Está en la página 1de 6

7.

Subió a los cielos y está sentado a la diestra de Dios Padre

Los discípulos de Jesús vivieron la experiencia de¡ Viernes Santo: Jesús, indefenso y abandonado,
colgaba de la cruz. Su vida se extinguió en la muerte. Los discípulos depositaron su cuerpo en un
sepulcro y lo cerraron con una gran piedra: una señal de que la muerte, al final, es más poderosa
que la vida. En el encuentro con el Señor resucitado, los discípulos viven la experiencia que echa
por tierra todo lo que ellos creen saber acerca de la vida y la muerte. Le reconocen: ¡es Jesús, es el
Crucificado! Jesús les es familiar y, al mismo tiempo, les resulta desconocido. Él entra pasando a
través de las puertas cerradas. Está allí y desaparece. No se le puede retener. los discípulos -a
través de la angustia y de¡ miedo- comienzan a pensar y creer en lo que está más allá de la
muerte: Dios ha resucitado de la muerte a su Hijo y lo ha acogido -junto con su humanidad- en la
gloria. Los discípulos afirman: Jesús ha subido al cielo, y: Dios le ha dado un puesto de honor a su
derecha.

7.1 Dios le exaltó por encima de todos

Jesús ha fracasado entre los hombres. "Los suyos no le acogieron" (Jn 1,11). Pero Dios le resucitó y
le acogió. Da a su Hijo el puesto de honor a su derecha, y le hace así Señor por encima de toda la
creación.

La imagen de "estar sentado a la derecha de Dios" tiene un significado especialísimo para los
cristianos que, como Jesús, proceden del judaísmo: Dios, el Señor y Rey, escogió a Israel como su
pueblo. Los reyes que reinan en Jerusalén son considerados representantes de Dios. No gobiernan
por su propio poder, sino por encargo de Dios. Mientras no lo olviden, Dios estará con ellos.

Por un salmo sabemos lo que se dice a un rey en el día de su entronización: "Palabra de Yahvé a mi
señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos como estrado de tus pies" (Sal
110,1). Muchas personas, cuando recitan este salmo, piensan en el Salvador prometido, en el
Mesías.

En una antigua confesión de fe dicen los cristianos: "Él es el Señor Glorificado y el más Poderoso
de todos los señores de¡ mundo'. Esta confesión es el núcleo de nuestra fe.

La comunidad alaba con un himno al Señor Exaltado: Dios lo exaltó a lo sumo y le dio el nombre
que está por encima de todo nombre, para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en
los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame que Jesucristo es Señor para gloria
de Dios Padre. CARTA A Los FILIPENSES

7.2 Subió a los cielos

Cuando los primeros cristianos confiesan acerca de su Señor: 'Subió a los cielos- ' recuerdan el
Antiguo Testamento. En él se refiere que el patriarca Henoc vivió su vida con arreglo a la voluntad
de Dios y al final Dios se lo llevó al cielo (Gn 5,24). Se cree con fe que el gran profeta Elías fue
arrebatado al cielo en un carro de fuego en medio de un torbellino (2 Re 2,11). Elíseo, su discípulo,
queda atrás y comprende que su tarea es continuar la obra de Elías.
Lucas, al final de su Evangelio, refiere cómo Jesús se despide de sus discípulos: Va con ellos a
Betania, alza sus manos y los bendice, a ellos que estaban postrados en adoración (Lc 24,50-52). Al
comienzo de su segunda obra, los Hechos de los Apóstoles, Lucas vuelve a escribir acerca de la
ascensión de Jesús al cielo, a fin de mostrar así claramente cómo la historia terrena de Jesucristo
desemboca en la historia de su Iglesia: durante cuarenta días -un período de tiempo sagrado- se
estuvo apareciendo el Señor resucitado a sus discípulos y habló con ellos acerca de¡ reino de Dios.
Después, ante los ojos de sus discípulos, es elevado al cielo, y una nube -Dios mismo- lo oculta de
la vista. Atónitos y fascinados, los discípulos se quedan con la mirada fija en el lugar donde habían
visto a Jesús por última vez. Dos mensajeros divinos les hablan: ¿Por qué se han quedado mirando
al cielo? Este Jesús que de entre ustedes ha sido llevado al cielo, vendrá de la misma manera que
le han visto irse (Hch 1,9-11).

