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Enrique Martínez Miura: La música precolombina FBA – Cátedra de Historia de la Música I

SECCIÓN 9
Aculturación e intercambios
Toda colonización implica una violencia ejercida por la cultura dominante sobre la sometida, muchas veces
hasta la extinción radical de esta última. En la América convertida en hispánica, sin embargo, los largos
procesos que se desarrollaron a partir de 1492 fueron de una complejidad muy singular.1 Por supuesto que una
forma de entender el mundo, con su escala de valores, ordenamiento desde arriba, interdictos y coerciones, se
implantó en gran medida por la fuerza, pero no es menos cierto que se permitió un espacio donde crecieron
varias clases de hibridaciones. Se produjo también el efecto de rebote conocido en casi todas las conquistas, de
acuerdo con el cual las sucesivas generaciones de los naturales se afanaron por ascender socialmente, siguiendo
ya la nueva jerarquía del invasor.
La situación de la música, dentro de este cuadro, es por completo fundamental. Sería una ingenuidad pensar
que los españoles hicieron tabla rasa de un plumazo de los sistemas musicales imperantes en las culturas
encontradas. Las autoridades de la iglesia oficial se vieron pronto empeñadas en una lucha por hacer desaparecer
toda música que creyeran asociada a lo que tenían por ritos de religiones demoníacas, sobre todo las
manifestaciones que en algo se relacionaran con los sacrificios humanos. Es seguro que algo más matizada debía
de ser la opinión corriente entre los misioneros y predicadores de a pie; su objetivo era el mismo, la
universalización de la fe católica en el Nuevo Mundo, mas las necesidades nacidas del trabajo diario con los
nativos les habían sugerido métodos más sutiles que el de la fuerza —tantas veces bruta— y con la que se corría
el riesgo de extirpar la cultura nativa de raíz, desastre que muchos querían evitar. Pasado el primer momento de
quema de códices y prohibiciones de ceremonias bajo duras penas, llegó el más sosegado del aprovechamiento
de lo salvable, o como tal valorado por la mentalidad del evangelizador. Tuvieron así lugar mezclas y trasvases
culturales, donde la música, mucho más que sufrir estos cambios como sujeto paciente, intervino en calidad de
elemento agente.

9. 1. La música como factor de influencia religiosa


Pronto se dieron cuenta los misioneros de la gran capacidad musical de los indígenas y del papel axial
desempeñado por este arte en sus culturas. Por ello, no es raro que ya desde un momento muy temprano
decidieran servirse de la música como sostén, al comienzo, para su aproximación a los que deseaban convertir, y
como arma persuasora, algo más tarde, envolviendo en sonidos el mensaje de la palabra que pretendían
anunciar. Debe tenerse en cuenta, además, que la barrera de la lengua que separaba al comienzo a misioneros y
nativos había de ser salvada de alguna manera; la música se evidenció como el medio de mayor poder
comunicativo en el marco de un proyecto de cariz experimental. Ocurrió, por lo tanto, en el campo de la música
el que había de ser el fenómeno de aculturación más notable de la historia de las colonizaciones.
Se sabe que los primeros en llegar a América fueron los franciscanos. En mayo de 1524, desembarcó una
expedición bajo los cuidados de fray Martín de Valencia, que luego sería conocida como la de los «doce
apóstoles»;2 en 1529, recaló en tierras mejicanas otro grupo de diecinueve monjes, entre ellos Bernardino de
Sahagún, al cargo de fray Antonio de Ciudad Rodrigo. Incluso antes de estas dos fechas, en un momento no del
todo bien precisado, habían puesto el pie en el Nuevo Mundo varios eclesiásticos flamencos: Juan de Tecto,3
Juan Clapión, Juan de Aora y Pedro de Gante, así como el español Francisco de los Ángeles. Este último viaje
es el de mayor importancia de cara al asunto de la conversión de los nativos por medio de la música, puesto que
se tienen noticias de que fue Pedro de Gante su impulsor más activo y acaso el primero.
Fray Pedro estaba ya en Nueva España en 1523,4 habiendo pasado a América por orden expresa del emperador
Carlos, según da cuenta él mismo de ambos hechos en carta dirigida al monarca desde Méjico con fecha de 31
de octubre de 1532:

Sabrá V. M. que yo soy un fraile lego, compañero de fray Juan de Tecto, guardián que era de Gante cuando V. M.
a él a otro sacerdote y a mí nos envió a estas partes nueve años ha, como V. M. ya tendrá noticia. [...] he trabajado
medianamente, como siervo sin provecho, en la conversión y doctrina de los naturales: mi oficio ha sido y es
enseñarles la doctrina cristiana generalmente, y dársela a entender en su lengua [...]. A esta causa, y por haber
razonable habilidad en la gente para ello, hase aprovechado razonablemente; y sin mentir puedo decir harto bien

1 Beatriz Fernández Herrero, «El "otro" Descubrimiento. (La imagen del español en el indio americano)», Cuadernos Hispanoamericanos,

n° 520, octubre de 1993, págs. 7-35, interpreta lo sucedido como el resultado de las tensiones entre la desestructuración traumática de las
culturas nativas, los intentos fallidos de reestructuración —rebeliones indígenas— y la imposición final de la cultura preponderante.
2 La llegada de los «doce» la refiere Díaz del Castillo, Historia verdadera, op. cit., 11. pags. 244 y sigs.
3 Sobre la arribada y primeros trabajos de este teólogo y religioso, natural de Gante, véase Benavente, Historia, op, cit., págs. 160-161.
4 Desde el 13 de agosto de este año, como señala Lota M. Spell, «The First Teacher of European Music in America», The Catholic

Historical Review, octubre de 1922, pág. 372.

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que hay buenos escribanos y predicadores o pláticos, con harto hervor, y cantores que podrían cantar en la capilla
de V. M. tan bien, que si no se ve quizá no se creerá.5

Es muy posible que Gante se percatase de que la música, para los precolombinos, estaba íntimamente unida a
todo un sistema de caracterización moral y que, en consecuencia, mediante su utilización podía alterarse el
comportamiento y la ética misma del nativo. Observando sus costumbres:

[...] conforme a los cantares que ellos cantaban, así se vestían de alegría o de luto; o de victoria.6

Dado que los naturales eran en realidad muy religiosos y que además ese sentimiento sacro lo expresaban por
medio de la música7, se trataba de sustituir el objeto de esa religiosidad, colocando a Cristo en el lugar que había
ocupado el panteón prehispano.8 Eso tuvo que suponer un esfuerzo muy grande para la mentalidad del
misionero,9 que había visto antes que la música aparecía ligada a los templos, para él idolátricos, y a la
realización de lo que más repugnó a los españoles en general, clérigos o no, el sacrificio humano.
Tal vez Gante pudo deducir que una mudanza —una europeización, naturalmente— de la música escuchada
por los recientes miembros de la monarquía hispánica sería más eficaz que la mera fuerza coactiva para su
conversión y asenso de la nueva escala de valores que les venía de fuera.
Todavía más nítida está la participación de la música en otra carta, muy próxima en el tiempo a la anterior de
Gante, e igualmente dirigida al emperador. La remite desde Guatitan fray Martín de Valencia, director de la
expedición de 1524, el día 17 de noviembre de 1532. Es interesante el hecho de que el religioso no haya omitido
lo que de violencia conllevaba su actuación:

Asimismo, como el fruto más cierto y durable se esperaba, como se ve, en los niños, y por quitar de raíz tan mala
memoria, les tomamos todos los niños, hijos de caciques y principales por la mayor parte, cuantos pudimos, para
los criar e industriar en nuestros monasterios, y con ellos no poco trabajamos, enseñándoles a leer y escribir y
cantar canto llano y de órgano, y decir las horas cantadas y oficiar las misas e imponerles en todas buenas
costumbres cristianas y religiosas; por manera, que no solamente estos han sido traídos al camino de nuestra verdad
y cristiandad, mas ya ellos mismos, hechos maestros y predicadores de sus padres y mayores, discurren por la tierra
descubriendo y destruyéndoles sus ídolos y apartándolos de sus vicios nefandos, y a veces su vida corre peligro.10

La facilidad con que los indígenas aprendían los rudimentos y después las formas complejas de la cultura
europea se convirtió en un tópico repetido una y otra vez en las fuentes castellanas. En especial, absorbían la
música, algo paradigmático en suelo mejicano, pero que fue un fenómeno común a todas las tierras colonizadas.
Carácter general tiene el siguiente párrafo:

Todos los indios de su natural son flemáticos, y juntamente ingeniosos, aprenden con facilidad cuanto ven de los
españoles, y cualquier oficio, que consiste en arte. Los más son cantores, y diestros en todo género de instrumentos
músicos, chirimías, flautas, sacabuches, bajones, cornetas, órganos hechos de muchas cañas juntas muy curiosos y
de ingenio, que usan para celebrar con más solemnidad el oficio divino [...].11

Casi un siglo separa la carta de Martín de Valencia de este texto, el Compendio de Vázquez de Espinosa, cuyo
manuscrito se data como algo posterior a 1626. La distancia entre los dos pasajes podría señalar los términos
inicial y final del proceso de aculturación,12 tanto musical como por medio de la música. Que se recurrió al arte
sonoro con la finalidad práctica, además de su virtud como ornato que siempre tuvo para la liturgia católica, de
convertir a los naturales es algo que aparece reconocido en textos de las altas jerarquías de la Iglesia organizada

5 Cartas de Indias, Ministerio de Fomento, Madrid, 1877, pág. 52.


6 Carta de fray Pedro a Felipe II, fechada el 23 de junio de 1558; Joaquín García Icazbalceta, Nueva colección de documentos para la
Historia de México, Méjico, 1889, vol. II, pág. 224. Citada también por Ezequiel A. Chávez, El primero de los grandes educadores de la
América. Fray Pedro de Gante, Méjico, 1934, págs. 24-25.
7 Pueden ser muchos los testimonios de la conciencia de este hecho entre los cronistas, valgan las palabras de Torquemada, Veintiún Libros

rituales y Monarquía Indiana, op. cit., II, pág. 78: «[...] hacer fiestas y bailes a sus dioses, y los cantares, que en aquellos areitos cantaban,
tenían por oración [...]».
8 La operación, desde el punto de vista del evangelizador europeo, tuvo un éxito relativo, si se piensa en las formas que han tomado las

creencias populares, donde el cristianismo se mezcla con mitemas del folclore mágico.
9 No solamente hubo dificultades conceptuales, Benavente, Memoriales, op. cit., pág. 178, relata los problemas de entendimiento y para

captar su atención de los enseñantes con los alumnos.


10 Cartas de Indias, op. cit., pág. 56.
11 Antonio Vázquez de Espinosa, Compendio y descripción de las Indias Occidentales, transcripción de Charles Upson Clark, Washington,

1948, pág. 222.


12 Chávez, «Mexican Music: Introduction», op. cit., pág. 9, afirma de manera categórica que la tradición musical de los precolombinos no

fue destruida ni suplantada, sino tan sólo recubierta por los ritos del cristianismo. Semejante postura extremada choca frontalmente con la
masa de datos de las fuentes y la arqueología, que nos informan de los cambios, mezclas y extinciones sufridos en las culturas musicales de
la América prehispánica. Chávez parece acogerse a una visión estática de la música azteca, que para mantenerse en la inalterabilidad
defendida por el compositor mejicano hubiera debido existir fuera de la historia.

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en el Nuevo Mundo. Así lo demuestra fray Juan de Zumárraga, en carta al emperador, donde se congratula de la
eficacia del método:

Y porque el canto de órgano suple las faltas de los ausentes, y la experiencia muestra cuánto se edifican de ello
los naturales, que son muy dados a la música, y los religiosos que oyen sus confesiones nos lo dicen, que más que
por las predicaciones se convierten por la música, y los vemos venir de partes remotas para oírla y trabajan por
aprenderla y salen con ello [...].13

En un principio, se impuso, por su enorme inteligencia, el plan de fray Pedro de Gante,14 quien comprendió a
fondo el sentido sacro y de estímulo social15 de la música entre los mexicas. Sólo cabe reconstruir a grandes
rasgos el método empleado por el religioso. La nueva música habría sido introducida poco a poco, en sustitución
de los cantos autóctonos, que es imposible pensar erradicados por decreto,16 Pero sí que fue una imposición la
dimanada de la primera Asamblea Apostólica de Méjico de 1525, que ordenó llevar a los indios a la iglesia, en
procesión, rezando por el camino, para que oyesen misa y allí aprendieran los fundamentos de la fe. Chicos de
uno y otro sexo debían ir diariamente a la iglesia, acompañados de un adulto, para estudiar la doctrina y, al
mismo tiempo, la música que envolvía el ritual católico.
El propósito de Pedro de Gante viene expuesto, por la mano de su autor, en su carta de junio de 1558 de gran
importancia:

Por la gracia de Dios empécelos a conocer y entender sus condiciones y quilates, y cómo me había de haber con
ellos. Toda su adoración de ellos a sus dioses era cantar y bailar delante de ellos. Siempre, antes que una víctima
fuera sacrificada, habían de cantar delante del ídolo; y como yo vi esto, y que todos sus cantares eran dedicados a
sus dioses, compuse metros muy solemnes sobre la ley de Dios y de la Fe; y enseñé en ellos cómo Dios se hizo
hombre para salvar al linaje humano, y cómo nació de la Virgen María, quedando ella pura y sin mácula.17

Parece ser que el propio Gante pasaba gran parte del día enseñando el canto a los muchachos;18 no es de
extrañar, pues hay noticia de su elevada preparación cultural, de la que la música habría formado parte:

Era Fr. Pedro de Gante muy ingenioso para todas las buenas artes y oficios provechosos a la humana y cristiana
policía.19

Y sobre su capacidad específica como pedagogo musical:

[...] los muchachos estaban, la boca abierta, mirándole y oyéndole muy atentos: a ver lo que quería decir [...] no
sólo aprendieron y salieron con el canto llano, mas también con el canto de órgano.20

Sería una visión totalmente idealista la que defendiese un aprendizaje directo y sin problemas del canto llano y
la polifonía por parte de los indios. Una hipótesis21 con trazas de verosimilitud es la que propone un paso
gradual en el uso de unas músicas primero nativas y más tarde europeas. De este modo, los religiosos habrían
tomado —sin que se haya preservado constancia alguna de estas anotaciones probables, pero no demostradas—
las viejas fórmulas melódicas o rítmicas de las culturas precolombinas, a las que asociarían luego las nuevas
palabras de su mensaje evangelizador. Se trata, desde luego, de una visión razonable, pero no exenta de peligros
desde el enfoque del dominador,22 en la que un modelo musical, necesariamente familiar a los oyentes, vendría
unido al pensamiento ajeno que se deseaba inculcar.

