Está en la página 1de 40

#MeToo en México

1 abril, 2018

A quien nos lee,


si quieres apoyar nuestro trabajo te invitamos a suscribirte a
la edición impresa.

La semana pasada, gracias a una serie de entrevistas que


realizó la periodista Carmen Aristegui con Karla Souza,
Paola Núñez, Stephanie Sigman, Sofía Niño de Rivera y Azul
Almazán, en México se ha reavivado la discusión sobre la
violencia sexual que viven las mujeres. Y digo que se ha
reavivado porque son años ya los que, de forma
intermitente y con distinta intensidad, la violencia sexual ha
sido parte de la discusión pública en el país. Si acaso la
diferencia estriba en que estos últimos casos refieren, sobre
todo, a la que ocurre en el trabajo —y están enmarcadas en
la conversación global que se desató con #MeToo—,
mientras que los antecedentes que se mediatizaron
ilustraban la que sucede principalmente en las calles y en
las universidades.

Son muchas las inquietudes que se han manifestado en


esta discusión. Existe una preocupación sobre la aparente
falta de distinción entre conductas que, para muchas
personas, son radicalmente distintas. O acaso, se pregunta,
¿es lo mismo una violación que un “piropo”? Más aún: ¿no
se está cayendo en un exceso, prohibiéndose la seducción
y el ejercicio legítimo —si bien torpe, dicen— de la
sexualidad? Además: ¿por qué es que las víctimas se han
tardado tanto en denunciar? Sobre todo, cuando parece
que, en ese tiempo de silencio, sus carreras se vieron
beneficiadas. ¿No están siendo oportunistas las víctimas? Y,
por supuesto: ¿qué de los hombres? Tanto los que son
víctimas de violencia sexual, como los que están siendo
acusados. ¿Qué del debido proceso? ¿Esto de “siempre
creerles a las víctimas” no supone un atropello de ese
principio básico de justicia procesal?

En este artículo, espero dar respuesta a estas preguntas,


con base en estudios que se han realizado del fenómeno
del acoso laboral en México. Me interesa contextualizar lo
que han narrado Souza, Núñez, Sigman, Niño de Rivera y
Almazán, por no mencionar a las miles de mujeres en el país
que han contado sus experiencias a través de #RopaSucia,
#MiPrimerAcoso y recientemente #MeToo. Por ello, también
voy a hacer referencia al entramado jurídico nacional y
cómo regula y castiga (si es que castiga) este tipo de actos.
Un análisis exhaustivo del fenómeno de la violencia sexual
por supuesto que rebasa lo legal. Mi foco en lo jurídico, por
ahora, se debe a que sí hay, de forma constante, una
pregunta sobre cómo del Estado debe responder —y
responde— a esta violencia.
1. La violencia sexual en el trabajo: ¿un asunto de
mujeres?

Una de las inquietudes constantes que surgen en


discusiones sobre la violencia sexual tiene que ver con
cómo se plantea como un asunto de mujeres, en el que ellas
son, casi sin excepción, víctimas de los hombres. Las
objeciones son varias. Para empezar: ¿qué de los hombres
que son víctimas?1 Y, segundo: ¿acaso no están
demonizando a los hombres, en general? ¿Qué de las
mujeres que son agresoras? (¿Qué de los hombres que no
lo son?) ¿No se está haciendo una simplificación del
fenómeno?

¿Qué nos dicen las estadísticas en México al respecto?

Hay una encuesta que permite ofrecer una respuesta a esta


pregunta: la Encuesta Nacional de Victimización y
Percepción de Seguridad Pública (ENVIPE), que se publica
cada año, desde el 2011.2 Esta encuesta permite calcular
aproximadamente cuántas personas en el país, mayores de
18 años, son víctimas de distintos tipos de delitos. Los
delitos sobre los cuales se les pregunta a las personas son
varios: robo, extorsión, fraude, amenazas, lesiones,
secuestro y distintos delitos sexuales. Según la séptima y
última edición de esta encuesta (2017), aproximadamente el
87.87% de las víctimas de violación mayores de 18 años en
el país fueron mujeres, como lo fueron el 89% de las
víctimas del resto de los delitos sexuales que se
contabilizan en esta encuesta, que son el hostigamiento, los
manoseos, el exhibicionismo y los intentos de violación.3 En
otras palabras: las mujeres son la gran mayoría de las
víctimas los delitos sexuales que se contabilizan en la
ENVIPE.

La ENVIPE, además, permite detectar el lugar en el que


ocurren estos delitos. De las personas que podemos
estimar vivieron hostigamiento, manoseos, exhibicionismo e
intentos de violación en el trabajo –solo en el trabajo–, el
83.55% fueron mujeres y el 16.45% fueron hombres. De las
personas que podemos estimar sufrieron una violación en el
trabajo, según los datos de esta encuesta, todas fueron
mujeres (básicamente: ningún hombre indicó haber sido
violado en el trabajo, en esta encuesta). Por supuesto que la
ENVIPE es un instrumento imperfecto, que puede estar
subestimando el fenómeno, pero de cualquier forma la
brecha es tan enorme que no puede ignorarse.

Ahora: ¿quiénes cometieron estos delitos, según la ENVIPE?


En todos los delitos –sexuales y no–, la mayoría de quienes
los cometieron fueron hombres. En el caso concreto del
hostigamiento, manoseos, exhibicionismo e intentos de
violación en el trabajo: el 63.4% de quienes agredieron a los
hombres, eran hombres y el 36.6% eran mujeres. El 99.2%
de quienes agredieron a las mujeres fueron hombres y el
0.8% otras mujeres.

