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A ISAACS LO QUE ES DE ISAACS

Entre la política, la historia y la literatura


(1)

Darío Henao Restrepo*

Empezaré con la historia de una metá fora, de estirpe romá ntica, que
define la vida y obra de Jorge Isaacs, así como la vida y obra de destacadas
figuras del siglo XIX colombiano. Esta metá fora asimila los sueñ os a una
funció n política. En el caso de los neogranadinos, la metá fora se asimila al
poderoso sueñ o emancipador de alcanzar una nació n libre, soberana y
civilizada, a la par con el progreso de las metró polis europeas. Esa utopía
animó a los patriotas que, comandados por Simó n Bolívar y Francisco de
Paula Santander, consiguieron la independencia de la Nueva Granada de
Españ a, así como a las generaciones que continuaron la construcció n de la
nació n sobre las incipientes bases heredadas. La utopía de la nació n,
como comunidad imaginada, buscada desde diversas concepciones
enfrentadas,1 constituyó el mó vil del convulsionado siglo XIX colombiano,
plagado de inú tiles guerras civiles, desordenadas constituciones políticas
y enconados debates filosó ficos, econó micos y religiosos, discusiones
aupadas por los afanes de quienes propendían por desprenderse de las
viejas estructuras coloniales de aldea y campanario en disputa con los
defensores del dogmá tico hispanismo cató lico. Para los primeros, la
nueva nació n debía ser construida en franca ruptura con el legado
españ ol, siguiendo los pasos de la Ilustració n, del romanticismo político
francés, del constitucionalismo norteamericano y las doctrinas
econó micas inglesas; para los segundos, la independencia política era
1
* Profesor Titular de la Escuela de Estudios Literarios de la Universidad del Valle. Director del Grupo Narrativa Colombia y el
Centro Virtual Isaacs, organizador del IX Simposio Internacional Jorge Isaacs realizado del 23 al 27 de octubre de 2017.
Ver Jaime Jaramillo Uribe. 2001. El pensamiento colombiano en el siglo XX. Bogotá : Ediciones Uniandes/ICANH.
necesaria, pero la ruptura con la tradició n era una catá strofe y un
imposible, por tanto, abogaron por la adhesió n a la tradició n religiosa
hispá nica y a ciertos principios de gobierno típicamente españ oles como
mantener la Iglesia íntimamente unida a las tareas del Estado. En estas
disputas, la má s de las veces, imperó la intolerancia entre las fuerzas
políticas y, muy poco o nada, la transacció n y el término medio, tal como
lo refería Rufino Cuervo a finales del XIX, delineando el panorama:

¡Los partidos medios se van! ¡Todo se va!, exclamaba un elocuente españ ol


hace veinticinco añ os. Palabras lastimeras con que se significaba haberse
acabado en los pueblos de raza latina el verdadero espíritu de libertad, a
cuyo influjo logra verdadero respeto la conciencia con títulos mejores que
la propiedad, y convertidas la moral y la religión en cuestiones de partido,
haberse trocado las contiendas políticas en lucha interminable, satánica,
trabada, si cabe decirlo, en los más hondos senos de la conciencia, para
acabar con toda paz y acibarar la vida social y de familia. Nuestros padres
acariciaban todavía la ilusió n de gozar un gobierno nacional a la inglesa o a
la norteamericana, colocado sobre la altura serena como el Olimpo, de
donde observase a los partidos luchando con dignidad y decencia, prontos
a ceder honradamente al vencedor.2 Las cursivas son mías.

Jorge Isaacs creció en medio de las confrontaciones de un siglo


lastrado de desmesuras e intolerancia entre las distintas facciones
políticas que luchaban por imponer sus concepciones en la organizació n
de la naciente repú blica. No solo como hombre pú blico, en tanto político,
periodista, educador, diplomá tico, soldado y explorador, sino como
novelista y poeta, participó tomando partido en este abigarrado teatro
3
como actor de primera línea del sueñ o republicano. Su obra está
íntimamente ligada a este contexto, aú n má s, ella lo sugiere de diversas
2
En Á ngel y Rufino J. Cuervo, Vida de Rufino Cuervo y noticias de su época, citado en el libro de Jaime Jaramillo Uribe, pá g. 136.
3
Ver Otto Morales Benítez. (2007). “El desconocido político Jorge Isaacs.” En Darío Henao Restrepo (compilador). Memorias del
primer Simposio internacional Jorge Isaacs: el creador en todas sus facetas. 24-38. Cali: Universidad del Valle.

