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Amartya Sen sobre cultura, desarrollo económico y universalismo:

¿Cómo importa la
"Estoy
R E V I Sorgulloso
TA de mi humanidad
cultura en el desarrollo? cuando puedo reconocer a los poetas

y los artistas de otros países como míos"


¿Cómo importa la cultura en el desarrollo? COMPARTIR EN:    

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Por Amartya Sen 30 noviembre 2004 Entre las cuatro esquinas de


la imaginación pictórica

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Los sociólogos, antropólogos e historiadores han hecho reiterados comentarios sobre


la tendencia de los economistas a no prestar su ciente atención a la cultura cuando
investigan el funcionamiento de las sociedades en general y el proceso de desarrollo en
particular. Aunque podemos pensar en muchos ejemplos que rebaten el supuesto
abandono de la cultura por parte de los economistas, comenzando al menos por Adam
Smith (1776), John Stuart Mill (1859, 1861) o Alfred Marshall (1891), en tanto una
crítica general, empero, la acusación está en gran medida justi cada.
Vale la pena remediar este abandono (o tal vez, más precisamente, esta indiferencia
comparativa), y los economistas pueden, con resultados ventajosos, poner más atención
en la in uencia que la cultura tiene en los asuntos económicos y sociales. Es más, los
organismos de desarrollo, como el Banco Mundial, también pueden re ejar, al menos
hasta cierto punto, este abandono, aunque sea solamente por estar in uidos en forma
tan predominante por el pensamiento de economistas y expertos nancieros. El
escepticismo de los economistas sobre el papel de la cultura, por tanto, puede
re ejarse indirectamente en las perspectivas y los planteamientos de las instituciones
como el Banco Mundial. Sin importar qué tan grave sea este abandono (y aquí las
apreciaciones pueden diferir), para analizar la dimensión cultural del desarrollo se
requiere un escrutinio más detallado. Es importante investigar las distintas formas —y
pueden ser muy diversas— en que se debería tomar en cuenta la cultura al examinar
los desafíos del desarrollo y al valorar la exigencia de estrategias económicas acertadas.
La cuestión no es si acaso la cultura importa, para aludir al título de un libro
relevante y muy exitoso editado en conjunto por Lawrence Harrison y Samuel
Huntington. Eso debe ser así, dada la in uencia penetrante de la cultura en la vida
humana. La verdadera cuestión es, más bien, de qué manera —y no si acaso— importa la
cultura. ¿Cuáles son las diferentes formas en que la cultura puede in uir sobre el
desarrollo? ¿Cómo pueden comprenderse mejor sus in uencias, y cómo podrían éstas
¿Cómo importa la
modi car o alterar las políticas
cultura ende desarrollo que parecen adecuadas? Lo interesante
el desarrollo?

radica en la naturaleza y las formas de relación, y en lo que implican para instrumentar


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las políticas, y no meramente en la creencia general —difícilmente refutable— de que
la cultura, en efecto, importa. A CONTINUACIÓN >

En el presente ensayo, abordo estas preguntas en torno al "de qué Entremanera",


las cuatro esquinas
pero ende
la imaginación pictórica
el camino también debo referirme a algunas cuestiones sobre el "de qué manera no".
Hay indicios, habré de argumentar, de que, en el afán por darle su lugar a la cultura,
surge a veces la tentación de optar por perspectivas un tanto formulistas y simplistas
sobre el impacto que tiene en el desarrollo. Por ejemplo, parece haber muchos
seguidores de la creencia —sostenida de manera explícita o implícita— de que el
destino de los países está efectivamente sellado por la naturaleza de su respectiva
cultura. Ésta no sólo sería una sobresimpli cación "heroica", sino que también
implicaría imbuir desesperanza a los países de los que se considera que tienen la
cultura "errónea". Esto no sólo resulta ética y políticamente repugnante, sino que, de
manera más inmediata, diría que es también un sinsentido epistémico. Así es como un
segundo tema de este ensayo consiste en abordar estas cuestiones sobre el "de qué
manera no".
El tercer tema del texto consiste en examinar el papel del aprendizaje mutuo en el
campo de la cultura. Si bien tal transmisión y educación puede ser parte integral del
proceso de desarrollo, se menosprecia con frecuencia su papel. De hecho, puesto que
se considera cada cultura, no de manera improbable, como única, puede haber una
tendencia a adoptar un punto de vista algo insular sobre el tema. Cuando se trata de
comprender el proceso de desarrollo, esto puede resultar particularmente engañoso y
sustancialmente contraproducente. Una de las funciones en verdad más importantes
de la cultura radica en la posibilidad de aprender unos de otros, antes que celebrar o
lamentar los compartimentos culturales rígidamente delineados, en los cuales
nalmente clasi can.
Por último, al abordar la importancia de la comunicación intercultural e
internacional, debo tomar en cuenta asimismo la amenaza —real, o percibida como tal
— de la globalización y de la asimetría de poder en el mundo contemporáneo. La
opinión según la cual las culturas locales están en peligro de desaparición se ha
expresado con insistencia, y la creencia en que se debe actuar para resistir la
destrucción puede resultar muy atendible. De qué manera debe entenderse esta posible
¿Cómo importa la
amenaza y qué puede hacerse
culturapara enfrentarla —y, de ser necesario, combatirla— son
en el desarrollo?

