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cuestión judía.
Es inútil citar o presentar el artículo de Marx al margen de su contexto
histórico. El artículo "Sobre la cuestión Judía" forma parte de la lucha general
por el cambio político en una Alemania semi feudal. Dentro de esta lucha
está, como cuestión específica, el debate sobre si se debe conceder a los
judíos los mismos derechos cívicos que al resto de habitantes de Alemania.
Marx, como redactor de la Rheinische Zeitung pensó inicialmente en
responder a los escritos antisemitas y abiertamente reaccionarios de un tal
Hermes quien quería preservar la base cristiana del Estado y meter a los
judíos en un ghetto, pero una vez que Bruno Bauer, hegeliano de izquierdas,
entró en liza con sus artículos "La cuestión judía" y "La capacidad actual de
judíos y cristianos para liberarse", decidió que era más importante polemizar
con Bauer al que consideraba un falso radical.
Hay que recordar, además, que Marx en ese momento de su vida estaba
sufriendo una transformación política que le llevaría a superar el punto de
vista democrático radical para abrazar el comunismo. Entonces era un
exiliado en París influenciado por los artesanos comunistas franceses (Ver en
la Revista Internacional nº 69 el artículo: "Cómo ganó el proletariado a Marx
para la causa del comunismo") que a finales de 1843 reconoce en su Critica
a la filosofía del derecho de Hegel que el proletariado es la clase portadora de
una nueva sociedad. En 1844 encuentra a Engels quien le ayudará a
comprender la importancia de los fundamentos económicos de la vida social.
Los Manuscritos económicos y filosóficos que escribe ese mismo año son su
primera tentativa de comprender en su verdadera profundidad toda esa
evolución. En 1845, las Tesis sobre Feuerbach suponen la ruptura definitiva
con el materialismo unilateral de este último.
Utilizan este pasaje, y otros, de "La cuestión judía" para probar que Marx es
uno de los fundadores del antisemitismo moderno y dar una respetabilidad al
mito del parásito judío sediento de sangre.
Es cierto que algunas de las formulaciones empleadas por Marx en esa parte
del texto hoy no las escribiríamos igual, también lo es que ni Marx ni Engels
estaban totalmente libres de algún prejuicio burgués, en especial respecto a
las nacionalidades, como se refleja en alguna de sus tomas de posición. Pero
de ahí concluir que Marx y el marxismo están marcados indefectiblemente por
el racismo es falsificar su pensamiento.
Hay que situar esas formulaciones en su contexto histórico. Como explica Hal
Draper en un apéndice de su libro La teoría revolucionaria de Carlos
Marx (Volumen I, Monthly Review Press, 1977) identificar judaísmo y
comercio en el capitalismo formaba parte del lenguaje de la época que
empleaban gran número de pensadores radicales y socialistas, incluidos
judíos radicales como Moses Hess que en ese momento influyeron en Marx
(y que debieron tener su influencia en ese mismo artículo en aquel momento).
Como ya hemos dicho antes, Marx, para defender que la población judía
tuviera los mismos "derechos civiles" que los demás ciudadanos, solo utiliza
la analogía verbal entre judaísmo y relaciones mercantiles para aspirar a una
sociedad liberada de las relaciones mercantiles. Ese es él autentico
significado de la frase de sus conclusiones: "La emancipación social de judío
es la emancipación de la sociedad liberada del judaísmo". Y eso no tiene
nada que ver con ningún plan de eliminación de los judíos a pesar de las
repugnantes insinuaciones de Dagobert Rune; lo que significa esa frase es
que en tanto la sociedad esté dominada por relaciones mercantiles, los
hombres no podrán controlar su propio potencial social y seguirán siendo
ajenos los unos a los otros.
