JOSÉ NATANSON SOL MONTERO ERNESTO CALVO GABRIEL VOMMARO

CAMILLE BORTOLINI ANDRÉ SINGER CARLOS OMINAMI SERGE HALIMI

00253
el dipló, una voz clara en medio del ruido Capital Intelectual S.A.
Paraguay 1535 (1061)
julio 2020 Buenos Aires, Argentina
Publicación mensual

522005
Año XXII, Nº 253
Precio del ejemplar: $170
En Uruguay: 120 pesos

9 771514
www.eldiplo.org

Dossier

El caso Vicentin y las disputas por la cuarentena reavivan la polarización

LA GRIETA REGRESA
Alejandro Pagni/AFP

Pandemia y derecha en Sudamérica

Con Jair Bolsonaro como referente, la derecha regional se radicaliza y
Páginas cuestiona abiertamente la democracia. La crisis generada por el coronavirus
17 a 24 exacerba los extremismos, que se asientan en exclusiones y divisiones
históricas en un contexto de recesión económica y drama social.
2|
Bajar
por José Natanson
M
ás por imperio de las circunstan-
cias que por propia voluntad, el
gobierno de Alberto Fernández
estuvo condenado desde el co-
mienzo a ser un gobierno mono-
temático. Asumió en medio de una recesión y a las
puertas de una crisis social que solo la expectati-
va de un cambio político inminente lograba con-
tener, con el desafío de renegociar urgentemente
la deuda heredada, y en eso estaba, hablando con
los acreedores y tratando de asistir a los sectores
más castigados, cuando irrumpió el coronavirus,
que lo obligó a concentrarse en el nuevo mundo
de cuarentenas, curvas y contagios. El manejo res-
ponsable, abierto y empático de la crisis produjo
un “efecto estadista” que elevó su imagen a niveles
impensados: entre 50 y 60 por ciento de apoyo a la
figura del Presidente, entre 60 y 70 por ciento de
aprobación al gobierno y un respaldo cerrado, que
llegó a rondar el 85 por ciento, a las decisiones sa-
nitarias (1). La cuestión no es entonces si la imagen
de Alberto caerá, porque ningún gobierno puede
prolongar semejante apoyo ad infinitum, sino qué
hacer con ese capital político; en otras palabras,
cómo gestionar el descenso.
Un camino posible es buscar nuevos temas de
gestión, abrir la agenda de la pos-pandemia. Ma-
ría Esperanza Casullo lo sintetiza con inteligen-
cia: “Alberto tiene que elegir un conflicto antes
de que el conflicto lo elija a él” (2). Coincido, pe-
ro matizaría el apotegma señalando que tal vez
no se trate exactamente de elegir un conflicto
sino un tema: el tema puede conllevar, por su-
puesto, un conflicto, o muchos, pero no necesa-
riamente supone una disputa en lógica amigo-
enemigo, o en todo caso no es necesario empezar
por ahí (la tesis kirchnerista de que la política es
conflicto y que la tarea de un buen líder consiste
en seleccionar a sus adversarios es falsa: puede
ser conflicto pero también articulación, coordi-
nación y consenso).
Quizás una forma de imaginar esta nueva
agenda sea pensarla desde el territorio, una di-
mensión de la política que a menudo se pasa por
alto, y hacerlo en un doble sentido. Por un lado, la
evolución de los contagios ha permitido que casi
todas las provincias pasaran de una fase a otra del
confinamiento hasta recuperar una cierta norma-
lidad, quedando el entramado denso que forman
la Ciudad de Buenos Aires y el Conurbano como la
zona de mayor peligro. Como señala Julio Burd-
man (3), esto puede afectar la lógica metropo-
litana de la política argentina, el hecho de que el
destino del país radica básicamente en lo que ocu-
rra en el AMBA, de donde surgieron o donde se
consolidaron todos los fenómenos políticos im-
portantes pos-reforma constitucional del 94 (la
Alianza, el duhaldismo, el kirchnerismo, el cris-
tinismo, el macrismo y el Frente de Todos).
La combinación entre la centralidad política
del AMBA y la crisis sanitaria despierta en el in-
terior sentimientos anti-porteños muy arraiga-
dos, cuyo origen puede rastrearse a la confor-
mación misma de Argentina como Estado-na-
ción: basta recorrer los comentarios en los me-
dios y las redes para detectar críticas y burlas a
la situación de Buenos Aires, una cierta sensa-
ción de que “por fin les tocó a ellos”, y la percep-
ción del AMBA como un gueto malsano donde
los superricos (que trajeron el virus de Europa)
y los ultrapobres (que viven hacinados y no pue-
de mantener la distancia social) conviven mal y
se contagian.
En este contexto, el gobierno tiene la oportu-
nidad de desplegar políticas nacionales en las
provincias que han liberado casi completamen-
te su actividad económica. La buena relación del
Presidente con los gobernadores es fundamental
para una perspectiva de federalismo que debe-
ría también ser revisada: el federalismo enten-
dido no como una invocación vacía ni como un
reclamo de descentralización y recursos, que es
como muchas veces se percibe en las provincias,
sino como la posibilidad de construir un desarro-
llo más equilibrado (lo que en ocasiones impli-
ca centralizar: la educación secundaria, por citar
un ejemplo clásico, ofrecía oportunidades más
igualitarias cuando estaba bajo control del Esta-
do nacional que después de ser transferida a las
provincias). Pero no nos desviemos. Lo que quie-
ro plantear es que la división entre el AMBA y el
resto del país está más viva que nunca y que el go-
bierno puede aprovecharla para avanzar en una
agenda extra-metropolitana de gestión.
El segundo aspecto de la reflexión territorial
es un espejo del primero. Azuzadas por el páni-
co, las tres administraciones principales (nacio-
nal, bonaerense y porteña) mostraron a lo largo
de estos meses niveles de coordinación inéditos,
incluso cuando dos de ellas están bajo control
político de los herederos de los polos de la grie-
ta: el macrista Horacio Rodríguez Larreta y el
kirchnerista Axel Kicillof. Este proceso, inédito
desde la autonomización de la Ciudad en los 90,
demuestra que la idea de que el virus está pro-
duciendo cambios radicales no es un sueño abs-
tracto de filósofos excitados sino algo verificable,
bien concreto.
¿Podría ser el origen de una gestión más arti-
culada en el principal conglomerado urbano de
Argentina? En un momento difícil, Alberto ha
demostrado capacidad para moderar los conflic-
tos y lograr la cooperación de la Ciudad y la Pro-
vincia, trascendiendo diferencias abismales de
tamaño, nivel socioeconómico, perfil ideológi-
co… El virus anestesió la grieta y engendró lo más
parecido a un gobierno de unidad nacional que
registra nuestra historia reciente, una modesta
Edición 253 | julio 2020
Moncloa epidemiológica. Y como la experien-
cia histórica demuestra que el trabajo conjunto
contribuye a desarmar prejuicios, funda lazos de
confianza y crea mecanismos burocráticos que
perduran, quizás los incipientes avances en ma-
teria de coordinación sanitaria y de transporte
puedan replicarse en áreas cuya gestión también
requiere una estrategia conjunta: educación,
medioambiente y, sobre todo, vivienda y seguri-
dad (en este último aspecto la actitud de Sergio
Berni resulta, por decirlo de alguna manera, esca-
samente constructiva).
Volviendo al planteo inicial, la relegitimación
popular de la figura de Alberto, un dirigente que
llegó a la Presidencia tras una decisión de Cristina
y al frente de una coalición amplia y heterogénea,
formada a partir de una reacción al macrismo,
constituye una oportunidad impensable hace dos
o tres meses. Como la mayonesa, el poder ven-
ce si no se lo usa; se escurre. Pero hay que usarlo
con astucia. La reforma de la Justicia, anunciada
antes de la irrupción del virus y retomada aho-
ra, es un proyecto tan importante como limitado
en su interés a la superestructura política, puro
círculo rojo. El tratamiento de la ley de interrup-
ción voluntaria del embarazo, que también había
comenzado a analizarse en marzo, se encuentra
suspendido ante el temor a que su aprobación en
una sesión semi-presencial habilite una catarata
de reclamos judiciales posteriores que pongan en
riesgo su implementación.
La intervención de Vicentin, la gran iniciativa
del oficialismo en estas semanas, su rescate, por
usar las palabras del Presidente, genera efectos
profundos, por el tamaño de la empresa, los inte-
reses directamente involucrados y las eventua-
les consecuencias de que el Estado opere direc-
tamente en el complejo mercado de granos. Pero
también demostró los riesgos que implica adop-
tar una decisión de gran calado sin medir cabal-
mente las consecuencias legales, sin articular
una coalición amplia de apoyos sociales y po-
líticos y sin planificar antes una comunicación
clara y consistente. La palabra expropiación
despertó ecos profundos que no solo despier-
tan el rechazo de los teflones de Recoleta sino
de un universo mucho más grande, a punto tal
que coincidieron en cuestionar la decisión ofi-
cial los legisladores por Córdoba, las entidades
del agro (incluyendo a la Federación Agraria),
buena parte de los productores a los que supues-
tamente se pretendía salvar y el lavagnismo, en
tanto que se mantuvieron en un silencio sugesti-
vo Sergio Massa, casi todos los gobernadores y el
santafesino Omar Perotti, que terminó elaboran-
do un proyecto alternativo.
Bueno, malo o regular, el proyecto de estatiza-
ción reavivó los espectros de la batalla cultural
entre cristinismo y macrismo, una batalla cuyo

origen se sitúa también en una iniciati-
va orientada a intervenir sobre el sector
agropecuario y decidida sin consultas
previas por funcionarios porteños que co-
nocían poco el tema. Como hojas agitadas
por una tormenta, volaron en estos días
tópicos como “populismo”, “Venezuela”,
“propiedad privada” y “libertad” (y “oli-
garquía”, “medios concentrados”, “cor-
poraciones”). Felizmente, Alberto decidió desac-
tivar a tiempo el conflicto y aceptar la propuesta
más moderada de Perotti, y al hacerlo demostró
dos cosas: que la tónica del retroceder nunca/
rendirse jamás del kirchnerismo no es la suya, y
que, también en contraste con el pasado, su go-
bierno no está dispuesto a resignar la relación
con las provincias del centro y entregar la zona
núcleo –los votantes de la soja– al macrismo.
Sucede que, con su indisimulable aire a 125, el
caso Vicentin producía una división de la política
y la sociedad en mitades, que es justamente lo que
terminó llevando al kirchnerismo a la derrota y lo
que Alberto debería tratar de evitar: el 48 por cien-
to obtenido en las elecciones presidenciales no está
tan lejos de un hipotético 44, y el 41 del macrismo
no está tan distante de un posible 45. Aunque cate-
górico, el triunfo del Frente de Todos fue contin-
gente, un proceso cuya reversión siempre está a la
vuelta de la esquina en el contexto de democracias
fluidas y hegemonías breves.
Como señala Martín Rodríguez, Alberto es un
creador de fotos: la foto de Cristina con Massa y
su famoso “cafecito” durante la campaña, así co-
mo la foto con Kicillof y Rodríguez Larreta, son
ejemplos de esta voluntad del Presidente, que po-
dría recurrir a su destreza de fotógrafo para que
otra foto –la que ilustra a Mauricio Macri y Eli-
sa Carrió conversando preocupados por el anti-
republicanismo del gobierno– sea la única foto
opositora posible. En otras palabras, aislar a los
sectores más radicales de Cambiemos, una coa-
lición que no es menos amplia ni menos hete-
rogénea que la oficialista, a partir de temas que
trasciendan el apoyo de los votantes naturales del
Frente de Todos: la transformación del Ingreso
Familiar de Emergencia a una renta básica uni-
versal y la construcción de una estructura impo-
sitiva más progresiva pueden ser los ejes de una
“épica de la reconstrucción” que le permita a Al-
berto bajar, pero despacito y sin tropezarse. g
1. www.pagina12.com.ar/265390-una-encuesta-
muestra-un-alto-respaldo-a-la-cuarentena-y-a-la
2. www.tiempoar.com.ar/nota/maria-esperanza-casullo-el-
presidente-tendra-que-elegir-un-conflicto-o-se-lo-van-a-imponer
3. “La crisis de la lógica metropolitana”, Le Monde diplomatique,
edición Cono Sur, Buenos Aires, junio de 2020.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
|3
Staff
Di­rec­tor: José Natanson
Re­dac­ción
Pablo Stancanelli (editor)
Creusa Muñoz (editora)
Seguir
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Diagramación
Fabiana Di Matteo
Co­la­bo­ra­do­res lo­ca­les
Fernando Bogado
P
Ernesto Calvo
Julián Chappa
Carolina Keve ara gestionar discursivamente la pan-
Federico Lorenz demia de coronavirus, a solo tres me-
Editorial Inés Lovisolo ses de haber asumido la Presidencia,
Sol Montero Alberto Fernández desplegó una se-
Carlos Ominami rie de estrategias que se condensan en
Marina Oybin tres imágenes: la del Presidente articulador, la de
Martín Rodríguez un Alberto paternal y la del profesor. Tres imáge-
Josefina Sartora nes del cuerpo y la palabra presidencial puestas en
Bárbara Schijman escena en distintos dispositivos (conferencias de
Gabriel Vommaro
prensa, redes sociales, entrevistas en distintos me-
dios, publicidad y discursos oficiales).
Ilustradores Por un lado, se reinventó la imagen del profesor
Juan Martín Ayerbe
universitario que, como se ha dicho, emplea recur-
Juan Soto
sos pedagógicos y persuasivos: la filmina, los datos,
las curvas y la argumentación racional. Al tiempo
Tra­duc­to­res
que le provee a la población explicaciones científi-
Victoria Cozzo
cas y epidemiológicas sobre el virus, en entrevistas
Georgina Fraser
reflexiona en tono filosófico y especulativo sobre
Teresa Garufi
el futuro del capitalismo mundial y la necesidad de
Aldo Giacometti
dar vuelta la página de la desigualdad y la injusticia.
Víctor Goldstein
Por otro, el @alferdez tuitero, polémico y provoca-
Patricia Minarrieta Pérez
dor dio paso al padre consejero y comprensivo que
Heber Ostroviesky
Andrea Romero
les habla a los niños, pide dibujitos por Twitter, res-
Gustavo Recalde
ponde mensajes de cumpleaños, se deja entrevistar
María Julia Zaparart
por estrellas de rock y toca la guitarra para los ado-
lescentes encerrados. Por último, la imagen del go-
Diseño original
bernante que acuerda y coordina escenifica el lado
Javier Vera Ocampo
más político de Alberto, su impronta consensualista
y antigrieta, que coexiste con la figura del decisor.
Publicidad
Las conferencias de prensa, siempre flanqueado
Maia Sona
por Larreta y Kicillof, la exhibición permanente del
publicidad@eldiplo.org
trabajo con equipos interdisciplinarios y transver-
contacto@eldiplo.org sales, la articulación con gobernadores, la transpa-
rente gestión sanitaria y el consenso generalizado
sobre la orientación de la cuarentena contribuyeron
ww­w.el­di­plo.org
a darle cuerpo a esa imagen.
Fotocromos e impresión: Kollor Press S.A., Uruguay 124, Avellaneda.
Didáctico, paternal y articulador, mientras es-
Le Monde diplomatique es una publicación de Capital Intelectual
S.A., Paraguay 1535 (C1061ABC) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, tá en combate contra el coronavirus Alberto habla
Argentina, para la República Argentina y la República Oriental del
Uruguay. poco sobre la salida económica de la crisis: pone
Redacción, administración, publicidad, suscripciones,
el acento en la asistencia estatal y delega en Mar-
cartas del lector: Tel/Fax: (5411) 4872 1440 / 4872 1330
E-mail: secretaria@eldiplo.org tín Guzmán, ministro de Economía, la comunica-
En internet: www.eldiplo.org. Marca registrada®.
ción referente a los asuntos de la deuda y del futu-
Registro de la propiedad intelectual Nº 348.966. Queda prohibida la
reproducción de todos los artículos, en cualquier formato o soporte, ro económico. Alberto Fernández se mostró como
salvo acuerdo previo con Capital Intelectual S.A. © Le Monde
un humanista, y por eso mismo abandonó rápida-
diplomatique y Capital Intelectual S.A.
Distribución en Cap. Fed. y Gran Bs. As.:
mente el equívoco dilema inicial que postulaba la
Vaccaro Hermanos y representantes de Editoriales S.A. Entre Ríos
919, 1º piso. Tel. 4305 3854, C.A.B.A., Argentina. necesidad de optar entre la economía y la vida. Esa
puesta en escena tripartita funcionó con solvencia
Capital intelectual S.A. durante los primeros tres meses de cuarentena: de
hecho, la imagen pública de Alberto subió en las
encuestas y preparó el terreno para implementar
Le Monde diplomatique (París)
políticas y decisiones eficaces. Mientras se forta-
lecía el sistema de salud se robustecía también la
Fundador: Hubert Beuve-Méry
Presidente del Directorio y
imagen de Alberto. Pero el desgaste de la cuaren-
Director de la Redacción: Serge Halimi tena, el agotamiento de la población y el aumento
Jefe de Redacción: Benoît Bréville de casos con el temor por un posible fracaso en los
1-3 rue Stephen-Pichon, 75013 París resultados dieron lugar a un desplazamiento en el
Tél.: (331) 53 94 96 21
Fax: (331) 53 94 96 26
discurso presidencial.
Mail: secretariat@monde-diplomatique.fr
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 4| Edición 253 | julio 2020
Dossier
La grieta
regresa

La posición política influye en la percepción de riesgo: los seguidores de Alberto Fernández

le temen al coronavirus, los de la oposición al desempleo. La situación inversa se verifica
en Brasil. Como el acatamiento a las medidas de confinamiento depende de que la gente
crea en ellas, moderar la polarización es central para enfrentar la crisis sanitaria.
Coronavirus y política

Enfermos de polarización
por Ernesto Calvo*

¿
Manuel Cortina (Instagram: Mcortina93)

De qué color era el caballo blanco de
Washington? ¿Cuánto es dos más dos divi-
dido dos? ¿Cuán probable es que usted, en
los próximos días, se infecte de coronavi-
rus? Las respuestas son obvias: blanco, tres
y… poco probable si usted vota al Partido
Republicano y muy probable si usted vota al Parti-
do Demócrata. Por lo menos esas son las respues-
tas que obtenemos de encuestas realizadas en Es-
tados Unidos en estos últimos meses (1). En efec-
to, la expectativa de que nos enfermemos no pue-
de ser separada de nuestras preferencias políticas.
Para un votante de Maurico Macri en Argentina o
de Andrés Manuel López Obrador en México (lí-
deres que minimizaron los efectos de la pandemia),
enfermarse de COVID-19 es menos probable que
para un votante del kirchnerismo o de la oposición
mexicana (que se manifiestan preocupados por los
efectos del virus). De manera inversa, aquellas per-
sonas cercanas a partidos o líderes que subestiman
el virus y advierten sobre los efectos económicos de
las cuarentenas manifiestan más preocupación por
el empleo que por la enfermedad. Para un votante
de Jair Bolsonaro, perder el trabajo es más probable
que para un votante de Fernando Haddad.
Pero una cosa es no creer en el cambio climático,
como ocurre con la mayoría de los votantes republi-
canos, y otra no sentir calor. La polarización informa
nuestras creencias sobre el mundo que nos rodea,
desde la temperatura promedio del país hasta el nú-
mero de asistentes a una protesta. El mejor predic-
tor del nivel de corrupción percibido por los ciuda-
danos es si votaron por el candidato que ganó o que
perdió la última elección: si lo apoyaron tienden
a considerarlo honesto, más allá de cualquier evi-
dencia. Las expectativas sobre el crecimiento eco-
nómico, sobre los niveles de pobreza y sobre el ren-
dimiento educativo son informadas por nuestras
preferencias políticas. Cuando Alberto Fernández
dice “salud”, sus seguidores estornudan; cuando
Bolsonaro o López Obrador dicen “economía”, sus
seguidores agarran la billetera.
La pregunta fundamental no es entonces si existe
manipulación política sino cuáles de nuestras certe-
zas dependen de completar vacíos informativos con
creencias políticas. Cuando los políticos dicen “sa-
lud”, ¿realmente sentimos que nos pica la nariz?
Nuestros propios hechos
“Todos tienen derecho a tener sus propias opinio-
nes, pero no a tener sus propios hechos”, afirmó el
senador demócrata Pat Moynihan en 1983. La fron-
tera que separa opinión y hecho, sin embargo, de-
pende de la relación entre información y hecho, que
a menudo puede ser problemática.
Pensemos por ejemplo en el siguiente caso: en
Argentina, un 74% de los votantes que apoyaron al
gobierno y un 73,8% de los que votaron a la oposi-
ción indicaron correctamente que dos más dos di-
vidido dos es igual a tres. Es decir, el 26% dieron

una respuesta equivocada. Los datos son similares
en México, con un 74% de oficialistas y opositores
respondiendo correctamente, y ligeramente meno-
res en Brasil, donde alrededor del 65% acertó. Para
explicar por qué tantos votantes dieron la respuesta
equivocada señalamos que los sistemas educativos
tienen déficits. Para explicar las diferencias entre
países, por lo tanto, asumimos que el sistema edu-
cativo de Brasil tiene más limitaciones que los de
Argentina y México, o que las condiciones de im-
plementación de la encuesta no fueron similares.
En este caso, la política no llena vacíos informati-
vos. Los errores cognitivos de los votantes no depen-
den de las preferencias partidarias, porque la dis-
tancia que separa hecho e interpretación es mínima.
Equivocarse es un problema cognitivo, no de inter-
pretación. Las preferencias de los peronistas o ma-
cristas no llenan huecos ni completan la sentencia.
Pero qué ocurriría si preguntáramos: “¿Quiénes cree
usted que tienen más posibilidades de responder co-
rrectamente que es igual a 3? ¿Los que votaron a Alber-
to Fernández o los que votaron a Mauricio Macri?”. En
este caso, la distancia entre nuestras certezas y los datos
son mayores: los peronistas creen que tienen más posi-
bilidades de acertar y los macristas lo mismo (aunque,
como vimos, los porcentajes de respuesta correcta son
casi iguales). Hay vacíos informativos que nos obligan a
especular sobre el nivel educativo de los votantes, sobre
quiénes tienen más tiempo para conectarse y respon-
der o sobre la edad promedio de los adherentes de cada
partido. En este caso, los huecos informativos de nues-
tras creencias son llenados con información partidaria.
Es decir, son llenados con prejuicios (2).
Creencias positivas respecto de los votantes con
los que nos identificamos inflan nuestras respuestas
favorables (asimilación) y creencias negativas res-
pecto de los “otros” como grupo disminuyen la tasa de
respuestas correctas que esperamos (contraste). Los
vacíos informativos, lo que no sabemos, completa la
sentencia, conecta los puntos, ata cabos, y nos permite
dar una respuesta que está informada por la política.
Lo que no sabemos se llena de sesgos partidarios.
¿Me enfermo o me quedo sin trabajo?
En Argentina, los votantes de Alberto manifiestan
casi 28% más probabilidades de enfermarse de coro-
navirus que los votantes del macrismo. En México,
los votantes de López Obrador reportan 22% menos
probabilidades de enfermarse que los opositores.
En ambos casos, la percepción sanitaria es informa-
da por la estrategia del gobierno de garantizar la sa-
lud de la población (Fernández) o de minimizar los
riesgos sanitarios y enfocarse en la economía (López
Obrador). Los vacíos informativos han sido llenados
con información partidaria.
Como la oposición carece de capacidad para im-
plementar la política sanitaria, la posición de Cam-
biemos en Argentina y de los partidos opositores (el
PRI y el PAN) en México son básicamente una reac-
ción a las iniciativas del oficialismo. No tienen que
ver con izquierda o derecha sino con su lugar de ofi-
cialismo u oposición. Cuando Alberto dice “salud”,
los votantes oficialistas estornudan y los oposito-
res se sacan el pullover. Cuando López Obrador di-
ce “trabajen”, los votantes del oficialismo se sacan la
bufanda y los opositores se ponen el barbijo.
En el contexto de la actual crisis, el nivel de polari-
zación ha definido el comportamiento de la sociedad
y el grado de acatamiento a las medidas sanitarias.
Cuanto mayor es la polarización, mayor es el efecto
de los encuadres políticos en nuestras percepciones
sanitarias: más polarización significa que más votan-
tes opositores creen que el gobierno “exagera” con
la cuarentena y descuida la economía (en Argenti-
na) o minimiza la peligrosidad del virus (en México).
Cuanto mayor es la polarización, mayor es la inten-
sidad de la dicotomía salud-trabajo entre gobierno y
oposición. Cuanto menor es la polarización, menos
diferencias observamos en las expectativas de enfer-
marnos y de perder el trabajo.
Las paradojas de la polarización
La primera línea de defensa contra el virus ha sido
el distanciamiento social. La respuesta sanitaria más
importante depende de que los votantes acepten
quedarse en casa, usar barbijo, calzarse guantes, la-
varse las manos y mantener dos metros de distancia
con otras personas. La batalla entre el gobierno y la
oposición, por lo tanto, deriva en comportamientos
sociales que desafían las medidas necesarias para
contener la pandemia.
El resultado es que cuando Alberto dice “salud” y
los votantes estornudan, la tasa de propagación de la
pandemia baja. Cuando López Obrador dice “trabajo”
y los votantes se sacan el barbijo, la tasa de propaga-
ción aumenta. La paradoja es que, si las medidas sa-
nitarias funcionan como estiman los epidemiólogos,
la política trabaja para que los votantes perciban un
mundo sanitario que está en conflicto con los resulta-
dos que se esperan. El presidente que prioriza la lucha
contra el coronavirus baja los contagios y, consecuen-
temente, la percepción social del riesgo disminuye.
El “serrucho epidemiológico”, el proceso por el
cual la cantidad de casos sube y baja conforme au-
menta o disminuye la percepción de riesgo social,
está informado por el conflicto político entre gobier-
no y oposición. Los países que han experimentado
más casos de contagios son también aquellos en los
cuales la polarización es alta y, por lo tanto, la crisis
puede ser explotada por oficialistas u opositores pa-
ra disminuir el capital político de su oponente. Los
ejemplos más claros son Estados Unidos y Brasil,
donde Trump y Bolsonaro minimizaron los efectos
de la pandemia frente a las críticas de la oposición,
representada sobre todo por los gobernadores.
Un país que logra un alto consenso político sobre la
respuesta epidemiológica, como Argentina, no sola-
mente introduce la cuarentena de manera más consis-
tente y clara; también puede comunicar que la caída en
cantidad de casos no es señal de disminución del riesgo
sanitario. En un país polarizado, en cambio, el conflicto
entre las elites potencia las percepciones subjetivas de
riesgo sanitario y económico. Por eso, aquellos países
con menos niveles de polarización lograron, al menos
al comienzo, más acatamiento a las cuarentenas, como
muestra la comparación entre Argentina y Brasil en
cuanto a la caída en movilidad capturada por Google
a partir de los datos de telefonía celular. La baja en el
nivel de actividad fue considerablemente mayor en el
caso argentino: mientras que en Argentina la caída en
movilidad global (distancias recorridas) fue de un 33%,
en Brasil fue de tan solo 22% (3).
Polarización y riesgo
Los efectos de la polarización comienzan a verificar-
se en la estructura territorial de Estados Unidos. La
pandemia comenzó en distritos urbanos altamen-
te poblados ubicados en las costas, en particular en
|5
Nueva York, pero la tasa de crecimiento de casos se
concentra hoy en los estados con mayores dificulta-
des para mantener la cuarentena, como Texas y Flo-
rida. Se trata de distritos con poblaciones vulnera-
bles, por edad e ingreso económico, y con altos nive-
les de polarización que inhiben una respuesta local
a la pandemia. Ante la falta de una respuesta del Go-
bierno Federal, la penetración del virus en Estados
Unidos es territorialmente desigual, permitiendo
que distintas zonas entren y salgan de las cuarente-
nas, exportando casos a los otros estados.
Luego de tres meses de cuarentena-no cuarente-
na, Estados Unidos está ingresando en una nueva fa-
se de crecimiento de casos que es parte de la primera
oleada y que a su vez tiene lugar en la temporada baja,
el verano boreal. A sólo cuatro meses de la elección
presidencial, la intensidad de la polarización solo
puede subir y la respuesta
sanitaria, en consecuen-
Una cosa es cia, solo puede debilitar-
se. Demasiado tarde para
no creer en el controlar la expansión de
la epidemia, la respuesta
cambio climático, del gobierno de Trump
solo puede tratar de des-
como ocurre lindar responsabilidades
con la mayoría sobre los gobernadores
demócratas. Pero sin una
de los votantes respuesta federal no hay
contención local posible.
republicanos, y Como afirmamos al co-
mienzo de esta nota, las
otra no sentir calor. percepciones de riesgo
sanitario (el estornudo)
son sensibles a encuadres
informativos y pueden tomar cuerpo en diferencias
identitarias entre distintos partidos. Las diferencias
partidarias en la percepción del riesgo no han bajado,
aun cuando las encuestas indican que en promedio la
mayoría de los votantes cree que es más posible que se
enfermen comparado con un par de meses atrás. Esto
conforma lo que la ciencia política y la economía de-
finen como un “sub-óptimo de Pareto”, un escenario
en el que la mejor estrategia de cada partido político
asegura un resultado que es peor para todos. Por eso
hoy la única respuesta sanitaria que se pueden ofrecer
los demócratas y los republicanos es ganar la elección,
dado que el capital político ha sido dilapidado y la evo-
lución de la pandemia solo puede ser moderada con
políticas públicas que nadie puede implementar. Ese
es el problema de las pandemias en un mundo polari-
zado, donde algunos políticos dicen “salud” y solo una
fracción de los votantes estornuda. g
1. Véase Dannagal G. Young y Amy Bleakley, “Ideological Health
Spirals: An Integrated Political and Health Communication Approach
to COVID Interventions”, International Journal of Communication,
Vol. 14, University of Southern California, junio de 2020.
2. Encuesta realizada entre 7.200 votantes mayores de
18 conjuntamente entre la Universidad de Maryland y
Vanderbilt. Parte del proyecto del Banco Interamericano
de Desarrollo, “Transparencia, confianza y redes sociales”,
IDB: 300600-01-PEC. PI:Ernesto Calvo, 2019-2020.
3. Datos de Google Mobile estimados de COVDATA-R.
Kieran Healy. 2020. covdata: COVID-19 Case and
Mortality Time Series. R package version 0.1.0
*Profesor de Ciencia Política en la Universidad de Maryland.
Su último libro, coescrito con Natalia Aruguete, es Fake news,
trolls y otros encantos, Siglo XXI, Buenos Aires, 2020.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
 6| Edición 253 | julio 2020
Dossier
La grieta
regresa

El consenso generado en torno al modo de enfrentar el coronavirus y la cooperación

entre Alberto Fernández y Horacio Rodríguez Larreta obligaron a los referentes de
la “derecha de la derecha” a explorar caminos para ejercer su crítica corrosiva: los
señalamientos a China y la crisis de los pequeños comerciantes impedidos de trabajar.
Los “influencers” ultraconservadores en tiempos de coronavirus

La extrema derecha
frente a la pandemia
por Gabriel Vommaro*

“
Manuel Cortina (Instagram: @mcortina93)

