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Tercer Domingo de Cuaresma

Santo Tomás de Aquino


La Pasión de Cristo nos libró del pecado

Nos amó y nos lavó de nuestros pecados con su sangre (Apoc. 1,5).
La Pasión de Cristo es la causa propia del perdón de los pecados, de tres maneras:
1) Excitando a la caridad, porque como dice el Apóstol: Dios hace brillar su caridad en
nosotros; porque, aun cuando éramos pecadores, en su tiempo murió Cristo por nosotros
(Rom. 5, 8-9). Mas por la caridad conseguimos el perdón de los pecados, según aquello:
Perdonados le son muchos pecados, porque amó mucho (Luc. 7,47).
2) La Pasión de Cristo causa el perdón de los pecados por modo de redención. Pues, como Él
es nuestra cabeza, por la Pasión, que sufrió por caridad y obediencia, nos libró de los
pecados como a miembros suyos, per el precio de su Pasión; como si un hombre, mediante
alguna obra meritoria que ejerciere con sus manos, se redimiese de los pecados que cometió
con los pies; pues así como un cuerpo natural es uno solo, compuesto por diferentes
miembros, así toda la Iglesia, que es el cuerpo místico de Cristo, se computa como una sola
persona con su cabeza, que es Cristo.
3) Por modo de causa eficiente, por cuanto la carne, según la cual Cristo sufrió la Pasión, es
instrumento de la divinidad, y por lo tanto sus pasiones y acciones son ejecutadas por virtud
divina para expulsar el pecado.
Ciertamente Cristo nos libró de los pecados por su Pasión como por una causa, esto es, instituyendo
la causa de nuestra liberación, de modo que por ella pudiesen ser perdonados todos los pecados
pasados, presentes y futiros; como si un médico confeccionase una medicina por la cual pudieran
curarse cualesquiera enfermedades, aun en el futuro.
Mas, puesto que la Pasión de Cristo precedió como cierta causa universal del perdón de los pecados,
es necesario que sea aplicada a cada uno para borrar los pecados propios. Esto se hace por el
bautismo, la penitencia y otros sacramentos que reciben la virtud de la Pasión de Cristo.
También por la fe se nos aplica la Pasión de Cristo para percibir su fruto, según aquello: A quien
Dios ha propuesto en propiciación por la fe en su sangre (Rom. 3,25). Mas la fe por la que somos
purificados del pecado, no es la fe informe que puede existir con el pecado, sino la fe informada por
la caridad; para que de ese modo nos sea aplicada la Pasión de Cristo, no solamente en cuanto al
entendimiento, sino también en cuanto a la voluntad y la parte afectiva. Y por este modo se
perdonan también los pecados por virtud de la Pasión de Cristo.
(3ª, q. XLIX, a. 1)
San Juan de la Cruz
Fragmento del “Romance sobre el Evangelio In principio erat Verbum,
acerca de la Santísima Trinidad”.
-Hágase, pues -dijo el Padre-, y se vendría con ellos,
y con ellos moraría;
que tu amor lo merecía.
y que Dios sería hombre,
Y en este dicho que dijo,
el mundo criado había; y que el hombre Dios sería,
palacio para la esposa, y [que] trataría con ellos,
hecho en gran sabiduría; comería y bebería;
y que con ellos contino
el cual en dos aposentos,
él mismo se quedaría,
alto y bajo dividía.
El bajo de diferencias hasta que se consumase
infinitas componía; este siglo que corría,
mas el alto hermoseaba cuando se gozaran juntos
en eterna melodía.
de admirable pedrería, Porque él era la cabeza
porque conozca la esposa
el Esposo que tenía. de la esposa que tenía,
En el alto colocaba a la cual todos los miembros
la angélica jerarquía; de los justos juntaría,
que son cuerpo de la esposa,
pero la natura humana
a la cual él tomaría
en el bajo la ponía,
por ser en su compostura en sus brazos tiernamente,
algo de menor valía. y allí su amor la diría;
Y aunque el ser y los lugares y que así juntos en uno
al Padre la llevaría,
de esta suerte los partía;
donde del mismo deleite
pero todos son un cuerpo
de la esposa que decía; que Dios goza, gozaría.
que el amor de un mismo Esposo Que como el Padre y el Hijo,
una esposa los hacía. y el que de ellos procedía,
el uno vive en el otro,
Los de arriba poseían
así la esposa sería,
el Esposo en alegría,
los de abajo en esperanza que, dentro de Dios absorta,
de fe que les infundía, vida de Dios viviría.
diciéndoles que algún tiempo
(…) Ya que el tiempo era llegado
él los engrandecería, en que hacerse convenía
y que aquella su bajeza el rescate de la esposa,
él se la levantaría, que en duro yugo servía
de manera que ninguno
ya la vituperaría; debajo de aquella ley
que Moisés dado le había,
porque en todo semejante el Padre con amor tierno
él a ellos se haría
de esta manera decía:
-Ya ves, Hijo, que a tu esposa
a tu imagen hecho había,
y en lo que a ti se parece
contigo bien convenía;
pero difiere en la carne
que en tu simple ser no había.
En lo amores perfectos
esta ley se requería:
que se haga semejante
el amante a quien quería;
que la mayor semejanza
más deleite contenía;
el cual, sin duda, en tu esposa
grandemente crecería
si te viere semejante
en la carne que tenía.
-Mi voluntad es la tuya
-el Hijo le respondía-,
y la gloria que yo tengo
es tu voluntad ser mía,
y a mí me conviene, Padre,
lo que tu Alteza decía,
porque por esta manera
tu bondad más se vería;
veráse tu gran potencia,
justicia y sabiduría;
irélo a decir al mundo
y noticia le daría
de tu belleza y dulzura
y de tu soberanía.
Iré a buscar a mi esposa,
y sobre mí tomaría
sus fatigas y trabajos,
en que tanto padecía;
y porque ella vida tenga,
yo por ella moriría,
y sacándola del lago
a ti te la volvería.

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