2
formas, incluida María, novela con profundo sentido histó rico, pese a que
por décadas el aparato educativo controlado por la iglesia cató lica y los
sectores conservadores, encabezados por Miguel Antonio Caro,4 la
deshistorizaron sacá ndola de los procesos socio-culturales colombianos; 5
la encapsularon deliberadamente en el idilio romá ntico, soslayando así
las tensiones y el universo espiritual representado en la ficció n que
mostraba una sociedad que estaba cambiando con la desaparició n de la
hacienda patriarcal esclavista, pesada herencia del colonialismo españ ol.
Cuando escribió María, Isaacs ya estaba tocado por las ideas del
liberalismo radical.6 Con la novela, cuya acció n puede ubicarse hacia los
añ os 1830-1840 - escrita entre 1864 y 1867 -, se despedía del mundo de
la infancia y su primera juventud, con plena conciencia de la renovació n
que traerían la abolició n de la esclavitud y la aparició n de nuevas
relaciones sociales y formas modernas de la producció n y explotació n de
la tierra.7 Desmontar la hegemó nica recepció n congelada del idilio
amoroso, propagado como ú nico asunto de la novela en manuales
escolares y en las historias de la literatura, 8 ha sido el propó sito de

4
La má s reciente novela de Gonzalo Españ a, Odios Fríos. La novela de Miguel Antonio Caro en el poder. (2016). Bogotá : Grijalbo,
recrea el universo político de agudos conflictos protagonizados por el indiscutible líder, junto con Rafael Nuñ ez, de las fuerzas de
la regeneració n conservadora, las que redactaron, inspirados en el dogmatismo político-religioso de cuñ o hispano-cató lico, la
constitució n de 1886, que marcaría los destinos de Colombia hasta el siglo XX.
5
El Simposio del 2005 abrió caminos para el estudio de todas las facetas de Isaacs, y removió de una vez por todas el arquetipo
de novela sentimental de María, para situarla en la compleja y heterogé nea realidad histó rica, social y cultural en la cual se gestó .
Ver mi ensayo, “El mundo de Nay y Ester” en las citadas memorias del primer Simposio. En esta misma línea, vale destacar el má s
reciente trabajo sobre esta recuperació n, de Ivá n Vicente Padilla Chasing: Jorge Isaacs y María ante el proceso de secularización
en Colombia. (1850-1886). 2016. Bogotá : Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Ciencias Humanas.
6
El historiador Germá n Arcinié gas sostiene, apreciació n que comparto: “No hay que pensar que el radicalismo le hubiera nacido
a Isaacs tardíamente. Aunque no lo parezca, María es ya una novela radical, y en la obra de los primeros añ os de Isaacs no hay
nada contrario a lo que fue luego su vida de luchador radical. Isaacs se formó dentro de la má s ardiente escuela liberal cuando, de
quince añ os, en Bogotá , le tocó seguir de cerca la presidencia de José Hilario Ló pez. Ló pez, entonces expulsó a los jesuitas,
suprimió el fuero eclesiá stico, promulgó la ley de libertad de los esclavos. Amaba el progreso a la manera radical”. Jorge Isaacs,
genio y figura. 1967. Buenos aires: Editorial universitaria de Buenos Aires, pá g. 56.
7
Jorge Isaacs. 1867. Lo que fue, es y puede llegar a ser la raza africana en el Cauca. La República, nº 2 y 5, 10 y 31 de julio de 1867,
pp. 177- 179.
8
Ver los siguientes ensayos: Carlos Rincó n. (2007). “Sobre la recepció n de María en Colombia. Crisis de la lectura repetida y la
pé rdida de la autoridad del canon”; Diana Carolina Toro & Olga Vallejo Murcia. (2007). “Jorge Isaacs en la historiografía literaria
colombiana o de có mo se hace un canon.” En Darío Henao Restrepo (compilador). Memorias del primer Simposio internacional
Jorge Isaacs: el creador en todas sus facetas. 2007. Cali: Universidad del Valle.