también temas importantes para el análisis del desarrollo. Tal es el cuarto y último
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asunto que pretendo estudiar con detalle.
A CONTINUACIÓN >

CONEXIONES Entre las cuatro esquinas de


la imaginación pictórica
Es de particular importancia identi car las diferentes maneras en que la cultura
puede importar para el desarrollo. Al parecer, las siguientes categorías son de
primordial necesidad, y tienen una relevancia de gran alcance.

(1) La cultura como una parte constitutiva del desarrollo. Podemos comenzar por la
pregunta elemental: ¿para qué sirve el desarrollo? El fortalecimiento del bienestar y de
las libertades a que aspiramos por medio del desarrollo no puede sino incluir el
enriquecimiento de las vidas humanas a través de la literatura, la música, las bellas
artes y otras formas de expresión y práctica culturales, que tenemos razón en valorar.
Cuando Julio César dijo sobre Casio, "Él no escucha música: sonríe poco", esto no
pretendía ser una loa a la forma de vida de Casio. Tener un alto PNB per capita pero
poca música, pocas artes, poca literatura, etcétera, no equivale a un mayor éxito en el
desarrollo. De una u otra forma, la cultura envuelve nuestras vidas, nuestros deseos,
nuestras frustraciones, nuestras ambiciones, y las libertades que buscamos. La
posibilidad y las condiciones para las actividades culturales están entre las libertades
fundamentales, cuyo crecimiento se puede ver como parte constitutiva del desarrollo.

(2) Objetos y actividades culturales económicamente remunerativos. Diversas actividades


económicamente remunerativas pueden depender directa o indirectamente de la
infraestructura cultural y, en términos más generales, del ambiente cultural. La
vinculación del turismo con los parajes culturales (incluidos los históricos) es
su cientemente obvia.

(3) Los factores culturales in uyen sobre el comportamiento económico. Aun cuando
algunos economistas se han visto tentados por la idea de que todos los seres humanos
se comportan casi de la misma manera (por ejemplo, acrecientan implacablemente su
¿Cómo importa la
egoísmo, de nido en un sentido
cultura en radicalmente
el desarrollo? insular), hay muchos indicios de que
esto, por lo general, no sucede así. Las in uencias culturales pueden signi car una
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diferencia considerable al trabajar sobre la ética, la conducta responsable, la
motivación briosa, la administración dinámica, las iniciativas emprendedoras,
A CONTINUACIÓN > la

voluntad de correr riesgos, y toda una gama de aspectos del comportamientoEntre las cuatro esquinas
humano de
la imaginación pictórica
que pueden ser cruciales para el éxito económico.
Además, el funcionamiento exitoso de una economía de intercambio depende de la
con anza mutua y de normas implícitas. Cuando estas modalidades del
comportamiento están presentes en grado sumo, es fácil pasar por alto el papel que
desempeñan. Pero cuando se han de cultivar, esa laguna puede constituir un
impedimento de consideración para el éxito económico. Hay multitud de ejemplos
sobre los problemas que enfrentan las economías precapitalistas debido al bajo
desarrollo de las virtudes básicas del comercio y los negocios.
La cultura del comportamiento está relacionada con otros tantos aspectos del éxito
económico. Se relaciona, por ejemplo, con el hecho de que perduren o dejen de ocurrir
la corrupción económica y sus vínculos con el crimen organizado. En las discusiones
italianas sobre este tema, en las que tuve el privilegio de participar asesorando a la
Comisión AntiMa a del Parlamento Italiano, el papel y el alcance de los valores
implícitos se trató con amplitud. La cultura también tiene un papel importante para
fomentar un comportamiento amable con el entorno. La contribución cultural al
comportamiento podría variar según los desafíos que surjan en el proceso de desarrollo
económico.

(4) La cultura y la participación política. La participación en los intercambios civiles y


en las actividades políticas está in uida por las condiciones culturales. La tradición del
debate público y del intercambio participativo puede ser decisiva en el proceso
político, y puede importar para el establecimiento, la preservación y la práctica de la
democracia. La cultura de la participación puede ser una virtud cívica toral, como lo
expuso ampliamente Condorcet, entre otros pensadores sobresalientes de la
Ilustración europea.
Aristóteles señaló, por cierto, que los seres humanos suelen tener una inclinación
natural hacia el intercambio civil. Y, sin embargo, el alcance de la participación política
puede variar de una sociedad a otra. De manera particular, las inclinaciones políticas
¿Cómo importa la
pueden ser suprimidas nocultura
sóloenpor gobiernos y restricciones autoritarios, sino también
el desarrollo?

por la "cultura del miedo" que genera la represión política. También puede existir una
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"cultura de la indiferencia", que abreve del escepticismo y conduzca a la apatía. La
participación política es extremadamente importante para el desarrollo, lo mismo
A CONTINUACIÓN > a
través de sus efectos en la valoración de los medios y los nes, queEntre las cuatro
a través deesquinas
su papel
la imaginación pictórica
de

en la formación y la consolidación de los valores que permiten ponderar el desarrollo


mismo.

