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Instrucciones y Reglas de la
Cuarta Semana
Antonio Guillén
E
n la Cuarta Semana le esperan al ejercitante las “Reglas para sentir en
la Iglesia” [Ej 352-370].1 Pocas páginas de los Ejercicios más tergi-
versadas, e incluso dolosamente manipuladas, que este último docu-
mento del libro ignaciano. En efecto, su objetivo verdadero no son ni los man-
damientos de la Iglesia, ni las normas litúrgicas (!), ni la ortodoxia doctrinal,
como a veces ha llegado a decirse. Parece obvio que, si estuvieran escritas
para animar a cumplir las prescripciones eclesiales, San Ignacio no las hubie-
ra colocado en la Cuarta Semana, sino en la Primera o incluso antes.2
En lugar de aquellas desajustadas interpretaciones, la realidad es que son
“reglas de discernimiento para encarar bien los conflictos eclesiales”, y su sen- 393
tido verdadero sólo puede entenderse desde y en la Cuarta Semana. Es decir,
al término del proceso de Ejercicios, cuando se están contemplando “los ver-
daderos y santísimos efectos de la resurrección”, y a partir de ellos [Ej 223].
Por desgracia, los conflictos en la Iglesia son inevitables, como bien supo
y comprobó en su vida el mismo San Ignacio. Pero lo que él quiere aconse-
jar finalmente al ejercitante es cómo plantearlos y vivirlos sin romper ni hacer
daño al tejido eclesial. La Cuarta Semana nos permite comprender que a la
Iglesia como misterio se accede siempre desde la experiencia de Dios, y no
al revés. San Ignacio lo tiene esto muy claro, aunque sepa también –con la
misma claridad– que es la mediación de la Iglesia la que nos señala existen-
cialmente a cada uno la Presencia de Dios en medio de nosotros.
La dificultad a la hora de exponer estas ‘reglas’ al ejercitante suele ser gran-
de, porque es necesario informarle simultáneamente del contexto en el que fue-
ron elaboradas, si se quiere ayudarle a entenderlas bien y a comprender el men-
1
Éste es el título con el que aparecen en el texto Autógrafo y en la primera traducción latina
(Versio Prima). En el texto latino posterior de la Vulgata aparecieron traducidas como “Reglas
para sentir CON la Iglesia” y así quedaron tituladas en el Breve Pastoralis Oficii de Paulo III
(1548). Roothaan logró en 1834 que fuera reconocido como texto oficial de los Ejercicios el del
Autógrafo, y con él la formulación inicial ignaciana de “Reglas para sentir EN la Iglesia”. Los
matices que se sugieren no son los mismos.
2
Para dichas prescripciones no admite cuestionamiento alguno Ignacio. Véase como muestra
[Ej 229].
Antonio Guillén
saje ignaciano. El que da Ejercicios debe, por eso, conocer, recordar y explicar
bien dicho contexto. La simple repetición literal del texto, fuera del contexto,
se presta a dar a entender, con frecuencia, algo muy diferente de lo que real-
mente dicen. O aprovecharlas para dar otra ‘doctrina’… Afortunadamente, la
bibliografía sobre el tema es abundante y accesible.3
Son “reglas de En seis posibles apartados puede dividirse el con-
discernimiento para tenido de estas 18 ‘reglas’. El mensaje ignaciano
encarar bien los reside, por supuesto, en la unidad que refleja el
documento entero.
conflictos eclesiales”, y
su sentido verdadero 1. La comprensión espiritual de la Iglesia sólo se
percibe en el discernimiento [Ej 353]
sólo puede entenderse
bien desde y en la Lo propio del discernimiento es la preeminencia del
Cuarta Semana. sentir sobre el parecer, y por eso aquél ha de realizar-
se “juntamente contemplando la vida de Jesús” [Ej
135], para evitar identificarlo con nuestros propios juicios o pensamientos. Esto
es lo que afirma y repite aquí Ignacio. “Deponer el juicio” no es lo mismo que
“no pensar”, sino liberarse de ese juicio propio, a veces inamovible –lo que sole-
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mos llamar hoy “pre-juicio”–, que nos impide dejar paso a la novedad del Espí-
ritu. Deponer todo juicio previo y sustituirlo por el “ánimo aparejado y pronto”
para mirar con veneración y cariño a “la Iglesia de las mediaciones”4, es la con-
dición esencial para poder iniciar todo discernimiento. Sin este preámbulo no
hay escucha a Dios, sino mera defensa de los propios pensamientos.5
3
Cfr. J. CORELLA, Comentario a las reglas ignacianas para el sentido verdadero de Iglesia,
Mensajero-Sal Terrae, Bilbao-Santander 1988; ib., San Ignacio y la Iglesia. Unas reglas que nos
siguen iluminando, en MANRESA 79 (2007), 167-182; S. MADRIGAL, Reglas “Sentir la Iglesia”,
en J. GARCÍA DE CASTRO (ed), Diccionario de Espiritualidad ignaciana, Mensajero-Sal Terrae,
Bilbao-Santander 2007, 1555-1561; ib., Eclesialidad, reforma y misión, San Pablo-UP Comillas
2008, 73-139; A. GUILLÉN, Alabar, actitud fundamental en la Iglesia, en MANRESA 84 (2012),
235-245; D. MOLLÁ, La difícil alteridad en el interior de la Iglesia. Inspiraciones ignacianas, en
MANRESA 86 (2014), 149-158; J.M. LERA, La pneumatología de los Ejercicios Espirituales,
Mensajero-Sal Terrae-UP Comillas, Bilbao-Santander-Madrid 2016, 304-346.
4
“Iglesia jerárquica” es un término creado por San Ignacio (sin equivalencia con lo que hoy
llamamos Jerarquía eclesial) para expresar la totalidad de la Iglesia, con sus mediaciones jerár-
quicas incluidas.
5
Véase, por ejemplo, [Ej 22, 169, 189, 333, 336…].
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En una situación real, como la que Ignacio vive en París, donde los bue-
nos deseos de los erasmistas por reformar la Iglesia parecían estar necesi-
tando multiplicar la crítica acerba a la vida licenciosa de Papas y Obispos,
él opta por recomendar “hablar de esas malas costumbres a las mismas
6
El P. Kolvenbach lo expresó así (2004): “Permítanme decirles que alabar en las Reglas no
quiere necesariamente decir que debamos adoptar las prácticas que él menciona. Ya sabemos
que Ignacio puso fuertes límites a esas prácticas por parte de los miembros de la Compañía de
Jesús. Lo que él realmente deplora es la tendencia a atacarlas y ridiculizarlas” (P.H. KOLVEN-
BACH, “Pensar con la Iglesia después del Vaticano II”, en Selección de Escritos (1991-2007),
Curia Provincial de España, Madrid 2007, 588.
Antonio Guillén