¿Qué quiere decir esto? Que por supuesto todas las


personas –hombres y mujeres– pueden ser y son víctimas
de violencia sexual, incluida la que ocurre en el trabajo. Pero
algo pasa que se trata de una violencia que
desproporcionadamente afecta a las mujeres. La pregunta
importante es: ¿por qué? Lo mismo aplica para quienes
ejercen esta violencia: todas las personas –hombres y
mujeres– la pueden ejercer y la ejercen. La pregunta es:
¿por qué es mucho más común que sean los hombres los
que la cometen, tanto en contra de mujeres, como en
contra de otros hombres?

Aquí es donde se vuelve particularmente relevante la


famosa “perspectiva de género”: esta nos invita a ver los
factores sociales, económicos, políticos, laborales e
institucionales que impactan el riesgo que los hombres y las
mujeres tienen de vivir distintos tipos de violencias, así
como las oportunidades que tienen para ejercerlas. Los
datos no llevan automáticamente a demonizar a todos los
hombres (después de todo, como tantos insisten en
señalar: no todos los hombres ejercen violencia), sino a
entender qué del contexto –social, laboral, económico, etc.–
es lo que exacerba o reduce las posibilidades de que las
personas ejerzan y vivan violencia.

¿Qué quiere decir esto para efectos de la violencia sexual


que ocurre en el trabajo? Si en el país, por ejemplo, los
hombres siguen ocupando, en la mayoría de los centros de
trabajo –públicos y privados–, los puestos más altos de
decisión y las mujeres, en cambio, tienden a ocupar puestos
de menor rango, están situados en posiciones que les
confieren, a unos, un mayor margen de arbitrariedad y, a
otras, menores posibilidades de resistir y denunciar. La
desigualdad laboral amplía la entrada para la violencia.

Tomemos el caso prototípico de acoso sexual: que una


persona le ofrezca a otra una oportunidad laboral a cambio
de “sexo” y que la primera castigue a la segunda, en caso
de que la rechace. Para que esto ocurra, la persona tiene
que estar en la posición de ofrecer un trabajo y de castigar
a quien la rechace. Si ese poder recae
desproporcionadamente en los hombres y las
oportunidades laborales de las mujeres, además, siguen
estando fuertemente condicionadas por la discriminación,
quizá los números ya no sorprendan tanto.

Desde esta perspectiva, la discusión pública sobre la


violencia sexual en el trabajo nos debería empujar a analizar
a los centros de trabajo mismos: ¿cómo operan, cómo están
estructurados, cómo están conformados? ¿Qué del lugar y
la dinámica laboral permite o solapa la violencia? Y cómo
todo esto se exacerba o se reduce si se considera la
desigualdad de género –al menos– que actualmente existe
en la esfera laboral en el país. Esto para la violencia que
ocurre entre quienes se encuentran en una relación
jerárquica, pero también entre quienes están situados en un
plano de igualdad al interior del trabajo.4

2. ¿Pero realmente es para tanto?

Hasta ahora, solo he referido a los números que nos indican


que la violencia sexual, como muchas otras, en el país, está
fuertemente atravesada por el género. Más allá de esto, sin
embargo, ¿qué tan grande es el problema?

La Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones


en los Hogares (ENDIREH) es el instrumento estadístico
más importante que se ha desarrollado para dimensionar
específicamente las violencias que viven las mujeres
mayores de 15 años en el país.5 A finales del año pasado se
publicó su cuarta edición, que incluye cifras sobre la
violencia –física, emocional y sexual– que viven las mujeres
específicamente en el ámbito laboral. ¿Qué nos dicen estos
números?

• Aproximadamente a 344 mil mujeres (el 1.7%), en el último


año previo a la encuesta, les han propuesto o insinuado
tener relaciones sexuales a cambio de mejoras o beneficios
en el trabajo (una constante, por ejemplo, con Harvey
Weinstein).

• Aproximadamente 178 mil mujeres (el 0.9%), sufrieron, en


el último año, represalias en su contra, las castigaron o las
trataron mal porque se negaron a tener relaciones sexuales
en el trabajo (como ocurrió también con Weinstein).

• 90 mil, aproximadamente (el 0.5%), fueron a las que una


persona les mostró sus partes íntimas o se las manoseó
enfrente de ellas en este contexto (como ocurrió tanto con
Weinstein, como con Louis C.K.).

• 289 mil, aproximadamente (el 1.4%), son a las que las han
manoseado, tocado, besado o que se les han arrimado,
recargado o encimado sin su consentimiento (otra vez
Weinstein).

• Aproximadamente a 78 mil las trataron de violar (el 0.4%)


y 24 mil sufrieron una violación (el 0.1%).

Esto, de nuevo, es solo parte de la violencia sexual en el


contexto laboral.

Si queremos realmente dimensionar cómo es el día a día


para millones de mujeres, tendríamos que considerar las
violencias que viven en otros espacios –como la violencia
sexual que viven en la calle, muchas veces para llegar al
trabajo–.

Tendríamos que considerar las otras formas de violencia y


discriminación que viven en el mismo trabajo (valga solo un
dato: aproximadamente a 277 mil mujeres, según la
ENDIREH 2016, las despidieron por embarazarse en los
últimos tres años).6

Por no decir que tendríamos que analizar el contexto laboral


mexicano más amplio: uno en el que la precariedad e
informalidad laboral son constantes en las vidas de millones
de personas, incluidas, por supuesto, las mujeres, que,
según indicadores del INEGI, el 57.4% se encuentra en un
trabajo informal. Trabajos que, por definición, las ponen en
una situación de vulnerabilidad en las que ejercer sus
derechos es particularmente difícil. Lo que nos lleva, por
supuesto, al tema de la denuncia.

