocación y por
la santa oración que elevaste al Padre antes de tu Pasión. Señor, te doy gracias porque
nos enseñaste a orar cuando dijiste: «Padre, que no se haga mi voluntad, sino la tuya».
Y ahora, Señor Jesús, te suplico que me hagas vivir siempre según tu voluntad y dejar
de lado la mía. Concédeme la gracia de buscar siempre cuál es tu voluntad y
configurarme con ella, consciente de que encontraré mi felicidad en el cumplimiento del
designio de amor que tú pensaste desde siempre para mi realización personal, en vistas
a la venida de tu Reino. www.evangeliodeJuan.GiorgioZevini
5 Contemplación. ¿Cómo interiorizamos la palabra de Dios? La palabra en el
corazón de los Padres.
Nosotros ya hemos llegado a la fe, ya hemos creído en las cosas divinas que hemos
oído, y amamos a aquel en quien creemos. Ahora bien, cuando estamos oprimidos por
preocupaciones vanas, nos encontramos en la oscuridad y en la confusión. Y en
semejante estado, cuando el Señor nos sugiere sentimientos justos respecto a él, es
como si nos hiciera oír su voz desde una nube, pero a él no le vemos. Son, ciertamente,
cosas sublimes las que aprendemos de él, pero a aquel que nos instruye con sus
secretas inspiraciones no le vemos aún.
Oímos las palabras de Dios dentro de nuestro corazón, sabemos con qué fidelidad y
empeño debemos responder a su amor y, sin embargo, débiles como somos, volvemos a
recaer, desde la cima de nuestra reflexión interior, en las cosas de costumbre y nos
sentimos tentados por la fastidiosa inoportunidad de nuestros pecados. Con todo,
tampoco en esos momentos nos abandona Dios: enseguida vuelve a aparecer en la
mente, disipa las nieblas de las tentaciones, infunde la lluvia de la compunción y vuelve
a traer el sol de la inteligencia penetrante. Y así nos demuestra cuánto nos ama, porque
no nos abandona ni siquiera cuando le rechazamos (Gregorio Magno, Comentario moral
a Job, XXX, 4s). www.santaclaradeestella.es
Senor Jesucristo, te ruego por tu dulce piedad que me ayudes en todos mis tormentos y
en todas mis tentaciones. Envíame, oh Señor, un Ángel de consejo y de consuelo en
todas mis necesidades. Dulce Jesus, te doy gracias por los dulces y piadosos pasos que
diste, por amor a nosotros, hacia tu misma pena y tú misma muerte. Te suplico, oh
Senor, que me liberes de los lazos de todos nuestros pecados, puesto que soportaste
que te ataran por amor a nosotros. Te agradezco, dulce Senor Jesucristo, la mirada que
posaste sobre tu discípulo que se habia alejado, san Pedro. Le miraste con una mirada
de misericordia cuando estabas en el punto más alto de tu sufrimiento y de tu pena.
Mostraste entonces abiertamente el amor y la caridad que nos tienes, hasta el punto de
que ni la indignidad, ni los tormentos, ni ninguna otra cosa pueden alejar tu corazón de
nosotros.
Glorioso Senor, lleno de misericordia y de piedad, haz que nosotros, a través de tu
bendita mirada, podamos dirigirnos a tu gracia y arrepentirnos de nuestros errores y de
nuestras fechorías, de suerte que podamos llegar, con san Pedro, a tu misericordia. Oh
Senor, Rey de la gloria, tu quisiste dejar de lado el poder y actuar como si estuvieras
privado de él, para sanar mis pecados (R. Rolle, «Meditazione sulla Passione», is, en id.,
Canto d'amore, Fossano 1969, 32-34.42, passim). ). www.evangeliodeJuan.GiorgioZevini
6 Acción. ¿A qué me comprometo con Dios? Para custodiar y vivir la palabra.
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «La vida eterna consiste en esto: en
que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, tu enviado» (Jn
17,3).
7 Para la lectura espiritual. Caminar con la palabra.
La pregunta que orienta, durante nuestra breve existencia, gran parte de nuestro
comportamiento es la siguiente: « ¿Quién soy?». Es posible que nos planteemos en
raras ocasiones esta pregunta de modo formal, pero la vivimos de una manera muy
concreta en las decisiones que hemos de tomar todos los días. Las tres respuestas que
solemos dar, por lo general, son éstas: «Somos lo que hacemos, somos lo que los otros
dicen de nosotros, somos lo que tenemos» o, con otras palabras: «Somos nuestro éxito,
nuestra popularidad, nuestro poder».
