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Son huasteco
Orígenes musicales Sonecitos del país y Fandango ibérico
Orígenes culturales Región Huasteca, México
Instrumentos comunes Quinta huapanguera, Jarana, Violín
Popularidad República Mexicana
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La malagueña
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Interpretado por Los Hijos de la Malinche of Jalitpan, Veracruz
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El pitorreal
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Interpretado por Joel Ramírez Rueda and Ricardo Ruiz Basilio
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El son huasteco forma parte de la música ternaria del Caribe colonial, estando
directamente emparentado con el joropo de Colombia y Venezuela, el son jarocho de
México, la cueca de Chile y la mejorana de Panamá, entre otros. Estas expresiones
musicales se desarrollaron durante la Colonia con influencias de la música barroca
y el comercio interoceánico.1
Entre los falsetistas destaca Mariano Sánchez Carrillo del grupo "Los Trovadores
Huastecos" Así también su hermano Casimiro Sánchez en la guitarra huapanguera ambos
ya fallecidos y que grabaron la mejor versión del son huasteco al lado del "Viejo
Elpídio" el mejor violinista del son huasteco que haya existido.[cita requerida]
Entre los sones huastecos más populares se encuentran “La huasanga”, “La leva”, “La
Rosita”, “El Zacamandú”, “Cielito lindo huasteco”, “El caimán”, “La petenera”, “El
llorar”, “El gusto”, “La azucena”, “El aguanieve” y “El fandanguito”.2
Entre los sones del son de la huasteca encontraremos los de costumbre, sones que se
interpretan con arpa y rabel o huapanguera y rabel.
Índice
1 Introducción
2 Orígenes del son huasteco y sus nombres
3 Lírica
3.1 La copla
3.2 Tipos de estrofas y versificación
3.3 Interpretación lírica
3.4 Versos sabidos, improvisados y de autor
4 Musicalización
4.1 Instrumentación
4.2 Estructura musical
4.3 Falsete
5 Danza
6 Véase también
7 Referencias
8 Bibliografía
Introducción
El son huasteco, también conocido como huapango, es uno de los seis sones
tradicionales que existen en México, según la tipología de Rosa Virginia Sánchez
García (2005), que toma su nombre de la región conocida como la Huasteca: esa
llanura que se extiende hacia el sur desde el río Pánuco, contenida al oeste por la
Sierra Madre Occidental, hasta llegar a Totonacapan y el río Cazones. Actualmente
corresponde principalmente a los estados de Tamaulipas, San Luis Potosí y Veracruz,
y en menor proporción a Hidalgo, Querétaro y Puebla. Sus orígenes, al igual que el
resto de los sones tradicionales, se remontan hasta el periodo de la Colonia
novohispana, cuando se introdujeron en las culturas originarias formas líricas y
musicales provenientes de la península ibérica, así como instrumentos, trajes y
demás elementos que constituyeron la cultura mestiza latinoamericana.
