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BTO. COLUMBA MARMION, OSB

Jesucristo,
ideal del sacerdote
Traductor
Luis Zorita Jáuregui, pbro.

Fundación GRATIS DATE


Apartado 2154 - 31080 Pamplona, España
ISBN 84-87903-87-8, DL NA 438-2013
Gráficas Lizarra, S.L., Ctra. de Tafalla km. 1 - 31132 Villatuerta, Navarra
2 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote
Presentación 3

Carta de la Secretaría de Estado


de S. S. Pío XII

Vaticano, 28 de Abril de 1952

Reverendísimo Padre:

El Procurador General de la Congregación Benedictina de


Bélgica ha enviado en vuestro nombre al Santo Padre el libro póstu-
mo de Dom Columba Marmion: «Jesucristo, ideal del Sacerdote»,
que habéis tenido el filial pensamiento de ofrendarle.
El llorado Dom Marmion ha conquistado un lugar tan sobre-
saliente en la literatura espiritual contemporánea que toda obra suya
tiene asegurada la mejor acogida por el Soberano Pontífice. Este
felicita vivamente a quienes han recogido, ordenado y publicado es-
tas páginas doctas y piadosas y desea paternalmente que ellas pro-
longuen en el mayor ámbito posible y principalmente entre los sa-
cerdotes, aquella bienhechora influencia que, aun vivo, ejerció el
eminente maestro de vida espiritual que fue Dom Columba Marmion.
Animado de este deseo y en prenda de su vivo agradecimien-
to, Su Santidad envía de todo corazón la Bendición Apostólica a vos
y a cuantos han trabajado en esta preciosa publicación.
Dignaos aceptar, Rvdmo. Padre, mi agradecimiento personal
por el ejemplar de este hermoso libro que me habéis enviado y el
testimonio de mi afecto en N. S.

J. B. MONTINI
Subst.

RVDO. PADRE G. DAYEZ


Abad de Maredsous
4 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

siente obligado a dar al lector una explica-


ción de las razones que la han motivado.
Es bien notorio que Dom Marmion nun-
ca escribió nada con vistas a su publicación.
Los tres primeros volúmenes consagrados
a Cristo fueron editados por uno de sus
monjes, sirviéndose de las notas que sus
discípulos tomaban al escuchar sus confe-
rencias. El conjunto de estos documentos
ha permitido al editor formar una exposi-
Prólogo ción dogmática y ascética de una gran co-
de Dom R. Thibaut, OSB hesión.
Esta empresa tan delicada se realizó con
El 6 de marzo de 1918, a los pocos me- el estímulo de Dom Marmion y bajo su di-
ses de haber publicado su obra Jesucris- rección y control personal. No hay página
to, vida del alma, que tanta resonancia que no fuese sometida a revisión y que él
había de alcanzar, Dom Marmion anun- no corrigiese a pluma o lápiz, añadiendo a
ciaba a uno de sus corresponsales que el veces algún texto de la Escritura, de los
conjunto de su obra comprendería cua- Santos Padres o de la Liturgia, que comple-
tro volúmenes: Cristo, nuestra vida, Los taba y corroboraba su idea.
misterios de Cristo, Ascética benedictina, Esta revisión constante y total, no sola-
Sacerdos alter Christus. mente constituyó para el editor una garan-
Y el 25 de septiembre del mismo año es- tía de primer orden, sino que también per-
cribía: «He empezado el cuarto volumen, mitió a Dom Marmion que su obra tuviera
destinado a los sacerdotes, según el si- un carácter indiscutible de plena autentici-
guiente plan: 1. Sacerdocio eterno. – 2. dad.
La vocación sacerdotal. – 3. La Misa. – 4.
El sacrificio de alabanza. – 5. El sacrificio Después de su muerte, se encontraron en-
de acción de gracias. – 6. La propiciación. tre sus legajos abundantes notas autógrafas
– 7. La impetración». acerca del sacerdocio y de la santidad sa-
cerdotal, que le habían servido para prepa-
Jesucristo en sus misterios se publicó en rar sus pláticas espirituales.
1919, y al poco tiempo de haberse edita-
do (en septiembre de 1922) Jesucristo, Resultaba, sin duda, factible extraer de
ideal del monje, el Abad de Maredsous entre todos estos materiales, reunidos a lo
fue llamado al seno de Dios el 30 de ene- largo de una treintena de años, una obra lo
ro de 1923. La célebre trilogía quedaba suficientemente ordenada y homogénea.
incompleta, al no publicarse la parte más Desgraciadamente, este trabajo no podría
importante del mensaje después de Jesu- ser ya sometido al control del maestro. No
cristo, vida del alma, precisamente aque- sería posible una revisión ni una aprobación
lla que Dom Marmion destinaba a los que contrastara su valor.
sacerdotes. «Pendent opera interrupta». Fácilmente se comprenderá que ello sus-
Esta «interrupción» había de prolongarse citara en el espíritu del editor un escrúpulo
durante muchos años. Y, como testigo de creciente hasta hacerse invencible, que pa-
excepción, el que suscribe este prólogo se ralizó toda tentativa de realización.
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Pero, recientemente, se ha presentado la espirituales a los presos de ambos sexos


ocasión de emprender la tarea en condi- de las cárceles de Dublín.
ciones inesperadas y tan favorables cuanto Este prolongado trato con almas de con-
era posible. Dom Ryelandt, antiguo discí- diciones tan diversas, desde las más deshe-
pulo y durante muchos años asiduo oyente redadas a las más nobles, permitió a Dom
de las conferencias del maestro, ha sido Marmion penetrar paulatinamente en los
exonerado de importantes cometidos que repliegues más profundos de la conciencia
absorbían su tiempo. Y con una amabilidad humana.
que todos nuestros lectores le agradecerán,
Contaba veintiocho años cuando, rico ya
se ha dignado aportarnos el valioso apoyo
de experiencia sacerdotal, pudo al fin, el
de sus profundos conocimientos de la doc-
año 1886, realizar sus aspiraciones a la vida
trina de Dom Marmion. Una colaboración
del claustro e ingresar en Maredsous.
meditada y continua ha permitido ofrecer
al público, con la mayor exactitud posible, Después de su profesión religiosa, entró
una síntesis de la doctrina sacerdotal digna en contacto con la parroquias de los aleda-
de nuestro común maestro. ños de la abadía, y su celo ardiente hizo que
fuera solicitadísimo por los sacerdotes, que
descubrieron en él un auténtico predicador,
Creemos que será interesante revelar al- cuya incorrecta pero original palabra con-
gunos detalles del ministerio que Dom movía a las almas. Su nombre fue paulati-
Marmion ejerció con el clero. namente extendiéndose. Al poco tiempo,
Esta forma de apostolado era de su espe- inauguró en Dinant s/Meuse su apostolado
cial predilección, porque se dirigía a los propiamente dicho con los sacerdotes, con
«amigos» de Jesús, asociados por el divino una serie de retiros mensuales dirigidos al
Maestro a su obra redentora. Se gozaba en clero de la ciudad, durante los años 1897-
repetir, al hablar de estas predicaciones, que 1898.
ellas «alcanzaban a los multiplicadores». Pero fue en Lovaina, donde por espacio
La Providencia le había preparado para de diez años, a partir de 1899, desplegó ple-
una misión tan elevada. Dom Marmion co- namente este ministerio. En el colegio del
noció íntimamente la vida de los semina- Espíritu Santo –residencia de profesores de
rios mayores, tanto en Dublín como en el las Facultades de Teología y jóvenes sacer-
colegio irlandés de Roma, donde terminó dotes que se preparaban para recibir los
su formación teológica. Ordenado en la grados académicos–, en el seminario de
Ciudad Eterna el año 1881, volvió a Irlan- León XIII y en el colegio americano expu-
da, para ser nombrado vicario de Dundrum, so su doctrina en numerosos retiros y con-
en los arrabales de la capital. A lo largo de ferencias periódicas. Fue una voz nueva la
todo un año, se inició allí en las múltiples que se escuchó en aquel ambiente univer-
actividades del ministerio parroquial. Su sitario. El carácter dogmático de su pala-
arzobispo le encomendó a continuación la bra y la cálida convicción y el aliento vital
cátedra de filosofía en el seminario de que la animaban produjeron una profunda
Clonliffe, que regentó durante cuatro años. impresión. Dom Marmion conquistó rápi-
Y en este tiempo fueron muchos los semi- damente la estima de aquellos sacerdotes,
naristas que acudieron a él para confiarle mucho de los cuales le confiaron la direc-
la dirección de su alma. Tuvo simultánea- ción de sus almas. El más ilustre de todos
mente el cargo de atender a dos comunida- sería Mons. Mercier. Nombrado arzobispo
des de religiosas, y dispensó sus auxilios de Malinas, y después cardenal, Mons.
6 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

Mercier encomendó a Dom Marmion la tes oyentes tomaron de sus instrucciones


misión de dirigir durante los años 1907- espirituales. Destacan entre ellas el texto
1908 las pláticas espirituales a los ochenta de dos retiros completos: los predicados
sacerdotes de las parroquias y de los cole- en 1919 a los religiosos que volvían de la
gios de Bruselas. Pero ya le reclamaban de guerra, y a los seminaristas de Tournai;
Inglaterra. El cardenal Bourne, arzobispo de ambos revelan gran elevación de pensamien-
Westminster, y Monseñor Amigo, obispo to y experiencia consumada.
de Southwark, hicieron repetidas llamadas Era menester hacer una selección atenta
a su celo a favor de su clero. y escrupulosa de todos estos documentos
Este apostolado, que fue particularmente múltiples y variados, de fecha y valor di-
fecundo durante estos años, se prolongó verso, y en que son inevitables las repeti-
hasta su muerte. Los grandes seminarios de ciones, para llegar a lograr un solo conjun-
Tournai y de Nottingham (agosto y septiem- to inédito, que fuese a un tiempo coheren-
bre de 1922) fueron los últimos que se be- te y completo.
neficiaron de esta doctrina, que era a un El plan esbozado por Dom Marmion en
tiempo tan sobrenatural y tan humana. su carta del 25 de septiembre de 1918 es
Como ya lo hemos hecho notar, Dom demasiado somero para permitirnos ver en
Marmion dejó numerosas notas de todas él más que una idea muy general de la obra,
estas predicaciones. A veces, su redacción aunque el lugar que asigna en dicho plan al
aparece sumariamente esbozada; pero, sacrificio de la misa expresa suficientemen-
en su mayor parte, estas notas son frag- te cuál fuera su pensamiento.
mentarias, poco ordenadas, incompletas, La riqueza de la documentación y el de-
escritas currente calamo o a lápiz, o sim- seo de no desperdiciar nada de tales teso-
plemente reducidas a unas pocas líneas ros nos ha impulsado a distribuir la doctri-
rápidamente pergeñadas en una hoja de na en un cuadro sencillo y lógico que se
agenda. No obstante, todas constituyen adapte a todo el ámbito de la vida sacerdo-
un material de elevada y rica doctrina. tal. Cualquiera otra disposición nos hubie-
Estas notas forman el grupo principal y ra impedido agrupar en una única síntesis
más auténtico de nuestra documentación. la casi totalidad de los muchos y preciosos
Hemos utilizado principalmente las no- elementos que Dom Marmion nos ha lega-
tas de Lovaina (1899-1909), que atesti- do. El mismo hubiera aprobado, sin duda,
guan una maestría que cada vez se sen- este procedimiento que recuerda los pla-
tía más segura de sí misma. nes de Jesucristo, vida del alma y Jesucris-
A partir de 1909, la documentación es to, ideal del monje que habían recibido su
menos abundante. Dom Marmion, elegido beneplácito. El objeto perseverante de
abad de Maredsous, se vería cada vez más nuestros comunes esfuerzos ha consistido
absorbido por los deberes de su cargo. Por en procurar que la sustancia doctrinal de las
lo demás, Dom Marmion había llegado en enseñanzas de Dom Marmion se conserve
esta época a la plena madurez de su talento en toda su pureza y en toda su integridad,
y al completo dominio de su doctrina. Do- en su unidad sustancial y en la variedad de
tando como estaba de una excelente me- sus aspectos.
moria, vivió en adelante sirviéndose del Destaquemos ahora lo característico de
caudal adquirido. Por lo que concierne a la doctrina de Dom Marmion. En su ideo-
este último período, disponemos de otra logía, eco de la de San Pablo, la vida sacer-
fuente de materiales: las notas que diligen- dotal no llega a comprenderse en toda su
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plenitud sino dominada por Cristo y en una zarse a espaldas de Cristo y de su gracia, de
continua dependencia de sus méritos, de su las virtudes, eminentemente cristianas, de
gracia y de su acción. Únicamente en esta la fe, la humildad y el celo, y de la ofrenda
luminosa perspectiva se pueden compren- eucarística y de la oración. Estas conside-
der la dignidad del sacerdote y la obra de raciones son las que nos han movido a in-
su santificación. El sacerdote ha recibido cluir estos temas, tratados ahora desde un
sus poderes sobrenaturales de un sacerdo- punto de vista propiamente sacerdotal. He-
cio que sobrepuja infinitamente al suyo: del mos tenido presente, al mismo tiempo, la
sacerdocio del Verbo encarnado. El no ejer- necesidad ineludible de recordar las nocio-
ce estos poderes sino mediante una subor- nes fundamentales y de soslayar las expli-
dinación total al supremo Pontífice. Por caciones más amplias, pero más generales
esto mismo, las virtudes propias del sacer- de sus primeros escritos. Esta solución, que
dote habrán de ser reproducción de las del salvaguarda a un tiempo la integridad de la
divino modelo y, entre los hombres, refle- doctrina de Dom Marmion y el carácter
jo de las de Jesús. En todas sus acciones: homogéneo del volumen, es la única que
funciones sagradas del culto, administra- se imponía. Estamos seguros de que con-
ción de sacramentos, obras de celo, piedad tará con la entera aprobación de nuestros
privada y ocupaciones diarias, el sacerdote lectores.
deberá tener siempre conciencia de que es
Cuando Dom Marmion daba los Ejerci-
ministro del Salvador, alter Christus. Así, su
cios a los sacerdotes, no ambicionaba rei-
santificación, más aun, que la del simple
vindicar una doctrina teológica, ni inculcar
cristiano, no podrá concebirse sino como
determinadas normas de orientación pas-
una irradiación de Cristo. Para él Cristo lo
toral o proponer detallados exámenes de
será todo: Alfa y Omega.
conciencia. Lo que él, sobre todo, preten-
día era adentrar a sus oyentes en aquella
No es necesario advertir que hemos rea-
atmósfera de fe viva, iluminada, contem-
lizado nuestra labor con el mayor respeto
plativa, en que su alma se movía. El calor
al pensamiento exacto y profundo del abad
de sus convicciones y el contagio de su fer-
venerado, del doctor, del director de con-
vor infundía en el alma de los sacerdotes
ciencias; con el constante cuidado de con-
una certeza más firme de las realidades in-
servar el estilo directo, la forma sencilla y
visibles, en cuyo ámbito se ejerce su mi-
diáfana, el giro personal y familiar de sus
nisterio: les comunicaba un impulso espi-
frases y hasta sus expresiones favoritas.
ritual que les liberaba de la rutina y de la
Aquellos para quienes sea familiar la doc- mediocridad; despertaba en ellos una vo-
trina de Dom Marmion volverán a encon- luntad generosa de unirse más estrechamen-
trarse aquí con temas ya tratados en sus pre- te a Cristo y de hacer predominar en toda
cedentes obras: Cristo, modelo de toda san- su vida la primacía de la vida interior. En
tidad; la fe, la caridad, la misa, la oración. esto, como en todo, él siempre tiende a lo
¿Hubiera sido, acaso, conveniente prescin- esencial, lo que en repetidas ocasiones, y
dir en este volumen de los temas citados y singularmente en su exhortación Menti
remitir al lector a los anteriores escritos Nostræ de 23 de septiembre de 1950, el
de Dom Marmion? Semejante propósito no Pastor Supremo Pío XII ha querido recor-
solamente hubiera dispersado la atención, dar con insistencia.
sino que, sobre todo, habría desfigurado las
enseñanzas del maestro. Ciertamente, la Jesucristo, ideal del sacerdote no hace
santificación del sacerdote no puede reali- sino prolongar, como un eco fiel, este apos-
8 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

tolado. Cada una de sus páginas tiende a ele- Es bien sabido cómo conocía el llorado
var al lector hacia esta misma atmósfera arzobispo de París las necesidades actua-
espiritual, a hacerle comprender mejor la les de las almas, del clero y de los fieles.
trascendental importancia de esta vida de Prueba: su pastoral Le prête dans la Cité.
unión con Dios por Cristo. Ferviente admirador de Dom Marmion y
Todo Dom Marmion se encuentra aquí: de su doctrina, el cardenal reclamaba con
su perfecto conocimiento de los dogmas, su autorizadísima pluma la publicación de
su doctrina segura –Benedicto XV la clasi- esta obra, cuya acción bienhechora y alcan-
ficó como «la pura doctrina de la Iglesia»–, ce fecundo claramente presentía. En un lar-
su vasto conocimiento de la Escritura, en go testimonio rendido a la memoria del an-
especial de San Juan y de San Pablo, su gran tiguo abad de Maredsous, con ocasión del
experiencia de las almas, su unción pene- XXV aniversario de su muerte (1948), y di-
trante y bienhechora. Aquí se siente palpi- rigido al que suscribe estas líneas, escribe:
tar una intensa vida sacerdotal y un ardien- «La doctrina espiritual de Dom Marmion ofre-
te amor de Cristo, ávido de comunicarse. ce una síntesis católica, tan profundamente adap-
Por todos estos últimos, pero sobre todo tada a las exigencias de nuestra época y a la orien-
por la riqueza, por la abundancia y por la tación actual de la piedad católica… Mas Dom
Marmion no ha terminado aún su obra terrestre o,
originalidad de las observaciones hasta aho- si la ha terminado, aún no ha sido presentada al
ra inéditas, este volumen se coloca por de- público. Jesucristo, ideal del sacerdote; he aquí la
recho propio, y sin que pueda prescindirse obra que esperamos de vuestras manos… Si os
de él, junto a lo tres que le precedieron. El dignáis abrir (para bien de los sacerdotes, en quie-
los completa y los corona. Forma con ellos nes tenemos puesto nuestro pensamiento) los te-
un sólido bloque, y remata dignamente la soros de luz y de vida que el venerable difunto
dejó en herencia a la familia benedictina, todos los
formación del corpus asceticum de Dom pastores de la Iglesia felicitarán a la abadía de
Marmion, todo él centrado en Cristo. Y lle- Maredsous y se felicitarán a sí mismos por su cle-
gados aquí, se encuentra ya íntegramente ro».
transmitido el mensaje tan espontáneo y vi-
viente de este maestro de la vida espiritual.
Este libro, que fue tan sinceramente de-
seado por el eminente prelado, lo presen-
Son muchas las almas que en el secreto tamos confiadamente a los ministros de
de la vida del claustro consagran su exis- Cristo. Quiera Dios que la lectura de estas
tencia de oración y de inmolación silen- páginas pueda mantener en los sacerdotes
ciosa a la santificación del clero. Que es- el esfuerzo diario para alcanzar la santidad
tas páginas, al revelarles la grandeza del exigida por la condición sublime de su vo-
sacerdocio y sus grandes exigencias de cación.
santidad, les ayuden a realizar su propia mi-
sión, no por completamente oculta, menos
fecunda al servicio de la Iglesia de Cristo. Dom R. Thibaut

Permítasenos cerrar este prólogo citan- Abadía de Maredsous, 16 de junio de 1951


do un texto al que la dignidad de su autor, el 70º aniversario de la ordenación sacerdotal
cardenal Suhard, presta un valor excepcio- de Dom Marmion en Roma
nal.
Presentación 9

Primera Parte
Nota del Traductor
Cristo, autor
El magnífico prólogo de Dom Thibaut de nuestro sacerdocio y
nos dispensa de añadir nada por nuestra
cuenta para presentar la versión española de nuestra santidad
de Jesucristo, idel del sacerdote, la obra
póstuma del gran maestro de la espirituali-
dad benedictina Dom Marmion. Solamen-
te diremos que, para la traducción de los
textos de la Sagrada Escritura, nos hemos
servido de la versión directa de Nácar- I
Colunga, publicada por la BAC, y que en la
numeración de los Salmos hemos seguido El sacerdocio de Cristo
el orden de la Vulgata.

Todas las notas (sea cual fuere su natura-


leza: bibliográficas o destinadas a subrayar 1.- La gloria de Dios
el pensamiento de Dom Marmion) son San Pablo nos lo revela: la absoluta de-
nuestras. En sus conferencias a los sacer- pendencia de toda criatura ante la soberana
dotes, Dom Marmion citaba ordinariamente grandeza de Dios obliga al hombre a tribu-
la Escritura en latín, aunque a veces recu- tar la gloria a la divina majestad: Ex Ipso et
rría al texto griego. En atención a los lec- per Ipsum et in Ipso sunt omnia; Ipsi glo-
tores que desconocen el latín, hemos re- ria in sæcula. Amen (Rom., XI, 36). «Por-
emplazado la cita latina por su traducción que de Él y por Él y para Él son todas las
o, a continuación del texto latino, más ex- cosas. A el la gloria por los siglos. Amén».
presivo, hemos indicado su sentido. No Sea dada toda la gloria a la Trinidad.
hacemos ninguna referencia, por ser sobra- Dios se tributa a sí mismo una alabanza
damente conocidos, a los textos del Ordi- perfecta e infinita. Nada absolutamente le
nario de la Misa. pueden añadir todos los himnos de los án-
Manifestamos nuestro agradecimiento a geles y del universo entero. Y con todo,
los que nos han prestado su ayuda en la pre- Dios exige de su criatura que se asocie a
paración material de esta obra. Ellos tie- esta glorificación propia de su vida íntima.
nen su parte en el bien que ella producirá Según el plan divino, la gloria que el hom-
en las almas. bre debe rendir al Señor trasciende los lí-
Luis Zorita mites de la religión natural y se remonta
hasta la Trinidad misma por el sacerdocio
10 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

de Cristo, único mediador entre la tierra y Splendor gloriæ et figura substantiæ ejus
el cielo. (Hebr., 1, 3). Nacido del hogar de toda luz,
Tal es la magnífica prerrogativa del sa- El mismo es luz y se refleja, como un him-
cerdocio de Cristo y del de sus sacerdotes: no ininterrumpido, hacia Aquel de donde
ofrecer a la Trinidad, en nombre de la hu- emana: «Todo lo mío es tuyo y lo tuyo
manidad y del universo, un homenaje de ala- mío» (Jo., XVII, 10).
banza agradable a Dios. La grandeza de este De esta suerte, por el movimiento natural
sacerdocio consiste en asegurar esencial- de su Filiación, el Hijo hace refluir hacia el
mente el retorno de toda la obra de la crea- Padre todo lo que tiene recibido de El.
ción al Señor de todas las cosas. En esta mutua donación, el Espíritu San-
Con el respeto que brota de una fe viva, to, que es caridad, procede del amor del
comencemos a fijar nuestra mirada en el Padre y del Hijo como de su único princi-
misterio de esta glorificación que se reali- pio de origen. Este abrazo de amor infinito
za en el seno de la Trinidad. Existía ya an- entre las tres Personas completa la eterna
tes del tiempo como el mismo Dios, y du- comunicación de la vida en el seno de la
rará sin cesar, sicut erat in principio et nunc Trinidad.
et semper. Ella es el modelo de toda ala- Tal es la gloria que Dios se tributa a sí
banza, sea humana o angélica. Y nosotros mismo en la sagrada intimidad de su vida
hemos sido llamados a unirnos a ella, tanto eterna.
en la tierra como en el cielo. Este es nues-
tro sublime destino.
¿Podría verse, quizás, en esta glorifi-
¿Y cuál es esta gloria que se tributan cación infinita una especie de acción sa-
mutuamente las diversas personas? cerdotal? Ciertamente que no. Y la razón
es la siguiente:
En su esencia, Dios no solamente es
«grande», magnus, sino también «objeto de El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son
toda alabanza», laudabilis nimis (Ps., 47, iguales en poder, en eternidad y en majes-
1). Por eso, debe recibir la gloria que co- tad. No se puede admitir que exista entre
rresponde a su majestad y es preciso que ellos una razón de subordinación o inferio-
en sí mismo sea glorificado con una ala- ridad, cualquiera que sea. Ahora bien, el
banza igual a los abismos de poder, de sabi- concepto mismo del sacerdocio entraña
duría y de amor que en El existen. Pudo esta idea de inferioridad. El sacerdote se
Dios no haber creado nada. Hubiera podi- abaja cuando rinde culto a Dios. Y es preci-
do vivir sin nosotros en la inefable y bien- samente por esta sumisión a Dios por la que
aventurada sociedad de luz y de amor que puede cumplir su papel de mediador entre
constituyen las personas divinas. Dios y los hombres. Pero como las perso-
nas divinas constituyen una misma y única
El Padre engendra al Hijo. Le hace eter- esencia, ninguna de ellas puede ser consi-
namente participante del don supremo, que derada como rindiendo culto a las otras.
es la vida y las perfecciones de la divini- Ninguna función sacerdotal puede conce-
dad, y le comunica todo cuanto es El mis- birse en la glorificación eterna que se veri-
mo, a excepción de su «propiedad» de ser fica en el seno de la Trinidad. Y esta es la
Padre. razón de porqué en Jesucristo el sacerdo-
Imagen sustancial perfecta, el Verbo es cio pertenece propiamente a su santa hu-
«el esplendor de la gloria del Padre»: manidad y no al Verbo. Este no es Pontífi-
Iª Parte – Cristo, autor de nuestro sacerdocio y de nuestra santidad 11

ce, sino por su encarnación; su sacerdocio Cristo, Hombre-Dios, tendrá el privile-


es una prerrogativa propia de su humanidad. gio de reunir en sí a toda la humanidad para
purificarla, santificarla y conducirla al seno
de la divinidad. Y, por esto, dará al Señor
2.- La consagración sacerdotal una gloria perfecta en el tiempo y en la eter-
de Cristo nidad.
¿Cuál es la esencia del sacerdocio? Desde el primer instante de la Encarna-
La Epístola a los Hebreos nos da de ella ción, el Hijo fue constituido mediador y
una célebre definición: «Todo Pontífice to- Pontífice.
mado de entre los hombres, a favor de los El no tuvo necesidad, como los demás
hombres es instituido para las cosas que sacerdotes la tienen, de una unción exte-
miran a Dios, para ofrecer ofrendas y sacri- rior que lo consagrase. El alma de Jesús no
ficios por los pecados»: Omnis pontifex ex fue marcada, como lo fue la nuestra el día
hominibus assumptus pro hominibus de nuestra ordenación, con un «carácter»
constituitur in iis quæ sunt ad Deum, ut sacerdotal indeleble. Y al preguntarnos la
offerat dona et sacrificia pro peccatis (V, 1). razón de ello, llegamos al fondo del miste-
El sacerdote es el mediador que ofrece a rio. En virtud de la unión hipostática, el
Dios oblaciones y sacrificios en nombre Verbo penetró y tomó posesión del alma y
del pueblo. A cambio, Dios le elige para co- del cuerpo de Jesús y los consagró. Al en-
municar a los hombres sus dones de gra- carnarse el Hijo de Dios, se apoderó total-
cia, de misericordia y de perdón. mente de la humanidad y aquel fue el mo-
La singular excelencia del sacerdocio se mento en que se verificó la consagración
deduce de esta función mediadora. sacerdotal de Jesús. Entonces, Jesús fue
designado como único y eterno mediador
¿De dónde deriva Jesucristo su sacerdo- entre Dios y los hombres. «Te ungió Dios,
cio? San Pablo es quien va a respondernos. tu Dios, con óleo de exaltación», dice San
El sacerdocio, nos dice, es de tal grandeza, Pablo (Hebr., I, 9), porque el mismo Verbo
que absolutamente nadie, ni «el mismo fue esta unción infinitamente santa.
Cristo en virtud de su humanidad, ha podi-
do arrogarse esta dignidad»: Nec quisquam Jesús es el sacerdote por excelencia. «Y
sumit sibi honorem, sed qui vocatur a tal convenía que fuese nuestro Pontífice,
Deo… Sic et Christus non semetipsum santo, inocente, inmaculado… y más alto
clarificavit ut pontifex fieret. Y añade: «Es que los cielos» (Hebr., VII, 26). Hasta el
el mismo Padre quien ha constituido a su fin de los tiempos, los sacerdotes de este
Hijo como Sacerdote eterno. El es quien mundo no recibirán poder alguno de me-
le ha dicho: Filius meus es tu, ego hodie diación que no sea una participación del
genui te… Tu es sacerdos in æternum» suyo, porque Él es la fuente única de todo
(Hebr., V, 4-6). el sacerdocio que rinde a Dios la gloria que
responde a sus exigencias.
De esta suerte, el sacerdocio es un don
del Padre a la humanidad de Jesús. Desde
el momento mismo de la Encarnación, el
Padre miró a su Hijo con una complacen- Para penetrar aún más profundamente
cia infinita y le reconoció como único el misterio de esta maravillosa consagra-
mediador entre el cielo y la tierra y Pontí- ción sacerdotal, contemplemos la venida
fice sempiterno. del ángel a Nazareth.
12 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

María, la llena de gracia, está sumida en picio a los hombres y obtiene para ellos
altísima oración. Y el ángel le transmite el todas las gracias de la vida eterna.
mensaje de que es portador. ¿Qué dice este El Consummatum pronunciado por Cris-
mensaje? Que el Verbo ha elegido su seno to al morir era, a un tiempo, el último sus-
como la cámara nupcial donde Él se des- piro de amor de la víctima que lo expió todo
posará con la humanidad: «El Espíritu San- y la solemne atestación del Pontífice al con-
to vendrá sobre ti»… A lo que María res- sumar el acto supremo de su sacerdocio.
ponde: «Hágase en mi según tu palabra»
(Luc., I, 35, 38). En este instante divino, es
consagrado el primer sacerdote, al tiempo Meditemos por unos momentos en el
que la voz del Padre resuena en el cielo: misterio de las disposiciones interiores de
«Tú eres sacerdote eterno según el orden Jesús en su calidad de sacerdote y de víc-
de Melchisedech». tima.
Entonces, María se convirtió realmente La actitud de Cristo, Sumo Sacerdote, era
en la casa de oro, en el arca de la alianza, en de total reverencia y de adoración profun-
el tabernáculo donde la naturaleza humana da. Y la causa de esta actitud era la visión
fue unida al Verbo. Y en virtud de esta unión, que Jesús tenía de la «inmensa majestad de
Jesús fue constituido para siempre en su su Padre», Patrem inmensæ majestatis
misión de mediador. [Himno Te Deum]. El le conocía como nun-
ca le podrá conocer criatura alguna: «Pa-
dre justo, si el mundo no te ha conocido,
3.- Prerrogativa única yo te conocí» (Jo., XVII, 25).
del sacerdocio de Cristo: El abismo de las divinas perfecciones se
sacerdote y víctima abría claramente a su mirada: la santidad
consumada del Padre, su soberana justicia,
En el Antiguo Testamento, como ya lo su infinita bondad. Esta contemplación le
sabéis, el sacerdote y la víctima eran dis- llenaba de aquel temor reverencial y de
tintos. En los sacrificios de expiación, por aquel espíritu de religión que deben animar
ejemplo, el sacrificador inmolaba un ser al sacrificador.
viviente en sustitución del pueblo. El ex-
tendía las manos sobre la ofrenda, cargan- ¿Cuál fue la actitud íntima de Jesús como
do sobre ella, en virtud de este gesto, los víctima? Fue también la de adoración, que
pecados del pueblo. Uno era el sacerdote, aquí se traduce en la aceptación del aniqui-
y otra la víctima inmolada a Dios. lamiento y de la muerte. Jesús sabía que
estaba destinado a la cruz para alcanzar la
Pero no sucede lo mismo en el sacrifi- remisión de los pecados del mundo. Ante
cio ofrecido por Jesús. la justicia divina, se sentía cargado con el
Por una sorprendente y admirable prerro- peso aplastante de todos los pecados y acep-
gativa de su sacerdocio, lo mismo en el taba plenamente el oficio de víctima. No
Calvario que sobre nuestros altares, su sa- experimentaba, sin embargo, la contrición
crificio es divino, tanto por la dignidad del como un penitente que llora sus propias
Pontífice cuanto por la excelencia de la faltas. Pero, frecuentemente, experimenta-
hostia inmolada. Sacrificador y víctima es- ba una tristeza mortal, al verse abrumado
tán unidos en una misma persona, y este por el peso de tantas iniquidades. ¿No ex-
sacrificio constituye el homenaje perfec- clamó, acaso, en el huerto de los olivos:
to que glorifica a Dios, hace al Señor pro- «Triste está mi alma hasta la muerte»?
Iª Parte – Cristo, autor de nuestro sacerdocio y de nuestra santidad 13

Como veis, la actitud de la víctima se Pontífice tal que no pueda compadecerse


corresponde perfectamente con la del sa- de nuestras flaquezas, antes fue tentado en
cerdote. todo a semejanza nuestra, fuera del pecado»
No debemos contemplar los designios (Hebr., IV, 15).
eternos según el limitado alcance de nues-
tras miradas humanas. Examinémoslos más 4.- Los actos
bien tal y como Dios los ha concebido y del sacerdocio de Jesús
revelado. No investiguemos lo que el Se-
ñor pudo haber realizado con su infinito
poder. Veamos lo que, en realidad, ha que- A) Ecce venio
rido realizar. El pudo haber perdonado to- Toda la vida de Jesús fue la de Pontífice
dos los pecados sin exigir una expiación supremo consagrado a la gloria de Dios y a
proporcionada a la magnitud de la ofensa; la salvación de los hombres. Este sacerdo-
pero su sabiduría le indujo a decretar la sal- cio alcanzó su apogeo en la Cena y en el
vación del mundo mediante la muerte de Calvario. Y, entre tanto, toda la vida de Je-
Cristo. «No hay remisión sin efusión de sús está marcada con el carácter sacerdo-
sangre»: Sine sanguinis effusione non fit tal.
remissio (Hebr., IX, 22). En el momento mismo de su encarna-
Por eso, al entrar en este mundo, el Hijo ción, el primer movimiento de su alma san-
de Dios ha tomado un «cuerpo de víctima», tísima fue un acto supremo de religión. Los
apto para soportar el sufrimiento y la muer- evangelistas no nos han revelado el secre-
te. Pertenecía realmente a nuestra raza y fue to de esta oblación sacerdotal del Salvador;
precisamente en nombre de sus hermanos pero a San Pablo, dispensador de los mis-
como Él se ofreció en calidad de víctima terios de Dios y de su Cristo, le fue otorga-
para reconciliarnos con su Padre celestial. do su conocimiento. Al entrar en el mun-
Tertuliano ha escrito esta luminosa fra- do, escribe el Apóstol, dice: «No quisiste
se: «Nadie es tan Padre como Dios, y na- sacrificios ni oblaciones, pero me has pre-
die se le puede comparar en bondad»: Tam parado un cuerpo. Los sacrificios y holo-
Pater nemo, tam pius nemo [De pœni- caustos por el pecado no los recibiste. En-
tentia, 8. P. L. 1, col. 1353]. Nosotros po- tonces yo dije: Heme aquí que vengo –en
demos añadir: «Nadie es tan hermano como el volumen del libro está escrito por mí–,
Jesús»: Nemo ita frater ac ille. San Pablo para hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad» (Hebr.,
nos dice que, en los planes de la predesti- 10, 5-7). Para conocer el dominio supre-
nación eterna, Cristo es «el primogénito mo de su Padre, Cristo se ofrece a Él sin
entre mucho hermanos» (Rom., 8, 29), y restricción alguna. Y esta inefable ofrenda
añade que «no se avergüenza de llamarlos fue su respuesta a la gracia incomparable
hermanos» (Hebr., II, 11). ¿Qué dijo, en de la unión hipostática. Fue un acto sacer-
efecto, el mismo Cristo a la Magdalena dotal, preludio del sacrificio de la reden-
después de su resurrección? «Ve a mis her- ción y de todos los actos del sacerdocio
manos y diles: Subo a mi Padre y a vuestro celestial. No nos sería posible agotar la
Padre» (Jo., XX, 17). ¡Y qué hermano fue meditación de este texto, que nos permite
Jesús! Es un Dios que quiere compartir entrever la vida interior eminentemente
nuestras enfermedades, tristezas y dolores. sacerdotal de Jesús.
Por experiencia propia aprendió a con- Ingrediens mundum. «Al entrar en el
moverse de nuestras penas. «No es nuestro mundo», su alma, ilustrada por la luz del
14 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

Verbo, ha contemplado la divinidad y, en tar todos los malos tratos y todos los sufri-
esta augusta visión, le ha sido concedido el mientos: «Oh Padre, este cuerpo, yo lo
don de conocer la majestad infinita del Pa- acepto tal como lo habéis dispuesto para
dre. Al mismo tiempo, Jesús ha visto la in- mí».
juria inmensa inferida a Dios por el pecado Jesús sabe que «en el principio del libro
y la insuficiencia de las víctimas hasta en- de su vida, hay escrita par Él una voluntad
tonces ofrecidas. Ha comprendido que divina de inmolación». Y se abandona a ella
Dios, al revestirle de la humanidad, la había sin reserva: In capitate libri scriptum est de
consagrado, con objeto de que ella fuese me ut faciam, Deus, voluntatem tuam.
ofrecida como víctima y El mismo fuese el
sacerdote de este sacrificio. Esta voluntad de glorificar al Padre, de
satisfacer a su justicia y de ofrecerse por
¿Cuál fue la actitud que adoptó entonces nuestra salvación jamás se ha doblegado,
Jesús? Vuelto hacia su Padre con el impul- sino que permanece arraigada para siempre
so de un amor indecible, se entregó ente- en la entraña misma de su corazón.
ramente a su voluntad.
Toda la vida de Jesús, a partir de este
En este bendito momento –podemos momento hasta aquella hora santa en la que
creerlo legítimamente– todo el cielo con- se ofrecerá como víctima en la cruz, será
templó en suspenso la entrega inicial que una manifestación ininterrumpida de esta
de sí misma hizo la humanidad de Jesús. decidida voluntad. La sombra del Calvario
Aunque era totalmente inmaculada, «la se proyectaba continuamente en su pensa-
humanidad de Cristo pertenecía a la raza de miento. El vivía anticipadamente todas las
los pecadores»: In similitudinem carnis peripecias del gran drama: la ingratitud de
peccati (Rom., 8, 3) y al aceptar la respon- Judas, las burlas de Herodes, la cobardía de
sabilidad de cargar con los pecados del Pilato, la flagelación, las afrentas de la cru-
mundo, el Salvador aceptaba también las cifixión.
condiciones de la inmolación. Por esto fue Un día que el Salvador se dirigía a Jeru-
por lo que Jesús exclamó: «Oh Padre, los salén, conversando con los discípulos les
sacrificios mosaicos eran en sí mismos in- dijo: «Seré entregado a los gentiles y es-
dignos de Vos»: Hostiam et oblationen carnecido e insultado y escupido» (Luc.,
noluisti: holocautomata pro peccato non XVIII, 32).
tibi placuerunt. «Heme aquí»: Ecce venio;
aceptadme como víctima. Vos me habéis Lo mismo vemos que pasa en el Tabor.
dado un cuerpo, gracias al cual puedo ofre- Cristo se manifiesta a sus deslumbrados
cerme en sacrificio: trituradlo, quebran- apóstoles, en toda la gloria de su humani-
tadlo, abrumadlo con sufrimientos, cruci- dad inundada por el esplendor de la divini-
ficadlo, que todo lo acepto: «Yo vengo a dad. «Y hablaban con El dos varones, que
cumplir vuestra voluntad». eran Moisés y Elías». Y San Lucas nos re-
vela el tema de su conversación: «Le ha-
Reparad en estas palabras: «Me has pre-
blaban de su muerte, que había de cumplir-
parado un cuerpo». Cristo quiere hacernos
se en Jerusalén (Luc., IX, 31). Bien se ve que
comprender que su carne no es gloriosa e
la pasión constituía el supremo objetivo de
impasible, como lo será después de su re-
la vida terrena de Jesucristo.
surrección, ni siquiera transfigurada, como
en el Tabor, sino que El acepta de su Padre Al morir Jesús, llevaba en sí a la humani-
su cuerpo sometido a la fatiga, al dolor y a dad entera, y en este único sacrificio de la
la muerte, capaz como el nuestro de sopor- cruz, que fue libremente aceptado y cuyo
Iª Parte – Cristo, autor de nuestro sacerdocio y de nuestra santidad 15

primer impulso data de la encarnación, nos dotes, al paso que en la Cena no se sirvió
salvó y santificó a todos. Tal es el sentido del ministerio de nadie. Sacerdote sobera-
de la doctrina de San Pablo, cuando al tex- no por su propia e inmediata autoridad, ins-
to ya citado añade: «En virtud de esta vo- tituyó tres maravillas sobrenaturales, que
luntad, somos nosotros santificados por la legó a su Iglesia: el sacrificio de la Misa,
oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha el sacramento de la Eucaristía, íntimamen-
una sola vez (Hebr., X, 10). te ligado a la Misa, y nuestro sacerdocio,
derivado del suyo y destinado a perpetuar
hasta la consumación de los siglos su ges-
B) La Cena to de poder y de misericordia.
La ofrenda que hizo Jesús al pronunciar La liturgia de la Misa brota así espontá-
su Ecce venio fue, sin duda alguna, irrevo- neamente del corazón de Cristo. Tomando
cable y digna de toda admiración. Pero será el pan y el vino, «dio gracias» a su Padre,
en la cena y en la cruz y solamente enton- gratias egit (Mt., XXVI, 27). La acción de
ces, cuando el Salvador realizará el acto gracias era realmente una parte del rito pas-
sacerdotal por excelencia. Allí es cuando, cual; pero ¿no podemos legítimamente
al tiempo que presenta su sacrificio al Pa- creer que Jesús, en aquella coyuntura, dio
dre, se nos revela en toda la majestad y el gracias al Padre tanto por sus pasadas bon-
poder de su supremo pontificado. dades para con el pueblo elegido, cuanto
Trasladémonos primero al Cenáculo, en por todas las de la Nueva Alianza? Veía en-
la tarde del Jueves Santo, y asistamos con tonces la innumerable muchedumbre de
la consideración a este banquete de despe- cristianos que habían de saciarse en la san-
dida y de amor inmenso, en el que Jesús ta mesa y nutrirse de su carne adorable y
consagra el pan y el vino. Antes de dar prin- beber de su preciosa sangre. Dio las gra-
cipio a su Pasión, ofrece su cuerpo y su cias por todos los auxilios destinados a sus
sangre, por medio de un rito nuevo, que es sacerdotes hasta el fin de los tiempos. No
imagen de la inminente oblación sacrificial. debemos echar en olvido que el seno del Pa-
Las palabras pronunciadas por Él sobre el dre es el foco de donde irradian, por la
pan y el vino no permiten duda alguna so- mediación de Jesús, todas las misericordias
bre el significado que atribuía a su gesto. y todos los dones: Omne datum optimun…
Se trata, en efecto, de «su cuerpo que será descendens a Patre luminum (Jac., I, 17).
entregado» y de «su sangre –sangre de la Jesús dio gracias, sobre todo, por el gran
Nueva Alianza– que será derramada para la don del sacerdocio y de la Eucaristía.
remisión de los pecados». Esta fue la ofren- Este acto incomparable de gratitud, rea-
da que hizo a su Padre. Lo afirma el Conci- lizado por el Salvador en nombre propio y
lio de Trento, cuando dice: «En la última en el de todos sus miembros, tributa al Pa-
Cena, declarándose a sí mismo sacerdote dre una gloria incomparable.
constituido por toda la eternidad según el
orden de Melchisedech, ofreció a su Padre C) El supremo Sacrificio de la Cruz
su cuerpo y su sangre, bajo las especies de
pan y de vino» [Sesión XXII, c. I]. Subamos al Calvario y asistamos juntos
Sobre nuestros altares, lo mismo que en al sangriento sacrificio de Jesús.
la Cena, Cristo es pontífice y hostia. El si- ¿Qué veis allí? Jesús se encuentra rodea-
gue dándose en alimento; pero en la misa, do de una inmensa muchedumbre: soldados
Cristo se sirve del ministerio de sus sacer- indiferentes, fariseos blasfemos, crueles
16 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

verdugos y, entre ellos, el pequeño rebaño do entero. A los ojos del Señor, el valor de
de fieles agrupados en torno a la Virgen la inmolación de su Hijo sobrepasó incom-
María. «Puestos los ojos en el autor y con- parablemente la aversión que le produjeron
servador de la fe»: aspicientes in auctorem nuestros ultrajes. Según la atrevida expre-
fidei (Hebr., XII, 2). Este crucificado es el sión de San Pablo, Jesús «ha arrancado a la
verdadero Dios, nuestro Dios… Crucifixus justicia del Padre el decreto de nuestra con-
etiam pro nobis. denación»: chirographum decreti quod
Como frecuentemente os lo repetiré, la erat contrarium nobis; «quitándolo de en
divinidad de Jesucristo es la base de nues- medio y clavándolo en la cruz»: affigens
tra vida espiritual: «El que cree en el Hijo illud cruci (Col., II, 14). Con esto, la acti-
tiene la vida eterna» (Jo., III, 36). Este hom- tud de Dios hacia nosotros se transformó
bre cosido por los clavos a la cruz es igual totalmente. Éramos «hijos de ira»: filii iræ
al Padre: «consustancial al Padre…, luz de (Eph., II, 3); pero ahora el Señor se ha he-
la luz». Más, al revestirse de nuestra huma- cho para nosotros «rico en misericordia»,
nidad, se ha hecho hermano nuestro. dives in misericordia (Eph., II, 3-4).
He aquí lo que Jesús, nuestro hermano,
¿Qué es lo que hace sobre este patíbulo ha hecho por nosotros. Si alcanzáramos a
de dolor? ¿Cuál es la misión que cumple? comprender la grandeza de este amor,
¡cómo no uniríamos a su sacrificio, excla-
Como sabéis, todas las acciones del mando con el Apóstol: «Me amó y se en-
Hombre-Dios son teándricas en toda la ex- tregó por mí!» (Gal., II, 20). Observad que
tensión de la palabra, puesto que emanan a no dice dilexit nos, sino dilexit me: es
un tiempo de Dios y del Hombre. La digni- «por mi», soy «yo» a quien todo esto se
dad de la persona del Verbo confiere a los refiere y atañe.
actos humanos de Cristo un valor divino:
Actio es suppositi [Las acciones se atribu- Bien se nos alcanza que lo que Dios ha
yen a la persona] y, en este caso, el sup- exigido a Jesús y lo que confiere a su sa-
positum es divino. Cada uno de sus suspi- crificio todo su valor no es ciertamente el
ros, cada gota de su sangre tiene un valor derramamiento de la sangre por sí misma,
expiatorio que basta para compensar la sino en cuanto esta efusión está interior-
ofrenda inferida por todos los pecados del mente animada por el amor y la obedien-
mundo. Pero en los decretos de su eterna cia.
sabiduría, el Padre ha querido que el Hijo Dios, en sus designios, ha querido
nos rescatase por el acto de religión más adaptarse a nuestra condición humana.
sublime: el sacrificio. Por esto, dijo el Ahora bien, para nosotros los hombres, «la
Apóstol: «Cristo nos amó y se entregó por sublimación del amor consiste en la dona-
nosotros en oblación y sacrificio a Dios en ción de la vida, en la entrega de sí mismo
olor suave» (Eph., V, 2). hasta la muerte»: Majorem hac dilectionem
Este sacrificio de Cristo fue eminente- nemo habet, ut animam suam ponat quis
mente propiciatorio. Por razón de la emi- pro amicis suis (Jo., XV, 13). Es el mismo
nente dignidad de su persona divina y de la Jesús quien pondera la importancia de este
inmensidad de su amor humano, Jesucristo amor en su pasión, cuando dice: «Convie-
ofreció a su Padre un homenaje que le agra- ne que el mundo conozca que yo amo al
dó incomparablemente más que lo que pu- Padre y que, según el mandato que me dio el
dieron ofenderle las iniquidades del mun- Padre, así hago» (Ibíd., XIV, 31).
Iª Parte – Cristo, autor de nuestro sacerdocio y de nuestra santidad 17

Ha querido también revelarnos que se mos llegado a ser «ricos en toda bendición
sacrificaba por obediencia. En el huerto de espiritual» (Eph., I, 3; cfr. I Cor., I, 5).
los olivos, durante su agonía, Jesús supli- «Nuestras riquezas en Jesucristo» son tan
cará por tres veces que «el cáliz se aparte grandes, que es imposible escrutar su in-
de Él». Y ante el inexorable silencio del mensidad. Por eso, San Pablo las llama «in-
cielo, el Salvador, libremente, por un acto calculables»: Investigabiles divitiæ Chris-
de suprema sumisión y en un transporte de ti (Eph., III, 8).
amor, «conformará su voluntad humana a la Llenemos, pues, nuestros corazones de
voluntad del Padre»: non mea voluntas, una fe viva y de una confianza sin límites.
sed tua fiat (Lc., XXII, 42). Y San Pablo ¿Acaso no es el mismo Cristo quien ha di-
podrá decir de Jesús: «Se hizo obediente cho: «Yo he venido para que tengan vida y
hasta la muerte y muerte de cruz» (Philip., la tengan abundante»? (Jo., X, 10).
II, 8). Isaías había previsto esta libre acep-
tación que el Señor hizo del dolor: «Se en-
tregó, proclama el profeta, porque quiso»: El sacrificio de Jesús es el foco lumino-
quia ipse voluit (Is., 53, 7). so de las gracias y de los perdones divi-
Por lo tanto, cualquiera que sea el núme- nos. Todo socorro sobrenatural otorgado a
ro y la enormidad de los pecados del mun- los hombres brota de la suprema inmola-
do, la reparación ofrecida por nuestro divi- ción sacerdotal del Gólgota. Todas las bon-
no Maestro continúa siendo siempre sobre- dades que Dios nos dispensa, todos los abis-
abundante. La palabra del Apóstol, transida mos de su misericordia para con nosotros
de admiración ante este misterio, lo a- no son sino una respuesta a las incesantes
testigua plenamente:«Donde abundó el pe- llamadas de los méritos de Cristo. Si toda
cado sobreabundó la gracia» (Rom., V, 20). la humanidad elevara al cielo llamadas de
angustia, todas ellas, sin Jesús, de nada servi-
Porque el sacrificio de Cristo, así como rían. El clamor del Hijo de Dios es el único
satisfizo plenamente por la ofensa del pe- que da valor a los nuestros.
cado, así también se hizo acreedor a todas Pero el drama del Calvario se perpetúa
las gracias. ¿Qué se entiende por mere- en el seno de la Iglesia. Bajo los velos del
cer? Merecer es realizar un acto que exige sacramento, en el momento de la consagra-
una recompensa. Cuando el cristiano que vive ción, el clamor de la sangre de Jesús re-
en estado de gracia realiza una buena ac- suena de nuevo, porque todo el amor, toda
ción, ésta, en virtud de una promesa divina, la obediencia, todos los sufrimientos de su
constituye para él un derecho que le acre- oblación en la cruz continúan siendo pre-
dita para recibir nuevos factores espiritua- sentados al Padre. «Cada vez, proclama la
les. El es quien los merece y este derecho liturgia, que se celebra la conmemoración
es estrictamente personal. de este sacrificio, se ejerce la obra de nues-
Pero cuando Cristo –en su calidad de tra redención»: Quoties hujus hostiæ
Redentor y cabeza del Cuerpo Místico– commemoratio celebratur, opus nostræ
ofrece al Padre su pasión, el valor merito- redemptionis exercetur [Secreta de la misa
rio de ésta se extiende, trascendiendo la de la 9ª dominica después de Pentecostés].
persona de Jesús, a la universalidad de los
hombres redimidos por Él y a todos aque- Aunque el sacrificio eucarístico depen-
llos de quienes es la cabeza. Sus méritos de sustancialmente del sacerdocio de Cris-
nos pertenecen de tal suerte, que en Él he- to, no abordamos en este lugar ex profexo
18 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

este tema, sino que lo haremos más ade- fice no entraba en el Santo de los santos,
lante. Retened, sin embargo, ya desde aho- sino una vez al año, después de haber in-
ra, esta verdad capital: cuando Dios otorga molado la víctima y haberse rociado a sí
a los hombres sus gracias por la Santa Misa, mismo con su sangre. Llevaba sobre su pe-
glorifica a su Hijo, porque atiende a la in- cho doce piedras preciosas, que simboli-
tercesión omnipotente de su sangre reden- zaban a las doce tribus de Israel. De esta suer-
tora. Y aún osaría ir más lejos hasta decir te, todo el pueblo penetraba simbólicamente
que a su Hijo es a quien se muestra miseri- con él en el santuario.
cordioso, porque Jesús puede, sin duda, Esta solemne entrada del pontífice en el
decir a su Padre: «Oh Padre, los hombres Santo de los santos no era otra cosa que la
son miembros míos. Al morir, los he lleva- imagen de un acto sacerdotal infinitamen-
do a todos a mí. Son míos como lo son te más sublime. Jesús es el verdadero pontí-
vuestros. Y todas las misericordias con que fice que, después de haberse inmolado y
los colmáis, a mí es a quien en realidad se rociado con su propia sangre, entró el día
las hacéis». luminoso de la Ascensión «en el verdadero
tabernáculo» en lo más alto de los cielos:
D) El Sacerdocio celestial Introivit semel in sancta. Entró allí para
siempre y «una vez por todas» (Hebr., IX, 12).
Después de su ascensión a los cielos,
Jesús está sentado a la diestra del Padre y Cuando el sumo sacerdote penetraba en
allí, en medio de los esplendores eternos, el santuario, no permitía el acceso al pue-
«su sacerdocio, como nos dice San Pablo, blo que le acompañaba; pero Cristo nues-
permanece inmutable»: Sempiternum ha- tro Pontífice nos introdujo en pos de Él en
bet sacerdotium (Hebr., VII, 24). el cielo. No echéis nunca en olvido esta
doctrina maravillosa de nuestra fe, que nos
El sacrificio de la cruz será eternamente enseña que no podemos «entrar» sino por
«la oblación única por cuya virtud Cristo medio de Él. A ningún hombre ni a criatura
hizo perfectos para siempre a los que ha alguna le es posible acercarse a los eter-
santificado» (Hebr., X, 14). nos tabernáculos sino en pos y en virtud del
Para llegar a la perfecta comprensión de poder de Jesús. Tal es el premio triunfal de
esta vida sacerdotal de Jesús en el cielo es su sacrificio.
necesario, según Santo Tomás [Sum. Theol., Todos los elegidos gozan de la contem-
III, q. 22, a. 5.], distinguir entre la ofrenda plación de Dios; pero ¿de dónde les viene
del sacrificio y sus consumación. Esta co- esta luz que les permite contemplar la divi-
municación de los dones divinos se verifi- nidad? El Apocalipsis de San Juan nos lo
ca en virtud de la oblación ya realizada y dice repetidas veces: en la Jerusalén celes-
constituye su consumación o pleno acaba- tial «su lumbrera era el Cordero»: Lucer-
miento. Esta consumación es, por consi- na ejus est Agnus (XXI, 23). Todos los
guiente, un ejercicio eminente, aunque se- habitantes de la ciudad santa reconocerán
cundario, del poder sacerdotal. que las gracias que dimanan del sacrificio
¿Cómo ejerce Jesús este su sacerdocio de Jesús son las únicas que les han abierto
eterno, con arreglo al plan divino? Nos el acceso al Padre y les han otorgado el
lo revela la Epístola a los Hebreos, donde poder de alabarle. Por eso cantarán sin ce-
se nos recuerda que el sumo sacerdote de sar: «Vos nos habéis redimido por vuestra
la Antigua Alianza, al penetrar en el inte- sangre de toda tribu, de toda nación… y
rior del velo, figuraba a Cristo. Este pontí- habéis formado con nosotros el reino de
Iª Parte – Cristo, autor de nuestro sacerdocio y de nuestra santidad 19

Dios» [Antífona de las vísperas de Todos ipse Filius subjectus erit ei qui subjecit
los Santos. Cfr. Apoc. VII, 9 s. Estos pen- sibi omnia, ut si Deus omnia in omnibus
samientos se encuentran hermosamente (Ibid., XV, 28).
desarrollados en el capítulo dedicado a la Gozaremos por toda la eternidad de la
Ascensión de la obra Jesucristo en sus alegría de experimentar que nuestra felici-
misterios, pág. 295 y ss.]. dad nos proviene de Jesús, que su sacerdo-
En cuanto hombre, el Salvador tiene de- cio es su manantial, como lo fue de todas
recho a penetrar en el arcano de la divini- las gracias que hayamos recibido durante
dad, porque su humanidad es la humanidad nuestra peregrinación terrestre. ¿No es,
del Verbo. Pero Cristo es al mismo tiempo acaso, de Él de quien hemos recibido nues-
«pontífice», pontem faciens, mediador y tra adopción divina, nuestro sacerdocio y
cabeza del cuerpo místico. Por estos títu- la mirada indulgente, tierna y amorosa de
los y en virtud de su pasión, nos introduce Aquel a quien en la Misa llamamos
con Él en el seno del Padre. clementissime Pater?
La Escritura nos autoriza así a conside- Cuando celebremos el santo sacrificio,
rar que en el cielo se celebra una liturgia creamos firmemente que entramos en esta
grandiosa. Cristo se ofrece en todo su es- corriente magnífica de alabanza, que entra-
plendor y esta oblación gloriosa viene a ser mos en comunión con esta liturgia de los
como el remate y la consumación de la re- cielos. En el momento de recibir la Eucaris-
dención. tía, tengamos presente que, tanto para no-
sotros como para los bienaventurados, la
En esta liturgia celestial todos estaremos
santa humanidad de Cristo es el único me-
unidos a Jesús y lo estaremos entre nosotros
dio por el que nos ponemos en contacto con
mismos. Seremos su trofeo de gloria. Parti-
la divinidad.
ciparemos en la adoración, en el amor, en
la acción de gracias que Él y todos sus Y mientras esperamos la visión y la cari-
miembros elevan a la majestad suprema de dad plena de la ciudad de Dios, gocémonos
la Santísima Trinidad. Las escenas del Apo- en repetir: Oh Jesús, Vos lo sois todo para
calipsis nos permiten entrever estas reali- nosotros, mientras apoyados en la fe cami-
dades. La epístola a los efesios lo procla- namos hacia la eterna Jerusalén, «para que
ma: al fin de los tiempos el Padre, en su los que viven, no vivan ya para sí, sino para
reino, llevará a término su plan, que con- Aquel que por ellos murió y resucitó: Ut et
siste en volver a traer todas las cosas a Sí, qui vivunt jam non sibi vivant, sed Ei qui
«uniéndolas todas bajo una sola cabeza»: pro ipsis mortuus est et resurrexit (II Cor.,
recapitulare omnia in Christo. Tal es el V, 15).
sentido intentado por San Pablo. Los tér-
minos de la Vulgata Instaurare omnia in
Christo (Eph., I, 10) no tienen el mismo
vigor.
Todas las cosas serán sometidas a Cris-
to, añade San Pablo: Oportet illum regnare
(I Cor., XV, 25), y el mismo Hijo, en unión
de todos sus elegidos, rendirá homenaje a
«Aquel que le ha sometido todas las cosas,
a fin de que Dios lo sea todo en todo»: Cum
autem subjecta fuerint illi omnia, tunc et
20 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

1.- La vida sobrenatural


Ninguna inteligencia creada puede abar-
car ese océano de perfección que es Dios.
Sólo Dios mismo, en su infinito poder, pue-
de abarcar de una vez toda la inmensa ple-
nitud de su grandeza. El expresa su conoci-
II miento en una palabra única que es su Ver-
bo, al que comunica toda su vida divina, toda
su luz, todo cuanto es. Esta generación que
Jesucristo, causa y modelo se realiza en el seno del Padre y que cons-
de la santidad sacerdotal tituye la vida misma de Dios, no ha tenido
principio, ni tendrá fin. En este mismo
momento en que os estoy hablando, el Pa-
dre, en un transporte de alegría infinita, dice a
El Padre celestial es quien nos ha fijado su Hijo: «Tú eres mi Hijo; hoy –esto es, en
el ideal de santidad que nos corresponde un eterno presente– te he engendrado yo»
como ministros de Jesucristo. «Nos pre- (Ps., II, 7).
destinó a ser conformes», no a una criatura
cualquiera ni a un ángel, sino «a su Hijo», El Padre nos ha dado a su Hijo como
cuya humanidad recibió la consagración modelo y fuente de toda santidad. «En quien
sacerdotal en el momento mismo de su se hallan escondidos todos los tesoros de
encarnación. San Pablo nos revela este de- la sabiduría y de la ciencia» (Col., II, 3).
signio del Padre, cuando nos dice: Præ- Toda una eternidad que estemos contem-
destinavit nos conformes fieri imaginis plándolo, no será bastante para llegar al
Filii sui (Rom., VIII, 29). Dios ha señalado a conocimiento completo de este misterio,
nuestra perfección un modelo divino y de- ni para dar suficientes gracias a Dios por el
sea descubrir en nosotros los rasgos de su beneficio que supone.
Hijo humanado y ver cómo nuestra alma
resplandece con los reflejos de su santi- Antes de continuar tratando de esta ma-
dad. teria, quiero llamar vuestra atención sobre
Si es cierto que la grandeza de toda vida el error de aquellos que no fundamentan
humana depende del ideal a que aspira, ¿has- su vida sobre la fe en el plan divino, sino
ta qué punto no será sublimada nuestra vida que prefieren constituirse a sí mismos en
sacerdotal si abrigamos el sincero deseo arquitectos de su propia santidad.
de hacernos semejantes a Cristo? Como el La santificación del alma es una obra so-
Padre encuentra todas sus complacencias brenatural. ¿Y cuál es el verdadero concep-
en el Verbo, nuestra asimilación a Cristo to de lo sobrenatural? Podemos responder
será causa de innumerables gracias y ben- a esta pregunta diciendo que consiste en la
diciones. realización temporal de los designios eter-
Detengámonos un momento y contem- nos del Padre. Dios ha querido destinar al
plemos este misterio con el más profundo hombre a encontrar su definitiva felicidad
respeto. en la visión intuitiva de la divinidad, visión
que sólo a Dios le es natural. La revelación,
la encarnación, la redención, la Iglesia, la
Iª Parte – Cristo, autor de nuestro sacerdocio y de nuestra santidad 21

fe, los sacramentos, la gracia y la santidad de supererogación, que son de su preferen-


pertenecen a este plan, cuyo centro lo for- cia, porque en ellos encuentran el estímu-
man Cristo y el hecho de nuestra adopción lo que necesitan; ya que más vale andar con
en Él. La comunicación de estos dones es muletas que estarse quieto. Pero debo rei-
absolutamente gratuita y sobrepasa las ne- vindicar bien claramente y para vuestro mayor
cesidades y las exigencias de toda criatura, provecho, las inmensas riquezas que posee-
sea angélica o humana. Esta es la razón de mos en Jesucristo. Los hombres se sien-
porqué es sobrenatural. ten inclinados a adoptar las ideas propias
Hay todo un mundo de gracias y de luces en lugar de las ideas de Dios, a querer ca-
al que debe vincularse toda la actividad del minar hacia la perfección siguiendo su pro-
hombre que ha sido destinado al logro de pio y limitado criterio y no según el pensa-
la felicidad celestial, ya que la naturaleza, miento divino. San Pablo hizo notar esta ten-
abandonada a sus propias fuerzas, nada pue- dencia que ya se manifestaba en su tiempo:
de hacer que sea conducente a la consecu- «Mirad que nadie os engañe con filosofías
ción de su fin sobrenatural. falaces y vanas, fundadas en tradiciones hu-
manas, en los elementos del mundo, y no en
Se encuentran personas, aún entre el cle- Cristo» (Col., II, 9).
ro, que flaquean en su vida espiritual, a pe-
sar de que observan una fidelidad mayor o En nuestros días, el naturalismo reina en
menor a sus prácticas de piedad; pero que el mundo y se infiltra aún entre aquellos
nunca llegan a vivir interiormente la vida que quieren vivir vida de fe. ¿Acaso noso-
de Cristo. Hacen continuados esfuerzos, sin tros mismos no descuidamos el carácter
percatarse de cuál es el ideal a que deben propiamente sobrenatural de nuestra vida
aspirar, y se debaten en constantes dudas interior?
sobre cuál será el mejor camino que les lle- Para conformarnos a los planes que Dios
ve a Dios. De cuán distinta manera proce- ha trazado para la obra de nuestra elevación
día San Pablo, cuando decía: «Y yo corro, sobrenatural, es requisito indispensable que
no como a la ventura, por un camino incier- tratemos de santificarnos de acuerdo con
to; no como quien azota el aire» (I Cor., IX, el modo previsto y determinado por el mis-
26). Tanto para nosotros mismos como para mo Señor y según su voluntad.
los que se someten a nuestra dirección, es
de capital importancia que nos demos ca-
bal cuenta de la naturaleza de la santidad a 2.-El plan divino de la santificación
la que aspiramos, para evitar que obremos Veamos cómo el Padre, impulsado por su
como «quien azota el aire». amor, ha dispuesto para sus sacerdotes un
Cuando leemos los Hechos de los Após- ideal y una fuente de santificación que nun-
toles y la historia de los primeros cristia- ca cesa de manar.
nos, a los que San Pablo destinaba sus car- Dios no se arrepiente de sus dones. Cuan-
tas, nos percatamos de cuán abundantes eran do Dios concede algún don, no lo quita ja-
entre ellos los dones del Espíritu Santo. más, sino que lo concede para siempre.
Aquellos cristianos vivían de Jesucristo, de Por una eterna y libre predestinación «de
la gracia de su bautismo, de la esperanza amor, Dios quiso entregar su Hijo al mun-
del reino de los cielos, de la doctrina del do»: Sic Deus dilexit mundum ut Filium
plan divino que los apóstoles enseñaban. suum Unigenitum daret (Jo., III, 16). Cris-
Lejos de mí el censurar a los que, en la to nos pertenece totalmente y sin reserva
obra de su santificación, recurren a medios alguna a cada uno de nosotros como el más
22 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

precioso de nuestros bienes. «Por Él sois nicarse luego, y por mediación suya, a to-
en Cristo Jesús, que ha venido a seros de dos los cristianos. De acuerdo con el plan
parte de Dios sabiduría, justicia, santifica- divino, «todos los tesoros destinados a la
ción, y redención»: Factus est nobis sa- santificación de los hombres se encuentran
pientia a Deo, et justitia, et sanctificatio en Jesucristo»: in omnibus divites facti
et redemptio (I Cor., I, 30). Toda santidad estis in illo (I Cor., 1, 5).
destinada a los hombres ha sido, por así Sus méritos nos pertenecen y los tene-
decirlo, depositada en Él. mos a nuestra disposición. Nada hay en or-
Esforcémonos por penetrar profunda- den a la santidad que no podamos esperar
mente en el significado de este designio de alcanzarlo por sus méritos, a condición de
sabiduría y de amor que Dios ha tenido para que nuestra fe corra parejas con nuestra
con nosotros. esperanza.
Dios quiere comunicarse a nosotros para En virtud de esta comunicación, Cristo
ser El mismo el objeto de nuestra felici- es para nosotros la causa de todas las gra-
dad sobrenatural; pero quiere que esta co- cias. Pero aún hay que añadir que, por un
municación se realice exclusivamente por decreto de la voluntad divina, la muerte de
Cristo, con Cristo y en Cristo: Per Chris- Cristo en la cruz le mereció la singular pre-
tum, cum Ipso, in Ipso. El grandioso plan rrogativa de que le fuera enteramente con-
de la misericordia del Padre consiste en fiada la obra de la santificación de los hom-
volver a traer a Sí todas las cosas, pero pu- bres. Y esta es la razón de porqué Jesús,
rificadas, santificadas y «reunidas en Cris- como instrumento de la divinidad, es la cau-
to como bajo un solo jefe»: Instaurare sa eficiente universal en la infusión de la
omnia in Christo (Eph., I, 10). San Pablo gracia, bien sea por medio de los sacramen-
se complacía en predicar «acerca de la tos, bien sea por otro medio cualquiera.
dispensación del misterio oculto desde los Pero, al mismo tiempo que influye en su
siglos en Dios». La misión que había recibi- Cuerpo Místico por la causalidad de sus
do del cielo era la de «revelarlo»: Illuminare méritos y de su acción santificadora, Cris-
omnes quæ sit dispensatio sacramenti abs- to es, además, causa ejemplar y modelo de
conditi a sæculis in Deo (Ibid., III,9). toda santidad: porque la perfección propia
La santidad a la que Dios, en su provi- de los hijos adoptivos consiste en aseme-
dencia eterna, ha llamado a sus sacerdotes, jarse lo más posible al que lo es por natu-
no es una moral meramente natural, que se raleza.
limita al dominio de sí mismo y a la prácti- Estos tres géneros de causalidad nos ha-
ca de las virtudes naturales. Sin duda que la cen caer en la cuenta de cómo, según los
santidad que Dios exige de sus sacerdotes designios eternos, Cristo lo es todo para
incluye una absoluta rectitud humana; pero nosotros en la obra de nuestra santificación.
no es menos cierto que esta santidad es Así comprendemos mejor cuán verdadera
esencialmente sobrenatural. es aquella afirmación tan categórica de San
La encarnación redentora, que se nos ha Pablo: «Cuanto al fundamento, nadie pue-
revelado como el don más sublime de la de poner otro sino el que está puesto, que
santidad de Dios, ocupa el centro de este es Jesucristo» (I Cor., III, 11). «Gracias sean
plan divino del que hablamos. Este don se dadas a Dios, dice San Pablo, por su inefa-
comunica, en primer lugar, y en toda su ple- ble don» (II Cor., IX, 15).
nitud, a la humanidad de Jesús, para comu-
Iª Parte – Cristo, autor de nuestro sacerdocio y de nuestra santidad 23

calcada en la filiación eterna del Hijo de


Dios.
3.-Hacernos conformes Tales grandezas hacían exclamar a San
a la imagen del Hijo de Dios León: «Reconoce, ¡oh cristiano!, tu digni-
dad»: Agnosce, o christiane, dignitatem
Consideramos ahora este mismo miste- tuam! «Puesto que participamos en la ge-
rio de parte del hombre. Podríamos definir neración de Cristo, renunciemos a las obras
la santidad diciendo que consiste en la vida de la carne». Adepti participationem gene-
divina comunicada y recibida. Esta vida di- rationis Christi, carnis renuntiemus ope-
vina es comunicada por Dios y por Cristo y ribus [Sermo, XXXI, 3. P. L. 54, col. 192].
recibida por el hombre desde el momento
en que es bautizado [Cfr. Jesucristo, vida Si, como enseña Santo Tomás, «la filia-
del alma, cap. «El bautismo, sacramento de ción natural y eterna del Verbo en el seno
la adopción divina y de iniciación cristia- del Padre es el ejemplar sublime de nues-
na»]. tra filiación adoptiva»: Filiatio adoptiva est
quædam similitudo filiationis æternæ
El sacramento del bautismo confiere la [Sum. Teol., III, q. 23, a. 2], la santidad propia
gracia y obra la santificación del alma, co- de la humanidad deberá servir de modelo a la
municándole lo que podemos comparar a santidad de los hijos de adopción.
la aurora de la luz divina, cuya claridad debe
ir progresando hasta llegar a los esplendo-
res de un mediodía sin ocaso. ¿En qué consiste la santidad de Jesús?
La gracia bautismal o santificante injerta Reconocemos, ante todo, que Jesús po-
en el alma el poder entrar en comunión con see una santidad singular, de orden divino,
las misma naturaleza divina por el conoci- que es privativa de Él, como fruto del cuer-
miento, por el amor y por la posesión po de Jesús que realizó el Verbo, comunica
intuitiva de la divinidad, lo cual constituye a toda su naturaleza humana una santidad
un atributo que sólo a Dios le corresponde incomparable, que no es otra cosa que la de
por naturaleza. Este don divino establece la segunda Persona de la Trinidad. Por eso,
en el hombre una maravillosa y sobrenatu- decimos con toda razón: la santa humani-
ral «participación de la vida divina»: Quæ- dad. Y por eso, la Iglesia, en la liturgia de la
dam participata similitudo divinæ naturæ, Misa, alaba con transportes de alegría esta
según la expresión de Santo Tomás [«Cier- «santidad única»: Tu solus sanctus… Jesu
ta participación, por semejanza, de la natu- Christe, cum Sancto Spiritu, in gloria Dei
raleza divina». Sum. Teol., III, q. 62, art. 1]. Patris.
Es una vida nueva que hace irrupción en En segundo lugar, la gracia santificante,
el alma, y su venida constituye para el bau- «de una plenitud» incomparable, et vidimus
tizado «un segundo y espiritual nacimien- eum plenum gratiae (Jo., I, 14), elevaba el
to». Así lo dijo el mismo Jesús: Oportet alma de Jesús; y el Espíritu Santo regulaba
vos nasci denuo (Jo., III, 7). Únicamente admirablemente todas sus actividades,
Dios puede dar a su criatura el germen de conformándolas a la soberana dignidad de
esta vitalidad sobrenatural y Él sólo es su condición de Hijo de Dios. En el seno
quien engendra al hombre a esta vida: Qui… de la Santísima Trinidad, las personas son,
ex Deo nati sunt (Ibid., I, 13). A partir de como nos enseña la teología, «relaciones
este momento, en el alma del bautizado se subsistentes». Y así, el Hijo es esencialmente
establece una filiación adoptiva, que está Hijo, y al mismo tiempo, dice esencialmen-
24 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

te relación al Padre. Por la acción del Es-


píritu Santo, el alma de Jesús se unía plena- Esta asimilación a Cristo se realiza
mente a esta vida del Verbo. En su condición principalmente por el creciente dominio
de hombre, su alma, impulsada por un amor que la caridad ejerce en toda nuestra con-
inmenso, estaba entregada tota ad Patrem ducta. El amor es quien orienta hacia el fin
[«Toda enteramente orientada hacia el Pa- sobrenatural cada una de nuestras acciones
dre»]. Ella manifestaba su nombre, cumplía deliberadas, reflejándose así sobre toda la
su voluntad y le glorificaba sin cesar. Todos vida y enraizándose, gracias a su influjo cada
los movimientos interiores de Jesús res- vez más extendido y eficaz, en medio del
pondían plenamente a su filiación divina y corazón. De esta suerte, el reino de Dios
eran actos sobreeminentes de religión y de se va estableciendo más firmemente en el
amor. alma cristiana. ¿Quiere esto decir que lle-
En virtud de la gracia santificante, el cris- ga un momento en que es confirmada en
tiano participa de la santidad de Jesucristo. gracia? Ciertamente que no; porque conti-
Esta gracia viene a ser como un reflejo de la núa expuesta a las tentaciones y al pecado.
luz divina que, invadiendo el alma, la cons- Sino que Dios, Cristo y su reino vienen a
tituye en estado de justicia y la hace seme- ser el único móvil de sus acciones. El Se-
jante al que es Hijo por naturaleza. Esta san- ñor toma plena posesión de esta alma,
tidad inicial, que está destinada a un desa- Dominus regit me (Ps., XXII, 1), porque,
rrollo progresivo, se concede en el momen- por la definitiva supremacía de la caridad,
to del bautismo. Cuando los hijos adoptivos ella no vive sino por Él, de Él y para Él.
imitan con sus buenas obras las virtudes de Desde este momento, la expresión del
Jesús, contribuyen a perfeccionar en sí Apóstol empieza a realizarse plenamente en
mismos la vida de Cristo. este miembro de Cristo: «Y ya no vivo yo,
es Cristo quien vive en mí» (Gal., II, 20).
En la Cena, después de haber lavado los Entonces es cuando el amor llega a la san-
pies de sus discípulos, Jesús pronunció es- tidad.
tas solemnes palabras: Exemplum enim dedi
vobis, ut quemadmodum ego feci vobis, ita Existen, ciertamente, muchos grados de
et vos faciatis. «Porque yo os he dado el santidad. La generosidad en la entrega de sí
ejemplo para que vosotros hagáis también mismo y la heroicidad de las virtudes pue-
como yo he hecho» (Jo., XIII, 15). Bien sea den revestir múltiples formas y progresar
el espíritu de religión o de humildad o de indefinidamente. No nos hagamos la ilusión
paciencia o de perdón o de caridad, en una de llegar demasiado rápidamente a la cima.
palabra, todas las virtudes de Jesús deben En esto, como en todo lo demás, el tiempo
inspirar las nuestras, porque son el modelo juega un importante papel. La fidelidad que
que todos deben imitar, y en especial los Dios exige ordinariamente a sus servido-
sacerdotes. Si la esencia de nuestra perfec- res suele ser de larga duración, y son mu-
ción sacerdotal consiste en obrar siempre chas las pruebas a que les somete para vi-
como hijos adoptivos de Dios y ministros gorizar su firmeza y aumentar su mérito.
de Jesucristo, es preciso que, a semejanza Los dones de la oración contemplativa ejer-
de Él, Hijo de Dios y Pontífice Supremo, cen por su parte un influjo particular en la
dediquemos incesantemente toda nuestra elevación habitual del alma y en la perse-
actividad a procurar el amor y la gloria del verancia de los elegidos.
Padre por la imitación de las virtudes de las En la práctica, vosotros los sacerdotes –
que Jesús nos ofrece un acabado modelo. sea cual sea el misterio de la predestina-
Iª Parte – Cristo, autor de nuestro sacerdocio y de nuestra santidad 25

ción y de la gracia– debéis alimentar en


vuestra alma un sincero deseo de alcanzar 4.- El sacerdote,
la perfección sacerdotal. No podéis perma- hecho semejante a Cristo,
necer indiferentes al llamamiento que Dios
os hace. Si mis palabras no provocan en
reproduce en sí la santidad del Padre
vosotros un deseo profundo de responder El Evangelio nos transmite una frase sor-
a la grandeza de vuestra vocación, serán to- prendente que brotó de los labios de Cris-
talmente ineficaces. Yo no os digo que as- to: «Sed, pues, vosotros perfectos, como
piréis de repente a la santidad más encum- perfecto es vuestro Padre celestial» (Mt.,
brada, sino que os recomiendo con insis- V, 48).
tencia –porque ello es esencial– que tra- ¿Por qué nuestra perfección y nuestra
téis de avanzar por el camino de la santidad santidad han de reproducir la santidad divi-
que Dios quiere de vosotros. El es quien na, que se eleva a infinita distancia sobre
mejor conoce vuestra debilidad: Ipse cog- nuestra debilidad humana? ¿Es que nos será,
novit figmentum nostrum (Ps., 102, 14), y acaso, posible llegar al conocimiento del
su sabiduría ha medido exactamente hasta misterio de esta vida divina?
dónde llega vuestra capacidad y cuál es el La respuesta a esta doble cuestión se en-
poder de las gracias que Él tiene destina- cierra en estas palabras: tenemos el deber
das para sosteneros en vuestra ascensión. de asemejarnos a nuestro Padre celestial,
El deseo de la santidad es la condición porque somos sus hijos adoptivos. Ahora
primordial de toda vida espiritual, porque bien, para llegar a comprender la perfec-
dispone al alma para recibir el don de lo ción de nuestro Padre, nos basta con cono-
alto. Confesando su absoluta impotencia y cer a Jesucristo. San Juan nos dice que: «A
esperándolo todo de la ayuda de la gracia, Dios nadie le vio jamás»: Deum nemo vidit
el alma se abre enteramente ante el Señor unquam (Jo., I, 18). Pero nadie debe des-
y aumenta su capacidad de recibir los do- esperar de conocerle, porque, como añade a
nes divinos. La obra de la conquista de la continuación, «Dios Unigénito, que está en
santidad es como una llama interior, como el seno del Padre, ése nos lo ha dado a co-
un fuego sagrado que llevamos en nuestro nocer». Esta misma revelación es la que ha-
seno. A veces, este fuego parece que no es cía exclamar a San Pablo, transportado de
más que una centella; pero tengamos la se- entusiasmo: «Dios habita una luz inaccesi-
guridad de que esta chispita puede ble»: Deus lucem inhabitat inacesibilem
reavivarse y arder. (I Tim., 6, 16); pero «Dios, que dijo: Brille
Si queremos que el Padre pueda, al mi- la luz del seno de las tinieblas, es el que ha
rarnos, decir de nosotros, como dijo de hecho brillar la luz en nuestros corazones
Jesús: «Este es mi Hijo muy amado» (Mt., para que demos a conocer la ciencia de la
III, 17), es preciso que todas nuestras aspi- gloria de Dios en el rostro de Cristo» (II Cor.,
raciones y todos nuestros esfuerzos tien- IV, 6).
dan a establecer en nosotros el reinado de la La liturgia de Navidad nos lo repite to-
caridad. dos los años: «Para que, conociendo a Dios
bajo una forma visible, seamos atraídos por
Él al amor de las cosas invisibles». Jesucris-
to es el mismo Dios que se ha acomodado a
nuestra condición, al tomar una forma hu-
mana. Después de la última cena, San Feli-
26 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

pe dijo a Jesús: «Señor, muéstranos al Pa- Tal amor y tal querer no solamente se con-
dre»: Domine, ostende nobis Patrem (Jo., forman en un todo a la bondad infinita, sino
XIV, 8). A lo que el Señor le repuso con que se identifican con ella. De ahí procede su
una palabra que descifra la clave del miste- firmeza inalterable.
rio: «Felipe, el que me ha visto a mí, ha vis- Dios quiere que, en su obra de creación
to al Padre» (Ibid., 9). Por lo tanto, en Jesu- y de santificación, las criaturas actúen se-
cristo todo es una revelación de Dios. Así gún el orden y la subordinación que les co-
lo ha proclamado San Agustín: Factum Verbi rresponde. Así es como ellas rinden gloria
verbum nobis est [Tract. in Jo., XXIV, P. L., a Dios. Cuando el hombre reconoce su de-
35, col. 1593]. pendencia radical respecto de su Creador,
Aprendamos, pues, a los pies de Jesús, a entonces es cuando su conducta se acomo-
conocer las perfecciones del Padre. La da plenamente a la ley de su naturaleza y
meditación de sus palabras, de sus accio- Dios muestra su aprobación a esta sumi-
nes, de sus sufrimientos y de su muerte será sión y glorificación. Y por la misma razón,
la mejor manera de penetrar los secretos Dios reprueba necesariamente toda actitud
de la misericordia infinita. de insubordinación y de rebeldía y conde-
na el pecado. No por egoísmo ni por orgu-
Y esto encuentra una realización mucho
llo, sino por una exigencia de su misma san-
más cumplida en los sacerdotes que en el
tidad, es por lo que Dios quiere que todo
resto de los fieles, porque los sacerdotes
se haga con rectitud, con sabiduría y con
tienen mejor oportunidad de contemplar a
verdad. Este es el sentido que hay que dar a
Jesucristo tanto en la lectura de la Biblia
aquellas palabras: «Dios es santo en todas
como en el transcurso del año litúrgico y
sus obras»: Sanctus in omnibus operibus
en la celebración del sacrificio de la misa.
suis (Ps., 144, 13) y a aquellas otras: «Todo
¿Qué es lo que nos enseña la teología lo ha hecho Yahvé para sus fines»: Universa
sobre este sublime atributo divino de la san- propter semetipsum operatus est Domi-
tidad? nus (Prov., XVI, 4).
La soberana trascendencia de Dios lo ele- Esta perfección divina deslumbra a los
va a una infinita distancia sobre la creación, espíritus celestiales. ¿Qué es lo que, en
sobre toda imperfección, sobre todo el efecto, contemplaron Isaías y San Juan,
mundo en que nos agitamos. Este es el pri- cuando vieron por un instante el cielo abier-
mer aspecto, aunque más bien negativo, de to? Los ángeles, que cantaban sin cesar:
su santidad. Sanctus, Sanctus, Sanctus (Isa., VI, 3; Apoc.,
Empleando una expresión enteramente IV, 8).
humana, podríamos decir que el amor con Lo que constituye, pues, la santidad de
que Dios ama su propia esencia y su propia Dios es aquel amor, de una sabiduría sobe-
bondad es lo que constituye su santidad. rana y de una rectitud perfecta, con que ama
Esta adhesión amorosa es sabia y ordena- su propia suprema bondad.
da, porque responde perfectamente a la ex- La santidad, en su absoluta perfección, no
celencia infinita de la naturaleza divina. Para existe sino en Dios, porque Él es el único
decirlo de otra manera, al contemplar su que ama perfectamente su bondad infinita.
esencia, Dios se ama según lo exige la per- Este atributo esencial es común a las tres
fección de su mismo ser. Podemos, pues, personas; pero cada una lo posee según su
afirmar que la santidad de Dios consiste en «relación» personal.
este amor y en este querer su propio bien.
Iª Parte – Cristo, autor de nuestro sacerdocio y de nuestra santidad 27

En Inglaterra se suele dar a veces el caso


Nunca jamás podremos tener una idea de personas de refinada cultura que mues-
cabal de la santidad divina, porque sobre- tran una desmedida admiración por tal o cual
pasa los alcances de nuestra comprensión. personaje, y tratan de imitarle a toda costa,
Pero si la contemplamos tal como se nos leyendo únicamente sus libros, penetrán-
manifiesta en Jesucristo, la santidad divina dose de sus dichos y de sus hechos y tra-
se revela y se impone a nuestra admiración. tando de copiarle y aún remedarle en todo.
Entonces es cuando aparece como accesi- A los tales se les conoce allí con el nom-
ble y al alcance de hombre. bre de «worshippers». Entre éstos pueden
contarse los «gladstonianos» y los «new-
La naturaleza humana de Jesús participa
manianos». La moda de imitar a Newman
de la santidad del Verbo. Todo es en Él un
estuvo muy en boga durante cierto tiempo.
reflejo de la vida del Verbo; y por eso está
libre de todo pecado y de toda imperfec- Si, para unirse a Cristo y conformarse a
ción. El perfecto amor con que ama la bon- su imagen, se sirviera alguno de estos me-
dad infinita le induce a consagrarse siem- dios exteriores y ficticios, se equivocaría
pre y enteramente al Padre, a quien glorifi- de medio a medio. Aunque consumiese su
ca en todas sus acciones. vida entera practicando estos esfuerzos, su
Este es el modelo hacia el que nos atre- adhesión no pasaría de ser un afecto pura-
vemos a levantar nuestros ojos, sobre todo mente humano. A los ojos del Padre este
los que hemos sido investidos de todos los trabajo sería completamente vano, y el que
poderes de Cristo: «Como me envió mi lo hiciera, más se asemejaría a un bastardo
Padre, así os envío yo» (Jo., XX, 21). que a un hijo nacido de su gracia.
Si el Verbo que, en un acto simple e infi- Cristo es, en efecto, el modelo de toda
nito, expresa todo cuanto es el Padre, se ha santidad; pero esta causa ejemplar es divi-
dignado revelar en un lenguaje humano y na y obra divinamente. El es quien imprime
con ejemplos adaptados a nuestra limitada en el alma su propia semejanza.
inteligencia, los secretos de la vida divina; Cristo nos ha revelado cómo se obra esta
¿no será una verdadera locura por nuestra maravilla de la gracia, al decirnos: «Yo soy
parte que desatendamos su mensaje y que el camino, la verdad y la vida» (Jo., XIV, 6).
pretendamos santificarnos a nuestro anto-
jo, sin hacer de Jesucristo el centro de
nuestras aspiraciones, de nuestra confian- «Yo soy el camino».
za y de nuestra vida? Entre Dios y las criaturas media una dis-
tancia infinita. Si prescindimos de su ele-
5.- Cristo, fuente viva de santidad vación sobrenatural, los mismos ángeles
están a una distancia inconmensurable de
Cristo, modelo trascendente, si bien ac- la divinidad. Sólo Dios, en virtud de su na-
cesible de santidad, nos confiere una parti- turaleza, se ve a sí mismo tal como es. El
cipación activa de ésta, mediante su gracia solamente puede alcanzar con su mirada los
omnipotente. abismos de sus perfecciones. Los hombres
Hay almas que, más o menos inconscien- no conocen a Dios sino por medio de sus
temente, se imaginan que pueden llegar a obras: «Hay en torno de Él nube y calígi-
asemejarse a Cristo a fuerza de imitar sus ne» (Ps., 96,2). Mas he aquí que hemos sido
virtudes con su propio esfuerzo. Y esto es llamados para ver a Dios como Él se ve, a
una vana ilusión. amarle como Él se ama, y a vivir la misma
28 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

vida divina. Tal es nuestro destino sobre- «Yo soy la verdad».


natural. Por nuestra condición natural, marcha-
Entre esta elevación y la capacidad de mos en este mundo por un camino de tinie-
nuestra naturaleza media un abismo infran- blas: In tenebris et in umbra mortis (Lc., I,
queable. Pero Cristo, Dios y hombre, y la 79). Para elevarnos hacia Dios, precisamos
gracia de la adopción nos permiten salvar ser sobrenaturalmente iluminados.
esta sima. Cristo es el puente que une los Cristo es el único que revela la verdad de
extremos de este insondable abismo. Su la religión: «Yo soy la luz del mundo»: Ego
santa humanidad es el camino que nos faci- sum lux mundi (Jo., VIII, 12). Aún sin lle-
lita el acceso a la Trinidad. Él nos lo dijo gar a levantar completamente el velo de la
claramente: «Nadie viene al Padre sino por oscuridad, sus enseñanzas nos permiten
mí» (Jo., XIV, 6). reconocer en Él al enviado del Padre, y
Este camino no tiene pérdida y el que lo mostrarle nuestra adhesión como a Verdad
sigue llegará infaliblemente a su término; suprema e infalible: «Dios es mi luz» (Ps.,
«tendrá luz de vida». Qui sequitur me, non 26, 1).
ambulat in tenebris sed habebit lumen El Evangelio descubre al mundo todas las
vitæ (Jo., VIII, 12). Jesús, en cuanto Verbo, grandes verdades religiosas: la Trinidad, la
es una misma cosa con el Padre y, por eso, encarnación, las sanciones de ultratumba.
su humanidad nos hace alcanzar la divini- Como descubre también el misterio de la
dad. Cuando nos inserta en su Cuerpo Mís- paternidad divina. Cuando Jesús nos habla
tico, nos toma realmente en sí mismo, para de Dios, nos lo presenta siempre como
que podamos estar donde Él está, es decir, nuestro Padre: «Subo a mi Padre y a vues-
unidos al Verbo y al Espíritu Santo en el seno tro Padre» (Jo., XX, 17). Una de las notas
del Padre: «De nuevo volveré y os tomaré características del Nuevo Testamento es la
conmigo, para que, donde yo estoy, estéis de habernos enseñado a llamar a Dios Pa-
también vosotros» (Jo., XIV, 3). dre nuestro, y a conducirnos con Él como
Apoyaos, pues, siempre en los méritos hijos suyos: Pater noster, qui es in cœlis
de nuestro amado Salvador. Vuestra espe- (Mat., VI, 9). «El Espíritu mismo da testi-
ranza de llegar a la unión con la divinidad monio a nuestra alma de que somos hijos
no puede descansar en la pobreza de vues- de Dios» (Rom., VIII, 6). Juntamente con la
tros méritos personales, sino en la inmen- paternidad divina, Jesús nos descubre el
sidad de los suyos. Cuanto más convenci- hecho de nuestra adopción, nuestro destino
dos estéis de que toda vuestra riqueza está bienaventurado en el cielo, y todas las for-
en Él, tanto más bendecirá Dios vuestra as- mas de caridad y de virtud que son propias
censión hacia Él, y tanto más fecundo será del cristiano.
vuestro apostolado. Prescindid de vuestra Recibamos estas enseñanzas de sus labios
propia persona, sustituyéndola por la de benditos, comprendiendo que emanan de la
Cristo y uniéndoos íntimamente a Él, como fuente misma de la Verdad y adhiriéndonos
lo hacía San Pablo: «Cuanto a mí no quiera a ellas con una fe inquebrantable.
Dios que me gloríe sino en la cruz de nues-
tro Señor Jesucristo» (Gal., VI, 14). Y en Cristo, además, comunica la verdad a
otro lugar: «Y todo lo tengo por estiércol, nuestra alma mediante una gracia ilumina-
con tal de gozar a Cristo (Philip., III, 8) tiva, que nos es enteramente personal.
Esta iluminación propia de cada uno es
esencial para el incremento de la vida de
Iª Parte – Cristo, autor de nuestro sacerdocio y de nuestra santidad 29

Cristo en nosotros. Gracias a ella, el sa- alma esta semejanza auténtica con el Hijo
cerdote entra en los caminos divinos de la de Dios. El es el «dedo de la diestra del Pa-
santificación. Él «camina en la verdad»: Am- dre»: Dextræ Dei tu digitus [Himno Veni
bulare in veritate (II Jo., I, 4), como dice Creator (Breviario monástico)]. ¿Cómo
San Juan. realiza en el alma la obra de nuestra adop-
Debemos, por consiguiente, considerar ción? «Haciéndonos exclamar: Abba, Pa-
los caminos de esta vida a la luz de nuestra dre» (Gal., IV, 6). Como veis, la acción del
fe en Cristo. Pongámoslo como una antor- Espíritu Santo, lo mismo que la del Verbo
cha divina en el centro de nuestro corazón. encarnado, nos conduce al Padre. Todo pro-
Depositemos a los pies de Jesús nuestras cede de esta primera Bondad, y todo retor-
ideas, nuestros juicios y nuestros deseos, na a ella en una sublime resaca. Así es como
para que contemplemos el mundo, las per- nos asociamos a las divinas personas e imi-
sonas y los acontecimientos como si los tamos su movimiento de amor eterno.
mirásemos a través de sus ojos. Entonces El mismo Jesús ha querido iluminar nues-
tendremos un concepto cabal de las cosas tra fe en su acción santificadora sirviéndo-
del tiempo y de la eternidad. se de una comparación: «Yo soy la vid, vo-
sotros los sarmientos» (Jo., XV, 5). Los
«Yo soy la vida». sarmientos tienen vida, pero no por sí mis-
mos; toda su vitalidad la extraen de la savia
Para llegar al fin propuesto, no basta con
que constantemente les llega del tronco de
tomar el verdadero camino, ni con tener luz
la cepa. Esta se elabora fuera e independien-
durante la marcha; es necesario, además
temente de ellos y los vivifica cuando cir-
disponer de fuerza vital, porque es lo único
cula por sus venas. Lo mismo sucede con los
que nos permite avanzar. En la obra de la
miembros de Cristo. Les pertenecen sus
santificación Jesús es, además la vida: «Yo
buenas obras, la práctica de las virtudes, su
soy la resurrección y la vida… Yo he veni-
progreso espiritual y su santidad; pero lo que
do para que tengan vida y la tengan abun-
en realidad obra en ellos estas maravillas no
dante» (Jo., XI, 25; X, 10).
es otra cosa que la savia de la gracia de Cris-
Él es la causa eficiente y universal de to- to: «Como el sarmiento no puede dar fruto
das las gracias, tanto por su misma virtud de sí mismo, si no permaneciera en la vid,
divina como por la donación que nos hace tampoco vosotros, si no permaneciereis en
del Espíritu Santo. Su humanidad es el ins- mi» (Jo., XV, 4).
trumento de la divinidad, que realiza en las
Todo irradia vida en Jesucristo: sus pala-
almas este aumento de la vida sobrenatural
bras, sus acciones, sus mismos estados.
que las transforma de suerte que, a los ojos
Todos sus misterios, lo mismo los de su
del Padre celestial, se asemejan realmente
infancia que los de su muerte, los de su re-
a su Hijo encarnado. Cristo obra por medio
surrección y los de su gloria, tienen un po-
de los sacramentos y también independien-
der de santificación que siempre es eficaz.
temente de ellos; la oración, la contempla-
Su pasado nunca queda abolido: «Cristo,
ción de sus misterios, la humildad y el amor
resucitado de entre los muertos, ya no mue-
en todas sus formas disponen al alma para
re, la muerte no tiene ya dominio sobre Él»
su acción.
(Rom., VI, 9). «Jesucristo es el mismo ayer,
Nos enseña la doctrina de la Iglesia que hoy y por los siglos» (Hebr., XIII, 8). Ince-
el Espíritu Santo –don por excelencia del santemente nos está comunicando la vida
Padre y del Hijo– graba en la entraña del sobrenatural.
30 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

Pero sucede con demasiada frecuencia


que nuestra falta de atención o de fe impi-
de su acción en nuestras almas. Vivir de la
vida divina no viene a ser para nosotros otra
cosa que poseer la gracia santificante y ha-
cer que todos nuestros pensamientos, to- III
dos nuestros afectos y toda nuestra activi-
dad procedan de Cristo, mediante una ad-
hesión íntima de fe y de amor. Sacerdos alter Christus
Si alguno de vosotros dijera que no
puede tender a semejante elevación del
alma, porque está en manifiesta despropor- 1.- El carácter sacramental
ción con su debilidad, yo reconozco que ha- Quod est Christus, erimus, Christiani:
bría de responderle lealmente: Sí; esto os «Lo que Cristo es, eso mismo seremos
es completamente imposible, si no contáis nosotros los cristianos», decía un Padre de
más que con vuestras fuerzas naturales y no la Iglesia [San Cipriano, De idolorum va-
dais tiempo al tiempo. Pero tened en cuen- nitate, XV. P. L., 4, col. 603], para recordar
ta que es tan poderosa la acción de Cristo, a los fieles su eminente dignidad. Y cierta-
tan santificadora la influencia de la Misa mente, toda la acción de los sacramentos,
bien celebrada, de la comunión, de la atmós- empezando por el del bautismo, nos ase-
fera de oración y de noble generosidad en meja al Salvador: «Cuantos en Cristo ha-
que normalmente se mueve la vida del sa- béis sido bautizados, os habéis vestido de
cerdote, que es necesario abrir el corazón a Cristo» (Gal., III, 27). «Vestirse de Cristo»
una esperanza sin límites. Basta que le guar- significa para todos los cristianos hacerse
déis un poco de fidelidad, para que Cristo semejantes a Él en su cualidad de Hijo de
os eleve con su gracia. Dios. Y para nosotros los sacerdotes signi-
Aunque vuestra vida sacerdotal parezca fica, además, recibir la investidura de su
vulgar a los ojos de algunos –así suele juz- sacerdocio.
garla frecuentemente el mundo–, estad se- Esta asimilación a Cristo, que es efecto
guros de que a los ojos de Dios es grande y de los sacramentos, está llena de misterio.
agradable al Señor, porque el Padre ve que La gracia santificante, y el carácter que im-
en ella se refleja la imagen de la vida de su primen el bautismo, la confirmación y el
Hijo: «Estáis muertos y vuestra vida está es- orden, concurren cada uno a su manera a
condida con Cristo en Dios» (Col., III, 3). perfeccionar en el alma del sacerdote esta
asimilación sobrenatural.
Como sabéis, la gracia de adopción es un
«germen de vida», dotado de actividad, su-
jeto a una ley de crecimiento y ordenado,
con todo su dinamismo, a hacer al hombre
participante de la felicidad divina. Esta gra-
cia nos habilita psicológicamente para co-
nocer, amar y poseer a Dios, como Él se
conoce y se ama. Así penetramos en la in-
timidad de la vida divina.
Iª Parte – Cristo, autor de nuestro sacerdocio y de nuestra santidad 31

Los tres caracteres sacramentales que Sin duda que él no ejecuta con el sacer-
hemos mencionado contribuyen también, dote la inmolación sacramental, pues el
aunque de distinta manera, a producir en el bautismo no confiere semejante poder.
alma una semejanza con Cristo. Pero esta Pero, por restringido que sea el sacerdo-
semejanza no admite crecimiento vital ni cio de los fieles, supone ya una gran digni-
cambio alguno, sino que queda inde- dad. Y esta es la razón de porqué San Pedro
leblemente grabada en el alma de una vez da a la asamblea cristiana el espléndido tí-
para siempre. tulo de «sacerdocio real», regale sacerdo-
¿Qué es, en efecto, el «carácter»? Es una tium (I Petr., II, 9).
huella sagrada, un sello espiritual impreso
en el alma que consagra el hombre a Cris- Por el carácter que confiere y por las gra-
to, como discípulo, soldado o ministro cias que le son propias, la confirmación
suyo. El carácter nos marca para siempre añade nuevos trazos a esta semejanza y a
con la señal del Redentor y nos hace en esta dependencia del bautizado respecto
cierta manera semejantes a Él. del Salvador. La confirmación marca al dis-
En virtud de su misma presencia, el ca- cípulo para hacer de él un cristiano que pro-
rácter reclama y exige en el alma de un clame su fe, que la atestigüe, la defienda, la
modo estable la gracia santificante. ¿No propague y luche en su defensa como sol-
sería, acaso, contrario a la condición de dado de Cristo, vigorizado por los dones y
discípulo, de soldado y, sobre todo, de mi- por la gracia del Espíritu Santo.
nistro asociado a su divino Maestro para El grado supremo de esta asimilación
ofrecer el sacrificio y dispensar los sacra- se realiza en el sacramento del orden, en
mentales, no vivir en la amistad de Aquel, el que, por la imposición de las manos del
cuya señal indeleble lleva grabada en la en- obispo, el ordenado recibe el Espíritu San-
traña de su ser? to, que le comunica un poder eminente, tan-
to sobre el cuerpo real como sobre el Cuer-
Las expresiones consagración, sello in- po Místico del Salvador. De esta manera,
deleble, exigencia de la gracia, no agotan los sacerdotes de este mundo son asocia-
toda la noción y el sentido del «carácter», dos al eterno Pontífice y se convierten en
tal como la Iglesia lo entiende. Hay que medianeros entre los hombres y la divini-
considerar, además, en el carácter la «po- dad.
testad espiritual», spiritualis potestas. El efecto principal de este sacramento lo
El carácter bautismal otorga a todo cris- constituye el carácter [Santo Tomás, Sum.
tiano, además de la capacidad de recibir los Teol., III, Supplem. q. 34, a. 2]. De la mis-
demás sacramentos, el poder real, aunque ma manera que en Jesús la unión hipostática
inicial, de participar del sacerdocio de Cris- es la razón de su plenitud de gracia, así tam-
to. Por eso, en la santa Misa, puede aso- bién en el sacerdote el carácter sacerdotal
ciarse legítimamente al celebrante y ofre- es la fuente de todos los carismas, que le
cer juntamente con el sacerdote el cuerpo elevan por encima de los simples cristia-
y la sangre de Cristo; y puede juntar a la nos.
inmolación del Salvador el «sacrificio» Este carácter es un poder sobrenatural que
espiritual de sus acciones y de sus sufri- os ha sido conferido, para haceros aptos
mientos [Santo Tomás, Sum. Teol., III, q. 82, para ofrecer, como ministros de Cristo, el
a. 1, ad 2]. sacrificio eucarístico y para perdonar los
32 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

pecados. Es así mismo un manantial del cual levanta, es ya un hombre transformado: «Tú
brota una gracia sobreabundante, que es eres sacerdote eterno, según el orden de Mel-
fuerza y luz para toda vuestra vida. E impri- quisedec» (Ps., 109, 4).
me en el alma una huella imborrable por Este día recibisteis un sello divino que
toda la eternidad, que es principio de una se grabó en la entraña misma de vuestro ser
inmensa gloria en el cielo o de una afrenta y fuisteis consagrados a Dios, en cuerpo y
indecible en el infierno. alma, cmo un vaso de altar, cuya profana-
Esto os demuestra cuán íntima es la ción constituye un sacrilegio.
unión de Cristo y de su sacerdote. Toda la
antigüedad cristiana consideraba al sacer-
dote como formando un solo ser con Cris-
to. «El sacerdote es la imagen viviente, y el 2.- Tres aspectos
representante autorizado del supremo Pon- de la asimilación del sacerdote
tífice»: Sacerdos Christi figura expressa- a Jesucristo
que forma [San Cirilo de Alejandría, De
adoratione in Spiritu Sancto. P. G. 68, col. No cabe error más funesto para un sacer-
882]. El repetido adagio Sacerdos alter dote que el de subestimar la dignidad sa-
Christus expresa perfectamente esta fe de cerdotal. Su deber más sagrado consiste,
la Iglesia. por el contrario, en formarse una alta idea
de la misma.
Recordad lo que ocurre el día de la orde-
nación. La mañana de aquel día bendito, un
joven levita, anonadado por el sentimiento El primer aspecto de nuestra asimilación
de su indignidad y de su flaqueza, se pros- a Cristo en el sacerdocio lo expresó el mis-
terna ante el obispo, representante del Pon- mo Jesús cuando dijo a sus apóstoles: «No
tífice celestial. Inclina su cabeza en la im- me habéis elegido vosotros a mí, sino que
posición de las manos del prelado consa- Yo os elegí a vosotros» (Jo., XV, 16).
grante, al tiempo que el Espíritu Santo se «Y ninguno se toma por sí este honor,
cierne sobre él y el Padre eterno contem- sino el que es llamado por Dios, como
pla, con una mirada de infinita complacen- Aarón» (Hebr., V, 4). ¿Cuál es la razón de
cia, a este nuevo sacerdote, viva imagen de esta exigencia? Es que nadie tiene derecho
su amado Hijo: Hic est Filius meus di- a elevarse por sí mismo a una dignidad tan
lectus… eminente. En Jesucristo, el sacerdocio
Mientras el obispo sostiene la mano ex- constituye un don concedido por el Padre.
tendida y todos los sacerdotes presentes Cristo, nos dice San Pablo, no se elevó por
imitan este gesto, cobran una nueva reali- sí mismo al supremo pontificado, sino que
dad las palabras que el ángel dirigió a Ma- lo recibió de Aquel que le dijo: «Tú eres
ría: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la mi Hijo… Tú eres sacerdote eterno según
virtud del Altísimo te cubrirá con su som- el orden de Melquisedec». De la misma
bra» (Lc., I, 35). manera el sacerdote debe ser también ele-
Se puede afirmar con toda verdad que, en gido por el Todopoderoso.
este misterioso momento, el Espíritu San- Debemos mantener siempre en nosotros
to cubre al elegido del Señor y realiza una una fe viva y desbordante de agradecimien-
eterna semejanza entre el nuevo sacerdote to por la elección de que la Providencia
y Cristo, hasta el punto de que, cuando se misericordiosa nos ha hecho objeto con
Iª Parte – Cristo, autor de nuestro sacerdocio y de nuestra santidad 33

vistas al sacerdocio: «Tu Dios te ha ungido cielo para ofrecer al Señor los dones de los
con el óleo de la alegría, más que a tus com- hombres y comunicarles, en cambio, las
pañeros» (Ps., 44, 8). Esta elección supo- gracias de Dios. «Todo Pontífice tomado
ne de parte de Dios una mirada privilegiada de entre los hombres, a favor de los hom-
de amor. Muchas veces el Señor nos prote- bres, es instituido para las cosas que miran
gió ya desde la infancia o desde la adoles- a Dios». Pro hominibus constituitur in iis
cencia, y nos condujo bajo su amparo por quæ sunt ad Deum (Hebr., V, 1).
los caminos de la vida. El don del sacerdo- Antes de subir a los cielos, Jesús quiso
cio es como un anillo de oro, el primero dejar tras de sí hombres que tuvieran la su-
de una interminable cadena de singulares blime misión de continuar y renovar sus
gracias, reservadas a los ministros del al- propios gestos de poder y de amor. El sa-
tar. Habituémonos a encontrar en este mag- cerdote ocupa el lugar de Cristo: Sacerdos
nífico pensamiento un perpetuo estímulo vice Christi vere fungitur qui, id quod
para nuestra fidelidad. (Christus) fecit, imitatur [«El sacerdote
Es verdad que ninguno de nosotros pue- hace las veces de Cristo, porque realiza lo
de escrutar el misterio de la predestinación, mismo que Cristo hizo antes que él».
que está oculto en Dios. Pero hay indicios (Epist. 63, P. L. 4, col. 397)]. Así se expre-
reveladores que nos permiten formar pru- sa San Cipriano, con toda la tradición cris-
dentemente un juicio práctico y personal tiana.
sobre los planes que Dios tiene respecto
Jesucristo comunica a sus sacerdotes
de un alma. Sólo el obispo, como repre-
algo más que una simple delegación. Les
sentante auténtico de Dios, tiene compe-
reviste de su mismo poder y obra eficaz-
tencia para juzgar en última instancia del
mente por su ministerio. Esta es la razón
valor de las señales de vocación que ofrece
de porqué nuestro sacerdocio está total-
un candidato al sacerdocio y solamente él es
mente subordinado al de Cristo. Y de esta
quien puede, por el llamamiento canónico,
subordinación nace su dignidad suprema,
manifestar la voluntad de lo alto.
porque nuestro sacerdocio no es otra cosa
Quien tenga la osadía de recibir el Espíri- que un reflejo del sacerdocio del Hijo
tu Santo y la unción sacerdotal sin esta voca- unigénito.
ción celestial, comete uno de los más gra-
ves pecados, que nunca queda sin castigo. Al sacerdote le han sido encomendados
los dones sagrados: sacra dans. Y esto por
Por el contrario, cuando, dócil a la lla- dos razones. En primer lugar, él es quien
mada del obispo, el diácono recibe la im- ofrece al Padre a Jesús, inmolado sacra-
posición de las manos, puede tener por se- mentalmente; y este es el don por excelen-
guro que Dios, en su infinita misericordia, cia que la Iglesia de la tierra presenta a Dios.
le ha hecho objeto de su elección. Y esto En segundo lugar, él es quien hace partici-
es lo que hace que sea tan pura la felicidad pantes a los hombres de los frutos de la
que experimenta y tan legítimo el orgullo redención, haciendo llegar hasta ellos las
que siente de ser sacerdote. gracias y los perdones divinos. El sacerdo-
te está asociado a toda la obra de la reden-
El sacerdote se identifica, además, con ción, como dispensador autorizado de los
Cristo a causa del poder de que está in- tesoros y de las misericordias de Cristo:
vestido. Sic nos existimet homo ut ministros Chris-
El sacerdocio tiene por fin establecer ti et dispensatores mysteriorum Dei: «Es
intermediarios sagrados entre la tierra y el preciso que los hombres vean en nosotros
34 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

ministros de Cristo y dispensadores de los filius (Mt., XIII, 55)? A los ojos del Sane-
misterios de Dios» (I Cor., IV, 1). Jacob se drín y de los soldados romanos era un «mal-
revistió de los vestidos de su hermano Esaú hechor» digno de muerte. Y, sin embargo, a
para presentarse ante su padre Isaac y atra- pesar de estas apariencias, era el Verbo de
jo sobre sí todas las bendiciones que tenía Dios, el supremo Señor del universo, la fuen-
reservadas para su primogénito. De la mis- te de todas las bendiciones.
ma suerte, el sacerdote, revestido del mis- Bajo las apariencias de un hombre sujeto
mo poder de Cristo en virtud de su carácter a las necesidades y a las miserias de este
sacerdotal, puede decir al Señor con mu- mundo, el sacerdote oculta en lo íntimo de
cha más razón que Jacob: «Yo soy tu hijo su ser la invisible grandeza de su sacerdo-
primogénito» (Gen., XXVII, 32). cio. Los incrédulos le miran frecuentemen-
Y es tan completa su identificación con te como a un ser nocivo para la sociedad, y
el Pontífice eterno, que, en la misa, el sa- apenas le reconocen los derechos y las con-
cerdote no dice: «Este es el cuerpo…, la sideraciones que le son otorgadas al últi-
sangre de Cristo», sino: «Esto es mi cuer- mo de los ciudadanos.
po…, esta es mi sangre»… Y cuando en el
sacramento de la penitencia perdona los Y, sin embargo, ¡qué poderes tan sobre-
pecados, ¿cuáles son las palabras que pro- humanos en unas manos tan frágiles! Este
nuncia? Ego te absolvo. «Yo te absuelvo». hombre, que en nada se diferencia de los
Lejos de hacer ninguna apelación a Dios, demás, tiene unos poderes verdaderamen-
él habla y manda con autoridad. ¿Y por qué te divinos. Basta que él hable para que Cris-
así? Porque la Iglesia, al poner en sus la- to baje al altar para ser inmolado. Abruma-
bios la fórmula sagrada, sabe con certeza do por el peso de sus pecados, el penitente
que en la administración de este sacramen- se arrodilla ante él y el sacerdote le dice
to, el sacerdote es una misma cosa con en nombre de Dios: «Vete en paz». Y este
«Cristo que obra con él y por él»: Agit in mismo pecador, que un minuto antes pudo
persona Christi. ser condenado a los tormentos eternos, se
levanta perdonado y justificado, con el alma
El sacerdocio es una sublime prerrogati- iluminada por la gracia celestial.
va que el Padre concede a su ministro de la
misma suerte que se la concedió a su Hijo. Así es como Jesús perpetúa su misión de
Esta prerrogativa eleva al hombre a la ma- santificar a los fieles. Por intermedio de
yor semejanza posible con el Verbo encar- sus sacerdotes, continúa interviniendo en
nado. No hay en la tierra excelencia alguna todas las etapas de la vida de sus elegidos,
que supere a la del sacerdocio. desde su nacimiento hasta la hora de su
muerte. Esto explica la reverencia y el amor
con que el pueblo cristiano ha honrado al
En tercer lugar, de la misma manera que ministro de Cristo. En la creencia de la Igle-
Jesucristo es a un tiempo verdadero Dios y sia, el sacerdote aparece como confundido
verdadero hombre, así también el sacer- con su divino Maestro.
dote lleva en sí un elemento divino y un En cierta ocasión, San Francisco de Sa-
elemento humano. les confirió el sagrado presbiterado a un
Durante los días de su vida mortal, Jesús joven levita. Terminada la ceremonia, el
ocultaba su divinidad bajo los velos de su santo se fijó en que el nuevo sacerdote se
humanidad. Para la gente que le trataba, era detenía en la puerta de la iglesia, como si
«hijo de un obrero»: Nonne hic est fabri discutiera con un ser invisible sobre quién
Iª Parte – Cristo, autor de nuestro sacerdocio y de nuestra santidad 35

debía pasar el primero. ¿Qué es lo que su- cibida el día de la ordenación»: Noli
cede?, preguntó el santo. A lo que el joven negligere gratiam quæ in te est (I Tim., IV,
levita repuso que él tenía la felicidad de ver 14).
al ángel de su guarda. «Antes de que yo fue- El que se conforma con evitar el pecado,
se sacerdote, dijo, él siempre me precedía, sin tener otras aspiraciones más altas, esto
pero ahora quiere que yo pase el primero» es, sin vivir una vida de fe y de amor, se
[Mons. Trochu, Saint François de Sales, expone al grave riesgo de perderse. Y aún
1, 2 s]. Los ángeles no son sacerdotes y por en el caso de que no llegue a tal extremo,
eso reverencian en nosotros esta dignidad consumirá su existencia sin experimentar
que ellos adoran en Cristo. las íntimas alegrías que Dios depara a los
sacerdotes que le son fieles, y sin haber
realizado en toda su plenitud la misión sa-
3.- Llamamiento a la santidad cerdotal que de él se esperaba.
Jesús considera a sus sacerdotes como
a sus íntimos amigos. Prueba de ello son Ya en el Antiguo Testamento, Dios exi-
estas palabras que Jesús dirigió a sus após- gía que los ministros del culto fuesen san-
toles inmediatamente después de haberles tos, aunque los sacrificios de machos ca-
conferido el sacerdocio: «Ya no os llamo bríos y de terneras que ofrecían no eran
siervos, porque el siervo no sabe lo que hace sino figura del sacrificio de la Nueva Alian-
su señor; pero os digo amigos, porque todo za. ¿Con cuánta más razón, pues, no recla-
lo que oí de mi Padre os lo he dado a cono- mará de nosotros el Señor una gran pureza
cer» (Jo., XV, 15). También a vosotros os de vida?
fueron dichas estas mismas palabras, des-
pués de vuestra ordenación, en nombre de Hay tres motivos que recuerdan constan-
Jesús. temente a todo sacerdote su deber de ten-
der a la santidad: el poder que ejerce sobre
Vuestra dignidad comporta para vosotros el cuerpo y la sangre del Hijo de Dios, su
una grave obligación de conciencia y un lla- función de dispensador de la gracia (¿no le
mamiento constante para que aspiréis a la obliga acaso este título a ser él quien pri-
perfección que reclama vuestro estado. mero se santifique por ella?) y, por fin, el
pueblo cristiano, que espera de él la lec-
ción de su ejemplo. Si él predica a los de-
Todo es sobrenatural en el sacerdocio. más la ley de Cristo, ¿podrá desmentir con
Las máximas de este mundo no nos sir- su conducta la verdad de lo que enseña?
ven para apreciar en su justa medida este Santo Tomás, resumiendo la doctrina tra-
don divino. «El mundo no ha conocido a dicional sobre esta materia, exalta en los
Dios», ni las cosas de Dios: Pater juste, siguientes términos la dignidad sacerdotal:
mundus te non cognovit (Jo., XVII, 25). «El que recibe el orden sagrado, se hace
Ya desde el seminario, el aspirante al sa- capaz de ejercer las más excelentes funcio-
cerdocio debe tener una clara convicción nes, por las cuales se rinde homenaje a
de la verdadera santidad a la cual es llamado. Cristo en el sacramento del altar» [Sum.
Después de su ordenación, deberá mante- Theol., II-II, q. 184, a. 8]. Y añade: «Los
ner y desarrollar esta convicción con una sacerdotes, que han sido elevados a un mi-
vida de oración y de sacrificio. Nunca po- nisterio tan eminente, no pueden confor-
dremos exagerar «el valor de la gracia re- marse con adquirir una bondad moral
36 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

cualquiera, sino que se les exige una virtud ser sacerdotes cuando bajamos del altar,
extraordinaria» [Ibíd. Supplem., q. 35, a. 1, sino que seguimos siéndolo dondequiera y
ad 3]. siempre. A la manera de Jesús, vivamos
siempre con el alma vuelta a los intereses
¿Reflexionamos lo suficiente sobre es- de Dios: In his quæ Patris mei sunt oportet
tas consideraciones? Nosotros somos los me esse (Lc., II, 49).
íntimos de Jesucristo, los ministros de su Recordad la parábola de los talentos.
sacrificio. Esta proximidad al Salvador nos Nosotros somos de aquellos que recibie-
debería servir de constante estímulo. Las ron cinco. Reflexionemos seriamente en
almas predilectas de Dios que no han reci- ello. ¿Cumplimos las funciones de nuestro
bido el don del sacerdocio no gozan de las sacerdocio con aquella dignidad de senti-
facilidades de acceso que nosotros tene- mientos que se merecen? A ejemplo de
mos para llegar a Él. Una Santa Gertrudis, María, madre de Jesús, que poseía una santi-
una Santa Teresa, tan colmadas de gracias, dad eminente, el sacerdote, por razón de su
tan familiarmente unidas al Señor, ¿acaso intimidad con «el que es la santidad mis-
han podido alguna vez consagrar el pan y el ma», Tu solus sanctus, Jesu Christe, se es-
vino, tomar la hostia en sus manos o admi- forzará en conseguir que toda su vida esté
nistrar la comunión? ungida de un gran espíritu de pureza y de
Hasta tal punto es la hostia cosa propia una constante elevación del alma.
del sacerdote, que el poder que ejerce so- Para no perder el ánimo en esta marcha
bre ella no tiene otros límites que el de las ascendente, debe reavivar constantemente
leyes y prescripciones de la Iglesia. Jesús en su alma el deseo de adquirir la perfec-
se confía a su sacerdote como se confió a ción, y recordar aquellas palabras del
María y, fuera del caso de necesidad, él es pontifical que el obispo dirige a los orde-
el único que puede tocarlo y darlo a los nados: «Poderoso es Dios para aumentar
demás. El guarda la llave del sagrario. El en ti su gracia». Potens est Deus ut augeat
toma a Jesús para llevarlo a los enfermos, in te gratiam suam.
para bendecir al pueblo y para pasearlo en
procesión por las calles.
4.- Imitamini quod tractatis
¿Podrá darse la posibilidad de que haya
seglares, a veces aún entre las humildes El sacerdote es alter Christus y, a seme-
mujercitas del pueblo, que amen a Jesús janza de su divino Maestro, debe ser una
más que sus sacerdotes? Procuremos, pues, hostia inmolada a la gloria de Dios y con-
decir a Jesús con todas las veras de nuestro sagrada a la salvación de las almas. Puede
corazón: «Oh Cristo, Vos os habéis entre- ser un sabio, un reformador social, un ge-
gado a mí, Vos me habéis encomendado el nial organizador; pero si no es más que esto,
cuidado de las almas que os pertenecen; no responde a las miras que Dios tenía
también yo quiero entregarme del todo a puesta en él.
Vos; servíos de mí como mejor os agrade». ¿Pues a qué altura de vida moral invi-
Tanto cuando trabajaba en Nazaret como ta la Iglesia a sus sacerdotes?
cuando iba por los caminos de Galilea o ha- El pontifical indica en términos conci-
blaba con sus apóstoles o se retiraba a orar sos y exactos cuál es el conjunto de virtu-
en el monte, Jesús siempre tenía concien- des que corresponden al ministro de Cris-
cia de su sacerdocio. Lo mismo debiera to. No hay fuente de enseñanza más autén-
decirse de nosotros, porque no dejamos de tica.
Iª Parte – Cristo, autor de nuestro sacerdocio y de nuestra santidad 37