(5) Solidaridad social y asociación. Aparte de los intercambios económicos y la


participación política, el propio funcionamiento de la solidaridad social y el apoyo
mutuo puede estar fuertemente in uido por la cultura. El éxito de la vida social
depende en gran medida de lo que la persona, la gente, hace espontáneamente por los
demás. Esto puede in uir de manera profunda en el funcionamiento de la sociedad y
hasta en la preocupación por sus miembros menos afortunados, así como en la
preservación y el cuidado de los bienes comunes. El sentido de cercanía con los otros
miembros de la comunidad puede ser un bien de gran importancia para esa comunidad.
En años recientes, las ventajas que a uyen de la solidaridad y del apoyo mutuo han
recibido mucha atención en textos que versan sobre el "capital social".
Ésta es una importante área nueva de la investigación social. Existe, sin embargo, la
necesidad de escrutar la naturaleza del "capital social" en tanto "capital" —en el
sentido de un recurso para todo uso (como se considera el capital). Los mismos
sentimientos e inclinaciones pueden de hecho operar en direcciones opuestas,
dependiendo de la naturaleza del grupo de que se trate. Por ejemplo, la solidaridad
dentro de un grupo particular (verbigracia, los residentes más antiguos de una región)
puede ir de la mano con una percepción muy poco amistosa de quienes no son
miembros de dicho grupo (como los nuevos inmigrantes). La in uencia del mismo
pensamiento centrado en la comunidad puede ser tanto positiva para las relaciones
internas como negativa al generar y fomentar tendencias de exclusión (lo que abarca
los violentos sentimientos y acciones "antiinmigrantes", como se puede observar en
ciertas regiones con una impecable solidaridad "intracomunitaria"). El pensamiento
basado en la identidad puede tener aspectos dicotómicos, ya que un fuerte sentido de
la liación grupal puede tener un papel aglutinante dentro de ese grupo al tiempo que
fomenta el trato más bien¿Cómo
severo contra quienes no son miembros (a quienes se ve
importa la
como "los otros", que "nocultura
pertenecen" allí). Si esta dicotomía es correcta, entonces
en el desarrollo?

puede ser un error tratar el "capital social" como un recurso para todo uso (que es la
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idea que se tiene, en general, del capital), antes que como un activo para ciertas
relaciones y un pasivo para otras. Hay, pues, espacio para un escrutinio que indague
A CONTINUACIÓN > en
la naturaleza y el funcionamiento del concepto importante, aunque Entre
enlas cuatro esquinas de
algunos
la imaginación pictórica
sentidos problemático, del "capital social".

(6) Parajes culturales y rememoración de la herencia histórica. El fomento de una


comprensión más clara y más amplia sobre el pasado de un país o de una comunidad a
través de la exploración sistemática de su historia cultural constituye otra posibilidad
constructiva. Por ejemplo, al apoyar excavaciones y exploraciones históricas e
investigaciones relacionadas, los programas de desarrollo pueden ayudar a facilitar una
apreciación más cabal de la amplitud —y de las variaciones internas— de culturas y
tradiciones particulares. La historia a menudo abarca una variedad mucho más amplia
de in uencias culturales y de tradiciones de la que tienden a permitir las
interpretaciones intensamente políticas —y frecuentemente ahistóricas— del presente.

Cuando es este el caso, los objetos, parajes y archivos históricos pueden ayudar a
equilibrar algunas fricciones en la política moderna. La historia árabe, por ejemplo,
incluye una larga tradición de relaciones pací cas con las poblaciones judías.
La rememoración de la historia puede ser un aliado importante en el cultivo de la
tolerancia y la celebración de la diversidad, y estas notas se cuentan —directa e
indirectamente— entre los rasgos importantes del desarrollo.

(7) In uencias culturales en la formación y evolución de los valores. No sólo sucede que
los factores culturales guran entre los nes y medios del desarrollo: también sucede
que tienen un papel central incluso en la formación de los valores. Esto, a su vez, puede
in uir en la identi cación de nuestros nes y el reconocimiento de instrumentos
practicables y aceptables para alcanzar dichos nes. Por ejemplo, el debate público
abierto —él mismo un logro cultural importante— puede in uir poderosamente en el
surgimiento de nuevas normas y prioridades por considerar.
En realidad, la formación de valores es un proceso interactivo, y la cultura de hablar
¿Cómo importa la
y escuchar puede tener uncultura
papel signi
en el cativo en el momento de hacer posible la
desarrollo?

interacción. Conforme surgen nuevos patrones de conducta, es el debate público, así


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como la emulación inmediata, lo que puede diseminar las nuevas normas a través de
una región y, en última instancia, entre las regiones. Las normas surgidas para
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fomentar bajosíndices de fertilidad, o la ausencia de discriminación Entre las cuatro


entre niñosesquinas
y de
la imaginación pictórica
niñas, o el enviar a los niños a las escuelas, en n, no constituyen tan sólo rasgos
importantes del desarrollo: pueden estar in uidas en gran medida por una cultura del
debate público y de la discusión libre, sin obstáculos políticos ni represión social.

