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LA ECLESIOLOGÍA DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN

INTRODUCCIÓN

La evangelización, es una expresión que nace con la tarea fundamental encomendada a la


Iglesia por parte de Jesús su fundador, y llevado a cabo gracias a la predicación de los
apóstoles. En estas circunstancias y aunque si bien «evangelio» (evangelion), en cuanto a
palabra griega usada ya en el mundo oriental, en especial para evocar las victorias de las
guerras y el triunfo de emperadores sobre sus adversarios, no era en algo que resultase
novedad, el matiz que se le ha dado por el mensaje cristiano, sí que resulta innovador y
hasta controversial.

La Iglesia es así la continuación viva de la presencia de Jesucristo en el mundo. Para los


creyentes en Cristo, la tarea de evangelizar implica un discernimiento personal, un
testimoniar y predicar su fe, aún y bajo cualquier circunstancia en la que se encuentren, y si
bien se trata de una contribución de cada cristiano, la evangelización es siempre un acto de
la Iglesia. (Wehner, 2012)

Contamos ya dos mil años de historia desde que el mandato evangelizador fue dado, y la
Iglesia no ha cesado en dicha misión, la cual se manifiesta sobre todo en los momentos de
crisis como los que estamos atravesando en la época actual. Estamos en un mundo que
parece caminar con pasos inseguros e inciertos, pronto a tropezar ante la debilidad del
pensamiento, abrazándose a subjetivismos que tratan de relativizar los todos nuestros
contextos sociales, sobre todo aquellos que tienen que ver con la moral humana y la
dignidad de la persona.

CESE A LA EVANGELIZACIÓN: SECULARIZACIÓN DEL ENTORNO.

La secularización es todo aquel intento de desaparecer los signos, valores o


comportamientos que se consideran propios de una confesión religiosa. Así se entiende que
una sociedad secularizada ha hecho que las reglas morales y canónicas de una religión
pierdan el predominio de la conciencia individual y sus valores dejen de regir la sociedad.
Consecuencia de esto, es el hecho de que se quieren construir sociedades donde Dios y
religión no existan.

Para el catolicismo, la secularización implica relegar la vivencia de la fe a la estera privada


y por lo tanto no debe incidir en las relaciones interpersonales o sociales. Si esto es así,
entonces la religión, en este caso el catolicismo, tiene un puesto bien delimitado donde su
intervención no es otra que la de juzgar en parte la moralidad de los comportamientos. Al
proceder de esta manera, no cabe duda que se cesa o se corta cualquier intento de transmitir
el evangelio y ya no hay cabida para anunciar libremente el mensaje cristiano.

El hombre contemporáneo busca férreamente su autonomía y la responsabilidad de vivir a


su manera, tratando de olvidar toda relación con la trascendencia y creyendo ilusoriamente
que es verdad sólo lo que es fruto de la verificación científica, lo cual lo lleva solo a
apreciar los hechos y no las ideas (Fisichella, 2016). Después, cambia velozmente su modo
de pensar y de vivir, relativizando cualquier norma que se imponga a sí mismo como si
buscase siempre superar algo que lejos de edificarle, aumenta el ego narcisista que le lleva
muchas veces a sentirse superior a otros y crear así una cultura del individualismo.

Ya podemos ver como las consecuencias de los procesos de secularización en diferentes


partes del mundo han relativizado las nociones que durante muchos años se habían tenido
sobre temas como el aborto, el suicidio, la moral sexual, entre otros, y de los cuales la
Iglesia siempre había tratado de dar «luz» a los hombres a fin de guiarlos hacia la plena
verdad. México no es la excepción y así hoy nos encontramos ante una sociedad donde se
juzga de retrograda u opresor todo aquello que huela a religión o Iglesia, donde además se
exige la tolerancia de lo intolerable y se piensa más bien en una religión a la carta, donde
hay posibilidad de escoger lo que resulta conveniente y desechar aquello que no se adecúa a
intereses muchas veces más particulares que colectivos (Martínez, 2010).