Poco antes del rito de la imposición de Pero hay en Jesús un Santo de los santos,
las manos, el obispo pronuncia estas pala- un tabernáculo cerrado, donde el alma del
bras: «Que estos elegidos se distingan por sacerdote debe desear entrar, porque allí
una fidelidad constante a la justicia»: diu- está la fuente de donde mana toda la vida
turna justitiæ observatio; que su conduc- interior de Jesús. Desde el punto mismo
ta sea un reflejo de «la castidad y pureza de de su encarnación, «el Salvador se entregó
su vida». Y les encarece que «prediquen no enteramente al cumplimiento de la volun-
menos con el ejemplo que con la doctrina tad del Padre»: Ecce venio… ut faciam,
y que el perfume de sus virtudes sea la ale- Deus, voluntatem tuam (Hebr., X, 7). Y
gría de la iglesia de Dios»: Sit odor vitæ nunca renunció al cumplimiento de esta
vestræ delectamentum Ecclesiæ Christi. voluntad.
Debemos fijar principalmente nuestra He aquí nuestra consigna: imitar a Jesús
atención en una de las exhortaciones que en la entrega total de su vida a la gloria de
hace el obispo consagrante: «Advertir lo Dios y a la salvación del mundo. Tal es la
que hacéis: imitad lo que tratáis: de suerte perfección que corresponde al sacerdote y
que, celebrando el misterio de la muerte esta vocación supera a la angélica.
del Señor, procuréis mortificar vuestros
miembros, huyendo del vicio y de la con- Obedecer a esta invitación: «Imitad el
cupiscencia»: Agnoscite quod agitis; misterio del que vosotros sois los minis-
imitamini quod tractatis: quatenus mortis tros», no solamente significa celebrar la
dominicæ mysterium celebrantes, mortifi- Misa con espíritu de piedad, sino, sobre
care membra vestra a vitiis et concupis- todo, unir a la ofrenda de Jesús la oblación
centiis omnibus procuretis. más completa de nuestra vida. Debemos
caer en la cuenta de que la muerte de Jesús
Tal es el verdadero programa de nuestra en la cruz se preparó a todo lo largo de su
santidad. Si queremos estar a la altura de existencia terrena. «Por nosotros» bajó del
nuestro sacerdocio, si queremos que su cielo, como dice el Credo: Propter nos ho-
perfume penetre toda nuestra vida, si que- mines et propter nostram salutem. Cuan-
remos, en una palabra, vivir inflamados de do vivía en Nazaret, en el modesto taller de
amor y de celo por la salvación de las al- José, tenía plena conciencia de que era la
mas (y esta debe ser nuestra noble ambi- víctima destinada a la suprema inmolación.
ción), debemos consagrarnos, según nos Y aceptó por anticipado toda la trama de su
dice el obispo en la ordenación, a imitar y vida y previó su pasión con todo el cortejo
a reproducir en nosotros a Jesucristo sa- de sus afrentas y sufrimientos. Y cuando
cerdote y hostia. Si participamos de su dig- llegó su hora, Jesús, movido por un impul-
nidad sacerdotal, ¿no deberemos participar so de inmenso amor, se ofreció por nues-
también de su oblación? tra redención: Crucifixus etiam pro nobis.
Esta aceptación plena de todos los desig-
Podemos contemplar a Jesucristo en nios de Dios nos servirá de modelo. Imi-
cada uno de los estados de su vida, y en tamini... Presentemos también nosotros en
cada una de sus virtudes. Él es el ideal el altar al Señor todo el desarrollo de nues-
que todos deben imitar. Lo mismo el niño tra existencia, aceptándolo, amándolo, ofre-
que el adulto y el obrero como la virgen o ciéndolo y consagrándolo amorosamente a
el religioso encuentran en Él el modelo la causa de Dios y al bien de las almas. Esta
más acabado para su respectivo estado. imitación diaria de la ofrenda de Jesús nos
38 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

permitirá penetrar gradualmente en la inti- riándome en mis debilidades para que ha-
midad misteriosa del alma del divino Maes- bite en mí la fuerza de Cristo» (II Cor., XII,
tro. 9). Y nos dice en otro lugar: «Mas en todas
estas cosas vencemos por Aquel que nos
amó» (Rom., VIII, 37). Tal llegó a ser su
5.- A ejemplo de San Pablo unión con Cristo, que pudo exclamar: «Para
Entre aquellos a quienes el Señor ha he- mí, la vida es Cristo» (Philip., I, 21). Y en
cho el insigne honor de asociarlos a su sa- otra ocasión: «Vivo en la fe del Hijo de Dios,
cerdocio, nadie ha comprendido como San que me amó y se entregó por mí» (Gal., II,
Pablo la amplitud y la profundidad de esta 20). Si alguna vez ha habido un sacerdote
vocación. que haya comprendido los abismos de la
Desde que Cristo se le reveló, el mundo, pasión y de la muerte de Jesús, y la inmen-
«la carne y la sangre no supusieron nada a sidad de las misericordias divinas, este sa-
sus ojos». Continuo non acquievi carni et cerdote fue, sin duda, el gran San Pablo.
sanguini (Gal., I, 16). Él se sabía ministro, Según decía, siempre estaba «clavado a la
sacerdote y apóstol de Cristo, «predesti- cruz»: Christo confixus sum cruci (Gal.,
nado como tal desde el seno de su madre»: II, 19). Ahora bien, el que está clavado a la
Me segregavit ex utero matris meæ (Ibid., cruz, realmente es una víctima.
15). Cuando narra a los corintios la histo- De ahí resulta que podía decir con toda
ria de su vida, la describe como una serie verdad: Vivo ego, jam non ego, vivit vero
ininterrumpida, como un encadenamiento in me Christus (Ibid., 20). Cristo está en
maravilloso de sufrimientos soportados por mí. Vosotros sois testigos de mi actividad;
Cristo y de trabajos emprendidos para ma- pero tened bien entendido que mi celo y
nifestar las riquezas de su gracia: «Tres ve- mis palabras no son propiamente mías, sino
ces fui azotado con varas, una vez fui ape- de Cristo, que es quien anima toda mi vida,
dreado»… Peligros de todo género jalo- ya que yo me he entregado enteramente a
naban sus jornadas: «peligros en la ciu- Él para ser ministro suyo. Por la gracia de
dad…, en el desierto…, entre los falsos Cristo, yo vivo del amor de Aquél que dio
hermanos». El hambre, el frío y muchas su vida por mí.
otras miserias llegaron a hacérsele fami- Si queremos que nuestra vida sacerdotal
liares. Y por encima de todo esto, las gra- se mantenga a la debida altura de santidad;
ves preocupaciones de su alma por «los en lugar de limitarnos a una recitación apre-
cuidados inherentes a la fundación de las surada del breviario y a una celebración ru-
cristiandades nuevas»: Sollicitudo omnium tinaria de la santa Misa, unámonos, en el
ecclesiarum. Incluso las dificultades per- sentido verdadero de la palabra, a la cruz de
sonales de los convertidos encontraban Cristo. Es preciso que la tengamos bien fija
siempre un eco en su corazón: «Quién des- en el centro mismo de nuestro corazón para
fallece que no desfallezca yo? ¿Quién se que Jesús nos asocie a su holocausto. San
escandaliza que yo no me abrase?» (II Cor., Paulino de Nola expresa admirablemente
XI, 25 y siguientes). esta idea, cuando escribe: Ipse Dominus
Pero, a pesar de todas estas tribulacio- hostia omnium sacerdotum est… Ipsique
nes, San Pablo nunca se sentía abatido. Y él sunt hostiæ sacerdotes [«El Señor es la
mismo nos confía el secreto que le permi- hostia que ofrecen los sacerdotes… En
tía conservar siempre su ánimo esforzado: cambio, los sacerdotes deben ser hostias
«Muy gustosamente, pues, continuaré glo- para Él». (Epíst. XI, P. L. 61, col.196].
Iª Parte – Cristo, autor de nuestro sacerdocio y de nuestra santidad 39

Con relativa frecuencia encontramos en por la salvación de las almas: «Para que los
el mundo almas que se creen víctimas; pero que viven no vivan ya para sí mismos, sino
que, en realidad, lo son de su imaginación para Aquel que por ellos murió y resucitó»
exaltada, porque se quejan al menor alfile- (II Cor., V, 15).
razo que sientan. Por el contrario, las al-
San Pablo, no solamente celebraba el sa-
mas que verdaderamente han hecho inmo-
crificio de la Misa, sino que se unía a él,
lación de su vida, manifiestan su condición
vivía de él y se estimaba sacerdote y hostia
de víctimas en todos los detalles del día.
en unión de Cristo.
Sus actos de abnegación y sus sufrimien-
tos suben como un perfume, continua y si- Si queréis ser sacerdotes santos, como
lenciosamente, hasta el trono de Dios. Hay yo os lo deseo, inspiraos en este ejemplo
almas que viven ocultas e ignoradas en los del Apóstol. ¿No es él quien escribía: «Os
claustros o aún en medio del mundo, que exhorto a ser imitadores míos, como yo lo
han abrazado heroicamente este ideal. ¿Qué soy de Cristo»: Imitatores mei estote, sicut
razón hay para que nosotros los sacerdotes et ego Christi (I Cor., IV, 16)?
de Jesús no lo abracemos igualmente?
Pero volvamos a San Pablo, porque él nos
ilumina acerca de esta vocación cuando nos 6.- El sacerdote,
dice: «Suplo en mi carne lo que falta a las fuente de gracias para las almas
tribulaciones de Cristo» (Col., I, 24). ¡Qué
expresión más misteriosa! ¿Pero es que El sacerdocio eterno de Cristo es la fuen-
puede faltar algo a los méritos infinitos de te de donde brotan todas las gracias que los
Jesucristo? ¿No ha llevado a cabo, hasta la hombres reciben en este mundo y la felici-
última iota y con un amor perfecto, el pro- dad de la que han de gozar durante toda la
grama que le trazó su Padre? Y con todo, eternidad: De plenitudine ejus nos omnes
San Pablo escribe: «Yo suplo…» accepimus (Jo., I, 16).
El sacerdocio cristiano es prácticamen-
He aquí la respuesta. Por un decreto de
te el canal ordinario de todos los dones
su adorable sabiduría, Dios ha reservado a
sobrenaturales que Dios concede al mun-
su Iglesia una parte de las satisfacciones
do, porque su misión es la de continuar en
debidas por los pecados del mundo. Las al-
la tierra la obra de Jesús y se ejerce en vir-
mas que, informadas de este espíritu, de-
tud de su poder.
seen unirse a Cristo tributan a Dios una gran
gloria, y «completan» con su oblación el Si consideramos nuestra dignidad de sa-
total de las expiaciones que la justicia infi- cerdotes bajo este aspecto, descubriremos
nita exigía a la humanidad. Nada, pues, po- en ella una grandeza incomparable.
déis hacer que tenga un sentido más real Puede Dios en su liberalidad soberana
que poneros ante el altar y rogar al Padre dispensar libérrimamente sus gracias inde-
que os acepte juntamente con la oblación pendientemente de nuestro ministerio. Sin
que de sí mismo hace Jesucristo. embargo, según el plan de la sabiduría eter-
na, ha querido que la adopción divina, el
Si el Apóstol hablaba de esta suerte, era
perdón de los pecados, los socorros del
porque se sentía sacerdote en toda la ex-
cielo y toda la enseñanza de la revelación
tensión de la palabra; un sacerdote que unía
nos llegue por mediación de otros hombres
a la inmolación de Cristo la ofrenda de toda
investidos del poder de lo alto.
una vida de renuncia a sí mismo y de celo
40 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

Este orden de cosas es una prolongación terræ (Mt., V, 13). Esto lo dijo Jesús a sus
de la economía de la encarnación, de la apóstoles. El sacerdote ofrece este germen
misma suerte que el mundo fue rescatado de incorrupción a todos los que entran en
por el sacrificio de un hombre, nuevo Adán contacto con él. Y debiera poder decirse de
cuyos méritos eran de un valor infinito, así él con toda verdad que «de Él salía una vir-
también ahora las gracias de la redención se tud que curaba a todos» (Lc., VI, 19). Pero
comunican por mediación de otros hombres esto depende en gran parte de su santidad
que hacen en la tierra las veces de Cristo. personal.
Esta dispensación de las gracias, que se Cuando la sal pierde su sazón, no sirve
ajusta enteramente a la voluntad del Padre, para otra cosa que para arrojarla como
es un motivo de continua glorificación para un deshecho inútil. Lo mismo sucede con
el Hijo. Porque, cuando los fieles recurren el sacerdote. A poco que pierda el fervor
al sacerdote para ser iluminados y fortale- de su consagración sacerdotal, la acción es-
cidos, reconocen prácticamente que, en la piritual que ejerce sobre las almas tiende a
obra de su salvación y de su santificación, disminuir.
de Cristo es de quien se derivan todos los Por el contrario, cuando está lleno de
bienes espirituales. Los miembros del amor de Dios y fervientemente unido a Je-
Cuerpo Místico que viven esta fe contribu- sús, hace un gran bien, aunque no tenga con-
yen a la exaltación universal del Salvador, y fiado ningún ministerio sagrado. La expe-
participan a su manera en los designios del riencia de todos los días nos enseña que un
Padre, que dijo: «Le he glorificado y le glo- profesor de filosofía, de ciencias, de hu-
rificaré» (Jo., XII, 28). manidades, o un prefecto de disciplina, si
La encarnación tiene por fin elevar a la vive realmente su sacerdocio, ejerce
criatura al orden sobrenatural. Este fin se infaliblemente una bienhechora influencia
realizó radicalmente en Jesucristo, pero aún sobre sus discípulos, aún sin percatarse
es necesario que cada alma, sirviéndose de muchas veces de ello. Ningún laico puede
las gracias que la Iglesia dispensa, llegue a ejercer una influencia tan profunda, por
realizar en sí misma esta exaltación divina. muy ejemplar y edificante que sea, ya que
Por los dones de que son portadores, to- únicamente el sacerdote es por vocación
dos los cristianos son capaces, al menos «la sal de la tierra». No olvidemos jamás
por su ejemplo, de atraer a su prójimo al que somos causas instrumentales de las que
camino de la virtud. Pero el sacerdote debe Jesucristo se sirve para la santificación del
ser un centro de irradiación de vida divina. mundo. La causa instrumental debe estar
El es quien debe comunicar los dones sa- íntimamente unida al agente que la mueve:
grados, y en especial el don por excelen- su acción no se ejerce sino en virtud del
cia, que es Jesucristo. Por la condición agente principal. Seamos nosotros este ins-
misma de su oficio, es director y debe con- trumento humilde y dócil en las manos de
ducir al religioso lo mismo que al simple Dios, sin atribuirnos a nosotros mismos lo
fiel por los caminos de la perfección. A él que Dios realiza por medio de nosotros. La
le corresponde, en una palabra, «hacer que validez de nuestro ministerio sacramental
en todos los corazones resuene el eco del depende de nuestra ordenación y de la ju-
mensaje evangélico»: Prædicate Evange- risdicción que recibimos del obispo. Pero
lium omni creaturæ (Mc., XVI, 15). la fecundidad santificadora de nuestra pa-
Leemos en la misa de los Doctores: «Vo- labra en el confesionario, en la predicación
sotros sois la sal de la tierra»: Vos estis sal y en todas las relaciones que tenemos con
Iª Parte – Cristo, autor de nuestro sacerdocio y de nuestra santidad 41

los fieles se debe en gran parte a nuestra En mi país, que durante tres siglos ha su-
unión con Cristo. frido la persecución religiosa, el sacerdo-
Aún hay un motivo más para que admire- te es no solamente el que ha conservado la
mos la sabiduría de la economía divina. En integridad de la fe en el alma del pueblo,
sus designios misericordiosos, el Padre no sino el consejero a quien siempre se le es-
ha querido limitar el fin de la encarnación cucha, tanto en el seno de la familia como
a la obra de la salvación del mundo, sino en los problemas personales que le presen-
que también ha querido que podamos en- tan los fieles, y por eso todos le estiman
contrar en el Mediador divino un corazón como el consolador y el amigo más fiel.
como el nuestro, un corazón rebosante de A esta gran bondad, que se alimenta en la
ternura y de compasión, que ha experimen- misma fuente que la de Jesús, debe añadir
tado todos nuestros sufrimientos y todas el sacerdote una fe viva en la eficacia de la
nuestras miserias, a excepción del pecado. gracia, de la que es dispensador. Sean cua-
El sacerdote es el continuador en el mun- les sean las deficiencias y los pecados que
do de la misión del Salvador. Esta es la ra- se le presenten, el ministro de Cristo de-
zón de porqué el Señor no ha elegido los berá creer firmemente en el poder de la
dispensadores de su gracia de entre los án- gracia para remediar las necesidades de to-
geles, por puros que sean y por mucho amor dos y de cada uno. Como dice un autor an-
que le profesen, sino precisamente de en- tiguo, Jesús transforma toda alma que ten-
tre los hombres. Los que así hayan sido ele- ga buena voluntad. «Se encuentra con un
gidos, «por la experiencia personal que tie- publicano y hace de él un evangelista; en-
nen del peso de su debilidad humana y por cuentra un blasfemos y lo hace apóstol; un
el sentimiento de su propia indigencia, se ladrón y lo lleva al cielo; una meretriz y la
compadecerán mejor de las debilidades y transforma en más casta que una virgen»
de las ignorancias de los pecadores»: Qui [Pseudo-Crisóstomo, Serm. I in Pent., P.
condolere possit iis qui ignorant et errant, G. 52, col, 803. (Breviario monástico, mar-
quoniam et ipse circumdatus est infirmi- tes de Pentecostés)].
tate (Hebr., V, 2).
Si la divinidad de Jesucristo nos llena de Ocurre a veces que el sacerdote, que está
admiración y reverencia, su bondad y su entregado en cuerpo y alma a su misión,
misericordia nos confortan y nos subyugan. se siente muy por debajo de su ideal. Pero
Lo mismo sucede al pueblo cristiano que esta impresión no debe desanimarle, por-
venera la sublimidad del sacerdocio; pero que este sentimiento de humildad es una de
lo que le atrae en el sacerdote y lo que ex- las mejores disposiciones para atraer so-
cita su amor hacia el ministro de Dios es bre sí mismo y sobre su ministerio la ben-
principalmente su bondad, su compasión dición de Dios.
para toda suerte de dolores y debilidades y Mas para que este convencimiento de su
su entrega absoluta al servicio de todos, propia nada sea agradable al Señor, deberá
semejante a la de San Pablo, que le impul- ir acompañado de una confianza sin límites
saba a escribir con santo orgullo a los ro- en los méritos de Jesús: «Porque en Él,
manos: «Me debo tanto a los sabios como dice San Pablo, habéis sido enriquecidos
a los ignorantes»: Sapientibus et insipien- en todo; en toda palabra y en todo conoci-
tibus debitor sum (I, 14). miento…, de suerte que no escaseéis en don
alguno» (I Cor., I, 5-7). Si mucho importa
que reconozcamos nuestra pobreza, más
42 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

necesario nos es aún decir con el Apóstol:


«Todo lo puedo en Aquél que me conforta»
(Philip., IV, 13). Para cumplir su misión
salvadora, Cristo recibió del Padre la vida
divina; y también nosotros recibimos la gra-
cia de lo alto para ejercer nuestro ministe-
rio con las almas.
Todas las mañanas volvemos a encontrar- Segunda Parte
nos con Jesucristo: su carne y su sangre nos
vivifican. Lo que debemos hacer es recibir-
le con fe para «revestirnos de Él»: Indui- La obra de la
mini Dominum Jesum Christum (Rom.,
XIII, 14). Entonces, nuestro corazón se lle- santificación sacerdotal
nará de amor y de compasión hacia los pe-
cadores, los ignorantes, los atribulados, los
que penan y sufren. Y podremos, a ejemplo
de Jesús, desear que «vengan todos a noso-
tros para ser aliviados»: Venite ad me omnes
qui laboratis et onerati estis, et ego reficiam A) LAS VIRTUDES DEL SACERDOTE
vos (Mt., XI, 28).
IV

Ex fide vivit

Hemos visto cómo el ideal de la santidad


debe informar todas las acciones de la vida
del sacerdote, puesto que su sacerdocio es
una participación del sacerdocio del Verbo
encarnado.
Este ideal nunca llega a realizarse plena-
mente. E importa tenerlo bien en cuenta
para no desanimarse. Pero esto no impide
que alimentemos en nosotros un gran de-
seo de tender hacia este ideal, por elevado
que sea, ya que semejante deseo aviva nues-
tro entusiasmo y mantiene nuestra mirada
siempre fija en el divino Maestro.
Además, ¿no son sus méritos y la abun-
dancia de su gracia los que nos sostienen?
Para tener ideas claras sobre esta labor
de santificación que debemos emprender,
consideremos las principales virtudes que
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 43

hemos de cultivar con preferencia. Todo diáconos a los que se dirige San Pablo, el
cristiano esta obligado a practicarlas; pero sacerdote debe «guardar el misterio de la
el sacerdote debe cultivarlas de una mane- fe en una conciencia pura»: Habentes mys-
ra especial, que sea apropiada a su ministe- terium fidei in conscientia pura (I Tim., III,
rio sagrado, al apostolado de las almas y a 9). Nosotros los sacerdotes vivimos en
la santidad sobrenatural que el Padre celes- constante contacto con la Eucaristía y
tial espera de él. esto nos debe obligar a reavivar incesan-
temente en nuestros corazones la viveza
de nuestra fe.
1.- La fe, atmósfera Se puede llegar a perder completamente
de la vida del sacerdote este don tan precioso. Me acuerdo de un
Todo el valor de nuestra vida depende de pobre sacerdote, al que fui a visitar por en-
la fe: Sine fide impossibile est placere Deo cargo de su obispo. Se estaba muriendo.
(Hebr., XI, 6). «Si nuestra fe es vana, dice Cuando yo le recordaba las grandes verda-
San Pablo en otro lugar, somos con mucho des del cristianismo, me respondió dicien-
los más desgraciados de todos los hom- do: «Todo eso no es más que leyenda y poe-
bres»: Miserabiliores sumus omnibus ho- sía». No llegué a conseguir que se reavivara
minibus (I Cor., XV, 19). Y esto es mil ve- su fe. Aunque no caiga en semejantes ex-
ces más verdad cuando se trata del sacer- travíos, cualquier ministro de Cristo puede
dote, porque, en ese caso, toda su existen- experimentar una disminución en la loza-
cia sería un pecado contra la verdad. nía, en la alegría y en la unción de su fe.
Ante todo su mismo sacerdocio es un ¡Qué satisfacción más íntima la de poder
objeto de fe. Nada se trasluce al exterior decir al Señor en el crepúsculo de la vida,
que demuestre su eminente dignidad. Nues- como decía San Pablo: Fidem servavi! (II
tro Dios es un «Dios escondido» (Isa., XLV, Tim., IV, 7). «He guardado la fe» y he teni-
15). Su esencia es una luz esplendorosa que do la mirada siempre fija en la eternidad.
no conoce ocaso; pero nosotros no la ve- ¿De dónde nació vuestra vocación sacer-
mos. Y todo lo que obra en nosotros y por dotal? De la fe de vuestra adolescencia o
medio de nuestro ministerio constituye un de vuestra mocedad. Cuando es ardiente, la
objeto de fe. fe nos hace «vivir en Dios»: Viventes Deo
(Rom., VI, 11). Sin ella, nada somos; y cuan-
¿Qué viene a ser el sacerdote a los ojos do disminuye, todas nuestras virtudes de-
de un incrédulo? Un hombre como otro caen con ella.
cualquiera, que abusa del candor de las gen-
tes sencillas y que nada tiene de especial
sino su sotana. Y frecuentemente se llega a La atmósfera en que se desenvuelve
odiarle a causa de Cristo. Por eso, la fe es habitualmente el pensamiento tiene una
indispensable para comprender al sacerdote. importancia capital para todo hombre.
Pero entre todos los que deben creer en ¿Cuál es la atmósfera adecuada al alma
el sacerdote, a nadie incumbe esta obliga- del sacerdote? ¿Será, acaso, la de un am-
ción con un motivo más perentorio que al biente laico, o la de las conversaciones que
mismo sacerdote. Es absolutamente preci- ocupan la atención de la ciudad, o la de las
so que la fe mantenga siempre presente a últimas noticias del periódico, o quizás la
su espíritu la condescendencia infinita con de cualquier libro de literatura novelesca?
que Dios se ha dignado llamarle a una dig- Ciertamente que no. Lejos de mí preten-
nidad tan elevada. Con más razón que los der que el sacerdote no debe estar al co-
44 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

rriente de los acontecimientos; pero sí afir-


mo que, ante todo, necesita vivir la vida in-
terior, y ésta no se nutre ni se sostiene sino 2.- Misión de la fe
con el alimento de la fe. La fe es una virtud fundamental. Sin ella,
Traigamos a la memoria los beneficios la caridad, la religión y cualquiera otra vir-
de Dios y las luminosas realidades sobre- tud son completamente imposibles. La fe
naturales que la Iglesia dispensa a sus hi- constituye la base de nuestras relaciones
jos. Nuestra misión consiste en comunicar sobrenaturales con Dios. Según el plan di-
a Jesucristo a los hombres: «Tanto amó vino, su luz es la que nos debe guiar duran-
Dios al mundo…»: Sic Deus dilexit mun- te el tiempo de nuestra prueba acá en el
dum (Jo., III, 16). Dios nos pedirá estrecha mundo. Nuestro acercamiento a Dios, el
cuenta del empleo que hemos hecho de los empleo de los medios adecuados para ase-
tesoros de salvación que ha puesto en nues- gurar nuestra unión con Él y nuestro méri-
tras manos. to están, hasta cierto punto, envueltos en la
Es necesario que la conciencia de nues- oscuridad.
tras responsabilidades esté siempre pre- También los ángeles sufrieron la prueba
sente a nuestro espíritu. La convicción de de su fe, porque, sea cual fuere la naturale-
que no nos pertenecemos constituye la raíz za propia de su «tentación», fueron some-
de nuestra conciencia. Digamos, pues, con tidos a esta prueba cuando eran enteramen-
San Pablo: «Yo, soy de Cristo» (I Cor., I, te libres, cuando aún no habían sido admi-
12), y añadamos con él: «Me debo tanto a tidos a la visión beatífica.
los sabios como a los ignorantes»: Sapien- El Concilio de Trento resume en las si-
tibus et ignorantibus debitor sum (Rom., guientes palabras la misión esencial de la
I, 14). ¿Podremos creer que estamos en paz fe: «La salud del hombre comienza por la
con Dios si tenemos conciencia de que un fe. Ella es el fundamento y la raíz de toda
alma confiada a nuestro cuidado está sumi- justificación. Sin la fe es imposible agra-
da en la miseria y somos negligentes en acu- dar a Dios y participar de la suerte de sus
dir en su auxilio? hijos» [Sess. VI, 8].
El sacerdote deberá mirar al mundo con La fe es en nosotros el principio, el fun-
ojos de benevolencia. No como un mucha- damento y la raíz de nuestra vida de hijos
cho inexperimentado que siente la fascina- de Dios. Expliquemos brevemente estas
ción del brillo de las cosas, pero que igno- palabras del concilio.
ra su aspecto oscuro y desabrido. El minis- ¿A quién otorga Dios el poder de hacer-
tro de Cristo no puede cifrar su ilusión en se hijo suyo? Nos lo dice San Juan: «Esta
los bienes perecederos, sino que debe con- gracia está reservada únicamente a los cre-
siderarlos a través de los ojos de Jesucris- yentes»: His qui credunt in nomine ejus
to, es decir, estimando su valor o su nada (Jo., I, 12). Lo mismo nos enseña San Pa-
según los criterios de la fe. blo: «Es preciso que quien se acerque a Dios
Es de suma importancia que los fieles se crea que existe»: Credere enim oportet
den cuenta de que nosotros los sacerdotes accedentem ad Deum (Hebr., XI, 6).
vivimos esta vida sobrenatural, puesto que Si la fe es necesaria para despertar la vida
la fecundidad de nuestro ministerio sacer- sobrenatural, también lo es para asegurar
dotal depende de ello en gran parte. su crecimiento y su desarrollo. La fe es, en
verdad, el fundamento y la raíz de la vida
interior.
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 45

¿Qué papel juegan los cimientos en una


construcción? No solamente son necesa-
rios para dar principio a las obras, sino que 3.- Noción de la fe
de ellos depende en todo momento la esta- ¿En qué consiste exactamente esta fe que
bilidad, el equilibrio y la duración del edi- debe animar nuestra vida? El Concilio Va-
ficio. ticano [Sess. III, cap. 1] nos lo dice en una
Este mismo es el papel que la fe juega en definición luminosa: «La fe es una virtud
toda la vida cristiana. Cuando la fe es fir- sobrenatural, por la que, bajo la inspiración
me, consolida la esperanza, impulsa la ca- y la ayuda de la gracia de Dios, aceptamos
ridad e imprime a la oración un vuelo que como verdadero todo lo que Dios nos ha re-
la levanta hasta Dios. ¿De dónde nos viene velado; no porque comprendemos la verdad
el apoyo constante que precisamos, de dón- intrínseca de las realidades sobrenaturales
de recibimos los motivos que más eficaz- guiados por la luz natural de la razón, sino
mente nos mueven a obrar, tanto en el mo- fundados en la autoridad del mismo Dios
mento de la tribulación como en el curso que nos las revela y que no puede engañar-
normal de la existencia, sino de la fe? Por se ni engañarnos».
eso San Pablo recomendaba a los colosen- La fe es el homenaje que nuestra razón
ses que viviesen siempre «firmemente fun- rinde a la veracidad divina. Dios ha habla-
dados e inconmovibles en la fe»: In fide do, sobre todo, por medio de Jesucristo y
fundati et radicati (I, 23). de los apóstoles. Cuando el hombre acepta
Su influencia se compara a la de la raíz. la revelación divina, con sus esplendores y
Esta sostiene al árbol sujeto al suelo y, por sus oscuridades, humilla todo su ser ante
una acción imperceptible e ininterrumpi- Dios, se entrega enteramente a la suprema
da, mantiene su vigor. Todo el crecimiento e infalible Verdad y con ello glorifica al
y el desarrollo del árbol dependen de esta Señor. Porque en esta aquiescencia total de
alimentación secreta. Cortad las raíces y su espíritu, todo el hombre se siente im-
veréis qué pronto, por mucha que sea la vi- pulsado a confundirse y abismarse ante la
talidad y la belleza del árbol, se secará irre- autoridad suprema de Dios.
misiblemente. La esencia de la fe consiste en esta su-
Tal es la importancia primordial de la fir- misión de la inteligencia que se adhiere a
meza de la fe. Su influencia es permanente. la Verdad sustancial que le revela el miste-
Ella ennoblece la existencia y vigoriza el rio divino y los caminos de la salvación.
alma y, gracias a ella, tanto el simple fiel
como, sobre todo, el sacerdote, no duda La fe es una comunión de nuestro espíri-
jamás de la victoria: Hæc est victoria quæ tu, no con los puntos de vista de otro hom-
vincit mundum, fides nostra (I Jo., V, 4). bre por muy docto que sea, sino con el pen-
samiento del mismo Dios. Por la fe, hace-
San Pablo quiso compendiar en una fór- mos nuestro su pensamiento y participamos
mula brevísima toda esta doctrina que era del conocimiento que Dios tiene de sí mis-
tan de su agrado. «El justo vive de la fe»: mo y de los designios de su predestinación
Justus ex fide vivit (Gal., III, 11; Rom., I, 17; eterna. Debemos aceptar con profundo res-
Hebr., X, 38). Démonos cuenta de su valor peto la revelación divina, tanto en su con-
eminentemente práctico, porque, cuanto más junto como cada una de las verdades que la
firme sea nuestra fe, tanto más se regenerará Iglesia, único juez supremo en estas mate-
nuestra vida entera, y más se estrecharán los rias, nos manda creer: «Lo que creemos de
lazos de nuestra adopción divina. vuestra gloria, lo creemos por la fe de vues-
46 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

tra revelación»: Quod enim de tua gloria, Por último es necesaria la acción de la
revelante Te, credimus [Prefacio de la misa gracia sobre el entendimiento y la volun-
de la Trinidad]. tad. Leed el Evangelio. Los contemporá-
Lejos de humillar a la razón humana, la neos de Jesús podían verle y oírle; sus sen-
fe la eleva, amplía inmensamente sus fron- tidos le tenían siempre a su alcance; su ra-
teras y la hace participar de las verdades zón les decía que era un hombre eminente,
capitales sobre el sentido de su destino. de una virtud extraordinaria. Pero para po-
der penetrar en el Santo de los santos de su
naturaleza divina y creer que era el verda-
La fe implica necesariamente tres ele- dero Hijo de Dios, se requería, además de
mentos: una adhesión del entendimiento, los milagros y de las profecías, un don de
un movimiento de la voluntad y una inspi- la gracia. Así lo proclamó el mismo Jesús:
ración de la gracia, que envuelve entera- «No es la carne ni la sangre quien eso te ha
mente el acto del creyente. revelado, sino mi Padre»: Caro et sanguis
La fe no es una conclusión del razona- non revelavit tibi, sed Pater meus (Mt.,
miento, es decir, la convicción producida XVI, 17). Y en otra ocasión: «Nadie puede
en la inteligencia por la fuerza de los argu- venir a mí, si el Padre… no le trae»: Nemo
mentos. Sino que es una sumisión volunta- potest venire ad me, nisi Pater... traxerit eum
ria, confiada y total del espíritu a la autori- (Jo., VI, 44).
dad de Dios que revela. La fe nos viene de lo alto. El incrédulo
¿Por qué interviene la voluntad en el acto debe implorar humildemente su venida, y
de la fe? Como sabéis, no es sino por un nosotros, que estamos ya en posesión de
trabajo abstracto y difícil como llegamos a este don, pedir su aumento: Credo, Domi-
concebir las cosas que sobrepasan los lí- ne, adjuva incredulitatem meam (Mc., IX,
mites de nuestras experiencias humanas. 24).
Por eso, las verdades sobrenaturales se nos Siempre son posibles las tentaciones
presentan siempre rodeadas de espesas ti- contra le fe, pero al mismo tiempo son un
nieblas. Al aceptar la revelación con todas estímulo para la oración. Si recurrimos a
sus enseñanzas, nuestra inteligencia se abre la oración cuando somos tentados, nuestra
de par en par a la verdad divina, aceptándola fe se robustece y apreciamos mejor su ca-
con perfecta aquiescencia. Pero esto no lo rácter sobrenatural y gratuito. Aprendamos
puede hacer sino mediante un impulso de la a utilizar estas dudas, sin que por ello nos
voluntad, deseosa de encontrar a Dios, y de expongamos temerariamente a conversacio-
comunicarse con Él. La gracia interviene, nes y lecturas que pueden hacer peligrar nues-
pero sin que sea preciso que se sienta su in- tra adhesión al depósito de la revelación, y
flujo en todo este proceso tan complejo. unámonos más consciente y firmemente a
La parte de voluntariedad y de libertad que Cristo y a su mensaje.
comporta el acto de fe hace que éste sea
meritorio a los ojos de Dios. En todo este
proceso, Dios ha querido dejar suficiente 4.- Privilegio de la fe:
margen de oscuridad para que el creer sea aurora de la visión beatífica
un acto de profunda confianza en Él, a la Todas estas enseñanzas de los concilios
vez que suficiente claridad para que el acto de Trento y del Vaticano se encuentran im-
de fe pueda parecernos completamente ra- plícitamente contenidas en la definición de
zonable. la fe que nos da San Pablo: «Es la fe la fir-
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 47

me seguridad de lo que esperamos, la con- minum vidit nec videre potest (I Tim., VI,
vicción de lo que no vemos»: Est autem 16). Nuestra elevación sobrenatural nos
fides sperandarum substantia rerum, ar- destina a penetrar en estas «profundidades
gumentum non apparentium (Hebr., XI, 1). de Dios», profunda Dei (I Cor., II, 10).
Cuando lleguemos al cielo, recibiremos una
Estas palabras significan que la fe es el comunicación de esta luz divina, para po-
apoyo vital de todas nuestras esperanzas der contemplar a Dios intuitivamente. «En
sobrenaturales. Por ella llegamos al con- tu luz vemos la luz»: In lumine tuo vide-
vencimiento de la existencia de este mun- bimus lumen (Ps., 35, 10).
do celestial que no alcanzamos a ver y del Con todo, el Señor se ha dignado, ya des-
que nos habla toda la epístola a los Hebreos. de ahora, conceder a sus hijos adoptivos el
Este texto inspirado nos revela la más es- poder entrar en contacto con este mundo
tupenda prerrogativa de la fe: la de que es supraterrestre. Y este prodigio se obra gra-
la aurora de la luz del cielo. Entre la fe y la cias a la fe, porque la fe es la aurora de la
visión beatífica no hay solución de conti- visión beatífica.
nuidad. Contemplad lo que sucede en la Jerusa-
Prácticamente hay para nosotros tres ór- lén celestial: la luz de la gloria refuerza
denes de realidades distintas: el de la ma- maravillosamente la capacidad de la inteli-
teria, el de las verdades intelectuales y el gencia de los santos y la adapta a la con-
más alto aún de lo sobrenatural. Nosotros templación de Dios. Al mismo tiempo, esta
llegamos al conocimiento de cada uno de luz se proyecta sobre todos los actos de co-
estos mundos, ilustrados por una luz apro- nocimiento, de amor y de bienaventuranza que
piada a cada uno de ellos. constituye la vida y la felicidad eternas.
La naturaleza material, con su inmensi- ¿Se podrá afirmar que la fe juega el mis-
dad y su belleza, se descubre a nuestros ojos mo papel acá en la tierra? Ella nos hace a
por su esplendor. Dios presente, en medio de nuestras oscu-
La inteligencia contempla este mismo ridades, de nuestros esfuerzos y de nues-
universo, pero de un modo superior, por- tras pruebas. Nos hace también compren-
que de los fenómenos se remonta a sus cau- der todas las realidades sobrenaturales que
sas. Descubre en las cosas la huella de la constituyen el objeto de nuestra esperan-
Omnipotencia y de la Sabiduría creadora y za. Y esclarece al mismo tiempo todos los
llega así al conocimiento de la existencia actos que debe practicar el cristiano en el
de Dios y de sus perfecciones. Muy distin- camino que le lleva al cielo. Toda la activi-
ta es la luz por la que nuestros ojos ven, de dad sobrenatural que dispone a los hijos de
aquella otra por la que nuestro entendi- Dios para que puedan recibir un día la luz
miento comprende, juzga y razona. La una de la gloria y les permite adquirir méritos
no es continuación de la otra, sino que son para conseguirla, debe brotar de la fe, como
de diferentes órdenes. de una fuente que mana sin cesar. «Ahora
Más allá del mundo que alcanzan a cono- veo en un espejo y oscuramente; entonces
cer nuestros sentidos y nuestra razón, hay veremos cara a cara»: Videmus nunc per
una tercera esfera trascendente, inaccesi- speculum in enigmate, tunc autem facie
ble, divina. Es la de la vida íntima de la Tri- ad faciem (I Cor., XIII, 12).
nidad. «Dios habita una luz inaccesible, que La fe, no solamente pertenece al orden
ningún hombre vio ni puede ver»: Lucem sobrenatural, sino que en la visión beatífica
inhabitat inaccessibilem, quem nullus ho- encuentra su desenvolvimiento y floración
48 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

suprema. La misma vida que recibimos en La vida de la Iglesia es una adoración


el bautismo es la que evoluciona y se trans- constante y universal de su divino Esposo.
forma. Ciertamente la fe es el primer des- Ella no se cansa de repetir con San Pedro a
tello, el alba y la aurora de la visión eterna. la misma cara de un mundo que le niega y
Santo Tomás resume toda esta doctrina tan le desconoce: «Tú eres Cristo, el Hijo de
elevada en estos términos tan sustanciales Dios vivo»: Tu es Christus, Filius Dei vivi
como concisos: «La fe es un hábito de nues- (Mt., XVI, 16).
tro espíritu, por el que empieza a tener rea- Esta poderosa visión de la fe, que atra-
lidad en nosotros la vida eterna»: Fides est viesa los velos de la humanidad de Jesús y
habitus mentis quo inchoatur vita æterna se abisma en las profundidades de su divi-
in nobis [Sum. Theol., II-II, q. 14, a. 1]. nidad, es la que falta a muchas almas. Ellas
ven a Jesús, le tocan, pero, lo mismo que
5.- La fe en Cristo, las multitudes de Galilea, con una mirada
Verbo encarnado puramente exterior y superficial, que no
llega a transformarlas.
Dios se presenta a nosotros como obje- Para otros, por el contrario, Jesús apare-
to de fe, principalmente en la persona de ce transfigurado, porque la gracia ilumina
Jesucristo. Quiere que creamos firmemen- la fe que tienen en su divinidad. Para ellos,
te que el hijo de María, el obrero de Naza- Jesús es el sol de justicia, que sobrepasa
ret, el Maestro que se enfrentaba a los fari- todas las bellezas de la tierra. Y de tal ma-
seos, el crucificado del Calvario es verda- nera arrebata sus corazones la contempla-
deramente su Hijo, enteramente igual a Él, ción de Jesús, que «ninguna otra es capaz
y que como a tal le adoremos. «La gran obra de separarles de su amor», pudiendo decir
que Dios se ha propuesto en la economía con San Pablo: «Estoy persuadido de que
de la salvación, consiste en establecer en- ni la muerte, ni la vida… ni ninguna otra cria-
tre los hombres la fe en el Verbo encarna- tura podrán arrancarnos al amor de Dios en
do»: Hoc est opus Dei ut credatis in eum Cristo Jesús, nuestro Señor» (Rom., VIII, 38).
quem misit ille (Jo., VI, 29).
Una fe como esta hace que Jesucristo
Nada hay que pueda reemplazar a esta fe quede firmemente fijo en nuestros corazo-
en Jesucristo, verdadero Dios, consustancial nes. Porque no es una simple adhesión de
al Padre y enviado suyo. Ella es la síntesis nuestro espíritu, sino que comprende el
de todas nuestras creencias, porque Cristo amor, la esperanza y, en una palabra, la con-
es la síntesis de toda la revelación. sagración total de sí mismo a Cristo para
Si esto es verdad para todos los cristianos, vivir de su vida, participar de sus misterios
lo es especialmente para el sacerdote. Por- e imitar sus virtudes.
que la razón de ser del sacerdocio consiste Se dan cristianos y aún sacerdotes que no
en traer al mundo la salud de Cristo, Hijo han hecho de Jesús la fuente de su vida es-
de Dios, encarnado por amor. Toda la vida piritual. Creen que es Dios, pero sin un
del gran apóstol se resume en estas palabras: convencimiento íntimo y vital, y esta fe no
«Vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó llega a constituir la raíz y el fundamento de
y se entregó por mí»: In fide vivo Filii Dei toda su vida religiosa. Ellos ignoran prácti-
qui dilexit me et tradidit semetipsum pro camente aquella frase tan reveladora de San
me (Gal., II, 20), y toda nuestra vida sacer- Pablo: «Cuanto al fundamento, nadie pue-
dotal debe ser un testimonio de esta misma de poner otro sino el que está puesto, que
poderosa convicción. es Jesucristo»: Fundamentum aliud nemo
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 49

ponere potest, præter id quod positum est, clarificavi et iterum clarificabo (Jo., XII,
Jesus Christus (I Cor., III, 11). Por eso sus 28). Tiene empeño en que su Hijo sea re-
esfuerzos resultan muchas veces estériles. conocido por las criaturas racionales con
Debemos, pues, arrojarnos de buen gra- la reverencia que le es debida a su divini-
do a los pies de Jesucristo y rendirle el ho- dad. Al introducirle en el mundo, ha queri-
menaje de una fe acendrada: «Oh Cristo, aún do que «todos los ángeles le adoren»: Et
sin veros en toda la gloria de vuestra divi- adorent eum omnes angeli Dei (Hebr., I,
nidad, confieso que sois el Hijo de Dios 6). Y reclama de los hombres el mismo
vivo: Dios de Dios, luz de luz, Dios verda- homenaje. El Padre quiere «que todos hon-
dero de Dios verdadero»: Deum de Deo, ren al Hijo como honran al Padre»: Ut om-
lumen de lumine, Deum verum de Deo nes honorificent Filium sicut honorificant
vero. Es de una importancia capital en la Patrem (Jo., V, 23). ¿No exigió, acaso, en el
vida espiritual que nuestro impulso hacia Tabor que todos creyesen en las palabras de
Dios se apoye sobre esta base de la fe en el Jesús, porque eran palabras del Hijo de su
Verbo encarnado. amor? Hic est Filius… Ipsum audite (Mt.,
XVII, 5).
Pero no basta con formar un decidido
propósito, sino que es menester que nues- Si miráramos a Cristo como le mira el
tras fuerzas se rehagan y nuestra generosi- Padre, sería ilimitado el premio que repor-
dad se reavive todos los días en esta fe. taríamos de la dignidad de su persona, de la
Cuanto más perfecta sea, más participare- magnitud de sus méritos y del poder de su
mos con Cristo de su condición de Hijo de gracia. Por muchas que sean nuestras fal-
Dios. Esta cualidad es lo mejor que tiene tas y por grande que sea nuestra indigencia,
Jesús y nos hace donación de la misma. tenemos en Cristo un suplemento de mise-
ricordia inagotable. Por grande que sea
Toda la grandeza de esta doctrina se deri- nuestra miseria, somos ricos en Cristo: In
va de este elevado pensamiento: creer, es omnibus divites facti estis in illo (I Cor., I,
participar del conocimiento que Dios tie- 5). La sobreabundancia de los méritos de
ne de sí mismo y de todas las cosas en sí un Dios resulta, para la Iglesia que los ate-
mismo. Por el ejercicio de esta virtud, nues- sora, una fuente perenne de gratitud, de ala-
tra vida viene a ser un reflejo de la suya. banza, de paz y de júbilo indecible.
Cuando el alma está saturada de fe, ella ve,
por así decirlo, por los ojos de Dios. Esta fe en su divinidad nos obliga por un
título especialísimo a nosotros los sacer-
¿Y qué es lo que el Padre contempla eter- dotes, que vivimos en contacto tan frecuen-
namente? A su Hijo. Él le conoce y ama a te con la Eucaristía, a guardar el más pro-
todas las cosas en Él. Esta mirada y este fundo respeto a Cristo: Veneremur cernui.
amor pertenecen a su misma esencia. ¿Qué Si Jesús oculta su esplendor, nosotros ado-
es lo que está mirando en este mismo mo- raremos con mayor veneración aún la in-
mento en que os estoy hablando? Al Verbo comprensible realidad de su presencia. Este
que, siendo igual a Él, se ha hecho hombre mysterium fidei «lo amaremos tanto más
por amor. cuanto más vivamos de él»: Cœleste munus
El Padre ama a su Hijo infinitamente, di- diligere quod frequentant [Oratio super
vinamente, como Él solamente puede ha- populum, jueves de la 1ª semana de cuares-
cerlo. Por eso le está dedicado enteramen- ma]. El Señor es tan condescendiente, que
te y todo cuanto hace lo ordena a su gloria: oculta su gloria a nuestros ojos, para que
«Le he glorificado, y le glorificaré»: Et nuestra flaqueza no tema acercarse a Él.
50 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

Con el estímulo de esta bondad nuestra fe Cuando San Pedro creyó que se hundía
deberá atravesar el velo y sumirnos en ado- bajo las olas del lago de Genesaret, gritó
ración a los pies del Hijo de Dios. con todas sus fuerzas: «Señor, sálvame»:
Estos deben ser nuestros pensamientos Domine, salvum me fac (Mt., XIV, 30). Te-
cuando doblamos la rodilla ante el sagra- nía fe en Jesús, puesto que le invocaba; pero
rio, en el último evangelio, o cuando deci- su fe era vacilante. Por eso le reprochó el
mos Filius Patris en el Gloria, Incarnatus Señor. Más cuando en el monte Tabor dijo
est en el Credo, y tantos textos de la Escri- a su Maestro: «¡Qué bien estamos aquí!»
tura o de la Liturgia. Con los ojos puestos (Mt., XVII, 4), o en aquella otra ocasión de
en Jesucristo, digámosle de corazón: «En la promesa de la Eucaristía, exclamó: «¿A
el niño del establo, en el obrero de Nazaret, quién iríamos? Tú tienes palabras de vida
en el leño de la cruz, bajo las apariencias eterna» (Jo., VI, 68), su fe estaba firmemen-
del pan y del vino, yo os adoro, oh Cristo, te asentada. En el Calvario, Nuestra Señora
como a mi Dios; os amo, y os acepto con creía con toda su alma. Ella era la Virgen
todo lo que sois y con todo lo que queráis fiel en toda la acepción de la palabra. Como
imponerme». que en su corazón atesoraba la fe viva de
toda la Iglesia. Virgo fidelis… continens fi-
dem vivam totius Ecclesiæ in corde suo
[Quizá la fuente de esta cita sea San Alberto
6.- Tres cualidades el Grande, que escribe de la Virgen: Fidem
habuit in excelentissimo, quæ… etiam dis-
de la fe sacerdotal cipulis dubitantibus, non dubitavit. In
Es de suma importancia que la fe del sa- Luc. I. Gratia plena].
cerdote sea mucho más perfecta que la de Para que podáis comprender en qué con-
los simples fieles. Por lo mismo que ha sido siste una fe robusta, fijad vuestra atención
llamado para comunicar a los fieles los en algunos otros ejemplos tomados de la
misterios de la religión, es necesario que Sagrada Escritura, que siempre son los
tenga una alta estima de su valor: Ut sciatis mejores. San Pablo muestra un santo entu-
quæ sit spes vocationis ejus et quæ divitiæ siasmo siempre que habla de Abraham. Fue
gloriæ hereditatis ejus (Eph., I, 18). tan grande la fe del «Padre de los creyen-
La fe del sacerdote debe estar revestida tes» que, contra todas las apariencias hu-
principalmente de tres cualidades: debe ser manas, creyó como verdadera la promesa
robusta en su adhesión, ilustrada en cuanto que Dios le hizo con firmeza absoluta y sin
a su extensión, comprendiendo todo cuan- la menor vacilación: «Contra toda esperan-
to abarca la fe de la Iglesia; y por último, za, creyó que había de ser padre de muchas
debe ser operante, es decir, que ha de ejer- naciones…, y no flaqueó en la fe al consi-
cer su influencia eficaz en todos los actos derar su cuerpo sin vigor, pues era casi cen-
de la vida. tenario» (Rom., IV, 18-19).
Si la fe es una adhesión del espíritu a las Cuando el centurión del Evangelio afir-
verdades reveladas por el mismo Dios, si, mó que Jesús tenía poder sobre los males
a la vez, es la respuesta que da el hombre a físicos como él lo tenía sobre sus solda-
la comunicación divina, esta adhesión de- dos, Jesús se manifestó como admirado:
berá ser robusta, firme y sin vacilación al- «En verdad os digo que en nadie de Israel
guna. he hallado tanta fe» (Mt., VIII, 10). Cuando
la Cananea insistió en sus apelaciones a la
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 51

bondad y al poder de Jesús, a pesar de la Por muy excelente y rica en virtualidad


negativa y de la aparente dureza con que la que sea esta fe espontánea y generosa, pero
trataba, el Señor quedó como subyugado, implícita, no puede ser suficiente cuando
como si efectivamente la tenacidad de la el espíritu de reflexión se despierta tanto
fe de esta mujer ejerciese sobre Él una irre- en el hombre como en la sociedad religio-
sistible atracción: «¡Oh mujer, grande es tu sa. La razón desea darse cuenta del objeto
fe! Hágase contigo como tú quieres» (Mt., de la fe, discernirla y precisarla. Esta ne-
XV, 28). cesidad es la que ha dado origen en el trans-
En la epístola a los Hebreos, el Apóstol curso de los tiempos a la teología, que tra-
nos muestra con señalada complacencia ta de conocer, analizar y coordinar, en la
cómo, movidos por su fe, los Patriarcas y medida que lo permiten las posibilidades
los Justos de la Antigua Alianza llevaron a del entendimiento, el contenido de la reve-
la práctica los grandes designios de Dios: lación. La verdadera noción de la teología
«Los cuales por la fe subyugaron reinos, será siempre aquella cuya fórmula consa-
ejercieron la justicia, alcanzaron las pro- gró San Anselmo: Fides quærens intel-
mesas» (Hebr., XI, 33). lectum [«La fe que trata de llegar a la inte-
ligencia de su objeto». Proslogium, P. L.
Cuando nosotros los sacerdotes tratamos 158, col. 225].
con noble firmeza de vivir siempre en to-
das las ocasiones de este espíritu de fe, nos A nosotros los sacerdotes nos es tanto
incorporamos a esta pléyade de santos que, más necesario este conocimiento de la fe
tanto en el Antiguo como en el Nuevo Tes- cuanto que a nosotros nos está encomen-
tamento, han extraído su vigor sobrenatu- dada la misión de ilustrar la de los simples
ral de una adhesión inquebrantable a la pa- fieles, defendiéndola de los ataques de la
labra revelada. herejía o de la impiedad. No debemos echar
en olvido lo que a este respecto nos dice la
Escritura: «Por haber rechazado tú el co-
En segundo lugar, para que la fe sea nocimiento [de las cosas santas], te recha-
perfecta, debe ser una fe ilustrada. zaré yo a ti del sacerdocio a mi servicio»
Porque pudiera suceder que, aún siendo (Oseas, IV, 6).
una fe vigorosa, fuese, no obstante, rudi- Sucede a veces que los estudios sagra-
mentaria. Este es el caso, por ejemplo, del dos quedan al margen de la vida interior
ciego de nacimiento curado por Jesucris- personal del sacerdote. Y esto es lamenta-
to. Cuando Cristo le preguntó si creía en el ble. Es necesario que fecundemos el traba-
Hijo de Dios, respondió con un acto de in- jo intelectual por medio de piadosas lectu-
tensa fe, en la que puso todo su ser a los ras, por el pensamiento de la presencia de
pies de Jesús: «Creo, Señor, y se postró ante Dios y por la oración. Así es como llegará
Él»: Credo, Domine. Et procidens ado- a formarse en el alma del sacerdote esta
ravit eum (Jo., IX, 38). Si atendemos a su teología viviente que es el corazón de la
adhesión absoluta, su fe era perfecta. Sin santidad sacerdotal.
embargo, era muy elemental, puesto que
aún no conocía todo el conjunto de verdad Bien se os alcanza que al hablar del estu-
y de doctrina que el Verbo había venido a dio de la teología no me refiero ni a esas
traer a la tierra. Una fe como esta acepta, cuestiones sutiles ni a esos manuales que
sin dudar, todas las verdades reveladas, pero se emplean para adquirir los conocimien-
implícitamente y en bloque, sin un conoci- tos que son precisos para salir airosos de
miento previo de cada una de ellas. un examen de órdenes, sino que me refiero
52 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

al estudio de los Santos Padres, de los doc- Rechacemos de plano toda herejía, por-
tores consagrados por su doctrina teológica que está en abierta repugnancia con la ver-
y principalmente de Santo Tomás. Me re- dad revelada, con la doctrina de Jesucristo.
fiero, sobre todo, a un conocimiento cada Con todo, mostremos siempre la máxima
día más profundo de la Sagrada Escritura, benevolencia a nuestros hermanos que son
que constituye el tesoro de la Esposa de víctimas del error.
Cristo. Así se formaron los doctores de la Procurad sobrenaturalizar vuestro tra-
Iglesia y los grandes teólogos; hasta el fin bajo. Nunca empecéis a estudiar sin haber
de los siglos, estos libros continuarán sien- orado antes. Tened cuidado de elevar vues-
do las verdades fuentes de la ciencia sagrada. tra intención, para que no busquéis otra cosa
¿No se da el caso de sacerdotes que vi- que la mayor gloria de Dios y la investiga-
ven en constante contacto con los miste- ción de la verdad. Hay quienes tratan de
rios de la fe, pero que no piensan en ellos, adquirir la ciencia sagrada con «el fin de
ni se preocupan de conocerlos? Pasan su adquirir renombre de sabios»: Ut sciantur
vida en medio de realidades divinas: en el ipsi, como dice San Bernardo, lo cual no
altar, en el confesonario, en el púlpito, es- deja de ser una torpe vanidad: et turpis va-
tán en constante relación con los poderes nitas est [In Cantic., Sermo 36, 1-3]. Para
sobrenaturales. Pero como su fe no es ilus- los que trabajan con estas miras, el estudio
trada ni su piedad tiene raigambre teológica, nunca será un medio para santificarse. De
se les escapan muchas gracias con eviden- esta ciencia es de la que el Espíritu Santo
te detrimento de su ministerio y viven ham- ha dicho: «La ciencia hincha» (I Cor., VIII,
brientos en medio de la abundancia de tan- 1), y en otro lugar: «La sabiduría de este
tas luces que debieran enfervorizar su alma. mundo es necedad ante Dios» (I Cor., III,
El sacerdote debe tener la ilusión de tener 19). Podríamos añadir que también «ante
un conocimiento tan completo como le sea los hombres», porque nada hay más repe-
posible de la revelación que nos trajo Je- lente que un sacerdote ofuscado por sus
sucristo, que es la Sabiduría eterna. éxitos y totalmente poseído de las consi-
Los que se dedican a los estudios supe- deraciones debidas a su superioridad inte-
riores corren en nuestros días el peligro lectual. No nos dejemos seducir por nues-
de perder algo de su pureza y de la lozanía tra ciencia, que harto imperfectos serán
de su fe. Un espíritu hipercrítico ha invadi- siempre nuestros conocimientos mientras
do todos los dominios: la historia, la teo- vivamos en esta vida.
logía, la Sagrada Escritura. Si no guardan Apliquémonos al estudio con la intención
las debidas precauciones, algunos pueden de trabajar por el reino y la gloria de Dios,
correr el riesgo de que su fe se debilite y por la Iglesia, por defender contra todos los
aún de que llegue a perderse completamen- ataques el depósito de la revelación, por
te. Para prevenirnos contra estos peligros, conservar en toda su pureza y vigor de la fe
os recomiendo que cultivéis el mayor res- de los fieles y, sobre todo, por saturar nues-
peto a la doctrina tradicional. tro propio espíritu del conocimiento de
Esto no excluye el progreso en el estu- Jesucristo y de sus incomparables miste-
dio de los diversos aspectos del pensamien- rios.
to moderno; pero es necesario que los juz- Tal debe ser, me complazco en repetirlo,
guemos desde las alturas en que nos sitúa nuestra teología: una teología viviente que
el conocimiento profundo de la teología. sea el corazón de la santidad sacerdotal.
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 53

También la lectura espiritual es de a la revelación y a la porción de la ciencia


suma importancia en la vida del sacer- divina que las Sagradas Escrituras nos ma-
dote. Constituye para él un verdadero peli- nifiestan.
gro el estar demasiado ocupado en las co- Durante la vida mortal de Jesús –aunque
sas profanas y el dejarse cautivar por lec- ya os lo he dicho, no estará de más el insis-
turas que nada tienen de sobrenatural. Los tir sobre ello– muchos no veían sino el ex-
que habitualmente se entregan al estudio de terior, y no suponían que bajo las aparien-
los clásicos tienen igualmente necesidad de cias del hombre se encontraba la divinidad.
algún antídoto para salvaguardar el fervor El Verbo encarnado quedaba oculto a sus
de su fe. miradas. Lo mismo sucede a muchos espí-
Es verdad que un profesor o un sacerdo- ritus que se limitan a considerar el elemen-
te absorbido por sus ministerios no dispo- to humano de las Escrituras y no llegan a
nen de mucho tiempo para dedicarse a es- descubrir bajo esta envoltura la revelación
tudios suplementarios. Pero ¿no podrán divina.
dedicar un rato cada día a la lectura espiri- La visión que la fe nos proporciona, en
tual, a la lectio divina, como la llama San modo alguno impide el estudio crítico de
Benito? Se sorprenderán al comprobar al los textos sagrados. Más para que el Verbo
cabo de cierto tiempo hasta qué punto este divino que en ellos se nos manifiesta sea,
medio ascético, aún aplicado en «pequeñas como efectivamente debe ser, un medio de
dosis», llena la inteligencia de elevados salud, nuestra alma debe repetirse constan-
pensamientos, conforta el corazón y man- temente a sí misma en el transcurso de es-
tiene al alma en inestimable contacto con tos estudios: «Ahí se contiene la palabra
los misterios divinos. eterna, el mensaje auténtico de Dios».
La Sagrada Escritura asiduamente leída y Si queréis influir en las almas y hacer el
aún aprendida de memoria será siempre en bien, no me cansaré de repetiros el conse-
el corazón del sacerdote como una fuente jo de San Pablo: «La palabra de Cristo ha-
que mana sin cesar. bite en vosotros abundantemente»: Verbum
Tomad buena nota de esto: en la Eucaris- Christi habitet in vobis abundanter (Col.,
tía, el Verbo divino se oculta bajo las espe- III, 16).
cies sacramentales, rodeado de un silencio
lleno de majestad; en la Sagrada Escritura Por último, la fe en el alma del sacer-
adopta para comunicársenos la forma de una dote deberá ser activa.
palabra humana, que se adapta perfectamen- Si la fe es el fundamento de todo el edi-
te a nuestras expresiones usuales. ficio espiritual y la raíz de donde procede
El Verbo de Dios, considerado en sí mis- el crecimiento de nuestra vida de hijos de
mo, es incomprensible para nosotros, por- Dios, es evidente que no puede quedar ocio-
que es infinito. El Padre expresa en su Hijo sa y estéril, sino que debe invadir y domi-
todo cuanto es y todo cuanto conoce. Las nar toda nuestra existencia, inspirar nues-
Escrituras no nos dicen sino una pequeña tros juicios, regular nuestras acciones, es-
sílaba de aquella intraducible palabra que timular nuestro celo y ser, como quiere el
el Padre pronuncia en su insondable inmen- Apóstol, una «fe actuada por la caridad»
sidad. Cuando lleguemos al cielo, contem- (Ga., V, 6).
plaremos esta Palabra subsistente y pene- En las personas, esta fe activa hace me-
traremos su secreto; pero procuremos pres- lla, ante todo, en el alma redimida por el
tar, ya desde ahora, una respetuosa atención amor y la sangre de Cristo y destinada a una
54 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

vida eterna. Esta fe viene a ser el móvil que En los santos, la fe es como un brasero
determina todas las abnegaciones y todos encendido que irradia calor y luz. El secre-
los sacrificios. to de esta fe comunicativa y conquistadora
En los acontecimientos, la fe juzga las consiste en el poder avasallador que tienen
cosas con el mismo criterio con que Cris- las convicciones arraigadas. El mundo so-
to las hubiese estimado. Los caminos de brenatural, aún estando velado a sus mira-
Dios son tan insondables como su mismo das, les parece a los santos tan tangible
ser; pero el sacerdote que vive de su fe sabe como las realidades de la vida presente. Por
que «Dios es amor»: Deus caritas est (I Jo., eso, nunca se dejan abatir por las más tre-
IV, 6). ¿No es, acaso, por medio de los su- mendas dificultades por largas que sean.
frimientos como el Señor quiere purificar, Nunca tropiezan en su camino, sino que,
desprender, fortalecer y elevar a los que teniendo fija su mirada en las verdades eter-
ama? De la misma suerte que la pasión de nas, prosiguen decididos su marcha hasta
Cristo hace brotar fuentes de gracias, así alcanzar la victoria definitiva: Hæc est vic-
también las penas y los sufrimientos que toria quæ vincit mundum, fides nostra (I
soportan los fieles, y particularmente los Jo., V, 4).
sacerdotes, tienen un alto valor ante Dios. Cuando exclama San Pablo: «Vivo en la
fe del Hijo de Dios»: In fide vivo Filii Dei
El debilitamiento general de las creen- (Gal., II, 20), ¿no sentís cómo, a través de
cias religiosas que se observa en nuestros estas palabras, se trasluce la magnífica in-
días puede llegar a afectar incluso a los trepidez de su fe en el misterio de Cristo, y
ministros de Cristo. Hay quienes están con- cómo el corazón del apóstol se dilata con
vencidos de que la actividad humana y los una sublime y santa alegría? La felicidad que
trabajos exteriores constituyen el elemen- le proporcionaba el creer enardecía su alma
to principal y casi exclusivo para ganar las y hacía su fe más esplendorosa. Nuestra
almas y extender el reino de Jesucristo. adhesión más completa al mensaje de Je-
Creen que la santidad personal del sacer- sús, Hijo de Dios, enviado del Padre y fuen-
dote y la oración apenas cuentan en la em- te de santidad, debería producir también en
presa de salvar al mundo, y que lo verdade- nosotros la misma «exaltación», la misma
ramente eficaz son las iniciativas audaces, intrepidez, la misma felicidad, la misma
los nuevos métodos y la actividad intensa. fuerza irresistiblemente avasalladora.
Y, sin embargo, como bien lo sabemos, Las verdades reveladas forman, según lo
la salvación de las almas y su santificación hemos dicho ya, un mundo superior que
son cosas esencialmente sobrenaturales. domina las miserias de esta vida, en el que
Toda la actividad humana, si no es fecunda- el espíritu del sacerdote debe moverse
da por la gracia y la unción divina, es impo- con entera naturalidad como en su pro-
tente para conseguir la conversión o la san- pia atmósfera.
tificación de una sola alma. ¿Acaso no es Cuando acomoda su vida a los criterios
Dios el que tiene los corazones en su de la fe, se puede decir que el alma del sa-
mano? Esta es la razón de por qué, aunque cerdote vive en cierta manera en este mun-
debemos desplegar todo nuestro celo en las do sobrenatural. Su apoyo constante en la
obras, debemos tener muy presente que aún palabra de Dios hará que su fe sea eficaz-
en ellas es necesario que predomine el es- mente activa, hasta el punto de que ella do-
píritu de fe, y que pongamos toda nuestra minará los acontecimientos y hará sentir su
confianza sobre todo en la oración, en la influjo, para la mayor gloria de Cristo, so-
obediencia y en la ayuda del Señor. bre toda su actividad sacerdotal.
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 55

Puede darse el caso de que, habiendo dos Estas palabras nos muestran, en una mi-
sacerdotes que se dedican a las mismas rada de conjunto, cuáles son los elementos
obras exteriores, uno de ellos, inflamado esenciales de nuestra santificación, y cuál
de amor, ejerza una influencia profunda en es la orientación que debemos dar a los
las almas, siendo su ministerio agradable a esfuerzos que hacemos para alcanzar la
Dios y fecundo para la Iglesia, mientras el virtud.
otro, sin fervor alguno en su vida interior El mismo Dios nos declara que sus cami-
personal, apenas produce fruto perdurable nos y sus designios no son los nuestros:
en las almas. ¿De dónde proviene esta di- «Porque no son mis pensamientos vuestros
ferencia? De la cualidad de su fe. pensamientos, ni mis caminos son vuestros
La fe es en los corazones la única raíz de caminos… Cuanto son los cielos más altos
la caridad. que la tierra, tanto están mis caminos por
encima de los vuestros» (Is., LV, 8-9).
Para santificar al mundo, no ha elegido
otro medio que aquel que San Pablo califi-
ca como «la locura de la cruz»: stultitia
crucis (I Cor., I, 18). ¿Quién hubiera podi-
do imaginarse jamás que para salvar a los
V hombres iba a ser necesario que el Hijo
unigénito tuviera que someterse a los opro-
bios del Calvario y a la muerte de cruz? Con
«Morir al pecado» todo, lo que parecía una locura a los ojos
de los hombres era precisamente el plan que
había previsto la sabiduría divina: «eligió
Dios la necedad del mundo para confundir
El Evangelio ha establecido claramente a los sabios» (Ibid., 27).
las dos condiciones fundamentales para la
salvación, tanto para los sacerdotes como La muerte y la resurrección de Jesucris-
para los simples fieles: «el acto de fe y la to son las que han renovado el mundo y todo
recepción del bautismo»: Qui crediderit et cristiano que quiera salvarse y santificarse
baptizatus fuerit salvus erit (Mc., XVI, 16). debe participar espiritualmente del miste-
rio de esta muerte y de esta vida resucitada.
Después de haberos hablado de la fe, voy Toda la esencia de la perfección evangéli-
a tratar ahora de la gracia vital que nos co- ca y sacerdotal consiste en la participación
munica el bautismo. Esta gracia es como de este doble misterio.
una semilla que tiende a crecer, y que todo
bautizado debe desarrollar constantemente
en el transcurso de su existencia. 1.- Necesidad de morir al pecado
He aquí cómo describe San Pablo con El alma se une a Dios en la misma medi-
admirable profundidad la fuerza sobrenatu- da en que se le asemeja. Para que Dios la
ral y secreta de los efectos del bautismo: atraiga y la eleve es necesario que, en cier-
«Con Él hemos sido sepultados por el bau- to modo, se identifique con ella. Por eso,
tismo, para participar en su muerte, para cuando creó el alma de nuestros primeros
que, como Él resucitó de entre los muertos padres, la hizo a su imagen y semejanza.
por la gloria del Padre, así también nosotros Según el plan divino, el hombre ocupa un
vivamos una vida nueva» (Rom., VI, 4). lugar intermedio entre los ángeles, que son
56 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

espíritus puros, y la materia corporal y esta De esta suerte, Cristo es a un tiempo el


destinado a reflejar las perfecciones de arquetipo y la fuente de nuestra santifica-
Dios con mucha mayor perfección que la ción: «Si hemos sido injertados en Él por
creación material: «Le has hecho poco la semejanza de su muerte, también lo sere-
menos que los ángeles y le has coronado mos por la de su resurrección» (Rom., VI, 5).
de gloria y de honor» (Ps., VIII, 6). En este
himno, el salmista contempla con arroba-
miento la obra divina tal como era en su ¿Qué es lo que debemos entender por
primitiva belleza y dedica un canto a la glo- esta muerte que la gracia del bautismo
ria de Dios que se manifiesta en el univer- inaugura en nosotros?
so: «¡Oh Yahvé, Señor nuestro, cuán mag- Debemos decir que pertenece, ante todo,
nífico es tu nombre en toda la tierra!» al orden de la voluntad. Mediante la infu-
(Ibid., 1). sión de la gracia santificante y de la cari-
El pecado de Adán deshizo este plan tan dad, el bautismo orienta los afectos del
grandioso. El pecado ha destruido en el alma hacia la posesión de Dios. Por el pe-
hombre el esplendor de la imagen divina y cado original, el hombre se apartó radical-
lo ha hecho incapaz de volver a unirse con mente de Dios, que es su fin sobrenatural.
Dios. El don de la caridad cambia y transforma
esta disposición fundamental del alma, des-
Pero el Señor, en su infinita bondad, ha truyendo el dominio que actualmente ejer-
decidido reparar «maravillosamente» el mal ce en ella el pecado y permitiéndole el ac-
producido por el pecado: Mirabilius ceso a la vida divina.
reformasti. ¿Y cómo podría realizarse se-
mejante reparación? Ya lo sabéis: por la Es necesario observar, sin embargo, que no
venida de un nuevo Adán, que es Jesucris- basta estar en gracia para quedar completa-
to, cuya gracia, llena de misericordia, nos mente muerto al triste poder de pecar. La
hace hijos de Dios, conformes a su imagen gracia del bautismo no arranca de nuestra
y aptos para la unión divina: Et sicut in alma todas las malas raíces; de ellas proce-
Adam omnes moriuntur, ita et in Christo den las que San Pablo llama «obras de car-
omnes vivificabuntur (I Cor., XV, 22). ne»: Opera carnis (Gal., V, 19).
El bautismo es el medio sagrado estable- Tampoco el sacramento de la penitencia,
cido por Dios para lavar el alma de la man- aunque destruye el imperio actual del pe-
cha del pecado original y depositar en ella cado, llega a producir en nosotros una muer-
el germen de la vida sobrenatural. ¿Qué se- te completa. Los afectos, los hábitos en-
creto poder tiene el sacramento para obrar raizados, las complacencias más o menos
semejante prodigio? El poder siempre ac- consentidas se unen a las inclinaciones de
tivo de la muerte y de la resurrección de la naturaleza para mantener vivas en nuestra
Jesucristo, que engendra en el alma un es- alma las fuentes del pecado.
tado de muerte y un estado de vida que se La muerte al pecado, que empieza en la
derivan enteramente del mismo Jesucris- justificación bautismal y se sostiene por la
to. Así como «era preciso que el Mesías virtud del sacramento de la penitencia, no
padeciese y entrase en su gloria»: Oportuit llega a realizarse plenamente sino median-
pati Christum et ita intrare in gloriam te nuestros esfuerzos personales apoyados
suam (Lc., XXIV, 26), así también el cris- en la gracia. Estos esfuerzos deben obrar
tiano debe asociarse espiritualmente a su en nuestra alma un alejamiento voluntario,
muerte para poder recibir la vida divina. cada vez más activo, de todo aquello que en
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 57

nosotros suponga un obstáculo para la vida 24), al vivir en pecado, nos alejamos de
sobrenatural. Dios y «morimos para Él».
Esta idea de la absoluta necesidad de re- Por eso debemos tender al efecto con-
nunciar a cuanto entorpezca en nosotros la trario; es decir, a «morir al pecado» a fin
justicia de Dios se encuentra enunciada a de «vivir para Dios».
cada paso en las Epístolas. Y lo que nos dice Nosotros practicamos voluntariamente
San Pedro a este respecto no es sino un eco esta muerte cuando nos oponemos al im-
de la doctrina de San Pablo: Ut peccatis perio que el pecado ejerce en nosotros y
mortui justitiæ vivamus (I Petr., II, 24). Y lo llegamos a quebrantar, hasta el punto de
las palabras del uno y del otro son un co- impedir que sea el móvil de nuestras ac-
mentario de las del divino Maestro: Nisi ciones. A medida que rehúsa obedecer a las
granum frumenti cadens in terram mor- máximas del mundo, a las exigencias de la
tuum fuerit, ipsum solum manet (Jo., XII, carne y a las sugestiones del demonio, el
24-25). bautizado se va liberando gradualmente del
Esta muerte es necesaria no como fin, pecado. De esta suerte, él «muere al peca-
sino como condición esencial de una vida do». A medida que esta liberación interior
nueva. Es indispensable que el grano de tri- se consolida en el alma, permite que el cris-
go muera en la tierra; pero, gracias a esta tiano se vaya sometiendo cada vez más a
destrucción, brota de él una vida más bella, Cristo, a sus ejemplos, a su gracia y a su
más perfecta y más fecunda. voluntad. Entonces es cuando Cristo se
convierte en el principio que determina to-
das sus acciones, y su vida viene a ocupar
Procuremos comprender bien el lengua- el lugar que ocupaba el reino del pecado:
je de San Pablo. «Haced cuenta de que estáis muertos al
La vida consiste en el poder de obrar por pecado, pero vivos para Dios, en Cristo Je-
sí mismo. Decimos que un ser tiene vida sús»: Viventes Deo in Christo Jesu (Rom.,
cuando posee en sí mismo el principio de VI, 11).
sus movimientos y cuando los ordena a su
propia perfección. Por el contrario, si un 2.- Grados de la muerte al pecado
ser ha perdido este poder, decimos que ha
muerto. El Apóstol se complacía en em- El primer grado lo constituye eviden-
plear esta metáfora cuando hablaba del pe- temente la renuncia total al pecado mor-
cado y del imperio que en nosotros ejerce. tal. Sin esta previa y categórica ruptura, es
El pecado, según él lo concibe, «vive» en del todo imposible que la caridad divina pue-
nosotros cuando nos domina de tal mane- da vivir en nosotros.
ra, que se convierte en el principio de nues- Se requiere, además, una decidida renun-
tras acciones: Non ergo regnet peccatum cia al pecado venial. Toda trasgresión deli-
in vestro mortali corpore ut obediatis con- berada de una ley divina, aún en materia
cupiscentiis ejus (Rom., VI, 12). Por con- leve, constituye una ofensa al Señor. Jamás
siguiente, cuando el pecado es el principio debemos admitir bajo ningún pretexto se-
inspirador de nuestras actividades, su im- mejante desorden en nuestra vida.
perio se establece en nosotros: «somos Como sabéis, los pecados veniales no
siervos del pecado», qui facit peccatum, destruyen la unión establecida por la gra-
servus est peccati (Jo., VIII, 34), y como cia santificante, pero producen un daño in-
«nadie puede servir a dos señores» (Mt., VI, calculable al alma. Cada pecado venial su-
58 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

pone una infidelidad al Padre celestial y ción, puede superar, contando con la ayuda
entorpece las relaciones de amistad con el de la gracia, todos los obstáculos.
divino Maestro. Y estas relaciones son de Muy distinto es, a veces, el caso del que
la mayor importancia en la empresa de la cae en un pecado mortal, pero no a conse-
santificación del sacerdote y para la fecun- cuencia de su tibieza, sino por un arrebato
didad de su ministerio. pasajero. Porque suele suceder que su caí-
Cuando hablo de pecados veniales, me da le lleva al pecador a comprender el esta-
refiero a los que son completamente con- do de su conciencia y, lejos de descorazo-
sentidos, porque muchas de nuestras faltas narse, se arroja en brazos de la misericor-
diarias son efecto de la inadvertencia y de dia divina y la vergüenza y el arrepentimien-
la negligencia propias de la fragilidad hu- to que experimenta hacen brotar en él un
mana, y por ello no suponen, por nuestra ardor generoso y una fidelidad renovada.
parte, una voluntad de ofender a Dios. Úni- Como nos enseña San Ambrosio, «el re-
camente en el cielo gozaremos de la cuerdo de la falta cometida se convierte en
impecabilidad absoluta, que es un don ex- un estímulo que provoca el esfuerzo y sos-
cepcional mientras vivimos en la tierra, ya tiene el impulso que le lleva hacia Dios»:
que, si exceptuamos a la Virgen Inmaculada, Acriores ad currendum resurgunt, pudoris
todos los santos están sujetos a algunas fal- stimulo, majora reparantes certamina [De
tas de inadvertencia o de fragilidad. Apologia prophetæ David, 1. 1, c. 2, P. L.,
Cuando los pecados veniales deliberados 14, col.854].
se multiplican, amortiguan el temor de Debemos, pues, proseguir la tarea de ex-
ofender a Dios, disminuyen las fuerzas de tirpar el pecado hasta los últimos replie-
resistencia y predisponen a pecar mortal- gues de nuestra alma, hasta las tendencias
mente. El que consiente en vivir en un es- íntimas que nos inclinan a las faltas actua-
tado habitual de infidelidad a la gracia y al les. Estas viciosas inclinaciones son, prin-
cumplimiento de sus deberes, pone su alma cipalmente, el orgullo, el egoísmo y la sen-
en una condición de existencia que recibe sualidad. Estemos alerta para no dejarnos
el nombre de tibieza espiritual. seducir por los movimientos interiores que
Este estado de tibieza comprende varios nos sugieren; trabajemos por liberarnos del
grados. Lo que caracteriza a este estado no amor, del juicio y de la voluntad propias,
es, como algunos piensan, la aridez interior de todas estas «manchas» que desfiguran
y la falta de «devoción» en los ejercicios nuestra alma e impiden que se asemeje a
de piedad. Lo grave de esta situación es que Jesucristo. Mientras no estemos decididos
el alma tibia se habitúa a su estado, se con- a combatir cualquier inclinación, que sabe-
forma con su deplorable situación, renun- mos que es contraria a la voluntad de Dios,
cia a todo esfuerzo para salir de ella y aban- se podrá decir que el pecado «reina en no-
dona toda aspiración de servir a Dios con sotros» de alguna manera.
plena y sincera fidelidad. Tengamos sumo cuidado en no sofocar
Si sucumbe a una falta grave, su negligen- ni en lo más mínimo la gracia de nuestro
cia habitual paraliza completamente su ca- bautismo. «Los que hemos muerto al peca-
pacidad de regenerarse. Pero, con todo, el do, ¿cómo vivir todavía en él?»: Qui mortui
retorno a las prácticas habituales de vida sumus peccato, quomodo adhuc vivemus
sacerdotal, la aplicación al trabajo, a la lec- in illo? (Rom., VI, 2).
tura espiritual y principalmente a la ora-
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 59

Voy a haceros tres consideraciones que amor propio, el estar al abrigo de las se-
nos animarán poderosamente en esta em- ducciones y de las ilusiones del mundo.
presa de completa liberación. ¡Cuánto ayuda ello al sacerdote para corres-
ponder dignamente a su vocación sublime!
Y es la primera que, de acuerdo con el
Cuanto más completa sea esta muerte, más
plan de Dios, el tiempo es un factor con el
se abrirá su alma a la acción de la gracia y
que debemos contar. Es preciso que, no de
más bendecido será su ministerio.
una vez para siempre, sino cada día mura-
mos a todo lo que desagrada a Dios. A es- No comerciemos con el Señor. Si nos
tos repetidos actos de generosidad respon- exige un sacrificio, aunque sea el de la san-
den en nuestros corazones «estas ascensio- gre de nuestro corazón, respondámosle
nes espirituales» de que nos habla el como Abrahán: Adsum: «Heme aquí, Se-
salmista: Ascensiones in corde suo dispo- ñor». Digámosle esta plegaria: Oh Jesús
suit (Ps., 83, 6). Dios no nos manda que- mío, «que el pecado no me domine» ni
mar las etapas. En el orden de la gracia mucho ni poco: Non regnet in corde meo
como en el de la naturaleza, el crecimiento peccatum (Rom., VI, 12). Y añadamos: «Rei-
no es obra de un día. Cuando el labrador ha nad en mi vida, ¡oh Jesús!... Dignaos, Se-
terminado la sementera, ¿no espera duran- ñor, dirigir y santificar en este día nuestros
te largos meses a que llegue la época de la corazones y nuestros cuerpos…, de acuer-
cosecha? Sin que ello suponga disminución do con vuestra ley» [Oficio de Prima]. Así
de nuestra fidelidad, debemos aprender en es como empezarán a cumplirse y tener
la vida espiritual a tener paciencia con no- realidad en nosotros las palabras de San
sotros mismos, a aguantar las embestidas, Pablo: «Estáis muertos y vuestra vida está
y sobre todo a guardar inalterable nuestra escondida con Cristo en Dios»: Mortui
confianza. Como nos enseña el Apóstol, «a enim estis et vita vestra abscondita est cum
su tiempo cosecharemos, si no desfallece- Christo in Deo (Col., III, 3).
mos»: Tempore suo metemus, non defi-
cientes (Gal., VI, 9).
3.- La gravedad del pecado
Y esto es tanto más cierto cuanto que no Hay almas que han llegado a las cimas
estamos solos en la lucha, sino que pode- más encumbradas de la santidad. Por eso
mos contar con la ayuda de Aquel que nos alabamos a Dios, que es «admirable en sus
ha llamado. San Pablo nos da la garantía de santos»: Mirabilis Deus in sanctis suis
esta seguridad: «Con Cristo hemos sido (Ps., 67, 36).
sepultados»: Consepulti sumus cum Chris-
to (Rom., VI, 4). Nuestra muerte mística no Por el contrario, se da el caso de almas
puede realizarse sino en unión con Cristo que se han hundido en el abismo del peca-
y en virtud de su poder. Su pasión y su muer- do, aunque este caso, no es tan frecuente.
te nos han merecido todas las gracias que ¿Cuál es la razón principal de estas caídas?
necesitamos para morir a la carne, al mun- Esto se debe a que las almas que han llega-
do y a nosotros mismos. Nuestra Misa y do a sucumbir no habían cimentado su as-
nuestra comunión de cada día nos hacen par- censión hacia Dios en una verdadera muer-
ticipar abundantemente de estas gracias. te al pecado. Una elevación sobrenatural
Considerad, además, qué felicidad supo- privilegiada exigía de ellos una renuncia
ne para un corazón sacerdotal el no tener más completa.
que experimentar la tiranía del pecado, el Estas defecciones no se producen de re-
verse libre de la sujeción del interés y del pente, sino que suponen previamente la-
60 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

mentables negligencias de los medios de paración y una preferencia, al menos im-


santificación, «ocasiones» consentidas, plícita. Se pone en tela de juicio a Dios y
complacencias no rechazadas… Antes que su voluntad por una parte y por la otra un
el edificio se desplome, las grietas han ido placer quizás rastrero (el triunfo del amor
cuarteando sus paredes. propio, el odio, la satisfacción de una pa-
Para reafirmar la solidez de los cimien- sión), y se da preferencia a esta satisfac-
tos de nuestro edificio espiritual, vamos a ción pasajera, menospreciando a la eterna
meditar, en primer lugar, en el desorden y bondad. Como los judíos parangonaron ante
en la enormidad que supone el pecado en sí Pilato a Jesús con Barrabás, así también el
mismo considerado; y a continuación, ha- pecador, siguiendo el ejemplo de aquéllos,
remos algunas reflexiones sobre nuestras exclama, si no con los labios, sí al menos
postrimerías, ya que la meditación de estas con su conducta: Non hunc, sed Barabbam
verdades transcendentales es uno de los me- (Jo., XVIII, 40). Es cierto que el pecado
dios más eficaces de que disponemos para venial no tiene la gravedad del pecado mor-
vencer nuestras malas inclinaciones. tal, puesto que no llega a quebrantar la amis-
tad de Dios. Pero aún el pecado venial su-
El pecado es «el mal de Dios»: Malum pone siempre una «elección» y esta elec-
Dei. Somos completamente incapaces de ción viola una ley divina e infiere una ofen-
formarnos una idea cabal de la gravedad que sa a Dios.
encierra una ofensa inferida a Dios. Por El pecado es, pues, realmente un mal de
esto, exclama el salmista: «Quién será ca- Dios, no en cuanto que puede causar al Se-
paz de conocer el pecado?»: Delicta quis ñor perjuicio alguno, sino en cuanto que es
intelligit (Ps., 18, 13). una injuria hecha a su suprema Majestad y
En el foco infinito de su luz, Dios se ve a un atentado cometido contra su soberano
sí mismo como digno de un amor y de una dominio.
sumisión absoluta. Como es la santidad sus- Tanta es la gravedad de esta injuria y tan
tancial, todo lo quiere ordenar a su gloria. real esta ofensa, que, para expiarlas, el Pa-
Y lo quiere con una fidelidad inmutable, dre «no perdonó a su propio Hijo, antes le
porque en esto consiste precisamente el entregó por todos nosotros»: Proprio Filio
orden esencial. Además, por efecto de un suo non pepercit Deus, sed pro nobis om-
amor sin límites, Dios hace donación de sí nibus tradidit illum (Rom., VIII, 32).
mismo en la encarnación, en la Eucaristía Al pie de la cruz es donde mejor pode-
y en el cielo. Son tan grandes su bondad, su mos entrever la gravedad del pecado. Con-
belleza y su esplendor, que, si llegáramos a templad, en unión de María, de Juan y de la
ver a Dios en este mundo, su vista nos produ- Magdalena, a este Dios paciente. ¿Por qué
ciría la muerte. muere entre esos atroces tormentos? «Por
Y con ser esto así, cuando el hombre co- borrar las iniquidades del mundo»: Traditus
mete un pecado se resuelve, en cuanto está est propter delicta nostra (Ibid, IV, 25).
de su parte, contra la soberanía de Dios y El crucifijo es la más auténtica revelación
se niega a reconocer su dependencia, a obe- del pecado. Al contemplarlo, puede decir
decerle y a tender hacia Él como a su últi- cada uno: «¡He aquí mi obra, esto es lo que
mo fin. Con esta actitud infiere un ultraje a he hecho…, he ofendido a Dios!».
la santidad infinita y ofende al mismo Dios. El pecado es también el gran mal, el úni-
Tened bien presente que todo pecado, aún co mal del hombre. ¿Qué es lo que hace el
el venial si es deliberado, supone una com- hombre cuando con advertencia plena y li-
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 61

bre determinación de su voluntad comete traba a las puertas de la muerte. Durante su


un pecado grave? Renuncia a los bienes vida había abusado muchísimo de la gracia.
eternos que el Padre le tenía reservados. A Junto a la cabecera de su cama, un amigo
ejemplo de Esaú, abandona una herencia de suyo pretendía despertar en el moribundo
un valor infinito por un plato de lentejas. la esperanza del perdón y le hablaba de la
Somos herederos del cielo, porque hemos omnipotencia redentora de la sangre de Je-
sido adoptados en Cristo. Ninguna criatu- sucristo. El desgraciado le contesto con es-
ra, por eminente que sea, tiene derecho a tas palabras, que revelaban su desespera-
gozar de la felicidad divina, que a Dios so- ción: «Cuando yo celebraba la Misa, yo
lamente le pertenece en virtud de su natu- bebía esa sangre… y ningún bien me repor-
raleza. Por la gracia santificante, el Señor tó. ¿Creéis que ahora me podrá salvar?»
nos ha dado el derecho de poder llegar un A veces nos encontramos con almas que
día a participar de esta misma felicidad. Por nunca han ofendido a Dios gravemente y en
eso, nunca jamás podremos comprender todo ellas se advierte una especie de temor ins-
el valor de este tesoro que es la gracia. tintivo de ofender a Dios, hasta el punto de
Pero el pecado no solamente hace que la que basta el pensamiento del pecado para
perdamos, sino que nos convierte en obje- hacerles temblar.
to de la repulsión divina. ¡Ser rechazados Tengamos un cuidado exquisito en man-
por un Dios de bondad infinita! Este pensa- tener en nosotros una santa aversión a todo
miento constituye, a mi parecer, uno de los mal, aún al del menor pecado venial deli-
motivos más eficaces para detestar el pe- berado. Si llegáramos a la triste situación
cado. Dios, que no puede equivocarse en de sentir que nuestra alma va perdiendo este
sus juicios ni se deja llevar de ninguna exa- santo temor de ofender a Dios, esforcémo-
geración, que se muestra siempre más in- nos en reemprender fervorosamente nues-
clinado a usar de su misericordia que a ejer- tras prácticas de piedad y en renovar la dis-
citar su justicia, condena a una reprobación posición interior que corresponde a nues-
eterna al hombre a quien había creado para tra sublime vocación.
hacerle feliz. Creo que ésta es la mejor de-
mostración de que el desorden del pecado
supera a cuanto pudiéramos imaginarnos. 4.- La muerte,
Los criterios de Dios siempre se ajustan a castigo divino del pecado
la verdad. Y si la misericordia divina siem- Durante el siglo XVII, el quietismo hizo
pre está dispuesta a acoger al pecador, nun- que una parte de la porción más selecta del
ca cambia la postura que el mismo Dios cristianismo abandonara la meditación de
adopta respecto del pecado: lo detesta, las postrimerías del hombre. Sin duda que
como nos lo atestigua el Evangelio. su consideración inquieta el espíritu, y tur-
Todas estas consideraciones revisten una ba la serenidad y la indolencia de ciertas
gravedad extrema cuando el pecado esta- almas. Pero lo cierto es que, a pesar de ello,
blece su imperio en una conciencia sacer- toda la espiritualidad antigua, y señala-
dotal. El endurecimiento del corazón, la damente la de San Benito, recomienda vi-
ceguera del espíritu y la pérdida progresiva vamente que tengamos siempre ante nues-
de la fe son ordinariamente las terribles tros ojos la consideración de estas verda-
consecuencias de las infidelidades prolon- des. El patriarca de los monjes nos dice:
gadas del ministro de Cristo. Hace algún «Temed el día del juicio. Tened terror del
tiempo, un sacerdote descarriado se encon- infierno. Desead la vida eterna con todo el
62 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

ardor de vuestra alma. Tened presente ante y el alma. Y esta hora se aproxima de día en
vuestros ojos todos los días la amenaza de día.
la muerte» [Regla, cap. IV]. Nadie puede predecir el instante exacto
Esta espiritualidad de nuestros padres es en que sobrevendrá la muerte. Es el mismo
sólida y seria, y produce en nuestro cora- Jesucristo quien nos lo advierte: «Vendré
zón un saludable temor y reverencia ante la como un ladrón…, a la mitad de la noche…,
santidad de Dios, estimulando al alma a a la hora que menos penséis» (Mt., XXIV,
mantenerse alejada del pecado, rechazan- 43-44). Dios ha revelado en contadas oca-
do toda componenda con él. siones a algunos grandes santos el momento
de su partida de este mundo; pero nosotros
desconocemos esta hora hasta que llegue
Ante todo, ¡qué influjo tan bienhechor el fin de nuestra carrera. El demonio tien-
ejerce el pensamiento de la muerte en de a los sacerdotes una trampa, cuando les
toda la vida! induce a creer, aunque sean ancianos o es-
La perspectiva de la muerte mantiene al tén gravemente enfermos, que aún está muy
hombre en la verdad, convenciéndole por lejano el momento de pasar a la eternidad.
anticipado del nulo valor de las cosas y del En más de una diócesis, se conoce el caso
valor absoluto de Dios. Me hallaba cierto de este o de aquel sacerdote que, aún sien-
día junto a la cabecera del lecho de un her- do virtuosos y estando llenos de méritos,
mano en religión, tan fiel observante de la fueron víctimas de su obstinación y murie-
Regla como alegre humorista, cuando de ron sin recibir los últimos sacramentos. To-
repente me dijo: «La eternidad es algo te- memos la firme resolución de mostrar
rrible». Y añadió: «Padre, si hacéis algo que nuestro agradecimiento a los que nos ha-
no sea por Dios, perdéis miserablemente gan la caridad de advertirnos a tiempo, y de
el tiempo. Lo único que vale es Dios y lo aceptar su consejo. ¿No es, acaso, una fuen-
que por Él hacemos. Todo lo demás no son te de paz y de tranquilidad la piadosa re-
sino bagatelas, bagatelas, bagatelas». cepción de los últimos auxilios espiritua-
Para ayudaros a meditar en la muerte, os les de la Iglesia?
voy a ofrecer tres puntos de consideración Para cada uno de nosotros, la muerte es
que os serán de gran provecho: para todos una partida definitiva. Cuando se acerca la
y cada uno de nosotros la muerte es una hora fatal, se efectúa una separación com-
realidad inevitable, –su hora es imprevi- pleta entre el alma y las cosas de aquí aba-
sible,– la separación del mundo, definitiva. jo. Uno a uno se van cerrando todos los
La muerte es segura, como que es el cas- caminos que por medio de los sentidos nos
tigo divino del pecador. «Así, pues, como ponían en contacto con el mundo exterior
por un hombre entró el pecado en el mun- y la conciencia se encuentra a solas con
do y por el pecado la muerte, que pasó a Dios. Ninguno de los amigos que abando-
todos los hombres, por cuanto todos habían namos puede prestarnos su ayuda en esta
pecado…» (Rom., V, 12). «A los hombres soledad absoluta.
les está establecido morir una vez» (Hebr., Con todo, la amargura de la muerte no
IX, 27). Esta es una verdad que no falla. Nada proviene tanto de la obligada separación de
nos puede arrancar de los brazos de la muer- los seres queridos cuanto de la angustia de
te: ni la riqueza, ni el amor, ni la ciencia, ni entrar en un mundo enteramente descono-
las medicinas. Cuando llega la hora, no hay cido, donde las únicas realidades que cuen-
criatura que pueda interponerse entre Dios tan son precisamente aquellas de que no
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 63

hemos tenido experiencia durante la vida


presente.
5.- La pena eterna del pecado
En fin, si la muerte nos parece tan te- Escuchemos a Jesús. A todo lo largo de
rrible es porque después de ella viene el su predicación nos habla del infierno, no
juicio: Post hoc autem judicium (Hebr., IX, exclusiva ni preferentemente, pero sí con
27). El juicio que Dios hará de la conducta frecuencia y con una claridad que no deja
observada por cada uno constituye, para lugar a dudas: «Y si tu ojo te escandaliza,
todo hombre que tiene fe y reflexiona en sácatelo; mejor te es entrar tuerto en el rei-
ello, una perspectiva terrible que, a veces, no de Dios, que con dos ojos ser arrojado
nos llena de espanto. Una vez que el hom- en la gehenna, donde ni el gusano muere ni
bre haya exhalado su último suspiro, se en- el fuego se apaga» (Mc., IX, 47). Después
contrará en presencia de su Juez para ren- del juicio final, los malos «irán al suplicio
dirle cuentas de sus pensamientos, de sus eterno y los justos a la vida eterna» (Mt.,
palabras, de sus obras, y sobre todo del uso XXV, 46).
que ha hecho de las gracias recibidas. ¿Por qué nuestro divino Maestro habla del
Más que ningún otro deberá el sacerdote infierno con una claridad tan diáfana? Por-
temer este juicio, a causa de la importan- que Él es la misma verdad. Su alma con-
cia de su misión sagrada y de las responsa- templaba la majestad inmensa del Padre, su
bilidades inherentes a su cargo. Cuanto infinita santidad, y conocía perfectamente
mayores sean los dones recibidos, más es- las exigencias de su justicia que no puede
trecha será la cuenta que se exija. menos de reprobar el mal: «Temed al que,
después de haber dado la muerte, tiene po-
Todos sabemos de casos de hermanos der para echar en la gehenna» (Lc., XII, 5).
nuestros a quienes la muerte les ha sorpren- Es digno de notarse que Jesús hizo esta
dido repentinamente mientras dormían. recomendación a sus discípulos preferidos,
Permitidme, pues, que os haga una adver- «a causa del amor que les profesa»: Dico
tencia apremiante: ninguna noche os entre- vobis amicis meis (Ibid., 4). Precisamente
guéis al sueño sin tener antes la convicción porque los apóstoles son «sus amigos» y
íntima de que os halláis en estado de com- sus familiares es por lo que les advierte en
parecer ante Dios. Acordaos de que, si la términos tan graves. Su deseo más ardiente
muerte os llegara esta misma noche, el su- es que se vean libres de los espantosos ri-
premo Juez emitiría su fallo definitivo, ante gores de la justicia divina. Amicis meis: a
el cual no cabe apelación alguna, sobre este mismo título deberemos nosotros es-
vuestra conducta y sobre toda vuestra vida. cuchar a Jesús, cuando su amor le impulsa
Si algo nos importa, es que este supremo a ponernos en guardia contra el pecado y
Juez sea nuestro amigo. Jesús es el amigo los castigos que comporta.
leal y fiel, que nunca nos abandonará. Pro- No quiero decir con esto que la fe en las
curad que lo sea durante toda vuestra vida, penas eternas debe constituir el móvil or-
para que lo sea también en el momento de dinario de nuestras acciones, ya que, como
la muerte: «Aunque hubiera de pasar por un sabemos, el amor es lo que debe animar-
valle tenebroso y oscuro, no temería mal nos y estimularnos en el camino de la per-
alguno, porque Tú estás conmigo»: Etsi am- fección. Pero también es verdad que esta
bulavero in medio umbræ mortis non time- arraigada creencia nos será de gran utilidad
bo mala, quonian tu mecum es (Ps., 22, 4). en el curso de nuestra vida y sobre todo en
64 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

los momentos de tentación y de lucha, que Refiriéndose al cielo, ha escrito San Pa-
todos podemos experimentar. En esas cir- blo que: «Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni
cunstancias de inquietud y de turbación, en vino a la mente del hombre, lo que Dios ha
que parece que la pasión lo oscurece todo, preparado para los que le aman» (I Cor., II,
la voluntad se encuentra a veces a punto de 9). Pues igualmente debemos reconocer
capitular. En semejantes ocasiones, el pen- que tampoco podemos formarnos una idea
samiento de la eternidad es quizás el más cabal de los tormentos de esta prisión eter-
eficaz remedio para preservarnos de las na que es el infierno. Para poder compren-
caídas. derlo, sería necesario conocer el bien su-
premo que constituye la posesión de Dios,
No pretendo pintar ante vuestra imagina- y haber experimentado también la angustia
ción un cuadro de las penas físicas del indecible de una existencia separada para
infierno. Quiero solamente recordaros la siempre de su fin bienaventurado, sin un
doctrina de la fe y de la teología acerca del rayo de esperanza que la ilumine.
padecimiento fundamental de esta morada
de desesperación. La pena esencial del infierno consiste
en ser rechazado por Dios: «Apartaos de
Debemos entender esta exposición que mi, malditos»: Recedite a me, maledicti
os voy a hacer sin perder nunca de vista la (Mt., XXV, 41).
doctrina de la Iglesia acerca de las siguien-
tes verdades: Dios no predestina a nadie a Todos los hombres experimentamos una
la reprobación; –Jesucristo ha muerto para inmensa necesidad de alcanzar la felicidad:
redimir a todos los hombres; –a nadie se le la inteligencia, la voluntad y todos los re-
niegan las gracias necesarias para su salva- sortes de nuestra naturaleza buscan con an-
ción; –la condenación no es obra de Dios, helo su satisfacción. Mientras vivimos aquí
sino del hombre que obstinadamente se re- abajo, esta sed de felicidad se calma o se
siste a acatar la ley divina y prefiere apar- sacia de alguna manera con los bienes te-
tarse definitivamente de Dios que someter- rrenales que nos rodean, consiguiéndose así
se a Él confiada y amorosamente. Afirmar la felicidad imperfecta y relativa de esta
que Dios, que es la misma equidad, puede vida. Nuestra existencia cuenta con sufi-
condenar a un alma sin haber merecido se- cientes satisfacciones para hacerse tolera-
mejante reprobación, constituye una horri- ble; pero, con todo, en el fondo de nuestro
ble blasfemia. A la luz de estas verdades ser alienta constantemente el imperioso
comprenderemos mejor la parte de respon- deseo de lo infinito. San Agustín lo expre-
sabilidad personal que alcanza al hombre en sa en términos magistrales: «Nos criasteis,
su condenación. Señor, para Vos, y nuestro corazón anda
siempre desasosegado hasta que descanse
Podemos distinguir en el pecado dos ele- en Vos»: Fecisti nos ad te, Deus, et irre-
mentos: una aversión respecto a su Crea- quietum est cor nostrum donec requiescat
dor y una adhesión a las criaturas: Aversio in te [Confesiones, I, 1. P. L., 32, col. 661].
a Deo et conversio ad creaturam. Cuando
el hombre, a pesar de todas las gracias, se Una vez que hemos llegado al término de
obstina, a la hora de su muerte, en oponer- nuestra vida y entramos en la eternidad, apa-
se voluntariamente a su Señor, éste, a su vez, rece en su inmutable necesidad la absoluta
le desampara. Entonces, el alma, abando- realidad de Dios, único fin del hombre, al
nada a sí misma y «separada de Dios, expe- tiempo que se echa de ver la nada de todo
rimenta la indecible pena de daño»: Se- lo que no es Dios. El alma se siente ate-
paratio a Deo et dolor inde proveniens. nazada por una sed insaciable de dicha y se
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 65