13 Carta de Juan de Zumárraga al emperador Carlos, fechada en Méjico el 17 de abril de 1540. La reproduce Mariano Cuevas, Documentos

inéditos del siglo XVI para la Historia de México, Méjico, 1975, pág. 89.
14 Un síntoma del triunfo de estas ideas es que franciscanos, dominicos, agustinos y jesuítas llegaron a usar, durante su actuación en

América, la música como recurso de apoyo a la conversión de los naturales.


15 No en vano, Sahagún, Historia general, op. cit., I, pág. 399, recoge un supuesto discurso con que el señor se dirigía a su pueblo la primera

vez, luego de acceder al poder: «Tened cuidado del ejercicio de tañer y cantar en coros, porque es ejercicio para despertar los ánimos de la
gente popular, y huélgase Dios de oírlo [...]».
16 Esta tesis evolutiva es la que subyace en la idea del franciscano como transfigurador de las artes antiguas de los mejicanos; Ezequiel A.

Chávez, El primero de los grandes educadores de la América, op. cit., pág. 25.
17 Carta de fray Pedro a Felipe II de 23 de junio de 1558; García Icazbalceta, Nueva colección de documentos, op. cit., II, págs. 223-224.
18 También conocemos otros nombres de los primeros misioneros que enseñaron el canto a los jóvenes nativos; como fray Juan Caro, «[...]

un honrado viejo, el cual introdujo y enseñó primero en esta tierra el canto llano y el canto de órgano [...]», Benavente, Historia, op. cit.,
pág. 158. Le sigue Torquemada, Veintiún Libros rituales y Monarquía Indiana, op. cit., III, pág. 213.
19 Mendieta, Historia eclesiástica indiana, op. cit., II, pág. 608. Spell, «First Teacher», págs. 372-373, especula acerca de los conocimientos

musicales teóricos, prácticos y hasta organológicos de Gante, pero por este camino poco puede avanzarse sin una base de datos
comprobables.
20 Mendieta, Historia eclesiástica indiana, op. cit., II, pág. 412. El pasaje se refiere conjuntamente a Pedro de Gante y a Juan Caro.
21 Es la apuntada, sin luego ampliarla, por Charles S. Braden, Religious Aspects of the Conquest of México, Nueva York, 1966, pág. 173.
22 La perpetuación de la música ligada al culto pagano, señalada también por Braden, ibid. Por ello es lógico pensar que, si el proceso

despegó de esta manera, la utilización de los esquemas sonoros de los nativos se redujera a una fase muy temprana del mismo.

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El transplante de un mundo sonoro a otro pudo haberse efectuado merced a las composiciones de los
religiosos, comprendido Pedro de Gante, que habrían ido alterando los motivos tomados al viejo corpus para irlo
emparentando lentamente con las músicas religiosas cristianas que constituían su objetivo preestablecido. El
mismo Sahagún, cuya intervención como enseñante musical está confirmada por declaración propia,23 afirma
que fueron varios los misioneros que se sirvieron de músicas con el estilo de los naturales para superponerles los
textos deseados.24
La generalización de este procedimiento podría tal vez llenar la laguna que parece existir hasta la etapa en que
los documentos hablan ya de los indios siendo instruidos en el canto. Así, se afirma que el canónigo Juan
Xuárez se encargaba de impartir esta materia,25 pero esto hubo de ser a partir de 1530, fecha de la llegada de
este religioso a tierras americanas.
Un estadio de entrelazamiento de las músicas nativa y europea es el que nos describe un cronista en relación al
empeño evangelizador:

Los nuestros, que andan entre ellos, han probado ponerles las cosas de nuestra santa fe en su modo de canto, y es
cosa grande de provecho que se haga, porque con el gusto del canto y tonada, están días enteros oyendo y
repitiendo sin cansarse. También han puesto en su lengua composiciones y tonadas nuestras, como de octavas y
canciones de romances, de redondillas, y es maravilla cuan bien las toman los indios, y cuánto gustan. Es cierto
gran medio éste y muy necesario para esta gente.26

En la labor como intermediarios culturales fueron muy importantes los buenos conocedores de las lenguas
nativas. Todavía en 1600, se destaca la figura del monje ducho en el idioma autóctono y a la vez dotado para
transmitir su saber musical:

El padre Fr. José Muñoz, de la misma provincia [Castilla], fue gran lengua de los indios, siéndoles también muy
útil en la enseñanza de la música y órgano. Dejó muchos discípulos muy diestros en ambas habilidades, y otros
instrumentos, con que en todos los pueblos se celebran los oficios divinos, que es digno de admiración [...].27

Dentro del proceso de transformación religioso musical habido en Nueva España, nos ha sido conservado un
instante por la imprenta. Se trata de la Psalmodia Christiana de Sahagún.28 Todo en este libro evidencia un corte
temporal dominado por la hibridación cultural: la música sigue pautas que son las de la cultura prehispánica y la
lengua en que los salmos vienen escritos es el náhuatl nativo; el destino mismo de la publicación constituye una
prueba de primera mano de las sorprendentes mezclas litúrgicas que propició la realidad americana:
29
[...] ordenada en cantares o salmos para que canten los indios en los areitos que hacen en las iglesias.

Los salmos están en náhuatl, y también las explicaciones de las virtudes que se esperan alcanzar con cada uno
de ellos. Pero intercaladas aquí y allá surgen las palabras castellanas correspondientes a instituciones y
conceptos inexistentes en las coordenadas de la mentalidad de los naturales: «Matrimonio», «Orden sacerdotal»
«Sacramentos», «Dios», «Santa Iglesia» [fol. 13v], «Diablo» [fol. 57r], «Emperador» [fol. 212v]. Claro que, aun
estando pensada la recopilación para que cantasen los indios y escritos los textos en el idioma de éstos, los
verdaderos destinatarios de la edición eran los religiosos, para los que la Psalmodia hubo de ser una útil
herramienta evangelizadora, como atestiguan las acotaciones al margen en latín.
Una mixtura similar de música, aunque en este caso ya la europea, religión y lengua de los nativos es la que se
describe en una fuente:

[...] para que mejor lo tomasen y sintiesen algún sabor, diéronles cantado el Per signum Crucis, Pater Noster y
Ave María, Credo y Salve, con los mandamientos en su lengua, de un canto llano gracioso30

23 «[...] criábamos a los hijos de los principales dentro de nuestras escuelas, allí los enseñábamos a leer y a escribir y a cantar [...]», Sahagún,

Historia general, op. cit., II, pág. 724.


24 Stevenson, Music in México, op. cit., pág. 3 3 , sigue la afirmación de Sahagún.
25 Carta de Juan de Zumárraga, primer obispo de Méjico, al emperador Carlos, citada por Lota M. Spell, «Music in the Cathedral of

México», The Hispanic American Historical Review, agosto de 1946, págs. 296-297.
26 Acosta, Historia natural y moral, op. cit., pág. 433. La palabra «haga» parece corrección razonable por «halla», que es como se lee en la

edición de Alcina.
27 López Cogolludo, Historia de Yucatán, op. cit., pág. 430. Sigue la información facilitada por Lizana, Historia de Yucatán, op. cit., pág.

229.
28 Bernardino de Sahagún, Psalmodia Christiana y Sermonario de los Santos del año, México, en casa de Pedro Ocharte, 1583. Es edición

tardía de un material previamente manejado en manuscrito durante decenios y con profusión entre los misioneros. La Biblioteca Nacional de
Madrid custodia un ejemplar, de los contadísimos que sobreviven en el mundo, de este documento impagable.
29 Sahagún, Psalmodia, op. cit., junto al frontispicio. Está también comprobado el interés de los misioneros por que los nativos rezasen en su

lengua materna. Así, respecto del Padre nuestro, véase Testimonios de la antigua palabra, op. cit., pág. 229.
30 Benavente, Historia, op. cit., pág. 82. El autor informa en la pág. 121 de que son ya muchos los indios que saben cantar este repertorio y

en la pág. 214 insiste en el mismo procedimiento de dar a conocer a los indios las oraciones católicas básicas.

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Lo cierto es que la música que se enseñaba a los niños y muchachos indígenas, en las primeras escuelas
cristianas conocidas en el Nuevo Mundo, era ya la europea que regía en los centros de la Iglesia. La función
pedagógica de esa música era claramente subordinada, en tanto que figuraba entre las asignaturas como
elemento persuasivo de un adoctrinamiento de orden religioso. El primer colegio de estudios superiores de
América documentado, el seminario de Santa Cruz de Santiago Tlaltelolco de la ciudad de Méjico, se crea en
1536 a instancias del virrey Antonio de Mendoza y el obispo Juan de Zumárraga.31 Aquí, los nativos que
formaban el alumnado podían adquirir el conocimiento de las artes liberales, porque pintura y música se
integraban en el plan de estudios.32 Un cierto grado de habilidad en el arte sonoro debían de poseer los
estudiantes, por cuanto que el coro del colegio, integrado por ellos, cantaba las partes comunes de la misa
durante la liturgia.33
Luego, el panorama se habría ido ampliando, con la entrada en juego de nuevos establecimientos educativos; y
así se mantuvo el pulso de la situación a lo largo de gran parte del período colonial. A comienzos del siglo XVII,
todavía se enseña a cantar y tañer a los jóvenes indios y mestizos en las escuelas.34 Una descripción
considerablemente realista —procedente de una pluma laica—, que podría tenerse como una somera narración
de lo ocurrido en términos musicales, se encuentra en un documento oficial, el informe al visitador Ovando. En
primer lugar, por lo que concierne a la formación musical de los jóvenes:

En todos los pueblos de la Nueva España adonde residen religiosos (a lo menos de esta orden de S. Francisco)
hay escuelas, las cuales comúnmente se suelen edificar dentro del circuito que tienen los frailes, y pegadas con la
iglesia, a la parte del norte. Allí se juntan los niños hijos de los principales, y después que han aprendido la
doctrina cristiana, que para todos es el primer fundamento, luego son enseñados a leer y escribir y de estos se
escogen algunos para cantores de la iglesia, y así de niños aprenden a cantar [...].35

La fuente es importante porque, además de asentar que la música vino a cumplir un papel similar para las
diversas órdenes activas en América —aunque destaca el protagonismo de los franciscanos—, traza una rápida
conexión entre los primeros pasos en tal arte del nativo y la práctica cotidiana que cuenta ya con cierta madurez:

En estas mismas escuelas se juntan también cada día los indios cantores y ministriles de la iglesia a ejercitarse en
el canto y música, y proveer los Oficios que se han de cantar en la iglesia, y para ello es menester esta
continuación; lo uno porque no salen con el canto, si no es ejercitándolo cada día; lo segundo, porque en
dejándolo de continuar luego lo olvidan, y fuera de la escuela nunca lo ejercitan.36

La última parte sintoniza completamente con un párrafo de Sahagún:

[...] venían a la mañana a las escuelas a aprender a leer y a escribir y a cantar, y esto es lo que aún ahora se usa.
Pero como se han venido relajando de poco en poco estos ejercicios, y entre ellos casi no hay quien tenga orgullo
e industria para por sí enseñar estas cosas, si nosotros mismos no entendemos en ellas [..,].37

La música se utilizó como elemento de intercambio entre culturas no tan sólo al comienzo de la colonización.
Fue vital para la empresa de los jesuitas en Paraguay, donde, ya en el siglo XVIII, repitieron punto por punto el
proyecto de Gante para Méjico,38 salvo por el hecho de que no intentaron sustituir el guaraní por el castellano
como idioma de uso. Y en fecha tan tardía como la segunda mitad de este mismo siglo XVIII, Junípero Serra
procuraba que los indios de sus misiones californianas aprendieran a tañer el órgano para el acompañamiento de
las misas cantadas.39

9. 2. Asimilación de los músicos nativos

31 Zumárraga promovió igualmente la fundación de una universidad, cuyas obras de construcción se extendieron desde comienzos de 1537

hasta, muerto ya el eclesiástico, el año 1553.


32 Francisco Borgia Steck, El primer colegio de América. Santa Cruz de Tlaltelolco, Méjico, 1949, pág. 25.
33 Ibid., pág. 27.
34 Grijalva, Crónica de la orden de N. P. S. Agustín en las provincias de la Nueva España, op. cit., fol. 72r.
35 «Informe de la Provincia del Santo Evangelio al visitador Licenciado Juan de Ovando», editado por García Icazbalceta, Nueva colección

de documentos, op. cit., II, pág. 64.


36 Ibid., pág. 65. El testimonio parece bastante más fiable que la mera repetición de la leyenda de la facilidad musical de los indios, que les

habría permitido dominar en dos meses lo que a un español le costaba dos años. La repite McAndrew, The Open Air Churches, op. cit., pág.
364. El origen de esta postura está en las fuentes españolas, como Benavente, Memoriales, op. cit., pág. 176, quien afirma que los naturales
«[...] viendo los oficios que en Castilla están muchos años en aprenderlos, acá en sólo mirarlos y verlos hacer, han muchos quedado
maestros [...]», pero esto hay que colocarlo en el marco de la defensa de los derechos de los conquistados.
37 Sahagún, Historia general, op. cit., II, pág. 722.
38 José Cardiel, Las misiones del Paraguay, edición de Héctor Sáinz Ollero, Madrid, 1989, págs. 115 y sigs. Estas evangelizaciones tardías

se explican en ocasiones por el fenómeno de las zonas colonizadas y luego abandonadas.


