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Universidad Pedagógica Nacional

Facultad de Humanidades
Licenciatura en Ciencias Sociales
Asignatura: Sociedades Modernas de Europa y América
Docente: Juan Manuel Martínez
Alumno/a: Nazly Carolina Rivera Clavijo
Código Estudiante: 2017260064.

TEXTO A RESEÑAR: CAPÍTULO TRES DEL LIBRO HISTORIA ECONÓMICA DE EUROPA VOL.3 (LA
REVOLUCIÓN INDUSTRIAL. EL PROGRESO TECNOLÓGICO, 1700-1914 POR SAMUEL LILLEY.

El norirlandés nacido el 25de de Junio de 1914 en la capital Belfast, Samuel Lilley, pese a su relegada mención en los
contextos de discusión sobre los primordiales intereses y preocupaciones de la historiografía, fue uno de los más
admirados docentes de matemáticas de la Universidad de Nothingham, polémico historiador con lectura marxista, escritor,
miembro del círculo intelectual europeo The international Academia of The History of Science y una de los
personalidades pioneras en la constitución de nuevas categorías de análisis que redibujaran y dieran cuenta de los sesgos y
limitaciones de las escuelas tradicionales de historia previas a la revolución que significó Anales; así mismo, fue uno de
los autores que concretaron giros epistemológicos a raíz de la transformaciones y nuevas demandas a las que estuvieron
sujetos colectivos de indagación en el ámbito social en periodo pos segunda guerra mundial. (Ciencia Nueva, 1965;
Vidar, 2009). Por consiguiente, al no merecer tan sobresalientes referencias del legado particular de este autor quedar en
la enunciación anteriormente presentada, es menester caracterizar a continuación aquel proceso de tránsito que emprendió
Lilley a partir de las bases de la instrucción disciplinar en los contextos académicos más renombrados de la Europa de
primera mitad del siglo xx (Cambridge) hasta la gesta de su irrepetible legado en la reivindicación de la Historia, como
ciencia que interpreta de manera más compleja aspectos concretos de las sociedades humanas en función de la creación,
posición, definición, búsqueda, potenciamiento y monopolio del conocimiento científico tanto como empírico.

La primera etapa de su vida sin novedosas coyunturas en su cotidianidad, una crianza normal en el seno de una Irlanda
arraigada políticamente a Reino Unido, el inicio y posterior desarrollo de sus estudios en el ciclo educación básica,
tiempo después de esto su inserción en la Queen University y traslado a Cambridge, donde Lilley consolida su nutrida
formación en el campo disciplinar de las Matemáticas, no pudo de manera alguna quedar indemne, inmutable o ciega ante
las nuevas y osadas proyecciones que ofrecían nacientes círculos académicos que en inmediaciones de convulsas tensiones
interestatales, deconstrucciones de la consigna tradicional de las escuelas historiográficas alemanas, crisis del modelo
económico y el rol activo de Reino Unido en tan complejas dinámicas. Entonces, es en esa medida que aquel que aún
ejercía su labor en el área docente, comienza a partir de su acumulado académico y realización de nuevos estudios en
Historia a problematizarse a sí mismo con ayuda de una lectura del compendio conceptual y filosófico de la obra de Marx
y Engels, que las heterogéneas posiciones de la ciencia como factores que condicionaron prácticas sociales son un proceso
de larga duración aprehensible a partir de una decodificación de condiciones materiales de existencia situadas .(Ciencia
Nueva, 1965 y International Academy of History of science 2020).