lanza impetuosamente hacia la felicidad que mismo los sacerdotes que los demás hom-
ha perdido para siempre. bres pueden merecer que se les dirija:
Además, el condenado continúa obstina- «Apartaos de mí, malditos» (Mt., XXV, 41),
do en su rebelión contra Dios y esta obsti- me persuado de que más vale aceptar todos
nación le arrebata todo cuanto de bondad los sufrimientos y desprecios del mundo
moral había en él. Aún en el más degenera- que correr el riesgo de sufrir semejante
do de los hombres, siempre queda alguna tormento; y de que, como apóstoles de
tendencia honesta, algún recurso del que Cristo, debemos consagrar totalmente
puede echar mano para regenerarse, arre- nuestros talentos, nuestras fuerzas y nues-
pentirse y emprender una vida nueva. Pero tro celo a salvar a los pobres ciegos que se
el corazón del condenado es la mansión del precipitan por estos caminos de la desgra-
odio. Su voluntad, definitivamente empe- cia eterna.
dernida en el mal, se vuelve, al igual que la
de los demonios, esencialmente perversa. Aún hay otro aspecto de las penas del in-
Odia a Dios, odia a sus semejantes y se odia fierno cuyo recuerdo debe impresionarnos:
a sí mismo. Jamás albergará en su alma un el condenado está enteramente sujeto al
sentimiento de piedad o un pensamiento de poder de los demonios. La naturaleza ab-
amor. solutamente simple de estos espíritus se ha
Así como en Dios y en sus santos reina viciado irrevocablemente. Son esencial-
la caridad, así en él triunfa el espíritu de mente perversos, y su única ocupación con-
rebelión. No es Dios el que condena, com- siste en odiar y dañar. A pesar de que su
prendámoslo bien; es el mismo condenado poder en el mundo está todavía encadena-
quien, por haber elegido definitivamente la do, con todo, la Sagrada Escritura los des-
insumisión, se obstinará por toda la eterni- cribe como seres temibles, «como leones
dad en esta impotente resistencia a su Crea- rugientes que andan rondando y buscan a quien
dor. devorar»: Tamquam leo rugiens quærens
El condenado se siente desgarrado por quem devoret (I Petr., V, 8).
dos fuerzas opuestas. Por una parte, su na- Pero en el infierno, donde el condenado,
turaleza tiende con una pasión irresistible abandonado por Dios, está completamente
hacia Dios, que es el fin supremo para el entregado a su poder, «en las tinieblas ex-
que ha sido creado; y por la otra, su volun- teriores»: in tenebras exteriores, los de-
tad, que ha adoptado para siempre una acti- monios se mueven libremente. Se arrojan
tud de oposición, rechaza a Dios, le blasfe- sobre su presa, oprimiéndola sin piedad y
ma y se complace en esta aversión. causándole tormentos indecibles.
¿Quién podrá expresar el suplicio que Su implacable furor se ceba especial-
comporta esta desesperación? La con- mente en el cristiano, porque en él ven la
versio ad creaturam le hace palpar única- imagen del Hombre-Dios. Pero si el con-
mente el vacío absoluto de su alma despo- denado es un sacerdote, sus tormentos se
jada del amor y privada para siempre de su agudizan mucho más de cuanto podemos
bien supremo. Su misma rebelión interior imaginarnos, porque, en el sacerdote, Sa-
constituye su infierno. tanás ve a aquel mismo que en otro tiempo
Cuando, a veces, en el silencio del claus- tenía, en nombre de Jesucristo, la misión
tro, a solas con Dios y de cara a la eterni- de contrarrestar su reinado entre los hom-
dad, pienso en esta separación del Bien in- bres. Entonces estaba obligado a respetar-
finito, en esta maldición fulminante que lo le por el carácter sacerdotal que llevaba
66 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

grabado en su alma. Pero ahora que el sa- ritu está pronto, pero la carne es flaca»?
cerdote está caído, abandonado de Dios y (Mt., XXVI, 41).
privado de todo poder, el demonio hace de Una gracia extraordinaria es la de sentir
él su juguete preferido. El solo pensamien- el terror de la condenación. Cuenta la gran
to de ser entregado de esta manera, sin pro- Santa Teresa que un día, estando en oración,
tección alguna y por toda la eternidad a la se sintió transportada al infierno: «Entendí
rabia del demonio, debiera bastar para he- que quería el Señor que viese el lugar que
larnos de espanto. los demonios allá me tenían aparejado y yo
Desde lo más profundo de mi corazón, os merecido por mis pecados… Yo quedé tan
grito en nombre de Jesucristo: Vigilate!... espantada, y aún lo estoy ahora escribién-
No nos hagamos ilusiones: lo mismo dolo, con que ha casi seis años, y es así que
nosotros que cada una de las almas que nos me parece el calor natural me falta de te-
están confiadas, podemos condenarnos. mor aquí adonde estoy… Y así, torno a de-
Fijaos en la conducta que la Iglesia, dirigi- cir, que fue una de las mayores mercedes
da por el Espíritu Santo, observa en las fór- que el Señor me ha hecho, porque me ha
mulas de su oración oficial, donde nos man- aprovechado muy mucho» [Santa Teresa de
da que pidamos a Dios la gracia suprema Jesús. Vida, cap. XXXII]. Su celo por la sal-
de «vernos libres de la condenación eter- vación de los pecadores, su paciencia para
na». Así, por ejemplo, en las letanías so- sobrellevar las mayores tribulaciones, su
lemnes de los santos. Y señaladamente a agradecimiento a Dios, que la ha «libera-
nosotros los sacerdotes en el momento más do», y su fidelidad en el servicio del Señor,
augusto del santo sacrificio nos hace repe- son otros tantos frutos preciosos que la
tir la misma súplica: ab æterna dam- santa atribuye a esta visión.
natione nos eripi. Y quiere que a la hora de También para nosotros constituye una de
comulgar pidamos a Jesucristo que «nunca las gracias más saludables el tener una fe
nos separemos de Él»: a te nunquam sepa- viva en la eternidad de las penas. Ella inspi-
rari permittas. ra al sacerdote –para decirlo con una ex-
presión de la santa: «ímpetus grandes»–
Desechemos, pues, toda negligencia e para arrancar las almas del abismo del in-
imprudencia. «Así, pues, el que cree estar fierno. Este celo le es necesario al minis-
en pie, mire no caiga» (I Cor., X, 12). ¿No tro de Cristo. Encargado como está de las
nos habla el mismo Apóstol del «terror» que almas por las que Cristo ha derramado toda
se apodera del alma pecadora cuando, a la su sangre, ¿no se sentirá obligado a respon-
hora de la muerte, cae «en las manos del der ante Dios de cada una de ellas?
Dios vivo»: Horrendum est…? (Hebr., X,
31). Por eso dice de sí mismo: «Castigo
mi cuerpo y lo esclavizo, no sea que, ha-
biendo sido heraldo para los otros, resulte
yo descalificado» (I Cor., IX, 27). Deseche-
mos también toda presunción. ¿No es cier-
to que pocas horas después de su ordena-
ción el mismo Pedro, que había prometido
a Jesús no abandonarle por nada, escuchó
de sus labios estas palabras: «Velad y orad,
para que no caigáis en la tentación; el espí-
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 67

aquí de una obligación estricta, sino de las


exigencias de una conciencia delicada y
sacerdotal. El sacerdote que se confiesa
muy de vez en cuando, pierde inestimables
VI gracias de santificación y se impone el
gravísimo peligro de caer en la tibieza.
El Sacramento de
la penitencia y el espíritu de
compunción 1.- Importancia
de los actos del penitente
El sacramento de la penitencia aplica
siempre al alma, ex opere operato, las ex-
La Sabiduría divina ha puesto a nuestro piaciones y los méritos del Salvador: «La
alcance un medio extraordinario para sangre de Jesús, su Hijo, nos purifica de
ayudarnos a morir al pecado: el sacramen- todo pecado» (I Jo., I, 7).
to de la penitencia. Si usamos bien de este
don, el reino del pecado se irá debilitando Si el cristiano ha perdido vida sobrenatu-
progresivamente en nuestra alma, y acaba- ral por haber pecado gravemente, con el
remos por desarraigar todos los afectos perdón de la ofensa se devuelven la gracia
desordenados que nos unen a las criaturas. santificante y la caridad. Y si no ha llegado
al extremo de romper la amistad con Dios,
La Iglesia, fiel intérprete de la voluntad el Señor le concede un aumento de esta
de Cristo, recomienda la confesión fre- gracia, al mismo tiempo que le perdona el
cuente aún a los cristianos que habitual- pecado venial.
mente viven en estado de gracia. Grandes
Este perdón y la infusión de la gracia, fru-
santos, como San Carlos Borromeo, que no
to de los méritos de Jesucristo, es obra del
tenían nada de escrupulosos, se confesaban
don del Espíritu Santo; y es mucho mayor
con mucha frecuencia. San Francisco de
la gloria que tributan a la misericordia de
Sales, tan conocido por su mansedumbre,
Dios que la ofensa que nuestros pecados
lo hacía diariamente antes de celebrar la
han podido inferir a su majestad.
Misa: al contemplar la pureza divina, su
alma sentía una incesante necesidad de «la- En esta comunicación de la vida sobre-
varse» en la sangre del Cordero: Amplius natural, las disposiciones íntimas del cris-
lava me ab iniquitate mea (Ps., 50, 4). tiano juegan un papel de capital importan-
cia. Porque, para regenerar y santificar el
No abrigo la intención de recomendaros alma, de acuerdo con la voluntad de Cristo
que os confeséis tan frecuentemente, por- y la naturaleza del sacramento, la gracia se
que, fuera del caso de una inspiración so- injerta, por así decirlo, en los actos del pe-
brenatural o de alguna razón especial, esta cador, que son: la confesión de las faltas,
costumbre podría constituir una exagera- hecha con la esperanza de alcanzar el per-
ción. dón; la detestación del pecado, que implica
Pero, por otra parte, estoy convencido de el propósito de la enmienda, y el deseo de
que los sacerdotes que habitualmente di- cumplir la expiación que le imponga la Igle-
fieren su confesión durante varias semanas, sia.
o quizás durante varios meses, carecen de Estos actos se denominan: la confesión,
la debida prudencia sobrenatural. No hablo la contrición y la satisfacción. El Concilio
68 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

de Trento los califica como «cuasi mate- «Yahvé cargó sobre él la iniquidad de todos
ria» y «partes constitutivas de la peniten- nosotros» (Is., LIII, 6). El es «el Cordero
cia» [Sess. XIV, cap. 3 y can. 4]. Según la de Dios que quita el pecado del mundo»
doctrina de la escuela tomista, estos actos, (Jo., I, 29). Cristo ha conocido todos y cada
unidos a la absolución del sacerdote, son uno de nuestros pecados, ha ponderado la
elevados por la virtud sacramental y tienen injuria que han inferido a la santidad divina
eficacia para abolir en nuestras almas el y, para merecernos la salvación, ha cargado
pecado y conferirnos la gracia. Por lo tan- sobre sí todo el oprobio, toda la afrenta y
to, pertenecen a la esencia misma del sa- toda la pena debida a nuestras iniquidades.
cramento.
Pero en el sacramento de la penitencia
nos deja una parte de expiación que debe-
Pero más de una vez, por desgracia, es- mos cumplir para que se nos apliquen sus
tos actos se realizan de una manera im- méritos. Es necesario, pues, que, cuando
perfecta, por lo que el sacramento no co- acudimos al tribunal de la misericordia, sin-
munica al alma todos los frutos que debie- tamos el peso de nuestras faltas, de nues-
ra comunicar, como lo atestigua una dolo- tras ingratitudes y de nuestras miserias, que
rosa experiencia. La verdadera razón del tengamos conciencia de la bajeza y de la
poco provecho que se obtiene de la frecuen- ruindad de nuestros pecados y de nuestras
te recepción de este sacramento hay que infidelidades y que nuestra acusación sea
atribuirla a esta falta de las disposiciones «dolorosa».
requeridas. Como miembros que somos de Cristo,
Hay, a mi parecer, dos causas que expli- asociemos esta humillación, que compor-
can esta mayor o menor esterilidad de las ta la confesión voluntaria de nuestras fal-
confesiones de aquellos que se presentan tas, a las vejaciones y a los ultrajes de toda
al tribunal de la penitencia sin tener otra suerte que soportó el Señor en su pasión, y
cosa de qué dolerse sino de faltas ligeras. unámonos a los sentimientos que experi-
Se aprecia ya una laguna en la misma con- mentaba su corazón, para que la inmensi-
fesión de las faltas, que no suele tener pro- dad de sus expiaciones purifique hasta los
piamente el carácter de una acusación «do- últimos repliegues de nuestra alma. Guar-
lorosa», vinculada a las humillaciones de démonos de usar expresiones que encubran
Cristo. la fealdad de nuestras ofensas y disimulen
Y sucede, además, que, después de la con- el amor propio. Sin llegar a hacer una con-
fesión, el propósito de la enmienda no per- fesión mentirosa, se querría, a veces, obte-
severa en la conciencia con la energía pre- ner un perdón barato.
cisa. Debemos también aceptar de buen grado
Por lo que atañe al primer asunto, es ver- la penitencia sacramental que nos impone
dad que el sacramento de la penitencia, en el confesor, y ofrecer a este fin todas las
virtud de su misma institución, aplica a obras de nuestra vida: Quidquid boni fece-
nuestras almas la expiación que Jesucristo ris et mali sustinueris…
ofreció a la santidad y a la justicia de Dios. Si recibimos el sacramento con estas dis-
Pero también es cierto que nosotros hemos posiciones, se irá verificando gradualmen-
de sobrellevar una parte de expiación. te en nuestras almas una verdadera muerte
En el Gólgota, Cristo se presentó a su espiritual en virtud del sacrificio expiato-
Padre revestido de todos nuestros pecados: rio de Jesucristo. Así es como nosotros los
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 69

sacerdotes deberíamos acusar habitualmen- Hay muchos que siempre son tibios en
te nuestras faltas. el servicio de Dios. Cuando van a confe-
La segunda razón de porqué la confesión sarse, no se detienen a considerar sincera-
suele producir escasos frutos es que el pro- mente sus pecados con deseo eficaz de evi-
pósito de la enmienda no se mantiene con tarlos en adelante. Seguramente que no ig-
la debida firmeza en la vida ordinaria. noran que cada paso que dan en la vida es-
piritual supone una nueva elevación del alma
Es de capital importancia para la vida in- y una nueva fuente de alegría; pero no se
terior que, quien se reconoce culpable, aun- percatan de que para ello se requiere una
que sólo sea de pecados veniales, manten- liberación íntima, que es fruto de una ma-
ga en su alma una decisión inquebrantable yor abnegación de sí mismo y de un renun-
de oponerse a toda negligencia y a cuanto ciamiento más profundo. Sin sacrificio, no
pueda desagradar a Dios. es posible hacer nada que valga la pena en
Siempre que no hay óbice de parte del este mundo.
alma, el efecto esencial del sacramento Os voy a dar otro consejo para que vues-
se produce indefectiblemente. Pero si, tras confesiones sean más provechosas. El
como ya os lo he dicho, queremos sincera- día que os vayáis a confesar, pedid a Dios
mente que nuestras confesiones contribu- en la santa Misa que os conceda la gratia y
yan a nuestro progreso en la vida de per- el donum pænitentiæ. Esta saludable prác-
fección, debemos intentar aprovecharnos tica se apoya en la doctrina oficial de la Igle-
de todos los tesoros de gracia que se con- sia promulgada en el Concilio de Trento
tienen en el sacramento. Para ello, debe- [Sess. XXII, cap. 2]. Y después de haberos
mos tener siempre presente en el espíritu confesado, procurad excitar en vosotros el
el firme propósito de no volver a caer en dolor de vuestras faltas a lo largo de las
las faltas, aún veniales, de que nos hemos ocupaciones del día.
acusado en la confesión. Porque suele su-
ceder que, después de habernos acusado,
por ejemplo, de impaciencias tenidas con 2.- La compunción de corazón
las personas con quienes tratamos, o de ex- Nuestra consagración a Dios por el bau-
presiones poco caritativas, o quizás de ne- tismo y por la ordenación comporta de de-
gligencias en el cumplimiento de determi- recho «una ruptura total y definitiva con el
nados deberes de nuestro estado, o de pecado»: Quod mortuus est peccato, mor-
egoísmo al cargar sobre otros los trabajos tuus est semel (Rom., VI, 10). Según el pen-
más pesados…, una vez terminada la con- samiento de San Pablo, esta «muerte al pe-
fesión, nos olvidamos de la contrición y del cado» no significa tanto un acto transitorio
propósito de la enmienda y continuamos cuanto un estado definitivo: Mortui enim
obrando como si no nos hubiéramos con- estis (Col., III, 3).
fesado.
La experiencia nos atestigua que para
Procuremos, por el contrario, por amor muchas almas esta muerte, aún a las faltas
a Cristo, mantener en nosotros de la mane- veniales, no es ni con mucho todo lo com-
ra más viva la voluntad decidida de corre- pleta que debiera ser. Su vida es un conti-
girnos y enmendarnos, para que, cuando se nuo retroceder y avanzar; y por eso el pe-
presente de nuevo la ocasión de pecar, es- cado reina demasiado en ellas.
temos siempre dispuestos a reaccionar efi-
cazmente. Además del sacramento de la penitencia,
hay otro medio que nos ayuda eficazmente
70 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

a conseguir nuestra liberación espiritual. ofensa hecha a Dios estén saturadas de este
Me refiero al espíritu de compunción. A espíritu de compunción. Difícilmente po-
medida que pasan los años, me voy reafir- dríamos imaginarnos cuál era la oración que
mando en la idea de que la poca estabilidad Santa Teresa tenía siempre sobre su mesa
o el poco progreso en la virtud es debido de trabajo y que ella misma había escrito
principalmente a la falta de compunción. de su puño y letra. Cualquiera creería que
escribió una de aquellas elevaciones de in-
¿Qué debemos entender por compun- flamado amor que brotaban naturalmente de
ción de corazón? su corazón. Pero no: era un versículo de un
salmo, que cualquier gran pecador podría
Se trata de un sentimiento habitual de haber elegido: «Señor, no entres en juicio
pesar por haber ofendido a la divina bon- con tu sierva»: Non intres in judicio cum
dad. Esta disposición brota principalmente servo tuo, Domine (Ps., 142, 2). Esta pro-
de la contrición perfecta, del amor arrepen- funda compunción le era absolutamente ne-
tido. Y produce en el alma la detestación cesaria, porque cualquier otro fundamento
del pecado, por el disgusto que causa a Dios se hubiera hundido bajo el peso de aquella
y por el perjuicio que nos irroga. Si en el su admirable perfección. Santa Catalina de
sacramento de la penitencia basta un acto Siena, fiel a la costumbre de toda su vida,
transitorio de contrición imperfecta para repetía constantemente en su lecho de
abrir el alma a la gracia y fortificarla con- muerte estas palabras: «He pecado, Señor;
tra nuevas caídas; cuando tenemos un sen- tened piedad de mi».
timiento de verdadero pesar inspirado por
el amor y lo mantenemos en el alma en toda ¿Creéis, acaso, que se trata de piadosas
su viveza, crea en ella un estado de oposi- exageraciones? Escuchad a San Juan: «Si
ción irreductible a toda complacencia en dijéremos que no tenemos pecado, nos en-
el pecado. Os daréis perfecta cuenta de que gañaríamos a nosotros mismos y la verdad
hay una incompatibilidad absoluta entre la no estaría en nosotros. Si decimos que no
voluntad de aborrecer el pecado y el hecho hemos pecado, desmentimos a Cristo y su
de continuar cometiéndolo. Esta disposi- palabra no está con nosotros» (I Jo., I, 8-10).
ción habitual constituye el mejor remedio ¿No somos todos, en realidad, aunque en
para evitar la tibieza. diverso grado, hijos pródigos que por el
Este constante pesar por las faltas pasa- pecado o por la simple disipación de espí-
das: «Mi pecado está siempre ante mí» (Ps., ritu nos hemos alejado del Padre? ¿No de-
50, 5) no debe referirse a las circunstan- bemos todos, al recordar nuestras indeli-
cias de cada una de ellas, sino al hecho mis- cadezas y nuestras ingratitudes, decirle:
mo de haber ofendido a Dios. No debemos «Padre, he pecado contra ti; yo no soy dig-
traer a la memoria los detalles concretos, no de llamarme hijo tuyo?» (Lc., XV, 21).
lo que a veces suele ser peligroso, sino Aunque no hayamos ofendido al Señor más
arrepentirnos de haber opuesto nuestra so- que una vez, contribuyendo así a la pasión
beranía, de haber despreciado su amor y de de Jesús, siempre quedará un peso en nues-
haber descuidado, derrochado o aún perdi- tra conciencia, si es que de veras le ama-
do el incomparable tesoro de la gracia. mos. Y aunque nunca le haya ofendido gra-
Comprendemos perfectamente que las vemente, el sacerdote que aspire a vivir una
almas santas que tienen una visión clara de vida de absoluta fidelidad a Dios, lamenta-
la majestad divina, de la grandeza de sus rá sus faltas tanto más cuanto mayores sean
dones y de la gravedad que encierra toda las gracias que ha recibido.
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 71

¿No es verdad que el Padre nos ha espe- Semejante renuncia suele revestir para al-
rado, como le esperó el suyo al hijo de la gunos una dificultad extraordinaria, porque
parábola? ¿No es cierto que nos ha abierto tienen que entablar un combate permanen-
de par en par los brazos de su misericordia te con su propia naturaleza. No hay edad, ni
y que desde el momento mismo en que vol- dignidad, ni condición alguna que se vea li-
vimos a la casa paterna se ha olvidado de bre de estos ataques.
nuestros pecados y nos ha admitido de nue- Aún los santos más austeros han sufrido
vo a su amistad? los ataques de este enemigo que todos lle-
La compunción hace que, al sentir nues- vamos dentro de nosotros mismos. Se
tras ofensas, sintamos también el perdón cuenta de San José de Cupertino que, des-
divino. Por ello, es una fuente de paz y de pués de haber sido arrebatado en éxtasis
confianza. Y de alegría; de una alegría hu- angélicos, volvía a sentir la rebelión humi-
milde, pero profunda. Si destierra, por una llante de sus pasiones [Acta Sanctorum,
parte, las satisfacciones del pecado y las septembris, V, 1019].
que a él conducen, la ligereza espiritual y En esta materia, debemos observar una
el abandono, también por la otra llena el vigilancia perseverante, por muy casta que
alma con la alegría del Padre hasta el punto haya sido nuestra vida pasada. Nunca lle-
de que llega a experimentar cómo se reali- guemos a pensar que nos hemos hecho
za en ella el deseo del salmista: «Devuél- invulnerables. Toda presunción es peligro-
veme el gozo de tu salvación»: Redde mihi sa, trátese de lo que se trate.
lætitiam salutaris tui (Ps., 50, 14).
Por grande que sea nuestra intimidad con
Dios, por elevado que sea el nivel de santi-
3.- Importancia de la compunción dad que hayamos alcanzado, siempre debe-
para el sacerdote remos observar una humilde circunspec-
El espíritu de compunción fortifica en el ción.
alma el deseo de agradar a Dios, la preser-
va de muchas tentaciones y la ayuda a triun- El segundo enemigo es el mundo. –Vi-
far de las que la acometen. Este es uno de vimos en un ambiente cuyas ideas, máxi-
sus frutos más estimables. mas y aspiraciones son radicalmente opues-
Y en especial para el sacerdote, que está tas a las de Cristo: «Ellos no son del mun-
llamado a alcanzar la santidad. El sacerdo- do, como no soy del mundo Yo» (Jo., XVII,
te vive en medio de la corrupción de la so- 14 y 16). Estas palabras se las repitió dos
ciedad, en la que debe hacer frente a tres veces Jesucristo a sus apóstoles inmedia-
enemigos: el demonio, el mundo y la car- tamente después de haberlos consagrado
ne. Estos enemigos le persiguen desde su sacerdotes. Estas palabras deben verificar-
ordenación hasta la tumba, y conspiran para se también en nosotros. Si nuestro cora-
privarle de su verdadera vida, de la vida que zón no está impregnado del espíritu del
tiene en Jesucristo. Evangelio, será el espíritu del mundo el que
se insinuará en nosotros y hará que poco a
poco vayamos descendiendo a su mismo
La concupiscencia de la carne. –El hom- nivel, para preocuparnos exclusivamente de
bre ha sido creado para fundar un hogar y los negocios profanos y del bienestar de la
no podrá pasar toda su vida en una soledad vida, desinteresándonos completamente de
completamente virginal, si no se sobrepo- nuestra sagrada misión.
ne a sí mismo, con la ayuda de la gracia.
72 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

Se dice a veces que esta tierra es un valle contrario, el odio diabólico es completa-
de lágrimas, y nada hay que, en el fondo, mente despiadado. Como la naturaleza de
sea más cierto. Pero, con todo, hay días en los espíritus que fueron lanzados al infier-
que las satisfacciones que el mundo nos no es inmaterial, no conoce ni la fatiga ni
brinda ejercen un atractivo vivísimo en el descanso, y por eso siempre están dis-
nuestra naturaleza. Parece que el mundo nos puestos para dañar. El demonio odia a Dios,
proporciona la felicidad. Sus alegrías, la pero como es impotente para llegar hasta
risa, la belleza, las comodidades, las mil Él, se vuelve contra las criaturas, y en es-
bagatelas que halagan a nuestros sentidos y pecial contra su criatura privilegiada, con-
encienden el fuego de nuestras pasiones, tra el sacerdote, que es la imagen viva de
son mucho más agradables que la oración y Cristo.
las austeridades que la continencia lleva apa- Por el carácter mismo de nuestra voca-
rejadas. ción, por la misión y los deberes que com-
Son muchos los santos que han experi- prende, nosotros los sacerdotes estamos par-
mentado el poderoso influjo de esta fasci- ticularmente expuestos a los ataques, mani-
nación: Fascinatio… nugacitatis (Sap., IV, fiestos o encubiertos, de estos enemigos.
12), y confiesan que, cuando entraban en
contacto con el mundo, aunque fuese con
ocasión de cumplir con sus ministerios sa- Cuando consideramos, por una parte, su
grados, sentían la tentación de la triple con- enorme poder y por la otra nos damos cuen-
cupiscencia que reina en él: la de la carne, ta de nuestra extrema debilidad, espontá-
la de los ojos y la soberbia de la vida (I Jo., neamente viene a nuestro recuerdo aquella
II, 16). El polvo del mundo vela fácilmente frase que los apóstoles dijeron a Jesús:
la luz de la fe, e impide que fijemos única- «¿Quién, pues, podrá salvarse?»: Quis ergo
mente nuestra mirada en Dios y en su amor. poterit salvus esse? (Mt., XIX, 25). El di-
San Carlos Borromeo, modelo de fortale- vino Maestro nos responderá como a sus
za y de virtud varonil, reconocía que, cuan- discípulos: «Para los hombres esto es im-
do vivía en la lujosa mansión de su aristo- posible, mas para Dios todo es posible»
crática familia, se amortiguaba el temple (Ibid., 26). Importa mucho que grabemos
de su espíritu. Con más razón nosotros, que bien esta frase en nuestro corazón. Las fuer-
no tenemos ni la santidad ni la fortaleza de zas naturales, abandonadas a sí mismas, no
este gran príncipe de la Iglesia, debemos pueden triunfar de las solicitaciones de la
guardar las debidas cautelas en las visitas y carne, de la seducción de la gloria del mun-
en las relaciones que nos impone el ejerci- do y de la vana complacencia en sí mismo.
cio de nuestro ministerio, si no queremos Pero santamente compungidos, reconoz-
correr el riesgo de dejarnos arrastrar por camos nuestra fragilidad y, siguiendo la re-
el espíritu mundano. comendación del Señor, «vigilemos y ore-
mos» (Mt., XXVI, 41).
El tercer enemigo es el demonio. – Vigilate. Todo hombre reflexivo sabe por
Como ya lo hemos indicado, aún los hom- propia experiencia y por la de sus seme-
bres más perversos conservan ciertos sen- jantes cuáles son las circunstancias que nos
timientos de humanidad por muy despia- llevan a la quiebra moral. Mejor que nin-
dados que sean. Difícilmente pierde el co- gún otro puede discernir el sacerdote cuá-
razón humano la capacidad de sentirse afec- les son las negligencias que en las condi-
tado ante la desgracia del prójimo. Por el ciones propias de su estado le disponen al
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 73

pecado. Las ocasiones son distintas para verdad como cuando nos acomodamos a su
unos y para otros, según sean diversas sus oración: lex orandi, lex credendi. Ahora
tendencias, sus debilidades y el ambiente bien, ¿cuáles son las fórmulas que la Igle-
que les rodea, pero todos tienen la posibi- sia pone en nuestros labios cuando cele-
lidad de sucumbir. Persuadámonos de que bramos el sacrificio de la Misa, que es la
no hay pecado que haya cometido un hom- función esencial de nuestro sacerdocio?
bre que cualquiera otro no pueda cometer. ¿Cuáles son las actitudes que nos manda
A la vigilancia debemos unir la oración, tomar? ¿Cuáles son los sentimientos de que
el recurso a Aquél para quien «todo es po- quiere revestirnos?
sible» y que es nuestro divino Maestro. Él Se da por descontado que el sacerdote
es quien nos ha elegido y, rogando por no- que celebra la Misa vive en gracia de Dios.
sotros como por los apóstoles, ha dicho a Y, sin embargo, lo primero que hace al lle-
su Padre: «No pido que los tomes del mun- gar al altar es inclinarse humildemente y
do, sino que los guardes del mal» (Jo., XVII, golpearse el pecho, como el publicano del
24). Mirad a San Pablo. El gemía: «¿Quién Evangelio, reconociéndose pecador ante
me librará de este cuerpo de muerte?» Dios, ante los santos del cielo y ante el
(Rom., VII, 24). Y respondía: «Gracias a pueblo cristiano: Peccavi nimis… mea ma-
Dios, por Jesucristo nuestro Señor» (Ibid., xima culpa... Por muy elevada que sea su
25). Es la misma respuesta que el propio santidad, no puede acercarse al Señor sino
Jesús le dio cuando el Apóstol, zarandeado mediante esta humilde confesión. El pue-
por el demonio, suplicó por tres veces a blo se acusa a su vez por boca del acólito y
Cristo que le libertara: «Te basta mi gracia, entonces es cuando sobre toda la familia
que en la flaqueza llega al colmo mi po- cristiana desciende el perdón divino: Indul-
der» (II Cor., XII, 9). Lo mismo nos suce- gentiam, absolutionem et remissionem
derá a nosotros. Leed el salmo 90, que re- peccatorum nostrorum…
citamos todas las tardes. Es el salmo por ¿Qué oración manda la Iglesia que recite
excelencia de la confianza en la lucha. En el sacerdote cuando sube las gradas del al-
él se describen con expresivas imágenes tar?: Aufer a nobis, Domine… iniquitates
todas las tentaciones a que estamos suje- nostras. Porque realmente es necesario
tos, pero también se nos asegura que Dios estar limpio de toda impureza para pene-
promete la victoria al que ora: «Caerán a tu trar en el «santo de los santos».
lado mil, caerán a tu derecha diez mil, a ti Cuando besa el ara sagrada, el sacerdote
no llegará… Me invocará él y Yo le oiré, quiere sellar con este ósculo su unión con
estaré con él en la tribulación… Le saciaré Cristo, del cual es figura el altar, y al mis-
de días y le daré a ver mi salvación». mo tiempo su unión con la Iglesia en la per-
sona de los mártires, cuyas reliquias están
allí encerradas. Invocando los méritos de
4.- La compunción los santos, pide al Señor «el perdón de to-
en la liturgia de la Misa dos sus pecados»: Ut indulgere digneris
La Iglesia es la Esposa de Cristo y sabe omnia peccata mea.
mejor que nadie cómo debe honrar a su Terminado el Introito, el celebrante
Esposo y cómo debe rendir homenaje a apostrofa al Señor nueve veces seguidas,
Dios. Además el Espíritu Santo la dirige en implorando la piedad divina para todas las
la ordenada disposición de la liturgia. Nun- miserias humanas, la más triste de las cua-
ca podremos estar tan seguros de poseer la les es el pecado: Kyrie eleison… Si quere-
74 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

mos ser agradables a Dios, lo conseguire- trabajos, todas sus penas, en una palabra,
mos apelando siempre a su misericordia. toda su vida, para que, por Jesús, sea ésta
El Gloria in excelsis es el eco del canto agradable al Padre. «La contrición es ya un
de los ángeles. Pero cuando lo vuelven a verdadero sacrificio»: Sacrificium Deo
entonar los labios humanos, este cántico se spiritus contribulatus (Ps., 50, 19); pero
prolonga en súplicas: «Vos que borráis los cuando, unidos a Cristo, presentamos la
pecados del mundo…, que estáis sentado a santa hostia poseídos de estos sentimien-
la diestra del Padre…, tened piedad de no- tos, Dios se olvida de todas las iniquidades
sotros». e ingratitudes de nuestra vida anterior.
El canon está integrado por oraciones
Antes de pasar a leer el Evangelio, de- sublimes. El sacerdote, lleno de respeto,
beremos pedir a Dios que «purifique nues- se acerca a Dios, que es altísimo, pero tam-
tros labios». bién «clementísimo»: Te igitur, clementis-
Todo cuanto antecede pertenece a los sime Pater. Por medio de su Hijo Jesús, pue-
preliminares del sacrificio y nos es fácil de el sacerdote acercarse con toda confian-
comprender que la Iglesia quiera sugerir- za al Padre: Per Jesum Christum Filium
nos insistentemente estos sentimientos, a tuum. ¿Cuál es la actitud que adopta para
fin de que nos dispongamos debidamente orar? Se inclina, besa el altar, y continúa
para ofrecerlo más dignamente. Pero no se diciendo: Suplices, rogamus ac petimus…
contenta con esto, sino que, a medida que Antes de la consagración, el sacerdote
vamos entrando en la misma actio, va avi- extiende sus manos sobre la oblata de la
vando en nosotros esta compunción. misma manera que en el Antiguo Testamen-
Hemos llegado al ofertorio. Tomamos to lo hacía el sumo sacerdote sobre la víc-
en nuestras manos la hostia que se conver- tima que representaba al pueblo culpable.
tirá en la sagrada víctima. ¿Con qué fórmu- La oración que acompaña a este gesto da a
la la presentamos al Padre? «Recibid… entender que los culpables son los pecado-
esta hostia inmaculada que os ofrezco yo, res, que debían recibir el castigo que me-
vuestro indigno siervo…, por mis innume- recen. «Aceptad, oh Señor, en su lugar, esta
rables pecados, ofensas y negligencias…» hostia santa e inmaculada, acoged favora-
De esta suerte, cumplimos la recomenda- blemente esta víctima que os es tan queri-
ción que nos hace San Pablo: «Debe por sí da, pues es el mismo Jesús». ¿Y qué es lo
mismo ofrecer sacrificios por los pecados, que pide el celebrante en virtud de los mé-
igual que por el pueblo» (Hebr., V, 3). El ritos de Jesús? «El ser preservado de la con-
poder ofrecer todos los días la víctima di- denación eterna y contado entre los elegi-
vina en compensación de sus propios pe- dos». En este momento solemne, no le em-
cados y de las indelicadezas que ha tenido bargan ni el éxtasis ni el arrobamiento, sino
para con Dios, constituye uno de los con- un sentimiento de profunda compunción.
suelos mayores que puede experimentar el Al llegar el momento de la consagración,
ministro de Cristo. desaparece la persona del ministro, pues no
Después de la ofrenda de la materia del vemos en él sino a Cristo. Por eso, no dice:
sacrificio, la rúbrica prescribe que el cele- «Este es el cuerpo…, la sangre del Salva-
brante se incline en una actitud de «humil- dor», sino: «Esto es mi cuerpo…, ésta es
dad y de contrición»: In spiritu humilitatis mi sangre que será derramada… por la re-
et in animo contrito suscipiamur a te, Do- misión de los pecados». He aquí expresa-
mine. El sacerdote ofrece a Dios todos sus do el fin propiciatorio del sacrificio. Esta
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 75

palabra nos invita a abrir nuestros corazo- los hagamos nuestros, los acentos de una viva
nes a una inmensa esperanza de alcanzar el compunción. Si el Señor, en su condescen-
perdón de todos nuestros pecados, en vir- dencia infinita, nos admite en su presencia y
tud de los méritos de la inmolación de Je- acepta con agrado nuestras súplicas, no olvi-
sucristo. demos que su justicia exige que reconozca-
Poco más tarde, el sacerdote rompe el mos al mismo tiempo nuestra condición de
misterioso silencio del Canon, al tiempo pecadores.
que dice: Nobis quoque pecatoribus, y se Ante el trono de Dios, los ángeles cantan
golpea el pecho, pidiendo al Señor «que, sin cesar: Sanctus, Sanctus, Sanctus. Es el
atendiendo no a sus propios méritos, sino homenaje que rinden a la soberanía inmen-
a la divina indulgencia, le admita en la so- sa de Dios. Mientras vivimos en este des-
ciedad de los santos y de los mártires». tierro, como mejor glorificaremos a su
También aquí la fórmula sagrada impone al suprema majestad será, sobre todo, confe-
alma una actitud de profunda, aunque con- sando humildemente nuestra miseria y
fiada, compunción. nuestros pecados y reconociendo la inmen-
sidad de su eterna misericordia.
San Ambrosio, San León, San Gregorio,
todos estos grandes pontífices que se han Cualquier oración puede servir para esti-
hecho acreedores a nuestra veneración, han mular nuestro espíritu de compunción. Tan-
recitado total o parcialmente estas admira- to en la oblación del santo sacrificio como
bles fórmulas. Y lo mismo las han dicho los en las recitaciones del breviario, encontra-
santos modernos como San Francisco de mos abundantes fórmulas que expresan la
Sales, San Alfonso de Ligorio y el santo Cu- contrición más perfecta.
ra de Ars. ¡Cuántos salmos hay que expresan admi-
Llegamos ya al momento de la comu- rablemente nuestro pesar por haber ofen-
nión. ¿De qué título se servirá el sacerdote dido a la bondad divina! Estos cantos inspi-
para invocar a Cristo en el momento de rados unen siempre al dolor del corazón
unirse a Él? Precisamente de éste: «Cor- contrito la expresión de la confianza y la fe
dero de Dios, que quitas los pecados del en el perdón: «Apiádate de mí…, según la
mundo». Considerad el significado de es- muchedumbre de tu misericordia…»
tas palabras: «No os fijéis en mis pecados, «Apiádate de mí, porque a ti he confiado
sino en la fe de vuestra Iglesia… Libradme mi alma» (Ps., 50, 3 y 56, 2). La máxima
de todas mis iniquidades». Considerad, por aspiración del salmista consiste en tener
último, cuánta verdad encierran aquellas «un corazón puro»: Cor mundum crea in
palabras Domine non sum dignus que re- me, Deus, y en sentirse «fortalecido por la
petimos tres veces… fuerza del Espíritu»: Spiritu principali con-
Este es el espíritu de la Iglesia. Como firma me.
veis, no una sola vez, sino que a todo lo lar- Si recitamos devotamente las horas ca-
go de la «acción» santa, la Iglesia mantiene nónicas, el Espíritu Santo nos concederá el
el alma del celebrante en una actitud de pro- don de penetrar el espíritu de estos salmos,
funda humildad, sirviéndose para ello de las para que, al rumiarlos, traslademos a nues-
fórmulas más claras y de los ritos más ex- tra vida interior los sentimientos que ex-
presivos. A las expresiones esenciales de presan.
adoración, de alabanza y de acción de gra-
cias va uniendo constantemente, para que
76 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

Dios y que nos ama. Así abriremos nuestra


alma a su acción santificadora.
5.- El Vía-Crucis, La sensibilidad no tiene parte alguna en
fuente de compunción esta comunicación de la gracia. Jamás los
Me consta por una larga experiencia que movimientos sensibles pueden servir de
el Via-Crucis es una de las prácticas más base, ni de piedra de toque, ni de motivo
eficaces para mantener en nosotros el es- para nuestra piedad. Pero, cuando nuestra
píritu de compunción. devoción está firmemente apoyada en la fe,
¿De dónde proviene el valor santificador pueden ser un medio eficaz para ayudarnos
del Via-Crucis? De que en esta devoción a evitar las distracciones y a concentrar
Cristo se nos muestra, de una manera par- nuestro pensamiento en Dios.
ticular, como causa ejemplar, meritoria y La Iglesia exhorta a todos los cristianos
eficiente de la santidad. En su pasión, Je- a que mediten en la pasión de Jesucristo;
sús se revela como modelo perfecto de to- pero esta invitación se la hace especialmen-
das las virtudes. En ella, más que en ningu- te a los sacerdotes. Es su deseo que nos
na otra ocasión, nos muestra su amor al sirvamos de este medio para unirnos a los
Padre y a las almas, su paciencia, su dulzu- sufrimientos de nuestro Salvador y nos
ra, su magnanimidad en el perdón. Su obe- apropiemos los ejemplos de sus virtudes;
diencia, que es manantial de fortaleza, le y quiere también que de la meditación de
sostiene y le impulsa a proseguir su mar- estos misterios consigamos una abundan-
cha dolorosa hasta el consummatum est. tísima aplicación de los méritos divinos
La meditación de los sufrimientos del tanto para nosotros como para aquellos por
Señor nos enseña a compartir su aversión quienes rogamos.
al pecado y a asociarnos a su sacrificio para Nosotros los sacerdotes somos por ex-
colmar el abismo de las iniquidades del celencia los «dispensadores de los frutos
mundo. Y esto constituye, ya de por sí, una de la pasión»: Dispensatores mysteriorum
gracia inapreciable. Dei (I Cor., IV, 1). Si, como dice San Pablo,
Jesús no es un modelo que solamente «la muerte del Señor se anuncia» todos los
debemos imitar en sus líneas exteriores, días sobre nuestros altares, esto se realiza
sino que debemos llegar a participar de su por nuestro ministerio. En el altar estamos
vida íntima. En cada etapa de su pasión nos en contacto con el mismo manantial de to-
ha merecido la gracia de poder reproducir das las gracias, ya que éstas brotan de la
en nosotros mismos la semejanza de las cruz. El sacerdote debe, por consiguiente,
virtudes que en Él admiramos: «Salía de Él aprender más que ningún otro a darse per-
una virtud» (Lc., VI, 19). En cierta ocasión, fecta cuenta del precio de la sangre de Je-
una pobre mujer que estaba enferma le tocó sucristo y a confiar en sus méritos.
a Jesús e inmediatamente recobró su salud. ¿Pero qué es lo que sucede a veces? Que
También nosotros, dice San Agustín, pode- vivimos en una miserable pobreza espiri-
mos tocar a Jesús con el contacto de la fe tual en medio de estas riquezas y estamos
en su divinidad: Tangit Christum qui credit hambrientos en medio de esta abundancia.
in Christum… Vis bene tangere? Intellige Para poner remedio a nuestro poco fervor,
Christum ubi est Patri coæternus, et teti- podemos servirnos eficazmente de la prác-
gisti. Miremos a Jesús a todo lo largo de la tica de la devoción del Via-Crucis, que será
vía dolorosa. Veamos cómo se entrega y para nosotros «una fuente que salte hasta la
cómo sufre por nosotros. Creamos que es vida eterna» (Jo., IV, 14). En cada una de
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 77

las catorce estaciones nos unimos amoro- señal de que vuestro corazón no está afec-
samente con el Salvador y refrescamos tado ni penetrado de su propia miseria y de
nuestra alma en la corriente de gracias que las ofensas que Dios os ha perdonado.
brota del costado de Jesús. Hay una parábola en el Evangelio que
Cualquier tiempo es bueno para practi- ilustra maravillosamente esta verdad. Nos
car el Via-Crucis, pero en cuanto sea posi- presenta dos personajes: el fariseo y el
ble, creo que ninguno es más apto que el de publicano. Recomponed con vuestra ima-
la acción de gracias después de la Misa. ginación la escena de su oración en el tem-
Cuando todavía conservamos en nosotros plo. El primero se fija en las faltas del otro
la divina presencia, podemos rehacer este y las ve con los ojos bien abiertos. Observa
trayecto unidos a Aquel que lo recorrió el y juzga con rigor a su prójimo, pero no
primero. El seguir así, paso a paso, el ca- medita en sus propias culpas. Está comple-
mino del Calvario en unión con Jesús, a tamente ciego para ver su conducta, cuya
quien llevamos dentro de nuestra alma, es miseria Dios conoce perfectamente, y sólo
una excelente manera de profesar nuestra ve sus ayunos y sus limosnas. Para nada
fe en el imponderable valor de sus sufri- piensa en sus pecados. Y siente deseos de
mientos, que continúan ofreciéndose ince- decir a Dios: «Podéis estar orgullosos de
santemente en el sacrificio del altar. mí». Al hacer su oración se complace en sí
Para practicar esta devoción no se requie- mismo. Y cuando dice: «Señor, os doy gra-
re ninguna oración vocal. Basta con aplicar cias porque no soy como ese otro», esta
piadosamente el espíritu y el corazón. acción de gracias, aunque tenga ciertos vi-
sos de ser legítima, con todo no le justifi-
Algunos sacerdotes me han declarado ca. ¿Por qué? Pues porque su alma no está
más de una vez: «Nosotros no hacemos compungida y le falta la humildad.
meditación, porque se nos hace extrema-
damente difícil; es que no tenemos vida in- El publicano, por el contrario, no se fija
terior». Y yo les he respondido: «¿Habéis en el fariseo. Siente su miseria y no levan-
intentado practicar el Vía-Crucis a modo ta sus ojos para juzgar la del prójimo. Se
de meditación?» golpea el pecho y exclama: «Oh Dios, sé
propicio conmigo pecador» (Lc., XVIII, 13).
El corazón que hace esta oración está un-
¿De qué señal nos valdremos para saber gido de compunción. Y Jesús proclama que
a ciencia cierta si existe en nuestro cora- la compunción justifica al pecador ante
zón la verdadera compunción? Os voy a dar Dios.
un medio inefable.
La compunción tiende un velo sobre las
faltas de los demás, al tiempo que el alma
se siente dominada por el sentimiento de
su propia indignidad.
¿Sois, acaso, severos, exigentes y duros
con los demás? ¿Sois inclinados a revelar
sin miramiento alguno o con ironía los de-
fectos y las faltas del prójimo? ¿Se las
echáis en cara sin legítimo motivo? ¿Os
escandalizáis fácilmente? Si esto es así, es
78 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

donde brotan las gracias y están encarga-


dos de distribuirlas, se encuentran, sin em-
bargo, a veces, tan alejados de todo con-
tacto con Dios? ¿Qué es lo que, si vale la
VII expresión, cierra la mano de Dios?
El orgullo. Si fuéramos perfectamente
Humiliavit semetipsum factus humildes, no tendrían límite las larguezas
de lo alto. La lección que nos da el Evange-
obediens lio no puede ser más perentoria: «El que se
ensalza será humillado, y el que se humilla
será ensalzado»: Omnis qui se exaltat hu-
La humildad es compañera inseparable de miliabitur et qui se humiliat exaltabitur
la compunción. Es tan grande la importan- (Lc., XVIII, 14). No es menos categórica la
cia de la humildad en la obra de la santifi- enseñanza de las epístolas. En dos lugares
cación del sacerdote, que vale la pena que distintos leemos esta terrible sentencia:
nos detengamos a considerarla. «Dios resiste a los soberbios y a los hu-
mildes da su gracia»: Deus superbis resis-
Nos sentimos muy inclinados a tener de tit, humiliabus autem dat gratiam (I Petr.,
Dios una idea que se adapte a los moldes V, 5; Jac., IV, 6).
de nuestra condición humana. Así, por
ejemplo, se nos hace muy difícil figurar- ¡Cuánta luz nos proporcionan estas pala-
nos un ser que no se empobrece al dar su bras tan sencillas! ¿Qué es menester para
dinero, porque la experiencia de todos los ser elevado hasta Dios? Humillarse.
días nos enseña que todo hombre dadivoso
lo es a costa de que vaya disminuyendo su
peculio. Dios es el único que no se empo-
1.- La criatura ante Dios
brece al hacer sus dádivas. Como es la bon- La humildad cristiana consiste principal-
dad por esencia, o lo que es lo mismo, el mente en la postura que adopta el alma, no
amor infinito, su naturaleza le inclina a re- precisamente ante los demás hombres ni
partir sus riquezas, a comunicar su felici- ante sí misma, sino ante Dios.
dad y a entregarse a sí mismo: Bonum est Sin duda que la humildad implica la defe-
diffusivum sui. Por esto ha querido Dios rencia para con el prójimo, e incluso, en
comunicar al hombre su propia vida y ha- algunos casos, la sumisión. Cuando el hom-
cerle heredero suyo y coheredero de Cris- bre se juzga íntimamente a sí mismo, la
to (Rom., VIII, 17). La encarnación, la re- humildad le sugiere siempre una saludable
dención, el don de la Eucaristía, la funda- modestia. Pero todo esto no es sino con-
ción de la Iglesia y otros innumerables be- secuencia de una disposición mucho más
neficios, que se renuevan sin cesar, son la profunda. La actitud fundamental del alma
demostración evidente de esta bondad que humilde es la de rebajarse ante Dios y vivir
no tiene límites. de acuerdo con su condición, pensando y
Pero quizás os preguntéis: si es verdad obrando siempre de perfecto acuerdo con
que Dios quiere sinceramente santificar a la voluntad del Señor. La humildad sitúa al
los hombres, ¿por qué encuentran éstos tan- alma ante Dios tal cual es, en su verdadera
ta dificultad para vivir la vida sobrenatural? miseria y en su nada. Podemos, pues, defi-
¿Cómo se explica que los ministros del al- nirla diciendo que es «la virtud que inclina
tar que viven junto al manantial mismo de al hombre a mantenerse en la presencia de
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 79

Dios en el lugar que le corresponde». ¿Qué manarse con la verdad y no con la mentira»
son los hombres en este mundo? Seres que [De natura et gratia, 34. P. L., 44, col. 265].
marchan hacia la eternidad; solamente es- Por el contrario, el orgullo comporta
tán de paso. En el orden de la creación, y siempre y ante todo un error de juicio. El
con mucha mayor razón en la economía so- hombre orgulloso se complace desordena-
brenatural, el hombre «no tiene nada que damente en su propia excelencia hasta el
no haya recibido»: Quid habes quod non extremo de llegar a perder de vista y a des-
accepisti? Y añade el Apóstol: «¿De qué te preciar y rechazar el soberano dominio que
glorías, como si no lo hubieras recibido?» (I Dios ejerce sobre él.
Cor., IV, 7).
Entre todas las inclinaciones que nos in-
La humildad no consiste en tener un co- citan al pecado, el orgullo es la más tenaz,
nocimiento teórico de esta dependencia, la más profunda y la más peligrosa.
sino en proclamarla voluntariamente por
una sumisión efectiva a Dios y al orden por Son muchos los grados y las particulari-
Él establecido. En el afán de ajustar la con- dades que presenta este vicio, pero la dis-
ducta a su verdadera condición, el hombre posición fundamental del orgulloso consis-
humilde rechazará todos los deseos de pro- te en que su alma vive sin preocuparse de
curar su propia excelencia con independen- bendecir la mano bondadosa que le dispen-
cia de las leyes establecidas por la natura- sa todos los beneficios que disfruta. Todos
leza y por Dios. los beneficios divinos, tanto los del orden
creado como los del orden sobrenatural, los
Según la doctrina de Santo Tomás, la hu- reputa como cosas completamente norma-
mildad es una virtud que propiamente per- les y naturales. Cuando el hombre está do-
tenece a la voluntad, pero que está regulada minado por la soberbia, camina por la vida
por el conocimiento: Normam habet in sin acordarse para nada de los derechos de
cognitione [Sum. Theol., II-II, q. 161, a. 2 Dios y de las finezas de su amor. Esta es la
y 6]. ¿Qué conocimiento es este? El de la razón de porqué el Señor, que se inclina
soberanía de Dios por una parte, y por la bondadosamente sobre el corazón humil-
otra el de su propia nada. Sobre estos dos de, abandona al orgulloso en la independen-
abismos, tan distintos el uno del otro, se cia que reclama: Et divites dimisit inanes.
asoma el alma sin que pueda llegar nunca a
escrutarlos hasta el fondo. En el alma del sacerdote, el orgullo no
suele revestir caracteres tan graves, pero
Esta confrontación del hombre y del Ab- puede llevarle a perder de vista su depen-
soluto divino debe realizarse principalmen- dencia total respecto de Dios y a compla-
te en el silencio de la oración. Dice la Es- cerse en el ejercicio de la autoridad y en el
critura: Deus noster ignis consumens est: bien que practica, como si todo esto par-
«Yahvé, tu Dios, es fuego abrasador» (Deut., tiera de sí mismo. La humildad es necesa-
IV, 24). Cuanto más nos acercamos a Él con ria para todo hombre, pero mucho más para
espíritu de fe, tanto más experimentamos que los ministros de Jesucristo.
se apodera de toda nuestra alma. La misma
Guardémonos, sin embargo, de pensar
claridad que nos permite entrever la grande-
que la humildad paraliza el espíritu de ini-
za de Dios es la que nos descubre nuestra
ciativa y el celo abnegado. Por el contra-
absoluta indigencia.
rio, es una fuente de energía moral. Cuan-
La humildad consiste en la verdad. Como do el alma humilde reconoce su debilidad
dice San Agustín: «La humildad debe her- o su indigencia, no lo hace para estarse de
80 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

brazos caídos, sino para encontrar en Dios, de pensar algo como de nosotros mismos,
en el cumplimiento de su voluntad, el po- que nuestra suficiencia viene de Dios»: Suf-
deroso resorte de su energía. Esta era la ficientia nostra ex Deo est (II Cor., III, 5).
conducta de los santos. Contemplad al gran El hombre no llega a percatarse de esta in-
Apóstol de los gentiles. ¿Dónde se encuen- suficiencia sino gradualmente y por efecto
tra el secreto de su infatigable entusiasmo? de la gracia.
El mismo nos lo dice: «Cuando parezco ¿Es que no sentimos cómo dormitan en
débil, entonces es cuando soy fuerte» (II el fondo del alma los atractivos que en noso-
Cor., XII, 10). Y esto, porque: «Todo lo pue- tros ejercen los placeres rastreros y las sa-
do en Aquél que me conforta» (Philip., IV, tisfacciones del orgullo y del pecado?
13). La verdadera humildad siempre va uni-
da a la magnanimidad y a la confianza en el Añádase a esto que los deberes de nues-
Señor. tro estado y el trabajo constituyen para no-
sotros obligaciones penosas. Por elevado
y noble que sea el afán con que nos entre-
2.- La humildad gamos a nuestros deberes diarios, siempre
y el progreso espiritual será verdad que ello reclama un esfuerzo y
el esfuerzo ininterrumpido se convierte para
Por muy importantes que sean los pun- muchos en una carga pesada.
tos de vista que hemos expuesto, no bastan
para darnos una idea perfecta de la impor- Contad, además, los males físicos: las
tancia que tiene la humildad en la vida inte- enfermedades, la ancianidad y la muerte. Y
rior. ¿Qué papel juega la humildad en este en cuanto a los sufrimientos morales,
estado de inclinación al mal en que nos ha ¡cuántas angustias, fracasos, desilusiones y
sumido el pecado, pero donde Dios ejerce tristezas oprimen el corazón! Con harta ra-
su poder para curar, elevar, sostener y per- zón decía Job que: «El hombre, nacido de
feccionar cada una de las almas? mujer, vive corto tiempo y lleno de mise-
rias» (Job., XIV, 1).
Su misión es la de abrir el alma a la ac-
ción de la gracia y la de disponer al hombre
para que rinda gloria al Señor de la manera No bastan las energías y las cualidades
que Él ha previsto y deseado, es decir, ala- morales para sobreponerse a estos males y
bando la divina misericordia. aprovecharnos de ellos para labrar nuestra
Teniendo esto en cuenta, podemos esbo- santificación. El alma debe volverse ha-
zar una definición complementaria de la cia Dios y requerir el auxilio de su gra-
humildad, diciendo que es «una virtud que cia, confesando la propia impotencia. La
inclina al alma a confesar práctica y conti- actitud fundamental de la humildad cristia-
nuamente su miseria ante Dios». na consiste en esta orientación del cora-
zón que se abre a la acción de lo sobrenatu-
ral por el reconocimiento de su indigen-
¿De qué miseria se trata? cia, y así es como el hombre se hace capaz
Ante todo, como sabéis vosotros tan bien de recibir el don de Dios, sin correr el ries-
como yo, toda criatura experimenta el do- go de atribuírselo a sí mismo. La humildad
loroso sentimiento de su impotencia radi- socava el alma, por así decirlo, reducién-
cal para elevarse por sus propios recursos dola al lugar que le corresponde, y la dis-
al nivel sobrenatural y para mantenerse en pone para que Dios ejerza en ella su acción
él: «No que de nosotros seamos capaces santificadora.
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 81

Hay almas que no tienen conciencia de su La encarnación del Hijo de Dios «en una
indigencia, y como no imploran al Señor carne de pecado semejante a la nuestra»:
desde el fondo de su miseria, tampoco se in similitudinem carnis peccati (Rom., VIII,
disponen a la acción de la gracia. 3), su muerte redentora, nuestra adopción,
el perdón de los pecados que tantas veces
Saturado de este espíritu de humildad, se nos concede son otras tantas estupendas
escribía San Pablo: «Muy gustosamente, manifestaciones de los abismos de esta in-
pues, continuaré gloriándome en mis debi- mensa caridad. San Pablo nos dice expre-
lidades para que habite en mí la fuerza de samente que toda la obra de Cristo tiende a
Cristo» (II Cor., XII, 9). Estas palabras son manifestar la abundancia y la gratuidad de
muy conocidas, aunque no siempre se en- esta divina bondad: «Pero Dios, que es rico
tiende debidamente su sentido. ¿Qué es lo en misericordia, por el gran amor con que
que el Apóstol quiere decir? «Yo no soy un nos amó, y estando nosotros muertos por
ser perfecto, como lo son los ángeles; yo nuestros delitos, nos dio vida por Cristo…,
soy un hombre lleno de debilidades, pero a fin de mostrar en los siglos venideros las
me gloriaré en ellas porque, gracias a ellas, excelsas riquezas de su gracia» (Eph., II, 4-
consigo conmover el corazón de Dios y 5, 7). Y dice en otro lugar: «Dios nos ence-
cuanto más me percato de mi flaqueza, más rró a todos en la desobediencia, para tener
enteramente entrego mi alma a la fuerza de de todos misericordia»: Deus inclusit
Cristo que en mí habita». omnia in incredulitate ut omnium mise-
reatur (Rom., XI, 32). ¿Cómo aparecere-
Pero no confundamos las debilidades mos en el cielo ante Dios? «Como vasos
humanas, cuyo humilde reconocimiento de su misericordia»: Vasa misericordiæ
tanto contribuye a nuestro progreso espi- (Rom., IX, 23), lo cual significa que esta-
ritual, con las «infidelidades». Porque és- mos destinados a proclamar por toda la eter-
tas, lejos de favorecer la vida sobrenatural, nidad en la ciudad celestial el triunfo de la
obstaculizan la acción divina. En ningún gracia sobre nuestra miseria y sobre el pe-
caso podemos presentarlas ante Dios como cado.
un título más para alcanzar su gracia. Aun-
que el arrepentimiento y el firme propósi- ¿Se podrá expresar en dos palabras toda
to de la enmienda que suscitan en el alma la misión que trajo Jesús a este mundo? Yo
los pecados cometidos constituyen, sin me atrevo a intentarlo, sin miedo de equi-
duda, una confesión de nuestra miseria que vocarme: «Jesús es el mensaje que la mi-
el Señor acoge con grado. sericordia infinita dirige a la miseria del
hombre».
Tiene reservado la humildad un segundo
papel que la hace completamente indispen- Si existe alguna perfección divina que
sable para el perfecto equilibrio de toda la nosotros debamos proclamar más alto que
vida espiritual. Solamente la humildad ninguna otra, es, sin duda, la misericordia.
hace que el hombre pueda glorificar a Todos los caminos que nos prepara el Se-
Dios como corresponde a la inmensidad de ñor no son otra cosa que efecto de una con-
su misericordia. descendencia amorosa. En esta economía
Esta perfección divina no viene a ser otra de la redención en que vivimos, Dios se ha
cosa que la misma caridad infinita en cuan- inclinado sobre nuestra miseria para levan-
to que, por pura bondad o por pura gracia, tarnos a una dignidad tan grande, que poda-
se dedica a poner remedio al pecado o a mos vivir en su propia vida.
socorrer a la indigencia humana.
82 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

Al considerar estas maravillas, ¿podría el ñor y Él quiere que nosotros imitemos su


hombre adoptar otra postura que no sea la ejemplo: «Aprended de mí, que soy manso y
de la más profunda humildad? Al confesar humilde de corazón» (Mt., XI, 29).
sus muchas miserias, el hombre reconoce ¿Para qué ha venido Jesús a este mundo?
que, en justicia, no tiene derecho alguno «No para ser servido, sino para servir», para
para ser objeto de las bondades divinas. El ser de todos y de cada uno, hasta el punto
único título que tiene para conseguir la gra- de «dar su vida en rescate por ellos» (Mc.,
cia es la perpetua confesión de su indigni- X, 45). Semejante entrega de sí mismo es
dad, junto con el deseo de glorificar a la la prueba más palpable de la humildad más
eterna misericordia que le ha dado todas las absoluta. Y Cristo desea que todos los cris-
cosas en Jesucristo: Cum ipso omnia nobis tianos, y señaladamente los sacerdotes,
donavit (Rom., VIII, 32). Tal es el esplen- abriguen este mismo ideal: «El que de vo-
dor de su predestinación: «Hacer que res- sotros quiera ser el primero, sea siervo de
plandezca la gloria de la gracia que Dios nos todos» (Ibid., 44).
ha otorgado por su amado Hijo» (Eph., I, 6).
En la última Cena, el Salvador lavó los
Lo que más gloria da a Dios es que, es- pies de sus apóstoles, con lo que realizó un
tando plenamente convencidos de nuestra acto de sincera humildad, invitándonos a
miseria, nos obstinemos, sin embargo, en seguir su ejemplo: «Si Yo, pues, os he lava-
esperar en su amor. do los pies, siendo vuestro Señor y Maes-
tro, también habéis de lavaros vosotros los
pies los unos a los otros. Porque Yo os he
3.- Humildad y obediencia de Jesús dado el ejemplo» (Jo., XIII, 14-15).
En Jesús, la humildad constituye una ac- Este gesto está de perfecto acuerdo con
titud fundamental. Su alma, iluminada por toda la predicación de Jesús. En efecto, las
la luz de la gloria, se da perfecta cuenta de «Bienaventuranzas», que son su más acaba-
que es una criatura; pero una criatura que do compendio, forman el más admirable
ha sido prodigiosamente asumida en la uni- cuerpo de doctrina, que está en abierta opo-
dad de la persona del Verbo. Esta conside- sición con todas las sugestiones del orgu-
ración producía en el alma de Jesús una llo humano. «Bienaventurados los pobres…,
humillación total y una aceptación perfec- los mansos…, los pacíficos…, los mi-
ta de su dependencia, tanto respecto de la sericordiosos…, los que padecen persecu-
persona del Verbo cuanto respecto de su ción…» (Mt., V, 3-12).
misión redentora. Esta profunda humildad Una escena escogida de entre otras mu-
para con su Padre, daba origen en el alma chas nos permite descubrir la humildad que
de Jesús a un espléndido conjunto de virtu- se ocultaba en el santuario del alma del di-
des, como la dulzura en las relaciones con vino Maestro. En cierta ocasión en que, di-
el prójimo, la paciencia y el perdón de las rigiéndose a Jerusalén, atravesaba la Sama-
injurias, y sobre todo la obediencia filial a ría en compañía de sus apóstoles, los habi-
la voluntad de lo alto. Estas cualidades eran tantes de una aldea se negaron a darles al-
la manifestación más auténtica de la pro- bergue. Indignados por esta conducta, San-
funda actitud de sumisión, de la que el alma tiago y Juan pidieron en represalia que ba-
de nuestro bendito Salvador nunca se apar- jase fuego del cielo y consumiese a los sa-
taba. maritanos. Pero Jesús pensaba de muy dis-
Cada una de las páginas del Evangelio nos tinta manera. La respuesta que les dio ma-
revela claramente esta mansedumbre del Se- nifiesta hasta dónde llega la condescenden-
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 83

cia y la mansedumbre del Redentor del participe también de los mismos senti-
mundo: «No sabéis a qué espíritu pertene- mientos de humildad de Jesús? Nada ofen-
céis. El Hijo del hombre no ha venido para de tanto al pueblo cristiano como ver a un
perder a los hombres, sino para salvarlos» sacerdote orgulloso que para nada se acuer-
(Lc., IX, 55-56). da de las humillaciones del Salvador que se
Pero contemplad, sobre todo, la dulzura conmemoran en los misterios divinos. ¡Qué
que muestra el Señor en su pasión: Satu- contraste más enorme entre este hombre
rabitur opprobriis: «Será saturado de presuntuoso, arrogante, impaciente, que no
oprobios» (Jer., III, 30). Estas palabras sig- sabe ser condescendiente con sus prójimos,
nifican que Cristo quería tributar a su Pa- y la bondad y la mansedumbre de Cristo!
dre el homenaje de sus humillaciones para
reparar nuestro orgullo. Él es el Verbo dig- Seamos cautos para que el orgullo no
no de todas las adoraciones y, no obstante, entre en nuestras almas, ni aún bajo la di-
aparece como un reo que se presenta ante simulada apariencia de una vana compla-
sus jueces. ¡Y qué jueces! Caifás, Pilato y cencia.
Herodes. Este último, un miserable volup- La humildad exterior le es necesaria al
tuoso, le colmó de desprecios: Sprevit sacerdote incluso por la autoridad que ejer-
illum (Lc., XXIII, 11). ¿Este profeta, decía ce, porque es un personaje de relieve «pues-
Herodes a sus cortesanos, pretende que le to sobre el candelabro»: positus super can-
colmemos de honores? Pues nada más na- delabrum (Mt., V, 15). Se observan todos
tural. Ponedle el vestido blanco, que es in- sus gestos, sus actitudes, sus palabras. Y si
signia de la realeza, y tomadlo con voso- dan motivo a la crítica y a la murmuración,
tros para divertiros con Él. si dejan traslucir mezquinas preocupacio-
¿Cuál fue la actitud que en aquella oca- nes del amor propio, producen una lamen-
sión adoptó Jesús? Todo lo aceptó con man- table decepción en los fieles que desean
sedumbre. ¿Quién hubiera podido imaginar- encontrar en el sacerdote, junto a la per-
se semejante humillación? ¡Él, la Sabidu- fecta dignidad que le corresponde como
ría infinita, tratado como un loco! Y todo ministro del Señor, algún rasgo de la pro-
este proceso estaba previsto y dispuesto funda humildad del divino Maestro.
con anticipación en los designios eternos.
Luego, el Señor fue parangonado con La humildad que animaba a Jesús bajo
Barrabás y entregado a la furia de los sol- la acción constante de la divinidad le im-
dados romanos, gente sin entrañas, que se pulsaba a acatar la voluntad del Padre
entretuvo en divertirse a costa de un con- con una obediencia perfecta. Así nos lo
denado a muerte, ciñéndole a la frente una revela San Pablo: «Se humilló hecho obe-
corona de espinas, poniéndole en la mano diente hasta la muerte» (Philip., II, 8). Je-
un cetro real y burlándose de Él: Illudebant sús afirmó repetidas veces que su sumisión
ei dicentes: Ave, Rex Judæorum (Mt., a la voluntad divina resume y explica toda
XXVII, 29), ridiculizándole como a un im- su conducta: «Porque yo he bajado del cie-
postor digno del más soberano de los des- lo no para hacer mi voluntad, sino la volun-
precios. Si algún hombre ha sido humilla- tad del que me envió… Mi alimento es ha-
do, este ha sido Jesucristo, porque quiso cer la voluntad del que me envió» (Jo., VI,
anonadarse hasta la muerte de cruz. 38 y IV, 34).
¿No es justo que el sacerdote, que per- Desde el momento mismo de su encar-
petúa en el altar el sacrificio del Calvario, nación, aceptó plenamente todos los decre-
84 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

tos del Padre, entregándose enteramente al tias y humillaciones que experimentó Je-
más exacto cumplimiento de su voluntad. sús habían sido previstos por los decretos
Ecce venio… ut faciam, Deus, voluntatem divinos. Y Jesús se sometió a ellos con una
tuam: «Heme aquí que vengo… para hacer, perfecta obediencia.
¡oh Dios!, tu voluntad» (Hebr., X, 7). De un ¿No es digno de atención el hecho de que,
solo golpe de vista se dio cuenta de toda la cuando San Pablo nos habla del sacrificio
serie de sacrificios, sufrimientos e de la redención, se complace en recordar-
inmolaciones que habían de constituir toda nos que su nota característica es la obedien-
la trama de su vida, y los abrazó todos, po- cia?: «Como por la trasgresión de uno sólo
niéndolos en la entraña misma de su cora- reinó la muerte, así también por la justicia
zón: In medio cordis mei (Ps., 39, 9). Se de uno sólo llega a todos la justificación
puede afirmar que el pensamiento dominan- de la vida» (Rom., V, 19). Este paralelismo
te de toda la vida de nuestro Salvador fue el sorprendente fue planeado por la Sabiduría
exacto cumplimiento de «lo que está es- divina. A pesar de haber sido desde el punto
crito de Él: Ut impleatur Scripturæ (Mc., mismo de su creación elevado al orden so-
XIV, 49). brenatural, Adán faltó al deber primordial
A pesar de ser tan condescendiente con que le imponía su condición de hijo, y se
los apóstoles, con todo, Jesús no toleraba negó a obedecer a su Padre. Para reparar
la menor duda respecto de este punto. En esta injuria, Jesús acató plenamente la vo-
cierta ocasión en que les anunciaba su pa- luntad del Padre: Non mea voluntas, sed
sión y muerte futuras, San Pedro, dejándo- tua fiat (Lc., XXII, 62). «Conviene que el
se llevar de su natural impetuosidad, excla- mundo conozca que yo amo al Padre y que,
mó: «No quiera Dios, Señor, que esto su- según el mandato que me dio el Padre, así
ceda»: Absit a te, Domine; non erit tibi hago» (Jo., XIV, 31). Este es el sublime
hoc! A lo que le respondió Jesús: «Retírate ejemplo de obediencia filial que nos da Je-
de mí, Satanás; tú me sirves de escándalo, sús. Y esta sumisión no solamente ha repa-
porque no sientes las cosas de Dios, sino rado la trasgresión de Adán, sino que ha
las de los hombres» (Mt., XVI, 22-23). Se- hecho que «donde abundó el pecado,
vero apóstrofe que entristeció al Apóstol. sobreabundó la gracia»: Ubi abundavit de-
Pero Cristo, que había venido al mundo por lictum, superabundavit gratia (Rom., V, 20).
voluntad del Padre, no podía permitir que ¿Cómo ve el Apóstol a Jesucristo en el
los suyos ignoraran que el desarrollo de momento en que da remate a su obra re-
todos los actos de su vida no era sino la dentora desde lo alto de la cruz? Como ani-
realización del programa que le había sido quilado por su obediencia, inmolándose con
trazado desde lo alto. una sumisión que «le hace obediente hasta
Por eso, en la noche de su pasión, cuan- la muerte, y una muerte de cruz» (Philip.,
do Pedro quiso acudir en su defensa en el II, 8). La más terrible de las órdenes que
momento en que sus enemigos se apodera- Cristo pudo recibir de su Padre fue, sin
ban del Él, le dijo estas palabras: «¿El cáliz duda, la de morir en la cruz. Y esto porque,
que me dio mi Padre no lo he de beber? según enseña San Pablo, la expresión aca-
(Jo., XVIII, 11). Este cáliz estaba ya prepa- bada de la obediencia es el aceptar «el ser
rado con anticipación. El Padre sabía que maldito para salvar a los otros de la maldi-
podía contar con que su Hijo lo bebería ción»: Quia scriptum est: Maledictus qui
hasta las heces. En el cielo veremos clara- pendet in ligno (Gal., III, 13).
mente cómo todos los sufrimientos, angus-
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 85

Mientras estaba colgado del madero de El soldado se somete a la disciplina mi-


la cruz, Jesús tenía su mirada fija en el litar por no ser arrestado o fusilado. Si su
rostro del Padre: este era el secreto de su corazón abriga sentimientos nobles, obra-
fortaleza. Todo el tiempo de su dolorosa rá por amor a su profesión y a su patria. Pero
agonía permaneció en una suprema adhe- se reserva el derecho de criticar y de cen-
sión de amor, abandonándose enteramente surar a sus jefes tachándolos de incompe-
a la obediencia más sumisa hasta que pro- tentes o de injustos. Esta obediencia es útil
nunció su última y definitiva palabra: Con- y laudable, pero no pasa de ser humana.
summatum est (Jo., XIX, 30). Nuestra obediencia sacerdotal debe ser
Siempre que celebramos el santo sacri- esencialmente sobrenatural y apoyarse en
ficio, reproducimos sacramentalmente, en la fe y en la caridad. Debe brotar de la en-
presencia del Padre, esta muerte obedien- traña misma del alma y ser activa y alegre y
te de su Hijo y volvemos a poner ante nues- practicada únicamente por el amor que pro-
tros ojos este modelo sublime de humil- fesamos a Cristo y a las almas.
dad y de amor que es Jesús: Quotiescum- La obediencia sobrenatural hace que
que… mortem Domini annuntiabitis (I nos sometamos a la voluntad de Dios y a
Cor., XI, 26). Al presentar la hostia en el las órdenes de los que le representan, rin-
ofertorio, ofrezcamos junto con ella toda diendo con ello homenaje a su soberana
nuestra existencia. De esta suerte, nuestra majestad.
vida, unida a la oblación de Cristo, será tam-
bién «un sacrificio» de sumisión y de amor El día de vuestra ordenación, prometis-
«agradable a Dios»: Hostiam… Deo pla- teis obediencia a vuestro obispo. Esta so-
centem (Rom., XII, 1). lemne promesa la hicisteis ante el obispo
que os confirió el sacerdocio, en el mo-
mento más trascendental de vuestra vida,
4.- La obediencia sacerdotal comprometiéndoos a cumplirla en presen-
De la misma suerte que la humildad de cia de Dios y ante aquel altar en el que, en
Cristo tuvo su expresión más acabada y unión con el prelado que os consagró, aca-
concreta en la obediencia que practicó a lo babais de ofrecer por primera vez el santo
largo de toda su vida, así debemos también sacrificio.
obrar nosotros sus sacerdotes. En esto, so- Esta promesa no os ligó en el mismo gra-
bre todo, debe ser Cristo nuestro modelo. do que compromete a los religiosos el voto
Por obediencia se entiende generalmen- que hacen de obedecer durante toda la vida
te el sometimiento de la actividad propia a a su superior, según una regla aprobada. La
una autoridad superior. Iglesia considera su decisión como un me-
dio de santificación libremente elegido, con
La obediencia puede revestir dos formas: el fin de que, por una renuncia completa a
la una puramente humana y la otra entera- su propia voluntad, su persona y sus activi-
mente sobrenatural. dades se consagren para siempre a Dios.
El obrero obedece a su contramaestre. Vuestra promesa de obediencia tiene,
Así lo exige la buena marcha del taller o de además, otro carácter. La Iglesia os la exi-
la fábrica, porque, en otro caso, reinaría el ge principalmente para asegurar el bien
desorden. Si trabaja, tiene derecho a perci- común de la diócesis. Porque, cuando el
bir el salario, aunque interiormente se re- obispo, que es el legítimo pastor de las al-
bele contra su patrono. mas, requiere la ayuda de sus colaborado-
86 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

res, debe tener la seguridad absoluta de que mismo podríamos decir, guardando siem-
éstos se han de someter a sus órdenes y pre las debidas proporciones, del sacerdo-
directrices. te que menosprecia la importancia de su
Este sacrificio que vosotros aceptáis es promesa.
extraordinariamente meritorio y agradable No pretendo negaros el derecho de que
a Dios, porque con él ofrecéis lo que el en determinadas circunstancias expongáis
hombre tiene de más íntimo, es decir, su respetuosamente vuestro criterio, pero sin
libertad, su autonomía, su facultad de obrar menoscabo de la obediencia y solamente
como mejor le plazca. El mismo Dios, en cuando sea oportuno. ¿Y qué debemos ha-
la acción que ejerce en las almas, respeta cer cuando el superior mantiene una orden
este derecho: sus gracias más eficaces de- que nos contraría? Acatarla con espíritu
jan siempre intacta la libertad humana. sobrenatural: «Que el inferior se persuada
Vosotros habéis hecho una especie de de que el mandato del superior es para su
contrato con el Padre celestial. «Dios mío, bien y que obedezca por amor, confiando
le habéis dicho, por vuestro amor y por el en la ayuda de Dios». Esta norma directiva
bien de la Iglesia, yo pongo en manos de que San Benito [Regla, c. 68] dio a sus hi-
mi obispo mis talentos y mis actividades. jos es aplicable a todos.
Vos me diréis por su boca lo que queréis Si se nos apareciera el mismo Dios y nos
que yo haga: Domine, quid me vis facere? dijera: «Quiero que hagas esto o aquello»,
(Act., IX, 6). Yo aceptaré como venidos de la obediencia se nos haría cosa fácil. Y aún
Vos los ministerios y los cargos que el en el caso de que pusiera al frente de noso-
obispo me confíe. Y estoy seguro de que, tros a algún ángel o a seres perfectos, ¿no
haciéndolo así, Vos bendeciréis mi minis- es verdad que todo iría magníficamente? No
terio y toda mi vida sacerdotal». lo creamos tan seguro. Pero Dios ha elegi-
do otro camino: Imposuisti homines super
Esta manera de ver las cosas es entera- capita nostra (Ps., 65, 12). Estamos obli-
mente sobrenatural. Un sacerdote que se gados a obedecer a hombres que son limi-
abandone así en manos de su obispo, lleva- tados en sus criterios y que tampoco están
do del espíritu de fe, vivirá siempre en paz, exentos de tener defectos. Cristo ha salva-
aún en medio de las mayores dificultades, do al mundo por una sumisión de amor fi-
porque tiene conciencia de que está allí lial y nosotros los sacerdotes, para poder
donde Dios quiere que esté. Y Dios está con colaborar con el Señor en la obra de la re-
él. «Si Dios está por nosotros, ¿quién con- dención de las almas, debemos unirnos en
tra nosotros?» (Rom., VIII, 31). Cuando nuestros ministerios de apostolado a esta
Dios mandó a Moisés que se presentara al su obediencia. Esta es la razón de que pue-
Faraón para pedirle que dejara en libertad da decirse de una sociedad –sea una dióce-
al pueblo hebreo, Moisés se espantó de su sis o sea una comunidad religiosa– que su
misión. ¿Pero qué le dijo el Señor?: Ego fuerza reside en la obediencia de sus miem-
ero tecum (Ex., III, 12). Y bien sabemos con bros.
que maravillas premió Dios la obediencia
de su enviado. La expresión del profeta Isaías: «Yahvé…
hizo de mí aguda saeta y me guardó en su
El religioso que, por interés personal, aljaba»: Et posuit me sicut sagittam elec-
quisiera disponer de su porvenir e imponer tam (XLIX, 2) es una imagen que puede
a sus superiores sus propios puntos de vis- aplicarse adecuadamente al sacerdote obe-
ta, nunca llegaría a alcanzar la santidad. Lo diente, que, por la formación recibida en el
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 87

seminario y por su vida interior está dis- do de Dios, posee una participación de su
puesto a trabajar donde quiera que lo exi- autoridad. El hombre que es verdaderamen-
jan la gloria de Dios y el bien de la Iglesia. te obediente, no se somete sino a Dios, y
La flecha obedece a la mano que la arroja esta sumisión que se sobrepone a todo mi-
y, gracias a su docilidad, tiene fuerza y efi- ramiento humano es un homenaje de amor
cacia, ya que por bien construida que esté, rendido al Altísimo. Pero el murmurador
nada puede hacer por sí misma. Los sacer- no se da cuenta de esto.
dotes son como flechas en manos de un En los momentos difíciles –y bien sabéis
hombre hercúleo: Sicut sagittæ in manu que todos los tenemos–, cuando la obedien-
potentis (Ps., 126, 4). Si en el ejercicio de cia nos parece un peso insoportable y qui-
su ministerio obedecen con espíritu sobre- siéramos gozar de un poco más de libertad
natural, se convertirán, bajo el impulso divi- y de independencia, levantemos nuestros
no, en instrumentos de gracia y de victoria. ojos al divino crucificado. El es nuestro
La murmuración es el mayor enemigo de supremo modelo. Para asemejarnos en
la virtud de la obediencia. La murmuración todo a Él, es menester que nos hagamos
es la revancha del amor propio que se sien- hostias con Él. Bien me doy cuenta de que
te impotente para resistirse a la autoridad. esta vida de oblación es costosa y exige
Es una compensación mezquina. No me difíciles renuncias, pero recordemos que
refiero ahora a las lamentaciones que se le tampoco a Jesús le fue nada agradable el
escapan a nuestra pobre naturaleza cuando ser entregado en manos de sus enemigos,
se siente agobiada por el sufrimiento. Así injuriado por los fariseos y clavado a una
debemos interpretar aquella expresión de cruz. Aunque todo esto horrorizaba a su
la Santísima Virgen cuando dijo a Jesús: alma, lo aceptó por amor y, como hermo-
«Hijo, ¿por qué nos has hecho esto?» (Lc., samente nos dice San Pablo, «aprendió por
II, 48). La Virgen no murmuró en aquella sus padecimientos la obediencia»: Didicit
ocasión; solamente manifestó la pena que ex his quæ passus est obedientiam (Hebr.,
embargaba su corazón. En la cruz, el Salva- V, 8).
dor dio este grito de angustia: «Dios mío…, Después del misterio de la Trinidad, el
¿por qué me habéis abandonado? (Mt., dogma fundamental del cristianismo que
XXVII, 46). Jesús no murmuró, sino que debe nutrir y animar toda la vida espiritual
reveló la inmensidad de su dolor. del sacerdote es el misterio de un Dios que
La murmuración va siempre acompañada se hace hombre para rescatar por su obe-
del espíritu de crítica y de oposición y en diencia a la humanidad y conducirla al seno
esto se esconde su malicia. El sacerdote del Padre.
que se deja llevar de la murmuración no Cuando celebráis la Misa, dirigid una
considera a su superior como investido de mirada de conjunto a la jornada que os es-
autoridad por el mismo Dios. Si el obispo pera y aceptad por anticipado el cumpli-
no fuera el representante del Señor, no es- miento exacto de todos vuestros deberes.
taríais obligados a someteros a él. En cuan- Decid al Señor: «Vos, oh Jesús, me habéis
to hombre, no tiene derecho alguno para amado y os habéis entregado por mí»: Di-
mandaros, puesto que un hombre vale tanto lexit me et tradidit semetipsum pro me
como cualquier otro. Pero la misión canó- (Gal., II, 20); pues yo, a mi vez, «lo entrego
nica que ha recibido de la Iglesia y su con- todo y me entrego todo cuanto soy por
sagración episcopal son los títulos en que Vos»: Libentissime impendam et superim-
se fundamenta su autoridad. Como delega- pendar pro te (II Cor., XII, 15).
88 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

Para el sacerdote, esta es la manera más Detengámonos a considerar una de las


práctica y la que está más en armonía con virtudes que impregnó, a lo largo de su vida,
su vocación y su ministerio, para conser- todas y cada una de las acciones de Jesús:
var siempre su alma abierta al influjo la religión del Padre.
santificador de la gracia. Todo ministro de Cristo debe tener siem-
pre esta disposición de espíritu, porque, en
virtud de su ordenación, ha sido consagra-
do, como Jesús, «a las cosas que concier-
nen al Padre» (Lc., II, 49), a los intereses
del reino celestial entre los hombres. Esta
orientación religiosa debe dejar la impronta
de su gracia interior en cada uno de sus
VIII movimientos, santificando su vida y hacien-
do que sea realmente sacerdotal.
La virtud de la religión Todo cristiano, y especialmente el sacer-
dote, debe practicar la religión sobrenatu-
ralmente. No es que desconozcamos el va-
No hay en el seno de la Iglesia práctica lor moral de la virtud de la religión. Sabe-
alguna de virtud que no se derive de la gra- mos que fundamentalmente es fruto de la
cia de Jesucristo. Él es el modelo, la causa recta razón y de la ley natural; pero tam-
meritoria y la fuente viva de toda perfec- bién es cierto que solamente a la luz de la
ción espiritual. La santidad que tienen los fe es como el hombre llega a tener un per-
miembros les viene de la plenitud de gra- fecto conocimiento de la soberanía de
cia de su cabeza: De plenitudine ejus om- Dios, de la inmensidad de sus beneficios y
nes nos accepimus (Jo., I, 16). Todas las de la obligación que tiene de rendirle ho-
virtudes de Jesús: su amor al Padre, su en- menaje. Por eso es verdad que la virtud de
trega a los hombres, su obediencia, su cas- la religión encuentra su más sólido apoyo
tidad, su paciencia se perpetúan en las dis- en la fe.
tintas vocaciones generales y particulares Además, la caridad debe ser el princi-
que florecen en la Iglesia y en el corazón pio dominante en el culto que el cristia-
de los discípulos que tratan de imitar a su no tributa a Dios. Ella es la reina de las
divino Maestro. virtudes y la que estimula e inspira todas
Esta admirable variedad de gracias viste sus actividades. En el alma bendita de Je-
de hermosura al Cuerpo Místico. La Espo- sús, el amor ocupaba la primacía, como nos
sa del Salvador, dice la Escritura, «está ata- lo reveló Él mismo en el momento de ofre-
viada como una reina»: Astitit regina a cer el acto religioso por excelencia, el sa-
dextris tuis in vestito deaurato circum- crificio de la cruz: Ut cognoscat mundus
data varietate (Ps., 44, 10). La vestis quia diligo Patrem… sic facio (Jo., XIV,
deaurata de la Esposa simboliza la gracia 31).
santificante que se extiende por toda la Lo mismo debiera decirse de nosotros.
Iglesia; la variedad de los atavíos son las De la misma suerte que la gracia se injerta
diferentes virtudes que emanan de Jesús y en la naturaleza, la santifica y prevalece
brillan en sus miembros. La santidad de Je- sobre ella, así también la caridad domina
sús permanece siempre viva en su Cuerpo todo el ejercicio de la virtud de la religión
Místico. y ennoblece y sobrenaturaliza todos sus ac-
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 89

tos, sin menoscabo de su carácter particular. tud, el hombre cumple un deber de estricta
El predominio de las virtudes teologales es justicia, que es un imperativo de su misma
esencial en la vida cristiana. naturaleza. El sentimiento de honradez que
nos impulsa a satisfacer a Dios la deuda de
justicia que para con Él tenemos, será siem-
1.- La virtud de la religión pre uno de los motivos más legítimos de
en la economía cristiana nuestra conducta.
Cuando Moisés preguntó a Yahvé cuál Veamos cómo la Iglesia proclama to-
era su nombre, el Señor le respondió: dos los días esta verdad. En nuestra li-
Ego sum qui sum (Exod., III, 14). La turgia, que es tan sobria, está medido el
esencia de Dios consiste en que tiene en significado de todas y cada una de las pa-
sí mismo la razón de su existencia. No- labras que se emplean. ¿En qué motivo
sotros, por el contrario, no existimos insiste la Iglesia, al principio del Prefa-
sino por Él: In ipso… movemur et sumus cio, para inducirnos a proclamar el agra-
(Act., XVII, 28). Como criaturas que so- decimiento que debemos a Dios? En «la
mos, dependemos de Él absolutamente: lealtad, la justicia y la equidad» de este
Manus tuæ fecerunt me et plasmaverunt acto religioso: Vere dignum, justum, æqu-
me (Ps., 119, 73). El es nuestro Dueño y um… nos tibi semper et ubique… Sea cual
Señor. La virtud de la religión nos indu- sea la solemnidad que se celebre, siem-
ce a postrarnos ante su infinita majestad pre es la misma la razón fundamental que
para decirle: «Vos lo sois todo, oh Dios invoca la Iglesia para estimular el agra-
mío, al paso que yo no soy nada». decimiento de nuestra alma.
La religión no debe ser en nosotros un Observad al mismo tiempo la expresión
movimiento pasajero, sino una disposición que se emplea en el ordinario de la Misa
que esté anclada en el fondo del alma; es para designar la actitud que debemos adop-
decir, una virtud que «incline al hombre a tar ante el Señor. La Iglesia la llama «servi-
reconocer por actos de culto los derechos cio»: Hanc igitur oblationem servitutis
de Dios como primer principio y último fin nostræ…, y más adelante: Placeat tibi,
de todas las cosas». sancta Trinitas, obsequium servitutis. So-
La verdadera noción de la virtud de la re- mos siervos de Dios. Me replicaréis que
ligión envuelve una idea de rectitud y de también somos sus hijos. Pero os diré que
lealtad para con Dios. Por lo mismo que el hecho de nuestra adopción no impide que
conocemos la trascendencia absoluta del sigamos siendo lo que somos por naturale-
Creador, aceptamos nuestra dependencia y za: siervos.
la proclamamos humillándonos ante Él. Todo hombre, y más el sacerdote, debe
Aunque la virtud de la religión tiene por mantener en su alma la íntima resolución
fin establecer las relaciones que unen al de entregarse con generosidad al cumpli-
hombre con Dios, no es con todo una vir- miento de aquellas prácticas que tienen por
tud teologal, ya que su objeto no lo consti- fin el rendir homenaje a Dios. A esta vo-
tuye el mismo Dios. Es una virtud moral luntad que está pronta para cumplir con los
que nos induce a rendir el debido homena- deberes del culto, Santo Tomás la llama
je al Señor, pero no por un motivo formal «devoción»: Voluntas quædam prompte
de amor o de complacencia en su bondad, tradendi se ad ea quæ pertinent ad Dei
sino porque estamos obligados a someter- famulatum… ad opera divini cultus [Sum.
nos enteramente a Él. Al practicar esta vir- Theol., II-II, q. 82, a. 1].
90 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

El amor de Dios dispone maravillosa- la religión en la vida espiritual, debemos


mente a los cristianos, hijos adoptivos, para hacer observar que es misión suya la de
practicar esta «devoción», es decir, para ordenar todas las obras buenas del hombre
entregarse con fervor al servicio de Dios. –cualquiera que sea la virtud particular de
la que inmediatamente dependen– para que
¿Cuáles son los actos por los que se rindan al Señor el homenaje del culto que
practica la virtud de la religión? le es debido. Por eso escribió el Apóstol
Santiago: «La religión pura e inmaculada
El más fundamental de todos es la adora-
ante Dios Padre es visitar a los huérfanos y
ción, que consiste en la completa humilla-
a las viudas en sus tribulaciones y conser-
ción del hombre que reconoce su nada ante
varse sin mancha en este mundo» (Jac., I,
la soberana majestad de Dios. Adorar es
27). De la misma suerte, la guarda fiel de
mirar a Dios y anonadarse en su presencia.
la castidad, el cumplimiento de los debe-
La ofrenda del sacrificio es, por exce- res de estado y cualquiera otra práctica vir-
lencia, el acto público y social de adora- tuosa se convierten en verdaderos actos de
ción, porque la inmolación o la destrucción culto, si la virtud de la religión nos induce
de una cosa sensible, hecha en homenaje a a ofrendarlos a Dios.
Dios, es el reconocimiento del dominio
supremo que tiene el Señor sobre los se- En el Antiguo Testamento, como sabéis,
res, sobre la vida y sobre la muerte. Por su el temor constituía el principal fundamen-
misma significación y por la intención que to de la virtud de la religión. Solamente una
lo anima, esta acto es esencialmente la- vez al año, y después de haberse purificado
tréutico, o lo que es lo mismo, adorador y con múltiples abluciones, entraba el sumo
sólo a Dios se le tributa. sacerdote en el santuario y pronunciaba,
sobrecogido de temor, el nombre de Dios.
El elemento exterior del sacrificio tiene Era la religión de los siervos.
un valor simbólico. Como dice San Agustín,
es un signo sensible que expresa los senti- Pero Jesucristo nos ha concedido que
mientos íntimos del corazón del hombre seamos por gracia lo que Él es por natura-
cuando rinde culto a Dios: Sacrificium leza: hijos. Nuestro Creador se ha dignado
visibile, invisibilis sacrificii sacramentum adoptar como hijos a los que éramos sus
[De civitate Dei, X, 5. P. L., 41, col.282]. siervos. Esta es la maravilla de las maravi-
El elemento espiritual e interior constitui- llas. La práctica de la virtud de la religión
rá siempre la parte más importante de la que exige el más profundo respeto para con
ofrenda del sacrificio y de todo acto inspi- Dios se une en nuestra alma a las confiadas
rado por la virtud de la religión. En la emi- expresiones del amor filial.
sión de los votos, en la prestación de un Lo que distingue a las dos Alianzas es el
juramento, en toda alabanza y oración vo- predominio del amor que impera en la
cal, las palabras y los gestos empleados tie- Alianza que Cristo selló con su sangre. Aún
nen por objeto manifestar externamente los conservando su carácter propio, en el alma
pensamientos y las intenciones religiosas del cristiano la virtud de la religión es ele-
del alma. Si no existiera acuerdo entre las vada por la caridad sobrenatural, con lo que
palabras y los pensamientos, los actos ex- adquiere una nueva excelencia: el valor que
ternos no pasarían de ser una ficción des- le añade el amor.
provista de todo sentido y valor. ¡Qué felicidad supone para nosotros sa-
Para que podamos comprender mejor aún ber que Dios, que es nuestro Dueño y Se-
la capital importancia que tiene la virtud de ñor, es también con toda verdad nuestro
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 91

Padre! Como tal, merece a un tiempo nues- presión de Tertuliano [Adversus Marcio-
tro más profundo respeto y nuestro más nem, IV, 9, P. L., 2, col. 406]. Cristo fue
encendido amor. elevado a esta dignidad en virtud de su en-
carnación. Al decir: «Yo glorifico a mi Pa-
dre»: Ego glorifico Patrem (Jo., VIII, 49),
2.- La religión de Jesús quería darnos a entender que lo hacía en su
Al encarnarse, el Verbo, que continúa calidad de sacerdote que tenía la misión de
siendo Dios, se hace criatura y comienza a rescatar al mundo por medio del sacrificio
tributar al Padre una gloria enteramente de la cruz. La oblación de esta inmolación
nueva. En su naturaleza divina, in forma Dei sagrada constituía el supremo homenaje de
(Philip., II, 6), el Verbo, que es el esplen- religión.
dor y la gloria del Padre, se refiere entera- Pero la redención no era a los ojos de
mente a Él; en su naturaleza humana, in for- Jesús una obra exclusivamente suya, sino
ma servi (Ibid., II, 7), su alma se sentía arre- que la estimaba como la realización tem-
batada por el movimiento de alabanza que poral de un designio de la misericordia eter-
es propio de la segunda persona divina. La na que había sido concebido y decretado en
vida del Verbo se refiere totalmente al Pa- el cielo. Cristo se reconocía a sí mismo
dre, est tota ad Patrem. De la misma suer- como Pontífice de la Nueva Alianza y aca-
te, la vida humana de Jesús está enteramen- taba la voluntad del Padre dando exacto
te consagrada a Él: Ego vivo propter Pa- cumplimiento al programa que desde toda
trem (Jo., VI, 58). El Salvador se sirvió de la eternidad había sido trazado por el con-
todas sus humillaciones para rendir culto sejo divino. Este es, sin duda, el sentido de
al Padre, practicando así de una manera aquellas palabras de Jesús: «Yo he bajado
eminente la virtud de la religión. del cielo no para hacer mi voluntad, sino la
Como bien podéis comprender, Jesús, en voluntad del que me envió» (Jo., VI, 38), y
cuanto Verbo, no puede humillarse ante la de aquellas otras: «¿El cáliz que me dio mi
majestad del Padre, sino que la glorifica Padre, no lo he de beber? (Ibid., XVIII, 11).
como su igual: «Yo y el Padre somos una Esta sumisión absoluta de Cristo a la vo-
sola cosa» (Jo., X, 30). Pero en cuanto luntad del Padre hizo que toda su existen-
hombre, dirá: «El Padre es mayor que Yo» cia fuera un incomparable homenaje de re-
(Ibid., XIV, 28). Y para glorificar al Padre ligión, según lo testificó Él mismo en la
en nombre de la humanidad pecadora, no oración sacerdotal después de la Cena: «Yo
solamente podrá adorar, sino también ex- te he glorificado sobre la tierra, llevando a
piar, sufrir, ser inmolado y ofrecido en sa- cabo la obra que me encomendaste»: Ego te
crificio. clarificavi… Opus consummavi quod de-
disti mihi ut faciam (Jo., XVII, 4).
El espíritu de religión del Hijo de Dios
es incomparable. Otra de las características de la religión
Su primera característica y su primera de Jesús consiste en que se derivaba de
excelencia es la de ser eminentemente sa- la visión intuitiva que gozaba su alma.
cerdotal. Jesús conocía el abismo de la santidad
En cada una de sus acciones, el Salvador divina y sabía por lo mismo hasta qué pun-
tenía conciencia de ser «el Pontífice uni- to están los hombres obligados a tributar a
versal de la gloria del Padre», catholicum Dios el honor y el culto debido. «Padre jus-
Patris sacerdotem, según la acertada ex- to, si el mundo no te ha conocido, Yo te co-
92 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

nocí» (Jo., XVII, 25). «Yo le conozco, por- voluntad se cumpla así en la tierra como en
que procedo de Él» (Ibid., VII, 29). el cielo», ello era, sin duda, debido a que
Esta contemplación íntima producía en esta glorificación, que en estricta justicia
nuestro divino Maestro una incesante ne- se le debía al Padre, Él la deseaba impulsa-
cesidad de anonadarse ante la majestad di- do por un movimiento de intenso amor de
vina. La actividad de su espíritu consistía la bondad infinita.
principalmente en una inefable adoración. En el armonioso conjunto de las activi-
«El que me envió está conmigo» (Ibid., VIII, dades interiores de Jesús, la caridad ejer-
29). Tales eran los sentimientos de Jesús. cía un evidente predominio, y debido a ello,
Y este permanente contacto con la divini- la virtud de la religión alcanzó en Jesús su
dad no solamente mantenía su alma en una más cumplida perfección.
actitud de profunda humildad, sino que ex- Al leer la Sagrada Escritura, nos damos
citaba también en ella la sed de sacrificar- perfecta cuenta de que este afán de dar al
se por todos y cada uno de nosotros. Como Padre el culto que le pertenece se mani-
es fácil de comprender, toda la religión de fiesta claramente en cada una de las etapas
Jesús tenía su origen en esta mirada inte- de la vida de Cristo. Como lo hemos visto,
rior, que le prestaba una elevación incom- ya en el momento mismo de su encarna-
parable. ción, el primer movimiento de su alma fue
aquel acto sublime de religión, por el que
hizo a Dios la oblación total de su vida
El don de sí mismo nos descubre una
(Hebr., X, 5-7).
nueva excelencia de la religión de Jesús.
La primera palabra que recogen los Evan-
Para que el ejercicio de esta virtud sea gelios de sus labios infantiles nos habla de
perfecto, es menester que, al rendir culto a la consagración de su vida a la obra y a los
Dios, nuestra oblación sea total. Por eso derechos del Padre: «¿No sabíais que con-
Jesús, que había hecho la ofrenda total de viene que me ocupe en las cosas de mi Pa-
sí mismo, consagró al Padre todos los pa- dre?»: In his quæ Patris mei sunt oportet
sos de su vida. «Yo no busco mi gloria, sino me esse (Lc., II, 49). Durante todo el tiem-
la de Aquél que me envió» (Jo., VIII, 50). po de su vida oculta, siempre estuvo ani-
De acuerdo con el plan divino, toda la exis- mado por el mismo espíritu de buscar en
tencia de Jesús, desde el taller de Nazaret todo la gloria del Padre. Entonces, como
hasta la última cena, estuvo consagrada a más tarde, en cada momento de su vida se
reinvindicar entre los hombres el culto y consagró de lleno al cumplimiento de su
el amor del Padre. La hora de su sacrificio santísima voluntad: Quæ placita sunt ei, fa-
fue también, sin duda, la de su inmolación cio semper (Jo., VIII, 29).
suprema; pero, mientras esperaba la llega-
da de «su hora», Jesús se había ofrecido ya Durante sus coloquios íntimos con Dios,
a su Padre como hostia y oblación. Como Jesús practicó la virtud de la religión con
veis, la religión era el motivo que inspiraba una perfección extraordinaria. «El Padre,
todos los actos de su vida. nos dice Jesús, busca adoradores que lo
sean en espíritu y en verdad»: In spiritu et
veritate (Jo., IV, 23). Y Él es el primero y
Añadid a esto que el corazón de Cristo el más excelente de todos. ¿Quién será nun-
era un horno ardiente de caridad. Si sus- ca capaz de adivinar el misterio de las con-
piraba porque «el nombre del Padre sea san- versaciones del Salvador cuando pasó cua-
tificado, porque venga su reino, porque su renta días dedicado a la oración en el de-
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 93

sierto, o cuando se retiraba al monte para Es cierto que ahora nuestro Salvador está
pasar toda la noche abismado en la plega- en el cielo, in gloria Dei Patris. ¡Sea Dios
ria?: Erat pernoctans in oratione Dei (Lc., bendito por siempre! Jesús «ha entrado en
VI, 12). La adoración era un movimiento la gloria» que le pertenece. Pero, sin em-
que le brotaba del hondón de su alma. bargo, su santa humanidad continúa por toda
Lo mismo en sus predicaciones en las la eternidad en una actitud de profunda ado-
orillas del lago que en la montaña de las ración ante el acatamiento del Padre.
bienaventuranzas o en el templo, lo mismo
cuando sanaba a los enfermos que cuando
confundía a los fariseos, Jesús manifesta- 3.- El sacerdote
ba abiertamente que tenía la íntima persua- perpetúa la religión de Jesucristo
sión de que era Hijo de Dios. Él ha venido La sublime misión que tiene el sacerdo-
a este mundo a enseñar a los hombres a glo- te en este mundo consiste en perpetuar este
rificar al Padre y a reconocer su soberanía. homenaje de reverencia, de adoración y de
Si quiere que «se dé al César lo que es del alabanza, esta consagración de sí mismo a
César», es con el fin de reivindicar con la obra del Padre que contemplamos en el
mayor energía los derechos del Altísimo: alma de Jesús. Por eso, aún en las circuns-
«Dad a Dios lo que pertenece a Dios» (Mc., tancias más insignificantes, todas sus ac-
XII, 17). ciones deberán llevar el sello de su sacer-
Si la oblación del sacrificio de la cruz docio.
señaló el momento supremo de la vida de Este hábito de vivir constantemente en la
Jesús, marcó también la cumbre y el apo- presencia de Dios con religioso respeto es
geo de su religión. Como Pontífice de la de capital importancia en el ejercicio de las
Nueva Alianza, como Cordero de Dios que funciones sacerdotales. Porque, de esta
carga con los pecados del mundo para ha- manera, el sacerdote vive familiarmente con
cerse su víctima, sus disposiciones interio- Dios. Si el Apóstol San Juan pudo recostar-
res eran «divinamente inspiradas»: Per se sobre el corazón de Jesús, ¿por qué no
Spiritum Sanctum semetipsum obtulit im- va a poder hacerlo el sacerdote cuando ce-
maculatum Deo (Hebr., IX, 14). Su inmo- lebra los sagrados misterios, si su alma esta
lación fue el homenaje más perfecto y el penetrada de respetuoso amor?
acto de culto más sublime que podrá nunca Pero, por el contrario, su corazón se en-
tributarse a Dios. tibia cuando desfallece la virtud de la reli-
Jamás perdáis de vista que este mismo gión. Y así ocurre que, cuando está en el
acto sublime de religión se perpetúa en altar, permanece distraído, sin luz y sin fer-
cada Misa, cuando presentáis a Dios la hos- vor. El cuarto de hora destinado a la acción
tia santa, hostiam puram, hostiam de gracias le parece una eternidad, pues no
sanctam, hostiam immaculatam. Y que en encuentra nada que decir a Jesús. En sus
ella, como en la cruz, Jesús no está solo al relaciones con los fieles, su celo es apaga-
hacer su oblación, porque se le une la Igle- do. Los que se acercan a él con la esperan-
sia: «Ella es su cuerpo y su plenitud»: Est za de caldear sus almas con su trato, vuel-
corpus et plenitudo ejus (Eph., I, 23). ven desilusionados. ¿Cuál es la causa de
Como cabeza del Cuerpo Místico, Jesús todo esto? «La sal ha perdido su fuerza»:
nos tiene unidos consigo, y nos hace parti- Sal evanuit (Mt., V, 13); la gracia de la or-
cipar de su inefable religión para con el denación está a punto de extinguirse: Lam-
Padre. pades nostræ extinguuntur (Ibid., XXV, 8).
94 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

Ya os lo he dicho: cuando falta el espíri- tras almas disfrazado bajo diferentes pre-
tu interior, las posturas y los gestos más textos. Basta un momento para hacer una
sagrados pasan completamente desaperci- oración jaculatoria o para dirigir una mira-
bidos y las prescripciones de las rúbricas da al crucifijo, pero, a poco que nos reco-
corren el peligro de no ser otra cosa que jamos, podremos apreciar mucho mejor el
mero formulismo. alcance divino de nuestros gestos.
Amemos la verdad en todo: Veritatem fa- En segundo lugar, señalemos como ob-
cientes in caritate (Eph., IV, 15). Nuestra jetivo de nuestra vida el mismo fin que se
ordenación sacerdotal nos ha consagrado propuso el Padre con la obra de la reden-
con un título especial a la práctica de la vir- ción: la gloria de su Hijo. El mismo Jesús
tud de la religión. Precisamente para cum- nos manifiesta cuál fue «el gran designio
plir con este fin fue para lo que el carácter de Dios»: Hoc est opus Dei, ut credatis in
sacramental marcó nuestra alma con un se- eum quem misit ille (Jo., VI, 29). Quiere
llo indeleble: en lo más íntimo de nuestra el Padre que nuestra vida se consagre a creer
alma está escrito con caracteres imbo- en su Hijo, a venerarle, a adorarle como a
rrables que estamos consagrados al culto de Él mismo, «para que todos honren al Hijo
Dios. Tengamos la sinceridad y la lealtad como honran al Padre» (Jo., V, 23)…, y que
de considerar lo que somos y de vivir nues- «toda lengua confiese que Jesucristo es
tro sacerdocio practicando constantemen- Señor para gloria de Dios Padre» (Philip.,
te la virtud de la religión. II, 11).
Os recomiendo a este fin dos prácticas ¿No es este, acaso, el más bello ideal para
sencillísimas. estimular nuestro esfuerzo de cada día?
Las virtudes morales se desarrollan en
nosotros por medio de la repetición de los En el mismo ejercicio de vuestro sacer-
actos. El primer hábito que debéis adquirir docio, debéis tener una fe viva en el mis-
es el de no empezar ninguna acción sin terio de la gracia que Cristo realiza en
haberos recogido antes siquiera por un las almas por vuestro medio, ya que voso-
momento para pensar en el valor de lo tros obráis in persona Christi. Recordadlo
que vais a realizar. Antes de que os sen- siempre que bauticéis, o administréis la
téis al confesonario, o de que enseñéis el extremaunción, o recibáis el mutuo consen-
catecismo, o de que visitéis a un enfermo, timiento de los esposos; este pensamiento
deteneos a orar un momento y a considerar hará que se conserve en vosotros el espíri-
la influencia que tienen vuestras palabras y tu de religión. Pero aún es más necesario
vuestras acciones para el bien eterno de las en la administración de la penitencia, por-
almas. Pedid al Espíritu Santo que ilumine que en este sacramento el corazón de Je-
vuestra inteligencia e inflame vuestra vo- sús acoge, por vuestra mediación, al peca-
luntad. Uníos a Cristo, ya que vosotros le dor arrepentido y le abre los tesoros de su
reemplazáis en el apostolado con los hom- misericordia.
bres y sois el instrumento de que se vale Pero en el altar es donde principalmente
para comunicarles la gracia y la salvación. debéis compartir los designios que tiene el
Debéis renovar frecuentemente la inten- Padre de glorificar a su Hijo. En la Euca-
ción de trabajar únicamente para la gloria ristía, Jesús se oculta a nuestras miradas;
de Dios y el bien de las almas, ya que cons- pero si el corazón del sacerdote está pene-
tantemente nos acecha la rutina y es tan fá- trado de la virtud de la religión, ¿no es cierto
cil que el amor propio se insinúe en nues- que manifestará al Señor que está oculto
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 95

bajo las sagradas especies el mismo respe- en medio de nosotros, en toda la plenitud
to que si le viera con sus propios ojos?... Si de su poder divino, como en otro tiempo,
os fuera dado contemplarlo en toda la ma- cuando sanaba a los enfermos y resucitaba
jestad de su gloria, como lo ven los ánge- a Lázaro. Él está allí, como Hostia viva y
les y los santos, ¿no caeríais postrados a vivificante, lleno de la virtud y de las gra-
sus pies? cias de sus misterios, y principalmente de
Mirad a la Iglesia. ¿Cuál es la actitud que los misterios de su muerte y de su resu-
la Esposa de Cristo exige de los ministros rrección. Él nos espera, con toda la inmen-
de la Eucaristía? La más profunda venera- sidad de su amor, deseoso de comunicar-
ción: Tantum ergo sacramentum venere- nos sus dones y de introducirnos en el seno
mur cernui. Si la Iglesia nos manda que de su amistad. No han cambiado en lo más
ofrezcamos a Dios los homenajes que le mínimo los sentimientos de misericordiosa
son debidos, ¿qué derechos no tendrá Je- bondad para con los hombres que Jesús
sucristo, el Hijo de Dios, a nuestra adora- manifestó en otro tiempo. Creamos firme-
ción y a nuestra gratitud? ¿No es, acaso, Él mente que, bajo las especies sacramentales,
nuestro Salvador, el Jesús de la última cena, Jesús nos ama con el mismo amor que en
de la pasión, de la resurrección, el supre- la Cena, cuando pronunció estas augustas
mo Pontífice de quien se deriva nuestro palabras: «Ardientemente he deseado comer
sacerdocio? Y no olvidemos que su huma- esta Pascua con vosotros antes de padecer»:
nidad es inseparable del Verbo. El Verbo, Desiderio desideravi… (Lc., XXII, 15).
engendrado por el Padre desde toda la eter- Por lo que hace al porte exterior del sa-
nidad, es consustancial a su Padre y no le cerdote, la virtud de la religión tiende a
abandona jamás. Y el Espíritu Santo, que pro- imprimir en él un carácter de dignidad.
cede del mutuo amor del Padre y del Hijo, Así lo recomienda el Concilio de Trento:
los une con una nueva lazada de amor. De «Conviene que los clérigos, que han sido
esta suerte, toda la Trinidad está presente llamados a consagrarse enteramente al Se-
en la santa hostia. ñor, ajusten su conducta de tal manera, que
La verdadera actitud que debe adoptar el siempre se muestren graves, moderados y
hombre ante el divino sacramento es la de llenos del espíritu de religión en su porte,
profunda adoración. Este religioso home- en sus modales, en sus gestos, en su modo
naje es la condición necesaria para que Dios de andar, en sus conversaciones y en todo
nos comunique sus gracias en la Eucaristía. cuanto hagan» [Sess. XXII, De reforma-
Por eso, la Iglesia pone constantemente tione, I]. Todo esto debemos hacerlo sin
en nuestros labios esta oración: «Oh Dios…, afectación y con sinceridad.
te pedimos nos concedas venerar de tal En sus miradas, el sacerdote debe evitar
modo los sagrados misterios de tu Cuerpo toda curiosidad indiscreta. En sus conver-
y Sangre, que sintamos continuamente en saciones, debe comportarse de tal manera,
nuestras almas el fruto de tu redención». que la elevación y la caridad de su alma ejer-
Fuera de la santa Misa, la virtud de la re- zan en derredor suyo una estimulante y bien-
ligión nos impulsa también a venerar a Cris- hechora influencia aún sobre los indiferen-
to en el silencio del tabernáculo: «Os ado- tes y los incrédulos.
ro devotamente, oh Dios escondido… Mi Cuando celebramos la santa Misa, obser-
corazón se os somete enteramente…»: vemos cuidadosamente las rúbricas, que
Adoro te devote, latens Deitas… Tibi se son las reglas de urbanidad o de etiqueta
cor meum totum subjicit. Jesús vive allí, que impone la Esposa de Cristo en el trato
96 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

con el Rey de reyes. Mientras celebramos la pobreza no está reñida con la limpieza y
estos misterios, cuya grandeza nos sobre- no hay razón alguna que justifique la sucie-
coge, debemos conformar nuestra conducta dad. Dios no puede en forma alguna aprobar
a las directivas de la Iglesia. El que obede- esta falta de respeto a su Hijo que en la Euca-
ce a las rúbricas, aún a aquellas que pres- ristía continúa entregándose a los hombres.
criben una simple inclinación, guiado por No quiero con esto decir que hay que
el respeto que merece el carácter sagrado observar todas y cada una de las rúbricas
de los ritos, realiza un acto consciente de con una meticulosidad excesivamente es-
religión. crupulosa. Cuando tengáis una duda, con-
La fidelidad en el cumplimiento de este sultad a un sacerdote, a un amigo prudente.
deber aumenta el fervor del sacerdote y le Y si algún compañero se toma la libertad
preserva del peligro tan frecuente de la pre- de señalaros alguna equivocación o algún
cipitación. La excesiva rapidez en las cere- olvido que ha observado al veros celebrar
monias y en la pronunciación de las pala- la Misa, aceptad de buena gana la adverten-
bras constituye un serio obstáculo para la cia y, si comprendéis que es justa, tenedla
piedad del sacerdote. Cuando dobláis vues- en cuenta para lo sucesivo. Mostrad así
tra rodilla, acordaos de adorar sinceramente mismo vuestro agradecimiento a toda invi-
al Salvador. Cuando trazáis la señal de la tación que os hagan para todo lo que tenga
cruz sobre la oblata, y sobre todo cuando por fin adiestraros mejor en el cumplimien-
la hacéis sobre el cuerpo del Señor, practi- to de vuestros deberes litúrgicos. Esta gra-
cad esta ceremonia con profundo respeto. titud será una señal inequívoca de que la
Porque sucede, a veces, que las actitudes virtud de la religión se mantiene viva en
que adoptan algunos ministros en el altar vosotros.
nos inclinan a pensar que no tienen espíritu
de fe. Por el contrario, cuando las preces San Juan Crisóstomo [De sacerdotio, III,
litúrgicas se recitan con el debido recogi- 4. P. G., 48, col. 642.] recurre a una compa-
miento, pero sin excesiva lentitud, cuando ración para sugerir a los sacerdotes el reli-
el sacerdote guarda la debida reverencia a gioso respeto con que deben comportarse
la santa Eucaristía, este mismo hecho cons- en sus funciones sagradas. Evocando un
tituye una predicación mucho más eficaz episodio de la Antigua Alianza, trae a la
que el sermón más elocuente. memoria el recuerdo del profeta Elías en
el momento de ofrecer el sacrificio. Pues-
Y lo mismo podemos decir de las demás to en pie, ante el altar cubierto de víctimas,
funciones litúrgicas. Así, por ejemplo, el pontífice ruega a Dios que haga bajar fue-
cuando el sacerdote oficia en un funeral, go del cielo para que las consuma y para
su porte debería revestir tal dignidad y gra- dar a entender de esta manera que la obla-
vedad, que llevara al ánimo de los asisten- ción le es agradable. Todo el pueblo, pros-
tes la convicción de que tiene una fe viva ternado e inmóvil, está a la expectativa. Y
en el alcance sobrenatural de los ritos que de pronto, al conjuro de la voz del profeta,
ejecuta y de las fórmulas que pronuncia. el fuego baja de las nubes… «Estas cosas,
Cuidemos escrupulosamente del copón continúa el santo, nos llenan de asombro y
y del sagrario, y tengamos la ilusión de nos maravillan; pero pasemos ahora a con-
conservar siempre limpios los lugares sa- siderar lo que al presente se realiza en
grados. Nunca se dará Jesús por ofendido, nuestros altares. No son solamente cosas
por muy pobre que sea una iglesia: Belén, sorprendentes lo que contemplaremos, sino
Nazaret y la cruz lo eran mucho más. Pero algo que sobrepasa toda admiración. El sa-
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 97

cerdote está en pie ante el altar. No lleva se sentirá inevitablemente atraída por las
consigo fuego, sino al Espíritu Santo. Du- criaturas.
rante un buen rato prosigue su oración, pero Convenzámonos de que nada hay en este
no para que baje fuego del cielo y consuma mundo tan bello, tan poderoso y tan magná-
las víctimas preparadas, sino para que la nimo como un corazón sacerdotal que esté
gracia divina se derrame sobre el sacrifi- humilde y plenamente consagrado al amor
cio, y de esta suerte abrase a las almas». de Dios. Y hay muchos que así lo están.
Pero nada hay más deplorable que el cora-
zón de un sacerdote que cifre todas sus
complacencias en el amor ilegítimo de las
criaturas. Si el día de nuestra ordenación
consagramos nuestros corazones a Dios, no
tenemos derecho a profanar nuestro amor,
derrochándolo de mala manera.
Hace falta una gran virtud para mantener-
se a la altura que exige nuestra vocación. Y
IX para conseguirlo, debemos procurar enta-
blar una amistad sincera con nuestro divi-
El mayor de no Maestro, en la seguridad de que, si le
somos fieles, Él será nuestro mejor ami-
los mandamientos go. Nuestros defectos no constituyen un
obstáculo para ello, ya que, como es verda-
dero amigo, no nos retirará su amistad por-
El día de nuestra ordenación, la Iglesia que conozca nuestros defectos, si le cons-
nos confió el cáliz destinado a contener la ta que los lamentamos y solicitamos su ayu-
sangre purísima de nuestro amado Salvador. da para combatirlos.
Y a cambio de esta prerrogativa, nos exigió
Es propio de la amistad establecer el
el sacrificio de mantenernos durante toda
acuerdo entre los corazones: hacerlos con-
nuestra vida en una soledad virginal.
cordes. Esto es lo que nos demanda el Se-
Para corresponder con fidelidad a nues- ñor: que unamos nuestros corazones con
tra abnegada misión, se requiere un gran el suyo con el vínculo del amor. Si noso-
amor de Dios. tros los sacerdotes rechazamos esta inti-
Nuestro corazón está hecho para amar. Y midad con el Señor, cometeremos una in-
es tan imperiosa la necesidad que experi- fidelidad que dejará siempre un gran vacío
mentamos de amar, que no podemos vivir en nuestra alma.
sin satisfacerla. La fuerza del amor eleva
nuestra pobre naturaleza hasta el punto de 1.- Origen sacramental
que nos hace sobreponernos al fastidio, al
sufrimiento e incluso a la muerte: Aquæ de la caridad
multæ non potuerunt extinguere caritatem La espiritualidad cristiana, aún en grados
(Cant., VIII, 7). Cuanto más rica y capaz de más elevados, consiste en el desarrollo de
grandes empresas es una naturaleza, más los dones divinos que hemos recibido en
imperiosamente experimenta la necesidad el bautismo. Y no os debe causar enojo el
de un amor superior. Si nuestra alma no se que os lo repita tantas veces, porque esta
consagra generosamente al amor de Dios, doctrina es de capital importancia.
98 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