3
estudiosos en las ú ltimas décadas, con puntos decisivos como la
realizació n del primer Simposio internacional Jorge Isaacs, el creador en
todas sus facetas (2005)9 y el inicio de la publicació n de la obra completa
al cuidado de María Teresa Cristina, a cuya invaluable labor y generoso
diá logo durante estos añ os debe mucho este ensayo.10

El sentido de la historia estuvo presente en la vida y obra de Isaacs.


Bá stenos leer su poesía juvenil para constatar que buena parte está
dedicada a las guerras civiles en las cuales participó como soldado.11
Desde 1864, tres añ os antes de la publicació n de María, como se puede
apreciar por su correspondencia, Isaacs ya recogía documentació n sobre
José María Cabal y una lista en la hacienda La Manuelita de apellidos
africanos de esclavos, por razas de negros, papeles por entonces
perdidos; ademá s, le encarga a sus amigos de Buga – Luciano Rivera y
Garrido y Leonardo Tascó n – como lo anota María Teresa Cristina:

que le proporcionen documentos que posean, que acudan a los


archivos del cabildo y acopien datos precisos, comprometan en la
tarea a parientes y amigos comunes, acudan a los recuerdos de los
ancianos má s cuerdos y de mejor memoria. Insiste en la necesidad de

9
El Simposio fue creado y coordinado por el Grupo Narrativa Colombiana de la Escuela de Estudios Literarios, bajo mi direcció n,
en el marco de la Feria del Libro del Pacífico en el 2005. Contó con la participació n de 45 investigadores entre nacionales y
extranjeros. Las ponencias fueron recogidas en el libro citado en nota anterior.
10
La edició n crítica de la obra completa de Jorge Isaacs, al cuidado de la profesora de la Universidad Nacional de Colombia, María
Teresa Cristina, consta de 10 volú menes: María. 2005. Vol. I. ; Poesía. 2006. Vol. II. (dos tomos).; Teatro. 2007. Vol. III. ; Escritos
varios. 2008. Vol. IV; La revolución radical en Antioquía. 2009. Vol. V; Estudio sobre las tribus indígenas del Estado del Magdalena.
Exploraciones. 2011. Vol. VI.; Instrucción pública. 2016. Vol. VII.; Obra periodista. 2017. Vol. VIII.; Correspondencia. 2017. Vol. IX.;
Índice analítico. Vol. X. (en preparació n).
11
Las guerras civiles dan origen a unos quince poemas. Como señ ala María Teresa Cristina, algunos son líricos como Voy a partir,
La tumba del soldado, La muerte del sargento, La vuelta del recluta, La agonía del héroe, El cabo Muñoz, La voluntaria. La mayoría
son narrativos. A excepció n de La reina del campamento (poema de tono jocoso sobre la joven que acompañ a a las tropas),
muestran el absurdo y la ferocidad del enfrentamientos fratricida (Soneto a mi patria); las miserias y horrores de la guerra, la
amargura de la victoria; deploran el dolor de la novia, de la viuda, de la hija. Un personaje central es el soldado, el recluta obligado
a abandonar su hogar, que muere en el campo de batalla o fusilado como desertor, o regresa a un mundo desintegrado. En una
é poca de frecuentes guerras civiles en la que los aldeanos eran reclutados a la fuerza sin comprender las causas del conflicto,
retorna el tema del desertor: Los parias, La muerte del desertor, El desertor en campaña. En Jorge Isaacs. Poesía. 2006. Vol. II, tomo
1, pá g. Lvii.

