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Carta que envía Simón Bolívar a su maestro Don Simón Rodríguez

Pativilca, 19 de enero de 1824

Al señor don Simón Rodríguez:

¡Oh mi Maestro! ¡Oh mi amigo! ¡Oh mi Robinson, Ud. en Colombia! Ud. en Bogotá,
y nada me ha dicho, nada me ha escrito. Sin duda es Ud. el hombre más
extraordinario del mundo; podría Ud. merecer otros epítetos pero no quiero darlos
por no ser descortés al saludar un huésped que viene del Viejo Mundo a visitar el
nuevo; sí a visitar su patria que ya no conoce, que tenía olvidada, no en su corazón
sino en su memoria. Nadie más que yo sabe lo que Ud. quiere a nuestra adorada
Colombia. ¿Se acuerda Ud. cuando fuimos juntos al Monte Sacro en Roma a jurar
sobre aquella tierra santa la libertad de la patria? Ciertamente no habrá Ud. olvidado
aquel día de eterna gloria para nosotros; día que anticipó por decirlo así, un
juramento profético a la misma esperanza que no debíamos tener.
Ud. Maestro mío, cuánto debe haberme contemplado de cerca aunque colocado a
tan remota distancia. Con qué avidez habrá seguido Ud. mis pasos; estos pasos
dirigidos muy anticipadamente por Ud. mismo. Ud. formó mi corazón para la libertad,
para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que Ud.
me señaló. Ud. fue mi piloto aunque sentado sobre una de las playas de Europa.
No puede Ud. figurarse cuán hondamente se han grabado en mi corazón las
lecciones que Ud. me ha dado; no he podido jamás borrar siquiera una coma de las
grandes sentencias que Ud. me ha regalado. Siempre presentes a mis ojos
intelectuales las he seguido como guías infalibles. —393→ En fin, Ud. ha visto mi
conducta; Ud. ha visto mis pensamientos escritos, mi alma pintada en el papel, y
Ud. no habrá dejado de decirse: todo esto es mío, yo sembré esta planta, yo la
regué, yo la enderecé tierna, ahora robusta, fuerte y fructífera, he aquí sus frutos,
ellos son míos, yo voy a saborearlos en el jardín que planté; voy a gozar de la
sombra de sus brazos amigos, porque mi derecho es imprescriptible, privativo a
todo.
Sí, mi amigo querido, Ud. está con nosotros; mil veces dichoso el día en que Ud.
pisó las playas de Colombia. Un sabio, un justo más, corona la frente de la erguida
cabeza de Colombia. Yo desespero por saber qué designios, qué destino tiene Ud.;
sobre todo mi impaciencia es mortal no pudiendo estrecharle en mis brazos: ya que
no puedo yo volar hacia Ud. hágalo Ud. hacia mí; no perderá Ud. nada; contemplará
Ud. con encanto la inmensa patria que tiene, labrada en la roca del despotismo por
el buril victorioso de los libertadores, de los hermanos de Ud. No, no se saciará la
vista de Ud. delante de los cuadros, de los colosos, de los tesoros, de los secretos,
de los prodigios que encierra y abarca esta soberbia Colombia. Venga Ud. al
Chimborazo; profane Ud. con su planta atrevida la escala de los titanes, la corona
de la tierra, la almena inexpugnable del Universo nuevo. Desde tan alto tenderá Ud.
la vista; y al observar el cielo y la tierra admirando el pasmo de la creación terrena,
podrá decir: dos eternidades me contemplan; la pasada y la que viene; y este trono
de la naturaleza, idéntico a su autor, será tan duradero, indestructible y eterno como
el Padre del Universo.
¿Desde dónde, pues, podrá decir Ud. otro tanto tan erguidamente? Amigo de la
naturaleza, venga Ud. al preguntarle su edad, su vida y su esencia primitivas; Ud.
no ha visto en ese mundo caduco más que las reliquias y los desechos de la próvida
Madre: allá está encorvada con el peso de los años, de las enfermedades y del
hálito pestífero de los hombres; aquí está doncella, inmaculada, hermosa, adornada
por la mano misma del Creador. No, el tacto profano del hombre todavía no ha
marchitado sus divinos atractivos, sus gracias maravillosas, sus virtudes intactas.
Amigo, si tan irresistibles atractivos no impulsan a Ud. a un vuelo rápido hacia mí,
ocurriré a un apetito más fuerte: la amistad invoco.
Presente Usted esta carta al Vicepresidente, pídale Ud. dinero de mi parte, y venga
Ud. a encontrarme.