Los apóstoles comprenden: ahora les toca a ellos ir a la gente, por encargo de Jesús, proclamar el
Evangelio, curar a los enfermos, perdonar el pecado, expulsar los malos espíritus, despertar
esperanza.

En la tierra
no tuviste otro cuerpo que el nuestro,
otros pies que los nuestros,
otras manos que las nuestras.
Nuestros ojos muestran la misericordia
que sientes por el mundo.
Nuestros pies te sostienen para hacer el bien.
Con nuestras manos tú bendices ahora.
PENSAMIENTOS DE SANTA TERESA DE JESÚS

Subió a los cielos (la Ascensión): No se piensa en un cambio de lugar dentro del ámbito de nuestro
mundo, sino en la entrada del hombre Jesús de Nazaret en el ámbito celestial; de allí vendrá por
segunda vez.

Hechos de los Apóstoles: El segundo libro escrito por el evangelista San Lucas, en el que habla de
la actividad de los apóstoles en cumplimiento de la misión dada por el Resucitado. Fundan
comunidades, obtienen éxitos y son perseguidos. En la primera parte (capítulos 1 a 12) se habla de
San Pedro, el Primero de los apóstoles. En la segunda parte (capítulos 13 a 28) se describe la
actividad evangelizadora de San Pablo (Pablo de Tarso), el apóstol de los gentiles (tres viajes
misioneros). San Pablo lleva el Evangelio a Europa. El libro de los Hechos termina con la
predicación de San Pablo en la gran urbe de Roma. La tradición da testimonio de que él y Pedro
sufrieron el martirio en Roma. De este modo Roma, la ciudad de los apóstoles, se convierte en el
centro de la Iglesia.

Cuarenta días: Un número sagrado. Durante los cuarenta años de su peregrinación por el desierto,
el pueblo de Israel aprende a confiar en Dios. - Jesús, después de ser bautizado por Juan, se retira
durante cuarenta días para ayunar en el desierto. Luego, con la plena seguridad de su misión,
comienza su "vida pública". - La Iglesia se atiene al testimonio de San Lucas. Cuarenta días después
de Pascua, celebra la "Ascensión de Cristo al cielo'.
7.3 Despedida y nueva compañía

Con fe comprendemos lo que San Lucas -que también era creyente- testifica a su Iglesia, que
también es la nuestra, acerca de¡ Evangelio de Jesucristo: Jesucristo se hizo hombre para que
nosotros seamos libres de todo lo que nos separa de Dios. Por nosotros los hombres vivió y por
nosotros murió. Dios lo resucitó y lo exaltó a su mano derecha.

Esto significa que Jesús, entre los suyos, no es ya visible ni palpable como hombre. Los suyos ya no
pueden verle directamente ni oírle ni palparle ni hacerle preguntas, como durante el tiempo en
que vivió entre ellos. La separación significa también despedida. En su Evangelio, san Juan
transmite unas "palabras de despedida". Son palabras de¡ Señor que se marcha, y en las que sus
discípulos hallan respuesta y consuelo.

· No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí. En la casa de mi Padre hay lugar para
todos; si no fuera así, ya lo habría dicho; ahora voy a prepararles ese lugar. Una vez que me haya
ido y les haya preparado el lugar, regresaré y los llevaré conmigo, para que ustedes puedan estar
donde voy a estar yo (Jn 14,1-3).
· Si me aman, obedecerán mis mandamientos; y yo rogaré al Padre y les dará otro Consolador,
para que esté siempre con ustedes. Es el Espíritu de la verdad (Jn 14,15-17).
· Les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Espíritu Protector no vendrá a ustedes;
pero si me voy, lo enviaré (Jn 16,7).
· Salí de¡ Padre y vine al mundo; ahora dejo el mundo para regresar al Padre (Jn 16,28).

La Iglesia de Jesucristo sigue esperando la segunda venida de su Señor. En la fe podemos estar


seguros de que él está preparándonos morada y hogar junto al Padre. Jesús quiere que estemos
con él. Por eso, el cielo al que "levantamos la mirada" no es ya únicamente para nosotros el
"lugar" de Dios y de Jesucristo, sino también el signo de nuestra propia seguridad.