Marx, al mismo tiempo, establece una base para analizar la cuestión judía
desde un punto de vista materialista que sería culminada posteriormente por
otros marxistas como Kautsky y, especialmente, Abraham Leon[1]. Lejos de
la interpretación religiosa que explica el tesón de los judíos como resultado de
sus convicciones religiosas, Marx muestra que la supervivencia de su
identidad y sus convicciones religiosas se debe al papel que ellos
desempeñaron en la historia: "El judaísmo se ha conservado gracias a la
historia y no a pesar de ella". Ello está profundamente ligado a las relaciones
que los judíos han mantenido con el comercio: "No hay que buscar el secreto
del judío en su religión sino el secreto de la religión en el judío real". Aquí
Marx hace un juego de palabras entre judaísmo como religión y judaísmo
como sinónimo de chalaneo y poder financiero, lo cual se basa, al fin y al
cabo, en una realidad: el papel económico y social particular que
desempeñaron los judíos en el antiguo sistema feudal.
Esto no quiere decir que los judíos hubieran sido los primeros capitalistas
(esto no queda claro en el texto de Marx por la sencilla razón de que aún no
ha comprendido totalmente la naturaleza del capital). Al contrario, el
florecimiento del capitalismo coincidió con uno de los momentos de mayor
persecución de los judíos. Leon muestra, frente al mito sionista de que la
persecución de los judíos ha sido una constante a lo largo de la historia -y
que seguirán perseguidos mientras no se reúnan todos en un mismo país-[3],
que mientras desempeñaron un papel "útil" en las sociedades precapitalistas
la mayor parte del tiempo se les toleraba e incluso, con frecuencia, los
monarcas los protegían pues necesitaban de sus cualificados servicios. Le
emergencia de una clase "autóctona" de comerciantes que invierte sus
beneficios en la producción (como el comercio de la lana inglesa, clave para
comprender los orígenes de la burguesía inglesa) lleva el desastre a los
judíos que encarnan una forma de economía mercantil superada que se
convierte en un obstáculo para el desarrollo de esas nuevas formas. Eso llevó
a un gran número de comerciantes judíos a dedicarse a la única forma de
comercio que les quedaba: la usura. Y esta práctica llevó a los judíos a entrar
en conflicto directo con los principales deudores de la sociedad: por un lado
los nobles, y por otro los campesinos. Es significativo que, por ejemplo, los
pogromos contra los judíos se dieran en Europa Occidental cuando el
feudalismo ya declinaba y el capitalismo comenzaba a tomar auge. En la
Inglaterra de 1189-90, los judíos de York fueron masacrados así como en
otras ciudades, y la totalidad de la población judía fue expulsada. Con
frecuencia los pogromos partían de nobles que tenían contraídas enormes
deudas con los judíos, a los que se aliaban pequeños productores sobre
endeudados, a su vez, con los judíos; tanto unos como otros esperaban
beneficiarse de ello obteniendo la anulación de sus deudas ya fuera gracias a
la muerte o la expulsión de los usureros, y además arramblar con sus
propiedades. La emigración judía de Europa Occidental hacia Europa Oriental
en los albores del desarrollo capitalista permitió su retorno hacia regiones
más tradicionales y todavía feudales en las que los judíos pudieron
emprender su actividad más tradicional; en cambio los que se quedaron se
integraron en la sociedad burguesa del entorno. Una fracción judía de la clase
capitalista (personificada en la familia Rothschild) es el producto de esa
época; paralelamente se desarrolla un proletariado judío, aunque los obreros
judíos tanto en el Oeste como en el Este se concentraban esencialmente en
la esfera del artesanado y no en la industria pesada, y la mayoría de judíos
-de forma desproporcionada- pertenecía a la pequeña burguesía, con
frecuencia eran pequeños comerciantes.