Bolívar.
A su esposa
BOLÍVAR
Madrid, 4 de diciembre (1801)

Amable hechizo del alma mía:

En el correo pasado escribí a Ud. el feliz éxito que tuvo mi importuna impertinencia,
en que pidiesen a Ud., y cuyos efectos ya sabrá Ud. complacer, pues considero que,
aunque no haya eso de amor, por lo menos humanidad no deja (de) haber en el
benévolo corazón de Ud., siendo así Ud. debe complacerse de ver que me hallo
casi en el camino de alcanzar la dicha que con mayor ansia deseo, y cuya pérdida
me sería más costoso que la muerte misma.

Apreciable Teresa: No deje Ud. de escribirme todo cuanto haya, porque si he de


hablar con verdad, no tendré momento tranquilo, hasta que no sepa cómo padre ha
tomado lo de mi tío, pues el deseo todo se lo teme.
El M (arqué) s (de Ustáriz) me preguntó si había escrito a Ud. y no pude menos que
decirle que sí. Escribo a padre en éste, dándole noticias de los tíos. De quien será
de Ud. mientras viva, y quizá aunque muera

S.B.
P.D. No prodigue Ud. tanto sus cartas, porque ya no tengo dinero con qué sacarlas
de tantas que vienen en todos los correos.
Carta a doña Manuela Sáenz
Bucaramanga, 3 de abril de
1828.
A Manuela Sáenz

Albricias:

Recibí, mi buena Manuela, tus tres cartas que me han llenado de mil afectos: cada
una tiene su mérito y su gracia particular. No falté a la oferta de la carta, pero no vi
a Torres y la mandé con Ur., que te la dio. Una de tus cartas está muy tierna y me
penetra de ternura, la otra me divirtió mucho por tu buen humor y la tercera me
satisface de las injurias pasadas y no merecidas. A todo voy a contestar con una
palabra más elocuente que tu Eloisa, tu modelo. Me voy para Bogotá. Ya no voy a
Venezuela. Tampoco pienso en pasar a Cartagena y probablemente nos veremos
muy pronto. ¿Qué tal? ¿No te gusta? Pues, amiga, así soy yo que te ama de toda
su alma.

BOLÍVAR
A Manuela Sáenz

Ibarra, 6 de octubre 1826.

Mi encantadora Manuela:

Tu carta del 12 de septiembre me ha encantado: todo es amor en ti. Yo también me


ocupo de esta ardiente fiebre que nos devora como a dos niños.
Yo, viejo, sufro el mal que ya debía haber olvidado. Tú sola me tienes en este
estado.
Tú me pides que te diga que no quiero a nadie. ¡Oh! no, a nadie amo: a nadie amaré.
El altar que tú habitas no será profanado por otro ídolo ni otra imagen, aunque fuera
la de Dios mismo. Tú me has hecho idólatra de la humanidad hermosa o de
Manuela.
Créeme: te amo y te amaré sola y no más. No te mates.
Vive para mí, y para ti: vive para que consueles a los infelices y a tu amante que
suspira por verte.
Estoy tan cansado del viaje y de todas las quejas de tu tierra que no tengo tiempo
para escribirte con letras chiquiticas y cartas grandotas como tú quieres.
Pero en recompensa si no rezo estoy todo el día y la noche entera haciendo
meditaciones eternas sobre tus gracias y sobre lo que te amo, sobre mi vuelta y lo
que harás y lo que haré cuando nos veamos otra vez. No puedo más con la mano.
No sé escribir.
Tu Bolívar.
A Manuela Sáenz
Plata, 26 de noviembre 1825

Mi amor:

¡Sabes que me ha dado mucho gusto tu hermosa carta! Es muy bonita la que me
ha entregado Salazar. El estilo de ella tiene un mérito capaz de hacerte adorar por
tu espíritu admirable. Lo que me dices de tu marido es doloroso y gracioso a la vez.
Deseo verte libre pero inocente juntamente; porque no puedo soportar la idea de
ser el robador de un corazón que fue virtuoso, y no lo es por mi culpa.
No sé cómo hacer para conciliar mi dicha y la tuya, con tu deber y el mío: no sé
cortar este nudo que Alejandro con su espada no haría más que intrincar más y
más; pues no se trata de espada ni de fuerza, sino de amor puro y de amor culpable:
de deber y de falta: de mi amor, en fin, con Manuela la bella.