4
detalles. La solicitud de informació n se vuelve apremiante. A Tascó n le
pide el 16 de noviembre: “trabaje y anote todo, todo. Debe venirme a
má s tardar en enero pró ximo”, “hable con ellos lá piz en mano. Cuide
de todo como si se tratase de recoger granos de oro”. 12

Esto indica el ambicioso proyecto, acariciado durante décadas, de


escribir una gran novela histó rica sobre el Cauca desde la independencias
hasta el pasado reciente. Como hemos dicho, para esos añ os, entre 1864-
69, Isaacs ya había hecho el trá nsito del partido conservador al
radicalismo liberal por la vía de la masonería, má s concretamente por su
ingreso a la Logia Estrella del Tequendama en Bogotá , cambio que lo
anima a recoger materiales para resaltar la época gloriosa del Cauca y
contrastarla con las guerras civiles que siguieron. Eso explica el pedido
urgente a su amigo Jorge Roa, editor de la Biblioteca Popular, como
apunta María Teresa Cristina, a quien le había prometido la novela -
Camilo era su título -, para que le enviara biografías sobre Bolívar, José
María Cabal, J. María Baraya; las memorias de O´Leary, del general José
Hilario Ló pez, “así mal escritas como las publicó ”, de Espinosa, del general
Antonio Ló pez, de Lacroix, del general Miller, las Memorias histó rico-
políticas (completas) del general Posada, documentos sobre el
Libertador.13

Animaban, pues, al espíritu del joven Isaacs, segú n sus cartas, hondas
preocupaciones histó ricas y políticas en su proyecto de novelista. María
no fue la excepció n y si, má s bien, una deliberada estrategia para tratar la
historia a partir de dramas íntimos, tal y como lo había aprendido de sus
12
Jorge Isaacs. Escritos varios. Edició n crítica de María Teresa Cristina. Bogotá : Universidad Externado de Colombia/Universidad
del Valle, 2008, p. xix.
13
Escritos varios. Op. Cit. xix.

5
maestros del romanticismo inglés y francés, lecció n que dejó plasmada
en las tres obras de teatro escritas cuando había cumplido veinte añ os:
Los montañeses de Lyon, Paulina Lamberti y Amy Robsart. Las escribió en
Cali entre 1859 y 1860. Estos “borrones de muchacho”, como las llamaba
Isaacs, dan cuenta de sus inicios como poeta y dramaturgo, y explican de
donde proviene su maestría para armar la trama dramá tica y la diestra
expresividad de los diá logos exhibidos en María. Caso excepcional, si
tenemos en cuenta que apenas contaba con 26 añ os cuando empezó a
escribirla en las inhó spitas selvas del cañ on del río Dagua. En medio de la
agreste vegetació n de la selva tropical hú meda del Pacífico, redactó los
primeros capítulos de María, evocació n del mundo ya perdido donde
había pasado añ os felices en las haciendas paternas, “La Rita” y “La
Manuelita”.14 Entre 1864 y 1865, trabajó como subdirector de los trabajos
de construcció n del camino de herradura que se estaba abriendo entre
Cali y Buenaventura, añ os que recuerda, en carta a su amigo Adriano
Pá ez, como:

una época de lucha titá nica en mi vida. En los desiertos vírgenes y


malsanos del Pacífico, vivía como un salvaje, a merced de las lluvias,
rodeado siempre de una naturaleza hermosa, pero refractaria a toda
civilizació n, (…) 400 hombres de origen africano tenía bajo mis ó rdenes,
tenían casi adoració n por mí. Trabajé y luché hasta caer medio muerto por
obra de la fatigante tarea y del mal clima. 15

14
Recordemos que para ese entonces estas haciendas habían sido rematadas por Santiago Eder y Pío Rengifo, embargadas por
las deudas dejadas por George Henry Isaacs, el padre de Jorge, fallecido en 1861. Ver biografía de Fabio Martínez. La búqueda del
paraíso. 2003. Bogotá : editorial Planeta y el libro del poeta caleñ o, Javier Tafur Gonzá lez. 2013. El proceso Isaacs 1861-1864. Cali:
Pontificia Universidad Javeriana. Cuadernos de Humanidades. Vale anotar que en 1864, Isaacs escribió un largo y estremecedor
poema, La casa paterna, en el cual hace una visita a travé s de la imaginació n y el sueñ o al mundo del paraíso perdido: “Paterno
hogar, hermoso paraíso/ Que sin culpa perdí: ¡cuá n bello está s!
15
Carta citada por María Teresa Cristina en su introducció n a María. Opus cit. Vol. I. pá g. xxx

