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KarlNY

Qué es la ciencia política, 15.— Los diversos enfoques de la ciencia política, 19.—As­
pectos metodológicos y los retos que plantean, 25.-—El papel de la teoría en la ciencia
política, 27.

El presente libro se propone analizar el alcance, el contenido y los métodos de la


ciencia política como disciplina para así conformar nna guía de sus principales deba­
tes teóricos. D e este modo, la primera parte del libro se ocupa de ciertos enfoques en
el estudio de la política; la segunda parte examina cuestiones metodológicas esencia­
les que han abordado los politólogos y la tercera, finalmente, versa sobre las diferen­
tes teorías del Estado y del poder político.
Tres razones nos impulsaron a hacer este libro. En primer lugar, el hecho de que
los politólogos, en general, no hayan reflexionado mucho sobre la naturaleza y el al­
cance de su disciplina. La practican pero no hablan de ella y, en cierto m odo, esta ac­
titud es bastante saludable. Sin embargo, se ha hecho cada vez más necesario presen­
tar de forma explícita las características principales de la ciencia política, ya que el
«mundo exterior» solicita insistentemente que se evalúe tanto la investigación como
la enseñanza en este campo.
E l objetivo de este libro es ofrecer una exposición y una valoración general y sis­
temática de las principales cuestiones teóricas y metodológicas que afectan al estudio
de la política, que resulte accesible para el estudiante pero también sugestiva paia
profesores e investigadores. Como la mayoría de los autores son británicos, se centra
en la bibliografía y en los debates que han tenido especial relevancia en el Reino Uni­
do. D el mismo modo, los ejemplos y casos prácticos se refieren inevitablemente a la
experiencia británica. Sin embargo, no es un libro insular. Confiamos en que resulte
de interés para lectores de un amplio número de países ya que presenta un enfoque
de la ciencia política más amplio que el de muchos textos norteamericanos. Nuestro
libro constituye un sorprendente testimonio del cosmopolitismo de la ciencia política
británica y de la amplitud de su compromiso internacional con un amplio abanico de
perspectivas y debates.
La segunda motivación para hacer este libro surge del carácter cosmopolita de
nuestra concepción de la ciencia política. El reconocimiento del enorme aumento tan­

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to de las investigaciones com o de las publicaciones que se consideran ciencia política


justifica la aparición de una guía que oriente sobre su variedad y complejidad. La A so­
ciación A m ericana de Ciencia P olítica (A m erican Political Science A ssociation,
A P SA ), fundada en 1903, terna en la década de los noventa cerca de 13.000 miembros
en Estados U nidos y otros setenta países (A P SA , 1994). El Consorcio Europeo para la
Investigación Política (European Consortium for Political Research, EC PR ) comenzó
con ocho miembros en 1970 y a mediados de ios noventa ya formaban parte de él unas
doscientas instituciones. La Asociación de Estudios Políticos del R eino U nido (Politi­
cal Studies Association o f the U nited Kingdom) se fundó en 1950 con unos cien miem­
bros. A mediados de los noventa su número de socios ya sobrepasaba los mil cien.
En estas décadas de crecimiento se ha visto cóm o los politólogos han ido adoptan­
do enfoques cada vez más diversos y definiendo áreas de investigación cada vez más
especializadas. A mediados de la década de los sesenta, W.J.M. M ackenzie escribió,
en un período sabático, un análisis de más de cuatrocientas páginas, titulado Politics
and Social Science, sobre el estudio académico de la política y su desarrollo durante
los años cincuenta y sesenta. El libro es ambicioso e impresionante por el abultado
número de obras que reseña. M ackenzie (1967) señala la tendencia a apartarse del
tradicional estudio de las instituciones en beneficio de una disciplina más variada, in­
fluida por los estudios de la conducta y las técnicas cuantitativas. Analiza también las
aportaciones del marxismo, la teoría de sistemas, la teoría de juegos y el enfoque eco­
nómico al estudio de la política, además de introducir ideas procedentes de la b iolo­
gía y la psicología social. Sería im posible imaginar que una sola persona pudiera es­
cribir a mediados de los noventa un libro com o éste, y m enos en tan poco tiempo.
H oy en día, incluso m antenerse al día en las publicaciones de dos o tres subáreas es
todo un reto para cualquier mortal. En este contexto el presente libro pretende ser
una guía útil, tanto para los estudiantes com o para los investigadores y profesionales
de la disciplina, de los avances de ésta y de las nuevas y fascinantes direcciones que
está tom ando el estudio de la política.
La tercera motivación nace del convencimiento de que había llegado e¡ m om ento
de analizar tanto las recientes innovaciones en el estudio de la política com o la forma
en que esta disciplina debía desarrollarse en el futuro. E l libro muestra hasta qué
punto enfoques esenciales com o el análisis institucionalista o el conductismo han evo­
lucionado gracias a los comentarios críticos y a la reflexión de los profesionales de la
disciplina. D el mismo m odo, se pueden apreciar innovaciones m etodológicas. Las di­
versas tradiciones en el estudio tanto de la teoría del Estado com o de la del poder re­
velan también cambios apreciables en sus principios y argumentos.
Para llegar a una adecuada valoración de los diversos aspectos de la ciencia políti­
ca es preciso evaluar la situación actual del debate sin descartar tendencias tachándo­
las de «simplistas». Los conductistas de los noventa ya no piensan que los hechos ha­
b len por sí solos. Los institucionalistas no creen que las características form ales y
jurídicas de las organizaciones determinen su carácter. Los pluralistas no piensan que
el poder esté distribuido equitativamente dentro de la sociedad. Este libro, al presen­
tar una relación actualizada de las opiniones y argumentos de la ciencia política, pue­
d e sentar las bases para una evaluación más matizada.
E n esta introducción nos propusimos una serie de objetivos. E l primero era acla­
rar y defender nuestra idea de lo que es la ciencia política; el segundo, presentar los
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diversos enfoques de la ciencia política que se mencionan en el libro; el tercero, abor­


