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CAPÍTULO DECIMOSEXTO

LAS ENTIDADES RELIGIOSAS (II)

SUMARIO: – IV. LA FINANCIACIÓN DE LAS CONFESIONES RELIGIOSAS.– 1. La


financiación de la Iglesia Católica – 1.1. Principios generales.– 1.2. La financiación propia.– 1.3.
Financiación estatal. La asignación tributaría.– 2. La financiación de la confesiones minoritarias.–
V. EL SISTEMA MATRIMONIAL ACORDADO.– 1. Régimen especial del matrimonio
canónico.– 2. Régimen especial del matrimonio religioso acatólico.

IV. LA FINANCIACIÓN DE LAS CONFESIONES RELIGIOSAS

1. Régimen especial de la Iglesia Católica

1.1. Principios generales

El Acuerdo sobre asuntos económicos de 1979 regula esta compleja materia refiriéndose a
tres aspectos claramente delimitados:
a) En primer lugar, reconoce el derecho de la Iglesia a aplicar sus propios mecanismos de
financiación, haciendo mención expresa de algunos de ellos: colectas, limosnas.
b) El segundo aspecto se refiere a la financiación de la Iglesia a través de la correspondiente
aportación estatal. Cuestión ciertamente discutida y discutible en la que los antecedentes
históricos se confrontan con el principio de libertad religiosa, en sus manifestaciones
concretas de igualdad y de laicidad en orden a encontrar el fundamento de dicha
financiación y, en su caso, la extensión a otras confesiones religiosas para garantizar el
principio de igualdad. Existen tres sistemas de financiación en el texto del Acuerdo:
dotación presupuestaría, asignación tributaria y autofinanciacion ,reflejo de las
dificulatdes de la cuestión.
c) Finalmente, se prevé un régimen tributario especial con relación a determinados sujetos y
materias mediante la aplicación de algunos mecanismos tributarios, tales como la
enumeración de supuestos de no sujeción tributaria, así como un elenco de exenciones y
beneficios fiscales.

1.2. La financiación propia

El Acuerdo, en su art. I, reconoce que la Iglesia puede libremente recabar de sus fieles
prestaciones, organizar colectas públicas y recibir limosnas y oblaciones.
El reconocimiento de esta facultad eclesiástica parece congruente con lo dispuesto en el c.
1.260 del Código de Derecho Canónico, al disponer que la Iglesia tiene el derecho nativo de exigir
de los fieles los bienes que necesita para sus propios fines.

1.3. Financiación estatal. La asignación tributaria

El Estado asume el compromiso de colaborar con la Iglesia católica en la consecución de su


adecuado sostenimiento económico, con respeto absoluto del principio de libertad religiosa
(Acuerdo Económico, art. Il).

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La redacción del artículo citado asume un compromiso mayor que la simple colaboración
con una confesión religiosa para configurarse como una obligación del Estado de garantizar el
«adecuado sostenimiento económico de la Iglesia».
Para alcanzar estos objetivos se diseñan tres sistemas de financiación que se aplicarán de
forma sucesiva. Durante los primeros tres años se mantiene el sistema, hasta entonces vigente, de
dotación presupuestaría.
De acuerdo con estos principios se establece en el Acuerdo un período transitorio de
mantenimiento del sistema de dotación presupuestaría que tendrá un plazo de tres años mediante la
consignación en los presupuestos generales de la adecuada dotación, con carácter global y único,
que será actualizada anualmente (art. 11.4).
El Acuerdo establece al mismo tiempo la cláusula de sustitución del sistema de dotación
presupuestaría por el de asignación tributaria.
El sistema de asignación tributaria consiste, según lo convenido en el Acuerdo sobre
Asuntos Económicos, en que el Estado podrá asignar a la Iglesia Católica un porcentaje del
rendimiento de la imposición sobre la renta o el patrimonio neto u otra de carácter personal, por el
procedimiento técnicamente más adecuado. Para ello será preciso que cada contribuyente manifieste
expresamente en la declaración respectiva su voluntad acerca del destino de la parte afectada (art.
II.2 ).
Durante el período de tres años 1988-1991, coexiste el sistema mixto de dotación
presupuestaría y el de asignación tributaria.
Cumplido el plazo previsto para la sustitución definitiva del sistema de dotación ha quedado
implantado plenamente el sistema de asignación tributaria.
Es oportuno recordar, asimismo, que el régimen de asignación tributaria constituye un
sistema intermedio o transitorio dirigido a alcanzar lo que para ambas partes se revela como el
sistema idóneo: la autofinanciación de la Iglesia Católica.