INTEGRACION
Con el n de apreciar el papel de la cultura en el desarrollo, resulta de particular
importancia situar la cultura en un marco su cientemente amplio. Las razones para
ello no son difíciles de hallar. En primer lugar, aun cuando la cultura resulta tan
in uyente, no tiene una posición toral única en la determinación de nuestras vidas e
identidades. Otros factores, como la clase, la raza, el género, la profesión y la política
también importan, y pueden importar mucho. Nuestra identidad cultural es uno de los
muchos aspectos de nuestra realización, y es sólo una in uencia entre muchas que
pueden inspirar e intervenir en lo que hacemos y la manera en que lo hacemos.
Además, nuestro comportamiento no sólo depende de nuestros valores y
predisposiciones, sino también del hecho concreto de la presencia o ausencia de
instituciones medulares y de los incentivos —orientadores o morales— que éstas
generan.
En segundo lugar, la cultura no es un atributo homogéneo —puede existir un gran
número de variaciones, incluso dentro de la misma atmósfera cultural general. Los
deterministas culturales subestiman con frecuencia el alcance de la heterogeneidad
dentro de lo que se ve como "una" cultura especí ca. Las voces discordantes a menudo
son "internas", no provienen del exterior. Puesto que la cultura tiene muchas facetas, la
heterogeneidad también puede provenir de los componentes particulares de la cultura
en los cuales decidimos enfocar nuestra atención (por ejemplo, si prestamos particular
atención ya a la religión, ya a la literatura, o a la música, o de manera general al estilo
de vida).
En tercer lugar, la cultura no permanece quieta en absoluto. Cualquier suposición de
inmovilidad —explícita o¿Cómo
implícita—
importa la
puede ser desastrosamente engañosa. Hablar,
digamos, de la cultura religiosa
cultura enhinduista,
el desarrollo? o en n, de la cultura nacional hindú,

considerándola como una cultura bien de nida en un sentido temporal estático, no


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sólo implica pasar por alto las grandes variaciones dentro de cada una de estas
categorías, sino también ignorar su evolución y sus grandes transformacionesA CONTINUACIÓN > a través

del tiempo. La tentación de usar el determinismo cultural a menudo Entre las cuatro esquinas
adquiere la formade
la imaginación pictórica
irremediable de un esfuerzo por largar el ancla cultural de un barco que se mueve
veloz.
Por último, las culturas interactúan unas con otras y no se pueden ver como
estructuras insulares. La perspectiva aislacionista —que casi siempre se da por sentada
implícitamente— puede ser en gran medida falaz. A veces podemos estar sólo
vagamente conscientes de la manera en que una in uencia llegó desde fuera, pero ésta
no es razón para restarle importancia. Por ejemplo, aunque el picante era desconocido
en la India antes de que los portugueses lo introdujeran en el siglo xvi, ahora es una
especia totalmente hindú. Los rasgos culturales —desde los más triviales hasta los más
profundos— pueden cambiar en forma radical, dejando a veces pocas señales del
pasado que llevan detrás.
Considerar que la cultura es independiente e inmutable, y que no cambia, puede ser
en verdad muy problemático. Pero esto, por otra parte, no es razón para no tomar en
cuenta la importancia de la cultura, vista apropiadamente desde una perspectiva
amplia. No cabe duda de que es posible prestar una atención adecuada a la cultura
mientras se toman en cuenta todas las salvedades recién expuestas. En realidad, si se
reconoce que la cultura no es homogénea ni inmóvil y que es interactiva, y si la
importancia de la cultura se entrevera con las fuentes rivales de in uencia, entonces la
cultura puede ser una parte muy positiva y constructiva en nuestra comprensión del
comportamiento humano y social, y del desarrollo económico.

INTOLERANCIA Y ALIENACION
La cuestión del "de qué manera no", empero, merece una atención extremadamente
seria, ya que las generalizaciones culturales apresuradas no sólo pueden socavar una
comprensión más profunda del papel de la cultura, sino que también pueden servir de
herramienta a los prejuicios sectarios, a la discriminación social e incluso a la tiranía
política. Las generalizaciones culturales simplistas tienen la gran capacidad de jar
nuestra forma de pensar, ¿Cómo
y conimporta
demasiada
la
frecuencia son más que un pasatiempo
inocente. El hecho de quecultura
talesengeneralizaciones
el desarrollo? abundan en las creencias populares y
en la comunicación informal se puede reconocer con facilidad. Estas creencias
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implícitas y acríticas no son únicamente el tema de muchas bromas racistas y
calumnias étnicas; a veces también asoman como elegantes teoríasA CONTINUACIÓN
perniciosas.>