Según estimaciones de la ENDIREH 2016, el 91.2% de las


mujeres que experimentaron violencia física o sexual en el
trabajo a lo largo de su vida, no solicitaron apoyo de
ninguna institución, ni interpusieron una queja o denuncia
ante alguna autoridad. Solo el 2.3% solicitó apoyo a alguna
institución, el 5.3% presentó una queja o denuncia ante
alguna autoridad, y el 1.2% solicitaron apoyo e interpusieron
una denuncia.

¿Por qué, según la ENDIREH 2016, es que las mujeres no


denunciaron, ni solicitaron ayuda? El 23.9%, porque tenían
miedo a las consecuencias o a las amenazas; el 17.1%
porque pensó que no le iban a creer o que le iban a decir
que era su culpa; el 14% por vergüenza; el 20% porque no
sabía cómo y dónde denunciar; el 17.1% porque era una
pérdida de tiempo o porque no tenía tiempo; y el 12.4%
porque no confía en las autoridades del gobierno.

¿Son infundadas las razones que esgrimen estas mujeres?


¿Es errónea su percepción sobre las posibilidades de
obtener justicia en el país? Esto nos lleva, por ahora, al
entramado jurídico mexicano.
3. Los laberintos de la justicia

En los casos que se han denunciado con #MeToo, se


incluyen una variedad de conductas. Van desde los
comentarios sexistas o insinuaciones sexuales realizadas en
un contexto profesional, que no necesariamente se repiten
en el tiempo, pasando por tocamientos indeseados
constantes, hasta la violación. En algunos de los casos, si
bien solo existió una única insinuación sexual, a esta le
siguieron represalias laborales. Y esto es importante: no se
puede obviar en esta discusión que la denuncia no solo
tiene que ver con conductas sexuales, sino con cómo se
condiciona el trabajo de las mujeres. La pregunta, por
ahora, es: ¿cuáles, de todas estas conductas, se
encuentran prohibidas por las leyes mexicanas? La
respuesta a esta pregunta no es fácil.

A. La multiplicidad de instancias

Para empezar, distintas formas de violencia sexual se


encuentran sancionadas no solo por el derecho penal, sino
también por el derecho laboral, el derecho civil,7 el derecho
administrativo y, en ciertos casos, el derecho de los
derechos humanos (CNDH) y el derecho anti-discriminación
(CONAPRED).8 ¿Qué quiere decir esto? Que dependiendo
del trabajo en el que la persona se encuentre, una misma
conducta puede violar distintas leyes, por lo que puede
acudir a distintas instancias para denunciar.
Por ejemplo: si una mujer es acosada por un servidor
público, esto puede ser, al mismo tiempo, un delito, una
falta civil y una causa de responsabilidad administrativa.
Puede ir al Ministerio Público, acudir a un tribunal civil y/o a
la contraloría interna de la institución en la que trabaja. Las
consecuencias en cada instancia son distintas. En la penal,
la mayoría de los códigos establecen que el acoso sexual
será sancionado con pena de prisión. En la vía civil, con
dinero. En la vía administrativa, con amonestación,
suspensión o inhabilitación laboral. En todas, se supone, se
debe garantizar la “reparación integral” del daño.

Si, por el contrario, la persona trabaja en una empresa


privada, tiene distintas opciones. Puede, para empezar,
acudir a la misma empresa para que esta haga algo –como
despedir a quien acosa–. Si la empresa no hace nada y, por
el contrario, “permite o tolera” el acoso, la víctima puede
demandar a la empresa laboralmente (o civilmente). Esto es
importante: en México, distintas leyes generan
responsabilidad no solo para quienes cometen el acto, sino
para los centros de trabajo que no hacen su debida
diligencia para detener la violencia.

Hay huecos, por supuesto. ¿Qué de las personas, por


ejemplo, que si bien acuden a trabajar a una empresa en
donde son acosadas por un trabajador de ahí, están
legalmente subcontratadas por otra? ¿Quién, entonces, es
responsable civil y laboralmente? ¿Qué de las personas que
se encuentran en un trabajo informal? ¿Qué barreras
enfrentan ellas?

B. La heterogeneidad de las conductas

Ahora: ¿qué está sancionado? Otra vez: depende.

Todos los códigos penales en el país sancionan el “abuso


sexual” y la “violación”, incluidas las que ocurren en el
trabajo. Prácticamente todos los códigos penales sancionan
el “acoso sexual”, el “hostigamiento” o el “aprovechamiento
sexual”. Las definiciones, sin embargo, como puede verse
en un estudio que realizó la Comisión Ejecutiva de Atención
a Víctimas, no son homogéneas y algunas siguen
incluyendo elementos sumamente problemáticos
(pensemos en la sentencia de los Porkys, en la que se exigía
comprobar el “interés lascivo” de quien abusaba de la
víctima para configurar el delito).

