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PIC – UNIDAD 3 – Stephen Ambrose

“Kennedy y las nuevas fronteras”

Kennedy y sus seguidores estaban interesados en recuperar el prestigio y la primacía de la presidencia, que
sentían que habían caído bajo Eisenhower. El tema recurrente era: “creo que es tiempo de que el país se ponga
en movimiento otra vez”. Kennedy quería que Estados Unidos tomara la iniciativa.

El tercer mundo proporcionaba la clave. Su primera gran oportunidad y su primera crisis, le llegó de una nación
revolucionaria tercermundista. A pesar de todos los discursos del presidente sobre tolerar las diferencias, no
estaba preparado para aceptar un régimen comunista frente al extremo mismo de Florida. En los últimos días de
1960, la CIA había empezado a entrenar cubanos exiliados anticastristas en el arte de las guerrillas. El plan era
establecer una base de operaciones para expulsar a Castro.

A mediados de abril de 1961, comenzó la invasión. Los exiliados cubanos desembarcaron en Bahía de los
Cochinos. Castro los redujo por completo. El pueblo cubano demostró que no tenía ningún interés en levantarse
contra Castro y los exiliados fueron incapaces de encontrar algún tipo de apoyo en las sierras cubanas. Más
tarde, analizando el fracaso, la explicación común fue que el fracaso había sido de la CIA y de la Junta de
Comandantes. En realidad, la CIA se equivocó al predecir un levantamiento contra Castro, pero la predicción era
exactamente lo que Kennedy quería. No fueron los expertos quienes llevaron a Kennedy a Bahía de los Cochinos:
fue su propia visión del mundo.

Uno de los grandes temores de Kennedy era parecer débil. Y, como la mayoría de los luchadores de la guerra
fría, creía que la única manera de tratar con los rusos y sus socios era desde una posición de fuerza. La pregunta
era cuánta fuerza. El hombre al que JFK eligió para contestarla fue Robert McNamara, secretario de Defensa.
Junto a él decidieron que tenían que asegurarse en contra de un esfuerzo soviético, incrementando
drásticamente la fuerza norteamericana. Después de dos años en funciones, JFK había aumentado el
presupuesto de Defensa de 40 mil millones de dólares a 56 mil millones de dólares.

El equipo de Kennedy-McNamara había lanzado la más grande carrera armamentística de la historia de la


humanidad. La Casa Blanca y el Pentágono cooperaron en el gran aumento de la capacidad bélica convencional y
en las fuerzas de guerrilla. JFK quería, y obtuvo, la facultad de intervenir en cualquier parte. La nueva estrategia
de llamó respuesta flexible. Frente a este programa, los soviéticos aumentaron entonces sus fuerzas misilísticas,
y esto forzó a Estados Unidos a comenzar otra ronda de expansión.

La respuesta política a la reconstrucción de Kennedy fue tan importante como la reacción militar. Mientras los
republicanos se habían contentado en dejar en manos del general Eisenhower la política militar y hacer
comentarios vagos y generales para negar la brecha armamentística, los demócratas hacían afirmaciones en
tonos insistentes acerca de la superioridad norteamericana. Junto con la Bahía de los Cochinos, la nueva política
militar les indicaba a los soviéticos que tenían que vérselas con una Administración agresiva volcada hacia el
exterior. Los duros en el Kremlin encontraron que se cumplía su predicción y acusaron a Khrushchev de haber
descuidado la seguridad militar soviética.
Kennedy instó al premier ruso a preservar el balance existente de poder, en armas y distribución geográfica.
Khrushchev rechazó tal concepto.

La solución de construir el muro de Berlín no llevaba a un fin permanente de la tensión. La reconstrucción militar
norteamericana continuó. JFK les había parecido débil a algunos luchadores de la guerra fría porque no había
echado abajo el Muro. Khrushchev parecía débil a los ojos de los comunistas por haberlo construido. Este último
estaba en un problema más serio, porque la administración Kennedy insistía en jactarse de la superioridad
militar. Los funcionarios de Kennedy y sus estrategas esbozaban escenarios en donde Estados Unidos haría el
primer ataque.

Por ende, el premier ruso necesitaba una significativa victoria estratégica, una que focalizara la atención mundial
en la capacidad militar soviética y que satisficiera a sus propias fuerzas armadas. Encontró la respuesta en el
aumento de megatones. La gran bomba era útil para hacer propaganda. Sin embargo, no importaba cuanto
crecieran las bombas soviéticas, Estados Unidos seguía siendo superior por la capacidad de impulsión nuclear.