Cuando se da una correlación fortuita entre el prejuicio cultural y Entre las cuatro esquinas
la observación de
social
la imaginación pictórica
(no importa qué tan casual sea), nace una teoría, y ésta puede rehusarse a morir
incluso después de que la correlación casual se desvanece por completo.
Por ejemplo, las bromas urdidas contra los irlandeses (insolencias tales como
"cuántos irlandeses se necesitan para cambiar un foco", que han tenido vigencia en
Inglaterra por largo tiempo) parecían ir bien con el predicamento desalentador de la
economía irlandesa, cuando la economía irlandesa estaba bastante mal. Pero cuando
esta economía comenzó a crecer asombrosamente rápido —de hecho, más rápido que
cualquier otra economía europea (como lo hizo, y por muchos años)—, el estereotipo
cultural y su relevancia económica y social pretendidamente profunda no se
desecharon como la pura y absoluta basura que eran. Las teorías tienen vida propia, y
parecen desa ar el mundo fenoménico que se puede, en efecto, observar.

EL DETERMINISMO CULTURAL
Si bien el maridaje entre el prejuicio cultural y la asimetría política puede ser casi
letal, la necesidad de tener cuidado al saltar a conclusiones culturales resulta más
insidiosa. Tales conclusiones pueden in uir incluso sobre la forma en que los expertos
conciben la naturaleza y los desafíos del desarrollo económico. Las teorías se derivan
muchas veces de pruebas bastantes escasas. Las verdades a medias o fragmentadas
pueden desorientar garrafalmente —a veces incluso más que la falsedad llana, que es
más fácil de delatar.
Considérese, por ejemplo, el siguiente argumento del in uyente e importante libro
editado en conjunto por Lawrence Harrison y Samuel Huntington llamado Culture
Matters [La cultura importa] (al que me referí antes), y en particular el argumento del
ensayo introductorio de Huntington en ese volumen, llamado "La cultura cuenta":

A principios de la década de 1990, me topé con información económica sobre Ghana y


Corea del Sur durante los años sesenta, y me sorprendió lo parecidas que sus
economías eran en aquel ¿Cómo
entonces. [...] Treinta años más tarde, Corea del Sur se había
importa la
convertido en un gigante cultura
industrial con la decimocuarta economía más grande del
en el desarrollo?

mundo, corporaciones multinacionales, exportaciones considerables de automóviles,


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equipo electrónico y otras manufacturas so sticadas, y un ingreso per capita cercano al
de Grecia. Y no sólo eso: estaba en camino de consolidar instituciones democráticas.
A CONTINUACIÓN >

No habían ocurrido tales cambios en Ghana, cuyo ingreso per capita Entre
eralasahora
cuatro esquinas
casi de
la imaginación pictórica
quince veces menor al de Corea del Sur. ¿Cómo podía explicarse esta extraordinaria
diferencia en el desarrollo? Sin duda, muchos factores entraron en juego, pero me
parecía que la cultura debía constituir gran parte de la explicación. Los coreanos del
sur valoraban la frugalidad, la inversión, el trabajo duro, la educación, la organización y
la disciplina. Los ghaneses tenían valores diferentes. En pocas palabras, las culturas
cuentan.

Bien puede haber algo de interés en esta comparación sugestiva (tal vez incluso una
verdad fragmentada arrancada de su contexto), y el contraste demanda un examen
probatorio. Mas la secuencia causal, utilizada a la manera de la explicación arriba
citada, es extremadamente engañosa. Existían muchas diferencias importantes —
además de la predisposición cultural— entre Ghana y Corea en los sesenta, cuando le
parecían tan similares a Huntington, excepto por la cultura. En primer lugar, las
estructuras de clase en ambos países eran bastante diferentes, y Corea del Sur tenía
una clase comerciante mucho más grande con una participación más activa. En
segundo lugar, la política era muy diferente también, y el gobierno de Corea del Sur
estaba dispuesto y ansioso por desempeñar un papel primordial para dar inicio a un
desarrollo centrado en los negocios, bajo una modalidad que no era aplicable en Ghana.
En tercer lugar, la estrecha relación entre la economía coreana y la japonesa, por un
lado, y Estados Unidos, por el otro, fue determinante, al menos durante las primeras
etapas del desarrollo coreano. En cuarto lugar —y tal vez esto sea lo más importante—,
para la década de 1960 Corea del Sur había alcanzado un nivel educativo mucho más
alto y un sistema escolar mucho más extendido que el de Ghana. Las transformaciones
en Corea se habían originado durante el periodo posterior a la Segunda Guerra
Mundial, en gran parte gracias a una rme política pública, y no se podrían ver tan sólo
como un re ejo de la antigua cultura coreana.
Con base en el ligero escrutinio ofrecido, es difícil justi car ya sea el triunfalismo
cultural a favor de la cultura coreana, o el pesimismo radical sobre el futuro de Ghana
¿Cómo importa la
que la con anza en el determinismo cultural parecería sugerir. Ninguno de ellos podría
cultura en el desarrollo?