6
El campamento se llamaba La Víbora, en alusió n a los reptiles
venenosos de esa selva, y lo recordará con inmenso cariñ o por sus
compañ eros de faenas y, porque allí, en las noches, a la luz de una vela,
comenzó a escribir su inmortal novela, la cual terminó en Cali, a donde
hubo de regresar por causa del paludismo que habría de matarlo. La
adversidad forjó su temperamento romá ntico y sería el sino que marcaría
su vida. En el duro trabajo en el cañ ó n del Dagua, convencido de la
urgencia de construir este camino para el futuro ferrocarril, escuchó las
historias de esos vá stagos del Á frica, de la misma estirpe de dos
personajes que aparecen en María, Pedro y Nay,16 quienes le habían
recreado la infancia con los relatos de su añ orado continente. É l, como
hijo de la diá spora judía, se encontró con la diá spora africana en las
Américas, fenó meno de profunda universalidad poetizado en María. El
poema dedicado a Nay, cantado en sus honras fú nebres, indica la
comprensió n del terrible drama de la esclavitud y la comprensió n
histó rica de las consecuencias de la infame trata.

En oscuro calabozo
Cuya reja al sol ocultan
Negros y altos murallones
Que las prisiones circundan;

En que sólo las cadenas


Que arrastro, el silencio turban
De esta soledad eterna
Donde ni el viento se escucha…

16
Pedro fue figura entrañ able de la infancia de Isaacs. En su poema, El esclavo Pedro, cuenta: “Al pobre Pedro/Escuché muchas
tardes sus lindos cuentos:/Sentado en las rodillas del fiel esclavo/ Contemplaba su rostro noble, admirando/Esas princesas / Que
encantaban los genios de otras tierras. Poesía. Vol II, tomo 1, pá g. 233. Nay si es una creació n literaria inspirada en las historias
de su padre, y seguramente, de las tantas africanas que rodearon su vida en las haciendas paternas.

7
Muero sin ver tus montañas
¡Oh patria!, donde mi cuna
Se meció bajo los bosques
Que no cubrirán mi tumba.

Isaacs logró poetizar en María la intrincada relació n histó rica entre


Á frica, Europa y América, y con gran sabiduría le confirió visibilidad a ese
complejo encuentro de mundos, especialmente el de los esclavos
africanos con el de los criollos de origen europeo, con todo el entramado
de realidades existenciales, políticas, imaginarias, sociales y culturales
que lo configuraban. La hacienda de la sierra, evocada por Efraín y
espacio en el cual sucede el drama íntimo de la novela, no existiría sin la
geografía, economía, historia y cultura que se tejen a su alrededor. Este
mundo dominado por las élites criollas de origen europeo estaba
cimentado por el trabajo esclavo en las labores dentro y fuera de las
minas y las haciendas, los productos de los pueblos indígenas, las labores
de los campesinos libres y los arrendatarios, la explotació n de las minas
de oro en el Chocó , la inmigració n antioqueñ a al valle del Cauca, los bogas
del Dagua, el circuito de ciudades a su alrededor (Bogotá , Cali, Palmira,
Buga, Popayá n, Quibdó , Buenaventura) y el comercio regional en el
Pacífico colombiano. Tanto tiene que ver ese contexto con la trama, que la
tragedia amorosa está ligada a un mundo en disolució n: el de la hacienda
esclavista en quiebra inevitable. El relato de Efraín es la evocació n
nostá lgica de ese mundo que cuando Isaacs escribe María, 1865 y 1866,
ya está irremediablemente perdido. Este horizonte histó rico es clave para
la interpretació n de la novela fundacional de la literatura colombiana.