Cabe añadir por supuesto, que pese el contexto en el cual las Tesis de Samuel Lilley adquieren forma y nominalización
estuvo permeado por disputas por el poder global, el desarrollo de la Ciencia como instrumento del poder hegemónico, la
contracultura al las dinámicas globalizadoras del capitalismo, la persecución del comunismo a cualquier elemento que
reforzara aquello contra lo que combatían y algunas malinterpretaciones de diferentes corrientes del Marxismo Ortodoxo
que terminaron por dejar desacreditado una apreciación fundamental en la interpretación del desarrollo desigual de las
estructuras sociales alrededor del globo trasladado a una coherente reflexión en el ámbito de las decisiones políticas.
(Vidar, 2009) La era de la automatización y Hombres, máquinas e historia representan en el largo recorrido de la
historiografía, uno de los primeros intentos por develar las claves que han convertido a todas las disciplinas consideradas
como científicas, no solo como las dinamizadoras, auxiliares y casa matriz de relaciones de producción, sino también
como legados que solo fueron posibles en la medida que adquirieran ciertos atributos funcionales y por tanto ponen al
servicio a futuros estudiosos encontrar la paradoja del avance científico y tecnológico: ¿La ciencia por el espíritu de la
razón o la ciencia políticamente servible?
Así entonces, los postulados que plantea el autor a lo largo de los marcos analíticos desarrollados en cada una de sus
obras, las cuales dan cuenta de una interpretación materialista del proceso histórico del conocimiento científico en
función de las relaciones de producción existentes, estructuras institucionales, momentos de decisión política y sistemas
de valores, no podían quedar ajena a la intención de la publicación del libro Historia Económica de Europa vol.3 (la
revolución industrial). Este libro que en su tercera edición tanto como en las pasadas reescribe y pone frente a los lectores
cada por menor que no solo describe sino también desenmaraña cada uno de los factores que fueron dando forma a la
morfología estructural que permitió en particular a los británicos dar el gran salto a su consolidación como potencia
hegemónica y la constitución de un nuevo paradigma de producción materializado en el sistema social capitalista
moderno, concede un espacio de síntesis crítica en su capítulo 3: El progreso tecnológico y la revolución industrial , 1700-
1914 a Lilley, en el cual se analiza los avances tecnológicos y aportes de los circuitos científicos no como impulsores
activos pero si como elementos resultantes de una interacción dialéctica entre los medios y diversidad de relaciones al
interior de las estructuras sociales europeas que en el devenir, por azares, coincidencias y oportunidad se convirtieron en el
sustrato que le permitió a Reino Unido ser el amo mercantil del mundo y la madre de la ciencia como instrumento de la
complejización económica.

A manera de un estilo metodológico, el autor comienza por esbozar de grosso modo aquellas particularidades que
trascienden al fetiche de la revolución industrial como causa de un movimiento intelectual novedoso que al traer consigo
una serie de inventos que nunca se habrían pensado, determinó en absoluto un proceso de expansión, dominio y
diversificación económica; por el contrario a este supuesto generalizante del relato histórico tradicional difundido quizá
por poderes hegemónicos con intereses por salvaguardar, el progreso tecnológico en cada rincón de la sociedad británica
solo es el resultado de un proceso de transformación a larga duración en función de un conjunto de transiciones entre
paradigmas de vida, necesidades de subsistencia, flexibilización de un sistema político pese la presencia de la figura del
estado absolutista y en consecuencia el poder no en manos de los cuerpos de gobernabilidad si no en quienes encuentran
en el conocimiento empírico maneras de hacer prácticas sus herramientas al proyecto productivo.

Estas aseveraciones deconstructoras y análogamente difusas en principio, encuentran su corpus argumentativo cuando el
autor caracteriza lo siguiente: en la historia de las sociedades humanas, solo se han evidenciado dos grandes revoluciones
tecnológicas, la primera la denominada revolución del neolítico, en la cual las comunidades tribales aprehenden su medio
físico y al ponerlo a su servicio llegan a elaborar los primeros instrumentos que apoyaban la acción humana frente el hostil
entorno natural; posteriormente, el origen de la agricultura, la alfarería, los primeros trabajos de minería, elaboración de
alimentos, la división social del trabajo y la conformación de los primeros núcleos urbanos; no obstante, este marco
temporal previamente detallado, se estanca dos milenios antes del nacimiento de Jesucristo. Ahora, pese a la intención del
autor de pasar a dar una explicación de cómo se mantuvo en un lapso de tiempo esta ralentización del ingenio de la
técnica, parece curioso que no se enfatice así sea en una manera breve en el hecho de que esta ruptura tenga sus
antecedentes en la disolución de un modo de producción esclavista, característico por su desdén a la tecnificación y
dinamización de la economía, además de no poner como hilo conductor que la degradación, la sola presencia de la tierra y
una búsqueda entre vislumbramientos de largas síntesis política y cultural, representaron aquel estático que solo cambiaría
con la adaptación de Europa a un nuevo sistema productivo que le permitió alcanzar nuevas potencialidades.