Quiero un país libre, quiero libertad; esto
no es Cuba, no es Venezuela”, explica una
mujer de unos sesenta años, con paraguas y
tapaboca, ante la pregunta de un periodis-
ta por las razones que la llevaron a marchar
hacia el Obelisco en medio de la cuarentena
obligatoria decretada por el gobierno. Manifestacio-
nes anti-cuarentena en diferentes ciudades de Amé-
rica Latina –en especial en Argentina, Brasil y Méxi-
co– revelan la existencia de un público defensor a ul-
tranza de la libertad individual que se moviliza ante el
temor y el rechazo que le provocan las restricciones
de excepción que suscita el coronavirus. Sus deman-
das no están basadas en pedidos de asistencia pública,
como sucede en Colombia o en Chile, sino en una mi-
ni revuelta frente a la intensificación de la regulación
gubernamental de la economía y de la circulación de
bienes y personas. Los medios suelen mostrar las aris-
tas más exageradas de este público de la derecha de la
derecha: negacionistas, conspiracionistas, nacionalis-
tas. Pero ¿qué hay más allá de los estereotipos?
Desde hace algunos años, en Argentina y en buena
parte de América Latina, cuando la derecha mains-
tream –aquellos partidos competitivos en busca del
centro político– no representa cabalmente los recla-
mos de su “pueblo extremo”, surgen pequeños parti-
dos, ONG y grupos de base religiosa, que organizan en
el espacio público el miedo y la amenaza que viven los
grupos conservadores ante el avance de las agendas de
género y redistributivas que cobraron impulso con el
giro a la izquierda. Libertarianos y ultraconservadores
constituyen parte central del músculo de esta reacción
conservadora, movilizada por el pánico moral a la “cha-
vización” (“otra vez Venezuela…”) y a la “ideología de
género” (“con mis hijos no te metas…”). En Brasil, con
Jair Bolsonaro en el gobierno, la derecha encontró ma-
yor visibilidad en el espacio público, pero en el resto de
los países se trata de minorías defraudadas por las de-
rechas mainstream que se sienten acorraladas por con-
sensos sociales contrarios a sus valores.
En ciertas coyunturas, los temas que movilizan
a “la derecha de la derecha” ocupan el centro de la
agenda y logran movilizar públicos más amplios, has-
ta obligar a las derechas mainstream a pronunciarse.
Cuando esos temas pierden visibilidad y la polariza-
ción política y cultural está –como ahora– suspendi-
da, su incidencia en el debate público disminuye. Se
produce entonces un repliegue en los circuitos de au-
toconfirmación que mantienen encendida la llama de
la reacción. Pero aunque no los veamos estos públicos
no están huérfanos de representación y mantienen su
capacidad para difundir marcos interpretativos y eti-
quetas simplificadas sobre la realidad, que sirven de
armas críticas tanto hacia los gobiernos progresistas
como hacia las derechas mainstream.
Una de las formas de representación de este sector
es la que encarnan los influencers de la derecha reac-

cionaria (1): cuentapropistas del pensamiento conser-
vador que buscan agregar públicos para convertirse
en sus voceros. ¿Quiénes son estos influencers? ¿Qué
representan en términos de renovación de la dere-
cha de la derecha? ¿Qué discurso despliegan en un
contexto de pandemia y cuarentena?
La derecha de la derecha
Los influencers de la derecha reaccionaria forman
parte de un linaje que se remonta a los publicistas de
los siglos XVIII y XIX, en la prehistoria del periodis-
mo. Comprometidos con causas conservadoras, agen-
tes de la reacción ante los tiempos revolucionarios, los
publicistas utilizaban la prensa para defender abierta-
mente sus causas, y lo hacían de manera frontal, polé-
mica y mordaz, a contrapelo del ideal regulador de la
objetividad que se impondría en el periodismo. Esgri-
mían a su favor argumentos basados en las tradiciones
y las leyes de la naturaleza subvertidas por el artificia-
lismo político de los revolucionarios. En la era de los
medios digitales, los influencers recogen esa tradición
directa y sarcástica, que toma partido abiertamente
pero sin renunciar a un discurso argumentado, basa-
do hoy en el “realismo” del binarismo sexual, las leyes
de la economía de mercado y la “familia normal”.
Son en general cuentapropistas, microempren-
dedores intelectuales que intervienen públicamente
en dos espacios fundamentales: las redes sociales y las
charlas y conferencias organizadas por una vasta red
de instituciones conservadoras en América Latina,
que va desde universidades y colegios confesionales
hasta think tanks y comunidades religiosas.
Así, su circuito de consagración es dual: constru-
yen sus públicos en las redes, pero también a través
de libros (publicados por pequeñas editoriales o au-
toeditados) en los que desarrollan sus ideas. Los li-
bros son la plataforma desde la que organizan pre-
sentaciones y conferencias, muchas veces como par-
te de “giras” por la región y España. La publicación
de libros es consistente con su percepción de estar
librando, de manera gramsciana, una “batalla cultu-
ral” que recuerda las cruzadas ultraconservadoras
de las “guerras culturales” en los Estados Unidos de
los 80 y 90. En ese sentido, recurren a una construc-
ción dicotómica amigo-enemigo clásica de la dere-
cha radical: el enemigo puede venir de diferentes lu-
gares, incluso de los más inesperados, pero se trata
siempre de un combate por las “almas”.  recha, como la migración y la xenofobia.
El doble terreno de las redes y los libros da cuen-
ta de la versatilidad e hibridez de estos personajes:
aunque la vida académica no es su actividad prin-
cipal, se apoyan en las “ideas” y los argumentos, en
consonancia con la tradición conservadora de la cul-
tura letrada. En tanto, en las redes sociales desplie-
gan un lenguaje “meme”, irónico y descontractura-
do; algunos de ellos, además, ensayan una estética
“pop” adaptada al público juvenil.
Uno de los influencers más populares es el ar-
gentino Agustín Laje. Nacido el 16 de enero de 1989
en Córdoba, proviene de una familia de clase media
conservadora y católica. Su padre trabaja en el Po-
der Judicial y su madre es empleada municipal. Es
licenciado en Ciencia Política por la Universidad
Católica de Córdoba y periodista, pero se define co-
mo escritor. Lleva publicados cinco libros. En 2013
publicó, junto a Nicolás Márquez, Cuando el relato
es una farsa: la respuesta a la mentira kirchnerista
(2) y luego, también con Márquez, El libro negro de
la nueva izquierda (3), donde se aleja de las dispu-
tas políticas locales para enfocarse en un combate
de alcance mayor: sus enemigos ya no son “los K”
sino el feminismo y el “homosexualismo ideológi-
co”. El libro combina argumentos de libertad y tra-
dición. Para los autores, la ideología de género tiene
una matriz autoritaria porque se impone mediante
el apoyo coercitivo del Estado. La “autopercepción”
de las minorías se vale del Estado para avanzar so-
bre los derechos de la mayoría.
A partir de su publicación y en el contexto de la po-
larización en torno a cuestiones de género que se da
en buena parte de América Latina, Laje realizó una
serie de recorridas por centros de estudio y comuni-
dades religiosas de la región. El libro se volvió un best-
seller y Laje se convirtió en un verdadero influencer
de la derecha reaccionaria. Como soporte institucio-
nal para su actividad, creó la Fundación Centro de Es-
tudios LIBRE, que según se define en su página ofi-
cial “busca promover el respeto por la libertad indivi-
dual, la propiedad privada y el republicanismo”.
¿Qué posición política ocupan estos influencers?
Situados en la extrema derecha, cuestionan a la de-
recha mainstream por “hipócrita”. Así, aunque su ad-
versario principal son las agendas y los actores polí-
ticos y sociales progresistas, las derechas “tibias” se
vuelven objeto frecuente de su crítica. Contra la de-
recha que se modera (a la que Laje llama despectiva-
mente “centroderecha”), los influencers insisten en
consignas que refuerzan las posiciones más polariza-
das. Su incursión en la competencia electoral, con la
notable excepción de Brasil, suele ser esquiva y margi-
nal, por lo que su disputa por el público de derecha es,
por así decirlo, “desde abajo”, o al menos desde afue-
ra del sistema político-institucional, al que atacan con
humor corrosivo y lenguaje meme.
La principal estrategia para correr a la derecha por
derecha es disputar a su público. Y como cuentapro-
pistas de las redes, construyen el público a partir de la
acumulación de seguidores. Su estrategia es entonces
centralmente digital: se vuelven influencers porque
adoptan lenguajes y estéticas de las redes, pero tam-
bién necesitan encontrar temas y coyunturas propi-
cias para sobresalir. La influencia se mide en seguido-
res. Laje tiene casi 600.000 seguidores en su canal de
YouTube, más de 300.000 en su página de Facebook y
otros tantos en su cuenta de Twitter.
El tema principal, como señalamos, es el género y
los derechos sexuales y reproductivos, que se lleva, se-
gún nuestra investigación, una cuarta parte de sus in-
tervenciones en redes. La economía y las cuestiones
de modelo de desarrollo, la religión, el medio ambien-
te y la política regional e internacional le siguen en im-
portancia. Hablan poco de la política de sus países, ca-
si tanto como el espacio que dedican a promocionar
sus libros, y mucho menos de ideologías: la batalla cul-
tural se da a través de la lucha contra la “ideología de
género” y el “populismo estatista”. Tampoco el tema
seguridad es central, si bien es una de las preocupacio-
nes centrales de la sociedad. Por último, no tienen una
retórica populista (no hablan en nombre del pueblo)
ni se apoyan en temas centrales del populismo de de-
Su protagonismo crece en coyunturas críticas,
cuando la derecha mainstream y los medios de co-
municación tradicionales asociados a ella adoptan
una actitud moderada, o en todo caso no tienen un
discurso unificado a la altura de las expectativas del
pueblo conservador: el debate sobre el aborto en
Argentina en 2018, las movilizaciones en Chile en
2019 o el impeachment a Dima Rousseff en Brasil en
2016, momentos en los cuales la derecha tradicional
se mostró dividida, les permitieron ampliar su pú-
blico. En su reciente libro, Ernesto Calvo y Natalia
Aruguete demuestran que la desactivación momen-
tánea de la polarización en Twitter en torno al deba-
te por el #AbortoLegal, producida por el hecho de
que las comunidades macristas y kirchneristas co-
menzaron a compartir información, fue territorio
propicio para la emergencia de Agustín Laje, en los
márgenes, como vocero de la comunidad antiabor-
to (4). Pasados los eventos en los que encontraron
marcos de sentido para interpretar la coyuntura, los
nuevos seguidores no abandonan a sus influencers,
sino que se incorporan a su público.
¿Qué hacer con la cuarentena?
La coyuntura de la pandemia encuentra a las dere-
chas mainstream otra vez moderadas, seguidoras de
recetas más o menos establecidas de confinamiento
obligatorio y restricción de la actividad económica.
La cooperación Horacio Rodríguez Larreta y Alberto
Fernández da cuenta de ello. Fuera de Brasil, donde el
mismo Bolsonaro actúa como vocero de ideas nega-
cionistas, los acuerdos entre los partidos principales
respecto de lo que debe hacerse para contener el virus
son relativamente amplios. Eso podría ser un terreno
propicio para que los influencers de la derecha reac-
|7
cionaria latinoamericana encuentren nuevamente un
lugar en el que expresar el malestar del público de la
derecha de la derecha.
Sin embargo, por el momento, con la excepción de
posiciones que niegan la existencia del virus o ven
su difusión como parte de un plan orquestado des-
de China para cercenar libertades, la mayor parte
del público contrariado por la cuarentena no adop-
tó posiciones negacionistas. Por eso los influencers
de la derecha se encuentran en la incómoda posición
de aceptar la enfermedad pero no el remedio. Po-
drían criticar la cuarentena como estrategia política
de acumulación de poder de líderes populistas, sin
adoptar posiciones de negación del efecto mortal del
virus, pero no parece una consigna fácil de propagar.
Los públicos movilizados por el miedo (a la ideología
de género, al populismo) deben lidiar también con el
miedo al contagio.
La derecha de la derecha está buscando su lugar.
Algunos de los temas que la movilizan, como la agen-
da de género, ha sido desplazada, lo que le quita a sus
referentes audibilidad. Sus argumentos dejaron de
ser contemporáneos. Pero eso no quiere decir que
sus públicos hayan desaparecido. El segundo tuit con
más favs de Laje en contexto de pandemia es una iro-
nía sobre el lenguaje inclusivo: “Al momento, nadie ha
hablado de ‘les enfermes’ o ‘les contagiades’ de coro-
navirus: buena manera de constatar que semejante
retardo madurativo e ideológico cede rápidamente
frente a los problemas reales”. El mismo tuit reconoce
que estamos frente a “problemas reales”. El tuit con
más favs responsabiliza a China por la pandemia: “Si
China no hubiera ocultado la crisis sanitaria; si no hu-
biera controlado a los medios, incluido Internet; si no
hubiera reprimido a médicos que querían advertir lo
sucedido, el virus hubiera sido reducido en un 86%.
China es responsable de esta masacre”. Encontrar
culpables, reforzar la lógica amigo-enemigo, no per-
mite, otra vez, negar la existencia del virus.
¿Por dónde pueden construir visibilidad y
volumen político estos influencers, que jugaron to-
das sus cartas a temas que hoy están en los márgenes
de la preocupación pública y la agenda mediática?
Una posibilidad es utilizar un discurso cualunquis-
ta: la cuarentena como un sistema de ahogo estatal
de los pequeños comerciantes y los trabajadores por
cuenta propia. En este sentido, el economista Jo-
sé Luis Espert, quien en 2019 representó una parte
del voto de la derecha libertaria, sostuvo: “Nos van a
cuarentenar hasta fundirnos a todos y después vivi-
remos de la teta del Estado. Venezuela, ¡alla vamos!”.
El activista cristiano conservador Gabriel Ballerini,
en tanto, compara el número de personas contagia-
das con el de comercios fundidos: “¿Todos conoce-
mos más negocios fundidos y gente sin laburo que
personas contagiadas o me pasa solo a mí?”
Calvo y Aruguete sostienen que la polarización en
redes no es una posición coyuntural sino una topogra-
fía del espacio público. De modo que su neutraliza-
ción momentánea por causa de temas que no tensan
la discusión, como la cuarentena, no debe hacernos
pensar que la polarización se debilitó. Los publicistas
están a la espera de que los temas que les sirven para
movilizar a sus audiencias vuelvan al centro del deba-
te. O que nuevas coyunturas críticas les den la opor-
tunidad de movilizar a ese pueblo de la derecha de la
derecha, esa vanguardia de la reacción conservadora
que busca su lugar en tiempos de pandemia. Para eso
prefieren creer, como sostuvieron algunos en un lla-
mado a una nueva movilización anticuarentena, que
“esto recién empieza”. g
1. Los datos sobre los influencers de la derecha reaccionaria
fueron tomados de una investigación en marcha que
realizamos junto a Gabriel Kessler y Martín Paladino.
2. Editorial ContraCultura.
3. Unión Editorial.
4. Ernesto Calvo y Natalia Aruguete, Fake News, burbujas,
trolls y otros encantos. Cómo funcionan (para bien y para
mal) las redes sociales, Siglo XXI, Buenos Aires, 2020.
*Sociólogo y escritor. Investigador del CONICET y profesor en la UNSAM.
Su último libro es La larga marcha de Cambiemos (Siglo XXI, 2017).
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
 8|
El conflicto por Vicentin reactualiza tensiones históricas.
La disputa es estructural: discutir “el campo” es discutir el
modelo productivo, el tipo de cambio, el empleo y el Estado.
Idas y vueltas en torno a Vicentin
El viaje del salmón
por Inés Lovisolo* y Martín Rodríguez**
E
l conflicto con el campo no volvió por-
que nunca se fue. Siendo excesivos: el
conflicto con el campo es también un
poco aquello que llamaban en los albo-
res de la democracia “la cría del Proce-
so”. El hijo de aquel fallido y sangrien-
to intento de desempate estructural que pretendió Vi-
dela, Martínez de Hoz y Cía. El campo fue contra Raúl
Alfonsín, lo vimos cien veces en aquel archivo preciso
de 1988. La eterna queja del sector. Lo silban. Y Alfonsín
(con su modesta tribuna de jóvenes de la Coordinado-
ra vivándolo bajo el agua) no acepta esos silbidos. Llue-
ve, es invierno, y Alfonsín les dice que ellos estuvieron
muertos de miedo en la dictadura. Les quiere decir: “Se
animan a silbar ahora que hay democracia”. A su mo-
do los perdona: los trata de miedosos y no de cómpli-
ces de aquella dictadura. El campo fue contra Eduardo
Duhalde en agosto de 2002, cuando repuso las retencio-
nes a la soja. Enrique Crotto, el entonces presidente de
la Sociedad Rural, criticó, en el acto de inauguración de
la muestra anual, el gasto de la política, haciéndose eco
del discurso anti-político de la crisis. Duhalde esquivó el
toro, no fue a la ceremonia. “El campo siempre se que-
ja”, decía Roberto Lavagna cuando aún era ministro de
Economía de Kirchner, en los años de las tasas chinas,
el “crecimiento con inclusión” y unos superávits geme-
los que asordinaban todo. Como una rémora del anti-
guo orden y la vieja Nación, ahí está el campo en su jue-
go en democracia: nuestra economía más moderna.
Existe en Argentina una disputa estructural de di-
fícil solución: el sector industrial necesita un tipo de
cambio real bajo y el campo uno alto. Para la indus-
tria, un tipo de cambio alto implica dificultad para
producir; para los trabajadores, una pérdida en su
capacidad de compra. El campo, al ser un sector ex-
portador, requiere un tipo de cambio competitivo. El
Dossier
La grieta
regresa
Manuel Cortina (Instagram: @mcortina93)
economista Pablo Gerchunoff plantea que el ideal es
encontrar un tipo de cambio real de equilibrio social
que compense la balanza entre los diferentes secto-
res económicos, pero lo cierto es que se trata de un
conflicto históricamente en tensión (1).
La segunda disputa tiene que ver con el componen-
te macroeconómico. Podemos discutir si las retencio-
nes son o no la mejor herramienta recaudatoria, pero
lo que no está en discusión es que la contribución fiscal
del campo es imprescindible. Por otra parte, es el
sector más dinámico y competitivo de la economía
argentina y el principal garante de divisas. Sin embar-
go, la estructura productiva no puede orientarse úni-
camente al campo porque genera poco empleo. De
modo que los gobiernos tienen que hacer finos equi-
librios para cuidar el empleo y la producción, que sue-
len terminar con el sector agropecuario descontento.
Estas tensiones generaron una larga serie de con-
flictos entre el campo y los gobiernos, que tuvieron su
pico en 2008. A partir de ese momento el campo de-
jó de ser solo un actor económico para convertirse en
un sujeto social repleto de significantes. La Encues-
ta de Relaciones Sociales elaborada por el sociólogo
Daniel Schteingart incluía la siguiente pregunta: ¿qué
es lo primero que pensás cuando leés la palabra “cam-
po”? El resultado de este ejercicio de asociación libre
dejó al desnudo el mapa de los imaginarios en torno
al campo: entre los votantes de Alberto Fernández las
palabras más mencionadas fueron “oligarquía”, “so-
ja”, “garca”; entre los votantes de Mauricio Macri, “va-
ca”, “trabajo”, “paz”, “tranquilidad”, “verde” (2).
¿Qué es esto?
Los significantes alrededor del campo existen, son con-
tundentes y están plenamente signados por una dispu-
ta política. Pero, ¿qué es el campo? Es un poco todo eso.
Edición 253 | julio 2020
Es verde, trabajo, chacareros y peones al rayo del sol, y
también es la Sociedad Rural y las Hilux cortando la ru-
ta. Es terratenientes de decenas de miles de hectáreas y
pymes familiares de fertilizantes que dependen exclu-
sivamente del éxito del sector agropecuario. Es Córdo-
ba, Santa Fe y Buenos Aires, y también comunidades
rurales de Santiago del Estero. Silobolsa y agricultura
familiar. Todo eso es el campo, y todo eso forma parte
también de la dificultad para abordarlo. Pero no es esa
complejidad vastísima con la que casi siempre se dis-
cute. “Asociamos el campo a vacas, trigo y soja. Lo ve-
mos como un todo homogéneo de oligarcas que juntan
la plata fácil y la sacan al exterior. Un exceso de simpli-
ficación”, dice el sociólogo José Muzlera. Es exacto. Pa-
ra muchas de las militancias peronistas el campo pasó
de ser, antes del 2008, “eso que ignoramos y da dólares”
a convertirse, después de 2008, en “eso que odiamos y
entendemos mal”. Aunque se entiende lo básico: ahí es-
tán los dólares que Argentina siempre necesita, a mer-
ced de la recurrente restricción externa.
Federico Zapata escribió que el peronismo tiene
una dificultad hacia el campo y lo explicó a través de la
composición de los cuadros mismos del justicialismo
del siglo XXI: está compuesto mayormente por pata-
gónicos centro-desarrollistas, porteños progresistas y
bonaerenses industrialistas del conurbano, realidades
geográficas lejanas al sujeto productor agropecuario,
que hace que no recurran a la experiencia objetiva para
construir una narrativa, sino a representaciones histó-
ricas (3). El conflicto del peronismo con el campo no es
ninguna novedad: desde 2008 en adelante se ha cons-
truido una narrativa de antagonismo con este sector.
Sin embargo, los problemas para abordar al campo
no son únicamente propios del peronismo. Cambie-
mos fue inicialmente el espacio político que más cer-
ca estuvo de representar al agro: muy presente en sus
discursos, una de las primeras medidas de gobierno de
Cambiemos fue eliminar las retenciones, designó como
ministro de Agroindustria al presidente de la Sociedad
Rural y su mejor performance electoral persiste en las
zonas donde predomina la actividad agropecuaria. El
mapa verde de los agronegocios se superpone al ma-
pa electoral amarillo. Campo y ciudades. Pero cuan-
do tuvo que volver a poner retenciones, porque de eso
dependía en parte su posibilidad de llegar al otro la-
do de la orilla, el conflicto reapareció. A fines de 2018,
las Confederaciones Rurales Argentinas sacaron un
comunicado donde acusaban al gobierno de Macri de
traicionar su confianza. Escribían: “Sin reparar en las
profundas diferencias que ofrece el sector productivo
en su interior, se decidió reimplantar retenciones a to-
dos, sin calibrar si la fruta arrastra una debilidad estruc-
tural no recompuesta, o la lana requiere recuperar el
50% de su stock perdido, o que entre el productor de so-
ja de Salta y el de Santa Fe existe un abismo de costos”.
El reclamo es el mismo: el campo no quiere pagar
retenciones y denuncia que el gobierno no tiene en
cuenta la heterogeneidad del sector. Estas tensio-
nes perduran y probablemente persistan en el tiem-
po, con los diferentes gobiernos. Podríamos decir: el
campo no tiene un problema exclusivo con el pero-
nismo. Lo tiene con el Estado.
El sector agropecuario adquirió desde 2008 un
peso político inédito y una inmensa capacidad de in-
tervención en la agenda pública. De sector de la eco-
nomía a actor político con vocación hegemónica. So-
mos la Nación. Hoy gana más impacto mediático un
tractorazo que un paro o una manifestación de sec-
tores sindicales históricos. Y su correlato de alianza:
tractorazo + cacerolazo. El conflicto por la 125 fue tan
extenso y desgastante que ningún gobierno quiere co-
rrer el riesgo de abrir una disputa de esa magnitud.
Las imágenes de 4x4 o de tractores con banderas ar-
gentinas en las rutas que retrotraen a esas épocas ator-
mentan a la ciudadanía. El campo ha sabido construir
poder y representación política y social. Sin embar-
go, la posibilidad de que forme su propio partido es
bastante baja: no solo porque la mayor parte del país
es urbana, sino porque el sector no tiene demandas
o reivindicaciones más allá del reclamo por un tipo
de cambio competitivo y la lucha contra las reten-
ciones. Es una agenda corta y eficaz, que organiza
un discurso muy aprehensible, pero con los límites

estructurales de su déficit: un país jugado al campo
se vuelve ingobernable (desempleo, dólar, etc.).
Les queda entonces a los partidos mayoritarios el
desafío de lidiar con estas disputas. Durante la ma-
yor parte del gobierno de Cambiemos, el campo tu-
vo la oportunidad de demostrar que sin retenciones
agobiantes y con un tipo de cambio competitivo po-
día ofrecer trabajo y prosperidad. Lo cierto es que
eso no pasó, y hacia el final de su gobierno Macri tuvo
que reponer retenciones e instaurar el cepo.
El peronismo en particular necesita cerrar las
heridas aún abiertas de la 125 y lograr construir un
vínculo de mayor confianza con el campo. Las ten-
siones probablemente continúen, porque el campo
tiene demandas que son difíciles de saldar sin per-
judicar significativamente la industria, el empleo y
la recaudación. Sin embargo, es posible intentar un
vínculo constructivo donde se incentive la produc-
ción agropecuaria sin orientar todo el aparato pro-
ductivo a este sector, un punto de equilibrio entre la
relación amigo-enemigo y la desregulación absoluta.
Tal vez haya que discutir con honestidad si las reten-
ciones son o no la mejor herramienta y si es eficiente
tasar la actividad entera, sin distinciones. El campo
también debe intentar saldar sus prejuicios y fantas-
mas hacia el gobierno (hacia los gobiernos) y aceptar
sus limitaciones en cuanto a generación de empleo y
sustentabilidad del modelo económico que propone.
Acá es donde surgen los interrogantes. ¿Quién va
a entablar este diálogo? ¿Cómo? No está del todo cla-
ro cuál es el ala del gobierno que se sentará a nego-
ciar con el campo, ni quién puede ser un interlocu-
tor válido, salvo que se piense que la tarea puede re-
caer pura y exclusivamente en el propio Presidente.
El peronismo cordobés supo interpelar al campo y
desarrollar un diálogo constructivo con este sector.
El gobernador que podría cumplir ese rol dentro de
la coalición de gobierno es Omar Perotti, aunque el
conflicto de Vicentin significa un revés en ese senti-
do: aglutina al campo en contra, en especial al santa-
fesino, y genera tensiones internas.
Alberto
Un rasgo distintivo de su, hasta ahora, “potencial li-
derazgo”, puede estar en el modo en que resolvió el
Presidente aquel entredicho con Paolo Rocca, el CEO
de la empresa Techint. Primero los trató de “misera-
bles”, lo que levantó una esperable polvareda. Tan así
que poco después surgió desde el núcleo kirchneris-
ta el impulso fiscal contra los empresarios podero-
sos. Apareció, como lo repetían todos, “el proyecto
de Máximo” de impuesto a la riqueza, que hasta aho-
ra tuvo tratamiento solo mediático. Cuando Alberto
Fernández fue entrevistado por el periodista Reynal-
do Sietecase, semanas después de ese episodio, el Pre-
sidente dijo dos cosas a la vez: dijo que no se desdecía
de sus palabras hacia Techint y Rocca (las reafirmó),
pero dijo también que eso era todo lo que tenía para
decir. O sea, abrió y cerró con cierre relámpago el en-
tredicho. ¿Y qué dijo, entonces, o qué podemos tradu-
cir? Que el conflicto con Techint no le iba a organizar
su gobierno. Que no iba a ser su “mini 125”. Que él or-
ganiza el conflicto y no que el conflicto lo organiza a él.
En el país de todo es política, Alberto hace una política
de “políticos” que no quieren que ninguna dinámica
les marque demasiado la cancha. Pero, ¿es posible?
La Argentina del siglo XXI persiste obstinada en
sus excepciones: demasiada clase media, demasiada
sindicalización, demasiado campo, demasiada indus-
tria. Como el viaje del salmón, pero tal vez se trata de
caminar siempre en la cornisa. Del difícil equilibrio
que impone una condición: la de una política que cui-
de ese equilibrio para que este país tenga un piso de
condiciones mínimas para un buen gobierno. g
1. “El nudo argentino”, www.eldiplo.org/
notas-web/el-nudo-argentino/
2. @danyscht
3. www.panamarevista.com/peronismo-y-
campo-un-dialogo-imposible/
*Politóloga.
**Periodista.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
EL DISCURSO DE ALBERTO FERNÁNDEZ EN Y MÁS ALLÁ DE LA PANDEMIA
Seguir marchando
Para hacer frente a la emergencia por la pandemia, el
Presidente desplegó distintas estrategias discursivas. Pero ante
la extensión de la crisis, busca reinstalar un horizonte político.
por Sol Montero*
(Viene de página 3)
Un primer giro remite al centro de gravedad de la
enunciación oficial. Una vez que la pandemia se con-
centró en el AMBA, la palabra se desplazó hacia las
figuras de Larreta y Kicillof, sobre quienes recae, ca-
da vez más, la carga de la prueba. La mirada se posa
ahora en la capacidad del gobernador bonaerense y
del jefe de Gobierno porteño de coordinar políticas a
pesar de no compartir estilos ni orientaciones ideo-
lógicas. Son ellos quienes rinden cuentas de los con-
flictos y las decisiones sanitarias.
Imaginar un horizonte político
Un segundo giro se instauró a partir del anuncio so-
bre la intervención y proyecto de expropiación de la
empresa de alimentos Vicentin. El acontecimiento
Vicentin suspendió la pax sanitaria: reencauzó la
agenda del debate político y la proyectó hacia un ho-
rizonte que va más allá de la pandemia. En un espa-
cio público relativamente apagado, casi totalmente
tomado por un discurso de gestión técnica y sanita-
ria de la crisis en el que la polémica se limitaba a se-
ñalar a “los vivos” que rompen la cuarentena y a los
“que escriben en Twitter” (polémicas con carácter
aleccionador que no trazaban verdaderos antagonis-
mos políticos), Vicentin inauguró una enunciación
contenciosa, es decir, puso en escena un litigio.
Inicialmente, el gobierno presentó la interven-
ción como un “rescate” en aras de consolidar una so-
beranía alimentaria y una participación estratégica
en el mercado de granos, sin mayores gestos polémi-
cos. En la conferencia de prensa del 8 de junio, Al-
berto prescindió de calificaciones y descalificacio-
nes, aunque también de explicaciones técnicas. Al
lado de la hiperinflación de datos científicos sobre el
virus, el anuncio sobre Vicentin se presentó como un
hecho consumado y no problemático, sin precisio-
nes que distinguieran razones, causas y consecuen-
cias. Se ha dicho que el gobierno “comunicó mal” la
intervención, pero ¿es posible comunicar un litigio?
Lo cierto es que una escena litigiosa reordena el ta-
blero, instaura una ruptura y no presupone a los ac-
tores que forman parte de ella. ¿A quién le habló Al-
berto en esa conferencia de prensa, qué sujetos fue-
ron interpelados? ¿Qué imaginarios se movilizaron,
a su pesar, con ese anuncio?
Es evidente que la propia noción de “expropia-
ción”, disimulada en el nombre del proyecto de ley,
tiene su memoria discursiva y reedita disputas pre-
téritas. El sentido del acontecimiento se cifra en sus
efectos y en sus reacciones. Así, el banderazo del 20
de junio anudó el imaginario de la “infectadura” con
el de la crisis del campo, y por ello colocó en el espacio
público “real”, y no solo en el virtual, un doble cuestio-
namiento: a la cuarentena y a la intervención estatal.
Más allá del carácter más o menos masivo de la mani-
festación, el banderazo reactivó las calles y las rutas,
con la consiguiente judicialización del caso, la nego-
ciación y el repliegue gubernamental, en una breve
secuencia conflictiva convenientemente aplacada,
no sin algunos tropiezos: Alberto perdió el temple en
alguna entrevista periodística y calificó a los manifes-
tantes como “sectores confundidos”.
Queda por pensar, sin embargo, el carácter político
o anti-político del acontecimiento Vicentin: su politi-
cidad está, como es evidente, menos atada a las inten-
ciones de los actores que a la escena que inaugura y a la
|9
memoria que moviliza. ¿Qué hitos se movilizaron en el
espacio público a partir del caso Vicentin? En primer
lugar, como fue dicho, la coyuntura 2008, la crisis del
campo y la visibilización de un sector social (o, mejor
dicho, una cadena de demandas: campo - república -
libertad) que, si entonces carecía de representación
política, ahora se concibe orgánico. Asociado a la me-
moria del 2008 resurge el fantasma de un cristinismo
larvado que gana terreno en un gobierno obligado a ce-
der y a negociar, aunque sea sabido que el proyecto de
Vicentin viene de las huestes albertistas. La respuesta
del gobierno no fue otra que la invocación del amule-
to preferido de Alberto toda vez que debe dar batallas
político-ideológicas de fondo, esas que no se limitan a
una u otra política pública sino que apuntan a imaginar
un horizonte de sentido y un proyecto de país. El Presi-
dente twitteó: “#Cuando me preguntan cómo estoy y
si pienso aflojar, miro este video del padre de la demo-
cracia y reafirmo mis convicciones. Por los que sufren,
por los que esperan, por la gente que confía en nosotros
y por la salud de la República seguiremos marchando.
Juntos. Siempre.” (https://twitter.com/alferdez/status
/1270102267425886208?s=20).
El tuit de Alberto está acompañado de un video. Es
un fragmento del discurso de cierre en la Convención
Constituyente de 1994, donde el entonces convencio-
nal y jefe del bloque radical Raúl Alfonsín narra una fá-
bula en la que un hombre camina a oscuras y con difi-
cultad en la nieve, y sigue adelante a pesar de los obs-
táculos, guiado por sus valores y sus compromisos.
El caminante funciona como una alegoría del pueblo
sufriente y al mismo tiempo del líder, que actúa en su
nombre. Se trata de un discurso emblemático en el que
Alfonsín legitima y celebra la Constitución naciente, y
en el que sella el pacto que terminó por institucionali-
zar aquella democracia aún en formación. Cita suge-
rente por su polisemia, si nos atenemos a la fábula y a su
moraleja, esto es, a la voluntad acuerdista y a la reafir-
mación de las convicciones como principio de acción
política. Pero también es una cita reveladora de la im-
pronta pactista que Alberto busca imprimirle a su go-
bierno una vez superada la crisis de la pandemia: se tra-
ta menos de ganar una batalla que de trazar una visión
de futuro, más allá de las inclemencias. Basta con recor-
dar el fragmento, pronunciado tan solo unos minutos
antes en el mismo discurso, en el que Alfonsín hace re-
ferencia al velo de la ignorancia de John Rawls: cierta-
mente, dice, “no conocemos lo que está por venir, y sin
embargo imaginamos un país”.
¿Cuál es el sentido del tuit de Alberto y la referen-
cia a aquel pacto? Pues bien: que en los asuntos polí-
ticos, cuando no se trata simplemente de encontrar
soluciones técnicas, hay que seguir marchando. Pa-
saron solo seis meses desde que Alberto Fernández
asumió la Presidencia. Lo que se avizoraba como una
gesta desafiante en materia política y económica, de-
vino inesperadamente una tarea titánica y sin prece-
dentes en la que están en juego ni más ni menos que
vidas humanas. La pandemia reveló más que nunca
que el porvenir es incierto, pero el camino recién co-
mienza y es tiempo de volver a imaginar un horizonte
político, sin petulancia y con vocación democrática. g
*Especialista en análisis del discurso político, investigadora adjunta
del CONICET y docente en la Universidad Nacional de San Martín.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
10 |
En Estados Unidos, el estado de Minnesota es considerado un feudo
del progresismo, líder en educación y bienestar. Sin embargo, las
estadísticas se invierten cuando se trata de la población negra, que
sufre además de un largo historial de exacciones policiales racistas
impunes. ¿Cambiará algo el asesinato de George Floyd?
Homicidios policiales racistas en Estados Unidos
Las víctimas de una
brutal desigualdad
por Richard Keiser*
E
n la historia política estadou-
nidense, Minnesota es con-
siderado una excepción: es
el único estado que votó en
contra de Ronald Reagan en
1984. La última vez que sus electores op-
taron por un candidato republicano a la
Presidencia se remonta a 1972, hace casi
cincuenta años. Con el correr de las ge-
neraciones, este santuario de la izquierda
estadounidense mandó al Congreso a Hu-
bert Humphrey, Walter Mondale e Ilhan
Omar, una de las dos primeras mujeres
musulmanas elegidas para el Parlamento.
Con estos antecendentes en mente, el ho-
micidio de George Floyd por una patrulla
de la policía y el estallido popular que des-
encadenó pueden resultar sorprendentes.
Para un observador familiar de las Twin
Cities –las dos ciudades gemelas de Min-
neapolis y de Saint Paul; esta última, capi-
tal del Estado–, esos acontecimientos, sin
embargo, no tenían nada de inesperado.
Aunque Minnesota figure entre los es-
tados mejor posicionados del país en tér-
minos de nivel educativo, de ingresos y de
bienestar, esas estadísticas, como lo recor-
dó el gobernador demócrata Tim Walz
luego de una noche de motines consecuti-
va a la muerte de Floyd el 25 de mayo, “só-
lo son válidas si usted es blanco. Si no lo
es, caemos casi a la parte inferior [de los
rankings]” (1). Minnesota está clasifica-
do en la posición treinta y nueve de la lis-
ta de estados que cuentan con más afroa-
mericanos titulares de un diploma de fin
de estudios secundarios. En proporción
de negros que ejercen un empleo, cae al
Minneapolis, 1-6-20 (Lucas Jackson/Reuters)
lugar cuarenta y cinco (sobre cincuenta),
e incluso al cuarenta y ocho si se considera
el porcentaje de afroamericanos propie-
tarios de su vivienda. El salario medio de
una familia blanca de Minneapolis roza
los 100.000 dólares por año, mientras que
el de una familia negra apenas alcanza los
28.500 dólares. Blancos y negros perma-
necen separados y desiguales.
Engranajes del sistema
Las desigualdades raciales no dejaron de
crecer en Estados Unidos desde los años
setenta. En consecuencia, no es sorpren-
dente que el COVID-19 haya producido
muchas más víctimas entre los negros que
entre los blancos, no solamente en térmi-
nos de mortalidad, sino también de pérdi-
das de empleo y de dificultades para llegar
Edición 253 | julio 2020
a fin de mes a lo largo de toda esta crisis.
Los corolarios más directos del confina-
miento –el cierre de las escuelas y la ca-
si imposibilidad de trabajar– resultaron
desproporcionalmente perjudiciales pa-
ra los afroamericanos, y les dieron aun
más razones para movilizarse, así como
tiempo para hacerlo noche tras noche.
Como a menudo ocurre en semejantes
erupciones de ira, algunos habitantes la
emprendieron contra las propiedades
privadas del barrio en el que viven en-
cerrados. Cosa más rara, los amotinados
hicieron lo mismo con tiendas elegantes,
restaurantes y bancos situados algunas
cuadras más lejos.
Evidentemente, las violencias policia-
les constituyen la expresión más brutal de
estas desigualdades. En Estados Unidos,
el mantenimiento del orden es una pre-
rrogativa local, ejercida por la ciudad o el
condado, fuera del control del estado o de
las jurisdicciones federales. El Minnea-
polis Police Department (MPD) presenta
un largo historial en materia de violencias
mortales perpetradas contra los habitan-
tes negros. Hasta el linchamiento filma-
do de George Floyd gozaba de una impu-
nidad casi sistemática, a ejemplo de los
agentes responsables de la muerte de Ja-
mar Clark y de Philando Castile en el cur-
so de los meses precedentes. Las prácticas
de acoso racista son incontables. Mientras
que las personas no blancas representan
el 40% de los habitantes de Minnesota, es-
tas concentran sobre sí el 74% de los ca-
sos de uso de la fuerza por el MPD. Según
un estudio publicado en 2018 por el De-
fensor Público del condado, los conducto-
res cuyo vehículo es buscado pertenecen
tres veces de cada cuatro a la comunidad
afroamericana, aunque esta no represen-
te más que un habitante de cada cinco.
Cuando el mismo conductor es objeto de
un aviso de búsqueda, en el 76% de los ca-
sos es negro, contra solamente el 13% para
los blancos. Habida cuenta de la amplitud
de poderes de que disponen los policías,
cualquier motivo puede justificar su in-
tervención. Todos los negros de este país
lo saben: cuando están al volante, su color
de piel basta para despertar las sospechas.
En las Twin Cities, pocos de ellos olvida-
ron las patrullas policiales que acechaban
a los fugitivos en tiempos de la esclavitud.
El sindicato de los agentes de policía es
uno de los engranajes clave de este siste-
ma. En Minneapolis, el presidente de su
rama local, el teniente Bob Kroll, se asegu-
ró la lealtad de las tropas saboteando los
esfuerzos entablados por los sucesivos in-
tendentes demócratas para disciplinar a
los agentes violentos. Según el intendente
actual, Jacob Frey, “los jefes de la policía
y los representantes que intentaron cam-
biar las cosas constantemente tropezaron
con la hostilidad del sindicato y con una
legislación que protege a los autores de
violencias” (2). Frey y su ex jefe de la poli-
cía, Janee Harteau, acusaron al sindicato
de obstruir toda tentativa de sancionar a
los agentes culpables. Estos últimos están
sobre todo cubiertos por un protocolo de
arbitraje negociado con el sindicato, cuyo
efecto es asimilar todo abuso de poder a
un acto de legítima defensa. Derek Chau-
vin, el agente que asfixió a George Floyd
bajo su rodilla durante cerca de nueve mi-
nutos, había cosechado diecisiete quejas
por violencias en veinte años de carrera,
de las que solo una dio lugar a una repri-
menda. En virtud de los acuerdos firma-
dos con el sindicato, el contenido de esas
quejas nunca fue divulgado. Entre los tres
agentes que asistieron pasivamente al su-
plicio de George Floyd, dos estaban en
servicio desde hace menos de un año. El
tercero, Tou Thao, totalizaba seis quejas
por violencias, cinco de las cuales fueron

