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ARTE LATINOAMERICANO:

(Por: Carlos Tulio Franco Duque, Maestro en Artes Plásticas de la Universidad Nacional,
Medellín, Colombia)

Latinoamericano: concerniente o referido a América Latina.

Arte realizado o relacionado con las realidades del proceso histórico, étnico, socioeconómico,
cultural, estético, artístico de los países que hoy en día se conocen como “latinoamericanos”.

El concepto de arte latinoamericano se refiere al que se realizó o se realiza en los países


latinoamericanos, es decir, en la zona del globo terráqueo que corresponde al continente o
islas que hacen parte de lo que se conoce como continente americano, donde en su habla
predomina el lenguaje que deviene de las lenguas latinas, tales como el castellano, el
portugués, el francés, el italiano, en contraposición de los lugares o países americanos donde
se habla una lengua de origen anglosajón, como la inglesa en los Estados Unidos, e incluso la
francesa, como sucede en Canadá. En general se entiende por arte latinoamericano el
desarrollado en los países que en el mapa del continente americano se ubican desde México
hasta la Patagonia, incluyendo a Brasil (cuya lengua es el portugués), y a las islas de la región
Caribe (que tienen lenguas derivadas del castellano, del francés, e incluso del inglés) pero que
han tenido en su proceso histórico y cultural vínculos importantes con la cultura
latinoamericana, en la cual predomina la lengua castellana.

Por arte latinoamericano, se comprende, en fin, al desarrollado con toda independencia y


particularidad, por los artistas de América Latina que, luego de un proceso histórico marcado e
influenciado por el poder de los países colonialistas europeos en una primera instancia, y luego
por las políticas colonialistas en el continente americano por parte de los Estados Unidos, y
que tomando conciencia de su unidad cultural, lingüística, e histórica, comienzan a reivindicar
su propio pasado ancestral, retomando en sus temáticas o exaltando el arte de las grandes
culturas precolombinas, o retomando elementos del arte popular de los pueblos de América
Latina. Este proceso de identificación del arte latinoamericano comienza a finales del siglo XIX
y se consolida a principios del siglo XX, cuando muchos artistas de la región viajan a Europa,
principalmente a París, que era el centro artístico y cultural donde se desarrollaban una
cantidad de propuestas artísticas que a la postre marcaron una revolución en el arte moderno,
y se vieron influenciados por lo que en la historia del arte se conocen como vanguardias
artísticas, tales como el cubismo, el surrealismo, el constructivismo, el expresionismo, el
abstraccionismo, etc. Algunos de los artistas latinoamericanos aportaron de forma vital al
desarrollo de estas tendencias artísticas e incluso las enriquecieron con sus propuestas
originales y novedosas por medio de las cuales dejaron constancia de que se podía hablar
ahora de un arte latinoamericano, con características expresivas y creativas propias que, de
alguna u otra forma, se contraponía al arte europeo u occidental en general.
ARTE LATINOAMERICANO COLONIAL:

Se refiere al desarrollado en los países de América Latina durante el período histórico


correspondiente al proceso de colonización por parte de la corona española, entre los siglos
XVI y XVIII. Se caracterizó básicamente por la imposición violenta de los elementos de
catequización y adoctrinamiento en los asuntos religiosos relacionados con el poder ideológico
derivado de la Iglesia Católica y que se expresó, en términos del arte, en influencias de los
estilos románico, barroco, manierista, rococó y algo de gótico, tanto en la arquitectura como
en la pintura y la ornamentación de iglesias y catedrales. Sin embargo estos estilos europeos
fueron adoptados o transformados por los pueblos aborígenes colonizados, que en muchos
casos agregaron o yuxtapusieron elementos propios de sus culturas en un proceso de
sincretismo cultural, es decir, que de alguna u otra forma seguían expresando, a través de
formas artísticas foráneas contenidos camuflados de sus creencias ancestrales, siendo de
particular importancia artística y estética las obras que en este sentido se desarrollaron en
países como México y Perú, dando paso a un nuevo estilo, que en la historia del arte se conoce
como barroquismo latinoamericano.

ARTE LATINOAMERICANO REPUBLICANO:

