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Arendt, Hannah - La Promesa de La Politica
Arendt, Hannah - La Promesa de La Politica
La promesa de la política
E dición e in troducción
de Jerom e K ohn
mIII PAIDÓS
Barcelona • Buenos Aires • México
SUMARIO
LA PROMESA DE LA POLÍTICA
S o c r a t e s ......................................................................................... 43
La tra d ic ió n de p e n sam ien to p o l í t i c o ................................... 77
La revisión de la tra d ic ió n p o r M ontesquieu ..................... 99
De Hegel a M arx ......................................................................... 107
El final de la tr a d ic ió n ................................................................ 119
In tro d u cció n a la política ......................................................... 131
E p ílo g o ............................................................................................ 225
1. Las fuentes de la p rim era m itad del p resen te volum en incluyen: «Karl M arx and
the T radition of W estern Political T hought», seis con feren cias divididas en dos grupos
y leídas an te los profesorados de la U niversidad de P rin ceto n y del In stitu te fo r Advan
ced S tudies en 1953; un d iscu rso en la rad io alem an a, «Von H egel zu Marx», re tra n s
m itid o en 1953; «Philosophy a n d Politics: The P ro b lem of A ction and T ho u g h t a fte r
the F rench Revolution», tres co n feren cias leíd as en la U niversidad de N otre D ame en
1954; y u n as pocas e n tra d a s c o etá n eas del D enktagebuch 1950 bis 1973, dos v o lú m e
nes, U. Ludz e I. N ordm ann (com p.), M unich, P ip er Verlag, 2002 (trad. cast.: Diario fi
losófico 1950-1973, B arcelona, H erder, 2006).
12 LA PR O M ESA DE LA POLÍTICA
4. Cuyo com ienzo político, p a ra Arendt, d a ta de «las prim eras explosiones atóm icas».
The H um an Condition, Chicago, University of Chicago Press, 1958, pág. 6 (trad. cast.: La
condición hum ana, B arcelona, Paidós, 1993, pág. 18).
14 LA PROM ESA DE LA POLÍTICA
9. Leiters, 1925-1975/H annah Arendt and M artin Heidegger, U. L udz (com p.), trad.
A. Shields, N ueva York, H arc o u rt, 2004, pág. 121 (trad . cast.: Correspondencia 1925-
1975 y otros docu m en to s de los legados/Hannah Arendt, M artin Heidegger, B arcelona,
H erder, 2000).
IN TRO D U C CIÓ N 19
11. H. A rendt, Was ist P olitik?, U. L udz (com p.), M unich, Piper Verlag, 1993, págs.
9-133 (trad. cast.: ¿Qué es la política?, B arcelona, Paidós, 1997).
12. Ibid., págs. 197-201.
IN TRO D U C CIÓ N 23
15. Essays in Understanding 1930-1954, op. cit., págs. 168 y 354. Véase «The Con-
q u e st o f Space and the S tatu re of M an», en H. A rendt, Between Past and Future, Nueva
York, Viking Press, 1968, págs. 270-277 (trad . cast.: E ntre pasado y futuro: ocho ejerci
cios de reflexión política, B arcelona, P en ín su la, 1996, págs. 279-293).
26 LA P R O M E S A D E L A P O L Í T I C A
J o v a n o v ^ l T r « 1’ ^f^^ Thinkin^
V° L 1 Nuev* York, H a rc o u rt B race
p á ¡ t0 9 ) ' P g' ( CaSt' : U Vlda d d eSpíntU ' B arcelo n a, Paidós, 2002,
IN TRO D U C CIÓ N 29
Del mismo modo que no existe un ser humano como tal, sino
solamente hombres y mujeres que son lo mismo en su absoluta
IN TRO D U C CIÓ N 31
J erom e K ohn
20. N adie ha percibido las in aca b ab les iro n ía s de Platón en los diálogos socráticos
con m ayor agudeza que A rendt, y en n in g ú n lu g a r con m ay o r clarid ad que en el E uti-
frón. Con la iro n ía en m ente q uizás se m e p u e d a ex cu sar p o r co n ceb ir xö óctiod (to ho-
sio n ) com o «reverencia» y «receptividad» m ás que com o «piedad», a u n q u e sólo sea
po rq ue las discusiones de Sócrates que involucran a los dioses —si algo es piadoso p o r
que los dioses lo am an, o si los dioses lo a m a n p o rq u e es piadoso, así com o la cuestión
de qué deben los hom bres piadosos a los dioses— son todas aporéticas.
LA PROMESA DE LA POLÍTICA
En el momento de la acción, de m odo bastante molesto, resul
ta que, en p rim er lugar, lo «absoluto», aquello que está «por en
cima de» los sentidos —lo verdadero, lo bueno, lo bello— no es
aprehensible, pues nadie sabe concretamente qué es. Sin duda,
todo el mundo tiene un concepto de ello, pero cada cual se lo re
presenta en concreto com o algo com pletam ente distinto. En tan
to que la acción depende de la pluralidad de los hombres, la pri
mera catástrofe de la filosofía occidental, que en sus pensadores
postreros desea en últim o término hacerse con el control de la ac
ción, es la exigencia de una unidad que p or principio resulta im
posible salvo bajo una tiranía. E n segundo lugar, que para servir
a los fines de la acción cualquier cosa puede hacer las veces de
absoluto, por ejemplo, la raza, la sociedad sin clases, etc. Cual
quier cosa es igualmente oportuna, «todo vale». La realidad pa
rece oponer a la acción tan poca resistencia como lo haría la más
extravagante teoría que pudiese ocurrírsele a algún charlatán.