39 Francisco Palou, Junípero Serra y las misiones de California, edición de José Luis Anta Félez, Madrid, 1988, pág. 75.

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Todo lo anterior hace que se dibuje un cuadro doble: de un lado, la intencionalidad religiosa; del otro, el
resultado musical práctico. Este último presenta a los naturales del Nuevo Mundo como artistas duchos en el
arte en que acababan de ser iniciados, al poco tiempo de empezar dicho proceso. El comienzo del decenio de
1530 —como figura en algunos textos— es quizás una fecha demasiado temprana como para dar por buena la
habilidad de los novohispanos en algo tan complejo y sutil como el canto de la polifonía, si bien es difícil datar a
ciencia cierta el momento preciso al que se refieren las fuentes como circulando ya con soltura —«muy
liberalmente»—40 el canto llano y el de órgano41 entre los indios. Pero ya Pedro de Gante asegura al rey que los
indios aprenden con desenvoltura

[...] a cantar y a tañer diversos géneros de músicas [...].42

No sólo esto, sino que pronto los indios fueron capaces de trabajar como copistas de música:

Pautaban y apuntaban muy liberalmente así canto llano como canto de órgano, y de estos que apuntan hay hartos
en cada casa, y han hecho muy grandes libros de canto llano y de canto de órgano, con sus letras grandes en los
principios, y no van a buscar quien se los encuaderne, que también han aprendido a encuadernar.43

Pero si hubieran podido ser razonables las dudas en cuanto a la calidad, del aspecto cuantitativo no cabe
incertidumbre alguna, pues las capillas con músicos nativos proliferaron hasta el punto de convertirse en un
problema el control de su crecimiento.44 Un testigo de primera hora como Díaz del Castillo se asombra ya de la
abundancia de músicos e instrumentos:

Pues cantores de capilla de voces bien concertadas, así tenores como tiples o contraltos, no hay falta; y en algunos
pueblos hay órganos, y en todos los más tienen flautas y chirimías y sacabuches y dulzainas. Pues trompetas altas
y sordas, no hay tantas en mi tierra, que es Castilla la Vieja, como hay en esta provincia de Guatemala.45

Unos cien años después de la toma de Tenochtitlán, el estado musical de la colonia queda reflejado en un texto
de la manera siguiente:

En todos los pueblos de las Indias, así como de la Nueva España, Honduras, Nicaragua, Nuevo Reino y Perú,
aunque sean pequeños, tienen señalados cantores, y maestros de capilla, que con gran solemnidad y devoción
ofician la Misa, cantan sus vísperas a canto de órgano y celebran mucho mejor sus fiestas que los españoles [...].46

De este tiempo —como mucho posterior en un decenio— es asimismo un testimonio que resulta significativo
por aludir al lado pedagógico. Podemos ver el relato como una prueba de las consecuencias del desarrollo
amparado por Pedro de Gante:

[...] en cada pueblo hay escuelas de niños y mozos sacristanes, que leen y escriben, y cantores que cantan y
ofician las misas en canto de órgano y llano, con flautas, chirimías, sacabuches, cornetas y ministriles, clarines y
trompetas, y órganos que saben tocar.47

Según el primer autor, podían encontrarse en ese momento localidades privilegiadas desde un punto de vista
musical. Era el caso de la ciudad de La Plata:

La Santa Iglesia Metropolitana de esta ciudad tiene muy buena música de cantores, seises ministriles y todos los
instrumentos músicos que el prelado tenía el año de 610 [...].48

40 Benavente, Historia, op. cit., pág. 260.


41 El que llegara a haber términos en lenguas amerindias para estas dos formas de canto es una muestra de su extensión entre los habitantes
autóctonos del Nuevo Mundo; de tal modo, en zapoteca, tijeollalijni equivalía a canto llano y tijquitapa a canto de órgano, Córdova,
Vocabulario, op. cit., fol. 70v.
42 Carta de fray Pedro a Felipe II de 23 de junio de 1558, García Icazbalceta, Nueva colección de documentos, op. cit., II, pág. 225.
43 Benavente, Memoriales, op. cit., pág. 177.
44 Véanse las págs. 260-264.
45 Díaz del Castillo, Historia verdadera, op. cit., II, pág. 458.
46 Vázquez de Espinosa, Compendio (1948), op. cit., págs. 222-223.
47 Sánchez de Aguilar, Informe contra idolorum cultores, op. cit., fol. 94v. Fundamento a favor, si necesario fuera, del acompañamiento de

instrumentos al canto polifónico. Benavente, Historia, op. cit., pág. 132, menciona la distribución en dos coros separados de cantores y
ministriles en la iglesia de Tlaxcala. Puede que exagerando, Torquemada, Veintiún Libros rituales y Monarquía Indiana, op. cit., III, pág.
214, había afirmado: «No hay pueblo de cien vecinos que no tenga cantores...», claro que Grijalva, véase la pág. 256, reduce la cifra a veinte
habitantes.
48 Vázquez de Espinosa, Compendio (1948), op. cit., pág. 607. El autor celebra igualmente la fama de la música en Lima y cita la

generalización de la práctica de este arte en todos los conventos americanos (págs. 409-410).

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Enrique Martínez Miura: La música precolombina FBA – Cátedra de Historia de la Música I

Coincide, casi al pie de la letra, con la noticia sobre el nivel de riqueza musical de los templos de Nueva
España hacia 1624:

[...] tantos instrumentos músicos en los coros, que cada uno representa la majestad de una muy rica y antigua
catedral.49

La equiparación de los informes provenientes de Méjico y del subcontinente comporta del mismo modo otra
inferencia: la verificación de que en torno a 1600-1630 la vida musical se había normalizado en todos los
virreinatos a partir de un momento inicial de explosión centralizada en Méjico.
El problema principal que plantea una descripción semejante consiste en delimitar el porcentaje de europeos y
de indígenas del Nuevo Mundo en la configuración de las capillas coloniales, aunque está claro que el impulso
de partida surgió de los misioneros y de los músicos civiles embarcados desde España.50
Los archivos documentales iluminan parte de la cuestión, pues los nombres de no pocos músicos inscritos son
inequívocamente indios. Así, en 1600 figuran nativos tañedores de chirimías en las listas de gastos del Cabildo
de la ciudad de Potosí.51
La mayoría de las capillas debía de contar con cantores e instrumentistas indígenas, si creemos generalizable
la descripción relativa a una provincia concreta:

En cada capilla de éstas suele haber ordinariamente quince o dieciséis indios, que por lo menos son menester, así
porque ellos tienen flacas voces y no suenan si no es en alguna multitud, como también porque ellos mismos
suplen el cantar y el tañer, y a esta causa tienen necesidad de descansar.52

Se desprende de esta última parte del texto la imperiosidad de la duplicación de las capillas:

De estos cantores y tañedores suele haber en cada pueblo adonde residen religiosos dos capillas para remudarse a
semanas, porque como son casados y tienen necesidad de proveer a sus mujeres e hijos, y además de esto buscar
con qué pagar el tributo, sería gran crueldad hacerlos venir cada día a la iglesia y ocuparlos en el canto [...].53

Otra cuestión no menos delicada que la dificultad económica añadida es la de si se practicaba la emasculación
en los muchachos para mantener su timbre de sopranos. La argumentación analógica, que registra la existencia
de «capones» en las capillas del Viejo Mundo,54 como modelo para el Nuevo, no es aplicable, al menos en los
comienzos, puesto que el objetivo era atraerse a los nativos.
La realidad social subyacente en las páginas del Informe de la Provincia del Santo Evangelio y otros escritos
semejantes, con sus problemas, conflictos y necesidades cotidianas, que apuntan en el testimonio anterior, cobra
mayor relieve gracias al concurso de más fuentes. En este sentido, tiene gran importancia confirmar que el
trabajo en las capillas era estimulado por diversos medios; el procedimiento tomaba en el virreinato del Perú la
forma descrita a continuación:

Las iglesias se hacen conforme a los pueblos, y algunas son tan grandes y suntuosas que pueden competir con las
catedrales. Son a lo más ordinario servidas con mucha decencia y cuidado, porque tienen sus sacristanes y sus
cantores, con maestro de capilla y de escuela, indios que enseñan y cantan y tocan chirimías y flautas y cornetas y
bajones. Hay entre ellos muy buenas voces, y por este servicio que hacen a la iglesia son reservados de pagar
tributo y de acudir a las minas y a otros servicios personales. Así el culto divino cada día se va celebrando con
más devoción, piedad y reverencia.55

49 Grijalva, Crónica, op. cit., fol. 71v.


50 Sobre la llegada de los primeros músicos junto a los hombres de armas a América, véanse las págs. 44-48.
51 Arzáns de Orsúa y Vela, Historia de la Villa imperial de Potosí, op. cit., I, pág. 244.
52 «Informe de la Provincia del Santo Evangelio», op. cit., pág. 65.
53 Ibid., pág. 65. La preocupación del relator por las condiciones materiales de los músicos nativos toma cuerpo en la continuación del

párrafo: «[...] y aun con todo esto padecen harto los pobres, y es cargo de conciencia no darles alguna ayuda de costa con que se puedan
sustentar». Los músicos europeos parece que no dejaban de pasar apuros: en 1530, el sueldo del organista de la catedral de Méjico, que
recibe «dieciséis castellanos de Castilla», se ve incrementado «porque es poco para esta tierra se le añaden a cumplimiento de treinta pesos
de buen oro de salario»; Cedulario, citado por Spell, «Music in the Cathedral of México», op. cit., pág. 297. En general, los músicos al
servicio de capillas eclesiásticas no perdían ocasión, por lo que sabemos, de cambiar de empleo, pero un estudio pormenorizado sobre el
asunto aclararía mucho de la vida interna del arte musical en las colonias.
54 Es el camino seguido por Spell, «Music in the Cathedral of México», op. cit., pág. 296, que a partir de la presencia de Francisco de Soto,

«capón», y Diego Méndez, «capón», en la capilla vaticana, deduce la posibilidad de que algunos de los muchachos aztecas fueran tratados
de igual modo.
55 Martín de Murúa, Historia general del Perú, edición de Manuel Ballesteros, Madrid, 1987, pág. 496. Resulta sorprendente que Ballesteros

se pregunte en nota al pie si el «bajón» del texto de Murúa puede aludir a un instrumento parecido al contrabajo; se trata, naturalmente, de
un aerófono similar, a grandes rasgos, al fagot. Por cierto que no es ésta una cuestión organológica de gran dificultad, pues los diccionarios
de la Real Academia de 1984 y el de María Moliner del mismo año recogen correctamente esta acepción musical.

7
Enrique Martínez Miura: La música precolombina FBA – Cátedra de Historia de la Música I

Para proveer algunos de los puestos, se educaba con tal destino a los jóvenes amerindios, ya que era un
método más barato y seguro que hacer venir desde Europa un tañedor experimentado. Uno de los oficios con
más demanda era el de organista; ésta era la situación mejicana a principios del XVII:

Ningún convento hay donde no haya órgano y para que no falte organista tienen cuidado de que se críe algún
mancebo de los que ya son cantores en la ciudad de Méjico, donde los sustenta de comunidad y pagan el maestro.
En todos hay ministriles y para esto no es menester enviarlos a Méjico, que unos a otros se enseñan. Ningún
pueblesito hay de veinte indios, donde no hay trompetas y unas flautas para oficiar la misa.56

La extensión de la polifonía, el gregoriano y el tañido instrumental aparecen igualmente corroborados en un


texto oficial no eclesiástico:

[...] se cantan las misas y los Oficios divinos por la mayor parte en todas las iglesias que tienen monasterios, en
canto llano y canto de órgano, con buena consonancia; y en algunos pueblos particulares, adonde hay más
curiosidad y posibilidad, se hacen los Oficios de la Iglesia con tanta solemnidad y aparato de música como en
muchas iglesias Catedrales de España. El canto de órgano es ordinario en cada iglesia, y la música de flautas y
chirimías muy común. En muchas partes usan de dulzainas, orlos, vihuelas de arco y de otros géneros de
menestriles, y también hay ya algunos órganos, y todos estos instrumentos tañen los indios [...].57

La cita de los instrumentos conlleva dos hechos distintos: la existencia de nacidos en las colonias capaces ya
de tocar con suficiencia técnica esos objetos traídos desde Europa, pero no menos el surgimiento de unos
artesanos indígenas instruidos para su construcción. Benavente testimonia:

Labran bandurrias, vihuelas y arpas, y en ellas mil labores y lazos. [...] Hacen también flautas muy buenas.58

Otra fuente ofrece noticias más detalladas acerca del mismo asunto, incluyendo su despliegue cronológico:

Los primeros instrumentos de música que hicieron y usaron fueron flautas; luego, chirimías; después orlos; y tras
ellos vihuelas de arco; y tras ellas cornetas y bajones; finalmente, no hay género de música, que no se use en la
iglesia de Dios, que los indios no la tengan [...]. Una cosa puedo afirmar con verdad, que en todos los reinos de la
cristiandad (fuera de las Indias) no hay tanta copia de flautas, chirimías, sacabuches, trompetas, orlos, atabales,
como en solo este reino de la Nueva España.59

Acoge asimismo el autor información de importancia sobre el instrumental de aplicación más profana:

Los demás instrumentos, que sirven para solaz y regocijo de las personas seglares, los indios los hacen todos, y
los tañen: rabeles, guitarras, cítaras, discantes, vihuelas, arpas y monacordios [...].60

Esta mención al empleo profano de los instrumentos musicales europeos por los habitantes de las colonias
señala el primer rastro de la línea evolutiva de las formas folclóricas que muestra parte del orgánico europeo
transplantado a América.
La complejidad de la construcción de los órganos parece indicar que su diseño habría quedado en manos de
maestros organeros españoles; el propio Pedro de Gante fue muy probablemente el promotor de la elevación de
los primeros,61 si bien el de la catedral de Méjico fue encargado y pagado por el propio obispo Zumárraga y
construido en Sevilla.62 Al comienzo del proceso, se llegó a suplir la falta de órganos por el tañido de flautas
policálamas a cargo de los indios, que, sin embargo, tocaban ya músicas que les habían enseñado los ministriles
castellanos.63

56 Grijalva, Crónica, op. cit., fol. 72r-v. Afirmaciones como ésta hay que ponerlas en su contexto: lo que presenta el autor es el éxito de una
política evangelizadora, pues la presencia de la música hasta el último rincón de la colonia significaba indefectiblemente el triunfo de la
implantación de la fe católica. Estas razones políticas están claras en el «Informe», op. cit., pág. 66: «[...] toda esta armonía es de grandísimo
provecho entre ellos para su cristiandad, y muy necesario el ornato y aparato de las iglesias para levantarles el espíritu y moverlos a las cosas
de Dios, porque su natural, que es tibio y olvidadizo de las cosas interiores, ha menester ser ayudado con la apariencia exterior [...]».
57 «Informe de la Provincia del Santo Evangelio», op. cit., pags. 65- 66.
58 Benavente, Historia, op. cit., pág. 263.
59 Mendieta, Historia eclesiástica indiana, op. cit., II, págs. 412-413. Torquemada, Veintiún Libros rituales y Monarquía Indiana, op. cit.,

III, pág. 214, lo copia literalmente.


