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1. Por una parte existe una falta de protocolos definidos y uniformes para
su práctica, es decir que cada institución, sea pública o privada, cuenta
con sus propios métodos y modelos para llevar a cabo este tipo de
pruebas, y que van desde la toma de tejidos (cabello, saliva, sangre,
etc.) hasta la forma en cómo hacen los análisis correspondientes para
llegar a un resultado.
Esta circunstancia puede abrir la puerta a que se controvierta la
veracidad y grado de certeza de la prueba, y por ello que pueda ser
combatida a efecto de buscar la realización de otra pericial o incluso de
dejar insubsistente dicha probanza, lo que puede afectar desde luego en
interés superior de menores, ya que sin el resultado de esta pericial,
resulta muy difícil para el juzgador determinar con seguridad la filiación
padre-hijo, corriéndose el riesgo de negar a un menor la posibilidad de
2. Por otra parte, encontramos que el artículo 102 de la Ley Orgánica del
Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal establece lo siguiente:
De igual forma, el párrafo segundo del artículo 346 del CPC plantea
que:
“Artículo 346.-…
…Los peritos deben tener título en la ciencia, arte, técnica, oficio o
industria a que pertenezca la cuestión sobre la que ha de oírse su
parecer, si la ciencia, arte, técnica o industria requieren título para
su ejercicio.”5
4 LEY ORGÁNICA DEL TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA DEL DISTRITO FEDERAL, Documento en formato .PDF
obtenido del sitio de internet de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal,
5 CÓDIGO DE PROCEDIMIENTOS CIVILES PARA EL DISTRITO FEDERAL, idem
6 Se anexan tres tesis sobre este tema.
de muchos peritos, incluso pertenecientes a instituciones públicas, para
emitir este tipo de dictámenes.
Además, el limitar la práctica de estas pruebas únicamente a los
peritos certificados, generará en ellos una sobre carga de trabajo, lo que
puede derivar en una dilación en la conclusión de los procesos,
situación que va en contra del objetivo de los procesos orales en materia
familiar, que buscan una mayor agilidad y prontitud en la impartición de
justicia, independientemente de que estos estudios se encarecerían, en
detrimento del patrimonio de las partes.
Todo ello sin considerar posibles violaciones a derechos laborales en
contra de los propios peritos, a quienes se les estaría limitando el libre
ejercicio de su profesión.