Recién iniciaba el ciclo escolar 1965-1966 en la Escuela Primaria Federal Lic.
José Ma. Pino Suárez en el municipio de Tenosique, Tabasco era el mes de septiembre, y este año según recuerdo, fue el único año en que mi hermano mayor y yo compartimos la misma institución académica. Nuestras actividades iniciaban muy temprano en casa, ya que asistíamos a mi padre todos los días a las seis de la mañana en ir a ordeñar dos vacas que mantenía en un encierro de dos hectáreas en lo que hoy forma parte de la colonia Luis Gómez Zepeda y que por aquellos años eran sin que nadie lo supiera terrenos nacionales, pues todos consideraban o creían que eran de terrenos del extinto ferrocarril del sureste. Ahí en esa zona vivimos por casi diez años en el complejo viviendístico multifamiliar conocido más comúnmente como el galerón el cual se componía de una estructura a dos aguas de artesón de madera y láminas de aluminio con un pasillo central común para catorce viviendas familiares que se unía por una pared divisoria con el almacén general que estaba a cargo del jefe de talleres. Los talleres de ferrocarriles que era una estructura paralela al galerón y que estaba construido por columnas y artesonado con rieles y techado por igual con láminas de aluminio, al cual accedían cinco vías, una que corría paralela a la estructura del almacén y galerón y terminaba en la rampa de carga y descarga y otras cuatro que concluían al interior del taller. Pero bien, después de llegar a casa con la leche fresca mi hermano y yo corríamos por la masa para el desayuno, al molino de nixtamal del tío Domingo Llergo, que aún existe y de paso por algunos víveres a la tienda de las quince letras de don Pedro López, así corriendo, pues el tiempo también vuela nuestra madre preparaba el desayuno, para que pudiéramos partir a la escuela con el estómago lleno, no sin antes darnos la bendición y motivarnos con la psicoterapia mañanera ¡córranle, porque si los regresan los majo a palos! Así que con nuestro sabucán al hombro los pies apenas si se nos veían pues la sentencia la escuchábamos aun a cuatrocientos metros de lejos, ya que la escuela nos quedaba como a seiscientos metros de distancia de la casa. Siempre llegamos a tiempo, ya en la escuela nos formaban a todos por grupo y así tomando nuestra distancia uno de otro entrábamos a los salones por orden de grado en forma ordenada salón por salón. Era el mes de septiembre como les comenté al inicio y es que luego de entrar al salón a dejar nuestros bultos escolares, éramos retirados de nuevo para ir a practicar el desfile del dieciséis de septiembre en el boulevard Miguel Alemán Velazco, luego calle veintiséis y hoy paseo de la lealtad. La feria del pueblo se celebra también en este mes del doce al dieciséis de septiembre, por eso el grito de independencia ha sido siempre muy concurrido, ya que los juegos mecánicos en esos años se colocaban a un costado del Palacio municipal y el boulevard Miguel Alemán, en ambos carriles se llenaba de puestos de comerciantes que puntualmente llegaban para estas fechas desde el parque central hasta la calle treinta y uno que queda justamente a un costado de la parroquia del Sr. De San Román. Por otra parte, la feria ganadera tenía su parque e instalaciones el cual es conocido hasta el día de hoy como Quinta Petunia y que estaba a las afueras, distante a unos quinientos metros más o menos del centro de la ciudad. Ahí se daban cita los criadores de ganado bovino de la región, y de otros estados del sureste de México, Siempre estuvieron presentes los fotógrafos con sus maniquís de caballos, ponis y trajes de charro para los niños y adultos, de la cual se conservan algunas fotografías en blanco y negro, como recuerdo de esos años. Este parque ganadero cuenta dentro de sus instalaciones con una plaza de toros que también es usada para las competencias charras. Pasó el día del grito de independencia y al otro día dio inicio el desfile escolar conmemorativo a la celebración de un aniversario más del inicio de la lucha por la independencia de México de España. Mi hermano y yo salimos de casa para participar en el desfile, el cual lo hicimos con el ánimo y