2. La financiación de las confesiones minoritarias

En la Ley Orgánica de Libertad Religiosa se prevé que en los Acuerdos o Convenios se


podrán extender a las confesiones respectivas los beneficios fiscales previstos en el ordenamiento
jurídico general para las entidades sin fin de lucro y demás de carácter benéfico.
A este régimen general hay que añadir, no obstante, una serie de medidas fiscales reguladas
en los Acuerdos que constituyen un régimen especial o específico para cada una de estas tres
confesiones, consistente en la enumeración de una serie de operaciones no sujetas a tributación
(colectas públicas, ofrendas, liberalidades, etc.) y de exenciones fiscales de bienes inmuebles,
incrementos patrimoniales y transmisiones patrimoniales y actos jurídicos documentados, siempre
que los respectivos bienes o derechos estén destinados al culto o al ejercicio de la caridad.
Finalmente, hay que mencionar las deducciones fiscales aplicables a los donativos que se
realicen a las confesiones, de acuerdo con lo previsto en el art. 10.6 y en la normativa unilateral del
Estado.
Estas medidas, que constituyen lo que denominamos régimen especial, aparecen reguladas
también en el Acuerdo sobre Asuntos Económicos con la Iglesia Católica.

V. EL SISTEMA MATRIMONIAL ACORDADO

1. Régimen especial del matrimonio canónico

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El Acuerdo sobre asuntos jurídicos firmado entre la Santa Sede y el Estado español el 3 de
enero de 1979 contiene diversas disposiciones sobre el matrimonio canónico que conviene
reproducir y comentar sucintamente.

a) Eficacia civil del matrimonio canónico


«El Estado reconoce los efectos civiles al matrimonio celebrado según las normas del
Derecho canónico. Los efectos civiles del matrimonio canónico se producen desde su celebración.
Para el pleno reconocimiento de los mismos será necesaria la inscripción en el Registro
Civil, que se practicará con la simple presentación de la certificación eclesiástica de la existencia del
matrimonio» (art. VI.1).
«Inmediatamente de celebrado el matrimonio canónico, el sacerdote ante el cual se celebró
entregará a los esposos la certificación eclesiástica con los datos exigidos para su inscripción en el
Registro Civil, y en todo caso, el párroco en cuyo territorio parroquial se celebró el matrimonio, en
el plazo de cinco días transmitirá al encargado del Registro Civil que corresponda el acta del
matrimonio canónico para su oportuna inscripción en el supuesto de que ésta no se haya efectuado
ya a instancia de las partes interesadas.
Los textos transcritos se refieren a dos cuestiones fundamentales:
a) El reconocimiento civil del matrimonio canónico, es decir que el Estado reconoce los
efectos civiles del matrimonio canónico.
b) La forma y el valor jurídico de la inscripción registral.
El alcance de esta distinción normativa entre eficacia y plena eficacia ha sido objeto de
análisis en sede doctrinal, aportando diferentes matices sobre su significado. La tesis más adecuada
para interpretar la distinción entre los efectos civiles de la celebración del matrimonio y los plenos
efectos civiles derivados de la inscripción consiste en la atribución de efectos civiles desde el
momento de la celebración del matrimonio; pero esta eficacia queda pendiente de la inscripción
como mecanismo de publicidad en el ámbito civil del matrimonio celebrado.
Los presupuestos de capacidad matrimonial en sede canónica no bastan para garantizar la
validez del matrimonio en sede civil; la discrepancia entre ambas legislaciones respecto a la edad
para contraer matrimonio explican suficientemente lo expuesto anteriormente. El menor de
dieciocho años contrae inválidamente matrimonio, según la legislación civil, siendo válido en sede
canónica si es mayor de dieciséis años (el varón) o de catorce años (la mujer). El matrimonio
canónico celebrado en estas circunstancias será válido de acuerdo con las normas canónicas, pero se
denegará la inscripción registral por resultar nulo de acuerdo con el Derecho español.
La calificación del funcionario requerirá el examen previo del matrimonio celebrado y la
comprobación de que reúne los requisitos exigidos por los preceptos contenidos en el título IV del
libro I del Código Civil.

