Giovanni Pierluigi Da Palestrina

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Giovanni Pierluigi da Palestrina (Palestrina, 30 de septiembre de 1525 - Roma, 2 de

febrero de 1594), compositor italiano renacentista de música religiosa católica, reconocido por
sus composiciones polifónicas.

De joven, formó parte del coro de la basílica romana de Santa María la Mayor.
Posteriormente, fue organista en la catedral de su ciudad natal. Cuando el obispo de Palestrina
accedió al trono papal con el nombre de Julio III, le nombró maestro del coro de la Cappella
Giulia de la Basílica de San Pedro. Al año siguiente publicó su primer libro de misas. Un papa
posterior, Paulo IV, lo destituyó de su cargo, según algunos por juzgar inapropiada su condición
de casado, según otros por haber escrito madrigales, piezas de carácter profano.

En 1547 contrajo matrimonio con Lucrecia Gori. En 1555 fue nombrado sucesor de
Orlando di Lasso como maestro de capilla de San Juan de Letrán, donde en 1560 escribió sus
Lamentaciones. Pasó con el mismo cargo a Santa María la Mayor en 1561, y en 1563 publicó su
primer libro de motetes. Con el fallecimiento de su esposa en 1580 contemplo la posibilidad de
tomar los hábitos. Contrajo matrimonio en segundas nupcias con Virginia Dormoli en 1581;
una acaudalada viuda, lo que le permitió publicar gran parte de su obra.

Palestrina se mostró siempre insatisfecho con las reformas de la liturgia sacra dictadas
por el concilio de Trento, las cuales convirtieron en no canónicas a algunas de sus misas y otras
obras tempranas, salpicadas de interposiciones profanas ajenas al texto oficial. Por este
motivo dimitió de su cargo para pasar al servicio del cardenal Hipólito II de Este, que mantenía
su propia capilla. Finalmente volvió a la dirección de la Cappella Giulia, donde terminó sus días
en el cargo creado para él de «Compositor de la Capilla Papal».

Por otra parte, Palestrina es visto como el autor más representativo de obras
polifónicas ajustadas a las nuevas exigencias de la Contrarreforma. Sus obras de esos años
destacan por la claridad lograda, dejando la melodía en manos de la voz superior y ajustando
con precisión el ritmo del discurso. Con razón, se considera con admiración la belleza lograda
por Palestrina.

De sus 104 Misas, más de 70 están compuestas sobre el cantus firmus de melodías
gregorianas. Quizás la mejor de ellas sea la Missa Papae Marcelli en la cual realiza una síntesis
del estilo de sus predecesores y contemporáneos. De sus motetes son célebres, además de los
Improperia, los 29 motetes sobre el texto del Cantar de los Cantares de Salomón. Está
considerado como uno de los más eminentes autores de música religiosa católica.
Está formada casi en su totalidad por piezas polifónicas y de carácter sacro, destinadas a
acompañar a la liturgia católica. La excepción es cierto número de madrigales profanos.

 104 misas. De las que 51 son misas parodia y 31 son misas paráfrasis. Entre las más
notables están la Missa Papae Marcelli, dedicada a Marcelo II, sucesor de Julio III; y la misa
“L'homme armé”.

 373 motetes. Incluido un famoso Stabat Mater y las 29 piezas de la Canción de


Salomón.

 Lamentaciones

 2 canciones sagradas (cantiones sacrae)

 11 letanías.

 35 magníficats.

 69 ofertorios.

 49 madrigales sacros.

 94 madrigales profanos.

La "Misa del Papa Marcelo" ("Missa Papae Marcelli", por su nombre original en latín)
fue compuesta hacia el año 1562. Como el nombre lo dice, es una misa, o sea, una
composición musical hecha justamente para ser interpretada durante la eucaristía, como
acompañamiento de la misma.

Esta obra en particular, Palestrina la compuso en honor de Marcelo II, Papa de la


Iglesia Católica por apenas 22 días, entre el 6 de Abril y el 1 de Mayo de 1555. Se suele estimar
como fecha de composición, un rango que va desde los años 1562 a 1565.

A esta obra suele acreditársele el haber salvado la polifonía dentro de la Iglesia


Católica (polifonía es la composición en la cual los intérpretes siguen varias líneas melódicas
independientes a un mismo tiempo); los prelados de Trento querían prohibirla, en efecto,
debido a que las palabras en latín eran casi ininteligibles en muchas de estas obras.

Pero Palestrina pudo convencerlos de lo contrario. Esta misa es, en efecto, una de las
más célebres y bellas obras polifónicas jamás compuestas. La obra es a capella, o sea,
interpretada sólo con la voz humana, sin acompañamiento instrumental.
La composición está concebida en su mayor parte para seis voces, que
entran en clave imitativa en el Kyrie eleison del comienzo. El Christe eleison
trae un inmediato elemento de escritura homofónica al principio, las voces de
dos en dos respondiendo a las otras antes de exponer una textura más plena, y
sigue con el conclusivo Kyrie donde entran en imitación las voces.
De entrada, el Kyrie de esta misa es ya un claro ejemplo del “estilo de
Palestrina”, un estilo transparente donde no se producen saltos difíciles en sus
líneas melódicas. La melodía es diatónica, el tempo lento marcando claramente
las cadencias, y tiene forma ternaria: ABC.
El Gloria es, en general, una obra silábica y a menudo homofónica en su
tratamiento del texto. Lo mismo podemos decir del Credo. El Sanctus
encuentra espacio para una melismata, o sea varias notas asignadas a una
sílaba con un final (Benedictus) a cuatro voces. El Agnus Dei cierra la
composición con un elemento de escritura canónica en el segundo Agnus.

En plena contrarreforma, en presencia del Papa Pio IV, en 1565, se


interpreta la Missa Papae Marcelli. El Papa, admirado por la belleza de la obra,
exclama: «Estos son los cánticos que en su tiempo el Apóstol Juan escuchó en
la alegre Jerusalén y que ahora otro Juan (Palestrina) nos trae como fruto de
su inspiración.».
Palestrina la escribió para que fuera interpretada en la coronación del
Papa Marcelo II que debería haber sido en abril de 1555, pero este Papa murió
antes de que se celebraran las ceremonias de coronación (ocupó el trono de
San Pedro tan sólo tres semanas). En consecuencia, se la dedicó a su sucesor,
Pablo IV.
Con esta obra puso en práctica las consignas musicales del Concilio de
Trento, conciliando música y espiritualidad, demostrando que la plegaria podía
convivir con la majestuosidad de una música grandiosa, y manteniendo un
perfecto equilibrio entre claridad de líneas y contrapunto.

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