Mientras vivimos en el mundo de los hombres, no podemos hablar sino en imágenes acerca
de¡ mundo de Dios. Tan sólo cuando hayamos recorrido el camino de Jesús -pasando por la
muerte y el sepulcro- se nos abrirán los ojos en nuestra propia mañana de Pascua. le veremos a Él:
a nuestro Señor.

Oramos así:
En verdad es justo y necesario... darte gracias... Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y
eterno... por nuestro Señor Jesucristo, el Rey de la gloria... No se ha ido para desentenderse de
este mundo, sino que ha querido precedernos como cabeza nuestra para que nosotros,
miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su Reino. Por eso, con
esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría, y también los coros
celestiales... cantan sin cesar el himno de tu gloria.
DEL PREFACIO DE LA ASCENSIÓN DE CRISTO
 

8. Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos

Jesús está con el Padre. Los hombres y mujeres que confían en él permanecen en medio de la
fragilidad de su vida y de la imperfección de su mundo. Pero la luz que Jesús irradia sobre el
mundo no se ha extinguido. La esperanza que sus palabras y sus hechos suscitan en los corazones
de los hombres no ha muerto.

8.1 Jesús vendrá de nuevo

Los primeros discípulos creen que su Señor regresará pronto, incluso en vida de ellos, Pero esta
vez no como un hombre entre los hombres, a quien se puede poner en duda y rechazar. No, Jesús
vendrá de nuevo con el poder y la gloria de Dios. Esto quiere decir que ninguna persona podrá
poner en duda su autoridad ni discutir su pleno poder. Todos conocerán que él es el Enviado por
Dios, el Mesías, el Salvador. El Juez que con la plena autoridad de Dios pronuncia su veredicto
sobre el hombre, y que consuma la creación: el reino y reinado de Dios se harán realidad.

No pasa mucho tiempo hasta que los primeros cristianos se dan cuenta de que su impaciencia los
conduce al error. Comprenden que el tiempo de Dios tiene una medida distinta que el tiempo de
los hombres. Y que siempre será verdad aquello de que: El día en el que el Señor ha de venir de
nuevo, "no lo conoce nadie, ni los ángeles de¡ cielo ni el Hijo, sino sólo el Padre" (Mc 13,32).

Los primeros cristianos comprenden también que, con la "Ascensión" de Jesús a los cielos, ha
comenzado un tiempo nuevo: el tiempo de ellos y nuestro tiempo, el tiempo de la Iglesia. Por eso,
no pueden permanecer en lo alto del "monte" y quedarse mirando al cielo tratando de ver a su
Señor. Su misión son las personas, dondequiera que ellas vivan y del modo que vivan. Su misión es
la Tierra... hasta sus últimos confines. Tienen el encargo y la responsabilidad de que la luz que
ilumina a todo hombre no se extinga, de

que la esperanza que se funda en Jesucristo no muera. De que todos tengan el mismo derecho a
aferrarse con fe a Jesucristo, que los ama. Es y sigue siendo cosa de Dios el determinar cuándo va
Él a consumar la Tierra mediante la segunda venida de su Hijo: esa Tierra creada por él a los
principios.

Mientras dura el tiempo, la expectación se puede paralizar. Los creyentes pueden sentirse
inseguros y dudar: ¿Cumplirá Dios su palabra? ¿Vendrá de nuevo el Señor? ¿Vale la pena esperar?
Pueden extraviarse, enfrascados en sus negocios de¡ mundo. Pueden olvidar que este mundo no
es lo supremo, y que tienen que esperar cosas grandes. A ellos van dirigidas las exhortaciones de
los apóstoles y de los evangelistas: ¡Permanezcan vigilantes! ¡No saben cuándo va a venir el Señor!

La Iglesia de Jesucristo se entiende a sí misma como una comunidad que aguarda la venida de su
Señor y que le está preparando el camino. Año tras año la Iglesia celebra el Adviento: es una
comunidad que está lista para salir al encuentro de Aquel que viene y darle la bienvenida.