b) Eficacia civil de la jurisdicción eclesiástica


«los contrayentes, a tenor de las disposiciones del Derecho canónico, podrán acudir a los
Tribunales eclesiásticos solicitando declaración de nulidad o pedir decisión pontificia sobre
matrimonio rato y no consumado. A solicitud de cualquiera de las partes, dichas resoluciones
eclesiásticas tendrán eficacia en el orden civil si se declaran ajustadas al Derecho del Estado en
resolución dictada por el Tribunal civil competente» (art. VI.3 del Acuerdo sobre asuntos jurídicos).
Las resoluciones eclesiásticas, incoadas con anterioridad a la entrada en vigor de los
Acuerdos, tendrán plenos efectos civiles, rigiéndose por el art. XXIV del Concordato derogado de

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1953.
Las tramitadas con posterioridad tendrán efectos civiles si se declaran ajustadas al Derecho
del Estado en resolución dictada por el Tribunal civil competente.
El Código Civil, aunque resulta casi coincidente con el art. VI del Acuerdo, introduce alguna
modificación respecto de la normativa bilateral; el art. 80 dispone que: «las resoluciones dictadas
por los Tribunales eclesiásticos sobre nulidad de matrimonio canónico o las decisiones pontificias
sobre matrimonio rato y no consumado tendrán eficacia en el orden civil, a solicitud de cualquiera
de las partes, si se declaran ajustadas al Derecho del Estado en resolución dictada por el juez civil
competente conforme a las condiciones a las que se refiere el art. 954 de la Ley de Enjuiciamiento
Civil».
A tenor de lo dispuesto en ambos preceptos se deduce lo siguiente:
a) Los contrayentes podrán optar entre la jurisdicción eclesiástica y la jurisdicción civil para
instar la declaración de nulidad de su matrimonio canónico conforme a lo dispuesto en las
respectivas legislaciones.
b) Cualquiera de los contrayentes podrá instar la declaración de nulidad o la dispensa super
rato ante los Tribunales eclesiásticos.
c) sólo tendrán eficacia civil las sentencias y resoluciones relativas a nulidad matrimonial y
dispensa super rato. Carecerán, por tanto, de eficacia civil las sentencias eclesiásticas de separación
y las resoluciones canónicas en aplicación de los privilegios paulino y petrino.
d) La eficacia civil de estas resoluciones eclesiásticas ha de ser solicitada por las partes,
careciendo de eficacia automática; tampoco podrá ser promovida de oficio.
En todo caso, la cuestión clave que late en los aludidos preceptos, y que ha suscitado una
mayor discusión doctrinal, se refiere a la declaración de ajuste al Derecho del Estado que debe
realizar el Tribunal civil para que las resoluciones eclesiásticas alcancen plena eficacia en el orden
civil.
Las diferentes opciones que se han planteado en torno a este tema han sido así resumidas: «
a) hay ajuste cuando la sentencia se funda en causas de nulidad coincidentes con las reguladas por el
Código Civil; b) el ajuste se refiere solamente a la observancia por la resolución canónica de
requisitos civiles de naturaleza externa y accesoria, y c) hay ajuste cuando el contenido de la
sentencia no contradice los principios fundamentales del ordenamiento español. reconducibles a
alguna fórmula general, como los principios constitucionales, el orden público, etc.

2. Régimen especial del matrimonio religioso acatólico

El art. 7 de los Acuerdos suscritos con FEREDE, FCIE y CIE regula, respectivamente, los
efectos civiles en el ordenamiento jurídico español del matrimonio religioso realizado según el rito
evangélico, judío e islámico.
El principio general es el reconocimiento de efectos civiles de estos matrimonios, siguiendo
el paradigma del Acuerdo Jurídico con la Iglesia Católica y lo dispuesto al respecto en el Código
Civil.
Según el Acuerdo Jurídico, el matrimonio canónico produce efectos civiles desde el
momento de su celebración y plenos efectos civiles desde su inscripción en el Registro Civil.
Pues bien, para la validez del matrimonio judío y el evangélico – según lo dispuesto en los
respectivos Acuerdos – es necesario promover previamente el expediente de capacidad matrimonial
de los contrayentes ante el Registro Civil y, por otra parte, prestar el consentimiento ante el ministro
de culto oficiante de la ceremonia y dos testigos.