En virtud de este sacramento, se estable- para orientarla a la consecución de su fin


ce una misteriosa pero real comunión en- sobrenatural y para impulsarla a vivir una
tre la muerte y la resurrección de Cristo y vida que esté enteramente dominada por el
el alma del bautizado. En ésta se opera una amor. Es cierto que todo esto no lo realiza
muerte y una resurrección espirituales, de un golpe, ni sin el concurso del hombre;
porque la gracia propia de este sacramento pero también es verdad que el hábito de la
no solamente nos purifica del pecado ori- caridad, que se infunde en el alma del que
ginal, sino que, al mismo tiempo, engendra se bautiza juntamente con la fe y la esperan-
en nosotros una disposición para morir a za, nos hace capaces de amar a Dios sobre
todo afecto mundano que sea desarregla- todas las cosas y de ordenar todas nuestras
do, a todo lo humano que pueda en noso- acciones según el espíritu del Evangelio.
tros oponerse a lo divino. Como veis, la centella de amor que arde
La muerte al pecado no es un fin que se en nuestras almas no es fruto de nuestras
pretende exclusivamente y por sí misma, predisposiciones naturales. Pensar tal cosa,
sino que es la condición indispensable para sería olvidar que la caridad forma parte de
el completo desarrollo de la nueva vida en los dones sobrenaturales que Dios conce-
Cristo: Viventes autem Deo in Christo Je- de a sus hijos adoptivos.
su (Rom., VI, 11). El Apóstol la define con Tengamos siempre presente que la cari-
estas palabras: «Si fuisteis, pues, resuci- dad viene de Dios y nos hace semejantes a
tados con Cristo, buscad las cosas de arri- Él. Deus caritas est (I Jo., IV, 8): «Dios es
ba…, no las de la tierra» (Col., III, 1-2). caridad». El Padre engendra a su Verbo y le
En el misterio de Cristo, que primero fue ama. El Hijo, a su vez, contempla al Padre
sepultado para salir luego triunfante de su con un amor igualmente infinito, y de esta
sepulcro, tenemos un expresivo símbolo mutua dilección procede el Espíritu Santo.
del doble aspecto de la gracia bautismal. El ejercicio de la caridad hace que nuestra
Pero aún debemos ver algo más que un sím- vida aquí abajo se convierta en un reflejo
bolo. A ejemplo del Apóstol, tengamos cada vez más perfecto de la vida divina. «El
siempre una fe viva en la virtus resu- amor de Dios se ha derramado en nuestros
rrectionis. Al resucitar, Cristo adquirió toda corazones por virtud del Espíritu Santo, que
la plenitud de su poder vivificador: Resu- nos ha sido dado»: Caritas Dei diffusa est
rrexit propter justificationem nostram in cordibus nostris per Spiritum Sanctum
(Rom., IV, 25). Al ser glorificado en virtud qui datus est nobis (Rom., V, 5).
de los méritos que adquirió por su muerte,
Por lo mismo que nuestra vida sacer-
se convirtió en la causa eficiente que pro-
dotal debe estar enteramente consagra-
duce incesantemente en su Cuerpo Místi-
da a la gloria de Dios y al bien de las al-
co todas las gracias de justificación y de
mas, nuestro corazón debe ser el foco de
santidad: Ego sum vitis vera…, vos pal-
un amor inmenso, que nos tenga a cubier-
mites (Jo., XV, 1, 5).
to de los vaivenes de las solicitaciones
A juzgar por lo que sucede a muchos cris- de nuestra sensibilidad. Si excluimos la
tianos, pudiera creerse que la gracia del acción propia de los sacramentos, no lo-
bautismo es una cosa inerte e inoperante; graremos ejercer influencia alguna sobre
pero lo cierto es que está dotada de un di- las almas sino en cuanto las amamos
namismo maravilloso; pues, en virtud de su sobrenaturalmente. Y es que, ¿cómo po-
misma naturaleza, tiene poder para hacer dremos comunicar a Dios a los demás,
que el alma se ajuste a la voluntad de Dios, si no estamos nosotros mismos unidos a
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 99

lo que constituye la esencia misma de dio al mundo del amor que profesaba a su
Dios, es decir, al Amor? Padre?: Ut cognoscat mundus quia diligo
Es necesario, pues, que nuestra caridad Patrem (Ibid., XIV, 31).
se derive de esta fuente divina y que sea Nuestra misión consiste en imitar el
sobrenatural, viril, ilustrada, fundada en la ejemplo de Cristo, consagrándonos ente-
fe y en la Escritura y esté dotada de su mis- ramente a la gloria del Padre.
ma solidez. Por esta razón, Santo Tomás, en su trata-
do De perfectione vitæ spiritualis, dice que
2.- Sobreeminencia de la caridad la santidad no consiste en la mortificación
ni en la oración, sino en la caridad. Lo mis-
Para llegar a una mejor comprensión del mo dice San Francisco de Sales: «Cada uno
papel que juega el amor de Dios, vamos a tiene una idea distinta de la perfección: unos
estudiar cuál es el lugar que por derecho la hacen consistir en la austeridad de la vida,
propio le corresponde a la virtud de la cari- otros en la limosna, otros en la frecuencia
dad en el edificio de la perfección cristia- de los sacramentos. Por lo que a mi res-
na y sacerdotal. pecta, no conozco otra perfección que la
Como sabéis, la virtud teologal de la ca- de amar a Dios de todo corazón y al prójimo
ridad tiene por objeto la bondad suprema e como a sí mismo» [Hamon, Vie, VII, 5].
infinita que subsiste en el Padre, en el Hijo
y en el Espíritu Santo. Esta caridad es la
que en el cielo embarga de felicidad a los ¿Cuál es la razón de esta dignidad tan
ángeles y a los santos. Mientras vivimos en eminente de que goza la caridad?
esta vida, debemos tender hacia ella, amán- Ante todo, el acto de la virtud de la cari-
dola por sí misma por encima de todas las dad consiste en el mismo movimiento de
cosas, sin límite ni medida. Esta caridad se la voluntad que tiende hacia Dios para com-
revela y se comunica a los fieles por me- placerse en Él y por Él. En virtud de su mis-
dio de Jesucristo, ya que, en su calidad de ma naturaleza, este acto es esencialmente
cabeza del Cuerpo Místico, es el único que unitivo: Amor est vis unitiva [Pseudo-Dio-
puede facilitarnos el acceso al Padre. En- nysius, De divinis nominibus, IX]. Sólo por
tre todos los dones que se derivan de nues- él se realiza la unión afectiva del alma con
tra filiación adoptiva, este es el más exce- la Bondad infinita.
lente y dichoso.
Además, como la voluntad es la facultad
¡Cómo debiéramos estimar estar prerro- soberana del hombre, tiene la hegemonía
gativa de poder amar a Dios en calidad de sobre las demás facultades y controla to-
hijos suyos! dos sus movimientos, hasta el punto de que
Contemplad a Jesús. Su vida interior es- se puede afirmar que toda nuestra actividad
taba animada por un amor desbordante, consciente y deliberada depende de sus ór-
cuyo primer y principal objeto lo consti- denes. Cuando en el fervor de la caridad la
tuía su Padre y luego, en el Él y por Él, to- voluntad se entrega a Dios, no solamente
dos los hombres. Como sabemos, el amor quiere unírsele ella misma, sino que quie-
era el móvil de su religión y de su vida de re también someterle todo cuanto se en-
obediencia. ¿No afirmó, acaso: «Yo hago cuentra bajo su imperio. Por eso se dice
siempre lo que es del agrado de mi Padre»? que la voluntad es la «forma» de todas las
(Jo., VIII, 29). ¿Acaso su dolorosa pasión virtudes, ya que, gracias a su impulso, el
es otra cosa que el supremo testimonio que ejercicio de las virtudes se convierte en un
100 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

homenaje de amor y nos hace acreedores a de vuestras acciones las hagáis actualizan-
la vida eterna. do lo más posible y en su máxima pureza
«El primero y el más importante de to- esta intención: Esto lo hago «para que el
dos los preceptos es el de la caridad»: Nombre de Dios sea santificado». Si obráis
Diliges Dominum Deum tuum ex toto cor- de esta manera, dice el Apóstol, «vuestra
de… Hoc est maximum et primum manda- conducta será digna del Señor, y le seréis
tum (Mt., XXII, 37-38). Por su consagra- gratos en todo, dando frutos de toda obra
ción al amor, el sacerdote, lo mismo que buena» (Col., I, 10).
Jesús, dedica todas sus energías, todos los Nos será mucho más fácil todavía perca-
movimientos de su espíritu y de su cora- tarnos de la importancia capital de la cari-
zón a glorificar al Padre. dad si recordamos algunas de las grandes
verdades teológicas, cuyo conjunto cons-
La caridad goza, por lo tanto, de la emi- tituye la doctrina esencial de la vida sobre-
nente prerrogativa de elevar a Dios toda la natural.
actividad de las virtudes.
Pero es interesante observar cómo por La gracia santificante diviniza el alma
una maravillosa correlación, las demás vir- y la hace deiforme por la inhabitación de
tudes teologales y aún las virtudes morales la santísima Trinidad.
contribuyen al crecimiento y al dominio de
la caridad en nuestras almas. La gracia santificante lleva aparejado con-
sigo el cortejo de las virtudes teologales,
Como quiera que de no mediar la acción
que permiten que el cristiano obre de acuer-
represiva que ejercen las virtudes opues-
do con su elevación sobrenatural y estable-
tas, los deseos carnales, el orgullo, la vani-
cen en el alma una comunión activa y filial
dad y las afecciones mundanas se bastarían
con Dios. Las virtudes teologales hacen que
para frenar el impulso y aún para aniquilar
el hombre adopte la actitud debida en pre-
en muy poco tiempo la supremacía de la
sencia del Señor que se le revela (fe), que
caridad, es de capital importancia que los
se le ofrece como objeto de su definitiva
hábitos de prudencia, de orden, de exacti-
felicidad (esperanza) y que se le comunica
tud, de justicia, de castidad, de fortaleza,
como suprema Bondad, digna de ser amada
de paciencia y de perseverancia contribu-
por sí misma (caridad).
yan al sostenimiento y al desarrollo del
amor. Además, la caridad contiene en germen,
Si somos conscientes de que hay en nues- de alguna manera, todas las virtudes mora-
tro corazón algunos defectos y consenti- les infusas. «De la misma suerte, dice San
mos en que subsistan sin tratar de desarrai- Gregorio, que de la misma raíz proceden
garlos, no nos ha de extrañar que nos hagan las distintas ramas del árbol, así también las
caer en innumerables faltas y que, en con- diferentes virtudes nacen de la caridad»:
secuencia, disminuyan y aún lleguen a ex- Multæ virtutes ex una caritate generantur
tinguir completamente la irradiación de la [Homil. 27 in Evang. P. L., 76, col. 1205].
caridad en nuestra vida. Juntamente con la caridad y las virtudes,
Dios nos comunica los dones del Espíritu
Sólo un consejo tengo que daros para que Santo, que son unas disposiciones perma-
logréis aumentar vuestra caridad para con nentes que disponen al alma para que pueda
Dios. Y consiste en que os esforcéis con la responder con docilidad y presteza a las
debida serenidad en que todas y cada una inspiraciones de lo alto.
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 101

Todo este conjunto de gracias tiene su Como bien lo sabéis, hay dos maneras
complemento en los frutos del Espíritu di- distintas de expresar el amor: afectiva la
vino. Los frutos se manifiestan en el alma una y efectiva la otra. Y lejos de excluirse,
cuando los hábitos de la perfección han lle- estas dos formas de manifestar el amor se
gado a su madurez, y son la demostración ayudan y se complementan la una con la
de que ha llegado ya a su plenitud el desen- otra. La verdadera caridad, fuente de todos
volvimiento armonioso y perfecto de las nuestros méritos, las incluye a ambas.
diferentes virtudes. Entre estos frutos, ocu- En su aspecto afectivo, el amor es el
pan un lugar preeminente la paz y el gozo primer movimiento del alma que se inclina
espiritual, la benignidad y la mansedumbre. hacia lo que constituye su bien.
Si atendemos a sus manifestaciones, he- Cuando, por efecto de la fe, la suprema
mos de reconocer que este desenvolvimien- bondad divina se descubre al espíritu, la
to sobrenatural es humano; pero si mira- caridad que estaba latente se despierta para
mos a la fuente de donde procede, hemos dirigirse a Dios, y el alma se abre entera-
de confesar que es divino. La acción inte- mente al deseo de llegar a la unión con Él.
rior de la gracia eleva la naturaleza y todas Esta caridad sobrenatural es un germen que
sus actividades. Por eso, hemos de ver siem- el bautismo depositó en la entraña misma
pre a Jesucristo en el origen de toda esta del corazón del cristiano. En virtud de esta
vida divina. caridad, el hombre se complace en la bon-
En fin, el grado de caridad habitual que a dad soberana, tiende hacia ella y desea agra-
lo largo de nuestra vida hayamos adquirido darle. Todos estos movimientos interiores
por nuestros méritos será el que en la hora son otros tantos actos de amor afectivo.
de nuestra muerte señalará el grado de glo-
ria que nos corresponderá en el cielo. Esta
misma caridad, por la que amamos a Dios San Francisco de Sales, en su magistral
en el mundo, será la que obrará nuestra Tratado del amor de Dios, insiste, princi-
unión y nuestra felicidad eternas. Por eso, palmente, en tres de estos movimientos
debemos poner todo nuestro empeño en que interiores: la complacencia en las divinas
se conserve siempre en nuestro corazón, perfecciones, la decidida voluntad de ala-
lo más vivo que sea posible, el fuego del bar al Señor, de servirle y de trabajar por su
amor. mayor gloria y, en fin, el amor de confor-
midad, por el que aceptamos, mediante la
Cuando llegue el ocaso de la vida, uno de perfecta entrega de todo cuanto somos, todo
los pensamientos que más amargamente lo que Dios quiera y exija de nosotros.
podrán afligir el alma de todo cristiano, y
singularmente la del sacerdote, será el de Estos actos son esencialmente desinte-
haber sacado tan poco provecho de las ri- resados, ya que los realizamos sin esperar
quezas sobrenaturales que siempre había provecho ni ventaja alguna para nosotros,
tenido a su alcance. sino por pura amistad para con Dios: Cari-
tas amicitia quædam est hominis ad Deum
[Summa Theol., II-II, q. 23, a. 1], dice San-
to Tomás. La fórmula del acto de caridad
3.- Doble forma de la caridad: que nos da el catecismo, las primeras peti-
afectiva y efectiva ciones del Pater, el Prefacio de la Misa, la
Pasemos ya a tratar del ejercicio mismo invocación Deus meus et omnia y tantas
de la virtud de la caridad. otras jaculatorias tomadas de los salmos o
102 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

de otras partes nos suministran excelentes Esta sumisión práctica es necesaria para
ejemplos de actos de caridad afectiva. Pero entrar en el reino de los cielos. Sin ella,
debéis tener en cuenta que, al amar a Dios nada valen los sentimientos, las oraciones
por un impulso de pura caridad, podemos y y las prácticas piadosas. El mismo Señor
debemos al mismo tiempo aspirar a Él por es quien lo ha declarado formalmente: «No
la esperanza teologal, en cuanto que Dios todo el que dice: ¡Señor, Señor!, entrará en
es nuestro sumo bien, que llena de felici- el reino de los cielos, sino el que hace la
dad y sacia completamente nuestra alma: voluntad de mi Padre, que está en los cie-
Tunc me de te satiabis satietate mirifica los» (Mt., VII, 21). Y esta voluntad encuen-
[Misal, preparación a la Misa, sábado]. tra su expresión más auténtica en los diez
En la práctica, debemos expresar a Dios mandamientos.
tanto nuestro amor de benevolencia como ¿Creéis, acaso, que es inútil recordaros
nuestro amor de esperanza, ya que ambos una verdad tan elemental? No tenéis más
sentimientos le son extremadamente agra- que abrir el Evangelio para convenceros de
dables, y tanto el uno como el otro tienen la lo contrario. Los fariseos guardaban casi
virtud de borrar nuestras faltas veniales, de todas las prescripciones de la Ley mosaica
mantenernos en la unión con Dios y de au- y, con todo, esta escrupulosa observancia
mentar nuestros méritos. ¡Dichosa el alma no era del agrado de Dios. Y la razón de ello
que, en su recogimiento, siente que se des- estriba en que no se cuidaban de cumplir
piertan en su seno estos profundos deseos algunos de los preceptos fundamentales del
de amor! decálogo.
Lo mismo podría decirse, guardadas las
debidas proporciones, del cristiano que se
Por grande que sea la utilidad de los cuidara de cumplir con exactitud sus debe-
actos de amor afectivo, es menester que res de piedad, pero que abandonara el cum-
vayan acompañados de actos de caridad plimiento de sus obligaciones de justicia.
efectiva. Solamente éstos pueden garanti- ¿Cómo va a agradar al Señor el que daña la
zar la sinceridad, la virtud y el valor de los reputación del prójimo, el que se dedica a
movimientos y de las aspiraciones de nues- negocios sucios, el que no paga puntual-
tra alma. San Gregorio expresa esta verdad mente sus deudas, o abandona el cumpli-
con un fórmula concisa y sorprendente: «La miento fiel de sus deberes diarios?
mejor prueba del amor consiste en el testi- Es una práctica muy recomendable la de
monio de nuestras obras»: Probatio dilec- repasar de vez en cuando en la oración los
tionis, exhibitio est operis [Homil. 30 in mandamientos de Dios y examinar si los
Evang. P. L., 76, col. 1220]. Al expresarse cumplimos todos y cada uno de ellos, aún
de esta manera, el gran doctor no es sino un en sus más delicadas exigencias, para tra-
eco del Evangelio: «Si alguno me ama, tar de someter amorosamente nuestra con-
guardará mis mandamientos» (Jo., XIV, 23). ducta a la voluntad divina que en ellos se
Veamos ahora cuáles son los grados de nos manifiesta. Esta práctica constituye un
esta caridad efectiva. El primero de todos excelente ejercicio de meditación.
consiste en el cumplimiento de la divina
voluntad manifestada por los diez manda- El verdadero amor no solamente nos
mientos. Así nos lo demanda el obispo el obliga a los preceptos del decálogo y a los
día de nuestra ordenación: Decalogum le- mandamientos de la Iglesia que se nos im-
gis custodientes. ponen bajo pecado, sino que impulsa tam-
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 103

bién a la práctica de los consejos. Pero caracteres de cosa sagrada, porque es un


esto no de la misma manera que los reli- acto de culto, un acto de religión que, por
giosos, sino de acuerdo con nuestro esta- lo mismo, es inviolable. Puesto que por
do de vida sacerdotal. Digamos, ante todo, amor a Jesús hemos renunciado a la legíti-
que estos consejos no son obligatorios, sino ma satisfacción de fundar un hogar, no po-
libres. Pero tienen un valor inestimable demos ni debemos entretenernos en evo-
para el progreso en la vida espiritual, ya que car pesarosamente la vida de matrimonio,
apartan de nuestro camino los principales pues esto sería nefasto para nosotros. Re-
obstáculos que impiden el pleno desarro- novad con frecuencia en la presencia de
llo de la caridad, y tienden a establecer en Dios vuestro voto de castidad. Cada vez que
nuestra alma un grado más elevado de amor lo hacéis en medio de las tentaciones y de
divino y nos hacen más agradables a Dios. las resistencias que os opone vuestra natu-
El día de vuestra ordenación contrajisteis raleza, ofrecéis al Señor una prueba volun-
especiales obligaciones y aceptasteis gran- taria de vuestra fidelidad, que, al mismo
des sacrificios con el fin de que, al haceros tiempo, sirve eficazmente para fortificaros
sacerdotes, os hicierais también perfectos para en adelante.
discípulos de Cristo. Estas renuncias que Vosotros habéis hecho voto de castidad
entonces aceptasteis tienen suficiente vir- y promesa de obediencia; pero no habéis
tud para conduciros a la santidad, a condi- hecho voto ni promesa de pobreza. Y, no
ción de que os dediquéis al cumplimiento de obstante, este consejo evangélico no os
vuestros deberes por amor y no por rutina. debe ser indiferente.
Al ser elevados a la dignidad del sacer- Como las condiciones materiales de la
docio, habéis renunciado, ante todo, a vues- vida difieren mucho de una región a otra,
tra independencia personal. Habéis prome- no es posible establecer reglas que sean
tido obediencia a vuestro obispo. Habéis aplicables a todos indistintamente. Pero se
consentido en acatar sus órdenes y sus puede, sin embargo, y sin temor a exceder-
orientaciones, aceptándolas como la mani- se, recordar la necesidad que todos tienen
festación de lo que Dios quiere de voso- de estar siempre precavidos contra dos ten-
tros. Si a lo largo de toda vuestra vida guar- dencias que son contrarias a nuestro ideal.
dáis con fidelidad este criterio sobrenatu- Cuidemos, ante todo, de evitar que se apo-
ral, esta sumisión será un medio eficaz para dere de nosotros una excesiva preocupa-
vuestra santificación y para la fecundidad ción por los derechos que percibimos por
de vuestro ministerio. los ministerios que dispensamos, cortan-
Habéis emitido con toda libertad el voto do de raíz todo espíritu de avaricia. ¿No es
de castidad. Todo cuanto sois, lo habéis verdad que los fieles se lamentan y aún se
consagrado a Jesucristo y le habéis dicho: escandalizan cuando comprueban que su sa-
«¡Oh Jesús mío!, yo quiero amaros con todo cerdote está demasiado apegado al dinero?
mi corazón, con un amor exclusivo. Yo re- Que nadie pueda ver en nuestra vida un
nuncio a tener en mi vida otro amor que no excesivo afán de confort y de comodidad.
sea el vuestro. Yo amaré a mi prójimo ante ¡Qué grande es el mérito de tantos y tan-
todo y sobre todo por Vos y en Vos». Este tos sacerdotes que viven una vida modesta
sacrificio supone una gran generosidad y y aún austera! Las elocuentes lecciones de
es digno de ser admirado. La promesa que Belén, de Nazaret y del Calvario, que ellos
se hace a un hombre es cosa importante; tratan de imitar en el tenor de su vida, les
pero, cuando se hace a Dios, reviste los asemejan más y más a su divino modelo.
104 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

La fórmula de San Pablo: «Sé pasar nece- pare, abrazando ya desde ahora con la ma-
sidad y sé vivir en la abundancia»: Scio… et yor confianza todas las incertidumbres del
satiari et esurire, et abundare et penu- mañana, incluso la hora y las circunstancias
riam pati (Philip., IV, 12) expresa cuál es de su muerte. Con ello, glorifica al Poder,
la actitud que debe adoptar el sacerdote de a la Sabiduría y al Amor de Dios y estrecha
acuerdo con las circunstancias del momen- aún más fuertemente los lazos que le unen
to. No cabe duda que esta ciencia práctica al Padre celestial.
que demostraba el Apóstol era una virtud. Como veis, el abandono es la cima de la
vida espiritual. Sin él, la caridad no podría
El obedecer por amor a los mandamien- elevarnos hasta la entrega total y absoluta
tos y el practicar los consejos es ya de por de nosotros mismos.
sí, como acabo de indicar, un excelente Gustemos de repetir con el salmista:
ejercicio de la virtud de la caridad. Más, «Yahvé es mi pastor y nada me falta… Aun-
para llegar a poseer esta divina virtud en que hubiera de pasar por un valle oscuro y
toda su perfección, es preciso escalar un tenebroso, no temería mal alguno, porque
grado mucho más elevado: el abandono. tú estás conmigo» (Ps., 22, 1-4).
¿Qué se entiende por abandono? Una en-
trega total de sí mismo a Dios, por la acep-
tación confiada y amorosa de todos los de- 4.- Nuestro amor a Cristo
signios ocultos que tiene con respecto a Nuestra religión interior depende en su
nosotros; una oblación del hombre en ma- mayor parte de la idea habitual que tenemos
nos de la voluntad divina, no sólo para acep- de Dios. Esta idea es la clave de nuestra vida
tar las penas que le tiene reservadas para el espiritual y determina la actitud que adopta-
momento presente, sino también para las que mos en todas nuestras relaciones con el mun-
tiene deparadas en lo porvenir. do sobrenatural. Este es un principio ascéti-
Esta disposición del alma –la más subli- co de la mayor importancia.
me expresión del amor– supone una fe viva En la absoluta trascendencia de su uni-
y una ilimitada esperanza en la bondad de dad, la divinidad comprende en un grado
Dios, cuya sabiduría dispone los aconteci- eminente todas las perfecciones. Pero si
mientos de la manera más apropiada y efi- en Dios todas las perfecciones existen uni-
caz para conducirnos a Él. das de un modo infinito, no sucede lo mis-
¿Quién de nosotros podría juzgar con mo con nuestro espíritu. Nuestro pensa-
certeza lo que le es más conveniente en el miento contempla a Dios sucesivamente
orden sobrenatural? ¿Sabemos apreciar bajo diferentes aspectos. Y así sucede que
siempre debidamente el valor que tienen el los hombres, al practicar la virtud de la re-
fracaso, la tribulación y los sufrimientos ligión, se dirigen a Dios, deteniéndose en
para purificarnos, para iluminarnos y para la consideración de esta o de aquella per-
unirnos a Dios? Sólo Él ve el alma con una fección.
luz incomparable; sólo Él sabe cómo cu- En el Antiguo Testamento, Dios se reve-
rarla, libertarla, fortificarla y ayudarla en ló a los israelitas entre los rayos y los re-
su marcha. Por el abandono, el hombre lámpagos del Sinaí. Era un Señor que in-
acepta la realidad de cada día con sus con- fundía pavor, un Señor a quien había que
trariedades, sus dificultades y sus contra- adorar con la frente hundida en el polvo, un
tiempos: Dominus est, y acepta al mismo Juez temible. Los hebreos habían recibido,
tiempo el porvenir que la Providencia le de- como dice San Pablo, «un espíritu de ser-
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 105

vidumbre y de temor»: spiritum servitutis misma condición humana. Por eso, el Ver-
in timore (Rom., VIII, 15). bo, al encarnarse, ha tomado un corazón y
Hay cristianos tibios que no ven en Dios un amor humano, completamente semejan-
sino al Todopoderoso, que lo mismo pue- te al nuestro. Su corazón se conmovió con
de castigarles que atender a sus demandas. la muerte de su amigo Lázaro, se angustió
Si le sirven, es para evitar el infierno o para ante la perspectiva de la pasión, se abatió
alcanzar sus dones. Bien se echa de ver que por la ingratitud de sus apóstoles y, cuando
esta vida espiritual es del todo imperfecta. fue atravesado por la lanza en lo alto de la
cruz, nos mostró hasta qué punto nos ama-
Podemos, también, por el contrario,
ba. Su corazón está deseoso de que le ame-
considerar al Señor como a un Dios de
mos, lo mismo que nosotros deseamos
amor y servirle con un corazón desinte-
amar y ser amados.
resado, únicamente por caridad o por
amistad. Y así, en el Nuevo Testamento, ¿Quién de nosotros, aunque no haya lle-
Jesús nos anima a considerar a Dios en gado a las alturas de la contemplación, no
su bondad paternal. El espíritu que nos se sentirá impresionado y confortado a la
infunde no es de temor, sino «el espíritu vista del amor que nos muestra nuestro Sal-
de adopción, por el que clamamos: ¡Abba, vador en Belén, en el Calvario, en la Iglesia
Padre!»: Spiritum adoptionis in quo cla- y en los sacramentos y especialmente en la
mamus: Abba, Pater. (Ibid.). Por eso, al Eucaristía?
tiempo que en el Antiguo Testamento se Si el amor del Padre se nos revelaba en-
llamaba a Dios, el Señor, el Dios de las vuelto en misterio, el de corazón de Jesús
venganzas, el cristiano le llama: Nuestro se nos manifiesta sensible, palpable, ali-
Padre, el buen Dios, el Amor infinito. viando todas las angustias humanas. El Se-
Pero esta belleza y esta bondad tan puras ñor ha querido proporcionar a nuestras al-
y tan relevantes, que constituirán nuestro mas débiles el apoyo y el consuelo que pre-
embeleso por toda la eternidad, se encuen- cisaban para poder superar las miserias de
tran tan afuera del alcance de nuestra inte- esta vida.
ligencia, que muchas almas creen que son
incapaces de despertar el amor, pues les Esto nos explica por qué la Iglesia, a fin
parece que en estas alturas la unión tiene de avivar en nuestras almas el amor de Cris-
que ser fría y la caridad no puede ser fer- to, ha querido, atendiendo a los deseos de
viente. Es necesario haber experimentado su Esposo, proponer a nuestra piedad la
las profundas purificaciones de que habla devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
San Juan de la Cruz y haber vivido con ab- Esta devoción consiste en el culto que
soluta fidelidad en la noche oscura de los tributamos a la Persona del Verbo encarna-
sentidos y del espíritu, para poder llegar al do, considerada en su amor humano, sim-
descanso del amor en este misterio divino. bolizado por su corazón de carne. Como
El amor de Dios es tan incomprensible bien lo sabéis –y permitidme que os re-
como el mismo Dios, porque Dios es cari- comiende que en vuestras predicaciones
dad en un grado infinito: Deus caritas est insistáis en esto–, todo culto religioso debe
(I Jo., IV, 8). tributarse necesariamente a la persona.
El Señor conoce toda nuestra miseria y, Pero el corazón de Jesús puede legítima-
a pesar de ello, ha sido tan condescendien- mente ser objeto de culto, y del culto de
te con nosotros, que nos ha salido al en- latría que sólo a Dios pertenece. Y la razón
cuentro, rebajándose hasta adoptar nuestra de ello es que, como forma parte de la san-
106 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

ta Humanidad, está hipostáticamente unido Caritas Christi urget nos (II Cor., V, 14).
al Verbo. Por eso, el corazón de Cristo debe Y aquella otra exclamación: «Me amó y se
ser honrado en la unidad de la Persona di- entregó por mí»: Dilexit me et tradidit se-
vina encarnada: «Es digno de adoración, metipsum pro me (Gal., II, 20). Y aquella
pero no por sí mismo, sino en cuanto que solemne profesión de adhesión, como res-
está unido a la Persona del Verbo, que lo ha puesta a este don: «¿Quién nos arrebatará
asumido inseparablemente»: Adoretur in el amor de Cristo?»: Quis nos separabit a
se, non tamen propter se, sed propter per- caritate Christi? (Rom., VIII, 35).
sonam Verbi. Esta fórmula teológica, cu-
yos términos han sido tomados de las obras La devoción al Corazón de Jesús com-
de San Juan Damasceno y de Santo Tomás, prende otro aspecto que nosotros los sa-
expresa con la mayor exactitud la doctrina cerdotes no podemos olvidar, precisamen-
de la Iglesia sobre la adoración que le es te por el ministerio que ejercemos con las
debida a la humanidad de Cristo [Summa almas.
Theol., III, q. 25, a. 2].
De la misma manera debemos conside- Por la encarnación de su Hijo, «el Padre
rar la devoción a las cinco llagas de Jesús. nos ha manifestado su amor misericordio-
El culto se tributa a la persona de nuestro so»: Deus… qui dives est in misericordia,
bendito Salvador, considerado en los sufri- propter nimiam caritatem suam qua di-
mientos que experimentó y en el amor que lexit nos… convivificavit nos in Christo
nos demostró en su pasión. Las santas lla- (Eph., II, 4-5).
gas son el testimonio más expresivo de sus Es tanta la dependencia que tenemos del
sufrimientos y de su amor. Y esto es lo que mundo de los sentidos, que no nos es posi-
nos mueve a venerarlas y a adorarlas; pero ble llegar al conocimiento de lo divino sin
considerándolas siempre en la unidad de la apoyarnos en lo humano. Por eso, el Padre
persona del Hijo de Dios. ha querido que el amor visible de Jesús sir-
Como veis, la devoción al Corazón de va para descubrirnos toda la grandeza de las
Jesús, así considerada, es una de las más bondades que nos dispensa. Jesús nos dijo:
provechosas. Gracias a ella, se nos revela «El que me ha visto a mí, ha visto al Pa-
una profunda verdad de la fe: el misterio de dre»: Qui videt me, videt et Patrem (Jo.,
la vida íntima de Jesús, que es todo amor. XIV, 9). Lo mismo pudiera haber dicho: «El
Las humillaciones de Belén, las bondades que ha visto mi amor, ha visto el amor de
de la vida pública, los oprobios del Calva- mi Padre».
rio, la muerte de cruz, el don de la Iglesia y Sin llegar a perder de vista el objeto in-
el de la Eucaristía se nos revelan como mediato y sensible de esta devoción, pode-
pruebas inefables de su amor. Si atendemos mos también descubrir, a través del velo de
a la totalidad de su misterio, a la plenitud este corazón herido y transverberado, la
de sus perfecciones o a la integridad de su revelación de la incomprensible caridad que
mandato, Cristo siempre es caridad. Toda el Padre profesa a todos los hombres: «Tan-
su obra es fruto de la caridad, y no tiene to amó Dios al mundo, que le dio su Uni-
otro fin que encaminar los corazones al génito Hijo» (Ibid., III, 16).
amor. Este amor del Padre es también propio
Ahora comprendemos el grito de San del Hijo y del Espíritu Santo. Ego et Pater
Pablo ante la revelación de estas grande- unum sumus (Ibid., X, 30). La Santísima
zas: «La caridad de Cristo nos constriñe»: Trinidad es un océano de amor y el amor
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 107

humano del Corazón de Jesús es su más escuchar con docilidad las palabras de
acabada imagen, la manifestación más ade- Jesús, sino también la de aprender en
cuada a nuestra debilidad. toda su conducta la revelación del amor
¿Y cuál es la razón de esta conformidad divino que de la misma se desprende.
tan absoluta que hay entre el amor que cons- «Todo cuanto hace el Verbo encarnado,
tituye la esencia de Dios y el amor del co- dice San Agustín, es para nosotros una
razón de Jesús? No es otra que la unión palabra, una enseñanza»: Factum Verbi
hipostática, la unidad de persona de nues- verbum nobis est [Tractatus in Joan,
tro Salvador. En virtud de esta unión de 24, P. L., 35, col. 1593]. En el amor que
ambas naturalezas en la única persona del nos manifiesta Jesús debemos ver un re-
Verbo, el Espíritu Santo hace que todas las flejo real de la caridad eterna, pues el
actividades humanas de Jesús, y en primer amor de Cristo es la revelación más es-
lugar su amor, sean elevadas a la dignidad tupenda que se ha hecho al mundo del
de operaciones del Hijo de Dios. amor eterno.
Si es cierto que la bondad que Jesús Ante el problema del mal y de los sufri-
nos demuestra es un eco fiel del eterno mientos que experimenta la humanidad no
amor que Dios nos tiene, ¿no será con- hay otra respuesta que pueda calmar nues-
veniente que, en justa correspondencia, tras angustias sino la contemplación del
el objeto de nuestro amor lo constituya amor que Cristo nos manifiesta desde la
esta bondad del Padre, del Hijo y del Es- cruz. Es lo único que nos demuestra con
píritu Santo? Quiero decir que, al devol- indudable certeza, y a pesar de todas las
ver a Cristo amor por amor, debemos in- apariencias contrarias, que Dios adopta con
tentar remontarnos hasta el Amor infini- nosotros una actitud de insondable amor y
to, que es la fuente de donde se deriva de misericordia sin límites.
todo el amor que Jesús nos tiene.
Dios quiere, sin duda, que encontremos
en el corazón de Jesús el lugar de nuestro 5.- Per Ipsum, cum Ipso, in Ipso
descanso, pero quiere, además, que por Él
y en Él nos remontemos hasta alcanzar el ¿Cómo lograremos vivir unidos a Cristo?
misterio eterno del amor que está escon- Las sublimes palabras del fin del Canon
dido en el mismo Dios. de la Misa nos lo sugieren.
Jesús continuará siempre siendo nues-
tro Mediador. Y por eso precisamente, el Per Ipsum. –Los sacerdotes abrigamos
amor que profesamos a nuestro Salvador la ambición de consagrarnos a Dios en
nos enseña a rendir homenaje a la cari- cuerpo y alma en el tiempo y en la eterni-
dad infinita, cuyas profundidades nos per- dad. Los sacramentos del bautismo y del
mite entrever el corazón de carne: «Para orden realizaron esta consagración e hicie-
que el Padre sea glorificado en el Hijo»: ron de nosotros objeto de su posesión y
Ut glorificetur Pater in Filio (Jo., XIV, pertenencia. Pero es de suma importancia
13). que renovemos todos los días por un acto
En el Tabor, el Padre dijo, refiriéndo- voluntario esta donación, pues constituye
se a Jesús: «Este es mi Hijo muy ama- una prueba de amor muy meritoria. El
do…; escuchadle»: Ipsum audite (Mt., ofertorio de la Misa y la acción de gracias
XVII, 5). Con estas palabras, no sólo que- son los elementos más apropiados para rei-
ría el Padre imponernos la obligación de terar esta oblación, ya que todo su valor se
108 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

deriva de Jesucristo, a quien entonces es- Todo nos llama a esta amistad con Cris-
tamos tan unidos. to: el bautismo, la vocación sacerdotal, la
Lo mismo puede decirse de la voluntad Misa de cada día, su divina presencia en el
de reparar las ofensas que se hacen a la di- sagrario. Cada página del Evangelio nos lo
vina bondad, por medio de una vida consa- repite y cada fiesta litúrgica nos lo vuelve a
grada al servicio de Cristo. El amor nos recordar.
mueve a unir nuestros sacrificios y trabajos ¿No es verdad que Cristo se unió en su
a los sufrimientos y a las expiaciones que camino a los peregrinos que iban a Emaús,
experimentó Jesucristo y, gracias a esta y enardeció sus corazones? Tengamos una
unión, nuestras obras y nuestras penas tie- fe viva en que Él camina a nuestro lado por
nen valor para satisfacer por nuestras ingra- los senderos, a veces tan difíciles, de nues-
titudes y pecados y aún por los de los de- tra vida. Él es nuestro mejor compañero de
más. También en este aspecto la Misa cons- peregrinación, el amigo que sabe perdonar
tituye la obra de reparación por excelencia. y cuya amistad nunca se amengua.
«Él es la propiciación por nuestros peca-
dos. Y no sólo por los nuestros, sino por
los de todo el mundo» (I Jo., II, 2). In Ipso. –Estas dos palabras expresan la
unión del Cuerpo Místico. Toda la vida de
Nunca llegaremos a comprender hasta amor del sacerdote debe estar sostenida por
qué punto esta mediación de Cristo sobre- una fe viva en la maravillosa unidad que se
naturaliza nuestra plegaria, nuestro traba- realiza en Cristo. Cuando celebramos la Mi-
jo, nuestros sufrimientos y toda nuestra sa, debemos recordar que ofrecemos el sa-
vida. Jesucristo suple la pobreza de nues- crificio en el seno de esta plenitud que es
tros méritos con la inmensidad de los su- la Iglesia, y que la plegaria que hacemos la
yos. No olvidéis nunca que sus méritos nos hacemos en su nombre. Siempre que admi-
pertenecen y con mucha más verdad que las nistramos los sacramentos, o predicamos,
cosas de la tierra, porque sus méritos nos o ejercemos cualquiera otra obra de cari-
pertenecen por toda la eternidad. A través dad, tengamos presente que debemos rea-
del corazón de Cristo, tenemos siempre lizar nuestro apostolado como dispen-
abierto el acceso a los tesoros de la gracia. sadores fieles, en estrecha unión con la Ca-
Podemos extraer sin cesar del tesoro in- beza de este cuerpo y para provecho de sus
agotable de sus riquezas la luz y la fortale- miembros.
za que precisamos. Por grande que sea
nuestra miseria, siempre tenemos, por me- Pero el medio por excelencia para per-
diación de Cristo, el derecho de acercar- manecer in Christo es la comunión euca-
nos a Dios: Adeamus ergo cum fiducia ad rística, ya que por ella el sacerdote se une
thronum gratiæ ut misericordiam conse- a Cristo de la manera más íntima que es
quamur (Hebr., IV, 16). posible al amor: «El que come mi carne…
está en mí y Yo en él» (Jo., VI, 56). Ade-
Cum Ipso. –Aunque estamos llenos de más, después de la comunión, continúa vi-
imperfecciones y somos una carga pesada, viendo bajo la influencia de las irradia-
tanto para nosotros mismos como para ciones del corazón de Jesús, como envuel-
nuestros prójimos, podemos, sin embargo, to en la atmósfera de su amor y de su gra-
elegir a Cristo como nuestro amigo, ya que cia. Esta permanente y constante unión a
Él nos lo permite, lo desea y aún nos invita Jesús hará que el sacerdote participe abun-
a ello. dantemente de los frutos del don divino: «El
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 109

que permanece en mí y Yo en él, ése da dijera: «Señor, no me bastáis». ¡Y Jesús lo


mucho fruto» (Jo., XV, 5). es todo para nosotros!
El ministro de Cristo que haya trabajado Hemos sido creados para la felicidad, y
y sufrido con estas disposiciones, verá ve- tendemos necesariamente a su consecución.
nir a la muerte sin sentirse angustiado. No estamos equivocados cuando nos lan-
Como ha vivido in Christo, exhalará su úl- zamos a su conquista. Pero nos equivoca-
timo suspiro apoyado en los brazos de Je- ríamos de medio a medio si nos imaginára-
sús y recostado en su corazón. Su muerte y mos que la vamos a alcanzar allí precisa-
sus dolores se unirán a los de Cristo y se- mente donde no la podremos encontrar.
rán como absorbidos por los de Cristo y Dios quiere ser ya desde ahora el objeto de
los méritos del Salvador serán su riqueza y nuestra alegría, y esto por una libre elec-
su esperanza. Y podrá decir con Cristo: ción nuestra que debemos renovar constan-
«Padre, en tus manos encomiendo mi espí- temente.
ritu» (Lc., XXIII, 46). Son muchos los grados del amor y de la
santidad, y no debemos conformarnos con
Nuestra verdadera alegría consiste, vivir una vida mediocre. Sino que, por el
pues, en orientar nuestra alma hacia la contrario, debemos procurar que, bajo la
vida sobrenatural. Salomón llegó a pala- acción del Espíritu Santo, «la llama de la
dear en el lujo de sus palacios todas las sa- caridad eterna se avive sin cesar en noso-
tisfacciones que le podían brindar todos los tros»: ¡Accendat in nobis Dominus ignem
placeres, pero, al cabo, no encontró sino sui amoris et flammam æternæ caritatis!
sinsabores: «Vanidad de vanidades» (Eccles.,
I, 2). Cuando el alma se entrega apasiona-
damente a las satisfacciones humanas, pron-
to llega a experimentar su vacío. Los pla-
ceres que disfrutamos saliéndonos del or-
den establecido por Dios producen en el
corazón un sentimiento de vacío total. Por
eso, en las ciudades que son conocidas co- X
mo lugares de placer es donde el hombre
más experimenta la futilidad de la existen-
cia y donde la estadística de los suicidios Hoc est præceptum meum
alcanza cifras más elevadas.
La única alegría profunda y duradera de 1.- Actitud de Jesús
esta vida consiste en la unión con Dios. Si
esto es cierto para todos, para el sacerdote
para con los hombres: el don de Sí
lo es mil veces más. Aunque pretendiera «Al nacer se da como amigo; en la Cena
saciar su sed de felicidad bebiendo en otras como alimento; en la muerte como resca-
fuentes, nunca conseguiría calmarla sino en te; en su reino como recompensa»: Se
la caridad, puesto que su corazón esta con- nascens dedit socium, convescens in edu-
sagrado a Cristo. lium, se moriens in pretium, se regnans
El que posee a Jesucristo, le hace una dat in præmium [Himno Verbum super-
afrenta si echa de menos las satisfacciones num].
que ofrece el mundo y abre su alma a los Observad cómo en este texto litúrgico la
deseos vanos y a la tristeza. Es como si le expresión se dedit… se dat… se repite
110 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

constantemente, ora expresamente, ora so- nados a dar a Cristo al mundo. Esta es la
breentendida. razón de vuestro sacerdocio: sacerdos quie-
Es que esta palabra expresa de una mane- re decir «el que da las cosas sagradas». ¿Y
ra perfecta cuál fue la actitud de Jesús para hay, acaso, algo más sagrado que Jesucristo?
con los hombres durante los días de su vida
mortal y cuál es la que observa actualmen- El alma bendita de nuestro amado Salva-
te desde el cielo. Jesús se da constantemen- dor tenía constantemente una doble mirada
te y se comunica sin reserva alguna; se en- de amor: una orientada hacia el Padre, para
trega totalmente; y esto lo hace siempre en cumplir siempre su voluntad; otra que com-
toda la plenitud de su amor. prendía a todos los hombres. Por eso, en
Desde que hizo su aparición en el mun- la santa Misa, Cristo se ofrece, ante todo,
do, tanto los pastores como los magos y el a la gloria del Padre y en esto consiste
anciano Simeón se dieron perfecta cuenta el fin principal del sacrificio. Y luego se
de que estaba allí por ellos y para ellos. A da como manjar a todos: a los «buenos»,
los apóstoles, a los enfermos, a las masas a los que se acercan por rutina, a los ti-
de Galilea, Jesús se les revelaba como si bios e incluso a los «malos»: Sumunt bo-
no se perteneciese a sí mismo. ¿Acaso no ni, sumunt mali [Secuencia Lauda Sion].
fue enviado a los hombres para ser el pas- A nadie rechaza: Accipite et comedite
tor que da la vida por sus ovejas? Y el bau- (Mc., XXVI, 26). En virtud de este amor,
tismo que con tanto deseo ansiaba, ¿no era, perpetúa en su Cuerpo Místico la total
acaso, la ofrenda completa de sí mismo entrega de sí mismo que consuma su mi-
hasta llegar al derramamiento de toda su sión redentora.
sangre? Baptismo habeo baptizari, et quo- En tanto somos agradables a Dios en
modo coarctor usquedum perficiatur (Lc., cuanto que nos asemejamos a su Hijo Je-
XII, 50). En su pasión, Jesús se entregó con sús. Cristo se ofrece a su sacerdote como
todo el fervor de su amor: el Crucifixus modelo perfecto de caridad, especial-
etiam pro nobis que proclama nuestro Cre- mente en su sacrificio. Al bajar del altar,
do no fue en su corazón un pro nobis lán- el sacerdote debería estar dispuesto, a
guido y apagado. semejanza de su Maestro, a entregarse
San Bernardo, que recibió de lo alto las sin reservas por el bien de los hombres.
luces que le permitieron contemplar el ¡Quiera Dios que el sacerdote consagre
misterio del don que de sí mismo hizo Je- a los hombres su tiempo, sus fuerzas, su
sús a favor de los hombres, resume todo vida, hasta dejarse comer por ellos!
este misterio en la siguiente frase: «Se en- Si es verdad que compartimos con
tregó todo entero por mi bien, se gastó en- Cristo la cura animarum, ¿no nos senti-
teramente para mi provecho»: Totus remos obligados a tener conciencia de
siquidem mihi datus, et totus in meos usus nuestras responsabilidades en el redil de
expensus [Sermo III in Circumcisione. P. Cristo? Sea cual sea nuestro cargo: co-
L., 183, col. 138]. adjutor, párroco, profesor, superior de una
Pero vosotros sabéis tan bien como yo congregación religiosa u obispo, es nece-
que esta comunicación de amor continúa sario que nos olvidemos de nosotros mis-
realizándose en el seno de la Iglesia. Y es mos y, a ejemplo del buen Pastor, nos en-
a vosotros, los sacerdotes de Cristo, a quie- treguemos sin cesar al bien de los demás.
nes incumbe este augusto ministerio, pues Así es como nuestra vida será en extremo
por vuestra ordenación habéis sido desti- agradable a Dios.
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 111

El celo de San Pablo nos servirá de ejem- La primera de estas prerrogativas es uno
plo. ¿Cuál es el manantial del ardor del de los temas más admirables de la doctrina
Apóstol? El amor que Cristo le tuvo. «La de San Juan: «Carísimos, amémonos unos
caridad de Cristo nos constriñe»: Caritas a otros, porque la caridad procede de Dios,
Christi urget nos… (II Cor., V, 14). La con- y todo el que ama es nacido de Dios» (I Jo.,
templación de la entrega absoluta que de sí IV, 7). Según lo que dice San Juan, la cari-
mismo hizo el Salvador le hacía imposible dad se nos concede por una comunicación
el vivir para sus propios intereses, y le for- divina; y al mismo tiempo que nace en el
zaba, por así decirlo, a vivir, «no para sí alma, la une a Dios y la hace semejante a
mismo, sino para Aquél que murió y resu- Él. Y añade San Juan que «Dios es amor, y
citó por él» (Ibid., V, 15). Por eso, excla- el que vive en amor permanece en Dios y
ma en un arranque magnífico: Libentissime Dios en él» (Ibid., 16). Es tan íntima la re-
impendam et superimpendar ipse: «Yo de lación que existe entre el amor de Dios y
muy buena gana me gastaré y me desgasta- del prójimo, que el mismo mandamiento
ré hasta agotarme por vuestra alma» (Ibid., los prescribe ambos: «Nosotros tenemos
XII, 15). de Él este precepto, que quien ama a Dios
El día de vuestra ordenación, Cristo os ame también a su hermano: Hoc mandatum
eligió: Ego elegi vos, para que deis fruto: habemus a Deo ut qui diligit Deum diligat
ut fructum afferatis (Jo., XV, 16). Si el sa- et fratrem suum (Ibid., 21). Por consiguien-
cerdote no está poseído de un ardiente de- te, el amor del prójimo está comprendido
seo de conquistar las almas y solamente se en el mismo precepto de la caridad.
preocupa de sus negocios personales, anda Esta misma verdad la expresa la teología
muy equivocado. Si hubiera elegido la vida con su lenguaje técnico, cuando afirma que
seglar, podría haberse dedicado a la cien- un mismo y único hábito de caridad, unico
cia, a la política, a los negocios, sin pre- habitu, basta para que el cristiano pueda amar
ocuparse de consagrar su vida al bien de las sobrenaturalmente tanto a Dios como a su
almas; pero una vez que se ha hecho sacer- prójimo.
dote, pro hominibus constituitur in iis quæ Si esta maravilla es posible, es porque,
sunt ad Deum (Hebr., V, 1), la única razón por su unión con Dios, el alma se confor-
de su existencia es elevar a los hombres ma necesariamente con Él y por eso adop-
hacia Dios para darles a Jesucristo y todo ta interiormente su misma postura para con
su celo debe encaminarse a este único fin. el prójimo. El alma amará a los demás por-
que Dios los ama y de la manera que Dios
2.- La caridad nace de Dios los ama, deseando que glorifiquen al Señor
El amor del prójimo, tal como nos lo y encuentren en Él su propia felicidad de
enseña el Nuevo Testamento, se deriva de acuerdo con los planes de la Providencia.
una virtud sobrenatural: la caridad. La caridad cristiana difiere esencial-
Dos grandes prerrogativas caracterizan a mente de la filantropía natural, pues si
esta virtud: porque, por una parte, es un don bien es verdad que la filantropía puede
de Dios, una participación del mismo amor ser benéfica y digna de elogio, pero, con
con que nos ama; y por la otra, el que prac- todo, no ama al prójimo con el fin de lle-
tica el amor del prójimo no sólo ama al varle a Dios, ni «como Dios le ama»: si-
hombre, sino que en él ama también a Je- cut dilexi vos (Jo., XIII, 34). La filan-
sucristo, puesto que, al amar a sus miem- tropía se limita a esta vida, al paso que la
bros, a Él es, sobre todo, a quien amamos. caridad mira a la eternidad. La filantro-
112 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

pía solamente tiene en cuenta los puntos tra vida por nuestros hermanos» (I Jo., III,
de vista y los motivos puramente huma- 16). Este amor de Cristo para con los hom-
nos; y la caridad, por el contrario, es bres es para nosotros el ejemplo de la cari-
esencialmente sobrenatural. El mismo dad que Dios ha depositado en nuestras al-
movimiento que impulsa al alma hacia la mas y no dudéis de que Cristo se consume
Bondad infinita, la inclina a la generosi- en deseos de comunicar al corazón de sus
dad y al amor sacrificado para con los sacerdotes una chispita de su mismo amor.
hombres. Por eso dice San Juan que: «Si Sólo al corazón le está reservado el pri-
alguno dijere: Amo a Dios, pero aborre- vilegio de conmover los corazones. En tan-
ce a su hermano, miente»: mendax est (I to podremos actuar sobre las almas, en
Jo., IV, 20). cuanto las amamos. Esta es la única expli-
En manifiesta oposición a la ley del ta- cación de este extraño fenómeno: se da de
lión, Jesús orienta a las almas hacia la ple- vez en cuando el hecho de que hay sacer-
nitud de la caridad: «Si alguno te abofetea dotes que cumplen con exactitud sus debe-
en la mejilla derecha, dale también la otra; res de piedad, pero que no tienen ningún
y al que quiera litigar contigo para quitarle éxito en sus ministerios. Si se recurre a
la túnica, déjale también el manto. Y si al- ellos en momentos de angustia, se revelan
guno te requisa para una milla, vete con él como hombres asentados, de vida intacha-
dos» (Mt., V, 39-42). ble, pero faltos de un corazón abierto y
Este ideal es tan propio y exclusivo del magnánimo. Y todas las almas, pero espe-
código de la Nueva Ley, que Jesús llamó cialmente las que se encuentran bajo el peso
«su precepto» a la caridad para con el pró- de un gran sufrimiento o están atribuladas,
jimo: Hoc est præceptum meum… (Jo., XV, tienen derecho a que el sacerdote se haga
12). «Esta es la señal que demostrará que sois eco de sus penas. Por eso, es necesario que
mis discípulos»: In hoc cognoscent omnes del corazón del sacerdote brote el fuego,
quia discipuli mei estis, si dilectionem el amor y el celo que lleva las almas a Cris-
habueritis ad invicem (Ibid., XIII, 35). to. ¿Qué se entiende por celo? Es el impul-
so mismo del amor, pero llevado hasta el
¿Dónde encontraremos la medida exacta punto de que el alma sea capaz de contagiar
y el modelo perfecto de este amor? En el a los demás su mismo entusiasmo. Tal debe
corazón de Jesús. Todo el amor que Jesús ser el fervor de nuestra caridad: desear
manifestaba a los hombres era una deriva- ardientemente que reine Dios en las almas
ción del que profesaba a su Padre: Quia tui y en la sociedad. Entonces nuestras pala-
sunt (Jo., XVII, 9). El querer humano de bras consolarán y confortarán a los que a
nuestro amado Salvador se unía de un modo nosotros acudan, entonces combatiremos
perfecto al acto inmutable de la eterna di- el pecado, aceptaremos de buena gana las
lección con que Dios, en su bondad, ama a penas, la fatiga, la entrega y el sacrificio de
los hombres: «Tanto amó al mundo, que le nuestra vida.
dio su Unigénito Hijo» (Jo., III, 16).
El amor que nos profesa el corazón de
Jesús tiene su manantial, su motivo y su fin 3.- El amor de Cristo
en el mismo Dios. en la persona del prójimo
Además Jesús ha llevado su entrega has- La segunda prerrogativa de la caridad
ta el extremo de dar su vida. «Él dio su vida cristiana es más admirable aún. Ella susci-
por nosotros; y nosotros debemos dar nues- ta en los santos prodigios de abnegación.
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 113

Esta es la verdad espléndida que se ofre- gún hayamos guardado o no el precepto de


ce a nuestra fe: Cristo se sustituye en la la caridad para con el prójimo. ¿Cuál será
persona del prójimo, para que, al amar y la fórmula de aquel solemne veredicto? El
servir a éste, le amemos y le sirvamos a Él. mismo Cristo la proclamó cuando dijo:
Desde su encarnación, Jesucristo se iden- «Venid, benditos de mi Padre… Tuve ham-
tifica con cada uno de nosotros, como nos bre y me disteis de comer»… Y los buenos
dice San Pablo repetidas veces: «Vosotros se extrañaran, diciendo: «¿Cuándo te vimos
sois el cuerpo de Cristo y miembros los hambriento?» Y el Señor les responderá:
unos de los otros»: Vos estis corpus Christi «En verdad os digo, que cuantas veces hi-
et membra de membro (I Cor., XII, 27). Y cisteis eso a uno de mis hermanos más pe-
añade: «Nadie aborrece jamás su propia queños, a mí me lo hicisteis». Y el juez dirá
carne, sino que la alimenta y la abriga como a los malos: «Apartaos de mí, malditos».
Cristo a la Iglesia, porque somos miembros ¿Por qué? ¿Porque no rezamos? ¿Porque
de su cuerpo» (Eph., V, 29-30). Si es ver- no ayunamos? No; sino porque «tuve ham-
dad que pertenecemos a su carne y a sus hue- bre y sed, estuve triste y abandonado, y no
sos, ¿no quiere esto decir que somos una me socorristeis… Cuando dejasteis de ha-
misma cosa con Él? cer eso con uno de estos pequeñuelos, con-
migo no lo hicisteis» (Mt., XXV, 34-35).
El Padre nos ve en su Hijo como miem-
bros suyos. Y por esto es misericordioso Quizá me digáis: ¿Es que no tenemos
con nosotros y nos dispensa las riquezas otros mandamientos que debemos cumplir
de su gracia. Cuando Dios nos perdona, nos igualmente para salvarnos? Cierto que sí,
atrae o nos santifica, es propiamente a su pero de nada nos serviría guardarlos si no
Hijo a quien manifiesta esta bondad sin lí- cumplimos el gran precepto del amor para
mites. con el prójimo. Por eso escribió San Pa-
¿Qué se sigue para nosotros de esta iden- blo: «Toda la Ley se resume en este solo
tificación con Cristo? Que, cuando nos precepto: Amarás a tu prójimo como a ti
consagramos los unos al bien de los otros, mismo»: Omnis lex in uno sermone imple-
es a Cristo a quien amamos y servimos en tur (Gal., V, 14).
sus miembros. Observad lo que ocurre en Esta identificación de Jesús con los
la vida ordinaria. Todo lo que se hace a los miembros de su Cuerpo Místico que pade-
miembros de alguno, se hace realidad a su cen y sufre no puede ser para nosotros una
misma persona. Así, por ejemplo, si yo ten- fórmula vacía de sentido, porque expresa
go un dedo herido y me lo curáis, es a mí, una realidad misteriosa, pero que provoca
es a mi persona a quien dispensáis estos el entusiasmo y engendra la caridad: hacer
cuidados, porque el dedo forma parte de mi todo por el prójimo como si se tratase de
carne. Lo mismo sucede con los miembros la misma persona de Cristo.
de Cristo, porque forman un todo con Él. Los santos vivieron una vida consagrada
Porque Cristo los ha unido a Él, es por lo al amor, porque creían en el misterio de esta
que nos ha dicho: «Cuantas veces hicisteis sustitución sagrada. Para San Benito, por
eso a uno de mis hermanos más pequeños, ejemplo, es al mismo Cristo a quien obe-
a mí me lo hicisteis» (Mt., XXV, 40). decemos en la persona del abad; es al mis-
Dios ha establecido esta ley por efecto mo Cristo a quien aliviamos con las aten-
de su amor y no podremos abrigar la pre- ciones que dispensamos a los enfermos, y
tensión de cambiarla. En el día del juicio, a Él servimos cuando prestamos a otros
la sentencia definitiva se pronunciará se- nuestros servicios; y las muestras de res-
114 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

peto de que se rodea el acto mismo de re- jemos a un lado, por amor a Cristo, toda
cibir a los huéspedes es un culto que se tri- susceptibilidad y todo amor propio, arran-
buta a Jesús que llega como peregrino [Re- cado de nuestros corazones todo espíritu
gla, passim]. de rencilla, dispuestos a otorgar el perdón
Este mismo espíritu de fe es el que nos con generosidad y largueza. Porque es el
impulsa a perdonar a nuestros enemigos. mismo Jesús quien nos ha impuesto este
San Juan Gualberto era, antes de su con- precepto: «Si te acuerdas de que tu herma-
versión, un altivo caballero de los alrede- no tienen algo contra ti, deja allí tu ofrenda
dores de Florencia. Y ocurrió que un día de ante el altar, ve primero a reconciliarte con
Viernes Santo se encontró con el asesino tu hermano y luego vuelve a presentar tu
de su hermano. El primer impulso de su ofrenda» (Mt., V, 23-4). Es como si dijera:
corazón fue de abalanzarse sobre su ene- Pon primero en orden tus relaciones con
migo y satisfacer su deseo de venganza. Pe- el prójimo y ven luego a ofrecer el sacrifi-
ro el culpable se hincó de rodillas en me- cio.
dio del camino y puso los brazos en cruz, No debéis, por otra parte, esperar el re-
solicitando el perdón en nombre del cruci- conocimiento de los hombres, sino que
ficado. El futuro santo se contuvo, viendo debéis mostraros bondadosos sin exigir
en el criminal la imagen de Jesucristo. To- retribución alguna. Debéis tener un cora-
cado por la gracia, bajó del caballo y, por zón rebosante de caridad, y el mismo Cris-
amor a Jesucristo, abrazó a su enemigo, to será vuestro deudor. El os agradecerá
aceptándolo como hermano. Conmovido todo cuanto hagáis por sus miembros, como
por su propio gesto, entró en una iglesia y, si se lo hicieseis a Él mismo. Y como es
al tiempo que oraba al pie de un crucifijo, infinitamente rico, os pagará espléndida-
vio cómo Cristo inclinaba la cabeza hacia mente su deuda. Convenceos de que Dios
él en señal de amor. siempre obra con liberalidad, pues no es un
El que Cristo se sustituya por cada uno comerciante de limitados recursos. Él os
de sus miembros no es ninguna ficción, sino colmará de abundantes bendiciones. «Dad
una de las más profundas realidades. Cris- y se os dará, dice el Evangelio; una medida
to vierte en sus miembros la vida sobrena- buena, apretada, rebosante, será derramada
tural, que es su propia vida, la vida de la gra- en vuestro seno» (Lc., VI, 38): Date et
cia santificante y de la caridad. Los miem- dabitur vobis: mensuram bonam et con-
bros de su cuerpo le están unidos como los fertam et coagitatam et supereffluentem
sarmientos a la cepa, formando un todo dabunt in sinum vestrum.
único.
Nosotros los sacerdotes gozamos del
insigne privilegio de tener en el altar a Cris- 4.- Señales de la verdadera caridad
to en nuestras manos; pero si somos fríos San Pablo enumera en estos términos las
o rencorosos con nuestros prójimos, es al características de la verdadera caridad: «Es
mismo Cristo a quien hacemos objeto de paciente, es benigna; no es envidiosa, no es
nuestra aversión. «¿Cómo no has de pecar jactanciosa, no se hincha; no es descortés,
contra Cristo, exclama San Agustín, si pe- no es interesada; no se irrita, no piensa mal;
cas contra uno de sus miembros?»: no se alegra de la injusticia, se complace
Quomodo non peccas in Christum, qui pe- en la verdad; todo lo excusa, todo lo cree,
ccas in membrum Christi? [Sermo 83, 3. todo lo espera, todo lo tolera» (I Cor., XIII,
P. L., 38, col. 508]. Antes de celebrar, de- 4-7).
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 115

Examinemos a ver si descubrimos es- La paciencia nos es completamente ne-


tas señales en nosotros. En el altar reci- cesaria en nuestras relaciones diarias con
bimos a Aquél que es la caridad misma. Es- el prójimo. Ocurre con frecuencia, aún en-
te contacto divino debiera ir liberando pro- tre sacerdotes, que el trato familiar e ínti-
gresivamente a nuestra alma del egoísmo mo da lugar a molestias y enfados mutuos,
humano. a veces aún sin percatarse de ello. Por eso,
decía San Agustín: «Somos hombres mor-
tales, quebradizos, débiles y llevamos en-
La verdadera caridad, al decir del Após-
cima estos vasos de barro, que se achuchan
tol, es «paciente»:
unos a otros. Pero si estos vasos de carne
Caritas patiens est. –El primer movi- se constriñen, ensanchemos los espacios
miento del hombre, siguiendo el impulso de la caridad»: Si angustiantur vasa ca-
de su naturaleza, es el de sacudir lejos de sí rnis, dilatentur spatia caritatis [Homil. 69
todo lo que le incomodo y, cuando no pue- de Verbis Domini, P. L., 38, col. 440]. Aun-
de deshacerse de lo que le molesta, se en- que lograrais reunir a varios hombres tan
trega a la murmuración o a la cólera. La ca- santos, que fueran dignos de ser canoniza-
ridad soporta en paz la adversidad, el dolor, dos, para colaborar en un mismo trabajo,
la injusticia y la injuria. Y es tanto mayor la es muy posible que se hiciesen sufrir el uno
paciencia con que sabe sobrellevar estas ad- al otro. Procurad, pues, esforzaros en so-
versidades cuanto su caridad alcanza más portar los defectos y aún las extravagancias
súbitos quilates. Nuestro amado Salvador de los demás, ya que también ellos tienen
es el modelo perfecto de esta paciencia. Al que sobrellevar las vuestras.
tiempo que se entregaba por nuestro bien,
le escupían a la cara, le golpeaban y le acu- El mismo Jesucristo, el más noble y el
saban; pero, a semejanza de un cordero que más delicado de todos los hombres, que
es conducido al matadero, «no abría sus la- durante su vida pública vivió en íntimo y
bios»: Jesus autem tacebat (Mt., XXVI, constante contacto con sus apóstoles, tuvo
63). Y cuando estaba agonizando en la cruz, que soportar muchas veces las incompren-
oraba por nosotros, sin proferir la menor siones de aquellos rudos pescadores de Ga-
queja. lilea. Es cierto que los discípulos amaban
mucho a su Maestro, pero no lo es menos
La verdadera paciencia va siempre acom- que, en más de una ocasión, no entendían
pañada de la bondad y de la mansedumbre ni el significado de sus palabras ni el alto
en los pensamientos, en las palabras y en sentido de sus actos.
las obras. También de esto nos dio Jesús un
sublime ejemplo. Ved con qué palabras más ¡Cuán necesaria nos es la paciencia en el
amables acogió a Judas que venía a traicio- ejercicio de nuestro ministerio!: lo mismo
narle. «Amigo, ¿a qué vienes?» (Ibid., 50), en el confesonario que en el catecismo y
y con qué oración rogó por los verdugos en el trato con los feligreses indiferentes,
que le crucificaron: «Padre, perdónales, tibios y pecadores. Pero tengamos una gran
porque no saben lo que hacen» (Lc., XXIII, fe en el porvenir, y sembremos la buena
34). semilla con toda paciencia, seguros de que
algún día sonará la hora de la gracia.
¿Cuáles son nuestros sentimientos cuan-
do nos ofenden aún en cosas de poca mon-
ta? ¿Nos mostramos indignados y desabri- Benigna est. –«Si amáis a los que os
dos? ¿Guardamos antipatía o rencor para los aman, ¿qué gracia tendréis? También los
que nos han faltado? paganos hacen tanto como eso» (Lc., VI,
116 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

32). La caridad, en virtud de su misma esen- demás no debe perder de vista el orden que
cia, es una fuente de celo que engendra una exige la caridad cristiana. Si tiene cargo de
actividad fuerte y generosa, que hace el bien almas, sus primeros cuidados los dispen-
a todos, aún a los enemigos; pues es benig- sará a aquellos de quienes tiene la respon-
na, bienhechora y buena para todos. «Vues- sabilidad inmediata, y aún entre éstos, a las
tro Padre, que está en los cielos, hace salir almas más abandonadas y que más necesi-
el sol sobre malos y buenos» (Mt., V, 45). tan de sus auxilios. El guardar el debido
Esta debe ser la norma de nuestra conduc- orden en el ejercicio de la caridad no dis-
ta. Hacer brillar el sol no quiere decir otra minuye para nada la verdadera abnegación.
cosa que proporcionar a todos el consue- Cuando el pueblo cristiano descubre en
lo, la ayuda eficaz y la verdadera alegría, el corazón del sacerdote esta bondad des-
acogiendo de igual manera al pecador como bordante, suele acudir a él con absoluta
al cristiano ferviente, al niño como al an- confianza en todas las dificultades de la
ciano. vida. «No hay miedo de acudir a él, suele
A lo largo de toda su vida, Jesús se nos decir el pueblo; porque puede uno estar
mostró como el modelo ideal de esta bon- seguro de contar con su colaboración in-
dad. Antes de dar su vida por la salvación de condicional». Podéis creerme si os digo
los hombres, hizo entrega de su corazón a que, cuando el pueblo cristiano teme soli-
cada uno de ellos. Consultad el Evangelio citar los servicios de un sacerdote –aun-
para que veáis cómo se comportaba. Los que, por otra parte, sea fiel a su reglamento
padres le llevaban sus hijos para que les im- de vida, a su meditación y a su examen– es
pusiera sus manos y los bendijese. Y cuan- señal inequívoca de que su alma no está ple-
do los apóstoles los echaron atrás, el Se- namente poseída de la caridad de Cristo. El
ñor les dijo: «Dejad que los niños vengan a que no abre su corazón al prójimo, tampo-
mí» (Mc., X, 14). co se lo abre a Jesucristo.
Jesús se mostraba siempre bondadoso
con todos los que le manifestaban sus su- La caridad no solamente se manifiesta
frimientos, ¡y qué de milagros hizo para en las obras, sino también en los pensa-
aliviarlos! Verdad es que nosotros no tene- mientos y en las palabras. Hay quienes
mos como Él, poder de curar a los enfer- son muy inclinados a emitir un juicio des-
mos, pero podemos visitarlos en su nom- favorable de los actos y aún de las inten-
bre, consolando sus penas y animándolos a ciones del prójimo. Si nos encontráramos
que sobrenaturalicen sus dolores. en este caso, debemos saber que con ello
El buen Pastor conocía a sus ovejas, y nos oponemos a la voluntad de Dios y al
llevó sobre sus hombros la oveja perdi- privilegio que únicamente a Cristo le fue
da. ¡Hermoso ejemplo, que debe estimu- concedido. «El Padre ha entregado al Hijo
larnos a conocer personalmente nuestro todo el poder de juzgar» (Jo., V, 22).
rebaño y a salir en busca de las almas ex- Solamente el ojo de Dios puede ver lo
traviadas y a tratar con bondad a todos que se oculta entre los repliegues de la con-
los miserables! Ojala pudiera decirse de ciencia. Él es el único que puede darse
nosotros lo que San Pedro proclamaba cuenta de la parte que hay que atribuir a la
del divino Maestro: «Pasó haciendo el ignorancia, a la fragilidad, al atavismo, a la
bien» (Act., X, 38). enfermedad y al nerviosismo en las faltas
Pero no hay que olvidar que el ministro de los demás, y el único que ve el encade-
de Cristo que se consagra al bien de los namiento de las causas que predisponen a
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 117

un alma para que obre mal. Cuántas veces a unos extranjeros. No permitamos que este
lo que a nosotros nos parece un grave pe- vicio se apodere de nuestro corazón. Pero
cado, a los ojos de Dios, que ve todas las no nos extrañemos de que en el fondo de
circunstancias que han concurrido en el nuestra alma se insinúen algunos ligeros
caso, merece un juicio completamente dis- movimientos de envidia, ya que esto es muy
tinto. humano. Pero no cedamos en lo más míni-
Aún suponiendo que tengáis una gran mo. Los mismos apóstoles de Cristo se sin-
perspicacia, nunca os creáis lo suficiente- tieron en alguna que otra ocasión envidio-
mente capacitados para apreciar en su jus- sos los unos de los otros. San Lucas nos
to valor la conducta del prójimo. Nolite cuenta que, poco antes de la última Cena,
judicare ut non judicemini (Mt., VII, 1). Si facta est contentio inter eos (Lc., XXII,
queréis evitar que el Señor se muestre se- 24), discutieron entre sí «sobre quién de
vero con vosotros, procurad mostraros ellos había de ser tenido por mayor».
misericordiosos con los demás. «Si una La caridad engendra en nosotros unos
acción, dice San Francisco de Sales, tuvie- criterios diametralmente opuestos: no se
ra cien facetas, debieras mirarla por el lado entristece por los éxitos de los demás, ni
mejor». Procuremos, pues, no apartarnos rebaja sus méritos, ni obra solapadamente
de la caridad al emitir nuestros juicios. para perjudicarles; no considera al prójimo
Puede darse el caso de que, fuera del con- como a un rival, ni siquiera como a un ex-
fesonario, el sacerdote se vea obligado en traño, sino que, en la unidad del cuerpo de
cumplimiento de su ministerio a hacer en Cristo, considera al prójimo como a un
público alguna advertencia desfavorable hermano, como a otro yo. Esto es lo que
para el prójimo. Cuando llegue ese caso, hacía exclamar al Apóstol: «¿Quién desfa-
debe cumplir su deber con firmeza, pero llece que no desfallezca yo? ¿Quién se es-
sin entrometerse a juzgar de las intencio- candaliza que yo no me abrase?»: Quis
nes que haya podido tener. infirmatur, et ego no infirmo? Quis scan-
dalizatur, et ego non uror? (II Cor., XI, 29).
La caridad está por encima de los puntos Y añade: «Alegraos con los que se alegran,
de vista y de los criterios humanos. Por eso llorad con los que lloran» (Rom., XII, 15).
San Pablo dice tan admirablemente que «la Hasta este punto eleva los sentimientos del
caridad no piensa mal; no se alegra de la corazón la más excelente de las virtudes.
injusticia»: Non cogitat malum, non gau-
det super iniquitate. Sino que, por el con-
Caritas nos quærit quæ sua sunt. – «La
trario, se alegra de todos los bienes del pró-
verdadera caridad es completamente des-
jimo.
interesada, y no busca el propio interés».
El sacerdote debe saber que Dios le ha ele-
Caritas non æmulatur. –«La caridad no gido, ante todo, para trabajar por los inte-
es envidiosa». Cuando ve que otro disfruta reses sobrenaturales del prójimo, sin que
de alguna prerrogativa, el hombre que se en ello pueda buscarse para nada a sí mis-
deja llevar de sus instintos naturales se sien- mo, a ejemplar de San Pablo, que dice: «Me
te apesadumbrado, como si sufriera algún debo tanto a los sabios como a los igno-
menoscabo en sus derechos. Los celos pue- rantes» (Ibid., I, 14).
den conducir a los más graves desórdenes. Si recordáis la teoría de Hobbes, os da-
Por culpa de ellos, Caín mató a su hermano réis más perfecta cuenta del espíritu que
Abel y los hermanos de José lo vendieron informa a la caridad. Este filósofo inglés
118 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

concibió un estado social en el que cada A lo largo de toda su vida, el divino


uno podría reivindicar la totalidad de sus Maestro manifestó su humildad en el
derechos. De ello resultaría fatalmente que ejercicio del amor, pero nunca llegó a ser
los hombres estarían en guerra perpetua, y tan impresionante esta humildad como
cada uno vería en sus semejantes a otros cuando, poco antes de la última Cena, se
tantos enemigos que le disputaban el dis- arrodilló a los pies de sus apóstoles y les
frute de sus ambiciones. Esta teoría cons- lavó los pies.
tituye la apoteosis del egoísmo. Pero su El sacerdote que, en el ejercicio de su
conocimiento nos es útil, porque nos hace ministerio, imita esta humildad del Sal-
comprender mejor cómo la caridad eleva vador, «no romperá la caña cascada ni apa-
al hombre por encima de las preocupacio- gará la mecha humeante» (Isa., 42, 3).
nes del propio «yo». El espíritu de la reina Aún cuando el cumplimiento de su deber
de las virtudes sobrepasa los estrechos lí- le obligue, a veces, a contradecir, a resis-
mites del interés personal. La caridad dila- tir y a combatir, en todas estas ocasiones
ta el alma, haciendo que ame a Dios sobre se comportará con el comedimiento que el
todas las cosas y que se olvide de sí misma recuerdo de su propia flaqueza y el espíritu
para dedicarse a procurar el bien del próji- de caridad le sugieran.
mo.
Cuando el hombre vive de este ideal, no Todas estas pruebas de bondad y de amor
está siempre celoso de conservar sus de- son otras tantas manifestaciones de esta
rechos, sino que practica lo que tanto re- única y sobrenatural virtud que el Salvador
comienda San Benito: «Nadie busque lo trajo al mundo. Si la practicamos tal como
que cree que le es útil, sino lo que es prove- San Pablo la describe, imitaremos la mise-
choso para los demás»: Nullus quod sibi ricordia de Jesucristo, y esta semejanza, por
utile judicat sequatur, sed quod magis pequeña que sea, hará que nos asemejemos
aliis. En Irlanda se suele decir, a modo de a la caridad del mismo Dios.
chanza, en los momentos de pánico: «Cada Si de veras amamos al prójimo, le ama-
uno para sí y que el diablo coja al último». mos por Él, como Él y por su gracia.
Pero debemos preferir la expresión del
Apóstol: «Desearía ser yo mismo anatema
de Cristo por mis hermanos» (Rom., IX, 3). 5. – La caridad
Esta frase, que rechaza todo egoísmo, es la en el ministerio de la palabra
más acabada expresión de toda la grandeza El sacerdote no solamente da a los hom-
que encierra la caridad cristiana. bres las gracias de los sacramentos, sino
también la doctrina de Jesucristo. El ha re-
cibido del Señor un ministerium verbi
Non est ambitiosa, non inflatur. –«La (Act., XX, 24), y tiene la misión de recor-
caridad es humilde». Porque se da sin es- dar a los fieles las verba Christi. Sea en el
perar a cambio la gloria, sin pregonarlo púlpito como en el confesonario, lo mis-
públicamente, sin atribuirse mérito algu- mo en la visita a los enfermos que en la
no. Esta consagración al bien de los de- enseñanza del catecismo, o aún en la sim-
más, totalmente desprovista de vana com- ple conversación, las palabras que brotan
placencia, hace que la caridad cristiana de los labios del sacerdote tienen una gran
sea en un todo conforme a la de Jesu- influencia para elevar el nivel de la vida es-
cristo. piritual de los fieles.
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 119

La revelación es un «depósito» precio- pero el mal está en predicar sin tener


so, de cuya custodia todos los sacerdotes «misión» de predicar. Si nosotros tenemos
son en alguna manera responsables. «¡Oh el deber de hacer llegar a los hombres la
Timoteo!, guarda el depósito a ti confiado, palabra de Dios, lo tenemos por un princi-
evitando las vanidades impías y las contra- pio de autoridad: Deo exhortante per nos
dicciones de la falsa ciencia» (I Tim., VI, (II Cor., V, 20). Vuestro obispo ha recibido
20). Al ministro de Cristo incumbe la mi- su misión de manos de la Iglesia; y si él os
sión de adiestrar a los fieles en la inteli- «envía» a enseñar a los hombres las verda-
gencia de las grandes y fecundas verdades des de la revelación, vuestra palabra tiene
de la revelación. Sacerdotem oportet toda la autoridad de un legado divino: Quo-
prædicare, dice el Pontifical. modo prædicabunt nisi mittantur? dice
«Dios nos habló por su Hijo»: Novissime, San Pablo (Rom., X, 15): «¿Cómo es posi-
diebus istis, locutus est nobis in Filio (Hebr., ble predicar sin haber recibido una misión
I, 2). El Verbo es la expresión más acabada sobrenatural?»
de la perfección infinita del Padre y Él mis- Por lo que respecta a la misma predica-
mo, en cuanto hombre, nos ha revelado con ción, reflexionemos un poco en las breves
un lenguaje humano, adaptado a la limitada pero fecundísimas normas que nos da San
capacidad de nuestra inteligencia, los secre- Pablo: «Predica la palabra, insiste a tiem-
tos de esta vida divina: Unigenitus Filius qui po y a destiempo, arguye, enseña exhorta
est in sinu Patris ipse enarravit (Jo., I, 18). con toda longanimidad y doctrina»: Prædica
Por medio de Jesús se han hecho asequi- verbum; insta oportune, importune; ar-
bles a nuestra inteligencia los pensamien- gue, obsecra, increpa in omni patientia
tos de la Sabiduría eterna; y la Escritura y et doctrina (II Tim., IV, 2). No vamos a ha-
la Tradición son los vehículos por los que cer un análisis detallado de estas normas;
se han transmitido al mundo. «Estas pala- pero vamos, siquiera, a destacar brevemente
bras son como semillas que trasmiten la algunos puntos.
vida»: Semen est verbum Dei (Lc., VIII, 11).
Verba quæ ego locutus sum vobis, spiritus Ante todo, el Apóstol nos dice: «Predi-
et vita sunt (Jo., VI, 63). ca». –El ministerio de la palabra que el
Cuando el sacerdote anuncia estas ver- Señor ha confiado a los sacerdotes consis-
dades, no habla en nombre propio, sino que te esencialmente en dar a conocer el men-
es un embajador que habla en nombre de su saje evangélico y el valor de las creencias
Señor: Pro Christo legatione fungimur (II cristianas: Testificari Evangelium gratiæ
Cor., V, 20), y obedece a la orden de Cris- Dei (Act., XX, 24). Es indispensable que,
to, que dijo: «Id, y enseñad» (Mt., XXVIII, para cumplir debidamente su cometido, el
19). Es el mismo Salvador quien se sirve sacerdote se apoye en un fondo doctrinal.
de los labios del sacerdote para dirigirse al Para predicar bien hay que ilustrar las inte-
pueblo cristiano (Isa., LI, 16). «Cristo ha ligencias y conmover al mismo tiempo los
orado por todos cuantos acepten su pala- corazones.
bra» (Jo., XVII, 20). Todo sacerdote debe Para conseguirlo, debéis procurar ali-
decir a semejanza del Apóstol: «¡Ay de mí, mentar vuestra alma con el manjar de la
si no evangelizara!»: Væ mihi si non evange- Sagrada Escritura. «Todo cuanto está escri-
lizavero (I Cor., IX, 16). to, para nuestra enseñanza fue escrito, a fin
Los pastores protestantes predican a ve- de que por la paciencia y la consolación de
ces con una convicción, que os admiraría; las Escrituras estemos firmes en la espe-
120 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

ranza» (Rom., XV, 4). Yo creo que para toda Dei non operatur (I, 20). Los que así obran
alma que busca a Dios sinceramente le basta no pueden decir que practican el consejo
con lo que enseñaron el Señor y los após- del Apóstol, que nos advierte que debemos
toles. Si predicamos a Cristo, siempre será predicar in omni patientia.
eficaz la inmensidad de sus gracias.
Se requiere, además, una sólida forma- «Exhorta». –El sacerdote deberá animar
ción teológica para poder exponer las ver- a sus fieles a la práctica del bien. No puedo
dades reveladas guardando la fidelidad de- detenerme aquí a exponer las diversas for-
bida al lenguaje adoptado por la Iglesia. mas que puede revestir esta exhortación.
A los sacerdotes jóvenes les aconsejo Cada uno debe adaptarse a su auditorio. Pero
que, al menos durante los tres primeros notemos que las más de las veces la propia
años de su ministerio, se tomen el trabajo convicción del predicador será el argumen-
de escribir sus sermones. to más eficaz para estimular a sus oyentes:
Nos credimus, propter quod et loquimur
(II Cor., IV, 13). Habrá ocasiones en que sea
«Insiste a tiempo y a destiempo». – San preciso que el sacerdote se dirija a su pue-
Pablo nos dice con estas palabras que el blo para instarle a que cambie de conducta,
celo del ministro de Cristo no debe enti- y es posible que una exhortación apremian-
biarse nunca. Que siempre y en todas par- te dé mejores frutos que una reprimenda,
tes su conciencia le recuerde la misión que por muy merecida que sea. Y no faltan al-
ha recibido. Pero, con todo, este ardor debe mas a las que únicamente se les puede lle-
revestirse de moderación y de prudencia, var a Cristo por el camino de la bondad; re-
de tal manera que en su acción cerca de las curramos entonces a su rectitud de cora-
almas nunca falte el buen sentido. Y aún hay zón.
casos en que es menester esperar largos
Si tal es la grandeza del ministerio de la
años antes de que llegue la hora de la gracia.
palabra, fácilmente se comprenderá cuán
lejos están de este ideal los que en la con-
«Arguye, enseña». –No podemos que- versación ordinaria revelan su amargura y
dar indiferentes ante las faltas morales y se muestran siempre más dispuestos a cri-
los errores doctrinales de nuestros fieles. ticar que a estimular y a consolar. Hay sa-
Y llegará la ocasión de que tengamos que cerdotes celosos que se complacen en pin-
reprochar a nuestros cristianos su mala tarlo todo de colores oscuros, a quienes
conducta y ponerles en guardia contra los nada ni nadie les deja satisfechos y no ce-
peligros que corre su fe. Seamos diligen- san de criticarlo todo, aunque se trate de
tes en el cumplimiento de este deber, pero los mismo superiores. No lo hacen por
no seamos de los que, cuando suben al púl- maldad, sino por una «extravagancia», por
pito, no hacen otra cosa que demostrar su una manía que es preciso corregir. La cari-
descontento y bramar contra todo el mun- dad de Cristo es completamente opuesta a
do. Creen equivocadamente que, con pro- esta tendencia que pone en compromiso la
ceder de esta manera, anuncian el Evange- influencia sobrenatural del sacerdocio. En
lio, cuando la verdad es que les anima un la obra de la educación de los jóvenes, este
celo lleno de amargura y desabrimiento. Y espíritu de crítica estéril actúa como un
el Apóstol Santiago nos dice estas tremen- disolvente, o perjudica al ardor y a la ale-
das palabras: «La cólera del hombre no obra gría que les es tan necesaria a los jóvenes
la justicia de Dios»: Ira enim viri justitiam para hacer frente a la vida.
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 121

Siempre ha habido reformas en las dis- almas una acción que sea fecunda. Nada
tintas épocas de la vida de la Iglesia. La re- podremos dar a los demás sino de lo que
lajación de la moral cristiana, los errores sobra a la plenitud de nuestra vida espiri-
dogmáticos y las adaptaciones a las nuevas tual y de la firmeza de nuestra conviccio-
condiciones sociales las han hecho nece- nes religiosas asimiladas en la oración y en
sarias. Toda reorganización debe partir de la meditación: Contemplata aliis tradere,
la cabeza y no de los miembros. Estos pue- como dice hermosamente Santo Tomás
den sugerir y solicitar que se adopte una [Summa Theol., II-II, q. 188, a. 6].
nueva postura por estimar que así lo exigen El día de vuestra ordenación, el obispo
las circunstancias; pero nunca deben tomar os dijo en nombre de Jesucristo; Jam non
la iniciativa independientemente de la au- dicam vos servos… vos autem dixi amicos
toridad establecida. (Jo., XV, 15). Si sois verdaderamente «los
Recordad lo que sucedió en el siglo XVI. amigos íntimos de Jesús», vuestra mayor
Era evidente que la Iglesia necesitaba una felicidad debe consistir en aumentar el co-
reforma. Y Lutero, Zuinglio, Calvino y Me- nocimiento y el amor de Cristo en cada alma
lancton quisieron cambiarlo todo, sin que rescatada con su sangre. La verdadera elo-
para ello hubieran recibido misión alguna. cuencia es fruto de la verdad vivamente sen-
Estos innovadores no eran del todo perver- tida y expresada. Si no hay profundas con-
sos: así, por ejemplo, Melancton detestaba vicciones ni unión con Cristo, podrá hacer-
los excesos de Lutero, y su innegable leal- se mucha retórica que acariciará deleito-
tad merece nuestro respeto. Pero todo este samente los oídos del auditorio e hinchará
movimiento provenía de abajo, y lo que hizo de vanidad al predicador; pero no se hará
fue desgajar a pueblos enteros de la unidad más que esto.
de la Iglesia. Y la razón es clara. Porque, para poder
El Concilio de Trento fue quien realizó conmover a las almas, es preciso que este-
la verdadera reforma. Se hizo de arriba aba- mos unidos a Aquél que es la fuente de todo
jo, de la cabeza a los miembros. Así es bien y que trabajemos con absoluta depen-
como Dios la quería; y como se hizo bajo dencia de Él. Nunca se repetirá bastante que
la inspiración del Espíritu Santo, produjo nosotros no somos otra cosa que causas
los mejores frutos. instrumentales de la gracia. Y es bien sabi-
Tanto en nuestras palabras como en nues- do que la causa instrumental no obra sino
tra conducta, debemos procurar dejar siem- en cuanto está unida a la causa principal: el
pre a salvo «la unidad en la caridad». Todo pincel puede realizar maravillas, pero a con-
lo que divida, bien sea a la Iglesia como a la dición de que lo maneje un artista. La santa
diócesis, a la parroquia como a la comuni- Humanidad de Jesús estaba «siempre unida
dad, todo lo que disgregue la energía, de- a la divinidad». Por eso, en lenguaje teoló-
bemos evitarlo como opuesto al verdadero gico se dice que es instrumentum conjunc-
celo que reclama nuestra condición de sa- tum divinitati. Por el contrario, nosotros
cerdotes. por nosotros mismos somos instrumenta
non conjuncta. Esta es la razón de porqué
debemos unirnos a Cristo por la fe y el
Permitidme que, antes de terminar, os re- amor, para que se digne obrar Él mismo por
cuerde un punto de capital importancia. nuestro ministerio.
Nemo dat quod non habet. –El que no Nuestra misión es sobrenatural. Cuando
tiene vida interior no podrá ejercer en las encuentran un sacerdote completamente
122 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

consagrado a su misión, los indiferentes y


aún los enemigos de la religión se sienten
obligados a venerarle. Mirad al Cura de Ars.
Miles y miles de hombres de todas partes
se sentían atraídos hacia él. Y todo porque
era un santo. Dios lo eligió para hacernos
ver hasta qué extremos puede extenderse Segunda Parte
la irradiación sobrenatural de un sacerdote
que, olvidándose de sí mismo, vive entera-
mente del amor de Dios. La obra de la
Recordemos, por último, que el acto más santificación sacerdotal
excelso de la caridad sacerdotal es la Misa
bien dicha. Cuando celebra, el sacerdote no (continuación)
puede pensar exclusivamente en sí mismo,
ya que lleva en su corazón la responsabili-
dad de las almas que le están confiadas. Que
ruegue por sus ovejas, por las obras de celo
que ha emprendido, por su parroquia, por su B) IN IIS QUAE SUNT AD DEUM
diócesis, por toda la Iglesia, y de este cáliz
de bendición que él consagra se derramará
sobre todas las almas, aún sobre las que
están más alejadas, una oleada de gracias y XI
de misericordias.
En el Calvario, Jesús cargó con nuestras «Haced esto
angustias y nuestros dolores. Él era el buen en memoria mía»
Pastor que da la vida por todas sus ovejas.
Cuando el ministro de Cristo llega en el
altar al momento de la ofrenda del cáliz,
también él deberá abrazar, en un gesto de La obra de nuestra santificación se con-
desbordante caridad, todas las múltiples solida a medida que nos aplicamos a la prác-
necesidades de la humanidad entera: Offe- tica de las virtudes que son propias de nues-
rimus tibi, Domine, calicem… ut pro tra condición de mediadores, es decir, cuan-
nostra et totius mundi salute, cum odore do cumplimos las obligaciones que nos
suavitatis ascendat. imponen los actos del culto y de la vida
espiritual. Esta es la doctrina del Apóstol:
«Todo Pontífice tomado de entre los hom-
bres, a favor de los hombres es instituido
para las cosas que miran a Dios»: Consti-
tuitur in iis quæ sunt ad Deum (Hebr., V, 1).
Estos actos ya de por sí son santos. Y por
eso decimos: la santa Misa, la santa comu-
nión. Y la razón de ello es que estos actos
nos ponen en contacto inmediato con la
fuente de toda santidad. Lo mismo se pue-
de decir, aunque en menor escala, del ofi-
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 123

cio divino, de la oración privada y de las Juan en el Apocalipsis, cuyas aguas fecun-
acciones ordinarias que practicamos diaria- dan la ciudad celestial (XXII, 12).
mente. Los efectos que estos misterios divinos
En los capítulos siguientes veremos cuá- obran en nuestras almas dependen en gran
les son las acciones que, como ministros parte de «nuestra fe y de nuestra devoción»:
de Cristo, debemos ejecutar todos los días. Quorum tibi fides cognita est et nota
Un conocimiento más profundo de su na- devotio.
turaleza y de los beneficios sobrenaturales Con objeto de ilustrar vuestra fe, voy a
que nos proporcionan nos ayudará eficaz- proponeros las enseñanzas de la Iglesia,
mente en la obra de nuestra perfección. dejando a vuestra piedad el cuidado de pro-
San Pablo coloca el santo sacrificio en fundizar estos mismos pensamientos en la
el primer plano de Ea quæ sunt ad Deum. oración.
Y con sobrada razón. Cuando se trata del sacrificio de la Misa,
es mucho mejor acudir a las fuentes autén-
ticas para tomar de ellas la doctrina en toda
El sacramento del orden ha sido insti- su pureza que detenerse en la consideración
tuido para conferir a los hombres el po- de las opiniones teológicas de los autores.
der de consagrar el cuerpo y la sangre No olvidemos nunca que, en las cosas que
de Cristo. La comunicación de este poder dependen de su libre voluntad, Dios pudo
constituye la razón de ser de la imposición haber concebido y realizado un plan com-
de las manos. pletamente distinto del actual. Y para co-
Cuando el sacerdote celebra el myste- nocer lo que en realidad ha querido, nece-
rium fidei, no solamente ejecuta una de las sitamos acudir a la revelación, porque Él
múltiples funciones que son inherentes a es el único que nos puede descubrir sus
su elevada dignidad, sino que realiza el acto pensamientos y sus designios. En esta ma-
esencial de ésta. Este acto sobrepuja en teria, nada podemos saber con certeza por
poder a cualquier otro ministerio, bien sea nuestras propias fuerzas.
ritual, bien sea pastoral. Por eso es por lo Hay dos fuentes para conocer lo que Dios
que toda la vida del sacerdote debiera ser nos ha revelado: la Escritura y la Tradición.
un eco o una prolongación de su Misa. Estas fuentes no siempre son fáciles de in-
Para poder hablar como conviene a la dig- terpretar; y por eso los protestantes, que
nidad del santo sacrificio, sería preciso ser las interpretan cada uno a su manera, caen
no ya hombre, sino ángel, y aún ni un ángel con tanta facilidad en el error. Pero si el
sabría explicar toda la sublime grandeza de Soberano Pontífice o un Concilio definen
los misterios del altar, porque sólo Dios un dogma, estamos seguros de poseer la
puede apreciar en su justo valor la inmola- verdad, porque el Espíritu Santo es el Maes-
ción de todo un Dios. «Si llegáramos a com- tro de la Iglesia. La enseñanza de la Iglesia
prender lo que es la Misa, dice el santo Cura es la norma inmediata de nuestra fe: Regu-
de Ars, moriríamos de amor». la proxima fidei.
A pesar de todo, nos es de gran utilidad También la sagrada liturgia nos mani-
meditar en la grandeza de la santa Misa, fiesta cuál es el pensamiento de la Espo-
porque es el centro de toda la vida de la sa de Cristo. La Iglesia refleja sus creen-
Iglesia y la fuente de innumerables gracias: cias en la oración, indicándonos al mis-
aquella fuente mística que describe San mo tiempo cuál es el sentido genuino de
124 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

las palabras de la Escritura y la tradición


auténtica con respecto a la Eucaristía. En
la escuela de la liturgia, somos como ni- 1.- Naturaleza del sacrificio
ños pequeñitos que aprenden a orar al El sacrificio es un acto de religión por el
tiempo que escuchan cómo ora su ma- cual reconocemos la majestad infinita de
dre. Y esto se realiza principalmente en Dios y el supremo dominio que tiene so-
la Misa, que es el sol del culto cristiano. bre nosotros. Dios es eterno, omnipotente
Las fórmulas y los ritos con que la Igle- y Señor universal de todas las cosas. No-
sia rodea la celebración del divino sacri- sotros somos criaturas suyas. Él nos ha
ficio sirven a maravilla para hacernos creado de la nada y, cuando llegue la hora
comprender cuál es su grandeza. de la muerte, volveremos a Él, por más que
queramos resistirnos. La verdad, el orden
El Concilio de Trento es el que, entre y la justicia exigen que reconozcamos este
todos, ha fijado con mayor amplitud y pre- poder de Dios, Señor de la vida y de la muer-
cisión la doctrina tradicional sobre el te, primer principio y último fin de todas
santo sacrificio. las cosas.
Los principios establecidos por el Con- La Sagrada Escritura da frecuentemente
cilio fueron, principalmente, éstos: la Misa el nombre de «sacrificios», en el sentido
es «un sacrificio verdadero y real»: verum lato de la palabra, a los actos interiores de
et propium sacrificium [Sess. XXII, can.1]. adoración, de acción de gracias y de con-
Saliendo al paso de lo que enseñaban los trición por los que el hombre reconoce su
reformadores del siglo XVI, definió que la absoluta dependencia: «El sacrificio grato
Misa es algo más que un recuerdo de la a Dios es un corazón contrito» (Ps., 50, 19).
Cena del Señor, que no es un simple rito en Mas, para que haya sacrificio en el senti-
el que se ofrece a Cristo oculto bajo las do estricto de la palabra, el culto religioso
especies sagradas, ni solamente una repre- debe manifestarse externamente, ya que el
sentación simbólica de su muerte, sino «un sacrificio es la expresión visible de los
sacrificio verdadero y real». homenajes íntimos que le son debidos a
En segundo lugar, la oblación de la Misa Dios y la señal que los revela. De ahí su
es la misma que la del Calvario. La única importancia cuando a Dios se le tributa el
diferencia que existe entre ambos sacrifi- culto en común.
cios consiste en la diversa manera en que Podemos honrar a la Santísima Virgen,
se ofrecen: sobre nuestros altares, declara a los ángeles, a los santos y aún a los mis-
el Concilio, «el mismo Cristo se ofreció en mos hombres con algunas muestras de
el altar de la cruz de una manera sangrienta, respeto, con ofrendas y con dones. Pero
se hace presente y se ofrece incruenta- hay una acción religiosa que es la expre-
mente» [Sess. XXII, cap. 2]. sión más acabada de la nada de la criatu-
Es verdad que la Misa no renueva la re- ra ante «Aquél que es» (Exod., III, 14). Y
dención, pero también es cierto que, por consiste en la destrucción de una cosa,
medio de la inmolación sacramental, per- para significar, por medio de este rito sa-
petúa a través de los tiempos la oblación grado, el dominio absoluto que Dios tie-
de este único sacrificio y «nos aplica ubé- ne sobre el hombre. Su misma naturale-
rrimamente sus frutos»: Oblationis cruen- za impulsa al hombre a rendir este ho-
tæ fructus per hanc incruentam uberrime menaje a Dios. Aunque rodeado de mis-
percipiuntur [Ibid.]. terio, este gesto humano simboliza me-
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 125

jor que ningún otro la soberanía de Dios. tro Pontífice, santo, inocente, inmaculado,
La misma ley natural establece que el apartado de los pecadores» (Hebr., VII, 26).
sacrificio es el acto central del culto. Él es al mismo tiempo la víctima santa: se
En la religión mosaica, eran muchos y ha hecho nuestro hermano, y ha cargado
muy diversos los sacrificios sangrientos. sobre sí todos nuestros pecados.
Todos tenían por fin hacer propicio a Dios. ¿Tenía su sacrificio un carácter propi-
Algunos de aquellos sacrificios eran prin- ciatorio? Sin duda alguna. ¿Y qué signi-
cipalmente expiatorios, mientras otros fica esta palabra? Se dice que un sacrifi-
eran, sobre todo, latréuticos y eucarísticos. cio es propiciatorio cuando, en virtud de
Y todos eran figura del sacrificio de la cruz, la inmolación sagrada, se cambia la acti-
ya que, como enseña San Pablo, aquellos tud adoptada por Dios respecto de los
ritos no eran por sí mismos sino «elemen- hombres y, de irritada que era, se vuelve
tos flacos y pobres» (Gal., IV, 9). Lo mis- favorable, inclinada a la clemencia, al
mo que todo el Antiguo Testamento, todo perdón y a la reconciliación.
su valor les venía de que eran una figura del Ved, por ejemplo, en el Antiguo Testa-
sacrificio de la cruz: Hæc omnia in figura mento, la descripción de un memorable
contingebant illis (I Cor., X, 11), «eran sacrificio de propiciación: el de Noé des-
sombra de las realidades futuras» (Col., II, pués del diluvio. Nos refiere el Génesis
17). Por eso, cuando el pueblo hebreo sa- que, a causa de las iniquidades de los hom-
lió de Egipto, tiñeron con la sangre del cor- bres, el Señor había decidido exterminar la
dero pascual las puertas de las casas de Is- raza humana, con la única excepción de Noé
rael, para que esta señal preservara de la y de los suyos. Cuando Noé salió del arca,
muerte a los primogénitos. levantó un altar de piedra y, rodeado de sus
También la Misa estaba anunciada y pre- hijos, ofreció al Señor un sacrificio de
figurada en aquellos sacrificios antiguos. «animales puros». Y la Escritura añade que
Ella es, según nos dice el Concilio, «como la actitud del Señor cambió completamen-
su perfección y consumación»: Velut illo- te: «Aspiró Yahvé el suave olor, y se dijo en
rum omnium consummatio et perfectio su corazón: No volveré ya más a maldecir a
[Sess. XXII, cap.1]. Esto quiere decir que la tierra por el hombre» (Gen., VIII, 21). Y
todo el poder de adoración, de propiciación en señal del perdón que otorgaba, el Señor
y de acción de gracias que tenían los sacri- hizo brillar el sol y puso su arco en las nu-
ficios de los patriarcas y los ritos del culto bes, testimoniando de esta manera que acep-
mosaico está también contenido, y de un taba de nuevo la amistad de sus criaturas
modo sobreeminente, en el misterio de (Ibid., IX, 13-20).
nuestros altares. Este sacrificio de Noé, como todos los
demás de la Ley mosaica, no era otra cosa
2.- Carácter propiciatorio que una pálida imagen de la ofrenda que hizo
del sacrificio de la cruz nuestro Salvador en la cruz, que fue, en rea-
lidad, y de una manera eminente, un verda-
Para comprender mejor toda la grandeza dero sacrificio de propiciación. Esta fue la
de la santa Misa, vamos a trasladarnos en inmolación que Dios hizo a Dios. Así lo
espíritu al Calvario para asistir a la inmola- afirma San Pablo: «Quien siendo Dios en
ción de Jesús. la forma, no reputó codiciable tesoro man-
Allí está, colgado de la cruz a la que le ha tenerse igual a Dios, antes… se humilló,
llevado su amor. Adoremos en Él a «nues- hecho obediente hasta la muerte» (Philip.,
126 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