A pesar de que los téenek —o huaxtecos, según los llamaban los mexicas— son el
pueblo más antiguo del que se sabe que han habitado en la Huasteca, parece que
desde muy temprano convivieron con otras culturas. A pesar de haber sido la cultura
predominante junto con otros pueblos nahuas no emparentados con los mexicas, desde
tiempos precolombinos convivieron con tepehuas, otomíes, totonacos y pames y, a
partir de la Colonia, con afrodescendientes y mestizos. A partir de este momento,
con la colonización de la llanura en el siglo xvi por parte de los conquistadores
españoles para la cría de ganado, los pueblos originarios fueron desplazados y se
reagruparon cada vez más hacia las serranías.5
Para terminar, se necesario mencionar otro nombre con el que se puede confundir el
son huasteco y que en realidad se trata de una variante o subgénero. Al poco tiempo
de concluida la Revolución mexicana, el Estado vio la necesidad de conocer la
cultura de las distintas regiones del país con el fin de configurar una nueva
identidad nacional que se correspondiera con las transformaciones política y social
posrevolucionarias. A partir de esas políticas se empiezan a conocer distintos
géneros líricos, y los canales de comunicación los acercan a lugares en donde no se
conocían. Por otro lado, los flujos migratorios hacia los centros urbanos,
particularmente a la capital del país, hicieron que convergieran músicos y
trovadores de distintas regiones y que se suscitaran influencias y evoluciones en
los géneros. En específico, el son huasteco fue influido sobre todo por la canción
ranchera, de cuyo contacto surge el llamado huapango moderno, o con más exactitud
canción huapango, pues al adoptar el estribillo en su versificación acerca su
estructura más a la de la canción, que por la década de los 40 empieza a circular
en los medios de comunicación. Al hacer esto, la canción huapango se distingue del
son huasteco en tanto que cierra su forma e interpretación a la dictada por su
autor, y deja fuera la posibilidad de introducir libremente coplas sabidas o
improvisadas. La influencia de la canción ranchera es todavía mayor cuando llega a
cambiarse la instrumentación del trío por el acompañamiento de guitarra sexta.7
Con el avance del siglo xx, el son huasteco se sigue enriqueciendo con otros
géneros y extiende sus dominios, por ejemplo a la Huasteca chilangueña, en donde
existe actualmente una comunidad huapanguera originaria de la Ciudad de México, que
interpreta, improvisa y compone nuevos sones huastecos.
Lírica
El son huasteco se nutre del caudal de coplas que existen en la lírica tradicional
mexicana. En ese sentido, no es raro que podamos escuchar coplas en un huapango
huasteco como El caimán en un son jarocho, o incluso en sones tradicionales de
otros países de las Antillas o Sudamérica. Incluso se da el caso de sones —como La
petenera, La llorona, La malagueña, El querreque, El cielito lindo— que son famosos
en distintas regiones y que llegan a compartir coplas. En estos casos, la
interpretación vocálica y la musicalización hacen perfectamente distinguibles una
versión jarocha, por ejemplo, de una huasteca. El son huasteco tiene una serie de
recursos específicos a la hora de ser interpretado: por ejemplo, el descante de una
segunda voz, o bien el característico laraleo. En cuanto al análisis métrico, estos
recursos no alteran la estructura de las coplas aunque sí han de considerarse para
su vinculación con la música.8
La copla
La poesía del son huasteco consta de un universo abierto de coplas con distintos
temas y variadas formas. En tanto que este son pertenece a una tradición colectiva
y popular, las coplas de igual manera han sido transmitidas por generaciones,
muchas veces sólo a través de la memoria. Por lo tanto, el repertorio de coplas
aumenta, por un lado, con coplas nuevas que merecen la aprobación de los trovadores
que las aprenden e interpretan, integrándolas al caudal anónimo del repertorio
huasteco; o por otra parte, por la diversificación de algunas coplas ya conocidas a
las que se les hacen variaciones. De igual manera, podemos decir que ese universo
abierto de coplas también se reduce en el momento en el que son olvidadas otras
tantas que dejan de cantarse.8
De este modo, cuando se interpretan los sones huastecos —y lo mismo podría decirse
de otros sones en México— los trovadores actualizan una selección de coplas de
entre las muchas de las que se compone el repertorio huasteco. Esto hace que en la
gran mayoría de los casos no existan interpretaciones, y mucho menos grabaciones,
de sones en las que coincidan puntualmente las mismas series; al contrario, es raro
escuchar dos versiones con idénticas coplas. Así, los trovadores disponen de una
enorme repertorio de coplas de las que echan mano según su memoria, gustos y
situación en la que estén cantando; incluso hay una gran cantidad de coplas que
pueden interpretarse en distintos sones, sobre todo en aquellos cuyo tema es
amplio. Por ejemplo, la siguiente quintilla se ha escuchado en múltiples sones,
como El fandanguito, El llorar, El sacamandú y El gusto.11
Ausente de mí estarás,
pero no de mi memoria;
recapacita y verás
Por ejemplo, la siguiente copla difícilmente podría ser interpretada en un son que
no sea El fandanguito:
“Fandanguito”, pa’ cantar
eres el rey de los sones,
no se lo manifiestes,
cielito lindo,
pues él te olvida;
ya no responden:
cielito lindo,
mal corresponden.
