12/3/2020 Contra la historia “oficial”: Las mujeres que liberaron al Perú | NoticiasSER

2020-03-11

OPINIÓN

Contra la historia “oficial”: Las mujeres

que liberaron al Perú

Andrea Cabel

I. Introducción y mapeo

Bruno Polack, autor de Mujeres que forjaron el Perú (Planeta, 2020), nos plantea una pregunta:
“¿Cuántos estaríamos dispuestos a entregar todo lo que tenemos en pos de la defensa de nuestra
patria?” (87, énfasis mío). Ese “todo” implica nuestros ahorros, nuestros bienes, nuestra vida, y como
si fuera poco, la vida de nuestros hijos. ¿Estaríamos dispuestos a morir por un ideal tan necesario y
urgente como la libertad? ¿Acaso en nuestra sociedad ultra violenta entendemos lo que es e implica la
“libertad”? Estamos en otros tiempos, ciertamente. Pero, justamente por ello, este libro nos permite
repensar nuestro presente a partir de otra forma de leer nuestros procesos históricos como eventos
que trascienden la reificación del estereotipo del hombre como forjador de la nación, como soldado
valiente, como estratega y héroe. Aquí son ellas las que diseñan estrategias de ataque, las que roban
información, las que resisten las torturas más crueles.

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Las mujeres reunidas en este volumen pertenecen a tres eventos históricos relevantes: primero, la
lucha pre-independencia en la que Polack se centra en Micaela Bastidas y Tomasa Tito Condemayta
(quienes mueren juntas). Luego, la lucha independentista en la que coloca a María Parado, las
hermanas Toledo, Brígida Silva y María Valdizán. Y, finalmente, la Guerra de Pacífico, encarnada en
Antonia Moreno, Catalina Buendía, y Olinda, la rabona. La línea temporal de estos tres se ve
interrumpida por una transición a la que Polack coloca un nombre propio: Francisca Zubiaga, la
Mariscala, la primera presidenta del Perú.

La pertinencia de La Mariscala en el libro, aunque no encaje en los tres momentos históricos, radica
en que ella también es forjadora de nuestra historia en tanto maximiza las cualidades de
empoderamiento y estrategia. Ella, esposa del presidente Gamarra, amante de Bolívar, no temía
mostrar su gusto por vestir de hombre, por andar siempre a caballo, incluso sin complejos ni
vergüenzas, era feliz posando vestida de militar. Un personaje que rompe estereotipos, imaginarios
tradicionalistas sobre la mujer de la época, al igual que las otras mujeres que aparecen en el libro que
nos ofrece una historia mucho más real y más compleja en la que las mujeres son sujetos históricos y
no solo un objetos de la historia.

Permítaseme presentarles a algunas de estas protagonistas.

II. Ellas y su Historia

Sabemos que las mujeres, sobre todo en gestas épicas como las batallas de la independencia y la
guerra del Pacífico, han ocupado un lugar secundario en la historia “oficial”. Polack relee la historia
invirtiendo la figura y mostrándonos una historia mucho más compleja en la que las protagonistas
siempre han sido ellas.

II.I Pre-independencia

En este periodo, es tanto Micaela Bastidas –quizás, una de las heroínas más conocidas- junto con
Tomasa Tito Condemayta, quien quiebra el poder opresor. Tomasa Tito, de linaje noble, era cacica de
Aicos. Fue protagonista de la batalla de Sangarará, el primer gran choque por la independencia. Ella y
su ejército conformado únicamente por mujeres, enfrentó y venció a los españoles. Éstos,
sorprendidos y aturdidos, catalogaron su derrota como una obra de “brujería”. Tomasa, torturada,
ahorcada, desmembrada, murió junto a Micaela Bastidas y Túpac Amaru, dejando que todos vean,
lejos de un escarmiento, un ejemplo de lucha.

II.II Nuestra independencia

Sobre este segundo periodo me interesa comentar la historia de las hermanas Higinia y María Toledo,
puesto que ellas convencieron a su madre de participar en la guerra. Así, con todo el dinero de los
negocios familiares y sus ahorros, formaron un pequeño ejército compuesto sobre todo por mujeres y
ancianos. Ellos, 80 en total, además, mal armados, vencieron a 1200 hombres armados del ejército
español. San Martín las premió con la Medalla de Vencedoras puesto que con la emboscada que
hicieran contra las tropas virreinales de Valdés, salvaron al general Arenales y dejaron una valiosa
enseñanza en el pueblo de Concepción, donde libraron esta dura batalla.

