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Liderazgo concebido como orientación de acciones humanas 

en
instituciones de educación universitaria

Presentado por:
Abel Antonio Díaz Castellar
Diego Alejandro Cruz Echeverri

Universidad Metropolitana de Educación, Ciencia y Tecnología


Desarrollo organizacional en instituciones de educación superior
Doctorado en Ciencias de la Educación
Colombia, septiembre de 2020
Resumen
Desarrollo

La historia nos ha mostrado la necesidad de que existan líderes entre nosotros, en los
diferentes campos y ámbitos sociales, algunos por iniciativa propia y otros por elección de
sus representados, en la búsqueda más que de intereses personales, de intereses colectivos,
y en la medida que deben cumplir con determinados perfiles y características, situación de
la que no es ajena la educación superior, refiriéndonos a las universidades propiamente. Al
respecto, Argos y Ezquerra [CITATION Arg14 \n \t \l 3082 ] sostienen que el “liderazgo
está omnipresente en nuestro contexto cotidiano, apareciendo por doquier, ya sea como
causa o como consecuencia” (p. 11), de tal forma que todos podríamos llegar a ser líderes
de alguna forma, si no lo somos aún, pero para ejercer un liderazgo educativo, primero
tendría que ser un líder para sí mismo, lo que sería liderazgo personal.

Más que una cualidad, el ser líder implica diversos aspectos y características que van
más allá del dirigir o administrar una universidad, se asume como un proceso que
trasciende la gerencia, “donde las acciones de quienes lo ejercen no están claramente
gobernadas por los procedimientos organizacionales, aunque se busca como fin último el
bienestar y desarrollo de la institución” [CITATION Rub07 \p 151 \l 3082 ], con lo que no
sólo basta con planificar, organizar y controlar los procesos que se desarrollan, se trata de
mediar para que el equipo de personas a su cargo participe y se desempeñe de la mejor
manera posible, entender que el capital humano es indispensable para el cumplimiento de
las metas propuestas.

De acuerdo con Hernández Yáñez [CITATION Her13 \n \t \l 3082 ], “el liderazgo


forma parte del marco de referencia de la educación superior” (p. 82), haciendo alusión a
que es común, a pesar de ello, relacionarse el liderazgo con la ocupación de cargos
formales dentro de la estructura jerárquica de las instituciones, situación que lleva a que en
algunos casos los líderes sean de nombre, porque no logran trascender en sus funciones. En
esta línea, y de acuerdo con la misma autora, se le relaciona directamente con la gestión, la
toma de decisiones y la autoridad que surge de los entes directivos de las instituciones de
educación superior, pero vuelve nuevamente a quedarse en el ideal, porque su relación con
la práctica es poca, y más en la actualidad, dado que gracias al fenómeno de la
globalización, en el que los medios y tecnologías de la información y la comunicación
cumplen un papel importante, se ha venido transformando la manera como se produce el
conocimiento y se accede a él. Con lo anterior, se plantean retos y necesidades que
corresponden a todos los miembros de las universidades, y no sólo a sus líderes, pues anque
el éxito dependa en parte de su gestión, no toman las decisiones solos y para ello deben
contar con un quipo acorde de trabajo y dispuesto a alcanzar metas comunes.

En relación a lo anteriormente enunciado, Rubino [CITATION Rub07 \n \t \l 3082 ]


sugiere que tanto la gerencia como el liderazgo de las universidades han estado guiados por
un enfoque reduccionista, que al basarse en una preparación gerencial positivista, no ha
permitido que se les vea como procesos sistémicos, que se relacionan tanto con el entorno
como con la sociedad en general. De esa forma plantea obstáculos en el ejercicio del
liderazgo educativo, apuntando, además de esto, a que “existe falta de conocimiento y
competencias, por parte de la mayoría de sus líderes y gerentes” (p. 150), siendo común
encontrar líderes que se caracterizan por ser profesionales y docentes con formación
diferente a la gerencia o la administración, que se pudieran considerar como requisitos
básicos para el desempeño de las correspondientes funciones. Aunque es una situación que
se torna relativa, en relación a los resultados que se puedan obtener, es importante tener
presente que una de las tareas se identifica con el hacer las organizaciones más eficientes y
efectivas, por lo que se estaría en contradicción de ello al suponer que el líder se hace en la
práctica, cuando son necesarios unos pre requisitos como la formación específica en el
campo.
Ahora bien, como se ha indicado antes, no es posible delegar toda la responsabilidad a
quien hace las veces de líder, no sólo en las instituciones de educación superior, sino en la
vida en general, porque para eso hace parte de una universidad, caso concreto, y tiene a su
alrededor otras personas que se espera lo acompañen y apoyen en la toma de decisiones,
igualmente que sean propositivos y actúen por iniciativa, que sean proactivos. También se
hace mención a la existencia de líderes en diversos campos y espacios sociales, pero de
acuerdo con Lashway (2003, citado en Rubino, 2007), un líder educativo, entre otros roles,
debe:
Definir el
liderazgo de
la institución

Proveer foco
Responder a
al liderazgo
los retos
instruccional

Proveer un
Liderar el
foco moral a
cambio
la institución

Desarrollar
una
estructura de
liderazgo
colaborativo

Fuente: elaboración propia

Cada uno tan importante como el otro, pero hacemos especial énfasis en el poder dar
respuesta a los retos que constamente deben enfrentar y resolver las universidades, en
cabeza de sus líderes, por la cultura misma que trae la globalización, así que valdría la pena
preguntarse qué tan competentes son dichos líderes, y qué tan dispuestos estaríamos
nosotros para afrontar tales retos, y a qué aspectos se le está asignando mayor valor en ese
ejercicio de liderazgo educacional, tanto la realidad muestra que mientras algunos se
pueden centrar en algunos específicos, otros lo hacen en otra línea, y quizás de situaciones
como la descrita dependen los resultados alcanzados y el cumplimiento, o no, de las metas
trazadas con sus respectivos equipos de trabajo. Pero independiente a ello, todos deben
apuntar, tal como lo señala Rubino [CITATION Rub07 \n \t \l 3082 ], “a la necesidad de
desarrollar valores, principios y actitudes hacia la creación de una cultura organizacional
basada en el cambio y en la participación” (p. 152), de tal forma que se podría concluir en
eso, creación de cultura, que sea un proceso sistemático y constante, que involucre y tenga
en cuenta la participación de todos y cada uno de los integrantes, valorando y reconociendo
el trabajo en equipo, así mismo los logros y posibles fracasos que se puedan presentar en el
camino, en la misma tarea de enfrentar y responder a los diferentes retos, tanto internos
como externos, asumiéndolos más como oportunidades de mejora que apunten al
fortalecimiento y cualificación de los diferentes procesos que puedan proponer y
desarrollar.

Reflexiones Finales

Bibliografía

Hernández Yáñez, M. L. (2013). Liderazgo académico. Revista de educación superior, 81-


100.
Rubino, A. N. (2007). Desafíos de la gerencia y el liderazgo de la educación superior.
Investigación y posgrado, 147-163.
Argos, J. y. (2014). Liderazgo y educación. Santander: Editorial Universidad de Cantabria.

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