Es importante que nos demos cuenta de la fragilidad de una vida que dependa del éxito,
de la popularidad y del poder. Su fragilidad deriva del hecho de que los tres son factores
externos, unos factores que podemos controlar de un modo bastante limitado. Perder el
trabajo, la fama o la riqueza depende a menudo de acontecimientos que escapan por
completo a nuestro control; ahora bien, cuando dependemos de ellos, nos hemos
malvendido al mundo, porque somos lo que el mundo nos da. Y la muerte nos quita todo
eso. La afirmación final se convierte en ésta: «Cuando muramos, estaremos muertos»,
porque cuando muramos no podremos hacer ninguna otra cosa, la gente ya no hablará
de nosotros y ya no tendremos nada. Cuando seamos lo que el mundo hace de nosotros,
no podremos ser después de haber dejado este mundo.
Jesús vino a anunciarnos que una identidad basada en el éxito, en la popularidad y el
poder es una falsa identidad: es una ilusión. Jesús dice alto y fuerte: «No seáis lo que el
mundo hace de vosotros, sino hijos de Dios» (H. J. M. Nouwen, Vivere nello Spirito,
Brescia 19984, pp. 131s). www.santaclaradeestella.es
Una muchacha de campo, originaria de una familia de pastores sardos. A los veintiún
años entra en la Tropa de Grottaferata y a los veinticinco muere de tuberculosis. Muere
ofreciendo su vida por la causa de la unidad de los cristianos. En la raíz de su vocación
se encontraba una auténtica conversión, un encuentro decisivo con la misericordia del
Padre.
Una experiencia muy fuerte y muy misteriosa con ocasión de su conversión, a la edad de
dieciocho años, le condujo de inmediato y para siempre a confesarse indigna: invadida
por el amor misericordioso de Dios y salvada, rescatada de una manera gratuita, radical.
Como muestra de su agradecimiento ofreció en holocausto todo su ser, todas sus
posibilidades. Llegar a ser santa lo más rápido posible, verdaderamente santa. Ser fiel
en todo y siempre a Jesús. No traicionarle jamás, no abandonarle nunca, nunca alejarse
de Él, ni siquiera un instante. Y cuando, misteriosamente, el Señor le sugiere el acto de
la ofrenda por la unidad de la iglesia («Me parece que lo quiero de verdad -repetía
humildemente a la abadesa». «Me siento impulsada también cuando no quiero pensar
en ello»), es para ella motivo de alegría pensar: «puedo ofrecer mi vida». ¿Dónde se
encuentra, pues, el secreto de su santidad? La voluntad decidida y lúcida de optar por
Dios, el sentido de su indignidad personal y de la gracia que ha recibido con su vocación
la hacen apuntar directamente a lo esencial: la vida que ha recibido en el monasterio
está hecha para amar a Dios, para glorificarlo. Y para eso la va a usar. Maria Gabriella lo
sabe: conoce el deseo del corazón de Jesús, el deseo que le ha expresado, poco antes
de su agonía, en la oración al Padre. Ella se ha impregnado de esa oración, como las
páginas de su evangelio, amarillentas y gastadas, en contacto con sus dedos, sobre todo
en los capítulos 15-20 de san Juan (M. della Volpe, «Suor Maria Gabriella Sagheddu», en
Collectanea Cisterciensia n. 45 [1983], passim). www.evangeliodeJuan.GiorgioZevini
*****
www.fundacionpane.org
Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado,
Jesucristo.
Ellos han reconocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me enviaste.
Yo ruego por ellos: no ruego por el mundo, sino por los que me diste, porque son tuyos.
🙋 Siguiendo este texto, ¿Cuáles son las palabras o frases o actitudes que atraen tu
atención, tu interés?
Señor, quiero conocerte y reconocerte, creer en ti cada día más, que mis acciones y
actitudes demuestren que mi deseo es glorificarte. Gracias porque desde el principio
estas rogando por mí, porque me amas aún en mi humanidad, en mi mundanidad,
gracias Señor.
🙋 Siguiendo el mensaje de este texto, ¿Cuál es la palabra o frase o párrafo o actitud que
te ayuda a recordar este texto?