clasificadas sin consecuencias. Con uno
de sus colegas había golpeado a una per-
sona esposada en 2017. Aunque la ciudad
abonó una indemnización de 25.000 dóla-
res al demandante, Thao se benefició con
la protección del sindicato y nunca fue
sancionado.
El teniente Kroll, aplaudido junto a
Donald Trump en un mitín en 2019, con-
sidera a los demócratas que dirigen la ciu-
dad como traidores a su causa. Entre otras
cosas, les reprocha no haber contratado
más efectivos para reprimir las violencias
urbanas. Sus recriminaciones ilustran la
mentalidad de estado de sitio y la aversión
hacia la izquierda que caracterizan a las
fuerzas del orden en este país. Cada vez
que los jefes de policía designados por los
intendentes instauraron programas para
enseñar las técnicas para aflojar tensiones
o refrenar los “prejuicios implícitos” de
los agentes, el sindicato frustró escrupu-
losamente esas iniciativas. Y cuando los
representantes concibieron un proyecto
de ley para obligar a los policías del MPD
a residir en su ciudad, con el objeto de que
vivan en las cercanías de su población, el
Senado local, bajo la presión del lobby po-
licial, rechazó el texto. En la actualidad, el
92% de los agentes del MPD residen fuera
de la ciudad donde trabajan.
Formación violenta
El intendente de Minneapolis tomó la sa-
ludable decisión de prohibir los cursos de
capacitación que enseñan a los policías
a percibir a cada ciudadano negro como
una amenaza, un programa de perfec-
cionamiento muy apreciado por los poli-
cías estadounidenses, amparado en el es-
tandarte de la killology (o “asesinismo”),
una doctrina con pretensión científica
que quiere liberar en el policía las pulsio-
nes predadoras ocultas en cada uno de
nosotros. Conquistado por esa visión del
mundo, y asqueado por las veleidades de
“apaciguamiento” ostentadas por el in-
tendente, Kroll replicó desenvainando su
propio programa de formación, financia-
do por el sindicato, y también inspirado
por los puntos de vista penetrantes de la
killology. Desde su punto de vista, la polí-
tica de apaciguamiento no puede aplicar-
se al MPD. Kroll sostiene: “No está en su
naturaleza. Ustedes quieren enseñarles a
retroceder y eso justamente no es natural.
Todo el estrés viene de ahí, de esos poli-
cías que no tienen márgenes para atrapar
a alguien y decirle: ‘No, te tranquilizás o te
meto en la cárcel o incluso, si es necesario,
utilizo la fuerza’” (3).
Kroll calificó a George Floyd de “crimi-
nal violento” y acusó a los manifestantes
de pertenecer a un “movimiento terroris-
ta”. Sus tropas le profesan una fidelidad
sin límites. Fue cómodamente elegido en
las últimas elecciones sindicales, ya que
nadie se atrevió a presentarse contra él, y
él mismo designó a su sucesor. El apego de
los policías al patrón de su sindicato radi-
ca en el hecho de que éste cubre sus espal-
das en todas las circunstancias, incluso en
caso de acciones más brutales o mortífe-
En EE.UU. no es
sorprendente que
el COVID-19 haya
provocado muchas
más víctimas entre
los negros que
entre los blancos.
ras, como es usual en todos los sindicatos
de policía del país. Es la razón por la cual
varias centrales de trabajadores grandes,
en Minnesota y en otras partes de Esta-
dos Unidos, directamente desaprobaron
a los sindicatos de policías, en línea con
el movimiento de solidaridad con Geor-
ge Floyd. Los lazos de complicidad orgá-
nica entre el MPD y el sindicato, sumados
al hecho de que éste representa indefecti-
blemente a los policías, ya que votan por
él, recibieron poca atención en la urgencia
del momento. Kroll está cerca de jubilar-
se, pero la cultura de la fuerza que impreg-
na su sindicato perdurará, tanto en Min-
neapolis como en otras partes, mientras
no se extirpe de los servicios de policía su
inclinación por la violencia coercitiva y
los prejuicios racistas.
Personas descartables
¿Y ahora? Desde el estallido de los últi-
mos días de mayo, emergió en Minnea-
polis un movimiento liderado por mili-
tantes y representantes que aboga por el
“desfinanciamiento” (defund) de la poli-
cía. En base a este apelativo mal definido,
algunos entienden la idea de cortar una
parte de los fondos asignados a las fuer-
zas del orden para reasignarlos a servicios
sociales y a programas de apoyo –sobre
todo a personas sometidas a trastornos
psiquiátricos– bajo la égida de la commu-
nity (“comunidad”), o de consejos barria-
les, cuya vocación sería hacerse cargo de
una parte de las atribuciones hasta en-
tonces reservadas al MPD. No obstante,
este seguiría ocupándose de los críme-
nes y de los hechos de delincuencia vio-
lenta. Otros dan al “desfinanciamiento”
un sentido más radical: disolver el MPD
y reconstruir algo nuevo, ambición que
siembra a la vez el entusiasmo (un poco)
y la inquietud (mucho) en los condados
blancos de Minnesota.
Otra consecuencia de las manifesta-
ciones, instituciones importantes como
la Universidad de Minnesota, las escue-
las de Minneapolis o los parques públicos
de esa misma ciudad rompieron sus con-
tratos de asociación con el MPD. Los poli-
cías que garantizaban la seguridad en los
establecimientos escolares o en aconteci-
mientos deportivos universitarios pier-
den así un complemento apreciable a sus
ingresos, puesto que esas tareas a menu-
do eran efectuadas fuera de las horas de
servicio. Considerada muy insuficiente
por los militantes, esa ola de repudio ins-
titucional, inédita, no dejó sin embargo de
tomar por sorpresa a todos los observa-
dores. Sus efectos no serán desdeñables.
Si quieren restaurar sus fuentes de ingre-
sos, los policías podrían mostrarse más in-
clinados a aceptar los cambios que Kroll
combatía con tanto ardor, sobre todo en
momentos en que el MPD y el sindicato
deben renegociar su convenio.
Por último, el gobernador del estado
encomendó al Departamento de Dere-
chos Humanos una investigación sobre
las sospechas de prácticas discriminato-
rias para con las personas de color en el
MPD. El Departamento tendrá autoridad
para ordenar cambios específicos, inclu-
so para tomar temporariamente el control
de la policía y del sindicato.
Es extremadamente raro que policías
que mataron a ciudadanos afroamerica-
nos sean condenados en los tribunales,
por la simple razón de que en Estados
Unidos, como lo recuerda el movimiento
Black Lives Matter, la vida de los negros
carece de importancia. La lista de las vícti-
mas no concluirá con George Floyd: otros
nombres ya vinieron a añadirse, como el
de Rayshard Brooks, asesinado por un po-
licía de Atlanta tras haber sido interpela-
do por haberse dormido en su auto. Pero
no se trata de un fenómeno exclusivamen-
te estadounidense. Ya sean los negros en
Estados Unidos, los migrantes en Euro-
pa, los indígenas o los sin techo en otros
países, la combinación del capitalismo
| 11
moderno y de un nacionalismo reavivado
alteró nuestra definición de la ciudadanía
y de los derechos que la fundan, creando
categorías de personas descartables a las
que el Estado puede quitarles la vida sin
levantar polvareda. Los grupos a quienes
se toma por blanco van a ser desacredi-
tados como asociales, condenados a ser
echados de las calles cuando se trate de
los que no tienen domicilio fijo, conside-
rados inasimilables en el caso de los refu-
giados o como un enemigo interior que
desafía el orden dominante en el de las
personas de color.
Es la razón por la cual el video de De-
rek Chauvin aplastando el cuello de Geor-
ge Floyd durante una eternidad corre el
riesgo de no ser suficiente para acarrear
la condena del policía y de sus tres acó-
litos. Una infracción antigua, huellas de
droga descubiertas en su organismo en
la autopsia, una actividad potencialmen-
te delictiva, como la supuesta utilización
de un billete falso o la venta de cigarri-
llos de contrabando, puede bastar para
metamorfosear a la víctima en culpable a
los ojos de la mayoría blanca. Un hombre
negro con antecedentes penales por uso
de estupefacientes –una desventaja muy
común desde el auge de la guerra contra
las drogas–, o por la falta de pago de una
contravención, se presumirá indigno de
compasión o de justicia en caso de muer-
te violenta. En el caso de George Floyd, el
desenlace del proceso dependerá proba-
blemente de la composición del jurado.
Incluso en la hipótesis de una condena
de los cuatro policías, una parte de la iz-
quierda blanca y el conjunto del cam-
po conservador esgrimirán la tesis de la
manzana podrida para salvar al resto del
canasto. Se lanzarán llamados solemnes
a la restauración de la confianza hacia la
policía que, después de todo, no hace tan
mal las cosas para proteger el bienestar
de las clases medias y altas blancas. Desde
ese punto de vista, tal vez Minneapolis no
esté tan alejada como se piensa de Nueva
York, París, Sidney o Río de Janeiro. g
1. Conferencia de prensa del
gobernador Tim Walz, 31-5-20.
2. Citado en David K. Li, “State of Minnesota
files civil rights charge against Minneapolis
police department”, NBC News, 2-6-20.
3. Citado en Ryan Grim y Aída Chávez, “Minneapolis
police union president: ‘I’ve been involved in three
shootings myself, and not a one of them has bothered
me’”, The Intercept, 2-6-20, www.theintercept.com
*Profesor de Estudios Americanos y de Ciencia
Política en la Universidad Carleton de Minnesota.
Traducción: Víctor Goldstein
12 | Edición 253 | julio 2020

Juan Soto (www.sotografico.blogspot.com)

gías nuevas) y aparatos electrónicos. Las

A pesar de que parecía tener el monopolio de las tierras raras, tierras raras también son utilizadas en la
industria de la defensa. Y, desde fines de
indispensables para la tecnología de punta, en 2018 y 2019 China los años 90, China provee en promedio el
90% de la producción mundial.
importó más de lo que exportó. No obstante, sus clientes siguen Sin embargo, solo un tercio de las re-
siendo muy dependientes de su producción. Pekín, desafiante, servas mundiales comprobadas se en-
cuentran en su territorio. En efecto, el
no deja de amenazar a Estados Unidos con detener los envíos. Instituto Estadounidense de Estudios
Geológicos indica que las hay en los sub-
suelos de Brasil, Rusia, India, Australia,
Recursos en el centro del conflicto sino-estadounidense pero también en varios países del Sudeste
Asiático (3). Desde el comienzo de 2010,
se lanzaron proyectos de exploración en

¿Se avecina una guerra

Canadá, en África Austral, en Kazajistán
y también en Groenlandia. Incluso Co-
rea del Norte afirma que posee reservas
gigantescas.

por las tierras raras?

La victoria industrial china
Durante mucho tiempo, China estuvo
muy lejos de ocupar esta posición cuasi
monopólica. A fines de los años 80, bajo
el liderazgo de Deng Xiaoping, el Partido
Comunista Chino (PCC) adoptó una po-
por Camille Bortolini* lítica voluntarista de desarrollo de tierras
raras. En aquel entonces esta industria era

L
a escena transcurre el 20 de ma-
yo de 2019 en Ganzhou, una ciu-
dad de unos diez millones de ha-
bitantes ubicada en la provincia
de Jiangxi (sudeste de China).
Xi Jinping, el presidente chino, recorre los
pasillos de una fábrica de imanes de tierras
raras. En esta “visita de inspección” am-
pliamente cubierta por la prensa oficial, lo
acompaña Liu He, su principal asesor eco-
nómico, jefe de negociaciones con Estados
Unidos y encargado de desactivar el con-
flicto comercial entre las dos potencias.
La fecha de la visita no era anodina:
diez días antes, la administración del pre-
sidente estadounidense Donald Trump
había pasado un nuevo límite en la guerra
comercial al elevar los derechos de aduana
sobre bienes chinos valorados en 200.000
millones de dólares. En la misma jugada
Washington puso en su lista negra al gi-
gante de las telecomunicaciones Huawei,
impidiéndole así acceder a componentes
estadounidenses, algunos de los cuales le
resultan indispensables (semiconducto-
res, sistema operativo Android). Fueron
dos golpes duros y sorpresivos para Pekín.
Al montar esa escena pocos días más
tarde, era evidente el mensaje que desea-
ba enviar Xi con su visita a una fábrica de
tierras raras: China tiene un instrumento
capaz de devolver los golpes estadouni-
denses. La prensa y algunos investigado-
res chinos se encargaron de ponerle los
subtítulos a aquella escena: China podría
dejar de proveer tierras raras a las empre-
sas estadounidenses de un día para el otro.
En un artículo publicado en inglés por el
periódico chino Global Times, el profesor
Jin Canrong, que enseña Relaciones In-
ternacionales en la Universidad Renmin
de Pekín, declaró que China “tiene tres
ventajas estratégicas para ganar la guerra
comercial contra Estados Unidos”, una
de las cuales es la prohibición de exportar
tierras raras (1). Poco tiempo después, la
organización que representa a los indus-
triales chinos del sector se declaró oficial-
mente favorable a la implementación de
esas medidas de represalia (2).
La amenaza tiene con qué generar pre-
ocupación dados los antecedentes: tras
la detención de un barco pesquero chino
por parte de la marina japonesa en el dis-
putado archipiélago de las islas Senkaku/
Diaoyu en septiembre de 2010, Pekín cor-
tó bruscamente sus exportaciones de tie-
rras raras a Japón –sin jamás reconocerlo
públicamente–, lo cual generó una ola de
pánico en los mercados mundiales.
Ahora bien, ¿qué son exactamente las
tierras raras? Se trata de un conjunto de
diecisiete minerales con propiedades
químicas similares –entre ellos están el
cerio, el disprosio, el erbio, etc. – que son
indispensables, aunque a veces se utilicen
cantidades ínfimas, para fabricar tecno-
logías clave para la transición energéti-
ca (turbinas eólicas, vehículos con ener-
dominada por Estados Unidos que, ade-
más de la mina de Mountain Pass en Cali-
fornia, controlaba la totalidad del ciclo de
transformación gracias a Magnequench,
filial de General Motors y empresa insig-
nia de Indiana cuyas actividades marcha-
ban de maravillas (4). Sin embargo, Deng
era consciente del interés geopolítico que
tenía la explotación de las reservas chinas.
Durante su célebre gira por el sur de Chi-
na para lanzar reformas en 1992, el viejo
líder explicitó su visión: “Medio Oriente
tiene el petróleo; China, las tierras raras”.
Desde entonces, todos los medios fue-
ron buenos para desarrollar esta industria:
las autoridades chinas cedieron tierras,
proveyeron energía a bajo costo, subven-
cionaron la apertura de nuevas minas. No
prestaron atención a las condiciones de
trabajo de los mineros, sumamente pre-
carias. Tampoco se dejaron conmover por
las preocupaciones medioambientales. En
paralelo, protegieron al mercado interno
de la competencia externa al reservar las

actividades de extracción únicamente a
industriales chinos. A medida que Estados
Unidos abandonaba las actividades mine-
ras –la mina de Mountain Pass fue el epi-
centro de escándalos ambientales (5)–, la
producción oficial china (que no incluye
la explotación clandestina, estimada his-
tóricamente en un nivel de entre el 20 y
40% de la extracción total) progresó inin-
terrumpidamente: 60.000 toneladas en
1998, 80.000 toneladas en 2002, 100.000
toneladas en 2004, 120.000 toneladas en
2006. La producción estadounidense se
detuvo a partir de 2003, la de los demás
países productores alcanzaba por enton-
ces 1.000 toneladas anuales como máximo.
Sin descuidar su dominio sobre la fa-
se primaria del sector, China se dedicó a
atraer empresas extranjeras capacitadas
en desarrollos tecnológicos en materia de
transformación con el objetivo de impul-
sar la cadena de valor. Esta captación se
realizó de forma directa: en 1995, la china
Zhong Ke San Huan compró la estadouni-
dense Magnequench. Cinco años más tar-
de, la fábrica de Indiana fue relocalizada
en la ciudad de Tianjin, al este de Pekín.
El gobierno chino también recurrió a
técnicas más indirectas. Progresivamen-
te adoptó una serie de restricciones a las
exportaciones (impuestos, permisos, cuo-
tas) para responder a las necesidades cre-
cientes de su mercado interno y, a la vez,
encarecer el aprovisionamiento de sus
clientes. En 2010, cuando ya contaba con
un cuasi monopolio en materia de extrac-
ción, China disminuyó drásticamente sus
cuotas de exportación a 30.000 toneladas
anuales. La Organización Mundial del
Comercio (OMC) la condenaría cuatro
años después (6), pero el daño ya había si-
do causado. Para afrontar el riesgo de es-
casez o para evitar pagar sobrecostos, em-
presas estadounidenses y japonesas del
sector de la transformación instalaron sus
actividades en China. A lo largo de toda la
cadena, incluyendo actividades con mu-
cho valor agregado como la producción
de imanes, se generaron vínculos que per-
mitieron transferir tecnología en benefi-
cio de las empresas chinas. Estas últimas
son las que hoy se imponen como las cam-
peonas mundiales del sector.
Esta política de desarrollo ha sido una
victoria industrial para China. Hoy, en su
propio territorio y con sus propias empre-
sas –como por ejemplo Shenghe–, Chi-
na es capaz de extraer, separar, refinar y
transformar tierras raras. El objetivo de
fabricar productos de alto valor agregado,
de la mina hasta la producción de compo-
nentes sofisticados, ha sido ampliamen-
te alcanzado: hoy garantiza el 80% de la
producción mundial de imanes a base de
neodimio, uno de los más utilizados (para
telefonía celular, motores eléctricos, apa-
ratos de resonancia magnética, algunas
turbinas eólicas, etc.).
La guerra continúa
En el plano ecológico, el balance es mu-
cho menos positivo… El desarrollo desen-
frenado de actividades de extracción ha
sido sinónimo de desastre en las provin-
cias afectadas: en el interior de Mongolia
se multiplicaron los lagos tóxicos, los ca-
sos de envenenamiento con ácido sulfú-
rico y los llamados “pueblos del cáncer”.
Una parte de la población, preocupada
por los riesgos sanitarios y medioambien-
tales, comenzó a movilizarse localmente,
por ejemplo en Guangxi, para manifestar
su oposición a la extracción contaminan-
te. En síntesis, el costo ambiental de esta
explotación minera es cada vez más difí-
cil de justificar para un régimen que se sa-
be afectado en materia de lucha contra la
contaminación, erigida bajo Xi en “batalla
fundamental” del PCC.
Además, las reservas chinas, estimadas
en 44 millones de toneladas, no son ilimi-
tadas. Ahora bien, la demanda mundial
debería seguir aumentando. El consumo
de algunas tierras raras podría multipli-
carse por veinte de aquí al 2035. Pekín se
encuentra entonces en una situación pa-
radojal en la que su control de la cadena
de valor, fundamentalmente del ciclo de
transformación, la obliga a prever límites
a sus operaciones de extracción.
Desde 2010 las autoridades hacen es-
fuerzos para mantener la producción ofi-
cial entre 100.000 y 120.000 toneladas por
año. Paralelamente, tratan de consolidar
la industria, históricamente muy fragmen-
tada, alrededor de grandes empresas, con
el objetivo de reducir la extracción clan-
destina. A mediados de aquella década, se
orientaron hacia nuevos socios para asegu-
rar el aprovisionamiento de minerales: pa-
ra sorpresa de todos, en 2018 China pasó a
ser importadora neta de tierras raras bru-
tas. En 2019, según las aduanas chinas, im-
portó 47.000 toneladas de minerales de tie-
rras raras y 36.000 toneladas de óxidos de
tierras raras, dos sectores donde las impor-
taciones ahora superan a las exportaciones.
Estas tierras raras brutas o poco transfor-
madas provienen de Australia –vía Malasia,
donde la empresa australiana Lynas Corpo-
ration, por ejemplo, implantó una parte de
sus operaciones de refinamiento–, de Bir-
mania, de Vietnam o incluso de África.
El desafío de Pekín pasó a ser entonces
asegurarse esas nuevas importaciones. En
2015, el gigante Shenghe firmó un contra-
to con una empresa australiana que ex-
plotaba una mina en Madagascar. Al año
siguiente, la empresa china se transformó
en el primer accionista de Greenland Mi-
nerals Ltd, compañía minera australiana,
con la que selló un acuerdo que le reservó
la totalidad de la producción de las tierras
raras pesadas de la mina de Kvanefjeld, en
Groenlandia, es decir 32.000 toneladas
anuales de ese precioso mineral garanti-
zadas una vez lanzada la producción.
Más sorprendente aun, una parte con-
siderable de las importaciones recientes
provienen de… Estados Unidos. La admi-
nistración norteamericana, al haber toma-
do conciencia de su vulnerabilidad ante su
“competidor estratégico” (7) chino, apoyó
Hoy, en su propio
territorio y con
sus propias
empresas, China es
capaz de extraer,
separar, refinar
y transformar
tierras raras.
la reapertura de su sitio histórico Mountain
Pass, nuevamente en actividad desde co-
mienzos de 2018. Pero la mina todavía no es-
tá equipada con una unidad de refinamien-
to. Por el momento, los estadounidenses
exportan a China tierras raras brutas. Los
chinos las refinan, las transforman, antes de
volver a exportar los productos terminados
(como los imanes) al mercado norteameri-
cano, pero también a Europa, Japón o India.
En este contexto, ¿es creíble la amena-
za de un nuevo embargo chino? La imposi-
ción de nuevas medidas de restricción a la
exportación podría, a corto plazo, favore-
cer a las empresas chinas al otorgarles un
acceso privilegiado a productos termina-
dos para los cuales es difícil encontrar so-
luciones alternativas en muchos sectores.
Pero esto también incitaría a sus socios a
diversificar sus circuitos comerciales –lo
cual podría comprometer la centralidad
de China en la cadena de valor–. Paradóji-
camente, esas restricciones a las exporta-
ciones favorecerían a sus competidores. En
efecto, probablemente crearían un “shock
de oferta” y por lo tanto un aumento de las
cotizaciones globales, lo cual tornaría más
rentable la explotación de nuevas minas.
| 13
En todo caso, la voluntad norteameri-
cana de no depender más de China es más
que visible. En Estados Unidos, las ope-
raciones de transformación de minerales
de tierras raras provenientes de Moun-
tain Pass deberían retomarse antes del fi-
nal de este año, y el Pentágono confirmó su
intención de financiar la construcción de
unidades de refinamiento en suelo esta-
dounidense. El acercamiento de la admi-
nistración Trump con varios socios (Cana-
dá, Australia en primer lugar) es observado
por las autoridades chinas. En el verano de
2019, el Global Times se mofaba de la volun-
tad explícita del inquilino de la Casa Blan-
ca de “comprar” Groenlandia, una prueba,
según dicho medio, de la “ansiedad” esta-
dounidense ante la dominación china del
sector de las tierras raras (8).
Un año después de la visita de Xi a la fá-
brica de imanes de Jiangxi, China todavía
no ejecutó su amenaza de embargo. En el
ruidoso conflicto que opone a las dos po-
tencias, un cambio escapó a la atención de
la mayoría de los observadores. Para este
año 2020, China no disminuyó sus cuotas
de producción de tierras raras, sino que las
aumentó en un 10%. Tal vez se trate para
Pekín de una forma de tornar más abun-
dante la oferta con el objetivo de hacer ba-
jar el precio mundial y frustrarlos antes de
que nazcan a los nuevos proyectos mine-
ros codiciados por Estados Unidos.
La epidemia de Covid-19, que detuvo
a las minas chinas y, más ampliamente, a
la economía mundial, genera dudas sobre
esos cálculos. Pero en tiempos en los que
el mundo entero se pregunta sobre sus de-
pendencias frente a China, no hay dudas
de que las tierras raras volverán a estar en
primer plano. g
1. Jin Canrong, “China has three trump cards to win
trade war with US”, Global Times, Pekín, 15-5-19.
2. “China rare earth groups support counter-
measures against US ‘bullying’”, Reuters, 7-8-19.
3. Minerals Commodity Summaries, US
Geological Survey, Reston, enero de 2020.
4. Véase Olivier Zajec, “China tiene la llave”, Le Monde
diplomatique, edición Cono Sur, noviembre de 2010.
5. Guillaume Pitron, La guerre des métaux
rares, Les liens qui libèrent, París, 2018.
6. Diferendo DS432, “China. Medidas
relativas a la exportación de tierras raras,
de tungsteno y de molibdeno”.
7. La nueva estrategia de seguridad nacional
estadounidense presentada por Donald
Trump en diciembre de 2017.
8. Wang Jiamei, “Greenland interest exposes US
rare earth déficit”, Global Times, Pekín, 21-8-19.
*Analista económica en la Dirección General del
Tesoro, en misión diplomática en Pekín de 2017 a
diciembre de 2019. Los puntos de vista expresa-
dos por la autora en este texto son personales.
Traducción: Heber Ostroviesky
14 |
Contra todos los prejuicios, el pueblo italiano más destacado de la
diáspora china lamentó apenas unas pocas muertes por COVID-19.
Artífices de este éxito sanitario, los chinos de Prato, líderes de la
industria local del prêt-à-porter, gozan de un reconocimiento tardío.
Sistema de producción chino “made in Italy”
Un pueblo chino
en Toscana
por Jordan Pouille y Lei Yang*, enviados especiales
L
os grandes medios de Pekín se
hicieron un festín con los elogios
que expresó el intendente de
Prato (Toscana), Matteo Biffoni,
con respecto a los residentes chi-
nos de su ciudad. “Cuando se declaraba la
epidemia en China, los diarios y los canales
de televisión [italianos] estaban convenci-
dos de que Prato se convertiría en el agu-
jero negro de Italia. En realidad, tenemos
una tasa de infección mucho más baja que
el resto del país y, sobre todo, no tenemos
ningún ciudadano chino infectado. La co-
munidad china ha estado extraordinaria-
mente atenta”, declaraba el edil el 7 de abril
de 2020 en la China Central Television
(CCTV). “Muchos ciudadanos de Prato es-
taban en China por el año nuevo lunar [25
de enero]. Al regresar, estuvieron en cua-
rentena voluntaria. Hay que agradecerles”,
agregaba para la agencia Xinhua. Es la pri-
mera vez que se reconocía de esta manera
a los chinos de Prato.
En esta ciudad industrial de la Toscana
ubicada a unos veinte kilómetros al nor-
te de Florencia, los chinos están presentes
desde hace veinticinco años. Compraron
fábricas textiles que estaban en sus últi-
mos días y después desarrollaron la con-
fección. Zhou Rongjiing, el presidente de
la Asociación de Comerciantes Chinos
de la ciudad, no sale de su asombro: “Me
puso muy orgulloso escuchar las pala-
bras [del intendente]”, le declaró al Beijing
Qing Nian Bao, el 8 de abril pasado. A fines
de enero, esta personalidad destacada or-
ganizó con las dieciocho asociaciones de la
diáspora una “fuerza de intervención es-
pecial COVID”, que les impuso el confina-
miento y el uso de tapabocas a los miles de
trabajadores chinos, mucho antes de que
lo decretara el gobierno italiano. Un equi-
po de voluntarios se asegura de que se res-
peten las reglas por toda la diáspora, y les
distribuye tapabocas a los habitantes de
Prato, dejándolos en sus buzones o en los
estacionamientos de los hospitales. “Final-
mente, se aplicó el método chino. La úni-
ca diferencia es que estos voluntarios civi-
les no llevaban ni chaleco ni brazalete ro-
jo”, analizó el diario, olvidando al pasar las
seis iglesias evangélicas chinas, cuyos fieles
también tuvieron mucha participación.
La diáspora textil
Las autoridades de Prato estiman en
31.000 la cantidad de chinos que residen
en la ciudad -de los cuales una cuarta parte
se encuentra en situación irregular- sobre
una población total de 195.000 habitantes
(1). La Cámara de Comercio local censó el
año pasado 5.850 empresas chinas, a me-
nudo individuales, de las cuales 4.280 per-
tenecen al sector textil. Estas nacen y mue-
Juan Martín Ayerbe (www.jmayerbe.com)
ren a un ritmo desenfrenado: la esperanza
de vida media no sobrepasa los dos años.
Esta comunidad mayormente origi-
naria de Wenzhou, ciudad portuaria de la
provincia de Zhejiang, se agrandó a partir
de mediados de los años 1990, después de
las grandes reestructuraciones de las em-
presas estatales chinas, que tuvieron como
consecuencia un desempleo masivo en todo
el país. Mientras en Belleville, en París, sus
obreros preparan en negro y durante quin-
ce horas por día ravioles para restaurantes
asiáticos, los de Prato desarrollan el nicho
del Pronto Moda: producir rápido y barato
ropa prêt-à-porter para consumo masivo.
Este sistema respondía -y aún responde- a
las exigencias de los minoristas europeos de
no esperar más dos meses por un pedido de
ropa, gozando al mismo tiempo de la seduc-
tora etiqueta del “made in Italy” (2).
Desde hace mucho tiempo, en Pra-
to, los obreros textiles trabajan, comen y
duermen en el taller, y usan sus magros sa-
larios para devolverles el dinero a los pasa-
dores. Sus empleadores, también de Wen-
zhou, viven una vida lujosa, paseándose en
autos de alta gama. En consecuencia, han
proliferado negocios, restaurantes y salo-
nes de té específicos para la comunidad.
En 2008, cuando estalló la crisis financie-
ra, las últimas fábricas de tejido de alta gama
que estaban en manos de italianos acelera-
Edición 253 | julio 2020
ron su declive mientras que los talleres de
confección chinos seguían prosperando.
Sin embargo, la evasión fiscal se volvió un
tema de indignación: la policía financiera
italiana descubrió flujos de dinero no decla-
rado entre la Toscana y China estimados en
1.000 millones de euros por año, de los cua-
les dos tercios provenían de Prato. Al año si-
guiente, el candidato de la derecha berlus-
coniana Roberto Cenni ganó las elecciones
municipales en ese bastión comunista, des-
pués de una campaña virulenta contra la co-
munidad china y sus “30.000 esclavos”.
La tragedia de Teresa Moda tuvo lugar el
1 de diciembre de 2013: siete obreros chinos
murieron presos de las llamas en su taller
que, como tantos otros, no contaba con sa-
lida de emergencia. La ciudad estableció un
día de duelo. Alessandro Fabbrizzi, el secre-
tario general local de la poderosa Confede-
ración General Italiana del Trabajo (CGIL)
exhortó a Prato a dejar de ser “la ciudad de
la ilegalidad” (3). Las paredes se llenaron de
grafitis que llamaban a “actuar”.
Unos meses más tarde, el candidato de
centroizquierda Matteo Biffoni consiguió
ser elegido prometiendo diálogo y mejoras.
Programa que ejecutó: desde su llegada en
2014, las empresas fueron objeto de cerca
de 10.000 intervenciones policiales. Varias
apuntaron a los estudios contables en ma-
nos de ciudadanos de Prato: mediante ma-
niobras opacas, algunos proveían boletas
de pago, balances y certificados de empleo
para permitirles a sus clientes chinos obte-
ner una renovación del permiso de estadía.
A los cuales acto seguido se los despedía y
se les pagaba en negro.
Estas batidas policiales también se lle-
varon a cabo en los talleres, donde saltaba
a la vista la disparidad entre la cantidad de
empleados declarados y la de las máqui-
nas de coser. Se verificó por supuesto el
cumplimiento de las normas de incendio.
A esto le siguieron clausuras y luego rea-
perturas sujetas a un pliego de condicio-
nes y multas muy elevadas.
“Miden hasta el tamaño de las banque-
tas. Pero cuando nos roban o agreden en la
calle no hay nadie”, declaró un empresa-
rio con el que nos encontramos antes de
la epidemia, suspirando. Wen JunHui (4)
es propietario de un comercio mayorista
cerca de la Via Toscanini. Acompañado
por un té de jazmín, se desahogó sobre la
“pereza” de los italianos, sobre esos “obre-
ros chinos que se volvieron muy caros” y
la mano de obra paquistaní y africana muy
poco calificada. Después nos invitó a des-
cubrir el templo budista Pu Hua de la Pia-
zza Gualchierina, joya de la buena socie-
dad china de Prato. Huang Shulin, su en-
cargado de sombrero y mocasines Versace
haciendo juego, nos presentó a tres mon-
jas residentes, llegadas especialmente de
Ningbo (Zheijiang) y las remodelaciones
recientes, financiadas por su mecenazgo.
La suntuosidad del templo contrasta con
el deterioro de las veredas de la Via Filzi, ar-
teria comercial en la que los tachos de basura
y los parquímetros están tapados con calco-
manías atrevidas que invitan, en mandarín,
a conocer a una “hermana” o a una “prima”
marcando un número de teléfono. Es allí, en
antiguos bares convertidos en cantinas pa-
ra obreros, donde las costureras del Pronto
Moda van a engullir un bol grande de fideos
con cerdo frente a los programas de telecro-
chet de la Zhejiang TV. Nos encontramos a
algunos pasos de la Via Pistoiese, donde se
alinean los primeros talleres de costura chi-
nos, edificios deslucidos que parecen a todas
luces abandonados, con ventanas a veces ta-
piadas para disimular el brillo de los neones
que delatan el trabajo nocturno.
Nueve kilómetros más al sur, en Sea-
no, al pie de los viñedos, los talleres ocupan
galpones construidos más recientemente,
edificados detrás de casas bien cuidadas y

alquiladas a precios altos por sus propieta-
rios italianos. Acá también la infracción por
uso desviado de los locales parece moneda
corriente: máquinas de coser y pilas de telas
reemplazaron las herramientas agrícolas.
La señora Lu Hong, de 34 años, calzada
con zapatillas y con un anorak que lleva la
marca de una firma de lujo en la espalda, es
una de estas pequeñas emprendedoras del
Pronto Moda. Su fina silueta está rodeada
de montículos: prepara un pedido de 1.800
vestidos de franela que le entregará al día
siguiente al volante de su camioneta a un
comerciante de la rue Popincourt, en Pa-
rís: “Una china como yo, cuya familia rica
quebró. Vuelve a empezar de cero”. La jo-
ven mujer comenzó como obrera hace diez
años, a 800 euros por mes. “Antes de eso, yo
era contadora en una empresa de teleco-
municaciones en mi ciudad en el Fujian”,
recuerda. La señora Lu piensa en grande.
Compró un depósito que unos decoradores,
también chinos, acondicionaron en ocho
showrooms distintos destinados al alquiler:
“Pero las ganancias van a ser escasas, por-
que ya sé que van a llover las multas”.
Del hostigamiento a la extorsión a veces
no hay más que un paso, que se dio el 3 de
mayo de 2019, cuando un empresario chi-
no y su esposa embarazada fueron chanta-
jeados en su domicilio por un policía y tres
cómplices provistos de una falsa orden de
allanamiento. Monto del robo: 11.000 eu-
ros en efectivo, diez veces menos de lo es-
perado. El 29 de abril de 2020 se supo que
también estaba implicado alguien de ran-
go elevado. El suceso apareció en Nouvelles
d’Europe, diario de los chinos en Francia, y
después fue retomado en WeChat.
La señora Lu Hong nos presentó a Gao
Dong, uno de sus tres trabajadores de ese
momento. Tiene más de cuarenta años, se
dedica a planchar las prendas y se le paga por
unidad. “Acá, la señora Lu me paga 15 centa-
vos por vestido. Puedo planchar hasta 600
en doce horas, es decir, 90 euros por día. No
está mal, ¿no?”. Hijo de campesinos del He-
bei, ensamblaba calzado para la marca Bally
en una fábrica de las afueras de Shenzhen, en
China, por 700 euros por mes. En 2017, du-
rante sus francos del año nuevo lunar, recibió
la visita de un hombre que recorría el interior
en busca de mano de obra para exportar. Le
prometió un mejor salario, una cama cómoda
y tres comidas por día. Seducido, Gao Dong
remuneró los servicios de este hombre y se
encontró en Italia un mes más tarde. Poco
después se le unió su mujer: “La contrataron
en una fábrica de botones, a 10 kilómetros.
Duerme en el lugar, en una habitación que
provee la fábrica, que comparte con otra tra-
bajadora. Nos vemos una vez al mes.”
Nuevos obreros
A medida que la mano de obra china se re-
duce, principalmente a causa de un regreso
al país donde se abren oportunidades más
favorables, los que toman la posta son afri-
canos y paquistaníes. Nos cruzamos con
ellos, por ejemplo a partir de las siete de la
mañana, en la Via del Molinuzzo, alrededor
de un camión-cantina amarillo pollito que
vende fideos a un euro, huevos al té a cin-
cuenta centavos. “Comen afuera acuclilla-
dos en la vereda como verdaderos chinos”,
dijo divertido el propietario con el delan-
tal haciendo juego. Ex obrero, trabajaba en
Sesto Fiorentino, a 15 kilómetros de Prato y
a 10 kilómetros de Florencia, en un parque
de depósitos que escondía varios centena-
res de marroquineros chinos repartidos en
compartimentos estrechos. Todavía hoy allí
se fabrican carteras, producidas en grandes
cantidades o al por menor para los revende-
dores. Como en el pequeño taller de la fami-
lia Hui, al que se acercó delante nuestro una
señora mayor rubia con tapado de visón que
dejó un sobre y desapareció. “Es un adelan-
to -explicó la señora Hui-. Le fabricamos
carteras a medida a 14 euros cada una. No
sé a qué precio las vende. Prefiero no saber”,
confesó riendo. Le echamos una mirada al
logo, después al sitio de internet: 220 euros.
En ese laberinto de talleres minúsculos, de-
limitados por rejas y muros bajos, nos cru-
zamos en total con unos veinte trabajadores
africanos. Entre ellos, Sidy, senegalés de 28
años con look hip-hop y apretado sobre una
banqueta. Cosía ahí desde hacía apenas dos
semanas. “Es más bien tranquilo. Mi jefe es
el pibe que está en la máquina justo detrás
de mí. Gano 30 euros por día, de 7 a 21. Voy
de un box al otro. Apenas un propietario me
manda un SMS, salgo para allá.”
Regresamos a Prato, para la cena. Delan-
te de una casa rodeada de pinos piñoneros,
nos cruzamos con un obrero de 23 años, de
nombre Amin, con un pack de bebidas ener-
gizantes Red Bull bajo el brazo. Trabajaba
en un taller textil desde hacía siete meses,
después de haber pasado cerca de tres años
en un campo de refugiados cerca de Pali-
nuro, una ciudad balnearia del sur. “Fue el
tiempo que necesité para obtener el asilo
político. Estuve a punto de volverme loco,
pero aprendí italiano.” Este joven hombre
creció en un pueblo del Waziristán, región
montañosa del noreste de Pakistán, base
trasera de los talibanes. Nos contó que su
madre murió y su padre es discapacitado.
“Llego a mandarle 300 euros por mes.” Su
jefe es de Wenzhou, “pero yo solo me comu-
nico con mi patrón, un paquistaní que tam-
| 15
bién me encontró una cama a 150 euros por
mes”. Amin vive en una casa dividida en seis
habitaciones, cada una ocupada por cua-
tro muchachos. El mercader de sueño, que
gana de esa manera 3.600 euros de alqui-
ler mensual, era un jubilado italiano al que
nuestra presencia no le gustó.
Para esos nuevos obreros que llegaron
por la actual crisis migratoria, el intendente
de Prato, Biffoni, pretende aplicar los mis-
mos métodos: “Los trabajadores africanos
o paquistaníes en general no están en situa-
ción irregular, pero trabajan una gran canti-
dad de horas… con contratos a tiempo par-
cial. Aunque Prato no va a restar este núcleo
chino, estamos en una sociedad multicul-
tural. Tenemos que trabajar para construir
una sociedad en la que todos respetemos las
mismas leyes. Todo el mundo es bienveni-
do en Prato, pero solo si respetan las reglas”.
Reelecto en mayo de 2019, hizo entrar, por
primera vez, a dos hijos de inmigrantes chi-
nos (5) al Concejo Municipal: Marco Wong,
ingeniero en telecomunicaciones de 56
años, y Teresa Lin, de 24 años, licenciada en
Economía en Estados Unidos y ya al frente
de la empresa de Pronto Moda familiar. g
1. http://statistica.comune.prato.it
2. Antonella Ceccagno, City Making and Global Labor
Regimes: Chinese Immigrants and Italy’s Fast Fashion
Industry, Palgrave MacMillan, Londres, 2017.
3. Louise Munkholm, Re-inventing Labour
Law Enforcement: A Socio-legal Analysis,
Bloombsburry, Londres, 2020.
4. El nombre fue modificado a pedido del entrevistado.
5. Dario di Vico, “Teresa Lin e Marco Wong, la storia
dei primi due consiglieri cinesi eletti a Prato (oltre
l’integrazione)”, Corriere della Sera, Milán, 10-6-19.
*Periodistas.
Traducción: Aldo Giacometti
16 | Edición 253 | julio 2020
 Fabio Teixeira, Río de Janeiro, 21-6-20 (Nur Photo/AFP)

Dossier

Pandemia de
derecha en
América del Sur
Con Jair Bolsonaro en Brasil a la cabeza, la derecha regio-
nal se radicaliza y cuestiona abiertamente la democracia.
La pandemia del COVID-19 exacerba aun más los extre-
mismos, que se asientan en exclusiones y divisiones his-
tóricas, como el odio racial y las veleidades autonomistas
en Bolivia, o las profundas desigualdades sociales en un
Chile que aún busca una Constitución democrática.