60 Mendieta, Historia eclesiástica indiana, op. cit., II, pág. 413. Le sigue de nuevo Torquemada, Veintiún Libros rituales y Monarquía

Indiana, op. cit., III, pág. 214.


61 Spell, «First Teacher», op. cit., pág. 378.
62 Joaquín García Icazbalceta, Don fray ]uan de Zumárraga: primer obispo y arzobispo de México, Méjico, 1881, pág. 202.
63 Benavente, Memoriales, op. cit., pág. 179.

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Enrique Martínez Miura: La música precolombina FBA – Cátedra de Historia de la Música I

La vida musical de las capillas todavía hoy nos es conocida de modo muy fragmentario, si bien poseemos algo
de documentación, ciertamente, relativa a los enclaves más ricos y de actividad más acentuada. El centro tal vez
mejor estudiado es la catedral de Méjico,64 cuyos libros de archivo registran los

[...] cuatro oficios grandes de punto para cantar el oficio divino, y misales y breviarios grandes para el coro.65

El maestro de capilla más antiguo de que se tiene noticia se llamaba Juan Xuárez,66 que llegó en mayo de
1530, se encontraba activo en la catedral en 1532 y se mantuvo en el puesto hasta 1555.67 Las obligaciones de
Xuárez, extensibles a cualquier otro de sus colegas, quedan recogidas en un memorial:

[...] ha de haber una persona que entone los tonos y rija el facistol, que ha de suplir el oficio de sochantre [...].68

El florecimiento de la capilla catedralicia mejicana se debió sobre todo al interés y energía del primer obispo
de esa diócesis, Juan de Zumárraga.
Este religioso vasco (nacido en Tavira de Durango, Vizcaya, hacia 1468, y muerto en ciudad de Méjico el 3 de
junio de 1548), entró, por lo poco que se sabe, en la orden franciscana en su juventud, y aunque el mandato
expreso del emperador Carlos que le designaba como obispo de Méjico data del 12 de diciembre de 1527,69 no
desembarcó en Nueva España hasta un año más tarde, exactamente el 6 de diciembre de 1528. Como es lógico,
la ocupación primordial de Zumárraga consistió en el gobierno y cuidado de las necesidades religiosas de los
habitantes de su sede. El problema fundamental, a este respecto, mantenida dentro de límites razonables la
asistencia a los colonos europeos, era la conversión de los indios. En tal sentido, la labor del obispo vasco de
proporcionar ornato musical al primer gran templo del Nuevo Mundo debe ser entendida en el marco del plan de
persuasión70 emprendido por Pedro de Gante. Precisamente, una de las razones de su demora en incorporarse a
su cargo se encontró en las contrataciones de músicos y la compra de libros y manuscritos para el canto de
coro.71
Como ocurrió en la ciudad de Méjico, las otras capitales principales del Nuevo Mundo se enriquecieron
culturalmente de modo escalonado pero rápido con capillas musicales. En el virreinato del Perú, sabemos que
fray Antonio Lozano, ayudado de Juan Ramírez y Juan del Canto, fue uno de los propulsores sobresalientes,
pues

[...] asentó el culto divino con gran decencia y excelente música, acompañada de instrumentos sonoros,
ministriles, flautas, violones de arco, etc., que hasta hoy se conservan.72

Casi todas estas capillas mezclaron maestros oriundos de España y otros países del Viejo Mundo con cantores
nacidos en América.73 Esto implicó necesariamente una mezcla sutil de la manera de hacer música, aunque
desde luego la adoptada —impuesta, si se quiere— fuese la del sistema sonoro occidental. En dichos centros,
nacieron las primeras obras musicales a la europea creadas en el suelo del continente recién descubierto.
Un problema que se tornó específico del mundo colonial americano de la corona hispánica fue el número,
tenido como excesivo, de capillas y los miembros cada vez más numerosos que entraban a formar parte de los
conjuntos. Una explicación de este sorprendente proceso cabría encontrarla tanto en el empeño de evitar trabajos
más pesados, como en las posibles exenciones de tributos —esperanza ésta que se cumplía contadas veces—74

64 Existió una primitiva catedral mejicana, edificada a instancias de Hernán Cortés, entre 1524 y 1532. La nueva fue ordenada por real

cédula de 8 de octubre de 1536, que hubo de ser renovada por la de 28 de agosto de 1552; la primera piedra no se puso de hecho hasta 1573.
Véase Silvio Zavala, Una etapa de la construcción de la catedral de México alrededor de 1585, Méjico, 1982, págs. 2-4.
65 Cedulario, citado por Spell, «Music in the Cathedral of México», op. cit., pág. 295.
66 El texto no pretende una historia de la música colonial, sino que se introduce este asunto sólo en función de su influencia en el choque con

la música precolombina y la cultura y actitud generales de los nativos del Nuevo Mundo. Una idea del esplendor que pudo llegar a alcanzar
la proporciona la descripción de Francisco Cervantes de Salazar, Túmulo imperial, edición de Edmundo O'Gorman, Méjico, 1963, págs.
205-211, donde se describen las exequias por el emperador Carlos habidas en Méjico el 30 de noviembre de 1559. Con tal motivo, se cantó
polifonía en la iglesia de San Francisco; el autor señala la acogida muy especial que tuvieron las obras de Cristóbal de Morales entonces
escuchadas.
67 Actas del Cabildo, citadas por Spell, «Music in the Cathedral of México», op. cit., pág. 297; Stevenson, Music in México, op. cit., pág. 58.

Xuárez fue sustituido, entrado ya el año 1556, por Lázaro del Álamo. Spell, ibid., pág. 304.
68 Cedulario, citado por Spell, «Music in the Cathedral of México», op. cit., pág. 297. Sobre el sochantre, véase la nota 20, pág. 233.
69 La consagración oficial de Zumárraga como obispo tuvo lugar en Valladolid el 27 de abril de 1533.
70 Véase en la pág. 244 la carta de Zumárraga al emperador.
71 Stevenson, Music in México, op. cit., pág. 59. Al parecer, Zumárraga hizo visitas a España, después de tomar posesión de su puesto, en

las que renovó estas prácticas, a fin de aumentar los fondos de la capilla de la catedral. En 1532, el religioso tuvo que viajar a la corte, pues
el emperador le pidió cuenta de su uso de la excomunión y otras medidas severas, como la interdicción de entrar en la ciudad de Méjico, que
Zumárraga había tomado para defender a los indios de los excesos de los colonos. Otro viaje documentado es el de 1534 para la firma de la
fundación de la nueva catedral de Méjico.
72 Calancha y de Torres, Crónicas agustinianas, op. cit., I, pág. 81. El «hoy» del texto debe entenderse como algo antes de 1639.
73 Cantores indios frente al facistol se ven en la ilustración de Huamán Poma de Ayala, Nueva Crónica, op. cit., II, pág. 717.
74 Pero sí las suficientes como para la alusión contenida en la cédula de Felipe II de febrero de 1561, véase la pág. 263.

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Enrique Martínez Miura: La música precolombina FBA – Cátedra de Historia de la Música I

como objetivos primordiales para los indios que ingresaban en las capillas. El caso es que en 1576 había en el
virreinato de Nueva España 1.376 nativos trabajando como músicos de las iglesias.75
El estado de cosas surgido obligó a una normativa de orden legal, que, en el fondo, buscaba reducir la cantidad
total de los músicos de las capillas americanas.
Las Ordenanzas de Felipe II,76 concernientes al comportamiento de los religiosos en el Nuevo Mundo,
reconocían como principio general que los sacerdotes, en su misión,

[...] podrán usar de música de cantores y de ministriles altos y bajos [...].

Pero las autoridades eclesiásticas entendieron tal vez como demasiado secular la proliferación de instrumentos
en las capillas. Así se expresaba el arzobispo Alonso de Montúfar en 1556:

El gran exceso en nuestra archidiócesis de instrumentos musicales, de chirimías, flautas, violas, trompetas, y el
gran número de indios que gastan su tiempo en tocar y cantar nos obliga a aplicar un remedio y a poner un límite
a toda esta sobreabundancia. Por lo tanto, requerimos y ordenamos que, de aquí en adelante, no se toquen
trompetas en las iglesias durante el servicio divino, y requerimos que no se traigan más; aquéllas que ya están en
posesión de las iglesias se usarán tan sólo en las procesiones exteriores y no como acompañamiento de la liturgia.
Y por lo que respecta a las chirimías y flautas, ordenamos que sean almacenadas en las ciudades principales y
distribuidas sólo para ser usadas en las ciudades los días festivos de sus santos patronos; y en cuanto a las violas y
los otros instrumentos, demandamos que tampoco esos sean usados más; urgimos a todo el clero a instalar
órganos por doquier de modo que estos instrumentos impropios e indecorosos sean arrojados de la iglesia. El
órgano es el instrumento apropiado para ser usado en la iglesia, y deseamos que su uso se vuelva universal en
México.
Encargamos a todo el clero de nuestra archidiócesis y al restante de México que resida fuera de nuestra
archidiócesis pero bajo nuestra jurisdicción espiritual, que limite cuidadosamente el número de cantores en toda
nuestra jurisdicción de manera que no más de los necesarios continúen gastando su tiempo tan sólo en cantar.
Aquellos a los que se permita continuar deben ser capaces de cantar canto llano de modo inteligible. Cantarán
canto de órgano sólo cuando su canto se amolde a patrones que consideremos aceptables.77

En otras zonas americanas de la corona, el proceso vino a desarrollarse casi en idéntica dirección. El segundo
concilio limense prohibe en 1568 que se interpreten fiestas teatrales en el interior de las iglesias, aun cuando
sean representaciones de la Pasión de Cristo, y el tañido de instrumentos de percusión y otros considerados
profanos.78
Por descontado, lo que latía en el fondo de la cuestión era la voluntad de las autoridades eclesiásticas de
preservar la ortodoxia79 del culto tal como la entendían. La insistencia de las disposiciones reguladoras es la
mejor prueba de que en la realidad diaria no se respetaba lo ordenado. Que éste fue un problema que se extendió
a lo largo de un extenso período de tiempo acaba siendo demostrado por un texto de finales del siglo XVII, donde
todavía se reitera la obligación de un seguimiento canónico e íntegro de la liturgia:

Está prevenido en los Misales lo que se debe cantar en las Misas; y para que inviolablemente se observe
Mandamos S. S. A. que en todas las Misas cantadas se canten Gloria, Credo, Prefacio y Pater Noster; y que la
Gloria y Credo se canten en el coro enteramente, sin suplir por ello el órgano, ni dejar el Credo en el Incarnatus,
sino que se acabe, y hasta que lo esté, no continúe el sacerdote la Misa.80

Una correspondencia profana a todas estas preocupaciones la encontramos en una real cédula de febrero de
1561 emitida por Felipe II, en la que consideraciones de orden moral se mezclan con las mucho más
pragmáticas de alcance económico:

A nos se ha hecho relación que hay muy gran exceso y superfluidad en esa tierra, y gran gasto, con la diferencia
de géneros de instrumentos de músicas y cantores que hay, con trompetas reales y bastardas, clarines, chirimías y
sacabuches, y trompones, y flautas, y cornetas, y dulzainas, y pífanos, y vihuelas de arco, y rabeles y otros
géneros de música que comúnmente hay en muchos monasterios; lo cual, todo, dizque va creciendo, no solamente
en los pueblos grandes, pero en los pequeños; y que de ello se siguen grandes males y vicios, porque los oficiales

75 Datos del musicólogo mejicano Gabriel Saldívar, recogidos en Stevenson, Musicin México, op. cit., págs. 66-67.
76 Monarca del que no puede decirse que no estuviese interesado en sus posesiones de ultramar, pues consta que reunió una pequeña
colección de libros que trataban de la conquista y colonización americanas, entre los que asimismo se contaban manuscritos con testimonios
de los propios indígenas.
77 Citado por Stevenson, Music in México, op. cit., págs. 63-64. La fuente original se encuentra en Constituciones del arzobispado de

Tenuxtitlan México, Méjico, 1556, fol. 33r.


78 Rubén Vargas Ugarte, Concilios Limenses (1551-1772), Lima, 1951, vol. I, págs. 120-121. El texto latino relativo a los instrumentos dice:

«[...] pulsandum tímpano aut alio instrumento profano».


79 En la misma línea debe situarse el monopolio romano de impresión de misales. Sin embargo, en 1573, Felipe II arrancó al papa Gregorio

XIII permiso para publicar libros litúrgicos, que el rey, a su vez, concedió en exclusiva a la orden jerónima.
80 Antonio de León, Constituciones sinodales de Arequipa, Lima, 1688, fol. 68, n" 298.

