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I.INTRODUCCION
Hoy, 13 de mayo, nos entregamos por entero a Ella y, una vez más,
honramos, bendecimos y vivimos con todo el corazón sus mensajes y
enseñanzas y las del Ángel de la Paz, nutridos por el Evangelio.
II.EXPOSICIÓN AL SANTISIMO
III.CREDO
fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato, padeció y fue sepultado, y
resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado
a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y
muertos, y su reino no tendrá fin. Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador
de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe
una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo en la
Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un solo
Bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los
muertos y la vida del mundo futuro. Amén.
“Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo. Os pido perdón por los que
no creen, no adoran, no esperan, no os aman.”
Cristo es la Luz del mundo. Su Presencia disipa las tinieblas que agobian a
la humanidad que peregrina entre luces y sombras, pero con la esperanza
fundada en el amor infinito del Padre que sale al encuentro de los hombres
y mujeres de todos los tiempos y nos invita a entrar en su Reino por medio
del Bautismo. Entre los diversos nombres que ha recibido este Sacramento
figura el de “Iluminación”: el bautizado es hijo de la Luz, se transforma en
luz, como Cristo mismo. Él mismo lo dijo en el Sermón de la montaña:
“Ustedes son la luz del mundo y la sal de la tierra”. El creyente testimonia
la misericordia de Dios con sus acciones luminosas: viviendo según el
evangelio, practicando la justicia y amando al prójimo.
Como intención de este Misterio, pidamos por las víctimas de la Covid-19
que aflige al mundo: por los tres millones de fallecidos, por los enfermos y
sus familias. Por el personal médico y por todos los que luchan por superar
esta calamidad.
y con ella a la humanidad glorificada junto al Señor Resucitado. El Apóstol
San Juan que dio testimonio de Jesús en su Evangelio, lo contempla en la
visión final del Apocalipsis como el Cordero que celebra sus Bodas con la
Iglesia, que es la humanidad redimida. ¡Felices los invitados a la mesa el
Señor! Repetimos en cada Eucaristía, antes de recibir la Sagrada
Comunión.
Cuando Jesús se enteró de que Juan había sido arrestado, se
retiró a Galilea. Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaúm, a
orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neftalí, para que se
cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías:
El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los
que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una
luz."
CUARTO MISTERIO: LA TRANSFIGURACIÓN DE JESÚS
Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó
a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia
de ellos. Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas
como nadie en el mundo podría blanquearlas. Y se les aparecieron
Elías y Moisés, conversando con Jesús.
El Papa san Juan Pablo II, que nos dejó como herencia espiritual los
Misterios de Luz, nos dice que la Transfiguración de Jesús es el misterio de
luz por excelencia: el Rostro de Cristo refleja la Gloria del Padre, el Antiguo
Testamento patente en Moisés que representa la ley, y Elías el ministerio
de los profetas, y la voz de Dios que nos invita a escuchar a su Hijo amado.
cada aparición la radiante belleza que nos espera a los discípulos de su
hijo y mientras tanto nos invita a orar con insistencia y a no ofender a Dios
con nuestras infidelidades.
Esperanza nuestra”, porque está llena de la Vida de su Hijo, porque nos
enseña a saborear la dicha de poseerlo y a aguardar confiados su victoria.
Oh, San José, tú que fuiste quien más cercano vivió a María y Jesús, y que
tu protección es tan grande, tan fuerte y tan inmediata ante el trono de
Dios, a ti confío todas mis intenciones y deseos de consagrarme a Jesús por
medio de María.
Oh, San José, nunca me cansaré de contemplarte con el Divino Niño Jesús
durmiendo en tus brazos. No me atrevo a acercarme cuando Él descansa
junto a tu corazón. Así que abrázale en mi nombre, besa por mí su delicado
rostro y pídele que me devuelva ese beso cuando yo exhale mi último
suspiro.
¡San José, ruega por mi! y que esta Consagración que hago a Jesús por
medio de María se imprima en mi corazón transformándolo; protégeme con
perpetuo patrocinio, para que, a ejemplo tuyo y sostenido(a) por tu auxilio,
pueda santamente vivir, piadosamente morir y alcanzar la eterna
bienaventuranza en el cielo. Amén.
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Te saludo pues, oh María Inmaculada, templo viviente de Dios: en ti ha
puesto su morada la Sabiduría Eterna para recibir la adoración de los
ángeles y de los hombres. Te saludo, oh Reina del cielo y de la tierra: a ti
están sometidas todas las criaturas. Te saludo, refugio seguro de los
pecadores: todos experimentan tu gran misericordia. Acepta los anhelos
que tengo de la Divina Sabiduría y mi consagración total.
¡Totus Tuus!
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X.AGRADECIMIENTOS
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