La cabalgata autoritaria de Jair Bolsonaro  por André Singer 18 | Chile, historia de un fracaso

por Carlos Ominami 20 | De viaje con la extrema derecha boliviana por Maëlle Mariette 22
18 | Edición 253 | julio 2020

Dossier
Pandemia de
derecha en
América del Sur

San Pablo, 21-6-20 (Ueslei Marcelino/Reuters)

El gobierno del ex paracaidista Jair Bolsonaro está a la defensiva... y contraataca.

Acorralado por pedidos de destitución fundados en denuncias de corrupción y
en su desastrosa gestión de la pandemia del COVID-19, el Presidente amenaza al
Congreso, el Tribunal Supremo de Justicia, la oposición y la misma democracia.
Emergencia sanitaria y erosión democrática en Brasil

La cabalgata autoritaria
de Jair Bolsonaro
por André Singer*

E
l 31 de mayo de 2020, el ex capitán de
paracaidistas Jair Bolsonaro, elegi-
do Presidente de Brasil diecinueve
meses antes (1), abandonó el Palacio
Presidencial para unirse a una ma-
nifestación que exigía una interven-
ción militar para poner en vereda al Congreso y al
Supremo Tribunal Federal (STF), la máxima insti-
tución judicial del país. Era la cuarta vez desde que,
el 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial
de la Salud (OMS), cuyo trabajo es criticado por
el Presidente brasileño, calificó el brote de CO-
VID-19 como una pandemia. Sin duda preocupado
por que la escena quede grabada en las memorias,
Bolsonaro decidió aparecer en la Plaza de los Tres
Poderes, en Brasilia, montado en un caballo de la
Policía Militar (PM).
Aunque había optado por una simple camisa azul,
sin las condecoraciones militares que caracterizan
las fotografías ecuestres de Benito Mussolini, la ima-
gen no podía dejar de recordar al condottiere italiano.
No era una coincidencia: un poco más tarde, el Pre-
sidente publicaba en su Facebook una cita del Duce:
“Es mejor vivir un día como un león que cien años
como un borrego”.
Radicalización de los antagonismos
Este es el clima en el que Brasil atravesó los prime-
ros tres meses de la pandemia. Hasta entonces, el
país parecía experimentar lo que el politólogo Adam
Przeworski llama “autoritarismo sigiloso” (2). Este
concepto refleja una lenta erosión de la democracia
caracterizada por: su naturaleza progresiva; su res-
peto formal al Estado de Derecho, y el hecho de que
la implementan líderes electos y no fuerzas externas
al sistema político. No hay tanques en las calles, por lo
tanto tampoco una junta militar tomando el poder.
Sin embargo, Bolsonaro ha decidido aprovechar
la emergencia sanitaria para acelerar la erosión de-
mocrática. Mientras que otros gobernantes con
vocación dictatorial imponían medidas de confina-
miento para extender su poder, el Presidente brasi-
leño presenta la lucha contra las recomendaciones
científicas como un combate que justifica una esca-
lada autoritaria. Inspirado en el ejemplo del Presi-
dente de Estados Unidos, Donald Trump, Bolsonaro
se erigió en uno de los primeros heraldos de la liber-
tad individual de seguir trabajando, mientras que los
gobernadores de varios de los estados del país –apo-
yados por el STF y el Congreso– instaron a la gente a
quedarse en casa.

Con el fin de radicalizar su antagonismo con los
demás poderes, el jefe de Estado destituyó a dos mi-
nistros de Salud, culpables de apoyar los análisis
de la OMS, y confió dicha cartera a un general; pro-
movió la hidroxicloroquina, sin prueba de su efica-
cia; visitó varias fábricas, donde abrazó a diferentes
personas sin barbijo y sin respetar los protocolos de
distanciamiento físico; invitó a sus seguidores a ir y
grabar videos que mostraran que los hospitales dis-
ponían de camas vacías; ignoró las informaciones
que documentaban el progreso de la epidemia.
En otras palabras, orquestó un caos sanitario que
a mediados de junio provocó la muerte de unas 1.200
personas por día, en comparación con las 30 de Ar-
gentina (con una población cinco veces menor). Con
un total de más de 50.000 decesos, aún sin saber si el
país ya alcanzó el pico de la epidemia, Brasil totaliza
la mitad del número de muertes registradas en Esta-
dos Unidos (el mayor del mundo).
¿Cómo pudo Bolsonaro lanzar su cabalgata proto-
fascista? En primer lugar, siendo audaz. A finales de
abril despidió al responsable de su meteórico ascen-
so, el ex juez Sergio Moro, arquitecto de la Operación
Lava Jato contra la corrupción (3), y hasta entonces
ministro de Justicia. ¿El objetivo? Influir en la pode-
rosa Policía Federal (PF), el equivalente brasileño
del FBI estadounidense, donde miles de policías or-
ganizan, entre otras cosas, la lucha contra la corrup-
ción y el crimen organizado.
Desde el retorno a la democracia en 1985, los
presidentes han respetado la autonomía de la ins-
titución, que pasó a ser considerada una estruc-
tura estatal y no gubernamental. En un discurso
pronunciado el 24 de abril al salir del Ministerio y
tras documentar las presiones para que nombrara
comandantes leales al Presidente (incluso en Río de
Janeiro, donde la familia Bolsonaro es objeto de inves-
tigaciones comprometedoras), Moro se mostró incisi-
vo: la renuncia, el día anterior, del director general de
la PF “pone en tela de juicio [...] el compromiso más
importante que debe obligarnos a respetar la ley”.
El encarcelamiento del ex suboficial de la PM Fa-
brício Queiroz el 18 de junio pone una vez más en el
centro de la escena los problemas de la familia Bolso-
naro con las autoridades judiciales de Río de Janei-
ro. Queiroz –ex asesor del senador Flávio Bolsonaro,
uno de los hijos del Presidente, sospechado de mal-
versación de fondos cuando era diputado en el Es-
tado de Río–, fue detenido por la policía en una casa
perteneciente a un abogado cercano al jefe de Esta-
do. Al cierre de este artículo, nadie podía calibrar las
implicaciones de este episodio, particularmente en
las relaciones entre el STF y el Presidente.
A pesar de la forma en que utilizó la justicia para per-
seguir a Lula da Silva y al Partido de los Trabajadores
(PT), la clase media, preocupada por la lucha contra la
corrupción, había considerado a Moro un héroe. Cuan-
do acusó al Presidente de socavar el Estado de Derecho,
la idea de una posible destitución de Bolsonaro circuló
por las redes sociales como un reguero de pólvora. En
cuestión de minutos aparecieron en las pantallas de los
teléfonos celulares los memes del vicepresidente Ha-
milton Mourão (un general) como un jugador de fútbol
que se prepara para salir al campo de juego.
Incluso la persona designada por Bolsonaro para
el puesto de Procurador General, Augusto Aras, se
vio obligada a presentar un pedido de investigación
tras las revelaciones de Moro. En su demanda al STF,
Aras cita seis delitos que el Presidente podría haber
cometido, entre ellos “obstrucción a la justicia”. La
investigación llevó a divulgar la grabación de una re-
unión ministerial que tuvo lugar 48 horas antes de la
salida del ministro de Justicia. El video no sólo con-
firma las acusaciones del ex magistrado relativas a la
PF, sino que también se escucha a Bolsonaro pedir
que la población se arme para organizar la resisten-
cia contra los gobernadores y alcaldes. En un pasaje
en el que el Presidente ilustra su perfecto dominio de
los registros más vulgares de la lengua portuguesa, se
deja llevar: “Quiero [...] que el pueblo tome las armas.
¡Es la única manera de que ningún hijo de puta [...]
pueda imponer una dictadura aquí!”, refiriéndose a
las medidas de confinamiento decididas aquí y allá.
Base popular
Pero la audacia del epígono brasileño de Mussolini
no alcanza para explicar cómo Bolsonaro se sien-
te capaz de imitar al Duce. Su deriva autoritaria se
aprovecha del aislamiento del Poder Judicial en su
intento de resistir, mientras que los demás actores
institucionales están inmersos en el fangal político
del país. El presidente de la Cámara de Diputados
Rodrigo Maia, que debe decidir si se sigue o no el
procedimiento de destitución (hay más de trein-
ta) sabe que Bolsonaro, quien ha protegido su reta-
guardia ofreciendo altos puestos a los partidos que
dicen ser del “centro”, dispone de suficientes votos
como para frustrar cualquier intento de ese tipo en
una sesión plenaria.
Nadie sabe cuánto tiempo los parlamentarios
del supuesto “centro” seguirán mostrándose leales
a Bolsonaro. Guiados por la única preocupación de
aprovechar la máquina estatal, se sabe que huyen de
los barcos que empiezan a hacer agua. Pero por el
momento el navío bolsonarista logra mantenerse a
flote, gracias a un sólido casco: el apoyo popular y re-
des afines específicas, la más importante de las cua-
les lo une al poder militar.
Un tercio del electorado apoya a Bolsonaro desde
la primera vuelta de las elecciones presidenciales de
2018 y aún lo sigue según la última encuesta de fina-
les de mayo del Instituto Datafolha. Aunque esta ba-
se no constituye una mayoría, basta para mantener al
Presidente en la montura. Sin embargo, los detalles
de las encuestas sugieren que el gobierno perdería
el apoyo de las clases medias, uno de los principales
núcleos –no el único– que propiciaron la aparición
del bolsonarismo.
Desde diciembre de 2019 hasta la resonante re-
nuncia de Moro en abril de 2020, el Presidente
perdió once puntos porcentuales entre los votan-
tes cuyos hogares ganan el equivalente de cinco a
diez salarios mínimos (el segundo tramo más alto).
Acompaña a esta caída un movimiento de oposición
surgido entre los más pobres, aquellos que habían
apoyado a Luiz Inácio Lula da Silva, del PT (izquier-
da) y presidente entre 2003 y 2010. Entre diciembre
de 2019 y mayo de 2020, la aprobación de Bolsonaro
saltó al 9% entre los que perciben menos de dos sala-
rios mínimos por mes.
Es probable que este apoyo se explique, por una
parte, por la ayuda de emergencia que se destina a
unos 50 millones de trabajadores sin recursos du-
rante la pandemia, en forma de tres pagos de 600
reales (unos 100 euros, mientras que el salario mí-
nimo es de unos 1.000 reales). Estos montos se dis-
tribuyeron de abril a junio y podrían alcanzar 1.200
reales mensuales por hogar monoparental o cuando
son considerados ambos progenitores. Las sumas
son importantes, en particular en las regiones más
pobres. Por otra parte, dado que la mitad de la po-
blación activa se encuentra en el sector informal, las
declaraciones del gobierno a favor de la reanudación
de las actividades económicas encuentran eco en la
preocupación de muchos brasileños sin ingresos fi-
jos: ganar lo suficiente para sobrevivir.
Algunos creen que la alianza de Bolsonaro con
importantes congregaciones evangélicas puede
contribuir a cimentar su nueva base popular: estas
organizaciones religiosas, cuyos adeptos pasaron de
alrededor del 7% al 30% de la población entre 1980
y 2019, se concentran en los barrios populares. Aun-
que sigue siendo católico, en 2016 Bolsonaro fue
bautizado por un pastor de la Asamblea de Dios en
las aguas del río Jordán en Israel. En plena crisis sa-
nitaria, recibió a once iglesias evangélicas en el Pala-
cio Presidencial. El pastor más conocido del grupo
declaró que Brasil “no será Venezuela, no será des-
truido por nadie, no fracasará” (4).
Pero la adhesión popular al “bolsonarismo” po-
dría durar sólo mientras exista la ayuda de emer-
gencia, que tiene pocas chances de ser permanente.
Concebida inicialmente por el Ministerio de Econo-
mía con un monto de 200 reales, el Congreso multi-
plicó por tres la ayuda a las personas vulnerables. Se
suponía que sólo iba a durar hasta junio, aunque el
ministro de Economía, Paulo Guedes, estudia la po-
sibilidad de extender los pagos a julio y agosto, pero
reduciendo los montos a la mitad.
En un contexto de grave recesión y desempleo
masivo, la política económica que se aplique una vez
concluida la pandemia decidirá el destino del Pre-
sidente. Sus vínculos con el empresariado –uno de
los sectores en los que todavía encuentra cierto apo-
yo– no abogan por un aumento del gasto público. A
principios de mayo, casi veinte organizaciones pa-
tronales que representan una amplia gama de secto-
res (desde la electrónica hasta el textil) pidieron al
| 19
Presidente que relajara las medidas de confinamien-
to y aislamiento. Entonces Bolsonaro cruzó la Plaza
de los Tres Poderes rodeado por su brigada de em-
presarios para exigir al presidente del STF que flexi-
bilice las medidas sanitarias vigentes.
Tutela militar
Sin embargo, ninguno de los sectores que aún apoyan
a la Presidencia tiene tanto peso como el Ejército. Los
oficiales encabezan casi la mitad de los ministerios:
una proporción mayor que bajo la dictadura militar
(1964-1985). Y el vicepresidente, que en caso de des-
titución se haría cargo del
país, es él mismo un gene-
El presidente ral de cuatro estrellas.
Hasta la aparición del
brasileño presenta coronavirus, muchos
pensaban que los genera-
la lucha contra las les tendían a frenar al Pre-
sidente, moderando sus
recomendaciones instintos más locos, co-
mo su amenaza de inva-
científicas dir Venezuela, en febrero
como un combate de 2019. No obstante, una
vez declarada la pande-
que justifica mia los militares en el
gobierno adoptaron una
una escalada postura tutelar: al situarse
“por encima del enredo”,
autoritaria. parecieron considerar
que era su responsabili-
dad evaluar la relevancia
de las decisiones del Ejecutivo, pero también las del
Poder Judicial y el Legislativo, los gobernadores, así
como las actividades de la prensa y la sociedad en ge-
neral. En un artículo publicado a mediados de mayo,
tras conocerse la investigación del STF contra Bol-
sonaro, el Vicepresidente dijo que existía un intento
de “usurpar” las “prerrogativas del Poder Ejecutivo”;
que “gobernadores, magistrados y legisladores” ha-
bían olvidado la teoría política de que las decisiones
del gobierno nacional eran las más “sensatas” en el
seno de una Federación; que algunas figuras promi-
nentes de los gobiernos anteriores habían dañado “la
imagen de Brasil en el exterior” y que “la prensa debía
revisar sus procedimientos” (5).
Este texto puede ser leído como un programa para
reformar la democracia brasileña. Según el antropó-
logo Piero Leirner, profesor de la Universidad Federal
de San Carlos y especialista en Fuerzas Armadas, los
militares protegen a un Presidente que puede promo-
ver su proyecto de “refundación del Estado”, como un
“pararrayos sin conexión a tierra” (6).
Avanzando a la sombra de jinetes uniformados,
Bolsonaro se aproxima al Estado autoritario que
tanto desea. Y en caso de ser destituido, la oposi-
ción se alarma ante la posibilidad de que el Ejército
vuelva al poder. Mientras tanto, el miedo y la indig-
nación de una parte de la población dan lugar a es-
peranzas de frentes unitarios y manifestaciones a
favor de la democracia. La prensa, cuyas relaciones
con el Presidente ya no pasan por su mejor momen-
to, se distanció definitivamente del hombre a caba-
llo, reservándole ahora la misma hostilidad con que
se habían preparado las destituciones de Fernando
Collor de Mello (1992) y de Dilma Rousseff (2016).
¿Las filas de esta resistencia se unirán lo suficien-
te como para disolver el bloque gobernante cuando
los tormentos de la pandemia no sean más que un
recuerdo? g
1. Renaud Lambert, “¿Los brasileños son todos fascistas?”, Le Monde
diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, noviembre de 2018.
2. Adam Przeworski, Crises of democracy,
Cambridge University Press, 2019.
3. Perry Anderson, “La justicia del espectáculo”, Le Monde
diplomatique, edición Cono Sur, septiembre de 2019.
4. Hanrrikson de Andrade y Patrick Mesquita, “Encontro entre
pastores e Bolsonaro tem oração por Congresso e STF”, UOL
Noticias, San Pablo, 5-6-20, https://noticias.uol.com.br
5. Antônio Hamilton Martins Mourão, “Limites e
responsabilidades”, O Estado de S. Paulo, 14-5-20.
6. Ricardo Ferraz, “Bolsonaro tem papel de ‘causar explosão’ para
permitir ação ‘reparadora’ de militares, diz antropólogo”, BBC News
Brasil, Londres, San Pablo, 7-6-20, www.bbc.com/portuguese/brasil
*Profesor de Ciencia Política en la Universidad de San Pablo. Autor de
O lulismo em crise (Companhia das Letras, 2018). Entre otros artículos,
ha publicado “The failure of Dilma Rousseff’s developments experiment”
(Latin American Perspectives, Vol. 47, Nº 1, Riverside, enero de 2020).
Traducción: Teresa Garufi
20 | Edición 253 | julio 2020

Dossier
Pandemia de
derecha en
América del Sur

Santiago de Chile, 28-5-20 (Martín Bernetti/AFP)

Tras las masivas manifestaciones de 2019, la estrategia de Sebastián Piñera de

usufructuar el manejo de la pandemia chocó contra sus desastrosos resultados,
fruto de la negación de una realidad social excluyente. El plebiscito constitucional
previsto para octubre sirve de válvula de escape a una situación explosiva.
El derrumbe del oasis

Chile, historia
de un fracaso
por Carlos Ominami*

L
os datos son elocuentes: Chile entró
hace ya varias semanas en el ranking
trágico de los 10 países con el mayor
número de contagiados (267.776) de
COVID-19. En América Latina solo es
superado por Brasil y Perú. Santiago, la capital, epi-
centro de la crisis, sólo es superada en número de
contagios por San Pablo, ciudad con el doble de habi-
tantes. Más grave aun, si se considera el tamaño de su
población, Chile es el país que exhibe la más alta tasa
de contagios del mundo (14.008 por millón de habi-
tantes). En cuanto a fallecidos, la tasa de mortalidad
se sitúa por sobre la media mundial. Estos resultados
constrastan con los que exhiben países como Argen-
tina y Colombia que con más del doble de población
tienen, al cierre de este artículo, un número sustan-
cialmente menor de contagios (57.744 y 88.591 res-
pectivamente) y fallecidos (1.207 y 2.939).
La realidad viene hace meses golpeando cruel-
mente la imagen del país modelo, el alumno aven-
tajado del curso, que caminaba raudo hacia el de-
sarrollo. Primero fue la revuelta social que estalló
el 18 de octubre de 2019, solo pocos días después
de que el presidente Sebastián Piñera declarara
que Chile era “un oasis dentro de una América La-
tina convulsionada”. Luego en marzo de este año
cuando todo apuntaba a un recrudecimiento de la
protesta social llegó la pandemia. Esta vez con to-
no enérgico, el presidente se apresuró a informar
al país que Chile está “mucho mejor preparado
que Italia”. Cierto, la pandemia tuvo efectos terri-
bles en Italia, pero la península se encuentra hoy
día en pleno proceso de desconfinamiento. Por el
contrario, Chile está todavía en un túnel sin que
se divise la luz de la salida y acechan pronósticos
sombríos como el de la Universidad de Washing-
ton que proyecta al 1º de octubre un número de
muertes que puede oscilar entre 18 y 34 mil.
La exclusión como opción política
Las razones del fracaso son diversas pero en lo
esencial tienen un sesgo común: la exclusión. Des-

de el primer momento los esfuerzos del gobierno
se concentraron en la dimensión hospitalaria am-
pliando significativamente las camas críticas y los
ventiladores mecánicos. Tuvo éxito en este empe-
ño. A juicio de muchos especialistas fue una proe-
za haber conseguido en tiempos cortos duplicar el
número de camas críticas, integrando, en virtud
del Estado de Catástrofe, las clínicas privadas con
el sistema público. Hasta ahora, esa reconversión
hospitalaria ha permitido evitar masivamente el
“dilema de la última cama”, aunque existe eviden-
cia de centenares de fallecidos en las Urgencias sin
haber podido acceder a las Unidades de Cuidados
Intensivos.
Sin embargo, el gobierno no advirtió que lo esen-
cial del combate al virus se libra fuera de los hospi-
tales, en las poblaciones, los edificios abarrotados
conocidos como “guetos verticales”, las escuelas,
las empresas, las ferias de alimentos, los albergues
de ancianos. Hacia allá, el virus se expandió rápi-
damente desde los barrios acomodados de la Zona
Oriente, muchos de cuyos habitantes habían pasa-
do vacaciones en el exterior y fueron los primeros
contagiados. El énfasis en la dimensión curativa so-
metió a un gran estrés a los médicos y al personal
hospitalario mientras que excluyó al enorme con-
tingente de trabajadores de la Atención Primaria
de Salud (APS), que desde los consultorios son los
que están a diario en contacto, especialmente con
los sectores más vulnerables. Allí estaban las capa-
cidades para avanzar rápido en la trilogía “testear,
trazar y aislar”, clave para cortar las cadenas de
contagios. Si bien se aumentó significativamente el
número de tests la estrategia dejó completamente
de lado la trazabilidad y el aislamiento. Solo en las
últimas semanas, luego de la salida de Jaime Ma-
ñalich, el ministro de Salud, se ha puesto el acen-
to en estas dos últimas dimensiones, llamando de
manera urgente al personal de la APS. Esta decisión
interviene tardíamente cuando es un hecho demos-
trado que miles de contagiados circulan por las ca-
lles e incluso asisten a sus lugares de trabajo a pesar
de las cuarentenas.
Atraído en un primer momento por el criminal
enfoque de la “inmunidad de rebaño”, la autoridad
consideraba inevitable que gran parte de la pobla-
ción terminaría contagiada. El corazón de la estra-
tegia era “aplanar la curva” para evitar el colapso
del sistema hospitalario. Transcurridos más de 100
días desde el inicio de la pandemia la curva no se
aplana y la amenaza de colapso hospitalario sigue
latente.
La exclusión de la APS no fue la única. Parte im-
portante de la comunidad científica, que advirtió
desde el principio las serias falencias del enfoque
puesto en práctica, fue dejada de lado e incluso de-
nostada. Las mesas de consulta que se instalaron
fueron poco consideradas al momento de tomar de-
cisiones al punto que varios de sus integrantes ter-
minaron por retirarse y otros encabezados por la
presidenta del Colegio Médico protagonizaron ás-
peros debates públicos con el ministro de Salud. La
falta de transparencia, el difícil acceso a los datos, el
ocultamiento de cifras fueron acusaciones que ron-
daron permanentemente la gestión del ex ministro
Mañalich. La consecuencia fue la creciente pérdida
de confianza de la ciudadanía.
Por su parte, la oposición política también fue
excluida. Aunque inconfesable, el presidente Piñe-
ra pensó que la pandemia le ofrecía la gran oportu-
nidad de recomponer su popularidad y su deterio-
rada imagen desplegando sus capacidades de ges-
tión. El éxito frente a la pandemia podía ser el equi-
valente al éxito mundial del rescate de los 33 mine-
ros durante su primera administración. Ante esta
posibilidad, no tenía sentido convocar a las fuerzas
de oposición. Mejor concentrar para sí los réditos
del triunfo frente a una pandemia para la cual, se-
gún sus propias palabras, “nos habíamos preparado
desde enero”.
La ineptitud
A las exclusiones se agregaron la ineptitud y el des-
conocimiento del país real. Durante el mes de ma-
yo, luego de la estabilización por unos días de la
curva de contagios en alrededor de 500 diarios, el
gobierno estimó que en virtud del éxito de las “cua-
rentenas dinámicas”, se había llegado a la “mese-
ta de contagios”, momento propicio para avanzar
a la “nueva normalidad” y al “retorno seguro”. Los
padres debían alistarse para enviar a sus hijos a es-
cuelas y colegios y el alcalde de Las Condes prota-
gonizaba frente a las cámaras de TV un ensayo de
reapertura de un conocido shopping de la capital.
Ahí se “jodió” Santiago, habría podido decir Mario
Vargas Llosa.
Estas señales provenientes de las más altas au-
toridades debilitaron aun más la disciplina social y
favorecieron el relajo. Los contagios en un primer
momento concentrados en la Zona Oriente se des-
plazaron de manera vertiginosa hacia las comunas
populares con efectos desastrosos. Las medidas
de confinamiento impuestas tardíamente no tu-
vieron, ni por lejos, la efectividad que alcanzaron
en los barrios acomodados. En las comunas po-
pulares predomina el hacinamiento y muchos de
sus habitantes deben romper las cuarentenas pa-
ra conseguir el sustento del día. Allí, el aislamien-
to efectivo de los contagiados, el teletrabajo o las
compras por delivery son cuestiones de otro pla-
neta. Esta realidad fue bien reflejada en el comen-
tario asesino de Bloomberg: “Las evaluaciones su-
gieren que Chile siguió el ejemplo de las naciones
ricas sólo para darse cuenta, una vez más, que un
gran porcentaje de sus ciudadanos son pobres”.
Los daños objetivos de la crisis son gigantescos.
Mas de 8.000 muertos, 2 millones de empleos des-
truidos, miles de empresas quebradas, un retroceso
de más de 10 años en el plano de la lucha contra la
pobreza. Pero hay más. La imagen ampliamente di-
fundida de un Chile emergente, competitivo, donde
a diferencia del resto del continente todo funciona
está saliendo malherida. Corresponderá a los psi-
cólogos sociales establecer un diagnóstico preciso
pero todo indica que Chile saldrá con su ego mal-
trecho y sus certezas por los suelos.
La mezquindad
A las señales confusas de parte de la autoridad en
materia sanitaria se agrega una gestión económi-
co-social ineficiente y mezquina. Hacia finales de
marzo, cuando no podía caber ninguna duda acer-
ca de la profundidad de la crisis la primera ayuda
social fue el Bono COVID equivalente a 65 dólares
por persona y por única vez. Una miseria, denun-
ciamos desde la oposición. Vino luego el Ingreso
Familiar de Emergencia (IFE) de un monto inicial
de 83 dólares por persona el primer mes y decre-
ciente en el tiempo. La insuficiencia, tardanza y
lo engorroso de los procedimientos para obtener
esos beneficios hizo que frente a las primeras re-
vueltas de pobladores alegando que estaban pa-
sando hambre el gobierno debiera improvisar un
programa, todavía en ejecución, consistente en la
entrega casa por casa de una canasta de alimen-
tos. Ayuda en la emergencia bienvenida que se ha
prestado sin embargo para shows mediáticos que
han herido profundamente la dignidad de muchas
personas necesitadas.
Solo a principios de junio y frente al agobio de
las circunstancias el presidente Piñera se decidió a
llamar a un gran “Acuerdo Nacional” para enfrentar
la crisis. El llamado fue acogido por sólo una parte
de la oposición. La otra, más a la izquierda, descon-
fió de la sinceridad del llamado y se excluyó de las
conversaciones. La idea de un gran Acuerdo Nacio-
nal no tenía destino. Un gran acuerdo, de ser posi-
ble, solo podrá generarse en el marco del proceso
constituyente. Las negociaciones con una parte de
la oposición , convenientemente precedidas por
los llamados de un grupo de economistas supues-
tamente transversales pero muy mayoritariamente
afines al gobierno, tuvieron un resultado bastante
más modesto: un “marco de entendimiento para un
plan de emergencia”.
Lo medular del acuerdo es un presupuesto adi-
cional para los próximos 24 meses de 12.000 mi-
llones de dólares para enfrentar la crisis y soste-
ner la futura reactivación y un nuevo IFE de 128
dólares por persona por un período de tres meses.
Se trata de un avance importante respecto de lo
existente. Para una familia de cuatro personas pri-
vada de todo ingreso, recibir mensualmente 512
dólares es sin duda un progreso importante. ¿Se-
rá suficiente para que las personas puedan guar-
dar la cuarentena sobreviviendo dignamente? A lo
mejor, pero habrá que verlo. ¿Es el máximo que el
país estaba en condiciones de otorgar? Claramen-
| 21
te no. El monto acordado está todavía 12% por de-
bajo de la línea de pobreza. No hay ninguna razón
valedera para no entregar un subsidio por sobre
la línea de pobreza definida por el propio Estado
y menos aun para aplicarles a los sectores medios
que se supone debieran ser también beneficiarios
del IFE una línea de corte muy por debajo de sus
ingresos anteriores.
Por su parte, el marco fiscal de 12.000 millones
de dólares, equivalente a menos de 5 puntos de PIB
es una suma modesta a la luz de las necesidades, de
las prácticas internacionales y de las posibilidades
presupuestarias del Estado. En efecto, aun conside-
rando que se efectúe el total de ese gasto subsistirá
acumulado en los fondos soberanos un ahorro ex-
terno de más de 10.000 millones de dólares al paso
que Chile mantiene un importante margen de en-
deudamiento externo. Para finales del 2020 se es-
tima que la deuda pública bruta llegará a 34% del
PIB, porcentaje sustancialmente menor a cualquier
patrón internacional: global, OCDE, países emer-
gentes o latinoamericanos.
¿Qué se nos viene?
En la actualidad predomina la incertidumbre. Lo
cierto es que saldremos de ésta más pobres y eno-
jados, entrando como por un tubo a lo que Daniel
Innerarity llama la “so-
ciedad del desconoci-
La imagen miento”. Tendremos que
navegar durante mucho
ampliamente tiempo a tientas. ¿Prima-
rá el enojo o se impondrá
difundida de un la resignación? Nadie
lo sabe. En todo caso, lo
Chile emergente, peor que puede pasar es
la confluencia entre cri-
competitivo, sis sanitaria y estallidos
donde todo sociales que en las con-
diciones actuales serían
funciona probablemente menos
masivos pero más vio-
está saliendo lentos porque más des-
esperados.
malherida. Afortunadamente el
sistema tiene una válvu-
la de escape: el plebiscito
constitucional. Inicialmente previsto para el 26 de
abril debió ser postergado para el 25 de octubre en
razón de la emergencia sanitaria. Desde todo pun-
to de vista es crucial asegurar las condiciones para
su realización. No es algo evidente aunque se trata
de una obligación constitucional. Importantes sec-
tores de la derecha consideran que el acuerdo para
su realización celebrado el 15 de noviembre de 2019
fue una concesión excesiva arrancada al gobierno
en un momento de extrema debilidad. El propio
Presidente de la República deslizó hace unas sema-
nas atrás que podría haber no solo razones sanita-
rias sino que también económicas para postergar su
celebración. La crisis económica tiene para largo y
nadie sabe cuál será exactamente la situación sa-
nitaria durante los próximos meses. De cualquier
manera es evidente que al 25-O la crisis sanitaria
no habrá sido completamente conjurada. El desafío
es entonces transformar el plebiscito en la epopeya
democrática de un país que desde la diversidad se
levanta, adopta las precauciones necesarias y con-
curre masivamente a las urnas para abrir paso a un
futuro mejor.
Una crisis tan profunda como la actual requiere
respuestas a esa altura. No basta con cambios meno-
res. Se requieren reformas profundas que apunten a
mejorar la calidad de nuestra democracia y a la cons-
trucción de un verdadero Estado de Bienestar sus-
tentado en un modelo de crecimiento más dinámico,
inclusivo y sustentable. Nada de esto será posible en
el marco de las reglas actuales.
La Constitución heredada de la dictadura y que
sobrevivió durante treinta años de transición no es-
tá muerta pero sí malherida. El triunfo de la opción
“Apruebo” en el plebiscito puede abrir la puerta a un
proceso constituyente que haga posible, por primera
vez en nuestra historia, la elaboración de una Cons-
titución emanada de la deliberación ciudadana y re-
frendada por la soberanía popular. g
*Economista, ex senador y ex ministro de Economía de Chile.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
22 | Edición 253 | julio 2020

Dossier
Pandemia de
derecha en
América del Sur

Santa Cruz de la Sierra, 24-10-19 (Ueslei Marcelino/Reuters)

Las acusaciones infundadas de fraude contra Evo Morales en los comicios de

2019 privaron al ex presidente boliviano de una victoria en primera vuelta y
condujeron a un golpe de Estado. Detrás de la maniobra y principal beneficiaria,
la elite reaccionaria del país, con sede en Santa Cruz de la Sierra.
La elite santacruceña y el “derrocamiento del indio”

Viaje al centro de la
extrema derecha boliviana
por Maëlle Mariette*, enviada especial

