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Es una suposición natural que no pasa nada sin explicación: las personas no se

enferman sin razón; los autos no se descomponen sin haber tenido alguna falla. Todo,
entonces, tiene una causa. ¿Pero cuál podría ser la causa de todo? Obviamente no puede
ser nada físico, como una persona; o incluso algo como el Big Bang de la cosmología.
Esas cosas deben tener sus propias causas. Así que debe ser algo metafísico. Dios es el
candidato obvio.
Esta es una versión de un argumento para la existencia de Dios, con frecuencia
llamado el Argumento cosmológico. Uno podría objetarlo de diversas maneras. Pero en
su corazón hay una enorme falacia lógica. La oración “Todo tiene una causa” es
ambigua. Puede significar que todo lo que sucede tiene una causa u otra; esto es, para
cada x hay una y, de tal forma que x es causada por y; o puede significar que hay algo
que es la causa de todo, esto es, hay alguna y para cada x, x es causada por y. Pensemos
en el dominio relevante de los objetos como causas y efectos, y escribamos “x es
causado por y” como Cxy. Entonces podemos escribir estos dos significados,
respectivamente como:

1. x y Cxy
2. yx Cxy

Estas formulaciones no son equivalentes. La primera se sigue de la segunda. Si hay


una cosa que es la causa de todo, entonces, desde luego, todo lo que sucede tiene
alguna causa u otra, pero no resulta que haya una cosa y la misma que sea la causa de
todo. (Compara: de “Todos tienen una madre”, no resulta que “Haya alguien que sea la
madre de todos”.)
Esta versión del argumento cosmológico aprovecha la ambigüedad. Lo que se
establece al hablar de enfermedades y autos es 1. Pero inmediatamente, el argumento
cambia al preguntar cuál es la causa, asumiendo que 2 es lo que se ha establecido.
Además, este deslizamiento está oculto porque “Todo tiene una causa” puede usarse
para expresar tanto 1 como 2.

Tomado de Priest, Graham, Una brevísima introducción a la Lógica, Océano, México,


2006, pp.38-39.

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