dar los retos metodológicos, y el cuarto, esbozar cuáles son las funciones de la teoría
en la ciencia política.

¿Q ué es la ciencia política?

Los británicos nunca se han sentido cómodos al utilizar el término «ciencia políti­
ca». La London School of Economics (LSE) se inauguró en Londres en 1895 con el
fin de enseñar economía y ciencia política. Sin embargo, a lo largo del siglo x x , las
universidades británicas se han ido apartando de esta nomenclatura y han preferido
utilizar denominaciones como: «gobierno», «política», «teoría e instituciones políti­
cas» y «política y relaciones internacionales». El Reino Unido tiene una Political Stu-
dies Association (Asociación de Estudios Políticos) y no una American Political
Science Association (Asociación Norteamericana de Ciencia Política). Los escrúpu­
los que suscita el uso de la palabra «ciencia» reflejan sin duda la posición especial que
las ciencias naturales reclaman para sí y el desprecio por las ciencias sociales que a
veces han expresado políticos de renombre. La muestra más lamentable de la poca
estima que algunos políticos tienen por las ciencias sociales la proporcionó el desapa­
recido Sir Keith Joseph al insistir en que el Social Science Research Council (Consejo
para la Investigación en Ciencias Sociales del Reino Unido), la fuente principal de re­
cursos públicos para la investigación, fuera rebautizado como Economic and Social
Research Council, ESRC (Consejo para la Investigación Económica y Social).
E l elegir Teoría y métodos de la ciencia política como título de este libro fue algo
completamente intencionado, porque de este modo se expresa el compromiso de re­
cuperar el término «ciencia» para designar todas las disciplinas organizadas de forma
académica. La palabra «ciencia» «procede del término latino scientia, que significa
simplemente un conocimiento adquirido a través del estudio» (Potter et al., 1981,
p. 7). D e acuerdo con Mackenzie (1967, p. 17 ) nos referimos a la ciencia política en
el sentido de que «simplemente existe una tradición académica de estudio de la polí­
tica, una disciplina que se transmite de profesor a alumno, a través del discurso y de
la escritura». La disciplina no copia íos métodos de las ciencias naturales porque no
serían apropiados. Presenta un «conocimiento estructurado» y exige que quienes la
practican respeten ciertas normas intelectuales a la hora de debatir.
Por encima de todo, la disciplina de la ciencia política descansa en el principio de
que todo conocimiento es público y cuestionable. N o hay verdades ocultas ni infali­
bles portadores de la verdad. La ciencia política exige a los que la practican que apor­
ten argumentos y datos que puedan convencer a otros.

Los vínculos emocionales, las corazonadas y la intuición no justifican adecuadamente las pre­
tensiones de conocimiento... La coherencia lógica y unos datos adecuados sonlios criterios más
comúnmente aceptados para juzgarlas (Zuckeirnan, 1993, p. 3).