L
legar a Santa Cruz de la Sierra es una
experiencia desconcertante. En el
aeropuerto nos cruzamos con hom-
bres engominados con trajes de tres
piezas, familias menonitas de pelo
rojizo, mujeres a las que alguna cos-
tumbre local parece obligar –cuando alcanzan cier-
to nivel de vida– a pasar por el bisturí de algún ciru-
jano plástico y choferes de taxi que buscan clientes
(que suelen tener la piel menos oscura que la suya).
Luego, en dirección a la ciudad, sobre una línea recta
interminable, descubrimos el calor intenso, las pla-
nicies áridas, las carretas que se ven superadas por
grandes 4x4 y las concesionarias de cosechadoras-
procesadoras último modelo, expuestas como vehí-
culos de lujo, que nos recuerdan de dónde proviene
la riqueza de la región. Bordeamos barrios periféri-
cos miserables a los que les siguen residencias de lu-
jo con piletas en el techo y gimnasios en la planta ba-
ja. Antes de llegar, finalmente, al centro antiguo de la
ciudad, con su encanto colonial.
Emplazada en las llanuras orientales de Bolivia,
Santa Cruz de la Sierra es la capital del Departa-
mento de Santa Cruz, el más grande y más poblado
del país. Con una superficie superior a la de Ale-
mania, cubre un tercio del territorio boliviano y
cuenta con más de dos millones de habitantes, ins-
talados en su gran mayoría en la capital. La pre-
sencia de hidrocarburos en el subsuelo y un po-
tente y dinámico sector agroindustrial hicieron
de este Departamento, que representa el 30% del
Producto Interno Bruto (PIB), el orgulloso “pul-
món económico del país”.
El “gobierno moral cruceño”
Durante un viaje anterior, en diciembre de 2018, ha-
bíamos conocido a Natalia Ibañez en el avión que
nos había recibido luego amablemente en su ciudad.
“Santa Cruz es la ciudad más moderna de Bolivia.
¿Vio todos esos condominios?”, nos preguntaba en
aquel momento en referencia a las urbanizaciones
privadas y custodiadas que pululan en la zona. “Es
normal, nosotros, en Santa Cruz, sabemos invertir el
dinero; sabemos hacer que dé frutos. No como esos
indios que entierran el suyo en ofrenda a su ‘Pacha-
mama’”, nos comentaba. En ese entonces, Ibañez só-
lo deseaba una cosa: apartar del poder al presidente
Evo Morales, ese “indio iletrado”.
Casi un año más tarde, Ibañez nos da cita en Di-
vine, un “nails bar” (literalmente “bar de uñas”) fla-
mantemente nuevo, todo de mármol y vidrio. Las
empleadas, numerosas, tienen camisas blancas
cortas, zapatos con plataforma y lentes de contacto
color azul, que las hacen parecerse a las cantantes
intercambiables que desfilan por las pantallas col-
gadas de las paredes que reproducen el canal MTV.
Las clientas del salón, por su parte, se empeñan en
hablar entre ellas sólo en inglés (hasta que la fal-
ta de vocabulario las obliga a volver al español). Es
que el non plus ultra, aquí, consiste en parecerse a
los estadounidenses. Así, en el aeropuerto, muchos
habitantes de la ciudad dotados de la doble nacio-
nalidad boliviana y estadounidense prefieren hacer
una larga cola en migraciones para utilizar su pasa-
porte estadounidense antes que pasar por una fi-
la mucho más rápida con su documento boliviano.
Mientras se seca el esmalte, Ibañez nos transmite su
dicha al ver su deseo cumplido. No sin cierto orgullo.
Fue su primo quien “liberó a Bolivia del infierno de la

dictadura”: Luis Fernando Camacho, abogado millo-
nario de unos cuarenta años enérgicos –y que, según
la información divulgada por el Consorcio Interna-
cional de Periodistas de Investigación (ICIJ) en abril
de 2016, creó tres sociedades offshore con sede en Pana-
má, para su propio beneficio y el de varios particulares
y empresas bolivianas que pudieron disimular y blan-
quear su dinero y establecer planes de evasión fiscal–...
En efecto, durante el mes de noviembre de 2019, un
golpe de Estado apoyado por la policía y los militares
derrocó a Morales, quien se encuentra desde entonces
en el exilio (1). El episodio fue precedido por un paro ge-
neral de veintiún días, tras los discutidos resultados de
la elección presidencial de octubre de 2019, que le die-
ron al Presidente saliente un ajustado triunfo en la pri-
mera vuelta. Durante todo este período, el Comité Pro
Santa Cruz, presidido por Camacho, se empeñó en avi-
var las llamas de la ira. La organización contaría, según
su administrador Diego Castel, con “el mayor poder de
movilización del país”. Camacho, actual candidato a la
elección presidencial (inicialmente prevista para el 3
de mayo de 2020, pero postergada al 6 de septiembre
debido a la pandemia de COVID-19), convocó en ese
momento a una movilización en la estatua monumen-
tal del Cristo Redentor, uno de los puntos neurálgicos
de la ciudad, para comunicar sus consignas para conti-
nuar con las movilizaciones. “El 80% del derrocamien-
to del ‘indio’, fue gracias a Santa Cruz, desde el punto
de vista económico y logístico”, concluye Ibañez. Con el
“indio” se refiere al Presidente derrocado, Evo Morales.
Otra cruceña, con quien nos encontraremos más tarde,
lo confirmará: Sirce Miranda refiere haber visto, todas
las tardes, a su compañero y a varios miembros del Co-
mité Pro Santa Cruz, recorrer los diferentes piquetes de
la ciudad para “recompensar” a los manifestantes por
movilizarse, con dinero y arroz. Impactada por lo que
observó, decidió separarse de su concubino.
El Comité Pro Santa Cruz, ubicado en el centro de
la ciudad, en la calle Canada Strongest, tiene su se-
de en un hermoso edificio colonial con un gran patio
arbolado en el que flota la bandera verde y blanca de
Santa Cruz. Es “el gobierno moral de los cruceños”,
nos explica Castel. ¿Cuál es su rol? “Defender los inte-
reses de Santa Cruz ante el Estado”. Aunque está com-
puesto por cerca de trescientas organizaciones de la
“sociedad civil”, el Comité Pro Santa Cruz es, desde su
fundación en 1950, una institución de elite, firmemen-
te sostenida por la oligarquía local. Para ser candidato
a la presidencia del Comité, hay que estar apadrinado
por empresarios influyentes y realizar una campaña
que “cuesta cara”, explica Herland Vaca Diez Busch,
presidente de la institución entre 2011 y 2013.
Además, otro de los requisitos que se deben cum-
plir es “haber nacido y vivir en Santa Cruz desde ha-
ce más de quince años”, completa Castel. Antes de
agregar: “¡Nos adaptamos al mundo moderno! Hasta
hace poco, también había que ser hijo de padres cru-
ceños”. “Hijo”, porque, lo que se olvida de decirnos
es que la influencia del “mundo moderno” no llegó
a permitir que las mujeres lleguen a presidir el po-
deroso Comité de esta ciudad conservadora. Aun-
que alberga una “sección femenina”, es totalmente
periférica y se limita a las relaciones sociales. Duran-
Contra el capitalismo
salvaje · Bernie Sanders
La construcción del
enano fascista · Daniel
Feierstein
te nuestra visita a los locales del Comité, nos cruza-
mos justamente con una de las figuras de la “sección
femenina”: María Carmen Morales de Prado, afec-
tuosamente conocida como “Negrita”, cuya fiesta de
cumpleaños número sesenta hizo las delicias de las
páginas de espectáculos de las revistas de la ciudad.
Nos explica que “el Comité es un trampolín para en-
trar al mundo de la política”. En efecto, la mayoría de
los dirigentes políticos de Santa Cruz se formó en la
escuela del Comité, uno de sus ex presidentes está
en su sexto período al mando de la ciudad, mientras
que otro cursa su tercero al mando de la provincia.
Nos cuenta con emoción los intensos últimos meses
que pasó junto a los jóvenes del Comité, “dispuestos
a todo para lograr el triunfo de la democracia”. Estos
jóvenes, que la llaman afectuosamente “tía”, forman
la Unión Juvenil Cruceñista. El apasionado compro-
miso con la “recuperación de la democracia” de es-
te “competente equipo del Comité” suele conducir a
sus miembros a la cárcel por ejercicio de la violencia.
La Unión Juvenil Cruceñista dispone de insta-
laciones en la sede del Comité. Sus militantes se en-
cuentran al fondo del pasillo, en el primer piso, sumer-
gidos en un aire acondicionado glacial y sobre un pi-
so cubierto de colillas. Son cerca de 300, menores de
treinta años, blancos; suelen ser estudiantes y provie-
nen de las clases medias y altas (aunque los miembros
de las clases populares son cada vez más numerosos).
Aquí, nadie se niega a hacer el saludo fascista, con el
brazo extendido, durante las reuniones: la Unión Ju-
venil Cruceñista, considerada como un grupo parami-
litar por la Federación Internacional de los Derechos
Humanos, fue fundada en 1957 por Carlos Valverde
Barbery, dirigente de la Falange Socialista Boliviana,
creada veinte años antes según el modelo de las briga-
das franquistas en España. Ser falangista sigue sien-
do una condición para unirse a la Unión Juvenil Cru-
ceñista, como lo confirmará más tarde Gary Prado
Araúz, abogado ante la ciudad. En un documental que
narra la historia de la organización (2), Valverde Bar-
bery explica: “La Unión Juvenil Cruceñista fue creada
para ser el ‘brazo armado’ del Comité, se encarga no
sólo de la lucha en las calles sino también del adoctri-
namiento popular y del apoyo militar al Comité”. Fue
en el seno de esta Unión donde Camacho dio sus pri-
meros pasos, antes de convertirse, en el año 2002, en
el vicepresidente más joven, con sólo 23 años.
La vida en armonía
En su clínica privada, sentado detrás de un escrito-
rio lleno de fotos de sus hijos y nietos y cubierto de li-
bros antiguos sobre la historia de la región, Vaca Diez
Busch nos explica que es uno de los fundadores e
ideólogos del Movimiento Nación Camba de Libera-
ción (MNCL). Según este movimiento, nos dice con
orgullo, entre una bandera verde y blanca de Santa
Cruz y una Virgen posada sobre un estante junto al es-
cudo de la ciudad, Bolivia es “una suerte de Tíbet sud-
americano, compuesto por los grupos étnicos atrasa-
dos y miserables Aymara y Quechua, donde reina una
cultura del conflicto, pre republicana, no liberal, sin-
dicalista y conservadora, y cuyo centro burocrático
[La Paz] practica un execrable centralismo de Estado
¿Qué fue de la movilidad
social? · Varios autores
Prólogo: Daniel Arroyo
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colonial que explota a sus ‘colonias internas’, se apro-
pia de nuestros excedentes económicos y nos impo-
ne la cultura del subdesarrollo, su cultura”. Entonces,
por un lado, están los cambas, habitantes del Oriente
del país, en su mayoría blancos y “occidentalizados”;
y por el otro, los collas, término que estigmatiza a los
“indígenas” andinos del Oeste del país.
“Santa Cruz no le debe nada a Bolivia –continúa–.
Cuando nací, en 1948, esta ciudad no era más que un
pueblo, no había ni una calle asfaltada, tenía apenas
40.000 habitantes. ¡Miren ahora cuánta prosperi-
dad! ¡Y hoy somos más de un millón y medio! Estába-
mos abandonados por el Estado central, que prefe-
ría ayudar a los Departamentos mineros. Nosotros,
los cruceños, reclamábamos más ayuda, pero como
el Estado no nos la brindaba, hicimos las cosas noso-
tros mismos: nuestro propio sistema de agua, de te-
lecomunicaciones y de electricidad. Estamos orgu-
llosos de todo esto”. Y agrega: “Todo lo que se hizo en
Santa Cruz, fue con el sudor de nuestra frente”. Que
el Estado boliviano haya construido las infraestruc-
turas de Santa Cruz, como sus rutas o sus gasoduc-
tos, y que haya invertido masivamente para el desa-
rrollo de la agroindustria en la región, sector del que
obtiene lo esencial de su riqueza, parece tener poca
importancia a ojos de nuestro interlocutor.
Preocupado por que brindemos una representa-
ción justa de la región, de su cultura y de sus valo-
res, Vaca Diez Busch nos propone que lo acompañe-
mos con su hermano Tulio a pasar el fin de semana
a Concepción, una pequeña ciudad de la provincia
situada a trescientos kilómetros al noreste de San-
ta Cruz. Los dos hermanos nos llevan en un BMW
y se muestran muy entusiasmados con la idea de ha-
cernos descubrir “su Santa Cruz”, a la que se sienten
profundamente apegados. “Los collas son una raza
especial, ¿se entiende? Son vagos e ignorantes. Es-
peran que les lleguen las ayudas. Nunca tomaron la
iniciativa. Yo, siempre hice lo necesario para que mis
hijos no se junten con los pobres para que no se con-
viertan en vagos. Quiero que se bañen en el olor del
dinero para que le tomen el gusto. Que aprendan de
las personas que tuvieron éxito y que trabajan, por-
que la riqueza atrae a la riqueza”.
Tras haber alabado las lujosas características de su
auto alemán, el doctor continúa: “Nosotros, en Santa
Cruz, habríamos podido tener un desarrollo mucho
mayor, pero el ‘indio’ [Evo Morales] nos lo impidió.
Las personas del Oeste, como él, nacieron odiándo-
nos. Por eso nos frenaron. Con los derechos sociales,
las ayudas públicas y compañía, destruyeron nuestras
empresas. Basta con que tengas en tu empresa a tres
mujeres que se embarazan al mismo tiempo para te-
ner que cerrar. ¿Sabías que tenemos que pagarles un
bono por amamantar que se suma al doble aguinal-
do para todos los empleados de la empresa? Ese es el
riesgo de hacer que las mujeres trabajen…”.
A mitad de camino, pasamos por la ciudad de San
Julián, salida de la tierra hace treinta años, la mayor
parte de sus 48.000 habitantes son colonos, campesi-
nos indios que migraron del interior del país. “Esta jun-
gla”, como la llaman los dos hermanos, es “un ejemplo de
la invasión colla”, de la cual los cruceños son “víctimas”.
#yomequedoencasa
leyendo
24 |
“Estos salvajes nos tiran piedras cuando cruza-
mos el pueblo en auto. Además de habernos invadi-
do, nos golpean y a veces nos matan. Hay que sepa-
rarse de estos locos”, explican estos partidarios de la
autonomía de la región. Mientras atravesamos el lu-
gar sin inconvenientes y nos cruzamos
con varias mujeres peinadas con tren-
Dossier zas y vestidas con amplias polleras tra-
dicionales del Altiplano, el hermano del
Pandemia de médico comenta: “No tienen nada que
derecha en hacer acá, no están adaptados al medio.
América del Sur Por ejemplo, los animales, en invierno,
tienen más pelos; eso es adaptarse a su
medio. Ellos tienen calor, transpiran y
tienen mal olor”. Sin lugar a dudas, estas
indias no responden a los cánones de belleza cruce-
ños que encarnan las “magníficas”, estas modelos de
piel clara y con siluetas esbeltas que, cada mes de sep-
tiembre, posan en paños menores entre las cosecha-
doras-procesadoras rutilantes y los bovinos inflados
con hormonas de la Feria Exposición de Santa Cruz
(Fexpocruz), una verdadera institución en la región.
Seguimos viajando en medio de inmensos cam-
pos de soja y de maíz mientras escuchamos las me-
lodiosas voces de Aldo Peña y Gina Gil, cantantes
populares cambas, que interpretan sus temas más
conocidos: “La cruceñidad”, “Pena cruceña” o “¡Vi-
va Santa Cruz!”. Pero, ¿qué es exactamente la “cru-
ceñidad”? La pregunta sumerge a los dos hermanos
en la perplejidad. Piensan largamente sus respues-
tas, a la manera de la cruceña Gabriela Oviedo, Miss
Bolivia 2003, que, cuando le preguntaron sobre su
país durante el concurso de Miss Universo, respon-
dió: “Lamentablemente, las personas que no co-
nocen Bolivia piensan que somos todos indios. La
Paz remite a esa imagen, con sus pobres bajitos, sus
pueblos autóctonos. Yo vengo de la otra mitad del
país, de la parte Este, donde no hace frío sino mu-
cho calor, donde somos altos y blancos, donde sa-
bemos inglés. El prejuicio de que Bolivia no es más
que un país andino es falso”. Tras algunos minutos
de reflexión, Vaca Diez Busch responde a nuestra
pregunta citando de memoria un fragmento de…
Mein Kampf. Pensando que entendimos mal, le pre-
guntamos: “¿El libro de Adolf Hitler?”. “Por supues-
to –nos contesta–, ¡es un clásico! ¿lo conocés?”.
Llevamos más de tres horas de viaje. Los pai-
sajes son ahora más montañosos y exuberantes.
Atravesamos pequeños pueblos con casas colo-
niales bastante bajas y con salientes cubiertas,
alineadas a ambos lados de las calles de tierra.
Nos cruzamos en el camino con varias Harley Da-
vidson que cabalgan, con el pelo al viento, hom-
bres blancos y adiposos cuyas carnes desbordan
de sus camisas de cowboy, y que dejan atrás a las
pequeñas motos llenas de barro de las familias de
piel más oscura. Los dos hermanos están entu-
siasmados con el regreso a la atmósfera de su ju-
ventud, una parte de su familia es originaria de la
región. Tulio Vaca Diez Busch recuerda con nos-
talgia: “Eh, gordo [el sobrenombre de su herma-
no], ¿te acordás cuando le pegaron a un indio ahí
en la calle, cuando lo tiraron de la bicicleta?”. 
Por
fin llegamos a San Javier, donde nos esperan unos
compañeros “autonomistas” reunidos para colo-
car un mojón (una estaca de madera de 2,20 me-
tros de altura y de 20 centímetros de ancho) en la
plaza principal de San Javier, delante de la mu-
nicipalidad. El organizador del evento, Joe Nu-
ñez Klinsky, un empresario cruceño de bigote
colorado, nos explica, animado por una sincera
y entusiasta convicción, que “el objetivo de esta
acción ciudadana es dejar marcas de la corriente
autonomista en cada ciudad del país, para acom-
pañar así el proceso que debe llevar a una Cons-
titución Federal en Bolivia, el primer paso hacia
la autonomía de Santa Cruz”. Asisten al evento
alrededor de cincuenta personas, la mayoría son
hombres de unos sesenta años, en jeans y camisa,
con mocasines o botas camperas, sombreros en
la cabeza, porta cuchillos en la cintura, Ray-Ban
en sus narices y grandes relojes de oro en sus mu-
ñecas. Después de su discurso, Vaca Diez Busch
–que no desperdició la ocasión de referirse a su tío
Germán Busch Becerra, hijo de un médico alemán
que se hizo famoso por sus proezas durante la Gue-
rra de Chaco que enfrentó a Bolivia con Paraguay
entre 1932 y 1935 y que se proclamó Presidente
del país en 1937– tira de la bandera cruceña ver-
de y blanca que recubre el mojón, bajo los aplau-
sos de la asamblea. El grupo entona entonces el
himno cruceño con la mano en el corazón y agi-
tando las banderas verdes y blancas de la región.
La mayoría de estas personas, que conforman la
elite cruceña, tienen tierras por aquí. Cuando les
decimos “es sorprendente, ¡casi todos tienen los
ojos azules como yo!”, responden: “Mi padre o mi
abuelo eran europeos” y agregan “hay muchos
descendientes de alemanes por acá”.
Cuando termina la ceremonia, volvemos a la ru-
ta en dirección a Concepción, hacia la hacienda de
un tercer hermano, multimillonario (“¡y te hablo en
dólares!”, precisa Tulio Vaca Diez Busch), propieta-
rio de concesiones de madera y de caña de azúcar,
así como de criaderos bovinos, como la mayoría de
los grandes terratenientes de los alrededores. Una
vez que llegamos a la plaza principal de este hermo-
so pueblo colonial que aparece en todas las guías de
turismo, nuestro compañero de ruta señala que no
es su única atracción. “Aquí nació un gran hombre”,
nos cuenta. Se trata del general Hugo Banzer Suárez,
que fue Presidente de la República en dos oportuni-
dades: la primera vez entre 1971 y 1978, tras un golpe
de Estado, cuando se implementó un régimen mili-
tar, cuyo consejero especial en materia de técnicas
de represión era el oficial nazi Klaus Barbie; y luego,
entre 1997 y el año 2001, ocasión en la que fue elegi-
do democráticamente. Comemos en un restauran-
te de la plaza, se guardan las sobras en una bolsa de
plástico para dárselas después al “indio” que cuida la
hacienda del hermano multimillonario. Con respec-
to a su acto de generosidad, Vaca Diez Busch expli-
ca: “Las personas que tenían el poder en La Paz nos
odian, porque siempre supimos trabajar en armonía
con nuestros indios”. Sin embargo, esta convivencia
fraternal no resultará evidente al día siguiente, por
la mañana, cuando asistimos a la misa dominical de
la misión jesuita de Concepción. De un lado, están
los bancos ocupados por los patrones blancos con
rasgos europeos, cuyos hijos miran dibujos anima-
dos de Disney en el iPhone de sus padres; del otro,
los peones indios, cuyos hijos envidian a sus peque-
ños camaradas. En cuanto al sacerdote, empieza así:
“Nos encontramos todos, mis muy queridos herma-
nos y mis muy queridas hermanas, unidos aquí para
que el salvaje Evo Morales no vuelva más”.
El orden de las cosas
Una vez reunidos los tres hermanos, partimos rum-
bo a la hacienda Berlín, a veinte kilómetros de allí.
Es una propiedad de 1.200 hectáreas, donde nos es-
pera su propietario, Oscar Mario Justiniano, en su
imponente casa colonial rodeada por una ancha
pérgola. No estamos solos: unos quince hombres,
que ya estaban presentes en la ceremonia autono-
mista, acaban de llegar. Este mundillo evoluciona
en conjunto desde la infancia: eran los compañe-
ros de clase de Justiniano y Tulio Vaca Diez Busch,
cuando estos últimos concurrían al colegio La Salle
de Santa Cruz. Este establecimiento privado y reli-
gioso, frecuentado por los hijos de la elite local, es
“el mejor de la ciudad, porque es el que cuesta más
caro”, me explica uno de ellos, antes de agregar:
“Supieron hacer rendir el dinero, invirtieron, entre
otras cosas, en la madera y la ganadería”.
Hay un cordero y dos cerdos en el asador, el
personal de Justiniano nos trae bebidas frescas, el
ambiente es de fiesta. Durante la comida, nos ex-
plican: “Francia es un gran país, porque tienen un
gran ejército, y también armamento nuclear. Eso es
ser un país desarrollado, tener capacidad militar”.
Uno de sus camaradas reacciona: “Santa Cruz es tan
grande como Francia y tiene muchas riquezas. Ima-
ginen si pudiéramos tener el ejército de Francia: po-
dríamos luchar contra la invasión de estos bárbaros
para terminar con los indios”. Una vez terminada la
comida, algunos se tiran en las hamacas para dige-
rir los kilos de carne ingerida, otros toman cerveza.
Nos enteramos entonces de que todo este mundi-
llo celebra cada año, el 9 de octubre, el asesinato del
Che Guevara, ocurrido en el Departamento de San-
ta Cruz, con el deseo de que todos los comunistas
corran el mismo destino funesto.
Porque el comunismo, es el impuesto. De este
modo, bajo la presidencia de Morales, los cruceños
habrían sido víctimas de una suerte de “extor-
sión”, como nos explica Pablo Mendieta Ossio, di-
rector del Centro de Economía de la Cámara de la
Edición 253 | julio 2020
Industria, del Comercio, de los Servicios y del Tu-
rismo de Santa Cruz: “El problema no es tanto la
tasa impositiva, nuestros impuestos son muy ba-
jos en Bolivia, sino los controles, que se intensifi-
caron durante los últimos años, y multiplican las
posibilidades de errores por parte de los servicios
fiscales y, por consiguiente, las multas. Entonces,
las empresas acumularon deudas fiscales que re-
presentan sumas muy importantes, cuyo reembol-
so las pondría en situaciones delicadas”. Desde la
llegada al poder del general Banzer Suárez, se había
instaurado en Bolivia una tradición de la amnistía fis-
cal (perdón tributario): cuando un nuevo Presidente
era elegido, anulaba las deudas fiscales de las elites.
Sin embargo, cuando tomó el mando del país, Mora-
les derogó la costumbre, de manera que muchas gran-
des fortunas tienen hoy deudas fiscales de varios mi-
llones de dólares. Pero el gobierno de facto de Jeanine
Áñez, instaura-
do tras el golpe
“El objetivo es de Estado de no-
viembre de 2019,
llegar a una está decidido a
restablecer el or-
Constitución den de las cosas
y a “poner fin a la
Federal en Bolivia, extorsión aplica-
el primer paso da por el gobier-
no precedente”,
hacia la autonomía como declaró su
ministro de Eco-
de Santa Cruz.” nomía, José Luis
Parada. Por ese
motivo, estudia
actualmente una nueva ley de amnistía, a pesar de
las críticas según las cuales semejantes decisiones
legislativas no podrían ser llevadas a cabo por un go-
bierno de transición.
Hoy es día de culto. Un desfile de 4x4 acaba de
estacionarse delante de la Iglesia cristiana de la fa-
milia y deja pocas dudas sobre la prosperidad de
sus fieles. En un inmenso patio donde todos es-
peran la hora de la celebración, se conversa en un
ambiente amigable, donde todos se conocen, mu-
jeres con tacos aguja, hombres musculosos con
camisas ajustadas de marca o jóvenes con jeans y
zapatillas de última moda. Una vez que entramos
al gran salón, la celebración comienza con músi-
ca. Acompañado por un baterista, un bajista, tres
guitarristas y un tecladista, un cantante entona
canciones cristianas cantadas también por el res-
to de la asistencia. Las letras desfilan sobre fondos
de amaneceres, de llamas o de cielos estrellados en
dos pantallas gigantes colgadas de la pared mien-
tras que un técnico hace bailar las luces de colo-
res al ritmo de la música. Rápidamente, el tono del
cantante-animador, que recobra fuerzas gracias a
algunos tragos de Red Bull ingeridos entre las can-
ciones, se hace aun más encantador. Entonces, la
asistencia levanta los brazos y canta más fuerte, se
arrodilla, llora, cierra los ojos. Es en ese momento
cuando entra en escena el pastor, de unos cuarenta
años, vestido como sus fieles “a la moda”, con un
iPad bajo el brazo, en el cual va a leer su sermón.
Cuando la ceremonia termina, el pastor invita a
los fieles a “agradecerle a Dios” y agrega: “Todo el
mundo debe donar, aunque no tenga demasiado
dinero. Porque para mostrarle a Dios que lo adora-
mos, hay que hacer cosas que nos cuestan”. Un es-
tuche de guitarra depositado sobre el escenario se
llena entonces rápidamente de billetes. Animado
por la fe, el pastor hace la promoción de su Iglesia
en su página de Facebook, donde anuncia la llega-
da de estrellas para dar conciertos de rock cristia-
no “alucinantes”. Entre dos montajes fotográfi-
cos de jóvenes mujeres de la Iglesia con la leyenda
“Aquí, las chicas son hermosas, ¡únanse!”, encon-
tramos también imágenes del pastor en compañía
de Camacho, quien, “gracias a la fuerza de Dios,
nos libró sobrenaturalmente del Mal”. g
1. Renaud Lambert, “Un golpe de Estado demasiado
fácil”, Le Monde diplomatique, edición Cono
Sur, Buenos Aires, diciembre de 2019.
2. “Historia de la Unión Juvenil Cruceñista”,
video disponible en YouTube.
*Periodista.
Traducción: María Julia Zaparart
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26 |
La pandemia del COVID-19, mal gestionada por las potencias occidentales,
reveló los límites de su hegemonía. Pero falta imaginar un orden internacional
más justo. En África, la crisis despierta el sentimiento de un destino común y
un espíritu combativo. Los obstáculos siguen siendo inmensos.
Occidente ya no inspira temor ni respeto
Tras la pandemia,
¿el despertar de África?
por Boubacar Boris Diop*
A
lo largo de las últimas tres dé-
cadas, el mundo temió en va-
rias oportunidades una pan-
demia: SARS, H1N1, Ébola.
Finalmente, las preocupacio-
nes fueron siempre mayores que la amena-
za. Sin duda, eso fue lo que impidió com-
prender a tiempo la magnitud del peligro
que representaba el nuevo coronavirus
SARS-CoV-2. Tal vez no sea tan mortífe-
ro como la gripe española de 1918, pero su
impacto económico promete ser más de-
vastador. De manera bastante curiosa, la
reflexión se centra más en la pospandemia
que en la pandemia misma. La lucha con-
tra el COVID-19 oculta otra, aún silencio-
sa pero ya mucho más feroz, por el control,
en los próximos años, de los recursos y los
imaginarios sociales en todo el planeta.
África está también en la línea de batalla,
y la carta abierta de un centenar de intelec-
tuales, desde Wole Soyinka y Cornel West,
hasta Makhily Gassama y Djibril Tamsir
Niane, dirigida a los dirigentes africanos,
el 1º de mayo de 2020, tuvo una excepcio-
nal repercusión (1). En vez de resignarse a
lanzar un nuevo petitorio, sus impulsores
(Amy Niang, Lionel Zevounou y Ndongo
Samba Sylla) quieren transformar las pala-
bras en acciones, razón por la cual amplia-
ron su llamado a los científicos africanos.
En un continente donde casi todo debe re-
hacerse, pacientes centinelas del alba reci-
bieron, por decirlo de algún modo, la pan-
demia con los brazos abiertos, viendo allí
incluso una “oportunidad histórica”...
La pandemia volvió a África más cons-
ciente de su vulnerabilidad y de su insig-
nificancia a los ojos del mundo. Le permi-
tió comprobar, concretamente, que en las
grandes tragedias humanas no se puede
confiar en nadie para su salvación. En efec-
to, si bien el flagelo golpeó a todos los países
al mismo tiempo, éstos no se unieron para
resistirlo. Muy por el contrario, los egoís-
mos nacionales superaron rápidamente la
reacción de solidaridad. El continente afri-
cano, dependiente de los demás para casi
todo, comprendió rápidamente que a lo
largo de los años se habían acumulado las
condiciones de su propia destrucción. Es
muy simple: si el virus que puso de rodillas
a países ricos occidentales hubiera sido tan
letal en África, la hecatombe anunciada se-
guramente se habría producido allí.
Sin embargo, aun cuando les haya ases-
tado un violento golpe en la cabeza, los afri-
canos no esperaron esta pandemia para so-
ñar, según el mandato césaireano, con “co-
menzar el fin del mundo” (2). El momento
parece tanto más propicio cuanto que pocas
veces se vio a las potencias occidentales en
tan penosa situación. El contexto históri-
co recuerda, salvando las distancias, el día
después de la Segunda Guerra Mundial.
En esos lugares de pura verdad humana
que son los campos de batalla, los soldados
africanos vieron desmoronarse el mito de
Yéanzi, Persona, 2015
la omnipotencia del colonizador. También
descubrieron allí las luchas de los demás
pueblos y comprendieron mejor los meca-
nismos de su propia opresión. Liberadores
de Europa, despojados del complejo del
hombre blanco, convertidos en destacados
actores políticos, estuvieron en el centro de
todas las batallas por la independencia.
Algo similar podría efectivamente es-
tar produciéndose desde la caída del Mu-
ro de Berlín.
Nuevos horizontes
En efecto, hace una veintena de años que
Occidente ya casi no inspira temor ni res-
peto a numerosas naciones que sin embar-
go siguen estando bajo su yugo. Las guerras
de Irak y Libia le hicieron perder la poca au-
toridad moral de la que aún podía jactarse.
Sería excesivo decir que la pandemia le dio
el golpe de gracia, pero lo está convirtiendo
en un herido grave. Esta sensación está tan
difundida que, desde Alemania, donde la
crisis sanitaria parece sin embargo mucho
mejor controlada que en los países vecinos,
una amiga llegó a confesarme por teléfono:
“Occidente se está desmoronando; estoy
sorprendida de ser testigo de este aconteci-
miento, ya que no pensaba que esto sucede-
ría en mi vida”. Soltó luego una pequeña car-
cajada en la que sentí una mezcla de hastío y
alegría. Sin embargo, evité decirle lo que en
el fondo pensaba: el flagelo no va a generar
un nuevo orden mundial, más justo y más
Edición 253 | julio 2020
equilibrado, de un día para otro. Pero ha re-
velado los límites de una hegemonía occi-
dental aparentemente absoluta.
En primer lugar, cuando estalló la pan-
demia, un tal Donald Trump era desde ha-
cía tres años presidente de Estados Unidos,
país líder –aunque cada vez más reticen-
te– del bloque occidental. Desde luego, los
hombres no hacen la historia, pero al pare-
cer sus propósitos, para concretarse, suelen
abrazar los contornos de un destino singu-
lar. Es posible que el presidente Trump sea
para Occidente menos un accidente que un
síntoma: el de su lenta decadencia. Tampo-
co es casual que el autócrata Viktor Orban,
partidario de la teoría del “gran reemplazo”,
maneje las riendas en Hungría. Entre cris-
paciones identitarias y resentimientos, su
ejemplo podría extenderse como una man-
cha de aceite en Europa. En el mismo orden
de ideas, ¿debe mencionarse el Brexit, todo
menos una insignificante infidelidad al pro-
yecto europeo?
Se entiende mejor por qué tantos diri-
gentes del Sur se atreven hoy a responsabili-
zar abiertamente al Norte. De visita en Gha-
na en diciembre de 2017, el presidente Em-
manuel Macron le oyó decir a su anfitrión
duras verdades sobre la ayuda al desarrollo
(3); en Zimbabwe, el embajador estadouni-
dense se vio obligado recientemente a dar
explicaciones sobre el caso George Floyd, y
la Unión Africana fustigó en términos muy
duros la violencia policial contra los negros
en Estados Unidos. El presidente sudafri-
cano Cyril Ramaphosa no dudó en declarar
que “el asesinato de Floyd reabre las heridas
de los negros sudafricanos”.
Pero por significativos que sean, estos
cambios de humor nunca parecieron po-
ner en tela de juicio la relación de fuerza
entre África y los países occidentales a los
que les gusta presentarse como sus bene-
factores. Se señalará además que seme-
jantes arranques de orgullo son sobre to-
do obra de las antiguas colonias británicas
o portuguesas que, al menos ellas, pueden
jactarse de un mínimo de soberanía.
No es el caso de los países africanos
francófonos donde, desde hace sesenta
años, la antigua potencia colonial impone
su autoridad de manera casi directa. Sue-
le decirse que, durante la Guerra Fría, la
Agencia Central de Inteligencia (CIA) de
Estados Unidos participaba en las reunio-
nes del Consejo de Ministros de algunos re-
gímenes fantoches de América Latina. Este
modelo sobrevive de manera atenuada en el
África francófona, último lugar del plane-
ta donde una potencia extranjera está en el
centro de los procesos de decisión, en ma-
teria monetaria, por ejemplo. Esa África si-
gue siendo, para Francia, un gigantesco re-
servorio de materias primas. París no tolera
allí ninguna fuerza política que pueda ame-
nazar los intereses de Total, Areva o Eiffage.
El continente ofrece el campo de juego favo-
rito del ejército del Hexágono, que intervi-
no allí decenas de veces desde 1964 –año de
la primera intervención militar francesa en
el África subsahariana (en Gabón), tras las
independencias de 1960–. El contraste con
Londres, que nunca desplegó tropas en sus
ex colonias africanas, resulta llamativo.
Por tal motivo, se tuvo una sensación
de nuevos horizontes el día en que el pre-
sidente Macron se enojó públicamente
con lo que llamó “sentimientos antifrance-
ses en África”. Es que tuvo tiempo de dar-
se cuenta de que una nueva generación de
africanos está decidida a acabar con ese
anacronismo que es el África francesa. Que
estrellas internacionales como Salif Keita o
Alpha Blondy, Tiken Jah Fakoly o el cineas-
ta Sheick Oumar Sissoko estén en la prime-
ra línea de este movimiento de revuelta,
habla de su profundidad. El gran Richard
Bona había cancelado, en febrero de 2019,
un concierto en Abiyán para protestar con-
 | 27