8
(2)

Por lo que hasta aquí hemos dicho, la novela de Isaacs podría titularse
El amor en los tiempos de la esclavitud. Si bien el título María, una
tradició n de titular las novelas en el siglo XIX, destaca el drama de su
personaje central, que bien podría ser Nay, el otro personaje sin el cual no
se sustentaría la trama de la historia – hace apenas un par de añ os es Nay
quien narra, con su hijo Sundiata, La hoguera lame mi piel con cariño de
perro la novela de la escritora caleñ a Adelaida Ferná ndez, premio Casa de
las Américas 2015 –, El amor en los tiempos de la esclavitud alude al
asunto de fondo de la imposibilidad del amor, que tanto para Nay
(Feliciana) como para la niñ a judía Ester (María), está relacionado con ese
inhumano sistema. Para la princesa esclavizada significó la separació n de
su tierra amada, Gambia, en Á frica; para la exiliada niñ a jamaiquina un
destino trá gico se le impone por la quiebra de la hacienda patriarcal
esclavista. Nay morirá añ orando las montañ as de su lejano país y Ester
añ orando el regreso de Efraín de Londres. Estos dramas íntimos se viven
en un contexto, en una mundanidad que los vincula con las realidades
materiales, sociales y políticas de la sociedad aludidas en el texto: entre
1830 y 1840, cuando aú n existía el sistema esclavista alimentado por el
trá fico de los barcos negreros por el Atlá ntico. Fenó meno que vincula el
pequeñ o mundo narrado por Isaacs a un proceso de profundas
consecuencias para la humanidad, al cual estos millones de africanos
contribuyeron con su trabajo, lo que Carlos Marx denominó como “la
acumulació n originaria del capital” en el primer volumen de El Capital.

La mundanidad en María conecta dos diá sporas que se encuentran y le

9
dan vida a la poderosa trama que la sustenta: la diá spora judía y la
diá spora africana. Ambas hacen parte de la estructura de sentimiento en
la cual se forja la personalidad de Jorge Isaacs, en el seno de la hacienda
patriarcal esclavista caucana. Con la historia de María, con esa belleza
altiva de su raza (así la refiere varias veces Efraín en la novela, una
manera de rendirle homenaje al pasado jamaiquino de su prole judía,
antes en Inglaterra, y mucho má s atrá s cuando fueron expulsados de
Españ a por la reina Isabel en los tiempos de Coló n) el texto se vincula con
la diá spora judía en las Américas, la de los judíos conversos, como fue el
caso de la familia Isaacs, que en su condició n de “marranos”, como los
llamaban los cristianos viejos, fueron objeto de ataques y sá tiras. A Jorge
Isaacs sus enemigos políticos le decían “judío”, miembro de la “raza
maldita”, para insultarlo. Sabemos por la novela inédita, En tierra extraña,
de Edgar Collazos, que la familia de don George Henry Isaacs conservaba
en privado muchas de las creencias y rituales de la tradició n judaica. Por
ejemplo, el nombre de Jorge Isaacs, en á mbito familiar, era el hebreo de
Efraín, asunto que en la pequeñ a Cali colonial se rumoraba y era usado
con sañ a y alevosía por los contradictores del apasionado poeta. De igual
manera, con la princesa Nay, separada de su tierra y de su amado Sinar,
Isaacs que compartiera la felicidad de su infancia con los esclavos de la
hacienda paterna, como el histó rico esclavo Pedro, y luego con los 400
negros libertos en los trabajos del cañ ó n del Dagua, en el campamento de
La Víbora, le rinde homenaje a esos millones de seres africanos que
llegaron a hacer parte de ese naciente proletariado cuya contribució n fue
fundamental en todas las Américas. Dos intelectuales afrocolombianos, el
uno chocoano, Rogelio Velá zquez, y el otro cordobés, Manuel Zapata

10
Olivella, escribieron pioneros ensayos para destacar la presencia de los
esclavizados en María, y no dudaron en calificarla como la primera novela
negra del continente.

Así las cosas, queda claro que el tema de María está profundamente
ligado a la tragedia amorosa vivida por esas dos mujeres, hijas de dos
diá sporas, cuyo destino se junta en las Américas. Clave de lectura que
implosiona las lecturas tradicionales, que Carlos Rincó n denomina
“lecturas congeladas”, para abrirle paso a otros horizontes de
interpretació n de la novela y superar la lectura conservadora repetida
hasta el cansancio por el aparato escolar colombiano, de encasillarla
como apenas una trá gica historia de amor, en el hogar pulcro y devoto de
un hacendado caucano.