La ciencia política exige una coherencia lógica. Esto implica definiciones claras y
precisas tanto de los conceptos principales como de sus correctas derivaciones. Los
argumentos deben construirse evitando la incoherencia y la imprecisión. También
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hay que asegurarse de que los datos presentados para respaldar una afirmación sean
realmente adecuados. Como se mostrará más adelante, los diferentes enfoques de la
ciencia política hacen hincapié en diferentes tipos de datos, pero ninguno de ellos
afirma que éstos no sean necesarios. Incluso en teoría política, los argumentos se ba­
san frecuentemente en el análisis de textos y los principios normativos se ilustran con
ejemplos prácticos.
Una vez que hemos reivindicado el uso del término «ciencia», el lector podría
pensar que se ha alcanzado el objetivo de este apartado pero, por desgracia, no es así.
Si la palabra «ciencia» tiene muchas connotaciones, también las tiene «política».
Como señala Heywood (1994, p. 16):

La mayoría de los estudios académicos comienzan dilucidando el objeto de la materia a partir


de preguntas como «¿qué es la física?», «¿qué es la historia?» o. «¿qué es la economía?». Tales
discusiones tienen la virtud de mostrar a los estudiantes qué pueden esperan qué es lo que es­
tán a punto de estudiar y qué asuntos y problemas van a suscitarse. Sin embargo, lamentable­
mente, al estudiante de la política la pregunta «¿qué es la política?» es más probable que le
produzca confusión que alivio o tranquilidad. El problema de la política es que el debate, la
controversia y el desacuerdo son inherentes a la misma, y que la definición de «lo político» no
es una excepción.

El desarrollo de la ciencia política se ha visto acompañado del deseo de ampliar


su área de estudio. Los capítulos que en la primera parte de este Libro se ocupan de
las tendencias en el estudio de la ciencia política ofrecen una serie de definiciones
cada vez más amplias de lo que es «político». En Gran Bretaña, desde los años cin­
cuenta, los estudios institucionalistas clásicos que centraban su atención en el parla­
mento y la administración pública han debido ampliar su campo de interés para anali­
zar las elecciones, los partidos políticos de masas y los grupos de presión. En general,
cabe atribuir el mérito de esta expansión a los politólogos de enfoque conductista.
Como comenta Gamble (1990, p. 412):

Lo que los métodos conductistas han hecho... es desarrollar el estudio del comportamiento po­
lítico de las masas y ampliar la definición de los elementos que integran la política. El conduc-
tismo ha abierto una brecha que han aprovechado otros enfoques metodológicos más gene­
rales.

En los años setenta y ochenta la presión en favor de ampliar la definición de lo


político fue aún mayor. Dearlove y Saunders (1984) propugnan una ciencia política
que preste atención a los aspectos no democráticos de la política y que la sitúe en el
contexto de su medio social y político. Lo que se planteaba era una ciencia política
que se ocupara de un mayor número de instituciones y que relacionara el análisis po­
lítico con los intereses de otras disciplinas, principalmente de la economía y la socio­
logía.
El feminismo llevó esta pretensión aún más lejos. La política no podía reducirse a
un limitado espectro de asuntos públicos como la economía y los asuntos exteriores.
D esde una perspectiva feminista, Jenny Chapman afirma en el capítulo 5 que «la po­
lítica trata de todas las decisiones que configuran nuestra vida, y no sólo de aquellas
que se toman en el ámbito restringido que tradicionalmente se define como “políti-
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ca”». Los asuntos privados pueden convertirse en asuntos públicos. Como a fij-naa He-
11er (1991, pp. 340-1): «Lo “político” se vuelve realm ente político si hombres y muje­
res desean que, com o tal, se discuta, rebata, o decida en el dominio público... Nada ni
nadie queda, en principio, excluido». Por ejemplo, en la mayoría de las democracias
occidentales la experiencia negativa de muchas mujeres en relación con la violencia
doméstica masculina ya no se considera asunto privado sino público, tanto en el de­
bate com o en la acción política.
La ciencia política de los noventa considera lo político desde una perspectiva mu­
cho más amplia. Gamble afirma:

Lo político se define actualmente... de forma que pueda abarcar otras áreas de la vida social,
tales como el género, la raza o la clase. La política se entiende ya como un aspecto de las rela­
ciones sociales, más que como una actividad que tiene lugar en las instituciones de la adminis­
tración pública (Gamble, 1990, p. 412).