Khrushchev empezó a buscar por todas partes la oportunidad de alterar el equilibrio estratégico. La encontró en
Cuba. Desde Bahía de los Cochinos, Rusia había aumentado su ayuda a Castro y empezado a incluir refuerzos
militares. Kennedy les había advertido a los soviéticos que no proveyeran armas ofensivas a los cubanos.
Khrushchev aseguró al presidente que no tenía la intención de hacerlo. Pero en Agosto de 1962 la Unión
Soviética empezó a construir en Cuba bases para misiles balísticos de mediano alcance. Poner misiles en Cuba
era necesario para proteger a Cuba de una invasión ya que el congreso norteamericano y los militares hablaban
abiertamente de invadir la isla.

El tema en Cuba era el prestigio. La más seria de las crisis en la historia de la humanidad, en suma, se transformó
en una cuestión de apariencias. El 14 de octubre de 1962, los aviones norteamericanos fotografiaron en Cuba
una rampa de lanzamiento en construcción que podría hacer estallar misiles con un alcance de mil millas.

El presidente Kennedy planteó los objetivos generales: sacar los misiles de Cuba; impedir un intercambio
nuclear; preparase para desplazamientos rusos en cualquier parte; no perder la reputación. Nombró un comité
especial de doce miembros para asesorarlo. El comité debatió un amplio abanico de alternativas: lanzar un
ataque nuclear contra la base de misiles, lanzar un ataque aéreo convencional, seguido de una invasión, o iniciar
un bloqueo naval que impidiera a los rusos enviar cualquier material a Cuba.

Robert Kennedy, líder del comité, insistió en una respuesta inicial menos beligerante. Era partidario de empezar
con un bloqueo naval parcial pero que no obligara a Khrushchev a reacionar de inmediato. Kennedy había
puesto en estado de alerta a todas las fuerzas militares y aviso al premier ruso que EEUU considera que todo
misil nuclear que se lanzase de Cuba contra cualquier nación del hemisferio occidental, como un ataque de la
URSS a EEUU, demandando así una represalia sobre la Unión Soviética.

Mientras Khrushchev sostenía que la Unión Soviética no observaría el bloqueo ilegal, la marina de Estados
Unidos se desplegaba a quinientas millas de la costa cubana. Barcos soviéticos continuaban saliendo para Cuba.
La amenaza de aniquilación mutua seguía siendo alta y Kennedy se mantenía firme.
Entonces venía la propuesta específica. Khrushchev decía que no enviaría más armas a Cuba y retiraría o
destruiría las que ya estaban allí, si JFK quitaba el bloqueo y prometía no invadir Cuba. Más tarde, llegó otra
carta del premier. El mandatario ruso, quizás cediendo a presiones militares internas, dijo que él retiraría los
misiles de Cuba cuando JFK hiciera lo mismo en Turquía. El presidente de Estados Unidos ya había ordenado la
retirada de los misiles en Turquía, pero debido a una demora burocrática y a la resistencia turca; todavía estaban
allí. Retirarlos ahora bajo la presión soviética sería intolerable para el presidente. El golpe al prestigio
norteamericano hubiera sido muy grande. El departamento de Estado redactó una carta de Kennedy a
Khrushchev informando al premier que Estados Unidos no podía quitar los misiles de Turquía y que no se podía
hacer ningún trato.

Kennedy resumió la carta que acababa de mandar al premier ruso, ofreciendo negociar los misiles por una
promesa norteamericana de no invadir Cuba. Dobrynin, embajador soviético en EEUU, volvió al punto irritante.
¿Qué pasaba con los misiles en Turquía? La respuesta de Robert Kennedy fue que “el presidente había anhelado
retirar esos misiles de Turquía e Italia por un largo período. Había ordenado su remoción un tiempo atrás pero
poco tiempo después de terminada la crisis, esos misiles ya no estarían allí”.

La afirmación fue suficiente. Los rusos tenían la promesa esperada. Al día siguiente Dobrynin informó a Robert
Kennedy que los misiles serían retirados de Cuba. Los rusos concluyeron que ellos no podrían tener paridad
militar con Estados Unidos. Kennedy aprendió a ser un poco más suave en sus pronunciamientos, un poco
menos estridente en sus afirmaciones. Su Administración asumió un tono más moderado, al menos con respecto
a la Unión Soviética, y la necesidad de la paz y reducción de armas. Dentro del Kremlin la oposición a Khrsuchev
crecía. Por todas las situaciones dramáticas que tuvo que representar, fue incapaz de producir suficientes
victorias significativas en la guerra fría. En el término de un año, estaba afuera del poder.

La lección más importante que dejó Cuba fue el peligro de asomarse a los extremos. De ahí en más, Rusia y
Estados Unidos se esforzarían en mantener un control sobre sus disputas, evitar las acciones que pudiesen
derivar en una escalada, limitar sus injerencias y así poder frenar la respuesta de la otra parte.