Esta aclaración a propósito de un vació presente en la caracterización propuesta o una conclusión de carácter implícita, no
desestima lo que sigue, pues una vez la Europa Medieval de los siglos XI al XV logra sobrevivir a tan larga crisis y
transición, halla su transformación a partir de lo presente la tierra y herramientas que si bien no habían encontrado una
funcionalidad en periodos anteriores, ahora era el momento no solo de darles un uso, sino también de poder pensar en los
artilugios clásicos como herramientas para reforzar la dinámica entorno a la explotación de las tierras. Es así que los
molinos de agua, la elaboración de instrumentos basados en técnicas pasadas, la fuerza hidráulica y palancas, ruecas poco
perfeccionadas, son la raíz que puso al conocimiento empírico en constante cambio y adaptaciones y en efecto esto
representa los pilares del pensamiento que dio lugar a la segunda revolución que menciona Lilley. Esta permanencia de
redescubrimientos, invenciones y un sector productivo que después de un largo tiempo hallo la sostenibilidad, al estar
imbuida en los cambios de línea política y expansión territorial y económica de la futura potencia absolutista británica,
esto representa aquella exigencia por excelencia que puso la innovación del conocimiento como necesidad de primera
línea. Por tanto, a manera de una inferencia recalcitrante pero contundententemente legitimadora de las intenciones del
autor, no es un atrevimiento decir que la revolución industrial el salto de la humanidad halla su fuerza impulsora en la que
se consideraba la Edad Oscura y del retroceso.
Luego de este panorama general que aborda con características generales, las posibles etapas de gesta desarrollo y
concreción de la Revolución Industrial en un largo plazo, Lilley empieza a describir detalladamente los cambios en los
procesos productivos de sus principales insumos de comercialización: El Algodón, El hierro y simultáneamente hace
referencia a la adaptación del sistema ferroviario, las máquinas de vapor y mejoras de los transportes marítimos. En ese
orden se comienza por contextualizar como era transformar el algodón, pues en la Edad Medieval ya existía la
manufactura casera, los tejidos eran posibles gracias a máquinas de coser que eran impulsadas por la fuerza de animales y
rodillos rudimentarios. Sin embargo, como mencionaba el autor en la introducción de este capítulo sólo fue hasta que la
sobredemanda de insumos se hizo palpable a raíz del proyecto expansionista colonial Británico, cuando se empezó a tomar
en cuenta los amplios conocimientos en mecánica y construcción que habían adquirido empresarios y clase mercante con
el ejercicio de su labor y en efecto se evidenciaron mejoras en los mecanismos de hilado, rotación y separación de los
hilos. Desafortunadamente, pese a tales innovaciones, era pronto para pensar en un artefacto totalmente automatizado, es
decir que omitiera la intervención de un sujeto.

La innovación en la industria algodonera, desde la perspectiva del autor da cuenta en primer lugar, de que las imperiosas
necesidades por consolidar un modelo económico de exportación a gran escala habilitó canales de movilidad para quienes
fueran poseedores de cualquier saber que de alguna manera garantizara mejorías, por otra parte el éxito del algodón no
radico solo en el hecho de nuevas técnicas, aceleración de tiempos o aumentos en las cantidades producidas por día; la
sofisticación del hilado y rapidez subyacentes al disminuir los costos y tiempos de entrega fue un ejemplo claro de
cuando la calidad es derrotada por la eficiencia del proceso productivo.