Leftwich (1984) sostiene que, para confirmar su alejamiento de una perspectiva


centrada en las instituciones públicas, la ciencia política debería adoptar una defini­
ción dinámica de la política, no basada en un solo ámbito o conjunto de instituciones
donde tienen lugar ciertas actividades, sino en un proceso generalizado en las socie­
dades humanas.

La política no está separada de la actividad y de la vida pública. Por el contrario, comprende


todas las actividades de cooperación y de conflicto, dentro de las sociedades y entre ellas, allí
donde la especie humana organiza el uso, producción y distribución de los recursos humanos,
naturales y de otro tipo en el proceso de producción y reproducción de su vida biológica y so­
cial (Leftwich, 1984, pp. 64-5).

La política se encuentra por doquier en la sociedad: desde la unidad familiar al


Estado, y desde las asociaciones voluntarias a las corporaciones multinacionales. La
política entraña enfrentamiento y colaboración, refleja la estructura de la sociedad y,
por supuesto, influye en ella.
La política es una actividad colectiva. Como señala Anderson (1977, p. vii):

En resumen, actuamos políticamente siempre que tomamos decisiones en nombre de otros y


no sólo para nosotros mismos. La política conlleva una organización y planificación de los pro­
yectos comunes, fijar reglas y normas que definan las relaciones entre unas personas y otras, y
asignar recursos a las diferentes necesidades y deseos humanos.

Es fácil aceptar que la actividad política, entendida de esta manera, puede aplicar­
se tanto a la familia, las organizaciones voluntarias y las corporaciones multinaciona­
les com o a los partidos políticos y a la administración pública.
Leftwich (1984, pp. 83-4) concluye que la ampliación de la definición de la política
exige dejar de identificar la ciencia política con el estudio del gobierno y de los asun­
tos públicos, para centrarse en la «política de la vida cotidiana». D ebería favorecerse
que el estudiante prestara una atención mayor a «todos los grupos e instituciones que
conozca o que le interesen, ya sean su familia, asociaciones, departamentos, faculta­
des, oficinas o fábricas». A l procurar que «se extienda el estudio y el conocimiento de
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la política en las sociedades humanas» el propósito de Leftwich es «evitar que la cien­


cia política se debilite, se estanque o convierta en algo carente de importancia».
El argumento de Leftwich es bastante válido, pero sería un error que nuestra disci­
plina le siguiera por el camino que conduce a un estudio indiscriminado de «la política
de la vida cotidiana». La política es un aspecto de las relaciones sociales, pero como
politólogos debemos reconocer que su práctica es más relevante y estimulante en unas
áreas que en otras. Concretamente, la política tiene un carácter especial en el ámbito
de los asuntos y de la administración pública, en relación tanto con la asignación de re­
cursos como con las decisiones que toman instituciones que ostentan autoridad legíti­
ma. Es una actividad colectiva, vinculante y justificada cuyo carácter especial reclama
insistentemente un puesto de privilegio en la ciencia política (Crick, 1993).
En términos más abstractos, es necesario combinar un ámbito específico con una
definición' dinámica del objeto de la ciencia política. Como proceso de conflicto y de
cooperación sobre los recursos necesarios para la producción y reproducción de nues­
tras vidas, la política es una actividad ubicua. Sin embargo, la política com o disciplina
debería prestar una especial atención al m odo en que se desarrolla este proceso en la
actividad de la administración; especialmente, cóm o los problemas entran a formar
parte o son borrados de la agenda de la administración y cóm o, en este ámbito, se de­
bate y se decide sobre ellos.
El carácter singular de la administración se hace evidente si se considera como
parte del Estado moderno. Las administraciones intentan gobernar de forma ordena­
da y lo hacen de muy variadas maneras y desde diseños institucionales diferentes, en
el contexto de esa poderosa y vasta entidad que es el Estado moderno. Como Hey-
wood (1994, p. 37) apunta:

Es mejor considerar el Estado no tanto como un conjunto de instituciones sino como una clase
específica de asociación política que establece su jurisdicción soberana dentro de unos límites
territoriales definidos... El Estado impone su poder supremo porque está por encima de todas
las demás asociaciones y grupos de la sociedad, y sus leyes exigen la obediencia de todos los
que viven dentro del territorio.

