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3. Ciclo A.

Navidad: Miércoles 27 de diciembre1 Ev. Jn 20, 2-9

Fiesta de San Juan Apóstol

Hoy festejamos a San Juan apóstol y evangelista, contemplativo y místico.


- Éste es aquel joven galileo, hijo de un pescador, Zebedeo y de Salomé, hermana de
la Virgen y una de las santas mujeres que acompañaron al Señor.

Parece que la personalidad de Juan era un tanto ardorosa como aparece en dos
episodios: cuando habían encontrado a otro predicando en el nombre de Cristo, es Juan
quien le comenta al Maestro... No es de nuestra compañía, se lo hemos prohibido (Mc
9,38); o cuando no fueron recibidos por los samaritanos es Juan quien dice: Señor, ¿quieres
que digamos que baje fuego del cielo para que los consuma? (Lc 9,54.

Y tal vez por esto es que el Señor los llamó a él y a su hermano Santiago “Hijos del
trueno” (Mc 3,14. O tal vez por su predicación fogosa y elevada.

Después de la Ascensión de Cristo estuvo muchos años en Jerusalén trabajando en


la organización de la Iglesia y luego fue Obispo de Éfeso y sus Iglesias sufragáneas, de
donde salieron hombres de Dios como Papías, Policarpo y probablemente san Ignacio de
Antioquía.

En tiempos de Domiciano es desterrado a la isla de Patmos, donde probablemente es


condenado a trabajar en las minas.
Luego vuelve a Éfeso, difunde su Evangelio escrito después de los ochenta años de
edad y muere.

- Si miramos su Evangelio:

1. “Todos los diálogos dramáticos de la vida de Cristo son tratados por Juan con la
fineza de un dramaturgo” (Castellani. ¡Cómo habrán quedado marcados en su alma los
dichos y hechos del Maestro! Que aunque escritos ya en su vejez guardan, sin embargo, la
frescura que tuvieron cuando su juventud.

2. “Juan quiere decir gracia de Dios, o en quien está la gracia –dice Orígenes- o ha
quien se ha concedido. Y a ningún teólogo sino a Juan Apóstol se le ha concedido penetrar
los misterios escondidos del Sumo Bien”.

3. Juan es el “Águila de Patmos”, porque los tres animales que representan a los
otros tres evangelistas –el león, el hombre y el toro – andan por tierra porque los tres
evangelistas se ocupan especialmente de lo que hizo Cristo en carne mortal...

“Mientras que Juan –dice Alcuino- se remonta sobre las nubes de la humana
debilidad como se remonta un águila. Y vio la luz de la Verdad inmutable con los ojos

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1989.
firmísimos y penetrantes como mira el águila frente a frente el sol sin que se deslumbren
sus ojos”.

4. “Cuando un hombre ignorante –dice el Crisóstomo- dice tales cosas que ninguno
de los que han vivido sobre la tierra conoció jamás, es preciso atribuirlo a un gran milagro”.
Y el Evangelio de Juan es un gran milagro.

5. Juan es el Apóstol de la Eucaristía y el apóstol de la Cruz, pero principalmente es


el apóstol del Amor.

Juan es el apóstol del Corazón de Cristo porque él lo oyó latir (Jn 13,21).
Si Pedro es el magisterio, Juan es la caridad.
Y por esto, porque caló hondo en el corazón de Cristo, tanto que llegó a traspasar
su carne, su humanidad y llegó a “tocar” al Verbo de vida, su divinidad, por esto, digo, su
Evangelio es el más elevado y excelente.

6. Juan, en fin, es el primer apóstol que cree en la resurrección.


Llegó primero al sepulcro porque siempre llega primero la contemplación que la
acción a penetrar el misterio. Y al ver el sepulcro vació creyó (Jn 20,9.

Creyó porque había seguido a Cristo durante toda su vida, desde aquella vez en que
inducidos por el bautista se acercan al Señor (Juan y Andrés) y le preguntan ¿dónde moras?
Recibiendo del Maestro aquella frase que debe haber golpeado siempre en el pecho del
discípulo amado: Ven y verás (Jn 1,39ss.

Y Juan fue, Juan detrás de Cristo no tanto con su cuerpo sino con su amor. Fue y
vio... Vio la gloria como de Unigénito del Padre; vio al Cordero de Dios, vio los milagros
más grandes de Cristo (transfiguración, Resurrección.

Vio la Cruz; vio a la Madre de Dios; vio el sepulcro vacío y al verlo, creyó. Creyó
antes que Pedro.

Creyó y enseñó a todos los hombres lo que había visto, esto es, el misterio del
Verbo hecho carne.

Podríamos decir que entre todos los apóstoles Juan sería nuestro Patrono, por eso
debemos pedirle siempre que nos enseñe a recostarnos en el pecho de Jesús para penetrar
hondo en sus misterios con los ojos penetrantes del águila.

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