derivarse de la comparación apresurada y carente de análisis que acompaña el


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diagnóstico heroico. Sucede que Corea del Sur no se apoyó únicamente en su cultura
tradicional. Desde la década de 1940 en adelante, el país atendió deliberadamente
A CONTINUACIÓN > a las
lecciones del extranjero con el n de utilizar la política pública para Entre las cuatro esquinas
impulsar su de
la imaginación pictórica
atrasado sistema educativo.
Y Corea del Sur ha seguido aprendiendo de la experiencia global incluso hasta hoy. A
veces las lecciones han provenido de experiencias de fracaso, y no de éxito. Las crisis
del este asiático que han abrumado a Corea del Sur, entre otros países de la región,
hicieron mani estas algunas de las penalidades de no contar con un sistema político
democrático plenamente funcional. Tal vez cuando las cosas avanzaron más y más en
conjunto, la voz que la democracia otorga al más débil no se extrañó de inmediato,
pero cuando sobrevino la crisis económica, y los coreanos fueron divididos y vencidos
(como sucede típicamente en tales crisis), los nuevos depauperados echaron en falta la
voz que la democracia les habría dado para protestar y para exigir un desagravio
económico. Junto con el reconocimiento de la necesidad de prestar atención a los
peligros de una recaída y a la seguridad económica, el asunto más vasto de la
democracia en sí se convirtió en el foco de atención predominante en la política de la
crisis económica. Esto ocurrió en los países afectados por las crisis, como Corea del
Sur, Indonesia, Tailandia y otros, pero además aquí se dio una lección global sobre la
manera especí ca en que la democracia contribuye a ayudar a las víctimas del desastre,
y sobre la necesidad de pensar no sólo en el "crecimiento con equidad" (el viejo lema
coreano), sino también en la "caída con seguridad".
Asimismo, la condena cultural de los prospectos de desarrollo en Ghana y otros
países africanos es simplemente pesimismo apresurado con poco fundamento
empírico.
¿Cómo importa la
cultura en el desarrollo?

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A CONTINUACIÓN >
Entre las cuatro esquinas de
la imaginación pictórica
Para empezar, no toma en¿Cómo
cuenta lo rápido que muchos países —incluida Corea del Sur
importa la
— han cambiado, en lugarcultura
de permanecer
en el desarrollo? anclados a ciertos parámetros culturales

jos. Las verdades a medias y mal identi cadas pueden ser terriblemente falaces.
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INTERDEPENDENCIA Y APRENDIZAJE A CONTINUACIÓN >

Si bien la cultura no opera en forma aislada respecto de otras inEntre las cuatro
uencias esquinas de
sociales,
la imaginación pictórica
una vez que la colocamos en la compañía adecuada, puede ayudarnos a iluminar en
gran medida nuestra comprensión del mundo, incluido el proceso de desarrollo y la
naturaleza de nuestra identidad. Permítaseme referirme de nuevo a Corea del Sur, que
tenía una sociedad mucho más educada y cultivada que la de Ghana en los años sesenta
(cuando ambas economías le parecían a Huntington tan similares). El contraste, como
ya se ha mencionado, era sustancialmente resultado de políticas públicas
implementadas en Corea del Sur durante el período posterior a la Segunda Guerra
Mundial.
Sin duda, la política pública de posguerra en torno a la educación también estaba
in uida por rasgos culturales precedentes. Sorprendería que no existiera tal conexión.
En una relación de sustento mutuo, la educación in uye sobre la cultura justo como la
cultura precedente tiene un efecto sobre las políticas educativas. Es de notarse, por
ejemplo, que casi todo país en el mundo con una fuerte presencia de la tradición
budista ha tendido a emprender un proceso generalizado de alfabetización y educación
con cierto entusiasmo. Esto es así no sólo para el Japón y Corea, sino también para
China, Tailandia y Sri Lanka. De hecho, incluso un país tan empobrecido como
Birmania [Myanmar], con un espantoso registro de opresión política y abandono
social, tiene un mayor índice de alfabetización que sus vecinos en el Subcontinente
Hindú. Considerado desde un marco más amplio, es probable que haya aquí algo que
investigar y de lo cual se pueda aprender.
Sin embargo, es importante subrayar la naturaleza interactiva del proceso en el cual
el contacto con otros países y el conocimiento generado por sus experiencias puede
transformar la práctica. Sobran indicios para decir que cuando Corea decidió avanzar
enérgicamente por medio de la educación al nal de la Segunda Guerra Mundial, estaba
in uida no sólo por su interés cultural en la educación, sino también por una nueva
comprensión del papel y la signi cación de aquélla, basada en las experiencias del
Japón y el Occidente, incluido Estados Unidos.
Las interrelaciones culturales, situadas dentro de un marco amplio, proporcionan en
¿Cómo importa la
verdad una perspectiva útil para
cultura nuestro
en el entendimiento. Esto contrasta tanto con el
desarrollo?