En teoría, el Estado se mantiene aparte de la sociedad civil, pero a través de las


actividades políticas y de las de la administración ambos m antienen una relación
compleja, controvertida y polémica. Precisamente por la importancia crucial que tie­
ne el Estado para la ciencia política, la última parte de este libro se dedica a analizar
algunas de las diferentes teorías que se ocupan de él.
Gran parte de la actividad política tiene lugar allí donde interaccionan el Estado y
la sociedad. Sin embargo, la política no siempre genera acuerdos o consenso. A veces
el conflicto es tan agudo que la violencia, la guerra civil y la revolución se convierten
en instrumentos políticos. En tales circunstancias la práctica política, que es general­
mente ordenada, da paso a métodos más brutales y caóticos. La ciencia política debe­
ría dar cabida a todas las formas de la política y al estudiar su forma constitucional,
monótona, no debería olvidarse de la posibilidad latente de que dé lugar a manifesta­
ciones más violentas y extremas.
Para resumir el .punto de vista que inspira este libro podríamos decir que lo que
entendemos por ciencia es una producción organizada de conocimiento que exige de
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los que la practican ciertas'disqiplinas intelectuales, especialmente, coherencia lógica


y datos adecuados. La política es una actividad generalizada que tiene lugar en todos
aquellos ámbitos en lo í^ u e lps'seres humanos se ocupan de producir y reproducir sus
vidas. Esta actividad puedlfentrañar tanto enfrentamiento com o cooperación, de for­
ma que los problemás'sé presentan y resuelven a través de decisiones tomadas colec­
tivamente. La ciencia política' es una disciplina académica que pretende describir,
analizar y ex p lica rle ío im á sistemática esta toma de decisiones, así como sus valores
y puntos de vista subyacentes. Sin embargo, la ciencia política debería prestar una es­
pecial atención al ámbito colectivo que conforman las actividades de la administra­
ción pública en el Estado moderno, dada la amplitud y el carácter coercitivo de la au­
toridad que dichas actividades representan. Asimismo, debería reconocer que si la
política «normal» se resquebraja, la actividad política puede manifestarse de una m a­
nera más violenta y brutal.

Los diversos enfoques de la ciencia política

D e lo que se ha expuesto hasta ahora, se desprende que la ciencia política no es


«un área invariable de estudio cuyo carácter e intereses se dan por hechos, o se presu-
pone que son inmutables o permanentes» (Leftwich 1984, p. 4). La ciencia política
como disciplina, para decirlo sin rodeos, la definen aquellos que la practican. A nin­
gún lector debería sorprenderle que si hay discrepancias y desacuerdos entre los poli-
tólogos acerca de qué es la ciencia política, las haya también sobre su práctica. Zuc-
kerman (1991, p. 13) se refiere a la «cacofonía de la ciencia política» y también señala
que los politólogos «mantienen profundas discrepancias acerca de los enfoques y mé­
todos de análisis apropiados, y proponen hipótesis y teorías que, literalmente, se con­
tradicen entre sí. A menudo, al describir el mismo fenómeno lo analizan de formas
muy diferentes. Puede que incluso observen el mundo de diversas formas». La ciencia
política se caracteriza por la variedad de sus enfoques.
En la primera parte de este libro se describen seis «enfoques» de la ciencia políti­
ca. Otros autores utilizan el término «escuelas» (Leftwich, 1984, p. 5; Zuckerman,
1991, cap. 3). H em os elegido «enfoques» porque el término «escuelas» da una idea
exagerada de cohesión y de orden dentro de las diversas subdivisiones de la ciencia
política. Sin embargo, los enfoques que señalamos sí orientan a los politólogos hacia
formas diferentes de abordar su disciplina. Responden a preguntas sobre el objeto
•principal del que ha de tratarse; el m étodo para obtener datos y la naturaleza del pro­
ceso de teorización que debe llevarse a cabo, además de mostrar diferentes presu­
puestos subyacentes en el carácter y funcionamiento de la política. Algunas de las
principales características de estos seis enfoques se muestran en el cuadro 1, junto a
una valoración de su aceptación dentro de la disciplina.
La selección de estos seis enfoques se basa en la evolución de la disciplina. La teo­
ría normativa y los estudios institucionalistas son el «doble pilar» de la ciencia políti­
ca tíádicióñal (Héld y Leftwich, 1984, p. 147) y, a pesar de los «certificados de defiín-
’aon»,'sTgden siendo esenciales para la disciplina. E l primer enfoque — la teoría
normativa— tiene una gran solera en los estudios políticos. En general, se entiende
que esta teoría entró en decadencia en los años cincuenta y sesenta, pero que desde

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