A veces, lo que unos códigos llaman hostigamiento, otros lo


subsumen al acoso sexual. Qué se incluye en cada
categoría, varía. En el Código Penal Federal, por ejemplo,
comete el delito de hostigamiento “al que con fines lascivos
asedie reiteradamente a persona de cualquier sexo,
valiéndose de su posición jerárquica”. El “asedio” tiene que
ser reiterado –y cometido por alguien jerárquicamente
superior– para que se configure el delito. En la Ciudad de
México, en cambio, es “acoso sexual” cuando una persona
“solicita favores sexuales para sí o para una tercera
persona” o cuando realiza “una conducta sexual de
naturaleza indeseable para quien la recibe, que le cause un
daño o sufrimiento psicoemocional que lesione su
dignidad”. ¿Puede haber una conducta sexual indeseable,
pero que no cause “un daño o sufrimiento psicoemocional
que lesione [la] dignidad” de una persona? ¿Cómo y quién
lo determina? La corredora Alín Osuna, por ejemplo, relató
que, cuando fue a denunciar un acoso que vivió mientras
corría en un parque, se le practicó un examen psicométrico
para determinar, básicamente, qué tan “afectada estaba”.9
Al no estar “afectada mental, ni emocionalmente por el
asunto”, según el peritaje, se consideró que no hubo delito.

En el ámbito laboral, la Ley Federal del Trabajo prohíbe el


hostigamiento y el acoso sexual. ¿Cómo define el primero?
A ver si queda claro: es “el ejercicio de poder en una
relación de subordinación real de la víctima frente al agresor
en el ámbito laboral, que se expresa en conductas verbales,
físicas o ambas”. ¿Cómo define el acoso sexual? Es “una
forma de violencia en la que, si bien no existe la
subordinación, hay un ejercicio abusivo del poder que
conlleva a un estado de indefensión y de riesgo para la
víctima, independientemente de que se realice en uno o
varios eventos.” ¿Quedan claros? (A mí no.)
El Protocolo para la prevención, atención y sanción del
hostigamiento sexual y acoso sexual, aplicable para la
Administración Pública Federal, ofrece definiciones
similares, si bien aclara que el acoso sexual “es una forma
de violencia con connotación lasciva” y el hostigamiento
sexual “se expresa en conductas verbales, físicas o ambas,
relacionadas con la sexualidad de connotación lasciva”.

c. El famoso debido proceso

Hay dos elementos comunes a las distintas regulaciones de


la violencia sexual que ocurre en el trabajo en México. El
primero es que se reconoce que tanto las víctimas, como
los agresores pueden ser hombres y mujeres (lo que
significa que el trato desigual que luego se alega por parte
de los hombres es jurídicamente infundado). El segundo es
que todos tienen incorporado el debido proceso en su
actuar. Eso de “creerles siempre a las víctimas” en el país
es, en el mejor escenario, un punto de partida para la
investigación, pero no es la base de las condenas.

En el derecho penal, por ejemplo, la presunción de


inocencia implica que, si se va a sancionar a alguien por
cometer alguno de los delitos señalados en la ley, tiene que
comprobarse que, sin lugar a dudas, realizó el acto. Si la
víctima ofrece su testimonio, la persona acusada puede
ofrecer múltiples elementos probatorios para contradecirlo
y así desestimarlo. El proceso está diseñado para que la
víctima sea cuestionada.

En el derecho laboral, ocurre algo similar. Conforme a la Ley


Federal del Trabajo, por ejemplo, solo se puede despedir a
un trabajador o trabajadora, con causa. Sí: el acoso sexual u
hostigamiento son dos de esas causas por las cuales se
puede despedir a alguien. Pero: ¿qué pasa? Que la persona
despedida siempre puede demandar a la empresa si
considera que esa causa no existió o, para efectos
prácticos, no se demostró. ¿Qué implica esto? Que las
empresas tienen que demostrar que un trabajador o
trabajadora acosó u hostigó para que el despido sea legal.

Lo mismo ocurre en la regulación administrativa, diseñada


para las y los servidores públicos. Si se analiza el Protocolo
para la prevención, atención y sanción del hostigamiento
sexual y acoso sexual, se verá que, otra vez, se tienen que
investigar las quejas y garantizar la presunción de
inocencia.

Incluso en casos, por ejemplo, como el del Gustavo Loza,


cuyo contrato con Televisa fue terminado, como
consecuencia de la denuncia de Karla Souza, existen
salvaguardas. Los contratos, por definición, incluyen
cláusulas sobre su terminación. Si las personas estiman que
estas cláusulas se violaron –alegando, por ejemplo, que fue
injusto que se terminara por una “simple” queja de violencia
sexual–, también pueden demandar. Lo mismo aplica para la
denuncia social y mediática: en México, la vía civil, a través
del juicio por daño moral, le otorga a las personas una
manera de protegerse de lo que estiman es un daño a su
“honor” o “reputación”.

D. La efectividad del sistema legal

Todo lo que acabo de mencionar hasta ahora es lo que


dicen las leyes. ¿Qué de su cumplimiento, sobre todo
considerando que en México existe un problema inmenso
de impunidad? ¿Qué de la efectividad del sistema de justicia
mexicano?

Lo primero que debo mencionar es que hay problema brutal


con el acceso a datos públicos.

Si quisiéramos, por ejemplo, saber cuántas denuncias


laborales han interpuesto las personas por considerar que
fueron despedidas injustificadamente por acoso, los datos
que publica el INEGI sobre las “relaciones laborales de
jurisdicción local”, que incluyen los “conflictos individuales
de trabajo”, no permiten saberlo. Solo sabemos el número
de casos que hay por “despidos injustificados” o por una
“rescisión del contrato”, sin saber a qué, en concreto, se
deben.10 Si queremos saber cuántos casos han llegado a
los tribunales civiles, con base en el Censo Nacional de
Impartición de Justicia Estatal, también es imposible
saberlo. Los datos solo vienen desagregados por materia
(civil, mercantil, familiar), pero no por motivo. Si quisiéramos
saber cuántos casos llegan a las instituciones públicas, así
como cuántos servidores públicos han sido sancionados
por acoso u hostigamiento, también es prácticamente
imposible saberlo con base en los datos públicamente
disponibles. El Sistema de Registros de Servidores Públicos
Sancionados es un chiste (solo se puede buscar si conoces
el nombre o RFC de quien fue sancionado; o bien, no
puedes saber por qué, en concreto, se le sancionó). La
única manera de subsanar estas insuficiencias es a través
de solicitudes de acceso a la información pública y a veces
ni siquiera eso es una garantía.