D.P. apud Sánchez, 2009:81
Dentro de las formas estróficas octosílabas, el son huasteco tiene una especial
predilección por las quintillas y sextillas con rima consonante alternada. Por la
forma en que se interpretan —ya sea que un mismo cantante repita algunos versos, o
bien que una segunda voz los descante a modo de responsorio— estas coplas se
convierten en tres cuartetas.
aquello de amanecer,
Con el tiempo esta práctica cayó en desuso e incluso llegó a pensarse que las
décimas interpretadas en los huapangos habrían sido introducidas por poetas
(semi)cultos sin que necesariamente ésta fuera una costumbre tradicional. En apoyo
a esta teoría se aduce que son muy escasas las grabaciones que atestiguan que
efectivamente fuera algo habitual, sobre todo si se compara con la cantidad de
décimas que se conservan por escrito. Sin embargo, en la actualidad hay trovadores
que están recuperando esta tradición en sus interpretaciones y grabaciones, como
Los Brujos de Huejutla.16
Otra forma estrófica más olvidada aún es la del trovo, que también gozó de
popularidad y prestigio durante los Siglos de Oro, ya que es un tipo de
versificación usada como reto o desafío en competencias poéticas. El trovo consiste
en una quintilla o sextilla principal que se conoce como planta o pie, a partir de
la cual el poeta tiene que componer otras quintillas que glosen cada uno de los
versos originales, de modo que cada nueva copla remate con el verso correspondiente
de la planta. Si la planta es una quintilla, entonces habrá 5 coplas que la glosen;
si fuera sextilla, serían 6 quintillas.17
Dime, Dios, ¿por qué nací
si pronto habías de llamarme?
Ya mi esperanza perdí,
en grandes penas me vi
rodeado de la traición,
y si para perdonarme,
no me niegues el hablarte,
delirantes y abatidos,
Otro tipo de versificación ligada son las cadenas, que consisten en una serie en la
que cada copla arranca repitiendo el último verso de la copla anterior. Este
recurso también fue habitual en los desafíos durante los Siglos de Oro.
ni siquiera ir a pasear
Interpretación lírica
En el son hay una gran cantidad de coplas que pueden ser interpretadas en distintos
sones; sin embargo, cada uno tiene una melodía y acompañamiento armónico
distintivo, además de una particular interpretación vocálica. Ésta consta de tres
elementos básicos: 1) la forma en la que se disponen los versos de la copla, o sea
si se repiten y en qué orden; 2) si tienen frases agregadas a modo de estribillo
como el característico ay-lara-lá, y 3) si participa una o más voces en el canto.
En cuanto al primer rasgo, en el son huasteco hay una cierta pauta de desdoblar la
copla en dos o tres “subcoplas”, que pueden ser cuartetas o quintillas. Por
ejemplo, en El caballo, El gusto y otros la copla se reordena de acuerdo con el
esquema 1221 (1221) 3445 o 3456, dependiendo si la copla es quintilla o sextilla;
en El aguanieve el esquema es 1123 (A) 4455 o 4566 y en El caimán 12 (12) 12345.19
Como podemos ver en estos casos y confirmar en otros más, en términos generales la
repetición de los dos primeros versos tiene una función expresiva, pues ésta
interrumpe el discurso de la copla y genera una pequeña tensión semántica que va a
ser resuelta con el resto de los versos, que suelen cantarse ya sin repetición.