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de ello y tañedores de los dichos instrumentos, como se crían desde niños en los monasterios aprendiendo a
cantar y a tañer los dichos instrumentos, son grandes holgazanes, y desde niños conocen todas las mujeres del
pueblo, y destruyen las mujeres casadas y doncellas y hacen otros vicios anexos a la ociosidad en que se han
criado; y lo mismo de los cantores. Y que en muchos pueblos los dichos tañedores y cantores no pagan tributo, y
carga el tributo sobre los pobres; y que también en muchos pueblos pretenden relevarse de la obediencia de sus
cabezas, y toman por principio y medio las dichas trompetas y músicas; y que conviene que vosotros y los
prelados y provinciales os juntéis, y platiquéis y deis orden en la reformación de los susodichos, porque importa
mucho al servicio de Dios y quietud de los pueblos y ocupación de los indios, para evitar los grandes pecados que
los susodichos cometen; y me fue suplicado lo mandase proveer y remediar como conviniese [...].81

Pero el mundo del deber ser de la normativa legal distaba de cumplirse al pie de la letra en los territorios
transoceánicos de la corona. Se ha apuntado que fue sobre todo en los medios de influencia de la orden
franciscana donde más se continuó favoreciendo la participación indígena en la vida musical de las colonias,82
pero no parece viable una distinción tan tajante. En la práctica cotidiana, las capillas probablemente mantenían o
hasta aumentaban el número de sus músicos nativos, lo cual dependió tanto de la ideología más o menos flexible
de la autoridad eclesiástica al frente de la parroquia o diócesis como, sobre todo, de las posibilidades
económicas de esa institución.
De manera incluso un poco irónica, el propio sucesor de Montúfar al frente del arzobispado de Méjico, el
también virrey Pedro Moya de Contreras, lo que hizo fue precisamente agrandar la capilla catedralicia a partir
de su toma de posesión en 1574; muy en especial, de ningún modo prescindió de los tañedores de instrumentos,
sino que todavía contrató más.83 Una prueba de que los intentos para contener, reducir o eliminar a los
instrumentistas de las capillas fracasaron en gran medida es la persistencia de las prohibiciones, el recuerdo
periódico de lo deseable que era alcanzar dicho objetivo, que se expresaba en los comunicados de régimen
interior de las órdenes religiosas cuando ya se ha entrado en el siglo XVII.84 Mucho de ese supuesto ánimo
reductor parece que quedó sobre el papel de las peticiones de los obispos o las recomendaciones de los
oidores.85 El mayor o menor uso de instrumentos tenía que ver con las preferencias dominantes en los institutos
religiosos; en el primer cuarto del siglo XVII, se establece entre los agustinos el tañer a la antífona tras la oración,
como asegura una crónica propia.86

9. 3. Represión de la música prehispánica


Sería crear una imagen idílica y por completo falsa si la panorámica realizada se limitase a presentar los
métodos seductores o que buscaban convencer como los únicos empleados en las colonias americanas para la
procura de un nuevo marco cultural y, en especial, la implantación de una nueva fe religiosa. Se dieron dos
maneras de proceder, una blanda y otra dura, más que consecutivas, simultáneas. Faltan datos para decidir si ello
obedeció a una estrategia evangelizadora o simplemente a las grandes diferencias de carácter de los hombres
involucrados en la empresa. En este sentido, la música indígena, como elemento que había sido identificado
como clave para todo el proceso por misioneros y autoridades de la jerarquía de la iglesia, se vio sometida a
prohibiciones, presiones o restricciones.
Es muy significativo que el texto de Montúfar, relativo a lo beneficiosa que en su criterio sería la reducción del
número de músicos de las capillas, ataque lo que para el arzobispo debía de constituir el núcleo del problema,
sin cuya solución nada podía llevarse a buen puerto en las causas del ornamento sonoro de los templos y, en
definitiva, de la conversión de los naturales. Escribe este religioso:

Los indios de esta nación continúan deleitándose con la clase de baile, fiestas y regocijos que disfrutaban durante
los días de su gentilidad; pero a fin de evitar la contaminación de las costumbres que pueden contener semillas
del mal, demandamos (como dijo san Pablo) que toda apariencia del mal sea evitada [...]. De aquí en adelante no
comenzarán a bailar antes de la hora de la Misa Mayor; pueden bailar, sin embargo, por la tarde y al anochecer.87

81 Carta de Felipe II al Presidente y los Oidores de la Audiencia Real de la Nueva España, fechada en Toledo el 19 de febrero de 1561.

Reproducida en Genaro García, Documentos inéditos o muy raros para la historia de México, 2a ed., Méjico, 1974, vol. IV, págs. 459-460.
82 Stevenson, Music in México, op. cit., pág. 66.
83 Spell, «Music in the Cathedral of México», op. cit., pág. 313; Stevenson, Mu-sicin México, op. cit., pág. 91.
84 Así, el caso de los jesuítas, quienes también utilizaron la música como método persuasivo para la conversión religiosa del indígena. Sobre

la represión de los pretendidos «abusos» de la universalización de la música en las tierras de su influencia, véase el Reglamento de 1620 del
Provincial de la Compañía, Gregorio de Orozco, como informa Guillermo Furlong Cardiff, Los jesuítas y la cultura rioplatense, Buenos
Aires, 1984, pág. 126.
85 Como el oidor Valderrama, quien en sus conclusiones al Consejo de Indias de 1565 se acogía a la corriente reduccionista de las capillas,

alegando razones de una mejor distribución salarial como finalidad para la supresión de los instrumentos —los de metal y percusión—, que
además creía poco convenientes para el culto divino; Jiménez Rueda, Historia de la cultura en México. El virreinato, op. cit., pág. 256.
86 Grijalva, Crónica, op. cit., fol. 17r.
87 Citado por Stevenson, Music in México, op. cit., pág. 64. Procede de Constituciones del arzobispado de Tenuxtitlan, op. cit., fol. 34v.

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Enrique Martínez Miura: La música precolombina FBA – Cátedra de Historia de la Música I

Dos cuestiones se perfilan claras: no se reglamenta, o en su caso impide, el lado musical88 sino en función de
los posibles efectos religiosos colaterales, tanto desde el punto de vista de la cultura colonizada como de la
colonizadora; la interdicción del texto precedente no tiene carácter absoluto, la danza ancestral puede continuar,
simplemente se la aleja de la celebración de la Misa.
Similar contenido de pensamiento descubre un cronista en las prohibiciones de los cantos, que, según él, se
siguen de un modo más estricto:

Pero es mucho de advertir que no les dejan cantar sus canciones antiguas, porque todas son llenas de memorias
idolátricas, ni [bailar] con insignias diabólicas o sospechosas, que representan lo mismo.89

Un hecho de indudable importancia, que muestra las tensiones en el seno de esta vertiente «dura» de la
evangelización, es que existían clérigos opuestos a la supresión de las instituciones y estructuras culturales
indias, porque estaban convencidos de la inmoralidad de semejante comportamiento. Defendían estas personas
el intervencionismo, pero bajo la forma de una simple limpieza en lo que danza y música pudieran afectar al
lado religioso. Es la postura expresada por el jesuita Acosta:

Aunque muchas de estas danzas se hacían en honra de sus ídolos, pero no era eso de su institución, sino como
está dicho, un género de recreación y regocijo para el pueblo, y así no es bien quitárselas a los indios, sino
procurar no se mezcle superstición alguna. En Tepotzotaln, que es un pueblo siete leguas de México, vi hacer el
baile o mitote que he dicho, en el patio de la iglesia, y me pareció bien ocupar y entretener los indios, los días de
fiestas, pues tienen necesidad de alguna recreación y en aquella que es pública y sin perjuicio de nadie, hay
menos inconvenientes que en otras que podrían hacer a sus solas, si les quitasen éstas. Y generalmente es digno
de admitir que lo que se pudiese dejar a los indios de sus costumbres y usos (no habiendo mezcla de sus errores
antiguos) es bien dejarlo, y conforme al consejo de san Gregorio papa, procurar que sus fiestas y regocijos se
encaminen al honor de Dios y de los santos cuyas fiestas celebran.90

Pero cuando se recurría a la prohibición, acerca del grado de cumplimiento de conminaciones como la del
arzobispo Montúfar nos informa la necesidad de su renovación de tanto en tanto. Aun en fecha tan tardía como
los primeros años del siglo XVIII, el obispo de Chiapas se ve forzado a recordar a los sacerdotes bajo su mando la
perniciosidad de los bailes mayas en mixtura con las grandes celebraciones del calendario católico. Esta vez se
amenaza con graves sanciones a los curas y a los indios:

Establecemos y mandamos que así en ésta de Corpus, como en todas las demás de Nuestra Señora, o Santos, no
haya bailes, ni otras ceremonias que tengan alusión o viso alguno a las supersticiones del Gentilismo antiguo, so
pena de suspensión de su oficio por el tiempo, que nos pareciere, a los curas, que lo permitieren, y de prisión en la
cárcel a los indios, que fueren transgresores de este nuestro mandato, y presos los reos nos den cuenta los curas
para que los castiguemos con la pena que nos parezca conveniente.91

En no pocas circunstancias, las prohibiciones de algunos bailes, sobre todo en el territorio inca, tendían a la
preservación del orden público, habida cuenta de la facilidad de los naturales para mezclar la danza con la
ingestión de alcohol o alucinógenos. El testimonio de Huamán Poma es por completo descarnado:

Si los indios hiciesen sin emborracharse las fiestas ni comer coca y sin idolatrar, fuera fiesta de cristiano. Danzas
y taquies y haylles y cachivas, haravies como cristiano fuera bien. Pero a ojos y a vista que lo confieso como lo
he visto, estando borrachos idolatran y fornican a sus hermanas y a sus madres, las mujeres casadas. Y las
mujeres, estando borrachas, andan salidas; ellas propias buscan a los hombres, no miran si es su padre ni
hermano.92

Como es lógico, muchas de las cuestiones de policía afectaban casi por igual a los naturales del Nuevo Mundo
y a los europeos93 pasados al otro lado del océano. Una misma preocupación de raíz moral se encuentra en las
dos fuentes siguientes; la primera, sobre un baile pecaminoso —según el criterio del autor— durante una fiesta
en 1719 en la ciudad de Potosí:

88 La afirmación de Martí en Instrumentos musicales precortesianos, op. cit., pág. 17, que pretende que toda la música del Méjico

prehispánico fue perseguida en virtud de su carácter religioso, debe ser confrontada con una casuística pormenorizada que se presenta lo
suficientemente compleja y contradictoria como para poner en entredicho una conclusión tan general.
89 Torquemada, Veintiún Libros rituales y Monarquía Indiana, II, op. cit., pág. 78. Las palabras «no les dejan» debemos tomarlas como

expresión de una voluntad, dados los testimonios de persistencia de los ritos y los cantares que este autor nos transmite.
90 Acosta, Historia natural y moral, op. cit., págs. 434-435.
91 Francisco Núñez de la Vega, Constituciones Diocesanas del Obispado de Chiappa, Roma, 1702, vol. I, pág. 91.
92 Huamán Poma de Ayala, Nueva Crónica, op. cit., II, pág. 938. Según el autor, este comportamiento no se producía antes de la

colonización.
93 En principio, hubiera debido regir la norma de separación de residencia entre las dos poblaciones, pero no siempre fue así; por otro lado, un

poder jurisdiccional como el de la Inquisición no tuvo desde un primer momento competencias con respecto a la población indígena; véase
el apartado 9. 3. 1, pág. 269.

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Enrique Martínez Miura: La música precolombina FBA – Cátedra de Historia de la Música I

[...] se pusieron a bailar aquel maldito son que a un mismo tiempo se canta y se baila, que en el idioma de los
indios se llama Caymari Vida, que es el estribillo, y en el castellano es lo mismo que decir «Esta es la vida, este
es el gusto», muy semejante a la chacona de España y a su zarabanda tan celebrada de la juventud vulgar.94

Y la segunda, en vigor para toda la población de la colonia, la prohibición formal de que bailasen las mujeres
solas e igualmente con hombres, que dicta Melchor de Navarra y Rocafull, virrey del Perú, el 12 de marzo de
1682:

Por cuanto estoy informado de los excesos que se cometen con ocasión de hacer danzas las mujeres en la
celebración de las fiestas [...] de que se siguen muchos peligros y escándalos, faltando por este motivo a la
asistencia y servicio de sus padres, casa y labores: y deseando remediar este desorden, introducido con el pretexto
de mayor celebración en el culto de la Iglesia [...] ordeno que en ninguna ciudad [...] se puedan hacer danzas de
mujeres solas, ni que en ninguna de hombres pueda entrar alguna, grande ni pequeña [...].95

Que el virrey no bromeaba lo prueba la condena reservada para la mujer que incumpliese esta prohibición: dos
años de servicio en un recogimiento de caridad.96

9. 3. 1. Inquisición y música
Una cuestión particularmente interesante es la planteada por las relaciones entre las culturas musicales
autóctonas del Nuevo Mundo, sujetas ya al cambio de la aculturación, con el Tribunal del Santo Oficio. En
cuanto que maquinaria represora sofisticada en grado sumo, se pensaría que ésta era el arma judicial idónea para
la eliminación de las llamadas idolatrías. Existía, sin embargo, un problema ideológico de fondo: el Tribunal, en
principio, era competente tan sólo para juzgar las conductas de los miembros, natos o conversos, de la Iglesia
católica.97
La propia implantación del Tribunal del Santo Oficio en Méjico tuvo lugar en un momento que podemos
considerar bastante avanzado de la vida colonial del virreinato, puesto que Felipe II no la sanciona con su real
firma hasta el 2 de noviembre de 1571. Instituye de hecho la Inquisición el tercer arzobispo de Méjico, Pedro
Moya de Contreras, para perseguir a los «luteranos y sus insanias». De inmediato, tuvo efecto un gran auto
general de fe con varios penitenciados, de los cuales dos fueron quemados.98
Ahora bien, con anterioridad a esta fecha, ciertas jerarquías eclesiásticas estuvieron revestidas para su acción
de poderes inquisitoriales extraordinarios. Los historiadores reconocen que hasta 1519 las actividades de este
tipo tuvieron escasísima importancia.99
Los pasos conocidos revelan que las costumbres culturales, los ritos y creencias de los indios en absoluto
constituían materia de investigación. Con fecha 12 de julio de 1517, el cardenal Cisneros, inquisidor general de
España, otorga facultades inquisitoriales a todos los obispos de Indias, con una misión muy concreta, la de
reprimir a los europeos que se encontrasen en el continente, así como a los judíos y moros conversos,100 porque
era deseo claro de la autoridad de la Iglesia la conservación del pretendido estado de pureza espiritual en que se
hallaba América de cara a la evangelización; por ello, era tierra prohibida para los fieles de otras religiones
extrañas a la católica, y por supuesto para los herejes y condenados en el pasado por la Inquisición, aunque hu-
biesen sido rehabilitados por medio del rito de la reconciliación.101
El primer juicio de la Inquisición mejicana102 contra un nativo tuvo como reo al indio Marcos de Acolhuacán,
acusado en 1522 de concubinato; y el primer fraile dotado de atribuciones inquisitoriales específicas fue fray
Martín de Valencia a su llegada a Nueva España en 1524.103
Zumárraga fue nombrado inquisidor apostólico el 27 de junio de 1535 y dotado de competencias especiales
concernientes a la materia. Su actuación episcopal como juez ordinario empezó el 5 de junio del año
siguiente.104

94 Arzáns de Orsúa y Vela, Historia de la Villa imperial de Potosí, op. cit., III, pág. 88. A continuación, el autor relata un cuentecillo
moralizante: debido a un hecho prodigioso de origen inexplicable, todos los bailarines mueren por haber intervenido en la danza nefanda,
salvo una joven, que, por supuesto, se entrega de inmediato al arrepentimiento más sincero.
95 León, Constituciones sinodales de Arequipa, op. cit., fol. 41, n" 172.
96 Ibid., fol. 41, n" 173. La fiebre ordenancista de Navarra y Rocafull le condujo también a dictar interdicción de que los clérigos asistiesen a

fiestas de toros (fol. 4, n° 280).