La materia en la que más datos públicos están disponibles


es la penal. Aunque incluso aquí los problemas de
información son múltiples. Apenas en enero de este año,
por ejemplo, el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional
de Seguridad Pública comenzó a registrar el número de
averiguaciones previas a nivel estatal para los delitos de
abuso sexual, acoso sexual y hostigamiento sexual. En los
Censos Nacionales de Procuración de Justicia Estatal que
publica el INEGI, solo se tienen datos sobre las
averiguaciones previas de estos delitos a partir del 2013. En
relación a las sentencias judiciales, el panorama no es
mucho mejor (sobre todo considerando que las sentencias
no están públicamente disponibles). Es solo gracias a la
base de “Judiciales en materia penal” que podemos saber
cuántas personas condenadas hubo para todos estos
delitos entre 1997 y el 2012. Después de este año, sin
embargo, solo podemos saber el número de personas
sentenciadas, sin saber el sentido de la resolución.11

Ahora: con los datos públicamente disponibles, ¿qué


podemos saber sobre la efectividad del sistema penal para
castigar distintas formas de violencia sexual en el trabajo?

Primero: no es posible saber cuántos de los delitos que se


han denunciado y castigado ocurrieron en el contexto
laboral, porque los datos no están desagregados de forma
tal que se pueda saberlo. Solo contamos con datos sobre
los delitos sexuales que se denuncian, procesan o
condenan, en general.

Segundo: la violación es el único delito sexual, relevante


para este texto, sobre el cual se puede saber cuántas
averiguaciones previas se abrieron entre 1997 y 2012, así
como el número de delitos y personas que se llegaron a
procesar y condenar en estos años. Lo que revela un
análisis de estos datos es que existe una brecha nada
desdeñable entre las averiguaciones previas que se inician y
los casos que se llegan a consignar frente a un tribunal.
Algo que, por supuesto, no sorprende si se toma en
consideración los múltiples estudios que se han hecho
sobre el sistema de procuración de justicia (así como los
datos que año tras año arroja la ENVIPE).12 Guillermo
Zepeda Lecuona lo dijo hace tiempo: la averiguación previa
funciona como el nodo central o “el corazón de la
impunidad” en México.

Gráfica 1. Número de averiguaciones previas, delitos de


las personas procesadas/imputadas y delitos de las
personas condenadas para el delito de violación, en el
fuero común, para los años 1997-2012 en México13
Fuente: Para las averiguaciones previas, “Incidencia delictiva del fuero
común” del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad
Pública; para los delitos de las personas procesadas y condenadas, los
datos contenidos en “Judiciales en materia penal” del INEGI, que
contiene datos para los años 1997-2012. Valga decir que una misma
averiguación previa puede tener más de un delito. Y que una persona
puede cometer más de un delito.

¿Cuántas personas fueron condenadas por el delito de


violación? En todos estos años, 44,154 hombres y 334
mujeres. El año en el que más personas fueron condenadas
fue el 2004: con 3,177 hombres condenados y 17 mujeres.

Gráfica 2. Hombres y mujeres condenadas por violación,


en el fuero común entre 1997-2012
Fuente: “Judiciales en materia penal” del INEGI.

Si bien no se cuentan con datos sobre las averiguaciones


previas para los años de 1997-2012 del delito de abuso
sexual (por lo que no es posible saber la brecha entre
averiguaciones previas y consignaciones), sí hay datos
sobre el número de delitos de abuso sexual de las personas
condenadas entre 1997-2012. ¿Cuántos delitos de abuso
sexual se condenaron en todos estos años? En el año en el
que más abusos sexuales se condenaron, la cifra asciende a
2,851.

Gráfica 3. Delitos de las personas condenadas por


abuso sexual en el fuero común entre 1997-2012

Fuente: “Judiciales en materia penal” del INEGI, que contiene datos


para los años 1997-2012.

¿Cuántas personas fueron condenadas, entre 1997-2012,


por abuso sexual? En estos 16 años, en total: 20,910
hombres y 178 mujeres.

Gráfica 4. Hombres y mujeres condenadas por abuso


sexual, en el fuero común, 1997-2012
Fuente: “Judiciales en materia penal” del INEGI, que contiene datos
para los años 1997-2012.

¿Qué de los delitos de acoso sexual, hostigamiento sexual y


aprovechamiento sexual?14 Entre 1997 y 2012, se
condenaron a 163 hombres y a 3 mujeres por estos delitos.
En esta misma temporalidad, en el fuero común solo se
sancionaron 218 delitos de acoso, hostigamiento y
aprovechamiento sexual.

Gráfica 5. Hombres y mujeres condenadas por acoso


sexual, hostigamiento sexual y aprovechamiento sexual,
en el fuero común, 1997-2012
Fuente: “Judiciales en materia penal” del INEGI, que contiene datos
para los años 1997-2012.