Anunciamos tu muerte,
proclamamos tu resurrección,
hasta que vuelvas en gloria.
Marana tha - ¡Ven, Señor Jesús!

La segunda venida de¡ Señor: Desde el principio hubo y sigue habiendo continuamente individuos
y grupos (¡sectas!) que pretenden saber cuándo va a llegar el fin de¡ mundo y calculan el momento
de la segunda venida del Señor. En los sucesos de su época encuentran señales que, según piensan
ellos, anuncian el "fin del mundo". Exigen que la gente les crea, y que les sigan todos los que
quieran salvarse. Algunas de esas sectas originan mucha confusión. Pero todos esos movimientos
fracasan necesariamente, porque los planes de Dios no pueden averiguarse con cálculos humanos.
Dios, a su debido tiempo, dará cumplimiento y concederá la plenitud a quienes, con confianza,
permanezcan despiertos y esperen.

8.2 Él juzgará a los vivos y a los muertos

En su predicación en casa del centurión romano Cornelio, dice Pedro: "Él nos mandó predicar al
pueblo y dar testimonio de que Dios lo ha constituido Juez de vivos y muertos. De él dan
testimonio todos los profetas, afirmando que todo el que cree en él recibe el perdón de los
pecados, por medio de su nombre" (Hch 10,42-43).

Las palabras acerca de¡ juicio nos inspiran temor; al fin de cuentas, no somos más que seres
humanos. Y ¿qué ser humano puede hacer frente a Dios?

Las palabras acerca de¡ Juez nos infunden valor. Porque conocemos a Jesús. Su mensaje es
alentador. Jesús ve cómo las personas se esfuerzan por cumplir la voluntad de Dios, los preceptos
de Moisés, los "Diez Mandamientos" y, además, las numerosas prescripciones particulares que los
maestros de Israel añadieron a lo largo de los siglos. Y Jesús dice: "Vengan a mí todos los que están
fatigados y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy sencillo y
humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus vidas. Porque mi yugo es suave y mi carga
ligera" (Mt 11,28-30).

En otra ocasión Jesús dice qué es lo que se ha de tener en cuenta en el Juicio Final. Lo importante
es: amar a Dios, vivir a gusto suyo y proporcionar a los hermanos y hermanas lo que necesitan: dar
pan a los hambrientos, agua a los sedientos, techo a los que no tienen hogar, vestido a los
desnudos, ayuda a los enfermos y a los encarcelados. Todos los que han hecho eso, lo hicieron por
Jesús, aunque ni ellos mismos se dieran cuenta. El Señor les dirá: ¡Vengan! ¡El Padre les espera!
¡Verán lo felices que pueden ser las personas! Vivirán con él en la comunión que llamamos cielo.

Los otros, los que aborrecen a Jesús, los que viven disgustándole, los que no dan a las hermanas y
hermanos lo que necesitan: a los hambrientos no les dan pan, a los sedientos no les dan agua, a
los que no tienen hogar no les dan techo, a los desnudos no les dan vestido, a los enfermos y a los
encarcelados no les ayudan: todo eso han dejado de hacérselo a Jesús, aunque ni ellos mismos se
dieran cuenta. Se enterarán de lo desdichadas que pueden ser las personas. Ellos mismos se han
excluido de la comunión definitiva con Dios (véase Mt 25).

Señor, tú vendrás al fin de los tiempos.


El fin de mi tiempo es la muerte.
¡Señor, ven a mi encuentro!
¡Acógeme a tu lado!
¡Sé conmigo un Juez clemente,
y haz que el día de mi muerte
sea el día de mi resurrección!
¡Haz que sea feliz junto a ti con los que son felices!
El cielo: Significa la vida en la comunión definitiva con Jesús; la felicidad y la dicha de estar con
Dios. El "infierno" significa la exclusión definitiva de la comunión con Jesús, la desdicha y la
desgracia de los que se han separado de Dios. El 'purgatorio" significa que hay personas que, en el
día de su muerte, no están preparadas aún para el encuentro con Dios y para la plena comunión
con él. Nosotros creemos en que Dios es misericordioso y magnánimo para perdonar. Oramos por
nuestros difuntos.

También podría gustarte