Cualquier cosa es posible. E n te rc e r lugar, que al aplicar lo ab
soluto —por ejemplo, la justicia, o lo «ideal» en general (com o
ocurre en N ietzsche)— a un fin, se hacen posibles ante todo ac
ciones injustas y bestiales, porque el «ideal», la justicia misma,
ya no existe com o criterio, sino que ha devenido un fin alcanza-
ble y producible en el mundo. En otras palabras, la consumación
de la filosofía extingue la filosofía, la realización de lo «absoluto»
efectivamente elimina lo absoluto del mundo. Y así, finalmente,
la aparente realización del h o m b re sim plem ente elimina a los
hom bres.
De Diario filosófico,
septiem b re de 1951
SÓCRATES
1. Vale la pen a cita r al com pleto la frase del prefacio de H egel a su Filosofía del De
recho, en la cual ap arece esta fam o sa im agen: Wenn die Philosophie ihr Grau in Grau
malt, dann ist eine Gestalt des Lebens alt geworden, u n d m it Grau in Grau lässt sie sich
n icht verjüngen, sondern nu r erkennen; die Eule der Minerva beginnt erst m it der einbre
chenden D äm m erung ihren Flug («C uando la filosofía p in ta de gris su s tonos grises,
entonces ad quiere la form a de u n a vida envejecida. El gris sobre gris de la filosofía no
p u ede se r rejuvenecido, sino so lam en te co m p ren d id o . La lech u z a de M inerva levanta
su vuelo solam ente al caer el crepúsculo»). (N. del e.)
44 LA PROM ESA DE LA PO LÍTICA
II
3. Tucídides, 2, 40.
4. Las leyes, 716 c.
SÓCRATES 49
6. Retórica, 1354 a I.
7. Fedro, 260 a.
52 LA PROM ESA DE LA PO LÍTICA
moi, esto es, de «lo que m e parece a mi». E sta doxa no versaba
so b re lo que A ristóteles d en o m in a el eikos, lo p ro b ab le, los
m últiples verisim ilia (distintos del unum verum , la v erdad ú n i
ca, p o r un lado, y de las falsedades sin lím ite, las falsa infinita,
p o r el otro), sino sobre la com prensión del m u n d o «tal y com o
se m e m u e stra a mí». P or tanto, no era a rb itra rie d a d y fan tasía
subjetiva, pero tam p o co algo ab so lu to y válido p a ra todos. Se
asu m ía que el m u n d o se m u e stra de m o d o d iferen te a cad a
h o m b re en fu n ció n de la posición que o c u p a d e n tro de él, y
que la «m ism idad» del m undo, su rasgo co m ú n (koinon, com o
d irían los griegos, «com ún a todos») u «objetividad» (com o d i
ríam os n o sotros desde el p u n to de vista subjetivo de la filosofía
m oderna), reside en el hecho de que el m ism o m u n d o se m u es
tra a cada cual y que, a p e sa r de todas las d iferen cias e n tre los
h o m b re s y sus p osiciones en el m u n d o —y, p o r ta n to , de sus
doxai (opiniones)— «tanto tú com o yo som os hum anos».
La p a la b ra doxa no significa m eram en te o p in ió n , sino ta m
bién esp le n d o r y fam a. Com o tal, e stá en relació n con el e sp a
cio político, que es la esfera pública en la q ue cad a cual puede
a p a re c e r y m o s tra r quién es. D eclarar la p ro p ia o p in ió n g u a r
dab a relació n con ser capaz de m o stra rse u n o m ism o, de ser
visto y oído p o r los dem ás. Para los griegos éste era el g ran p ri
vilegio ligado a la vida pública y lo que fa ltab a en la privacidad
del hogar, d o nde ni se es visto ni se es oído p o r los dem ás. (De
hecho, la fam ilia, la m ujer y los hijos, adem ás de los esclavos y
los sirvientes, no eran reconocidos com o com pletam ente h u m a
nos). E n la vida privada se perm anece o cu lto y no se pu ed e ni
a p arec er ni brillar, y, consecuentem ente, allí no es posible n in
g u n a doxa. Sócrates, que rechazaba los cargos públicos y el h o
nor, n u n c a se re tiró a esta vida privada sin o que, al co n trario ,
se m ovía p o r el m ercado, en el seno m ism o de estas doxai, de
estas opiniones. Lo que Platón llam ó m ás a d elan te dialegesthai
el p ro p io S ócrates lo denom inó m ayéutica, el a rte de la co m a
drona: él quería ayudar a los dem ás a d a r a luz lo que ellos m is
m os p en sab an a su m anera, a e n c o n tra r la v erdad en sus doxai.