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Ciertamente, el art. 59 del Código Civil reconoce la eficacia civil del matrimonio celebrado
en forma religiosa cuando concurran alguno de los siguientes requisitos: a) que se preste el
consentimiento matrimonial en la forma prevista por una confesión religiosa, en los términos
acordados con el Estado; b) que se preste dicho consentimiento en la forma prevista por la confesión
religiosa, en los términos autorizados por la legislación del Estado.
Así, en los tres Acuerdos se utiliza el mismo artículo, el número 7, para regular esta materia,
desarrollando los siguientes aspectos: a) ámbito; b) expediente de capacidad; c) celebración; d)
inscripción.

a) Ambito. Será de aplicación este régimen a aquellos matrimonios celebrados según la


propia normativa formal israelita ante los ministros de culto de las comunidades pertenecientes a la
Federación de Comunidades Israelitas de España. Obsérvese, en cambio, que para que el
matrimonio se considere celebrado de acuerdo con el rito judío es necesario que se realice: 1) ante el
ministro de culto correspondiente; 2) que la celebración del matrimonio se lleve a cabo de acuerdo
con la normativa formal israelita. Esta exigencia, sin embargo, contrasta con lo dispuesto para el
matrimonio celebrado según el rito de las iglesias evangélicas, que tan sólo requiere que se celebre
ante un ministro de culto perteneciente a una iglesia de la Federación de Entidades Religiosas
Evangélicas de España, sin que sea preciso que se observe una normativa religiosa específica.
Esta diferencia de régimen «viene determinado porque la forma de celebración utilizada por
las iglesias evangélicas es la civil, mientras que en las comunidades israelitas la forma la determina
el rito religioso. Finalmente, se atribuye efectos civiles al matrimonio celebrado según la forma
religiosa establecida en la ley islámica, desde el momento de su celebración, si los contrayentes
reúnen los requisitos de capacidad exigidos por el Código Civil.
El reconocimiento de eficacia civil del matrimonio celebrado en forma religiosa se
complementa con la fórmula utilizada ya en los Acuerdos con la Iglesia Católica, al distinguir entre
efectos civiles y plenos efectos civiles. Así se añade en los tres Acuerdos la siguiente cláusula: «para
el pleno reconocimiento de tales efectos será necesaria la inscripción del matrimonio en el Registro
Civil».

b) Expediente de capacidad. La principal novedad del régimen matrimonial acordado con las
minorías confesionales, respecto al suscrito con la Iglesia Católica, se encuentra en la exigencia de
que las partes realicen, previamente a la celebración del matrimonio religioso, el expediente de
capacidad matrimonial ante el encargado del Registro Civil.
Tanto el Acuerdo con la Federación de Comunidades Israelitas como el suscrito con la
Federación de Entidades Religiosas Evangélicas asumen la misma cláusula al respecto: «las
personas que deseen contraer matrimonio en la forma prevista en el párrafo anterior promoverán el
expediente previo al matrimonio ante el encargado del Registro Civil correspondiente. Cumplido
este trámite, el encargado del Registro Civil expedirá, por duplicado, certificación acreditativa de la
capacidad matrimonial de los contrayentes, que éstos deberán entregar al ministro de culto
encargado de la celebración del matrimonio».
No obstante, en el Acuerdo con la Comisión islámica se ha seguido una fórmula distinta, la
fórmula utilizada en este último Acuerdo ha sido la siguiente: «las personas que deseen inscribir el
matrimonio celebrado en la forma prevista en el número anterior deberán acreditar previamente su
capacidad matrimonial mediante certificación expedida por el Registro Civil correspondiente».

c) Celebración. Para la validez del matrimonio es necesario que el consentimiento se preste