tra el franco CFA, y se comprometió ade-
más a no volver a presentarse en un país
con esa moneda en curso. También deben
tenerse en cuenta nuevas formas de radi-
calización política simbolizadas por los
movimientos “France dégage” [Francia,
lárgate], uno de cuyos mascarones de proa
es Guy Marius Sagna, y “Urgences Panafri-
canistes” de Kemi Seba (4).
La hora de todas las soberanías
Es pues en un contexto donde los ánimos
ya estaban caldeados que se produce la
pandemia.
Todos pudieron comprobar con estupe-
facción la incapacidad de Europa y Estados
Unidos – tan prestos a pretender acudir en
ayuda de los demás– para socorrer a sus
propios ciudadanos. Fue grande la sorpre-
sa de muchos, al escucharlos quejarse, de
manera desvergonzada, de su dependencia
respecto de Pekín. Y lo que Le Canard en-
chaîné llamó “la guerra de los barbijos” de-
jará seguramente huellas en la memoria. Si
al árbol se lo conoce por su fruto, la pande-
mia puso al desnudo un fiasco colosal.
Eso despertó entre los africanos un
sentimiento de pertenencia que, en el fon-
do, nunca los había abandonado. Es muy
visible desde hace algunas semanas. Se
perfilan a porfía los contornos del “África
del mañana”. Aún escucho a la historiado-
ra Penda Mbow recomendarme un texto
de Hamadoun Touré, antes de agregar:
“Verás, ¡todos nosotros decimos lo mismo
en este momento!”. Ese “nosotros” carga-
do de una discreta emoción me conmueve
particularmente. Y lo que se dice y repite
es que, para África, llegó la hora de todas
las soberanías. Es para acabar con cierto
servilismo que varios Estados (Burundi,
Marruecos, Guinea Ecuatorial) transgre-
dieron algunas prohibiciones de la Orga-
nización Mundial de la Salud (OMS). Ma-
dagascar, por su parte, llegó a fabricar su
propio remedio, el Covid-Organics, a base
de artemisia. Fue también la primera vez
que los malos tratos infligidos en China a
los negros africanos suscitaron protestas
oficiales tan fuertes. El embajador de Chi-
na en Abuya se vio obligado a dar explica-
ciones en condiciones humillantes.
Para muchos, el instinto de superviven-
cia está en ese resurgimiento de combativi-
dad. Contar con los demás para alimentarse
o curarse es exponerse al riesgo de morir de
hambre o de una enfermedad. Por eso, la au-
tonomía alimentaria y la racionalización de
la farmacopea africana están en el centro de
todos los debates. Pero es en la prensa en lí-
nea y en las redes sociales que se siente, reto-
mando la expresión del periodista y asesor
René Lake, que “saltó la tapa”.
Esta toma de la palabra a la vez salvaje y
masiva atañe sobre todo a la juventud: el 70%
de los más de 1.000 millones de africanos
subsaharianos tiene menos de treinta años.
Se trata pues de una enorme conmoción po-
lítica. ¿Esto significa que el día después ya es-
tá sucediendo? Definitivamente no.
El continente de los lugares lejanos
Para ello, sería necesario que en el famo-
so “mundo del mañana”, los presiden-
tes Alassane Ouattara (Costa de Marfil)
y Macky Sall (Senegal) se pusieran, en-
loquecidamente, a pensar y actuar como
Thomas Sankara. El África francesa no de-
be además su longevidad al mero control
del personal político. Es también produc-
to de una temible eficacia en la gestión de
proximidad, cuasi nominativa, de intelec-
tuales y hombres de la cultura transforma-
dos en zombis. Muchos de los que dicen en
este momento estar saltando de impacien-
cia a las puertas del nuevo mundo son de
hecho feroces partidarios del statu quo.
Es además para dejar pasar la tormenta
que los presidentes Sall y Macron lanza-
ron el debate sobre la deuda. El primero
aceptó el papel equivocado: mendigar los
favores financieros de los dirigentes oc-
cidentales en el momento mismo en que
éstos estaban tan ocupados contando sus
muertos. Actuando de este modo, se expu-
so –y expuso a África– al desprecio de los
jefes de Estado del Norte.
Este tipo de debate tenía además, para
el presidente Macron, la ventaja de atra-
vesar todo un continente en los esquemas
del “mundo de antes”, un mundo donde
la ayuda a África es uno de los más segu-
ros atributos de la potencia, fantasiosa o
real, de Europa. Inútil decir que este sen-
timiento es aun más embriagador cuando
se está en pleno desconcierto.
El África de hoy ya casi no tiene nada
que ver con el África de las independen-
cias. Por eso la idea de que trata actual-
mente de resolver sus problemas en un
mismo impulso es cada vez menos realis-
ta. El escenario más plausible es el de lo-
gros aislados según el modelo de Ruanda,
Ghana y Etiopía.
Acostumbrada a pensarse como un to-
do, África sigue siendo sin embargo el con-
tinente de los lugares lejanos: como conse-
cuencia de la casi inexistencia de medios
de transporte continentales dignos de ese
nombre, se viaja con mayor frecuencia allí
de Lagos a Londres o Nueva York que de
Lomé a Maputo. El aislamiento que deri-
va de ello torna casi imposible, actualmen-
te, toda acción conjunta. Podría incluso
explicar una torpeza, a veces muy emba-
razosa. Es el caso, en este momento, en el
que el mundo entero, de Tokio a Bruselas
y de Sidney a Seúl, manifiesta su solidari-
dad hacia los afroamericanos. África que-
dó totalmente al margen de este movi-
miento antirracista planetario. El primer
ministro canadiense se arrodilló durante
más de ocho minutos en homenaje a Flo-
yd, pero ningún presidente africano creyó
tener que hacer lo mismo. Esta ausencia en
el mundo, en un momento en el que se de-
bería estar en el centro de todas las iniciati-
vas, es una señal inequívoca.
Pero si se entiende que un virus, por sí
solo, no podría en África hacer verano, la
efervescencia actual tampoco debe subes-
timarse. Podría, finalmente, ayudar a África
a “dar definitivamente un vuelco en la pen-
diente de su destino federal”, tal como invi-
taba a hacerlo Cheikh Anta Diop, agregan-
do con una lucidez algo desesperada: “Aun-
que sólo sea por egoísmo lúcido”.
De todas formas, esto llevará un poco
de tiempo, y requerirá tanta pasión como
paciencia. g
1. Bacary Domingo Mane, “Covid-19: Des intellectuels
africains interpellent les dirigeants du continent”,
MondAfrik, Dakar, 1-5-20, https://mondeafrik.com
2. Aimé Césaire, Cahier d’un retour au
pays natal, Bordas, París, 1939.
3. Véase Anne-Cécile Robert, “Diplomatie funambule”,
Manière de voir, N° 165, “France-Afrique, Domination
et émancipation”, París, junio-julio de 2019.
4. Fanny Pigeaud, “Présence française
en Afrique : le ras-le-bol”, Le Monde
diplomatique, París, marzo de 2020.
*Escritor.
Traducción: Gustavo Recalde

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28 |
Estados y multinacionales digitales se presentan a menudo como
adversarios. Los primeros escenifican sus esfuerzos por regular a
los segundos, que se burlan de las leyes. Pero cuando se trata de
controlar y censurar Internet, su relación se vuelve simbiótica.
Alianza entre los gobiernos y los gigantes de Silicon Valley
Las dos caras
de la censura
por Félix Tréguer*
E
l 12 de noviembre de 2018 se
llevó a cabo el Foro sobre la
Gobernanza de Internet en la
gran sala de conferencias de
la Organización de las Nacio-
nes Unidas para la Educación, la Ciencia
y la Cultura (UNESCO), en París. Rebo-
sante de entusiasmo, Emmanuel Macron
se acercó al micrófono, decidido a asumir
el rol de defensor de la democracia libe-
ral frente a los populismos “iliberales”. Se
lo veía muy cómodo al joven Presidente
francés ante una audiencia internacional
que estaba allí para escucharlo disertar
sobre los grandes desafíos digitales. Co-
mo era previsible, en su discurso se refirió a
dos modelos opuestos de regulación de In-
ternet, sin pronunciarse por ninguno: por
un lado, el de “la Internet californiana”, li-
bertaria, “impulsada por agentes privados,
fuertes, dominantes, mundiales” y reacios
a cualquier tipo de control estatal. Por otro
lado, el de “la Internet china”: “segregada
y completamente vigilada” por “Estados
fuertes y autoritarios”. Sirviéndose de tan
poco agraciadas alternativas, Macron su-
girió una tercera vía: la del “conjunto de
los actores de Internet” –“las sociedades
civiles, los agentes privados, las ONG, los
intelectuales, los periodistas, los gobier-
nos”– que logran elaborar una “regula-
ción cooperativa en común”.
Jacob Hashimoto, The answer to all questions makes the world vanish, 2017
Apoyándose en el difundido mito de
una “gobernanza multisectorial” de In-
ternet, y pese a hacer también referencia
a la “sociedad civil”, el Presidente fran-
cés promovió un proyecto que, desde
su punto de vista, permitiría articular lo
mejor de ambos mundos: un capitalismo
de vigilancia desenfrenado (1) y la mano
de hierro del Estado. A falta de campeo-
nes nacionales en el campo digital –de los
que sí pueden jactarse los chinos o los ru-
sos para armar sus políticas de control de
Internet–, los países europeos tienen que
contentarse con un puñado de empresas
estadounidenses a la cabeza de las capita-
lizaciones bursátiles del mundo. A pesar
de las legislaciones –aprobadas o anun-
ciadas–, dirigidas a frenar la deriva de las
plataformas (abuso de posición dominan-
te, ataques a la vida privada, fake news…),
el aparente conflicto entre los Estados y
las multinacionales digitales esconde en
realidad una creciente interdependencia.
La historia de la vigilancia y de la cen-
sura de las comunicaciones permite en-
tender mejor esta evolución. Porque, más
allá de la coyuntura neoliberal, las lógicas
de cooptación entre poder público y ges-
tores privados de los medios de comuni-
cación aparecen como una constante en la
historia de los medios. Frente a las crisis
provocadas por las rupturas tecnológicas
o los sobresaltos políticos, esas alianzas
permiten restablecer un control eficiente
sobre la circulación de las ideas.
Historia de un vínculo
Ya en el siglo XVI, mientras el desarrollo
de la imprenta contribuía a democratizar
el acceso a los libros y a propagar doctri-
nas políticas y religiosas subversivas, el
Estado empezaba a recurrir a cooperacio-
nes público-privadas para cerrar la bre-
cha contestataria. En Francia, en 1539, el
rey Francisco I definió las condiciones
para ejercer la profesión de imprentero y
de librero en París y en Lyon, que por en-
tonces eran los principales centros de edi-
ción. Además, ordenó la institución de cá-
maras sindicales cuya función sería la de
actuar como interlocutoras del Estado pa-
ra el conjunto del sector. En 1618, se creó
una cámara sindical única para los oficios
del libro que fue dotada de facultades po-
liciales: sus representantes inspecciona-
ban imprentas y librerías, controlaban la
aplicación de los reglamentos, etc. Con el
fin de debilitar a la competencia, los libre-
ros parisinos reclamaban un monopolio
permanente para la edición de libros. El
cardenal Richelieu accedió al grueso de
sus reclamos, pero a cambio, tuvieron que
cumplir con sus tareas policiales y con nu-
merosos criterios de probidad.
Edición 253 | julio 2020
En virtud de algunas disposiciones,
sobre todo a favor de las librerías pro-
vinciales, esta política permitiría que
unos treinta imprenteros-libreros pu-
dieran controlar, mal que bien, la pro-
ducción y la distribución dentro del rei-
no. Al igual que hoy con los gigantes di-
gitales, gracias a esa centralización de
la economía de la imprenta, el Estado
necesitaba controlar una menor canti-
dad de intermediarios y, por lo tanto, se
abarataban los “costos de transacción”
vinculados a la censura.
Después del período de libertad de ex-
presión sin precedentes que había acom-
pañado la Revolución Francesa, el Im-
perio napoleónico destruyó los diarios
independientes y redujo drásticamen-
te el número de imprenteros y de publi-
caciones. Sin embargo, a partir de 1830,
en una primera flexibilización que pre-
cedió a la ley de 1881 sobre la libertad de
prensa, el poder toleró el ascenso de una
prensa popular de gran tirada. ¿Se debe
ver allí una concesión sincera al ideal de
libertad, o la profundización de una cola-
boración efectiva entre el poder político
y las industrias de la prensa? Además de
las olas represivas que azotaban a las pu-
blicaciones contestatarias, en particular
a las socialistas, todo apunta más bien a
pensar que, en un sector que era presa de
una creciente concentración económica,
fueron las garantías proporcionadas por
los sectores empresariales las que hicie-
ron posible dicha liberalización.
Las innovaciones en las técnicas de
impresión, la aparición de una prensa
“barata” financiada por la publicidad,
así como los avances de la alfabetización,
generaron una carrera por la audiencia
que favoreció la transición de una pren-
sa política de opinión a una prensa de in-
formación y de divertimento. Semejan-
te proceso implicaba que los lazos entre
los mercaderes de la prensa y la autori-
dad reguladora fueran cada vez más es-
trechos. Las concesiones a las libertades
públicas, simbolizadas por la ley de 1881,
que puso término a la censura anterior
otorgando protección judicial y liber-
tad de expresión, deben pues medirse a
la luz del movimiento de despolitización
iniciado con la llegada de la era de los
medios masivos de comunicación. Más
que una conquista heroica de una pren-
sa ahora independiente del poder po-
lítico –según el relato oficial vigente en
la historia dominante de los medios–, la
ley de 1881 expresaba la concientización
por parte del poder de que su policía era
aun más eficiente si sabía convivir con el
liberalismo o, dicho de otro modo, si la
espada de la ley cedía el paso al capita-
lismo informacional. Máxime cuando el
legislador de la III República se ocupaba
de guardarse las espaldas a través de dis-
posiciones destinadas a reprimir ciertas
críticas a la autoridad.
A partir de los años 1860, alianzas aná-
logas permitirían que el Estado controlase
las primeras redes privadas de telecomu-
nicaciones. A fines del siglo XX, después
de la era de los monopolios estatales de los
medios radioeléctricos, el proceso de pri-
vatización puso nuevamente esas conni-
vencias a la orden del día. Una vez más, el
espacio mediático volvió a sufrir una doble
enfeudación: al Estado y al mercado.
En los años 1990, gracias a sus van-
guardias militantes, Internet apareció
como una fuerza capaz de cambiar las re-
glas del juego: la Red permitiría la proli-
feración de medios alternativos y el ata-
que frontal a la hegemonía de los gran-
des grupos de comunicación dependien-
tes del poder político. Sin embargo, una
vez más, en función de las crisis de se-
guridad, el Estado restableció su control

jugando con la concentración de la eco-
nomía política de Internet (2). Siguien-
do su propia lógica de acumulación, las
grandes plataformas digitales lograron,
en efecto, centralizar un inmenso porcen-
taje de nuestras comunicaciones y desa-
rrollaron conocimientos técnicos únicos
para vigilar a la población y censurar los
espacios de expresión. El Estado se pro-
puso hacer suyas dichas técnicas.
Discursos indeseables
En 2013, los documentos divulgados por
Edward Snowden revelaban la partici-
pación de las grandes plataformas en los
programas de vigilancia de inteligencia
estadounidense. En esa época, los diri-
gentes de esas empresas no habían aho-
rrado esfuerzos para desasociarse del
aparato de seguridad y tranquilizar a sus
usuarios (sin restringir su colaboración
con las autoridades, sobre todo cuando
los investigadores pedían acceso a datos
personales vinculados a cuentas priva-
das). Entre 2013 y 2018, en Estados Uni-
dos el número de usuarios afectados por
órdenes judiciales autorizadas en virtud
del Foreign Intelligence Act aumentó
en un 680% en el caso de Google y en el
1.300% para Facebook (3). En Francia,
los intercambios que desde 2015 vienen
manteniendo el Ministerio del Interior
y el oligopolio digital, en el marco de un
“grupo de contacto”, provocaron tam-
bién un aumento impresionante del nú-
mero de datos proporcionados a las auto-
ridades: entre 2013 y 2019, tuvo un incre-
mento del 670% para Google y del 800%
para Facebook. A través de ese organis-
mo turbio, sucesor lejano de las cámaras
sindicales de imprenteros-libreros du-
rante el Antiguo Régimen, dichas empre-
sas mantienen informadas a las autorida-
des francesas de las actualizaciones que
se disponen a desplegar en sus servicios,
por ejemplo, los protocolos criptográfi-
cos, que podrían reducir las capacidades
de vigilancia del Estado.
En los años
1990, gracias a
sus vanguardias
militantes, Internet
apareció como
una fuerza capaz
de cambiar las
reglas del juego.
Al mismo tiempo, se eluden los tratados
de cooperación judicial que antes regulaban
el acceso de las autoridades nacionales a los
datos almacenados fuera de sus fronteras.
Google y Microsoft han promovido activa-
mente nuevas legislaciones como el Cloud
Act, promulgado en marzo de 2018 por Do-
nald Trump, y su equivalente europeo –el
proyecto “e-Evidence”–, que está siendo
examinado actualmente por la Unión Eu-
ropea. Estas legislaciones colocan a di-
chas empresas en posición de poder de-
cidir por ellas mismas si una determina-
da demanda extraterritorial respeta los
derechos fundamentales de los usuarios
implicados. Estos mecanismos podrían
internacionalizarse rápidamente a través
de tratados como la convención del Consejo
de Europa sobre cibercriminalidad.
En el frente de la censura, se entablan
alianzas similares que marcan un retro-
ceso histórico de las garantías en materia
de libertad de expresión. Desde los aten-
tados de enero de 2015 en París, la lucha
contra la propaganda yihadista y los “dis-
cursos del odio” justifica colaboraciones
cada vez más estrechas entre las fuerzas
policiales y las plataformas para invisi-
bilizar expresiones que son considera-
das ilícitas o simplemente “indeseables”,
según el término utilizado por Macron
en la UNESCO. Lo importante ahora es
masificar la censura, automatizándola y
soslayando los procedimientos judicia-
les. En efecto, los Estados se proponen
generalizar el recurso a las técnicas de
“inteligencia artificial” desarrolladas por
los gigantes de Silicon Valley para identi-
ficar en el océano digital los “contenidos”
que consideran inapropiados y bloquear-
los. Aun cuando, por el momento, las pla-
taformas tienen que recurrir a miles de
“empleados de la censura”, trabajadores
precarios que se encargan de aplicar las
políticas de moderación.
Tras las pruebas llevadas a cabo a nivel
nacional o bajo la égida de organismos co-
mo Europol, se escribieron leyes para in-
mortalizar ese nuevo modelo de censura.
Esta es la idea de la ley alemana NetzDG,
adoptada en junio de 2017 para luchar
contra los “discursos del odio” en Inter-
net, y también de su homóloga a punto de
ser adoptada por el Parlamento francés
(la propuesta de ley “contra los conte-
nidos de odio”), o incluso del reglamen-
to europeo orientado a la lucha contra la
| 29
propaganda terrorista, que se encuentra
en proceso de aprobación en Bruselas.
En un correo conjunto enviado a la Co-
misión Europea en abril de 2018, los minis-
tros del Interior francés y alemán anuncia-
ban sin ambages el objetivo de esos textos
de ley: generalizar al conjunto de la Red
dispositivos de censura desarrollados por
Google y Facebook (4). Explicaban, asi-
mismo, que la “apología del terrorismo”
–un concepto flexible que se emplea re-
gularmente para invisibilizar expresiones
contestatarias– era solo un primer paso.
En el futuro, escribían, “convendrá que las
normas establecidas se hagan extensivas a
los contenidos con pornografía infantil y a
aquellos que vehiculen discursos de odio
(incitación a la discriminación y al odio ra-
cial, vulneración de la dignidad humana)”.
Adiós a la ley de 1881 y a la protección ju-
dicial de la libertad de expresión. Un régi-
men de censura extrajudicial, ampliamen-
te privatizado y cada vez más automatiza-
do, está en vías de consolidación. g
1. Véase Shoshana Zuboff, “La era del capitalismo
de vigilancia”, Le Monde diplomatique, edición
Cono Sur, Buenos Aires, enero de 2019.
2. Véase Dan Schiller, “El ciberespacio en disputa”, Le
Monde diplomatique, edición Cono Sur, febrero de 2013.
3. Véase Google, “Informe de transparencia”,
https://transparencyreport.google.com; y Facebook
Transparency Report, “Government Requests for
User Data”, https://transparency.facebook.com
4. Joe McNamee, “Leak: France and Germany
demand more censorship from Internet companies”,
European Digital Rights, 7-6-2018, https://edri.org
*Investigador, miembro de la organización La Quadra-
ture du Net (La Cuadratura de la Red). Este artículo es
una adaptación de su libro L’Utopie déchue. Une contre-
histoire d’Internet, XVe-XXIe siècle, Fayard, París, 2019.
Traducción: Victoria Cozzo
 30 | Edición 253 | julio 2020
Libros
del mes

Internacional Derechos

Jan Miense Molenaer, Olor, 1637

El sueño chino Somos Belén

Osvaldo Rosales Ana Correa

Siglo XXI; Buenos Aires, febrero de 2020. Planeta; Buenos Aires, octubre de 2019.
240 páginas, 650 pesos. 240 páginas, 770 pesos.

Luego de volverse epicentro del virus que
paralizó al mundo, todas las miradas pare-
Historia cen haberse detenido en China. En este
contexto, el ensayo del economista chileno
Osvaldo Rosales cobra pertinencia ya que
ofrece varias claves para pensar el desarro-
llo del gigante asiático o, más precisamen-
te, para reflexionar sobre un capítulo muy
específico del devenir capitalista. El libro
Somos Belén relata la historia de un caso
que conmovió al mundo. Una historia que
transcurrió en Tucumán, pero tomó dimen-
sión nacional e internacional. La condena a
Belén –nombre ficticio elegido para preser-
var la identidad de la víctima– tuvo todos
los vicios de un juicio injusto, colmado de
contradicciones. Constituyó una vulneración
absoluta de sus derechos que se sumó a la

Sentir el mundo
abunda en ejemplos: una red ferroviaria de
alta velocidad construida en solo 14 años,
el equivalente a todo el stock de vivien-
das de Europa hecho en 15 y una indus-
violación del secreto médico profesional.
El 21 de marzo de 2014, una joven argen-
tina de 27 años acudió al Hospital Avellane-
da, en San Miguel de Tucumán, por un fuerte

por la nariz
trialización conseguida en sólo 30 años (a dolor abdominal. Ahí mismo, se enteró de
Inglaterra y Estados Unidos les llevó 200). que estaba embarazada, apenas antes de
El trabajo se propone entonces revisar sufrir un aborto espontáneo. La acusaron de
dicho desarrollo a partir de un repaso por homicidio y la condenaron a ocho años de
los imaginarios occidentales que impiden prisión. Al cabo de dos años y medio presa,
su comprensión. Según Rosales, hablar de sin un proceso justo y sin una defensa acor-
Pocos sentidos tan poco explorados un deterioro de la economía china porque de, la abogada Soledad Deza tomó el caso.
como el olfato. Es que es sabido que
Odorama ya no crece al 10% anual significa descono- Con prólogo de la escritora canadiense
Historia cultural del olor
todos los verbos referidos al conoci- cer el cambio que adoptó sobre su matriz Margaret Atwood, la periodista Ana Correa
miento son complejas metáforas que de producción, ya no concentrada en la ofrece una reconstrucción minuciosa de los
Federico Kukso ponen lo visible como principal fenóme- manufactura sino en los servicios y en el veintinueve meses de calvario de Belén,
Taurus; Buenos Aires, diciembre de 2019. no intelectual: de ahí la “luz” de la razón. desarrollo tecnológico. El autor no tiene hasta que una defensa comprometida, apo-
432 páginas, 1.399 pesos. Pero, ¿puede haber otra aromática forma dudas: estamos ante una nueva Guerra Fría. yada por movilizaciones sociales y de orga-
de pensar? Federico Kukso lee en Odora- Y claro, las preguntas asoman inmedia- nismos internacionales, obligó al Estado a
ma. Una historia cultural del olor la histo- tamente: ¿es la batalla biológica parte del reconocer su inocencia. La joven fue libe-
ria universal a contrapelo, hallando la manera en la cual los perfumes y las pestes, los plan?, ¿cuáles son los escenarios posibles rada en agosto de 2016, y absuelta por la
olores corporales y los del universo circundante, crearon una manera de entender la en el mediano plazo?, ¿estamos asistiendo Corte de Tucumán al año siguiente.
realidad que se encuentra en la médula de nuestra concepción del mundo. al fin de la hegemonía de Estados Unidos? En un contexto de la lucha y debate por
El libro de Kukso comienza por una suerte de declaración de principios: paulatina- Los interrogantes quedan oportunamen- el aborto legal, seguro y gratuito, este libro
mente, con mayor o menor celeridad, estamos habitando un mundo inodoro, que ha te abiertos ante una realidad cambiante, constituye una herramienta fundamental
renunciado a los olores naturales del cuerpo y de los ambientes que esos cuerpos transi- frente a la cual la arquitectura mundial de para reflexionar y concientizar sobre los
la segunda mitad del siglo XX parece haber sufrimientos que padecen las mujeres, deri-
tan. Ese presente de negación abre el punto de vista que se tiene con respecto al pasado:
quedado completamente obsoleta. vados de una justicia patriarcal.
¿sabemos cómo olía nuestra ciudad hace 30, 50 años o incluso un siglo atrás? ¿Cómo olía
la Buenos Aires de la Revolución? ¿Qué se sentía por las calles de la París del Terror? ¿Por
Carolina Keve Bárbara Schijman
la Italia renacentista? ¿Por la Europa del Medioevo o de la Antigüedad Clásica?
Odorama empieza su recuento en el origen mismo del olor, con el Big Bang, para
luego repasar las complejas composiciones que en un período de miles de millones de
años fueron determinando la vida en la Tierra. Así, Kukso conjetura el posible olor de
los dinosaurios poniendo en juego un arsenal de conocimiento científico deslumbran-
te. Y rozando lo inimaginable: quizás nunca sepamos cómo olían los dinosaurios, pero
Ensayo Al largo bagaje académico y político del
emérito historiador e intelectual inglés
sí somos conscientes de que la pérdida de esos enormes animales es un olor menos en Perry Anderson, se le puede sumar el
el mundo. De la prehistoria pasamos a la historia, con la enorme cantidad de escritos hecho de que vivió en Brasil a sus vein-
referidos al olor, a los perfumes y a los bienes aromáticos. Desde la importancia del te años y que, decidido a convertirse en
incienso y la mirra como forma de conectarse con el mundo divino (concepción propia brasileñista, amplió sus estudios sobre ese
del mundo egipcio que llega al corazón de Occidente vía Roma), pasando por la marca país y creó una red permanente de rela-
ciones, afectos y fascinaciones en torno al
de status que significaba tener pimienta a disposición de los invitados a comer, hasta
gigante sudamericano. En este libro, incial-
los momentos en que, en el mundo grecolatino, se consideró al uso de perfume como
mente parte de un proyecto más ambicio-
un gesto de vanidad que, por caso, disgustaba al oloroso Sócrates.
so sobre la vida política de las principales
Pasamos así del nacimiento del concepto de “lo pestilente” con la Gran Peste que
potencias mundiales y el incipiente sis-
diezmó al mundo medieval y marcó la idea del olor a muerte, al mundo globalizado,
tema interestatal del siglo XXI, Anderson
ocupado en el marketing olfativo o en el desarrollo de tecnologías que buscan no
Brasil revisa los últimos cincuenta años de la
sólo replicar el olor, sino incluso transmitirlo por aparatos telefónicos que comunican Una excepción, 1964-2019 vida política del país, intentando com-
fragancias. Federico Kukso logra armar un libro completo y atractivo sobre los olores, prender su excepcionalidad. Se pregunta a
haciendo de Odorama un texto que abre, para la mayoría del público, los reveses y Perry Anderson su vez cómo fue posible el Brasil de Jair
puntos de interés de una disciplina como la historia cultural de los sentidos. El olfato Akal; Buenos Aires, Bolsonaro y qué futuro le espera al país.
es, sin dudas, el sentido que nos conecta a lo corporal, a lo sensitivo en sentido lato, marzo de 2020. Así repasa las esperanzas frustradas
lejos ya de las abstracciones del oído y la mirada. Porque no hay mejor manera de 224 páginas, 990 pesos. de la democratización y de los años Car-
situarse en el mundo que abrir las narinas, respirar profundamente y dejar que sus doso, y se detiene particularmente en el
contradictorias fragancias nos atraviesen. legado de Luiz lnácio Lula da Silva y el
Partido de los Trabajadores que cobra
Fernando Bogado nuevos significados a la luz del presente..

Crítica
La experiencia escrita
Philippe Artières
Ampersand; Buenos Aires, abril de 2019.
216 páginas, 790 pesos.
La presente recopilación de artículos, produ-
cidos durante los últimos veinte años, invita
a un recorrido desde el acto de la escritura
hasta la conservación en archivos: comien-
za con el taller de escritura autobiográfica
de un prisionero lionés a fines del siglo XIX
y termina con la construcción de un monu-
mento de archivos en la biblioteca de Troyes
(Francia) a cargo de un profesor de Filosofía
apasionado por el amor griego, pasando por
las pinturas autobiográficas del príncipe de
Joinville y las formidables máquinas de escri-
tura que constituían los navíos en el siglo XIX,
las cartas anónimas como manera de anular
los dispositivos de lectura-identificación, el
correo clandestino como forma de resistencia
al totalitarismo, la representación de la escri-
tura en el óleo Oficina de algodón en Nueva
Orleans de Edgar Degas y las señales lumino-
sas en las novelas de Patrick Modiano.
En el marco de un proyecto de historia
contemporánea de la escritura, y a través
del análisis de los dispositivos sociales en
los cuales están insertos, el autor estudia
“momentos de escritura”, entendiendo que
son una secuencia temporal durante la cual
se articulan objetos y prácticas. La mirada
no se limita al escenario, ni siquiera a la
cadena de la escritura, sino que integra una
dimensión de la memoria y a veces tam-
bién de la arqueología, viajando a través de
la Rusia zarista, desde la Francia de media-
dos del siglo XIX a la de posguerra, y de
la Polonia ocupada por los nazis en 1944
hasta la de Solidarnosc de Lech Walesa a
comienzos de los años ochenta.
Julián Chappa
Historia
Los hombres del triángulo
rosa
Heinz Heger
Madreselva; Buenos Aires, agosto de 2019.
160 páginas, 500 pesos.
A mediados de la década de 1950,
Joseph K. narró su estremecedora his-
toria al escritor Heinz Heger (seu-
dónimo de Hans Neumann).
Había sido capturado por
la Gestapo, acusado de
“homosexual”, y, en conse-
cuencia, lo habían enviado
a un campo de concentración.
Este austríaco, nacido en 1917,
había decidido contar su histo-
ria. pero de manera anónima. El
Ensayo
La sociedad de la excitación
Esteban Ierardo
Continente; Buenos Aires, octubre de
2019. 192 páginas, 808 pesos.
Frente a los cambios tecnológicos ver-
tiginosos que afectan nuestra cultura
del capitalismo globalizado, este libro
denuncia la sobreexcitación que vive el
ser humano ante la hiperabundancia de
estímulos visuales y auditivos, que acti-
van todo tipo de consumos. Internet, la
conectividad múltiple, las inteligencias
artificiales, el torrente de información
permanente demandan tiempo en pan-
talla, un consumo de imágenes que si no
va acompañado de una actitud crítica o
analítica causa una excitación efímera,
un entretenimiento pasajero y banal. Se
produce la paradoja de una sobreoferta a
ritmo veloz que nos deja pasivos, inmovi-
lizados en el consumo, o nos lleva al tedio
o el cansancio.
Este libro propone abrir los ojos a una
visión más abierta y abarcadora de la rea-
lidad. Una percepción artística con un ojo
activo que vea la diversidad, el horizonte,
la lejanía y la oscuridad, y un oído abier-
to a la música, a sonidos diferentes más
allá del ruido urbano: el arte como puerta
perceptiva de una realidad más amplia y
que nos sustrae de la excitación alienante.
Como Spinoza, hay que pulir el cristal con
que se mira y piensa, para llegar a la sus-
tancia infinita, que puede llevarnos a la
tranquilidad de espíritu. Ierardo remite a
artistas y obras antológicas que conducen
al placer de la serenidad: La última cena,
las pinturas de Friedrich y Dalí, que unen
espíritu y materia, la literatura, la música
y la física, que abren a mundos infinitos.
Josefina Sartora
libro es uno de los escasos testimo-
nios acerca de los padecimientos a
los que los nazis (y otros en la época)
sometieron a quienes llamaban homo-
sexuales y degenerados.
El testimonio de “Joseph K.” recién fue
publicado en 1972. Sucede, como plan-
tea la introducción que lo acompaña,
que una vez que terminó la guerra, la
persecución a quienes se identifica-
ban de un modo diferente al “normal”
no cesaron. No fueron “completamen-
te liberados”, dice el texto: la
homosexualidad continuó
siendo considerada un deli-
to. Se dio la paradoja de que
un austríaco que había
sido miembro de las SS
lograba que sus años
de servicio como guar-
dián de un campo
(por la “dificultad
para comprobar sus
Arte
Fluxus escrito
Mariano Mayer (comp.)
Caja Negra; Buenos Aires, julio de 2019.
336 páginas, 740 pesos.
“Podríamos tener más artes de oler, pesar,
tocar, llorar, rabiar (competencia de enojos,
ese tipo de cosas), etc. Se podrá objetar que
nunca experimentamos las cosas por sepa-
rado, que las cosas siempre están fusio-
nadas, y eso es el happening, la fusión de
todas las percepciones sensoriales”, escribió
Yoko Ono entre 1961 y 1964, dejando claro,
además, que el arte jamás será una simple
duplicación de la vida. Ese texto integra Flu-
xus escrito. Actos textuales antes y después
de Fluxus, título derivado del término acu-
ñado por George Maciunas, cuando en 1962
utilizó el concepto para una revista inter-
nacional de arte y anti-arte, música y anti-
música, poesía y anti-poesía. El libro incluye
textos de artistas que pertenecieron a Flu-
xus, como Allan Kaprow, La Monte Young y
Robert Filliou, y también por artistas próxi-
mos en su forma de acción: Marta Minujín,
Roberto Jacoby, Edgardo Antonio Vigo o
el colectivo Zaj, entre otros. Los textos nos
sumergen en la cosmovisión y las indaga-
ciones de este anti-movimiento, que no tuvo
programa y tampoco se propuso cambios en
el plano social. Ignoró el contexto artístico de
su época para desatar objetos, performan-
ces, música, experimentos creativos. Por dar
algunos ejemplos, produjo música con discos
quebrados y perforados, creó una ópera
cuyo libreto incluía sólo tres palabras de la
Biblia e hizo banquetes con gelatinas insul-
sas, sopas azules y panes con forma de geni-
tales. Con mínimos recursos, se propusieron
hacer fluxobras pregnantes, que involucra-
ran en cuerpo y alma al espectador.
Marina Oybin
crímenes”) se computaran para su jubi-
lación, mientras que alguien que había
sido enviado a un campo de extermi-
nio por su opción sexual ni siquiera
era reconocido como víctima, y por lo
tanto era impensable que se le otorga-
ra una reparación. Al final de la guerra,
a Joseph K. le sugirieron afiliarse a
algún partido para poder reemplazar
el triángulo rosa por el rojo, que era
el que llevaban cosidos los detenidos
políticos. No pudo recuperar el pues-
to como empleado de Correos que la
detención por parte de la Gestapo le
hizo perder. Los hombres del triángu-
lo rosa es un testimonio insoslayable
sobre un aspecto poco conocido del
totalitarismo nazi con ramificaciones
en el presente. Su edición en castella-
no, en el actual contexto, es un aporte
fundamental.
Federico Lorenz
| 31
Fichero
Migración e intolerancia
Umberto Eco
Lumen; Buenos Aires,
diciembre de 2019.
80 páginas, 459 pesos.
Conjunto de escritos y ponencias del gran
filósofo italiano fallecido en 2016 sobre las
bases viscerales del racismo y la intolerancia.
Un collage, como lo definía el propio Umberto
Eco, que guarda toda su actualidad y potencia
en momentos en que afloran la incompren-
sión y los sentimientos de odio hacia el “ene-
migo externo”. Porque eliminar el racismo no
pasa sólo por la cabeza y la buena voluntad,
sino que requiere de una comprensión y acep-
tación profunda de la diferencia del Otro.
Todas deberíamos ser
feministas
Chimamanda Ngozi Adiche
Beascoa; Buenos Aires,
marzo de 2020.
48 páginas, 919 pesos.
Nueva edición, ilustrada por Leire Sala-
berria, de esta ya célebre charla Ted de
Chimamanda Ngozi Adiche. Un mensaje
esperanzador de feminismo, igualdad y
felicidad para compartir en familia, ya
que como señala la escritora nigeriana,
el cambio empieza por criar a nuestras
hijas y nuestros hijos de otra forma. Una
forma que implica vivir libres de la carga
de las expectativas de género para “reco-
nocer cómo somos realmente”.
Insomnio
Marina Benjamin
Chai; Buenos Aires,
febrero de 2020.
136 páginas, 690 pesos.
Escritora, periodista y editora, Marina Ben-
jamin conjura en este libro sus décadas de
padecimientos nocturnos debidos al insom-
nio. Así, en lugar de dedicarse a encontrar téc-
nicas y estrategias para dormir, decidió volver
las noches, ese momento en que “el mundo
cobra otra tonalidad”, en una oportunidad
productiva: repasa sus noches en vela, sus tra-
tamientos, sus angustias y sus lecturas, para
“perforar la oscuridad con puñaladas de luz”.
Ornamento
Juan Cárdenas
Sigilo; Buenos Aires,
marzo de 2020.
144 páginas, 550 pesos.
Nueva novela de este joven y prolífico
escritor, traductor y crítico de arte colom-
biano, que se destaca como una de las
voces ascendentes de la nueva narrativa
latinoamericana. La invención de una droga
recreativa que tiene efecto exclusivamente
en las mujeres es el punto de partida para
un triángulo amoroso, y una crítica filosa
del abuso a la mujer, los privilegios de clase
y el mercado del arte contemporáneo.
 32 | Edición 253 || abril
Edición 142 julio 2011
2020
Editorial