E ste m étodo e n co n trab a su significación en u n a doble co n
vicción: todo h o m b re posee su p ro p ia doxa, su p ro p ia a p e rtu ra
SÓCRATES 53
al m u ndo, y, p o r ta n to , S ócrates debe siem p re co m en zar h a
ciendo preguntas, no puede sab e r de a n tem an o qué tipo de do-
kei m oi, de «me parece a mí», posee el otro. Debe aseg u rarse
de la posición del o tro en el m undo com ún. Con todo, de igual
m odo que nadie p uede co n o cer de a n tem an o la doxa del otro,
así tam p oco nadie puede conocer p o r sí m ism o y sin un esfu er
zo adicional la verdad in h eren te a su p ro p ia opinión. Sócrates
q uería sac a r a la luz esta verdad que cada cual posee en p o te n
cia. Si nos adherim os a su p ro p ia m etáfora de la m ayéutica po
d ríam o s decir: Sócrates q u ería h a ce r a la ciu d ad m ás veraz
alu m b ran d o en cada c iu d ad an o su verdad. El m étodo p a ra h a
cerlo es el dialegesthai, h a b la r p o r extenso sobre algo, pero esta
d ialéctica pone de relieve la verdad no destru y en d o la doxa u
o p inión, sino, p o r el co n tra rio , revelando la veracidad p ro p ia
de la doxa. El papel del filósofo, entonces, no es el de g o b ern ar
la ciudad, sino el de ser su «tábano», no es el de decir verdades
filosóficas, sino el de h a ce r a los c iu d ad a n o s m ás veraces. La
diferen cia con P latón es decisiva: S ócrates no deseaba ta n to
e d u ca r a los ciu d ad an o s com o m e jo ra r sus doxai, que co m p o
n ían la vida política de la cual ta m b ién él form ab a parte. P ara
Sócrates, la m ayéutica era u n a activ id ad política, u n d a r y to
mar, fu n d am en talm en te sobre la base de u n a e stricta igualdad,
cuyos frutos no podían ser valorados en función del resultado,
de llegar a esta o a aquella verdad general. Por ta n to , los p ri
m eros diálogos de P lató n se h allan todavía in serto s de m odo
obvio en u n a trad ició n so crátic a en la m edida en que acab an
sin u n a conclusión, sin un resu ltad o . H ab er exam inado algo
m ed ian te el discurso, h a b e r h ab lad o sobre algo, sobre la doxa
de algún ciudadano, parecía ser resu ltad o suficiente.
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yes h mlSm°S
o sobrehum anoCUand°
com o aCtÙan-
las ideas.y " ° al« ° « t e m o com o las le-
PUede dUdar dC qUe Una ensefia n za tal estuvo y siem -
peto a la ? ! 611 .c° nflicto con ^ polis, que debe exigir re s
peto a las leyes con independencia de la co n cien cia p erso n al v
O e ra th conocía perfectam ente bien la n a tu ra le z a de este con
15. 155 d.
16. 341 c.
70 LA PROM ESA DE LA POLÍTICA
ción del fin p o r el cual son em p ren d id as» (Política, vii 1333 a
9-10). La diferen cia e n tre las cosas que se d an p o r n a tu ra lez a
com o p a rte del universo, así com o el universo m ism o, y los
asuntos h u m an o s que deben su existencia al hom bre, no ra d i
caba en que los ú ltim os fuesen de m en o r im p o rtan cia, sino en
que no eran inm ortales. Ni la m o rtalid ad del ho m b re ni la fra
gilidad de los asu n to s h u m a n o s c o n stitu ía n en ese m om ento
arg u m en to s c o n tra la g ran d eza del h o m b re y la g ran d eza p o
tencial de sus em presas. La gloria, la posib ilid ad específica
m ente h u m a n a de in m o rtalid ad , era d ebida a todo aquello que
revelaba g randeza. Con su sen tid o p a ra la g ran d eza de los h e
chos y los acontecim ientos hum anos, los h isto riad o res griegos,
Tucídides ta n to com o H eródoto, fu ero n los d escen d ien tes de
H om ero y de P índaro. C uando ellos d ictam in ab an lo que debía
salvarse del olvido p a ra la p o sterio rid ad porque poseía g ran d e
za no estab an interesados en el cuidado del h isto riad o r m o d er
no p o r explicar y p re se n ta r un flujo co n tin u o de aco n tecim ien
tos. Como los poetas, co n tab an sus h isto rias p a ra beneficio de
la gloria hum ana; a este respecto la poesía y la h isto ria todavía
tienen esen cialm en te el m ism o tem a, a saber: las acciones de
los hom bres, que d eterm in an sus vidas y en las cuales reside su
b uen a o m ala fo rtu n a (véase A ristóteles, Poética, vi 1450 a 12-
13). La percepción de que la g ran d eza h u m a n a no pu ed e reve
larse en n in g u n a o tra p a rte m ás que en el h a ce r y en el su frir
se hace todavía evidente en la n oción de «grandeza histórica»
em p leada p o r B u rck h ard t, y ha estad o siem p re p resen te en la
po esía y en el d ram a. Jam ás fue ni siq u ie ra ten id a en c u en ta
p o r n u e stra tra d ic ió n de p e n sam ien to político, la cual co m en
zó después de que el ideal del héroe, el «hacedor de grandes
hechos y o ra d o r de g ran d es p alab ras» , h u b o cedido el paso al
del h o m b re de E stado en c u an to legislador, cuya función no
era a c tu a r sino im p o n e r reglas p e rm a n e n te s a las c irc u n sta n
cias cam b ian tes y a los a su n to s inestab les de los ho m b res que
actú an .
E sta cerrazó n que n u e stra tra d ic ió n ha m o strad o desde su
com ienzo c o n tra todas las experiencias políticas que no e n tra
b an en sus esquem as —incluso si éstas eran las experiencias de
84 LA PR O M ESA DE LA PO LÍTICA
Trad. cast.: Los rom anos, M éxico, F o n d o de C u ltu ra E conóm ica, 1950. (N. del t.)
88 LA PROM ESA DE LA POLÍTICA
II
3. Capital, N ueva York, M odern Library, 1959, pág. 824 (trad . cast.: E l Capital: crí
tica de la econom ía política, M adrid, Akal, 2000). (N. del e.)
EL FINAL DE LA TRA D ICIÓN 127
¿ Q u é e s la p o l ít ic a ?
* A rcaísm o por: Dios h ab ría creado no al h o m b re sino m ás b ien a la fam ilia. (Ai. de
la t.)