BOLÍVAR
A Manuela Sáenz
Julio de 1828

El hielo de mis años se reanima con tus bondades y gracias. Tu amor da una vida
que está espirando. Yo no puedo estar sin ti, no puedo privarme voluntariamente de
mi Manuela. No tengo tanta fuerza como tú para no verte: apenas basta una
inmensa distancia. Te veo aunque lejos de ti. Ven, ven, ven luego.
Tuyo del alma.
CARTA DEL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR, FECHADA EN TURBACO EL 26 DE
MAYO DE 1830, DIRIGIDA AL MARISCAL SUCRE, EN CORRESPONDENCIA A
LA DESPEDIDA QUE ESCRIBIÓ AL LIBERTADOR SU FIEL LUGARTENIENTE*

Turbaco, a 26 de mayo de 1830.

A S.E. el general Sucre.

Mi querido general y buen amigo: La apreciable carta de Vd. sin fecha, en que Vd.
se despide de mí, me ha llenado de ternura, y si a Vd. le costaba pena escribírmela,
¿qué diré yo?, ¡yo que no tan sólo me separo de mi amigo sino de mi patria! Dice
Vd. bien, las palabras explican mal los sentimientos del corazón en circunstancias
como éstas; perdone Vd., pues, las faltas de ellas y admita Vd. mis más sinceros
votos por su prosperidad y por su dicha. Yo me olvidaré de Vd. cuando los amantes
de la gloria se olviden de Pichincha [1] y de Ayacucho [2] Vd. se complacerá al saber
que desde Bogotá hasta aquí he recibido mil testimonios de parte de los pueblos.
Este departamento se ha distinguido muy particularmente. El general Montilla [3] se
ha portado como un caballero completo.
Saludo cariñosamente a la señora de Vd. [4] y protesto a Vd. que nada es más
sincero que el afecto con que me repito de Vd., mi querido amigo, su

BOLÍVAR.
DOCUMENTO 364. CARTA DEL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR, DIRIGIDA A
DON JUAN DE DIOS AMADOR, FECHADA EN TURBACO EL 31 DE MAYO DE
1830, EN AGRADECIMIENTO POR LA NO-TICIA QUE ESTE LE COMUNICA DE
HABER LOGRADO LA CANTIDAD NECESARIA PARA ABONAR LA LIBRANZA
GIRADA POR EL GOBIERNO DE COLOMBIA.*
Turbaco, 31 de mayo de 1830.

Señor Juan de Dios Amador.

Mi apreciado amigo: Recibí la muy apreciable carta de Vd. en la cual me comunica


que Vd. había conseguido el dinero de la libranza. Yo estoy satisfecho de lo que Vd.
me asegura con respecto a la dificultad de conseguir dinero en estas circunstancias;
y por lo mismo agradezco más la bondad de Vd. y la eficacia con que me ha servido
en esta ocasión.
Mi sobrino va encargado para recibir el dinero cuando Vd. lo tenga listo y lleva mi
recibo para el efecto.
Ofrezco a Vd. los sentimientos de mi distinguido aprecio y cordial amistad, con que
soy de Vd. afectísimo amigo.

BOLÍVAR.
DOCUMENTO 365. CARTA DE SIMÓN BOLÍVAR, DIRIGIDA AL CAPITÁN PEDRO
MEDRANO, FECHADA EN TURBACO EL 17 DE JUNIO DE 1830,
AGRADECIÉNDOLE LAS MANIFESTACIONES DE AMISTAD Y ADHESIÓN, ASI
COMO EL OBSEQUIO QUE LE HIZO.*

Turbaco, junio 17 de 1830.


Señor Capitán Pedro Medrano. Cartagena.