A finales del siglo XVIII y a inicios y hasta mediados del siglo XIX, en general, se llevan a cabo
los procesos de emancipación e independencia de los pueblos latinoamericanos respecto a la
dominación española. Las ideas de la ilustración y de los enciclopedistas franceses, así como
los elementos de modernización e industrialización que se consolidaban en Inglaterra y
Norteamérica, influyeron en forma significativa en la concientización de que los pueblos
latinoamericanos tenían derecho a la autodeterminación e independencia, lo cual hizo posible
que surgieran una serie de líderes o caudillos que supieron interpretar esta nueva realidad y
supieron ganarse el apoyo de gran parte de la población mestiza, indígena y negra, así como de
los criollos acaudalados e inconformes con el seguir pagando tributo a la corona española. A
partir de este interés independentista y sobre todo a la influencia colonialista de los países que
en un principio propagaron la idea de libertad, igualdad y fraternidad (Francia, Inglaterra,
Estados Unidos, que en la práctica lo que hacían era repartirse el poder sobre las colonias a las
que subyugaban en el globo terráqueo), y muy a su pesar y contra el esfuerzo realizado por
libertadores, que, como en el caso de Simón Bolívar, propendían por la conformación de una
confederación de países latinoamericanos sin límites, sin fronteras, es decir, una unidad
territorial, histórica, espacial, lingüística, cultural, económica, y debido a los egoístas intereses
de terratenientes, o dueños de minas, o comerciantes ricos o de incipientes industriales
criollos, y a la mecánica misma de una época que iba preparando el terreno del nuevo tipo de
colonización e imperialismo por parte de las nuevas metrópolis, los pueblos latinoamericanos
se ven envueltos en largos períodos de guerra entre ellos mismos; proyectos que hubieran
podido ser viables y prodigioso crisol donde se mezclaren y fundieren elementos que pudieren,
tal vez (pero en esta historia, el tal vez como posibilidad existía, pero no se pudo realizar; hoy
se da de hecho el de que la comunidad económica europea sea una realidad, ¿ y qué de la
integración ahora de los países latinoamericanos?) dar como resultado una gran cultura y
proyecto humano sui géneris en la humanidad, se ve truncado. Se constituyen y conforman,
entonces, las repúblicas o naciones que, básicamente hoy conocemos como países
latinoamericanos, que cada uno, según sus mayores o menores influencias con respecto a las
grandes metrópolis de Europa o Norteamérica, (Londres, París, Ámsterdam, Mississippi…) en
términos del arte, se verán influenciados en su arquitectura, pintura, escultura, música,
literatura, etc., y es, de todas formas, la puerta de entrada dolorosa, forzada de Latinoamérica
-ya forzada y violada en su expresión cultural durante la época de conquista y colonialización
por parte de España- a la modernidad, a una especie de vida cosmopolita, por lo menos en las
incipientes ciudades que se iban conformando, apareciendo o desapareciendo según fueran de
utilidad o no a los intereses del capitalismo, nuevo modelo económico que empezaría a regir
aquí y en otras partes del orbe.

La relación entre arte y ciencia fue muy importante en algunos proyectos relacionados con el
conocimiento de la realidad latinoamericana. Como ejemplo particular vale señalar la
Expedición Botánica en Colombia, dirigida por José Celestino Mutis, la cual dejó una gran
cantidad de registro gráfico, ilustrativo y pictórico sobre plantas, flores, paisajes rurales y de
poblaciones, tipos humanos, y de otros aspectos concernientes al medio en los cuales los
artistas se veían inmersos y cuestionados respecto a lo que es la representación y respecto a lo
maravilloso de la realidad que se presentaba a sus ojos y que de alguna forma sutil, técnica,
utilizando incluso pigmentos no conocidos por los pintores europeos, daban cuenta de la
magnificencia y riqueza de motivos o temáticas pintorescos. Igualmente otros pintores o
dibujantes ingleses, franceses y criollos dejaron plasmados en dibujos y acuarelas escenas,
retratos, paisajes, episodios de guerras, etc., que quedaron como testimonio de una
interpretación de la realidad supuestamente captada directamente, in situ, pero que de todas
maneras estaba atravesada por una visión eurocentrista, es decir, representada gráficamente
según los cánones y procedimientos impuestos por las formas de figuración y representación
del cuerpo, del espacio, de la arquitectura perspectivística propias de una escuela de arte
europea. Sin embargo, como se dijo anteriormente, esta fue una buena fuente para que
algunos artistas trascendieran lo anecdótico y se interesaran en lo sensible, e influenciados por
el impresionismo, movimiento pictórico que estaba en su apogeo en París, empezaron a
realizar trabajos interesantes en este sentido, de captar lo efímero y mágico del paisaje del
momento, pero agregando a su percepción la luz, el color, lo exuberante de una tierra de
trópico poblada con gran cantidad de tipos humanos, razas diferentes que son representación
de lo que, luego, alguien llamó raza cósmica, que al fin de cuenta no es sino la expresión
positiva de traer a cuento, y reconocer, que en América Latina confluyen, se contraponen, se
pelean, se integran, se rechazan, se buscan, se niegan, se esconden, se desaparecen, se
abrazan y nuevamente el mismo juego, pero distinto, todo el mundo, porque aquí hay kunas,
huitotos, emberá, katíos, paeces, wayuu, guambianos, úwa, araucanos… indios de mucho
antes de los españoles, españoles que también eran de por sí iberios, o traían de celta, de
griego, de romano, de árabe o de judío, de vascos y de catalanes y de gallegos; africanos de
toda tierra de África: bantú, congolés, batá, siboney, cimarrón que congregó a todas las
naciones de raza negra en los palenques; vikingos, irlandeses, franceses, portugueses,
italianos, alemanes; chinos, coreanos, japoneses; polinesios, polacos, armenios,
paquistaníes….etc., etc., etc. Que todo mundo quiso venirse para acá, y todo mundo quiso
buscar aventura… O que se reclutó gente de todos lados para ser carne de cañón para la
Primera Guerra Mundial 1900.
Tener conciencia de esta libertad para relacionarse con el resto de personas del mundo
posibilitó al artista latinoamericano, en su idiosincrasia, entrar, inconsciente o
conscientemente en la modernidad, en el mundo del arte contemporáneo.