134 LA PROM ESA DE LA POLÍTICA
II
E l p r e j u ic io c o n t r a l a p o l ít ic a y l o q u e la p o l ít ic a
ES h o y d e h e c h o
Los prejuicios, que todos co m partim os, que son obvios p ara
nosotros, que podem os in tercam b iarn o s en la conversación sin
tener que explicarlos d etalladam ente, rep resen tan algo político
en el sentido m ás am plio de la p alab ra, es decir, algo que co n s
tituye u n co m p o n en te integral de los a su n to s h u m an o s en tre
los que nos m ovem os todos los días. Q ue los prejuicios tengan
un papel ta n ex trao rd in ariam en te grande en la vida co tid ian a y
por lo ta n to en la política es algo de lo que en sí no cabe la
m en tarse y que, en n in g ú n caso, se d eb ería in te n ta r cam biar.
Pues el h o m b re no pu ed e vivir sin prejuicios y no sólo p o rq u e
su buen sentido o su discern im ien to no serían suficientes p ara
ju zg ar de nuevo todo aquello sobre lo que se le p id ie ra algún
juicio a lo largo de su vida, sino porque u n a ausencia tal de p re
juicios exigiría u n a a lerta so b re h u m an a . P o r eso la política
siem pre ha tenido que ver con la a cla ra c ió n y d isip ació n de
los prejuicios, lo que no quiere d ecir que c o n sista en e d u c a r
nos p a ra elim inarlos, ni que los que se esfuerzan en d ilu cid ar
los estén en sí m ism os libres de ellos. La p re te n sió n de e sta r
aten to y ab ierto al m undo d eterm in a el nivel político y la fisio
n o m ía general de u n a época pero no puede p en sarse n in g u n a
en la que los hom bres, en am plias esferas de ju icio y decisión,
no p u d ie ra n co n fiar y re in c id ir en sus prejuicios.
E v id en tem en te e sta ju s tific a c ió n del p re ju ic io com o c rite
rio p a ra ju z g a r en la vida c o tid ia n a tiene sus fro n teras, vale
sólo p a ra au tén tico s prejuicios, esto es, p a ra los que no a fir
m an ser juicios. Uno puede reco n o cer los prejuicios au tén tico s
en el hecho de que apelan con total n a tu ra lid a d a un «se dice»,
«se opina», sin que p o r su p u esto dicha apelación deba c o n star
explícitam ente. Los p reju icio s no son id io sin crasias p e rso n a
les, las cuales, si bien n u n ca pueden probarse, siem pre rem iten
a u n a experiencia personal en la que tienen la evidencia de p e r
cepciones sensibles. Los prejuicios no tienen u n a evidencia tal,
tam p o co p a ra aquel que e stá so m etid o a ellos, ya que no son
fru to de la experiencia. P o r eso, p o rq u e no d ep en d en de un
vínculo personal, c u en ta n fácilm ente con el a sen tim ien to de
138 LA PROM ESA DE LA PO LÍTICA
los dem ás, sin que haya que to m arse el esfu erzo de p e rsu a d ir
les. Ahí es donde se diferencia el prejuicio del juicio, con el que
p o r o tra p a rte tiene en com ún que a través de él la gente se re
conoce y se siente afín, de m a n era que q u ien esté p reso en los
prejuicios siem pre puede e sta r seguro de te n e r algún efecto so
b re los dem ás, m ie n tra s que lo id io sin crásico a p en as puede
im ponerse en el espacio público-político y sólo tien e validez en
lo privado e íntim o. C onsiguientem ente el p reju icio rep resen ta
u n g ran papel en lo p u ra m e n te social: no hay p ro p iam en te nin
g u n a fo rm a de sociedad que no se b ase m ás o m en o s en los
p rejuicios, m e d ia n te los cuales a d m ite a u n o s d eterm in ad o s
tip os h u m a n o s y excluye a otros. C uanto m ás libre e stá un
h o m b re de preju icio s m enos ap ro p ia d o es p a ra lo p u ra m e n te
social. Pero si en sociedad no p reten d em o s ju z g a r en absoluto,
esta renuncia, esta sustitución del juicio p o r el prejuicio, resulta
p eligrosa cu an d o afecta al ám bito político, d o nde no podem os
m overnos sin ju icio s porque, com o verem os m ás ad elan te, el
p en sam ien to político se basa esencialm ente en la cap acid ad de
ju z g a r [Urteilskraft].
Uno de los m otivos de la eficacia y p e lig ro sid ad de los p re
ju icios es que siem pre ocultan un pedazo del pasado. Bien m i
rado, u n p rejuicio au tén tico se reconoce ad em ás en que encie
rra u n ju icio que en su día tuvo un fu n d a m e n to legítim o en la
experiencia; sólo se convirtió en prejuicio al ser a rra stra d o sin
el m e n o r re p a ro ni revisión a través de los tiem p o s. E n este
sen tid o se diferen cia de la c h a rla ta n e ría , la cu al no sobrevive
al d ía o la h o ra en que se da y en la cual las o p in io n es y juicios
m ás h etero g én eo s se co n fu n d en caleid o scó p icam en te. El peli
gro del prejuicio reside p recisam ente en que siem p re e stá bien
an clad o en el pasad o y p o r eso se avanza al ju ic io y lo im pide,
im p o sib ilita n d o con ello te n e r u n a v e rd a d era ex p erien cia del
presente. Si querem os disolver los preju icio s p rim ero debem os
re d e sc u b rir los ju icios p retérito s que co n tien en , es decir, m os
tra r su co n ten id o de verdad. Si esto se p a sa p o r alto, ni b a ta
llones e n tero s de ilu strad o s o rad o res n i b ib lio tecas com pletas
de folletos p u ed en conseguir nada, com o m u e stra n claram en te
los casi in fin ito s —e in fin itam en te in fru c tu o so s— esfuerzos
IN TRO D U C CIÓ N A LA POLÍTICA 139
dedicados a p roblem as tales com o el de los negros en los E sta
dos U nidos o el de los judíos, cuestiones so b recarg ad as de p re
juicios antiquísim os.