97 Se dieron excepciones, como las condenas registradas de algunos sacerdotes de las religiones prehispánicas, en cuyo caso la jurisdicción

del Tribunal habría que entenderla como una respuesta ante lo que se creía contumacia en el mantenimiento de la idolatría.
98 Suárez Peralta, Tratado del descubrimiento de las Indias y su conquista, op. cit., pág. 281.
99 Richard E. Greenleaf, Inquisición y sociedad en el México colonial (sin indicación de traductor), Madrid, 1985, pág. 17.
100 Greenleaf, Inquisición y sociedad en el México colonial, op. cit., pág. 18.
101 Bennassar, La América española y la América portuguesa, op. cit., pág. 185.
102 El primer auto de fe americano tuvo lugar en Santo Domingo en 1523, cuando fue entregado al poder secular el condenado por hereje

Antonio de Escalante; Bennassar, La América española y la América portuguesa, op. cit., pág. 180.
103 Greenleaf, Inquisición y sociedad en el México colonial, op. cit., págs. 18-19.
104 Ibid, págs. 25-26.

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Enrique Martínez Miura: La música precolombina FBA – Cátedra de Historia de la Música I

El primer juicio por luteranismo tuvo efecto contra Alonso de Paz, joyero moravo, por denuncia de Andrés
Alemán, el 14 de agosto de 1536, porque en verdad las ideas reformistas ganan precisamente cierta
diseminación por Nueva España en el quinquenio 1536-1540.105
En 1539, sobrevino la actuación inquisitorial más controvertida de Zumárraga: como resultas del proceso
incoado contra el cacique don Carlos de Texcoco, por el sorprendente cargo de hacer sacrificios humanos, el reo
fue condenado a muerte. La sentencia se cumplió y el culpado de hecho quemado en la hoguera.106 Las
consecuencias que se pueden deducir de este caso, más que si el propio don Carlos practicaba o no los
sangrientos ritos que se le imputaban, atañen al temor por parte de la autoridad eclesiástica de que los naturales
del Nuevo Mundo siguieran cumpliendo sus ceremonias a escondidas, como se creía que lo hacían —y a veces
así era— en las tierras europeas de la corona los conversos oficiales moriscos y judíos. Hasta qué punto ese
miedo nacía del trabajo pegado al suelo real de la colonia, nos lo indica la reacción en la corte ante la condena.
Aun reconociendo que el celo107 del arzobispo perseguía las altas miras de acabar con aquello que pusiese en
peligro la evangelización en marcha, el ajusticiamiento del cacique se consideró una medida de un rigor
excesivo. Zumárraga fue reprendido y en 1543 cesado como inquisidor.108
Tal vez por ello la actividad inquisitorial novohispana decae con la presencia del visitador Francisco Tello de
Sandoval109 (1543-1547), pero se reactiva un tanto desde 1556 con Alonso de Montúfar, sucesor de Zumárraga,
siempre dentro de una actuación dubitativa. Este estado de cosas es el que buscaba zanjar el edicto de noviembre
de 1571 por el que la Inquisición episcopal dio paso al Tribunal del Santo Oficio. Sin embargo, por lo que
respecta a su labor de vigilancia y represión de la cultura autóctona, sus normas de conducta distaban de estar
claras. Lo cierto es que si el Tribunal tenía o no jurisdicción sobre los indios era, incluso en la época, algo
confuso.110 En el fondo, latía una polémica teológica; puesto que los naturales americanos eran cristianos
nuevos, hubo partidarios de que la Inquisición se abstuviese de cara a ellos.
La realidad es que el Tribunal recopiló informes sobre el terreno, basándose en el principio del objetivo
supremo de combatir la llamada idolatría de los indios. Se conocen casos de acusación por heterodoxia contra
indígenas en el siglo XVII y todavía en la ilustrada centuria siguiente los hay, más discontinuos, por las dos
grandes preocupaciones del empeño colonizador, sacrificios humanos e idolatría.111
El comportamiento de los tribunales de la Inquisición fue seguramente muy variable de unas zonas a otras.
Sabemos, por ejemplo, que los autos de fe llegaron a tener lugar en Lima de manera muy esporádica. En esta
ciudad se creó el tribunal por la misma cédula que lo fundaba en Méjico. Hubo al inicio trato de excepción para
los indios, luego surgieron problemas económicos que complicaban enormemente la realización de un auto:
elevado precio de la madera para el tablado, costos del aparato de música para pregonarlo y otras causas
complejas.112 En Nueva España las acciones no iban por un camino distinto: en el curso del año 1630, en
Yucatán, la consigna parece que seguía la dirección de dejar hacer:

El Santo Oficio disimula con los indios por orden de su majestad.113

En términos generales, el cuadro que se nos presenta es el de una intervención del Tribunal sólo ante
transgresiones flagrantes que se entendían constitutivas de herejía. Las prácticas musicales afectadas lo fueron
por esta misma razón. Desde luego, la música precolombina nunca se vio envuelta, por su mismo carácter no
objetual, en los grandes autos de fe como los hechos por Zumárraga en Méjico114 y Landa en Maní (1562),
donde las artes plásticas y la escritura jeroglífica de los códices pagaron en las llamas la acusación de ser cosa
de los demonios y plataforma para la continuación de la idolatría.
Un caso, que conocemos con cierto detalle, nos ilustra sobre el tipo de manifestaciones que deseaban
reprimirse y también acerca de los conflictos de competencias en que la Inquisición se vio implicada.

105 Richard E. Greenleaf, Zumárraga and the Mexican Inquisition, 1536-1543, tesis doctoral, Universidad de New México, 1957, págs.

152, 160 y sigs.


106 Greenleaf, Inquisición y sociedad en el México colonial, op. cit., pág. 27.
107 La inflexibilidad del arzobispo pudo deberse a que él mismo se encontraba en una situación delicada, pues alguno de los estudiosos de su

vida no duda en colocarlo entre los erasmistas que seguían, con todas las matizaciones que se quieran y desde luego en los límites de la más
estricta ortodoxia, una línea de humanismo cristiano. Véase Greenleaf, Zumárraga and the Mexican Inquisition, op. cit., págs. 72 y 78.
También puede consultarse Marcel Bataillon, Erasmo y España, traducción de Antonio Alatorre, 2a ed., 3a reimpresión, Madrid, 1986,
especialmente el apéndice «Erasmo en el Nuevo Mundo», págs. 807-831.
108 Greenleaf, Inquisición y sociedad en el México colonial, op. cit., pág. 123. El sangriento final del caso de don Carlos de Texcoco quizá se

comprendiese mejor a la luz de los conflictos constantes de Zumárraga con los poderes civiles.
109 Tello había sido inquisidor en Toledo, pero su actuación en Méjico, en calidad de funcionario dependiente del Consejo de Indias, estuvo

encaminada al cumplimiento de las Leyes Nuevas, intento en el que fracasó por la agitación de los encomenderos. Las Leyes fueron
suspendidas por el virrey Mendoza.
110 Greenleaf, Inquisición y sociedad en el México colonial, op. cit., pág. 121.
111 Ibid, págs. 126, 130 y 132.
112 Vázquez de Espinosa, Compendio (1992), op. cit., págs. 610 y sigs.
113 Sánchez de Aguilar, Informe contra idolorum cultores, op. cit., fol. l00v.
114 García Icazbalceta, Don fray Juan de Zumárraga, op. cit., págs. 305 y sigs., acepta la quema de pinturas, pero no la destrucción masiva

de códices por obra de su biografiado.

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Enrique Martínez Miura: La música precolombina FBA – Cátedra de Historia de la Música I

En junio de 1620, Antonio Prieto de Villegas, comisario del Santo Oficio de Mazatenango, escribe al
correspondiente de Guatemala, Felipe Ruiz del Corral, exponiendo la conveniencia de desterrar el baile tum-
teleche de los indios de la nación achí, por entender que dicha danza es portadora de idolatrías. Empero, el deán
Ruiz del Corral le contesta que se abstenga de toda diligencia inquisitorial, pues dictamina que la jurisdicción
pertenece a los tribunales eclesiásticos ordinarios.
El tum-teleche continuó practicándose todavía por unos años, pero el 8 de noviembre de 1623 se dicta auto
judicial con el fin de extirparlo de las costumbres de los nativos. La danza, que por lo que sabemos consistía en
los movimientos de un bailarín atado que era embestido por cuatro figuras de aspecto zoomórfico, se consideró
una reproducción demasiado fiel de los ritos de sacrificio humano a los dioses de la época anterior a la vigencia
del cristianismo en la zona:

[...] y el traer ahora en su cristiandad a la memoria esta iniquidad y maldad, representando en el dicho baile, tan a
lo vivo, el modo que tenían cuando sacrificaban hombres a sus ídolos, redunda en mucho detrimento de la fe
católica y evangélica [...] pues, siendo estos naturales [...] tan aficionados e inclinados a este baile [...] no les falta
más, en el dicho baile, que matar y sacar el corazón al hombre que allí traen bailando [...].115

Pero lo que más podía molestar a las autoridades coloniales era que el tum-teleche se danzaba en días
coincidentes con algunas de las fiestas más señaladas del calendario católico. Es lo que se desprende de la
notificación, con fecha de 11 de noviembre de 1624, del notario Pedro de Luna, perteneciente al pueblo de San
Antonio Suchitepéquez:

[...] usan los dichos indios el dicho baile en las mayores festividades que celebra nuestra Santa madre Iglesia
[...].116

No puede olvidarse, sin embargo, que la actividad principal de la Inquisición se centraba en el proceder
sospechoso de los «cristianos viejos», por eso se dio el suceso del procesamiento de dos músicos, Juan Moreno
y Cristóbal Barrera, que se negaron a tocar durante las ceremonias de constitución del Tribunal mejicano.117 Por
regla general, la Inquisición afectó más a los músicos y la música europeos —esta última llegaba en forma de
libros impresos— que al arte sonoro autóctono de transmisión oral. Los archivos del Santo Oficio de Nueva
España revelan una meticulosa labor de censura de las publicaciones, musicales o no.118
Hasta la entrada en funcionamiento de la primera imprenta mejicana, el control se encontraba focalizado en el
desembarco de libros procedentes del Viejo Mundo, pero en cuanto los tipos móviles comenzaron a actuar en la
colonia la vigilancia se hizo más dificultosa. La imprenta se instaló velozmente, pues el primer libro datado en
la ciudad de Méjico, Rezo del Santo Rosario, es de 1532-1534. Para la década de 1570, la del cese de la
Inquisición episcopal, existen ya libros de doctrina en español y en náhuatl.119 Un papel muy importante en la
vigorización de la imprenta lo jugó el arzobispo Zumárraga, quien se preocupó por conseguir que algunas de las
obras se tradujesen a la lengua india; él mismo escribió textos de carácter pedagógico, que en seguida se dieron
a las planchas, como los titulados Doctrina breve muy provechosa (Méjico, 1544) o Regla cristiana (Méjico,
1544).
Pese a la difusión de la imprenta, los indios siguieron copiando los libros de coro hasta un momento muy
avanzado; la causa era muy sencilla: resultaba mucho más barato. Aun así, fue precisamente en Méjico donde se
imprimió en 1556 el primer libro de música litúrgica, un Odinarium sin mención de su editor, y ésta fue la única
localidad de las colonias americanas que durante toda la etapa de pertenencia a la corona española daría a la luz
trabajos de esta clase. Entre 1560 y 1589, se publicaron doce libros de música litúrgica, una cifra muy alta para
la época.120
Si el libro musical mejicano más antiguo aparece como anónimo, del segundo, en cambio, sí que se dispone de
más información: fue el Manuale Sacramentorum (Méjico, 1560), debido al trabajo de Juan Pablos,121 que fue el
primer impresor del Nuevo Mundo que gozó de monopolio.
Las publicaciones musicales siguientes avanzan considerablemente en cuanto a calidad técnica; en tal sentido,
el Missale romanorum (1561) ofrece un acabado de gran refinamiento en la realización de sus tintas a dos
colores, rojo y negro. Poco después, Antonio de Espinosa122 edita ya música con gran nitidez y cuidada

115 Parte del auto, reproducido en Chinchilla Aguilar, «La danza del Tum-Teleche o Loj-Tum», op. cit., págs. 17-18.
116 Chinchilla Aguilar, «La danza del Tum-Teleche o Loj-Tum», op. cit., pág. 18.
117 Jiménez Rueda, Historia de la cultura en México. El virreinato, op. cit., pág. 255.
118 Stevenson, Music in México, op. cit., pág. 77.
119 Los abundantes diccionarios y los libros de gramática de las lenguas indias, así como los textos editados en unos nueve idiomas nativos

diferentes, muestran la presencia de las culturas precolombinas en la imprenta colonial temprana.


120 Spell, «Music in the Cathedral of México», op. cit., págs. 313-314; Stevenson, Music in México, op. cit., pág. 69. Este autor coteja con

las ediciones en la materia hechas en España: catorce libros de música litúrgica de 1550 a 1600 y veintinueve para todo el siglo XVI.
121 Spell, «Music in the Cathedral of México», op. cit., pág. 314.
122 Véase Alexandre A. M. Stols, Antonio de Espinosa. El segundo impresor mexicano, Méjico, 1962.