ARTE LATINOAMERICANO MODERNO:

Identidad y modernidad en la historia del arte latinoamericano.


Christine Frérot
En: Identidades. Artistas de América Latina y del Caribe. BID. París, 1999

“La América Latina en proceso de “inventarse”, tal como la describen el historiador mexicano
Edmundo O'Gorman y el esteta peruano Juan Acha, es una constante que convierte la
movilidad en prisma interpretativo para observar la historia del arte moderno de este
continente. Ubicados en su ser europeo y la necesaria pertenencia a una cultura nacional, los
artistas buscarán desde comienzos de siglo y particularmente durante los años veinte, una
identificación con Europa y la modernidad, ponderando los límites de esta mirada en el espejo
y pretendiendo instaurar sus diferencias. (…)

Los artistas se han sentido, a través de sus obras, según los momentos y en grados diferentes,
más “latinoamericanos” o más “europeos”. Este sentimiento que se refleja en sus creaciones
artísticas con intensidad y éxitos distintos, nació bajo la presión de una variedad de influencias
y acontecimientos ligados a la situación interior y a las contingencias exteriores. La diversidad
de los países, pese a la historia y la cultura comunes, es una realidad inseparable de su unidad.

Por una parte los cambios históricos y sociales suceden en tiempos diferentes: la revolución
mexicana engendra el movimiento muralista, el constructivismo del Río de la Plata nace en un
espacio geográfico y cultural impregnado por la inmigración europea dominante, la
urbanización y el desarrollo tecnológico son el contexto del auge del arte concreto en el Brasil,
etc. Pero por otra parte, la incidencia del pasado precolombino se inscribe profundamente en
la actualidad de las memorias y la búsqueda de identidad (…)

Los artistas latinoamericanos se orientarán hacia un camino creativo que evidencie y cierna en
términos plásticos su propia identidad. (…) El arte latinoamericano del siglo XX relata la historia
de identidades múltiples, la de América Latina pensada como realidad colectiva, pero también
como manera individual de ser. Se trata de dos visiones diferentes, a veces antagónicas, que
algunos artistas logran amalgamar al servicio de sus designios conceptuales o ideológicos.
Variedad de lugares, de historias y de sociedades, a la vez que heterogeneidad de corrientes,
producciones, posturas y compromisos. (…)
A lo largo de la primera mitad del siglo la producción artística latinoamericana se divide en dos
corrientes. La primera, figurativa y narrativa en el Norte (México), fue un movimiento
comprometido de arte público y mural que halló un terreno favorable con las ideas y el
gobierno surgidos de la Revolución de 1910. Nacido en 1922, este arte oficial ocupará el
terreno durante cuarenta años. Más de mil pinturas murales serán realizadas en todo el país
(edificios públicos y privados), así como fuera de México, principalmente en Estados Unidos. La
escuela mexicana de pintura es una experiencia sui géneris que no tiene equivalente en
nuestro siglo. Construida alrededor de una teoría, servida por artistas militantes, aspiró a ser el
testimonio de la afirmación de la nacionalidad a través de la representación de la historia, de
costumbres, tradiciones y luchas sociales y políticas de la época. Tres pintores, Diego Rivera
(1886-1957), José Clemente Orozco (1883-1949) y David Alfaro Siqueiros (1896-1974),
llamados “los tres grandes”, desarrollarán líneas estéticas diferentes articuladas en torno a un
arte público, político y realista: del formalismo literario de Rivera (que había sido cubista en
París) hasta el expresionismo caricatural de Orozco, pasando por las experimentaciones
técnico-espaciales de Siqueiros. Respaldados por el Taller de Gráfica Popular creado en 1937,
la imbricación de arte y política será en México hasta los años setenta el eje conductor de las
relaciones entre los artistas y el estado.