Con el hierro, del cual derivaban muchos de los artículos destinados tanto al comercio de implementos de uso cotidiano,
como insumos para la construcción de redes de infraestructura, no significaba que no hubiera demanda del hierro, no
obstante estos insumos eran importados puesto que las existencias en Gran Bretaña eran limitadas, así entonces se debía
pensar en una solución de carácter rápido que no contemplara amplitud de tiempo para la prueba y el error; así se da el
escenario de oportunidad para personas que conocían técnicas de fundición del cok, lo que dio la posibilidad de crear
artículos de diverso uso como hornos y calderas, no obstante pese a lo superior en calidad demostraba menos maleabilidad
y por tanto su producción no era suficiente para una industria exigente, entonces una segunda técnica como la conversión
en hierro dulce aunque de menos calidad que el vegetal, representa a futuro reducción de costo y por tanto un margen de
rentabilidad que mejoraría la logística para tal actividad.

En concordancia, se da la actividad extractora de hidrocarburos en particular el carbón, el cual en los inicios de esta
revolución era extraído con mecanismos hidráulicos de bombeo y ahondamiento de pozos. Infortunadamente con la
aceleración de la industria, la exigencia de recursos energéticos al aumentar pone de manifiesta encontrar las herramientas
o adecuaciones a los actuales molinos de vientos y ruedas hidráulicas, pero como un carrera contra el tiempo estas mejoras
de nada sirvieron pues no implicaba una mayor rapidez en cuanto el tratamiento adecuado y mayor obtención del mineral.
Es ahí donde James Watt encuentra su escenario de oportunidad, pues al ser solo un experimentado en imperfecciones de
los sistemas de bombeo pudo hallar una mejor dinámica rotativa.

En cuanto como el ferrocarril se convirtió en el instrumento que dinamizó los flujos y transportes de mercancía, se remite
el autor al lugar de los ferrocarriles originarios, Alemania, donde eran vagones movilizados por la tracción animal, en
caminos adecuados a condiciones específicas del animal. Así, carruajes, carretas y los primero ferrocarriles estaban en
tránsito en particular por las zonas adyacentes a enclaves mineros. De cualquier forma, tan improvisado sistema de
transporte alternativo al problema de la construcción de canales, donde ni siquiera habían demarcaciones claras para el
movimiento y la oportunidad que se halló para convertirlo en un medio provisional de carga de pasajeros, pues el
crecimiento de los núcleos urbanos alrededor de minas permitieron de manera torpe, de error acierto y por fin una
proyección en miras a una mejor planificación, permitieron establecer un sistema ferroviario con diversos propósitos y útil
a todas dinámicas de proyecto industrial: Ciudad, mercancía, comunicación con puertos y cargas a gran escala.

En cuanto al cambio en las disposiciones mecánicas del transporte marítimo, conforme a las dinámicas iniciales en las que
operaban, no hacían tan evidente el uso del vapor impulsor en los barcos, pues no era versátil para navegar el interior del
país. Por otra parte, como los recorridos de estos medios a largas distancias requerían de movimiento suave y por sobre
todo capacidad de almacenamiento, pues el motor de vapor era poco práctico además de representar menos costo al
afirmar viento gratis, vapor más costoso. Y pese a los obstáculos de aquel tiempo, siguieron intentando pioneros en
artefactos hidráulicos y de vapor optimizar el movimiento de las naves a partir de mecanismo más complejos, no obstante
fue poca la cantidad de este tipo de embarques y solo cuando la rapidez y las estaciones para abastecimiento de carbón
hicieron presencia hubo la posibilidad del barco mecanizado.

Todo este balance de pros y contras de las innovaciones en cuanto producción y mejoras de las maquinarias, solo
demuestran a consideración del autor que el aprovechamiento del conocimiento solo fue dado por los escenarios
concedidos por la necesidad, de ahí que el autor hable para un futuro debate en lo que continua de este apartado textual
que la revolución industrial pudo tener muchas potencialidades de no haber solo consultado al principio de la necesidad
inmediata y proyectar un modelo más complejo, actualizado y fortalecido. Pues esa permanencia en la idea de la
industrialización con características colonialista vendría a significar la pérdida de su monopolio.