Porque aún y cuando el propósito fuese el negar a Dios aludiendo a un cierto ateísmo, el
hombre aun declarándose ajeno a lo divino, siempre estará sometido a «dioses» en los

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cuales proyecte su fe, pues por así decirlo, el hombre ateo «cree» que «no cree». No
obstante, si se pretendiese cortar el cordón umbilical entre hombre y Creador, no puede
entenderse o ser coherente si no existe de por medio la gratitud de parte de la criatura. Es
decir, el hombre que libremente quiere separarse de Dios y rechazar todo lo propuesto en el
evangelio, no debe primero si no mostrarse agradecido con aquél que lo creó y lo moldeó
para que fuese imagen y semejanza suya, aun y en el aspecto racional y que es
consecuencia de que sea capaz de conocer y entender su propia humanidad y asumirse
como un ser capaz de autonomía.

Internamente, en los fieles católicos se ve el peligro de reducir todo el proceso de la


secularización a un acontecimiento producto del fanatismo religioso o de la intolerancia.
Esto significa que como fieles, no hemos sido capaces de visualizar la globalidad del
movimiento y las ya múltiples facetas en las cuales se presenta.

Hace ya más de 50 años atrás, cuando se empezaba a experimentar un decaimiento de la


novedad que había implicado el Concilio Vaticano II y previendo que era muy probable que
el proceso de secularización ganase incidencia, sobre todo entre las grandes potencias y por
lo tanto afectar más fácilmente a países subdesarrollados, los dirigentes de la Iglesia se
adelantaron a proyectar la idea de una renovación en las estructuras pastorales, capaces de
direccionar el pensar y actuar humanos hacia la verdad de Jesucristo.

LA NUEVA EVANGELIZACIÓN: RESPUESTA A LAS EXIGENCIAS DEL MUNDO


ACTUAL

Hasta ahora se han desarrollado las ideas de «evangelización» y «secularización». La


intención es que entendiendo la misión de la Iglesia como la de propagar el evangelio por el
mundo y encontrándose obstaculizada por los procesos de secularización, se comprenda
como surge en la Iglesia el concepto de «Nueva Evangelización».

La Iglesia se confía del liderazgo pastoral de sus dirigentes, empezando por el Santo Padre
y todos los obispos unidos a él, que constituyen el Magisterio de la Iglesia, garantizan que

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el Evangelio de Cristo sea interpretado, transmitido y enseñado correctamente y en su
totalidad (Wehner, 2012). Aunque si bien la tarea de transmitir el Evangelio, recae en
primer lugar en ellos, No hemos de olvidar que toda la Iglesia está llamada a asumir, de
acuerdo a la vocación de cada creyente, la tarea evangelizadora.

El concepto de Nueva Evangelización, aparece por vez primera en 1968, fruto de la


reflexión de los Obispos de la Conferencia Episcopal de América Latina reunidos en
Medellín, Colombia. Esta expresión aparece nuevamente durante una homilía pronunciada
por el ahora santo, el Papa Juan Pablo II, durante su visita apostólica a Polonia en junio de
1979. Tanto en América Latina como en Polonia y de ahí a todo el mundo, la exigencia era
la misma. Las condiciones políticas y sociales en el contexto moderno, ameritaban que la
Iglesia respondiera a las nuevas situaciones con una nueva evangelización, capaz de llevar,
por medio de nuevos métodos, el Evangelio de Cristo a todas las personas, sin importar su
condición de vida.

Hablar de una nueva evangelización, implica el hecho de responder a la crisis actual, que
está determinada ante el poder y saber hablar de Dios; tema que no puede pasar inadvertido,
sobre todo después del Concilio Vaticano II, que tuvo entre sus principales objetivos el
hablar de Dios al hombre de hoy de manera comprensible. En este panorama, la crisis que
se vive no debe entenderse como la de un Dios que es negado, sino más bien de un Dios
que es desconocido (Fisichella, 2016).