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presentación, como atestiguan consecuciones del alcance estético de las láminas XIV del Graduale dominicale
de hacia 1568 y XXXIV del libro de igual título de 1576.
Pues bien: el impresor Espinosa se vio envuelto en dificultades con la Inquisición, e incluso encarcelado, sin
que pudiera terminar un libro musical, Antiphonario dominical, en el que según testimonios trabajaba cuando
topó con el celo del Santo Oficio. De esta hipotética obra no se conoce hasta el momento ejemplar alguno
conservado.123 El problema se extendió a varios otros profesionales, con lo que alcanzó las dimensiones de un
conflicto gremial.124
En definitiva, las pesquisas inquisitoriales afectaron mucho más a los músicos que, procedentes del Viejo
Mundo, se habían asentado en la tierra firme del otro lado del océano, que a los nativos que seguían practicando
su propio arte sonoro, hasta donde les era permitido, o habían ingresado en las capillas eclesiásticas. Los
cristianos viejos eran sometidos a los informes de limpieza preceptivos, mientras que los indios convertidos,
para los que evidentemente era inviable todo estudio de genealogía de su fe, se veían tratados con mucha mayor
benevolencia.
Unos y otros músicos estaban sujetos a un sistema de prohibiciones, que, por lo demás, tenía mucho de pura
reglamentación laboral. Los indios no podían cantar la Misa o las horas canónicas y los clérigos tenían vedado
interpretar canciones profanas en público. La danza de cualquier género debía efectuarse entre las horas de la
Misa y las de Vísperas.125

9. 4. Persistencia de las músicas prehispánicas


Si la aculturación no pudo en absoluto ser un fenómeno fulminante, desaparece el mito de la extinción
instantánea de la música de las culturas precolombinas. Ni la persuasión suave, que buscaba atraerse a los indios
a la religión católica —y en el plano musical los absorbía hacia la tradición del Occidente europeo— ni las
prohibiciones concretas hicieron morir de un solo golpe tradiciones seculares. Diversos testimonios de las
fuentes confirman una larga agonía, en la que algunas prácticas musicales se mantuvieron aún por largo tiempo
e incluso cabe hablar de posturas aisladas de resistencia frente a la asimilación del sistema europeo. Esto no
sería sino una parte del fenómeno más amplio de unas culturas enfrentadas a la posibilidad de su desaparición;
la música tendría en este cuadro una connotación especial por su ligamento estrecho con las religiones
americanas precristianas, que pese a todo el esfuerzo evangelizador siguieron cultivándose en secreto en algunos
círculos empeñados en la defensa de las viejas tradiciones.
Una idea del amplio espacio temporal que tomaron los cambios nos la proporciona un pasaje de Grijalva; de
acuerdo con este autor, los nativos

[...] cantaban aquellos cantares, que antiguamente tenían consagrados a sus dioses, sin querer cantar los que el
padre Coruña había hecho en alabanza de nuestro Padre S. Agustín, costumbre que aquellos primeros padres
tuvieron con grandísimo provecho de las almas [...].126

Incluso los cantos y ritos que las jerarquías eclesiásticas tenían como idolátricos se mantuvieron hasta fecha
tardía, hecho que explica el informe de intervención de personas como Arriaga.127 Para algún autor, poca es la
diferencia que aprecia entre la etapa anterior a la cristianización y la que siguió a la misma:

En su gentilidad y ahora bailan y cantan al uso de los mexicanos, y tenían y tienen su cantor principal, que entona
y enseña lo que se ha de cantar, y le veneran y reverencian, y le dan asiento en la iglesia, y en sus juntas y bodas,
y le llaman holpop, a cuyo cargo están los atabales, e instrumentos de música, como son flautas, trompetillas,
conchas de tortugas y el teponaztli [...]. Cantan fábulas y antiguallas, que hoy se podrían reformar, y darles cosas
a lo divino que canten. Confieso, que aunque metí la mano en esta materia, no fue tanto cuanto convendría.128

El texto de Sánchez indica la conservación del típico instrumental indígena en las primeras décadas del siglo
XVII. También es de muchísimo interés su mención a las formas de juego escénico,129 por lo que ilumina acerca
de la intermitencia de ciertas prohibiciones:

123 Stevenson, Music in México, op. cit., págs. 78-79.


124 Del que da prueba el Escrito de unos libreros de México pidiendo al Santo Oficio que no se les recojan libros (1571), citado por Spell,
«Music in the Cathedral of México», op. cit., pág. 314.
125 Spell, «Music in the Cathedral of México», op. cit., pág. 304. Los archivos inquisitoriales mejicanos conservan casos de procesos por la

ejecución de cantos o bailes profanos; la música no religiosa no era perseguida como tal, sino sólo en los casos que se consideraban
heréticos por la letra o pecaminosos por los movimientos de los bailarines.
126 Grijalva, Crónica, op. cit., fol. 24r. De inmediato, el autor enlaza con el tópico del conductor de la danza pagana castigado por una

muerte tan súbita como milagrosa.


127 Véase la pág. 20 y nota 30.
128 Sánchez de Aguilar, Informe contra idolorum cultores, op. cit., fol. 93r. El autor fue inquisidor en Lima.
129 Sobre el problema de la existencia del teatro precolombino, véase el apartado 6. 2. 5, pág. 172.

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Tenían, y tienen, farsantes, que representan fábulas e historias antiguas. Son graciosísimos en los chistes y motes
que dicen a sus mayores [...]. Los religiosos vedaron al principio de su conversión estos farsantes, o porque
cantaban antiguallas, que no se dejaban entender, o porque no se hiciesen de noche estas comedias y evitar
pecados en tales horas. Y averiguando algo de esto, hallé que eran cantares y remedos que hacen de los pájaros
cantores y parleros; y particularmente de un pájaro que canta mil cantos, que es el cachic, que llama el mejicano
cencontlatoli, que quiere decir pájaro de cien lenguas.130

Los cantos miméticos de raíz totémica no desaparecieron, por lo tanto, por la simple presencia de la cultura del
conquistador, como tampoco podemos dar por definitivamente extinta una forma musical o danzable porque se
encuentre documentada su interdicción, los casos semejantes al que describe Sánchez de Aguilar podrían no ser
tan raros. Hasta los ritos más impregnados de lo que el religioso europeo entendía como paganismo pervivieron
gracias a cierta permisividad no exenta de valoraciones estéticas:

De estas danzas, la mayor parte era superstición y género de idolatría, porque así veneraban sus ídolos y guacas;
por lo cual han procurado los prelados evitarles lo más que pueden semejantes danzas, aunque por ser mucha
parte de ella pura recreación, les dejan que todavía dancen y bailen a su modo.131

Un motivo más de la perseverancia de los cantos propios de los indios pudo darse en el hermetismo de los
textos, así como en la tendencia de las prohibiciones a causar un efecto de rebote:

De esta manera ellos cantan cuando quieren y cantan los cantares antiguos que usaban en el tiempo de su
idolatría, no todos, sino muchos, y nadie entiende lo que dicen por ser sus cantares muy cerrados. Y si algunos
cantares usan que ellos han hecho después acá de su convertimiento, en que se trata las cosas de Dios y de sus
santos, van envueltos con muchos errores y herejías, y aun en los bailes y areitos se hacen muchas cosas de sus
supersticiones antiguas y ritos idolátricos, especialmente donde no reside quien los entiende. Y entre los
mercaderes más comúnmente pasa esto cuando hacen sus fiestas, convites y banquetes. Esto va adelante; cada día
se empeora y no hay quien procure de lo remediar, porque no se entiende sino de pocos y ellos no lo osan decir.
Las cosas de la borrachería cada día se empeoran y los castigos que se hacen no son de manera que el negocio se
remedie, mas antes de manera que se empeora.132

Otras formas se resguardaron bajo capa de una especie de semiclandestinidad. Así, como más arriba, igualmente
en el Perú:

[...] conservan todavía muchas ceremonias que tienen origen de estas fiestas y superstición antigua. Por eso es
necesario advertir en ellas, especialmente que esta fiesta del ytu la hacen disimuladamente hoy día en las danzas
del Corpus Christi, haciendo las danzas del llamallama y de guacón y otras conforme a su ceremonia antigua, en
lo cual se debe mirar mucho.133

Pasados los primeros años del siglo XVII, dentro de las «muchas maneras» que los indios tenían de bailar, cabía
distinguir la que seguía el modo antiguo, aymatha en lengua aimará.134
Los nativos del Nuevo Mundo sentían un apego muy pronunciado por las danzas y músicas que les eran
consustanciales, no sólo por su lado de expresión cultural, sino en tanto que ritos de su religiosidad.135
También en Méjico, en el momento de redactar Duran su crónica, se mantienen algunos de los cantos amorosos
de época prehispánica:

[...] como hoy en día se cantan cuando se regocijan.136

La tenacidad de ciertas formas culturales no debe extrañar; en la primera mitad del siglo XIX, encuentra John
Lloyd Stephens que junto a los muy europeos violines está todavía en activo el tunkul de los mayas.137
Es cierto que los instrumentos, despojados con más facilidad que los cantos o las danzas de toda significación
religiosa y a pesar de su primitiva condición de ídolos, fueron los elementos del sistema musical primitivo que
mejor sobrevivieron al embate de la aculturación. Atestigua de este modo Sahagún, acerca de dos percusiones:

130 Sánchez de Aguilar, Informe contra idolorum cultores, op. cit., fol. 93r-v.
131 Acosta, Historia natural y moral, op. cit., pág. 433.
132 Sahagún, Historia general, op. cit., II, pág. 725.
133 Acosta, Historia natural y moral, op. cit., pág. 378.
134 Bertonio, Vocabulario, op. cit., pág. 90.
135 A este respecto, referido a los incas, véase Polo de Ondegardo, El mundo de los incas, edición de Laura González y Alicia Alonso,

Madrid, 1990, pág. 117.


136 Duran, Historia de las Indias de Nueva España, op. cit., II, pág. 230.
137 John Lloyd Stephens, Viaje a Yucatán, edición de Juan Luis Bonor, traducción de Justo Sierra O'Reilly, Madrid, 1989, vol. I, pág. 128.

Sobre el tunkul, véase la nota 5, pág. 110.

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Enrique Martínez Miura: La música precolombina FBA – Cátedra de Historia de la Música I

Usaban de atambor y de tamboril; el atambor era alto, como hasta la cinta, de la manera de los de España en la
cobertura; era el tamboril de madero hueco, tan grueso como un cuerpo de un hombre, y tan largo como tres
palmos, unos poco más y otros poco menos, muy pintados. Este atambor y tamboril ahora lo usan de la misma
manera. Usaban también unas sonajas de oro, y las mismas ahora usan de palo. Y usaban de unas conchas de
tortuga hechas de oro, en que iban tañendo; y ahora las usan naturales de la misma tortuga.138

Tambor y tamboril podrían identificarse, respectivamente, con huehuetl y teponaztli, aunque es raro que
Sahagún, que utiliza la terminología indígena correcta en otras partes de su obra, prescinda aquí de ella. Fuese
así o no, para el caso del teponaztli está documentado su empleo hasta los tiempos de Clavijero, rebasada ya la
segunda mitad del siglo XVIII:
El teponaztli o atabal, que hasta hoy es muy usado [...].139

9. 5. Mezclas culturales
Una vía peculiar de prolongación de determinadas formas musicales autóctonas es la de su transplante del
contexto cultural primigenio al nuevo producido por la aculturación. Es éste el rasgo más característico del
proceso colonizador que tuvo lugar en la América hispánica. Con la adopción de lo foráneo en el nuevo medio,
se producen normalmente alteraciones del baile o canto original; estas mutaciones, por su misma sutileza,
pueden escapársenos desde nuestra perspectiva actual. El cronista, o historiador en su caso, se limita a registrar
la vigencia de lo que observa:

Se conserva también hasta hoy entre los mexicanos una danza antigua que llaman vulgarmente el tocotin, la cual
es bellísima y tan honesta y grave que se permite a los indios el hacerla aun en los templos.140

Desde luego, ésta es la manera extrema de integración de la cultura de los naturales a la del colonizador: la
danza india, siempre sospechosa de idolatría, fue en este caso respaldada aun con su entrada en el recinto de la
iglesia católica. Una prueba más de la complejidad de la aculturación, que cubrió un arco muy extenso de
conductas, encontrándose la represión en uno de sus límites y la asimilación en el otro.
He aquí el relato de un acto tan brillante como peculiar:

Hacían, pues, en el patio de la iglesia un mitote, o baile de los que arriba dijimos; era el número de los caciques y
principales que allí bailaban lucido y grueso, la plumería vistosa, y el espectáculo que podía competir con los del
pueblo romano; resonaban las voces de sus cantares por aquellas sierras, y respondían con ecos claros [...].141

Un rasgo por completo original de los intercambios, incluso teniendo en cuenta en su caso el uso de la
violencia, es la novedad de los mismos, pues se dieron muy poco entre las propias culturas primitivas de
América, que vivieron todo el curso de sus respectivas existencias en aislamiento con respecto a las
extracontinentales.
Una de las maneras de integrar la música india a la nueva sociedad colonial se operó probablemente por medio
de un cambio de función cultural; el lado tan sólo sonoro acaso sufriese transformaciones mínimas, pero el
significado del acto musical se convertía en muy otro. Conocemos que la procesión en honor de Santiago
Apóstol del año 1555 celebrada en Potosí contó con la intervención de músicos nativos, que vinieron a
proporcionar una pincelada exótica dentro de los ritos de la nueva ortodoxia religiosa. Describe así el cronista la
participación de los indios:

[...] los cuales tocaban diversos instrumentos a su usanza: flautas de gruesas cañas, caracoles marítimos,
trompetas de calabazos con cañas largas y unos cañutillos aunados duplicadamente, que siendo mayor el primero
van disminuyéndose hasta el último que es pequeñito, y soplando de un cabo a otro hace la armonía conforme al
tamaño de la caña, y llaman a este instrumento ayarichis; tocaban también un género de cajas que labraban de
troncos huecos y adelgazados por el cóncavo hasta que respondían a la baqueta con el sonido [...].142

La importancia de la fuente es doble, por un lado el testimonio de la aceptación de la música precolombina en


el seno de una manifestación religiosa católica y, por otro, la prueba del mantenimiento del instrumental
prehispánico. Pero, precisamente, asistimos en tal punto al momento de transición, porque sigue el texto:

[...] aunque también usaban ya de las cajas de España [...].143

138 Sahagún, Historia general, op. cit., II, págs. 572-573.


139 Clavijero, Historia antigua de México, op. cit., II, pág. 278.
140 Ibid.,pág.281.
141 Grijalva, Crónica de la orden de N. P. S. Agustín en las provincias de la Nueva España, op. cit., fol. 23v. La fiesta se celebró en el

pueblo de Yacapixtlan.
142 Arzáns de Orsúa y Vela, Historia de la Villa imperial de Potosí, op. cit., I, págs. 96-97.
143 Ibid., pág. 97.