P uesto que el prejuicio, al re c u rrir a lo pasado, se avanza al
juicio, ve lim itada su legitim idad tem poral a épocas históricas
—cu an titativ am en te la gran m ayoría— en que lo nuevo es rela
tivam ente ra ro en las e stru c tu ra s p o líticas y sociales y lo viejo
pred o m ina. La p a lab ra «juzgar» tien e en n u e stra lengua dos
significados to ta lm e n te diferenciados que siem p re se m ezclan
cuando hablam os. P or u n a p a rte alude al su b su m ir clasificato-
rio de lo sin g u lar y p a rtic u la r bajo algo general y universal, al
medir, a c re d ita r y d ecid ir lo co n creto m ed ian te c riterio s reg u
lativos. En tales ju icio s hay un prejuicio; se ju zg a sólo lo in d i
vidual pero no el criterio ni su adecuación a lo que m ide. Tam
bién sobre dicho criterio se juzgó u n a vez y, au n q u e a h o ra este
juicio se om ite, se h a co n vertido en un m edio p a ra p o d er se
guir ju zgando. Pero p o r o tra p a rte ju z g a r puede a lu d ir a algo
co m p letam en te distinto: cu an d o nos e n fren tam o s a algo que
no hem os visto n u n c a y p a ra lo que no disp o n em o s de n ingún
criterio. Este ju z g a r sin crite rio s no p uede ap ela r a n a d a m ás
que a la evidencia de lo juzgado m ism o y no tiene otros p resu
p uestos que la cap acid ad h u m a n a del juicio , que tiene m ucho
m ás que ver con la cap acid ad p a ra d iferen ciar que con la c ap a
cidad p a ra o rd e n a r y subsum ir. E ste ju z g a r sin criterio s nos es
bien conocido p o r lo que re sp ec ta al ju ic io estético o de gusto
[Geschmacksurteil], sobre el que, com o dijo K ant, p recisam en
te no se puede «disputar» pero sí d iscu tir y llegar a u n acuerdo;
y ta m b ié n lo vem os en la vida c o tid ia n a cuan d o , a n te u n a si
tu ació n todavía no conocida, opin am o s si esto o aquello la h u
biera juzgado co rrecta o inco rrectam en te.
En to d a crisis h istó rica los prejuicios se tam b alean , ya no se
confía en ellos y ju sta m en te porque ya no pueden co n tar con el
reconocim iento en esos «se dice» o «se piensa» no vinculantes,
en ese te rre n o d elim itado en que se ju stific a b a n y u sab an , se
so lid ifican y se c o n v ierten en algo que en orig en no eran , a
saber, en aq u ellas p se u d o te o ría s que, com o cosm ovisiones
[W eltanschauungen] h o m o g én eas o ideolog ías ilu m in a d o ra s,
140 LA PROM ESA DE LA PO LÍTICA
* A rendt u sa aq u í la frase de H am let (Act. I, esc. V): «The tim e is o n t of joint», se
gún Valverde: «Los tiem pos están d esquiciados», B arcelona, P laneta, 1995. S egún M.
A. Conejero: «El m undo está fuera de juicio», M adrid, C átedra, 1996. (N. de la t.)
142 LA PROM ESA DE LA POLÍTICA
¿ T i e n e la p o l ít ic a t o d a v ía a l g ú n s e n t i d o ?
E l s e n tid o d e l a p o lític a
1. Isëgoria e isologia se refieren ex p lícitam ente a la lib ertad de expresión. (N . del e.)
154 LA PROM ESA DE LA POLÍTICA
torio pro piam ente político, tam b ién siguió precisam ente el sen
tido de este espacio político esp ecíficam en te greco-ateniense
(es decir, en la m ed id a en que el h a b la r los u n o s con los otros
fue su contenido auténtico). Con ello surgió ju n to al territo rio
libre de lo político u n espacio nuevo de la lib e rta d m áx im a
m ente real que ha llegado h a sta n u estro s días com o la libertad
de las u n iv ersid ad es y la lib e rta d acad ém ica de cáted ra. Pero
esta lib ertad , au n q u e fo rm ad a a im agen y sem ejanza de o tra
cuya ex periencia h ab ía sido o rig in a ria m e n te p o lítica, au n q u e
P latón todavía la e n ten d iera seg u ram en te com o el posible n ú
cleo o p u n to de p a rtid a de lo que en el fu tu ro debía ser el e sta r
ju n to s de m uchos, trajo al m undo un nuevo concepto de lib er
tad. A d iferen cia de u n a lib e rta d p u ra m e n te filosófica y sólo
válida p a ra el individuo —tan alejada de lo político que ú n ica
m ente el cuerpo del filósofo h a b ita b a a ú n la polis— esta lib er
tad de los pocos es de n a tu ra le z a c o m p letam en te política. El
espacio libre de la academ ia debía ser un su stitu to p lenam ente
válido de la plaza del m ercado, el ágora, el espacio libre central
de la polis. Los pocos, si qu erían seguir siéndolo, debían exigir
p a ra su actividad, su h a b la r e n tre ellos, desligarse de las a c ti
vidades de la polis y del ágora, de la m ism a m a n era que los
ciu d ad an o s de A tenas estab an desligados de to d as las activ id a
des dirigidas al m ero ganarse el pan. Debían qu ed ar liberados de
la p o lítica en el sentido griego ex actam en te com o los c iu d a
d an o s d eb ían q u e d a r lib erad o s de las n ecesid ad es de la vida
p a ra d ed icarse a la política. Y d eb ían a b a n d o n a r el espacio de
lo p ro p ia m e n te político p a ra p o d e r e n tra r en el espacio de lo
«académ ico» com o los c iu d ad a n o s d eb ían a b a n d o n a r la esfe
ra priv ada de su hogar p a ra en treg arse a la plaza del m ercado.