gusto de salir en la celebración, para que al terminar el mismo pudiésemos ir a visitar los puestos de los comerciantes a quienes los habitantes del pueblo conocían de manera común, como los coletos probablemente por venir de la ciudad de San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Así lo hicimos, juntos caminamos el entramado de los puestos donde los dulces de frutos secos, membrillos, cajetas de durazno, juguetes artesanales como el trompo y los baleros, los tiros al blanco, los futbolitos, la lotería, la ruleta y juegos mecánicos, se vieron concurridos por una avalancha de chicos de las diversas escuelas primarias y la secundaria estatal. Todos corríamos ese día al sentirnos libres dentro de la celebración del último día de feria del pueblo, había chicos por todos lados y sentir por vez primera la sensación de disfrutar solos el momento que nos hace crecer los sueños de creer que podemos volar. Así y sin saber cómo llegamos, nos encontrábamos ya en la Quinta Petunia, parados ambos a la orilla de dos estanques separado uno de otro como por cinco metros, uno vacío que nos permitió apreciar la profundidad y dimensiones del mismo y otro lleno de agua, con seguridad de lluvia pues no se le veía por ningún lado alguna instalación hidráulica que les llevara el vital líquido y cuyo color era verde alga intenso. Ahí una docena de chicos mayores a nosotros dos, se divertían bañándose en una algarabía que nos fue contagiando, se sumergían, saltaban al agua, entrando y saliendo del estanque más rápido de lo imaginado, estupefactos continuamos mirando un largo tiempo, sentados a la sombra de un naranjo, ya que el estanque se encontraba semi oculto en un huerto de cítricos. Pasó el tiempo y el número de muchachos fue disminuyendo, hasta quedar unos cuantos, momento en que mi hermano mayor tomó la decisión de quitarse su camisa y pantalón y caminar alrededor del estanque como queriendo sumergirse en esa verde y contaminada agua, criadero de sapos, ya que cientos de guarisapos nadaban en la superficie del mismo que pude percibir al acercarnos a la orilla. Las dimensiones de aquel estanque eran aproximadamente de 6 X 3 X 2 mts., es decir seis metros de largo, tres metros de ancho y dos metros de profundidad. Y es que después de haber observado como todos los chicos se divirtieron mi hermano había tomado la determinación de experimentar lo mismo. Caminó alrededor unas diez vueltas antes de animarse a sumergirse, en esos momentos únicamente él y yo quedamos en el estanque, simuló en varias ocasiones su lance el cual acompañaba caminando a lo largo y contando los segundos que tardaría en llegar al otro extremo, hasta que llegó el momento en que tomó impulso y se lanzó a lo desconocido. Solos los dos, él sin saber nadar al igual que yo lo vi sumergirse y desaparecer en las sucias aguas, los segundos que contaba al caminar a lo largo del estanque, los repetía yo en mi mente los cuales viví como una eternidad, ya que desde que entró al agua desapareció, supongo que movió sus pequeños brazos y piernas con desesperación con la esperanza de tocar el otro extremo del estanque conteniendo su respiración, se me agotaron los segundos del tiempo que supuso tardaría en cruzar al otro extremo y nunca surgió, corrí con desesperación y me tendí de bruces en la orilla del estanque metí mis manos en el agua lo más profundo que alcancé, cuando toque su suave cabellera que se hundía en las sucias aguas cerré mi mano y lo tomé por el cabello rescatándolo justo en el momento en que se iba al fondo del estanque. Pude ver sus ojos de alivio, de alegría, de susto, de temor, de desesperanza, una mezcla inolvidable de emociones y sentimientos que sintió supongo al sentirse vuelto a la vida. ¡Qué tributo a la vida, qué inolvidable lección! Puedo pensar que alguien estuvo siempre cerca de nosotros, alguien sobrenatural y maravilloso equiparable a algún ángel, que se hizo real al permitirme extender mi brazo más allá de lo imaginable. La vida y el tiempo son los mejores maestros… La vida nos enseña a aprovechar el tiempo y el tiempo a valorar la vida. Así que disfruten cada día, tomados de la mano de Dios. Gracias Dios.