En el I Simposio internacional Jorge Isaacs, el creador en todas sus


facetas, realizado en la Universidad del Valle en el 2005, varias trabajos
contribuyeron a elaborar nuevas y má s densas lecturas no só lo de María
como de la vida y obras de Isaacs. Señ alo las má s destacadas: Los vínculos
de la historia con el Caribe (Alfonso Mú nera); la vida política y guerrera
de Isaacs (Otto Morales); el desmonte de las lecturas tradicionales (Carlos
Rincó n); las cocinas en María, el fogó n de negros como elemento clave de
la gastronomía nacional (Germá n Patiñ o); la relació n profunda y
estructural entre Nay y Ester (Darío Henao); las contradicciones de Isaacs
con las élites caucanas (Delfín Grueso); las realidades del Chocó y el
Atrato en la configuració n del mundo de la novela (Luis Fernando
Gonzá les); las identidades de la regió n Pacífico y su papel en la
conformació n de la nació n (Ó scar Almario); diversos elementos de su

11
biografía soslayados por la crítica tradicional (Fabio Martínez); el papel
de los grupos subalternos, negros, indios, mestizos y mulatos en el
universo multicultural representado en la novela (Francisco Zuluaga); y el
teatro y la poesía juvenil de Isaacs como fuentes claves para nuevas
valoraciones de su cosmovisió n (María Teresa Cristina).

Doce añ os después, el pró ximo octubre (23 al 27) volveremos a la obra


de Isaacs, con la ventaja de poder realizar lecturas en contrapunto con
toda su obra completa - coeditada por la Universidad Externado de
Colombia y la Universidad del Valle – y teniendo como teló n de fondo
siglo y medio de tradició n de la novela colombiana, con puntos tan altos
como La marquesa de Yolombó, Cien años de soledad y El amor en los
tiempos del cólera, Changó, el gran putas, La tejedora de coronas, La
cenizas del Libertador y La Ceiba de la memoria. La lista, por supuesto, en
mucho má s larga. Lo que quiero destacar apunta a todas la posibilidades
para nuevos y necesarios trabajos teniendo este vasto material – las obras
completas y 150 añ os de novela colombiana – sobre el cual lecturas en
contrapunto, tal como lo hace el intelectual palestino Edward Said en sus
libros Orientalismo y Cultura e imperialismo, consolidarían el camino
renovador para la interpretació n y valoració n de la obra de Jorge Isaacs,
un legado que la academia está obligada a dejarle a las actuales y nuevas
generaciones de lectores de este país.

Hago algunas apreciaciones en la direcció n que acabo de señ alar. Con la


obra completa publicada se derrumban falsas ideas, como aquellas segú n
las cuales Isaacs había eludido en María las realidades políticas de su
tiempo. La lectura de su teatro juvenil, contenido en el tomo III, muestran

12
que no hay tal evasió n y si, muy en el mejor estilo romá ntico aprendido de
Walter Scott, Victor Hugo, Lord Byron, Eugene Sue, Lamartine, Goethe, el
tratamiento de los grandes asuntos histó ricos a partir de los dramas
íntimos. El reciente montaje de Amy Robsart, por el grupo de teatro de la
Univalle bajo la direcció n de Alejandro Gonzá lez Puche, la adaptació n que
hiciera Isaacs cuando apenas tenía 20 añ os de la novela histó rica
Kenilworth de Walter Scott, deja muy clara la estrategia aprendida de sus
maestros ingleses y franceses, esto es, mostrar las intrincadas luchas por
el poder en la Inglaterra de 1575, en tiempos de la reina Isabel de
Inglaterra, a partir de las terribles manipulaciones de los sentimientos
amorosos de Amy, la hija de un noble de la corte, por parte de Robert
Dudley, conde de Leicester, favorito y pretendiente de la reina, que
seduce a Amy y se casa en secreto con ella, para luego manipularla a
través de su caballerizo Robert Varney quien funge de esposo para no
comprometer los amores del ambicioso conde Leicester con la reina
Isabel. Isaacs logra en este drama esbozar con cierta densidad sicoló gica
el conflicto entre amor y deber, entre el corazó n y la razó n de Estado, un
aprendizaje, como ya he dicho, clave para escribir María siendo un joven
de 26 añ os. Y que hoy, en una lectura en contrapunto, nos permite
comprender la maestría dramá tica exhibida en la novela. Todo el
convulsionado universo espiritual de las tres décadas anteriores a su
escritura está presente y sin en él no se puede explicar la estructura
profunda de su trama y los hilos entre los dramas íntimos y los
acontecimientos histó ricos cuya lecció n había aprendido de sus maestros
ingleses y franceses.