Leon también muestra, una vez más, la utilización del antisemitismo como un
socialismo de imbéciles, una falsa crítica al capitalismo que permite a la clase
dominante arrastrar a ciertos sectores de la clase obrera, en especial las
capas más marginales y más golpeadas por el paro. De hecho la noción de
"nacional"-socialismo era en parte una respuesta directa de la clase
dominante a la estrecha relación que se había establecido entre el verdadero
movimiento revolucionario y una capa de intelectuales y obreros judíos que,
como ya señaló Lenin, eran atraídos de forma natural hacia el socialismo
internacional en tanto que única solución a su situación de gente perseguida
y sin cobijo alguno en la sociedad capitalista. Se tachaba al socialismo
internacional de maquinación de la conspiración judía mundial, y se animaba
a los proletarios a aderezar de patriotismo su socialismo. El reflejo de esta
ideología se ve en la URSS estalinista con la campaña de insinuaciones
contra los "cosmopolitas sin raíces" que sirvió de tapadera a sobreentendidos
antisemitas contra la oposición internacionalista que se oponía a la ideología
y a la práctica del "socialismo en un solo país".
Trotski, en los años 30 señala que el declive del capitalismo engendra una
regresión terrible en el plano ideológico:
Todos esos elementos los encontramos en los fantasmas nazis sobre los
judíos. El nazismo no oculta su regresión ideológica. Se retrotrae
abiertamente a los dioses pre-cristianos. En realidad el nazismo fue un
movimiento ocultista que se hizo con el control directo de los medios de
gobierno y, como todo ocultismo creía que libraba una batalla contra otro
poder satánico secreto -en este caso los judíos-. Y todas estas mitologías, si
las examinásemos en sí mismas, contienen todos los elementos psicológicos
que pueden desarrollar su propia lógica que alimenta el monstruo que llevó a
los campos de la muerte.
Más arriba mencionábamos que Abraham Leon dijo que el sionismo no podía
hacer nada por salvar a los judíos de Europa, devastada por la guerra; hoy
podríamos añadir que los judíos que corren mayor peligro de destrucción
física son precisamente los que están en la tierra prometida del sionismo. El
sionismo no solo ha encerrado en una inmensa prisión a los árabes
palestinos que viven bajo un régimen humillante de ocupación militar y de
brutal violencia, también ha encadenado a los judíos de Israel a una horrible
espiral de terrorismo y antiterrorismo que no parece capaz de detener ningún
"proceso de paz" imperialista.
[4] En realidad, el sionismo era una de las numerosas fuerzas burguesas que
se oponían al "salvamento" de los judíos de Europa gracias a la huida hacia
las Américas o a otro lugar para que, en cambio, se fueran a Palestina. El
héroe sionista David Ben Gourion la dijo muy claramente en una carta al
Ejecutivo sionista fechada el 17 de diciembre de 1938: "El destino de los
judíos de Alemania no es el final sino el principio, pues otros Estados
antisemitas aprenderán de Hitler. Millones de judíos están enfrentados al
exterminio, el problema de los refugiados ha cobrado proporciones
planetarias y urgentes. Gran Bretaña intenta separar la cuestión de los
refugiados con la de Palestina...Si los judíos tienen que escoger entre los
refugiados (salvar a los judíos de los campos de concentración) y ayudar el
hogar nacional en Palestina, la piedad saldrá ganando y toda la energía del
pueblo será canalizada para salvar a los judíos de los diferentes países. El
sionismo será barrido, no sólo en la opinión pública mundial, en Gran Bretaña
y Estados Unidos, sino también en la opinión pública judía. Si permitimos que
se haga una separación entre rl problema de los refugiados y el de Palestina,
estremos poniendo en entredicho la existencia del sionismo". En 1943, en
pleno Holocausto, Itzhak Greenbaum, director de la Agencia judía del Comité
de Auxilios, escribía al Ejecutivo sionista que "Si me piden que dé dinero del
Llamamiento judío unificado (United Jewish Appeal) para socorrer a los
judíos...Contestaré que "no, mil veces no". A mi parecer, debemos resistir a
esta marea que deja en segundo plano las actividades sionistas". Esas
actitudes -que llegaron incluso a la colaboración abierta entre el nazismo y el
sionismo- muestran la "convergencia" teórica entre sionismo y antisemitismo,
pues ambos se basan en la idea de que el odio a los judíos sería una verdad
eterna.