Esta suspensión “dramática” se puede alargar más aún si se intercala el descante o
el laraleo. Al final de cada copla, por lo tanto, se resuelve una tensión
semántica, pero también melódica y armónica pues concluye un periodo musical y
entra de nuevo la melodía del violín.20
Además, existe otro recurso que cumple la función de generar tensión al interior de
las coplas, que consiste en intercalar después de los primeros versos una larga
frase de violín como interludio. En términos generales, el violín permanece en
silencio mientras se canta para que destaque la voz, pero en este caso se alterna
con ella al interior de la copla. Sones en los que podemos encontrar esta
interrupción interestrófica son El fandanguito y El sacamandú.21
El segundo elemento que distingue las interpretaciones de los sones son los
agregados, los cuales pueden ser verbales o no. A los primeros se les suele llamar
también estribillos aunque se trate de un solo verso. Sones que tienen estos
agregados son El llorar y El cielito lindo, en cuyas líneas se intercala un
“cielito lindo”, “bien de mi vida”, “morena mía”, etc. En el esquema de estos
sones, el estribillo se señala con “ã”, de tal modo que el modelo de El cielito
lindo sería: 1ã2 3ã4 1ã2 3ã4 445 6ã7. Otro son en el que aparece el estribillo es
El querreque.22
Otro de los agregados que hacen del son huasteco un género fácilmente identificable
es el famoso laraleo, que consiste en frases o interjecciones del tipo “ay-ay-ay-
ay-ay” o “ay-laray-lá”. A pesar de ser un recurso fundamentalmente melódico, muchas
veces cantado en falsete, su presencia en el canto se ciñe a la estructura lírica:
el laraleo es parte del esquema de interpretación de un son y no un agregado libre
o improvisado. Casos como éste son El llorar, Los chiles verdes y La petenera; de
este último, el esquema sería el siguiente: 12123 (A) 3445 o 3456, en donde el
laraleo se indica con “A”.22
Como todo fenómeno cultural de transmisión oral directa, las coplas sufren
transformaciones por distintas causas: vacilaciones de la memoria, adaptaciones a
nuevas circunstancias, reinterpretaciones e innovaciones. Por si fuera poco, una
fuerza importante que mantiene el son huasteco en continua transformación es la
improvisación a la hora de cantar el son en vivo, que manifiesta y cultiva la
habilidad de los trovadores para componer coplas al momento en función de la
situación.24
Instrumentación
Actualmente, el son huasteco se caracteriza por contar con una instrumentación muy
estable, prácticamente fija: un violín, una jarana huasteca (de cinco cuerdas
simples) y una guitarra quinta huapanguera (de igual número de cuerdas y afinación
que la jarana). El violín, junto con las voces, se hace cargo de la ágil línea
melódica, cargada de vueltas, flores y demás figuras que lucen la habilidad del
instrumentista; mientras que la jarana y huapanguera, con sus registros medio y
bajo, se ocupan del acompañamiento rítmico-armónico. Esta alineación se generalizó
apenas a mediados del siglo XX una vez que se fabricaron las primeras jaranas.27
Para inicios del siglo XX, el son huasteco se solía tocar únicamente con violín y
guitarra quinta huapanguera, ésta surgida de la evolución de la guitarra barroca. Y
por último, fue entre los años 30 y 40 cuando en México surgieron las jaranas para
acoplarse a los registros medios del acompañamiento de los sones; pero en el caso
del son huasteco, fue hasta los 50 cuando se generalizó en la alineación
instrumental.29
En términos generales, el violín es el que lleva la melodía que guía todo el son;
marca las entradas de la voz y los otros instrumentos, así como el final de la
pieza, y en tanto lleva la melodía, es en ella en donde el violín explaya toda su
expresividad y virtuosismo, haciendo vueltas y flores, improvisando interludios.