Del m ism o m odo que la liberación de la lab o r y de la p reo cu p a
ción p o r la vida eran presu p u esto necesario p a ra la lib ertad de
lo político, la liberación de la po lítica lo era p a ra la libertad
de lo académ ico.
Es en este contexto que se afirm a p o r prim era vez que la p o
lítica es algo necesario, que lo po lítico en su co n ju n to es sólo
u n m edio p a ra un fin m ás elevado, situ ad o m ás allá de lo polí
tico m ism o, que, co n sig u ien tem en te, debe ju stificarse en el
166 LA PROM ESA DE LA POLÍTICA
L a c u e s t ió n d e la g u e r r a
C uando las p rim era s bom bas atóm icas cay ero n so b re H iro
shim a, po n ien d o u n fin ráp id o e inesperado a la S eg u n d a G ue
rra M undial, un escalofrío cruzó el m undo. C uán ju stificado es
ta b a dicho escalofrío todavía no se podía sab e r en to n ces. Pues
u n a sola b o m b a ató m ic a h ab ía conseguido sólo en pocos m i
n u to s lo que h u b ie ra req u erid o la acción siste m á tic a y m asiva
de ataq u e s aéreos d u ra n te sem anas o m eses: a rra s a r u n a c iu
dad. Q ue la estrate g ia bélica p o d ía o tra vez, com o en la E dad
A ntigua, no so lam en te d ie zm ar a los pueb lo s sin o ta m b ié n
tra n s fo rm a r en u n d esierto el m u n d o h a b ita d o p o r ellos era
algo conocido p o r los especialistas desde el b o m b a rd e o de Co
ventry y p o r to d o s desde los ataq u es aéreos m asivos so b re las
ciudades alem anas. A lem ania ya era un cam p o de ru in as, la ca
p ital del país u n m o n tó n de cascotes y la b o m b a ató m ica, tal
com o la conocem os desde la S egunda G uerra M undial, si bien
re p re se n ta b a en la h isto ria de la ciencia algo a b so lu tam e n te
nuevo, no e ra sin em bargo en el m arco de la e stra te g ia bélica
m o d e rn a —y, p o r lo ta n to , en el ám b ito de los a su n to s h u m a
nos o, mejor, in te rh u m a n o s, de que tra ta la p o lítica— m ás que
el p u n to cu lm in a n te, alcanzado, p o r así decirlo, en u n salto o
co rto c irc u ito , a que im p u lsab an los a c o n te c im ie n to s a u n r it
m o cada vez m ás vertiginoso.
Es m ás, la d e stru cc ió n del m undo y la a n iq u ila ció n de la
vida h u m a n a m ed ian te los in stru m e n to s de violencia n o son ni
nuevas ni espantosas, y aquellos que desde siem p re h an p en sa
do que u n a c o n d en a in condicional de la vio len cia co n d u ce a
u n a c o n d en a de lo po lítico en general h an d ejad o sólo desde
IN TRO DU C CIÓN A LA POLÍTICA 185
pecto a esto ú ltim o hay que c o n sid e ra r sin em b arg o que eran
sus obras, no la actividad de la que éstas su rg iero n , lo que for
m ab a p a rte a su vez de la polis y lo político (igual que las e sta
tu as de F idias y o tro s a rtista s p erten ecían n e ce sariam e n te al
contenido, tangible en el m undo, de lo político y público, m ien
tra s que sus au to re s m ism os a causa de su p ro fesió n no eran
considerados ciudadanos libres e iguales). De ah í que p a ra la ti
pificación del h o m b re griego en la polis fu e ra d e term in a n te la
figura de Aquiles, el co n stan te im pulso p o r distinguirse, p o r ser
siem pre el m ejor de todos y conseguir gloria in m o rtal. La p re
sencia n ecesaria de m uchos en general y de m uchos de igual
condición en particular, el lugar hom érico de reu n ió n , el ágora
—que en el caso de la c am p a ñ a c o n tra Troya sólo p u d o su rg ir
p o rque m uchos «reyes» que vivían dispersos en sus h aciendas y
que e ra n h o m b res libres se ju n ta ro n p a ra u n a g ran em p resa
(cada uno con el fin de o b ten er u n a gloria sólo posible co n ju n
tam en te, lejos del ho g ar p atrio y de su estrechez)—, esta ho m é
ric a conjunción de los héroes; todo esto quedó p o sterio rm en te
desprovisto de su c arác te r tran sito rio y aventurero. La polis si
gue co m pletam ente ligada al ágora hom érica pero este lu g ar de
reu n ió n es ah o ra p erm anente, no el cam pam en to de u n ejército
que tra s a c a b a r su com etido se dispersa o tra vez y debe esp erar
siglos h a sta que u n p o eta le conceda aquello a lo que a n te los
dioses y los hom bres tenía derecho p o r la g ran d eza de sus ges
tas y p alab ras: la gloria in m o rtal. La polis a h o ra , en la época
de su florecim iento, esperaba (com o sabem os p o r el discurso de
Pericles, tra n sm itid o p o r Tucídides) ser quien se e n carg ara p o r
sí m ism a de h a ce r posible la lucha sin violencia y de g a ra n tiza r
la gloria, que hace inm ortales a los m ortales, sin po etas ni can
tores.