Gráfica 6. Delitos de las personas condenadas por


acoso sexual, hostigamiento sexual y aprovechamiento
sexual, en el fuero común, 1997-2012
Fuente: “Judiciales en materia penal” del INEGI. Se sumaron los
“delitos de las personas sentenciadas en sentido condenatorio” por
estos tres delitos, para los años 1997-2012. De 1997-2008, se incluyen
datos solo para “hostigamiento sexual”; entre 2009 y 2012, se incluyen
datos para “acoso sexual” y “aprovechamiento sexual” (pero
desaparece la categoría de “hostigamiento sexual”).

Creo, contrastando estas cifras con los datos publicados en


la ENDIREH (tanto la última edición, del 2016, como las de
años pasados),15 que es sensato afirmar que, en el país, la
gran mayoría de los casos de violencia sexual no se
denuncian y, de los que sí, como quiera no se logra una
condena. Desde aquí, es importante retomar la pregunta:
¿por qué las personas no denuncian? Bueno: con un
sistema de justicia así, ¿para qué? Las probabilidades de
obtener justicia parecen ser casi nulas.

A esto hay que sumarle el escarnio social y muchas veces


mediático que acompañan a las denuncias. El mismo caso
de Karla Souza es el ejemplo más reciente de esto: los
mismos medios se han encargado de “socavar” su
testimonio, publicando una entrevista que dio en el pasado,
en la que refiere a cómo se ha “aprovechado” del hecho de
que le ha gustado a un productor para obtener algo a
cambio. Como si eso anulara la violencia a la que fue
sometida (y como si eso no tuviera una explicación
relacionada con cómo las mujeres siguen siendo valoradas
principalmente a través de su sexualidad y belleza en este
sistema). En meses y años recientes hemos visto cómo le
han hecho lo mismo a varias mujeres. Andrea Noel, por
atreverse a denunciar el hecho de que le subieran la falda y
le bajaran los calzones en la calle, acabó con amenazas de
muerte. Y, ¿cómo olvidar el caso de Lesvy Berlín? La misma
Procuraduría de la Ciudad de México se encargó de publicar
que estuvo “alcoholizándose y drogándose” con amigos
antes de ser asesinada y que, por cierto, ya ni estudiaba y
hasta “debía materias”.

Si a eso se le agrega el hecho de que, en los casos de


violencia sexual en el trabajo, el trabajo –el sustento mismo–
es el que muchas veces está en juego, lo verdaderamente
sorprendente es que haya denuncias, en primer lugar.

Si sigue sin entenderse el silencio de muchas víctimas,


valga una analogía para cerrar: la Constitución le garantiza a
todas las personas el derecho a realizar una jornada laboral
de no más de 8 horas. Ese es nuestro derecho. Y, sin
embargo, según la OCDE, México es el país en el que más
horas se trabajan; muchas más de las que permite la ley.
¿Cómo es posible que esto ocurra si se trata de un
derecho? ¿Cómo es que tantas personas “lo aceptan”, si es,
por definición, una violación a la ley? Porque las personas
saben que, frente a una empresa –por no decir frente a este
sistema económico–, es poco lo que lograrían con una
denuncia. Es mucho más probable que las despidan a que
logren, solas, cambiar la manera en la que su centro de
trabajo –por no decir el país– funciona. Si esto ocurre con
algo que es fácil de probar y que muchas veces está
contabilizado, ¿nos sorprende que el silencio se replique en
casos de violencia sexual en el trabajo? ¿Casos que por lo
general ocurren sin testigos, sin registro alguno, más allá
del testimonio de la víctima?
La analogía con el respeto a la jornada laboral no es fortuita.
Ambos casos son violaciones a derechos que ocurren en el
trabajo. Violaciones que ocurren en un fuerte contexto de
desigualdad y precariedad. Y esto es a lo que tendríamos
que estarle poniendo atención. Más allá del castigo: ¿cómo
cambiamos el mundo del trabajo para que sea un espacio
en el que todos los derechos de todas las personas se
respeten? Esa es la deuda pendiente.

Estefanía Vela
Profesora asociada y responsable del Área de Derechos
Sexuales y Reproductivos del CIDE.

1 Un punto que por lo general surge en discusiones sobre la


violencia sexual que viven las mujeres es cómo, de
cualquier forma, los hombres son víctimas de la mayoría de
la violencia en el país. Esto es cierto en lo que al homicidio
se refiere (si bien muchos de los homicidios de hombres y
mujeres presentan características diferentes que no
pueden, ni deben obviarse); así como en relación a las
desapariciones (de las 33,125 personas que se contabilizan
en el Registro Nacional de Personas Extraviadas o
Desaparecidas, el 73.69% son hombres) y las lesiones
(según la ENVIPE 2017, el 63% de las víctimas de este delito
aproximadamente son hombres), al menos. Esta realidad,
sin embargo, no está peleada con el hecho –ni lo
descalifica, o minimiza– de que, en lo que a la violencia
sexual se refiere, son las mujeres la mayoría de las víctimas.
Solo significa que cada violencia, en cada espacio, debe
analizarse a detalle, para que podamos entenderlas
adecuadamente.