II.III La Guerra del Pacífico

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En el último período abarcado por Polack, todas las figuras son apasionantes. Catalina Buendía,
heroína afroperuana vive en la memoria de los vecinos de San José de Molinos, en Ica, pues
encabezó una resistencia constituida por un puñado de afroperuanos mal armados solo con piedras,
machetes y algunos fusiles rústicos, pero que, astutamente, lograron envenenar a los enemigos.
Preguntamos: ¿Está en nuestros libros de historia de colegiola batalla del Cerrillo ocurrida el 20 de
noviembre de 1883? ¿La celebramos? ¿La recordamos? Polack incorpora esta lucha, entendiéndola
como una gesta sostenida en una política transformativa, y colectiva.

Una de las figuras más interesantes es Olinda, esposa del soldado raso Andrés Tejeda. Me interesa
desarrollar su figura y pertinencia puesto que Polack nos cuenta su historia a partir de un cuadro. Me
refiero a “El repase” de Ramón Muñiz. Ilustrar la narración con un material histórico, como es dicha
pintura, me parece relevante para consolidar y resignificar su importancia.

Para Olinda, la guerra era natural, ya que había crecido en innumerables campamentos porque su
padre era soldado y su madre, como ella misma, era rabona. Las rabonas, como señala Flora Tristán,
“proveen a las necesidades del soldado, lavan y componen sus vestidos. Viven con los soldados,
comen con ellos, se detienen donde ellos acampan, están expuestas a los mismos peligros y soportan
aún mayores fatigas” (127).

Ellas llevan a los bebés en sus espaldas, las que arman las tiendas de campaña, las que cocinan,
amamantan y acuestan a los niños. Ellas son las que permiten que los soldados luchen y sobrevivan a
la lucha. O, dicho de otro modo, si deconstruimos la narrativa de la batalla, ellas son las que sostienen
la resistencia. Olinda, desde la voz que Polack imagina, lo dice más claramente: “Tú tranquilo y
valiente, para todo lo demás estamos aquí nosotras”.

Pero Polack no solo le da voz, sino que, además, narra su heroísmo a partir del cuadro de Muñiz. Con
esto, entendemos que la mayor agencia de Olinda no estuvo únicamente en sostener la resistencia
sino en resistir hasta el final. Cito: “Olinda tomó el fusil de un soldado peruano caído y empezó a
disparar contra el enemigo, demostrando una destreza inusitada. Su objetivo era ir acercándose de a
pocos a donde estaba su esposo y ayudarlo. Andrecito (su hijo) no hacía el más mínimo ruido dentro
de la llicla, cosa que no sorprendió para nada a su madre…” (123).

La imagen que coloca Polack –y que reproducimos– es de una claridad cinematográfica: Olinda ve a
su esposo indefenso, casi vencido, y cargando a su hijo, armándose con un fusil sin municiones,
protege el cuerpo de su esposo con el suyo. El tiempo se detiene y entendemos que ambos fallecen
en plena lucha. Olinda aparece en la historia sin su apellido, solo como esposa de un soldado. No
obstante, el hecho de que exista en esta narrativa desplaza el olvido en el que muchas mujeres como
ella han estado enterradas.

En ese sentido, la forma como Polack ha decidido re-narrarnos nuestra historia tiene una importancia
central. Desde nuestra lectura, lo que Polack emprende es lo que Walter Benjamin entiende como una
forma de producción cultural artesanal. Es decir, la comunicación que nos entrega el autor, lejos de ser
meramente informativa (o, digamos, “histórica”), nos muestra cómo él mismo, como narrador, se
involucra con los personajes, con los contextos, con la forma como ha decidido retratarlos elaborando,
a su vez, un sello propio. Benjamin elabora una analogía que nos permite entender mejor esta idea:
“Los trazos del narrador se adhieren al cuento de la manera en que las huellas del alfarero se
adhieren a la vasija” (Benjamin 1969: 91-92).

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