Mi estimado amigo: He recibido la apreciable carta de Vd. con que su bondad me


ha favorecido para cumplimentarme sobre mi estado, y el deseo que lo anima de
venir a verme, por lo que doy a Vd. las más finas gracias y le quedo agradecido
como es debido a la amistad que tengo el gusto de profesar a Vd. y de que no me
olvidaré nunca, pues el mucho cariño que Vd. me tiene me inspira este sentimiento,
además de sus buenas prendas, que son ciertamente muy recomendables, y por la
cuales merece la estimación general, de que yo participo muy singularmente.
He recibido el cariño con que Vd. ha querido obsequiarme de los cajonea de vino
que me entregó el mozo que los trajo: cuando beba una copa de ese licor tendré el
gusto de brindar a su salud.

Mientras tanto, quedo de Vd. afectísimo amigo Q. B. S. M.

BOLÍVAR.
DOCUMENTO 367. CARTA DE SIMÓN BOLÍVAR, DIRIGIDA A LA SEÑORA
MANUELA GARAYCOA DE CALDERÓN, FECHADA EN CARTAGENA EL 31 DE
JULIO DE 1830, REITERÁNDOLE SUS SENTIMIENTOS DE AFECTO Y
AMISTAD*
Cartagena, 31 de julio de 1830.
Sra. Manuela Garaycoa de Calderón.

Mi apreciada amiga: He tenido la gran satisfacción de recibir la muy grata de Vd.


que me ha causado los sentimientos más vivos de placer y gratitud. La bondad
ilimitada que Vd. me dispensa y el desinteresado afecto que me ha profesado
siempre, me traen con frecuencia a la memoria recuerdos de Vd. los más
agradables, que nunca permi-tirán que me olvide de su amistad, aunque la fortuna
me conduzca a los países más remotos. Todavía no sé si las circunstancias me
obligarán a dejar a Co-lombia para siempre; sin embargo, aquí y en todas partes
puede Vd. estar cierta que el fino aprecio con que distingo a Vd. siempre lo
conservará mi corazón. Sírvase Vd. saludar de mi parte afectuosamente a su señora
madre y las niñas; y entre tanto reciba Vd. un tierno adiós de su afectí-simo amigo

Q. S. P. B.
BOLÍVAR.
DOCUMENTO 371. CARTA DE SIMÓN BOLÍVAR DIRIGIDA A JOAQUIN DE MIER,
FECHADA EN SOLEDAD EL 17 DE OCTUBRE DE 1830, AGRADECIÉNDOLE LA
HOSPITALIDAD QUE LE OFRECE EN SU CASA DE CAMPO CERCA DE SANTA
MARTA.*
Soledad, 17 de octubre de 1830.

Al Señor Joaquín de Mier.

Mi estimado amigo y señor: He tenido el placer de recibir la bondadosa carta de Vd.


en la cual se sirve ofrecerme su casa de campo, y honrarme con las expresiones
afectuosas de su benevolencia. Reciba Vd., señor, por esta generosidad las gracias
más expresivas de mi parte. No me había adelantado a escribir a Vd. antes, por no
tener el placer de conocerle, pero el señor general Montilla [1]], a quien le encargué,
lo mismo que al coronel Adlercreutz [2]], de hablar a Vd. sobre su casa de veraneo,
le habrán dicho cuál era mi deseo de molestar a Vd. lo menos que me fuese posible
y los motivos que me animaban a usar de esta franqueza.
Yo pienso seguir pronto para esa ciudad y desde luego acepto la oferta de Vd.
aunque sea por unos pocos días.
Entre tanto reciba Vd. las expresiones de mi consideración y aprecio.

S. BOLÍVAR.
Elegía del Cuzco
Señor Esteban Palacios
Mi querido tío Esteban y buen padrino:
¡Con cuanto gozo ha resucitado Ud. ayer para mí!