II, 6-8). Por su sumisión y su amor, Cristo Procuremos comprender todo el alcan-
presentó a su Padre una satisfacción com- ce de estas palabras, porque así se nos ma-
pletamente adecuada, en reparación de la nifestará en toda su evidencia el carácter
ofensa que había inferido a su majestad el des- propiciatorio de la Misa.
orden de todas las iniquidades del mundo. Para Dios no existe el pasado ni el futu-
Este homenaje digno de Dios fue total- ro, porque posee en un inmutable presente
mente aceptado, porque no solamente ha- toda la infinitud de su vida de conocimien-
bía sido previsto, sino incluso preparado por to, de amor y de felicidad. Santo Tomás
el Padre en los misericordiosos designios [Summa Theol., I, q. X, a. 1] emplea la mis-
de su sabiduría y de su bondad. Por eso pudo ma luminosa definición de la eternidad que
decir el Apóstol con toda verdad: «Y plugo dio Boecio: Interminabilis vitæ tota simul
al Padre que en Él habitase toda la plenitud et perfecta possessio. Esto significa que
de la divinidad y por Él reconciliar consigo, Dios, en un Nunc stans, es decir, en un aho-
pacificando por la sangre de su cruz todas ra que trasciende todo límite y toda suce-
las cosas» (Col., I, 19-20). Y añade en otro sión, «posee de una manera perfecta, total
lugar: «Dios estaba en Cristo reconcilian- y siempre actual (tota simul), la plenitud
do al mundo consigo»: Deus erat in Chris- de una vida que no tiene principio ni fin».
to, mundum reconcilians sibi (II Cor., V, 19). Para nosotros, por el contrario, todo es una
Y en la carta a los romanos: «Fuimos re- continua sucesión; la misma existencia se
conciliados con Dios por la muerte de su nos da instante a instante. Por eso se mide
hijo» (V, 10). por el tiempo. Pero Dios, en su eternidad,
¿Acaso no afirmó Jesús en la última Cena contempla de una sola mirada todas las co-
que la efusión de su sangre iba a sellar «una sas que se suceden en el tiempo y que para
alianza nueva y eterna»?... Gracias a Él, el hombre constituyen el pasado, el presen-
Dios adoptará siempre con nosotros una te y el porvenir.
actitud de perdón, de amor y de misericor- Y por eso, cuando llega el momento de
dia. la consagración, se representa ante Dios
El sacrificio de la cruz fue un sacrificio todo el drama del Calvario, con todo el cor-
propiciador. tejo de sufrimientos y de humillaciones que
experimentó Jesucristo. Y podemos decir
con toda verdad que entonces desplegamos
3.- La Misa, sacrificio propiciatorio a los ojos del Eterno todo aquel divino pa-
sado. Con justo título dice, pues, el Após-
El sacrificio eucarístico es la continua- tol que en cada Misa «anunciamos al Padre
ción sacramental del sacrificio de la cruz. la muerte de su Hijo».
«Siempre que celebramos los divinos mis-
terios, quotiescumque, «anunciamos la Recordáis perfectamente la historia de
muerte del Señor»: Mortem Domini an- los hermanos de José (Gen., XXXVII,
nuntiabitis (I Cor., XI, 26). El concilio pre- 31-32). Después de haber tramado la
cisa el sentido de las palabras del Apóstol: muerte de José y luego de haberle ven-
Es el mismo [Cristo] el que ahora se ofre- dido a unos extranjeros, tiñeron de san-
ce por ministerio de los sacerdotes y el que gre sus vestidos y se los enviaron a Jacob
entonces se ofreció a sí mismo en la cruz»: para darle a entender que su hijo había
Idem nunc offerens sacerdotum ministerio, muerto.
qui seipsum tunc in cruce obtulit [Sess. Cada vez que el sacerdote celebra la Misa,
XXII, cap. 2]. muestra al Padre, no ya los vestidos de
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 127

nuestro Salvador como prueba de su pasión, triunfo de la redención. Y lo mismo puede


sino a su mismo Hijo que, bajo el velo de afirmarse del sacrificio de nuestros alta-
las especies sacramentales, realiza una ver- res. «No puede mancillarse, nos declara el
dadera inmolación, aunque sea sacramental. concilio, por la indignidad ni la malicia de
Detengámonos de vez en cuando a con- los ministros»: Nulla indignitate aut ma-
siderar esta idea. ¿Qué es lo que ve el Pa- litia offerentium inquinari potest [Sess.
dre sobre el ara donde se ofrece el santo XXII, cap. 1].
sacrificio? El cuerpo y la sangre del «Hijo
de su amor»: Filius dilectionis suæ (Col., Reavivemos con frecuencia nuestra fe
I, 13). ¿Y qué es lo que hace su Hijo en el en la grandeza de la Misa. Lo que más
altar? Annuntiat mortem: pone ante los importancia tiene a los ojos del mundo son
ojos del Padre su amor, su obediencia, sus las cuestiones financieras e industriales, los
sufrimientos, el don de su vida. Y entonces ne-gocios y los sucesos políticos. Todas
el Padre vuelve a nosotros su mirada mise- estas cosas tienen su valor, como que for-
ricordiosa. man parte de nuestro destino temporal. Pero
Son muchas las fórmulas de nuestra li- a los ojos de la fe, la Misa pertenece a un
turgia que expresan este carácter propicia- orden de valores infinitamente superior,
torio de los misterios del altar. puesto que glorifica plenamente a Dios. Hay
muchos espíritus que son incapaces de
Cuando en el ofertorio el sacerdote eleva comprender esta verdad y nos tratarán de
el cáliz, ¿qué es lo que pide la Iglesia en re- exagerados. Pero cuando en el otro mundo
torno de esta ofrenda? Que, por ella, el Se- vean la realidad, comprenderán que sola-
ñor se muestre favorable a «la salud de todo mente son grandes aquellas acciones huma-
el mundo»: Pro nostra et totius mundi nas que transcienden a la eternidad.
salute. Cuando después de la consagración
Cuántas veces se dice con irreflexivo des-
están sobre el altar el cuerpo y la sangre de
dén de un sacerdote, que «dice su misita» y
Jesucristo, pedimos al Padre que se digne
apenas vale para hacer ninguna cosa útil.
mirar a nuestro sacrificio «con una mirada
Pero lo cierto es que, a los ojos de la Ver-
de bondad y de clemencia»: Propitio ac se-
dad infalible, este sacerdote que celebra su
reno vultu respicere digneris.
Misa con piedad, aunque nadie asista a ella,
Toda esta doctrina está concisamente ex- realiza una obra divina, porque honra al so-
presada en una oración super oblata: berano Señor y le vuelve propicio para las
Propitiare, Domine, populo tuo… «Vuél- miserias de todo el mundo.
vete propicio, Señor, a tu pueblo… para que,
aplacado con esta oblación, nos concedas
tu perdón y escuches nuestras demandas» 4.- La Misa, sacrificio de alabanza
[Dominica XIIIª después de Pentecostés. y de acción de gracias
Véase también la secreta de la misa de San Al mismo tiempo que sacrificio propi-
Cirilo]. ciatorio, la Misa es «una alabanza, una ac-
Fue tan grande la santidad del sacrificio ción de gracias»: Sacrificium laudis et gra-
del Hijo de Dios en el Calvario y su poder tiarum actionis [Sess. XXII, can. 3].
de propiciación, que ni el crimen de los El culto de alabanza que se le tributa a
verdugos, ni su odio, ni sus blasfemias pu- Dios implica diferentes homenajes. Y esto
dieron restar absolutamente nada al valor porque el Señor es digno de toda adoración,
de aquella ofrenda sagrada, ni impedir el de toda bendición y de toda acción de gra-
128 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

cias. Estos homenajes, unidos a la satisfac- Esto no obstante, nuestro primer deber,
ción que ofreció Jesús a la justicia divina, cuando celebramos la Misa, es el de unir-
constituyen el fin primario del sacrificio. nos a la alabanza que ofrece Jesús en su
Por eso es por lo que en la liturgia de la santa humanidad. Esta alabanza consiste en
Misa se escuchan tan repetidas veces ex- que la Trinidad sea glorificada por Aquél
clamaciones como éstas: Gloria Patri et que, por razón de la unión hipostática, es el
Filio… Adoramus te, Glorificamus te… único que, en nombre de la Iglesia, ofrece
Laus tibi Christe. Deo gratias. La respues- un culto de dignidad infinita.
ta que da el acólito al Orate fratres indica Conocéis perfectamente los actos de
claramente este propósito: «Que el Señor homenaje esenciales del sacrificio. La ado-
reciba este sacrificio en alabanza y gloria ración debe ser como el fundamento en que
de su nombre». Sólo en segundo lugar se los demás se apoyen. ¿No somos, por ven-
citan nuestro provecho espiritual y el de la tura, pobres criaturas, pobres miserables
Iglesia. que necesitan recibirlo todo de la mano de
La liturgia del cielo no conoce otros Dios? De Él hemos recibido el ser y la vida
transportes que el de la alabanza admirativa, y nuestro patrimonio es la nada. Para que
el del amor y el de la alegría. El sacrificio sean verdaderas, nuestra alabanza, nuestra
de Jesús será eternamente perenne por su admiración y nuestra acción de gracias de-
eficacia, ya que por él se salvan y alcanzan ben ser una constante adoración. La litur-
su felicidad los elegidos; pero la expiación gia nos dice, refiriéndose a los espíritus
y la impetración del perdón dejarán de exis- bienaventurados: Laudant angeli, adorant
tir en cuanto tales. San Juan, en su Apoca- dominationes, tremunt potestates. Tre-
lipsis, describe esta luminosa liturgia ce- munt, «tiemblan», y eso que son naturale-
lestial: él vio al Cordero inmolado echado zas angélicas purísimas, que no han come-
ante el trono de Dios, rodeado de los an- tido el menor pecado; pero contemplan la
cianos y de la innumerable muchedumbre majestad divina y se sienten anonadados en
de los elegidos que habían sido rescatados su presencia.
por su sangre divina, todos los cuales can- Si Dios levantara el velo y nos mostrara
taban: «Al que está sentado en el trono y al la grandeza del misterio que se realiza en
Cordero la bendición, el honor, la gloria y el altar, a semejanza de Moisés, «no nos
el imperio por los siglos de los siglos» (V, atreveríamos a levantar los ojos hacia Él»:
13). Aprendamos a ver, a través de los ve- Non audebat aspicere contra Dominum
los de estos símbolos, el esplendor de las (Exod., III, 6). ¿Y qué es lo que nos enseña
realidades del cielo. la Iglesia? Præstet fides supplementum
Todas la Misas que se celebran en la sensuum defectui: «La fe debe hacer que
tierra se unen a la liturgia del cielo. En lo sobrenatural se nos muestre tan presen-
el silencio de la hostia, el Hijo de Dios te como si lo viéramos con nuestros pro-
da a su Padre, en cuanto Verbo, una glo- pios ojos». En algunos santos, como San
ria incomprensible, que es insondable Felipe de Neri, era tan viva esta fe, que atra-
para nosotros y sobrepasa nuestros alcan- vesaba el misterio y les hacía palpar la rea-
ces. Pero, con todo, nosotros podemos lidad.
ofrecer esta misma alabanza, porque el
Padre se complace en ello: «¿No es, aca-
so, el Hijo el mismo esplendor de su glo- La Misa es, además, una «eucaristía»
ria?»: Splendor gloriæ et figura subs- por excelencia, o lo que es lo mismo, un
tantiæ ejus (Hebr., I, 3). espléndido homenaje de gratitud. La anti-
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 129

güedad cristiana gustaba de llamar a la Misa También daba Jesús las gracias a su Pa-
con este nombre con preferencia a cualquier dre en nombre nuestro, como Cabeza y Sal-
otro. «El mismo Señor ha sido quien ha vador nuestro. San Lucas nos refiere que
puesto en manos de la Iglesia un don divi- «inundado de gozo en el Espíritu Santo,
no»: Offerimus… de tuis donis ac datis. dijo: Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y
Cuando presentamos al Padre el cuerpo y de la tierra, porque has ocultado estas co-
la sangre de su Hijo, le hacemos una ofren- sas a los sabios y prudentes y las revelaste
da de acción de gracias, que siempre en- a los pequeños; así es, Padre, porque tal ha
cuentra la mejor acogida. sido tu beneplácito» (X, 21). Lo mismo en
Las almas nobles experimentan la nece- el milagro de la multiplicación de los pa-
sidad de testimoniar su agradecimiento; al nes, que simboliza la sobreabundancia del
paso que hay otras que sólo se preocupan don de la eucaristía, que cuando la resurrec-
de sí mismas y, como están persuadidas de ción de Lázaro, dio gracias al Padre. ¿Qué
que todo se les debe, nunca se preocupan es lo que hizo en el momento mismo de
de dar las gracias. Un alma de temperamen- instituir el inefable sacramento? Gratias
to magnánimo y humilde está siempre an- agens, fregit. Todo esto nos hace entrever
siosa de demostrar su gratitud. Así, por el misterio de la vida íntima de su alma.
ejemplo, Santa Teresa, de quien nos dice el Por lo que a nosotros hace, todo se lo
Introito de su misa propia que «tenía un debemos a Dios: la existencia, la adop-
corazón tan dilatado como las arenas que ción divina, el sacerdocio. Al recitar el
bordean el océano»: Dedit ei Dominus lati- prefacio, debemos pensar en todo este
tudinem cordis quasi arenam quæ est in li- conjunto de favores que nos vienen de la
ttore maris, experimentaba una verdadera cruz y que constituyen para nosotros un
sed de mostrarse agradecida hasta el punto principio de valor y de alegría sobrena-
de que su corazón se quebrantaba por la turales. Semper et ubique gratias agere!
fuerza de este tormento. Los escritos de Siempre que recitamos el prefacio de-
Santa Gertrudis nos demuestran que tam- ben abrirse ante nuestros ojos los gran-
bién esta santa experimentaba la misma ne- des horizontes de la fe. Mostremos al
cesidad. En sus arrebatos místicos, se com- Señor nuestro agradecimiento porque se
placía en recordar a la Trinidad todos los ha dignado revelarnos el misterio de la
favores de que había sido colmada desde Trinidad, porque nos ha dado a Cristo en
su infancia. Todo su hermoso libro de los los diferentes estados de su vida y nos per-
Ejercicios no viene a ser otra cosa que un mite alabar y honrar a Nuestra Señora.
cántico de alabanza agradecida. Asociémonos también en esta ocasión a
Estas grandes santas no hicieron con esto los ángeles, ya que «ellos, lo mismo que
sino imitar a su divino Esposo. Cristo tuvo nosotros, rinden su culto de alabanza y de
el corazón más noble que jamás haya exis- acción de gracias por intercesión de Jesu-
tido. Durante el curso de su vida mortal, y cristo»… Per quem majestatem tuam lau-
aún ahora, continúa dando gracias al Padre. dant angeli.
Ante todo, por sí mismo, porque su huma- En las grandes solemnidades litúrgicas,
nidad ha sido asumida por la persona divina nuestro corazón debe llenarse de senti-
del Verbo, que es suya propia y participa de mientos de gratitud para con Jesucristo,
su misma gloria. Por esta gracia de la unión tanto por sus grandezas como por las gra-
hipostática, debe a Dios incomparablemen- cias que otorgó a su Madre, a los santos, a
te más que el resto de la humanidad. la Iglesia y a nosotros mismos. Nada mejor
130 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

que la Misa para expresarle nuestro agra- Cuerpo Místico, que ha llegado ya a la per-
decimiento por todos estos favores. fección: «sin mancha ni arruga»: Non ha-
bentem maculam aut rugan (Ephes., V,
5.- La participación de los fieles 27). Todos los elegidos, unidos entre sí y
con Cristo, participan en la misma alaban-
en la ofrenda de Cristo za en la luz del Verbo y en la caridad del
Volvamos de nuevo a la fuente de donde Espíritu Santo.
brotan todas nuestras prerrogativas cristia- Este misterio de unidad y de glorifica-
nas: el bautismo. ción se prepara ya desde aquí abajo siem-
En virtud del carácter bautismal, puede pre que se celebra la Misa. La unión de los
el cristiano tomar una parte activa en el miembros con la Cabeza es aún imperfec-
culto de Dios establecido por la Iglesia. No ta, porque está en vías de crecimiento y
hace falta repetir que este culto es de or- solamente se obra por la fe; pero, por ra-
den sobrenatural: Cristo es su Pontífice zón de su oblación en unión con Cristo, los
soberano; y la Misa su centro y su núcleo. fieles participan realmente de su estado de
Esto explica que San Pedro dé a la asam- hostia.
blea de los fieles el título de «sacerdocio ¿Qué significa esta expresión: estado de
real»: regale sacerdotium (I Petr., II, 9). No hostia? Que, al unirse a Cristo al tiempo
quiere decir esto que puedan equipararse que se ofrece, se inmola y se entrega como
los efectos del bautismo y los del sacra- alimento, el cristiano acepta el compromi-
mento del orden, sino que, gracias al carác- so de vivir en una constante y total obla-
ter bautismal, el hombre se ha hecho capaz ción de sí mismo a la gloria del Padre. De
de unirse legítimamente al sacerdote para esta suerte, Cristo injerta su misma vida en
ofrecer, con él y por él, el cuerpo y la sangre la pobreza de nuestro corazón, haciéndolo
de Cristo, y de ofrecerse a sí mismo en semejante al suyo y consagrándolo entera-
unión de la santa víctima. mente a Dios y a las almas.
Es de suma importancia que comprenda- Entre los fieles que asisten a la Misa hay
mos bien esta alta prerrogativa que nos pro- algunos que se muestran verdaderamente
porciona el bautismo y que instruyamos al generosos. Seducidos por el ejemplo y por
pueblo cristiano sobre esta doctrina. la gracia de Jesús, se deciden a imitarle sin
Examinemos ahora más a fondo estas reserva alguna, y así, le ofrecen su vida, sus
verdades. El misterio por excelencia de la pensamientos y su actividad y aceptan de
Misa lo constituye, sin duda, la inmolación buen grado todas las penas, contradiccio-
sacramental de Jesús. Pero la ofrenda que nes y trabajos que la Providencia les quiera
la Iglesia presenta al Padre comprende tam- imponer.
bién, juntamente con la oblación de Jesús, Pero hay otros que se unen a la oblación
la de todos sus miembros. Lo mismo en el de Jesús, aunque diverso en grado y sin lle-
altar que en la cruz, el Salvador es la única gar nunca a entregarse totalmente. Hay al-
víctima, «santa, pura, inmaculada»; pero mas que siempre están comerciando. Pero,
quiere que a su ofrenda nos asociemos tam- con todo, el Señor acepta su ofrenda, por-
bién nosotros, como complemento de la que no rechaza jamás a ninguno de sus
misma. miembros, por muy enfermos que sean. Por
Después de su Ascensión, Jesucristo no el contrario, cuando se unen a su inmola-
se separa jamás de su Iglesia. En el cielo, ción, acepta su buena voluntad, les vivifica
Él se presenta al Padre juntamente con su y les santifica.
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 131

Estos son los deseos de la Iglesia. El capite Christo unio representatur [Sess.
simbolismo de sus ritos manifiesta de la XXII, cap. 7].
manera más clara que los fieles son invita- Al recitar la oración Suscipe Sancta
dos a formar una sola oblación con Cristo- Trinitas, que sigue a la oblación del cáliz,
Hostia. El pan y el vino del sacrificio el sacerdote recuerda que ofrece el sacri-
eucarístico representan, como San Agustín ficio en honor de la Virgen María, de los
gusta de explicar, la unión de los miembros apóstoles y de todos los santos de la Igle-
de la Iglesia entre sí y con su Cabeza. «¿Por sia triunfante. A través de toda su liturgia,
ventura el pan se hace con un solo grano?, la Iglesia militante, agobiada por tantas ne-
dice el santo Doctor. ¿No es verdad que se cesidades y miserias, tiene plena concien-
amasa con muchos granos de trigo?... Y el cia de que está unida, formando un solo
vino, de semejante manera, se extrae de cuerpo, bajo una sola cabeza y bajo un úni-
muchos racimos…, que, después de haber co rey, con la Iglesia del cielo. En el curso
sido prensados en el lagar, no forman sino del Canon, esta misma creencia se reafir-
una sola bebida, que es la que se contiene ma en el Communicantes y en el Nobis
en la suavidad del cáliz»… Como conse- quoque peccatoribus.
cuencia de esto, «vosotros estáis presentes
Después de la consagración, la Iglesia nos
sobre la mesa del altar y en el cáliz»: Ibi
hace recitar una oración misteriosa. El sa-
vos estis in mensa, et ibi vos estis in calice
cerdote, inclinado en una actitud de profun-
[Sermones, 227 y 229, P. L., 38, col. 1100
da humildad, pronuncia estas palabras:
y 1103]. La realidad que la fe contempla en
«Rogámoste humildemente, Dios omnipo-
la Misa es que la Iglesia, por la ofrenda de
tente, mandes que sean llevados estos do-
Cristo inmolado bajo las especies sagradas,
nes por las manos de tu santo Ángel a tu
«se ofrece a sí misma en Él y con Él»: In ea
sublime altar ante la presencia de tu divina
re quam offert, ipsa offeratur [De civitate
Majestad: para que todos los que partici-
Dei, X, 6, P. L., 41, col. 284].
pando de este altar recibiéremos el sacro-
La liturgia actual repite fielmente la mis- santo Cuerpo y Sangre de tu Hijo, seamos
ma doctrina: «Suplicámoste, Señor, que colmados de todas las bendiciones y gra-
concedas propicio a tu Iglesia los dones de cias celestiales».
la unidad y de la paz, que bajo los dones Esta oración nos concierne personal-
que ofrecemos están místicamente repre- mente, ya que somos nosotros los que de-
sentados»: Unitatis et pacis propitius do- bemos ser presentados a Dios. Este hæc
na concede, quæ sub oblatis muneribus se refiere a la «oblata», es decir, a los
mystice designantur [Secreta de la misa de miembros de Cristo, con sus dones, sus
la fiesta del Corpus Christi]. Por eso, cuan- deseos y sus plegarias. Precisamente en
do el pan y el vino se presentan en el altar, cuanto están unidos a su Cabeza es como
nosotros estamos simbólicamente ocultos la Iglesia pide que sean llevados «al altar
en ellos, unidos a Cristo y ofrecidos con del cielo»: in sublime altare tuum. El Sal-
Él. vador «penetró con perfecto derecho y de
El Concilio de Trento enseña este mis- una vez para siempre en el santo de los san-
mo misterio cuando explica la significación tos»: Introivit semel in sancta (Hebr., IX,
que tiene la mezcla del agua y del vino en 12); pero nosotros, humildemente apoya-
el cáliz, que se realiza en el ofertorio. Este dos en nuestro Mediador, todos los días en
rito «expresa la unión mística de Jesús con la santa misa atravesamos el velo y pene-
sus miembros»: Ipsius populi fidelis cum tramos en pos de Él en el santuario de la
132 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

divinidad, «en el seno del Padre»: in sinu cruz». Así lo proclama nuestra fe:
Patris. Oblationis cruentæ fructus, per hanc
Me diréis vosotros que Jesús siempre incruentam, uberrime percipiuntur [Con-
está en la presencia del Padre. Y tenéis ra- cilio de Trento, sess. XXII, cap. 2].
zón, porque allí está con su humanidad glo- Santo Tomás había enseñado ya esta mis-
riosa: Semper vivens ad interpellandum ma doctrina: «Los mismos efectos saluda-
pro nobis (Hebr., VII, 25). Pero sin tener bles que la pasión de Cristo produjo para
que abandonar el cielo, también está en bien de toda la humanidad, los aplica este
nuestros altares con el fin de elevarnos al sacramento a cada hombre en particular»:
cielo donde Él vive. En esta oración Effectum quem passio Christi fecit in mun-
litúrgica, expresamos el deseo de ser lle- do, hoc sacramentum facit in homine [Sum-
vados por Él, para que Dios, en su inmensa ma Theol., III, q. 79, a. 1].
caridad, se digne acogernos y envolvernos Veamos ahora cuáles son estos frutos
en la misma mirada de amor con que con- destinados «a nuestra utilidad y a la de la
templa a su Hijo. Iglesia» y cómo se explica su aplicación a
los fieles.
Recordáis, sin duda, lo que la Sagrada
Estos frutos consisten, ante todo, en un
Escritura dice a propósito de la dedicación
aumento de gracia. Si toda obra buena nos
del templo de Salomón: Majestas Dei im-
vale un aumento de mérito, de gracia y de
plevit templum (II Par., VII, 1): «La gloria
gloria, con mayor razón podemos afirmar
de Yahvé llenó la casa». Los sacerdotes te-
que la piadosa celebración de la santa Misa
mían penetrar en el templo, y estaban como
nos reporta estas mismas bendiciones so-
fulminados ante la majestad divina. Si esto
brenaturales. Al celebrar la Misa, el sacer-
sucedía en el templo de la Antigua Alianza,
dote se une a Jesús, y por medio de Él se
¿qué decir de nuestras iglesias, donde se
acerca mucho más a la majestad de Dios,
celebran los divinos misterios? Dios está
encontrándose como rodeado de la caridad
aquí presente por un prodigio de su miseri-
divina. De esta suerte, «la gracia toma po-
cordia, y Cristo Jesús se inmola a su Padre
sesión del alma y la satura»: Omni bene-
bajo los velos eucarísticos. Él se ofrece en
dictione cælesti et gratia repleamur.
unión de todos sus miembros, y los dispo-
ne de esta suerte para la incesante alabanza Además, la santa Misa, por ser un sacri-
del cielo. Este es el pensamiento que la Igle- ficio propiciatorio, satisface por los peca-
sia expresa en su oración: «Santifica, Se- dos e inclina a Dios al perdón y a la osten-
ñor… la hostia que te ofrecemos, y por ella sión de su misericordia. Cualesquiera que
haz de nosotros mismos un homenaje eter- hayan sido, pues, nuestras miserias y nues-
no»: Nosmetipsos Tibi perfice munus æter- tras debilidades pasadas, tengamos siempre
num [Secreta de la misa de la Santísima Tri- presente ante nuestros ojos lo que afirma
nidad. Una fórmula casi idéntica se encuen- el Concilio de Trento: «El Señor, que se nos
tra en la secreta del lunes de Pentecostés]. ha hecho propicio por esta oblación, al mis-
mo tiempo que nos otorga su gracia y el
don de la penitencia nos perdona también
6.- Los frutos de la Misa los crímenes y los pecados por grandes que
Por institución divina, «el sacrificio de sean» [Sess. XXII, cap.2].
la Misa aplica abundantísimamente las gra- Según la mente del concilio, la acción
cias y los perdones que se derivan de la saludable del sacrificio de la Misa se ex-
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 133

tiende a todo el mundo. La santa Misa debe le hagan más y más conforme al ideal de su
aplicarse constantemente «para alcanzar el consagración sacerdotal.
perdón de los pecados que diariamente co- También reciben un fruto sobrenatural
meten los hombres»: In remissionem eo- especial todos aquellos que están presen-
rum quæ a nobis quotidie committuntur, tes cuando se celebra la Misa. El Orate
peccatorum… [Sess. XXII, cap.1]. fratres y otras oraciones litúrgicas que se
No quiere esto decir que el santo sacri- dicen en la celebración de la Misa hacen
ficio perdone por sí mismo las ofensas he- alusión a estas gracias que se aplican a los
chas a Dios, como lo hace el sacramento asistentes. Los ministros y el acólito que
de la penitencia, sino que nos obtiene abun- sirven al sacerdote ocupan el primer lugar
dantes gracias de contrición y de verdade- entre los asistentes.
ro arrepentimiento. Toda Misa tiene ante Dios, «ya de por sí
La Misa nos alcanza también la remisión misma», ex opere operato, una eficacia
de la pena temporal debida a nuestros pe- propiciatoria e impetratoria, idéntica a la
cados. Por eso, es una fuente de propicia- del sacrificio de la cruz. Pero, además, el
ción, tanto para las almas del purgatorio fervor y el respeto con que el sacerdote
como para nosotros mismos. ejecuta las ceremonias sagradas contribu-
En fin, nuestras demandas en ninguna otra yen a aumentar las gracias que de la santa
ocasión encuentran un apoyo más eficaz Misa participan los fieles. Pensemos en
que durante el sacrificio de la Misa, por- esto los que tenemos cura de almas y los
que el Padre no se fija en nuestra indigni- que por oficio somos intercesores del pue-
dad, sino que escucha la voz de su Hijo que blo ante Dios.
clama en nuestro favor. Es inconmensura- Aún hay otro fruto que los teólogos lla-
ble el poder de intercesión que tiene la man «ministerial», que propiamente perte-
Misa. La sangre de Abel reclamaba la ven- nece a aquel o aquellos por quienes el sa-
ganza divina, pero la sangre de Jesús im- cerdote celebra el santo sacrificio. Este
plora no el castigo, sino la misericordia y fruto es debido a una aplicación especia-
la gracia. La sangre de Jesús es melius lo- lísima de los méritos y de las satisfaccio-
quentem quam Abel (Hebr., XII, 24). nes de Jesucristo. Las Misas que se cele-
bran con esta intención determinada y
concreta pueden producir grandes frutos de
¿Cómo se aplican los frutos del sacri- misericordia en el alma de los pecadores
ficio? como en la de los justos, pero ante todo en
Hay que señalar, ante todo, que al cele- los miembros de la Iglesia purgante.
brante le está reservado un fruto especia- Hay, en fin, un «fruto universal» del que
lísimo. En cuanto ministro de Jesucristo, participan todos los fieles. Repetidas ve-
el celebrante recibe una gracia especia- ces, tanto en el curso del Canon como en
lísima. Este don es tan personal, que la opi- otros lugares, el sacerdote ruega por toda
nión común de los teólogos dice que es in- la Iglesia y pide que la gracia del Salvador
alienable. Esta gracia divina tiene por fin se irradie sobre todos los cristianos que
transformar al sacerdote en Aquél cuyo lu- viven en el mundo y están unidos a Cristo
gar ocupa. Porque del sacerdote se puede por la fe y el amor. La herejía y la excomu-
decir con toda verdad que es otro Cristo, y nión producen el triste efecto de arrojar las
todas las gracias que recibe tienden a co- almas lejos de esta corriente de los bene-
municarle las disposiciones interiores que ficios divinos.
134 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

El santo sacrificio que el Señor conce- dos los acontecimientos que tanto apasio-
dió a su Esposa es la manifestación más nan a los hombres. Porque cada Misa que
excelente de su culto y de su plegaria. se celebra tiene una trascendencia eterna y
Por eso dice la Iglesia en su liturgia que nada es eterno sino lo que es divino.
«cuantas veces se celebra la conmemora- Orientemos, pues, toda nuestra existen-
ción de este sacrificio, se realiza la obra cia hacia la santa Misa. Ella es el punto cen-
de nuestra redención»: Quoties hujus tral y el sol de cada jornada. Ella viene a
hostiæ commemoratio celebratur, opus ser como el foco de donde nos viene la luz,
nostræ redemptionis exercetur [Secreta de el fervor y la alegría sobrenatural.
la dominica IX después de Pentecostés]. Deseemos ardientemente que nuestro
Tengamos la mayor estima de nuestra dig- sacerdocio vaya invadiendo gradualmente
nidad de ministros de Cristo. «¿Quién será toda nuestra alma y toda nuestra vida, de
capaz de explicar cuán puras deben ser las modo que pueda decirse de nosotros: es
manos que cumplan este oficio y la lengua todo sacerdote y sólo sacerdote. Esto es
que pronuncia tales palabras, y cuánto más efecto de una vida eucarística que está com-
pura y más santa debe ser aún el alma que pletamente penetrada del perfume del sa-
recibe el gran soplo del Espíritu?» [De crificio y que ha hecho de nosotros un Al-
Sacerdotio, VI, 4. P. G., 48 bis, col. 681]. ter Christus.
¡Qué hermoso es ver a un sacerdote que,
después de muchos años de haber sido fiel a
su vocación, vive únicamente de la oblación
divina que ofrece en el altar!
Son muchísimos los sacerdotes que, en-
tregados por entero a Cristo y a las almas,
realizan plenamente este ideal. Ellos cons-
tituyen el honor de la Iglesia y la alegría
del divino Maestro.
XII Si también nosotros queremos estar a la
altura de nuestra vocación sacerdotal y de-
Sancta sancte tractanda seamos que ella imprima su sello en toda
nuestra existencia, de suerte que nos infla-
me de amor y de celo, aprestemos nuestras
almas a recibir las gracias que manan de
El sacerdote ha sido elevado a una digni-
nuestra Misa.
dad que, en cierto sentido, puede llamarse
divina, ya que Jesucristo se identifica con Pero hay otros, por el contrario, que al
él. Su misión de mediador es lo más gran- cabo de los años se dan cuenta de que ha
de que puede concebirse en este mundo. disminuido su primitivo fervor.
Podemos repetirlo una vez más: aunque el Son muchas las razones que pueden adu-
sacerdote no hiciera en su vida otra cosa cirse para explicar la causa de semejante
que celebrar fervorosamente cada mañana fenómeno. Recordad, ante todo, que la con-
la santa Misa, y aunque no llegara a cele- dición indispensable para el triunfo defini-
brarla más que una sola vez, realizaría con tivo de la caridad en nuestra alma es la
ello un acto que en la jerarquía de los valo- muerte radical a todo pecado, aún al venial
res tiene mucha más importancia que to- deliberado.
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 135

Sin embargo, lo que mejor explica ordi- Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se com-
nariamente este abandono espiritual es el placían en el amor supremo que inspiraba
hecho de la falta de cuidado en disponerse la oblación del Salvador.
a celebrar la Misa de cada día con el mayor En la cruz, Cristo se inmoló y dio su vida
fervor posible. En efecto, la pureza de con- por todos: Pro omnibus mortuus est
ciencia que exige la celebración de la Misa, Christus (II Cor., V, 15).
y la atmósfera de gracia de que rodea al
ministro sagrado, hace que el ofrecimien- ¡Pero qué diferente fue el beneficio es-
to del santo sacrificio brinde todos los días piritual que obtuvieron de su presencia los
al sacerdote una ocasión providencial para que asistieron a este divino sacrificio!
recogerse, humillarse y renovarse. Si se
abandona este medio aptísimo para entrar Contemplad primeramente a la Virgen
de nuevo en la corriente de vida sobrenatu- María. Ella es el prototipo de la perfecta
ral, es natural que la rutina y la mediocri- santidad; ella acata la voluntad del Padre, le
dad vayan invadiendo gradualmente el alma. presenta su Hijo e intercede por nosotros.
Pero si ésta se preocupa de celebrar siem- La gracia que de lo alto de la cruz se derra-
pre con la mayor devoción posible, no hay ma sobre su alma sobrepasa todo lo que la
cuidado de que sea arrastrada a la deriva. inteligencia humana puede comprender.
María fue santificada mucho más que nin-
1.- Importancia guna otra criatura con la pasión de Jesús.
Los méritos de su Hijo fueron el precio de
de las disposiciones del alma todos sus privilegios y de la plenitud de los
Nunca podremos estimar suficientemen- favores con que la divinidad quiso colmarla.
te el valor que tienen las disposiciones in- Ante esto, es posible que digamos: «Se-
teriores para participar abundantemente de ñor, bien comprendo que vuestra madre re-
los frutos de la Misa. ciba dones tan excelsos; pero yo no soy más
Subamos al Calvario para detenernos allí que un pobre pecador». A lo que Jesús nos
un momento. responderá: «Fíjate en María Magdalena,
¿Quiénes fueron los testigos del dra- que está a su lado. He querido que una mu-
ma de nuestra redención? Podemos dis- jer pecadora, pero rebosante de amor arre-
tribuirlos en tres grupos: la Virgen María, pentido, esté al pie de mi cruz. Porque es
Juan, el discípulo amado, y las santas mu- tan grande la eficacia de mi sacrificio, que
jeres forman el primero; los judíos y los los mayores pecados no suponen obstácu-
verdugos integran el segundo. El tercero es lo alguno para recibir las gracias que de él
invisible, pues lo forma la Santísima Trini- se derivan, con tal de que el alma esté arre-
dad, rodeada de innumerables espíritus ce- pentida».
lestiales. El Padre contemplaba a Cristo que ¿Por ventura el buen ladrón no era tam-
se inmolaba en la cruz. El veía que su Hijo, bién un gran pecador? Pero, por los méri-
que es «el esplendor de su gloria y la ima- tos de Cristo, recibió el don de la fe. Con-
gen misma de su sustancia» (Hebr., I, 3), le fió en Jesús, depositando en Él toda su es-
ofrecía un homenaje sublime de justicia y peranza, y en el misterioso diálogo que tu-
de perfecto amor. Este sacrificio, que ha- vieron de cruz a cruz escuchó que de los
bía sido previsto y ordenado por la Sabidu- labios agonizantes del divino Maestro brota-
ría divina, tributaba a Dios toda la gloria, al ba la palabra del supremo perdón: «Hoy es-
tiempo que rescataba a los hombres. Y el tarás conmigo en el paraíso» (Lc., XXIII, 43).
136 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

Para todos éstos, su presencia en la muer- [Conc. Trid., sess. XXII, cap. 2]. La Misa
te de Jesucristo fue una fuente de santifi- contiene la preciosa sangre de Jesucristo,
cación. una de cuyas gotas es más que suficiente
Si a nosotros se nos hubiera concedido para rescatar a todo el mundo. Pero los que
la gracia de estar presentes a este drama asisten a ella con frialdad obtienen poco
divino, es indudable que hubiéramos desea- fruto, al paso que las almas fervorosas ex-
do estar también en el grupo de la Madre y traen de este contacto por la fe con Cristo
de los amigos de Jesús. una luz, una fuerza y un gozo celestial que
les hacen triunfar del mundo y de la carne.
Si esto es verdad de los que simplemen-
El segundo grupo lo forman los fariseos, te asisten a la Misa, ¡qué no podrá decir de
los sacerdotes y los judíos que exigieron la trascendencia que tienen para su prove-
de Pilato la crucifixión de Jesús. Desde lo cho espiritual las disposiciones interiores
alto de la cruz, «el Salvador ha rogado por del sacerdote que la celebra! Contemplad a
todos ellos»: Pater, dimitte illis; non enim estos dos sacerdotes que vuelven del altar,
sciunt quid faciunt (Lc., XXIII, 34). Nin- donde acaban de celebrar el santo sacrifi-
guno fue excluido de esta plegaria, que fue, cio. El uno se ha acercado a Dios en la ora-
sin duda, eficaz para algunos de ellos, al ción, y vuelve lleno de celo y de santa ale-
paso que para otros no surtió efecto algu- gría: Ad Deum qui lætificat juventutem
no. Por lo que respecta a los doctores de la meam (Ps., 42, 4). El otro, por el contra-
Ley, el Evangelio nos dice que estaban lle- rio, está tan distraído y tan aburrido, que
nos de un odio sacrílego: tenían el alma casi podría decir como los israelitas: «Es-
completamente cegada y el corazón total- tamos ya cansados de un tan ligero manjar
mente endurecido. Ellos fueron los que como éste»: Anima nostra jam nauseat
gritaron a Pilato: Sanguis ejus super nos super cibo isto levissimo (Num., XXI, 5).
(Mt., XXVII, 25). La Misa y la Eucaristía le dejan como indi-
Junto a ellos se encuentran los verdugos: ferente. ¿Es que acaso su sacrificio no es
gente ignorante, que asiste con indiferen- idéntico al del caso anterior? Sí que lo es,
cia al drama del Calvario. También por ellos pero lo que ocurre es que en este sacerdo-
rogó Jesucristo, pero en aquel momento su te la fe no tiene la viveza que busca el amor.
alma no experimentaba ninguna inquietud Al tiempo que ejecutamos las ceremo-
religiosa. No pensaban en nada, su única nias rituales y pronunciamos las fórmulas
preocupación era la de saber a quién de sagradas, debemos procurar despertar en
ellos le caería en suerte la túnica de Jesús, nuestras almas estas dos virtudes teolo-
o quizás se gozaban en contemplar a un hom- gales, que son las únicas que, por encima
bre que se debatía entre los más atroces de las apariencias, alcanzan la realidad so-
dolores. brenatural.

Estas mismas son las posturas que adop- En el caso de que un sacerdote tuviera la
tan hoy en día muchos hombres, aunque en osadía de acercarse a celebrar los santos
diferentes grados, mientras se perpetúa en misterios en pecado mortal, ¿tendría dere-
nuestras iglesias el misterio de la oblación cho a ser contado entre los amigos de Je-
del Salvador. La Misa es el mismo sacrifi- sús? De ninguna manera, ya que con ello
cio de la cruz. «La hostia es la misma y úni- cometería un horrendo sacrilegio. Y por su
ca; y el mismo es el que hoy se ofrece» obstinación en el pecado, se podría decir
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 137

también de él aquella terrible frase del ción de gracias ante la majestad divina. Je-
Apóstol: «Por su parte, volverán a crucifi- sús se abrasaba en deseos de sacrificarse
car de nuevo al Hijo de Dios»: Rursum cru- para expiar los pecados del mundo y mere-
cifigentes sibimetipsis Filium Dei (Hebr., cer así la salvación de toda la humanidad.
VI, 6). Bien sé, y así nos lo enseña un artí- Importa muchísimo que, siempre que
culo de nuestra fe, que no hay pecado que celebramos, compartamos los deseos y las
no pueda ser perdonado, pero la experien- intenciones del único Pontífice de todo
cia de las almas nos atestigua que esta inju- sacrificio. Recordad que, después de haber
ria que se hace al Hijo de Dios produce una entrado en su gloria, Cristo continúa aman-
terrible ceguera espiritual. ¿Cuál sería la do a su Padre y que nosotros debemos per-
suerte de esta alma si la muerte la cogiera petuar en la Iglesia el misterio de la Cena,
de improviso? y de la cruz con las mismas disposiciones
Antes de celebrar la Misa, debemos pen- de espíritu.
sar que con nosotros sucederá lo mismo El sacerdote debe unirse, por consi-
que ocurrió con los que asistieron a la muer- guiente, al Salvador cuando está realizando
te del Señor al pie de la cruz: podemos la «acción» sagrada. Jesús es el más acaba-
beneficiarnos de las gracias de la Misa, o do modelo de aquellos sentimientos de re-
podemos, por el contrario, endurecernos, ligión y de amor de que debe estar revesti-
según sean nuestras disposiciones. do su ministro cuando va a ofrecer el sacri-
ficio.

2.- Disposición fundamental: Jesucristo es, igualmente, modelo en su


unirnos a Jesucristo estado de hostia.
sacerdote y hostia También aquí debemos apropiarnos sus
Por una prerrogativa única de su sacer- sentimientos. El ritual de la ordenación nos
docio, Cristo es a un tiempo el sacerdote y recuerda en términos bien expresivos este
la víctima del santo sacrificio de la Nueva gran deber nuestro. «Imitad el sacrificio
Alianza. que ofrecéis: de suerte que, celebrando el
¿Cuál es la disposición primordial que misterio de la muerte del Señor procuréis
debe tener un ministro de Cristo para que mortificar vuestros miembros, huyendo del
se asemeje lo más perfectamente posible a vicio y de la concupiscencia». Solamente
su divino modelo? La de sintonizar con los entonces presentaréis al Padre vuestra obla-
sentimientos íntimos que tuvo el corazón ción de la manera más perfecta: de aquella
de Jesús en el Cenáculo y en el Calvario y misma manera que Cristo eligió en la cruz.
con los que ahora tiene en el cielo. Así es ¿Por qué, os preguntaréis, ha querido
como cumplirá lo que dice el Apóstol: «Te- Jesús consagrarse a Dios por nosotros
ned los mismos sentimientos que tuvo precisamente en calidad de víctima?
Cristo Jesús» (Philip., II, 5). Hay muchas maneras de hacer dones al
Cuando, impulsado por el Espíritu San- Señor: por medio de limosnas, de funda-
to, Jesucristo se inmoló en la cruz, el amor ciones piadosas, u ofreciendo algún objeto
era el sentimiento que dominaba en su alma: precioso, como un cáliz, por ejemplo. Todo
Ut cognoscat mundus quia diligo Patrem esto está muy bien y es del agrado del Se-
(Jo., XIV, 31). Su alma estaba también lle- ñor, con tal de que esté inspirado en un
na de sentimientos de adoración y de ac- motivo de amor.
138 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

Pero existe una diferencia sustancial en- tiene su más cumplida expresión en el espí-
tre la hostia y cualquiera otra ofrenda. Los ritu de estricta obediencia.
dones que hacemos se ofrecen con un fin Todo lo que precede nos ofrece amplia
concreto, que está determinado o por la materia para meditar y para examinar se-
naturaleza misma del objeto o por la vo- riamente cuáles son los resortes que de-
luntad del donante. Si yo, por ejemplo, terminan nuestra conducta. Porque, ¿pode-
ofrezco un cáliz, este objeto tendrá un des- mos afirmar que nos hemos puesto en ma-
tino determinado y no se empleará para nin- nos de Dios para que Él disponga de noso-
gún otro uso. Pero la hostia, ya por el he- tros como mejor le plazca?
cho de serlo, no puede tener otro destino
que el de ser consagrada a Dios, a quien Yo os expreso mi deseo de que toméis la
pertenece enteramente, de modo que pue- resolución de imitar sinceramente el mis-
da disponer de ella a su talante. terio de la inmolación de Cristo que se per-
petúa en el altar entre vuestras manos.
Esta es la razón íntima de porqué Jesu-
cristo quiso ser hostia.
Ya antes hemos tratado de esto, pero tie-
3.- Disposiciones sugeridas
ne tanta importancia esta doctrina, que bue- por el Concilio Tridentino
no será que volvamos a tratar de ella. La El Concilio enumera cuatro: tener un
primera palabra que dijo Cristo al entrar en corazón sincero, una fe recta, temor y re-
el mundo fue esta: «Los holocaustos y sa- verencia, y espíritu de compunción y de
crificios por el pecado no los recibiste…; penitencia: cum corde vero, et recta fide,
heme aquí; que vengo… para hacer, ¡oh cum metu et reverentia, contriti et pœni-
Dios!, tu voluntad» (Hebr., X, 67). ¿Y cuál tentes [Sess. XXII, cap. 4].
era esta voluntad? Que muriera en el Calva- En primer lugar, un corazón verdadera-
rio después de haber sobrellevado toda una mente sincero, es decir, completamente
vida de trabajos impregnada de amor. He leal consigo mismo. Es esta una cualidad
aquí la ofrenda de Cristo. importantísima, aunque hemos de recono-
También nosotros en la Misa debemos cer que no es demasiado común. A veces
ofrecernos en calidad de hostia, siguiendo nos hacemos la ilusión de que somos real-
así el ejemplo de Cristo, de modo que Dios mente sinceros en nuestro fuero interior,
pueda hacer de nosotros lo que plazca a su cuando la verdad es que suele haber plie-
voluntad. Debemos abandonarnos en manos gues y repliegues que no los abrimos ni a
de nuestro Creador y Salvador, ofreciéndo- los ojos de Dios.
nos completamente a su disposición. Para llegar a poseer este «corazón sin-
Aceptemos de buen grado, uniéndonos al cero», nada mejor que desear ardientemente
Verbo encarnado, todas las penalidades y un conocimiento de sí mismo que coinci-
todas las dificultades que nos proporciona da con el que el Señor tiene de nosotros, y
nuestro ministerio y aceptémonos a noso- que la luz divina penetre en la oración hasta
tros mismos, con todas nuestras insuficien- los últimos escondrijos de nuestra alma y
cias, nuestras miserias y nuestras enferme- nos haga ver lo que en realidad somos. No
dades corporales. Habituémonos a morir a basta con ser sinceros cuando hablamos con
las solicitaciones y satisfacciones que nos los demás, sino que es necesario enfren-
brinda el mundo, siempre que se opongan tarse consigo mismo: Qui loquitur veri-
al reinado de Dios en nuestras almas. Para tatem in corde suo (Ps., 14, 2), y, sobre
el sacerdote regular, esta disposición capital todo, ser sinceros ante Dios. Si el sacer-
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 139

dote quiere presentarse dignamente ante el comprenderá los abismos de la misericor-


Señor en el altar, es preciso que tenga este dia de Dios y alabará con sinceridad al Se-
cor verum. ñor.
Mirad lo que nos sucederá el día que lle- Creedme si os digo que Dios desea que,
guemos al cielo. De la misma suerte que, ya desde esta vida, vivamos siempre en su
desde el mismo momento de su encarna- presencia en una actitud de absoluta since-
ción, el alma de Jesús fue elevada a la vi- ridad.
sión del Padre y como envuelta de gloria, ¡Cuántas veces nos engañamos a nosotros
porque era el alma del Hijo de Dios encar- mismos!
nado, así también, por una maravillosa con-
descendencia de amor, el Señor se comuni- No siempre tenemos valor para enfren-
cará a sus hijos adoptivos. El llenará nues- tarnos en nuestra alma con la mirada divi-
tras almas de su misma luz y de su misma na, ni para presentarnos ante Dios tal como
felicidad, de acuerdo con el grado de cari- somos. ¡Cuántos defectos, cuántas compla-
dad que hayamos alcanzado en el momento cencias secretas y cuántas aficiones des-
de nuestra muerte. Y Dios se mostrará tan ordenadas hay en nosotros que no nos las
bondadoso con nosotros porque verá en confesamos ni a nosotros mismos! ¡Cuán-
nosotros la imagen de su Jesús. tas veces nos falta la necesaria energía para
realizar los sacrificios que Dios nos pide!
Hay una expresión en la Sagrada Escritu-
ra que suele pasar desapercibida, pero que Meditemos atentamente estas realidades,
expresa admirablemente en qué consistirá y si Dios nos exige en adelante alguna re-
la felicidad del cielo: Denudabit absconsa nuncia, no vacilemos en aceptarla. Cuando
sua illi: «Y le revelará sus secretos» [Eccli., subimos al altar, presentemos a Dios un
IV, 21. Esta «revelación es atribuida a la corazón sincero, leal y sin doblez. El con-
Sabiduría personificada, la cual, después de cilio nos garantiza que, si así lo hacemos,
haber sometido a prueba la fidelidad de sus participaremos abundantemente de los fru-
discípulos, los llenará de alegría descu- tos del sacrificio.
briéndoles sus secretos: Sapientia lætifi-
cabit illum et denudabit abconsa sua illi. La segunda disposición requerida es una
Dom Marmion la aplica a Dios en el mo- fe perfecta: recta fide. El concilio se ins-
mento en que introduce en la luz de la glo- piró en el texto de la epístola a los hebreos:
ria al alma que ha sido ya purificada]. Fijé- «Teniendo, pues, hermanos, en virtud de la
monos en esta palabra. Dios se mostrará a sangre de Cristo, firme confianza de entrar
sus elegidos tal como es en la unidad de en el Santuario… a través del velo, esto es,
sus esencia y en la trinidad de sus perso- de su carne, per velamen, id est carnem suam;
nas; les revelará los secretos de su vida eter- y teniendo un gran sacerdote…, acerqué-
na: todo les será descubierto en la luz me- monos con sincero corazón, con fe perfec-
ridiana de la verdad: «Dios es luz y en Él no ta»: cum vero corde, in plenitudine fidei
hay tiniebla alguna» (I Jo., I, 5). (Hebr., X, 19-22).
Por nuestra parte, nosotros nos uniremos La figura del Antiguo Testamento, a la que
al Señor y le glorificaremos en plena clari- hace alusión este pasaje de San Pablo, tie-
dad. Allá veremos toda la miseria de nues- ne una espléndida realización en el santo
tra existencia anterior y cómo triunfó la sacrificio de la Misa. Porque en la Misa
gracia en nosotros. Entonces nuestro cora- Jesucristo nos hace penetrar con Él, no ya
zón será perfectamente humilde, porque en el Sancta Sanctorum del templo de Je-
140 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

rusalén, sino en el de la divinidad, o lo que San Agustín expresa clarí-simamente la


es lo mismo, en la presencia de Dios. Y nos doctrina de la Iglesia. «Sea Pedro quien
introduce allí por la virtud de su pasión, bautiza, sea Pablo o sea Judas, siempre es
cuyos méritos nos aplica la oblación del Cristo quien, en el Espíritu Santo, regene-
altar. Esta fe engendrará en nosotros una ra el alma»: Petrus baptizet? Hic Christus
confianza sin límites en el infinito valor del est qui baptizat… Judas bap-tizet? Hic est
sacrificio. qui baptizat… «Cristo bautiza por su pro-
El misterio eucarístico es con toda ver- pio poder; ellos como instrumentos» [In
dad Mysterium fidei. La Iglesia ha incluido Jo., VI, P. L., 35, col. 1428]. Lo mismo
estas dos palabras en la fórmula de la con- cabe decir de la Eucaristía: sea quien sea el
sagración de la preciosísima sangre. Todo que consagra, aunque sea hereje o indigno,
aquí es obra de la fe. El poder de la palabra siempre es Cristo, el que de una manera real
del sacerdote, la presencia de Cristo en vir- y soberana ofrece y consagra, aunque para
tud de la transubstanciación del pan y del ello se sirva del ministerio de un hombre.
vino y los frutos de salvación que brotan
como de un manantial de cada misa, son Cum metu et reverentia. Al ofrecer su
otras tantas realidades que únicamente la sacrificio, el corazón de Jesús estaba col-
fe puede comprender. mado de una profunda reverencia ante la
Hemos leído que algunas almas privile- majestad del Padre. ¿Por ventura no había
giadas han visto a Jesucristo en la santa predicho el profeta Isaías que el Espíri-
Misa, ofreciéndose a sí mismo, de tal suer- tu del temor del Señor colmaría su al-
te, que desaparecía por completo el sacer- ma?: Et replebit eum Spiritus timoris
dote y solamente veían a Jesucristo. Esta Domini (XI, 2).
revelación constituye, sin duda, una gracia Al tratar de la virtud de la religión, os he
extraordinaria; pero este hecho prodigioso expuesto hasta qué punto toda la vida te-
se conforma en un todo a lo que enseña la rrestre de Jesucristo fue un homenaje de
Iglesia. ¿Qué nos dice, en efecto, el Conci- religioso respeto. Pues lo mismo cabe de-
lio? Que «Cristo en el altar es el mismo cir de su vida en el cielo, donde Cristo esta
sacrificador que en el Calvario»: Idem nunc in gloria Patris, ya que su naturaleza hu-
offerens [Sess. XXII, cap. 2]. mana, por lo mismo que es una criatura,
La intervención sacerdotal de Jesús ut debe manifestar siempre su acatamiento
nunc offerens no debe extrañarnos lo más ante las perfecciones divinas.
mínimo. En efecto: «Jesús ha sido consti- También nosotros, cuando estamos en el
tuido por su Padre como juez de todos los altar, debemos sentirnos llenos de este te-
hombres»: Neque enim Pater judicat quem- mor reverencial, impregnado de amor y de
quam, sed omne judicium dedit Filio (Jo., confianza, hasta el punto que penetre hasta
V, 22). Cristo juzga a todos los que mueren la medula de nuestro ser: Confige timore tuo
y cosa sabida es que los hombres mueren carnes meas (Ps., 118, 120).
todos los días y en todos los momentos de
cada día. ¿Pues qué razón hay para que, sien-
do esto así, no asista también en cada Misa En cuanto a la última disposición que
de una manera activa y explícita a los sa- menciona el Concilio: el espíritu de con-
cerdotes que perpetúan su sacrificio? Lo trición y de penitencia, ya hemos tratado
mismo podemos colegir de lo que sucede de ella al hablar de la compunción y no es
en la administración de los sacramentos. necesario que repitamos los conceptos ex-
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 141

puestos en aquel lugar. ¿Pero cómo no ci- blemente esta verdad de nuestra fe: «Supli-
tar aquí aquellas palabras de San Gregorio cámoste, oh Señor…, que haga aceptable
que tan bien resumen la tradición cristia- este sacrificio el mismo Jesucristo, tu Hijo,
na? «Es necesario que en el transcurso de Señor nuestro, que, al instituirle en este día,
la acción sagrada nos inmolemos a Dios mandó a sus discípulos celebrarle en me-
por la contrición del corazón, de suerte que, moria suya»: Ipse tibi… sacrificium nos-
al celebrar los misterios de la pasión del trum reddat acceptum…
Señor, imitemos también el sacrificio que El sacerdote debe, pues, revestirse de la
ofrecemos» [Necesse est, cum agimus, ut persona de Jesucristo, ya que obra en su
nosmetipsos Deo in cordis compunctione nombre. Antes de subir al altar, debe decir
mactemus, quia qui passionis dominicæ a Jesús: «Señor, Vos lo habéis dicho: Sine
mysteria celebramus, debemus imitari me nihil potestis facere (Jo., XV, 5); y re-
quod agimus. Dialog., IV, P. L., 77, col. conozco que sin Vos nada puedo hacer, so-
428. Parece que este pasaje ha inspirado el bre todo en esta acción divina del santo sa-
texto del actual pontifical romano: Imi- crificio. Me confieso completamente in-
tamini… Toda esta alocución del obispo a capaz de ser vuestro ministro en esta ac-
los ordenandos aparece por vez primera en ción de incomparable grandeza. Aunque
el pontifical de Durand de Mende (siglo toda mi vida la empleara en prepararme,
XIII)]. nunca alcanzaría la altura que requiere un
ministerio tan elevado. Pero ya que, por
4.- Preparación inmediata vuestro Espíritu, se me ha dado una partici-
pación en vuestro sacerdocio, os pido hu-
–celebración –acción de gracias mildemente que me concedáis vuestras
Las disposiciones de que acabamos de mismas disposiciones de sacerdote y de
hablar debieran mantenerse siempre vivas hostia, las mismas que tuvisteis en la últi-
en el alma del ministro de Cristo, pero esto ma Cena y en la cruz, y dignaos suplir con
requiere un esfuerzo que supera las posibi- vuestra misericordia lo que falta a mi mi-
lidades de la debilidad humana. Por eso es seria».
tan útil que, antes de celebrar la Misa, pro- ¿Sería decoroso que el sacerdote perpe-
curemos disponernos con una preparación túe el sacrificio de la cruz, sin tratar de
inmediata para reavivar nuestra fe y enar- conformar su alma y su ser entero a la in-
decer nuestro corazón. molación que realiza en el altar? Cuando
El misal contiene magníficas oraciones Cristo habla por su boca y se ofrece por
preparatorias para la santa Misa, que po- sus manos, ¿cómo es posible que el cora-
demos recitar o meditar con mucho prove- zón del sacerdote permanezca frío y ajeno a
cho. Voy a limitarme a daros algunos con- las disposiciones interiores del Salvador?
sejos a este respecto. Al hacer su oblación, Jesucristo incluyó
Todos los métodos y prácticas pueden en la misma a todo el género humano. Por
resumirse en esta proposición: «Cuanto eso, también nosotros debemos abrir nues-
más nos identifiquemos con Jesucristo en tra alma de par en par a las necesidades y
la oblación del sacrificio, tanto mejor nos sufrimientos de todos, pensando en los pe-
acomodaremos a los designios del Padre y cadores, en los pobres, en los enfermos,
más abundantes serán las gracias que repor- en los agonizantes, como si nosotros fué-
taremos de la celebración de la Misa». La ramos los encargados de presentar al Se-
secreta del Jueves Santo expresa admira- ñor todas sus súplicas y demandas. Así es
142 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

como seremos los voceros de toda la Igle- toda la vida del sacerdote viene a ser una
sia. irradiación de su Misa.
Al revestirnos los ornamentos sagrados,
debemos hacerlo siempre con la mayor dig- Mientras estamos celebrando, procure-
nidad. Hay en el Génesis un pasaje que nos mos que «nuestra alma sintonice con las
puede ayudar en ese momento a elevar fórmulas y los gestos litúrgicos». La nor-
nuestros pensamientos hacia las verdades ma directiva de San Benito: Mens nostra
de la fe. Rebeca vistió a Jacob los vestidos concordet voci, tiene su mejor aplicación
de su hermano Esaú para que pudiera así en las oraciones que se dicen en el altar.
presentarse a su padre Isaac y recibir su Son muchas las fórmulas del misal que
bendición. Jacob entonces dijo a su padre: nos recuerdan la obra de glorificación que
Ego sum primogenitus tuus: «Yo soy tu se realiza por nuestro ministerio. La Misa
primogénito» (Gen., XXVII, 19). La Igle- es el acto de culto de latría más excelente.
sia, nuestra Madre, nos dice: «Vais a repre- El Gloria Patri, el Suscipe sancte Pater,
sentar a Jesucristo, vuestro primogénito: el Per Ipsum, el Placeat nos dicen que de-
Primogenitus in multis fratribus (Rom., bemos tener la mirada siempre fija en el
VIII, 29); «revestíos de Él»: Induimini Padre, en la Trinidad: Offerimus preclaræ
Dominum Jesum Christum (Ibid., XIII, 14). majestati tuæ.
Desde este momento podéis acercaros li-
bremente al Padre, porque, a pesar de toda Pero, de acuerdo con los textos litúrgi-
vuestra indignidad, Él ve en vosotros un al- cos, debemos también considerar los teso-
ter Christus. ros de la divina misericordia y las necesi-
dades de los hombres. Son muchas las ora-
Otra excelente manera de prepararse para ciones, impregnadas de la sangre de Jesu-
ofrecer el santo sacrificio consiste en unir- cristo, que nos invitan a interceder por to-
se a las disposiciones que tuvo la Santísi- dos ellos. Con más razón y derecho que el
ma Virgen cuando estaba al pie de la cruz, sacerdote de la Antigua Alianza, cuando
participando de los mismos sentimientos entraba en el Sancta Sanctorum para pre-
con que ella hizo la oblación de su Hijo. sentarse ante Dios, debemos nosotros abo-
Mientras celebráis la Misa, debéis pro- gar a favor del pueblo que se prosterna al
curar observar escrupulosamente las rúbri- pie del altar.
cas, ya que ello constituye un homenaje de
respeto y de reverencia. El sacerdote que
cumple con espíritu de religión las cere- No hay mejor acción de gracias que el
monias prescritas se hace agradable a Dios. mismo Jesucristo: Quid retribuam Domi-
Al ofrecer el pan y el vino en el ofer- no?... Calicem salutaris accipiam.
torio, no olvidemos nunca el unir a la Por grandes que sean los sentimientos de
hostia que presentamos en la patena y al gratitud que embarguen nuestra alma duran-
vino que presentamos en el cáliz, el ofre- te la celebración de la Misa, es necesario
cimiento de nuestras acciones y aún la que después del sacrificio demos gracias al
de nuestras mismas personas. Si Jesús Señor desde lo más íntimo de nuestra alma.
comprueba que somos «hostias», nos En esto, cada uno puede seguir lo que el
ofrece a su Padre en unión con Él. Así es Espíritu le inspire, pero en ningún caso de-
como la oblación hecha por la mañana se bemos ser de aquellos a quienes se les pue-
continúa por la fidelidad que conserva- da reprochar que agradecen tan poco cuan-
mos durante todo el día, y así es como do tanto han recibido.
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 143

Las oraciones que la liturgia nos reco- El sacerdote que, inmediatamente des-
mienda para recitarlas diariamente después pués de celebrar su Misa, tiene que oír con-
de la Misa nos sugieren magníficos actos fesiones, asistir a funerales o dar catecis-
de agradecimiento. Por el cántico Bene- mo a los niños, no debe descorazonarse si
dicite todas las criaturas inanimadas se re- sus ministerios le impiden recogerse como
visten de vida en nuestra inteligencia para quisiera. Que se persuada, por el contrario,
acompañarnos a alabar a Dios y el sacerdo- de estas dos verdades: estos ministerios
te se convierte como en el corazón de to- son, en realidad, una prolongación del sa-
das las cosas que por su naturaleza son in- crificio, ya que aplican a las almas los fru-
capaces de amar, y les presta su voz para tos de la redención; y por eso son una es-
que alaben al Señor. pecie de manifestación del amor que pro-
Además de estas oraciones vocales, de- fesamos a Cristo en la persona de sus
bemos dedicar algún tiempo a hacer una miembros. Además, que ya el hecho de re-
oración más personal. La acción de gracias cibir respetuosamente la Eucaristía y el
debe ser, ante todo, un acto de suprema ado- recitar con piedad las diversas oraciones
ración. Cuanto más se abaja y se oculta Je- con que termina la Misa es de por sí una
sús, más debemos reconocer su divina ma- verdadera acción de gracias. Es cierto que
jestad: «Vos sois el Cristo, el Hijo de Dios ordinariamente las fórmulas de las post-
vivo, el objeto de las complacencias del comuniones no expresan explícitamente un
Padre. Así lo creo firmemente, y por eso sentimiento de agradecimiento; en ellas
me entrego a Vos con todo mi corazón para solemos pedir una participación en los fru-
cumplir en todo vuestra santísima volun- tos del sacramento. Pero, con todo, estas
tad». súplicas suelen significar la alta estima que
tenemos del don divino, y con ello son un
Según la opinión común de los teólogos, testimonio de nuestro profundo agradeci-
el efecto principal del sacramento tiene miento.
lugar en el momento mismo de la man-
ducación. Pero mientras permanecen en Independientemente del valor de acción
nosotros las especies sacramentales, el de gracias que tiene la santa Misa en sí mis-
Salvador, en virtud de su unión con el alma, ma, importa muchísimo, aún más, es nece-
continúa siendo un manantial de bendicio- sario que después de haber celebrado, y en
nes divinas. Por eso precisamente la hora cuanto lo permitan las circunstancias, el
de la acción de gracias tiene tanto valor para sacerdote se ocupe en dar gracias al Señor,
que nuestra alma se acostumbre a adherir- porque nunca debemos olvidar que en es-
se a Cristo y a formar con Él un solo espí- tos benditos momentos el Hijo de las com-
ritu en el amor. Como la oración se inten- placencias que habita in sinu Patris, repo-
sifica después de la comunión, esta prácti- sa in sinu peccatoris.
ca va creando en el alma un precioso hábi-
to de recogimiento. Fue el mismo Cristo
el que, después de la Cena, cuando sus dis-
cípulos acababan de comulgar, dijo a su
Padre: «Los que Tú me has dado, quiero Yo
que donde Yo esté, estén ellos también con-
migo» (Jo., XVII, 24). Por la gracia del sa-
cramento, Cristo nos atrae hacia Él, para
elevarnos con Él hasta el Padre.
144 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

«Todas las obras de Dios son perfectas»


(Deut., XXXII, 4). Por eso el Padre celes-
tial ha preparado a sus hijos un banquete
digno de Él. No les sirve un manjar mate-
rial, ni un maná que ha caído del cielo, sino
que les da el cuerpo y la sangre, juntamen-
te con el alma y la divinidad de su único
XIII Hijo Jesucristo.
Nunca llegaremos a comprender en esta
El banquete eucarístico vida toda la grandeza de este don; pero cuan-
do lleguemos al cielo, lo comprenderemos
perfectamente; porque la Eucaristía es Dios
«Ved, nos dice San Juan, qué amor nos ha que se comunica y Él sólo se comprende
mostrado el Padre, que llamados hijos de plenamente a Sí mismo.
Dios, lo seamos»: Videte qualem caritatem En este banquete recibimos al Hijo del
dedit nobis Pater ut filii Dei nominemur Padre, al que constituye la felicidad de los
et simus (I Jo., III, 1). Dios es nuestro Pa- elegidos, al que sacia por toda la eternidad
dre y nos ama con un amor incomprensi- a los ángeles y a los santos. Es más, el mis-
ble. Todo el amor que existe en el mundo mo Padre eterno declara que tiene en Él
procede de Él y no llega a ser sino una som- todas sus delicias: «Este es mi Hijo muy
bra de su caridad sin límites. «¿Puede la amado, en quien tengo mi complacencia»
mujer olvidarse del fruto de su vientre?, (Mt., XVII, 5). Ni el mismo Dios podría ha-
dice el Señor por boca de su profeta; pues cernos participar de un bien más precioso:
aunque ella se olvidara, yo no te olvidaría» «¿No creéis que yo estoy en el Padre y el
(Isa., XLIX, 15). Padre en mí?» (Jo., XIV, 10). «El que me
Pero el amor tiende a entregarse, y así se ha visto a mí, ha visto al Padre» (Ibid., 9).
une más al objeto amado. Dios es el mis- Por la comunión entramos en posesión de
mo amor: Deus caritas est (I Jo., IV, 8), y toda la Santísima Trinidad, porque el Padre
siempre está ansiando comunicársenos. y el Espíritu Santo están necesariamente allí
Por eso es por lo que San Juan escribió: donde está el Hijo, ya que los tres constitu-
«Tanto amó Dios al mundo, que le dio su yen una misma y única esencia.
Unigénito Hijo»: Sic Deus dilexit (Jo., III,
16).
El Hijo, que participa del mismo amor del 1.- Parábola del banquete
Padre, ha querido aceptar la condición de
siervo y entregarse al suplicio de la cruz: No es empresa fácil decir algo nuevo so-
Majorem hac dilectionem (Jo., XV, 13). bre la Eucaristía.
Y como si esto fuera poco, ahora se ocul- Pero me ha parecido que la meditación
ta bajo las apariencias del pan y del vino, de una página del Evangelio podría contri-
con el propósito de entrar dentro de noso- buir a ilustrar nuestra fe. Esta página escla-
tros y de unirnos a sí de la manera más es- rece maravillosamente la unión que la Eu-
trecha. La santa Eucaristía es el último es- caristía produce entre Cristo y nosotros.
fuerzo del amor que aspira a entregarse; es Conocéis perfectamente la parábola del
el prodigio de la omnipotencia puesta al banquete de bodas. Cristo nos dice: «El rei-
servicio de la caridad infinita. no de los cielos es semejante a un rey que
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 145

preparó el banquete de bodas de su hijo»: naturalezas, al paso que las hace insepara-
Simile est regnum cœlorum homini regi bles para siempre: Neque divisionem [An-
qui fecit nuptias filio suo (Mt., XXII, 2; Lc., tífona de la Circuncisión].
XIV, 16). Aquí está comprendida toda la doctrina
¿A quién representan este rey y este hijo? de la encarnación.
¿Quiénes son los invitados de este banque- Es el mismo San Gregorio quien nos dice
te? ¿Habrá algún misterio oculto bajo esta que «por el misterio de la encarnación, el
alegoría? Padre ha querido que se realice la unión
Según los doctores de la Iglesia, el rey nupcial de su Hijo con la Iglesia»: In hoc
es el Padre celestial. Pater Regi Filio nuptias fecit, quo ei, per
Cuando, para rescatar al mundo, el Padre incarnationis mysterium, sanctam Eccle-
decretó la encarnación del Verbo, el mis- siam sociavit [Ibid]. Como sabéis, Cristo
mo hecho de la unión de la naturaleza hu- se une a su Iglesia, uniéndose a cada alma
mana a la persona divina constituyó ya de por medio de la gracia santificante y de la
por sí una maravillosa fiesta nupcial. La caridad. Por eso San Pablo escribía a los
encarnación del Verbo es realmente un fieles de Corinto: «Os he desposado a un
matrimonio, porque, cuando el Hijo de solo marido para presentaros a Cristo como
Dios tomó suya la santa humanidad, la hizo casta virgen» (II Cor., XI, 2). Observad que
su esposa. Estas fueron en su más elevado San Pablo no se refiere aquí únicamente a
sentido las «nupcias del Cordero»: Nuptiæ las vírgenes, sino a todos los bautizados,
Agni (Apoc., XIX, 7). porque, según él, todo cristiano, en virtud
de la gracia de la adopción divina, está lla-
«Este misterio, nos dice San Gregorio,
mado a unirse a Cristo por el amor.
se obró en María cuando recibió el mensa-
je del ángel»: Uterus… Genitricis Virginis, Pero volvamos de nuevo a la parábola. El
hujus Sponsi thalamus fuit [Homil. 38 in rey había invitado a muchos comensales,
Evang. P. L., 76, col. 1283]. Dos naturale- pero todos se excusaron. En vista de ello,
zas en una sola Persona: ¡qué unidad más mandó a sus criados que saliesen a las en-
estupenda en el ser y qué abrazo más ínti- crucijadas de los caminos e invitasen a
mo en el amor! Quæ est ista quæ ascendit cuantos pobres encontrasen al banquete que
de deserto, deliciis affluens, innixa super tenía preparado. Y así fue como los pobres,
dilectum suum? (Cant., VIII, 5). La huma- los enfermos y hasta los tullidos encontra-
nidad del Salvador es «esta esposa inma- ron un puesto en la sala del banquete.
culada, rebosando en delicias, que sube del ¿A quién representa esta multitud? Si-
desierto de este mundo, apoyada en el Ver- guiendo la opinión de Orígenes y de San
bo, su esposo». Jerónimo y de acuerdo con el empleo que
La liturgia canta las «maravillas de esta la sagrada liturgia hace de algunos textos
unión»: Mirabile mysterium… Deus homo de esta parábola, creemos que en ella está
factus est. Sin perder nada del esplendor representado el pueblo cristiano al que la
de su perfección eterna, el Hijo de Dios ha munificencia divina ha llamado al banquete
asumido una naturaleza creada de la nada: eucarístico. Los que participan de los mis-
Id quod fuit permansit, et quod non erat terios sagrados se benefician de la unión
assumpsit. Esta unión no implica fusión de amor que está reservada a los comensa-
alguna de Dios y del hombre: non commix- les del banquete. Cristo toma posesión de
tionem passus; sino que, por el contrario, sus almas y ellos, a su vez, le poseen por la
salvaguarda la distinción absoluta de las dos fe y la caridad.
146 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

Tengamos siempre bien presente que esta altar por la recepción de cuerpo y de la san-
unión se asemeja de alguna manera a la unión gre de Jesucristo sean llenos de toda ben-
de la santa Humanidad con el Verbo, ya que dición celestial y de gracia»: Omni bene-
ésta es el modelo de todas las relaciones dictione cælesti et gratia repleamur. El
de intimidad y de amor entre la criatura y don de la Eucaristía es la respuesta que nos
su Dios. da la clemencia del Padre a la ofrenda que
Por muy admirable que nos parezca, to- le hacemos de su Hijo. Por una increíble
dos hemos sido invitados a alcanzar las ci- condescendencia, el Padre quiere que tan-
mas de esta vida sobrenatural. to el celebrante como los fieles se alimen-
ten de la misma víctima del sacrificio y lle-
guen así a poseer todos los inmensos bie-
2.- La Misa, nes sobrenaturales, de los cuales la santa
Misa es el manantial.
banquete de los hijos de Dios
Todos los días se prepara este espléndi- De esta suerte, Cristo se une por amor a
do banquete. El festín de las bodas del Hijo todos los miembros de su Iglesia, enrique-
de Dios se renueva cada mañana en el santo ciéndoles con todos sus bienes: In omnibus
sacrificio. Y tanto el sacerdote como los divites facti estis in illo (I Cor., I, 5). Por
fieles son invitados a tomar parte en él. la Eucaristía, «les hace participar de los fru-
tos de su redención»: Ut redemptionis tuæ
Este misterio de unión es obra de la Sa- fructum in nobis jugiter sentiamus [Ora-
biduría divina, la cual lo ha confiado a la ción de la fiesta del Corpus Christi]. Este
Iglesia para que ésta lo dispense a los fie- redemptionis fructus se nos aplica real-
les. En el seno de la Iglesia, la Misa viene a mente en la comunión. Por eso es por lo
ser el foco de donde irradia la gracia sobre que nunca debemos estimar la comunión
todas las obras de los miembros de Cristo. como una práctica piadosa cualquiera,
Y por lo que en particular atañe al sacerdo- como un detalle o como un ejercicio de
te, el oficio divino, la meditación, los mi- secundaria importancia en el conjunto de
nisterios y la abnegación en todas sus for- nuestra espiritualidad. Porque cuando Je-
mas reciben su impulso sobrenatural de la sucristo viene a nosotros, «viene para co-
virtud santificadora de este divino sacrifi- municarnos su vida», como nos dice el
cio. Así nos lo da a entender una oración Evangelio, y no lo hace con parsimonia,
del misal: «Que los sacrosantos misterios sino «con una divina sobreabundancia»: Ego
en que has puesto la fuente de la santidad veni ut vitam habeant, et abundantius ha-
nos santifiquen de verdad también a noso- beant (Jo., X, 10).
tros» [Secreta de la misa de San Ignacio de
Loyola].
3.- La comunión nos invita
Veamos ahora cómo llegan hasta noso-
tros las gracias que brotan de la Misa.
a un ideal altísimo de vida
Ante todo, por medio de la sagrada co- ¿Cuál es esta vida sobreeminente a la cual
munión. La Eucaristía es, por excelencia, invita la unión eucarística a todos los cris-
el sacramento que comunica al sacerdote y tianos y en particular a los sacerdotes?
a los fieles los frutos de la sagrada inmola- Es de tanta trascendencia esta doctrina,
ción. Así lo dice clarísimamente la oración que debemos recurrir a ella a cada paso.
Supplices del Canon cuando pide que «to- Cristo es el modelo perfecto de la santi-
dos los que participan de la oblación del dad humana que el Padre quiere ver repro-
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 147

ducida en sus hijos adoptivos: Prædes- Al dar a la Iglesia el gran don de la Euca-
tinavit nos conformes fieri imaginis Filii ristía, Dios lo hizo con la intención de que
sui (Rom., VIII, 29). Todos, aunque en di- Cristo fuese ofrecido e inmolado bajo las
verso grado, estamos obligados a adquirir sagradas especies, de que fuese adorado,
esta semejanza sobrenatural, so pena de no visitado y amado en el sagrario; pero quiso
poder participar en el banquete del cielo. también que su Hijo se convirtiese en ali-
Esta conformidad con el Hijo encarnado es mento para hacernos participar de la vida
la que produce en nosotros la elevación es- divina: «Si no coméis la carne del Hijo del
piritual y la armonía entre el elemento hu- hombre y no bebéis su sangre, no tendréis
mano y el elemento divino que el Padre es- vida en vosotros» (Jo., VI, 53).
pera de nosotros. El pan común, aunque no tiene vida en sí
¿En qué consiste la santidad de Jesús? En mismo, sostiene, sin embargo, el vigor de
la Trinidad, el Padre es el principio de don- nuestro cuerpo; pero cuando tomamos el
de el Hijo ha recibido todo cuanto es. Así pan y el cuerpo eucarísticos, es un ser vivo,
lo dijo el mismo Jesús: «Pues así como el es Jesús quien penetra en nosotros y toma
Padre tiene la vida en sí mismo, así dio tam- posesión de nuestro ser y, en virtud de esta
bién al Hijo tener vida en sí mismo» (Jo., unión, nos hace semejantes a Él. Por eso
V, 26). dijo: «Yo soy, Ego sum, el pan vivo bajado
del cielo» (Ibid., 51).
También la humanidad de Jesús recibe del
Padre toda su incomparable dignidad. Del Aunque la vida divina es inaccesible en sí
seno del Padre descendía constantemente misma, este sacramento hace que venga a
sobre Jesús una efusión inagotable de vida nosotros. Todo aumento de santidad que el
divina, que le comunicaba la plenitud de la Padre quiere otorgar a sus hijos adoptivos
gracia santificante, la caridad infusa y los lo ha puesto en manos de Jesús para que
dones del Espíritu Santo. éste nos lo comunique.
La unión hipostática santificaba el alma Considerad esta maravilla: el alma del
y el cuerpo de Cristo. Esta «gracia de Salvador estaba en contacto ininterrumpi-
unión» constituía la raíz de todas las demás do con el Verbo y éste la vivificaba. Nues-
comunicaciones otorgadas a la humanidad tra unión sacramental con Cristo no dura
de Cristo para el cumplimiento perfecto de cada día más que unos pocos momentos,
su misión redentora. pero, por breve que sea, ¡qué poder más
grande tiene para santificarnos! Aunque
De esta manera, el alma de Jesús no ce- esta unión sacramental no es tan íntima
saba de contemplar al Padre, al Verbo y al como la del Verbo con su humanidad, sin
Espíritu Santo. Es verdad que dentro de la embargo es verdad que el autor de la gracia
unidad de la persona divina, las dos natura- reposa en el alma, la reviste de sus méritos,
lezas continuaban siendo realmente distin- le concede el don de vivir la vida de la filia-
tas; pero existía entre ambas una unión in- ción adoptiva y le abre el acceso hasta la
efable. Todo lo recibía Jesús del Padre, misma Trinidad: «Si alguno me ama…, mi
como de única fuente, y Él, a su vez, se con- Padre le amará, y vendremos a él y en él
sagraba enteramente a su Padre y le glorifi- haremos morada» (Jo., XIV, 23).
caba en todas sus acciones. La unión sacramental guarda una seme-
Este es el ideal de eminente santidad que janza tan real con la unión del Verbo y su
Cristo quiere establecer en el alma del que humanidad, que el mismo Jesús es quien
comulga. nos lo asegura: «Así como me envío mi
148 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

Padre vivo, y vivo Yo por mi Padre, así tam- cramento. Veamos ahora concretamente
bién el que me come vivirá por mí» (Jo., cuáles son las gracias que produce en el
VI, 57). No es posible llegar a comprender alma cada comunión.
toda la profundidad del misterio de la unión Los sacramentos producen el efecto ex-
eucarística si no se tiene en cuenta este presado por su elemento sensible. Por eso,
paralelismo que el mismo Cristo quiso la Eucaristía, que ha sido instituida en for-
emplear. Considerad la estupenda elevación ma de banquete, debe producir en el orden
que esta comparación deja entrever hasta sobrenatural una misteriosa alimentación
que lleguéis a empaparos en la verdad que de la vida del alma.
nos descubre. Si así lo hacéis, no os quepa
duda de que durante toda vuestra vida sa- El alimento corporal primeramente es
cerdotal sentiréis cómo se afianzan y se absorbido, y luego el organismo lo asimila
estimulan el respeto y la confianza de al- y, de esta manera, conserva la vida y asegu-
canzar la gracia que os debe acompañar ra el crecimiento. El pan eucarístico obra
siempre que comulgáis. San Hilario resu- en nosotros de modo análogo. Al tiempo que
me en estos concisos términos estas ideas «lo recibimos por la boca», quod ore sump-
tan elevadas: «Cristo ha recibido su vida del simus, «Cristo se une a nuestra alma»: pura
Padre, y así como Él vive por el Padre, así mente capiamus, y fecunda y aumenta en
también nosotros vivimos por su carne»: ella la vida divina, cuyo germen recibimos
Quomodo per Patrem vivit, eodem modo en el bautismo.
nos per carnem ejus vivimus [De Trini- Cuando comemos, transformamos en
tate, VIII, P. L., 10, col. 248]. nuestra propia sustancia el alimento que
tomamos; pero cuando recibimos a Jesús
La Misa cuenta entre sus más altas pre-
en la Eucaristía no sucede así, sino que, por
rrogativas la de ser realmente un festín nup-
el contrario, es Jesús quien nos transforma
cial. En el momento de la encarnación, el
en Él. En esta misteriosa unión que produ-
Padre presentó a su Hijo una naturaleza hu-
ce la Eucaristía, se realiza plenamente la
mana que estaba destinada a unirse a él
frase que San Agustín pone en labios del
como una esposa inmaculada. En el altar,
Señor: «Yo soy manjar de los que son ya
el sacerdote presenta a Cristo unas almas
grandes y robustos: crece, y entonces te
para que las vivifique: su propia alma y las
serviré de alimento. Pero no me mudarás
de los asistentes, para que el Señor se co-
en tu sustancia propia, como sucede al man-
munique a ellas y las haga participar de su
jar de que se alimenta el cuerpo, sino al
propia vida.
contrario, tú te mudarás en mí» [Confe-
Procuremos caer en la cuenta del ideal ssiones, VII, 10. P. L., 32, col. 742].
tan sublime al que nos invita la sagrada co- Este es el primer efecto sacramental que
munión. Porque nuestro progreso en la san- la comunión produce ex opere operato: el
tidad depende, en gran parte, de nuestra aumento de la gracia santificante. Cada vez
manera habitual de participar del banquete que nos acercamos a comulgar con las de-
eucarístico. bidas disposiciones, la gracia nos hace más
semejantes a Dios, más «deiformes», en
4.- Efectos de la comunión virtud de «una participación sobrenatural de
La consideración de la naturaleza de la su naturaleza»: Efficiamini divinæ consor-
unión divina que establece en nuestras al- tes naturæ (II Petr., I, 4).
mas la Eucaristía no agota todo lo que de-
bemos recordar acerca de este inefable sa-
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 149

Para que llegue a consumarse en toda su ambulavit in fortitudine cibi illius usque
plenitud la unión del hombre con Cristo, el ad montem Dei (III Reg., XIX, 8). También a
Padre ha querido que la virtud propia del nosotros la sagrada comunión nos suminis-
sacramento sirva también para avivar y en- tra un «remedio a nuestra flaqueza» como
fervorizar en nosotros la caridad habi- nos enseña la liturgia: Fortitudo fragilium
tual. Este amor que produce en nosotros la [Postcomunión de las ferias de Cuaresma].
Eucaristía no solamente nos acerca a Cris- El amor que enciende en nuestras almas nos
to, sino que llega a unirnos tan estrecha- permite vencer el hastío, la pereza y las ten-
mente a Él, que «poco a poco va transfor- taciones, ayudándonos eficazmente a lle-
mándonos en el objeto amado»: In virtute var nuestra cruz en pos del divino Maestro.
hujus sacramenti, dice Santo Tomás, fit Otro de los efectos propios de la Euca-
quædam transformatio hominis ad Chris- ristía es el de perdonar los pecados ve-
tum, per amorem [IV Sententiarum, Dis- niales. El amor fervoroso, que es el efecto
tinctio XII, q. 11, 2]. Es tan grande la inti- inmediato de la gracia que este sacramento
midad de la presencia divina en la sagrada nos comunica, produce en el alma una gran
comunión, que el Salvador ha podido de- aversión a todo cuanto obstaculiza la unión.
cir: «El que come mi carne… está en mí y Este aborrecimiento del pecado nos con-
Yo en él» (Jo., VI, 56). sigue de Dios el perdón de aquellos peca-
dos veniales a los que no tenemos afecto.
Esta voluntaria adhesión de amor a Cris- Esta es la razón de porqué la Eucaristía «pu-
to vivifica y fortalece toda la práctica de rifica al alma de las manchas que en ella
las virtudes cristianas, porque la caridad han dejado los pecados cometidos»: Ut in
tiene una eficacia soberana para ayudar al me non remaneat scelerum macula. Ade-
sacerdote en su afán de imitar los ejemplos más que por los auxilios divinos que nos
de Jesús. Nunca llegaremos a alcanzar la asegura, «corrige nuestras malas inclina-
verdadera santidad si el Padre no encuentra ciones»: Vitia nostra curentur [Postco-
en nuestras almas los rasgos propios de su munión de la dominica XVII después de
Hijo encarnado. Debemos procurar asimi- Pentecostés]. Por eso, todos los días pedi-
larnos de tal manera a Cristo, que el Padre mos al Señor en la Misa que la recepción
nos reconozca como verdaderos hijos su- de la Eucaristía nos sirva de «saludable re-
yos. Y la Eucaristía es la que nos sostiene y medio»: Ad medelam percipiendam.
estimula en esta empresa de asimilarnos La alegría espiritual, que tanta impor-
para imitar a Cristo, ya que nos da las gra- tancia tiene en nuestra vida sacerdotal, es
cias que necesitamos para imitar a Jesucris- otra de las gracias que nos proporciona la
to en la aceptación de la divina voluntad, de Eucaristía, por más que sean muy pocos los
la entrega de nuestras personas y de nues- que reparan debidamente en ella.
tras actividades al bien del prójimo, en la
paciencia y en el espíritu de perdón. La sagrada comunión es un inmenso
manantial de la más pura, íntima y sóli-
Todos aspiramos a ser sacerdotes fervo- da alegría. Dios es la felicidad por esen-
rosos. No importa que tengamos un tem- cia y todo el bien que se encuentra en la
peramento débil o enérgico. La sagrada creación no es sino un reflejo, una sombra
comunión nos infunde a todos la fuerza de esta felicidad infinita. Es tan grande la
que viene del mismo Dios. El pan que reci- alegría que se experimenta en el cielo, que
bió Elías «para reanimarle en su desfalleci- San Pablo nos dice que «ni el ojo vio, y ni el
miento» era una figura de la Eucaristía: Et oído oyó, ni vino a la mente del hombre, lo
150 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

que Dios ha preparado para los que le Aunque no tengamos una fe muy viva en
aman» (I Cor., II, 9). las maravillas que produce la Eucaristía,
La unión eucarística nos comunica no ya debemos, sin embargo, cuando llega el
una emanación de esta felicidad celestial, momento de la comunión, esforzarnos en
sino a su mismo Autor, que viene a noso- creer con firmeza en la realidad y en la
tros con todas sus incomparables riquezas. grandeza de este don inefable que Dios hace
Santa Rosa de Lima decía que en el mo- a nuestra alma. Si así lo hacemos, es segu-
mento de comulgar le parecía que el mis- ro que poco a poco irá obrándose en la in-
mo sol entraba en su alma [Acta Sanctorum, timidad de nuestra vida sacerdotal una bien-
39. Augusti, V, pág. 958]. Y puede decirse hechora transformación.
con toda verdad que, así como en la crea- Nunca llegaremos a agotar la vitalidad de
ción el sol es fuente de luz, de vida y de los frutos que nos suministra este divino
crecimiento, así también en la intimidad del sacramento. Y ya que no podamos agotar la
alma este Jesús a quien recibimos en la sa- materia, vamos siquiera a señalar un últi-
grada comunión es la fuente de esta alegría mo y supremo efecto: la Eucaristía «nos
siempre floreciente y de este coraje que no da la garantía de la felicidad eterna»: Et
conoce el abatimiento que constituyen la futuræ gloriæ nobis pignus datur [Antí-
fuerza que sostiene al cristiano. fona de las vísperas del Corpus Christi].
No hablo ahora de los consuelos sensi- Ella nos prepara y nos dispone para el fes-
bles, sino de aquella esperanza, de aquel tín celestial «en el reino del Padre», festín
entusiasmo que hacía exclamar a San Pa- que el mismo Cristo prometió después de
blo: «Reboso de gozo en todas nuestras tri- la última Cena (Mt., XXVI, 29), festín en el
bulaciones» (II Cor., VII, 4). Esta alegría so- que «hartará a los elegidos de su gloria»:
brenatural era la que hacía que los mártires Satiabor cum apparuerit gloria tua (Ps.,
sonrieran y cantaran en medio de los supli- 16, 15). ¿Pensamos en esto todo lo que de-
cios. Era que antes de salir a la arena del biéramos siempre que decimos: «Que el
anfiteatro se habían fortalecido con el ban- cuerpo…, que la sangre del Señor guarde
quete de las bodas del Cordero, era que ha- mi alma hasta la vida eterna»?...
bían comulgado.
Esta felicidad que comunica la Eucaris- 5.- Unidad en Cristo
tía se traduce en ciertas almas en un vivo Todos los efectos de los que hasta ahora
sentimiento de serenidad y de paz. Cuando os he hablado conciernen a cada uno de
el general de Sonis estaba en campaña so- nosotros en particular. Pero la Eucaristía
lía comulgar siempre que tenía oportuni- es, además de todo esto, el sacramento que
dad de hacerlo. El día de la batalla de Solfe- nos une a Cristo en cuanto es Cabeza del
rino, escribía después que hubo terminado Cuerpo Místico. Ella injerta al cristiano en
el combate: «No creo que durante toda esta esta plenitud de orden sobrenatural que hace
terrible jornada haya perdido de vista la pre- que Cristo y nosotros formemos un todo
sencia de Dios ni un solo instante». ¿No es único e incomparable.
verdad que la actitud que observó este va-
liente soldado en medio del tumulto y de Debemos tener conciencia clara de que
los peligros de la batalla es un sorprenden- pertenecemos al Cuerpo Místico. Y mucho
te y aleccionador ejemplo de lo que puede más nosotros los sacerdotes, porque ella
y debe ser la serenidad y la tranquilidad del es la que sostiene nuestro celo con las al-
alma santificada por la divina presencia? mas que nos han sido confiadas.
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 151

Jesucristo desea ardientemente que los vor de la caridad hará que seamos siempre
fieles de su Iglesia estén unidos a su Ca- respetuosos y cariñosos con el prójimo,
beza y que ellos lo estén entre sí. En la consagrándonos a su bien con olvido total
última Cena, luego que hubo instituido de nosotros mismos. Y cuando llegue el
el sacramento de la Eucaristía, se diri- momento de la comunión, alejará de nues-
gió a su Padre para pedirle que todos sus tra alma el recuerdo de las faltas del próji-
fieles estuviesen unidos en Él. «Padre mo, y nos tendrá al abrigo de la indiferen-
santo, guarda en tu nombre a éstos… para cia, de la frialdad y de todo lo que contri-
que todos sean uno, como tú, Padre, es- buye a la división. Así será como la Eucaris-
tás en mí y Yo en ti…, para que sean con- tía, que es sacramento de la unidad, nos in-
sumados en la unidad» (Jo., XVII, 11, 21, corporará cada vez más a Cristo: «Te roga-
23). La Misa y la comunión –banquete mos, oh Dios omnipotente, que seamos
de las bodas del Hijo de Dios– son los contados entre los miembros de Aquél, con
medios sagrados que han sido principal- cuyo cuerpo y sangre comulgamos» [Post-
mente destinados a realizar esta unión tan comunión del sábado de la 3ª semana de
sublime: «Porque el pan es uno, nos dice Cuaresma].
el Apóstol, somos muchos un solo cuer- ¿Se puede afirmar que la santa Humani-
po, pues todos participamos de ese úni- dad de Jesús está presente en el alma de
co pan»: Quonian unus panis, unum cor- todos y cada uno de los miembros de su
pus multi sumus, omnes qui de uno pane Cuerpo Místico?
participamus (I Cor., X, 17). La virtud
No cabe duda que al comulgar nos pone-
del sacramento hace que las almas pene-
mos en contacto con Jesús y que entonces
tren en el misterio del Cuerpo Místico,
ejerce en nosotros su soberano dominio.
convirtiéndolas en miembros más unidos
Como declara el Concilio de Efeso: «La
al Señor, que viven más de su vida y se
carne de Cristo es vivificadora…, porque es
consagran más plenamente a su servicio.
la carne del verbo»: Carnem Domini vivi-
Son tan amplios los frutos de la unión ficatricem esse… quia facta est propria
eucarística, que los fieles no solamente se Verbi [Canon 11]. En el sacramento, Jesús
sienten impulsados a amar a Cristo, sino toca, santifica y entra en posesión del alma,
también, con Él y por Él, a todo su Cuerpo irradiando su virtud sobre ella desde el foco
Místico. La gracia del sacramento nos hace glorioso de la Eucaristía. Mientras perma-
abrazar el «Cristo total»: la Cabeza, los necen sin alterarse las especies sagradas,
miembros y todas las almas que han sido el alma se beneficia de este contactus vir-
redimidas por su sacrificio. La caridad es tutis, dependiendo más y más de la acción
el aglutinante sobrenatural que tiene el po- del Señor y uniéndose más íntimamente a
der, ya desde aquí abajo, de unir entre sí de su Cuerpo Místico.
una manera maravillosa a todos los miem- Pero, aún cuando cese la presencia sa-
bros que forman la ciudad de Dios. cramental, el alma fiel continúa estando
Hagamos el propósito de que el reinado siempre bajo la influencia del Señor, del
de la caridad de Cristo en su Iglesia consti- cual es miembro. El Señor continúa asis-
tuya siempre el objeto de nuestros deseos, tiéndole tanto desde fuera como desde lo
de nuestro celo y de nuestra predicación. más íntimo de su ser para fecundar su vida
Trabajemos para que sea una realidad en la sobrenatural. «Él habita siempre de alguna
diócesis, en la parroquia, en las obras que manera en su corazón»: Christum habitare
dirigimos, en todo cuanto nos rodea. El fer- per fidem in cordibus nostris (Eph., III,
152 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

17). No se refiere el Apóstol con estas pa- valor el don del Padre ni la misericordiosa
labras a la presencia eucarística, sino a esa condescendencia de Jesús. Si nos falta la
otra unión eficaz, íntima y continua, en vir- fe, quedaremos indiferentes ante las rique-
tud de la cual Cristo, el Verbo encarnado, zas sobrenaturales que nos proporciona la
Cabeza del Cuerpo Místico, vive y obra de Eucaristía.
modo permanente en el alma de todos y Por el contrario, cuando el alma tiene una
cada uno de nosotros. fe despierta y atenta, queda como sobreco-
gida de admiración, y se da perfecta cuenta
6.- Obstáculos para alcanzar de que el don de Cristo al mundo y a cada
los frutos de la comunión uno de los hombres sigue siendo siempre
A veces nos quejamos de que nuestras actual y operante. Este sacramento hace
comuniones no producen apenas en nues- «que seamos llenos de toda plenitud de
tra alma fruto alguno y lo mismo oímos Dios»: Ut impleamini in omnem plenitu-
decir a otras almas piadosas. Y, sin embar- dinem Dei (Eph., III, 19).
go, «este pan bajado del cielo contiene en Cuando, al contemplar estas maravillas,
sí todo sabor espiritual»: Omne delecta- sufrís porque, a pesar de haberos prepara-
mentum. do debidamente, no sentís en vuestro cora-
El poco fervor de nuestras comuniones zón aquel santo ardor que esperabais, no por
proviene ordinariamente de múltiples cau- eso debéis afligiros. Dios no os pide que
sas. Algunas de ellas son pasajeras. La sa- entréis en contacto con las realidades so-
lud, el ambiente y la desgana que puede ve- brenaturales por medio del sentimiento,
nirnos en el momento de ir a celebrar sue- sino que quiere que le sirváis y le améis en
len impedir que el alma guste con la debida la oscuridad de la fe y por la adhesión de
paz de la divina presencia. vuestra voluntad. Los sentimientos son úti-
les en cuanto que sirven para avivar nuestra
Pero dejemos a un lado estas razones par- fe. En vuestras comuniones y en vuestras
ticulares y fijemos nuestra atención en dos relaciones íntimas con la Eucaristía procu-
obstáculos que a todos se pueden ofrecer, rad uniros al Señor por la fe, como lo hacía
y a los cuales es menester poner remedio San Pablo cuando decía: In fide vivo Filii
eficaz: la falta de fe viva y la insuficiencia Dei (Gal., II, 20).
del don de sí mismo.
La Eucaristía es, por excelencia, el mys- Hay una segunda disposición interior, de
terium fidei. Cuando contemplamos la hos- cuya falta se siguen grandes inconvenien-
tia consagrada, nada hay que revele a nues- tes para obtener los debidos efectos de la
tros sentidos la presencia real de nuestro comunión. Me refiero al don de sí mismo.
Salvador. Y, sin embargo, Él está allí, con Ya que el Señor se nos entrega en la sagra-
toda la majestad de su gloria, con el mismo da comunión, ¿no será conveniente que
amor que nos profesaba cuando vivía entre también nosotros, por nuestra parte, nos
nosotros durante su vida mortal. Sola la fe entreguemos a Él? Esta donación de sí mis-
alcanza este misterio, por encima de las mo consiste en poner toda nuestra vida a
apariencias del pan y del vino. disposición del Señor, aceptando de ante-
Si en el momento de comulgar nuestra mano todo cuanto su voluntad quiera orde-
fe es débil, o permanece como dormida, o narnos tanto en el presente como en lo por-
si se deja distraer por las cosas exteriores, venir. Este abandono es la dispositio unio-
es natural que no pueda apreciar en su justo nis por excelencia. Gracias a ella, Cristo
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 153

no encuentra en nosotros nada que pueda y se abandonó, como la esposa se entrega y


oponerse a su reinado en nuestra alma. se abandona a su esposo. Ecce venio… ut fa-
«Comunión» quiere decir «unión con» ciam voluntatem tuam (Hebr., X, 7). ¿Cuál
Jesús. Para que pueda realizarse esta fue la actitud interior que observó la Santí-
unión hay que presentar al Señor un alma sima Virgen durante toda su vida? Sin duda,
a la cual pueda unirse con su santidad y la misma que nos da a entender la respues-
su amor. Cristo no puede unirse con el ta que dio al ángel el día de la anunciación:
que no es humilde, con el que no le aco- «He aquí la esclava del Señor».
ja plenamente, con el que abandona sus Estas dos palabras: Ecce venio… Ecce
deberes de estado y, sobre todo, con el ancilla… se hacen eco la una a la otra.
que no tiene caridad y no sabe perdonar Esta debe ser también la disposición de
al prójimo. ¿No es verdad que sería co- nuestra alma cuando nos acercamos a co-
meter una hipocresía el pretender unirse mulgar. Esta disposición es eminentemen-
a la Cabeza, al mismo tiempo que se des- te sacerdotal y corresponde a la misión que
entiende de las necesidades de sus miem- el sacerdote ejerce en la Iglesia. Ella faci-
bros y se menosprecia su amor? Lo que lita el Imitamini quod tractatis y asegura a
obstaculiza nuestra unión con Cristo es nuestras comuniones abundantes frutos de
nuestro amor propio, nuestra susceptibi- gracia.
lidad, nuestros proyectos de vanagloria,
nuestras aspiraciones egoístas, nuestras
miras terrenas o demasiado humanas. Todo Además de estos dos obstáculos, hay otro
esto se opone a que nuestra voluntad se tercero del que tendrán seguramente expe-
conforme plenamente con la de Jesús. riencia los sacerdotes celosos que están
No son, pues, nuestra debilidad ni nues- consagrados de lleno a sus ministerios. Se
tras miserias morales las que nos impiden trata de la dificultad de entretenerse a so-
participar de los frutos del sacramento, las con el Señor, tanto antes como después
cuando lejos de complacernos en ellas las de la comunión. Cuando quisieran poder
lamentamos. Precisamente Jesús viene a dedicar un rato a la oración, por todas par-
nosotros para darnos la fuerza que necesi- tes les molestan e importunan sin cesar.
tamos para combatir nuestros defectos. «Él Creo que el mejor consejo que puedo
cargó sobre sí nuestras enfermedades y car- darles a los que así se ven asaeteados por
gó con nuestros dolores»: Vere languores sus ocupaciones es que se esfuercen en
nostros ipse tulit et dolores nostros ipse suplir esta falta de recogimiento con una
portavit (Isa., LIII, 4). gran pureza de intención, diciendo con viva
¿Dónde encontraremos el modelo más fe: «Yo sirvo a Cristo en sus miembros y
perfecto de este don de sí mismo? En el les dedico todo mi ministerio por amor a
mismo Cristo. Según la doctrina de los Pa- Él».
dres de la Iglesia, la unión de sus dos natu- La mejor preparación inmediata para
ralezas tenía un carácter nupcial. Cuando comulgar bien es celebrar la santa Misa
comulgamos, nos unimos a Cristo por el con fe viva.
amor, y Cristo entonces nos atrae y nos une Si no podemos dar gracias inmediata-
a Él para que seamos siempre suyos. mente después de celebrar el santo sacrifi-
¿Cuál fue la disposición fundamental de cio, la podemos suplir más tarde con una
la humanidad de Jesús desde el momento oración o con una visita al Santísimo Sa-
mismo de su encarnación? Ella se entregó cramento. Claro está que no quiero decir
154 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

con esto que sea lícito el minimizar la im-


portancia de una religiosa y respetuosa ac-
ción de gracias. Solamente pretendo recor-
daros que, si a pesar de vuestro buenos de-
seos, os asaltan las necesidades urgentes
del ministerio, no por eso debéis perder la XIV
confianza, porque la dispositio unionis por
excelencia consiste en el don de sí mismo.
El hábito de acordarse durante el día El Oficio Divino
del insigne beneficio de la comunión de la
mañana y de prepararse por anticipado a la
del día siguiente es también una excelente Aun después de haber bajado del altar
práctica de piedad para obtener abundantes continuamos siendo sacerdotes. Además
frutos de la recepción de este sacramento. del sacrificio de la Misa, tenemos otra fun-
ción sacerdotal que ofrece a Dios, que con-
siste en glorificarle mediante la recitación
Todas las mañanas encontramos en el al- del oficio divino.
tar un amigo infinitamente digno de ser
amado, que es Jesús, nuestro Dios. Animé- Toda la vida de Jesús fue un homenaje
monos a amarle con humildad, a entregar- sacerdotal. Desde el momento mismo que
nos a Él sin reserva, con todas las vicisitu- entró en el mundo, el Verbo encarnado se
des del presente y con todo el misterio que presentó a su Padre en calidad de sacerdo-
encierra el porvenir. Apoyándonos única- te y durante toda su existencia terrena Je-
mente en sus méritos y en su gracia para sús ofreció a su Padre una adoración y una
poder alcanzar esta santidad de vida y para alabanza ininterrumpida.
llegar a esta plenitud de unión con Él. Así Antes de empezar a recitar las Horas,
nos lo recomienda San Agustín: «Amemos solemos hacer alusión a esta constante ora-
a Dios por el don que nos ha hecho de sí»: ción sacerdotal de nuestro Salvador, cuan-
Amemus Deum de Deo [Sermo, 34. P. L., do expresamos nuestro deseo de «cumplir
38, col. 210]. nuestro deber, de recitar las Horas unién-
Un alma que vive con estos sentimientos donos a aquella divina intención que le ani-
puede celebrar y comulgar siempre con maba cuando alababa a Dios en este mun-
mucho fruto. do».
Por la diaria recitación del breviario, el
sacerdote aspira a imitar a Cristo en su con-
templación del Padre y en su oración per-
fecta. Y así es cómo rinde al Señor la glori-
ficación a que tiene derecho.
Desde el día mismo que se ordenó de
subdiácono, la vida del ministro de Cristo
está enteramente consagrada al servicio
divino. El culto de Dios es la primera y la
principal razón de ser de su estado. Y por
eso precisamente la Iglesia no se contenta
con recomendarle que sea un hombre de
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 155

oración, sino que incluso le prescribe has- 3). Él constituye en el seno del Padre el
ta la forma en que debe orar. Si se exceptúa sublime cántico eternal: Et Verbum erat
la asistencia a la Misa y la recepción de los apud Deum (Jo., I, 1); Él es, por excelen-
sacramentos, los simples fieles tienen li- cia, el himno infinito de glorificación que
bertad para escoger sus devociones, pero se canta in sinu Patris. Nosotros somos
la oración y la alabanza del sacerdote tiene incapaces de formarnos una idea adecuada
tal importancia, que la Iglesia las ha regla- de esta alabanza que el Hijo tributa al Pa-
mentado con todo detalle. dre, en cuanto que es la Palabra subsistente
La Iglesia ha impuesto a los sacerdotes el que expresa toda su perfección.
deber de recitar el oficio divino como una Además, el Verbo, que es uno con el Pa-
grave obligación. ¿Por qué esta gravedad? dre y el Espíritu Santo, «ha creado todas
Ante todo, porque las Horas canónicas las cosas»: Omnia per ipsum facta sunt.
constituyen un homenaje de religión que la Esta creación la había concebido el Padre
Iglesia se cree obligada a ofrecer a Dios en su Sabiduría; en ella, «en el Verbo, la
por los labios de sus ministros. Y, además, creación tenía ya vida» y cantaba la gloria
porque el sacerdote debe recurrir al gran del Padre: Quod factum est, in Ipso vita
medio de la oración renovada incesante- erat.
mente, para evitar la medianía moral y para Al encarnarse, el Hijo no ha dejado de
mantenerse en el fervor. ser la Palabra viviente, el Cántico que era
Hay quienes se lamentan de que el bre- desde toda la eternidad, pero al asumir la
viario «no les dice nada» y de que su reci- naturaleza humana, ha alabado al Padre de
tación, en lugar de servirles de aliento y de otra nueva manera. Desde este punto, exis-
consuelo, resulta para ellos una carga pe- te en la tierra una alabanza humana que es
sada. Reconozco que la recitación diaria de propia del Verbo encarnado.
las Horas canónicas implica un deber que Reconocemos, pues, en Cristo un himno
es, hasta cierto punto, penoso. Pero no du- divino que sobrepasa nuestros alcances y
déis que, si os penetráis de las grandes ver- que adoramos profundamente, y un himno
dades de la fe que os vamos a recordar y humano. En cuanto hombre, Jesús alababa
seguís las directivas que os vamos a propo- a su Padre con la alegría que le proporcio-
ner, experimentaréis hasta qué punto pue- naba su participación de la filiación eterna.
de sobrenaturalizarse toda vuestra vida sa- Su alma contemplaba en el Verbo la vida de
cerdotal mediante la digna recitación del la Trinidad.
breviario.
Pero, además, toda la naturaleza creada
tomaba de Él un nuevo impulso para ben-
1.- Excelencia del oficio divino decir al Padre. Jesús era, por decirlo así, la
¿Cómo podremos formarnos una idea boca de toda la creación. Esta alabanza será
digna y cabal de las excelencias de la ora- siempre la de un Dios, pero se expresaba
ción oficial de la Iglesia? en un lenguaje humano adecuado a nuestra
En la adorable Trinidad, Dios se da a sí naturaleza y revestía diversas formas de
mismo una gloria digna de Él y una alaban- expresión.
za perfecta. Lo sabemos por la revelación, ¡Qué motivo de contemplación más ad-
ya que el Verbo, la segunda persona de la mirable nos ofrece la oración de Jesús du-
Trinidad, es «la gloria del Padre»: Splendor rante su vida mortal!: Erat pernoctans in
gloriæ et figura substantiæ ejus (Hebr., I, oratione Dei (Lc., VI, 12).
156 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

Y cuando Cristo cantaba en la sinagoga u sola voz?... Es la Iglesia quien intercede en


oraba en el templo uniéndose a la plegaria Cristo y es Cristo quien intercede en la
del pueblo judío –y se puede, sin duda, afir- Iglesia; el cuerpo es uno con la cabeza y la
mar que así lo haría desde los doce años–, cabeza es una con el cuerpo»: In Ecclesia
su oración subía a Dios «como un incien- loquitur Christus; et corpus in capite, et
so, como un suave perfume», in odorem caput in corpore [Enarrat. super psal-
suavitatis. Jesús conocía los salmos y to- mos, II, 4. P. L., 36, col. 232].
das las actitudes religiosas que evocaban Voy a emplear una semejanza que os ayu-
estos cánticos inspirados cobraban vida en de a comprender mejor este misterio. Las
Él de una manera sublime: «Obras del Se- satisfacciones que ofreció Cristo para la
ñor, bendecir al Señor». «¡Oh Yahvé, Señor expiación de los pecados del mundo fue-
nuestro, cuán magnífico es tu nombre en ron sobreabundantes, como la Iglesia nos
toda la tierra!»: Quam admirabile est no- enseña. Y sin embargo, Dios ha querido re-
men tuum in universa terra (Ps., 8, 2). servar una parte de sufrimientos al Cuerpo
Jesús ha ofrecido a Dios el culto de la Místico. Así lo afirma el Apóstol: «Suplo
plegaria que todo hombre debe rendirle en en mi carne lo que falta a las tribulaciones
justicia. Jesús honraba a su Padre con la de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia»:
adoración, el amor, la alabanza, la acción Adimpleo ea quæ desunt passionum
de gracias y la plegaria. Y todos estos ac- Christi… pro corpore ejus quod est Eccle-
tos alcanzaban en Él una perfección y un sia (Col., I, 24). Lo que es verdad respecto
valor infinitos como consecuencia de la de la expiación, se puede decir también de
unión de su humanidad al Verbo. la obligación que tenemos de adorar a Dios,
de alabarle y de darle gracias. Debemos
Antes de subir al cielo, Cristo ha legado prolongar y «completar los homenajes que
a la Iglesia, su Esposa, toda la inmensa ri- Cristo tributa a su Padre»: Adimplere ea
queza de sus méritos, de sus gracias y de quæ desunt laudationum Christi.
su doctrina, como también el poder de con- La Iglesia ha organizado esta oración,
tinuar en la tierra la obra de glorificar a la acomodándola al lenguaje y a los gestos
Trinidad que Él había inaugurado. que solemos emplear los hombres. Cual-
quiera que sea la forma de expresión de que
Y la Iglesia «se apoya en su Esposo»: In-
se sirva, la liturgia continúa la obra de ala-
nixa super dilectum (Cant., VIII, 5) para
banza del Salvador, asociándose al cántico
hacer que su plegaria llegue hasta Dios.
del Verbo encarnado. Así es como la ora-
Esta alabanza de la Iglesia Jesús la hace suya
ción de la Iglesia se levanta desde el de-
en el cielo: «Por Él, dice San Pablo, ofrez-
sierto de esta vida hasta el seno del Padre.
camos de continuo a Dios sacrificio de ala-
banza, esto es, el fruto de los labios que Es verdad que la santa Misa es el sacri-
bendicen su nombre» (Hebr., XIII, 15). En ficium laudis por excelencia; pero también
la cruz, Jesucristo se entregó enteramente es cierto que esta glorificación se prolon-
por amor a su Iglesia y permanece para ga a todo lo largo del día por medio del
siempre estrechamente unido a ella. El cán- oficio divino, cuyas Horas forman como
tico de los miembros se confunde con el un halo de luz ininterrumpido en torno a la
de su Cabeza. Esto es lo que inspiró aque- inmolación sagrada.
llas sorprendentes palabras que escribió Nosotros los sacerdotes hemos recibi-
San Agustín: «Son dos en una sola carne; do la misión de cumplir estas elevadas fun-
¿pues por qué no habían de ser dos en una ciones. Desde que recibió el subdiaconado,
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 157

el sacerdote goza del privilegio de «hablar que San Benito da el hermoso título de
a Dios en nombre de toda la Iglesia»: Totius Opus Dei, y de las que San Alfonso nos dice
Ecclesiæ sit quasi os [San Bernardino de que «cien oraciones privadas no tienen el
Sena, Opera omnia, Venetiis, apud Juntas, valor de una sola que se haga en el oficio
1591. I, Sermo XX, p. 132]. El ruega lo divino». Es, ciertamente, una obra magní-
mismo por los pecadores que por las al- fica la que se nos ha confiado. ¿Qué es lo
mas que están unidas a Cristo por el víncu- que espera Dios de sus sacerdotes? Sin
lo de la caridad. Cuando recita el oficio di- duda, que se entreguen con ánimo genero-
vino, actúa como un embajador, como un so a trabajar por el bien de las almas, pero
mediador acreditado, porque la Iglesia le hay que tener en cuenta que esta entrega
ha confiado la misión de alabar a Dios y de debe ser fecundada por la recitación del
interceder por todos los fieles. breviario. Y de esto debéis estar profunda-
Esta plegaria oficial siempre es escucha- mente convencidos.
da por Dios: Sonet vox tua in auribus meis
(Cant., II, 14). El sacerdote siempre tiene
abierta la puerta para ser recibido en au- 2.- La preparación
diencia por Dios. Aunque sus disposicio- El oficio divino es la oración oficial de la
nes personales no respondan a la dignidad Iglesia. De ahí procede su valor primordial.
de su misión, con todo, el título que ha re- Pero esta oración no puede elevarse has-
cibido de la Iglesia suple con creces sus ta el cielo, sino a través de nuestros labios y
deficiencias. Un misionero que vive perdi- de nuestro corazón. De ahí que la piedad
do en la selva nunca dice Orem, sino Ore- personal del sacerdote juegue también un
mus, y la razón de esto está en que, al ele- papel importante –aunque de distinto or-
var a Dios su plegaria, lo hace en nombre den– en la recitación de las Horas canóni-
de todo el pueblo cristiano esparcido por cas. La fe del sacerdote, su amor a Cristo y
el mundo. su espíritu de alabanza contribuyen a que
Este ministerio sacerdotal de alabanza y se santifique por medio del oficio divino,
de intercesión es uno de los más eficaces aumentando sus méritos y haciendo que su
para la salud del mundo. «Haced, Señor, que intercesión sea más eficaz en la presencia
la oración vespertina suba hasta Vos, y que de Dios.
vuestra misericordia descienda sobre no-
sotros» [Versículo inspirado en los salmos. Es de suma conveniencia que, antes de
Oficio monástico del sábado, ad Vesperas]. recitar el breviario, dispongamos nuestros
Aunque el Señor podría santificar las almas corazones para rezarlo bien. La primera y
sin nuestro concurso, quiere, sin embargo, más importante condición de esta prepara-
servirse de nuestra colaboración. El oficio ción consiste en que nos recojamos duran-
divino juega un papel importantísimo en el te unos momentos. Creo que nunca insisti-
orden de la providencia. La recitación del remos bastante en recomendar esta prácti-
breviario es una gran obra de fe: nosotros ca que es de capital importancia.
no conocemos los resultados de nuestros Tened en cuenta que, «sin la gracia, so-
esfuerzos y de nuestra plegaria, pero Dios mos incapaces» de orar como conviene:
los conoce y sabe apreciar todo el mérito Sine me nihil potestis facere (Jo., XV, 5).
que tienen. El Deus in adjutorium del principio de cada
Así se comprende todo el valor que la hora nos recuerda constantemente esta gran
Iglesia concede a las Horas canónicas, a las verdad.
158 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