Vietnam: pagando el costo de la represión

Kennedy había obligado a Khrushchev a irse de Cuba porque Estados unidos tenía una abrumadora superioridad
en armas nucleares. A continuación de la crisis, los rusos juraron que nunca más serían humillados y empezaron
un programa para modernizar y reforzar su flota y construir armas nucleares con ICBM’s para transportarlas.
Kennedy y McNamara respondieron incrementando la marcha de la producción.

En ese sentido, Estados Unidos trataría de aplastar al enemigo o de pelear una guerra convencional, como
habían hecho los franceses en Vietnam. En cambio, los Boinas Verdes asesorarían a las tropas locales mientras
los agentes civiles norteamericanos ayudarían a los gobiernos a instituir reformas políticas que aislarían a la
guerrilla del pueblo.

La gran oportunidad llegó con Vietnam del Sur. Diem (Vietnam del Sur) era más un déspota menor que un
dictador despiadado. Vietnam era un campo de batalla ideal para los Boinas Verdes y desde el punto de vista de
JFK, también era un sitio perfecto para comprometerse y hacer visible desde allí su interés en el Tercer Mundo.
La única dificultad importante era la borrosa situación legal. Bajo los términos del Acuerdo de Ginebra de 1954,
Vietnam del Sur no era una nación sino un territorio para ser administrado por los franceses hasta que se
celebraran elecciones. Los acuerdos de 1954 también habían estipulado que ni Ho Chi Minh en Vietnam del
Norte, ni Diem en Vietnam del Sur permitirían la introducción de tropas extranjeras en sus territorios. Estados
Unidos redefinió los acuerdos de Ginebra creando deliberadamente la ficción de que ese acuerdo había
establecido dos Vietnam, Norte y Sur.

Después de 1956 los norvietnamitas se habían aplicado a la reconstrucción de su propio territorio y a establecer
el socialismo. Después que Diem se negó a celebrar elecciones en 1956, en el sur, entretanto, el Viet Minh se
hizo crecientemente rebelde. En marzo de 1960 comenzó una revuelta total. Diem etiquetó a sus opositores
como Viet Congs o comunistas vietnameses. El Viet Cong (VC) creó el Frente de Liberación Nacional (NLF) como
su arma política. El grueso del VC fue reclutado en Vietnam del Sur y la mayoría de sus armas se los quitaron al
ejército de Diem. En septiembre de 1960, el partido Comunista de Vietnam del Norte dio finalmente su
bendición formal al NLF y llamó a la liberación del imperialismo norteamericano en Vietnam del Sur.

Todos coincidían en que Estados Unidos tenía que oponerse a los agresores del Norte, usando cualquier medio
que fuera necesario. Había también acuerdo unánime sobre la necesidad de probar a los chinos que las guerras
de liberación nacional no funcionaban.

A comienzos de 1961, Kennedy empezó a enviar a sus consejeros a Vietnam del Sur para que lo informaran de
que era lo que hacía falta y para que le enseñaran a Diem como se hacían las cosas. Aunque los VC estaban
concentrados en los distritos menos poblados, controlaban casi la mitad del país. En octubre de 1961, JFK envió
otra misión a Saigón, encabezada por Rostow y Taylor.

Estos decían que los survietnamitas dudaban de la ayuda norteamericana y por lo tanto recomendaban un
aumento de la intervención de su país. Kennedy aceptó tal conclusión e incrementó el embarque de tropas y
equipos a Diem. Exclamó: “Nuestro objetivo es un gobierno estable allá que lleve a cabo una lucha para
mantener su independencia nacional”.

En noviembre de 1963, el ARVN (Ejército Nacional Sudvietnamita), actuando con la aprobación de la CIA,
destronó y luego mató a Diem. Asumió un régimen militar que no tenía ningún programa ni plan política alguno.
Con la eliminación de Diem, el NLF hizo contacto con los generales en Saigón y propuso negociaciones para
formar una coalición nacional de gobierno, pero los norteamericanos en Saigón y en Washington se rehusaron a
la propuesta. Tres semanas después de la muerte de Diem, Kennedy mismo fue asesinado y Lyndon B. Johnson
se convirtió en presidente.