A seguir conociendo más de la Palabra de Dios (Biblia) para reconocer y glorificar mucho
mejor al Señor, sabiendo que mis acciones y actitudes lo constarán.
Dar gracias por que el Señor ruega por mí.
Rogar, orar, rezar por las necesidades de quienes me lo pidan.
✞ ✞ ✞ Profesión de Fe
3 LITURGIA EUCARISTICA
Sacerdote: Orad hermanos para que este sacrificio, mío y vuestro, sea
agradable a Dios, Padre todopoderoso.
Todos: El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria
de su Nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia. (→ Este es el
Compendio de la Misa)
*** Se llevan al altar los dones; el pan y el vino. *** Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro
espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios
nuestro. *** Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado.
Acepta las súplicas de tus fieles, Señor, juntamente con estas ofrendas, para que
lleguemos a la gloria del cielo mediante esta piadosa celebración. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
Padre de nuestro Señor Jesucristo: Nos sentamos ahora a la mesa de Jesús y, por medio
de Él, somos uno contigo. Haznos profundamente conscientes de que Jesús nos ha dado
a la gente que nos rodea para que les demos a conocer tu nombre. Ayúdanos a
preocuparnos y a cuidarnos de ellos porque te pertenecen a ti como hijos queridos, por
medio de Jesucristo nuestro Señor.
Introducción a la plegaria eucarística
Centro y el culmen de toda la celebración. Es una plegaria de acción de gracias y de consagración. El
sentido de esta oración es que toda la congregación de fieles se una con Cristo en el reconocimiento de
las grandezas de Dios y en la ofrenda del sacrificio.
a) Acción de gracias
El Señor esté con vosotros. R/ Y con tu espíritu. Levantemos el corazón R/ Lo tenemos
levantado hacia el Señor. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R/ Es justo y necesario.
Prefacio para después de la Ascensión. En la espera de la venida del Espíritu
Santo
En verdad es justo y necesario que todas las criaturas, en el cielo y en la tierra, se unan
en tu alabanza, Dios todopoderoso y eterno, por Jesucristo, tu Hijo, Señor del universo.
El cual, habiendo entrado una vez para siempre en el santuario del cielo, ahora intercede
por nosotros, como mediador que asegura la perenne efusión del Espíritu. Pastor y
obispo de nuestras almas, nos invita a la plegaria unánime, a ejemplo de María y los
apóstoles, en la espera de un nuevo Pentecostés.
• Gracias Jesús por ayudarme a conocerte a Ti y al Padre cada día más. Gracias por
mostrarme cómo tu Padre es también mi Padre y escucha mis súplicas. Te pido que me
ayudes a responder con generosidad a su amor infinito, amando a mi prójimo así como
Tú y Él me han amado. Gracias Jesús. Amén.
Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria...
Por este misterio de santificación y de amor, unidos a los ángeles y a los santos,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
b) Santo: con esta aclamación toda la asamblea, uniéndose a las jerarquías celestiales, canta
o recita las alabanzas a Dios.
Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu
gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el
cielo.
c) Epíclesis Se implora el poder divino para que los dones se conviertan en el Cuerpo y la
Sangre de Cristo, y para que la víctima inmaculada que se va a recibir en la comunión sea para
salvación de quienes la reciban.
Santo eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus criaturas, ya que por
Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas
todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin
mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso. Por eso, Padre, te suplicamos que
santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera
que se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que
nos mandó celebrar estos misterios.
d) Narración de la institución y consagración. Con las palabras y gestos de Cristo, se
realiza el sacrificio que él mismo instituyó en la última cena. Momento más solemne de la Misa;
es la transubstanciación: pan y vino desaparecen al convertirse en el Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Cristo. Dios se hace presente ante nosotros con todo su amor. ¡Bendito Jesus en el
Santísimo sacramento del Altar!
Porque Él mismo, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y dando gracias te
bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen y coman todos de él,
porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes".
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y, dando gracias te bendijo, y lo pasó a
sus discípulos, diciendo: "Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi
Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por
muchos para el perdón de los pecados. Hagan esto en conmemoración mía".
e) Anámnesis. La Iglesia, al cumplir este encargo que, a través de los Apóstoles, recibió de
Cristo Señor, realiza el memorial del mismo Cristo, su Reactualización, recordando
principalmente su bienaventurada pasión, su gloriosa resurrección y la ascensión al cielo.
Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia, en el
domingo, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida
inmortal. Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el
mundo.
A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino,
donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria, por Cristo, Señor
nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.