Y, sin embargo, he aquí lo que tantas ve- debiera ser un motivo de alegría y como un
ces nos ocurre: después de haber estado rayo de sol en nuestra vida interior.
ocupados en asuntos que nos han tenido Permitidme que os refiera un recuerdo
completamente distraídos o absorbidos, personal que confirma la necesidad de la
solemos tomar el breviario y empezamos a preparación. Éramos tres amigos en el co-
rezarlo de repente, sin siquiera recogernos legio, que, aunque no teníamos amistad muy
un momento para pedir a Dios su gracia. Y estrecha, la conservamos, sin embargo, du-
aunque, hablando desde un punto de vista rante cincuenta años. Entramos a la vez en
estrictamente canónico, podamos decir que el seminario y juntos fuimos enviados a
hemos cumplido nuestra obligación, es in- estudiar a Roma. Años más tarde, cuando yo
evitable que nuestra oración carecerá de era vicario de una parroquia de los arraba-
toda unción y apenas obtendremos ningún les de Dublín, recibí la visita de uno de es-
fruto. tos amigos, el cual observó que yo empecé
Hace muchos años que rezo el oficio di- a rezar las Horas sin recogerme antes du-
vino y la experiencia me atestigua que, rante algunos instantes, contra lo que nos
cuando no se tiene cuidado de prepararse habían recomendado en el seminario. Me
convenientemente, siempre se reza distraí- lo advirtió amablemente y siempre le he
damente. No nos engaña la Sagrada Escri- estado reconocido por el favor que me hizo.
tura cuando nos recomienda: «Antes de Nos volvimos a encontrar al cabo de veinte
ponerte a orar, prepara tu alma, y no seas años, y entonces tuve ocasión de compro-
como los que tientan a Dios» (Eccli., XVIII, bar con cuánta fidelidad había cumplido mi
23). ¿Qué es «tentar a Dios»? Es empren- amigo esta práctica, lo cual me dejó pro-
der un trabajo sin hacer todo lo que está de fundamente edificado.
nuestra parte para realizarlo debidamente.
Y pretender alabar a Dios en nombre de la ¿Qué debemos hacer durante estos mo-
Iglesia sin el debido recogimiento y sin mentos de recogimiento?
pedir su auxilio es una temeridad. Escuchad
Ante todo, procurad esforzaros en alejar
lo que dice a este propósito San Agustín:
cualquier otro pensamiento o preocupación,
«Señor, mis labios no te podrán alabar si
diciendo al Señor: «No quiero pensar sino
no me previene tu misericordia. Si te alabo
en Vos y en la santa Iglesia. Reconozco que
es por tu propio don»: Dono tuo te laudo
soy débil y que me distraigo fácilmente,
[Enarrat. super psalmos, 62, 12. P. L., 37,
pero deseo estar atento, prosternándome
col. 750].
ante vuestro divino acatamiento con los
¿Y dónde encontraremos la fe, el respe- ángeles y con los santos». Esta intención
to y el amor que nos son necesarios para vale ante Dios para todo el oficio, a pesar
cumplir debidamente este cometido? Cier- de las distracciones que nos puedan sobre-
tamente que no en nosotros mismos, sino venir, ya que las hemos desechado de ante-
en el favor de Dios. Si no nos preparamos mano.
pidiéndoselo al Señor, rezaremos el brevia- Pensad en Dios y en la misión que Jesu-
rio descuidada y maquinalmente. cristo os ha confiado de rendirle homena-
Si empezamos a rezar el oficio distraí- je. En Patmos, se levantó ante los ojos de
dos, las más de las veces lo terminaremos San Juan el velo que cubre las realidades
como lo hemos empezado. Y corremos el del cielo y contemplo a millones de ánge-
peligro de que el Opus Dei se convierta pa- les que rodeaban el trono de Dios, cantan-
ra nosotros en una carga pesada, cuando do el eterno Sanctus. Y a los veinticuatro
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 159

ancianos que arrojaban sus coronas ante el tra buena voluntad, os encontráis tan fati-
Señor y proclamaban que «es digno de re- gados o tan obsesionados por alguna pre-
cibir la gloria, el honor y el poder» (IV, 11). ocupación que os distraéis en el oficio di-
Esta es la actitud de respeto que debemos vino, consolaos pensando que también a los
tener cuando nos proponemos glorificar a santos les sucede lo mismo y que, a pesar
Dios. de ello, Dios, que ve vuestra recta inten-
Hay otros que prefieren unirse a la Igle- ción, aceptará complacido vuestro home-
sia militante y evocan el recuerdo de los naje.
innumerables sacerdotes, religiosos y re-
ligiosas que desde todos los ángulos del
mundo se unen en una misma alabanza. 3.- La recitación
También es una práctica muy laudable el Tratemos ahora del mismo rezo y de las
formar una intención que sea como el mo- disposiciones que reclama.
tivo de nuestra recitación. Es mucho más En el Aperi pedimos la gracia de rezar
fácil sostener despierta nuestra atención el oficio de una manera «digna, devota y
cuando tenemos presentes ante los ojos los atenta».
motivos que nos impulsan a orar. Pense- Estas tres disposiciones son absoluta-
mos, pues, antes de empezar el oficio, en mente necesarias si queremos cumplir
los sufrimientos y peligros que experimen- como conviene nuestra tarea.
tan tantas almas, en la innumerable muche-
dumbre de los pecadores, en toda esta in- Se dice que recita el oficio de una mane-
mensa masa de la humanidad que está a ra digna el que guarda los debidos mira-
merced del demonio y de los vicios. Cuan- mientos a la majestad de Dios. Nosotros
do se olvida uno de sus propias preocupa- somos mediadores y embajadores, y el
ciones para acordarse de las necesidades embajador está obligado a observar el pro-
de los demás, entonces es cuando se siente tocolo establecido en la corte real. Cual-
uno os totius Ecclesiæ y animado de devo- quier negligencia en este punto constitui-
ción. ría no solamente una indelicadeza, sino tam-
bién una falta. ¿Y qué son las rúbricas pres-
Otro medio excelente para recogerse es
critas por la Iglesia sino la etiqueta o, lo
también el de ir considerando cada una de
que es lo mismo, el conjunto de actitudes
las palabras de la oración preparatoria Ape-
externas que exige el ejercicio de las fun-
ri: «Abrid, Señor, mis labios para que ben-
ciones sagradas?
diga vuestro santo nombre, purificad mi
corazón de todo pensamiento vano, perver- Abrid el Antiguo Testamento y veréis
so o inoportuno, iluminad mi entendimiento cuántas ceremonias requería el transportar
e inflamad mi corazón». de un lado a otro el Arca de la Alianza y los
Convenceos de que no es tiempo perdi- diversos actos de culto. Y eso que todo ello
do el que dediquéis a prepararos, sino que, no era sino una «figura». Nosotros somos
por el contrario, podría decirse que vale los que poseemos la verdadera realidad de
oro. Pero os prevengo que, aunque estéis estos símbolos y de estos ritos.
habituados por una larga práctica, este re- Aficionémonos a mostrar a Dios estas
cogimiento exige siempre un esfuerzo; atenciones exteriores. Quizás creeréis que
pero sabed también que Dios, que es testi- todas estas prescripciones apenas tienen
go de ello, os recompensará con largueza. importancia, pero el observarlas fielmente
Si alguna vez os sucede que, a pesar de vues- constituye un acto de virtud. Y esto por tres
160 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

razones. Primero, porque así se obedece a plimiento sea imperfecto. Para que la ora-
las reglas que la Iglesia ha establecido aten- ción sea perfecta, se requiere, además, la
diendo al bien común; segundo, porque se atención al sentido de las palabras y, sobre
realiza un acto de culto externo, por el que todo, la atención a Dios.
se sirve a Dios tanto con el cuerpo como Esta última es la más importante. Una
con el espíritu; y por fin y principalmente, religiosa que desconozca el latín, puede
porque esta sumisión denota nuestra reli- estar atenta, durante la recitación, al mis-
gión interior para con el Rey de reyes. terio que se celebra, o a Dios, o a las per-
Si le viéramos a Dios en el esplendor de sonas de la Trinidad, o a las perfecciones
su majestad, quedaríamos muertos, y si nos divinas. Y si mantiene viva su voluntad de
permitiera vislumbrar algo del mundo in- rendir homenaje al Señor, le glorifica real-
visible, caeríamos de rodillas. Así les su- mente y, lo que es más, puede llegar, por
cedió a los tres discípulos en el monte Ta- medio de la liturgia, a la verdadera contem-
bor: «Cayeron sobre su rostro, sobrecogi- plación.
dos de gran temor» (Mt., XVII, 6). ¿De dón- Nosotros los sacerdotes podremos or-
de provenía aquel temor que les sobreco- dinariamente servirnos de la inteligencia
gió hasta este extremo? Fue el efecto in- del texto sagrado para mantenernos en la
mediato de la sensación de la presencia presencia de Dios. El sacerdote que con-
divina. Bastó que entrevieran algo de la cla- serva su alma atenta al significado de las
ridad divina para que sus almas se abisma- palabras que pronuncia vibrará con los in-
ran en una profunda adoración. numerables sentimientos que le sugiera la
Pues nosotros, que vivimos de la fe, de- liturgia. Sus convicciones religiosas se
bemos hablar a Dios con profunda reveren- harán más y más profundas al contacto de
cia. Esta nos ayudará siempre a observar la oración oficial de la Iglesia. Y lo mismo
una actitud digna mientras rezamos el ofi- se puede decir de su confianza en la divina
cio divino. Nada sostiene mejor la piedad bondad, de su gratitud, de su humildad y de
y nada impresiona tanto a los fieles como su amor. El oficio de cada día le propor-
esta religiosa reverencia que observa el sa- cionará una elevación espiritual incompa-
cerdote cuando cumple con su deber de rable si, ante las verdades de la fe que le
rezar el oficio divino. recuerda la letra de su breviario, el sacer-
dote sabe responder desde el fondo de su
Si la palabra digne se refiere principal- alma: Amen, que es como si dijera: «Si,
mente al porte exterior, el término attente Dios mío, yo creo firmemente todo cuan-
dice exclusivamente relación a la aplica- to dices y hago mías todas tus palabras».
ción del espíritu. ¿Por qué debemos reci- Si apreciamos los salmos en su debido
tar el oficio con atención? Porque todo el valor, esto mismo nos facilitará el soste-
fervor y todo el mérito de nuestra alabanza ner la atención. En las épocas de fe, los
provienen principalmente del amor, y el cristianos se servían más que hoy del sal-
amor presupone el conocimiento. terio, que era para ellos su verdadero libro
Santo Tomás distingue tres clases de de preces. Muchos santos prefirieron el
atención: Ad verba, ad sensum, ad Deum salterio a todos los demás libros: «Mi sal-
[Summa Theol., IIII, q. 83, a. 13]. El que terio es mi alegría», solía exclamar San
únicamente presta atención a las palabras, Agustín: Psalterium meum, gaudium meum
ya con ello cumple con la obligación que [Enarrat. super psalmos, 137, P. L., 37,
le imponen los cánones, aunque este cum- col. 1775].
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 161

Es verdad que hay algunos salmos cuyo asociándonos a este testimonio de su Pa-
sentido nos es desconocido, pero esto no dre. ¡Cómo se nos revela la bondad de Dios
es obstáculo para que, en vez de atender al en el salmo 88!: «Cantaré eternamente las
significado de cada uno de los versículos, misericordias del Señor». En este salmo
procuremos que nuestra alma sintonice se esboza todo el plan divino de la Reden-
con los sentimientos que nos sugieren al- ción. En él vemos cómo Dios ha elegido
gunos de ellos, atendiendo así a lo que nos de entre los hijos de nuestra raza un nuevo
dice San Bernardo: «El alimento se sabo- David, al que ha elevado a la dignidad de
rea en la boca, y el salmo en el corazón»: Hijo suyo, y cómo este Hijo se dirige a su
Cibus in ore, psalmus in corde sapit [In Padre, diciéndole: Pater meus es tu.
Canticum, VII, 5. P. L., 183, col. 809]. En el salmo 103, después de haber pasa-
El salterio es como un arpa divina que la do revista a todas las maravillas de la crea-
Iglesia pone en nuestras manos para que ción, nos dirigimos al Señor para decirle
cantemos las alabanzas de nuestro Amado. en un transporte de admiración: «¡Cuántas
En sus cuerdas encontramos la expresión son tus obras, oh Señor, y cuán sabiamente
más perfecta de los sentimientos de fe, es- ordenadas!»
peranza y de amor que debemos tener para
con el Padre celestial. No es necesario multiplicar los ejem-
Dios es el único que se conoce a Sí mis- plos para reconocer que es de la mayor uti-
mo perfectamente, y sólo Él sabe cómo se lidad servirnos de vez en cuando como
le debe alabar. En los salmos que el Espí- materia de meditación o de estudio de al-
ritu Santo ha inspirado, es el mismo Dios gún salmo o de cualquiera otra parte del
quien nos dicta las expresiones con que oficio divino. De no hacerlo así, corremos
quiere que le alabemos. Estas luminosas el peligro de recitar estas sublimes oracio-
fórmulas nos enseñan a bendecir a la divi- nes de una manera mecánica, como lo pu-
na Majestad, a proclamar sus infinitas per- diera hacer un fonógrafo. Cuánto mejor es
fecciones, a reconocer los beneficios que que sigamos el consejo de San Jerónimo,
nos concede su misericordia, a manifestar que nos exhorta a recitar nuestro salterio
al Señor nuestras dificultades, la necesi- «con conocimiento de la Escritura»: in
dad que tenemos de ser perdonados, e in- scientia Scripturarum [Comment. ad
cluso nuestras alegrías. Ephes, III, 5. P. L., 26, col. 562].
¡Qué provecho más grande podemos re- ¡Qué lejos estaba de seguir este consejo
portar si sintonizamos nuestro espíritu con aquel buen sacerdote, a quien conocí en los
los sentimientos que nos sugieren los sal- años de mi juventud, el cual, al terminar el
mos! Estas actitudes son sinceras, huma- rezo del oficio divino, solía exclamar sus-
nas, eminentemente bienhechoras. Veamos, pirando: «Bueno; ahora ya puedo empezar
por ejemplo, las expresiones de amor y de a orar!» Y creo que en todas partes se po-
complacencia que se encuentran en el sal- drán encontrar casos semejantes que reve-
mo 109 Dixit Dominus Domino meo. En lan una piedad deformada.
este salmo el Padre «glorifica a su Hijo en Los diversos movimientos de espíritu
su generación y sacerdocio eternos»: Ex que provoca en nosotros el rezo del oficio
utero ante luciferum genui te… Juravit… divino necesitan apoyarse, como en una
Tu es sacerdos in æternum. Ninguna ala- nota tónica, en la constante atención a Dios.
banza podríamos ofrecer a Jesucristo que Así es como se cumplirá en nosotros la re-
fuese más cumplida y más de su agrado que comendación del salmo: «Cantadle con
162 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

maestría»: Psallite sapienter (Ps., 46, 8). Cuando rezamos el breviario, debemos
Cuanto más se recoja el alma, mayores lu- consagrarnos a la alabanza divina, ponien-
ces recibirá para penetrar el sentido de los do en ella todo nuestro entendimiento y
textos: Illuminans tu mirabiliter a monti- todos nuestros afectos, y especialmente la
bus æternis (Ps., 75, 5). caridad, concentrando todas las potencias
Cuando nos preparamos cuidadosamen- de nuestra alma en este homenaje que tri-
te para recitar la salmodia, se hace cosa fá- butamos a Dios. Esta aplicación de nues-
cil conservar esta presencia de Dios. tro espíritu constituye el fondo de toda
buena oración y es perfectamente compa-
Devote: ¿Qué se entiende aquí por de-
tible con la aridez espiritual. Y es muy agra-
voción? Hay una opinión bastante extendi-
dable al Señor, porque Dios, que es amor,
da que pone la devoción en cierta dulzura
se complace en nuestro esfuerzo.
que a veces se experimenta en la oración.
Pero es una opinión completamente equi- En el cielo comprenderemos cuánta uti-
vocada, porque se puede tener una devo- lidad ha reportado al bien de las almas y de
ción perfecta en medio de una gran aridez la Iglesia el espíritu de devoción con que
y sequedad espiritual. Santa Juana de hemos cumplido nuestra obra de alabanza.
Chantal nos da el siguiente elocuente tes- Las Horas son el Opus Dei, y el rezarlas
timonio de la piedad de San Francisco de bien tiene bastante más importancia que
Sales: «Me dijo en cierta ocasión que para muchos otros trabajos. Si ponemos todo
nada tenía en cuenta si estaba en desola- nuestro empeño en cumplir bien este mi-
ción o en consolación, sino que cuando el nisterio, nuestra alma se sentirá penetrada
Señor le consolaba en la oración, se lo agra- de una santa unción, que nos hará gustar con
decía humildemente y cuando, por el con- una paz interior las cosas de Dios. «La miel
trario, le negaba sus consuelos, no se pre- se encuentra en la cera, dice San Bernar-
ocupaba por ello» [Lettres de sainte do, y la unción en el texto sagrado»: Mel
Chantal, núm. 121, en Œuvres complètes in cera, devotio in littera.
de saint François de Sales. Lyon, Périsse,
Procuremos también que nuestra alma
1851, pág. 118]. Cuando Jesucristo decía
siga con docilidad la influencia del Espíri-
a su Padre: «Dios mío, ¿por qué me has
tu Santo. En la ejecución de una sinfonía,
desamparado?», nadie duda que estaba pro-
cada artista procura seguir con la mayor
fundamente desolado y que, sin embargo,
docilidad el ritmo que marca el director
su oración era perfectísima.
de la orquesta, que a veces acelera y otras,
La verdadera devoción es completamen- por el contrario, modera el movimiento del
te desinteresada y hace que el alma se en- conjunto. Si el Espíritu Santo encontrara
tregue a Dios con todas las energías de que en nuestras almas una sumisión parecida,
su amor es capaz. Así lo sugiere el mismo haría brotar de las fibras más profundas de
significado de la palabra latina: devovere. nuestra alma la alabanza que Dios espera
Recordad aquellas palabras de Cristo: de nosotros. Tan cierto es esto que, en fra-
«Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu co- se de San Juan Crisóstomo, siempre que
razón… y con toda tu mente» (Mt., XXII, el pueblo cristiano se reúne para cantar los
37). Observad que no dice: «con el cora- salmos, es como una cítara que vibra al
zón y con la mente», sino «con todo tu co- impulso del Espíritu Santo, que es su ins-
razón»: ex toto corde… Esta palabra totus, pirador divino: Cithara fuistis Spiritus
así repetida, significa la devoción, es de- Sancti [De Lazaro. P. G., 48, col. 963].
cir, el amor llevado hasta el extremo. ¡Con cuánta más razón debemos estar no-
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 163

sotros los sacerdotes atentos a seguir las Añadid a esto que nadie ha comprendido
sugerencias que nos vienen de lo alto las excelencias de los salmos como Jesu-
siempre que recitamos las Horas! cristo. Cuando los recitaba, se daba per-
fecta cuenta de que muchos de ellos ha-
blaban de Él, de su misión y de su gloria.
¿No recordáis aquella ocasión en que afir-
4.- Frutos espirituales mó que los salmos hacían alusión a su per-
del oficio divino: sona? (Lc., XXIV, 44). Tomemos a Cristo
asimilación a Jesucristo como modelo. Pidámosle que nos acom-
El fin primordial del oficio divino es el pañe para que podamos compartir sus mis-
de alabar a Dios y rendirle homenaje. mos sentimientos de elevada religiosidad,
apropiarnos sus intenciones de bendecir al
Pero el Señor es tan bondadoso, que al Padre y sus deseos de que se dilate su reino.
alma, que cumple con fe y con amor este
deber de rezar el breviario, le concede Dios ha concedido a la santa Humanidad
abundantes frutos de santificación. La ex- de Jesucristo el poder de elevarnos hasta
periencia de todos los días nos enseña que Él: «Padre, los que Tú me has dado, quiero
el sacerdote que reza devotamente su bre- Yo que donde Yo esté, estén ellos también
viario obtiene de ello grandes bienes para conmigo» (Jo., XVII, 24). Con el apoyo de
su vida interior. sus méritos es como conseguimos ser re-
cibidos ante el trono de Dios, en «una au-
Y el primero y el más notable de todos diencia de misericordia»: in sanctuarium
es la unión habitual a Cristo en su sacerdo- exauditionis, en la que tenemos la seguri-
cio de alabanza eterna. dad de que el Padre nos ve, nos escucha y
Toda la gloria que a Dios se rinde tanto nos ama en su Hijo, y donde, como miem-
en la tierra como en el cielo sube hasta su bros de este Hijo, podemos unirnos a su
trono por mediación de Jesucristo. Así lo misma alabanza.
proclamamos cada mañana al fin del Ca- Si al disponernos a rezar el breviario for-
non de la Misa: Per ipsum, et cum ipso, et mamos la intención de unirnos a la plega-
in ipso. ria de Jesús, luego, durante la recitación
Cuando recitamos nuestras Horas en de las Horas, nos será mucho más fácil te-
unión con toda la Iglesia, Cristo, como Ca- ner siempre presente que la poderosa me-
beza del Cuerpo Místico y centro de la co- diación de nuestro Pontífice sirve de apo-
munión de los santos, reúne en sí todas yo a nuestra oración y suple con creces
nuestras alabanzas. Incluso los espíritus nuestras deficiencias.
bienaventurados deben unirse a su media-
ción sacerdotal para hacer llegar hasta Dios
el canto de su celestial Sanctus: Per quem Otro procedimiento eficacísimo para
majestatem tuam laudant angeli. Es ver- unirnos a Jesucristo en el cumplimiento de
dad que nuestra glorificación es imperfecta este deber consiste en vivir el espíritu del
y deficiente; pero también es cierto que año litúrgico en sus diferentes ciclos.
Cristo suple con creces nuestra debilidad. Todos los pasos de la vida terrena de Je-
«Si depositáis en Él vuestros pobres es- sús, además de ser santos en sí mismos,
fuerzos, dice Louis de Blois, vuestro plo- tienen un valor santificador. Y las almas que
mo se convertirá en oro de subidos quila- se detienen a contemplarlos, con el since-
tes y vuestra agua en vino exquisito». ro deseo de asociarse a ellos, obtienen
164 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

abundantísimas gracias que les permiten cisamente todo el objeto de nuestra pre-
unirse más estrechamente a la vida del Sal- destinación.
vador. Como veis, gracias al ciclo litúrgico, el
Y la razón de esto radica en que todo lo Señor se nos manifiesta en una luz siempre
que Cristo hizo en este mundo lo hizo, sin nueva, aparece mucho más cerca de nues-
duda, por la gloria del Padre, pero también tro corazón, aviva nuestra fe, estimula nues-
«por los hombres y por su salud»: propter tra esperanza y sostiene el fervor de nues-
nos homines et propter nostram salutem. tro amor. Y así, de año en año, nuestra alma
Por eso, cada una de sus acciones, de sus va participando con mayor abundancia de
palabras y de sus distintos estados consti- la corriente de vida sobrenatural que fluye
tuye para nosotros un manantial de gracias. de la sucesión incesante de las festivida-
Belén, Nazaret, el Gólgota, la resurrección, des litúrgicas. Esta variedad combate la ru-
la ascensión y la venida del Espíritu Santo tina, y cada vez que recitamos el oficio di-
son las fases principales del drama de la vino podemos aplicarnos aquellas palabras
redención y de nuestra adopción sobrena- del salmo: Cantate Domino canticum no-
tural. Siempre que la Iglesia, en el trans- vum.
curso del año litúrgico, nos recuerda cada
uno de estos misterios, nuestras almas se 5.- Otros frutos espirituales
benefician de su acción santificadora. Para del oficio divino
todos los fieles, pero de modo especial
para los sacerdotes, estas solemnidades no Si los que tenemos cargo de almas reza-
son únicamente un objeto de admiración, mos el breviario con la debida devoción,
sino también puede decirse, en el sentido nos veremos más de una vez sorprendidos
más amplio de la palabra, que son «sacra- al comprobar cómo nos ayuda el Señor en
mentos» o, mejor aún, «sacramentales», los trabajos que emprendemos para su glo-
que producen en las almas que están debi- ria. No tengo la menor intención de dismi-
damente dispuestas un aumento de amor y nuir en lo más mínimo el mérito de las
de gozo. obras exteriores, pues reconozco que son
necesarias y dignas de admiración y que la
Hay quienes en las fiestas de la Iglesia Iglesia las bendice. Pero hay que recono-
no se fijan sino en el canto, en la belleza de cer también que esta importancia que les
los ornamentos y en el resplandor de las concedemos no puede en forma alguna ser
luces. Pero todo esto no es más que lo ex- con menoscabo de otro ministerio que es
terior; la franja del vestido de Cristo. Lo esencial a nuestro sacerdocio. Me refiero
que principalmente debemos buscar en es- a la alabanza que debemos tributar a Dios
tas fiestas es una mayor unión con nuestro por medio del rezo del oficio divino, cum-
divino Maestro, que quiere que, como pliendo así un deber de estricta justicia. Si
miembros suyos que somos, evoquemos exceptuamos la santa Misa, creed que con
con espíritu de fe las distintas etapas del ningún otro ministerio podemos contribuir
misterio de la redención que recorrió paso más eficazmente a la conquista de las al-
a paso por salvarnos, y que nos asociemos mas, ni a fecundar los esfuerzos de nues-
interiormente a los sentimientos que en- tra predicación, ni de cualquier otro mi-
tonces embargaban su alma. Así es como nisterio. De la misma obligación que la
su gracia hará que en nuestra alma se vaya Iglesia nos impone de rezar el oficio divi-
operando gradualmente una asimilación vi- no podemos deducir el valor que le atri-
tal a Jesús, que es lo que constituye pre- buye, ya que, fuera de casos contados, nos
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 165

obliga sub gravi a rezarlo todos los días. te las sentencias de la Sagrada Escritura que
Y debemos consagrar a esta tarea todo el pronunciáis. Y experimentaréis que el con-
tiempo que exige, convencidos de que no junto de los textos del Antiguo y del Nue-
es tiempo perdido el que dedicamos a esta vo Testamento, que están engastados en el
oración, que es la más eficaz para la salva- propio del tiempo y en el Santoral, forman
ción y la santificación de las almas. un Promptuarium, «una sala del tesoro»,
Imitemos el ejemplo de San Francisco repleta de gracias y de luces. Estas luces
de Sales, que, cuando empezaba a rezar el ilustrarán vuestra fe acerca de los miste-
oficio divino, se olvidaba completamente rios de Cristo y de la Iglesia y aun de la
de la administración de la diócesis y no misma Trinidad.
pensaba en otra cosa que en alabar a Dios.
Y el Señor bendecía este fervor del santo Por último, el oficio debidamente reci-
hasta el punto de que, como escribía él tado es un manantial de grandes alegrías
mismo, «muchas veces, al salir del coro, para el sacerdote.
me encontraba con que los graves nego- Porque el breviario le hace vivir todos
cios, cuya solución tanto me preocupaba, los días de la esperanza y aun de la pose-
los resolvía al momento». sión de los bienes sobrenaturales que Dios
ha concedido a su Iglesia. La liturgia está
Otro de los frutos que se siguen de la toda llena de la insondable felicidad que
recitación piadosa de las Horas es un co- proporcionan a la Esposa de Cristo los in-
nocimiento más íntimo de las Sagradas Es- numerables beneficios divinos que ha re-
crituras. cibido. El sacerdote que cumple dignamen-
Se puede adquirir por medio de la cien- te este deber del oficio divino participa de
cia un conocimiento profundo de los libros la «corriente de alegría que vivifica la ciu-
sagrados y ponerse al corriente de las di- dad santa»: Fluminis impetus lætificat civi-
ferentes versiones, como de la historia del tatem Dei (Ps., 45, 5).
texto y de sus múltiples interpretaciones. Dios es la alegría infinita a la que nada le
Pero para calar en el profundo sentido de falta. Cuando hablamos de Dios, según
los textos y poder utilizarlos de una mane- nuestro modo humano de pensar, nos in-
ra personal, tanto en la vida interior como clinamos a distinguir entre lo que Dios es
en la predicación, se requiere un don es- y lo que Dios tiene. Pero, en realidad, Dios
pecial del Espíritu Santo. Hay en la Biblia es su propia alegría.
abismos de esplendor y de amor que mu- ¿Qué es la alegría? Es el sentimiento que
chos sacerdotes ni los sospechan siquiera, suscita en nosotros la esperanza y sobre
ni se dan cuenta de que el texto inspirado todo la posesión de un bien. Dios es el Bien
es un foco de luces divinas que crea en infinito que se conoce y se posee y se goza
nuestras almas una atmósfera de vida so- plenamente a sí mismo. Su felicidad es per-
brenatural y nos ayuda a conmover a las al- fecta. No necesitaba de nosotros para nada,
mas. Estas fórmulas sagradas tienen la vir- pero, por efecto de su misma bondad, ha
tud sacramental de comunicar fuerza y un- querido rodearse de una creación maravi-
ción a nuestras palabras, tanto para conso- llosa, compuesta de toda una jerarquía de
lar a los que sufren como para despertar el seres múltiples y variados. Toda esta crea-
espíritu de reflexión. ción alaba a Dios y refleja su alegría. Por
Si rezáis el breviario con el debido espí- eso es por lo que el salmista nos invita con
ritu, acabaréis por asimilaros perfectamen- tanta frecuencia a servir a Dios con un co-
166 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

razón dilatado: Jubilate Deo omnis terra, Antes de terminar, quiero deciros algo
servite Domino in lætitia (Ps., 99, 1). Don- sobre las distracciones.
de quiera que está Dios, resplandece su glo- A los sacerdotes que se lamentan de sus
ria y reina su felicidad. distracciones se les suele responder que
Si levantamos nuestras miradas a la res- todo el mundo las tiene. Pero debemos in-
plandeciente Jerusalén de los cielos, vere- sistir en que somos responsables de las dis-
mos millones de ángeles que rodean al Cor- tracciones que nos sobrevienen durante el
dero y que glorifican a Dios con una ale- rezo del oficio, cuando no nos hemos pre-
gría común a todos ellos: Socia exul-ta- parado con el debido cuidado, ya que, ordi-
tione concelebrant. Y es tan grande su ale- nariamente, tal cual es al principio suele ser
gría, que viven como «arrebatados»: exul- la atención y la devoción que conservamos
tant. Levantada por encima de ellos, la Vir- durante todo el oficio.
gen María bendice y agradece al Señor y Una vez que os he recordado esto, os he
«su dicha no tiene límites»: Gaudens gau- de decir que lo esencial de la recitación del
debo in Domino [Introito de la misa de la breviario es el firme deseo de rendir ho-
Inmaculada Concepción]. Todos los bien- menaje a Dios en unión con Cristo. Y si por
aventurados participan, cada uno según el cualquier motivo independiente de nuestra
grado de su gloria, en esta alabanza y albo- voluntad lo recitamos con poca atención,
rozo. «Alégrense en su Rey los hijos de podemos tener la seguridad de que hemos
Sion»: Filii Sion exultent in Rege suo (Ps., cumplido con nuestro deber por el mismo
149, 2). hecho de que hemos puesto cuanto estaba
Pero, por la comunión de los santos, no- de nuestra parte para rezarlo con devoción.
sotros no somos «ni extranjeros ni hués- Yo suelo seguir este consejo que Bossuet
pedes», hospites et advenæ, sino «conciu- da en una de sus cartas: «Cuando nos da-
dadanos de los santos y familiares de Dios», mos cuenta de que estamos distraídos, de-
cives sanctorum (Ephes., II, 19). Todos los bemos de renovar sin esfuerzo y suavemen-
días, en el momento más solemne de la te la intención que formamos al principio
Misa, decimos: Communicantes, y por esta para alabar a Dios… No hay por qué preci-
sola palabra entramos a formar parte de la pitarse nunca y hay que desterrar todo es-
sociedad de la Virgen, de los apóstoles y crúpulo; sino que simple y llanamente he-
de todos los elegidos y nos asociamos a su mos de continuar como si entonces empe-
himno de reconocimiento y a la alegría que záramos una nueva oración» [Corres-
disfrutan como una participación de la mis- pondance, t. X. pág. 22. Ed. Les grands
ma felicidad de Dios. écrivains de la France, París, Hachette,
1916].
Cada misterio de Cristo, cada festividad
de la Santísima Virgen o de los santos tie- Procuremos intensificar el fervor cuan-
ne su propia alegría. Esta alegría que se in- do empezamos a rezar el oficio y así nos
jerta en nuestro corazón durante la oración veremos libres de muchas distracciones
redundará en toda nuestra vida y ejercerá que son efecto de la desgana. Este diario
una bienhechora influencia sobre nuestra esfuerzo para santificar el nombre de Dios
predicación, sobre nuestro ministerio y será la mejor preparación para la alabanza
sobre todo nuestro apostolado. eterna del cielo. Tertuliano expresaba este
mismo pensamiento que tanto nos debe
estimular, cuando escribía, a propósito del
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 167

Pater: «Estamos ahora aprendiendo el ofi- Si en el orden natural le debemos todo


cio que un día hemos de ejercer en la luz cuanto tenemos, empezando por la misma
futura»: Officium futuræ claritatis edis- existencia, nada digamos de nuestra depen-
cimus [De Oratione, III. P. L., 1, col. 1259]. dencia en el orden sobrenatural. «Sin mí no
A medida que se avanza en edad, se va ad- podéis hacer nada» (Jo., XV, 5). San Agustín
quiriendo un mayor conocimiento del bre- [In Jo., 81, 3. P. L., 35, col. 1841] hace
viario y se van descubriendo nuevas profun- observar que el Señor no dijo: «Sin mí no
didades. El breviario es como un resumen podéis hacer grandes cosas: Sine me pa-
y una síntesis de toda la Sagrada Escritura rum potestis facere, sino que afirmó: «Nada
y de la vida de la Iglesia y de la santidad podéis hacer»: Sine me nihil potestis fa-
cristiana. cere. Y añade el gran Doctor de la gracia:
«De la misma suerte que el alma es el prin-
Antes de empezar el oficio, debemos cipio de la vida corporal, así Dios es la vida
decir a Dios: «Creo firmemente que por es- de tu alma: Vita carnis tuæ anima: vita
ta plegaria oficial, cuyo ministro soy, yo animæ tuæ, Deus tuus [Ibid., 47, 8. P. L.,
puedo hacer mucho, en unión de Jesucris- 35, col. 1737].
to, por las necesidades de la Iglesia: para
ayudar a los que sufren y están en la agonía, Nuestra experiencia de todos los días nos
próximos a comparecer ante Vos; para co- recuerda que, sin el apoyo divino, nuestra
operar a la conversión de los pecadores y naturaleza no puede encontrar por sí mis-
de los indiferentes; para unirme a todas las ma el perfecto equilibrio moral.
almas santas de la tierra y del cielo: «Oh Y es, sobre todo, en la oración donde re-
Señor, que todo cuanto hay en mí os con- conocemos y proclamamos «la absoluta
fiese y os adore»: Benedic anima mea Do- subordinación respecto de Dios en que se
mino et omnia quæ intra me sunt nomini mueve toda nuestra existencia: In ipso enim
sancto ejus (Ps., 102, 1). vivimus et movemur et sumus (Act., XVII,
28).
Por una ley de su Providencia, Dios no
concede de ordinario sus gracias sino en la
oración. Y como a todas horas y en todos
los momentos tenemos necesidades, de ahí
que debemos acudir a Él sin cesar. Así nos
lo enseñó el mismo Jesucristo: «Es preciso
orar en todo tiempo y no desfallecer» (Lc.,
XVIII, 1). Respecto de los demás medios
de santificación, como, por ejemplo, los
XV sacramentos, el Evangelio nos dice que son
necesarios o útiles en determinadas oca-
El sacerdote, siones. Únicamente de la oración afirma
que es necesaria «siempre». Y bien sabe-
hombre de oración mos que todas y cada una de las palabras de
Jesucristo tienen su valor y su razón de ser.
La raíz de todos los males que aquejan al La liturgia expresa en sus oraciones
mundo moderno está en que quiere pres- esta humilde confesión de que toda nues-
cindir de Dios, cuando la verdad es que te- tra esperanza se apoya únicamente en
nemos una necesidad absoluta de Él. Dios: «Que todas nuestras oraciones y
168 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

obras empiecen siempre por ti y a ti se en- investigar su existencia y su naturaleza y


caminen también como a último fin»: para calmar hasta cierto punto esta sed de
Cuncta nostra oratio a te semper incipiat Dios que todos tenemos, pero solamente
et per te cœpta finiatur [Oración de las le- la fe hace que el hombre penetre en la es-
tanías de los santos]. «Sin ti no podemos fera del mundo sobrenatural. De la misma
serte gratos»: Tibi sine te placere non suerte que vuestra condición de hijos adop-
possumus [Domingo 18º después de Pen- tivos hará que un día contempléis a Dios
tecostés]. Y en otro lugar: «Sin ti no puede cara a cara en el cielo, así ahora la oración
sostenerse la naturaleza humana mortal»: os permite dirigiros directamente a Él, aun-
Sine te labitur humana mortalitas [Do- que sea en la oscuridad de la fe, y que des-
mingo 14º después de Pentecostés]. cubráis vuestras miserias ante la inmensi-
Con mayor razón que los demás fieles, dad de su bondad.
el sacerdote debe ser hombre de oración La siguiente definición expresa perfec-
si quiere ser fiel a su misión. Cada uno de tamente la verdadera naturaleza de la ple-
los latidos de su corazón debiera ser un garia cristiana: la oración es «una conver-
acto de amor, que fuese como un eco del sación del hijo de Dios con su Padre ce-
amor que el Señor le profesa. lestial».
La definición que dan San Juan Da-
1.- Naturaleza de la oración masceno y Santo Tomás es también exce-
lente, con la particularidad de que pone de
Sea vocal o mental, la oración, que con- relieve cómo la oración implica una eleva-
siste en hablar a Dios como a un Padre, es ción del alma: Ascensus mentis in Deum
un privilegio de aquellos que el Señor ha [Summa Theol. III, q. 21, a. 1 y 2]. La ora-
adoptado como hijos. Por un efecto de su ción es «la elevación del espíritu y del co-
misericordia, todas las «insondables rique- razón a Dios» para rendirle nuestros home-
zas de Cristo» (Ephes., III, 8), de las que en najes y pedirle remedio a todas nuestras
tantas ocasiones nos habla San Pablo, son necesidades.
patrimonio de todos los bautizados. Cuan-
Para entender todo el alcance de esta
do el cristiano se presenta ante Dios en la
magnífica definición, hay que sobrentender
oración no lo hace como simple criatura,
que el alma ha sido elevada sobrenatu-
sino como hijo adoptivo y miembro de Cris-
ralmente.
to. Sin dejar de ser Creador y Señor, Dios
es para nosotros «Padre de las misericor- Como sabemos, después del bautismo hay
dias»: Pater misericordiarum (II Cor., I, 3). en nosotros dos vidas: una que hemos reci-
Por eso, siempre que reza, el cristiano debe bido de nuestros padres y que nos hace hi-
decir, como Cristo le enseñó: «Padre nues- jos de Adán; y otra que es sobrenatural, un
tro que estás en los cielos». don que hemos recibido de lo Alto, una gra-
Esta comunicación que existe entre el cia que nos hace semejantes a Jesucristo,
alma y Dios debe apoyarse en la fe. Porque Hijo único del Padre.
ni la experiencia ni la sensibilidad del co- Y así como la existencia natural supone
razón nos bastan para encontrar a Dios en un nacimiento, una alimentación y una im-
toda su realidad. Lo mismo podemos decir periosa necesidad de respirar, lo mismo
de las concepciones filosóficas y aun mu- debe decirse de nuestra vida sobrenatural.
cho más del arte y de la poesía. Porque to- El bautismo produce en el alma un segun-
dos estos medios pueden servirnos para do nacimiento; la Eucaristía es el alimento
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 169

de esta nueva vida y la oración es el aliento tirse muy cerca del Señor siempre que se
vital que respira el alma cristiana. recogían a orar.
Cuando reza, el alma transpone los lími- Cuando consideramos la grandeza y la
tes del mundo de las cosas materiales y santidad de Dios, no nos atrevemos a arro-
transitorias y penetra en una región mucho jarnos en sus brazos. Por eso precisamen-
más alta, en el mundo de las realidades in- te necesitamos apoyarnos en Jesucristo.
visibles donde Dios habita. Y nuestra exis- Me diréis: ¡Pero soy tan miserable! Y yo
tencia terrestre queda envuelta, por así de- os responderé: ¿Pero no es verdad que Je-
cirlo, en una atmósfera sobrenatural. Por sucristo se ha mostrado misericordioso
la oración, el hombre se eleva hacia este con vosotros? ¿Acaso no es cierto que os
reino que de ninguna manera puede alcan- ha enriquecido con sus méritos? ¡Soy tan
zar por los sentidos. La fe le pone en in- impuro!... Concedámoslo; pero recordad
mediata relación con la majestad del Pa- que la sangre de Jesucristo os ha purifica-
dre celestial, con Cristo, con la Virgen, con do de vuestros pecados. ¡Es que vivo tan
los ángeles y con los santos. En la oración lejos de Dios! Eso no es cierto, porque,
respira una atmósfera divina, y por breve gracias a la fe, no hay distancias entre Dios
que sea esta ascensión, su espíritu se sien- y nosotros y si vivís unidos a Jesús, tened
te vivificado al entrar en contacto con un la seguridad de que vivís cerca de Dios. Re-
elemento de eternidad. La gracia es un so- cordad lo que dijo el mismo Jesucristo:
plo divino que orea el alma y la oración lo «Padre, los que Tú me has dado, quiero Yo
aspira, abriendo de par en par las intimida- que donde Yo esté, estén ellos también
des más profundas de nuestro ser a su bien- conmigo»: Ubi sum ego et illi sint mecum
hechora influencia. (Jo., XVII, 24). ¿Y dónde está Jesús? Nos
lo revela San Juan: «Dios Unigénito, que
Toda oración, aun la simple recitación está en el seno del Padre»: Unigenitus qui
del Padrenuestro, constituye para los hi- est in sinu Patris (Jo., I, 18). Siempre que
jos adoptivos de Dios una elevación del vais a empezar a orar, volveos como por
alma, un contacto de fe con el mundo so- instinto hacia Jesucristo, ya que por el mis-
brenatural que nos permite entrar en el rei- mo hecho de que participáis de su filiación
no del Padre. y de sus méritos, tenéis derecho a presen-
taros, por su medio, a la divinidad.
2.- Algunos consejos para la oración Cuando habláis con una persona, lo pri-
mero que esperáis de ella es que os diga la
Os voy a dar tres importantes normas verdad, porque así lo exige vuestra digni-
para ayudaros a elevar vuestras almas ha- dad y la suya. Pues lo mismo nos exige el
cia Dios. Están inspiradas en las definicio- Señor cuando nos dirigimos a Él en la ora-
nes que se dan de la oración, pero os servi- ción. Cuando le manifestamos nuestra ado-
rán mucho más que las definiciones para ración, nuestra gratitud, nuestra confianza
comprender cómo os debéis conducir en y nuestra necesidad de que acuda a soco-
la práctica de la oración. rrernos, debemos tener siempre presente
Ya que la oración es una conversación que Dios es la Omnipotencia y que noso-
sobrenatural, procurad tener una fe firme tros nada somos por nosotros mismos. Así
en el poder que tiene Jesucristo para in- es como nuestra oración será «verdadera».
troducirnos en la presencia de su Padre. Así Porque hay almas que, al cabo de haber pa-
lo hacían los santos y así conseguían sen- sado un largo rato pronunciando oraciones
170 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

y más oraciones, se dan cuenta de que no que atan nuestra alma a las cosas de la tie-
han dicho a Dios nada que haya salido del rra y la impiden consagrarse enteramente
fondo del corazón. Esto nos enseña que al Señor.
puede ocurrir que nuestro espíritu esté muy Toda oración supone un esfuerzo, aun
ajeno a lo que pronuncian nuestros labios. para aquellos que encuentran en ella sus
Como condición necesaria para comu- delicias. La atención que requiere el con-
nicarse a nuestra alma, el Señor nos exige versar con Dios se nos hace siempre algo
que estemos atentos a lo que rezamos, para penosa, porque no es fácil mantener el alma
que nuestra oración sea realmente sincera. en una atmósfera que está por encima del
Lo dice el salmista: «Yahvé está cerca de nivel en que ordinariamente se desenvuel-
cuantos le invocan, de cuantos le invocan ve. Y esta es la razón de porqué la oración
de veras» (Ps., 144, 18). Esta sinceridad puede servir de penitencia sacramental. No
se refiere, principalmente, a la humildad, nos debe extrañar que se nos haga cuesta
que es tan del agrado de Dios: «Los verda- arriba la práctica de la oración, porque toda
deros adoradores adorarán al Padre en es- elevación hacia Dios, aun en su menor gra-
píritu y en verdad»: Veri adoratores ado- do, supone un sobreponerse a sí mismo.
rabunt Patrem in spiritu et veritate (Jo.,
IV, 23).
3.- Importancia
Cuando oramos, debemos procurar en-
tregarnos a Dios con toda nuestra alma y que tiene para el sacerdote
con todo nuestro corazón. Hay una frase el espíritu de oración
de la Sagrada Escritura, que la liturgia la La oración no puede limitarse en la vida
emplea en muchas ocasiones, que nos re- del sacerdote a algunos actos aislados y
cuerda este gran ideal de la perfecta ora- pasajeros. El que es ministro de Jesucris-
ción, en la que «el alma está toda atenta y to debe cultivar el espíritu de oración, que
completamente entregada a Dios»: Justus es una disposición habitual, en virtud de la
cor suum tradidit ad vigilandum diluculo cual, en nuestras penas y desalientos, lo
ad Dominum qui fecit illum (Eccli., 39, 6). mismo que en nuestras alegrías y éxitos,
Como la lámpara del santuario que se nuestro corazón se vuelve hacia Jesucris-
consume hasta el fin, así también nuestra to o hacia el Padre como hacia su mejor
alma debiera entregarse toda entera cuan- amigo, hacia el más intimo confidente de
do habla con Dios. nuestros sentimientos y el apoyo de nues-
tra debilidad. Y no es suficiente que el alma
Convenzámonos de que «es el corazón se eleve a Dios de esta manera por la ma-
el que ora», como nos dice el salmista: Tibi ñana y por la noche, sino que debe hacerlo
dixit cor meum (Ps., 26, 8). Y añade San en todo momento: Oculi mei semper ad
Agustín: «Tu mismo deseo es tu oración»: Dominum (Ps., 24, 15).
Ipsum desiderium tuum, oratio tua est
[Enarr. Super Ps., 37, 14. P. L., 35, col. 404]. Por lo mismo que somos sus hijos
adoptivos, debemos conducirnos en la pre-
sencia de Dios con la sencillez propia de
Por último, os he de decir que no es po- los niños: Nisi efficiamini sicut parvuli,
sible elevarse hasta Dios sin un perfecto non intrabitis in regnum cœlorum (Mt.,
desasimiento interior. Procuremos, pues, XVIII, 3). Un hijo debe tratar a su padre
desarraigar las preocupaciones y pensa- con el mayor respeto; pero esto no impide
mientos vanos y, sobre todo, los afectos que confíe en su bondad ni que le abra de
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 171

par en par su corazón en el seno de la inti- cendens a Patre luminum (Jac., I, 17), que
midad. Lo mismo se debe decir del sacer- nuestras buenas obras no pueden merecer-
dote. Para él, Dios no puede ser un Señor lo estrictamente de condigno.
inaccesible, a quien todos los días hay que Pero podemos esperar confiadamente
pagar la deuda de unas cuantas fórmulas di- obtenerlo de la divina bondad si lo pedimos
chas a toda prisa. No; Dios es el padre, el con humildad y con perseverancia, procu-
consejero y el sostén de su vida. Y aun en rando guardar fidelidad a Dios. «Este gran
el caso de que haya tenido la desgracia de don»: Magnum illud usque in finem
provocar su enojo, nunca debe perder la con- perseverantiæ donum, como le llama el
fianza en su bondad. Antes de emprender Concilio de Trento [Sess. VI, can. 16], no
cualquiera acción importante, debemos nos exime de la posibilidad de pecar ni de
manifestarle nuestro sincero deseo de ser tentados; pero nos proporciona una ayu-
obrar únicamente por Él. da providencial y una serie de gracias que
A medida que pase el tiempo, se nos irá inclina a nuestra voluntad a obrar bien has-
haciendo natural el hábito de elevar así ta el fin de la vida. De esta suerte, toda la
nuestro espíritu y se irán también multipli- trama de la existencia del cristiano se en-
cando nuestras relaciones con el mundo cuentra como rodeada de misericordia has-
invisible: la Misa, el oficio divino y la me- ta su último término [Summa Theol., III, q.
ditación no serán actos aislados sin influen- 114, a. 9].
cia alguna en el resto de la vida, sino que Como mendigos que llaman incesante-
serán una continuación más intensa de mente a la puerta del cielo, debemos es-
nuestra amistad con Dios y la gracia de la tar siempre exponiéndole nuestras mise-
unión filial se convertirá en el centro de rias. Tal era la conducta de los santos.
toda nuestra existencia. Hay una nota común a todos ellos: la
Hay dos principales razones que impo- constancia en buscar a Dios y en procu-
nen al sacerdote este espíritu de oración. rar hacer siempre su voluntad. Una vez
De una parte, el cuidado que debe tener de que se consagraron a Dios, perseveraron
su propia perseverancia y de su fidelidad al hasta el fin de su vida con una fidelidad
amor de Jesucristo; y de la otra, la necesi- admirable en esta entrega que hicieron
dad de atraer las bendiciones divinas sobre de sus personas. En la liturgia de los con-
su ministerio. fesores, la Iglesia dice de ellos que te-
¿Es que, por ventura, nosotros los sacer- nían su voluntad anclada en Dios: Volun-
dotes, que estamos consagrados al bien de tas ejus permanet die ac nocte.
las almas, podemos vivir en medio del mun- ¿Dónde está el secreto de esta inquebran-
do, como Jesucristo después de su resu- table firmeza en la unión con Dios? En el
rrección, sin experimentar la atracción de incesante recurso a la oración, cosa que
sus seducciones? A pesar de lo sublime de está al alcance de todos.
nuestra vocación, somos débiles e imper- No podemos aducir como excusa que
fectos y somos frecuentemente zarandea- nuestras pasiones son demasiado vivas o
dos por las tentaciones. Para poder perse- que nuestras tentaciones son demasiado
verar en el bien, la oración es indispensa- fuertes. Virtus in infirmitate perficitur
ble a todos y algunos necesitan recurrir a (II Cor., XII, 9). Mirad el ejemplo de San
ella casi a cada instante. Pablo, el cual, aunque había sido trans-
El permanecer firme hasta el último sus- portado al tercer cielo, reconocía, sin
piro «es un don luminoso del Padre»: Des- embargo, sus miserias y gemía angustio-
172 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

samente. Pero en lugar de dejarse llevar del ne menos para atraer sobre vuestros traba-
desaliento, exclamaba en un trasporte de jos las bendiciones divinas.
admirable confianza: Libenter igitur Debéis convencernos de que vuestra ac-
gloriabor in infirmitatibus meis ut inha- ción sobre las almas no puede ejercer nin-
bitet in me virtus Christi: «Muy gustosa- guna influencia que sea realmente prove-
mente, pues, continuaré gloriándome en chosa si Dios no la fecunda con su gracia:
mis debilidades para que habite en mí la Ego plantavi, Apollo rigavit, sed Deus
fuerza de Cristo» (Ibid., 10). También jue- incrementum dedit (I Cor., III, 6). Es cier-
gan en nosotros un papel providencial las to que la gracia supone la naturaleza y que
tentaciones que nos combaten y las mis- no podemos echar en olvido la parte que
mas faltas en que caemos. En vez de aba- tienen la inteligencia y la voluntad en las
tirnos, debemos servirnos de ellas para obras sobrenaturales: «Nosotros planta-
convencernos de que nuestras almas, aun- mos y regamos»; este es el papel que no-
que estén adornadas con los tesoros de la sotros desempeñamos, el cual es cierta-
gracia, continúan siendo «vasos frágiles» mente indispensable. Pero no debemos per-
(Ibid., IV, 7). der de vista que si Dios no «fecunda» nues-
Nuestras miserias nos enseñarán a orar tro trabajo, éste resultará completamente
con humildad y confianza y nos preserva- infructuoso.
rán del orgullo y de la presunción. El Após-
Como dice San Agustín, todo crecimien-
tol nos dice que, si Dios las permite, es
to en la vida de la gracia «supera las fuer-
«para que nadie pueda gloriarse ante Dios»:
zas humanas, sobrepasa la excelencia de los
Ut non glorietur omnis caro in conspectu
ángeles y pertenece únicamente a la Trini-
ejus (I Cor., I, 29).
dad fecundante»: Excedit hoc humanam
Es necesario que aquellos sacerdotes humilitatem, excedit angelicam sublimi-
que se dedican a estudios que no se rela- taten, nec omnino pertinet nisi ad agrico-
cionan directamente con las cosas sagra- lam Trinitatem [In Jo., 80, 2. P. L., 35, col.
das o que tienen un cargo meramente ad- 1840].
ministrativo se preocupen con más empe-
ño que los demás en conservar siempre Podéis creerme si os digo que, por gran-
vivo el espíritu de oración. Para ello, les des que sean vuestro talento, vuestros co-
ayudará muchísimo la costumbre de ele- nocimientos y vuestro entusiasmo al prin-
var oraciones jaculatorias en medio de sus cipio de vuestro ministerio, nunca llega-
trabajos, escogiendo entre las fórmulas or- réis a hacer nada que valga la pena si no
dinarias aquellas que mejor respondan a sus sois hombres de oración.
necesidades, o sirviéndose de algún texto Los santos, que realizaron grandes obras
del breviario, o de la Sagrada Escritura, que impulsados por su amor, se entregaron con
más les haya llegado al alma. denuedo a la acción; pero eran, sobre todo,
Nunca es más feliz un ministro de Cris- hombres de oración. Recordad a San Be-
to que cuando es fiel al espíritu de oración nito, a San Francisco Javier, a San Carlos
y trabaja únicamente por la gloria de Dios Borromeo, a San Francisco de Sales, a San
y de la Iglesia, llevado del impulso de la Alfonso de Ligorio, al Santo Cura de Ars:
caridad. todos ellos pasaban largas horas en colo-
quio con Dios.
Si la oración tiene una importancia tan Sed, pues, «mediadores» conscientes de
grande para vuestra santificación, no la tie- vuestra misión, hombres de oración que,
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 173

mediante vuestra constante unión con el ¿Qué es lo que vemos allí? El recinto más
Señor, santifiquéis las almas que os han sido sagrado era el Santo de los santos. Este lu-
encomendadas al mismo tiempo que santi- gar estaba rodeado de varios atrios, que eran
ficáis también las vuestras. tanto más dignos cuanto estaban más próxi-
Porque los sacerdotes no podemos sal- mos al santuario por excelencia.
varnos solos, sino que tenemos la sublime El «atrio de los gentiles» era muy am-
misión de llevar las almas al cielo en pos de plio, completamente al descubierto y en él
la nuestra propia. Demos, por ello, gracias a podían entrar todos los que quisieran.
Dios y procuremos serle fieles, para que A través de varios pórticos, a los que los
nuestra falta de fervor nunca sea causa de incircuncisos no tenían acceso, se pasaba
que alguna alma se entibie o se arruine. al atrio de los judíos. En este vasto recinto,
el pueblo elegido asistía a los sacrificios,
escuchaba la lectura de la Ley, cantaba los
4.- Las fuentes de la oración: salmos y podía entrever, tras el altar de los
La naturaleza holocaustos, la parte del santuario que es-
Jesucristo dijo en cierta ocasión, hablan- taba reservada a los ministros del culto.
do del cielo: «En la casa de mi Padre hay Al fondo del lugar llamado «Santo», de-
muchas moradas (Jo., XIV, 2). Lo mismo trás del velo sagrado del templo, post vela-
puede afirmarse de la oración. En su admi- mentum, se encontraba el misterioso «San-
rable tratado Castillo interior, Santa Tere- to de los Santos», donde, según la epístola
sa menciona siete moradas principales. Y a los hebreos (IX, 3-4), y a la izquierda del
no se puede llegar de un salto a la última altar de los perfumes, se guardaba el Arca
morada. de la Alianza guarnecida de oro, que conte-
Para ayudaros en este ascensus ad Deum, nía las Tablas de la Ley, el maná y la vara de
os voy a proponer, a modo de ejemplo, tres Aarón. Solo el Sumo Sacerdote podía en-
puntos de partida distintos, o tres clases trar en este recinto, y eso una vez al año y
distintas de apoyos, desde lo que el alma después de prolijas purificaciones.
puede empezar su ascensión a la mansión Volvamos ahora a los grados de oración.
del Padre.
El primer atrio, el de los gentiles, sim-
Podemos elevarnos hacia Dios tanto por boliza la oración, en la que el alma se eleva
la contemplación de la naturaleza como por a Dios, sin servirse de la revelación, apo-
la meditación de las verdades reveladas que yándose en la contemplación del orden y
se contienen en la Sagrada Escritura, de la de las bellezas de la naturaleza. El mismo
vida y de los misterios de Jesucristo, o tam- San Pablo nos invita a que admiremos las
bién uniéndonos a Cristo, creyendo con fe maravillas de la creación, cuando escribe:
viva en el poder que tiene de introducirnos «Lo invisible de Dios, su eterno poder y su
en el seno del Padre. divinidad, se alcanzan a conocer por las
Según sean nuestras disposiciones per- criaturas (Rom., I, 20).
sonales o las circunstancias de cada mo- Pero me diréis: ¿Se puede hacer oración
mento, podemos echar mano de cualquiera con sólo admirar las bellezas de la natura-
de estas tres maneras de ir a Dios. Para que leza? ¿Y por qué no? Dios es el gran artista.
os hagáis una idea más cabal de ellas, me Todo cuanto ha hecho lo ha concebido en
vais a permitir que las compare a los tres su Verbo. En la creación se refleja una hue-
recintos del templo de Jerusalén. lla de su Autor. ¿Por qué creéis que algunas
174 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

almas se complacen en contemplar los los santos, Jesús pensaba en que su sangre
grandes espectáculos de la obra de Dios? había de rescatar al mundo y su alma se ele-
La inmensidad del océano, las cimas de las vaba a las sublimes realidades de las que
montañas, los paisajes encantadores les los ritos judaicos no eran sino las «som-
impulsan a orar. La razón de esto está en bras»: umbræ futurorum (Hebr., X, 1).
que, tras el telón de la naturaleza, adivinan
la presencia oculta de Dios. Todo el uni- ¿Qué significado tiene el segundo atrio
verso les grita: Ipse fecit nos et non ipsi en nuestra vida de oración? No se trata aquí
nos (Ps., 99, 2). El profeta Baruc escribía: de una elevación del alma provocada por la
«Los astros brillan en sus atalayas y en ello contemplación de las maravillas de la na-
se complacen. Los llama y contestan: He- turaleza, sino de la oración que se funda-
nos aquí. Lucen alegremente en honor de menta en los documentos de la revelación.
quien los hizo» (III, 34-5). Contemplad tam- Dios nuestro Señor se ha dignado hablar-
bién vosotros el cielo estrellado y elevaos nos y sus palabras están contenidas en los
por medio de este sublime espectáculo al libros inspirados. La oración se nutre prin-
amor de Aquel que ha creado la dilatada cipalmente de la Sagrada Escritura. Escu-
extensión del Universo. chad, si no, lo que dice San Pablo: «La pa-
labra de Cristo habite en vosotros abundan-
temente, enseñándoos y exhortándoos unos
5.- El Evangelio a otros con toda sabiduría, con salmos,
himnos y cánticos espirituales, cantando y
En el atrio de los judíos, todo pertenece dando gracias a Dios en vuestros corazo-
al orden de la revelación y por consiguien- nes» (Col., III, 16).
te todo es sobrenatural. Fue el mismo Dios
quien prescribió a Moisés los ritos y los Hay quien lee la Sagrada Escritura y no
sacrificios del culto mosaico: «Mira y ha- encuentra en ella nada que le invite a orar.
zlo según el modelo que en la montaña se Pero si la leemos con humildad, como hi-
te ha mostrado» (Exod., XXV, 40). jos de Dios, la luz de la divina palabra ilu-
minará nuestra alma y la impulsará a una
Procuremos imaginarnos cuál sería la ferviente oración.
admiración y el amor que embargaba el
alma de María cuando entraba en el atrio En este atrio debemos entretenernos en
de las mujeres y asistía a las ceremonias contemplar la persona de Jesucristo y los
sagradas. ¡Y qué decir de Jesucristo! En- misterios de su vida, para lo cual encon-
traba en el templo como en la casa de su traremos una eficaz ayuda en la liturgia.
Padre. Sabía que el templo le representaba Cuando meditamos en las palabras y en
a Él mismo. Por eso dijo: «Destruid este las acciones de Jesucristo, Dios se com-
Templo y en tres días lo reedificaré» (Jo., place en darnos sus gracias, porque el solo
II, 19). recuerdo de Jesucristo es ya de por sí santi-
Jesús asistía en el atrio a los holocaustos ficador.
y al culto judaico. Él, que era el verdadero Debéis meditar en las escenas del Evan-
Cordero de Dios, se daba perfecta cuenta gelio como si en realidad estuvieseis jun-
de que todo lo que allí se hacía era una fi- to al Señor, como si escuchaseis con vues-
gura profética de la misión que venía a rea- tros oídos sus palabras o como si le vie-
lizar. Cuando el pontífice rociaba al pue- seis con vuestros propios ojos. Arrodillaos
blo con la sangre de las víctimas y entraba con los pastores ante el pesebre; adoradle
sin acompañamiento alguno en el Santo de en Nazaret, en su vida oculta, con María y
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 175

con José; uníos al grupo de los apóstoles son sus deberes, realiza actos de confor-
para acompañarle en sus correrías, recoged midad con la voluntad divina y manifiesta
sus benditas palabras, prosternaos ante Él sus esperanzas y sus peticiones. Y cuando
en el lavatorio de los pies y en la Cena. En se acaban estos sentimientos de fe, de con-
el huerto de los olivos, a lo largo del drama fianza y de amor, se vuelve a continuar la
de la pasión y, sobre todo, al pie de la cruz, lectura del libro.
contemplad a Jesucristo. ¡Es vuestro Dios! Esta era la escuela de la oración mental,
Escuchad sus últimas palabras… ¿No es tal como la entendían aquellos grandes
verdad que a cada uno de nosotros nos dice: maestros de la santidad que eran los Padres
«Si yo ofrezco mi vida es por el amor que del desierto. San Benito, y con él los mon-
te tengo»? Este pensamiento arrebataba a jes de Occidente, continuaron esta tradi-
San Pablo hasta hacerle exclamar: «Me amó ción. Santa Teresa recomienda también este
y se entregó por mí» (Gal., II, 20). La per- método [Vida, capítulos XI y XII].
sona de Jesús, contemplada en todos los
Por ser tan sencillo, tiene la gran ventaja
pasos de su vida, desde la infancia hasta su
de que está al alcance de todos y con él se
resurrección, «irradia constantemente una
evitan muchas distracciones. Y puesto que
virtud santificadora»: Virtus de illo exibat
durante tantos siglos han sido muchísimas
et sanabat omnes (Lc., VI, 19).
las almas que han llegado a la contempla-
Fijemos en Él nuestra mirada con espíri- ción por este camino, ¿qué razón hay para
tu de fe para tratar de imitar sus virtudes, que nosotros no podamos conseguir la mis-
«no sólo en lo exterior, sino, sobre todo, ma gracia sirviéndonos del mismo método?
en su espíritu interior»: Ut per eum quem Cada uno debe examinar cuál es el méto-
similem nobis foris agnovimus intus re- do que más le conviene. Lo que sí debéis
formari mereamur [Oración de la octava procurar es que vuestra meditación sea aco-
de la Epifanía]. modada a vuestras necesidades espirituales,
a las flaquezas que debéis superar, a los
Voy a ofreceros ahora algunas breves deberes que tenéis que cumplir, y que os
reflexiones sobre la manera de meditar. sirva para que vuestra alma sea cada día más
fiel a Dios.
Hay muchos sacerdotes que se ajustan
siempre a un método determinado. Y si Si, como es natural, observáis al princi-
comprenden que les va bien con su méto- pio algunos titubeos, no tengáis el menor
do, harían mal si lo abandonaran. La Iglesia reparo en echar mano de la ayuda de algún
ha bendecido y recomendado la utilidad de libro. Una antífona de la fiesta de Santa
varios de ellos. Pero sería un craso error Cecilia nos dice que: Evangelium Christi
identificar la oración con los métodos y gerebat in pectore suo, et a colloquiis divi-
suponer que no se puede orar si se prescin- nis et ab oratione non cessabat: «Llevaba
de de los mismos, porque no son sino me- el Evangelio de Cristo no en el bolsillo,
dios. sino in pectore, junto a su corazón». Tam-
bién vosotros iréis adquiriendo el espíritu
Para los antiguos, el aprendizaje de la de oración en la meditación humilde y afec-
oración mental consistía en habituarse a tuosa del Santo Evangelio, de las Epístolas
hacer pausas en la lectura de la Sagrada Es- y de los demás libros de meditación. Des-
critura o de algún libro de piedad. Durante pués que hayáis hecho un acto de contri-
estas pausas, el alma se reconcentra en sí ción y os hayáis puesto en la presencia de
misma, reflexiona, se persuade, ve cuáles Dios, debéis abrir de par en par vuestra alma
176 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

a la influencia santificadora de Jesús y a la mira a mí». Esta es la oración de simple


acción del Espíritu Santo, y luego podéis contemplación, en la que se mira, se calla
abrir el libro, leyendo reposadamente y ha- y se ama. Toda alma fiel debería llegar a
ciendo una pausa de vez en cuando, y veréis alcanzar después de cierto tiempo este gra-
cómo vuestra alma se irá acostumbrando in- do de oración, pues en su estado inicial
sensiblemente a tratar con su Señor. pertenece propiamente a la oración adqui-
No debemos olvidar que la gran revela- rida, que por nuestro propio esfuerzo, se-
ción del segundo atrio es el conocimiento cundado por la gracia, nos permite encon-
de Jesucristo y de sus misterios, y que no trar nuestro descanso en Dios.
podemos abrigar la pretensión de llegar a ¿Qué obstáculos hay para que algunas al-
conocer los caminos y la voluntad de Dios, mas consagradas a Dios no puedan llegar a
y menos aún al mismo Dios, si no es con- este grado de oración? Simples bagatelas…
templando y escuchando a su Verbo encar- Triste es tener que decirlo, pero la verdad
nado. es que muchas veces se pasan horas ente-
ras preocupándose de cosas que no tienen
6.- La contemplación de la fe la menor importancia, pensando demasia-
do en sí mismos, o en mil naderías, y en-
Hablemos ahora del tercer recinto. tretanto el tiempo va corriendo. No ol-
Una vez al año, el Sumo Sacerdote solía vidéis nunca que la oración refleja o expre-
atravesar el velo sagrado del Templo y en- sa siempre las disposiciones más íntimas
traba sin acompañamiento ninguno en el del alma.
Sancta Sanctorum. Pronunciaba el nombre El sacerdote no debe ignorar, tanto para
de Yahvé y le hablaba en actitud de suprema su propia santificación como para la direc-
adoración. ción de las almas fervorosas, que Dios se
Esta ceremonia simbolizaba la entrada complace en elevar a sus más fieles servi-
del alma en la contemplación de la fe más dores, ya desde esta vida, a una unión más
pura, «a través del velo de la santa Humani- íntima con Él. Él les manda como Rey y
dad de Jesucristo»: Per velamen, id est car- Dueño soberano que es, y las almas están
nem ejus (Hebr., X, 20). en el deber de responder a su llamamiento,
Todo cuanto dejamos dicho de la natura- esforzándose por que toda su vida esté go-
leza de la oración encuentra su más cum- bernada por el amor. Este descanso en el
plida realización en esta oración de la fe, seno del Padre es «lo mejor que hay» aquí
ya que ella es por excelencia la conversa- abajo: la optima pars (Lc., X, 42).
ción a la que Dios invita a sus hijos en vir- Para formarnos una idea cabal de la ex-
tud de la gracia bautismal. Por su unión con celencia de esta oración, nos bastará con
Cristo y porque participan de su filiación, tie- decir que la visión beatífica es su más aca-
nen acceso al seno del Padre. bado modelo. La luz de la gloria nos per-
Os formaréis alguna idea de lo que es mitirá ver a Dios en el cielo cara a cara. La
esta oración si os acordáis de aquel buen luz de la gloria fortalece y amplía la capa-
aldeano que el Cura de Ars solía encontrar cidad de la inteligencia creada para que pue-
todas las tardes en su iglesia, con los ojos da gozar de la visión intuitiva.
fijos en el tabernáculo y sin proferir pala- Los elegidos participan de esta luz en la
bra alguna. Un día el santo Cura le pregun- misma medida de su amor. Por eso, el gra-
tó qué es lo que hacía, a lo que el aldeano do de gloria que disfrutaremos en el cielo
le respondió: «Yo miro a Dios y Dios me corresponderá al grado de caridad que ha-
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 177

yamos alcanzado en el momento de nues- bilem (I Tim., VI, 16), y el Verbo «es el res-
tra muerte. plandor de la luz eterna»: Candor est lucis
æternæ (Sap., VII, 26), el sol cuyos rayos
Pero volvamos de nuevo a la contempla- nos dejan deslumbrados, y el honor cuyos
ción de esta vida. ¿Qué es lo que corres- ardores no podemos soportar. Por eso es
ponde aquí abajo a la luz de la gloria? La fe. por lo que el alma, para poder acercarse al
La fe es una certeza y un conocimiento ro- Verbo, se apoya en el amor, a la sombra de
deado de oscuridades que va adquiriendo un la santa Humanidad.
perfeccionamiento progresivo y una vitali- Cuando el alma llega a gozar de esta
dad siempre nueva que le va acercando gra- unión, nada valen para ella el mundo y to-
dualmente a Dios en toda la realidad de su das sus seducciones, porque comprende
misterio. que Dios es «lo único necesario»: Unum
Y así como el grado de la visión beatífica est necessarium (Lc., X, 42). Unida a Je-
es proporcionado al grado de caridad que sús y oculta en Él, el alma le dice: «Vos
cada uno haya alcanzado, así también pue- contempláis al Padre y yo estoy rodeada de
de decirse que sucede en esta oración de tinieblas; pero yo lo contemplo a través de
fe, ya que este conocimiento oscuro y su- vuestros ojos».
perior a las fuerzas de la naturaleza, que es ¡Qué hermoso es vivir así bajo la mirada
propio de la fe, brota en el alma como con- amorosa del Padre, a través del velo de la
secuencia de su unión amorosa con Dios. santa humanidad! «Nadie conoce al Padre
De lo que resulta que la oración que eleva a sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quisiere
las almas hasta el Santo de los santos las revelárselo» (Mt., XI, 27).
hace también semejantes al Señor y capa-
Tened bien presente que en la oración de
ces de conocerle y amarle por la fe de la
fe nuestro amor no tiende a formarse una
misma manera que Dios se ama y se cono-
concepción o representación intelectual de
ce a Sí mismo en su Trinidad.
Dios, sino a poseerle enteramente y a ser
Aquella frase de la Sagrada Escritura: enteramente poseída por Él. No hay idea ni
Deus noster ignis consumens est (Hebr., concepto alguno de nuestra razón que pue-
XII, 29) nos da una idea aún más acabada de da facilitar al alma esta comunicación con
la excelencia de esta oración de fe. Si «Dios Dios, porque esta unión se consuma única-
es un fuego devorador», tanto más nos abra- mente en la oscuridad de una plena adhe-
saremos cuanto más nos acerquemos a Él. sión de fe.
Y es precisamente en la oración donde esta
chispa prende en nosotros y el alma se sien-
te inflamada de amor por la suprema bon- Lo ordinario, aún en las almas más san-
dad y experimenta un ardiente deseo de tas, es que su vida de oración empiece por
unirse al Padre por medio del Hijo encarna- los primeros atrios, donde nuestro esfuer-
do y de ser atraída por su mutuo y eterno zo personal, ayudado y secundado por la
Amor, el Espíritu Santo. gracia, nos dispone a conseguir que Cristo
lo sea todo para nosotros.
Quedémonos a los pies de Jesús, «repo-
sando a la sombra del Amado»: Sub umbra Cuando Dios invita al alma a pasar más
illius quem desideraveram sedi (Cant., II, adelante en la contemplación de pura fe,
3). ¿Cuál es esta sombra? La santa Huma- hace que está experimente su absoluta im-
nidad de Jesús. El Padre «habita una luz in- potencia para alcanzarla por sus propias
accesible»: Lumen inhabitat inaccesi- fuerzas. Entonces el alma debe mantener
178 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

una confianza inquebrantable, aunque la es- Evangelios nos dan testimonio de que Je-
pera le parezca demasiado larga, y aceptar sús oraba, ya en privado, como lo hacía cuan-
resignadamente el continuar en medio de do se retiraba al monte, ya en público,
esta oscuridad, pidiendo insistentemente a como cuando dijo el Padrenuestro ante sus
Jesús que se digne imprimir en ella su divi- discípulos, o cuando dio gracias antes de la
na imagen. Echaríamos a perder toda su obra multiplicación de los panes (Jo., VI, 11).
si pretendiéramos llegar por nuestras pro- Jesús oraba en cuanto hombre. En cuan-
pias fuerzas a adquirir esta semejanza con to Dios, no podía orar, ya que la oración
el Hijo de Dios. No debemos olvidar que supone una inferioridad, una necesidad; lo
el Señor obra en nosotros en la misma me- cual es propio de la criatura.
dida en que sacrificamos nuestro propio
«yo». Acostumbrémonos a decir: «Señor, ¿Podríamos nosotros entrever de alguna
si mi debilidad y mis tinieblas os glorifi- manera el secreto de estas sublimes eleva-
can, yo las acepto de buen grado; y si fuera ciones del alma de Jesús?
necesario que yo viva siempre ante Vos Aún reconociendo que nos hallamos aquí
«como una tierra sedienta de ti, sicut terra en el mismo umbral del Sancta Sanctorum,
sine aqua tibi (Ps., 142, 6), no por eso de- podemos, sin embargo, formarnos alguna
jaré de bendeciros». idea, si tenemos en cuenta las tres maneras
de conocimiento que tenía Jesús en cuanto
Nunca podremos comprender suficien- hombre, que los teólogos denominan las
temente la importancia que para nuestras tres ciencias de Cristo. Cada una de ellas
almas sacerdotales tiene el que elevemos iluminaba la inteligencia de Cristo con una
frecuentemente nuestras almas a Dios, por luz propia, y por eso mismo estas tres cien-
muy imperfecta que sea nuestra manera de cias eran otras tantas fuentes distintas de
orar. El Padre nos mira siempre con una oración.
mirada que penetra hasta lo más hondo de En virtud de la unión hipostática, Jesús
nuestras almas sacerdotales. «El nos ama gozaba de la visión de la divinidad. En lo
en su Hijo Jesús»: Ipse Pater amat vos, quia más alto de su alma guardaba un santuario
vos me amastis (Jo., XVI, 27). Correspon- sagrado, en el que sólo Él podía entrar. En
damos a esta su mirada de misericordia pre- la presencia del Padre, Él siempre seguía
sentándole, con generosa fidelidad, nues- siendo el Hijo único.
tros humildes esfuerzos para orar. Cuando nosotros invocamos a Dios, le
decimos: «Padre nuestro» en un sentido que
es común a todos sus hijos adoptivos. Pero
7.- La oración de Jesús Jesús se dirigía a su Padre y descansaba en
Pidamos a Jesús que nos enseñe a orar: Él como Hijo suyo, pero en un sentido que
Domine, doce nos orare. Tanto por su mis- sólo a Jesús le pertenecía, como Hijo úni-
mo ejemplo como por sus enseñanzas y por co, porque la humanidad de Jesús es la hu-
el Espíritu Santo que envía a nuestros cora- manidad del Verbo.
zones, Él es el gran maestro de la oración. Jesús atravesaba en un vuelo poderoso el
En Nazaret, su vida oculta fue toda de si- espacio infinito que separa lo creado de lo
lencio y de recogimiento. Durante su vida increado, y vivía en unión constante con el
pública se entregó sin reservas a todos y a Padre, de tal suerte, que con toda verdad
cada uno, pero siempre tenía su mirada fija pudo decir: «El que me envió esta conmi-
en el Padre. Vivía en continua oración. Los go; no me ha dejado solo» (Jo., VIII, 29).
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 179

Por efecto de esta visión beatífica, la ora- estas cosas a los sabios y a los prudentes, y
ción de Jesús transcendía las oraciones más las revelaste a los pequeñuelos» (Mt., XI, 25).
sublimes. Su oración se realizaba en lo más Y fue ella la que le movió a aceptar el cáliz
alto de su espíritu. La oración sacerdotal de la pasión y la que inspiró su oración de
que dijo después de la Cena, y que requiere supremo abandono y amor: «Padre…, no se
San Juan, nos permite entrever en qué con- haga mi voluntad, sino la tuya» (Lc., XXII,
sistía la conversación que nuestro Salvador 42).
sostenía con el Padre: «Padre…, glorifica
a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique»
(Jo., XVII, 1). Este conocimiento era com- No olvidemos, por fin, que Jesús era un
pletamente espiritual y sobrenatural. Ni las hombre como nosotros, igual en todo a
facultades imaginativas, ni la carne ni la san- nosotros menos en el pecado. Y por eso
gre tenían en él parte alguna, ni pudieron precisamente había en Él una tercera ma-
impedirlo los sufrimientos más acerbos de nera de conocimiento: una ciencia huma-
la pasión. na, natural, adquirida, experimental, igual a
la que todos los hombres tenemos.
Además de este conocimiento intuitivo, También esta ciencia constituía para Él
que se realizaba sin el apoyo de las ideas, una fuente de oración. Cuando recorría los
había también en el alma de Jesús otro gé- montes y los valles de Galilea, cuando con-
nero de ciencia, cuyo objeto no era el mis- templaba los viñedos y las mieses y las flo-
mo Dios, y que recibe el nombre de cien- res de que nos habla el Evangelio, en todas
cia infusa. En virtud de ella, Jesús conocía las bellezas de la creación veía otros tan-
de modo muy distinto al nuestro la doctri- tos reflejos del esplendor de la divinidad y
na que venía a predicar al mundo y cuanto todo esto despertaba en su alma un canto
se relacionaba con su obra redentora. Todo de alabanza. A través del velo de las criatu-
esto lo conocía por una irradiación de luz ras, se levantaba sin esfuerzo alguno a la
sobrenatural. Esta ciencia no era adquirida, consideración de las perfecciones divinas,
sino que la recibió de lo alto. Gracias a ella, de las que aquéllas no son sino un pálido
Jesús conocía los decretos de la divina sa- reflejo.
biduría referentes a la salvación de los hom- Grandes contemplativos como San Juan
bres, a su Cuerpo Místico, a su Iglesia, como de la Cruz o Santa Ángela de Foligno ates-
también la enormidad del pecado, su amor tiguan que, después del éxtasis, el alma que-
para con los hombres y la ingratitud de és- da envuelta en una luz sobrenatural que le
tos. permite descubrir, en medio de un gozo in-
Por estas luces que iluminaban su alma, decible, las huellas de Dios en la naturale-
Jesús, al entrar en el mundo, hizo, como za. También el alma de Jesús disfrutaba de
nos dice San Pablo, una oración que fue una este reflejo de la luz divina, pero en un grado
perfecta oblación de sí mismo: «Heme aquí, sobreeminente. El esplendor de la visión
Ecce venio…, que vengo para hacer, ¡oh intuitiva se extendía sobre todos sus conoci-
Dios!, tu voluntad» (Hebr., X, 7). mientos, tanto infusos como adquiridos.
Durante su vida terrestre, esta ciencia le Insistamos antes de terminar en que, por
sirvió para glorificar al Padre y para darle pobre que sea nuestra oración, es de la ma-
gracias por los beneficios de la enseñanza yor utilidad, y para nosotros los sacerdo-
del Evangelio: «Yo te alabo, Padre, Señor tes mucho más aún que para el resto de los
del cielo y de la tierra, porque ocultaste fieles, el considerar las inefables conver-
180 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

saciones de Cristo con su Padre. El Após- na, no era éste el único fin de su vida, pues
tol no tiene el menor reparo en decirnos era así mismo necesario que el hombre
que «Jesucristo es el ideal hacia el cual debe aprendiese de los labios benditos del Sal-
levantar los ojos nuestra flaqueza, sin des- vador a conocer al Espíritu Santo y a vene-
corazonarnos jamás»: Aspicientes in auc- rarle lo mismo que al Padre y al Hijo.
torem fidei et consummatorem Jesum… ne Esta es la razón de porqué en cierta oca-
fatigemini, animis vestris deficientes sión Jesucristo dijo aquella frase tan ex-
(Hebr., XII, 2-3). traña: «Os conviene que Yo me vaya». Si
vino a salvarnos, a guiarnos, a entregarse
enteramente por nosotros, ¿cómo afirma
ahora que nos conviene que se vaya? El
mismo Jesucristo nos lo explica con una
razón más sorprendente todavía: «Si Yo no
me voy, el Abogado no vendrá a vosotros»
(Jo., XVI, 7).
XVI Si hubiéramos estado allí presentes, es
posible que le hubiésemos replicado:
La fe del sacerdote en el «Maestro, no necesitamos para nada del Es-
píritu Santo; nos basta con Vos, quedaos con
Espíritu Santo nosotros. ¿Qué necesidad hay de que nadie
os reemplace?»
El Espíritu Santo es el que realiza toda la Y, sin embargo, Jesús lo dijo bien clara-
obra de santificación en la Iglesia. mente: «Os conviene que Yo me vaya».
La actividad sobrenatural de los hijos de Según los planes de Dios, la fe es el úni-
Dios en sus diversos grados depende ente- co medio por el cual los hijos adoptivos
ramente de su influencia vivificante: Qui pueden ponerse en contacto con el mundo
spiritu Dei aguntur hi sunt filii Dei (Rom., sobrenatural: Cristo, la Iglesia, los sacra-
VIII, 14). Esta es nuestra doctrina. mentos y, sobre todo, la Eucaristía. Debe-
Si para todos es de la mayor importancia mos apoyarnos en la fe para esperar, amar
que haya un perfecto acuerdo entre su es- y servir a Dios como conviene. Esta doc-
piritualidad personal y los dictados de la fe, trina supone, por una parte, que no conta-
lo es mucho más cuando se trata de los sa- mos con la presencia visible de Jesucristo
cerdotes. Examinemos, pues, si concede- en medio de nosotros, y por la otra, la ac-
mos al Espíritu Santo la parte que le co- ción invisible pero vivificante del Espíritu
rresponde en nuestra vida interior. ¿Esta- Santo, que tiene la misión de conducir a la
mos, acaso, convencidos de que para lograr Iglesia y a cada una de las almas a su desti-
nuestra santificación es de todo punto ne- no eterno.
cesario que abramos de par en par nuestra
alma a su acción bienhechora?
1.- El Espíritu Santo
Nada más cierto sino que «Jesús vino a vivifica a la Iglesia
este mundo para revelarnos al Padre»:
Pater… manifestavi nomen tuum homini- El Evangelio nos revela que la misión del
bus (Jo., XVII, 6). Pero también es verdad Espíritu Santo está ordenada a llevar a su úl-
que, según los planes de la economía divi- tima perfección la obra de Jesucristo.
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 181

Cuando Jesucristo pronunció en el Cal- Una, santa, católica, apostólica y roma-


vario el Consummatum est, puede decirse na, la Iglesia es a un tiempo divina y terrena;
que no quedaba ningún testigo que pudiera ella es constantemente combatida y siem-
acreditar la eficacia santificadora de su san- pre está rodeada de peligros; pero, a pesar
gre. Es verdad que Jesús había predicado de todo, la Iglesia se mantiene y progresa
su doctrina, que había formado a sus após- siempre idéntica a sí misma en su divina
toles, que pocas horas antes les había dado constitución, indefectible en su fe e inin-
la primera comunión y que acababa de con- terrumpidamente «vivificada por el Espíri-
sagrarles sacerdotales. Y, sin embargo, pa- tu»: Spiritum vivificantem.
recía que todo iba a derrumbarse al llegar ¿Qué sabemos nosotros de este Espíri-
la hora aciaga de la pasión: los discípulos tu? Elevemos nuestra consideración a la
huyeron aterrorizados, Pedro renegó de su Santísima Trinidad.
Maestro…
Pero el día de Pentecostés los apóstoles El Hijo, engendrado desde toda la eter-
se llenaron del Espíritu Santo y entonces nidad, es la Imagen perfecta del Padre:
«se renovó la faz del mundo»: Emittes Deum de Deo, lumen de lumine. Pero el
Spiritum tuum, et renovabis faciem terræ Hijo refluye al seno del Padre y esta unión
(Ps., 103, 30). Dejando a un lado todo te- del Padre y del Hijo es fecunda. El Espíritu
mor, Pedro se presentó en público en me- Santo, que procede del soplo único del amor
dio de Jerusalén y predicó a Cristo. Los mutuo del Padre y del Hijo, es amor infini-
doce apóstoles llevaron su voz hasta los to y se refiere todo entero, como tal Amor,
confines del mundo y a los pocos años los a su principio de origen.
cristianos se contaban por millares. ¿Cómo
La santidad consiste en ordenarse a Dios
se obró este prodigio? Todos los años lo
por amor. Y porque vuelve toda entera al
cantamos en el Prefacio de Pentecostés:
Padre y al Hijo en un eterno reflujo de amor,
«Por Cristo nuestro Señor, quien, subien-
la tercera Persona es llamada santa por ex-
do a lo más alto del cielo y estando senta-
celencia: su nombre propio es Espíritu San-
do a tu derecha, derramó en este día sobre
to.
sus hijos adoptivos el Espíritu Santo, que
había prometido». El Espíritu, que procede del amor del
Padre y del Hijo, es también el don que se-
A partir de este momento, la Iglesia ha lla su unión, el término, el definitivo aca-
vivido y ha triunfado de modo maravilloso bamiento de la comunicación de la vida en
de todas las persecuciones y luchas doctri- Dios.
nales y aún de las mismas infidelidades de Don de amor en el seno de la Trinidad, el
sus propios hijos. Ella sigue su marcha Espíritu Santo es para nosotros el don por
triunfal a través de los siglos, bien segura excelencia del Altísimo: Altissimi donum
de sus prerrogativas, que son las señales Dei. En unión con la Iglesia y en el mismo
inequívocas de su institución divina. Ella es sentido que ella, nosotros veneramos en el
siempre una, tanto por su fe como por su Espíritu Santo al huésped de nuestras almas,
comunión, con la sede de Pedro; ella pro- ya que en ellas habita y las hace «templos
duce en todas las épocas, en virtud de sus del Señor»: Templum enim Dei sanctum est
propias fuerzas santificadoras, la santidad quod vos estis (I Cor., III, 17).
de sus miembros; ella abraza de derecho a
toda la humanidad en su redil, y ella, en fin, El Espíritu Santo desciende sobre toda
apoyada en el fundamento de los apóstoles, la Iglesia y sobre cada uno de los cristia-
permanece siempre inconmovible. nos con todas las riquezas de la gracia. Fons
182 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

vivus, Ignis, Caritas [Himno Veni, creator rialmente nuestras funciones, sin atender
Spiritus]. Él es «fuente viva» del impulso debidamente a su carácter sobrenatural. La
sobrenatural, «fuego» que comunica ardor, constante repetición de las ceremonias, por
«caridad» de donde se deriva la santificación muy sagradas que sean, nos lleva insensi-
y la unión de los corazones. blemente a la rutina.
Al venir a nosotros, nos trae sus dones. Para inmunizarnos contra el naturalismo
La liturgia reconoce siete: Sacrum septe- que nos rodea y contra la negligencia, es
narium. Este número es tradicional en la indispensable que todas y cada una de nues-
Iglesia y significa la plenitud de las opera- tras acciones sean fecundadas por el soplo
ciones que el Espíritu Santo obra en nues- del Espíritu Santo.
tras almas. Él es quien «enciende en nuestros cora-
Los dones son propios del estado de gra- zones la llama del amor»: Tui amoris in eis
cia y son unas disposiciones infusas, per- ignem accende; quien, en las cosas del es-
manentes y distintas de las virtudes, que píritu, nos otorga la «rectitud de juicio»:
confieren al cristiano una singular aptitud recta sapere; quien nos sugiere la actitud
para recibir las luces y los impulsos de lo filial que debemos adoptar para poder in-
alto. En virtud de esta acción del Espíritu vocar a Dios como a un padre; quien, en fin,
Santo, los hijos de Dios pueden obrar como «inspira nuestra oración»: Spiritus adjuvat
movidos por un instinto superior y de una infirmitatem nostram… Postulat pro no-bis
manera que transciende el modo racional, gemitibus inenarrabilibus (Rom., VIII, 26).
que es propio del ejercicio de las virtudes.
Estas son algunas de las actividades que
La atmósfera en que el ejercicio de los do-
en nosotros ejerce el Espíritu Santo. Todo
nes sitúa al cristiano es completamente so-
el que quiera vivir como corresponde a un
brenatural. En ella es donde el cristiano va
hijo de Dios debe procurar mantener siem-
adquiriendo de la manera más elevada y per-
pre su alma bajo esta influencia. ¿Cuántos
fecta su semejanza con el Hijo de Dios.
son, aún entre los mismos sacerdotes, los
En la práctica, las actividades de las vir- que conocen debidamente a este Espíritu
tudes y de los dones se compenetran mu- de amor? Y, sin embargo, Él es la fuente de
tuamente y cuando el alma vive más unida a toda la vida interior y quien fecunda todo
Cristo, más sumisa está a las influencias del su ministerio sacerdotal.
Espíritu Santo, como es fácil comprobarlo
en la vida de los santos. ¿Cómo se inaugura un concilio ecumé-
nico? Con el Veni Creator. Pues si esto se
hace en las grandes asambleas oficiales de
2. Necesidad de recurrir la Iglesia, lo mismo puede aplicarse a toda
al Espíritu Santo vuestra vida sacerdotal, en la que no debéis
emprender ninguna acción de importancia
Toda nuestra vida sacerdotal está consa- sin implorar antes la protección del Espí-
grada a tratar con las cosas santas y eter- ritu Santo. Nunca invocaréis en vano al Es-
nas, aunque no puede prescindir de vivir en píritu Santo cuando os pongáis a confesar,
contacto con las preocupaciones terrenas. o subáis al púlpito, o visitéis a los enfer-
No nos es posible sustraernos a la influen- mos, porque de Él depende principalmente
cia del ambiente que nos rodea y esto en- el gobierno de las almas. Cuando os dedi-
traña el peligro de que ejerzamos nuestro quéis a dirigir las conciencias, tened siem-
ministerio de una manera demasiado huma- pre bien presente que la misión del pastor
na y de que nos limitemos a cumplir mate- consiste en abrir las almas a la acción del
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 183

Espíritu Santo. Y vais a permitirme que os en Él y se hacían discípulos suyos. ¿Cuál


dé, de pasada, un consejo: y es que no de- era la causa de esta diferencia? La Escritu-
béis, de ordinario, permitir a vuestros pe- ra nos lo revela en diversos pasajes, ya des-
nitentes que os escriban largas cartas y que de los primeros días de la vida de Jesús.
vosotros mismos debéis limitaros a darles Veamos algunos ejemplos. María va a visi-
unas directivas breves y concisas, que sue- tar a su prima Isabel y ésta exclama: «¡Ben-
len ser tanto más eficaces cuanto más bre- dita tú entre las mujeres y bendito el fruto
ves sean. de tu vientre!» ¿Quién le había dado a Isa-
No pretendo con ello menospreciar el bel un conocimiento tan claro? El Evange-
esfuerzo humano, ni la generosidad, la lio nos lo dice: «Isabel se llenó del Espíri-
constancia y la prudencia que deben ani- tu Santo» (Lc., I, 41). Cuando el niño Jesús
mar nuestro ministerio con las almas. se presentó en el templo de Jerusalén, el
Comprendo el valor que tienen todas estas anciano Simeón reconoció al Mesías en el
cosas, pero también es cierto que ningún hijo de la Virgen. ¿Quién fue el que se lo
caso deben hacernos perder de vista el as- inspiró? El mismo San Lucas nos lo des-
pecto sobrenatural de nuestro apostolado. cubre, al decirnos que: «Movido del Espí-
ritu Santo, vino al templo»: Venit in Spiritu
Y es tanta la importancia de lo que acabo
in templum (Lc., II, 27).
de deciros, que creo necesario insistir so-
bre ello. Hay en las cartas de San Pablo un No cabe duda que también sentían el im-
texto sorprendente: Nemo potest dicere: pulso secreto pero eficaz del Espíritu to-
Domine Jesu, nisi in Spiritu Sancto (I dos aquellos enfermos que acudían al Sal-
Cor., XII, 3). ¿Quiere esto decir que no po- vador con la seguridad de conseguir su cu-
demos pronunciar con nuestros labios las ración. El Espíritu Santo fue el que movió
palabras «Señor Jesús», o que somos inca- a la Magdalena al arrepentimiento de sus
paces de comprender su sentido literal? De pecados mientras bañaba con sus lágrimas
ninguna manera. los pies de Jesús, y el que movió a Pedro y
Lo que el Apóstol quiere darnos a enten- a los demás apóstoles a abandonar sus re-
der es que, para decir este nombre bendito des por seguir a Cristo y el que invitó a
y para llegar a la persona de Jesús de una Juan a reposar sobre el pecho de su Maes-
manera saludable, es preciso que seamos tro y a acompañarle hasta el pie de la cruz.
movidos desde lo Alto. El Concilio de Oran- Debemos estar persuadidos de que tam-
ge definió que «sin la iluminación y la ins- bién para nosotros existe un contacto con
piración del Espíritu Santo» [Can. VII.] no Jesús tan íntimo, tan inmediato y tan fe-
podemos hacer absolutamente nada que sea cundo como este de que os acabo de ha-
eficaz para nuestra salvación. Esto es lo que blar. Me refiero al contacto que se realiza
nos enseña la fe. por medio de la fe y que sólo el Espíritu
Cuando Jesús vivía en el mundo, todos Santo puede efectuar en nosotros. Si me
podían llegar a Él. ¿Acaso no había venido preguntáis cómo lo realiza, os diré que
precisamente para salvarnos a todos? Y, sin cuando, en virtud de la eficacia de la gra-
embargo, ¡qué actitudes tan opuestas po- cia, hace a nuestra alma capaz de creer, de
demos observar entre los que se le acerca- esperar y de amar sobrenaturalmente.
ban! Los unos, como los fariseos, tenían Cuando Jesucristo vivía entre nosotros,
el corazón endurecido y cerrado; los otros, su divinidad estaba escondida, al paso que
por el contrario, lograban entrever el mis- su humanidad era completamente visible
terio de su persona y de su misión, creían y ejercía un atractivo natural. Por eso, no
184 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

era objeto de fe. Pero ahora no podemos lo dice expresamente del sacramento del
alcanzar ni la humanidad ni la divinidad orden: «Te amonesto que hagas revivir la
de Jesús si no es por medio de la fe. Tal gracia de Dios que hay en ti por la imposi-
es el plan divino. Todas nuestras relacio- ción de mis manos» (II Tim., I, 6).
nes con Cristo deben basarse en esta ad- Jesús nos dijo que, en el bautismo, el alma
hesión. Este contacto por medio de la fe nace a una vida nueva «por la virtud del agua
es la condición indispensable para que y del Espíritu Santo»: ex aqua et Spiritu
desciendan sobre nosotros los dones di- Sancto (Jo., III, 5). Desde entonces, «el
vinos. «El que cree en Mí, dice Jesucris- Espíritu de Cristo habita en el alma del bau-
to, ríos de agua viva correrán de su seno». tizado» y toma posesión de ella: Quoniam
Y observad que el evangelista añade que estis filii, misit Deus Spiritum Filii sui in
«esto dijo del Espíritu que habían de re- corda vestra (Gal., IV, 6).
cibir los que creyesen en Él» (Jo., VII,
39). El contacto vivificante con Jesús en En virtud de su misma naturaleza, el ca-
la fe no se realiza sino por el don del rácter bautismal clama al cielo e intercede
Espíritu Santo. en nuestro favor. Apoyémonos, pues, en él
para invocar al Espíritu Santo, para que nos
Puede darse muy bien el caso de que se
enseñe a orar como conviene a los hijos de
acerque uno al sagrario del altar y que, sin
Dios y a tratar con el Soberano Señor como
embargo, esté muy lejos de Jesucristo. Por
con un Padre y para que toda nuestra con-
el contrario, si nuestra vida está como pe-
ducta responda a la plenitud de nuestra gra-
netrada de la influencia del Espíritu Santo,
cia bautismal, a imagen de Jesús, que es el
este contacto se establece y entonces po-
único Hijo por naturaleza.
demos decir con toda verdad que estamos
cerca de Jesús. ¿Qué es lo que hace Jesús en el sacra-
El Espíritu Santo es el lazo entre el Pa- mento de la confirmación por el ministe-
dre y el Hijo; y es también el vínculo que rio del obispo? Extiende la mano sobre la
nos une con Cristo. Esto nos hará compren- cabeza de los confirmandos y les unge con
der cuánto importa para nuestro ministerio el santo crisma, al tiempo que traza una cruz
que vivamos siempre sometidos a su acción sobre su frente, diciendo: Signo te signo
santificadora. crucis. Este signo visible de la cruz repre-
senta el carácter invisible que se imprime
en el alma. Esta queda grabada con el sello
3.- Cómo debemos invocar de Cristo, que aparece luminoso a las mi-
al Espíritu Santo radas de los ángeles y de los santos. Este
sello es un testimonio del dominio y del
Acordaos del sello indeleble que dejaron amor que Cristo ejerce en el alma. El obis-
grabado en vuestra alma los sacramentos del po continúa el rito: Confirmo te chrismate
bautismo, de la confirmación y del orden. salutis…, es decir, te fortifico, completan-
Estos caracteres son permanentes, y podéis do la acción del bautismo, te hago perfecto
serviros de estas prendas que atestiguan que cristiano, soldado de Cristo, apto para de-
pertenecéis a Cristo para hacerlos valer, fender su causa. El santo crisma que se ex-
siempre que lo queráis, ante Dios. Gracias tiende en la frente del confirmando signi-
a ellos, podéis volver a llamar en vuestras fica la unción del Espíritu Santo que pene-
almas al Espíritu Santo y reavivar de esta tra en el alma y se extiende en ella para for-
manera los efectos sobrenaturales que son tificarla.
propios de estos sacramentos. San Pablo
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 185

Invocando este carácter, pidamos al Es- salmo: «Padre celestial, dadme vuestro Es-
píritu divino que, en las luchas y en las difi- píritu» [Monumenta historica Societatis
cultades de la existencia, nos dé la fuerza Jesu. Monumenta Fabri. Matriti, 1914,
necesaria para ser siempre soldados fieles pág 505].
de Cristo, orgullosos de estar a su servicio
y dispuestos a defender y a extender su rei-
nado. 4.- Los dones del Espíritu Santo
Vosotros los sacerdotes tenéis un ter- en la celebración de la Misa:
cer carácter sagrado, el de vuestra orde- los dones de temor de Dios,
nación, que permanece siempre en lo más de piedad y de fortaleza
íntimo de vuestra alma como una llamada En todas las acciones de nuestra vida y
incesante al Espíritu Santo. Todas las ma- en cada una de las ceremonias de nuestro
ñanas podéis levantar vuestras manos al cie- ministerio sagrado podemos invocar la in-
lo «llenos de fe», fortes in fide, y mostrar tervención santificadora del Espíritu San-
al Señor vuestra alma marcada con el sello to. Detengámonos a considerar más despa-
de Cristo. El sacerdocio del salvador, su san- cio la acción del Espíritu Santo en el mo-
gre y su muerte están esculpidas en lo más mento más sublime de nuestra jornada sa-
íntimo de vuestro ser. Siempre que abrís cerdotal: en la santa Misa.
ante Dios vuestra alma grabada con este
sello, llamáis al Espíritu Santo y le pedís No hay para nosotros honor comparable
que reanime la gracia que recibísteis en la al de poder asociarnos al sacrificio de Je-
ordenación sacerdotal. sucristo, en el que el mismo Hijo de Dios
se ha dignado vincularnos al acto sacerdo-
Tened en gran aprecio el carácter que en tal más augusto.
vuestra alma han impuesto estos tres sacra-
mentos y aprovechaos de su valor, porque Solamente el Espíritu Santo puede ele-
toda vuestra vida sobrenatural consiste en var nuestra alma a las alturas de una fun-
que desarrolléis con perseverancia las gra- ción tan sublime.
cias que son propias de vuestra vocación Hablando de la oblación de Cristo en el
de bautizados, de confirmados y de sacer- Calvario, el Apóstol San Pablo hace notar
dotes de Cristo. que se realizó «por un impulso del Espíritu
Esta invocación puede expresarse por un Santo»: Per Spiritum Sanctum semetipsum
simple movimiento del alma, por la ora- obtulit immaculatum Deo (Hebr., IX, 14).
ción al Espíritu Santo, por cualquiera de Ojala pueda decirse también de nosotros
estas ardientes aspiraciones que la liturgia que ofrecemos este sacrificio único con el
de Pentecostés contiene con tanta abundan- alma abierta al impulso de este Espíritu de
cia: «Ven, Padre de los pobres… Dispen- amor.
sador de las gracias… Dulce huésped del Quisiera demostraros cómo, mientras
alma… Cura nuestras heridas…» Es una celebramos, el Espíritu Santo puede ejer-
práctica muy recomendable la de repetir a cer sobre nosotros, por medio de sus do-
lo largo del día estas invocaciones en for- nes, una acción saludabilísima. No abri-
ma de oraciones jaculatorias. El beato Pe- go el propósito de exponer en este lugar
dro Fabro, de la Compañía de Jesús, tenía toda la doctrina de los dones, sino solamen-
tanta devoción a esta práctica, que, aun du- te quiero evocar en breves rasgos las rique-
rante el oficio divino, solía dirigirse al Pa- zas de gracia que nos comunican estos do-
dre, diciendo mentalmente entre salmo y nes.
186 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