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Enrique Martínez Miura: La música precolombina FBA – Cátedra de Historia de la Música I

La lentitud del proceso cabe reflejarla en el curso de las fiestas del 18 de enero de 1600, en las que, por lo que
sabemos, se fusionaron las músicas de ambas culturas:

[...] oíase por todas partes la dulce armonía de varios instrumentos que se tañían, así de la parte de los españoles
como de los indios.144

Los fastos de los momentos más señalados de la vida civil se ornamentan igualmente con música. El virrey
marqués de Villena es recibido en Nueva Veracruz —distante cinco leguas de la antigua—, en 1640, con

[...] muchos arcos triunfales de yerbas, hechos con la curiosidad de los indios, y altares a los lados; y ocho o diez
juegos de trompetas y chirimías de indios [...].145

Las zonas geográficas sobre las que contamos con menos datos parecen mostrar una evolución semejante a las
grandes ciudades como Méjico y Lima. En un pequeño centro de población de lo que hoy es Bolivia, en fecha
tan tardía como el año 1691, al que se refiere el escritor, se testimonia la mezcla cultural. Los muchachos indios
cantan la Misa

[...] con tanta destreza y gracia que causa admiración oírla [...].146

Hasta aquí, una prueba más de la evangelización por la música, pero, a renglón seguido, el cronista describe
una situación de clara mezcla cultural. Luego de la Misa:

Después entona otro coro de indiesitas un romance al Santísimo Sacramento, al que sigue el acto de contrición en
verso, todo en su lengua, con el alabado cantado en castellano por no tener vocablos la otra lengua.147

La parte más interesante del camino de hibridación cultural, por lo que atañe a la música, fue aquélla en que
los indígenas dejaron de ser sujetos pasivos del fenómeno para adoptar una actitud mucho más activa. Los
indios se hicieron con cierta rapidez con los recursos técnicos necesarios como para componer música en el
estilo europeo. Naturalmente, esto ocurrió como un paso subsiguiente al dominio del canto:

Años después que aprendieron el canto, comenzaron ellos a componer, de su ingenio, Villancicos en canto de
órgano, a cuatro voces, y algunas Misas, y otras obras, que mostradas a diestros cantores españoles, decían ser de
escogidos juicios, y no poder ser de indios.148

En el texto de otro cronista se insiste en el mismo asunto, con el añadido de la extrema juventud de los
compositores nativos:

Algunos mancebos de estos que digo han puesto ya en canto de órgano villancicos a cuatro voces y los
villancicos en su lengua, y esto parece señal de grande habilidad, porque aún no los han enseñado a componer, ni
contrapunto; y lo que ha puesto en admiración a los españoles cantores, es que un indio de estos cantores, vecino
de esta ciudad de Tlaxcallan, ha compuesto una misa entera por puro ingenio y la han oído hartos españoles
cantores, buenos cantantes, y dicen que no le falta nada, aunque no es muy prima.149

Pero si esto podría verse como algo marcado por la excepcionalidad, mucho más generalizada debía de estar la
habilidad de los indios como intérpretes. Así lo expone Garcilaso:

Cuando yo salí del Perú, que fue el año 1560, dejé en el Cuzco cinco indios que tañían flautas diestrísimamente
por cualquiera libro de canto de órgano que les pusieran delante: eran Juan Rodríguez de Villalobos, vecino que
fue de aquella ciudad. En estos tiempos, que es ya el año de mil y seiscientos y dos, me dicen que hay tantos
indios tan diestros en música para tañer instrumentos, que dondequiera se hallan muchos. De las voces no usaban
los indios en mis tiempos porque no las tenían tan buenas; debía de ser la causa, que no sabiendo cantar no las
ejercitaban, y por el contrario había muchos mestizos de muy buenas voces.150

144 Ibid., pág. 245.


145 Cristóbal Gutiérrez de Medina, Viaje del Virrey Marqués de Villena, Méjico, 1947, pág. 54. Los miembros de la comitiva viajan ellos
mismos con músicos y actores: «[...] hubo comedias prevenidas y con solemnidad y acompañamiento de música [...]»(pág. 28).
146 Diego de Eguiluz, Historia de la misión de Mojos, edición de Enrique Torres Saldamando, Lima, 1884, pág. 32.
147 Ibid.
148 Torquemada, Veintiún Libros rituales y Monarquía Indiana, op. cit., III, pág. 214.
149 Benavente, Memoriales, op. cit., pág. 178. El tono admirativo sigue todavía, pág. 179: «Hay muchos niños de hasta once o doce años que

saben leer y escribir, cantar canto llano y canto de órgano y aun apuntar para sí algunos cantos».
150 Garcilaso de la Vega, Primera parte de los Comentarios reales, op. cit., págs. 78-79. El autor no da más nombres de los flautistas, pese a

su forma de empezar el párrafo.

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Enrique Martínez Miura: La música precolombina FBA – Cátedra de Historia de la Música I

Se ha especulado mucho sobre la capacidad de los naturales de América para interpretar la música europea,
cuando lo cierto es que ya no nos quedan documentos ni relatos fiables para construir un juicio a partir de ellos.
Por lo tanto, es meramente conjetural ya proponer que los cantantes y tañedores indígenas se limitaban a imitar a
los españoles, ya que consiguieron moverse con alguna creatividad en el lenguaje ajeno.151
Otra categoría de fusión cultural es la que presenta una música hecha por un europeo, pero a la manera del arte
sonoro autóctono del Nuevo Mundo. Se trata, entonces, del caso contrario a la hispanización152 que cabe
observar en la generalidad de la cultura colonial. Un ejemplo ocurrido en Cuzco lo brinda nuevamente
Garcilaso:

Pareciendo bien estos cantares de los indios y el tono de ellos al maestro de capilla de aquella iglesia catedral,
compuso el año de cincuenta y uno o el de cincuenta y dos, una chanzoneta en canto de órgano para la fiesta del
Santísimo Sacramento, contrahecha muy al natural al canto de los incas. Salieron ocho muchachos mestizos de
mis condiscípulos, vestidos como indios con sendos arados en las manos, con que representaron en la procesión
el cantar y el haylli de los indios, ayudándoles toda la capilla al retruécano de las coplas, con gran contento de los
españoles y suma alegría de los indios, de ver que con sus cantos y bailes solemnizasen los españoles la fiesta del
Señor Dios Nuestro, al cual ellos llaman Pachacamac, que quiere decir el que da vida al universo.153

Lo que propone la fuente es todo un resumen de una manifestación musical americana que, perteneciente
primero al patrimonio sonoro indígena, pasa después al de los colonizadores. No menos importancia tiene el
hecho de que una forma como el haylli, cantos en principio del laboreo agrícola, adopte aquí —por lo que se
afirma acerca de la participación de la capilla de cantores— una apariencia cercana a la música occidental más
sofisticada de la época.
Sucesos análogos se conocen fuera del ámbito andino. Hernando Franco, músico extremeño que fue maestro
de capilla de la catedral de Méjico entre 1575 y 1585, compuso los únicos ejemplos de ese siglo de música
polifónica con textos en náhuatl que aún se conservan.154 Evidentemente, todavía en estas décadas de la centuria
seguía siendo crucial hacerse entender por los hablantes de dicho idioma.
No menos significativo es el dato de la representación de autos sacramentales en lengua nativa, como el
habido en Nueva España en tiempos de Benavente:

[...] se fueron cantando por desecha en canto de órgano un villancico que decía:
Para qué comía La primer casada, Para qué comía, la fruta
vedada. La primer casada Ella y su marido, A Dios han
traído En pobre posada Por haber comido La fruta vedada.
Este auto fue representado por los indios en su propia lengua.155

El parangón que establece Arzáns entre el baile caymari vida156 de los indios con la chacona y la zarabanda de
España plantea la debatida cuestión del grado de influencia de la música original americana sobre la española;
esto es, la viabilidad de procesos de retorno que habrían alterado el arte de los sonidos practicado en la sede de
la cultura colonizadora.
La semejanza de algunas danzas se ve apoyada por pasajes de las fuentes:

También había otro baile tan agudillo y deshonesto que casi tira al baile de esta zarabanda que nuestros naturales
usan con tantos meneos y visajes y deshonestas monerías que fácilmente se verá ser baile de mujeres deshonestas
y de hombres livianos; llamábanle cuecuecheuycatl, que quiere decir baile cosquilloso o de comezón. En algunos
pueblos lo he visto bailar, lo cual permiten los religiosos por recrearse, ello no es muy acertado por ser tan
deshonesto. En el cual se introducen indios vestidos como mujeres.157

Pero la comparación, más que de orden formal, parece referirse a la moralidad de la danza, a esos
movimientos provocativos, y, desde luego, al hecho de que algunos bailarines participasen travestidos. Otras
danzas que se han propuesto como de origen americano, del tipo de la pavana, tuvieron con más probabilidad su

151 Esto último lo defienden Spell, «First Teacher», op. cit., pág. 377, y Stevenson, Music in México, op. cit., pág. 68; siguen ambos el

pasaje de Mendieta, Historia eclesiástica indiana, op. cit., II, pág. 413.
152 Consistiría en una suerte de renovación de las composiciones, ya conocidas, de Gante y sus seguidores, que amoldaron músicas

precolombinas a textos cristianos durante la primera evangelización, sólo que ahora el uso del material de la música india ya no busca ese
objetivo y está en manos de profesionales laicos.
153 Garcilaso de la Vega, Primera parte de los Comentarios reales, op. cit., pág.
154 Stevenson, Music in México, op. cit., pág. 33.
155 Benavente, Historia, op. cit., págs. 134-135. En la pág. 134, indica el cronista que una de las partes del auto comprendió el canto

polifónico del Circumdederunt me, acaso el motete a cinco voces de Morales, cuyas obras llegaron con rapidez al Nuevo Mundo. Por otro
lado, los dramas religiosos se representaron muy pronto en América; lo atestigua Sahagún, Historia general, op. cit., II, pág. 561, donde se
refiere a uno con asunto del juicio final. Y un poco después en Perú, como el escrito en idioma aimará por un religioso jesuíta y relacionado
por Garcilaso de la Vega, Primera parte de los Comentarios reales, op. cit., pág. 83.
156 Véase la pág. 268.
157 Duran, Historia de las Indias de Nueva España, op. cit., II, págs. 230-231.

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nacimiento en Italia, aunque desde luego los ambientes mestizos del nuevo continente dieran lugar a danzas y
músicas antes inexistentes.158

9. 6. Cumplimiento de la aculturación
No es fácil señalar la frontera final del proceso de europeización experimentado por las culturas americanas
colonizadas. Tampoco cabe afirmar que tal cambio se extendiese por completo a todas las capas de la población
de los territorios incorporados a la corona española. Hechos de la naturaleza de la conservación de un idioma
como el quechua —así, en Bolivia, donde lo habla más de un tercio de los habitantes— o algunas formas de los
ritos mayas indican que la imagen de la aculturación tendería a parecerse más a un rompecabezas que a una
mancha de aceite expandiéndose en el tiempo. Los miembros indígenas de la sociedad colonial urbana que
aceptaron el nuevo estado de cosas, o quisieron servirse de él, habrían sido los más hispanizados, mientras que
los residentes en el medio rural —tanto más cuanto más alejados e inaccesibles— atesoraron un apego mayor
por los valores y formas culturales de su viejo mundo.
El nivel de aculturación profunda puede medirse, por ejemplo, estudiando el enraizamiento de tradiciones
españolas de clara transmisión oral, como los romances, que pronto se implantaron en vastas zonas de la
colonia.159
En una línea paralela, el nacimiento de un nuevo relato de la religiosidad popular local es fiel representante de
que la aculturación se ha realizado ya en las cepas más populares de la nueva sociedad:

Asimismo después de la Conquista los indios cristianos fueron muy cuidadosos de celebrar con cantares la santa
Ley Evangélica y alabar con ellos a Nuestro Señor Jesucristo y a su Santísima Madre y a los Angeles y Santos y
así cuando se apareció Nuestra Señora de Guadalupe, que fue el año de 1531, y se ofreció colocar su Bendita
Imagen en la primera ermita de Guadalupe, Don Francisco Plácido, señor de Atzcaput-zalco, asistió a su
colocación con toda su gente tecpaneca y cantó delante de la imagen las Apariciones de la amabilísima Reina, lo
que se continuó un siglo después con otros tiernos cantares, que referían los dulces coloquios que su Majestad
tuvo con el dichoso Juan Diego y él con la Santísima Señora.160

En un sentido puramente musical, con las matizaciones necesarias que imponen la persistencia de formas
antiguas y el surgimiento de manifestaciones híbridas, varias partes del Nuevo Mundo, en especial lo que hoy es
Méjico, vieron cómo se transplantaba con éxito el sistema musical procedente de Europa. A partir de esa nueva
situación, se desarrolla lo que es ya la historia de la música colonial en la América hispana.

158 En estos marcos mestizos de América central piensa Sachs que surgieron la zarabanda y la chacona y que fueron luego llevadas de vuelta

a Andalucía por los conquistadores; véase Curt Sachs, Historia universal de la danza, traducción de Adolfo E. Jascalevich, Buenos Aires,
1944, pág. 355. Más radical es Faustino Núñez Núñez, que en «Sevilla, puerto y puerta de Indias», Scherzo, n° 68, octubre 1992, págs. 116-
119. adelanta las conclusiones de su tesis doctoral: la idea y la realidad de América habrían provocado los cambios que introdujeron la
monodia y la tonalidad; esto es, la música barroca. En este texto publicado, sin embargo, faltan argumentos que establezcan relaciones de
causas y efectos.
159 Pereira Salas, Orígenes, op. cit., pág. 16.
160 Boturini Benaducci, Idea de una nueva Historia General de la América septentrional, op. cit., pág. 90.

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