Los ro m a n o s e ra n el pueblo gem elo de los griegos p o rq u e
a trib u y e ro n su origen al m ism o aco n tecim ien to , la g u e rra de
Troya; p o rq u e no se ten ía n p o r hijos de R óm ulo sino de E neas,
p o r d escendientes de los troyanos (com o los griegos so sten ían
serlo de los aqueos). P o r lo tan to , derivaban su existencia p o lí
tica co n scien tem en te de u n a d erro ta a la que siguió u n a re fu n
d ació n sobre tie rra ex tran jera, pero no la re fu n d a ció n de algo
202 LA PROM ESA DE LA POLÍTICA
plena y com pleta que realizara algo que, de otro m odo, jam ás se
h u b ie ra realizado en la h isto ria y que, a p a re n te m e n te , ta m p o
co p uede realizarse en absoluto, a saber, la p len a ju stic ia p a ra
los vencidos, no p o r p a rte del juicio de la p o sterid ad , que des
de y con C atón siem pre puede decir: «Victrix cau sa diis placuit
sed victa Catoni» (L ucano, Pharsalia, I, 128), sino p o r p a rte del
tra n sc u rso h istó ric o m ism o. Ya es b a sta n te in a u d ito que H o
m ero can te la gloria de los vencidos y que in clu so m u e stre en
u n poem a elogioso cóm o un m ism o suceso p u ed e te n e r dos ca
ras y cóm o el p o eta, al c o n tra rio de lo que o c u rre en la re a li
dad, no tiene con la victoria de los u n o s el derech o a d e rro ta r y
d a r m u erte en c ierta m a n era p o r segu n d a vez a los otros. Pero
que esto ta m b ié n o c u rrie ra en la re a lid a d —y n o es difícil ex
p licarse h a sta qué p u n to la a u to in te rp re ta c ió n de los pueblos
fo rm a p a rte de la re a lid ad si se tiene en c u e n ta que los ro m a
nos, en ta n to d escendientes de los troy an o s, en su p rim e r co n
tacto co m p ro b ab le con los griegos se p re s e n ta ro n com o los
d escendientes de Ilion— , p arece todavía m ás in au d ito ; pues es
com o si en el com ienzo de la h isto ria o c cid e n ta l h u b ie ra re a l
m ente ten id o lu g a r u n a g u erra que, en el sen tid o de H eráclito,
h u b ie ra sido «el p ad re de todas las cosas», ya que forzó la a p a
rició n de u n ú n ico proceso en sus dos c a ra s o rig in ariam e n te
reversas. D esde en to n ces ya no hay p a ra n o so tro s, ni en el
m u n d o sensible ni en el histórico-político , co sa o suceso, a no
ser que los hayam os d escubierto y co n tem p lad o en to d a su ri
q ueza de aspectos, que nos hayan m o stra d o to d o s sus lados, y
los hayam os conocido y artic u la d o desd e to d o s los p u n to s de
vista posibles en el m undo hum ano.
Sólo desde esta óptica rom ana, en que el fuego es atizad o de
nuevo p a ra s u p e ra r la to tal destrucció n , p o dem os q u izá e n ten
d er la g u e rra de an iq u ilació n y p o r qué ésta, in d e p e n d ie n te
m ente de to d as las con sid eracio n es m o rales, no p u ed e te n e r
n ingún lu g ar en la política. Si es verdad que u n a cosa ta n to en
el m undo de lo histórico-político com o en el de lo sensible sólo
es real cu an d o se m u e stra y se percibe desde to d as sus facetas,
en to n ces siem p re es n ecesaria u n a p lu ra lid a d de p erso n as o
pueblos y u n a p lu ralid ad de p u n to s de v ista p a ra h a ce r posible
IN TRO D U C CIÓ N A LA POLÍTICA 2(
7. F ran z A ltheim , R öm ische Geschichte II, pág. 232. (N. del e.)
IN TRO DU C CIÓN A LA POLÍTICA 207
que las orig ina, el cual está d e term in a d o y delim itad o p o r las
:ategorías y rep resen tacio n es de la violencia. Es esencial al fin
que ju stifiq u e los m edios necesarios p a ra conseguirlo. Pero,
;qué fin p o d ría ju stific a r los m edios que tal vez a n iq u ila ría n a
a h u m a n id a d y a la vida o rg án ica sobre la T ierra? Es esencial
que las m etas delim iten ta n to los fines com o los m edios, p ro te
giendo de e sta m a n era a la acción del peligro de la desm esu ra
inherente a ella. Pero si esto es así, en to n ces las m etas ya han
fallado an tes de que fuera evidente que la acción su jeta a fines
había resu ltad o no te n e r ningún fin; pues, de ser así, no h u b ie
ra p odido su ced er n u n c a que los m edios de violencia de que
disponen hoy las g randes p o ten cias, y que en un fu tu ro no le
jano pueden e sta r en p o d er de todos los E stados soberanos, se
pusieran al servicio de la acción política.