Padre eterno, te ofrecemos la Preciosísima Sangre de Jesús, con todas las
Misas celebradas en el mundo en éste día, por las benditas Almas del
Purgatorio. Y Concédeles, Señor, el descanso eterno y brille para ellas la luz
perpetua. Amén.
h) Doxología final. Se expresa la glorificación de Dios y se concluye y confirma con el amen
del pueblo.
Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del
Espíritu Santo, todo Honor y toda Gloria por los siglos de los siglos. Amén
✞ ✞ ✞ Rito de la comunión
Significa "común unión". Al acercarnos a comulgar, además de recibir a Jesús dentro de
nosotros y de abrazarlo con tanto amor y alegría, nos unimos a toda la Iglesia en esa misma
alegría y amor.
a) Introducción al Padrenuestro
Con las palabras de Jesús nuestro Señor oremos al Padre de todos para que su reino venga a
cada persona de la tierra.
• Oremos a nuestro Padre misericordioso nos conceda la gracia de recibir el don del
Espíritu Santo, quien nos dará el conocimiento de Jesucristo, y del único Dios verdadero.
• Unidos en el amor de Cristo, por el Espíritu Santo que hemos recibido, dirijámonos al
Padre con la oración que el Señor nos enseñó:
R/ Padre nuestro…
b) Rito de la Paz
Los fieles imploran la paz y la unidad para la iglesia y para toda la familia humana y se expresan
mutuamente la caridad antes de participar de un mismo pan.
Líbranos, Señor.
Líbranos, Señor de todos los males, y concédenos la paz en nuestros días, para que
ayudados por tu misericordia, vivamos libres de pecado y protegidos de toda
perturbación, y aguardando la venida gloriosa de Jesucristo, nuestra esperanza.
• Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la
cena del Señor.
R. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una Palabra tuya
bastará para sanarme.
c) El gesto de la fracción del pan: Significa que nosotros, que somos muchos, en la
comunión de un solo pan de vida, que es Cristo, nos hacemos un solo cuerpo (1 Co 10,17)
d) Inmixión o mezcla: el celebrante deja caer una parte del pan consagrado en el cáliz.
Antífona de comunión Cf. Jn 14, 26
El Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi Nombre, será quien os lo enseñe todo y os
vaya recordando todo lo que os he dicho, dice el Señor. Aleluya.
Señor, después de recibir el don sagrado del sacramento, te pedimos humildemente que
nos haga crecer en el amor lo que tu Hijo nos mandó realizar en memoria suya. Él, que
vive y reina por los siglos de los siglos.
Señor Dios nuestro: Te pedimos hoy confiadamente un profundo sentido de misión. Por
medio del Espíritu de tu Hijo danos el valor para aceptar el reto de ser responsables de
nuestros hermanos. Que tu Hijo Jesús se encuentre con ellos por medio de nosotros y
parta con ellos el pan de tu palabra y de tu vida. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro
Señor.
4 RITO DE CONCLUSION
Consta de saludo, bendición sacerdotal, y de la despedida, con la que se disuelve la asamblea, para que
cada uno vuelva a sus honestos quehaceres alabando y bendiciendo al Señor.
✞ ✞ ✞ Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos
de los siglos. R/ Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! R/ ¡Venga tu Reino!
Consagración a María
Pidámosle a María que nos acompañe siempre:
Reina del Cielo, alégrate, aleluya, porque el Señor, a quien llevaste en tu seno, aleluya,
ha resucitado, según su palabra, aleluya. Santa María, Madre de Dios, ruega por
nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
✞ ✞ ✞ Bendición
Hermanos: Con Jesús y como Pablo, ojalá podamos decir con gratitud que hemos
llevado a cabo felizmente nuestra tarea en la vida, la misión que Dios nos encomendó, y
que Él nos perdone en lo que hayamos fallado.
Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo ✠ y Espíritu Santo descienda sobre
nosotros y nos acompañe siempre.
R/ Amén
Podemos ir en paz. R/. Demos gracias a Dios.
✞ ✞ ✞ Abba Padre, gracias te doy por enseñarme a Cristo histórico. Y ahora, por tu gracia
y Espíritu Santo concédeme fortalecer la fe, para caminar con Cristo, por Cristo y en
Cristo, ya no histórico, sino Pan vivo bajado del cielo.
«Tú eres Cristo, el Hijo de Dios Vivo» Mt 16, 16