Debemos dejar sentado, ante todo, que um, Dominum nostrum. Y es tan íntima
los dones de temor de Dios y de piedad nuestra comunión con el Padre, que nos
son de la mayor importancia en la celebra- atrevemos a unirnos y a compartir la com-
ción de la Misa, porque son precisamente placencia que experimenta en el amor de
los que deben inspirar al alma del sacerdo- su Hijo: Ut nobis corpus et sanguis fiat di-
te sus disposiciones más íntimas. lectissimi Filii tui. El sacerdote, en el altar,
Nunca debemos perder de vista en el al- se identifica con Jesucristo. De ahí se de-
tar la majestad inmensa, insondable e infi- duce hasta dónde debe llegar el espíritu filial
nita del Dios tres veces santo, a quien ofre- que embargue su alma.
cemos el sacrificio: Suscipe, sancte Pa- Pidamos al Espíritu Santo que nos inspi-
ter… Suscipe, sancta Trinitas… So pena re una fe viva en el amor que Dios nos pro-
de adoptar una postura falsa ante el Señor, fesa y una confianza inquebrantable en nues-
la criatura debe rendirle el homenaje de su tro Padre celestial.
adoración y de su anonadamiento y, si en Bajo la influencia del Espíritu Santo, ex-
alguna ocasión, es precisamente en la Misa perimentaremos también en el altar la ne-
donde el alma debe sentirse penetrada de cesidad de solidarizarnos con todas las ne-
estos sentimientos. Como ya os lo he de- cesidades y angustias de la humanidad, ya
mostrado repetidas veces, el divino sacri- que, por el don de piedad, nos uniremos
ficio exige que lo celebremos cum metu et interiormente a la caridad que desbordaba
reverentia, porque es un acto de culto en del corazón de Cristo. Al proyectar nuestra
el que se reconocen los derechos absolu- mirada sobre los incontables dolores que
tos de Dios y en el que se rinde homenaje a atenazan al mundo, pensaremos en los pe-
su plena soberanía. Jesucristo ofreció el cadores por los cuales Jesucristo vertió su
sacrificio de la cruz con aquella íntima re- sangre, lo mismo que sobre los afligidos,
verencia para con su Padre y con aquel re- sobre los enfermos y sobre los moribun-
ligioso respeto que, en una acción tan sa- dos y, ante este inmenso clamor de mise-
grada, son tan propios del pontífice como rias que se levanta de este valle en que vivi-
de la víctima. Cuando en el altar nos acer- mos, nos sentiremos movidos a implorar
camos tan de cerca a la divinidad, debemos la misericordia de Dios sobre todos ellos.
unirnos a estos sentimientos del corazón O aún mejor, será el mismo Cristo el que,
de Cristo. por nuestros labios, pedirá al Padre que ten-
A ejemplo de nuestro Salvador, procure- ga piedad de ellos. Jesús ha querido «to-
mos fomentar en nuestra alma una viva aver- mar sobre sí todas nuestras iniquidades»:
sión a los pecados del mundo y a las ofen- Vere languores nostros ipse tulit (Isa., 53,
sas que se infieren a la suprema Bondad, y 4). Cuando ofrecemos a Cristo al Padre
un deseo ardiente de repararlas. celestial, es el mismo Jesús el que se re-
Por el impulso secreto del Espíritu San- viste de todos los males que aquejan a sus
to, que nos comunica el don de piedad, lle- miembros e implora la clemencia divina.
garemos a experimentar hasta qué punto la Estos sentimientos de piedad se conci-
atmósfera en que se desarrolla la acción del lian perfectamente con el temor reveren-
sacrificio es de carácter filial. ¿Cuál es el cial, como lo expresa maravillosamente una
nombre que usa la liturgia para dirigirse al oración litúrgica: «Señor, haz que tengamos
Señor? El de Padre. Y tenemos libre acce- siempre temor y al mismo tiempo amor de
so a su divina majestad porque acudimos tu santo nombre»: Sancti nominis tui, Do-
confiados per Jesum Christum, Filium tu- mine, timorem pariter et amorem fac nos
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 187

habere perpetuum [2º domingo después de sencia de su Salvador, como si le viera con
Pentecostés]. sus propios ojos.
En vez de presentarnos a ofrecer el santo Este mismo don nos comunicará también
sacrificio con un corazón tibio, procure- el valor y la decisión necesaria para ofre-
mos enfervorizarlo con la consideración de cernos todos los días a Dios como hostias
estas ardientes verdades, para que el Espí- que se entregan voluntariamente para cum-
ritu Santo nos anime y nos estimule a orar plir en todo su voluntad, por muy dolorosa
con más devoción. y costosa que sea. Cuando nos sentimos
sin fuerzas para aceptar o para llevar la cruz
Quizás os preguntéis cuál es la ayuda es- que el Señor nos envía, pidamos al Espíri-
piritual que proporciona al celebrante el tu Santo que nos otorgue una parte de aque-
don de fortaleza. lla misma fortaleza que saturaba el alma de
Cristo Jesús en el momento de su sacrificio.
La necesidad de este don se deduce del
gran espíritu de fe que se requiere en el sa-
cerdote y de las muchas tentaciones que la 5.- Dones de ciencia,
combaten. Si es verdad que todos los hom- de entendimiento y de consejo
bres están expuestos a las tentaciones con-
tra le fe, mucho más lo está el sacerdote. Tratemos ahora de los tres dones inte-
lectuales de ciencia, de inteligencia y de
Y no os debéis extrañar de ello, porque consejo. No os preocupéis porque me tomo
la razón es bien clara. la libertad de cambiar el orden en que habi-
Cuando los fieles ven la santa hostia es tualmente se citan, porque, cuando celebra-
en el momento de la consagración, cuando mos la Misa, no es lo que más importa el
toda la asamblea se prosterna para adorar- saber si el Señor obra en nosotros por este
la, o cuando se expone en el ostensorio, o por el otro don, sino el tener una fe des-
rodeada de luces y envuelta en nubes de in- pierta y el alma enteramente abierta a las
cienso, o al recibirla al acercarse a comul- influencias de lo Alto.
gar. Pero nunca llegan a tocar las sagradas Debemos estar persuadidos de que, por
especies. muy sublimes que sean las ideas que tenga-
El sacerdote, por el contrario, está siem- mos acerca de la Santa Misa, serán inefica-
pre en contacto inmediato con las espe- ces para acercarnos a Dios si el Espíritu
cies sagradas, bajo las cuales, como bajo Santo no nos ilumina con su luz. Cosa ex-
un velo, se oculta Jesucristo. Él pronuncia celente es, sin duda, conocer la teología y
las mismas palabras que Jesús dijo en la en particular lo que nos dice del santo sa-
última Cena: él toca la santa hostia, la par- crificio, pero puede darse el caso de que,
te, la lleva de un lado a otro, la tiene a su después de haber leído los mejores trata-
merced. Y el demonio puede muy bien dos de la Eucaristía, haya quien celebre la
aprovecharse de esta inefable condescen- Misa con la misma frialdad que antes. Y la
dencia de Jesús para tentar a su ministro. razón de ello está en que todo eso no era más
Por eso, precisamente, le concede el don que trabajo de nuestro cerebro. Por eso, es
de fortaleza: para que mantenga siempre necesario que, al estudio, acompañe un sen-
viva su fe en la sublimidad del acto que rea- timiento sobrenatural de los divinos mis-
liza, para que supere todas las tentaciones terios, que complete lo que conocemos por
que se le presenten y para que viva persua- la letra. Ahora bien, solamente el Espíritu
dido de que realmente se encuentra en pre- de amor puede darnos un conocimiento pro-
188 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

fundo y vital de la ofrenda y de la inmola- con sus propias luces el sentido de las pala-
ción eucarísticas. bras. Por eso dice Santo Tomás: Intelligere,
Por el don de ciencia, el Espíritu Santo quasi intus legere [Summa Theol., II-II, q.
nos enseña a apreciar sobrenaturalmente las 8, a.1].
cosas creadas, es decir, a juzgar de su im- En el orden sobrenatural sucede una cosa
portancia o de su ningún valor, de acuerdo análoga. Una secreta claridad permite que
con el aprecio que merecen al mismo Dios. nuestro espíritu penetre hasta cierto punto
La Sagrada Escritura da a este género de en las verdades que el mismo Dios ilumina.
ciencia el nombre de «ciencia de los san- Aunque el cristiano aceptaba ya estas ver-
tos» (Sap., X, 10). Gracias a esta superior dades por el acto de fe, las aceptaba y las
rectitud de juicio, los santos se veían libres conocía, por así decirlo, en su envoltura;
de la fascinación del mundo y solían excla- pero por el don de entendimiento llega a
mar con el Apóstol: «Todo lo tengo por es- penetrar en su misma entraña.
tiércol, con tal de gozar a Cristo»: Omnia
arbitror ut stercora ut Christum lucrifa- Son muchas las oraciones en las que la
ciam (Philip., III, 8). Iglesia testimonia la realidad de estas lu-
ces interiores: «Señor, te rogamos que el
Este don nos hace comprender también Espíritu Santo, que de Ti procede, alumbre
el valor incomparable de las realidades de a nuestras almas y nos dé a conocer toda
la fe y de los actos del culto. Por eso, de- verdad, como lo dejó prometido tu Hijo»:
bemos pedir al Espíritu Santo, antes de ce- Et inducat in omnem sicut tuus promisit
lebrar, que nos inspire un cabal conoci- Filius veritatem [Miércoles de las Témpo-
miento del valor de la Misa, que sea como ras de Pentecostés]. De esta suerte, entra-
un eco del pensamiento que el mismo Dios mos, en cierta manera, en el mismo san-
tiene del augusto sacrificio. tuario de la divinidad.
Este conocimiento no es, en manera al-
Fácilmente podéis comprender hasta qué
guna, fruto del razonamiento, sino que es
punto es útil este don para los que ofrecen
un conocimiento directo; pero la certeza
el santo sacrificio o participan del mismo.
íntima que en nosotros produce es de una
En el altar se realiza una acción divina y no
enorme fecundidad para el sacerdote.
hay hombre ni ángel que sea capaz de com-
¡Dígnese el Espíritu Santo hacernos apre- prender todo su valor ni de medir todo su
ciar en el silencio de la oración estos mis- alcance, porque es inefable. El Hijo de Dios
terios que todos los días se renuevan en está allí, ofreciéndose, inmolándose y dán-
nuestras manos de la misma manera que dose bajo las especies sacramentales. El
Dios los aprecia! Padre contempla a su Hijo… Sólo un rayo
de luz de lo Alto puede hacer que llegue-
Por el don de entendimiento, el Espíri- mos a comprender siquiera algo de estos
tu Santo nos da un conocimiento íntimo de misterios.
la naturaleza de las verdades de la fe. «El Cuando leemos las palabras de la Escri-
Espíritu todo lo escudriña, dice San Pablo, tura y de la liturgia, creamos firmemente
hasta las profundidades de Dios y Él es que, lo mismo que hizo con los apóstoles
quien hace que conozcamos los dones que después de la resurrección, también a no-
Dios nos ha concedido»: Ut sciamus quæ a sotros puede esclarecernos su sentido: Ape-
Deo donata sunt nobis (I Cor., II, 10 y 12). ruit eis sensum ut intelligerent Scrip-turas
Cuando en nuestra vida ordinaria leemos (Lc., XXIV, 45). Si las conservamos religio-
un párrafo cualquiera, la inteligencia deduce samente en nuestro corazón, estas santas
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 189

palabras se irán haciendo cada vez más ar-


dientes y encenderán en nuestras almas el 6.- Don de sabiduría
amor de Dios.
El don de sabiduría es el más elevado
de todos.
El don de consejo nos dispone a reco-
nocer, por una especie de instinto superior, Consiste este don en un conocimiento
cuáles son los actos que nos ayudarán, tanto de Dios y de las cosas divinas que el Es-
a nosotros como a los demás, a orientar- píritu Santo comunica al alma en el mis-
nos hacia nuestro destino sobrenatural. mo ejercicio de la vida de unión con el
«Los que son movidos por el Espíritu de Señor. La sabiduría es fruto de la caridad
Dios, ésos son hijos de Dios» (Rom., VIII, y pertenece a un orden completamente
14). Gracias a este don, el Espíritu Santo distinto del de la ciencia teórica, que es
nos previene en el curso ordinario de la vida fruto de la razón. La sabiduría es un co-
contra la vehemencia de nuestra naturale- nocimiento «sabroso»: sapida cognitio,
za, contra nuestro orgullo y nuestro presun- y establece un contacto íntimo y vital del
tuoso juzgar. Todos estos defectos son otras alma con Dios.
tantas fuentes de ilusiones y de errores en Esto se hace posible por la acción se-
el gobierno de las almas, ya que nos impul- creta del Espíritu Santo. Cuando el cris-
san a obrar sin tener la debida cuenta de los tiano ora y sirve a Dios con fidelidad y
planes de Dios sobre cada alma. con amor, el Espíritu Santo le concede
Pudiera creerse que el don de consejo no esta sabiduría sobrenatural. Entonces el
juega ningún papel importante en la cele- alma «saborea» la presencia de Dios y,
bración de la santa Misa. Pero téngase en hasta cierto punto, llega a experimentar
cuenta que precisamente es entonces cuan- en lo más íntimo de su ser su misericor-
do el sacerdote debe pedir las luces que diosa bondad y la vida que comunica a
tanta falta le hacen y que tan indispensables sus hijos adoptivos.
le son para su predicación, para sus decisio- Este don hace que el alma prefiera, sin el
nes y para toda su acción pastoral. menor género de duda, la felicidad que pro-
Todo esto no quiere decir, sin embargo, porciona la unión con Dios a todas las sa-
que la fe que el sacerdote tiene en la inter- tisfacciones que le puede brindar el mun-
vención del Espíritu Santo le autoriza en do, y le hace exclamar con el salmista:
lo más mínimo a menospreciar los dicta- «Cuán amables son tus moradas, oh Yahvé
dos de la sana razón ni los medios hu-ma- Sebaot… Porque más que mil vale un día
nos de que dispone en el cumplimiento de en tus atrios» (Ps., 83, 2 y 11).
sus deberes. Dios no concede a sus hijos Pero no podemos saborear este gozo es-
el don de consejo para suprimir la virtud piritual si no desechamos ante los deseos
de la prudencia, sino, muy al contrario, para y complacencias mundanas: «El hombre ani-
que venga en su ayuda y la perfeccione: mal no percibe las cosas del Espíritu de
Ipsam (prudentiam) adjuvans et perfi- Dios» (I Cor., II, 14).
ciens [Summa Theol., II-II, q. 52, a. 2].
En la santa Misa, el sacerdote aprende
a conocer los misterios eucarísticos de
forma muy distinta que cuando se estu-
dian en los tratados de teología, porque,
al celebrarla, siente un atractivo indefi-
190 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

nible que impulsa a su alma a adoptar el Santo en el santo sacrificio. Sin detener-
verdadero espíritu de oblación: Imitamini nos ahora a estudiar el problema de las an-
quod tractatis. tiguas fórmulas de la epiclesis, podemos
¿No es, además, cierto que sentimos una examinar, por ejemplo, las fórmulas que
inmensa necesidad de la ayuda divina para actualmente se emplean en el ofertorio.
poder gustar espiritualmente el pan eu- Después que el pan y el vino han sido ofre-
carístico? Porque una triste experiencia nos cidos, se añade la ofrenda de todos los asis-
dice que, a pesar de que tantas veces repe- tentes: Suscipiamur a Te…, y a continua-
timos que: «Este pan bajado del cielo… tie- ción el sacerdote eleva sus manos sobre
ne en sí todas las delicias», al ir a recibirlo toda esta oblación, e invoca «la venida del
en la comunión, no experimentamos nin- Espíritu Santo»: Veni, sanctificator omni-
gún deseo de comerlo. potens, æterne Deus…
El don de sabiduría produce también en Recordad también la ceremonia de la
el alma una paz íntima que la sostiene en consagración de un altar, una de las más
medio de las dificultades y de las tristezas bellas de toda la liturgia. Luego que la mesa
de la vida. Esta es la razón por la cual la del altar ha sido purificada por las asper-
sagrada liturgia se complace en llamar al siones y consagrada por las unciones, so-
Espíritu Santo el consolador por excelen- bre las cinco cruces que representan las
cia y nos estimula a que pidamos que lo- cinco llagas de Jesucristo se colocan otros
gremos «gozar siempre de sus consuelos». tantos granos de incienso, a los que se pren-
¡Cuán deseable es para el sacerdote esta paz de fuego y, mientras se consume el incien-
que nos viene de Dios! Gracias a ella, el so, el pontífice consagrante y todo el clero
sacerdote siente cuando está celebrando, en que le acompaña elevan al cielo esta ora-
lo más íntimo de su alma, los efectos de la ción: Veni, Sancte Spiritus… Es uno de los
divina bondad. momentos más solemnes de esta admira-
ble ceremonia. Se pide al Espíritu Santo,
que es fuego de amor, que descienda sobre
Por muy incompletas que sean estas con- este altar, en el cual, como en otro tiempo
sideraciones que os he hecho, pueden ayu- en la cruz, Jesús se ofrecerá per Spiritum
darnos a avivar nuestra fe y nuestra espe- Sanctum, y se le ruega que santifique todas
ranza en la acción del Espíritu Santo cuan- las ofrendas que se depositarán sobre él y
do celebramos los santos misterios y ayu- sobre todo que, como efecto de la comu-
darnos así a vencer la rutina. nión, se digne unir a la divina víctima el
Cuando nos preparamos a celebrar la holocausto de toda la asamblea cristiana…
santa Misa, podemos inspirarnos en esta Por la imposición de las manos del obis-
oración que trae el misal: «Penetre en mi po, nosotros los sacerdotes hemos recibi-
corazón vuestro Espíritu de amor de modo do el Espíritu Santo de una manera espe-
que se haga oír sin ruido y me enseñe sin cialísima. Este divino Espíritu ha marcado
estrépito de palabras toda la verdad acerca nuestras almas con un carácter indeleble y
del divino sacrificio, pues son muy profun- las ha colmado de la gracia sacerdotal. Su
das las realidades de este misterio y están presencia en nuestras almas es invisible,
cubiertas por un velo sagrado» [Præparatio pero nos garantiza la ayuda del cielo en todo
ad Missam, die dominica]. el curso de nuestra vida: para celebrar los
La tradición litúrgica proclama la fe de santos misterios, para predicar, para dirigir
la Iglesia en la intervención del Espíritu a las almas con sabiduría y para consolar a
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 191

los afligidos. Honremos al Espíritu Santo, como de divino. Nuestro progreso se rea-
igual que honramos al Padre y al Hijo, con liza mediante el ejercicio de nuestras fa-
un culto de adoración, con un homenaje de cultades humanas y mediante el cumpli-
profundo reconocimiento y de total aban- miento de nuestros deberes en el destino
dono, con una constante fidelidad a sus ins- que nos ha señalado la Providencia.
piraciones. Estas inspiraciones nos move- Las jornadas de la mayor parte de to-
rán a servir a Dios, como recomienda San dos vosotros están frecuentemente so-
Pablo, «con la alegría del Espíritu Santo»: brecargadas de múltiples ocupaciones,
cum gaudio Spiritus Sancti (I Thess., I, 6). que aparecen confabularse para impediros
«Oh Espíritu Santo, Amor del Padre y del el esfuerzo que requiere la vida interior.
Hijo, estableced vuestra morada en medio Por esto no debe haceros perder la confian-
de nuestros corazones y levantad siempre za, ya que está en vuestras manos serviros
hacia lo alto, como llamas ardientes, nues- de todas vuestras acciones, aun de las más
tros pensamientos y nuestros afectos, has- ordinarias, para santificaros. Es lo que nos
ta el seno del Padre, para que nuestra vida enseñan las epístolas de San Pablo y de San
entera sea un Gloria Patri et Filio et Spiri- Juan.
tui Sancto». Hay, sin embargo, ciertas condiciones
que son indispensables para asegurar el
efecto santificador de estas acciones: de-
ben ser «verdaderas», inspiradas en un mo-
tivo de amor sobrenatural, deben unirse a
los méritos de las santas acciones de Jesús
y, por medio de ellas, nuestra santificación
sacerdotal debe encaminarse al bien de la
XVII Iglesia.
No se requiere que estemos trayendo
La santificación por las constantemente a la memoria el recuerdo
de estas condiciones, sino que basta que
acciones ordinarias pensemos en ellas de tiempo en tiempo,
para que aviven nuestra fe y nos estimulen
La santidad consiste para muchos en pa- a hacerlo todo por la gloria de Dios. Con-
sar largas horas en oración. Para otros, en venceos de que la vida espiritual no es una
grandes renunciamientos y sufrimientos vida inquieta y trabajosa, sino pacífica, ya
tolerados por amor, como si la santidad no que mira a Dios como a Padre y cifra su
tuviera otro objeto que mortificar los mo- esperanza de llegar a la unión con Él, no
vimientos naturales del hombre. tanto en nuestro propio esfuerzo como en
Saliendo al paso de estos puntos de vista el poder de su gracia secundada por nues-
unilaterales, San Benito establece este tra fidelidad.
principio ascético: «Debemos servir a Dios Es verdad que este empeño en elevarnos
en todo momento con los mismos bie-nes hacia Dios a lo largo de cada jornada supo-
que se ha dignado concedernos» [Prólogo ne un esfuerzo; pero debemos tener en
de la Regla]. Esta es una norma fecundí- cuenta que nada durable se consigue en este
sima de vida espiritual, que busca la entera mundo sin trabajo.
sumisión a Dios y la perfecta armonía de Recordemos también el dogma de la co-
lo que en nosotros hay tanto de humano munión de los santos. Son muchas las al-
192 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

mas consagradas a Dios que en el retiro de Seamos extremadamente justos y pondera-


sus claustros ofrecen todos los días sus su- dos en nuestros juicios y completamente
frimientos y oraciones por la santificación sinceros en nuestras palabras. No toleremos
de los sacerdotes. Apreciemos todo el va- jamás que nuestros procedimientos puedan
lor y toda la belleza de este gesto y procu- mellar en lo más mínimo la honestidad na-
remos apoyarnos en su generosidad. tural. Bajo ningún pretexto, ni aun el de ser-
vir a la religión, debemos perder de vista
1.- «Caminar en la verdad» las obligaciones que exige a todo hombre
la lealtad a su conciencia.
Esta expresión es del Apóstol San Juan,
y se encuentra en diversos pasajes de sus Nuestra actividad sacerdotal supone na-
cartas (II Jo., 4; III Jo., 6). ¿Cuál es el sig- turalmente este fundamento moral.
nificado que quiso dar a estas palabras? El querer establecer en nosotros una per-
«Caminar en la verdad» es lo mismo fecta armonía entre los dones de la natura-
que ajustar toda nuestra conducta a los pla- leza y los de la gracia constituye un esfuer-
nes y a las intenciones de Dios, de confor- zo para alcanzar un bello ideal. Pero, en la
midad con los deberes de nuestro estado. práctica, este ideal no puede realizarse sino
mediante la mortificación de muchas ten-
Dios, que es el autor de nuestra naturale- dencias y satisfacciones que son propias de
za y del orden de la gracia, quiere que todas nuestra naturaleza, pero que son incompa-
nuestras acciones estén siempre de acuer- tibles con nuestra vida sacerdotal. Hay sa-
do, tanto con nuestra condición de criatu- crificios que son indispensables, tanto para
ras como con nuestra doble dignidad de hi- salvaguardar la elevación de nuestra alma
jos adoptivos y de sacerdotes de Cristo. Se como para ejercer el apostolado. Y así, por
trata, pues, de que en toda ocasión cumpla- ejemplo, por muy legítimos que sean los
mos los deberes que imponen a nuestra consuelos y las alegrías que produce el
conciencia la ley natural y las exigencias amor humano en el matrimonio, la entrega
de nuestro bautismo y de nuestro sacerdo- total que de sí mismo debe hacer el sacer-
cio. Este es el plan de Dios respecto de no- dote y el mismo equilibrio de su vida inte-
sotros. Siempre que nuestra conducta se rior, le exigen que renuncie con generosi-
ajusta a la voluntad divina, hacemos «obra dad a estas satisfacciones.
de verdad», «caminamos en la verdad».
Si la gracia no destruye la naturaleza, tam-
El Señor se complace en comprobar que poco anula la «personalidad». Ella se opo-
existe una perfecta correspondencia entre ne, es verdad, al orgullo, a la inclemencia y
nuestras acciones y las leyes que gobier- a otros defectos que son propios de deter-
nan nuestra vida. Si no hay tal acuerdo, nues- minados caracteres vehementes; pero acep-
tras obras, por muy hermosas que parezcan, ta, cuando las encuentra, las grandes cuali-
no responden a lo que Dios espera de no- dades naturales del alma, del corazón y de
sotros. la voluntad, que constituyen la mejor base
De todo cuanto llevamos dicho, se dedu- para la verdadera personalidad humana.
ce una primera consecuencia para nosotros Mirad, si no, a los santos de todos los tiem-
los sacerdotes, que puede enunciarse de la pos. Los dones de la gracia hicieron que se
siguiente manera: por la misma razón de levantaran por encima de la común medio-
que hemos sido llamados a una santidad más cridad, y muchos de ellos tuvieron una per-
elevada, estamos más obligados que los sim- sonalidad extraordinaria, decidida y prose-
ples fieles a cultivar las virtudes naturales. litista. Lejos de ahogar sus cualidades na-
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 193

turales, la gracia las encumbró y las sobre- Echemos una ojeada, al llegar a este pun-
naturalizó, sometiéndolas enteramente a to, a todo lo que constituye la trama de nues-
Dios, según el orden y la plenitud de la ca- tra vida y veremos que los deberes de nues-
ridad. tro ministerio ocupan su mayor parte. Pues
Siempre que emprendemos alguna obra, bien. Podemos servirnos de ellos para san-
se nos impone una elección. Y claro es que, tificarnos.
en lugar de dejarnos llevar de la negligen- Los actos del ministerio no están orde-
cia o del cuidado de nuestras propias con- nados, por su misma naturaleza, a nuestra
veniencias, debemos preferir la alegría de santificación personal, sino a la utilidad
vivir de acuerdo con la rectitud de nuestra espiritual del prójimo. Debemos ver, ante
condición humana y la santidad de nuestra todo, en ellos un medio para consagrarnos
vocación sacerdotal. El salmista nos invita al bien de los demás, aunque, indirectamen-
a tender hacia este gran ideal, cuando pone te, pueden servir para purificar, iluminar o
en nuestros labios aquellas palabras: «Ele- elevar nuestra alma.
gí el camino de la verdad»: Viam veritatis Pero esta consagración al bien de los
elegi (Ps., 118, 30). demás constituye, sin el menor género de
duda, un manantial de méritos y de gracias
para nosotros mismos.
2.- Omnia cooperantur in bonum El oír confesiones, el administrar los sa-
«Sabemos que Dios hace concurrir todas cramentos, el enseñar el catecismo y el vi-
las cosas para el bien de los que le aman, sitar a los enfermos son otras tantas obras
de los que, según sus designios, son llama- de misericordia para con el prójimo que
dos» (Rom., VIII, 28). ¿Y no hemos sido, contribuyen a aumentar en nosotros la vida
acaso, nosotros «elegidos» por Jesús? (Jo., divina. Lo mismo se diga cuando asistimos
XV, 16). a los funerales o nos dedicamos a cualquie-
ra otra obra parroquial o social. Si los cum-
Hay algunos que se inclinan a creer que plimos con espíritu de religión, todos es-
la Misa, el breviario y los ejercicios de pie- tos deberes nos santifican.
dad son los únicos medios de que dispone-
mos para unirnos a Dios, lo cual es un cri- Muchos de nosotros hacen constante-
terio completamente equivocado. Es cier- mente esta caritativa entrega de sus perso-
to que estos actos de religión desarrollan y nas a todas las horas del día, y a veces hasta
sostienen nuestra vida interior y avivan en la noche, porque son incontables los servi-
nosotros la convicción de la primacía de lo cios que los fieles de toda edad reclaman
sobrenatural y de la pureza de intención en constantemente de nuestro celo. Y si esto
el celo de las almas. Gracias a estas dispo- es verdad, ¿no será cierto que esta generosi-
siciones, el corazón de un sacerdote santo dad nos acercará más y más a Dios nuestro
eleva hacia Dios, fortifica y consuela a todo Señor?
el que se le acerque. A esta incansable consagración, debemos
Se suele decir que estos actos son el alma añadir otra virtud: la paciencia. Ella hace
de todo apostolado. Pero podemos y debe- que nuestras obras, como dice el Apóstol
mos repetir con San Pablo que todas las Santiago, sean perfectas: Patientia opus
obras de un discípulo de Cristo, aun las más perfectum habet (I, 4). Esta disposición
ordinarias, cooperan al bien de su alma y la nos es particularmente necesaria en las
santifican. múltiples relaciones que tenemos con las
194 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

almas, y contribuye en gran manera a cumplirla con conciencia de su responsa-


sobrenaturalizar nuestra vida. Frecuente- bilidad.
mente nos encontramos con la indiferen- No hay mayor enemigo para un sacer-
cia o la indocilidad de los unos, o con la dote que la ociosidad: Multam enim mali-
hostilidad y el odio de los otros. Pero nun- tiam docuit otiositas (Eccli., XXXIII, 29).
ca debemos apartarnos de la mansedumbre Un sacerdote dado al ocio no tiene regla ni
de Jesucristo. Nos sucederá muchas veces orden en sus ocupaciones diarias. Como es
que las mismas personas que nos rodean incapaz de fijar su atención en ningún asunto
sostienen puntos de vista que son opuestos que merezca la pena, pierde miserablemen-
a los nuestros y seremos víctimas de la in- te el tiempo y, a veces, hasta se ve apurado
comprensión. ¡Cuántas veces se sienten para terminar a su debido tiempo el rezo
contrariados nuestro celo y nuestra buena del breviario. ¿No es verdad que cuando se
voluntad! llega a este estado se convierte uno en pre-
Pero no por eso debemos descorazonar- sa fácil del enemigo de nuestra salvación?
nos. Busquemos, más bien, en la paciencia «No fue precisamente cuando estaban de-
de Jesús la fuerza que sostenga la nuestra. dicados al trabajo, leemos en un notable
Las virtudes se consolidan cuando aprove- sermón atribuido a San Agustín, cuando
chamos fielmente todas las ocasiones, sean Sansón, David y Salomón sucumbieron a las
pequeñas o sean grandes, que se nos pre- solicitaciones de sus sentidos, sino cuan-
senten para practicarlas. No se consigue do se hallaban ociosos. Pues no nos crea-
llegar a Dios con estériles lamentos del mos ni más santos, ni más fuertes, ni más
tiempo perdido ni con bellos proyectos para sabios que ellos»: Nec sanctiores David, nec
el porvenir, sino con el cumplimiento exac- fortiores Samsone, nec sapientiores Sa-
to de los deberes actuales que cada día nos lomone [Sermo, 17, in Append. S. Augus-
señala. tini, P.L., 40, col. 1264].
El espíritu de trabajo desempeña un pa-
Para conseguir este propósito, nos ayu- pel muy importante en la santificación del
dará mucho el adoptar un «reglamento sacerdote. Sin él, las cualidades más bellas
de vida» y atenernos a él, aunque con la de- y los más ricos talentos quedan completa-
bida elasticidad y sin excesiva meticulosidad. mente infructuosos. La utilidad del próji-
Son muchas las ventajas que se siguen de mo y la misma dignidad de su vida exigen
un ordenamiento racional de la jornada: de todo ministro de Cristo que se aplique
ahorramos tiempo, cumplimos nuestros constantemente a sacar el mayor partido del
deberes por espíritu de obediencia a la vo- tiempo.
luntad de Dios, lo cual es de gran impor- La ley del trabajo es una ley universal. A
tancia y, por fin, este reglamento constitu- todos nos conciernen aquellas palabras que
ye un remedio eficacísimo contra nuestra el Señor dijo a Adán: «Comerás el pan con
propensión natural a la negligencia y a la el sudor de tu frente» (Gen., III, 19).
ociosidad. Vamos a detenernos ahora en Jesús, el nuevo Adán, que es nuestro úni-
este punto. co modelo, ha querido experimentar en sí
Como todos sabemos, hay sacerdotes mismo todas las condiciones penosas de
que están sobrecargados de trabajos, al paso nuestra existencia, a excepción del peca-
que a otros les queda mucho tiempo libre. do: Tentatus autem per omnia, pro simili-
Y la experiencia nos enseña que todos de- tudine, absque peccato (Hebr., IV, 15). La
ben tener siempre una ocupación seria y dura necesidad del trabajo ha pesado sobre
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 195

Él lo mismo que pesa sobre todos noso- [Epistolæ, 30 y 125, P. L., 22, col. 442 y
tros. Él se sometió gustosamente a este 1078].
decreto de su Padre. Por eso, durante su Para prepararse seriamente al ministe-
vida mortal, le tenían por «un hijo de obre- rio de la palabra no hay cosa mejor que
ro»: Nonne hic est fabri filius? (Mt., XIII, el estudio que dedicamos a conservar los
55). conocimientos bíblicos y teológicos que
Imitemos gustosamente el trabajo de Je- adquirimos en el seminario. Y aun prescin-
sús, de María y de José en su casa de Naza- diendo de esta ventaja, lo cierto es que la
ret. No desdeñemos, si las circunstancias competencia en las ciencias sagradas y aun
lo exigen, añadir el trabajo manual a las en las profanas, eleva el nivel de nuestra
ocupaciones propias de nuestro ministerio. vida y aumenta la eficacia de nuestro apos-
Acordémonos también del ejemplo de San tolado.
Pablo: «Vosotros sabéis, les decía a los fie- Para la misma práctica de la virtud y para
les de Efeso, que a mis necesidades y a las que, de cuando es cuando, pueda descansar
de los que me acompañan han suministra- de sus tareas, es necesario que el sacerdo-
do estas manos» (Act., XX, 34). Y en otro te establezca en su reglamento de vida al-
lugar: «Con afán y con fatiga trabajamos día gunos ratos de recreo y de solaz. Pero im-
y noche, para no ser gravosos a ninguno de porta muchísimo para su santificación que
vosotros» (II Thes., III, 8). Son muchos los los elija con prudencia, porque hay diver-
santos que, desde el tiempo del Apóstol siones que son lícitas para los seglares,
hasta nuestros mismos días, se santifica- pero que son incompatibles con nuestra
ron por el trabajo manual más humilde. dignidad sacerdotal.
Hay quienes creen que los únicos que Abramos nuestros corazones a la con-
merecen el nombre de trabajadores son los fraternidad y a la amistad de nuestros co-
que empuñan la azada o manejan la paleta de legas en el sacerdocio: Frater qui adjuva-
albañil. Para ellos, el arquitecto que hace tur a fratre quasi civitas firma (Prov., XVIII,
los planos y el patrono que lleva la dirección 19). Sobre todo, cuando nos sentimos ago-
de la fábrica y organiza la distribución de biados por la soledad, debemos acudir a un
los productos son geste ociosa. Y son mu- hermano en el sacerdocio para abrirle de
chos los que en nuestros días aplican los par en par nuestra alma. ¿No es, acaso, ver-
mismos criterios a los que ejercen un mi- dad que el mismo Jesucristo en el huerto
nisterio de orden espiritual. Pero la expe- de los olivos confió sus angustias a sus dis-
riencia nos dice cuán equivocados están, cípulos? El contar nuestras cuitas a un ami-
porque bien sabemos que los trabajos del go fiel puede, a veces, servirnos de auxilio
espíritu y los del ministerio sacerdotal bienhechor, y otras, aun de necesario con-
son las más de las veces mucho más pe- suelo. Pero, con todo, no debemos con-
noso y agotadores que los trabajos ma- fiar exclusivamente en los consuelos hu-
nuales. manos, sino que, principalmente, debemos
Entre los trabajos intelectuales a los cua- buscar en Dios nuestra fortaleza y nuestra
les os podéis dedicar, debéis preferir el es- alegría.
tudio de la teología y de la Sagrada Escri-
tura: Nostræ divitiæ sint, in lege Domini
meditari die ac nocte, nos dice San Jeró- 3.- «Arraigados en la caridad»
nimo. Y añade en otro lugar: Ama scientiam En el orden de la actual Providencia, el
Scripturarum, et carnis vitia non amabis hombre no tiene otro último fin que el de
196 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

la posesión del cielo, donde gozará de la nes? Es evidente que no. Nosotros los sa-
visión beatífica. Por eso, lo que más le im- cerdotes realizamos durante nuestra vida
porta en esta vida es tender hacia ese fin muchísimas acciones sublimes y llegamos,
con todas las fuerzas de su libre actividad. quizás, al fin de nuestra carrera cuando to-
La caridad es la virtud que nos hace amar davía estamos muy lejos de haber alcanza-
a Dios como a nuestro supremo bien y la do la meta de la santidad. Por el contrario,
que orienta hacia Él todas nuestras accio- vemos que algunos simples fieles, como
nes. Esta orientación es la que les da a nues- una María Taigi, o un Mateo Talbot, carga-
tras acciones todo su valor sobrenatural. dor de los muelles de Dublín, que consu-
Por eso, decía San Pablo: «Si tuviere tan mieron su vida en oficios rudos y humil-
gran fe que trasladase los montes…, y se des, eran realmente santos. ¿Dónde está,
repartiere toda mi hacienda y entregare mi pues, la diferencia? En el amor. El amor,
cuerpo al fuego; no teniendo caridad, nada que iba desprendiendo más y más sus al-
me aprovecha» (I Cor., XIII, 3). San Fran- mas de cuanto no era Dios, hizo el milagro
cisco de Sales expresaba también esta mis- de que sus vidas, en apariencia vulgares,
ma verdad en su lenguaje característico: fuesen realmente un himno de alabanza
«Un papirotazo tolerado con dos onzas de ininterrumpido y una oración incesante.
amor vale más que el martirio soportado Mirad a Nazaret y veréis que las ocupa-
con una sola onza». ciones de María y de José en nada se dis-
No basta que el hombre sirva al Señor y tinguían de las de la gente humilde. Y, sin
cumpla sus deberes por un sentimiento de embargo, cualquiera de ellas daba a la Tri-
decencia humana o de puntualidad natural, nidad una gloria incomparable. Y esto, no
sino que en todas sus acciones, lo mismo solamente por la eminente dignidad de
en las ordinarias que en las más importan- María y de su esposo, sino porque realiza-
tes, debe poner su mirada fija en Dios, con ban sus acciones todas con el amor más
la intención de hacer su voluntad y agradar- perfecto.
le en todo. Esto demuestra la importancia capital
Aunque no podamos conservar constan- que la caridad tiene en la vida espiritual.
temente el pensamiento actual de la pre- A veces, sin embargo, nos sentimos ten-
sencia de Dios, podemos, no obstante, ele- tados a creer que, si tuviéramos que des-
varnos a Él de vez en cuando por medio de empeñar tal función, o si, por el contrario,
actos de amor y realizar lo que dice San pudiéramos desembararnos de tal cargo, o
Juan: «El que vive en caridad, permanece nos viéramos libres de la presencia de tal
en Dios y Dios en él» (I Jo., IV, 16). persona que tanto nos molesta, avanzaría-
La estupenda consecuencia que de esta mos mucho más rápidamente por el cami-
doctrina se deduce puede enunciarse en los no de la virtud.
siguientes términos: cuando la caridad ha Esta es una tremenda ilusión, porque, en
echado bien sus raíces en un alma, lo que me- realidad, estos pretendidos obstáculos no
nos importa para nuestra santificación es el son sino otros tantos escalones que deben
género de acciones en que nos ocupamos. ayudarnos a elevarnos a Dios, porque, co-
Voy a explicarme. mo acabamos de decir, la esencia de la per-
fección no depende ni del cargo que ocu-
¿Cuál es la razón de la diferencia que pamos ni de las circunstancias que nos ro-
existe entre los santos y las almas vulga- dean, sino de la virtud de la caridad que debe
res? ¿Acaso la naturaleza de sus ocupacio- ser el móvil de nuestras acciones.
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 197

La experiencia nos enseña, sin embargo, les, XIII (vol. III des Lettres), éd. d’Annecy,
que son muy contadas las almas que han pág. 184]. Para que podáis alcanzar un ideal
llegado tan lejos en el camino del amor, tan elevado como es éste, os voy a dar el
que no tienen otro móvil para su conducta siguiente consejo: renovad con frecuencia
que el de la caridad sobrenatural. La ma- durante el curso de cada jornada, pero sin
yoría de las veces experimentamos la ne- fatigaros por ello, la intención de hacer
cesidad de un apoyo humano. Las contra- todas las cosas sólo por amor. Formulad
dicciones, las dificultades y la cruz no cons- esta intención con una plegaria. Emplead,
tituyen por sí mismas un medio infalible por ejemplo, un versículo del salmo:
de santificación. El alma cristiana necesi- Diligam te, Domine, fortitudo mea (Ps.,
ta mucha luz, mucha fortaleza y mucha ge- 17, 1); o esta inspiración de San Agustín:
nerosidad para recibirlas como venidas de Fac, me, Pater, quærere te [Soliloquia, I, 6.
la mano de Dios y para soportar la prueba P. L., 32, col. 872]; o, también, aquella ora-
sin caer en el desaliento. ción de Prima: Dirigere et sanctificare…
Cada uno puede seguir en esto la moción
El director de conciencia no puede, en
del Espíritu Santo. Pero no olvidéis que en
general y de una manera continua, exigir
la vida espiritual no se consigue nada que
que el alma fiel realice todo aquello que él
sea duradero si no se tiene perseverancia.
cree que es útil para su progreso espiri-
tual, porque, sin perder nunca de vista el Y si me preguntáis cuál es, en última ins-
ideal de perfección hacia el que debe ten- tancia, la razón de esta importancia primor-
der el alma, ha de tener la prudencia nece- dial que tiene la caridad, os diré que es, por-
saria para atender a las particularidades que Dios, en su vida íntima, es amor: Deus
condiciones de debilidad de cada una y del caritas est (I Jo., IV, 8). El Padre engendra
tiempo que es necesario para el desarrollo a su Verbo y tiene en Él todas sus compla-
de su crecimiento espiritual. cencias. Como el Hijo, a su vez, contem-
pla al Padre y se entrega a Él con todo su
La caridad, como bien lo sabemos, nos infinito impulso. De su mutuo amor pro-
viene de Dios. Ella es la insigne prerroga- cede el Espíritu Santo. Y por eso, precisa-
tiva de los hijos adoptivos. ¿No es verdad mente, tanto más se acercará nuestra vida
que Jesús, nuestro divino modelo, sólo vi- a la plenitud de la perfección cuanto me-
vía de amor? Siempre tenía su mirada fija jor reproduzca con ayuda de la virtud de la
en el Padre, para que toda su actividad hu- caridad la vida misma de la Santísima Tri-
mana estuviera siempre de acuerdo con lo nidad.
que era de su mayor agrado: Quæ placita
sunt ei facio semper (Jo., VIII, 29).
Sigamos el consejo de San Pablo, y 4.- In nomine Domini Jesu Christi
«arraiguemos también nosotros nuestras
almas en la caridad»: In caritate radicati Para conseguir que la caridad domine toda
(Eph., III, 17); «hagamos todas nuestras nuestra vida, es absolutamente necesario que
obras en caridad»: Omnia vestra in cari- vivamos en unión con Jesucristo.
tate fiant (I Cor., XVI, 14). El santo obis- Así nos lo dice San Pablo: «En todo crez-
po de Ginebra dice que es absolutamente camos en la caridad, llegándonos a Aquel
necesario que la caridad domine todas las que es nuestra cabeza, Cristo» (Ephes., IV,
actividades de nuestra vida: «No debemos 15). Y lo mismo nos enseña en otro lugar:
tener otra ley ni otra sujeción que la del «Y todo cuanto hacéis de palabra o de obra,
amor» [Œuvres de Saint François de Sa- hacedlo todo en el nombre del Señor Je-
198 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

sús, dando gracias a Dios Padre por Él» bre de Jesucristo», apoyándose en su dig-
(Col., III, 17). nidad y en sus méritos; pero hay quienes
Procuremos comprender todo el alcan- pierden de vista esta prerrogativa, porque
ce de este pensamiento del Apóstol. les falta la debida fe. Cuanto más prescin-
damos de nosotros mismos al presentar-
Tomemos el ejemplo de un embajador. nos ante el Señor, mejor comprenderemos
El puede obrar, bien sea como persona pri- el misterio de Cristo. Y la razón de ello
vada y a título propio, como cualquier otro estriba en que esta confianza sin límites en
hombre, o bien en calidad de legado. En los méritos del Salvador es la mejor prue-
este segundo caso, no deben tenerse en ba de cuán arraigada es nuestra fe en su di-
cuenta sus méritos y dones personales, sino vinidad.
las de la autoridad del soberano, cuya dig-
nidad representa y encarna. Pero esta iden- Dice a este propósito el Apóstol San Juan
tificación que existe entre el soberano y es una de sus epístolas: «Si aceptamos el
su embajador es una identificación pura- testimonio de los hombres, mayor es el tes-
mente externa y circunstancial. timonio de Dios, que ha testificado de su
Hijo»: Qui credit in Filium Dei habet tes-
Muy distinta es la unión que existe entre timonium Dei in se (I Jo., V, 9-10). Lo cual
Cristo y nosotros, ya que nos ha hecho su- viene a demostrar que la fe en la divinidad
yos para siempre. Nuestras cartas creden- de Jesús nos hace partícipes del mismo co-
ciales las llevamos escritas en lo más ínti- nocimiento personal del Padre: en la ge-
mo del alma y valen para toda la eternidad. neración eterna del Verbo, el Padre le con-
Estas cartas son la gracia santificante, el templa como a su Hijo, consustancial e
carácter del bautismo y el de la ordenación igual a Él. Por eso, nuestra fe en la divini-
sacerdotal. Estos dones divinos dan testi- dad de Jesucristo es el eco de la vida mis-
monio en lo más profundo de nuestro ser, ma del Padre.
de una manera irrecusable y permanente,
Creed, pues, con toda la firmeza de vues-
de que pertenecemos a Jesucristo.
tra alma, que el Hijo de Dios os pertenece
Las palabras del Apóstol: «Todo cuanto con todos sus méritos y con todo el crédi-
hacéis»…, tienen un profundo sentido. No to de que goza su divina persona. San Pa-
son solamente un consejo para que, antes blo expresaba así su jubilosa admiración
de ponernos a hacer cualquiera cosa, pro- por la grandeza de este don: Quomodo non
nunciemos la fórmula «En nombre de nues- etiam cum illo omnia nobis donavit (Rom.,
tro Señor Jesucristo», sino la más clara VII, 32). No encontraba palabras que fue-
afirmación de que, tanto cuando oramos ran lo suficientemente expresivas para pro-
como cuando trabajamos y, sobre todo, clamar «la incalculable riqueza de Cristo»
cuando nos dedicamos a nuestros ministe- (Ephes., III, 8), porque vio «hasta tal punto
rios, tenemos el derecho de presentarnos fuimos en Cristo enriquecidos en todo, que
ante Dios con el legítimo orgullo de ser no nos falta ninguna gracia»: Ita ut nihil
miembros de Cristo y ministros de su sa- vobis desit in ulla gratia (I Cor., I, 5 et 7).
cerdocio. Ahí reside el secreto que nos ase- ¡Qué hermosa es nuestra vida de fe
gura que seremos siempre escuchados por cuando la comprendemos de esta mane-
nuestro Padre y nos garantiza la fecundi- ra! La pena es que en muchos cristianos
dad de nuestro apostolado con las almas. está completamente dormida esta espe-
Todo sacerdote tiene el privilegio de ha- ranza viva en la persona y en los méritos
blar con Dios y de tratar con Él «en nom- de Cristo y para ellos es algo descono-
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 199

cido el presentarse ante el Padre, «en y a procurar que su nombre sea glorifica-
nombre de Jesucristo», apoyándose en su do. Mediante el sometimiento a las obli-
título de bautizados y de hijos de Dios por gaciones propias de nuestro estado, imita-
obra de Jesús. Por eso, nosotros, a pesar mos la obediencia con que el Salvador aca-
de nuestra miseria y de nuestra indignidad, tó en toda ocasión la voluntad del Padre.
debemos tener una santa audacia para acu- Nuestra vida de sacrificio, de paciencia y
dir al Señor. de castidad no viene a ser otra cosa que una
reproducción de sus ejemplos.
Hay un medio sencillo y eficaz para ale- Nunca se puede decir que estamos solos
jar de nuestra vida el peligro del natura- en medio de nuestros trabajos, de nuestras
lismo y consiste en que recordemos cómo penas y de las dificultades que se nos pre-
Jesús santificó en su persona todas las ac- sentan a cada paso. Jesús nos asiste desde
ciones que componen la trama de nuestra fuera, como modelo que es de toda santi-
pobre existencia de aquí abajo. Al igual que dad; y, lo que es más, nos asiste desde den-
nosotros, Él rezó y trabajó y trató con sus tro, porque es la fuente de nuestra vida. ¿No
contemporáneos y se sentó a la mesa con somos, por ventura, los «dispensadores
ellos. En sus correrías apostólicas, «des- acreditados de su gracia», «sus legados cer-
pués de una larga caminata, se sentía fati- ca de los hombres»? (II Cor., V, 20). Siem-
gado»: Fatigatus ex itinere, sedebat sic pre que realizamos un acto de nuestro mi-
supra fontem (Jo., IV, 6). Cuando la tem- nisterio, «lo ejercemos con poder que Dios
pestad del lago, hubieron de despertarle de otorga»: Tamquam ex virtute, quam admi-
su sueño los gritos de alarma de sus discí- nistrat Deus (I Petr., IV, 11). Cristo nos ha
pulos. Los sentimientos de su corazón eran escogido, y se complace en mirarnos como
semejantes a los nuestros: amaba sincera- si fuésemos otros Cristos y su mayor de-
mente a los suyos; su alma experimentó la seo es que penetremos cada vez más en el
tristeza y la angustia; sufrió la ingratitud y, misterio de esta asimilación y de esta unión
sobre todo, a la hora de su pasión, el dolor con Él. ¡Ojala que este pensamiento se apo-
se cebó en su alma más allá de todo límite. dere de nuestras almas, porque es un ma-
Jesús realizó todas estas acciones mo- nantial de viva alegría y de celo fecundo!
vido de un amor inefable hacia Dios y ha- Pongamos a Jesucristo en medio de nues-
cia los hombres y en cada una de ellas nos tro corazón. Ya que todas las mañanas ce-
mereció la gracia de que podamos imitar lebramos los santos misterios y comulga-
su conducta y participar de su amor. De- mos con su mismo Cuerpo y Sangre, este
béis estar íntimamente persuadidos de que centro divino debe ser el punto de partida
el divino Maestro no desea otra cosa que y la suprema aspiración de toda nuestra ac-
comunicar a sus miembros, y en especial a tividad.
sus sacerdotes, la fuerza necesaria para se-
guir su ejemplo.
5.- Christus dilexit Ecclesiam…
La misma práctica de la vida sacerdotal
es una invitación apremiante para que, en Dios quiere que aspiremos a alcanzar la
algún modo, continuemos practicando las santidad no es un individualismo aislado,
mismas virtudes que Él practicó. En efec- sino dentro de la unidad del cuerpo místi-
to, al igual que Jesús, nosotros consagra- co de Cristo.
mos nuestra existencia a reivindicar entre Somos miembros de este cuerpo por el
los hombres los sagrados derechos de Dios mero hecho de ser cristianos; pero, en vir-
200 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

tud de nuestro sacerdocio, tenemos la res- Antes de subir a los cielos proclamó abier-
ponsabilidad y el deber de vivificarlo por tamente y de modo irrefragable la indiso-
la gracia de los sacramentos y por el mi- lubilidad de su unión con ella: «Yo estaré
nisterio de la predicación. Si la Iglesia nos siempre con vosotros hasta la consuma-
suministra los medios necesarios para ción del mundo» (Mt., XXVIII, 20).
nuestra santificación personal, es eviden- Esta fe en el carácter sobrenatural de la
te que ésta debe contribuir al bien de toda Iglesia implica, además, una adhesión to-
la Iglesia. En el Cuerpo Místico, la santi- tal a su «constitución divina». No son ni el
dad se irradia de Cristo a todos sus miem- pensamiento humano ni las circunstancias
bros y de sus ministros a todos los fieles de la historia las que han dado origen a la
que les están confiados. El sacerdote tie- jerarquía, al poder de orden y de jurisdic-
ne, por consiguiente, la obligación de san- ción, a la soberanía del Romano Pontífice,
tificarse para beneficio de la comunidad. al sacrificio eucarístico y a los demás sa-
Debe, pues, imitar cada día más y mejor cramentos, sino que su aparición se debe a
al divino Maestro, de quien dijo San Pa- la realización temporal de un propósito pre-
blo: «Cristo amó a la Iglesia»: dilexit Ec- concebido y decretado por la Sabiduría
clesiam, «y se entregó por ella»: tradidit se- eterna. No tenemos el menor reparo en
metipsum pro ea. ¿Por qué se entregó has- admitir que el Señor ha querido servirse
ta el sacrificio de la cruz? «A fin de pre- del concurso de los hombres y ha acepta-
sentársela a Sí gloriosa, sin mancha o arru- do su colaboración en las distintas fases
ga…, sino santa e intachable» (Ephes., V, del desarrollo orgánico de la Iglesia, y en
25, 27). la elaboración de las fórmulas doctrinales;
pero teniendo siempre en cuenta que Él es
Para que el sacerdote se santifique con quien ha dirigido esta evolución por me-
miras a la utilidad de los demás necesita dio de la acción incesante del Espíritu San-
tener una fe muy acendrada en la Iglesia. to que vivifica el Cuerpo Místico: Spiritum
Es indudable que el fundamento de toda vivificantem.
nuestra vida espiritual lo constituye la fe Si tenemos una fe firme en la divinidad
en la divinidad de Jesucristo; pero, para que de la Iglesia, se nos hará fácil pensar, juz-
sea del todo perfecta, esta fe debe exten- gar, querer y obrar de acuerdo con lo que
derse de la persona del Salvador a la so- ella piensa, juzga, quiere y obra: Sentire
ciedad visible que Él fundó para llevar a los cum Ecclesia. Tal es el «homenaje» y «la
hombres a la consecución de su felicidad obediencia a la fe» que tanto recomienda
eterna. el Apóstol: Obsequium fidei… Obeditio
Si creemos en Jesucristo, verdadero Dios, fidei (Philip., II, 17; Rom., XVI, 26).
debemos creer también en la realidad divi- Dios exige esta sumisión a todos los
na de su Iglesia. cristianos, pero de un modo especial a los
Esta fe nos recuerda cuán íntimo y vital sacerdotes. Como sabéis, los protestantes
es el nexo que existe entre Cristo y su Igle- no admiten esta renuncia a la libertad del
sia. San Pablo compara esta unión a la que espíritu que se exige a los creyentes, sino
existe entre la cabeza y los miembros y a que profesan, por el contrario, la doctrina
la del esposo con su esposa (Ephes., V, 30, del libre examen. Son como el navegante
32). La Iglesia perpetúa en el mundo la mis- que quiere orientarse en medio del océano
ma misión del Salvador y lleva a feliz tér- sin brújula, tomando a cada momento el
mino su obra redentora. Como que es el rumbo que mejor le plazca para no com-
mismo Jesús el que sigue actuando en ella. prometer el ejercicio de su plena autono-
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 201

mía. El católico es como el piloto que, para Iglesia: «Las puertas del infierno no pre-
orientar su navegación, se sirve de este ins- valecerán contra ella» (Mt., XVI, 18).
trumento. La brújula que le orienta infali- Esta divina promesa debe producir en
blemente es la autoridad de la Iglesia, que nuestras almas la certeza de una victoria
controla sus convicciones y dirige su pen- definitiva. Hay algunos que ponen en duda
samiento y su acción. Gracias a esta nor- en nuestros días que la Esposa de Cristo
ma, el discípulo de Cristo puede avanzar a tenga virtud para redimir a todos los hom-
velas desplegadas, sin temor a chocar con- bres, porque la creen poco adaptada a las
tra los arrecifes del error. El protestante aspiraciones de nuestro tiempo. Pero no-
tiene libertad…, pero para extraviarse y sotros los sacerdotes debemos confiar
naufragar. siempre en la Iglesia, porque el mensaje
del Evangelio, del que nosotros somos por-
La fe viva es un manantial de acción. tadores en su nombre, contiene el recurso
Por eso, nosotros los sacerdotes no debe- supremo de la salvación para todos los hom-
mos ahorrar ningún esfuerzo para exten- bres.
der el reino de Dios y el de su Iglesia. Con-
sagrémonos, pues, esforzadamente al cui- Repitamos con santo orgullo las mismas
dado de la porción del redil que se nos ha palabras que San Pablo escribía a los ro-
confiado. La Iglesia es «Madre»: Mater Ec- manos: «Yo no me avergüenzo del Evange-
clesia. Ella ha recibido de Dios la misión lio, que es poder de Dios para la salud de
de engendrar a todos los hombres a la vida todo el que cree»: Non erubesco Evange-
sobrenatural y a procurar su crecimiento lium; virtus enim Dei est in salutem omni
en la misma. Pero no puede realizar esta credenti (I, 16).
maravillosa obra de fecundidad sin la ayu- En la Cena, después de haber instituido
da de sus sacerdotes. A vosotros os corres- el sacerdocio, Jesucristo dijo: «Y Yo por
ponde la tarea de obrar este renacimiento ellos me santifico –es decir, Yo me separo
de las almas y de procurar su desarrollo y del mundo para ofrecerme en sacrificio y
crecimiento hasta que se conviertan en imá- unirme plenamente a Vos– para que ellos sean
genes vivas de Jesucristo por medio de la santificados por la verdad» (Jo., XVII, 19).
administración de los sacramentos, por el Al hacer esta oración en presencia de sus
ministerio de la predicación y por la irra- doce apóstoles, el pensamiento de Jesús
diación de vuestra caridad. Gracias a este se dirigía a todos nosotros, los sacerdotes
apostolado que vosotros ejercéis en nom- de todos los tiempos, y a toda su Iglesia.
bre de la Iglesia podéis hablar a vuestras Si Él se ofrecía como víctima sagrada, era
ovejas sirviéndoos de las mismas palabras con el fin de hacer a cada alma en particu-
de San Pablo: «Quien os engendró en Cris- lar y a toda la Iglesia en general participan-
to por el Evangelio soy yo (I Cor., IV, 15), tes de su misma santidad.
y de aquellas otras del mismo Apóstol: Jesús nos ha distinguido con una voca-
«¡Hijos míos, por quienes sufro de nuevo ción especial para que, al santificarnos a
dolores de parto, hasta ver a Cristo forma- nosotros mismos, santifiquemos también
do en vosotros!» (Gal., IV, 19). a la Iglesia en Cristo. Empleemos todo el
Nada hay que estimule tanto al don de sí ardor de nuestro celo en corresponder con
mismo como la seguridad de alcanzar el la debida generosidad a esta vocación, que,
triunfo final. Si la Iglesia es divina, pode- si es, por una parte, nuestra misión más su-
mos abrir nuestros corazones a una espe- blime, es, por la otra, el medio más eficaz
ranza sin límites. Y Cristo ha dicho de su y seguro para lograr que sobre todo nues-
202 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

tro ministerio descienda abundantemente el les, se puede afirmar, sin embargo, que Ma-
rocío fecundo de las bendiciones divinas. ría fue objeto de las mayores misericor-
dias de parte de Dios, no ciertamente para
perdonarla, sino para preservarla de toda
mancha. Y María, a su vez, se muestra llena
de condescendencia para con nosotros:
Salve, Regina, Mater misericordiæ.
XVIII No es empresa fácil hablar de la Virgen
María, porque lo que de ella se puede de-
cir sobrepasa a cuanto pudiéramos expre-
La Virgen María sar con palabras. Vamos, sin embargo, a in-
y el sacerdote tentar todos juntos considerar brevemente
los fundamentos teológicos de nuestra de-
María es Reina y Madre de todos los voción a María y la manera de ofrecerle un
cristianos, y en especial de los sacerdo- culto filial.
tes. Por la semejanza que tienen con su di-
vino Hijo, ve a Jesús en cada uno de ellos.
Y la Virgen los ama no solamente porque 1.- La predestinación de María
son miembros del Cuerpo Místico, sino En su acepción original, la palabra «de-
también por el carácter sacerdotal que lle- voción» significa el don total o parcial de
van impreso en su alma y por los santos sí mismo y de las actividades propias a una
misterios que celebran in persona Christi. persona o a una obra. Ahora bien, los sa-
Nadie ha comprendido como ella la mi- cerdotes estamos consagrados a Dios y a
sión que ejerce en la Iglesia el sacerdocio. las cosas de Dios con nuestras personas y
¿No es cierto que el sacerdote continúa en con todas nuestras actividades.
la tierra la obra de su Hijo por medio del Pero si Dios, en su inmensa bondad, ha
ministerio de la predicación, de la admi- querido amar y colmar de honores a una de
nistración de los sacramentos y, principal- sus criaturas, nuestra devoción a la supre-
mente, con la inmolación de la divina víc- ma Majestad nos impone el deber de imi-
tima bajo los velos de las sagradas espe- tar su conducta y de rendir a esta criatura
cies? Pues el más vivo deseo de María es privilegiada el homenaje de nuestra vene-
el de ayudarnos, sosteniendo nuestra fra- ración más profunda.
gilidad y elevando nuestra alma.
Y bien sabemos que la Santísima Virgen
Debemos estar íntimamente persuadidos ha sido colmada de todas las gracias por la
de que es utilísimo encomendarnos fre- Santísima Trinidad. Sus prerrogativas la han
cuentemente, tanto cuando celebramos la elevado por encima de todas las demás
santa Misa como en todas las ocasiones de criaturas y triunfa ahora en el cielo, a la
nuestra vida, a la poderosa intervención de diestra de Jesús, como reina de los ánge-
nuestra Madre celestial. Por lo mismo que les y de los santos.
conoce tan bien la dignidad de nuestro sa- Para comprender en todo el alcance de
cerdocio, sabe cuán necesario nos es el nuestra fe el culto que debemos tributar a
auxilio de la gracia. María, hay que remontarse hasta el decre-
Aunque no conoció el pecado ni estuvo to por el cual el Padre «tanto amó al mun-
sujeta a las miserias de los demás morta- do, que le dio su Unigénito Hijo» (Jo., III, 16).
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 203

El Hijo de Dios pudo aparecer entre no- jante a la del pecado» (Rom., VIII, 3), «no
sotros, si lo hubiera querido, como hom- se avergüenza de llamarnos hermanos»:
bre maduro y perfecto. Hubiera bastado un Non confunditur eos fratres appellare
simple deseo de su voluntad para revestir- (Hebr., II, 11). No hay lengua capaz de ex-
se de una naturaleza como la nuestra, sin presar la inefable dignidad de la Virgen,
tener que conocer el seno de una madre. cuyo hijo es una persona divina, el mismo
En ese caso, el Salvador no hubiera sido que a ella le dio el ser: Genuisti qui te fecit.
propiamente «hijo del hombre», aunque Consideremos otro hecho que viene tam-
Dios era muy dueño de otorgar el perdón a bién a demostrarnos hasta qué punto quiso
cualquiera otra clase de reparación. Dios honrar a María. El ángel le anuncia el
Pero, en los arcanos de su sabiduría, es- altísimo fin para el que ha sido destinada.
cogió otro camino y quiso que el redentor Pero Dios ha querido contar con el previo
de los hombres fuese, a semejanza de ellos, consentimiento de María para investirla de
«nacido de mujer»: factum ex muliere la dignidad de Madre de Dios de tal mane-
(Gal., IV, 4). Y por eso, en el mismo decre- ra, que, en cierto sentido, se puede decir
to de la Encarnación Dios incluyó la elec- que el Señor ha subordinado la encarnación
ción de una mujer bendita entre todas que redentora al fiat de la Virgen. Sólo cuando
fuese madre del Salvador y madre de Dios. ella lo pronunció, secundando amorosa-
Para medir la dignidad incomparable de mente los planes de Dios, sólo entonces
María hay que hacerlo necesariamente a la el Hijo de Dios se hizo hombre.
luz de su predestinación. La Virgen estuvo De esta admirable manera el Padre ha
presente en el pensamiento divino antes que hecho de María la criatura más privilegia-
todas las demás criaturas. Y por eso, la Igle- da de toda la creación, ya que en este so-
sia canta de ella: «Túvome Yahvé como lemne momento de la encarnación puede
principio de sus acciones, ya antes de sus decirse que todo dependió de ella y todo
obras, desde entonces» (Prov., VIII, 22). nos vino por ella.
¿No es verdad que entre el Verbo encarna- Esta divina maternidad de María es la ra-
do y ella existe un nexo indisoluble? En zón de todas sus insignes prerrogativas: su
los planes eternos, la voluntad de Dios se Inmaculada Concepción, su exención de
dirige a un mismo tiempo a la maternidad todo pecado, su santificación, que, «como
divina y a toda la obra de la redención. la aurora que se levanta», velut aurora con-
San Beda expresa en términos precisos surgens [Antífona de la fiesta de la Asun-
esta incomparable y gloriosa dignidad ma- ción], ha ido en continuo progreso desde
ternal. «Cristo, dice él, no tomó su carne la infancia de María hasta el día de su glo-
de la nada ni de ningún otro lugar, sino de riosa Asunción, cuando fue coronada de
la Virgen. Si no lo hubiese hecho así, no gloria y de poder a la diestra de Jesucristo.
hubiéramos podido llamar Hijo del hom- Como veis, la devoción a la Virgen no es
bre a Aquél que no tuvo origen humano» una devoción más o menos voluntaria, sino
[In Luc., IV, 11. P. L., 92, col. 480]. Por que pertenece a la esencia misma del cris-
eso, dijo el ángel a María: «Darás a luz un tianismo. Dejaríamos de ser verdaderos
hijo»: Paries filium (Lc., I, 31), y por eso discípulos de Jesucristo si no tributáramos
también pudo decir María a Jesús, cuando a su Madre el respetuoso homenaje que
le encontró en el templo: «Hijo, ¿por qué demanda el misterio de la encarnación. La
nos ha hecho así?» (Lc., II, 48). Y el mismo Iglesia reconoce esta incomparable exce-
Jesús, por haber nacido «en carne seme- lencia, tributándole un culto superior al que
204 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

rinde a los demás santos: el culto de está asociada al nuevo Adán. ¡Cuán eficaz
hiperdulía. fue su cooperación a la obra de la reden-
Cuando, al cantar el Te Deum, los anti- ción! Como acabamos de ver, el día de la
guos monjes de Cluny llegaban a las pala- Anunciación Dios quiso, en cierta manera,
bras: «Tú, deseando salvar al hombre, te subordinar la venida de su Hijo al consen-
dignaste bajar al seno de una Virgen»: non timiento de María. Desde entonces, la Vir-
horruisti Virginis uterum, solían inclinar- gen es la criatura privilegiada que comuni-
se profundamente. Si nosotros no imita- ca a todos los hombres este gran don de
mos este gesto, fomentemos al menos en Dios que es la vida sobrenatural, ya que
nuestro corazón una profunda veneración aceptó la dignidad de la maternidad plegán-
hacia el estupendo misterio de amor que dose enteramente a los designios de Dios
la Virgen María llevó en su seno. que desde toda la eternidad la había elegi-
do para que fuera madre de Cristo y madre
de todos sus miembros.
2.- María es nuestra Madre Por eso, la liturgia canta, transportada de
Por firme que sea este primer cimiento júbilo: «Pueblos redimidos, cantad a la vida
que hemos puesto a nuestra devoción que se os ha dado por la Virgen»: Vitam da-
mariana, vamos a considerar ahora otra de tam per Virginem, gentes redemptæ plau-
las razones que tenemos para honrar a dite.
Nuestra Señora: es nuestra Madre. El cul- San Agustín expresa la misma idea: «Ma-
to que le tributamos como hijos suyos nos dre de Cristo en el sentido natural de la pa-
hace más semejantes a Jesús, que tanto ama labra, María se ha convertido espiritual-
y venera a su Madre. mente en «madre de todos los miembros del
«No somos hijos de Dios sólo de nom- cuerpo de su Hijo»»: Plane Mater membro-
bre, sino con toda verdad» (I Jo., III, 1); pues rum ejus, quod nos sumus. ¿Y por qué así?
de la misma manera somos hijos de la San- «Porque, por su amor, ha cooperado [con
tísima Virgen, ya que este apelativo no es su Hijo] a que nazcan en la Iglesia los fie-
una metáfora ni una figura, sino la expre- les, que son sus miembros»: Quia coope-
sión de lo que nos enseña la fe. rata est, caritate, ut fideles in Ecclesia nas-
¿En qué nos fundamos para tener la cerentur qui illius membra sunt [De santa
dichosa certeza de que somos hijos de la virginitate, VI. P. L., 40, col. 399].
Reina del cielo? Pero será al pie de la cruz, en medio de
Sobre todo, en el dogma de nuestra in- los dolores de su compasión, cuando Ma-
corporación a Cristo como miembros de ría será plenamente consagrada madre del
su Cuerpo Místico. Una mujer se hace género humano. Allí es donde puede de-
madre desde el punto mismo que comuni- cirse que la Santísima Virgen cumplió el
ca a otro su misma vida. Ahora bien, ¿de último objetivo de su vida, allí es donde
dónde nos viene en el orden sobrenatural realizó en toda su plenitud el fiat de la
esta vida divina que está destinada no a ter- encarnación y la misión que le había con-
minar con la muerte como nuestra vida fiado la divina Sabiduría. Asociada a la in-
corporal, sino a revestirse de gloria en la molación de su Hijo y confundida con Él
eternidad? Eva nos dio la vida natural con- en la llama de un mismo amor, participaba
taminada con el pecado original; pero la de su misma voluntad de sumisión al Padre
vida de la gracia nos vino por María. María y de la misma intención de sufrir y de cum-
es la nueva Eva que, por su predestinación, plir los designios eternos. En virtud de esta
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 205

unión moral, puede decirse que María fue de su muerte, la más solemne de todas,
corre-dentora, aunque con entera subordi- Jesús se dirigió a nosotros y nos confió a
nación al que es el único Mediador. Así es su madre en la persona de su discípulo
como ella nos ha engendrado a la vida so- amado!
brenatural y se ha convertido con toda ver-
dad en Madre nuestra. Al aceptar nuestra condición de hijos de
El mismo Jesús ha querido mostrarnos María, entramos plenamente en los desig-
estas grandes verdades. Trasladémonos en nios misericordiosos del Señor. ¿No es
espíritu al Calvario. Desde lo alto de la verdad que el Padre nos «predestinó a ser
cruz, donde Él agoniza, ha pronunciado una conformes con la imagen de su Hijo?:
palabra sublime, que sólo después de mu- prædestinavit nos conformes fieri imagi-
chos siglos se ha llegado a comprender en nis Filii sui (Rom., VIII, 29).
todo el alcance de su significado. Para el Estas palabras se refieren a todos los
corazón de una madre siempre son sagra- cristianos, pero de un modo especial a los
das las palabras que pronuncia su hijo en el sacerdotes. En virtud de la ordenación, la
trance de la muerte. Y María amaba a Jesús perfección sacerdotal consiste en que re-
como nadie le ha amado. Como madre suya produzcamos en nuestra vida, con mayor
que era y madre adornada y enriquecida con perfección que el resto de los fieles, la ima-
todos los dones de la gracia, amaba a su gen de Jesucristo.
Hijo con toda la intensidad de su inmenso Jesucristo es esencialmente Hijo de
cariño. Dios e Hijo de María. Si no fuera el Verbo
¿Cuáles fueron las últimas palabras que consustancial al Padre, no sería Dios; y si
Jesús dirigió a su madre? María estaba junto no fuera el fruto de las entrañas de la Vir-
a Él al pie de la cruz, mirando de hito en gen, consubstantialis matri, como dice
hito al rostro de su Hijo y recogiendo to- San Beda, no sería el mediador que, en nom-
das sus palabras: «Padre, perdónalos…» bre de sus hermanos, satisfizo por los pe-
(Lc., XXIII, 34). «Hoy estarás conmigo en cados y nos mereció todas las gracias. No
el paraíso…» (Ibid., 43). Luego que hubo podemos imitar enteramente a Cristo si no
dicho esto, Jesús fijó sus ojos en ella y en somos, como Él, hijos de Dios, aunque
el discípulo amado y pronunció estas pala- adoptivos, al mismo tiempo que hijos de
bras: «Mujer, he aquí a tu hijo» (Jo., XIX, María. Como veis, Jesús desea compartir
26). con nosotros todo cuanto Él tiene de más
Estas solemnes palabras de Jesús consti- sublime y aún todo cuanto es.
tuyeron para María un testamento de in- Puesto que hemos sido asimilados a
comparable valor. Cristo por el bautismo y más aún por la or-
Nosotros podemos ver representadas en denación, confirmemos esta gracia llenan-
San Juan a todas las almas fieles que desde do nuestro corazón de respeto, de confianza
aquel punto iban a tener por madre a la Vir- y de devoción a la Santísima Virgen y es-
gen María. Pero no debemos olvidar que forzándonos por mostrarnos siempre como
el Apóstol San Juan fue ordenado sacerdo- buenos hijos de tan buena madre, apren-
te el día anterior en la última Cena y que, diendo del ejemplo que Jesús nos dio el
por este título, San Juan representaba de primero.
una manera especial a todos los sacerdo- Nada más consolador para un alma sacer-
tes de todos los tiempos. ¡Qué cosa más dotal que saber que la veneración y el amor
grata es para nosotros pensar que, en la hora que profesamos a la Virgen María es un
206 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

excelente medio para llevar hasta su última se arrepiente de sus dones. Es un principio
perfección nuestra asimilación a Jesús. de constante actualidad, que, una vez que
hemos recibido por el amor de María el
3.- La dispensadora de las gracias principio universal de todas las gracias,
siempre continuaremos recibiendo por su
El poder que tiene la Virgen en la dis- mediación las diversas aplicaciones en los
pensación de las gracias constituye un diferentes estados que integran la vida cris-
nuevo fundamento de nuestra devoción tiana» [Œuvres oratoires, «Ed. Lebarq», V,
mariana. pág. 609].
Bien sabemos que, como nos enseña San Esto nos demuestra porqué el Señor se
Pablo, «porque uno es Dios, uno también complace en que invoquemos a su Madre
el mediador de Dios y los hombres, el como mediadora de sus perdones y de sus
hombre Cristo Jesús» (I Tim., II, 5). Tal es beneficios. Ella es nuestra abogada cerca
el orden establecido por Dios. de su misericordia. Sus oraciones y sus
Pero subordinándolas totalmente a la méritos interceden sin cesar a favor nues-
mediación de Cristo, a sus méritos y a su tro, hasta el punto de que la piedad cristia-
acción eficaz sobre las almas, Dios ha que- na se gloría desde hace siglos en procla-
rido establecer en nuestro favor otras me- mar que ella es «omnipotente por sus sú-
diaciones que nos faciliten el acceso al plicas»: Omnipotentia suplex.
mundo sobrenatural. A esto obedece el ca- Siempre que nos postramos a los pies de
rácter y el papel de intermediario que tie- Nuestra Señora, podemos decirle: «Mirad
ne la Iglesia visible; y a esto obedece tam- que soy sacerdote…» «Vuelve a mí esos
bién el privilegio de mediación que ha sido tus ojos misericordiosos». María ve en no-
otorgado a la Santísima Virgen y el valor sotros no solamente un miembro del Cuer-
de intercesión que tienen los santos. po Místico de su Hijo, sino también un mi-
María fue la Reina de los mártires, pues- nistro de Jesús que participa de su sacer-
to que ella participó más que ningún otro docio. Ella ve en nosotros a su mismo Hijo
de los sufrimientos y de las humillaciones y no puede rechazarnos, porque equivaldría
de Jesús. Por eso se le pueden aplicar, guar- a rechazar al mismo Jesús. Por eso, noso-
dadas las debidas proporciones, aquellas tros los sacerdotes podemos repetir siem-
palabras que San Pablo dice de Jesús: «Dios pre con mucha mayor confianza que los
la exaltó, exaltavit illam, y le otorgó un nom- simples fieles: «Jamás se ha oído decir que
bre que está sobre todo nombre» (Philip., II, ninguno de los que han acudido a vuestra
9). La glorificó más que a los ángeles y a protección, o reclamado vuestro auxilio,
los santos y la hizo Reina de los cielos y haya sido abandonado de Vos» [Memo-
distribuidora de los tesoros de su gracia. rare].
Como sabéis, muchos teólogos opinan Si alguna vez os sentís abrumados por
que es la medianera de todas las gracias. vuestra miseria, recordad también lo que
Dios no ha querido darnos a su Hijo sino dice San Bernardo: «Si se levantan vientos
por ella; y por eso quiere también que to- de tentaciones…, llama a María. Si, con-
das las gracias nos vengan por ella. Como fuso a vista de la fealdad de tu conciencia,
ha dicho tan egregiamente Bossuet: «Una aterrado ante la idea del horror del juicio,
vez que Dios ha decidido darnos a Jesu- comienzas a ser absorbido en la sima sin
cristo por María, no cambiará nunca este fondo de la tristeza, en el abismo de la des-
orden que ha establecido, porque Dios no esperación, piensa en María, invoca a Ma-
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 207

ría» [Homilía 2ª Super Missus est. P. L., cias, dominadas por el orgullo o víctimas
183, col. 70]. de la desesperación, con almas por las que
No ignora Nuestra Señora que todo cuan- parece que nada queda ya por hacer, porque
to tiene lo ha recibido por gracia y privile- hemos agotado todos los recursos, con-
gio y que todos los favores que lleva apa- fiémoslas a María.
rejados la sublime dignidad de su predes-
tinación son un efecto de las bondades di-
vinas. La Trinidad la eligió para que fuese 4.- Nuestra devoción a María
Madre del Verbo encarnado. Su Inmaculada Puede decirse, en términos generales,
Concepción es como una diadema con que que la devoción del sacerdote a la Santísi-
quiso adornarla desde el primer instante en ma Virgen consiste en comportarse con
que entró en este mundo, por los méritos ella de la misma manera que lo hizo Jesu-
de la pasión y muerte de su Hijo, previstos cristo.
desde toda la eternidad en los planes divi-
nos: Ex morte Filii sui prævisa, como lo ¿Cuál debe ser la práctica fundamen-
proclama la Iglesia en la oración de la fiesta tal de nuestra devoción?
del 8 de diciembre. Si la Virgen no fue man- La Santísima Trinidad eligió libérrima-
cillada por el pecado y si la corriente que a mente a Nuestra Señora para que fuese la
todos nos envuelve en sus olas cenagosas madre de Jesucristo. También nosotros
no llegó hasta ella, fue únicamente debido podemos imitar esta santa elección divina
a una disposición enteramente gratuita de consagrándonos a ella. Debemos ofrecer a
la divina misericordia. María espontáneamente nuestra persona y
nuestra vida, y esta práctica fundamental de
La Virgen María tenía plena conciencia la devoción mariana la debemos renovar
de que era objeto de un inmenso amor por con mucha frecuencia, por ejemplo, des-
parte de Dios: Benedicta inter mulieres, y pués de la Misa, ofreciéndonos a nuestra
daba incesantes gracias al Señor por haber Madre y rogándola que vele sobre nosotros
parado mientes en «la humildad de su sier- como veló sobre su Hijo.
va» y por haber realizado en ella grandes Debemos, también, honrar a María con
cosas (Lc., I, 48-49). algunas prácticas especiales de piedad. No
Por eso sabe nuestra Madre hasta qué es que yo quiera sobrecargaros con dema-
punto nos es necesaria la gracia a nosotros, siados ejercicios. Las devociones son co-
pobres pecadores, que somos tan débiles mo las flores de un jardín, que se van cor-
por naturaleza. ¿Cómo iba a poder nuestra tando una a una para formar un ramillete.
alma, sin la ayuda de la gracia, viviendo ¿No es verdad que haríamos una cosa
como vive en contacto tan frecuente con agradabilísima a la Santísima Virgen si cada
el mundo, mantenerse en la atmósfera so- día pusiéramos especial empeño en guar-
brenatural que le es indispensable al que dar escrupulosamente una prescripción
es ministro de Jesucristo? litúrgica con la intención de honrar con ello
Tengamos, pues, una confianza inmensa a nuestra Madre? Así, por ejemplo, al de-
y filial en la mediación de la Santísima Vir- cir el Communicantes en la santa Misa, las
gen. Acudamos a su patrocinio para presen- rúbricas nos mandan que hagamos una in-
tar a Dios nuestras oraciones y buenas clinación de cabeza al pronunciar el nom-
obras. Cuando en el ejercicio de nuestro bre de María; pues hagamos esta inclina-
apostolado nos encontramos con almas rea- ción con todo respeto y amor. Tengamos
208 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

también especial cuidado en decir con es- tamente distintos de los nuestros. Solemos
píritu de piedad el Avemaría, que tantas creer que para producir grandes efectos hay
veces repetimos al rezar el oficio divino, y que emplear poderosos medios. Pero los
lo mismo cabe decir del himno mariano criterios de Dios son completamente con-
que solemos rezar al fin del oficio. trarios a los nuestros y se complace en em-
Cuando la liturgia celebra las fiestas de plear para sus obras los instrumentos más
la Bienaventurada Madre de Jesús, for- débiles: Infirma mundi elegit ut confundat
memos explícitamente la intención de fortia (I Cor., I, 27).
ofrecer el oficio divino y la Misa en honor ¿De dónde le viene al rosario su efica-
de María y agradezcamos al Señor por «ha- cia?
ber hecho maravillas en ella» (Lc., I, 49). Ante todo, de las oraciones tan sublimes
Una de las más elevadas formas de amor que lo forman. El Padrenuestro lo recibi-
divino es el admirar las perfecciones de mos de labios de nuestro Señor Jesucristo
Dios, complaciéndose en exaltarlas. Pues como un trasunto del amor y de la santidad
lo mismo puede decirse del amor a Nues- del Padre celestial; el Avemaría nos vino
tra Señora: el gozarse de sus privilegios, del cielo cuando el arcángel San Gabriel
de la plenitud de su gracia y de la belleza saludó a Nuestra Señora. Y la Iglesia, que
incomparable de su santidad, bendiciendo conoce perfectamente las necesidades de
por ello al Señor, es un hermoso homenaje sus hijos, ha añadido una plegaria, que nos
de amor. Y cada una de las fiestas que la hace repetir ciento cincuenta veces, para
liturgia ha instituido en honor de la Virgen pedir a la Santísima Virgen que ruegue por
es un maravilloso cántico, en el que se nosotros ahora y en la hora de nuestra
exaltan todos estos privilegios. muerte. ¿Hay, acaso, aún para los sacerdo-
tes, petición que sea más oportuna y con-
Por lo que respecta a la devoción del ro- veniente que ésta?
sario, hay algunos temperamentos que la Además, la recitación del rosario nos
menosprecian, diciendo que es una devo- trae al recuerdo los misterios más princi-
ción propia de niños o de sencillas muje- pales de nuestra redención. Aunque ya os
res. Pero, ¿no fue, por ventura, el mismo lo he dicho en otras ocasiones, no está de
Jesucristo quien dijo que para entrar en el más que os repita en este lugar que, de to-
cielo debemos ser humildes como los ni- dos los pasos de la vida de Cristo, se des-
ños? (Mt., XVIII, 3). prende como una virtud de la que nos be-
Os voy a proponer una comparación que neficiamos siempre que meditamos en las
os ayudará a comprender la eficacia del escenas del Evangelio. Esta devoción del
santo rosario. ¿Os acordáis de la historia rosario, hace que tributemos al Señor, por
de David cuando derrotó a Goliat? ¿De qué mediación de María, el homenaje de una
se valió el joven israelita para derribar al consideración amorosa, al paso que vamos
gigante? De su honda, con la que le lanzó recorriendo los misterios de su infancia,
un guijarro que le dio en mitad de la fren- los de su pasión y los de su triunfo glorio-
te. Si el filisteo es el representante de to- so y contribuye, por lo mismo, a que des-
das las potencias del mal, la herejía, el or- ciendan sobre nosotros con gran abundan-
gullo, la impureza…, las piedras de la hon- cia los auxilios divinos.
da, que son capaces de derribar al enemi- Añádase a esto que en todas y cada una
go, son el símbolo de las Avemarías del de las acciones de la Santísima Virgen, tan
rosario. Los caminos de Dios son comple- sencillas y tan generosas, encontramos
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 209

magníficos ejemplos de virtudes que imi- dar fe a las palabras del ángel, tú has creí-
tar, al mismo tiempo que grandes motivos do inmediatamente la maravillosa embaja-
de esperanza, de caridad y de alegría. da que te trajo el arcángel San Gabriel».
Veamos, por ejemplo, el primer miste- La Virgen, al oír esto, prorrumpió en un
rio: la Anunciación. ¿Hay algo más esti- cántico de agradecimiento al Señor: «Ha
mulante y provechoso que contemplar a la mirado la humildad de su sierva… Ha he-
Virgen dialogando con el ángel? También cho en mí maravillas…» Las fórmulas del
nosotros saludamos a María, llena de gra- Magnificat están tomadas de diversos lu-
cia…, bendita entre todas las mujeres. Dice gares de la Biblia y la Virgen las hizo su-
San Juan, a propósito de la encarnación: «el yas para poder expresar mejor los senti-
Verbo habitó entre nosotros», in nobis. mientos de reconocimiento y de alegría
Cuando contemplamos este sublime mis- que desbordaban su corazón. Todo el mun-
terio, podemos acomodar el texto del evan- do interior de María –su humildad, su san-
gelista, y decir: Verbum habitat in illa: «El ta admiración, su amor– se revelan en es-
Verbo habita en María», y reside en su seno tos admirables versículos. El espíritu de Je-
virginal como Hijo suyo concebido por el sús, que llenaba su alma, es el que le inspi-
Espíritu Santo. ró estas expresiones.
Es un motivo de gran consuelo saber que La Iglesia ha elegido sabiamente este
nuestro Salvador, al entrar en el mundo, himno para que lo cantemos nosotros to-
encontró un corazón como el de su madre, dos los días en Vísperas, enseñándonos a
que le estuvo enteramente consagrado. Es alabar al Señor con los mismos acentos que
verdad que Jesús vive también en cada uno su Madre.
de nosotros, pero nuestros pecados impi- De forma parecida podemos meditar los
den que su vida alcance el debido desarro- demás misterios que recordamos en el san-
llo. Aún en las almas santas, su reinado se to rosario. Si nuestra alma llegara a im-
ve entorpecido por las imperfecciones a pregnarse de los sublimes misterios que
que están sujetas. Pero en María no ocu- evocamos al practicar esta devoción, en-
rría así, porque le estaba enteramente con- contraríamos una facilidad mucho mayor
sagrada hasta el punto de que no vivía sino para nuestra oración.
de su amor: por eso el ángel la llamó gratia
plena. Pidámosle, pues, que nos dé a este Nos quejamos, a veces, de que al hacer
Cristo que ella concibió para nosotros. la meditación nos encontramos vacíos de
ideas. Nada tiene esto de extraño si no pro-
En el misterio de la Visitación admira- curamos que nuestra alma se alimente de
mos la caridad de la Virgen. La avanzada santos pensamientos.
edad de Isabel y la proximidad del naci-
miento de San Juan Bautista reclamaban la ¿No se podría afirmar que, si alguno no
presencia de María en casa de su prima. La tiene aprecio a la devoción del santo rosa-
Virgen se trasladó allí «con diligencia»: rio, es ordinariamente señal de que no se
Abiit… cum festinatione (Lc., I, 39), y ape- ha esforzado durante algún tiempo en re-
nas entró en la casa, Isabel, movida por el citarlo con la debida piedad?
Espíritu Santo, la saludó con esta exclama- No faltan quienes piensan que se pueden
ción: «Bendita tú entre las mujeres», y aña- desgranar las cuentas del rosario sin pres-
dió: «Dichosa tú que has creído. Porque, tar la menor atención a lo que dicen. Y es-
siguiendo una conducta completamente tán en un lamentable error, porque en toda
distinta a la de mi marido, que dudaba en oración, para que merezca el nombre de tal,
210 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

hay que fijar la atención o en las palabras La respuesta a esta importante pregunta
que recitamos o en Aquél a quien nos diri- nos la da el mismo Evangelio. En las bodas
gimos. de Caná, María dijo a los criados, señalán-
Cuando el alma llega a penetrar el espíri- doles a Jesús: «Haced lo que Él os dijere»
tu de la devoción del rosario, encuentra en (Jo., II, 5). ¿No es verdad que también a
su práctica las mayores delicias. San Alfon- nosotros nos dice lo mismo? ¿Queremos
so María de Ligorio, durante su última en- agradar a Nuestra Señora? Pues imitemos
fermedad, no lo soltaba de la mano. Un día a los criados de Caná. Jesús les habla y ellos
que el Hermano de su Congregación que le escuchan lo que les dice y hacen lo que les
cuidaba estaba impaciente para llevarle a la manda. Jesús les ordena que llenen de agua
mesa y servirle la comida, cuanto todavía las vasijas destinadas a la purificación de
no había terminado las Avemarías de la los judíos y ellos ejecutan la orden, a pesar
decena que estaba rezando, le repuso el san- de que parecía que aquello no conducía a
to: «Espere un momento, porque un nada.
Avemaría vale más que todas las comidas Pues lo mismo puede decirse de noso-
del mundo». Otro día que el Hermano le tros, ya que obedeceremos a María si nos
dijo: «Pero, Monseñor, ya habéis rezado el sometemos en todo a Jesús, atendiendo a
rosario y no es cosa de repetirlo diez ve- lo que nos dice y siguiendo sus ejemplos;
ces», le respondió el santo: «Ignoráis, aca- y conformando nuestra conducta a las nor-
so, que mi salvación depende de esta devo- mas que recibimos de los que hacen sus
ción?». veces. Lo que más ambiciona su corazón
¿No os habéis encontrado con sencillas es que nosotros seamos discípulos fieles y
ancianitas que lo rezan siempre con gran ministros celosos de Jesucristo, animados
fervor? Pues haced cuanto está de vuestra de las mismas disposiciones interiores que
parte para imitar su ejemplo. Humillaos a tenía Jesús para con su Padre, para con los
los pies de Jesús, porque nada hay mejor hombres y para con ella misma. Tal es nues-
que hacerse niño cuando nos encontramos tra mejor devoción a nuestra Madre celes-
en presencia de un Dios tan grande. tial.
Además de honrarla con el santo rosario,
debemos guardar un recuerdo permanente Debemos también confiar en la ayuda
y filial de Nuestra Señora. ¿No es, acaso, de la Virgen María para que podamos ce-
verdad que todo buen hijo se complace en lebrar dignamente nuestra Misa. Aunque
recordar todo lo que en otro tiempo hizo no había recibido la dignidad del sacerdo-
su madre por él y cómo aún ahora viene en cio, con todo, al pie de la cruz, tomó más
su ayuda en los trances difíciles de la vida? parte que nadie en el sacrificio de su Hijo.
No olvidemos en nuestras predicaciones el Se unió a Él con todo el afecto de que era
hablar con frecuencia de la Virgen María, capaz su corazón, hasta el punto de que no
que es Madre de Jesús y Madre nuestra. hubiera sido posible separar su dolor, su
Fuera de las prácticas de piedad, debe- ofrenda, su aceptación y su inmolación de
mos, también, mostrarnos filialmente obe- las de Jesús.
dientes a Nuestra Señora en todo el curso ¿No podemos, acaso, afirmar de su «com-
de la vida. pasión» en el Calvario, lo mismo que dijo
¿Pero es que María nos manda alguna Jesús de su propia pasión: que aquélla fue
cosa para que podamos decir que debemos «su hora» por excelencia?
obedecerla?
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 211

¿Quién podría enseñarnos mejor que ella ¿No es, por ventura, verdad que ella de-
cuáles son los sentimientos que Jesucristo sea más que nadie ayudarnos para que lle-
quiere encontrar en el corazón del sacer- guemos a ser sacerdotes santos y a repro-
dote cuando celebra los santos misterios? ducir en nuestras almas las virtudes de Je-
Si no contamos con una gracia especial, no sús?
debemos intentar gozar durante la santa
Misa de una unión continua y sentida con
la Santísima Virgen, porque se trata de un
favor excepcional que Dios no lo concede
a todos los sacerdotes. Pero haremos muy
bien si, antes de subir las gradas del altar,
nos acogemos a la protección de la Santí- XIX
sima Virgen. Y esta práctica filial es una de
las más recomendables. Para ello, podemos
servirnos de la siguiente oración, que fue Transfiguración
aprobada por León XIII: «Oh Madre de pie-
dad y de misericordia…, te ruego que así La vida espiritual del sacerdote se funda
como asististe a tu Hijo amadísimo cuan- en Jesús, se orienta hacia Él y se consuma
do estaba pendiente de la cruz, así también en Él.
te dignes asistir clemente a mí, pobre pe-
cador, y a todos los sacerdotes que aquí y Esta vida espiritual es una gracia y una
en toda la Iglesia van a ofrecer hoy el divi- obra de transfiguración. Estas palabras ex-
no sacrificio; para que, ayudados de tu fa- presan una visión general que resume la
vor, podamos ofrecer una hostia digna y conclusión de cuanto llevamos dicho y que
aceptable ante la soberana e indivisible Tri- yo quisiera la retuvierais en vuestra memo-
nidad». ria.
Nos dice San Pablo que el ideal de santi-
dad que todos los hombres deben perse-
Antes de terminar, sólo me queda por guir, para acomodarse a los planes de la pre-
recordaros que Jesús, momentos antes de destinación divina, consisten en «hacerse
exhalar su último suspiro, confió su ma- conformes con la imagen de su Hijo»:
dre a San Juan. En aquel momento solem- Prædestinavit nos conformes fieri imagi-
ne, Jesús hizo a su discípulo amado el más nis Filii sui (Rom., VIII, 29).
rico de sus legados.
El don de la gracia que recibimos en el
Ahora bien, ¿cuál fue la conducta que si- bautismo es el principio de nuestra confor-
guió aquel apóstol, aquel sacerdote a quien mación con Cristo, que debe ir perfeccio-
Jesús confió el cuidado de su Madre? Como nándose de día en día. La misma naturaleza
buen hijo, desde aquel momento, el discí- del desenvolvimiento de nuestra vida de
pulo «la tuvo en su casa»: Accepit eam in hijos de Dios exige, por así decirlo, una
sua (Jo., XIX, 27). doble transfiguración: por una parte, la de
Recibamos también nosotros a María Cristo, que se da a conocer progresivamen-
en nuestra casa como todo buen hijo re- te al alma como fuente de toda santidad, y
cibe a su madre; vivamos con ella, es decir, por la otra, la de la misma alma que, me-
asociémosla a nuestros trabajos, a nuestras diante su fidelidad a la gracia, tiende a ir
penas y a nuestras alegrías. transformándose en una imagen viva del
divino modelo.
212 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

Si esto es verdad de todos los cristianos, Pero la palabra del Padre no bajó de la
con mucha mayor razón debe aplicarse a nube para que la escucharan sólo los discí-
nosotros los sacerdotes, por la dignidad de pulos, sino que su eco iba a transmitirse a
nuestra vocación y por la eminencia del todas las generaciones cristianas que la ha-
carácter sacerdotal. bían de acoger con idéntica fidelidad.
Hay una página admirable del santo Evan- Como dice San León, «los tres discípulos
gelio que nos aclara esta doctrina. Son mu- representaban a toda la Iglesia que está
chos los milagros que, con parecidos ras- siempre atenta a recibir el testimonio del
gos, nos describe la pluma de los evange- Padre»: in illis tribus apostolis universa Ec-
listas a todo lo largo de la vida pública de clesia didicit quidquid eorum… auditus
Jesús. Pero hay un episodio que se distin- suscepit [Sermo 51, 8. P. L., 54, col. 313].
gue de todos los demás, que reviste un ca- Más tarde, el mismo Pedro, constituido
rácter único: el de la Transfiguración. No príncipe de los pastores, recordará con en-
hay en la vida de Cristo otra escena que se tusiasmo a los primeros cristianos «la vi-
le parezca. sión de la magnífica gloria en el monte san-
Recordáis perfectamente los hechos. to» (II Petr., I, 18).
Jesús toma consigo a Pedro, a Santiago y a Por eso, precisamente, es por lo que la
Juan y los lleva a la cima de una elevada liturgia evoca tan repetidas veces el recuer-
montaña para orar. Y he aquí que, «mien- do de este episodio. Así lo hace, por ejem-
tras ora», dum oraret, se obra un cambio plo, el sábado de las Témporas de Cuares-
repentino en todo su aspecto: se transfi- ma, día consagrado a la ordenación de los
gura, su rostro resplandece como el sol y nuevos sacerdotes, como también al día si-
sus vestidos se vuelven blancos como la guiente, segundo domingo de Cuaresma, y
luz. En medio de estos esplendores, los dis- aún le dedica una fiesta especial el día 6 de
cípulos ven a Moisés y a Elías conversan- agosto.
do con su Maestro, al tiempo que un inde- ¿Cuál es la intención de la Iglesia al evo-
cible gozo se apodera de sus corazones. car este misterio? No es otra, sin duda, que
«Señor, ¡qué bien estamos aquí!», exclama la de llamar la atención de sus hijos, y en
San Pedro. Y en esto, les cubre una nube especial la de los sacerdotes, sobre la gran-
luminosa, y de la nube sale una voz que da deza y el noble destino de su vocación.
testimonio de Jesús: «Este es mi Hijo muy
amado, en quien tengo mi complacencia;
escuchadle» (Mt., XVII, 5). Cristo está siempre dispuesto a transfi-
gurarse para cada uno de nosotros y la voz
Esta misteriosa transfiguración de Jesús, del Padre no cesa de proclamar, por el ma-
que dejó sorprendidos a los discípulos, gisterio de la Iglesia, la filiación divina de
constituyó para ellos una gracia singular: Jesús. Verdad es que Cristo no cambia, sino
la de confirmarlos en la fe en la divinidad que permanece eternamente inmutable:
de Jesús. Ya desde entonces no tuvieron Christus hodie, heri et in sæcula (Hebr.,
nunca la menor duda de que, bajo las apa- XIII, 8), y que siempre se presenta a noso-
riencias humanas de Aquel con quien tra- tros «para sernos de parte de Dios sabidu-
taban todos los días, habitu inventus ut ría, justicia, santificación y redención» (I
homo (Philip., II, 7), el verdadero Hijo de Cor., I, 30).
Dios ocultaba su suprema dignidad. Esta fe
sería definitivamente confirmada por el Pero, por lo que a nosotros respecta, va-
Espíritu Santo el día de Pentecostés. mos descubriendo gradualmente y muy
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 213

poco a poco la divinidad de su persona, el nosotros anunciamos «a cara descubierta»


valor incomparable de su redención, la in- el don de Cristo y de la Nueva Alianza? Sin
mensidad de sus méritos y el don de amor duda que no, sino principalmente porque
que su venida trajo a los hombres. nuestro sacerdocio es una participación del
Así es como vamos siendo iniciados en sacerdocio del Hijo de Dios y porque, se-
este «sublime conocimiento de Cristo Je- gún la expresión del Apóstol, «contempla-
sús» (Philip., III, 8), del que nos habla el mos a cara descubierta la gloria del Señor
Apóstol. Pero no debemos olvidar que éste como en un espejo y nos transformamos
no es un conocimiento puramente intelec- en la misma imagen, de gloria en gloria, a
tual, sino que consiste más bien en una ilu- medida que obra en nosotros el Espíritu del
minación interior de la fe. Señor» In eamdem imaginem transfor-
Ante esta revelación tan íntima y sobre- mamur a claritate in claritatem, tanquam
natural, el cristiano experimenta un deseo a Domini Spiritu (Ibid., 18).
cada vez mayor de conformar su alma y su Estas palabras de San Pablo muestran
vida entera al alma y a la vida de Jesucristo. bien a las claras que en esta vida mortal
Y este deseo debe ser más ardiente en el nuestra transfiguración en Cristo está so-
corazón del sacerdote, porque, si el Señor metida a una ley de crecimiento bajo la ac-
nos ha distinguido con una vocación privi- ción del Espíritu Santo.
legiada y nos ha llamado como a Pedro, a
Santiago y a Juan, ha sido, sin duda, para Cabalmente, el fin de todas nuestras con-
revelársenos más íntimamente que al res- versaciones no ha sido otro que el de
to de los fieles. Precisamente nos invita a ayudaros a que os forméis un concepto más
subir todos los días las gradas del altar para acabado de la excelencia de esta gracia y
hacer que penetremos más profundamente podáis corresponder a la misma con más
en su inefable misterio. fidelidad.
San Pablo se ha complacido en exaltar Inspirándome en la doctrina del Apóstol,
esta transfiguración que, ya desde este mun- he intentado mostraros la sublime grande-
do, se realiza en los ministros de Cristo. za y las soberanas prerrogativas del sacer-
En su carta a los de Corinto nos habla de docio de Cristo. El Hijo de Dios, el Verbo
cómo Moisés, después de haber hablado encarnado, se nos ha manifestado como el
con el Señor, bajó del monte Sinaí nimbado supremo mediador, pontífice y hostia a la
de gloria. Moisés llevaba las tablas de la vez de su propio sacrificio. Este sacrifi-
Ley grabadas en la piedra, pero tuvo que cio, que fue iniciado en el momento mis-
cubrirse el rostro para poder anunciar al mo de la encarnación y que fue mística-
pueblo la alianza del Señor, porque los is- mente realizado en la Cena, se consumó
raelitas no podían soportar su resplandor. cruentamente en la cruz y tiene su remate
«Si el ministerio de condenación es glo- definitivo en la alabanza eterna del cielo.
rioso, mucho más glorioso será el minis- Jesucristo ha querido perpetuar en el
terio de la justicia. Y en verdad en este as- mundo su único sacerdocio y su sacrificio
pecto aquella gloria deja de serlo, compa- único sirviéndose de otros hombres a quie-
rada con esta otra eminente gloria mía» (II nes ha elegido para esa misión y ha hecho
Cor., III, 9-10). participantes de su mismo poder. Toda po-
¿En qué consiste esta gloria eminente testad sacerdotal deriva de la suya y los sa-
que San Pablo atribuye a nuestro ministe- cerdotes continúan entre los hombres el
rio sacerdotal? ¿Será solamente porque misterio y la obra de la encarnación reden-
214 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

tora por la vocación que han recibido de lo tar este testimonio para acatarlo en nues-
alto y por la spiritualis potestas de que les tra vida.
ha revestido el carácter sacramental. Por La fe en la divinidad de Jesús es también
eso, se puede decir con toda verdad que el la luz que debe irradiar sobre toda nuestra
sacerdote es alter Christus. existencia sacerdotal.
Por el mismo hecho de que participamos Al presentar ante nuestros ojos la divina
de los mismos poderes de Jesucristo, te- figura de Jesús, nos descubre la malicia del
nemos el deber de aspirar a una santidad pecado, la grandeza de la humildad y la for-
que sea digna de la misión que se nos ha taleza de la obediencia. En nuestras rela-
confiado. Esta santidad, de la que Cristo ciones con Dios, nos prescribe el culto de
es a un tiempo modelo y manantial, tiende la religión y la primacía del amor. Ella es,
a reproducir en nosotros los mismos ras- en fin, la que nos hace ver en el prójimo al
gos y las mismas acciones del Salvador, mismo Cristo.
Hijo de Dios y Pontífice supremo.
La fe nos recuerda todos los días la su-
Nosotros realizamos este ideal median- blime grandeza de la Misa, la alteza de vida
te la imitación de las virtudes de Jesús y a la que nos invita el banquete eucarístico,
viviendo una vida de unión con Él, de acuer- el valor de nuestro breviario.
do con las condiciones y circunstancias
propias de nuestra existencia. Sin su luz no serían posibles ni nuestra
En nuestra vida sacerdotal, la fe ocupa, vida de oración y de unión con el Espíritu
entre todas las demás virtudes, un puesto Santo ni nuestra santificación por las ac-
de capital importancia. Es verdad que el ciones ordinarias que constituyen toda la
alma de Cristo gozaba de la visión beatífica trama de nuestra existencia.
y que, por tanto, la fe no tenía para Él nin- Y como nunca llegaremos a asemejarnos
guna razón de ser; pero para nosotros la fe perfectamente a Jesús sino a condición de
constituye la atmósfera misma de toda que, a ejemplo suyo, nos hagamos hijos de
nuestra vida sacerdotal. María, la fe nos hace recurrir a la Virgen,
Y permitidme que os lo repita de nuevo, que ha sido predestinada para darnos a Je-
porque esta verdad es esencial para nues- sucristo en la encarnación y para hacerse
tra santificación y para la fecundidad de nuestra madre al pie de la cruz.
nuestro ministerio. El objeto de esta fe se En la atmósfera cada día más luminosa
concentra en la divinidad de Jesús: en la de esta fe viva, se nos va revelando gradual-
divinidad de su persona, de su misión, de mente Cristo y todo su estupendo miste-
su sacrificio y de sus méritos. Por muy fir- rio. Y como consecuencia de ello, el ejer-
memente que lo creamos, nunca llegare- cicio constante de la virtud, el diario con-
mos a convencernos demasiado de ello. Al tacto que tenemos en la santa Misa y en la
leer el Evangelio, os habréis percatado de oración con la fuente misma de nuestra san-
que las tres veces que se dejó oír la voz del tidad y nuestra docilidad a las inspiracio-
Padre siempre fue, y en especial en el Ta- nes del Espíritu Santo van perfeccionando
bor, para proclamar solemnemente que Je- la obra de nuestra conformación a la ima-
sús es el Hijo de su amor y que nosotros gen del sacerdote único; y así es como –
debemos escuchar cuanto nos dice. Este teniendo en cuenta el tiempo necesario y
testimonio constituye la más alta y valiosa nuestra propia fragilidad– vamos acercán-
revelación que Dios ha querido hacer al donos a Aquel que es el ideal de nuestra
mundo. Y toda la santidad se reduce a acep- perfección. La misma generosidad del
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 215

amor que ponemos en este trabajo de asi- contemplar la inefable Belleza, se conver-
milación se convierte en un manantial de tirán para siempre en vivas imágenes de esta
nuevas iluminaciones: «Si alguno me ama, misma Belleza.
dice Jesús, Yo me manifestaré a él» (Jo., Si esto es una consoladora verdad para
XIV, 21). toda alma cristiana, nosotros los sacerdo-
Y esto será así hasta que, «habiendo al- tes tenemos la certeza de saber que, por
canzado, como dice San Pablo, la edad de razón del carácter sacerdotal de que esta-
varones perfectos» (Eph., IV, 13), entremos mos investidos, gozaremos en el cielo de
en la vida eterna. un aumento de gloria. Este carácter invisi-
Esta doble gracia de transfiguración ju- ble, que nos hace semejantes a Cristo, apa-
gará también en el cielo un papel muy im- recerá entonces en todo su radiante esplen-
portante en la consumación de nuestra san- dor y se nos revelará en todo su alcance la
tidad. verdad de aquellas palabras: «Tú eres sa-
cerdote por toda la eternidad». Nuestra dig-
Por una parte, la luz de la visión beatífica nidad de ministros de Cristo será para no-
nos mostrará a Jesús cara a cara, en todo el sotros un honor incomparable, un motivo
infinito esplendor de su divinidad. La irra- de acción de gracias y de alabanzas, de un
diación del Verbo hará que su humanidad júbilo puro e indecible que no tendrá fin.
se manifieste nimbada con la gloria propia
del Hijo único del Padre, «lleno de gracia Jesús oró por sus sacerdotes en aquel au-
y de verdad». Allí es donde contemplare- gusto momento en que instituyó el sacer-
mos sobrecogidos de admiración esta ple- docio y les confirió este sacramento. Y
nitud de la que todos hemos recibido. La rogó por ellos y por todos los sacerdotes
majestad de Cristo, Pontífice eterno, a que habían de ser llamados para continuar
quien «el Padre ha dado un nombre sobre su obra redentora:
todo nombre», se nos revelará mucho más «Padre santo… Yo ruego por ellos…, por
claramente que a los apóstoles en el mon- los que Tú me diste, porque son tuyos… No
te Tabor. Allí es donde comprenderemos pido que los tomes del mundo, sino que los
la profunda verdad de las palabras del Glo- guardes del mal. Como Tú me enviaste al
ria que tantas veces solemos repetir: «Vos mundo, así Yo los envié a ellos al mundo…
sois el único Santo, el único Señor, el úni- Que tengan mi gozo cumplido en sí mis-
co Altísimo, Jesucristo, con el Santo Es- mos… Que ellos sean uno… en nosotros…
píritu, en la gloria del Padre». como nosotros somos uno…, para que crea
Por otra parte, desde el momento en que el mundo que Tú me enviaste y amaste a
entra en el cielo, cada uno de los elegidos éstos como Tú me amaste. Padre, lo que Tú
adquiere una perfecta semejanza con el me has dado, quiero Yo que donde Yo esté,
Hijo de Dios. Es tan grande el poder de nues- estén ellos también conmigo, para que vean
tra gracia de adopción, que termina por mi gloria que Tú me has dado, porque me
transfigurarnos en una imagen viva del mis- amaste antes de la creación del mundo»
mo Dios. Es San Juan quien nos lo dice: (Jo., XVII, 9-24).
«Sabemos que cuando aparezca, seremos
semejantes a Él, porque le veremos tal cual
es» (I Jo., III, 2). ¿Cuál es el motivo de que
el hecho de ver a Dios llegue a transfigu-
rar de esta manera nuestras almas? Porque
nuestras almas son como espejos que, al
216 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