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ante el ministro de culto oficiante de la ceremonia y al menos dos testigos mayores de edad, antes de
que hayan transcurrido seis meses desde la certificación de capacidad matrimonial.
Esta cláusula es plenamente aplicable a los matrimonios celebrados de acuerdo con el rito
judío o en una iglesia evangélica.
Ningún problema plantea la celebración del matrimonio en presencia de un ministro de una
iglesia evangélica, pues como ya hemos dicho, se asume la forma civil, no presentando ninguna
peculiaridad desde el punto de vista jurídico-religioso.
Mayores dificultades plantea, en cambio, el matrimonio islámico, que en el propio Acuerdo
adopta una fórmula distinta de la utilizada por las otras dos confesiones.
Por una parte, se declara que el matrimonio deberá celebrarse según la forma religiosa
establecida en la ley islámica; por otra parte, se añade que los contrayentes expresarán el
consentimiento ante un dirigente religioso islámico y, al menos, dos testigos mayores de edad. Este
último requisito – la presencia de un dirigente religioso en la ceremonia – es una exigencia del
régimen acordado, ya que la forma matrimonial islámica no exige la presencia de una autoridad civil
o religiosa, siendo suficiente la presencia de dos testigos.
Por último, para acceder al matrimonio islámico no es necesario – aunque sí recomendable –
instruir previamente y aportar, en el momento de la celebración, el certificado de capacidad
matrimonial, el cual sí es necesario para las otras dos confesiones.

d) Inscripción registral. La inscripción del matrimonio religioso en el Registro Civil


constituye el momento culminante para la obtención de la eficacia civil del matrimonio debido a
que «para el pleno reconocimiento de los efectos será necesaria la inscripción del matrimonio en el
Registro Civil».
La instrucción previa del expediente de capacidad facilita notoriamente la inscripción
registral, de tal manera que «una vez celebrado el matrimonio, el ministro de culto oficiante
extenderá en ella certificación de capacidad matrimonial, diligencia expresiva de la celebración del
matrimonio que contendrá los requisitos necesarios para su inscripción y las menciones de identidad
de los testigos.
Uno de los ejemplares de la certificación así diligenciada se remitirá, acto seguido, al
encargado del Registro Civil competente para su inscripción, y el otro se conservará como Acta de
celebración en el Archivo de la comunidad israelita respectiva».
En términos semejantes se pronuncia el art. 7.5 del Acuerdo con FEREDE.
Pero la cuestión de fondo, es decir, el reconocimiento del matrimonio polígamo –
característica genuina del matrimonio islámico – o del repudio no sólo no se lleva a término, sino
que invalida el matrimonio civilmente.
La decisión de los contrayentes de asumir, mediante un intercambio de voluntades, un
complejo de derechos y obligaciones es lo que distingue la unión matrimonial de otras uniones, tan
lícitas y legítimas como el matrimonio, pero no jurídicas.
La voluntad de los contrayentes de instaurar una relación jurídica o no instaurarla es lo, que
marca la diferencia entre una unión jurídica – matrimonio – y una unión de hecho; lo que es esencial
y no sustituible es la voluntad de las partes, que es lo que debe constar claramente y sin lugar a
dudas.
La Constitución establece que la ley regulara las fórmulas de matrimonio, la edad etc; El
Código Civil ha reducido esta variedad a la forma civil y a la forma religiosa; esta limitación, en la
actualidad, ha sido sobrepasada por la propia realidad social en una doble dirección: a) por una
parte, la reivindicación por parte de grupos étnicos del reconocimiento civil de la forma tradicional

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de celebración del matrimonio (gitanos), y b) por otra parte, la figura de las uniones maritales de
hecho que solicitan el otorgamiento de efectos jurídicos, sin observar forma alguna, mediante la
mera inscripción registral.
La admisión del matrimonio celebrado según las costumbres de un grupo étnico no sólo debe
ser admisible en nuestro Derecho, sino que incluso podría plantearse un supuesto de
inconstitucionalidad, poniendo en relación el art. 14 de la Constitución (igualdad y no
discriminación por razones étnicas) y el art. 32.
Lo mismo podría decirse de aquellos grupos confesionales que, por no haber celebrado
Acuerdos, según lo prevenido en el art. 7 de la LOLR, se encuentran en peor situación que aquellos
que lo han firmado, y ello, principalmente, debido a la ausencia del desarrollo legislativo previsto en
el art. 59 del Código Civil.
Por otra parte entendemos que la simple comunicación de los contrayentes al Registro Civil
y su posterior inscripción, su decisión de vivir unidos con intención marital, asumiendo los derechos
y obligaciones derivados del vínculo jurídico matrimonial, debe ser suficiente para reconocer
eficacia civil a esa unión.

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