abandono total de la cultura (ejempli cado por algunos modelos económicos), como
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con el privilegio de la cultura en términos de aislamiento e inmovilidad (como se
observa en algunos modelos sociales de determinismo cultural). Debemos ir >más allá
A CONTINUACIÓN

de ambas posturas e integrar el papel de la cultura a otros aspectosEntre las cuatro esquinas
de nuestra vida. de
la imaginación pictórica

LA GLOBALIZACION CULTURAL
Ahora debo pasar a lo que parecería una consideración contradictoria. Cabe
preguntar: al alabar la interacción entre los países y la in uencia positiva de aprender
de los otros, ¿no estoy desatendiendo la amenaza que las interrelaciones globales
plantean a la integridad y la supervivencia de la cultura local? Es posible sostener que,
en un mundo tan dominado por el "imperialismo" cultural de las metrópolis
occidentales, sin duda la necesidad básica radica en fortalecer la resistencia, y no en
darle la bienvenida a la in uencia global.
Permítaseme decir, en primer lugar, que no hay contradicción alguna. Aprender de
los otros implica libertad y buen juicio, no estar abrumado y dominado por in uencias
externas sin tener otra opción, sin un espacio para ejercer la propia libertad y los
deseos propios. La amenaza de verse avasallado por el poder superior del mercado de
un Occidente opulento, que tiene una in uencia asimétrica sobre casi todos los
medios, trae a colación un asunto del todo distinto. En particular, no contradice de
ninguna manera la importancia de aprender de los otros.
Pero ¿cómo habríamos de considerar la invasión cultural global en sí misma como
una amenaza a las culturas locales? Hay aquí dos cuestiones de particular relevancia. La
primera se relaciona con la naturaleza de la cultura de mercado en general, ya que ésta
es parte y parcela de la globalización económica. Aquellos que encuentran vulgares y
empobrecedores los valores y las prioridades de una cultura relacionada con el
mercado (muchos de quienes adoptan esta posición pertenecen al mismo Occidente)
tienden a considerar la globalización económica como algo objetable en un nivel muy
básico. La segunda cuestión tiene que ver con la asimetría de poder entre Occidente y
otros países, y la posibilidad de que esta asimetría pueda llevar a la destrucción las
culturas locales —una pérdida que podría empobrecer culturalmente a las sociedades
no occidentales. Dado el constante bombardeo cultural que proviene en gran medida
de las metrópolis occidentales (desde MTV hasta el Kentucky Fried Chicken), existe el
¿Cómo importa la
temor genuino de que lascultura
tradiciones nativas puedan ahogarse en el estruendo.
en el desarrollo?

Las amenazas a las viejas culturas nativas en el mundo globalizado de hoy son, hasta
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cierto punto, inevitables. No es fácil resolver el problema deteniendo la globalización
de los negocios y el comercio, pues las fuerzas del intercambio económico y la
A CONTINUACIÓN > división
Entre las cuatro
del trabajo son difíciles de resistir en un mundo basado en la interacción. La esquinas de
la imaginación pictórica
globalización suscita, por supuesto, otros problemas también, y sus efectos en materia
de distribución han recibido numerosas críticas recientemente. Por otra parte, resulta
difícil negar que los negocios y el comercio globales puedan acarrear —como lo predijo
Adam Smith— una mayor prosperidad económica para cada nación. El desafío consiste
en obtener los bene cios de la globalización sobre una base participativa. Este asunto
fundamentalmente económico (que he intentado abordar en otros lugares) no tiene
por qué entretenernos, mas existe una cuestión relacionada con él dentro del campo de
la cultura, a saber: ¿cómo incrementar las opciones reales —las libertades sustantivas
— que tienen las personas a través del apoyo a las tradiciones culturales que quieran
preservar? Esta preocupación no puede ser menos que capital en cualquier esfuerzo de
desarrollo que traiga consigo transformaciones radicales en la forma de vida de las
personas.
En realidad, una respuesta natural al problema de la asimetría debe tomar la gura
del fortalecimiento a las oportunidades de la cultura local, de manera que ésta sea
capaz de defender lo suyo contra una invasión opresiva. Si los valores ajenos
predominan gracias a un mayor control de los medios, sin duda una política de
resistencia implica la ampliación de la infraestructura que corresponde a la cultura
local, con el n de que se presente la propia producción, tanto a nivel local como más
allá de las fronteras. Ésta es una respuesta positiva, antes que una tentación —una
tentación muy negativa— de proscribir la in uencia exterior.
En última instancia, la piedra de toque de ambas cuestiones debe ser la democracia.
La necesidad de un proceso participativo de toma de decisiones sobre la clase de
sociedad en que la gente quiere vivir, un proceso basado en la discusión abierta —con
las oportunidades adecuadas para la expresión de posturas minoritarias—, debe ser un
valor bien difundido. No podemos, de un lado, querer la democracia y, de otro, excluir
ciertas opciones basándonos en argumentos tradicionalistas, por su "extranjería" (sin
importar lo que la gente decida, de manera informada y re exiva). La democracia no es
consistente si las opciones de los ciudadanos quedan eliminadas por las autoridades
¿Cómo importa la
políticas, por las instituciones religiosas
cultura en o por los grandes guardianes del gusto, no
el desarrollo?

