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Juan David Bustamante

Luz Adriana Sánchez

12 de noviembre del 2019

Perspectivas teóricas contemporáneas

Sobre El sabor de las cerezas

La cultura occidental –y el capitalismo– nos acostumbró, al momento de fungir como

espectadores del arte, a una mirada desenfrenada y superficial, la velocidad reina en las

obras maestras del cine hollywoodense, una imagen tras otra sin darle tiempo al

pensamiento de hilar una idea clara sobre lo que sucede, tal cual sucede en la realidad, así

que para un espectador acostumbrado a ese tipo de películas sentirá un terrible agotamiento

y aburrimiento si se atreve a ver una pieza, por breve que sea, ese cine que no tiene la

influencia de la industria capitalista del cine que reina en occidente. Si bien pueden darse

temas similares en esos dos casos, la forma de abordarlo será siempre radicalmente

diferente. Este es un detalle que debe tenerse en cuenta, existe una deuda insalvable con ese

tipo de cine no comercial y que proviene de otras latitudes. A estas obras se llega como

extranjero y con esa misma condición se llega devuelta a la realidad.

El sabor de las cerezas es uno de esos casos en los que el desconocimiento total de

una cultura se convierte en obstáculo no para la comprensión, pero sí para al momento

admirarla, si no se tiene una fuente a la mano, puede que el contexto se pierda en la

polvareda de la camioneta del señor Badii. Digo que tal vez no sea un obstáculo para su

comprensión puesto que el tema tratado sigue siendo, a pesar de todo, universal: la elección
(decisión) entre vida y muerte, la debacle final del hombre. Es el suicidio el motivo

subyacente, la maestría radica en la forma en que Kiarostami plasma su propuesta puesto

que en las primeras escenas vemos a uno hombre buscando ayuda, la incertidumbre

acompaña al espectador hasta las conversaciones que tiene con las personas a las acude

para concretar su propósito.

En esa búsqueda da con tres hombres: un soldado de origen kurdo, un seminarista

de origen afgano y un taxidermista de origen turco; en cada uno hay una forma distinta de

enfrentar esa decisión. La dicotomía entre vida y muerte se pone en evidencia en las

conversaciones que sostiene el señor Badii con estos personajes, pues los tres “defienden la

vida” a pesar de los profundos cuestionamientos que el protagonista les hace y de la

realidad en la que están sumergidos, ya que ninguno de ellos es tiene ostensible riqueza.

Aquí no importan los pretextos, en primer plano está enfocada la acción y la forma en que

será llevada a cabo, poco interesa la aparente debilidad del protagonista frente a la

adversidad, pero sorprende su incomprensible preocupación por suicidarse de una manera

digna, por decirlo de alguna manera.

Mientras observaba su tumba recién cavada también le dirigía su mirada a esas aves

de carroña que seguramente habría de alimentar con su cuerpo inerte, tal vez esto haya

motivado su búsqueda. Pero, seguramente sí nos habla de una situación de poder sobre el

suicidio, ya que la existencia ha sido excesivamente insoportable, por lo menos hay una

posibilidad de matarse a su antojo sin ningún tipo de miramientos, el protagonista crea su

“estilo propio” para su deceso, tal vez pretendiendo tener control, y este no es un detalle

menor puesto que es una cobarde reivindicación, pues escoge una forma en la que le era
necesario realizar un peregrinaje en busca de alguien que se atreviera a enterrar a un

suicida.

La película es un largo peregrinaje, una búsqueda por caminos áridos y rocosos, por

esto tampoco se puede ignorar el recorrido de ese “ojo narrativo” que es el objetivo de la

cámara, ese peregrinaje zigzagueante demuestra las vacilaciones del protagonista en su

búsqueda; la cámara sigue casi todo el tiempo al señor Badii y se limita mucho al mostrar a

sus interlocutores, sin embargo, hay una larga escena en la que no está enfocado él sino su

sombra sobre la tierra, las piedras y el estampido de estas al caer, la duda y la resignación

se juegan su papel en esta escena.

Tal, creo, es uno de los momentos más dramáticos de la obra, junto con la

conversación que sostiene con el taxidermista turco, el cual le da sentido al nombre de la

película, entre otras cosas, y pone al descubierto la ya notable debilidad del protagonista

frente a su destino, por esto es una película incómoda para nuestros ojos occidentalizados.

Es entonces una obra que requiere de una atención detallada para ir develando las

intenciones del director y del protagonista, esa posición incómoda puede dotar de una

perspectiva diferente (nueva) a la lectura que se haga de la obra.

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