En la misma direcció n de lo que acabamos de plantear, los dos tomos de

13
la poesía de Isaacs, rescatados y comentados por María Teresa Cristina,
contienen todos los poemas inspirados en las guerras civiles, en dos de
las cuales había participado Isaacs antes de escribir su novela. Los temas
de muchos de estos de estos poemas demuestran que estas realidades
hicieron siempre parte de su interés como creador que, eso sí, tenía clara
conciencia del tratamiento a la hora de ser materia de representació n
literaria en cada caso como hemos señ alado con María. Un poema tan
estremecedor como “La Casa paterna”, escrito un par de añ os antes de la
novela, pone de presente el ajuste de cuentas poético del joven Isaacs con
el pasado perdido de la hacienda esclavista de su padre, rematada por
don Santiago Eder, otro judío en estas tierras, por las enormes deudas e
hipotecas contraídas por George Henry Isaacs. Leer en contrapunto esta
poesía juvenil permite atar muchos cabos de la alquimia literaria en la
cual se fue cocinando el mundo de María.

Dos creaciones recientes, ademá s del montaje de Amy Robsart, que


será n presentadas en octubre como clausura del IX Simposio en Univalle,
la Ópera Isaacs, compuesta por Alberto Guzmá n, y la novela En tierra
extraña, del ya mencionado escritor caleñ o Edgar Collazos, consolidan
para siempre la valoració n merecida de lo que fue y significa la vida y la
obra de Jorge Isaacs.

He sostenido desde los añ os 90s, cuando preparé junto con Germá n


Patiñ o un nú mero monográ fico de la revista Metáfora dedicado a María,
que la novela está construida con el temperamento de Isaacs: el del
guerrero idealista, el explorador de la geografía con sus gentes, su fauna y
su botá nica, el político defensor apasionado de sus ideales, el periodista

14
atento al pulso de su tiempo y el delicado poeta del mundo en el cual
nació entre las cordilleras que encajonan el valle del río Cauca, cuyo
paisaje poetizó como ninguno, con tanta fuerza y belleza, que varias
décadas después, a finales de los añ os 20s, los primeros cinco campesinos
japoneses que llegaron al Valle del Cauca la escogieron para probar
destino porque habían aprendido los primeros rudimentos del españ ol
con Yusho Takeshima a partir de la lectura de María. Un bello texto de mi
entrañ able amigo Germá n Patiñ o, El influjo de María en la colonizació n
japonesa al Valle del Cauca, nos regaló la historia de una colonia que
tantos aportes realizó y viene realizando en la tierra escogida por esos
cinco campesinos que le abrieron el camino a sus antepasados.

Quiero terminar diciendo que Jorge Isaacs es María, así como Flaubert
decía “Madame Bovary c´est moi”, pues su novela es una especie de
biografía irracional del autor. El temperamento romá ntico de Isaacs, su
firmeza de propó sito, no está en el del pusilá nime Efraín, sumiso ante la
voluntad del padre, y si en el de María y Feliciana, dos mujeres que
asumen su destino con altivez y rebeldía, hasta donde se los permitía la
sociedad que les tocó en suerte, así como a su creador que siempre
desafió las adversidades de su tiempo en nombre de sus profundos
ideales y convicciones, enfrentando muchas veces a fuerzas que lo
superaban, movido por la pasió n como trazo irresistible de su
personalidad. Todas la facetas de la vida y obra del que fuera, sin duda,
uno de los primeros intelectuales modernos de la joven repú blica
colombiana, está n ahí para continuar la valoració n que se merecen y, para
de una vez por todas, en este país con tan poca memoria histó rica, se le
reconozca y valore a Isaacs lo que es de Isaacs.

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