Ayer supe que vivía usted y que vivía en nuestra querida patria. ¡Cuántos recuerdos
se han aglomerado en un instante sobre mi mente! Mi madre, mi buena madre tan
parecida a usted, resucitó de la tumba, se ofreció a mi imagen. Mi más tierna niñez,
la confirmación y mi padrino, se reunieron en un punto para decirme que usted era
mi segundo padre. Todos mis tíos, todos mis hermanos, mi abuelo, mis juegos
infantiles, los regalos que usted me daba cuando era inocente… todo vino en tropel
a excitar mis primeras emociones…, la efusión de una sensibilidad delicada.
Todo lo que tengo de humano se removió ayer en mí: Llamo humano lo que está
más en la naturaleza, lo que está más cerca de las primitivas impresiones. Usted,
mi querido tío, me ha dado la más pura satisfacción, con haber vuelto a sus hogares,
a su familia a su sobrino y a su patria. Goce usted, pues, como yo, de este placer
verdadero; y viva entre los suyos el resto de los días que la Providencia le ha
señalado, y para que una mano fraternal cierre sus párpados y lleve sus reliquias a
reunirlas con la de los padres y hermanos que reposan en el suelo que nos vio
nacer.
Mi querido tío, usted habrá sentido en sueño de Epiménides: Usted ha vuelto de
entre los muertos a ver los estragos del tiempo inexorable, de la guerra cruel, de los
hombres feroces. Usted se encontrará en Caracas como un duende que viene de la
otra vida y observará que nada es de lo que fue.
Usted dejó una dilatada y hermosa familia, ella ha sido segada por una hoz
sanguinaria. Usted dejó una patria naciente que desenvolvía los primeros gérmenes
de la creación y los primeros elementos de la sociedad: Y usted lo encuentra todo
en escombros… todo en memoria.
Los vivientes han desaparecido: Las obras de los hombres, las casas de Dios y
hasta los campos han sentido el estrago formidable del estremecimiento de la
naturaleza. Usted se preguntará a sí mismo ¿dónde están mis padres, dónde mis
hermanos, dónde mis sobrinos? Los más felices fueron sepultados dentro del asilo
de sus mansiones domésticas; y los más desgraciados han cubierto los campos de
Venezuela con sus huesos; después de haberlos regado con su sangre… por el
solo delito de haber amado la justicia.
Los campos regados por el sudor de trescientos años, han sido agotados por una
fatal combinación de los meteoros y de los crímenes. ¿Dónde está Caracas? se
preguntará usted. Caracas no existe; pero sus cenizas, sus monumentos, la tierra
que la tuvo, han quedado resplandecientes de libertad; y están cubiertos de la gloria
del martirio. Este consuelo repara todas las pérdidas, a lo menos, este es el mío; y
deseo que sea el de usted.
He recomendado al vicepresidente las virtudes y los talentos que yo he reconocido
en usted. Mi recomendación ha sido tan ardiente como la pasión que le profeso a
mí tío. Dirija usted al Poder Ejecutivo sus miras, que ellas serán oídas. Al mismo
Poder Ejecutivo he suplicado mande entregar a la orden de usted cinco mil pesos
en Caracas, para que pueda usted vivir mientras nos veamos, lo que será el año
que viene.
Mi orden ha sido al Ministro de Hacienda para que de Bogotá le manden a usted la
correspondiente libranza.
Adiós querido tío. Consuélese usted en su patria con los restos de sus parientes:
ellos han sufrido mucho; más le ha quedado la gloria de haber sido siempre fieles a
su deber. Nuestra familia se ha mostrado digna de pertenecernos, y su sangre se
ha vengado por uno de sus miembros. Yo he tenido esta fortuna. Yo he recogido el
fruto de todos los servicios de mis compatriotas, parientes y amigos. Yo los he
representado a presencia de los hombres; y yo los representaré a presencia de la
posteridad. Esta ha sido una dicha inaudita. La fortuna ha castigado a todos, tan
sólo yo he recibido sus favores, los ofrezco a ustedes con la efusión más sincera de
mi corazón.
BOLÍVAR
DOCUMENTO 148. CARTA DESDE LIMA, DIRIGIDA A SU HERMANA MARÍA
ANTONIA SOBRE EL TEMA DE LA EDUCACIÓN DE SU SOBRINO FERNANDO,
Y OTROS ASUNTOS FAMILIARES. PROCLAMA EL LIBERTADOR SU CRITERIO
DE NO INTERVENIR EN UNA DECISIÓN JUDICIAL ACERCA DE SUS PROPIOS
INTERESES*