El vasto abordaje que Lilley realizó en las anteriores consideraciones, más allá de la nueva perspectiva que el lector se
construye de la verdadera revolución industrial por así decirlo, atiende por supuesto a varias causas que parten desde la
configuración de lo político hasta la disolución del modo de producción feudalista y surgimiento del capitalismo.
Entonces, como primer elemento del contexto que permitió el boom de la innovación tecnológica y la supremacía del
desarrollo industrial, se resalta el hecho de que no hubo tipología más extraña de estado absolutista que Gran Bretaña,
pues a diferencia de las experiencias en otros puntos de la Europa continental, aquí la aristocracia comparte y al mismo
tiempo relega su poder con su facción contraparte: la burguesía. El triunfo de esta clase reside primero en los cambios
subyacentes de las revoluciones de 1640, 1688 y 1689, pues el polo monárquico ya no tiene centralizado por absoluto la
administración y las atribuciones que se otorgan a la sociedad Inglesa conforme se ciñe a una nueva visión de un progreso
que en aquel entonces reduce las barreras sociales y facilita mayor movilidad por medio del conocimiento en busca de
encontrar su canal de aprovechamiento.

Por consiguiente, el ascenso de la clase mercantil más allá de su fortalecida presencia en las decisiones del Estado y
redireccionamiento político hacía los intereses de colectivos empresariales, lo que hace tan particular este factor en el
inicio del sistema de producción capitalista industrial es pensar que no solo se habla de quienes detentan el poder gobernar
o decidir, son sujetos con acumulado empírico y que aportan los usufructos de renta al servicio de un proyecto social. Por
tanto, sea por la necesidad de mejoras rápidas frente a la exigencia de la economía de exportación a gran escala o por la
suerte inadvertida de modificaciones continuas en largo plazo, es este el momento ideal en el cual el incentivo a los
inventos, la inversión en el conocimiento potencial tiene su mayor realización.

Fidedigno a la propuesta de secuencia argumentativa, el autor prosigue por realizar aquella diferencia neurálgica
conceptual fundamental para empezar a interpretar el punto de elevación de la revolución industrial y su momento de
estancamiento definitivo: en que difiere el desarrollo y rol del conocimiento científico del conocimiento empírico en la
gesta de este complejo sistema de producción. Es cierto que desde la fase inicial que remite a la Edad Medieval fueron
constantes las innovaciones y modificaciones a herramientas mecánicas que llevan a esta sociedad británica a dar un paso
más de la economía feudal, no obstante es necesario aclarar que todo esto no es producto de un estudio rigurosamente
científico; las primeras muestra de una integración de este tipo de aportes solo se ve con el uso de los principios de la
química que fueron implementados por egresados de medicina en la coloración de telas y las operaciones de blanqueo. Es
en esa medida que cabe detallar que, conforme las necesidades de mercado que ya no podían quedar subsumidas solo en la
idea de que la técnica es la que hace el producto, es necesario ahora traer a participar y contribuir activamente todo
conocimiento que trae tras sí la comunidad científica, pues eficiencia, calidad, diversidad, costos propicios y consolidación
del monopolio de mercado residieron en la llave dual técnica más refinamiento por parte de la química.

Siendo esté el planteamiento que el Lilley quiere traer a colación, resulta quizá un poco contraproducente que afirme tan
pronto y toscamente en el apartado de Ciencia y Tecnología que las mejoras mecánicas que se realizaron a artilugios u
otros mecanismos no representan un actitud científica si no una oportunidad resultado de la experiencia en contraposición
al conocimiento del área de la química que se rige por principios, análisis más complejos que vienen a hacer escena en el
proceso aquí descrito con la implementación de sustitutos para dar mayor sofisticación a los productos. Es verdad, que el
conocimiento empírico puede distar un poco de los principios del método científico, sin embargo para un autor que ha
desarrollado tan extensamente las transiciones de la ciencia en función de marcos temporales y contextuales, este debe
reconocer desde su noción de la continuidad que la tecnificación aportada por el conocimiento clásico a ramas de la física
como la mecánica, la hidráulica y la cinética vienen a significar el único apoyo al descubrimiento de nuevas teorías
consignadas en el campo de lo científico.