D onde la e x tra o rd in a ria lim itació n del h o rizo n te experien-
rial en que la p o lítica nos es accesible según las experiencias
de n u e stro siglo se m u e stra m ás c laram e n te es en el hecho de
que, in voluntariam ente, tan p ro n to nos persuadim o s de la falta
de fines y m etas de la acción, estam os dispuestos a c u estio n a r
nos el sen tid o de la p o lítica en general. La p re g u n ta p o r los
principios de la acción ya no a lie n ta n u e stro p en sam ien to so
bre la política desde que la cuestión p o r las form as de gobierno
y p o r la m ejo r form a de convivencia h u m a n a ha caído en el si
lencio, esto es, desde las décadas de la revolución am erican a a
principios del siglo xviii, d u ra n te las cuales se d iscu tiero n vi
vam ente las posibles v entajas y d esventajas de la m o n arq u ía,
de la a risto crac ia y de la d em ocracia, o de c u alq u ier form a de
gobierno que com o re p ú b lica p u d ie ra u n ific a r elem entos m o
nárq u ico s, aristo crático s y d em o crático s. Y la p re g u n ta p o r el
sentido de la política, es decir, p o r los contenidos p erm an en tes
y dignos de recu erd o que sólo p u ed en m an ifestarse en la co n
vivencia p o lítica y en la acción co n ju n ta, no se ha to m ad o ap e
nas en serio desde la a n tig ü ed ad clásica. P reg u n tam o s p o r el
sen tid o de la política pero alu d im o s a sus fines y m etas y sólo
los llam am os su sentido porque literalm en te ya no creem os en
un sentido. P or eso ten d em o s a h a c e r que los diferen tes ele
m entos posibles de la acción coincidan y a creer que u n a dife-
222 LA PR O M ESA DE LA POLÍTICA
ren ciació n e n tre fin y m eta, p rin cip io y sen tid o no sería sino
riz a r el rizo.
N u estra falta de disposición a h a ce r diferen ciacio n es no im
p id e n a tu ra lm e n te que las d iferencias existentes fácticam en te
se im p o n g an en la realidad; sólo nos im pide c o n ce b ir ad ec u a
d am en te lo que re a lm en te sucede. Fines, m etas y sen tid o de
las acciones son tan poco idénticos entre ellos que, en u n a m ism a
acción, p o d rían caer en u n as contradicciones tales que p recip i
ta ría n a los p ro p io s agentes a dificilísim os co n flicto s y e n
volverían a los fu tu ro s h isto ria d o re s, e n carg ad o s de explicar
fielm en te lo acontecido, en in fin itas d isp u tas in te rp re ta tiv a s.
P o r lo tanto, el único sentido que u n a acción con los m edios de
violencia puede m an ifestar y h a ce r visible en el m u n d o es el in
m enso p o d e r que tien e la coacción en el tra to de los h o m b res
e n tre ellos, y esto c o m p letam en te al m argen de los fines p a ra
los que la violencia fue em pleada. A unque el fin sea la libertad,
el sentido e n cerrad o en la acción m ism a es la co acció n violen
ta; de este conflicto real al m áxim o surgen e n to n ce s aquellas
p a ra d o jas que nos son ta n fam iliares a través de la h is to ria de
las revoluciones: que deba obligarse al h o m b re a la lib e rta d o
que se tra te —en p a la b ra s de R o b esp ierre— de o p o n e r al des
p o tism o de la m o n arq u ía la tiran ía de la libertad. La m eta es lo
ú n ico que p uede e lim in a r o al m enos su av izar este co n flicto
m o rtal en tre sentido y fin in h e re n te ta n to a las g u erras com o a
las revoluciones. Pues la m eta de to d a violencia es la paz; la
m eta pero no el fin, esto es, aquello según lo cual to d as las a c
ciones violentas p articu lares, en el sentido de las célebres p a la
b ras de K ant en Sobre la paz perpetua (no pued e p e rm itirse que
en u n a g u e rra su ced a lo que h a ría im posible la su b sig u ien te
paz), d eben ju zg arse. La m eta no está e n ce rra d a en la acció n
m ism a p ero tam poco yace en el fu tu ro com o el fin. Si debe ser
realizab le debe p e rm a n e c e r siem pre p re sen te (p recisam en te
p o rq u e no se h a realizado). En el caso de la g u erra, la fu n ció n
de la m eta es sin d u d a p o n e r coto a la violencia; p ero en to n ces
e n tra en conflicto con los fines, cuya co n secu ció n m ovilizó a
los m edios de violencia; pues estos fines se p o d ría n a lc a n z a r
m ejo r y m ás rá p id a m en te si se diera libre curso a los m edios, o
IN TRO D U C CIÓ N A LA POLÍTICA 223
sugieren al m enos que lo que dijo K ant, resp ecto a no p erm itir
que o c u rrie ra n a d a d u ra n te la g u e rra que h ic ie ra im posible
m ás ta rd e la paz, se h a invertido y vivim os en u n a paz que no
p erm ite que suceda n ad a que haga im posible u n a g u erra.
EPÍLOGO
* H am let (Act. I, escena V). El texto o rig in al dice así: «The tim e is o u t of jo in t. O,
cu rsed spite, / th at ever I w as b o rn to set it right!» (N. del t.)
228 LA P R OM ESA DE LA POLÍTICA
B árbaros, 151-152, 153, 193, 198 em ergencia de la, 86-87, 90, 202
Barrow , R. H ., 87 C ivilización rom ana, 79-80, 83-87 110
124, 155, 156, 157
Biblia, 75, 80, 87, 9 3 , 215
Biología, 131 caída de, 213-216
A cadem ia de, 164-167 Polis, 29, 34, 43-44, 46-50, 55, 59, 61-63,
A ristóteles co m p arad o con 73 92 72, 81-82, 84, 114, 120, 129 150
119, 122, 168 153,193