El Pontificado de Juan Pablo II, estuvo inundado del concepto de Nueva Evangelización. El
Santo Padre mencionaba la necesidad de una nueva expresión y nuevos métodos en la
acción evangelizadora; su sucesor, Benedicto XVI, agregó que también debía ser nueva en
su ardor, y así, en la medida que pudiésemos ser capaces de esto, ofrecer al mundo
contemporáneo la respuesta que espera o que debemos provocar en él (Wehner, 2012). La
Nueva Evangelización, por tanto, parte de aquí: de la credibilidad de nuestra vida de
creyentes y de nuestra convicción de que la gracia actúa y transforma hasta el punto de
convertir el corazón de los demás.

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Aquí radica la novedad evangelizadora, en el hecho de ser capaces de testimoniar una fe
por convicción y autenticidad, y no por mero «ritualismo» o «costumbrismo». El mundo de
hoy tiene necesidad profunda de amor, porque ya ha visto demasiado de cómo se puede
fracasar. Los esfuerzos actuales están enfocados hacia esta vivencia de una fe más
enraizada en la verdadera caridad. El Papa Francisco ha acuñado neologismos como
«primerear» o «misericordiar», cuya intención es la de mover a la acción. Quizá este sea el
nuevo rumbo de la labor evangelizadora, la de la Iglesia en salida, un Iglesia de acción.

La Nueva Evangelización busca que todas las personas, incluso los no creyentes, puedan
beneficiarse de la verdad sobre el significado de la vida y el amor. Implica así el reto de
hacer de la vida del cristiano, un verdadero Evangelio viviente, ante todo por la imposición
de normas o leyes que quieren hacer callar las bocas de los creyentes, lo cual exige que el
obrar sea el que siga proclamando.

CONCLUSIÓN

Ante un mundo cada vez más secularizado, en el cual los creyentes, en especial los
católicos, no son capaces de comprender, expresar, explicar y defender su fe, no podemos
pensar en una nueva evangelización. Debemos comprender, que para que el Evangelio se
inserte realmente en la sociedad y las culturas de los pueblos, los creyentes deben vivir su
fe en todos los aspectos de su vida.

Este reto va dirigido en primer lugar a los cristianos comprometidos y que de alguna
manera están más activos dentro de las comunidades. La necesidad de una buena catequesis
en una nueva evangelización, implica que los católicos entienden la naturaleza de su fe, y
así poder ser más auténticos, serios y sinceros al vivirla.

De no ser así, la fe se reducirá, como bien estamos viendo ahora dentro de nuestras
comunidades, a una mera disciplina de hábitos sin ningún sentido esencial, lo cual nos lleva
a ofrecer y celebrar ritos sin sentido. Los creyentes y sus familias deben permitir que la
Palabra de Dios (Evangelio) sea capaz de encender su ser (ardor) y estilo de vida

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(expresión) de tal manera que todas sus acciones y decisiones (métodos) reflejen una vida
de fe verdadera.

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS:

 Fisichella, R., La Nueva Evangelización ¿Qué es?, consultado en línea:


https://es.catholic.net/op/articulos/31053/cat/65/la-nueva-
evangelizacion-que-es.html#modal

 Wehner, J., ¿Qué es “nuevo” en la Nueva Evangelización?, 09.16.2012,


Artículo en digital en: www.usccb.org › upload › Qué-es-Nuevo-en-la-
Nueva-Evangelization

 Martínez, C., El proceso de secularización en México, Diario La


Jornada, 03.07.2010, consultado en línea:
https://www.jornada.com.mx/2010/04/07/opinion/018a1pol

 V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Aparecida


Brasil, mayo 2007, Archivo digital en: www.celam.org

 Juan Pablo II, Homilía de la Santa Misa en el Santuario de la Santa


Cruz, Sábado 8 de junio de 1979, consultado en línea:
http://w2.vatican.va/content/john-paul-
ii/es/homilies/1979/documents/hf_jp-ii_hom_19790609_polonia-
mogila-nowa-huta.html

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