Sumario

Editorial:

¿Alguien dijo
Bajar 2
por José Natanson

Staff 3

“sistémico”? Dossier
La grieta regresa
por Serge Halimi* Seguir marchando 3

L
por Sol Montero

as multinacionales estadounidenses Estée Lauder desembolsará 10 millones de dólares

suelen recurrir a la filantropía para
ocultar las fechorías que les permi-
tieron enriquecerse. Así, desde el últi-
mo mes de mayo, reparten cientos de
millones de dólares entre diferentes
asociaciones afroamericanas, entre ellas Black Lives
Matter. Semejantes dádivas a una estructura militan-
te que combate el “racismo sistémico” hacen pensar a
esos pagos como si fueran una póliza de seguro. Apple,
Cisco, Walmart, Nike, Adidas, Facebook, Twitter, que
saben mejor que nadie lo que significa “sistémico”,
deben temer que el cuestionamiento de las injusticias
estructurales en Estados Unidos pueda comenzar a
apuntar a otras infamias más allá de las violencias po-
liciales –y que se encuentran más cerca de sus con-
sejos de administración–. En esta hipótesis, quienes
protestan no se contentarían mucho más tiempo con
gestos “simbólicos”, tales como arrodillarse delante
de los afroamericanos, derrumbar estatuas, cambiar
los nombres de calles, arrepentirse de su “privilegio
blanco”. Ahora bien, a ese repertorio, para ellos in-
ofensivo, los patrones de las multinacionales quisie-
ran limitar el movimiento popular que despertó a la
sociedad estadounidense tras la difusión de las imáge-
nes de la muerte de un hombre negro ahogado bajo la
rodilla de un policía blanco (Keiser, pág. 10).
El CEO de JPMorgan, Jamie Dimon, que arruinó
a un sinnúmero de familias negras, a las que engatu-
só con préstamos inmobiliarios impagables, se arro-
dilló delante de una caja fuerte gigante de su banco.
El candidato republicano a la elección presidencial
de 2012, Willard (“Mitt”) Romney, había estimado
por entonces que la población estadounidense con-
taba con un 47% de parásitos; ahora participó en
una manifestación antirracista durante la que susu-
rró “black lives matter”. El fabricante de perfumes
Enfermos de polarización 4
para “favorecer la justicia racial y social, además de por Ernesto Calvo
un acceso más amplio a la educación”. Seguramente
para contribuir a esos objetivos en 2016 financió la La extrema derecha frente a la pandemia 6
campaña de Donald Trump. por Gabriel Vommaro
El núcleo del problema
Además de estas tonterías que exceden el registro El viaje del salmón 8
de la parodia, es necesario subrayar que las mani- por Inés Lovisolo y Martín Rodríguez
festaciones contra el “racismo sistémico” se desata-
ron unas pocas semanas después de que el candida-
to más susceptible de atacar realmente al “sistema”, Estados Unidos, las víctimas de una
Bernie Sanders, fuera derrotado por un hombre, Jo- brutal desigualdad 10
seph Biden, que contribuyó mucho a fortalecerlo. En por Richard Keiser
efecto, en 1994, el senador Biden fue el gran arquitec-
to del arsenal jurídico que precipitó la encarcelación ¿Se avecina una guerra por las tierras
masiva de afroamericanos. Por otra parte, el color de
la piel no siempre garantiza las buenas decisiones: raras? 12
26 de 38 legisladores negros en el Congreso votaron por Camille Bortolini
esa ley.
En Estados Unidos, el patrimonio de la mayoría Un pueblo chino en Toscana 14
de las familias afroamericanas permanece estan-
por Jordan Pouille y Lei Yang
cado por debajo de los 20.000 dólares, lo cual es lo
mismo que nada (1). Por lo tanto, se ven obligadas a
residir en barrios pobres y a enviar a sus hijos a es-
cuelas mediocres, dado que estas se financian con los Dossier
impuestos sobre la propiedad. Su futuro profesional Pandemia de derecha
está condicionado desde un primer momento. El nú-
cleo del problema –el “sistema”– se encuentra ahí: en América del Sur
el “privilegio blanco” es antes que nada el privilegio
del capital. En cuanto a los símbolos, ya tuvieron un La cabalgata autoritaria
presidente: Barack Obama. g de Jair Bolsonaro 18
por André Singer
1. Véase Dalton Conley, “El color del dinero”, Le Monde diplomatique,
edición Cono Sur, Buenos Aires, septiembre de 2001.
Chile, historia de un fracaso 20
*Director de Le Monde diplomatique.
Traducción: Heber Ostroviesky por Carlos Ominami

Viaje al centro de la extrema

derecha boliviana 22
por Maëlle Mariette

Tras la pandemia, ¿el despertar

de África? 26
por Boubacar Boris Diop

Las dos caras de la censura 28

por Félix Tréguer

Un análisis a fondo Libros del mes 30

de la crisis mundial Editorial: ¿Alguien dijo “sistémico”? 32

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Universidad Pedagógica Nacional

La educación
en debate #82
Las escuelas después
de la pandemia
por Patricia Ferrante, Inés Dussel y Darío Pulfer*
C
ualquier aproximación al pro-
ceso educativo en el contexto de
la pandemia supone un carác-
ter provisional, hipotético, en-
sayístico. En nuestra tradición
intelectual ese género asumió diferentes
características. Tuvo un rasgo fuertemen-
te conjetural, construyendo matrices inter-
pretativas de larga duración. En otras opor-
tunidades, tomó tintes contrahegemónicos
poniendo en discusión lugares comunes
repetidos hasta el cansancio. Pensar en mo-
vimiento, envueltos en el mismo proceso
que buscamos analizar, encierra el riesgo
del apresuramiento, que intentamos salvar
hablando de ensayo. El peligro aumenta si
partimos de la idea de que estamos frente a
un sistema educativo complejo, heterogé-
neo, desigual. Cualquier línea de interroga-
ción o afirmaciones que se realicen sobre su
funcionamiento en este tiempo crítico pue-
de caer en una injusta generalización. Sin
embargo, estas razones no pueden llevar a
la parálisis del pensamiento o a la inacción.
Estamos obligados a problematizar estos
procesos.
Excepción y emergencia
Vivimos un tiempo marcado por una situa-
ción dramática que nos colocó en un esce-
nario imprevisto, cuya instalación fue sú-
bita y no deseada. El vocabulario cotidiano
se llenó de palabras ordenadoras para con-
jurar la nueva realidad: cuarentena, aisla-
miento, prevención. En el ámbito educati-
vo la categoría dominante fue “continuidad
pedagógica”.
Junto con ello comenzaron a circular
conceptos para tematizar el momento, su-
perando la crónica. En esas aproximacio-
nes a una caracterización del momento
que nos toca vivir, se dieron cita muchas de
las maneras previas de pensar la situación
contemporánea. Aparece la idea de un es-
tado de excepción en el que los controles
y la vigilancia biopolítica se extienden sin
fin (como señala el filósofo italiano Giorgio
Agamben). Una noción de estado de excep-
ción hecho regla que nos lleva a otra con-
ceptualización que plantea la emergencia
como algo permanente (según el sociólogo
portugués Boaventura de Sousa Santos).
Frente al impacto de la virtualización
de la vida corriente también ganó terreno
la idea del panoptismo digital (de acuerdo
a la formulación del ensayista surcoreano
Byung-Chul Han). O sea: Michel Foucault
revisitado y actualizado a partir de la mez-
cla no tan inédita de vigilancia disciplinaria,
saber/poder médico, gubernamentalidad
biopolítica...
Los autores consuetudinariamente op-
timistas empezaron a matizar sus juicios
y a hablar de las cuestiones contemporá-
neas en términos de dilemas éticos: vigilan-
cia/ciudadanía, control/democratización,
ciencia y tecnología con conciencia, y fines
humanísticos/ concentración y manipu-
lación (en términos del historiador israelí
Yuval Noah Harari). Estas categorizaciones
no resultan banales ya que de ellas depen-
de la forma en que nos posicionamos para
pensar lo que sigue.
En el ámbito educativo se dio un proceso
de análogas características. Categorías pre-
vias se aplicaron a los hechos del momen-
to y a sus proyecciones. En nuestro medio,
así, se instalaron rápidamente una serie
de diagnósticos. La pandemia aumentará
la desigualdad social, afirma Emilio Tenti
Fanfani, autor de La escuela y la cuestión so-
cial. Guillermo Jaim Etcheverry, que próxi-
mamente publicará La tragedia educativa
y autor de Educación: la tragedia continúa,
advierte sobre el peligro de una educación
“sin el docente mirando a los ojos de los es-
tudiantes”. Mariana Maggio, quien publi-
có Enriquecer la enseñanza, propone apro-
vechar la ocasión para incorporar “formas
alteradas” en el proceso pedagógico, estra-
tegias que muestran distintas conclusiones
para problemáticas planteadas, rompiendo
con la lógica lineal de los temas.
Para referirse a estas posiciones suelen
utilizarse adjetivos como “relacionales”,
“tecnofóbicos” o “tecnofílicos”, entre otros.
Los ejemplos podrían continuarse con pos-
turas menos articuladas conceptualmente,
pero que reflejan una actualización de pos-
turas previas en torno al funcionamiento
del sistema educativo y al papel que juegan
en él las tecnologías.
Nosotros no escapamos a la regla. Nues-
tra aproximación previa recuperaba mu-
chos de los elementos de la escuela moder-
na para ponerlos en diálogo con la realidad
emergente (el capitalismo informacional,
digital, audiovisual). En esos ejercicios bus-
cábamos señalar los elementos que confi-
guraban las prácticas educativas a sostener:
el espacio escuela como ámbito de sociali-
zación y problematización de conocimien-
tos; el lugar de la transmisión intergenera-
cional; la asimetría docentes-alumnos en
relación al saber pedagógico; el profesio-
nalismo colectivo favorecido, pero también
presionado, por la expansión de las redes; el
aula sin muros; la incorporación crítica de
la tecnología; el uso de imágenes; la captura
de la atención de los alumnos; la singulari-
dad de los procesos de subjetivación con-
temporáneos de niños, niñas y jóvenes.
Esas líneas han sido tensionadas en la
actualidad por una situación límite que ace-
lera situaciones y tendencias y nos obliga a
revisitarlas volviendo sobre las cuestiones
estructuradoras del hecho educativo: mo-
dalidad, espacio, tiempo, saber, transmi-
sión, convivencia.
Tiempo, espacio y saber
Toda crisis llama a sus salvadores. Como
decía el escritor Gilbert Chesterton: “Era
un hombre que mirado de espaldas, y de le-
jos, parecía destinado a salvar a la Nación”.
En este proceso no faltan quienes de ma-
nera rápida buscan entregar tips o recetas
para la enseñanza en tiempos de pandemia:
comunicar, empatizar, conectar, priorizar,
rutinizar, desacelerar, reflexionar.
Otras opciones buscan otro calado.
Suplemento
julio
2020
Enunciado como “Once tesis urgentes pa-
ra una pedagogía del contra aislamiento”,
del Proyecto Pansophia, animado entre
otros por Mariano Narodowski, el docu-
mento busca dar pistas para este momento:
pedagogía es lo contrario al aislamiento; la
casa es lo contrario a la escuela; no preten-
der normalidad frente al encierro; el aisla-
miento profundiza la desigualdad; el tele-
trabajo no es trasladar la escuela a la casa
del docente; la tecnología ayuda, el solucio-
nismo tecnológico embrutece; construir la
continuidad educativa por otros medios (y
con otros tiempos); construir un proyecto
flexible; cuando la experiencia no alcanza
hay que pensar el presente; la prioridad es
priorizar y es fundamental volver a los fun-
damentos. Esta última afirmación, parafra-
seando a Marx, podríamos bautizarla como
la undécima tesis y, alterando el orden de
enunciación de los pansophianos, es la que
nos interesa profundizar.
Repasemos los ejes estructurantes o
fundamentos del proceso pedagógico y
cómo fueron tensionados por la pande-
mia. En principio estuvo la modalidad: de
la presencialidad a la educación remota.
De manera rápida se introdujeron prácti-
cas novedosas en el sistema educativo. En
el proceso se apeló a términos corrientes
en otro espacio, radicalmente distinto a la
escuela física como es la modalidad a dis-
tancia o virtual. Por momentos quiso esta-
blecerse una sinonimia. En realidad se d
Diálogos en
cuarentena
E
n este nuevo número de La
educación en debate, el artículo
principal es acompañado por
una síntesis de las primeras
cuatro entrevistas que el rector de la
UNIPE, Adrián Cannellotto, realiza en
el ciclo “Diálogos en cuarentena”. Las
conversaciones con diferentes funcio-
narios, tanto de nivel nacional como
provincial, buscan indagar en las es-
trategias con las que el sistema educa-
tivo enfrenta la pandemia y analizan
también cómo será la ansiada vuelta a
la escuela. Las versiones audiovisuales
completas de los diálogos pueden en-
contrarse en la página web de la Uni-
versidad Pedagógica Nacional: unipe.
edu.ar. g
 II | La educación en debate #82 Las escuelas después de la pandemia
d estaba transitando a una modalidad de
educación remota de emergencia. No ha-
bía sido planificada ni era el resultado de
un proceso intencional. Era la respuesta
rápida y desesperada para sostener un pro-
ceso bajo otras formas siguiendo el linea-
miento de la política educativa de “conti-
nuidad pedagógica”. Las escuelas, directi-
vos, docentes, familias y alumnos en inten-
sa movilización fueron pasando por distin-
tas fases: comunicación, envío de tareas,
provisión de recursos, hasta procesos más
reflexionados de selección de materiales,
organización de propuestas, etc.
Luego apareció la problematización de
la cuestión de los espacios: entre el conti-
nuo y la nueva ritualización. Mediada por la
comunicación, comenzó a establecerse una
relación docentes-casas bajo el supuesto de
un continuo lineal. Pasado poco tiempo se
fueron desnudando varias situaciones: fa-
llas en la conectividad, escasez o inexis-
tencia de equipos, ambientes compartidos
y otras complicaciones que empezaron a
poner en cuestión la transposición natural
del aula a la casa. Se fueron visualizando si-
tuaciones de desigualdad y de escasez, si-
tuaciones que no sólo afectaron a las fami-
lias, sino a las casas de los docentes. Surgió
un lento reconocimiento y valorización del
carácter igualador del espacio escuela, en
términos de las iguales oportunidades que
ofrecen un mismo ambiente y una relación
física con los profesores.
Siguió la cuestión de los tiempos: pasar
del tiempo 24/7 a una rutina de conexión.
La emergencia con su carga de ansiedad lle-
vó en un primer momento a suponer que la
“virtualidad” actuaba como reemplazo au-
tomático de los tiempos de la escuela de la
modernidad; en esos primeros días hasta se
subrayaba la mayor disponibilidad de tiem-
po para los procesos de aprendizaje. Alter-
nativas sincrónicas o asincrónicas fueron
llevando a la necesidad de establecer lími-
tes y recortes temporales para la realiza-
ción y el envío de trabajos, así como para las
consultas y los momentos de compartirlos.
La problemática de los saberes se deba-
te entre el contenidismo de los programas
y la situación. De manera inmediata surgió
entre los especialistas el debate curricular
sobre qué resultaba mejor para la coyun-
tura: seguir el programa como guía para
organizar secuencias claras ante la incer-
tidumbre reinante o recortar de la realidad
Tatum Croft (de la serie United Nations COVID-19 Response)
del mundo las cuestiones que podían orien-
tar una aproximación crítica a lo actual. No
faltaron las posturas que proponían el am-
biente recortado del hogar para constituir
como oportunidad pedagógica en cuanto a
organización familiar, tareas del hogar, ali-
mentación, higiene, economía doméstica,
etc. En las escuelas, de manera rápida, pa-
ra mostrar el hilo de Ariadna de la continui-
dad pedagógica, comenzaron a enviarse ac-
tividades y materiales a los alumnos, hasta
llegar en algunos casos al atiborramiento.
De esa manera se repetían acciones que el
modelo educativo tradicional sabe hacer
muy bien, y un activismo febril se había ins-
talado a través de las tareas. Luego de ese
proceso centrado en operaciones de repe-
tición de pregunta-respuesta, en diagonal
aparecieron las recomendaciones de selec-
cionar ejes, problematizar y organizar una
secuencia con mayor densidad pedagógica.
La evaluación osciló entre la evidencia
y la normalidad. A la práctica de cumplir
con el programa seguía la evidencia empí-
rica de las tareas realizadas, el portafolio,
la carpeta en una cadena ascendente/des-
cendente o de doble vía entre directivos-
docentes-alumnos. Sobre esa base se pos-
tulaba una “continuidad normalizada” del
hecho pedagógico mediante la tendencia a
la calificación numérica, como si no se vi-
viera una situación distinta. Frente a ello se
erigió la postura de la evaluación formati-
va, continua o de proceso. De esa manera
se interrumpió una carrera a la calificación
o la descalificación de los procesos peda-
gógicos. Esta opción se fue imponiendo
en este momento basada en algunas con-
sideraciones que parecían irrefutables. Al
no haber sido un proceso intencional y pla-
nificado en el modo en que tuvo lugar, las
prácticas de evaluación con su correlativo
de calificación no podían ser aplicadas así
como así. Debía pasarse a otra perspectiva.
De allí surgieron recomendaciones, como
las dadas por el Consejo Federal y antes por
muchas jurisdicciones, de evaluaciones
conceptuales a partir del seguimiento de
una serie de dimensiones como la partici-
pación, la trayectoria (tomando en cuenta
puntos de partida y procesos de aprendiza-
je), la entrega de trabajos, la disposición a la
colaboración en grupo, etc.
De manera subterránea, el acto de trans-
misión estaba en el centro de la discusión.
Lo que las maneras más mecánicas y tra-
dicionales, o las formas más elaboradas en
torno a la interrogación y la construcción
de conocimiento nuevo basada en proble-
mas ponían en evidencia era la cuestión del
acto de transmisión, el lugar central de los
docentes/adultos como guías, selecciona-
dores de propuestas o agentes públicos de
la “continuidad pedagógica”. De estar en el
banquillo de acusados pasaban a héroes so-
ciales, aunque en la escala no podían com-
petir con los médicos. La docencia mayori-
tariamente asumió el desafío de trasladar
sus prácticas a la nueva configuración. Es-
te proceso supuso, en la mayoría de los ca-
sos, esfuerzos denodados, trabajo coopera-
tivo, que se apoyó en las orientaciones de
directivos, en los recursos ofrecidos desde
la política educativa y en un consenso gre-
mial para llevar adelante la tarea de orga-
nizar circuitos diferenciados para llegar al
conjunto de los alumnos, desde entrega de
material impreso, pasando por envíos vía
WhatsApp hasta campus virtuales. Avan-
zado el proceso, se fueron escuchando vo-
ces que planteaban fatiga por la ausencia
de límites en los tiempos de trabajo y con-
sulta, a la vez que se iba abriendo la discu-
sión sobre las necesarias regulaciones del
trabajo en línea o teletrabajo docente.
Los alumnos, y en especial los adoles-
centes, asumieron el proceso de aisla-
miento con una aceptación mayoritaria y
un cumplimiento del encierro preventivo,
tratando de dar continuidad a sus obliga-
ciones escolares. Los responsables de las
familias también fueron haciendo sus pro-
cesos, desde el apoyo a la demanda hasta la
revalorización del espacio escolar.
Son muchas las cuestiones que quedan
abiertas por las nuevas escenas educati-
vas: las dificultades de la atención, el tra-
bajo con las emociones, la relevancia de los
encuentros, las demandas en los vínculos
entre pares y con los adultos, la revalori-
zación de las oportunidades que brinda el
espacio urbano y escolar a las experiencias
de los alumnos, entre otras. Esta experien-
cia seguramente dará mucho que pensar
en los años siguientes, en que sabremos
más sobre sus efectos de mediano y largo
plazo.
Salir de la crisis democráticamente
Es real y cierto que la pandemia deja como
fractura expuesta las desigualdades de to-
do orden que vive nuestro país, desigualda-
des tanto territoriales como sociales y tec-
nológicas. Pero esa exposición puede ser-
vir para pensar alternativas diferentes. La
salida de esta crisis supone definir opcio-
nes de escenarios de futuro. En cualquie-
ra de ellos se trata de pensar una realidad
distinta, aprovechando el lado productivo
de la crisis, los aprendizajes sociales y la
hondura de esta situación para diseñar al-
ternativas democráticas, igualitarias e in-
tersectoriales.
Nuestro futuro inmediato puede pasar
por una emergencia continua, la intermi-
tencia o la construcción de una “nueva nor-
malidad” que será radicalmente diferente
a lo anterior. Sea cual fuere la situación, se
impone revitalizar la presencia estatal y los
compromisos de los actores en una direc-
ción renovada. Ya nada será igual, porque
no volveremos al punto que dejamos. No
podemos hacer como Fray Luis de León,
quien después de su cesantía retomó su
clase con un “Decíamos ayer”.
Tampoco podemos proyectar ensoña-
ciones asentadas en el solucionismo tec-
nológico, que muestra de manera paten-
te sus ventajas, pero también sus grandes
limitaciones. Nos toca pensar soluciones
combinadas y complejas. La realidad se-
rá híbrida, presencial y virtual. Se va im-
poniendo el concepto de multimodalidad
para las instituciones educativas, lo que su-
pone trabajar sobre una serie de cuestiones
estratégicas que ya comienzan a debatirse.
La pandemia mostró las dificultades de
conectividad que tiene el país sobreimpre-
sas en las desigualdades territoriales y so-
ciales. La emergencia mostró los crueles
efectos de la interrupción de programas de
distribución de equipamiento entre los es-
colares. El eventual escenario de emergen-
cia, en el que se interrumpen temporaria-
mente las clases presenciales, obliga al es-
fuerzo de distribución de computadoras a
docentes y alumnos. Junto a ello se vislum-
bra la necesidad de contar con aulas virtua-
les, plataformas, campus en todas las es-
cuelas. La producción de contenidos ricos
y variados para alimentar los procesos dis-
ponibles de manera gratuita desde las pla-
taformas públicas también se ha mostrado
como un elemento central en el proceso.
Pero además de pensar en la necesidad
de fortalecer los entornos sociotécnicos
con que contamos, habrá que enriquecer
la capacidad pedagógica del sistema esco-
lar a través de una reflexión ulterior sobre
los vínculos y los contenidos de la educa-
ción en el nuevo contexto. Las políticas pú-
blicas en educación, así como los institu-
tos de formación docente y universidades
tendrán que estar atentos a proveer forma-
ciones situadas, concretas, adecuadas a los
requerimientos de este tiempo. Recuperar
saberes previos, partir de situaciones pro-
blemáticas, seleccionar ejes y materiales
constituyen las bases de la formación do-
cente continua del período próximo. Tam-
bién tendrán que ser trabajadas desde las
orientaciones a supervisores y directivos,
en los materiales pedagógicos que se ofre-
cen y en la reflexividad permanente sobre
qué estamos haciendo y qué efectos produ-
cen nuestras propuestas.
Pensar el futuro de las escuelas para
cuando salgamos de esta situación trau-
mática supone renovar la imaginación,
recrear energías del pensamiento colec-
tivo y desarrollar nuevas pedagogías cen-
tradas en perspectivas de igualdad que es-
tén atentas a los nuevos contextos y que no
pierdan de vista los sentidos básicos de la
educación. g
*Responsable de UNIPE Digital, Investigadora de CINVES-
TAV-MX y Secretario Académico de UNIPE, respectivamente.

NICOLÁS TROTTA,
MINISTRO DE EDUCACIÓN DE LA NACIÓN
“El compromiso docente
es una gran fortaleza”
por Adrián Cannellotto*
N
icolás Trotta, ministro de
Educación de la Nación,
rescata la revalorización so-
cial de la labor docente en
medio de la tragedia de la pandemia.
Señala los desafíos del día después y
también pide atender a los riesgos que
entraña una crisis.
Inició su gestión en un contexto de
crisis y a poco de andar, apareció
una inédita pandemia que atravie-
sa la política, la economía, la salud
y, por supuesto, la educación. ¿Qué
fortalezas encontró en el sistema
educativo para afrontarla?
La decisión de suspender la concu-
rrencia física a las escuelas, que ocurrió
en más del 90 por ciento de los países,
es un desafío muy complejo. Mucho
más en Argentina, atravesada por una
desigualdad que se ha profundizado en
los últimos años, con una gran recesión
económica, con fuerte crecimiento de
la pobreza, de la desocupación y con
una gran desinversión educativa. Esos
componentes le restaron capacidad de
respuesta a la escuela. Pero una de las
fortalezas del sistema fue el gran com-
promiso y presencia de maestros y pro-
fesores. Son los garantes de la continui-
dad pedagógica.
¿Y cuáles fueron las mayores difi-
cultades?
Somos conscientes de que en algunos
sectores de nuestro país la exclusión
es una regla y no la excepción. La vul-
nerabilidad socioeconómica es muy
marcada en ciertas regiones, donde la
pobreza de nuestros niños y niñas llega
al 70%. El principal reto es cómo gene-
ramos la continuidad pedagógica y có-
mo logramos que no se profundice esa
desigualdad en un mundo que inevita-
blemente será más desigual después de
la pandemia.
¿Cuál será la principal tarea el día
después?
El gran desafío al volver a las aulas, más
allá de valorar todo este compromiso
que hay, será ir a buscar a los adoles-
centes que no volverán a la escuela. Ni
aquí ni en muchos países. También se-
rá una oportunidad porque la revalori-
zación de la figura del maestro y de la
escuela pasará a ser un activo. Eso nos
debería permitir jerarquizar los proce-
sos de construcción de consensos en
torno a la agenda educativa y también
de inversión prioritaria en la escuela,
todas cuestiones que estuvieron au-
sentes o fueron despreciadas en la ges-
tión de Mauricio Macri.
¿Qué está pensando el Ministerio de
Educación en torno a la acreditación
y evaluación de los estudiantes?
Momentos excepcionales nos deben
permitir buscar nuevos caminos. La
evaluación es un componente intrínse-
co en el proceso de enseñanza apren-
dizaje. Hay que valorizar todo este es-
fuerzo que llevan adelante las familias,
pero no en el marco tradicional en que
habitualmente se piensa. Porque ese
sistema de evaluación tradicional no se
relacionaría con el proceso de aprendi-
zaje del niño, sino con las condiciones
socioeconómicas de su hogar; no esta-
ríamos valorizando el esfuerzo y com-
promiso del estudiante sino la realidad
que transita su casa. Hay hogares atra-
vesados por la desigualdad, donde no
hay acceso a la tecnología y donde se vi-
ve con angustia, no solo por la realidad
sanitaria de la COVID-19 sino también
por el impacto económico y laboral de
la pandemia. Creemos que no es mo-
mento de acreditar saberes hasta que
no sepamos cuándo y en qué condicio-
nes volveremos a las aulas.
Más allá de las consecuencias de la
pandemia, a la vuelta a la presencia-
lidad habrá otro piso tecnológico.
¿En el futuro habrá una escuela bi-
modal?
Es una alternativa. Salvo que aparezca
rápidamente una vacuna, vamos a te-
ner que transitar procesos complejos
en la asistencia física a la escuela. La
vuelta no será de todos los estudiantes,
ni todos los días. Estamos en una opor-
tunidad de apropiación de un uso más
masivo de la tecnología, pero también
remarcando que es una herramienta y
no un fin en sí mismo. No existía una
plataforma a nivel federal, ni una plani-
ficación de su uso. Por eso tomamos la
decisión pedagógica de desarrollar, en
el marco de nuestro Plan Nacional de
Conectividad, una plataforma nacional
sumando la perspectiva del sector do-
cente y a todas las jurisdicciones educa-
tivas que quieran ser parte de ella. Eso
va a dotar al sistema educativo de he-
rramientas tecnológicas para fortale-
cer el vínculo entre la escuela y el hogar.
También puede ser una oportunidad
para federalizar la agenda educativa de
Argentina. Antes de la COVID-19, ya te-
níamos el desafío de cumplir con las le-
yes que se incumplieron en los últimos
años. El futuro tendrá que ver con lo
que podemos hacer. También soy cons-
ciente de que las crisis no siempre son
positivas. Por ejemplo, el libro de Nao-
mi Klein, La doctrina del shock, empie-
za contando cómo el huracán Katrina
permitió la imposición de las escuelas
charters en Nueva Orleans. A partir de
una crisis natural que impactó en uno
de los estados más pobres de Estados
Unidos, se avanzó en un proceso de pri-
vatización y mercantilización de la edu-
cación. Afortunadamente, en Argentina
tenemos un sector educativo muy diná-
mico y comprometido; para nosotros
esta crisis debería ser una oportunidad
para revitalizar el rol del Estado y de la
agenda educativa como herramienta de
transformación colectiva. g
*Rector de la UNIPE.
ADRIANA PUIGGRÓS,
SECRETARIA DE EDUCACIÓN DE LA NACIÓN
“No hubo retracción,
sino avance”
L
a política y pedagoga Adria-
na Puiggrós tiene una vasta
trayectoria en el ámbito edu-
cativo. Sin embargo nunca
tuvo que atravesar una situación co-
mo la que le está tocando gestionar.
Actual secretaria de Educación de la
Nación, da cuenta de cómo reaccio-
nó el sistema educativo frente a la
pandemia.
Los docentes comenzaron tími-
damente con algunas actividades,
después desplegaron herramien-
tas tecnológicas y fueron comple-
jizando su labor. Al mismo tiempo,
hay muchos que no tienen acceso
a la tecnología, ¿cómo se enfrenta
ese escenario?
Pudo haber ocurrido que al adver-
tir la pandemia, la comunidad edu-
cativa se hubiera cerrado –además
de hacerlo en su casa– en sí misma,
que los docentes hubieran bajado los
brazos. También pudo haber pasado
que los chicos se hubieran retraído y
no hubieran respondido a las convo-
catorias de los docentes. Y también
que las familias dijeran “no tenemos
nada que ver”. Esto no ocurrió, en to-
do caso hubo un proceso desigual, no
todas las familias están en condicio-
nes o actitud de apoyo, pero la mayor
parte de ellas ayudan, hacen apoyo
escolar y hacen lugar al estudio de
ese chico. A veces simplemente es
apagar el televisor para que puedan
estudiar, o es prestarle el celular o
hacer un espacio en la mesa o bajar
la voz. En los docentes también hay
desigualdades, pero lo que hubo al
principio fue muy positivo: una gran
productividad. La primera reacción
de las familias fue decir que se sen-
tían abrumadas. Pero lo que quiero
subrayar es que la reacción no fue de
retracción sino de avance. Hubo in-
ventiva, aprendizaje de los docentes
frente a la tecnología. Ahora estamos
entrando en una etapa más reflexiva,
de ordenamiento y reflexión sobre el
futuro.
Si hay algo positivo de la pande-
mia es que va a dejar un piso peda-
gógico sobre el uso de las tecnolo-
gías sobre el cual se podría crecer.
Por otro lado, el Estado deberá
achicar la brecha tecnológica.
Sí, el Estado tiene que responder.
La brecha es importante pero sobre
todo desigual. Hicimos cinco reu-
niones con los equipos pedagógicos
de cada región. Dentro de las regio-
nes, incluso, hay diferencias de bre-
cha tecnológica. Está la necesidad de
terminar de conectar internet con
los municipios, que llegue la conec-
tividad a todo el país. Los problemas
más cruciales los vemos en las zonas
rurales. Hay población escolar en la
montaña y en la selva, son chicos que
tienen que hacer la cuarentena en
su casa pero el lugar de la conectivi-
dad era la escuela. Estamos tratando
La educación en debate | III
de llegar con otros soportes, como el
papel, con los cuadernos que estamos
armando con la UNIPE. Por otro la-
do, llegamos con la radio, hay muchas
horas diarias de emisión. También
estamos pensando en hacer microvi-
deos y que se repartan celulares. Lo
pensamos para chicos de Nivel Ini-
cial, porque notamos que hay padres
que están cansados de que mandemos
juegos y canciones para que trabajen
con los chicos. La idea es llegar a ellos
directamente por el celular y que los
padres descansen. Esos dispositivos
también permitirán llegar a los mil
chicos hospitalizados y a las perso-
nas que están en contextos de encie-
rro, porque escasamente tienen tele-
visión y tampoco entran los cuaderni-
llos porque no puede ingresar papel
por un problema sanitario. Esto im-
plica un esfuerzo inédito por parte de
los Estados nacional y provinciales,
que también se pusieron a hacer sus
propios cuadernillos. Me alegro de la
proliferación de materiales, hay que
ordenarlos, pero hay que tomarlo co-
mo una reacción de la ciudadanía, de
los chicos y de los docentes.
¿Cómo se imagina la vuelta a clase?
Va a ser un momento postraumático,
no será de euforia, tampoco será de un
día para otro. Será paulatino. En algu-
nas provincias empezarán las clases
pronto, una prueba muy importan-
te. En otras, no. También creo que la
desigualdad va a ser mayor, por lo cual
hay que ir pensando desde ahora al-
gún tipo de apoyo para los que tuvie-
ron menos acceso en estos días. Hará
falta más maestros. El Instituto Na-
cional de Formación Docente está ha-
ciendo un esfuerzo al respecto.
Se desató un debate sobre la eva-
luación, ¿la preocupa?
No tenemos que hablar de evaluación,
no es adecuado. Hay que pensar más
en términos de acreditación, de reco-
nocimientos. Hay que bajarle el tono
trágico. Tenemos experiencia, hubo
paros en provincias que duraron dos
meses. De una u otra manera hay for-
mas de convalidar los estudios. Si hay
chicos que cursaron cuatro meses por
otros medios que no eran presencia-
les y tienen que entrar a la universi-
dad, hay que ser amplio y pensar en el
conjunto de la vida de estos estudian-
tes. No centrarse en si aprobó una u
otra unidad. También hay que elimi-
nar este año la repetición, los conteni-
dos se pueden retomar el año siguien-
te. Hay una generación en el mundo
que en un momento de este año no
fue a la escuela, pero los saberes que
ha obtenido en toda esta situación son
inestimables. Cualquier área del co-
nocimiento que tomes, a lo mejor sa-
ben más que antes y mucho más de lo
que uno esperaba. g
A.C.
 IV | La educación en debate #82 Las escuelas después de la pandemia
PABLO MACCIONE, MINISTRO DE
EDUCACIÓN DE LA PAMPA
“La
tecnología
llegó para
quedarse”
L
icenciado en Ciencias Políti-
cas, Pablo Maccione es minis-
tro de Educación de La Pampa.
Asegura que la tecnología llegó
para quedarse y que debe darse una es-
trategia especial para el regreso a la pre-
sencialidad, sobre todo para aquellos
que el año próximo deberán cambiar de
nivel.
¿Cómo encaró La Pampa la continui-
dad pedagógica?
La pandemia nos agarró a todos por sor-
presa. En un principio nos encargamos
de la urgencia, de garantizar el alimen-
to en las escuelas de jornada completa y
en los hogares. Después le dimos a cada
institución la facultad de llegar a los ni-
ños y niñas de toda la provincia con las
actividades que consideraba más apro-
piadas, dentro de la heterogeneidad que
existe. Muchos llegaron por whatsapp,
classroom, zoom. Subimos en la página
del Ministerio provincial, Estudiar cui-
dándonos, tutoriales para desarrollar
estas herramientas. En algunas locali-
dades llegamos con soporte papel, por-
que los chicos no tenían conectividad o
herramientas adecuadas. Para eso sos-
tuvimos en las escuelas los fondos para
gastos de funcionamiento; con ellos se
pueden comprar útiles, tóner para im-
presiones, hacer fotocopias, pagar cade-
tes para llevar el material didáctico a los
alumnos. En el oeste provincial, los di-
rectores del establecimiento agarraron
su propia camioneta y recorrían 300 km
diarios para entregar actividades y ali-
mentos. En algún lugar fue un veterina-
rio quien llevó; en otros nos ayudan los
bomberos y los intendentes.
¿Cómo resultó la implementación de
la tecnología en esa urgencia?
La pandemia logró lo que no podíamos
hacer de otra manera: hoy tenemos re-
uniones de funcionarios vía zoom, hay
directoras de nivel que trabajan con
coordinadoras de área en aulas virtua-
les, encuentros de coordinadores con
directores de escuelas, también se van
habilitando aulas virtuales entre do-
centes y alumnos. Trabajamos con la
Dirección de Tecnología, tenemos un
sistema que nos permite tener un regis-
tro de los estudiantes secundarios y pri-
marios, están todos los estudiantes de la
provincia nominalizados. Ese sistema
permite transmitirles a los estudiantes
documentos, fotos, videos en grupos
donde los profesores pueden ser mode-
radores. También nos topamos con las
dificultades de la realidad social: padres
que tenían un solo celular para cuatro
hijos, tareas que no se podían imprimir,
por ahí un profesor de Educación Físi-
ca mandaba un PDF de 51 páginas y no
lo podían descargar del celular. Decidi-
mos que cada escuela coordine los ma-
teriales a enviar y quitarles presión a las
familias, que no podían manejar la can-
tidad de actividades que recibían: algu-
nos tenían que trabajar, otros no tenían
capital cultural para ayudar a los chicos,
otros estaban preocupados por garanti-
zar comida, cuidar a adultos mayores…
Ahora estamos en proceso de recupe-
rar el trabajo que los alumnos están de-
sarrollando en la casa y analizarlo para
ajustar a qué cuestiones prestarles más
atención.
¿La tecnología llegó para quedarse?
La tecnología llegó para incorporarse.
Lo que antes eran excepciones, que se
usaban en extensiones áulicas o en ins-
titutos de formación docente, hoy se ha
generalizado. La tecnología se va a que-
dar, sin reemplazar a la escuela. Tuvo
una prueba de fuego y hubo aceptación.
Hay situaciones que no hubieran existi-
do en otro contexto: docentes contando
un cuento por zoom, enseñar a contar
por la pantalla...
¿Cómo imagina la vuelta a la presen-
cialidad?
No se podrá volver como si nada hubie-
ra pasado. Habrá que generar estrate-
gias para los chicos que están pasando
de un nivel a otro y para aquellos que tu-
vieron dificultades en este proceso para
realizar las tareas. Estamos pensando en
trabajar todo febrero en donde haya que
reforzar el trabajo que se hizo este año. g
A.C.
CRISTINA STORIONI, MINISTRA DE EDUCACIÓN DE NEUQUÉN
Enseñar y alimentar
C
ristina Storioni, la ministra de
Educación de Neuquén, su-
braya que su provincia diseñó
estrategias para sostener dos
derechos, el de la alimentación y el del
aprendizaje y el conocimiento. Dice
que la pandemia develó ausencias en
la formación docente e imagina cómo
será el regreso a clase.
¿Cómo afrontó la provincia la con-
tinuidad educativa?
Tuvimos que cambiar en 48 horas la
agenda educativa. El 13 de marzo par-
ticipamos de una reunión en Buenos
Aires, para dialogar sobre los cuida-
dos que debería haber en la escuela, y
el 16 nos encontramos con que la es-
cuela cerraba, físicamente, sus puer-
tas. La agenda en Neuquén está plan-
teada en clave de derechos, tanto a la
alimentación como al conocimiento.
Lo primero que hicimos fue recono-
cer que las autoridades, los docentes
y las familias nos podemos equivocar
y dar marcha atrás. Nunca vimos ni
nos enseñaron a actuar en un sistema
educativo atravesado por una pande-
mia. En la primera semana atendimos
a los niños de contextos más vulnera-
bles, más de diez mil chicos que asis-
ten a comedores escolares. Nosotros
tenemos un sistema descentralizado
para alimentación: las directoras se-
leccionan los alimentos, compran, lle-
van la gestión en sus escuelas. Ahora
tuvimos que concentrar esa decisión
y hacer la distribución en la provincia
para garantizar la alimentación. El se-
gundo gran derecho es al conocimien-
to, por eso hay que dar continuidad
pedagógica. Neuquén tiene grandes
posibilidades de conectividad, pero
no todos tienen acceso a ella o a dispo-
sitivos. Esta crisis sanitaria ha corri-
do un telón; nos mostró un escenario
de inequidades a veces no tan visible.
Primero analizamos con qué herra-
mientas contábamos, el Consejo de
Educación tiene plataformas y aulas
virtuales. Después vimos cómo llegar
a las escuelas rurales. Los docentes,
con muy buena predisposición, rápi-
damente se organizaron, prepararon
materiales en papel para aquellos que
no tienen conectividad.
¿La tecnología pudo encauzar fácil-
mente el proceso de aprendizaje o
fue demasiado dificultoso?
La pandemia también develó las au-
sencias en materia de formación do-
cente para conectarnos con nuevas
herramientas. En Neuquén se escu-
chó que no hay orientación para po-
der llevar adelante estrategias digi-
tales. También se escuchó a las fami-
lias decir que los maestros mandaban
muchas tareas y que eso las desorga-
nizó. Y en otros lugares se dijo que los
maestros no se conectaban. Muchos
docentes utilizaron herramientas ha-
bituales, como el whatsapp, el mail o
Facebook, pero no conocían platafor-
mas que permitían el diálogo y la in-
teracción. Así que deberíamos estar
pensando en la agenda de formación
permanente la inclusión de estas he-
rramientas. Por otro lado, hemos vuel-
to a la vieja escuela del cuaderno de
tareas, que es el que llegó a la rurali-
dad.
¿Cómo imagina el retorno a la es-
cuela?
El mañana se irá determinando en la
cotidianidad, porque nadie sabe cuán-
do será. Lo primero será el abrazo que
la escuela tiene que dar a los chicos y
chicas. Hay que explicar con la verdad
lo que ocurrió. La ciencia nos tiene
que ayudar a entender por qué, de re-
pente, nunca más fuimos a la escuela.
El regreso lo tienen que definir las au-
toridades de Salud, la escuela se cerró
por determinación epidemiológica y
se tiene que abrir desde ese lugar. Otra
cuestión es que el calendario 2020 se
tendrá que trabajar en trayecto con el
2021. Y esta experiencia no hay que
saldarla cuantitativamente, con la no-
ta, sino cualitativamente. En ese senti-
do, tendremos un escenario para eva-
luar y acreditar. Hay heterogeneida-
des que atender. g
A.C.
Staff
UNIPE: Universidad
Pedagógica Nacional
Rector
Adrián Cannellotto
Vicerrector
Carlos G.A. Rodríguez
Editorial Universitaria
Directora editorial
María Teresa D’Meza
Editor de La educación en debate
Diego Rosemberg
Redactor
Diego Herrera
 ATLAS DE LAS MIGRACIONES |I