La influencia del realismo social y la urgencia circunstancial de un arte comprometido también


se hará sentir en Argentina con Antonio Berni, en Brasil con Cándido Portinari y Emilio di
Cavalcanti, así como en el movimiento mural chicano que se desarrollará durante las tres
últimas décadas en todo el sur de Estados Unidos. La dimensión social y política de la creación
atravesará el curso de la historia del arte latinoamericano, simultáneamente a la interrogación
por la identidad.

En el Sur, la situación es algo diferente por la aparición de un polo abstracto, geométrico y


constructivista. Estamos ante el dominio de la forma, antes que del contenido y la función del
arte, así como ante las interrogaciones sobre el espacio y su relación con los problemas de
construcción. La modernidad se instala más rápido el Río de la Plata y Brasil, donde los viajes
de ida y vuelta a Europa emprendidos por numerosos artistas gravitan de manera
determinante sobre sus evoluciones. En Uruguay y Argentina surgen los movimientos más
importantes con artistas como Joaquín Torres García (1874-1949) (…) Torres García cumple un
papel de faro, maestro indiscutible, inspirador de varias generaciones. Los cuarenta y dos años
que pasó fuera de América Latina (Barcelona, New York y París) le revelaron la profundidad y la
fuerza de sus orígenes, conduciéndolo a la invención de un lenguaje personal. Su arte
constructivista oscila de la tradición a la universalidad, de lo primitivo a lo contemporáneo, de
la figuración a la abstracción. Sus textos fundadores, entre los que destaca Querer Construir
(París, reveu Cercle el Carré, 1931), La Escuela del Sur (Montevideo, 1935) y El Universalismo
Constructivista (Buenos Aires, 1944) forman un sólido corpus teórico, impregnado por el
impacto de su célebre fórmula: Nuestro Norte es el Sur. Lo racional y lo sensible se equilibran
en una geometría humanista de la memoria donde el signo, considerado como “la tradición del
hombre abstracto” es al mismo tiempo mito y estructura. (…)
Pero además existe una tercera corriente que cubre tanto el Norte como el Sur del continente.
Que se trata de lo “real maravilloso” descrito por el cubano Alejo Carpentier para referirse a la
pintura de Wilfredo Lam (…) En “la maravillosa realidad en sí misma” que es América, artistas
tan diferentes como Wilfredo Lam (Sagua la Grande, Cuba, 1902-1982), Roberto Matta
(Santiago de Chile, 1911) o Rufino Tamayo (Oaxaca, 1899-1991) han superado influencias y
cruces variados (el cubismo, Picasso, el surrealismo, el expresionismo norteamericano),
construyendo una escritura pictural propia, creando un auténtico lenguaje iconográfico a partir
de una pluralidad de fuentes atravesadas por sedimentos identitarios, lo que les permite
figurar junto a los grandes artistas del arte occidental.

Rufino Tamayo supo conjugar el interés por su cultura de origen indígena-la estatuaria
zapoteca- y la apertura a la modernidad para elaborar una iconografía fantasmagórica a partir
de animales, frutas y figuras femeninas. La utilización de colores vivos (rosado, rojo, azul,
verde) y un trabajo paciente sobre la materia producen una textura que es a la vez
transparente y profunda. (…)

Roberto Matta es el único sobreviviente de esta estirpe de grandes maestros que han
elaborado un inédito sistema plástico e iconográfico en un espacio pictural sui generis. Como
escribió Octavio Paz, “la obra de Matta es el matrimonio de la pasión y la cosmogonía, de la
física moderna y el erotismo”. El tema de la transformación obsesiona a Matta y la confusión
de sus “imágenes” existe sólo en apariencia. La imbricación de formas y signos responde a este
“deseo-delirio” donde logra conjugar en simbiosis el mundo de lo íntimo y de lo social. Su obra
existe bajo el signo de la dualidad y la ambivalencia. En sus cuadros una vena dramática corre
paralela a una vena jubilatoria, discurriendo contradictoriamente en la fiesta y la tortura, el
desorden y la serenidad. Matta se refiere a “las luchas al interior de mí mismo” y habla del arte
como “expresión entre el caos y el cosmos”.

Actualmente, los jóvenes artistas latinoamericanos confirman lo que Matta escribió hace
algunos años: “Pinto para que la libertad no se convierta en estatua”. De Alfredo Jaar (Chile) a
Luis Camintzer (Uruguay), de Víctor Grippo (Argentina) a Silvia Gruner (México), de José Bedia
(Cuba) a Nadin Ospina (Colombia), para limitarnos a ellos, la problemática local se conjuga con
un lenguaje contemporáneo. América Latina aparece, en su irreductible capacidad de
asimilación y renovación, como un “laboratorio de la modernidad y la pos-modernidad” al
mismo tiempo que “guarda de su pasado recursos para confrontar el mundo pos-moderno al
que estamos precipitándonos””.

http://ctfrancodu.blogspot.com/2009/05/arte-latinoamericano.html

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