En el momento que Lilley esclarece aquellos elementos que impulsaron uno de los más ambiciosos proyectos
emprendidos por alguna sociedad humana, la revolución industrial, posteriormente pone en escena que los azares,
oportunidades y transformaciones que trajeron consigo la innovación de la técnica conjunto una mayor inversión en el
desarrollo de conocimiento científico (Química) al estar situados en un sistema político que permaneció arraigado a sus
políticas y matices ideológicos que cualificaban cual el rol de la Ciencia en la gesta del proceso de industrialización más

como una posibilidad dada por la necesidad, esto comienza a esbozar el punto de quietud de la Gran Bretaña en llevar a
un estadio nuevo de desarrollo a su industria. Inventos como la máquina de vapor, el teléfono y la electricidad son los
ejemplos de los cuales se vale el autor para mostrar que fueron creaciones que se pensaban las mejoras en la calidad de
vida e infraestructuras logísticas, sin embargo los principios de demanda característicos de una Sociedad Mercantil que
solo tenía en mente la ganancia inmediata, no fue el mejor escenario para la incursión de aquellos artefactos que hoy por
hoy han eliminado la noción de tiempo y distancia.

Añadiendo como factor desencadenante de este estancamiento, no hay que olvidar que la Revolución Industrial, no solo
como legado encasillado en el relato histórico del Reino Unido, también fue un mensaje de esperanza para el acenso del
hombre a lo largo de toda Europa y por lo tanto una de las pautas que representan la adopción de este modelo en los
proyectos de desarrollo Nacional. Tal caso es el de la Recién Unificada Alemania, que si bien no podía alcanzar en
términos de acumulado, cultura o proyección a largo plazo los logros de Gran Bretaña, el encontrar en ella la posibilidad
de dar un norte a una nación, implicó por supuesto ser cociente de lo que parecía pasivo: apoyo a la ciencia como
estrategia de fortalecimiento de las relaciones de producción. Así la sociedad teutona, configura una logística sostenida en
la academia y la constante investigación que desembocaron en una versión mejorada y ampliada de las potencialidades de
la industrialización.

Esta naciente potencia, frente una aún colonial Gran Bretaña que comercializaba materias primas ya rudimentarias para
un momento en el que varias potencias comenzaron a ofrecer productos de mayor sofisticación, practicidad y reductores
de costos dejan a la dueña de los mares, bancos y mercados, fuera de la competencia y a la vez obsoleto aquel proyecto de
innovación, el cual halló las raíces de su caída en la relegación de la ciencia.

Ahora a manera de cierre, las lecciones aportadas por las potencialidades e insensatez subyacente de una mirada ciega de
lo que si se tenía pero no se aprovechó en los albores de la revolución industrial, permiten dar cuenta de que conocimiento
empírico conjunto científico adquieren un rol de extrema funcionalidad al interior de las estructuras sociales y más
específicamente en las esferas de decisiones políticas. Por consiguiente, es momento de comenzar a cuestionarse que la
ciencia pese tener su razón de ser en el seno de las comunidades de investigación, es lamentable que esta halle su posición
en función de los intereses estatales, de ese modo la ignorancia o selección nada inocente de lo que es necesario muestran
al final del recorrido que el conocimiento como dinamizador de las diversas estructuras, a lo largo del globo hallará su
prioridad o nominalización sujeta en un conjunto de acciones políticas, en términos más breves la ciencia como
instrumento del poder.

REFERENCIAS.

 Carlo Mario Cipolla. Historia Económica de Europa. La Revolución Industrial. Samuel Lilley. El Progreso
Tecnológico y la Revolución Industrial, 1700-1914. España: Ariel Editores. 1985.

 International Academy of History of Science History. A short history of the Academy from 1940 to 1974.En:
http://www.aihs-iahs.org/en/history/1940-1974. Fecha de consulta: 16 de febrero de 2020.

 Hombres, máquinas y Ciencia de Samuel Lilley (Contraportada). España: Editorial Ciencia Nueva 1965.

 Vidar Enebakk. Lilley revisited: or science and society in the twentieth century. En:
https://www.cambridge.org/core/journals/british-journal-for-the-history-of-science/article/lilley-revisited-or-
science-and-society-in-the-twentieth-century/7C76FEFEDB90A67092FC9F5A3C0BF05E. 15 de abril de 2009.

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