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JEREMÍAS
-Río Maihue-
199
SAMUEL E ISMAEL
-Río Maullín-
200
EZE QUI EL
-Río Traidor-
201
JORAM
-Río Wenu-
202
RUTH
-Neltume-
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. manas. El mal tiempo y las crecidas nos
ma ./s de seis se/s de la cuenta y so"lo aguard a"b amos a que
re tuvieron ma J·aran para pod er regresar, stn. em bargo, el ruid
las aguas 6a . ,, . . o
,, cesado de seguirnos nos trata 1nqu1etos ·P
ue no habia ,, · 1 or
ql . Dios santo que hay que ser muy cabron para
e mismo un tiempo ast,, ! exclamo,, uno . d e los nuestros.
vo1ar con . ,, . l .l
Poco a poco la lluvia co1n:enzo a amainar y e e1e o pareció
· Fue allí cuando vtmos aparecer al muchacho
abrirse. l ,
corriendo. Detrás, como una sombra, o segu1a la
apedreada. Yo alcancé a hacerle un gesto de saludo, pero
cuando comenzaba a extrañarme, el tableteo de las
ametralladoras se abrió desde los. árboles. Cuando los
disparos cesaron se oyeron los pasos cada vez más
frenéticos del muchacho yendo .de un bulto a otro. Al darse
cuenta que ya nadie más voltearía su gorra se dio vuelta y
cargó como un animalito contra los mismos que había
guiado. Cuando nos subieron ;:i los helicópteros su cuerpo
quebrado vibraba en la orilla del agua y a. su lado la mujer
aún parecía abrazarlo. Alguien había dicho que éramos
guerrilleros.
No duró mucho más. Más tarde las totoras del lago
amortiguaron mi caída y fui el único que alcanzó a ver
de nuevo el caserío. Sólo escuché el furioso ladrido de
los perros y más allá lo indescriptible. En total fueron
1º~e. Ja~ás habían cargado un arma. Hoy es el Valle
e as Viudas. En Neltume. Donde los peces desovan.
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MAGOG
-Río Cisnes-
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,, emos hombres muertos. Ese amanecer, antes de
f ues f" h "
ezar las faenas, e1exceso de r10 ac1a presagiar el
en1p b . 'b
·zo pero el tra aJo 1 a con
nl d lretraso,,
y nos conmi·n aron
gra ,
continuar. Esa fue la causa e a catastrofe. El grani
a . d h b" zo
comenzó a golpear Justo cuan o ya a 1amos iniciado 1
descenso. En esas condicion es volver .,, era peor que segWt e_
Contra el fondo blaneo me paree!º ver su rostro. Es caro
vivir, pensé. Es ... Es ... Es ... parec1a responder me el cuell
del Cisnes. De pronto, trizando el blanquerí o, un bulto Po ,
como un susp1ro · por m1· ¡ado. Luego se oyo" e1golpe del aso
cuerpo estrellándose contra las piedras y un segundo
después el chasquido del torrente recibiéndolo. El debía
encabezar la fila, otros habían creído que me correspondía
a mí. La verdad es que al darno~ cuenta ya era demasiado
tarde, la cuerda comenzó a bailar como loca y arrastró con
todos. Sólo para la ilusión unos pocos lograron aferrarse
por un instante a una pequeña saliente y yo quedé colgando
más abajo.
Acabó en seguida. Los perros ladraban cada vez más fuerte
y sus piernas, igual que ahora la roca, me rechazaban con
furia. Resistió con todo su odio, .arañándo me y
mordiénd ome y cuando finalmente la hija quedó inerte
debajo de mí, todo su ·c uerpo se abría como un tajo en
el abismo. ¿Camino de qué son los tajos del fondo de
los ríos? El río había sido mi sueño y mi perdición. El
Cisnes. El ronco canto del cuello del Cisnes, rompiéndose.
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LA CRUZ DEL BAKER
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Bien preciosura, dijeron los otros; ~y por qu~ no con todos
entonces ? Al Comienzo me defend1 yd'alcance a tocar a uno
ero la verdadera trage 1a empezaría desp ,
con e1Corvo , P / b il l b . d ,, ues.
Eran los primeros dias de a r y e tra aJo ~b~a terminar
antes de que arreciaran las nevadas. La proximidad de la
paga y del regre~o ha~ía levantado los ánimos y a duras
penas la violencia cedia ante los sarcas~os hasta que en un
momento, como jugando, el capataz d110 que esa semana
los buenos muchachos no com1an c~r~e. y se arrepentían de
sus pecados. Era viernes. Ese fue/ el ~c10. Uno se paró y
abriéndose los pantalones mostro y diJo: ¡Este es mi
tremendo pecado! y después dirigiéndose a mí exclamó: ¡y
si es por carne poc~ tene?1os Pº: ahora con e~ta burra! ¡Ay
consuélanos carnec1ta ! S1 consuelanos, consuelanos, se
reían alardeando los demás mientras me empujaban de uno
en otro. El hombre que había servido solamente miraba.
Aguanta, me dijo al oído: aguanta. Y bien, lanzó de nuevo
el capataz, ¡ahora lo único que nos falta es un buen Cristo!
De pronto todos habían callado y un silencio brumoso
parecía subir desde el río. En diez minutos la cruz estaba
hecha. ¡La burra o su novio! preguntó l}no. ?us ojos se
habían abierto y miraba sorprendido. ¡El! ¡El! comenzaron
a corear todos y yo mismo me vi diciendo: sí Él, Él.
Cuando empezaron a clavarlo quise aferrarme a sus pies.
La primera pedrada me arrancó el ojo. Poco después
terminó todo.
Al otro día temprano llegaron las provisiones. Ya era
sábado. Su sangre se había secado y la cruz dividía el cielo
en cuatro. En unos días más nos marcharíamos y el dinero
se iría rápido. En las orillas del río Baker, donde se
abren las grandes corrientes. Al este y al sur, norte y oeste.
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