En Vietnam, Johnson siguió la política de Kennedy continuando con el más completo apoyo a la lucha. El
gobierno norteamericano continuaba creyendo que podía ganar la guerra aplicando una cantidad limitada de
fuerza a través del ARVN. Pero sin dudas, la razón fundamental para ese gradualismo fue la arraigada idea
dentro de las administraciones de Kennedy y Johnson, de que se estaba haciendo lo suficiente. Todos los otros
viejos mitos, como que el comunismo nunca podría inspirar apoyo legítimo, que los asiáticos no podrían
oponerse a las técnicas militares occidentales, condujeron a una subestimación del enemigo.
En agosto de 1964, se recibió información de que destructores norteamericanos habían sido atacados por
norvietnamitas en el golfo de Tonkin. Johnson, sin una investigación, acuso a Vietnam del Norte. El presidente
pidió autorización al Congreso para usar “todas las medidas necesarias para repelar cualquier ataque armado
contra las fuerzas norteamericanas”. Además, el congreso dio al presidente el poder de “prevenir futuras
agresiones” para proteger a cualquier nación cubierta por el SEATO (org. Asiática de defensa) que pudiera
requerir ayuda en “defensa de su libertad”.

El debate principal en Washington después de lo del golfo de Tonkin y las elecciones donde gano
abrumadoramente Johnson, era o bien incrementar el compromiso norteamericano en la guerra, o negociar. El
gran problema de Johnson, después de rechazar la negociación, era cómo ganar la guerra sin enviar tropas. La
fuerza área tenía la respuesta. A fines de 1964, se inició una campaña de bombardeos contra Vietnam del Norte.
Pero bombardear un país con el que EEUU no estaba en guerra, que no había cometido acciones agresivas
contra el país, y al cual Washington no tenía intenciones de declararle la guerra, era un paso serio.

El bombardeo era el modo de impedir la desagrable decisión de enviar tropas de combate. En simultaneidad con
la ofensiva en el Norte, los aviadores norteamericanos drásticamente aceleraron su actividad en Vietnam del
Sur. Sin embargo, no sirvió. Hanoi no se retiró ni perdió su moral, la infiltración de hombres continuó, el VC aun
combatía y la situación política en Vietnam del Sur se empeoraba. A pesar de la ofensiva aérea, la opción de
negociar estaba en pie y Johnson fue duramente presionado por los aliados de la OTAN y las naciones neutrales,
a conversar con Hanoi.

No habría abandono de la posición norteamericana mientras Johnson presida. La Fuerza Área continúo atacando
Vietnam del Norte, sin éxito. No obstante, en un discurso político del 28 de Julio, LBJ repitió el reclamo de que
no ha habido respuesta de la otra parte a la búsqueda norteamericana de la paz. Por lo tanto, él se veía obligado
a enviar un número de 50.000 hombres más a Vietnam del Sur. Quedaba claro que las fuerzas norteamericanas
se emplearían en combate.

Como la intervención norteamericana aumentaba de 10 mil a 20 mil y 30 mil millones de dólares al año, de
150.000 a 300.000 y 500.000 hombres, como aumentaban las bajas, y las bombas caían sobre mujeres y niños,
los críticos de Johnson se empezaron a cuestionar no solamente Vietnam, sino la política misma de represión.

La guerra no podría ganarse. La afluencia de tropas norteamericanas significaba que no se intentaba perderla.
Hanoi no negociaría hasta que no cesaran los bombardeos, ni hasta tano Estados Unidos no prometiera retirar
las tropas ni sobre la base de elecciones convocadas por el gobierno de Saigón. Estados Unidos no negociaría
hasta que Hanoi no cesara en su agresión retirando sus tropas y apoyo material al VC, ni se retiraría hasta tanto
que no se le asegurase que el gobierno de Saigón continuara en el poder.

La oposición seguía en aumento, pero Johnson estaba probablemente en lo cierto al afirmar que se exageraba la
fuerza de la misma. No había una oposición honesta. Las profundas divisiones dentro de la oposición le
permitieron a Johnson mantener su curso.

El único resultado satisfactorio para Estados Unidos era mantener en el poder al régimen de Saigón, que
significaba el fracaso total de Hanoi y el Vinh Cong. Sin embargo, llegó la ofensiva comunista en febrero de 1968,
lanzada con brutal rápidez y sorpresa en la festividad religiosa de Tet, que puso de manifiesto que todo lo que se
informaba a Estados Unidos estaba equivocado. El VC empujó a los norteamericanos y al ARVN fuera del interior
del país a las ciudades. En Saigón un comando suicida tomó posesión temporaria de los terrenos de la embajada
de Estados Unidos. Era evidente que los norteamericanos no controlaban la situación. No estaban ganando. El
enemigo conservaba una fuerza enorme y vitalidad.

La Administración trató de fingir que Tet representaba el último y jadeante esfuerzo del enemigo, pero esta
interpretación encontró pocos adherentes. Enfrentado a una crisis dentro de su gobierno, Johnson decidió
cambiar su política militar y así anunció por cadena nacional que cesaba el bombardeo a Vietnam del Norte.
Para sorpresa de todo el mundo, también se retiró de la carrera por la presidencia.

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