Lima, abril de 1824.
Señora María Antonia Bolívar.
Escribe tú, de mi parte, a los encargados en el Norte [1] de la educación del joven
Fernando Bolívar [2], encareciéndoles el esmero con que yo quiero que se eduque
a mi sobrino. Que aprenda las lenguas sabias y las vivas, matemáticas, historia,
moral, bellas letras, etc. Un hombre sin estudios es un ser incompleto. La instrucción
es la felicidad de la vida; y el ignorante, que siempre está próximo a revolverse en
el lodo de la corrupción, se precipita luego infaliblemente en las tinieblas de la
servidumbre.
Toma también mucho interés en que la hija de Juana [3] se case bien, con un
hombre patriota y honrado. Este es un negocio en que todos debemos pensar,
porque la familia es un tesoro en que todos los de ella tienen interés. Ayúdala tú con
tus buenos consejos de hermana, y procedan siempre con atención, que no hay
más dicha ni desdicha, que prudencia o imprudencia. Yo no le escribiré a ningún
juez sobre el pleito de Lecumberry [4], por más que tú te empeñes.
No quiero exceder los límites de mis derechos, que, por lo mismo que mi situación
es elevada, aquéllos son más estrechos. La suerte me ha colocado en el ápice del
poder; pero no quiero tener otros derechos que los del más simple ciudadano. Que
se haga justicia y que ésta se me imparta, si la tengo. Si no la tengo, recibiré
tranquilo el fallo de los tribunales. No te inquietes, sin embargo; que mis títulos son
los mejores.
[BOLIVAR].
CARTA A SU TÍO PEDRO PALACIOS BLANCO, DESDE BILBAO, EN LA QUE LE
HABLA DE LA PRISIÓN DE SU TÍO ESTEBAN PALACIOS, EN MADRID; DE SU
PREOCUPACIÓN POR LOS ASUNTOS ECONÓMICOS; Y DE SU MATRIMONIO
POR PODER EN MADRID.*
Bilbao, 23 de agosto de 1801.
[Señor Don Pedro Palacios].
Estimado tío Pedro: he recibido con el mayor gusto que es de imaginarse, la de Vd.
del 11 de éste, porque en ella me participa Vd. el partido que se ha tomado, en el
asunto de mi T. E. [1] Al mismo tiempo que estaba pensando escribirle a Vd. lo
mismo que Vd. ha hecho, he recibido esta carta, que consuela mi corazón; pues
estoy persuadido, que si no es el único partido que tenemos, por lo menos, es el
más eficaz. Conozco el buen corazón de la persona que Vd. ocupa, y también, del
que puede ser que nos conceda el gran bien, de dejarnos ver a nuestro buen amigo.
Crea Vd. que me es de suma complacencia, el saber, que Vd. ha tomado el mejor
remedio que nos puede curar del mal que padecemos. Conozco que nadie está más
interesado en la causa del miserable, como Vd.: pero yo no puedo menos que dar
a Vd. las más rendidas gracias por este paso que Vd. da en alivio de mi buen
Padrino. Seguramente, que no es posible manifestar mi contento. Un presentimiento
del buen excito que tendremos, me hace entregarme a las más lisonjeras
esperanzas. Mis oraciones son pocas, y poco eficaces por el sujeto que las hace:
pero no por eso dejaré de aplicarlas todas, al buen resultado del celoso interés que
Vd. tiene en este negocio. Siento mucho el atraso de sus bienes de Vd. y tanto más
cuanto que está Vd. en un estado, en que le es de necesidad el tener bienes de
fortuna, para llenar el empleo que el Rey generosamente ha dado a Vd. También
me es doloroso el que se le haya muerto su mayordomo, pues el conseguirlo bueno,
es demasiado difícil. En fin: Dios es el autor de todos nuestros sucesos, por lo que
deben ser todos, para bien nuestro. Esta reflexión, nos consuela cuando estamos
en aflicciones; y así, es menester que Vd. no la olvide. Mi matrimonio se efectuará
por poder en Madrid, y después de hecho vendrá Don Bernardo con su hija para
embarcarnos de aquí en un neutral que toque en Norte América. Los Toros partirán
muy pronto; pues sólo esperaban, que los calores no fuesen tan fuertes, para tomar
el camino. En orden a dinero, ya he dicho a Vd. todo lo que hay; pues ello es
menester conseguirlo de algún modo. Aunque sería muy bueno que Vd. consiguiera
de Iriarte su firma. Vd. le puede exponer, que soy conocido por rico, y que lo más
del dinero es para mí.
Deseo lo pase Vd. bien y mande a su afecto sobrino.
SIMÓN.

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