importa qué tan indecorosa consideren la nueva predilección. La cultura local puede en
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verdad necesitar asistencia para competir en términos equitativos, y el respaldo a los
gustos de las minorías frente a la embestida externa puede formarAparte de la> tarea
CONTINUACIÓN

democrática de abrir posibilidades, pero la prohibición de in uencias Entreculturales


las cuatro esquinas
de de
la imaginación pictórica
otros países no es coherente con el compromiso adquirido con la democracia y la
libertad.
Existe también un asunto más delicado que se relaciona con esta cuestión y que nos
lleva más allá de la preocupación inmediata por el bombardeo de la cultura de masas
occidental. Dicho asunto tiene que ver con la forma en que nos vemos a nosotros
mismos en el mundo —un mundo que se halla asimétricamente dominado por la
preeminencia y el poderío occidentales. Por medio de un proceso dialéctico, esto puede
derivar de hecho en la inclinación por una postura agresivamente "local" en el campo
de la cultura, como una suerte de resistencia "valiente" frente al dominio occidental. En
un notable ensayo titulado "What is a Muslim?" ["¿Qué es un musulmán?"], Akeel
Bilgrami ha señalado que las relaciones antagónicas a menudo llevan a la gente a verse
a sí misma como "el otro" —la identidad se de ne, así, a partir de una diferencia
empática que la separa de los occidentales. Un dejo de esta "otredad" puede
encontrarse en el surgimiento de numerosas de niciones que caracterizan el
nacionalismo cultural o político, el dogmatismo religioso e incluso el
fundamentalismo. Bajo su apariencia beligerante en contra de Occidente, estos
planteamientos dependen, en realidad, de aquello que combaten —si bien en una
forma negativa y opuesta. El verse a sí mismo como "el otro" no hace justicia a la
propia libertad ni a la capacidad deliberativa. Este problema también se debe tratar de
una manera que sea coherente con los valores y la práctica democráticos, si éstos han
de ser considerados prioritarios. La "solución" al problema que diagnostica Bilgrami no
puede radicar en la "prohibición" de ninguna opinión particular, sino en la discusión
pública que clari ca e ilumina la posibilidad de ser privado de la propia autonomía.
Finalmente, mencionaré que una preocupación especí ca que aún no he abordado
surge de la creencia —a menudo implícita— de que cada país o colectividad debe
mantenerse el a su "propia cultura", sin importar qué tan atractivas resulten las
"culturas extranjeras" para los habitantes. Esta posición fundamentalista no sólo
impone la necesidad de rechazar la introducción de los McDonald's y los concursos de
¿Cómo importa la
belleza en el mundo no occidental, sino que también impide gozar de Shakespeare, del
cultura en el desarrollo?

ballet y hasta de los partidos de críquet. Es obvio que esta posición, conservadora en
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extremo, ha de chocar con la función y la aceptación de las decisiones democráticas, y
no necesito reiterar lo que ya he dicho sobre el con icto entre la democracia
A CONTINUACIÓN >y el
Entre laspostura
privilegio arbitrario de cualquier práctica. Pero he de señalar que dicha cuatro esquinas de
la imaginación pictórica
también trae a colación una cuestión losó ca sobre la catalogación de las culturas
respecto de la cual Rabindranath Tagore, el poeta, ya había lanzado una advertencia.
Dicha cuestión se re ere a la disyuntiva entre de nir la propia cultura a partir del
origen geográ co de una práctica, o bien a partir del uso y disfrute mani esto de esa
actividad. Tagore (1928) mantenía, con gran fortaleza, una postura contraria a la
catalogación regional:

Cualquier producto humano que comprendemos y disfrutamos se convierte al instante


en nuestro, dondequiera que tenga su origen. Estoy orgulloso de mi humanidad cuando
puedo reconocer a los poetas y los artistas de otros países como míos. Que se me
consienta sentir con un júbilo prístino que todas las glorias del hombre son mías. -

— Traducción de Marianela Santoveña

Estos fragmentos corresponden al capítulo "How Does Culture Matter?", publicado


originalmente en el libro Culture and Public Action / The International Bank for
Reconstruction and Development, Stanford University Press, 2004. La presente traducción
es responsabilidad de Letras Libres. En caso de discrepancias con la versión original, esta
última se tomará por de nitiva. Los datos, interpretaciones y conclusiones aquí expresados no
necesariamente re ejan el punto de vista del Directorio Ejecutivo del Banco Mundial, o de los
gobiernos que representa. El Banco Mundial no garantiza la exactitud de los datos incluidos
en este trabajo.

Tags: Cultura, Amartya Sen, desarrollo, pobreza


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No.71 / Noviembre 2004

La ilusión del progreso

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No.257 / Mayo 2020

La democracia después de
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