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Introducción histórica
Cuando a fines del siglo pasado comenzó a masificarse la educación básica se creó la
necesidad de construir edificios para escuelas. Pero en esos momentos el libro ya se
había inventado, entonces seguramente a algún arquitecto se le habrá ocurrido hacer
un edificio escolar con una sala para la biblioteca. También es probable que las aulas
hayan tomado la forma clásica de aquellas aulas universitarias donde se combinaba la
voz del maestro: lo auditivo y sus escrituras y dibujos en la pizarra: lo visual. Más
tarde, se mejoró mucho más lo visual que lo auditivo; después de las típicas
ilustraciones de los mapas e ilustraciones, aparecieron el proyector de diapositivas, el
proyector de transparencias y mucho más tarde el video-reproductor. Ninguna de
estas apariciones de tecnología visual modificó el aula substancialmente. Éstas
continuaron teniendo sus alumnos sentados uno tras otros mirándose la nuca, quizás
con la finalidad de que atendieran solamente a lo que decía el maestro. Así funcionó la
escuela durante aproximadamente 100 años y de pronto apareció el microordenador:
primer instrumento visual, auditivo y táctil capaz de interactuar con el ser humano. Es
natural que muchos profesionales de la educación hayan visto en ella buenas
posibilidades de ser utilizada en la escuela. Cuando esto ocurrió los edificios de las
escuelas ya estaban construidos en función de las modalidades existentes. Entonces,
surgió, junto a esta nueva esperanza de contar con nuevos medios educativos un
nuevo problema: ¿Dónde poner los microordenadores en la escuela? La mayoría de las
escuelas tuvo que emplear una sala destinada a aula, o biblioteca, o museo para ubicar
el aula informática.
Muchas de las aulas informáticas actuales fueron creadas con los criterios citados, sin
embargo, éstas fueron variando paulatinamente en función de las necesidades
curriculares. En realidad, la organización del aula informática debería estar
determinada preferentemente por necesidades curriculares y menos por otros factores.
La incorporación de otros recursos materiales didácticos se hizo por esas necesidades,
por ejemplo el video-reproductor que no necesitó de los maestros mucha preparación
previa para su uso. Sin embargo, el microordenador se incorporó a la escuela cuando
el maestro todavía no sabía cómo explotar sus virtudes en función de las necesidades
curriculares. En los últimos años se observó que las necesidades curriculares tienen
una mayor influencia en la organización del aula informática, esto ha ocurrido por la
aparición de software educativo más amigable y útil para los maestros y también por
una mejor preparación de éstos.
Aspectos de la organización del aula informática
Hoy podemos observar aulas con microordenadores en red o no, dispuestas alrededor
de las paredes de la sala que dejan un importante espacio interno donde hay mesas
vacías que los alumnos utilizan para realizar tareas combinadas. Esta disposición
diferente a la tradicional se debe fundamentalmente a la aparición de nuevos
programas educativos computacionales más amigables y a la mayor seguridad que los
maestros han adquirido en el empleo de los microordenadores. El maestro ha
trasladado muchas actividades habituales del aula común al aula informática y aquí las
ha potenciado con el microordenador. Una actividad combinada implica que el alumno,
por ejemplo, escribirá e imprimirá un cuento en el microordenador y luego pegará
alguna figura recortada referente al tema, o dibujará para producir un material que
formará su carpeta de trabajo escolar en algún tema como ciencias naturales o
sociales. En otras palabras, la tendencia nos sugiere que los maestros irán
paulatinamente incorporando la computadora a las actividades áulicas. Entonces, lo
que hoy está progresivamente determinando la disposición del equipamiento
del aula informática es el estilo del maestro que está ligado
fundamentalmente a su preparación y a las necesidades curriculares actuales.
En perspectiva
Coordinador