2 La ENVIPE es una encuesta probabilística, que se aplica a


la población de 18 años y más. En concreto, la última
edición, el tamaño de la muestra nacional fue de 102,051
viviendas. No es la encuesta más sofisticada, que existe en
el país, para medir distintos tipos de violencia en el trabajo,
en general –violencias que no necesariamente siempre son
delitos–, ni la violencia que viven las mujeres en el trabajo,
en particular (para eso está la ENDIREH). Pero la utilizo aquí
porque, al ser una encuesta que incluye tanto a hombres,
como a mujeres (a diferencia de la ENDIREH, por ejemplo,
que solo se aplica a mujeres), permite detectar si estos
delitos sexuales impactan de manera diferenciada a
hombres y a mujeres. Sirve, en otras palabras, como un
punto de referencia para visibilizar cómo estos delitos son
atravesados por el género. Valga, sin embargo, mencionar
que la Encuesta de Cohesión Social para la Prevención de la
Violencia y la Delincuencia (ECOPRED) 2014, también sirve
para analizar distintas violencias que viven los hombres y
las mujeres en el trabajo. Esta Encuesta confirma los
resultados de la ENVIPE: tratándose específicamente de la
violencia sexual, la mayoría de las víctimas –dentro y fuera
del trabajo– son mujeres.
3Gracias a Carolina Torreblanca y Carlos Guadalupe, de
Data Cívica, por procesarme y pasarme los datos de la
ENVIPE sobre violación y “otros delitos sexuales”,
desagregados por sexo y lugar de ocurrencia.

4 Sugiero, al respecto, el artículo que escribió la académica


del derecho Vicki Schultz sobre el acoso sexual, para
entender cómo la conformación, dinámicas y estructuras
laborales permiten, solapan y hasta fomentan el acoso
sexista (y no solo sexual) que viven las mujeres (aquí está
en español). Aquí analizo el panorama de discriminación en
el empleo más amplio en México, así como las políticas
públicas que se han implementado –y que se deberían
implementar– para hacerle frente.

5La académica Sonia Frías ha escrito sobre los distintos


problemas y límites de la ENDIREH 2016 (y sus ediciones
pasadas) aquí.

6 Estos son los datos que presenta la ENDIREH 2016 para la


violencia que ocurre en el ámbito laboral.

Tabla 1. Distribución de mujeres de 15 años y más que


han trabajado, por condición, tipo, clase y situación de
violencia laboral según periodo de referencia (2016).
Estimaciones puntuales.

Absolutos Relativos
Periodo de Periodo de
referencia referencia
A lo En los A lo En los
largo últimos largo últimos
de su 12 de su 12
vida meses vida meses
33
Total de mujeres que han 20 074
066 100 100
trabajado 204
522
27
18 020
Sin incidentes 603 83.5 89.8
878
001
5
2 052
Con incidentes 463 16.5 10.2
621
521
3
1 313
Violencia emocional 505 10.6 6.5
893
063
3
1 196
Degradación 146 9.5 6
390
885
La han ofendido o
humillado por el hecho de 1 638 565
5 2.8
ser mujer (la hicieron sentir 786 447
menos o mal)
La han ignorado o no la
1 258 489
han tomado en cuenta, por 3.8 2.4
259 973
ser mujer
Le han hecho comentarios
ofensivos acerca de que 1 483 582
las mujeres no deberían 201 035 4.5 2.9
trabajar
Han comentado que sus
logros o ascensos se
763 306
debieron a que usted tuvo 2.3 1.5
128 038
relaciones sexuales con
algún superior
765 250
Intimidación / acecho 2.3 1.2
086 031
La han vigilado o seguido 765 250
2.3 1.2
al salir del trabajo 086 031
536 155
Violencia física 1.6 0.8
234 479
La han pateado o golpeado 160
45 675 0.5 0.2
con el puño 480
La han atacado o agredido
169
con un cuchillo, navaja o 42 484 0.5 0.2
873
arma de fuego
La han pellizcado, jalado el
cabello, empujado, 312
97 279 0.9 0.5
jaloneado, abofeteado o 263
aventado algún objeto
3
1 317
Violencia sexual 713 11.2 6.6
959
235
3
1 141
Intimidación 055 9 5.6
163
258
Le han enviado mensajes o
publicado comentarios con
insinuaciones sexuales,
insultos u ofensas, a través 818 427
del celular, correo 2.5 2.1
193 326
electrónico o redes
sociales (como Facebook,
Twitter, WhatsApp)
Le han dicho piropos
groseros u ofensivos de 2 175 826
6.6 4.1
tipo sexual o sobre su 175 798
cuerpo
Le han hecho sentir miedo
1 109 284
de ser atacada o abusada 3.4 1.4
374 186
sexualmente
1
388
Acoso-hostigamiento 459 4.4 1.9
180
907
Le han propuesto o
insinuado tener relaciones
1 368 344
sexuales a cambio de 4.1 1.7
983 261
mejoras o beneficios en el
trabajo
Tomaron represalias en su
contra, la castigaron, o
trataron mal, porque se
negó a tener relaciones
sexuales (le limitaron sus 652 178
2 0.9
posibilidades de mejora o 601 568
promociones, intentaron
despedirla o la
despidieron, la congelaron
o cambiaron de lugar, etc.)
1 431 333
Abuso sexual 3.5 1.7
964 340
La han obligado a mirar
escenas actos sexuales o
67
pornográficos (fotos, 14 988 0.2 0.1
revistas, videos o películas 087
pornográficas)

Alguna persona le mostró


sus partes íntimas o se las 335
90 431 1 0.5
manoseó enfrente de 124
usted
La han manoseado,
tocado, besado o se le han
967 289
arrimado, recargado o 2.9 1.4
395 043
encimado sin su
consentimiento
Violación e intento de 401
81 818 1.2 0.4
violación 237
Han tratado de obligarla a
371
tener relaciones sexuales 78 541 1.1 0.4
797
en contra de su voluntad
La han obligado a tener
120
relaciones sexuales en 24 333 0.4 0.1
324
contra de su voluntad

Fuente: INEGI, Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones


en los Hogares 2016. Nota: La suma de los tipos, clases o situaciones
no coincide con el total de mujeres, pues cada mujer puede haber
declarado más de un tipo de violencia. Estos números tampoco
incluyen discriminación en el empleo. Datos disponibles en:
http://www.beta.inegi.org.mx/proyectos/enchogares/especiales/endire
h/2016/

7Para la vía civil, se puede utilizar, como base de la


denuncia, la figura del “daño moral”. La Suprema Corte de
Justicia de la Nación, en el 2014, al resolver el Amparo
Directo 47/2013, confirmó que esta vía podía utilizarse para
combatir el acoso laboral.