Sin duda es el instrumento que más luce y por el que han adquirido fama destacados
huapangueros como El Viejo Elpidio, Cuco Calderón, Juan Coronel y Heliodoro Copado,
entre otros.28
Por otro lado, tanto la jarana como la huapanguera se rasguean con diferentes
mánicos (o formas de rasguear) y con ello llevan el soporte rítmico-armónico de los
sones. Además, la huapanguera en ocasiones toma su turno para llevar la melodía del
son e improvisar. En menor medida, la jarana también requintea.29
Estructura musical
Una de las características más interesantes del son huasteco es su compleja
composición rítmica. Es difícil analizar con precisión su base rítmica: algunas
veces se piensa que es un ritmo ternario de ¾ y otras binario de 6/8, o en
ocasiones resulta que se va alternando el compás a lo largo de una pieza sin un
periodo claro. Incluso algunas veces el violín puede llevar un compás y el
acompañamiento otro, a lo que se le conoce como tocar asentado. Y por si fuera
poco, la voz complejiza un tanto más el ritmo, pues ésta entra a destiempo, en
síncopa, lo que significa que la voz entra antes que el tiempo principal del
compás: se “adelanta” al acompañamiento o “flota” sobre la música. Para el sistema
de notación occidental y su teoría musical es complicado explicar el patrón rítmico
del son huasteco, no así para los huapangueros, que desde pequeños aprenden la
música de oídas, sin el soporte analítico de la notación occidental.31
Si bien la base rítmica es compleja, en cambio la armonía es bastante sencilla. La
mayoría de los sones están compuestos en tono mayor y se basan en dos acordes: el
de tónica (i) y el de dominante (v), y acaso el de subdominante (iv) como acorde de
paso entre uno y otro.30
La melodía, por último, es la que va a despuntar sobre esta base del acompañamiento
haciendo lujo de recursos y convirtiéndola en una línea ágil y dinámica. Por otra
parte, la melodía del violín también marcas los pasajes o periodos que hay a lo
largo de un huapango. En términos generales, el violín siempre empieza solo con la
melodía específica de cada son, e inmediatamente es acompañado por la jarana y
huapanguera, en lo que sería la introducción del tema. Más adelante el violín calla
y deja su lugar a la voz o voces que interpretan la primera copla de la serie y,
una vez que termina, el violín repite la melodía. En estos interludios el
violinista puede además explayarse e improvisar, o bien marcar un solo para la
huapanguera o para que se declame alguna décima, hasta que calla de nuevo para
escuchar la segunda copla. Esta alternancia se repite hasta que se da por
finalizado el son y el violín marca la salida para el resto de los instrumentos.
Podemos decir que a lo largo del son la línea melódica principal se va alternando
entre el violín y las voces.
Falsete
Otro de los rasgos que hace tan identificable el son huasteco es el uso del falsete
en su interpretación vocálica. El falsete es un procedimiento en el que la voz
brinca de una nota a su 6a mayor o 7a menor por arriba del tono, pero este “brinco”
hace que la voz quede apoyada “en falso”, lo que le da una sonoridad y expresividad
particular. En la escuela de canto occidental, esto es un error que manifiesta una
incompetencia técnica; en cambio, en el son huasteco es un recurso difícil de
conseguir y que le da renombre a los intérpretes.32
Por otro lado, el baile del huapango alcanza su máxima realización en el contexto
de la fiesta del huapango, debajo de la enramada que protege a los invitados del
sol y la lluvia de la Huasteca. Al respecto, dice Román Güemes:
El fandango se iniciaba con los huapangos suaves, es decir, aquellos cuya cadencia
contrasta con los arrebatos de los huapangos mayores. […] Conforme avanzaba la
noche, la fiesta engrandecía y el ambiente se tornaba cada vez más estimulante:
había una enramada donde se expendía aguardiente, cervezas, cubas, ansiado y el
misterioso licor. […] Cuando las parejas ya sudaban, cuando ya habían bailado
duramente, entonces se interpretaba El pañuelo, pieza que indicaba que se tenía que
ir por los refrescos para la muchacha y su parentela; más tarde vendrían Los
panaderos, sonsonete realengo que obligaba a ir por el café caliente y por el pan
para la pareja. […] Para finalizar el fandango, ya entrada la madrugada, el tocaba
El llorar, también llamado El amanecer. […] Si los huapangueros, los músicos,
observaban que la gente no se iba o no se dispersaba, podían regalar una pieza más;
tocaban un interminable Aguanieve, también conocido como La cortesía.
Romás Güemes, según citado en Juárez, 2012:146