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INTEGRIDAD

UN PENSAMIENTO PARA SERVIDORES PÚBLICOS


Por: Jonatan Lopez

La integridad es una decisión personal y una vivencia diaria, una determinación contracultural que
podría generarle muchos problemas y que tristemente a muchos, les ha costado la vida… ¿Cuál sería
la mejor actitud frente al problema de falta de integridad, continuar luchando o ser indiferente?
Ambas opciones implican un precio que pagar, sea por los inconvenientes que pueden surgir en la
defensa de la integridad, o en la impotencia y la tensión que implican el asumir una actitud de
silencio.

Colombia como el 14° país de la región, y el 96° país a nivel mundial con el mayor índice de
percepción en corrupción, demanda desde cada uno de sus servidores públicos acciones que
propendan hacia la integridad y la lucha contra la corrupción. Nótese bien, no solo, es mejorar un
índice o una posición en un indicador, es un deber ser con la ciudadanía, quienes, ante tantos
atropellos, tienen una deteriorada confianza y credibilidad frente a sus servidores públicos. Una
ciudadanía que ha sufrido violencias no solo a través del conflicto armado, si no en las injusticias e
impunidades como receptores de un servicio, y que tristemente comienzan a considerar “moral” el
hecho de “no ser íntegros”, porque consideran es una forma de venganza o de empate con respecto
al estado.

Frente a la integridad y el problema de corrupción todos somos responsables, sea cuando callamos,
cuando omitimos o accionamos. El discurso del valioso cambio de “uno entre mil” parece irrisorio,
poco viable y esperanzador, especialmente cuando la ciudadanía ha adoptado la cultura del avivato
como parte de su supervivencia, y ha asumido la indiferencia como garante de un estatus quo. Sin
embargo, como servidores de una entidad formadora de sujetos, deviene una responsabilidad para
ejemplificar y no dejar sucumbir estas cualidades frente a las circunstancias del contexto.

Diariamente somos promotores, gestores y líderes del cambio en cada ambiente de formación, en
cada dependencia, con emprendedores, empresarios y aprendices. Perseverar en el ejercicio de
nutrir de valores a las nuevas generaciones y favorecer la transición en hábitos a las generaciones
anteriores, constituye uno de los deberes ser en la educación y una motivación en pro de seguir
construyendo de manera colectiva ese ideal de país que cada uno tenemos.

No es un ejercicio fácil, a muchos líderes sociales la defensa de los derechos de sus colectivos les ha
costado su vida. Muchas personas han sufrido de fenómenos de exclusión y desprestigio en sus
hogares y lugares de trabajo. No obstante, cuando la integridad se convierte en una premisa de vida
y se constituye en algo que duele como sujeto y como país, habrá convicción para mantenerla sin
importar las circunstancias, asumiendo el precio para ejemplificarla e inspirar a través de ella.

La invitación es a no perder la esperanza y a continuar en el ejercicio, la integridad es un elemento


que atraviesa todas las dimensiones del hombre en lo personal y lo laboral. No es un talento nato,
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pero si una opción voluntaria de quererse transformar y transformar a otros en el proceso.


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