8 Dentro de las Recomendaciones que ha emitido la


Comisión Nacional de Derechos Humanos, encontré la
Recomendación No. 61/2017, en la que analiza el caso de
una mujer que trabajaba en el gobierno de San Luis Potosí
que fue acosada por distintas personas con las que
trabajaba. Si bien fue la única que encontré, desde mi óptica
confirma el hecho de que, en ciertos casos
(necesariamente cuando quien agrede sea un servidor
público o ocurra al interior de una institución pública), la
CNDH (o sus homólogos estatales) pueden ser una vía a la
que acudan las personas para denunciar el acoso. El
CONAPRED, por su parte, incluye en su página web una
queja que revisó que se inició “con relación a un programa
de televisión, en el que una conductora presuntamente fue
víctima de acoso sexual e insultos por parte de su
compañero de conducción”. Con esto, también, asumo que,
en ciertos casos, el CONAPRED (o sus homólogos) pueden
ser instancias a las que se acude en casos de acoso sexual
(cuando éste pueda vincularse a la discriminación).

9 Andrea Noel, en su recuento sobre su caso, relató también


lo que fue someterse a un examen psicológico.

10 Actualmente, gracias a una solicitud de acceso a la


información pública, cuento con datos sobre el número de
casos en los que la Procuraduría Federal de la Defensa del
Trabajo le ha proporcionado asesorías u acompañamientos
a trabajadores en casos de rescisión por acoso u
hostigamiento. Entre el 1 de enero de 2013 y el 31 de
diciembre de 2017, esta Procuraduría tiene registradas 621
asesorías por rescisión por acoso u hostigamiento (entiendo
que son el número de casos en los que algún trabajador o
trabajadora ha acudido para recibir orientación sobre qué
hacer en estos casos). Ha representado a trabajadores y
trabajadoras en 8 conciliaciones y en 1 solo juicio. Esto no
quiere decir que solo hay 1 juicio por rescisión de contrato
por acoso u hostigamiento, solo quiere decir que la
Procuraduría ha estado involucrada, como representante
del trabajador o trabajadora, en 1 solo juicio por este motivo.
(Oficio Número A00/PG/CPPE/012/2018, del 23 de enero de
2018, en respuesta a la solicitud 1411100005118, realizada a
través de la Plataforma Nacional de Transparencia).

11 A partir del 2011, el INEGI empezó a publicar, anualmente,


el Censo Nacional de Impartición de Justicia Estatal. Solo
para los años 2012 y 2013 es posible saber el sentido de la
sentencia. Después, solo es posible saber las personas
sentenciadas, mas no su sentido.

12Hay un estudio fundamental para entender qué ocurre


con las procuradurías frente a casos de violencia sexual: el
que realizó la académica del CIDE Alejandra Ríos, para el
Instituto Nacional de las Mujeres, sobre “los sistemas de
información de los ministerios públicos en con perspectiva
de género”. Este estudio busca “realizar un diagnóstico del
proceso de atención y registro de la información que se
realiza en las Agencias del Ministerio Público y el Área o
Centro de Atención a Víctimas dependientes de las
procuradurías estatales”. Es el estudio más importante que
existe en el país que se adentra a cómo responden las
procuradurías frente a casos de violencia sexual. Además
de este, para quien tenga interés, sugiero el artículo que
realizó Sonia Frías sobre las estrategias que implementan
las mujeres para pedir ayuda en casos de violencia por
parte de la pareja, así como el artículo que publicaron Frías
y Ríos, juntas, sobre las mujeres que buscan ayuda en las
procuradurías en casos de violación (por alguien distinto a
la pareja).

13Los números específicos para el delito de violación, de


acuerdo al SNSP y a la base de sentencias judiciales en
materia penal del INEGI, son estos:

1997 1998 1999 2000 2001 2002


Averiguaciones
11,664 11,315 11,492 13,067 12,971 14,372
previas
Delitos de las
personas 4,496 4,555 5,031 5,256 5,267 5,249
procesadas
Delitos de las
personas 2,736 2,991 3,076 3,099 3,406 3,284
condenadas
Hombres
condenados 2,219 2,509 2,594 2,575 2,860 2,818
por violación
Mujeres
condenadas 0 0 0 0 17
por violación

14 Una diferencia importante que quizá explica por qué los


casos de acoso, hostigamiento y aprovechamiento son
bajos, en comparación con los que hay de abuso sexual y
violación, tiene que ver con cuándo las diferentes
legislaciones penales estatales los incorporaron como
delitos. La primera vez que se tipificó en México el
hostigamiento fue en el Código Penal Federal en 1991. Es un
delito relativamente reciente, comparados con los otros.

15 La persona que más ha estudiado la ENDIREH, en lo que


a la violencia en el trabajo se refiere, es Sonia Frías.
Recomiendo estos tres artículos suyos, si se tiene interés en
ahondar en las cifras y el fenómeno: este, de 2011, este, de
2013 y este, de 2014.

También podría gustarte