Suplemento
Julio 2020

3 ATLAS DE LAS
MIGRACIONES
Supervivencias

Desigualdad, discriminación y lucha por los derechos Baviera, Berlín, Hamburgo y Baja Sajonia.
Esto llevó a que los gobiernos impusie-

Lo que la pandemia revela

ran medidas de aislamiento y cuarentena
obligatoria para les migrantes allí reclui-
dos, en disonancia con las salidas diarias
permitidas en casi todo el país. También en
España se activaron las alarmas por el te-
Las personas migrantes, en especial aquellas en situación irregular, son las menos pro- mor a posibles contagios en los Centros de
Internamiento de Extranjeros (CIE). La
tegidas y las más expuestas al COVID 19 a escala mundial. A las históricas violaciones coyuntura de la pandemia, con el freno de
las expulsiones impuesto por el cierre de
de derechos que sufren, ahora se suman un mayor riesgo de contagio y un mayor im- las fronteras internacionales, impulsó un
hecho inédito: el cierre de los ocho CIE. Sin
pacto económico negativo. Estos factores han impulsado la acción colectiva migrante. embargo, en los Centros de Estancia Tem-
poral de Inmigrantes (CETI) en Ceuta y
por Sandra Gil Araujo y Silvana Santi1* Melilla, los migrantes permanecen haci-
nados en plena cuarentena (6).

L
as personas migrantes, y en es-
pecial quienes están en situación
irregular, componen las poblacio-
nes menos protegidas y más expuestas al
COVID 19 a escala mundial. En un gran
número de países, les migrantes nutren
la fuerza de trabajo de actividades consi-
deradas esenciales como la salud, los cui-
dados, la producción, preparación y ven-
ta de alimentos, la limpieza y el delivery,
entre otras. En varias de estas labores las
condiciones de seguridad e higiene no
siempre están garantizadas y, en ocasio-
nes, los costos son asumidos por los pro-
pios trabajadores y trabajadoras. En la
Unión Europea y Estados Unidos estos
sectores dependen de mano de obra mi-
grante que en muchos casos está indocu-
mentada.
Otros migrantes que no se insertan en
trabajos considerados esenciales, desarro-
llan actividades que no pueden realizarse
desde el hogar, como la venta ambulan-
las limitaciones impuestas a la movilidad, se han registrado brotes de coronavirus Permisos y regularizaciones
muchas trabajadoras domésticas migran- en algunos centros donde permanecen En tiempos de pandemia, en la Unión Eu-
tes fueron despedidas, y así arrojadas a la les solicitantes de asilo a la espera de la ropea las fronteras se cerraron, pero no
indigencia, u obligadas a “hacer la cua- resolución de sus casos en los Estados de para todos. A fines de marzo de 2020, las
rentena” en las viviendas donde trabajan,
lejos de sus familias, sin días libres y con
jornadas laborales interminables (5). MIGRANTES Y CASOS DE COVID
Las medidas de higiene, distanciamien- 50 500
to y aislamiento social instauradas mun-
dialmente para controlar la pandemia, Migrantes como porcentaje de la población
implican requerimientos de lujo para los 40 Casos de COVID confirmados cada 100.000 hab. 400
barrios populares de las ciudades latinoa-
mericanas donde habitan muchas familias
migrantes, y donde se concentra el mayor 30 300
número de infectados, como en las villas
de la Ciudad de Buenos Aires. En España
e Italia, dos de los países con más casos de 20 200
coronavirus, los trabajadores migrantes
agrícolas suelen vivir hacinados en asenta-
10 100
mientos precarios, sin agua corriente y con
pésimas condiciones de higiene.
La aglomeración y los espacios com- 0 0
partidos también representan un peligro
Al do

n
iza

lia

il

a
Un dos

Unino

ia

a
os
ña

uí

si

in
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Irá
an

te (1). Para los irregularizados perder esta para les migrantes y solicitantes de asilo
i
id
Ita
pa

Su

Ru
Re

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Ch
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Br
em

Tu
Es

Es

fuente de ingresos pone en riesgo la super- recluidos en los centros de internamien-

Fuente: https://migrationdataportal.org/themes/migration-data-relevant-covid-19-pandemic
vivencia familiar, ya que han sido excluidos to de los países europeos. En Alemania,
de las ayudas otorgadas por el Estado, tanto
en países del Norte como del Sur global (2).
Para estas poblaciones, como claramente 272m
expuso la secretaria de Estado para las Mi- TOTAL MIGRANTES POR REGIÓN Y POR SEXO
graciones del Gobierno español, están –en
el mejor de los casos– las Organizaciones
No Gubernamentales (ONG) (3). Entre las
excepciones está Irlanda, que permite a los
América del Norte Europa Asia
migrantes irregularizados solicitar el Pan-
demic Unemployment Payment, y el Estado 48.2% 51.8% 58.6m 48.6% 51.4% 82.3m 58.5% 41.5% 83.6m
de California, que les otorga una asisten-
cia económica por desastres. Además, en
el marco de una creciente pérdida de em-
pleos, conservar o conseguir un trabajo se-
rá cada vez más arduo (4).
La pandemia muestra de modo descar- América Latina
nado las desigualdades, discriminaciones y el Caribe África Oceanía
y violaciones de derechos que histórica-
mente han atravesado la vida de las po- 50.1% 49.9% 11.7m 53% 47% 26.5m 49.6% 50,4% 8.9m
blaciones migrantes. En Estados Unidos,
OMS GMDAC 2020

la población latinoamericana está entre

las más afectadas por coronavirus y mi-
les de centroamericanos infectados fue- Hombre Mujer
ron deportados a México o a sus países de
origen. En los países sudamericanos, ante
 II | A
TLAS DE LAS MIGRACIONES
directrices de la Comisión Europea ex-
ceptuaron a algunos trabajadores de las
restricciones temporales de viajes: pro-
fesionales de la salud, trabajadores fron-
terizos y temporarios agrícolas. Austria
solicitó permisos especiales para que
230 cuidadoras de personas dependien-
tes llegasen en tren y avión desde Ruma-
nia y Bulgaria. Alemania alentó la aper-
tura selectiva de fronteras a través de un
acuerdo para contratar 80.000 tempora-
rios. Entre abril y mayo, miles de trabaja-
dores rumanos se trasladaron en vuelos
chárter para recoger las cosechas, pero
aun así no se llegó a cubrir ese cupo. Des-
de mediados de junio se abrió la posibili-
dad de arribos terrestres.
Otros países optaron por una regulari-
zación parcial y sectorizada de la pobla-
ción migrante residente en su territorio.
En Portugal se enfocó en migrantes que
tuviesen la residencia en trámite. Italia
avanzó con una regularización que in-
volucra únicamente a trabajadores y tra-
bajadoras de los sectores agrícolas y de
cuidados personales, concediendo un
permiso de trabajo por seis meses reno-
vable por el mismo período. A regaña-
dientes, España siguió esta tendencia sin
denominarla regularización, y estableció
una extensión automática de los permi-
sos de residencia y trabajo a quienes les
hubiese caducado durante el estado de
alarma o en los tres meses anteriores.
Por el derecho a una vida digna
Evidenciados por la crisis del coronavi-
rus, la suma de estos factores impulsó
una vez más la acción colectiva migran-
te en distintas partes del mundo. En Ar-
gentina, organizaciones de migrantes y
de derechos humanos congregadas en
Agenda Migrante 2020 reclamaron que
el Estado incluya a toda la población mi-
grante en los planes sociales y exigieron
que paralelamente se habilite un meca-
nismo de regularización accesible, ágil
y gratuito. También propusieron recu-
perar la figura de “habitante” como ba-
se para el acceso a los beneficios sociales
y económicos. En Brasil, ante la emer-
gencia sanitaria, colectivos de migran-
tes impulsan la Campaña Regularização
Ja, por la regularización inmediata,
Informalidad y precariedad laboral
Cuando lo esencial
se vuelve visible
por María José Magliano*
La pandemia afecta fuerte a les trabajadores migrantes. No
sólo porque muchas de las actividades que desarrollan se
vieron interrumpidas por el aislamiento, sino también por
ejercer trabajos “esenciales” en condiciones de desprotección.
L
a pandemia del coronavirus puso
en jaque al trabajo y a los trabaja-
dores y trabajadoras en distintas
partes del mundo. En el caso particular
de las personas migrantes, la emergencia
sanitaria las expuso a nuevas situacio-
nes de desprotección y vulnerabilidad,
al mismo tiempo que desnudó antiguas
formas de desigualdad vinculadas a las
condiciones de informalidad y precarie-
dad de los trabajos a los que comúnmen-
te acceden.
RIESGOS DE LA IRREGULARIDAD MIGRATORIA
Limita o impide el acceso de
las poblaciones migrantes a
la salud y a las prestaciones
sociales, incluidas las ayudas
públicas otorgadas durante
la pandemia.
Aumenta el riesgo
de las mujeres
migrantes (Cis y
Trans), sus hijas e
hijos ante la Acrecienta la exposición a la violencia
violencia machista. institucional.
Impide ejercer el derecho a
la identidad sexo-genérica
autopercibida.
Refuerza la
precariedad vital y
aumenta las
posibilidades de
vivir en situación
de pobreza. Dificulta el acceso a una vivienda
digna.
Erosiona el derecho
a vivir en familia.
Amenaza permanentemente con la
detención y/o expulsión.
permanente y sin condiciones. En Ita-
lia, las exiguas condiciones de la regula-
rización motivaron una huelga migran-
te y movilizaciones en cinco zonas del
En Argentina, un importante conjun-
to de la población migrante se vio parti-
cularmente afectado por la pandemia y
las medidas de aislamiento social, pre-
ventivo y obligatorio –la denominada
cuarentena– dispuestas por el Gobierno
Nacional a través del Decreto Nº 297/20
del 19 de marzo.
Quienes se dedican a la construcción,
al trabajo doméstico remunerado desti-
nado a tareas generales, a la costura y a
la venta ambulante, todas actividades
Delimita los sectores
laborales a los que pueden
acceder y las condiciones
(informales) en las que
trabajan.
Alienta la explotación
laboral y la discriminación.
Obstaculiza el acceso a
la educación.
Restringe la libertad
de circulación.
país. En Madrid, apenas iniciada la crisis
del COVID-19, los migrantes del CIE de
Aluche se manifestaron para exigir con-
diciones dignas. También se organizaron
principalmente informales donde los mi-
grantes de distintos orígenes nacionales
(sudamericanos, haitianos, senegaleses)
se encuentran sobrerrepresentados, vie-
ron interrumpida la relación laboral y/o
tuvieron que dejar de trabajar al inicio de
la cuarentena. A esta situación se suma
el hecho de que esta población ha tenido
serias dificultades para acceder a las ayu-
das sociales ofrecidas por el Estado para
paliar los efectos del aislamiento.
De acuerdo a la encuesta realizada por
la Agenda Migrante 2020 en abril de este
año –espacio conformado por organiza-
ciones de migrantes, de derechos huma-
nos e instituciones académicas– el 80%
de las personas migrantes encuestadas
no accedió al Ingreso Familiar de Emer-
gencia (IFE) dirigido a ciudadanes ar-
gentines en situación de vulnerabilidad
y a migrantes con un mínimo de dos años
de residencia en el país.
Al mismo tiempo, la pandemia visibili-
zó otras realidades dentro de esta pobla-
ción: la de varones y mujeres migrantes
insertos en los trabajos definidos por el
mencionado decreto como “esenciales”.
Entre ellos, los cuidados, la enfermería,
los trabajos de plataformas digitales y el
trabajo rural.
La encuesta de la Agenda Migrante
2020 muestra que un 14% de la población
actos de resistencia transnacional, cuando
el Ministerio del Interior español entabló
negociaciones con el gobierno de Túnez
para expulsar a 600 tunecinos detenidos
en el CETI de Melilla y varios familiares de
estos migrantes se movilizaron para pro-
testar en Túnez. En Francia, cuna del mo-
vimiento sin papeles en los años setenta,
los “chalecos negros”, activos desde 2018
para visibilizar el trabajo migrante en la
economía informal francesa, convocaron
a la autodefensa migrante rechazando
las regularizaciones de Portugal e Italia.
Se posicionaron en contra de las regula-
rizaciones por razones de salud pública
o eficiencia económica y a favor de obte-
ner papeles como paso clave para acceder
al derecho a vivir en familia, a circular li-
bremente, a trabajar, a tener un techo, a es-
tudiar, a cuidar y cuidarse. En resumen, el
derecho a una vida digna, el derecho a te-
ner derechos.
1. Ver distintos posteos del blog https://pesca-
dofrescoblog.wordpress.com/blog/
2. Por ejemplo, en Argentina para poder pre-
sentarse, los migrantes deben tener dos años
de residencia regular. Aun cumpliendo con ese
requisito, muchos no recibieron el IFE.
3. “Para las personas en situación de irregula-
ridad, existen ONG que se encargan” https://
www.eldiario.es/desalambre/politica-migrato-
ria-puede-cambiar-vamos_0_1037297253.html
4. La OIM señaló que los sectores donde se
concentran los trabajadores y trabajadoras
migrantes serán duramente golpeados por las
consecuencias económicas del COVID 19, lo
que reducirá el monto de las remesas. Según el
informe, el Banco Mundial proyecta una dis-
minución del 20% en las remesas enviadas a
los países de ingresos medios y bajos en 2020.
https://www.iom.int/sites/default/files/ins-
titutional_statement_covid19_28052020.pdf
5. Carolina Rosas, “Últimas-otras del cuidado.
La (des)valorización de las trabajadoras del
hogar remuneradas en tiempos de cuarente-
na”, Revista Bordes, 2020.
6. Según datos de la ACNUR, en abril ha-
bía 1.650 personas en el CETI de Melilla, que
cuenta con 782 plazas.
*Grupo Migraciones, Familias y Políticas Públicas
(MiFaPP), Instituto de Investigaciones Gino Ger-
mani, Facultad de Ciencias Sociales, UBA.
migrante continuó trabajando durante la
pandemia y siguió cobrando su sueldo.
En tanto, un 58% declaró haber dejado de
trabajar a partir de las medidas de confi-
namiento obligatorio.
Entre las ocupaciones consideradas
“esenciales”, me interesa particularmen-
te focalizarme en dos: los trabajos desti-
nados al cuidado y asistencia de personas
–“con discapacidad; familiares que ne-
cesiten asistencia; a personas mayores; a
NACIONALIDAD DE LAS
TRABAJADORAS DE
CASAS PARTICULARES
Argentina
90,9%
9,1%
Argentina Otro país
Fuente: Condiciones de empleo, trabajo
y salud de Trabajadoras Domésticas de Casas
Particulares. Resultados de la ECETSS 2018.

SITUACIÓN LABORAL DE LA POBLACIÓN MIGRANTE
FRENTE AL AISLAMIENTO
Argentina
5%
14%
7%
58% 3%
13%
Fuente: Agenda Migrante 2020. Encuesta sobre la situación de la población migrante/extranjera
en Argentina ante el avance del coronavirus, 2020.
niños, a niñas y a adolescentes” (Decreto
297/20, art. 6, inciso 5)– y los trabajos de
cuidado comunitario –“personas afecta-
das a la atención de comedores escolares,
comunitarios y merenderos” (Decreto
297/20, art. 6, inciso 8).
En estos trabajos hay un común deno-
minador que es la feminización y la vul-
neración de derechos y desprotección
que enfrentan quienes los realizan debi-
do a los riesgos de contagio por déficits
en seguridad de los lugares de trabajo,
informalidad y bajas remuneraciones y
sobrecarga producto de las extensas jor-
nadas laborales (que involucran también
las tareas de cuidado no remunerado).
Son trabajos históricamente desvalo-
rizados pero que, en el marco de la pan-
demia, cobraron visibilidad por su indis-
pensabilidad.
Cuidado familiar y comunitario
El informe de la Encuesta Nacional a Tra-
bajadores sobre Condiciones de Empleo,
Trabajo, Salud y Seguridad (ECETSS) del
2018 señala que en Argentina alrededor
de 1,4 millones de personas están ocupa-
das en el trabajo doméstico y de cuidado
remunerado, representando al 17,4% del
total de las mujeres trabajadoras.
Se trata de una actividad altamente fe-
minizada (el 99,3% son mujeres) e infor-
mal (más del 75% de las trabajadoras no
tiene regularizada su situación laboral).
El 9,1% del total de esas trabajadoras son
migrantes, principalmente de países li-
mítrofes (Bolivia y Paraguay) y de Perú.
Cuando la mirada se traslada a la po-
blación migrante, la centralidad del tra-
El Mediterráneo y el Sahara
Rutas mortales
por Laura Lambert
La frontera sur de Europa es la más mortífera del
mundo. Miles de personas se han ahogado intentando
llegar a la costa norte del Mediterráneo, y otras miles
mueren de sed en el Sahara.
L
a Organización Internacional pa-
ra las Migraciones (OIM) desde
2014 empezó a llevar un registro
de cuántas personas mueren escapando
a través de las fronteras internaciona-
les. Pero es imposible contabilizar to-
Estaba sin trabajo antes
de la cuarentena
No se interrumpió
el trabajo y sigo cobrando
el sueldo
Se interrumpió el trabajo
y sigo cobrando el sueldo
Se interrumpió en parte el
trabajo pero sigo cobrando
lo mismo
Se interrumpió en parte el
trabajo y estoy cobrando menos
Se interrumpió el trabajo
y dejé de cobrar el sueldo
bajo doméstico y de cuidado remunera-
do se profundiza. En este sentido, dis-
tintos estudios muestran que, para las
mujeres migrantes regionales, el traba-
jo doméstico y de cuidado aparece como
un nicho de mercado privilegiado: casi
el 70% de las paraguayas y el 60% de las
peruanas están ocupadas en este tipo de
empleos.
Esta concentración se explica en par-
te por los activos procesos de etnización,
racialización y generización de la mano
de obra, que promueven la reproducción
de desigualdades entre varones y muje-
res, y también entre las propias mujeres a
partir de la pertenencia de clase y la asig-
nación racial. Estos procesos, a su vez,
condenan a las trabajadoras a la invisibi-
lización y la desvalorización social.
La pandemia ha hecho emerger la
parte oculta del iceberg que había esta-
do sumergida. Esa parte del iceberg, co-
mo advierte Amaia Pérez Orozco (2014),
conduce directamente a los cuidados y a
las mujeres que los llevan adelante, mu-
chas de las cuales son migrantes.
Y no solo conduce hasta allí. Las muje-
res migrantes se encuentran también a la
cabeza de los espacios de cuidado comu-
nitario, que en Argentina están muy ex-
pandidos, desplegando un conjunto de
prácticas –principalmente relacionadas
con la cuestión alimentaria en contextos
de pobreza y relegación urbana– ahora
agudizadas por los efectos del aislamiento.
Si bien tradicionalmente los procesos
de sostenibilidad de la vida fueron resuel-
tos desde los hogares, las condiciones de
precariedad que han afectado no sólo a las
das las muertes: es probable que la cifra
de muertes no informadas sea muy alta.
Según varias estimaciones, entre 4.685
y 4.736 personas murieron en 2018. Las
muertes se distribuyen de manera des-
igual entre regiones.
ATLAS DE LAS MIGRACIONES
TIPOS DE ACTIVIDAD QUE REALIZAN LAS TRABAJADORAS
DE CASAS PARTICULARES
Argentina
66%
4%
Otras Tareas generales
actividades (limpieza y tareas
típicas del hogar)
Fuente: Encuesta a trabajadores/as de casas particulares y su situación laboral en el contexto de
aislamiento por la pandemia de Covid-19 en Argentina, CEIL y UNLa, 2020.
familias sino también a espacios más am-
plios, como barrios y áreas urbanas con-
cretas, activaron distintas estrategias de
cuidado que exceden el ámbito estricta-
mente familiar.
En los márgenes de las ciudades, en tér-
minos espaciales, pero también sociales y
políticos, la vida se sostiene comunitaria-
mente. Y las mujeres migrantes cumplen
un rol clave en esa sostenibilidad.
Lo “esencial” del cuidado remite a tra-
bajos que no se pueden estimar, medir,
reemplazar y detener. La pandemia, en
definitiva, vino a decir algo que era un se-
creto a voces: los cuidados son indispen-
sables para la reproducción y el sosteni-
miento de la vida cotidiana.
En este sentido, el desafío reside en
transformar lo incierto de este escenario
DISTRIBUCIÓN DE LOS OCUPADOS MIGRANTES
SUDAMERICANOS SEGÚN RAMA DE ACTIVIDAD.
Aglomerados de mayor presencia migratoria, Argentina
18,8%
6,9%
16,6%
Industria
textil,
confección Trabajo
y calzado doméstico Comercio
Fuente: Dirección General de Estudios Macroeconómicos y Estadísticas Laborales, 2018.
En toda Asia, hogar de dos tercios de la
población mundial, la OIM solo registró
186 muertes. En las Américas 589, inclu-
yendo las muertes ocurridas en la fron-
tera entre México y Estados Unidos, en
donde hay bandas criminales y brutales
que manejan el negocio del tráfico de
personas. Pero se registraron 2.299 casos
en el Mediterráneo y sus alrededores. No
hay frontera más mortífera en el mundo
que la frontera europea. Al mismo tiem-
po, el Mediterráneo es el mar más moni-
toreado del mundo.
Las normas legales, como el Acta de
Residencia de Alemania, también son cul-
pables de que las fronteras de Europa sean
tan peligrosas. El apartado 63 de la men-
cionada ley enuncia que “un transporte
solo puede llevar extranjeros hacia Ale-
mania si tienen en su posesión los pasa-
portes y títulos de residencia requeridos”.
Todos los demás Estados miembro de la
| III
22% 8%
Asistencia y cuidado Asistencia
de personas más y cuidado de
tareas generales personas
(limpieza y tareas
típicas del hogar)
de emergencia sanitaria en una oportu-
nidad: de revalorizar los trabajos de cui-
dado; de distribuirlos más equitativa-
mente; de avanzar en su regulación, faci-
litando el acceso a derechos para quienes
los realizan; y de reconocer la presencia
migrante, no desde el lugar del “aporte”
y la “contribución” que esta población
pudiera generar, sino desde una premisa
común de compartencia (1), solidaridad e
interdependencia.
1. El significado de compartencia es “compar-
tir entre iguales”.
*Doctora en Historia. Investigadora del CIECS
(CONICET y UNC), Argentina. E-mail:
majomagliano@gmail.com
39%
18,7%
Construcción Resto
UE tienen normas similares. Por esto, las
empresas de micros, transbordadores y
aerolíneas revisan los pasaportes y visas
de las y los pasajeros antes de que puedan
abordar. Si las empresas no cumplen con
este requisito, pueden enfrentar multas
cuantiosas y hasta perder sus licencias.
Les refugiades son rechazades de in-
mediato. Simplemente no pueden subir-
se a un transbordador o a un avión para
cruzar el Mediterráneo. Así que, en vez
de reservar un viaje en transbordador
desde Túnez a Palermo por 35 euros, pa-
gan hasta cuatro veces más a contraban-
distas de personas para subirse a un bo-
te inflable en la costa libia. En 2018, más
del 5 por ciento de aquellas personas que
intentaron esta travesía por el Medite-
rráneo central se ahogaron antes de lle-
gar a su destino.
En 2014, por iniciativa de la UE, la misión
“Mare Nostrum”, que tenía el objetivo de
 IV | ATLAS
DE LAS MIGRACIONES

CAMINOS DE LA MUERTE
Etapas en las políticas migratorias de la UE, y muertes de migrantes registradas por la red United for Intercultural Action

Antes de la unificación de 1 de julio de 1998 – 30 de junio de 2002 Desde la Cumbre de Sevilla 1 de julio de 2002 – 30 de junio de 2006
las políticas de asilo de la UE hasta la cooperación con los
(Cumbre de Sevilla) Mar Egeo Estados costeros africanos

Estrecho de Sicilia 2,000

Islas Canarias Estrecho de Gibraltar Mar Egeo
Estrecho de Gibraltar 1,000 Islas Canarias
Libia, Malta, Lampedusa
Muertes 500
registradas

Luego de la implementación Durante la planificación

de controles más intensivos a 1 de julio de 2006 – 30 de abril de 2009 del servicio de seguridad 1 de mayo de 2009 – 25 de octubre de 2012
cargo de Frontex, el organismo fronteriza Eurosur
Estrecho de Otranto
de seguridad fronteriza
Estrecho de Gibraltar Río Maritsa

Mar Egeo Islas Canarias Mar Egeo

Estrecho de Gibraltar
Mediterráneo Central

Islas Canarias Libia, Malta, Lampedusa

Las Islas Canarias pierden su importancia como destino debido al resultado
de la crisis económica y al retiro de servicios médicos para migrantes ilegales

Hasta la finalización de Desde el comienzo de la

la operación italiana 26 de octubre de 2012 – 31 de octubre de 2014 operación “Triton” de 1 de noviembre de 2014 – 1 de abril de 2019
de rescate “Mare Nostrum” Frontex y posteriormente
Mar Adriático
Mar Egeo / Mar Negro
Mar Egeo /

ATLAS OF MIGRATION / UIA
Estrecho de Gibraltar Mar Negro
Estrecho de Gibraltar

Islas Canarias Mediterráneo

Islas Canarias
Mediterráneo Mediterráneo Central Oriental
Oriental
Mediterráneo Central

búsqueda y rescate, fue suspendida luego de
solo un año de operaciones. En los años sub-
siguientes, grupos civiles europeos junta-
ron una flota de barcos privados que resca-
tó a decenas de miles de personas en el mar
y las llevó a Italia. Pero como la UE y sus Es-
tados miembro de todas formas se negaron
a aceptar a algunos de estos refugiades, el
sistema de justicia italiano, y luego el go-
bierno de Malta, tomó acciones contra les
rescatistas. Se presentaron cargos, la ma-
yoría de los barcos fueron puestos fuera de
operación y se les quitaron sus permisos.
Para 2019 ya casi no quedaban rescatistas.
La cantidad de muertes no reportadas
está en alza porque hay muchos acciden-
tes sin registrar. La criminalización de las
misiones privadas de rescate desestabili-
zó a la navegación comercial. Los buques
mercantes están obligados a dirigirse a los
puntos en donde haya accidentes y salvar
a las personas que estén en peligro. Pero
se están reportando casos de buques mer-
cantes que eligen otras rutas para evitar
cumplir con esta obligación. Muchos ca-
pitanes temen que si tienen refugiades a
bordo se les impedirá atracar en cualquier
puerto europeo, y que sus dueños deberán
pagar penalidades contractuales por de-
moras en el trayecto.
ca de Bruselas. Promulgó una ley en 2015 cluso si se encuentran los cuerpos, están mático de alto rango en la Agencia para
en la que se prohibió el transporte y aloja- generalmente enterrados sin referen- Refugiados de la ONU, dijo que mueren
miento de migrantes en la parte norte del cias de identidad o sin que nadie haya actualmente más personas en el Sahara
país. El incumplimiento sería penalizado avisado a sus familiares. En diciembre que en el Mediterráneo. Pero nadie las
con multas y hasta 30 años de prisión. El de 2017, Vincent Cochetel, un diplo- está contando.
gobierno nigerino aprobó la ley después
de una visita de la canciller alemana, An-
gela Merkel, en 2016. El presidente Maha- ¿CUÁNTAS PERSONAS NO ESTÁN CONTADAS?
madou Issoufou pidió mil millones de eu-
ros a cambio de su cooperación: recibió el Muertes registradas por la OIM desde 2014, por región
dinero un año después.
A fines de 2018, el Ejército y la poli- Africa Asia Mediterráneo
cía habían arrestado a 213 conductores y
América Europa Medio Oriente
confiscado 52 vehículos al norte de Aga-
dez, una ciudad desierta en el norte de 9,000
Níger. Como resultado, muchas personas 8,070
que dependían de la industria del trans-
8,000
porte perdieron su sustento. Al principio,
la UE aceptó pagar una compensación. 6,584
Pero para fines de 2018, solo 1 de cada 20 7,000 6,280
de los más de 6.500 conductores y due-
ñes de hostels habían recibido una suma 6,000 5,287
de alrededor de 1.500 euros para comen-
zar una nueva vida. 4,737
Según la UE, las políticas migratorias 5,000
de Níger disminuyeron la cantidad de
migrantes en tránsito en un masivo 95 4,000
por ciento. Pero no está claro exactamen-
te cuántas personas siguen cruzando el 3,000
Sahara. Para evitar los controles milita-
ATLAS OF MIGRATION / IOM

res, los contrabandistas eligen trayectos

Políticas erráticas
Los controles migratorios han tenido
consecuencias mortíferas en el Sahara.
En 2015, Italia y la UE intentaron esta-
blecer EUNAVFOR MED, una misión
militar en Libia contra el tráfico de per-
sonas. Pero las autoridades de Libia se
negaron a permitir que la UE operara en
su territorio. Debido a esto, Níger, su ve-
cino del sur, se convirtió en el foco de los
controles migratorios europeos.
El gobierno de Níger vio esto como una
oportunidad para recibir ayuda económi-
más largos y peligrosos, lejos de los ca- 2,000
minos principales. Aumentó el riesgo
de accidentes. Nadie sabe la cantidad 1,000
de muertes. Según la OIM, aproximada-
mente 30.000 migrantes murieron en el
0
Sahara, incluyendo a miles de personas
2014 2015 2016 2017 2018
a quienes se les obligó a caminar por el
desierto desde Argelia a la frontera con
Níger desde 2014. La oficina de la fiscalía
de la ciudad de Agadez dice que solo hu- Fuentes de los gráficos: IOM, Missing Migrants, http://bit.ly/2JREpJH. United against racism, List
bo 84 muertes en 2016 y 2017. of 35,597 documented deaths of refugees and migrants (…), Le Monde diplomatique, Atlas der Globa-
El Sahara es muy grande como para lisierung, 2012. Heinrich-Böll-Stiftung, Europa-Atlas, 2014. Own count, situation as of 1 april 2019,
poder registrar todas las muertes. E in- http://bit.ly/2IAbaYL.