Las páginas que siguen no tienen otro


propósito que el de proporcionar a los sa-
cerdotes una mayor satisfacción al poder
descubrir por sí mismos cómo vivía Dom
Marmion la doctrina sacerdotal que nos
legó en sus escritos y predicaciones.
Hemos distribuido estas notas siguien-
do el orden de los capítulos del presente
volumen, a excepción de los tres primeros
Notas de capítulos, de los que hemos prescindido,
dom Columba Marmion por ser de carácter estrictamente didácti-
sobre su vida sacerdotal co. En cada capítulo, hemos seguido un
orden cronológico para permitir que el lec-
tor pueda seguir más fácilmente la trayec-
toria de la vida espiritual del insigne maes-
La doctrina de Dom Marmion es la ex- tro.
presión de una vida interior intensamente
vivida. Hasta el punto de que fue su misma
vida la que elaboró la doctrina que expu- IV.- Ex fide vivit
so en su ministerio de predicación. 1896.– Estoy leyendo las obras de San
Son muchos los testimonios que acredi- Juan de la Cruz. Su lectura proporciona a
tan que de la simple lectura de sus obras mi alma una verdadera cascada de luz. Aho-
se desprende la convicción de que su doc- ra es cuando empiezo a comprender en qué
trina es más bien fruto de la experiencia consiste la vida de fe y la oración de fe, sin
que una exposición meramente teórica. tener en cuenta para nada los cambios de
circunstancias y de temperamento. Al mis-
La publicación de su biografía, «Un mo tiempo voy dándome cuenta del peli-
maître de la vie spirituelle», compuesta, en gro que corren los que se fían de su propio
su mayor parte, por extractos de sus notas juicio y se dejan llevar de criterios que no
y de sus cartas, ha puesto claramente de sean precisamente el de la doctrina de la
relieve hasta qué punto llegaba la compe- Iglesia y el de la revelación.
netración de la vida y de la doctrina de
Dom Marmion, singularmente por lo que Durante la octava de la Epifanía (1897),
respecta a su vida sacerdotal y a su doctri- he llegado a comprender que la gran reali-
na sobre el sacerdocio. dad, la gran verdad, la verdad por excelen-
cia es que «Jesucristo es el Hijo de Dios».
Para complacer a muchos lectores, de-
seosos de constatar por sí mismos esta ad- 1. En dos ocasiones distintas el Padre ha
mirable concordancia entre la vida y la proclamado solemnemente esta verdad: en
doctrina de Dom Marmion, hemos creído el bautismo de Jesús y en la Transfigura-
que sería muy oportuno añadir al fin de ción: Hic est Filius meus dilectus in quo
esta obra algunos apuntes tomados de sus mihi complacui… Clarificavi et adhuc
notas manuscritas para que puedan com- clarificabo… Ut in nomine ejus omne genu
prender mejor cuál era la razón de aque- flectatur… La gloria de su Hijo –que se
lla íntima convicción con que hablaba en humilló hasta la muerte para demostrar al
sus predicaciones. mundo el amor que profesaba a su Padre:
Ut cognoscat mundus quia diligo Pa-
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 217

trem– parece ser que constituye la gran con Jesucristo en el Espíritu Santo, y que,
«preocupación» del Padre. como Él ha dicho, podemos conseguir
2. El mismo Jesucristo lo proclamó así todo cuanto pedimos. Esta es, además, su
solemnemente delante de sus jueces y por promesa. Pero, como nos enseña la histo-
eso precisamente fue crucificado: Adjuro ria de Abraham, es posible que pase cierto
te per Deum vivum ut dicas nobis si tu es tiempo antes de que se realice su promesa.
Christus, Filius Dei benedicti? Tu dixisti… Dominica in albis de 1900.– Todo nos
Debet mori quia Filium Dei se fecit. habla hoy de la fe: «Dichosos los que no
Este mismo día (15 de diciembre de 1899, han visto y han creído». «Ella es el funda-
octava de la Inmaculada Concepción) el mento y la raíz de toda justificación». La
Señor me ha hecho comprender que el gran fe viva en la divinidad de Jesucristo es la
objetivo de toda mi vida no debe ser otro que hace que vivamos la vida divina.
que el de procurar, como Él lo hace, la glo- 1. Esta vida divina tiene su principio en
ria de Jesús. Este es, también, el deseo más la fe: «Los que creen en su nombre… son
íntimo de María. He sentido una profunda hijos de Dios». «Todo el engendrado de
impresión al meditar estas palabras: «Tan- Dios vence al mundo»… «¿Y quién es el
to amó Dios al mundo, que le dio su Uni- que vence al mundo sino el que cree que
génito Hijo». El don que nos hizo el Señor Jesús es el Hijo de Dios?» Esta convicción
es digno de Dios: su propio Hijo. ¡Oh si tú íntima de la divinidad de Jesucristo hace
conocieras el don de Dios! Desde toda la que nos postremos a sus pies como el cie-
eternidad, el Padre encuentra sus delicias go de nacimiento: «El justo vive de la fe»;
en su Hijo, «el Hijo Unigénito que vive «El que cree en mí, aunque muera, vivirá».
siempre en el seno del Padre».
2. Por esta fe, nos identificamos, en cier-
Este mismo Hijo está «en nuestro seno»
ta manera, con el mismo Jesucristo.
por la comunión eucarística y por la fe.
«Cristo, dice San Pablo, habita en nuestros a) En nuestros pensamientos: «El que
corazones por la fe». Y es precisamente por cree en el Hijo de Dios tiene el testimo-
la fe como debemos encontrar nuestras nio de Dios en sí mismo». Nos apropia-
delicias en Jesucristo, de la misma manera mos los mismos pensamientos de Jesucris-
que las encuentra el Padre: «He aquí mi to: «El que se allega al Señor se hace un
Hijo muy amado, en quien tengo todas mis espíritu con Él».
complacencias». Y la fe es la que realiza b) En nuestros deseos: «Tened los mis-
todo esto: «Hágase en vosotros según vues- mos sentimientos que tuvo Cristo Jesús».
tra fe».
c) En nuestras palabras: «Si alguno
25 de febrero de 1900.– Al meditar hoy habla, sean sentencias de Dios». Cristo se
en la fe de Abraham, he sentido un podero- convierte en la fuente inspiradora de todas
so movimiento de la gracia que me impul- nuestras palabras: «Que habite Cristo por
sa a consagrar toda mi existencia y todas la fe en vuestros corazones».
mis energías a glorificar a Jesucristo, tan- d) En nuestras acciones: «Y todo cuan-
to en mí mismo como en los demás, imi- to hacéis de palabra o de obra, hacedlo todo
tando así al Padre que nos ha hecho el don en el nombre del Señor Jesús, dando gra-
de su Hijo: Él nos dice que le escuchemos. cias a Dios Padre por Él».
Me he dado cuenta de que por medio de Entonces es cuando se realizan aquellas
la fe nos identificamos, en cierto modo, palabras: «Y ya no vivo yo, es Cristo quien
218 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

vive en mí… Vivo en la fe del Hijo de Dios, Jesucristo es la Sabiduría eterna e infi-
que me amó y se entregó por mí». nita y para expiar nuestros pecados, ha es-
Febrero de 1906.– La expresión de cogido una muerte dolorosa. Estaba exen-
Nuestro Señor: «La obra de Dios es que to en justicia de la muerte, ya que el peca-
creáis en Aquel que Él ha enviado», me hace do, que es la única razón de la muerte, per
comprender con mayor claridad que todo peccatum mors, no le alcanzó, y sin em-
lo tenemos en Jesucristo. El que por la fe bargo, la aceptó libremente, sustituyéndo-
se entrega sin reserva alguna a Jesucristo se a nosotros y por nuestro propio bien.
cumple perfectamente con Él, en Él y por He tenido un íntimo sentimiento de la gran
Él todos los deberes que tiene con el Pa- eficacia de esta muerte y me he unido a
dre. Jesús es uno con su Padre: «Yo y el Jesús en su muerte para morir así al peca-
Padre somos una sola cosa». Él está «en el do. He experimentado grandes sentimien-
seno del Padre y el que se une por la fe a tos de abandono, de gratitud, etc.
Jesucristo, obra, en la unidad, lo mismo Resurrexit propter justificationem nos-
que Jesús obra por su Padre». Los miem- tram.– El fin de la vida de Jesucristo resu-
bros hacen a su modo lo mismo que hace citado es nuestra propia justificación. Me
la persona: «Pues vosotros sois el cuerpo he dado perfecta cuenta de cómo Jesucris-
de Cristo, y cada uno en parte». Cuando es- to tenía en cuenta esta santificación y has-
tamos unidos por la fe a Jesucristo y en ta qué punto tiene eficacia para santifi-
medio de su oscuridad rendimos nuestra carnos la unión de nuestra vida con la suya:
inteligencia a sus pies, aceptando con amor «Porque si, siendo enemigos, fuimos re-
todo cuanto Él hace en nuestro nombre en conciliados con Dios por la muerte de su
presencia de su Padre, entonces es cuando Hijo, mucho más, reconciliados ya, sere-
nuestra oración se sublima y se puede de- mos salvos en su vida».
cir que la hacemos «en espíritu y en ver- 14 de enero de 1908.– Todas las maña-
dad». nas hago a Dios el ofrecimiento de mi vida
15 de diciembre de 1916.– Esta maña- y renuevo la aceptación de la muerte que
na he terminado la predicación de un reti- me quiera enviar y en el tiempo que lo ten-
ro en…, donde he desarrollado el siguien- ga dispuesto.
te tema: la vida y la actividad de Jesucristo
es una consecuencia de la contemplación 1915.– Me siento incapaz de expresaros
con que su alma estaba siempre embebida lo que se siente en aquel momento, por-
en la presencia del Padre: modelo de nues- que sólo la experiencia nos puede enseñar
tra vida de fe que se alimenta de su con- lo que se experimenta al verse tan próxi-
templación habitual de Dios, en unión con mo a comparecer ante la presencia de Dios.
el alma de Cristo. Siempre que he meditado que algún día me
he de encontrar en este trance supremo, me
he sentido invadido por el temor y he to-
mado la resolución, si Dios me diera tiem-
V.- Morir al pecado po para ello, de ordenar de tal manera la
vida, que al llegar el momento de la muer-
Pascua de Resurrección de 1900.– Me te me vea libre de semejante temor.
he sentido vivamente tocado por la gracia
al meditar las palabras de San Pablo: «Fue 1917.– Si hay alguna cosa grande y so-
entregado por nuestros pecados y resucitó lemne en la vida, es precisamente la hora
para nuestra justificación». de la muerte. San Benito nos recomienda
IIª Parte – La obra de la santificación sacerdotal 219

que la tengamos siempre presente ante los sión de Jesús y en las debilidades de que
ojos: Mortem quotidie ante oculos suspec- se quiso revestir, participamos de su for-
tam habere. Y por lo que a mí hace, os diré taleza divina: gloriabor in infirmitatibus
que la tengo constantemente presente. meis… Cum infirmor tunc potens sum. En-
tonces es cuando nos convertimos en el
Principios de 1919.– Dios se muestra objeto de las misericordias divinas y de las
muy bueno conmigo. Es verdad que me so- complacencias del Padre celestial que nos
mete a muchas pruebas, pero, al mismo contempla en su Hijo.
tiempo, me une cada vez más a Él. Apenas
me abandona el pensamiento de Dios, de Será en el momento de la muerte cuan-
la eternidad y de la muerte, pero todo esto do experimentaremos principalmente este
me proporciona una gran alegría y una gran misterio y nos beneficiaremos de él. Je-
paz. Siento un gran temor de la majestad, sucristo ha abolido la pena de muerte al se-
de la santidad y de la justicia de Dios, pero, pultar nuestra muerte en la suya. En ade-
al mismo tiempo, tengo una gran seguri- lante, su muerte es la que clama miseri-
dad de que el amor de nuestro Padre ce- cordia por nosotros y el Padre ve en nues-
lestial se servirá de todo para lo que más tra muerte la reproducción de la muerte de
me convenga. su Hijo. Por eso es por lo que «la muerte
de los justos es preciosa a los ojos del Se-
1 de enero de 1920.– También yo tengo ñor»: Pretiosa in conspectu Domini mors
un gran miedo a la muerte. La muerte es el sanctorum ejus. Hace algún tiempo que
castigo divino del pecado: merces peccati todas las mañanas vengo pidiendo al Señor
mors, y este temor de la muerte honra a en la santa Misa que a todos los agonizan-
Dios, y si va acompañado de la virtud de la tes les conceda la gracia de que tengan una
esperanza, le honra mucho más aún. Al re- muerte como la suya. Si pedimos esto, po-
correr todos los días las estaciones del Via demos tener la firme convicción de que Je-
Crucis, me encomiendo a Jesús y a María sucristo nos concederá en el momento de
para el momento de mi agonía y de mi jui- nuestra agonía lo mismo que hemos pedi-
cio, y tengo la firme convicción de que es- do para los demás.
tarán allí conmigo para ayudarme.
20 de febrero de 1920.– Siento un de-
seo grande y ardiente de ir al cielo. Es ver- VI.- Penitencia y compunción
dad que tengo miedo al juicio, pero me 1917.– Al decir en la santa Misa: ab æter-
arrojo en el seno de Dios con todas mis na damnatione nos eripi, se me ocurre
miserias y mis responsabilidades y abrigo muchas veces esta idea: lo que puede aumen-
la esperanza de que me otorgará su mise- tar considerablemente nuestra esperanza de
ricordia. No hay ninguna otra cosa que pue- conseguir la salvación es la gracia de ha-
da salvarnos, porque nuestras obras son tan ber sido llamados para elevar a Dios todos
pobres, que no merecen ser presentadas a los días esta oración en el momento preci-
Dios y es solamente su amor paternal el so en que sustituimos nuestra miseria y
que le mueve a aceptarlas: Non æstimator nuestra indignidad por la víctima infinita-
meriti sed veniæ quæsumus largitor mente digna y perfecta.
admitte, como decimos en la santa Misa. Siento un gran consuelo al contemplar
17 de diciembre de 1922.– En la mis- los episodios de la vida de Jesús en los que
ma medida en que reconocemos nuestra se manifiesta su bondad y su delicadeza con
miseria y aceptamos el participar en la Pa- los pobres pecadores, con la Samaritana,
220 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

con María Magdalena… Cuanto más leo y gor y nueva alegría. Podría decirse que esta
medito la Sagrada Escritura, cuanto más me práctica piadosa produce en ella el mismo
entrego a la oración, más claramente veo efecto que un sacramento.
que la conducta que Dios observa con no-
sotros es toda de misericordia: Non volen- 1 de noviembre de 1921.– Al meditar
tis neque currentis, sed miserentis est Dei. las palabras de Jesús: Corpus autem ap-
Esta misericordia de Dios es la misma tasti mihi, he llegado a comprender que el
Bondad infinita que se vuelca sobre nues- Padre no le dio un cuerpo glorioso ni exen-
tros corazones miserables. En todas par- to de debilidades, sino que, como dice San
tes encontramos confirmada esta manera Juan Damasceno, experimentó todas las
de obrar de Dios. Cuando recito el oficio flaquezas que no eran indignas de su divina
divino, me parece ver que de cada uno de Persona: Vere languores nostros ipse tulit.
los versículos de los Salmos brota un rayo Por eso nos invita a compartirlas. Él las
de luz que nos habla de la misericordia di- asume, las diviniza, y de esta suerte se con-
vina. vierten en el manantial de esta virtus Chris-
ti, de que nos habla San Pablo.
Septiembre de 1918.– Mi vida interior
es muy sencilla. Durante mi estancia aquí 29 de diciembre de 1922.– (A una her-
en B…, el Señor me ha unido íntimamente mana suya religiosa). Todos los días en la
a Él, pero en la simple fe. He llegado a la santa Misa te meto en el corazón de nues-
firme convicción de que el Señor quiere tro amado Salvador. San Pedro nos dice que
conducirme por este camino. No tengo nun- Jesucristo murió por todos, para presen-
ca consolaciones sensibles, ni las deseo. tarnos a todos a su Padre. Él, que era el
Pero tengo iluminaciones y conocimien- Justo, murió por nosotros los pecadores,
tos inesperados e instantáneos de las pro- para que podamos llenarnos de la fortaleza
fundidades de las verdades reveladas. Sien- y del poder del Espíritu Santo. Todo cuan-
to un atractivo especial por la compunción: to Él presenta a su Padre es del mayor agra-
el Padre del hijo pródigo, el buen Samari- do de éste, por muy miserables que sea-
tano y la escena de la Magdalena a los pies mos nosotros. Esta es la razón de por qué
de Jesús llenan mi alma de un doble senti- te presento todos los días al Señor en la san-
miento de compunción y de confianza. ta Misa.
13 de diciembre de 1919.– Al hacer Veo claramente que el Señor te va a in-
esta mañana el ejercicio del Via Crucis, he troducir en la última etapa que tu alma debe
visto claramente que Jesús hizo por noso- atravesar antes de llegar a Él. Nuestro Se-
tros todo cuanto exigía la santidad y la jus- ñor ha tomado sobre sí todos nuestros pe-
ticia de su Padre, pero también me he dado cados y los ha expiado plenamente, y esta
cuenta de que nos invita a que, como Simón expiación suya se nos aplica por medio de
Cireneo, tomemos nuestra partecita. Por la compunción y de la absolución. Pero,
ello llevo mi cruz con alegría. además de esto, Él se ha cargado sobre sí
Cuando me siento desalentado, cuando todas las flaquezas y las debilidades de su
sufro contradicciones o padezco aridez o Esposa. Y es necesario que, antes de llegar a
sequedad, me basta con meditar en la pa- Él, vea y sienta y conozca que todo le viene
sión de Jesús al recorrer las estaciones del de Él y que, gracias a que Él ha asumido en
Via Crucis para sentirme reconfortado: es su Humanidad nuestra miseria, nuestra po-
como un baño en el que se sumerge mi breza y nuestras flaquezas, han sido eleva-
alma y del que siempre sale con nuevo vi- das a un valor divino. Este es un gran se-
Notas de dom Marmion sobre su vida sacerdotal 221

creto que muy pocos han llegado a com- das y que Jesús me decía: «Si quieres lle-
prender. San Pablo lo expresa en los si- gar a profesarme un gran amor, es necesa-
guientes términos: «Muy gustosamente, rio que imites mi ejemplo y que te hagas
pues, continuaré gloriándome en mis de- siervo de los demás; póstrate siempre a los
bilidades para que habite en mí la fuerza de pies de los demás y llegarás a alcanzar un
Cristo. Por lo cual, me complazco en las gran amor».
enfermedades…» 5 de octubre de 1887.– He recibido la
Cuando al hacer cada día el ejercicio del gracia de comprender que uno de los me-
Via Crucis considero que Dios, el Infini- jores medios para alcanzar la verdadera hu-
to, el Todopoderoso sucumbe de debilidad mildad consiste en amar a mis superiores
y se echa a temblar en Getsemaní, es cuan- y a mis hermanos humili caritate.
do mejor comprendo que, en vez de un cuer- La humildad procura, ante todo, no obrar
po glorioso, tomó al encarnarse un cuerpo por propio impulso, sino seguir siempre
sujeto como el nuestro a la flaqueza, para el movimiento de la gracia o, lo que es lo
que nuestra debilidad se torne divina en mismo, conceder la iniciativa a Dios y a la
Él. gracia, de acuerdo con lo que nos enseña
el mismo Jesús: «Y no hago nada de mí mis-
mo, sino que, según me enseña el Padre,
VII.- Humiliavit semetipsum así hablo».
factus obediens
La humildad reconoce en todas las co-
8 de abril de 1887. Viernes Santo.– (A sas la voluntad divina. De ahí precisamen-
una hermana suya religiosa). He tenido la te que nos incline a someternos a todos
felicidad de pasar casi tres horas ante el nuestros superiores y, en especial, a nues-
Santísimo Sacramento y he experimenta- tros superiores espirituales. No hay auto-
do un gran deseo de amar a Jesús con todo ridad que no venga de Dios. Sean cuales
mi corazón. Los pensamientos que tuve sean sus condiciones personales, los su-
ayer durante el mandatum [Ceremonia del periores, en cuanto que son «superiores»,
lavatorio de los pies que el Jueves Santo participan de algo divino, y por eso la hu-
se hacía en la iglesia del monasterio] me mildad se les somete con toda naturalidad.
afectaron muchísimo y todavía dura hoy su En esto consiste el fundamento de todos
eco en mi alma. Estos pensamientos me los textos que se refieren a la autoridad:
dieron una gran luz sobre el amor que tuvo «Yo os he dicho que sois dioses»; «el que
Jesús durante su pasión y sobre el amor y a vosotros escucha, a Mí me escucha»;
la humildad indecibles que mostró cuando «todo poder viene de Dios», etc.
lavó los pies de sus apóstoles. Cuando el
abad se acercó a lavarme los pies, compren- Esto mismo se puede afirmar de los hom-
dí que representaba a Jesús. Quiere el Se- bres y la humildad ve en los demás lo que
ñor que esta ceremonia, que Él realizó el en ellos hay de divino para rendirles ho-
primero, la renovemos nosotros, con lo que menaje, al paso que en sí misma no ve sino
nos da a entender que está dispuesto a prac- lo que es su propia obra. Por eso es por lo
ticarla con cada uno de nosotros en la per- que no encuentra la menor dificultad en te-
sona de sus sacerdotes. Como Jesús se ner mejor concepto de los demás que de sí
complace tanto en la virtud de la humildad, misma.
creí que me haría alguna gracia especial al 11 de diciembre de 1895.– (A una her-
lavarme los pies. Me figuré que yo era Ju- mana suya religiosa). Tu carta me ha pro-
222 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

porcionado una gran alegría al comprobar Tercera estación.– Lo que podemos lle-
que, a pesar de tu indignidad, es Dios quien gar a ser. Si Dios apartara su mano de no-
te guía y se muestra extremadamente mi- sotros, volveríamos a ser lo que fuimos
sericordioso contigo. Tu mayor empeño antes, y aun peores. Dios lo ve perfecta-
debiera ser el de alcanzar una gran humil- mente y conoce bien los abismos de perfi-
dad, porque es el mejor camino para llegar dia de que somos capaces. ¿Cómo pode-
al amor de Dios. Porque es tan grande el mos, pues, ser orgullosos?
poder de Dios, que puede convertir nues- Pero, además de estas tres estaciones,
tra misma corrupción en oro puro de su hay otra que siempre debemos tener muy
amor, a condición de que no haya obstácu- en cuenta. Y es que somos infinitamente
lo que lo impida; y el mayor obstáculo es ricos en Jesucristo y que, en comparación
precisamente el orgullo. Puedes creerme de nuestras miserias, las misericordias de
cuando te digo que, si eres sinceramente Dios son como el océano ante una gota de
humilde, Dios hará lo demás. agua. Nunca glorificaremos más a Dios que
Quizás te pueda ser provechosa una sen- cuando, a pesar de tener conciencia de nues-
cilla práctica de que yo me sirvo, para al- tros pecados y de nuestra indignidad, esta-
canzar la humildad. Y consiste en hacer cada mos llenos de confianza en su misericor-
día tres estaciones. dia y en los méritos infinitos de Jesucris-
Primera estación.– Considera lo que se- to, y nos arrojamos con amoroso abando-
rías. Si alguna vez en la vida has cometido no en su seno, con la firme convicción de
un solo pecado mortal, ya por ello has que no sabrá rechazarnos: «Oh Dios, Vos
merecido ser maldecida eternamente por no despreciáis a un corazón humillado y
Aquel que es la Verdad y la Bondad infini- contrito».
ta. Y esta maldición traería para ti las si- 1 de abril de 1918.– Hoy he cumplido
guientes consecuencias: separación defi- 60 años. El abismo de mis pecados y de
nitiva de Dios, odio eterno a Dios y a todo mis ingratitudes ha sido purificado en el
lo que es bueno, justo y bello, y vivir para abismo infinito de la misericordia del Pa-
siempre jamás hollada por los pies del de- dre celestial.
monio. Y esta sentencia, pronunciada por
el que es la misma Bondad, hubiera sido 1920.– La sagrada Liturgia nos dice que
justa. ¡Amadísima hermana mía! Quizás no- el Señor manifiesta su omnipotencia maxi-
sotros hemos merecido todo esto, y si en me miserando et parcendo. Seamos un
este mismo momento no estamos sufrien- monumento que acredite su misericordia
do las consecuencias de esta sentencia, es por toda la eternidad. Cuanto más profun-
debido a la misericordia divina y a los su- das son nuestra miseria y nuestra indigni-
frimientos de Jesucristo. ¿Puede haber des- dad, más grande y adorable se manifiesta
pués de esto, algo que nos parezca dema- su misericordia: Abyssus abyssum invo-
siado penoso? ¿Seremos capaces de sen- cat: «El abismo de nuestra miseria llama
tirnos heridos si alguna vez nos desprecian? al abismo de su misericordia». Es para mí
Segunda estación.– Lo que somos. No un motivo de gran consuelo el comprobar
podemos dar un solo paso que nos acerque que vais avanzando por este camino que es
a Dios si no contamos con su ayuda. Nues- tan seguro, que lleva tan alto y que rinde
tras diarias infidelidades, nuestros pecados titulo de gloria a la sangre preciosa de Je-
e ingratitudes y aun nuestros mejores ac- sucristo y a la misericordia de Dios. Este
ciones forman una cosecha bien miserable. es también el camino que yo sigo. Os pido
Notas de dom Marmion sobre su vida sacerdotal 223

que me ayudéis con vuestras oraciones a 1. Que, antes de empezar a oír las confe-
proseguirlo sin desmayos. siones, nos humillemos profundamente en
29 de diciembre de 1922.– Nunca me la presencia de Dios, reconociendo que na-
siento tan feliz como cuando, prosternado da podemos hacer por el bien de las almas
ante la infinita misericordia del Padre para sin contar con su ayuda: Sine me nihil po-
mostrarle mi miseria, mi debilidad y mi testis facere.
indignidad, me ocupo menos de mi propia 2. Que ofrezcamos esta acción tan santa
miseria que de su infinita misericordia. como un acto de amor al Señor que nos
dijo: «En verdad os digo que cuantas veces
hicisteis eso a uno de mis hermanos más
VIII. La virtud de la religión pequeños, a mí me lo hicisteis».
1897.– Con el fin de ser y mostrarse 3. Que procuremos, en cuanto sea posi-
siempre como auténtico representante de ble, prescindir de nosotros mismos para
Jesucristo en el ejercicio de mi ministe- que sólo sea Cristo el que obre: Illum opor-
rio con las almas, pondré el mayor cuida- tet crescere, me autem minui. Que cuide-
do en estar siempre a infinita distancia de mos siempre de hablar y de actuar en nom-
todo lo que sea puramente natural. Como bre de Cristo, manteniéndonos siempre en
el mejor exponente del amor que profesa una gran dependencia respecto de su Espí-
a su Padre, Jesús ha realizado la empresa ritu. Si quis loquitur, quasi sermones Dei;
que le confió para la salvación de los hom- si quis ministrat, quasi ex virtute quam ad-
bres: Ut cognoscat mundus quia diligo Pa- ministrat Deus ut in omnibus glorificetur
trem et sicut mandatum dedit mihi Pater sic Deus per Jesum Christum.
facio. ¿Y cuál es este mandato? Que derra- 4. Que evitemos todo afecto personal
me su sangre por los hombres. Por eso, por parte de los penitentes, actuando siem-
ejerceré mi ministerio únicamente por pre con la única intención de llevarlos a
amor a Dios y por cooperar a sus designios Dios, sin buscar ningún interés mundano.
amorosos para con los hombres: Él ha en-
tregado a su Hijo por cada uno de ellos y Je- 1 de febrero de 1906.– Desde hace al-
sús ha dado «la mayor prueba de su amor»: gún tiempo, el Señor me ha hecho ver cla-
Majorem hac dilectionem nemo habet. ramente lo que Él ha dicho de sí mismo:
«Yo soy el principio, el mismo que hablo
4 de enero de 1900.– Al entrar en este con vosotros». Es necesario, pues, que Él
nuevo año, he sentido un poderoso impul- sea el principio de toda mi actividad. Y para
so de la gracia para hacer que mi vida tenga ello es preciso que «me renuncie a mí mis-
el mismo objetivo que Dios se ha señala- mo para servir a Cristo». Esta continua in-
do a sí mismo: la gloria de su Hijo Jesu- molación de sí mismo ante Cristo realiza
cristo. Me he ofrecido al Padre y a María y lleva a su cumplimiento el gran deseo ex-
con esta intención. presado por el Padre: «Todo lo pusiste de-
1902.– En el confesonario, el sacerdote bajo de sus pies». «Todos sus ángeles le
es el ministro de Jesucristo y cuanto más adoran». «La obra de Dios es que creáis en
se identifique con su divino Maestro me- Aquel que Él ha enviado». Jesucristo ha di-
jor participará de sus disposiciones para cho: «Si alguno me ama, guardará mi pala-
con Dios y para con las almas, con lo que bra y mi Padre le amará». La función pro-
hará que desciendan sobre su ministerio pia del ministro consiste en poner todas
bendiciones más abundantes: sus facultades a los pies de su señor, para
224 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

que éste las emplee según su juicio y su 21 de diciembre de 1908.– Pedid para
querer. Mi divino Maestro ha dicho: «Se mí la gracia de que sea humilde y fiel sier-
me ha dado todo poder en el cielo y en la vo de Jesucristo, que le esté completamen-
tierra». Mi misión consiste en ejecutar sus te sujeto en todo: Omnia subjecisti sub pe-
órdenes y en cumplir sus designios. Él es dibus ejus, y que me lleve adonde Él está:
la Sabiduría, el Poder y el Amor; y sin Él in sinu Patris.
yo no soy otra cosa que necedad, debilidad 13 de diciembre de 1913.– Siento que
y egoísmo: «Sin mí nada podéis hacer». desde hace algún tiempo el Señor me atrae
Me he convencido de que esto no es po- fuertemente a vivir una vida de unión más
sible sin una vida de recogimiento y sin re- íntima con Él. Mi mayor deseo consiste
currir continuamente al divino Maestro. en que Jesús llegue a reinar y a vivir en mi
1 de noviembre de 1908.– Pedid para interior de manera que todas mis potencias,
mí la gracia de que Jesús sea el dueño ab- facultades y deseos le están perfectamen-
soluto de mi alma, y que nada se mueva en te sometidos. Rogad por esta intención.
mí sino por impulso suyo. Este es el obje-
to de todos mis deseos, aunque reconozco IX.- El mayor de los mandamientos
que estoy muy lejos de haberlo consegui-
do. 5 de octubre de 1887.– Hay un pensa-
miento que me llena de consuelo cuando,
2 de diciembre de 1908.– Para mí Je- al leer las vidas de los santos, me siento
sús lo es todo. Yo no puedo ni rezar, ni ce- tentado de descorazonarme ante la impo-
lebrar, ni cumplir el ministerio sagrado sibilidad en que me encuentro de imitar sus
sino con una dependencia absoluta respec- austeridades: Plenitudo legis est dilectio.
to de su acción y de su Espíritu. Dios me El amor puede ser perfecto sin estas aus-
ha proporcionado un gran deseo de hacer teridades y, por el contrario, estas austeri-
de Jesucristo el Señor absoluto de mi vida dades sin el amor son æs sonans aut cym-
interior y el único manantial de que se ali- balum tinniens. Si yo renunciara a mi pro-
mente toda mi actividad. Es verdad que es- pia voluntad en todas mis acciones y las
toy muy lejos de haber llegado a este ideal, hiciera únicamente por amor de Dios, me
debido a mi amor propio y a mis innume- sorprendería muy pronto de los progresos
rables infidelidades, pero abrigo una gran realizados. Y verdaderamente, ¿por qué lo
confianza de que llegará un día en que pue- he dejado todo y he entrado en este mo-
da decir con toda verdad: «Y ya no vivo yo, nasterio si no es para alcanzar la meta del
es Cristo quien vive en mí». Entonces será amor de Dios?
cuando me revelará los secretos de su di-
vinidad, según su promesa: «El que me 18 de abril, martes de Pascua, de
ama… yo me manifestaré a él». 1900.– He recibido muchas luces al medi-
tar en estas palabras: «Cristo vive para
15 de diciembre de 1908.– Orad por mí, Dios». He llegado a sentir la intensidad de
para que Jesús se convierta en el dueño ab- esta vida de Jesús consagrada enteramen-
soluto de mi alma, y pueda yo vivir en una te a Dios. La forma más elevada de perfec-
dependencia cada vez mayor respecto de ción consiste en que nuestra vida se una a
su Espíritu. Me doy perfecta cuenta de que esta vida de Jesús. Sin Él nada podemos
este es precisamente mi camino, y que si hacer y Él ha venido precisamente para co-
logro alcanzar este ideal, entonces Jesús municarnos esta vida: «Así como el Padre
se servirá de mí para su gloria. tiene la vida en sí mismo, así dio también
Notas de dom Marmion sobre su vida sacerdotal 225

al Hijo tener vida en sí mismo». «Yo he ve- es la vida de amor puro, que supone la he-
nido para que tengan vida y la tengan abun- roica determinación de hacer siempre lo
dante». La Resurrección es el misterio de que es del mayor agrado del Padre: «No
esta vida y Jesús nos la comunica princi- me ha dejado solo, porque Yo hago siem-
palmente en la sagrada comunión: «Si no pre lo que es de su agrado». Ni nuestras
coméis la carne del Hijo del hombre… no debilidades ni nuestras miserias pueden
tendréis vida en vosotros». Este es el pan impedirnos el estar in sinu Patris, porque
que da la vida al mundo. He experimentado este es el seno de la misericordia y del amor
un deseo cada vez mayor de asociarme a infinito; aunque para ello es necesario un
esta vida divina para que Jesús sea glorifi- profundo menosprecio y anonadamiento de
cado en mí. Este es precisamente el fin de sí mismo, y tanto mayor cuanto más cerca
su vida gloriosa: «Ha resucitado para nues- estamos de esta santidad infinita. Es pre-
tra justificación», y esta acción la conti- ciso, además, que nos apoyemos en Jesús,
núa por toda la eternidad: «Siempre vive «que ha venido a sernos de parte de Dios
para interceder por ellos». Esta vida de Je- sabiduría, justicia, santificación y reden-
sús no es otra cosa que el amor que profe- ción». Todo cuanto hacemos in sinu Pa-
sa a su Padre, y que produce esta maravi- tris, con espíritu de adopción filial, es de
llosa floración de todas las virtudes hu- un valor inmenso. Pero este estado supo-
manas que fueron divinizadas en Él. Este ne la ausencia de toda falta deliberada y de
es nuestro modelo. Por eso he tomado la toda resistencia voluntaria a seguir las ins-
resolución de procurar con todas mis fuer- piraciones del Espíritu Santo. Porque, si
zas unir mi pobre vida a esta vida intensa y bien es verdad que Jesucristo toma sobre
divina. sí «nuestras debilidades y miserias», tam-
1 de junio de 1901.– Me siento cada día bién es cierto que no acepta el menor pe-
más impulsado a adoptar la práctica de vida cado deliberado.
interior de perderme en Jesucristo. Que Retiro en Paray-le-Monial, 20 de
sea Él quien piense y quien quiera en mí y marzo de 1909.– Meditando hoy en el tex-
quien me lleve hacia su Padre. La única pe- to de San Pablo (Ephes., I, 11), me he dado
tición que nos ha enseñado a hacer a Dios perfecta cuenta de que Jesús es nuestro
por nuestras almas es: Fiat voluntas tua todo. Mi corazón unido al suyo se con-
sicut in Caelo. Yo me empeño en amar su vierte en el objeto de las complacencias
santa voluntad en las mil pequeñas con- del Padre. Su corazón es el corazón hu-
trariedades e interrupciones de cada día. mano de Dios. Este corazón, en cuanto que
4 de noviembre de 1903.– Una vez que es el corazón del Verbo (al cual le está uni-
nos hemos persuadido de que la voluntad do personalmente), pertenece enteramen-
de Dios no se distingue de su esencia, cla- te al Padre y, en cuanto que es el cora-
ramente se echa de ver que debemos pre- zón de una criatura, obra con absoluta
ferir esta voluntad adorable a toda otra cosa dependencia respecto de Él.
y adoptarla como suprema norma de nues- Y con la misma claridad me he dado cuen-
tra voluntad, en cuanto ella hace, ordena o ta de que esta dependencia es la que da un
permite. Debemos tener nuestra mirada fija valor divino a nuestra actividad y he com-
en esta santa voluntad y no en las cosas que prendido que es preciso cultivar esta de-
nos inquietan y nos preocupan. pendencia y pedirla en nuestras oraciones.
18 de abril de 1906.– Cuando vivimos He tomado la resolución de leer la Sa-
unidos a Jesús, vivimos in sinu Patris. Esta grada Escritura, leyendo habitualmente una
226 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

epístola de San Pablo entera, siempre que Lo mismo cabe decir de nosotros. «El
me sea posible; porque esta práctica será, Padre nos ha engendrado voluntariamen-
a no dudarlo, una fuente de luz y de paz para te en el Verbo». En Él y con Él debemos
mi alma. refluir nosotros con amor in sinum Patris.
a) Nuestra alegría debe consistir ut faciam
14 de agosto de 1912.– Cantaré la Misa
voluntatem ejus qui misit me. Todo pro-
por tus intenciones y por las mías, para que
yecto y todo sueño ambicioso se opone
el Padre celestial nos una cada día más en
directamente a este amor. b) Debemos ha-
su santo amor y nos lleve a Jesús: «Nadie
cerlo todo por amor: ambulate in dilec-
puede venir a mí si el Padre, que me ha en-
tione sicut filii carissimi.
viado, no la trae». Efectivamente, todo don
perfecto (Jesús, María, la gracia, la amis- 19 de marzo de 1918.– Lo que pido con
tad santa) desciende del Padre. ¡Amémos- toda insistencia al Padre por ti es: sanc-
le, pues, con todo nuestro corazón! «Quien- tifica eam in veritate. Debiéramos desear
quiera que hiciere la voluntad de mi Pa- ardientemente ser precisamente aquello
dre…, ése es mi hermano y mi hermana y que nuestro Padre celestial quiere que sea-
mi madre». No podemos hacer cosa que mos, ni más ni menos. Uno de estos últi-
sea más grata al corazón de Jesús que unir- mos días se lo he dicho en un arrebato de
nos a Él en el amor que profesa a su Padre amor: «Sé Tú, oh Padre, mi director y haz
y en el cumplimiento de su santa voluntad. que yo sea aquello precisamente que Tú
quieres que sea: muy débil y muy misera-
16 de febrero de 1913.– Tengo una gran ble por mí mismo, pero muy fuerte y muy
esperanza de poder vivir en adelante sólo fiel en Vos y en vuestro Espíritu». Creo en
para Dios. Siento que es voluntad de Jesu- el amor que el Padre nos tiene y quiero, en
cristo que yo, a ejemplo suyo, viva propter cambio, que Él vea el amor que yo le tengo
Patrem, y esto de dos maneras: 1) siendo en Jesucristo.
Él quien inspire toda mi conducta; y 2)
empleando toda mi actividad para su ma- 9 de marzo de 1922.– Me encuentro
yor gloria. bien. Deo gratias. Dios es quien me sos-
tiene. A pesar de las grandes tentaciones y
4 de diciembre de 1917.– Vivamos ín- de las pruebas interiores a que estoy so-
timamente unidos al Corazón de Jesús. metido, vivo, no obstante, íntimamente
Unamos nuestra alma y nuestro corazón a unido a su voluntad. A veces parece que me
los suyos, para que no veamos sino por sus rechaza, y bien sé que lo merezco; pero yo
ojos, y no amemos sino por su corazón. sigo obstinadamente esperando en Él…
El Verbo procede enteramente del Pa- Me he dado perfecta cuenta de que el ver-
dre. Por eso es por lo que el Padre encuen- dadero camino para llegar a Dios consiste
tra en el Verbo su gloria y su gozo infini- en humillarse muchas veces ante Él con un
tos. Este Verbo vuelve enteramente al seno sentimiento profundo de nuestra indigni-
del Padre con un amor infinito. dad y luego creer en su bondad: nos credi-
Este misterio lo expresa Jesús en su hu- dimus caritati Dei, y arrojarse a sus bra-
manidad: a) por su absoluta dependencia zos y abandonarse a su corazón de Padre.
del Padre. Toda su doctrina, sus proyectos
y su obra los ve en su Padre. Esta es la abso- X.- Hoc est præceptum meum
luta perfección divina; b) haciéndolo todo
por amor al Padre: quæ placita sunt Patri Mayo de 1889.– Me he sentido vivamen-
facio semper. te impresionado al pensar que Dios acep-
Notas de dom Marmion sobre su vida sacerdotal 227

ta, como si se lo hiciésemos a Él mismo, 23 de febrero de 1903.– Nuestro Se-


cuanto hacemos por nuestros hermanos. ñor me da una confianza cada vez mayor en
Jesús se me entrega sin reserva alguna to- la eficacia del santo sacrificio y del oficio
das las mañanas en el Santísimo Sacramen- divino. Cuando celebro la santa Misa o rezo
to y me pide en cambio que durante el día el breviario, me parece que llevo conmigo
le demuestre el amor que le tengo amando a todos los que están afligidos, a todos los
a mis hermanos. que sufren, a todos los pobres, en una pa-
Resolución.– Venerar habitualmente a labra, todos los intereses de Jesucristo.
Jesucristo en la persona de mis hermanos, Cuando me consagro a Jesús, suelo ordi-
poniéndome muchas veces en espíritu a sus nariamente experimentar la sensación de
pies y diciéndome interiormente que lo que que me une a Él y a todos sus miembros, y
yo pienso de ellos o hago en su obsequio me ruega que abrace su mismo ideal, para
es como si lo pensara o hiciera al mismo que pueda decirse de mí lo que el profeta
Jesucristo. anunció de Él: «Él tomó nuestras enferme-
dades y cargo con nuestras dolencias».
Cuanto más pienso en el amor de mis
hermanos, más me doy cuenta de su im- 20 de enero de 1904.– (A su superior).
portancia y comprendo mejor por qué el Hace algún tiempo que el Señor me viene
Apóstol San Juan no cesaba de inculcarlo. uniendo más íntimamente a Él y me doy
Al meditar en la aparición de Jesús a los más clara cuenta de la nada de las criatu-
discípulos de Emaús, he visto que no se li- ras… Es una cosa curiosa: desde que me
mitaron a ofrecerle hospedaje, sino que le entrego más a Dios en la oración, vengo
forzaron a entrar en su casa, y esto es lo experimentando un sentimiento más vivo
que me ha proporcionado una gran luz so- de mi unión con todos los miembros de la
bre cómo debo practicar la caridad, bus- Iglesia y con algunos en particular. Tengo
cando cuantas ocasiones pueda para ayu- la impresión de que llevo en mi corazón a
dar a mis hermanos, aunque sea a expensas toda la Iglesia y esto especialmente en la
de mi propia comodidad. santa Misa y en el oficio divino, lo cual
me evita muchas de las distracciones que
1 de junio de 1901.– El Señor me ha in- antes tenía.
vitado en la oración a identificarme con Él:
«vivir en Él y Él en mí», y me ha impulsa- 19 de enero de 1905.– No podéis
do: 1) a realizar en unión con Él actos de imaginaros cómo es comido mi tiempo. Y
amor a su Padre; 2) a abandonarme ente- digo comido, porque todas las mañanas me
ramente a Él; 3) a amar al prójimo como pongo en la patena con la hostia que se va a
Él le ha amado. Este último punto ejerce convertir en Jesucristo; y de la misma ma-
sobre mí una gran atracción desde hace al- nera que Jesucristo se pone allí para ser co-
gún tiempo. Siento un gran aumento de mido por todos sin distinción –sumunt boni,
amor por la santa Iglesia, Esposa de Jesu- sumunt mali, sorte tamen inæquali–, así yo
cristo. Tengo una especie de sentimiento también soy comido durante el día por toda
habitual de que el prójimo es el mismo clase de gentes. ¡Quiera nuestro amado Sal-
Cristo, y esto me impulsa a mostrarme ca- vador ser glorificado por mi destrucción
ritativo con todos. Veo con gran claridad como Él lo es por su propia inmolación!...
que la caridad comprende todas las demás Febrero de 1906.– Jesús está siempre
virtudes y que nos impone un continuo re- unido a su Iglesia y… esta unión es el mo-
nunciamiento. delo de cualquiera otra unión… Jesús ama
a su Iglesia y le está unido, porque la con-
228 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

templa en el amor que profesa a su Padre. del alma de Jesús en este primer momen-
«Yo ruego por ellos… porque son tuyos». to: «Al entrar en el mundo» dirige una mi-
El que está verdaderamente unido a Jesús rada retrospectiva al Antiguo Testamento
lo está también a todos los miembros de y ve que todos sus sacrificios no son sino
su Iglesia, y cumple todos sus deberes en «flacos y pobres elementos», incapaces
Él y por Él. Jesús se presenta a nosotros para glorificar debidamente a su Padre:
en nombre de su Iglesia, llevando como «No quisiste sacrificios ni oblaciones, pe-
suyas todas sus debilidades y todos sus do- ro me has preparado un cuerpo». Enton-
lores: vere languores nostros ipse tulit et ces se ofrece como víctima: «Entonces, yo
dolores nostros ipse portavit. dije: Heme aquí». Y ya desde ahora Jesu-
16 de diciembre de 1917.– Os agradez- cristo es sacerdote: «Por el Espíritu eter-
co desde lo más íntimo de mi alma el vo- no a sí mismo se ofreció inmaculado a Dios».
lumen [Vida de Santo Domingo] que me Se ofrece por amor: «Para que el mundo
habéis enviado. Hay en el prólogo del mis- sepa que amo a mi Padre».
mo una frase que se refiere a vuestro santo El Apóstol nos exhorta a que imitemos a
fundador, que ha producido un gran eco en Jesucristo en esta oblación: «Os ruego,
mi alma: «Pasó por el mundo… como el pues, hermanos, por la misericordia de
Verbo de Dios… fue la palabra, la predica- Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como
ción, el Verbo siempre en acción»… ¡Qué hostia viva, santa, grata a Dios, que tal sea
ideal más hermoso! Sansón (figura de Cris- vuestro culto racional». Nosotros partici-
to, que es la «Sabiduría y la Fortaleza de pamos del sacerdocio de Cristo y de su
Dios») derrotó a los filisteos con una qui- estado de víctima, porque dice: «Ofreced
jada de asno. Sansón era mucho más pode- vuestros cuerpos». Esta es la función pro-
roso y más fuerte con esta arma tan senci- pia del sacerdote, porque lo que nosotros
lla que cualquier otro con el arma más per- ofrecemos es a nosotros mismos, corpora
fecta. Y mi mayor deseo es, precisamente, vestra, como hostia viva, etc. Otro de nues-
ser un arma así en las manos del Verbo, por- tros deberes sacerdotales es el de imitar la
que la causa instrumental obra en virtud de reverencia que Jesucristo tuvo para con su
la fuerza de la causa principal. Oremos mu- Padre: «Fue escuchado por su reverencial
tuamente el uno por el otro para que poda- temor», y sobre todo porque, al paso que
mos llegar a alcanzar este ideal sublime y nosotros somos tan indignos, Él es un
divino. «Pontífice santo, inocente, inmaculado,
apartado de los pecadores y más alto que
el cielo». Como intermediarios que somos
XI-XII.- El sacrificio de la Misa entre Dios y los hombres, nuestra actitud
Pentecostés de 1907.– He llegado a debiera ser de adoración y de anonada-
comprender claramente que Jesús, que en miento ante la majestad de Dios. Y en cuan-
virtud de su misma esencia está enteramen- to que somos hostias, debemos entregar-
te consagrado al Padre, ha elegido la for- nos a Dios y al cumplimiento de su volun-
ma más perfecta de consagrarse también tad, como «el cordero inmolado» que yace
al Padre en cuanto hombre, ofreciéndose anonadado entre el supremo Creador y se
a Él como víctima. Por eso precisamente entrega sin reservas a la suprema Bondad.
se hizo «sacerdote eterno» desde el pri- Este sacrificio de Jesucristo se perpe-
mer momento de su encarnación. San Pa- túa constantemente, porque constantemen-
blo es quien nos revela el primer impulso te se inmola en alguno de los altares del
Notas de dom Marmion sobre su vida sacerdotal 229

mundo, y permanece como hostia en to- Padre. Si hacéis esto mismo, llegaréis a
dos los sagrarios. Nuestra vida debiera es- desaparecer en Él.
tar siempre unida a esta vida de sacerdote …Si es cierto que Dios Padre recibe mu-
y víctima de Jesucristo. chas ofensas, no es menos cierto que tam-
Septiembre de 1910.– He comprendi- bién es objeto del mayor amor que pueda
do mejor que nunca: darse: Majorem hac dilectionem… Jesu-
1. Que la Iglesia es Israel quem coæ- cristo decía esto principalmente refirién-
quasti Unigenito tuo, y que cuando nos dose al amor que profesaba a su Padre, por-
asociamos a ella, nos beneficiamos de to- que Él murió, ante todo, por la gloria del
dos los méritos de Jesucristo, a pesar de Padre: Sicut mandatum dedit mihi Pater.
nuestras miserias y de nuestra indignidad. Por eso es por lo que yo experimento un
gran consuelo al considerar que tengo en-
2. Jesucristo mereció y nos aplicó todas tre mis manos y ofrezco al Padre celestial
las gracias en la cruz. En el altar no nos a este Hijo suyo que le profesa un amor
merece las gracias, pero nos las aplica en infinito.
la misma medida de nuestra fe y de nuestra
unión con Él. 4 de abril de 1917.– Al revestirme los
ornamentos sagrados antes de celebrar la
3. Se puede morir de sed junto a una santa Misa, tengo un vivo sentimiento de
fuente de agua pura. Para beber, hay que que, por medio de la Iglesia, me uno ínti-
acercarse a la fuente y aplicar los labios a mamente con el gran pontífice Jesucristo
ella. Pues lo mismo ocurre en el altar: Sicut y que por ella y con ella participo de las
credidisti, fiat tibi. mismas disposiciones de nuestro Salvador.
Durante la Misa conventual que canta-
mos todos los días, suelo meditar en el gran 4 de septiembre de 1918.– Mi prepa-
acto que se realiza en el altar, y os diré que ración ordinaria para celebrar la santa Misa
las más de las veces experimento una gran suele consistir en unirme íntimamente con
alegría y un profundo reconocimiento al Jesús sacerdote y víctima.
considerar que la presencia de Jesucristo Después de la Misa, me parece que Je-
en el altar me proporciona la oportunidad sús me dice: Ego et Pater unum sumus.
de ofrecer al Padre una reparación que sea Entonces pongo a sus pies mi alma, mi co-
digna de Él y una satisfacción de valor in- razón y todas mis fuerzas y le digo: «¡Oh
finito. ¡Cuántas gracias se contienen en la Jesús mío!, Tú eres una misma cosa con el
santa Misa! Padre y yo soy una misma cosa contigo, y
1910.– He meditado durante largo rato mi alma no desea más que obrar en todo
sobre el amor que nos ha mostrado el Pa- por ti, contigo y en ti».
dre al darnos su Hijo: Sic Deus dilexit mun- Cuando después de la Misa tengo a Je-
dum ut Filium suum Unigenitum daret. Y al sús en mi corazón, le estoy íntimamente
preguntarme qué es lo que yo le podría dar unido. La fe me dice que Él está en mí y yo
en retorno, me ha hecho comprender que en Él. Jesús está en el seno del Padre y yo,
le dé su mismo Hijo. En el momento de la pobre pecador, estoy allí mismo con Él. Y
consagración, suelo adorar a este Hijo que le digo al Padre: Yo soy el Amén de Jesús.
es objeto de sus complacencias y se lo ¡Amén! Que vuestro Hijo Jesús os diga en
ofrezco al Padre, y durante todo el día pro- mi lugar todo cuanto debiera deciros. Él
curo permanecer en esta misma actitud de me conoce y sabe cuáles son mis miserias,
adoración y de ofrecimiento de Jesús al mis necesidades, mis aspiraciones y de-
230 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

seos. ¡Qué confianza me inspira este pen- cibiré en mi alma, y mi más ardiente deseo
samiento! es que os pueda recibir de la manera más
1921.– Cuando estoy celebrando la san- perfecta posible. Reconozco que por mí
ta Misa, me hago la idea de que el Padre mismo soy incapaz de ello. Vos mismo lo
celestial está delante de mí y que todas las habéis dicho: “Sin mí, nada podéis hacer”.
debilidades y miserias de mi alma y las de Oh, Jesús, Sabiduría eterna, preparad Vos
aquellas almas por las que ruego son las mismo mi alma para que sea vuestro tem-
miserias y debilidades del mismo Cristo plo, que yo para ello os ofrezco todos los
que se identifica con sus miembros: Vere trabajos y sufrimientos de este día, a fin
languores nostros ipse tulit. de que hagáis que sean agradables a vues-
tros divinos ojos y realicéis lo que dijisteis:
Todos los días pienso durante la santa Santificavit tabernaculum suum Altis-
Misa en todos aquellos que gimen en la simus».
miseria y en la aflicción y pido a Cristo
que se digne servirse de mis labios para in- Jueves Santo de 1901.– Hoy he hecho
terceder por todas estas miserias. Así es mi comunión pascual. Cada vez veo más
como el sacerdote se convierte en totius claramente en la oración, y hoy lo he visto
Ecclesiæ. con mayor claridad aún, que el principal
objetivo que se propuso Jesucristo al ins-
tituir la Eucaristía fue el de incorporarnos
XIII.- El banquete eucarístico tanto a Él como a su Cuerpo Místico, a fin
Fiesta del Sagrado Corazón de 1888.– de que por Él y con Él pudiésemos realizar
Me siento profundamente impresionado la gran obra del Padre: nuestra santifica-
por algunos pensamientos que se me ocu- ción y la salvación del mundo: Opus consu-
rren respecto de la Sagrada Eucaristía. mmavi quod dedisti mihi ut faciam. Cada
Me doy perfecta cuenta de que la Euca- día siento más palpablemente la invitación
ristía es el gran manantial de la gracia. Je- que me hace el Señor de entregarme a Él
sús se nos da a sí mismo y nos da también sin reservas, sin otro plan ni deseo que el
al Espíritu Santo y toda suerte de gracias y de cumplir su voluntad en la misma medi-
de favores. da que se digne manifestármela.
También me ha impresionado la idea de 1904.– La comunión nos une por medio
que, al darnos a Jesús en la sagrada comu- de Jesús a las tres personas. Cuando tengo
nión, el Padre nos da todas las cosas y la a Jesús en mi corazón, suelo decir al Pa-
prenda más segura de todo cuanto le pedi- dre: «¡Oh Padre celestial!, yo os adoro y
mos, de suerte que no nos puede caber la os doy gracias y me uno a vuestro divino
menor duda de que, por su parte, está dis- Hijo y reconozco con Él que todo cuanto
puesto a concedérnoslo todo: «En Él ha- tengo y todo cuanto soy lo he recibido de
béis sido enriquecidos en todo». Por lo tan- Vos: Omne datum optimum… Manus tuæ
to, si recibimos poco, es por culpa nues- fecerunt me»… Después de esto, me uno
tra. al Verbo y le digo: «¡Oh Verbo eterno!, nada
sé y nada valgo por mí mismo; pero, gra-
1888.– Tengo la costumbre de hacer to- cias a la fe, sé todo lo que Vos sabéis y
dos los días al mediodía una breve visita al todo lo puedo en Vos». Por fin, me uno al
Santísimo Sacramento, después de la cual Espíritu Santo, para decirle: «¡Oh Amor
suelo recogerme en mi interior, para decir sustancial del Padre y del Hijo, yo me uno
al Señor: «¡Oh Jesús mío!, mañana os re- a Vos; deseo amar como Vos amáis; nada
Notas de dom Marmion sobre su vida sacerdotal 231

valgo por mí mismo, pero dignaos permi- del don de la paz y en que veo a Dios en
tirme que me una a Vos con todo mi cora- medio de la oscuridad.
zón y llevadme hasta el seno de Dios».
21 de abril de 1922.– ¡Qué bueno es
A veces, cuando tengo todavía al Señor Dios conmigo! Puedo decir que al presen-
dentro de mí, suelo recorrer los diferen- te vivo de la comunión que recibo cada día.
tes pasos de su vida y sus distintos estados Durante la mañana, vivo de la fuerza que
y le adoro en el seno del Padre y en el seno me comunica este divino alimento; por la
purísimo de la Virgen, donde hizo su mo- tarde, del pensamiento de la comunión que
rada; me traslado a Belén, a Nazaret, al de- voy a hacer al día siguiente, ya que la co-
sierto, al calvario… Así es como me uno a munión nos fortalece en la misma medida
Jesús en cada uno de sus estados y este de nuestro deseo y de nuestra preparación.
contacto con Él me proporciona la gracia Jesucristo ha prometido que el que le coma
propia de cada uno de sus misterios. vivirá de Él. Su vida se hace nuestra vida y
1918.– Cantar en unión con el Verbo el se convierte en el manantial de donde bro-
himno del universo al Padre. En el Benedi- ta toda nuestra actividad.
cite todas las criaturas reciben vida en
nuestra inteligencia de la misma manera
que existen en aquella idea de la inteligen- XIV.- El oficio divino
cia del Verbo, que es el arquetipo de todas 1 de mayo de 1887.– El pensamiento de
las cosas: in quo omnia constant, per quem que soy un embajador designado por la
omnia facta sunt. De esta suerte, el hom- Iglesia para presentar varias veces al día un
bre se convierte en el ojo de cuanto no ve, mensaje ante el trono del Altísimo, me sir-
en el oído de cuanto no oye y en el cora- ve de gran estímulo para recitar debida-
zón de cuanto no ama. Por eso, precisa- mente el oficio divino. Este mensaje de-
mente, es por lo que la Iglesia pone este bemos presentarlo en los términos y con
himno en los labios del sacerdote, que hace el ceremonial establecido por la Iglesia.
las veces de Cristo.
Verbum caro factum est, et habitavit in 1888.– En la oración, y señaladamente
nobis. en el oficio divino, encuentro una gran ayu-
El Dios de la Revelación es «el Padre de da para unirme a Jesús en su condición de
Nuestro Señor Jesucristo, el Padre de las cabeza de la Iglesia y de abogado para con
misericordias y el Dios de toda consola- el Padre. Jesús ejerce su sacerdocio eter-
ción». no en el cielo presentándose erguido ante
el trono de la adorable Trinidad y mostran-
Adoración silenciosa de la majestad di- do sus sagradas llagas. Dios no puede re-
vina que está oculta en Cristo. (Esto varía chazar su plegaria: Exauditus est pro sua
según la liturgia del día y la inspiración de reverentia. Por eso me uno a Cristo, como
la gracia). miembro de su Cuerpo Místico, y siento
una gran confianza y recibo grandes luces.
1920.– No sabría explicaros las divinas
complacencias que experimenta el Padre 1914.– Tengo la íntima convicción de que
celestial, sobre todo después de la comu- cuanto más se avanza en la vida y más se
nión, cuando ve a un alma que está sumer- relaciona uno con Dios, mejor se llega a
gida en el Verbo y vive de su vida, adoptan- comprender cuán excelente es la alabanza
do ante Él una postura de humildad y de que tributamos a Dios en el oficio divino.
amor. Esta es la hora del día en que gozo No hay otra obra que ni de lejos se acer-
232 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

que a la alabanza del oficio divino. Enmar- obras de celo que se emprenden para la glo-
cando el santo sacrificio que constituye su ria de Dios y la salvación del mundo: las
centro, el oficio divino constituye la ala- misiones, las predicaciones… Me hago,
banza más pura que el hombre puede tribu- por fin, cargo de las intenciones de todos
tar a Dios, porque es la asociación más ín- los que se han encomendado a mis oracio-
tima del alma al himno que el Verbo encar- nes, de todos los que amo, de las almas que
nado canta a la adorable Trinidad. me están adheridas y de esta manera me
preparo a interceder por todos con Jesu-
1921.– Hay un pensamiento que me ayu-
cristo, qui est semper vivens ad interpe-
da mucho en la recitación del oficio divi-
llandum pro nobis. Después de esto, me
no y es el siguiente: El Espíritu Santo es el
dirijo al Padre celestial para decirle: «Oh
Maestro que nos dan el Padre y el Hijo, el
Padre, me reconozco indigno de compa-
Doctor de la perfección. Suelo muchas ve-
recer ante Vos; pero tengo absoluta con-
ces experimentar una gran alegría cuando
fianza en la santa Humanidad de vuestro
rezo el oficio divino, al sentir que el Espí-
Hijo, que está unida a su Divinidad. Apoya-
ritu Santo ruega en nosotros, «con gemi-
do en vuestro Hijo, me atrevo a presentar-
dos inenarrables», y al saber que los sal-
me ante Vos, para penetrar en los esplen-
mos me proporcionan el gran consuelo de
dores de vuestro seno y cantar allí, en unión
poder expresar al Padre celestial todo lo
del Verbo, vuestras alabanzas.
que debo decirle. ¡Tienen los salmos unas
riquezas tan grandes! Cuando los recitamos
bajo la dirección del Espíritu Santo, que XV.- El sacerdote,
es quien los ha compuesto, manifestamos
a Dios todas nuestras penas, necesidades, hombre de oración
alegrías, alabanzas y todo nuestro amor. Fiesta del Sagrado Corazón de 1887.–
Tengo también la costumbre de decir en He llegado hoy al firme convencimiento
cada salmo: Pater caritatis, da mihi spi- de que nos hacemos agradables a Dios en
ritum tuum. la misma proporción en que nos confor-
Nunca empiezo el oficio divino sin ha- mamos a Jesucristo, principalmente por lo
cer antes un acto de fe en Jesucristo, que que respecta a sus disposiciones interio-
está presente por la gracia en mi corazón, res. Por eso le agrada tanto a Dios, que, a
y sin unirme a la alabanza que tributa a su pesar de nuestros pecados, mostremos
Padre. Yo le ruego que glorifique a su san- siempre en la oración una confianza de ni-
ta Madre, a todos los santos y, en especial, ños. «Yo sé que siempre me oyes», decía
a los santos del día y a mis santos patro- Jesús a su Padre. Nosotros somos los hi-
nos. Luego me uno a Él como a cabeza de jos adoptivos de Dios, y, por lo mismo,
la Iglesia y como a Pontífice supremo para debemos tratar con Dios como con un Pa-
que defienda la causa de toda la Iglesia. dre con humildad y sencillez.
Para esto, dirijo mi vista a todo lo que el Después de septiembre de 1893.– Je-
mundo encierra de miseria y de necesida- sús. Cada día estoy más convencido de que
des: los enfermos, los agonizantes, los ten- Jesús lo es todo para nosotros y que sus
tados, los desesperados, los pecadores, los riquezas son indecibles, inenarrables. Él
afligidos. Yo cargo en mi corazón todos los es verdadero Dios y verdadero hombre.
dolores, todas las angustias y todas las es- Como Dios, es el Verbo, el «esplendor de
peranzas de cada una de esas almas…, y la gloria del Padre y la figura de su sustan-
dirijo, también, mi intención a todas las cia», que contiene en sí toda la vida del Pa-
Notas de dom Marmion sobre su vida sacerdotal 233

dre. Él vive en nosotros «por la fe», y cuan- mos más hijos de Dios –«a cuantos le re-
do oramos y obramos unidos a Jesús, nues- cibieron, dióles poder ser hijos de Dios»:
tras oraciones se convierten en el himno esta «aceptación» de Jesús comprende di-
que el Verbo canta sin cesar al Padre, gra- versos grados– y mejor se realizarán en no-
cias al cual el himno de toda la creación es sotros las promesas divinas.
ofrecido a Dios. Cuando nos presentamos ante el Padre
Jesús ha dicho: «Si permanecéis en mí y celestial en nombre de Jesucristo, conser-
mis palabras permanecen en vosotros, pe- vando con firmeza nuestra fe en Él, el Pa-
did lo que quisiereis y se os dará». Por eso dre dice: Vox quidem est vox Jacob, manus
procuro, fiado de esta promesa, tener ante autem sunt manus Esau. Lo cual viene a
mis ojos alguna palabra del Señor y pre- significar que de tal manera estamos «re-
sentar mi petición «firme en la fe». Esta vestidos de Jesucristo», que el Padre no
manera de orar me resulta muy fácil y muy atiende sino a sus méritos y, fascinado «por
eficaz. Tomo, por ejemplo, esta palabra de el perfume de sus virtudes», fragrantiam
Jesús: «Pedid y recibiréis, porque quien pi- vestimentorum ejus, se olvida por comple-
de recibe»…, y me arrodillo en espíritu an- to de nuestra indignidad: Ecce odor filii mei
te Jesús, para contemplar estas palabras que sicut agri pleni cui benedixit Dominus, y
brotan de la boca del Verbo y para adorar a la nos colma de sus bendiciones, y no de ben-
Verdad infinita, fortis in fide, por su gracia. diciones terrenas como aquellas que el Pa-
1894.– Si, por una parte, es verdad que triarca Isaac pedía para Jacob, sino de ben-
nuestros pecados nos hacen indignos de ser diciones celestiales.
escuchados, también es cierto, por otra par- 28 de febrero de 1902.– Casi todo el
te, que la santidad de Jesús y el fervor con tiempo de la oración lo ocupo en contem-
que ruega por nosotros hacen que el Padre plar y adorar la voluntad del Padre que se
se olvide de nuestra indignidad, y que no manifiesta en la sabiduría del Verbo, con
tome en consideración sino a Aquel que Él el que me confundo en un mismo amor ha-
ha constituido como abogado nuestro. De- cia el Padre.
bemos tener también en cuenta que por el
bautismo nos hemos hecho miembros de Septiembre de 1906.– Durante la ora-
Jesucristo, y que, por efecto de esta unión, ción me siento inclinado a prosternarme a
nuestras necesidades son, en cierta mane- los pies de Jesucristo y a decirle: Reco-
ra, las necesidades del mismo Jesucristo. nozco que soy muy miserable y que nada
Y no podemos pedir nada que diga relación valgo, pero Vos lo podéis todo: Vos sois
a nuestra salvación o a nuestra perfección mi sabiduría y mi santidad. Vos contem-
que no se pueda decir que lo pedimos tam- pláis al Padre y le adoráis y le decís cosas
bién por el mismo Jesucristo, y que el ho- inefables. ¡Oh Jesús mío! Yo quiero decir-
nor y la gloria de los miembros redunda en le lo mismo que Vos le decís; decídselo en
honor y gloria de la cabeza. nombre mío. Vos veis en el Padre todo lo
que Él quiere de mí y todo lo que quiere
Segundo domingo de Cuaresma de para mí. Vos veis en Él si tendré salud o si
1896.– He llegado a comprender clara- estaré enfermo, si gozaré de consuelos o
mente que todas las promesas que el Pa- tendré que padecer. Vos veis cuándo y cómo
dre ha hecho a su único Hijo Jesucristo las he de morir. Pues aceptadlo todo por mí,
ha hecho también a sus hijos adoptivos. ya que yo lo acepto con Vos por ser esa
Cuanto más íntimamente nos unimos a vuestra voluntad.
Jesucristo por la fe y el amor, nos hace-
234 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

Navidad de 1908. Consagración a la uno de los miembros de vuestro Hijo, con-


Santísima Trinidad. ¡Oh Padre eterno!, corporei et consaguinei Christi, y por eso,
postrados a vuestros pies en humilde ado- todo lo que por mí hacéis lo hacéis tam-
ración, queremos consagrar todo cuanto bién por vuestro Hijo. Tened en cuenta que
somos y tenemos a la gloria de vuestro nunca Jesús os ha negado lo más mínimo y
Hijo Jesús, el Verbo encarnado. Vos lo ha- que mis miserias son las suyas: Vere lan-
béis constituido rey de nuestras almas. guores nostros ipse tulit». Tengo el con-
Sometedle, pues, nuestras almas, nuestros vencimiento de que esta oración llega a
corazones y nuestros cuerpos, de modo interesar el corazón del Padre de las mise-
que nada se mueva en nosotros sin que Él ricordias.
nos lo mande y lo inspire. Que, unidos a
28 de febrero de 1916.– El Señor me
Él, seamos llevados a vuestro seno y con-
atrae cada vez más hacia una vida de ora-
sumados en la unidad de vuestro amor.
ción de pura fe, sin consuelo alguno, pero
Oh Jesús, dignaos unirnos a Vos en vues- radicada en la verdad.
tra vida santísima, que está enteramente
consagrada a vuestro Padre y a las almas. 22 de agosto de 1916.– Caro et san-
Dignaos ser «nuestra sabiduría, nuestra jus- guis non revelavit tibi sed Pater meus qui
tificación, nuestra redención y nuestro in cælis est. Yo me esfuerzo por vivir en
todo». Santificadnos en la verdad. esta luz de lo alto, porque, según Ruysbro-
eck, ella es el punto de convergencia don-
Oh Espíritu Santo, amor del Padre y del de el alma entra en contacto con el Verbo.
Hijo, haceos horno ardiente de amor en Erat Lux Vera quae illuminat omnem ho-
el centro mismo de nuestros corazones, minem venientem in hunc mundum. Úni-
y levantad siempre como llamas ardien- camente la oratio fidei nos conduce a esta
tes nuestros pensamientos, nuestros afec- luz. Ella nos purifica, nos diviniza y nos
tos y nuestras acciones a lo alto, hasta transforma de claridad en claridad.
el seno mismo del Padre. Que nuestra vida
entera sea un Gloria Patri et Filio et Spiritui 12 de diciembre de 1916.– Por lo que
Sancto. a mí respecta, debo repetir las palabras de
Oh María, madre de Cristo, madre del San Juan Perboyre: «Mi crucifijo sustitu-
santo amor, dignaos formar nuestro cora- ye a todos los libros en la oración, porque
zón de modo que sea como el corazón de Cristo es el camino y por Él es como Dios
vuestro Hijo. quiere revelársenos: Illuxit nobis in facie
Christi Jesu»: «Nos iluminó en el rostro
Este acto de consagración que coronó de Cristo Jesús». Cuando contemplo a Cris-
un período de generosa fidelidad fue el to en la cruz, atravieso el velo (su humani-
punto de partida de nuevas ascensiones dad) y penetro en el Sancta Sanctorum de
espirituales. los secretos divinos.
10 de diciembre de 1911.– Una mane- 4 de abril de 1917.– Experimento siem-
ra de orar que me ayuda mucho en medio pre en mi alma dos sensaciones: por una
de mis debilidades y trabajos consiste en parte, una sensación de gran claridad y de
echarme a los pies del Padre eterno en extraordinaria facilidad cuando tengo que
nombre de Jesucristo, y decirle: «Oh Pa- hablar de Dios o ejercer algún ministerio;
dre, Jesús ha dicho que todo lo que se haga y por la otra, en el curso normal de la vida,
al más pequeño de los suyos lo considera un sentimiento confuso de vivir unido a
como hecho a Él mismo. Pues bien, yo soy Cristo bajo la mirada de Dios, que sola-
Notas de dom Marmion sobre su vida sacerdotal 235

mente puedo percibir en medio de una gran Santo. De donde resulta que, aunque su hu-
oscuridad: Nubes et caligo in circuitu ejus. manidad le pertenecía únicamente a Él por
9 de mayo de 1917.– Siento en el fondo lo que respecta a la unión hipostática, nada
de mi alma grandes gracias y luces. Me pa- obraba en ella sino por su Espíritu Santo.
rece que no solamente Cristo habita en mí, También nosotros hemos recibido este
sino que yo estoy como sepultado en Él, mismo Espíritu Santo en el bautismo y en
rodeado espiritualmente de su presencia. el sacramento de la confirmación: Quonian
Yo le adoro en respuesta al Padre que me estis filii, misit Spiritum Filii sui in corda
revela su divinidad, y todo esto lo hago dul- vestra. Qui adhæret Domino, unus Spiritus
cemente, sin esfuerzo, y cada vez de un est. San Pablo habla constantemente del
modo más permanente. De aquí brota una Espíritu de Jesús, que le guiaba y le ilumi-
gran fe y una confianza ilimitada en la bon- naba en todas las cosas.
dad del Padre celestial, a pesar de que ten- Todo cuanto en nuestras actividades pro-
go conciencia habitual de mi miseria, de cede de este santo Espíritu es santo: Quod
mis faltas y de mi indignidad. natum est ex Spiritu, spiritus est… Spiritus
24 de febrero de 1921.– No debéis ol- est qui vivificat. El que se entrega sin re-
vidar nunca que la oración es un estado y servas y sin resistencia a este Espíritu, que
que, en las almas que buscan a Dios, la ora- es Pater pauperum… Dator munerum, se-
ción continúa siempre de una manera que rá conducido infaliblemente por el mismo
muchas veces es inconsciente en las pro- camino que Jesús y de la manera que Jesús
fundidades espirituales del alma. Estos tiene destinada a cada uno. Este Espíritu
deseos callados, estos suspiros son la ver- fue el que movió a Isabel a alabar a María y
dadera voz del Espíritu Santo en nosotros, la misma María fue impulsada por este
que conmueve el corazón de Dios: Desi- Espíritu de Jesús a proclamar la gloria del
derium pauperum exaudivit auris tua. Señor.
El Espíritu Santo nos impulsa a dirigir-
nos al Padre en los mismos términos en
XVI.- La fe del sacerdote que lo hacía Jesús: Spiritus adoptionis in
en el Espíritu Santo quo clamamus: Abba, Pater; a glorificar a
3 de marzo de 1900.– Cuando el Verbo Jesús: Ipse testimonium perhibebit de me;
se desposó con su humanidad, le dio su a orar como conviene, profiriendo en nues-
dote. Como el Esposo era Dios, también tros corazones sus propias demandas gemi-
la dote debía ser divina. Según la doctrina tibus inenarrabilibus; a la humildad y a la
de los Padres y Doctores de la Iglesia, la compunción, quia ipse est remissio om-
dote que el Verbo dio a su humanidad fue nium peccatorum. Gracias a Él es fecundo
el Espíritu Santo, que procede del Hijo y nuestro ministerio con las almas (hacían
del Padre, y que por su misma esencia es tan poca cosa los apóstoles antes de Pen-
la plenitud de la santidad… Desde hace al- tecostés). Él es el que fecunda toda nues-
gún tiempo vengo sintiendo un atractivo es- tra actividad: Nemo potest dicere: Domi-
pecial hacia el Espíritu Santo. Tengo un ne Jesu, nisi in Spiritu Sancto.
gran deseo de que sea el Espíritu de Jesús ¡Oh, voy a esforzarme por vivir en este
el que me guíe, me conduzca y me mueva santo Espíritu!
en todas las cosas. Jesucristo no hacía en
cuanto hombre cosa alguna sino bajo el im- 5 de octubre de 1906.– Dios quiere a
pulso y bajo la dependencia del Espíritu aquellos que le buscan en espíritu y en ver-
236 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

dad. El Espíritu Santo es el Espíritu del resucitar en nosotros la gracia de nuestro


Padre y del Hijo y los que se dejan guiar bautismo (como San Pablo exhorta a su dis-
por Él buscan al Padre y al Hijo en verdad. cípulo Timoteo a que resucite la gracia de
Él es el Espíritu Santo, porque todas sus su ordenación sacerdotal). Los tres sacra-
inspiraciones son infinitamente santas. Él mentos del bautismo, de la confirmación
es el mismo Espíritu que inspiraba a Jesús y del orden nos dejan el pignus Spiritus,
todas sus acciones y todos sus pensamien- «la señal del Espíritu», la cual está siem-
tos. Es la unión con Él la que hace que nues- pre exigiendo la gracia del sacramento. El
tros corazones se conformen con el inte- bautismo contiene en germen toda la san-
rior de Jesucristo. Él es el «Padre de los tidad.
pobres» y no cesa de unirse a los que adop- 1) Gracia: Participación de la naturale-
tan en su presencia un espíritu de adora- za divina, que reside en la esencia del
ción y de anonadamiento. Él es el Espíri- alma; 2) virtudes teologales: fe, esperan-
tu de la santa caridad y, como es el mismo za y caridad, que residen en las potencias
en todos, a todos nos une en un mismo del alma; 3) dones del Espíritu Santo; 4)
amor santo. virtudes morales infusas. Todos estos do-
Pentecostés de 1907.– Jesús se ofrece nes constituyen el patrimonio de los hijos
a su Padre por el Espíritu Santo. Y este mis- del Padre celestial que han sido redimidos
mo Espíritu es el que habita en nuestros por Jesucristo.
corazones: «El habita en medio de voso- La confirmación fortifica y perfecciona
tros y estará en vosotros». Él está entera- este germen, y la Eucaristía lo alimenta.
mente consagrado al Padre y al Hijo y lle- La fe es su raíz y su vida: Justus ex fide vivit.
va consigo a toda la creación (que Él ama
en su «procesión») al seno del Padre y del Todos los ritos y todas las oraciones que
Hijo. se emplean en la administración de estos
tres sacramentos tienen efectos durade-
Cuanto más nos entreguemos a este Es- ros, que siempre podemos resucitar por la
píritu Santo de amor, más se orientan a Dios fe y por el Espíritu Santo.
todas nuestras tendencias. Hay tres espíri-
tus que quieren ejercer su señorío sobre Muchas veces suelo hacer mi oración
nosotros: el espíritu de las tinieblas, el es- mirando al Padre celestial en Jesucristo,
píritu humano y el Espíritu Santo. Y es de para pedirle que renueve en mi alma todo
la mayor importancia que aprendamos a cuanto la Iglesia ha pedido en mi favor y
distinguir la acción de cada uno de estos cuanto ha realizado en mí desde que recibí
tres espíritus para no someternos sino a la estos sacramentos. A esto es a lo que sue-
acción del Espíritu de Dios. lo limitarme, a no ser que el Espíritu de
Cristo me dé a entender que debo ocupar-
15 de noviembre de 1908.– Tengo la im- me en otros pensamientos.
presión de que cuanto más me uno al Se-
ñor, más me atrae hacia su Padre y más me
quiere llenar de su Espíritu filial. En esto
consiste todo el Espíritu de la nueva ley: XVII.- La santificación
Non enim accepistis spiritum servitutis in por las acciones ordinarias
timore, sed accepistis Spiritum adoptionis 1888.– Una vez que he llegado a la con-
filiorum in quo clamamus: Abba, Pater. vicción de que mis obras no serán satis-
Carta del 9 de abril de 1917.– Durante factorias ni meritorias sino en la medida
este tiempo pascual, la Iglesia nos invita a en que se unan a los méritos de Jesucristo,
Notas de dom Marmion sobre su vida sacerdotal 237

debo proponerme como objetivo de mi funde con la suya. Me siento inclinado a


vida el unirme a Jesucristo en todas mis no desear nada fuera de Él, para permane-
acciones de la manera más íntima que me cer en Él.
sea posible, sin que importe gran cosa el 1 de enero de 1906.– La Iglesia impri-
valor propio de las ocupaciones a que me me el nombre adorable de Jesús a todo lo
entrego. largo del año: «Y le impusieron el nombre
1 de enero de 1899.– La Iglesia comien- de Jesús». Siento un gran deseo de impri-
za el año con la fiesta del nombre de Je- mir este bendito nombre en todo mi ser,
sús. Pongamos este nombre en nuestros en todas mis acciones, «para abundar en bue-
labios y en nuestro corazón. Aunque nues- nas obras en el nombre del Hijo amado».
tros esfuerzos son débiles, tienen un gran Cada día me percato mejor de que el Pa-
valor si los unimos a Él y a sus méritos: dre lo ve todo en su Hijo, que todo lo ama
«Por Él, con Él y en Él sea dado al Padre en su Hijo; porque le está enteramente con-
todo honor y gloria». sagrado. Nosotros nos hacemos agradables
Los comerciantes y negociantes suelen a sus ojos en la misma medida en que nos
hacer al fin del año un balance que les sir- ve en su Hijo. «El que permanece en mí y
va de orientación para el futuro. Pues ha- Yo en él, ése da mucho fruto». Cualquiera
gamos nosotros lo mismo. Gastos: 365 cosa, por pequeña que sea, si la hacemos
días. Fuerzas físicas y morales. Sufrimien- en nombre de Jesús, es mayor a los ojos
tos. Ingresos: Dios y todo cuanto hemos de Dios que las cosas más extraordinarias
hecho por Dios: «Sus obras les siguen». que hagamos en nuestro propio nombre.
Todo lo demás se desvanece. Me afanaré por desaparecer para que sea
Este año hagámoslo todo por Dios. ¡Y, Jesús el que viva y obre en mí: «Es necesa-
con todo, son tan imperfectas nuestras rio que Él crezca y yo mengüe». San Pablo
mejores acciones! Dice la Sagrada Escri- estaba lleno de este espíritu: «Todo lo ten-
tura que, a los ojos de Dios, toda nuestra go por daño…, y lo tengo por estiércol,
justicia es como vestido inmundo. Cuanto con tal de gozar a Cristo y ser hallado en
más las conocemos, mejor nos damos Él no en posesión de mi justicia de la Ley,
cuenta de su imperfección: «todos ofen- sino de la justicia que procede de Dios…
demos en mucho». que nos viene por la fe de Cristo». Y por
Pero Jesús es quien lo suple todo. Él nos eso es por lo que dice en otro lugar: «Todo
pertenece, porque bajó del cielo por no- cuanto hacéis de palabra o de obra, hacedlo
sotros y por nuestra salud. Sus riquezas son todo en el nombre del Señor Jesús, dando
innumerables e inefables. Él habita en nues- gracias a Dios Padre por Él». Es decir, que
tro corazón. Hagámoslo todo en unión con obremos como miembros de Cristo, de
Él. Él ha santificado todas nuestras accio- acuerdo con sus disposiciones y designios.
nes. Por eso nos dice San Pablo que lo ha- 20 de enero de 1906.– Jesús ha acepta-
gamos todo en su nombre: «hacedlo todo do enteramente, tanto para sí como para sus
en nombre de Nuestro Señor Jesucristo». miembros, la voluntad de su Padre y noso-
28 de octubre de 1902.– Me siento cada tros le honramos cuando nos unimos a Él
vez más inclinado a perderme y a ocultar- en esta aceptación y le pedimos que aparte
me en Jesucristo: Vivens Deo in Christo de nuestro corazón todo deseo y toda an-
Jesu. Tengo la impresión de que Él es el sia de hacer la menor cosa que se salga del
ojo de mi alma y de que mi voluntad se con- propósito de su voluntad. (Se puede medi-
238 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

tar en la vida de Jesucristo a la luz de este to: «Este es mi Hijo muy amado, en quien
pensamiento con abundante fruto de paz y tengo todas mis complacencias». El amor
de unión con Él). Así es como realizare- y la reverencia de Jesús hacia su Madre eran
mos de la manera más perfecta esta reco- realmente inmensas. Por eso, debo yo pro-
mendación que nos hace San Pablo: «Todo curar imitarle en esto, ya que, por ser al-
cuanto hacéis, hacedlo en el nombre de ter Christus, debo distinguirme sobre los
Nuestro Señor Jesucristo». demás fieles.
Porque no hacemos en su nombre sino En la fiesta de Nuestra Señora de la Mer-
lo que Él ve que es la voluntad que el Padre ced, he experimentado una gran devoción
tiene respecto de nosotros. Así es como al rezar el oficio divino in persona beatæ
se cumple aquella frase: «Que Él crezca y Mariæ Virginis, elevando en su nombre,
yo disminuya», y así es como vendremos a tal como ella lo solía hacer, mis alabanzas
ser el objeto de las complacencias del Pa- y oraciones al Padre eterno, por Jesucris-
dre, de quien desciende «todo buen don y to, tratando de penetrar en sus sentimien-
toda dádiva perfecta». Las menores accio- tos de profunda adoración y de humildad,
nes se convierten en grandes, porque las de confianza y de alegría al pensar en el
realizamos en Dios. triunfo de su Hijo.
He recibido una luz que me ha hecho ver
Carta del 9 de noviembre de 1910.– que, así como toda alabanza que se tributa
El Señor me proporciona un atractivo muy a María, se ofrece enteramente a la Santí-
grande para que siga el camino de la entre- sima Trinidad (por ejemplo, el Magnificat),
ga total y continua (de todo mi ser) a los así también, cuando yo me consagro a ella,
pies del Verbo encarnado. Deseo imitar a la Virgen acepta este don para ofrecerlo
la santa Humanidad de Jesús en su unión inmediatamente a Dios.
(con el Verbo) y en su sumisión y depen-
dencia absoluta respecto del Verbo. Ayu- 1888.– Me he sentido muy estimulado
dadme a realizar este ideal, porque todo al pensar en la confianza heroica que la
está en eso. Una vez que el Padre ve que un Bienaventurada Virgen María tuvo en la ver-
alma está así unida a su Verbo, no hay gra- dad de la encarnación del Verbo, tanto en
cia ni favor que no le conceda. Caná como en el Calvario y cuando el cuer-
po del Señor estuvo sepultado en el sepul-
La santa Humanidad de Jesús es «el ca- cro. La confianza es una virtud viril que de-
mino». Su poder para unirnos al Verbo es be ser constantemente reanimada y defen-
infinito. Seamos, pues, santos para su glo- dida de las tentaciones del demonio.
ria: In hoc clarificatus est Pater meus ut
fructum plurimum afferatis. 25 de marzo de 1900.– El día de la
Anunciación he recibido una gran luz so-
bre estas palabras: «Hágase en mí según tu
XVIII.– La Virgen María palabra». Toda la vida de María ha sido se-
cundum Verbum, el cual es la Sabiduría in-
y el sacerdote finita. He experimentado un gran impulso
Fiesta de los Siete dolores de la Vir- de abandonarme a esta Sabiduría, sustitu-
gen y Fiesta de Nuestra Señora de la yéndola por la mía: «Cristo Jesús ha veni-
Merced de 1888.– He experimentado un do a seros de parte de Dios sabiduría», bajo
gran aumento en mi devoción a la Santísi- la moción del Espíritu Santo. Jesús, que es
ma Virgen. Nuestra perfección es propor- la Sabiduría infinita, lo ha hecho todo bajo
cionada a nuestra semejanza con Jesucris- la moción del Espíritu vivificantem, y no-
Notas de dom Marmion sobre su vida sacerdotal 239

sotros poseemos (por la gracia) este mis-


mo Espíritu: «El Espíritu de adopción, por
el que clamamos: ¡Abba, Padre!»
22 de marzo de 1918.– He visto hoy
(Viernes Santo) que María fue perfecta en
su fe sublime al pie de la cruz. ¡Que ella
nos obtenga esta gracia insigne de una fe
perfecta, aún en la desnudez de la prueba! Documentos inéditos
Nada hay que glorifique tanto al Padre relativos al sacerdocio
como esta fe inquebrantable en Cristo en
medio del Calvario.
I
1920.– Cuando, después de celebrar la
santa Misa, tengo aún en mi pecho a Jesús,
suelo presentarme a la Santísima Virgen En el Prólogo, en el primer párrafo, he-
para consagrarme a ella y le suelo decir: mos hecho alusión a una carta de Dom
Ecce Filius tuus: «He aquí a tu Hijo». ¡Oh Marmion, en la que manifestaba su inten-
Virgen María, yo soy tu hijo y además par- ción de publicar un cuarto volumen con
ticipo del sacerdocio de Jesús! Acéptame destino a los sacerdotes. Damos a conti-
como hijo tuyo lo mismo que aceptaste a nuación el texto íntegro de esta carta.
Jesús. Reconozco que soy indigno de tus
dones, pero ten en cuenta que soy un miem- 6 de marzo de 1918
bro del Cuerpo Místico de tu divino Hijo y
que Él ha dicho de sí mismo: «Todo lo que Debo manifestaros que vuestra amable
hicieseis al menor de los que en mí creen, carta me ha llenado de consuelo y de entu-
a mí me lo hacéis». Yo soy uno de estos siasmo. Si es cierto que el sacerdote –«sa-
pequeños. Si me rechazáis, rechazáis al cerdos»: el que otorga los dones sagra-
mismo Jesús. dos– no tiene otra razón de ser que la de
ofrecer en primer lugar a Cristo a su Padre
en el santo sacrificio y el de ofrecerlo lue-
XIX.- Transfiguración go a las almas por medio de los sacramen-
Carta del 13 de diciembre de 1919.– tos y de la divina palabra, no cabe para mí
Es algo realmente estupendo el que, fun- mayor consuelo que el enterarme de que
dados y enraizados en Jesús, podamos con- por la publicación de mis conferencias he
templar constantemente por la fe este mis- contribuido algún tanto a esta obra divina.
mo rostro del Padre que contemplaremos Jesús dijo a la Samaritana: Si scires donum
en el cielo por toda la eternidad. Y como Dei! ¡Ay si las almas comprendieran siquie-
allá en el cielo similes ei erimus quia vi- ra un poco todo lo que ellas tienen en Je-
debimus eum sicuti est, porque esta visión sucristo! Si llegaran a comprender, como
es la fuente de donde brota nuestra santi- durante siglos lo han comprendido, que
dad, así también en la tierra esta visión por nuestra vida espiritual no viene a ser otra
la fe es un manantial de vida: Quoniam cosa que Jesús viviente en nosotros, esta
apud te est fons vitæ. Os ruego que oréis centella de vida divina que recibimos de Él
mucho por mí, a fin de que, en medio de el día de nuestro bautismo, entonces la san-
tantos afanes y cuidados, no cese de con- tidad estaría al alcance de todos y tan sen-
templar el rostro del Padre. cillamente en nosotros como en Él. Esta
vida divina que se deriva del Padre al Hijo
240 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

y de éste a nosotros es tan simple como el dos los bienes que significaban los sacri-
mismo Dios. ficios de la Antigua Ley, y que viene a ser
Si mis conferencias contribuyen algún como su consumación y perfección: Hæc
tanto a restablecer la conciencia de estas illa est (munda oblatio) quæ per varias sa-
verdades, es cuanto puedo desear aquí aba- crificiorum, naturæ et Legis tempore, simi-
jo. La obra constará de cuatro volúmenes: litudines figurabatur, ut pote quæ bona
Jesucristo, nuestra vida – Los misterios omnia per illa significata, veluti illorum
de Jesucristo – Ascética benedictina – omnium consummatio et perfectio com-
Sacerdos alter Christus. plectitur (Conc. Trid. Sess., XXII, cap. I).
Pero de tal manera están vinculados el sa-
crificio y el sacerdocio, según el plan de
Dios, que el uno supone al otro (Conc. Trid.
Sess., XXIII, cap. 1), y cuanto más sobre-
II pasa en dignidad y en santidad el sacrificio
de la Nueva Ley a los antiguos sacrificios,
Santidad eclesiástica mayor es la pureza y santidad que exige
Bajo este título, Dom Marmion envió al Dios de sus ministros.
cardenal Mercier, atendiendo a su ruego, Y esto explica porqué en las disposicio-
la siguiente memoria. Aunque no tenemos nes auténticas, por medio de las cuales sue-
una indicación precisa, podemos fijar la le la Iglesia manifestar la voluntad del Es-
fecha de este documento entre el 25 de píritu Santo que la guía (e. g. el Pontifical,
marzo de 1906, fecha de la consagración los concilios, etc.), aparece claramente es-
de Mons. Mercier para el Arzobispado de tablecido que la Iglesia exige un elevado
Malinas, y el 28 de septiembre de 1909, en grado de santidad personal en todos sus
que Dom Marmion fue elegido abad de ministros y señaladamente en sus sacerdo-
Maredsous. tes. Así, por ejemplo, en la ordenación de
los Lectores, la Iglesia les dirige estas pa-
labras: Dum legitis, in alto loco ecclesiæ
Es innegable que Dios exige una santi- stetis, ut ab omnibus audiamini et videa-
dad verdaderamente positiva de los minis- mini, figurantes positione corporali vos in
tros del altar. En efecto, aunque los sacri- alto virtutum gradu debere conservari, qua-
ficios de la Ley Antigua no eran sino figu- tenus cunctis a quibus audimini et videmini
ra y sombra del sacrificio de nuestros al- cælestis vitæ normam præbeatis (Pont.
tares y de los sacramentos de la Nueva Ley Rom.).
–San Pablo los llama egena elementa, A los que desean recibir el subdiaconado,
umbra futurorum–, exigían, con todo, una les dice que deben mostrarse tales qui
gran santidad por parte de quienes los ofre- sacrificiis divinis et Ecclesiæ Dei hoc est
cían o los celebraban, por ser santo Aquel Corporis Christi digne servire valeant,
a quien eran ofrecidos. Sancti erunt Deo in vera et catholica fide fundati (Ibid.).
suo et non polluent nomem ejus; incen- Después de haber expuesto a los que van a
sum enim Domini et panes Dei sui offe- recibir el diaconado la grandeza de la dig-
runt; et ideo sancti erunt… Sint ergo sanc- nidad a que aspiran, se dirige a Dios con
ti, quia ego sanctus sum, Dominus, qui esta oración: Abundet in eis totius forma
sanctifico eos. (Lev., XXI, 6-8). virtutis, auctoritas modesta, pudor cons-
El Concilio de Trento nos enseña que el tans, innocentiæ puritas et spiritualis ob-
santo sacrificio de la Misa comprende to- servantia disciplinæ. In moribus eorum
Notas de dom Marmion sobre su vida sacerdotal 241

præcepta tua fulgeant ut suæ castitatis mo la vida que comunica a los demás y que
exemplo, imitationem sanctam plebs ac- sea el bonus odor Christi, esparciendo por
quirat (Ibid.). todas partes la gracia y la unción por su pre-
Pero es, sobre todo, de los sacerdotes sencia y por su doctrina: Sit odor vitæ ves-
de quienes la Iglesia reclama esta santidad. træ delectamentum Ecclesiæ Christi ut præ-
San Pablo exhorta a los cristianos a que lle- dicatione et exemplo ædificetis domum, id
nen sus corazones de los mismos senti- est familiam Dei (Pontif. Rom. Ord. Pres-
mientos que tuvo Cristo en su Pasión: Hoc byteri).
enim sentite in vobis quod et in Christo Y aunque bien es verdad que puede Dios
Jesu (Philip., II, 5), y les ruega por la mi- elevar a un alma en un momento a un grado
sericordia de Dios que «ofrezcan sus cuer- de santidad sublime, como lo hizo con
pos como hostia viva, santa, grata a Dios» María Magdalena y con tantos otros, con
(Rom., XII, 1). Pero la Iglesia exige una san- todo no es ésa la norma ordinaria de su Pro-
tidad mucho más elevada a los sacerdotes, videncia. Lo mismo que en el orden natu-
que hacen en el altar las veces de Cristo ral hace que las plantas y los árboles vayan
pontífice y víctima: Una eademque est creciendo y perfeccionándose paulatina-
hostia, idem nunc offerens sacerdotum mi- mente antes de que lleguen a alcanzar su
nisterio, qui seipsum tunc in cruce obtulit perfecta madurez y fecundidad, así también
(Conc. Trid. Sess., XXII, cap. 2), que lle- ocurre ordinariamente en la vida de la gra-
gan a identificarse de tal manera con Cris- cia. Quiere Dios que las almas pasen por
to en el santo sacrificio y en la administra- una larga preparación y por diversas vici-
ción de los sacramentos, que hablan y obran situdes antes de que adquieran la perfec-
en su nombre y que de toda la antigüedad ción y la madurez que requiere la fecundi-
cristiana recibieron el sobrenombre de al- dad espiritual. Dice Santo Tomás que los
ter Christus. pastores deben comunicar a sus ovejas lo
Siendo como son los instrumentos de que sobra a la plenitud de su propia vida
que Cristo se sirve para comunicar en los espiritual. Por eso es por lo que los obis-
sacramentos los frutos de su pasión y pos están obligados en conciencia a no ad-
muerte, es claro que deben vivir en íntima mitir a las sagradas órdenes sino a los que
unión de conocimiento y amor con su Jefe judicio sui episcopi sunt utiles aut neces-
divino. Jesucristo es el modelo divino que sarii suis Ecclesiis (Conc. Trid. Sess.,
el mismo Dios ofreció a todos los cristia- XXIII).
nos: Prædestinavit nos conformis fieri ima-
ginis Filii sui (Rom., VIII, 29). Pero la Igle- Medios
sia propone a Cristo a los sacerdotes en su ¿Cuál será el medio más adecuado para
cualidad de pontífice: Imitamini quod asegurar esta santidad, al menos en la ma-
tractatis (Pont. Rom. Ord. Presbyteri), y yor parte de los sacerdotes? Es necesario,
este Pontífice es Sanctus, innocens, impo- ante todo, que aquellos que el obispo lla-
llutus, segregatus a peccatoribus, excel- ma a las sagradas Órdenes sean no sola-
sior cælis factus (Hebr., VII, 26). mente correctos e irreprochables en su
Lo cual, dicho en otros términos, signi- vida moral, sino que hayan llegado también
fica que la Iglesia no quiere que el sacer- a alcanzar un determinado grado de santi-
dote administre los sacramentos y ejerza dad sobrenatural y que conozcan, al me-
las ceremonias sagradas válida pero ruti- nos en sus principales líneas, la naturaleza
nariamente, sino que exige que viva él mis- de la vida interior. Me parece que los me-
242 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

dios más aptos para garantizar este resul- 5. De acuerdo con los deseos expresa-
tado serán: dos por el Beato Pío X, deberá estimular-
1. Las conferencias espirituales, eligien- se a los seminaristas a que reciban la sa-
do para ello a un sacerdote celoso y que grada comunión con la mayor frecuencia.
esté lleno de espíritu sobrenatural. Con- 6. Deberá inculcarse una gran afición a
vendría que estas pláticas se diesen ya des- la lectura de la Sagrada Escritura y se les
de el seminario menor una vez por sema- hará ver los grandes tesoros de vida espiri-
na… En el Seminario de Oscott, en Ingla- tual que se encierran en los Santos Evan-
terra, estas conferencias están a cargo de gelios y en las Epístolas de San Pablo.
un monje, y es muy notable el fruto que se
obtiene de ellas. Además en el seminario
mayor hay un curso de teología mística.
2. En el seminario mayor es imprescin-
dible un director espiritual que únicamente III
se ocupe de la enseñanza ascética y de la
santificación de los seminaristas. Porque
ocurre con demasiada frecuencia que todo Plan de un retiro
esto se deja al azar, o se confía al celo de sobre la Santa Misa
los profesores, los cuales no suelen dis- Este plan de retiro, que data de 1905, es
poner del tiempo necesario para este im- autógrafo, y está escrito a lápiz, con tra-
portantísimo ministerio, y aun a veces ca- zos rápidos. Sabemos que lo predicó a una
recen de los conocimientos imprescindi- comunidad religiosa que no era benedicti-
bles para la debida dirección de las almas. na. Desgraciadamente, no hemos podido
Yo he podido comprobar por mí mismo los encontrar ninguna referencia ni nota algu-
grandes frutos que alcanzó un director san- na tomada por sus oyentes. Damos a con-
to y celoso en el Seminario Mayor de Clon- tinuación el texto exacto, con sus giros elíp-
liff, cerca de Dublín, y en el Seminario ticos y con sus repeticiones. El interés de
Mayor de Brujas. estas páginas consiste en que en ellas Dom
3. Es, además, necesario que los semina- Marmion toca, a veces con una sola pala-
ristas tengan siempre a su disposición al- bra, todas las principales ideas que se han
gunos buenos confesores Qui apti sint ad desarrollado en el presente volumen.
lucrandas animas (Regula sancti Bene-
dicti). También esto se deja muchas veces
al azar.
1
4. Creo que es de la mayor importancia, Introibo ad altare Dei, ad Deum qui
al menos en el seminario mayor, que la lætificat juventutem meam (Ps., 42)
meditación no se lea públicamente, sino Nosotros lo hemos abandonado todo: ri-
que cada uno aprenda a hacerla por sí mis- quezas, amor, libertad, por agradar a Dios
mo, bien sea en la celda (como se acostum- y ser amados por Él. «Buscar a Dios». Se
bra a hacer en el Colegio de Propaganda le puede buscar de tres maneras: a) huma-
de Roma), bien sea estando todos reuni- namente, viviendo una vida moral; b) so-
dos. El director debería ocuparse de ense- brenaturalmente, apoyándonos más o me-
ñar la manera de hacer oración y de com- nos en la gracia; c) divinamente, por Jesu-
probar de vez en cuando los progresos rea- cristo.
lizados por cada uno.
Notas de dom Marmion sobre su vida sacerdotal 243

Hay tres clases de personas: purgantes Disposiciones. Cum vero corde et recta
– illuminandæ – uniendæ. Para todas ellas, fide, cum metu et reverentia misericor-
el camino más seguro y más corto es Je- diam consequimur et gratiam invenimus
sucristo. Cum illo omnia donavit. (Trid. Sess., XXII, cap. 11).
En el santo sacrificio encontramos a Je- No es posible agotar las gracias de la san-
sús con todo lo que necesitamos para san- ta Misa. Debemos tener las mismas dispo-
tificarnos: Sapientia et justitia, sancti- siciones del buen ladrón, de María Magda-
ficatio, redemptio. lena, de San Juan y de la Virgen María. In
Si pudiéramos ver a Jesucristo, como lo hoc sacramento continetur ille qui est
ve su Padre, inmolado e inmolándose en la totius sanctitatis causa; et ideo omnia
santa Misa, tendríamos ante nuestros ojos quæ ad consecrationem hujus sacramenti
el ejemplar perfecto de todas las virtudes pertinent, etiam consecrata sunt (S. Tho-
y de la santidad más encumbrada. Tu solus mas, IV, Sent. Dist., XIII, q. 1, a. 2).
sanctus, Jesu Christe; pero, sobre todo, en Efectos de este retiro: Conocimiento y
el Santísimo Sacramento. Las oraciones, unión de nuestra vida con la santa Misa.
instrucciones y ceremonias que acompa-
ñan a esta acción, inspiradas por el Espíri- a) Consecratio altaris significat ipsius
tu Santo, presentan ante nuestros ojos y de Christi perfectissimam sanctitatem.
una manera acomodada a nuestra condi- b) Altare quidem sanctae Ecclesiæ ipse
ción, todo lo que el Padre ve de un solo est Christus, teste Joanne qui in Apoca-
golpe de vista. lypsi sua altare aureum se vidisse perhi-
Nuestro retiro: la meditación y la unión bet stans ante thronum, in quo et per
de nuestra vida con el santo sacrificio. quem oblationes fidelium Deo Patri con-
secrantur. (Ordinatio Subdiaconi. Cfr.
Meditación. Misa: epítome de todos los
Officium Dedicationis Arch. Sancti Sal-
ejemplos de perfección que nos da Jesu-
vatoris, Brev. 9 novembris).
cristo.
Unión de nuestra vida. Las acciones de
Jesucristo producen los efectos corres- 2
pondientes, principalmente en la santa Mi- Imitamini quod tractatis
sa. Porque Él está allí precisamente para
esto. 1) El santo sacrificio, epítome de toda
Introibo ad altare Dei. El altar: el resu- santidad.
men de un buen retiro. a) consagrado: se- 2) Jesucristo en la Misa: a) expía; b)
parado de todo lo que no sea Dios; b) ofre- ruega; c) agradece y adora; d) aplica sus
cido a Dios con todo lo que en Él se pone; méritos.
c) ungido con el crisma: unión con el Es- 3) Nosotros hacemos todo esto con Él y
píritu Santo; d) incienso: oraciones; e) Je- por Él.
sucristo; f) reliquias: unión con el Cuerpo
Místico de Jesucristo; los mártires han de- 4) Toda nuestra vida unida así al sacrifi-
positado allí su fortaleza. cio, y cada misa ofrecida por todos.
Todos suben al altar con el sacerdote. 3
Reglamento [del retiro]. Lætificat, Ale-
gría. Expansión del corazón. Delectare in
Hanc igitur oblationem placatus ac-
Domino et dabit tibi petitiones cordis tui. cipias
244 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

Pecado. Dios sólo puede perdonar y, ha- 6


ciéndolo, ejerce en el más alto grado su
poder: Qui omnipotentiam tuam parcendo
Lex orandi, lex credendi
maxime et miserando manifestas. Sacri- Explicación de las oraciones de la Misa.
ficios del Antiguo Testamento. La cruz, la Vía iluminativa. Seguridad de la vía que
Misa, sobreabundancia de la redención. se inspira en la liturgia. No hay gran nece-
Sacramentos que brotan del corazón lace- sidad de dirección. Oración de contempla-
rado de Jesucristo. Sacramentales. Contri- ción simple.
ción. Compunción.
Collectæ, que, con una sola palabra, nos
proporcionan tanta luz, por ejemplo, la del
4 domingo XIº después de Pentescostés.
Sanguis qui pro vobis et pro multis ef- Omnipotens sempiterne Deus, qui abun-
fundetur dantia pietatis tuæ et merita supplicum
excedis et vota…
Confesión
Aplicación ex opere operato de la ex- 7
piación de Jesucristo. Continet et confert
gratiam non ponentibus obicem. Oremus
La oración de Jesucristo. Su eficacia,
Virtud de la penitencia principalmente en la santa Misa.
Actos de esta virtud, verdadera prepara-
ción. Cuanto más perfecta es esa virtud,
mayor es el fruto que produce el sacramen- 8
to. El sacramento aumenta la virtud. Trium puerorum cantemus hymnum
La penitencia impuesta. Nuestras obras El oficio divino, continuación de la Misa.
elevadas a un valor sacramental. Son mu- 1. Unión con Jesucristo.
chas las personas que se ocupan escrupu-
losamente del examen y que descuidan los 2. Boca de la Iglesia.
actos de la virtud de la penitencia. 3. Quæ desunt orationibus Christi.
4. Vere languores nostros ipse tulit.
5 5. Todo hombre ora.
Quinimmo beati qui audiunt verbum 6. Generosidad al recitar Exhibeamus
Dei et custodiunt illud nosmetipsos hostiam vivam Deo placen-
tem.
Jesús nos ilumina en la santa Misa.
7. Grave responsabilidad de los que per-
Las epístolas y los evangelios.
turban la recitación: a) disminución de la
Razones: a) recta fide, una fe completa; alabanza divina; b) responsabilidad por las
b) Dios nos habla en la lectura y en el ser- distracciones, etc.; c) orgullo en presencia
món; c) Misa de los catecúmenos. de la majestad divina.
Por ejemplo: Ecce nos reliquimus om-
nia. Homo peregre proficiscens… Navi- 9
dad.
Suplices te rogamus, omnipotens Deus
Documentos inéditos relativos al sacerdocio 245

1) Jesús adora; 2) honra todos los atribu- recurso a Jesucristo. 4) Unión con la Igle-
tos del Padre; 3) exinanivit semetipsum. sia y Pax. 5) Frutos del santo sacrificio: Do-
Virtud de la religión: a) para con Dios; b) mine Jesu Christe, Fili Dei vivi, etc. 6) Tu-
para con los santos; c) para todo lo que está tamentum mentis et corporis.
consagrado a Dios. Basta que una sola pieza de un automóvil
Unión continua a las adoraciones de Je- no funcione para que no pueda correr el
sucristo: Vivit in me Christus. Práctica. vehículo. A veces ocurre que es muy difícil
encontrar esa pequeña pieza.
Ofertorio: unión con la ofrenda. Consa-
gración. Votos. Debemos examinar todas las pequeñas
piezas de nuestra alma para comprobar si
no hay nada que falte a nuestra unión,
10 porque allí precisamente es donde se en-
Consagración cuentra la clave de la fecundidad o de la
esterilidad de nuestras comuniones.
Sacrificio de obediencia. Diferencia con
los sacrificios de animales. Por qué obede-
cer a un hombre. Un verdadero sacrificio. Sacramentum unionis
Unión: unum esse cum. Para esto se re-
11 quieren dos cosas:
Quorum tibi fides cognita est et nota a) Unirnos con Cristo: in me manet.
devotio b) Que Cristo pueda unirse a nosotros:
et ego in eo: 1) por la fe, el amor y el aban-
La fe dono; 2) ausencia de obstáculos (sacramen-
Cuanto más penetrados están los asisten- to). Nuestras miserias no son un obstácu-
tes de esta fe (práctica), más capaz será su lo: vere languores, etc., sino que todo le
alma de recibir los dones de Dios. acerca a la criatura, porque es santo. Orgu-
llo: Superbiam et arrogantiam detestor.
12 Todo vicio que no tratamos de corregir. De
ahí procede la falta de fecundidad de nues-
Comunión tras comuniones. Cristo no puede unirse
1. Unión con Jesucristo por amor, fe y ni identificarse con el que no es santo.
abandono.
2. Unión con Jesucristo que vive por su 13
Padre.
Quid retribuam?
3. Unión con Jesucristo en el seno de la
Santísima Trinidad. Acciones de gracias. Gratitud.
4. Unión con Jesucristo con la Iglesia del 1) Nobleza de corazón (Bentham: «un
cielo. vivo sentimiento de los beneficios que aún
hemos de recibir»). 2) Humildad. 3) Novi-
5. Unión con Jesucristo unido con la Igle- cios desagradecidos. 4) Abre el corazón de
sia y con sus miembros: Ut sint consum- Dios. 5) Beneficios generales y particula-
mati in unum. res. 6) Sic Deus dilexit mundum ut Filium
Preparación: 1) Pater. 2) Fracción de la suum… Cum illo omnia nobis donavit. Ac-
hostia, recuerdo de la Pasión. 3) Agnus Dei, ciones de gracias tan importantes después
246 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

de la comunión (San Luis). 7) Calicem Devoción. Fidelidad.


salutaris accipiam. Recibir con corazón Fidelidad del fariseo. Fidelidad del amor.
reconocido es ya una acción de gracias. 8) Aparente semejanza. Enorme diferencia.
El mismo Jesús es el gran don. «Agradecer Diferencia entre tibieza y desaliento.
tan poco cuanto tanto se ha recibido» (San-
ta Teresa). 1. La tibieza se conforma con su estado
y se contenta con él.
Comunión y poscomunión. Alabanza y 2. El desaliento produce desolación. Es
petición. Los santos. un mal. Es hijo de un error y de una verdad.
3. Los ángeles han adquirido su perfec-
14 ción y su destrucción por un acto intenso.
Trium puerorum cantemus hymnum Así es su naturaleza. El hombre no se hace
ni perfecto ni perverso, sino gradualmen-
El oficio divino, prolongación de la Misa. te. No se llega a dominar un arte, ponga-
1) Jesús, víctima inmolada a la gloria de mos por ejemplo la música, sino muy poco
su Padre y entregada a los hombres. 2) El a poco y después de muchos tropiezos. Así
oficio, sacrificio de todo nuestro ser. 3) es nuestra naturaleza. El desaliento provie-
Jesús nos emplea para alabar a su Padre: ne de que queremos ser como los ángeles.
quæ desunt. 4) En el oficio divino encon- Dios se complace en los deseos eficaces
tramos, bajo diferentes formas, los cuatro de nuestra voluntad, aunque, a veces, no lle-
frutos del sacrificio: guemos a ponerlos en práctica. Una perso-
a) Expiación: Miserere, Domine. Ne in na apasionada que lucha sin cesar, es mu-
furore tuo… De profundis. chas veces más grata a Dios que otra que
no pone pasión en sus cosas.
b) Alabanza: Dixit Dominus. Confite-
bor. Confitemini Domino quoniam bonus. Sólo Dios es capaz de apreciar todos
Gloria Patri. los elementos que integran nuestra res-
ponsabilidad.
c) Acción de gracias: Benedic anima Nolite judicare.
mea Domino. Misericordias Domini in
æternum cantabo.
d) Intercesión: Deus Deus meus. Domi- 16
ne in nomine tuo salvum me fac. Deus in Imitamini quod tractatis
adjutorium. Domine exaudi. Las oracio-
La vida de un religioso imita perfecta-
nes.
mente la vida de Jesucristo en el Santísimo
e) Mérito: a) obediencia; b) actos de to- Sacramento.
das las virtudes; c) caridad; d) obediencia
1) Inmolado por el oficio divino y la ora-
litúrgica.
ción que eleva a la gloria de Dios. 2) Inmo-
f) Opus Dei, que no solamente es santo lado y entregado como Jesús a los demás
por la intención que se pone, sino por su que comen nuestra vida. 3) En todo esto,
propia naturaleza. debemos proponernos como único fin la
santidad, lo mismo que Jesús cuando nos
15 instruye y nos consuela. 4) Paciencia ante
los fracasos: Sumunt boni sumunt mali. 5)
Quorum tibi fides cognita est et nota Tomemos en Cristo la vida que debemos
«devotio» dar a los demás.
Documentos inéditos relativos al sacerdocio 247

Espíritu de oración. Nuestra vida de unión


17 con el santo sacrificio. Oblación de Dios a
los demás.
Jube hæc perferri per manus sancti
angeli tui 20
Hæc se refiere a Jesús, que vive unido a Stabat juxta crucem Jesu Mater ejus
nosotros y que sobrelleva todos nuestros
dolores y todas nuestras penas. En las pe- Unión con María.
nas, Jesús nos une a Él. Su deseo es ut sint En una hoja suelta hemos encontrado el
consummati in unum, y Él es santo Tu solus siguiente texto que debió servir de plática
sanctus Jesu Christe. «Santo» quiere de- de entrada a este retiro.
cir apartado de todo lo que es creado por:
Inmola Deo sacrificium laudis et redde
a) naturaleza; b) por intención.
Deo vota tua; Ofrece a Dios sacrificios
a) Naturaleza; gracia santificante. de alabanza y cumple tus votos al Altísimo
b) Intención. Dios nunca obra por un (Ps., 49, 14).
motivo que sea inferior a Él: Nosotros so- La razón primordial de ser del estado re-
mos santos –y, por tanto, unidos a Aquel in ligioso es la de tributar a Dios el culto a la
quem nihil inquinatum incurrit– por lo religión. Virtud de religión. Su acto más
mismo que estamos unidos con Él: (Él) en importante consiste en reconocer a Dios
cuanto que Vivo propter Patrem, (noso- como primer principio y como último fin,
tros) viventes Deo in Christo Jesu. como alfa y omega. Esta adoración y con-
Nosotros somos llevados hasta el altar sagración de sí mismo a Dios constituye el
de Dios por nuestra unión con Jesucristo: sacrificio interior. Los votos religiosos son
Introivit semel in sancta. Él es el único que la expresión más acabada de este sacrifi-
entró allí y solamente en Él es como noso- cio interior. Pero aun hay algo más grande
tros podemos entrar. y sublime. Es el sacrificio litúrgico insti-
Omne datum perfectum et donum op- tuido por el mismo Dios, en el que la vícti-
timum. ma es digna de Dios. El sacerdote es él mis-
mo. Uniendo nuestro sacrificio interior a
este sacrificio es como nos hacemos agra-
18 dables a Dios. Como el santo sacrificio ha
Hoc facite in meam commemoratio- sido instituido por Dios, y la liturgia que lo
nem encuadra ha sido inspirada por el Espíritu
Santo, por eso es por lo que expresa de un
Abandono. Explicación. modo perfecto todos nuestros deberes y
Ejercicio de la fe, de la esperanza y del todos nuestros sentimientos para con Dios.
amor. En este retiro me propongo meditar con vo-
Adoración del poder, de la sabiduría y del sotros en el santo sacrificio de la Misa, con-
amor de Dios. La sabiduría de este mundo. siderándolo como el centro y el resumen
de todos nuestros deberes para con Dios y
para con el prójimo.
19
1. Porque el Concilio de Trento, en su
In gratiarum actione semper manea- Sesión XXII, capítulo VIII, nos dice que la
mus santa Misa contiene una sublime enseñan-
248 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

za para el pueblo fiel: Magnam continet Mortui estis et vita vestra abscondita est
populi fidelis eruditionem, y recomienda cum Christo in Deo. La santa Misa es la ex-
a los sacerdotes que la expliquen con mu- presión de la perfección cristiana.
cha frecuencia. 1. Morir con Jesucristo, reconociendo a
2. Como la santa liturgia está compuesta Dios como nuestro primer principio por la
de palabras de Jesucristo, de los apóstoles ofrenda del pan y del vino, símbolos que
y de los soberanos pontífices, no solamen- significan que todo deriva de Él, que es el
te está exenta de todo error, sino que res- Autor de la vida. Esta muerte se hace per-
pira una santidad y una piedad verdadera- fecta por su unión a la de Jesucristo, Panis
mente sublimes, que eleva hacia Dios las vivus, que hace que el sacrificio de su Es-
almas de los que la ofrecen, (cap. IV). Ade- posa sea digno de su Padre. La Iglesia no
más, las ceremonias y ritos sagrados que la puede ofrecer otra cosa que el pan y el vino,
acompañan «estimulan a las almas de los que simbolizan muy imperfectamente el
fieles a la contemplación de las cosas su- soberano dominio de Dios. Pero Jesús los
blimes que están ocultas en este sacrifi- convierte en el Panis vivus y en el Calix ine-
cio»: Mentes fidelium per hæc visibilia re- brians. Cristiano. Religioso.
ligionis et pietatis signa ad rerum altis- 2. Entregarse a Dios por Jesucristo. Dios
simarum, quæ in hoc sacrificio latent, con- es nuestro fin. Las oblaciones se le ofre-
templationem excitantur (cap. V). cen a Él y no pueden ofrecerse a otro que a
3. La forma más segura de piedad es la Él, que es el último fin.
liturgia. Los fieles de los primeros siglos. 3. Con el fin de que esta nueva vida con-
T. Moro. sagrada enteramente a Dios sea perfecta,
Él nos da el pan celestial: Panis quem Pa-
ter dabit.
Índice 249

Segunda parte

Índice La obra de
la santificación sacerdotal

A) Las virtudes del sacerdote


Prólogo, 4

IV. –Ex fide vivit


Primera parte
1. La fe, atmósfera de la vida del sacer-
Cristo, autor dote, 43. –2. Misión de la fe, 44. –3. No-
de nuestro sacerdocio y ción de la fe, 45. –4. Privilegio de la fe:
de nuestra santidad aurora de la visión beatífica, 46. –5. La fe
en Cristo, Verbo encarnado, 48. –6. Tres
cualidades de la fe sacerdotal, 50.
I. –El sacerdocio de Cristo V. –Morir al pecado
1. La gloria de Dios, 9. –2. La consagra- 1. Necesidad de morir al pecado, 55. –2.
ción sacerdotal de Cristo, 11. –3. Prerroga- Grados de la muerte al pecado, 57. –3. La
tiva única del sacerdocio de Cristo: Sacer- gravedad del pecado, 59. –4. La muerte, cas-
dote y víctima, 12. –4. Los actos del sacer- tigo divino del pecado, 61. – 5. La pena
docio de Jesús. A) Ecce venio, 13. –B) La eterna del pecado, 63.
Cena, 15. –C) El supremo sacrificio de la
cruz, 15. –D) El sacerdocio celestial, 18. VI. –El Sacramento de la penitencia y
el espíritu de compunción
II. –Jesucristo, causa y modelo de la 1. Importancia de los actos del penitente,
santidad sacerdotal 67. –2. La compunción del corazón, 69. –
1. La vida sobrenatural, 20. –2. El plan 3. Importancia de la compunción para el sa-
divino de la santificación, 21. –3. Hacer- cerdote, 73.1–4. La compunción en la li-
nos conformes a la imagen del Hijo de Dios, turgia de la Misa, 73. –5. El Via Crucis,
23. –4. El sacerdote, hecho semejante a fuente de compunción, 76.
Cristo, reproduce en sí la santidad del Pa-
dre, 25. –5. Cristo, fuente viva de santidad, VII. –Humiliavit semetipsum factus
27. obediens
1. La criatura ante Dios, 78. –2. La hu-
III. –Sacerdos alter Christus mildad y el progreso espiritual, 80. –3. Hu-
1. El carácter sacramental, 30. –2. Tres mildad y obediencia de Jesús, 82. –4. La
aspectos de la asimilación del sacerdote a obediencia sacerdotal, 85.
Jesucristo, 32. –3. Llamamiento a la santi-
dad, 35. –4. Imitamini quod tractatis, 36. VIII. –La virtud de la religión
–5. A ejemplo de San Pablo, 38. –6. El sa- 1. La virtud de la religión en la economía
cerdote, fuente de gracias para las almas, cristiana, 89. –2. La religión de Jesús, 91.
39. –3. El sacerdote perpetúa la religión de Je-
sucristo, 93.
250 Bto. Columba Marmion – Jesucristo, ideal del sacerdote

IX. –El mayor de los Mandamientos XIV. –El oficio divino


1. Origen sacramental de la caridad, 97. 1. Excelencia del oficio divino, 155. –2.
–2. Sobreeminencia de la caridad, 99. –3. La preparación, 157. –3. La recitación,
Doble forma de la caridad: afectiva y efec- 159. –4. Frutos espirituales del oficio divi-
tiva, 101. – 4. Nuestro amor a Cristo, 104. no: asimilación a Jesucristo, 163. –5. Otros
–Per Ipsum, cum Ipso, in Ipso, 107. frutos espirituales del oficio divino, 164.
X. –Hoc est præceptum meum XV. –El sacerdote, hombre de oración
1. Actitud de Jesús para con los hombres: 1. Naturaleza de la oración, 168. –2. Al-
el don de sí, 109. –2. La caridad nace de gunos consejos para la oración, 169. –3.
Dios, 111. –3. El amor de Cristo en la per- Importancia que tiene para el sacerdote el
sona del prójimo, 112. –4. Señales de la espíritu de oración, 170. –4. Las fuentes
verdadera caridad, 114. –5. La caridad en de la oración: la naturaleza, 173. –5. El
el ministerio de la palabra, 118. Evangelio, 174. –6. La contemplación de
la fe, 176. –7. La oración de Jesús, 178.
XVI. –La fe del sacerdote en el Espíri-
B) In iis quae sunt ad Deum tu Santo
1. El Espíritu vivifica a la Iglesia, 180. –
2. Necesidad de recurrir al Espíritu Santo,
XI. –«Haced esto en memoria mía» 182. –3. Cómo debemos invocar al Espíri-
1. Naturaleza del sacrificio, 124. –2. Ca- tu Santo, 184. –4. Los dones del Espíritu
rácter propiciatorio del sacrificio de la Santo en la celebración de la Misa: los do-
cruz, 125. –3. La Misa, sacrificio propicia- nes de temor de Dios, de piedad y de forta-
torio, 126. –4. La Misa, sacrificio de ala- leza, 185. –5. Dones de ciencia, de enten-
banza y de acción de gracias, 127. –5. La dimiento y de consejo, 187. –6. Don de sa-
participación de los fieles en la ofrenda de biduría, 189.
Cristo, 130. –6. Los frutos de la Misa, 132. XVII. –La santificación por las accio-
XII. –Sancta sancte tractanda nes ordinarias
1. Importancia de las disposiciones del 1. «Caminar en la verdad», 192. –2.
alma, 135. –2. Disposición fundamental: Omnia cooperantur in bonum, 193. –3.
unirnos a Jesucristo sacerdote y hostia, «Arraigados en la caridad», 195. –4. In no-
137. –3. Disposiciones sugeridas por el Con- mine Domini Jesu Christi, 197. –5. Chris-
cilio, 138. –4. Preparación inmediata -ce- tus dilexit Ecclesiam…, 199.
lebración -acción de gracias, 141. XVIII. –La Virgen María y el sacerdote
XIII. –El banquete eucarístico 1. La predestinación de María, 202. –2.
1. Parábola del banquete, 144. –2. La María es nuestra Madre, 204. –3. La dis-
Misa, banquete de los hijos de Dios, 146. pensadora de las gracias, 206. –4. Nuestra
–3. La comunión nos invita a un ideal altí- devoción a María, 207.
simo de vida, 146. –4. Efectos de la comu- XIX. –Transfiguración, 211
nión, 148. –5. Unidad en Cristo, 150. –6.
Obstáculos para alcanzar los frutos de la
comunión, 152.
Índice 251

Notas de Dom Columba Marmion


sobre su vida sacerdotal
IV. Ex fide vivit, 216. –V. Morir al peca-
do, 218. –VI. Penitencia y compunción, 219.
–VII. Humiliavit semetipsum factus obe-
diens, 221. –VIII. La virtud de la religión,
223. –IX. El mayor de los mandamientos,
224. –X. Hoc est præceptum meum, 226.
–XI-XII. El sacrificio de la Misa, 228. –
XIII. El banquete eucarístico, 230. –XIV.
El oficio divino, 231. –XV. El sacerdote,
hombre de oración, 232. –XVI. La fe del
sacerdote en el Espíritu Santo, 235. –XVII.
La santificación por las acciones ordina-
rias, 236. –XVIII. La Virgen María y el sa-
cerdote, 238. –XIX. Transfiguración, 239.

Documentos inéditos
relativos al sacerdocio, 239

Índice, 249

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