Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Teoría y métodos
de la ciencia política
Versión española
de Jesús Cuéliar Menezo
Alianza
Editorial
Titulo original: Theory and Methods in Political Science. Publicado originalmente en 1955 pot Macmillan
Press Ltd
Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la T.ey, que establece penas
de prisión y/o multas, además de las correspondientes indemnizaciones por daños y perjuicios, para quie
nes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren públicamente, en todo o en parte, una obra lite
raria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo
de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la preceptiva autorización.
Qué es la ciencia política, 15.— Los diversos enfoques de la ciencia política, 19.—As
pectos metodológicos y los retos que plantean, 25.-—El papel de la teoría en la ciencia
política, 27.
13
14 G e rry S to k e r
¿Q ué es la ciencia política?
Los británicos nunca se han sentido cómodos al utilizar el término «ciencia políti
ca». La London School of Economics (LSE) se inauguró en Londres en 1895 con el
fin de enseñar economía y ciencia política. Sin embargo, a lo largo del siglo x x , las
universidades británicas se han ido apartando de esta nomenclatura y han preferido
utilizar denominaciones como: «gobierno», «política», «teoría e instituciones políti
cas» y «política y relaciones internacionales». El Reino Unido tiene una Political Stu-
dies Association (Asociación de Estudios Políticos) y no una American Political
Science Association (Asociación Norteamericana de Ciencia Política). Los escrúpu
los que suscita el uso de la palabra «ciencia» reflejan sin duda la posición especial que
las ciencias naturales reclaman para sí y el desprecio por las ciencias sociales que a
veces han expresado políticos de renombre. La muestra más lamentable de la poca
estima que algunos políticos tienen por las ciencias sociales la proporcionó el desapa
recido Sir Keith Joseph al insistir en que el Social Science Research Council (Consejo
para la Investigación en Ciencias Sociales del Reino Unido), la fuente principal de re
cursos públicos para la investigación, fuera rebautizado como Economic and Social
Research Council, ESRC (Consejo para la Investigación Económica y Social).
E l elegir Teoría y métodos de la ciencia política como título de este libro fue algo
completamente intencionado, porque de este modo se expresa el compromiso de re
cuperar el término «ciencia» para designar todas las disciplinas organizadas de forma
académica. La palabra «ciencia» «procede del término latino scientia, que significa
simplemente un conocimiento adquirido a través del estudio» (Potter et al., 1981,
p. 7). D e acuerdo con Mackenzie (1967, p. 17 ) nos referimos a la ciencia política en
el sentido de que «simplemente existe una tradición académica de estudio de la polí
tica, una disciplina que se transmite de profesor a alumno, a través del discurso y de
la escritura». La disciplina no copia íos métodos de las ciencias naturales porque no
serían apropiados. Presenta un «conocimiento estructurado» y exige que quienes la
practican respeten ciertas normas intelectuales a la hora de debatir.
Por encima de todo, la disciplina de la ciencia política descansa en el principio de
que todo conocimiento es público y cuestionable. N o hay verdades ocultas ni infali
bles portadores de la verdad. La ciencia política exige a los que la practican que apor
ten argumentos y datos que puedan convencer a otros.
Los vínculos emocionales, las corazonadas y la intuición no justifican adecuadamente las pre
tensiones de conocimiento... La coherencia lógica y unos datos adecuados sonlios criterios más
comúnmente aceptados para juzgarlas (Zuckeirnan, 1993, p. 3).
La ciencia política exige una coherencia lógica. Esto implica definiciones claras y
precisas tanto de los conceptos principales como de sus correctas derivaciones. Los
argumentos deben construirse evitando la incoherencia y la imprecisión. También
16 G e rry S to k e r
hay que asegurarse de que los datos presentados para respaldar una afirmación sean
realmente adecuados. Como se mostrará más adelante, los diferentes enfoques de la
ciencia política hacen hincapié en diferentes tipos de datos, pero ninguno de ellos
afirma que éstos no sean necesarios. Incluso en teoría política, los argumentos se ba
san frecuentemente en el análisis de textos y los principios normativos se ilustran con
ejemplos prácticos.
Una vez que hemos reivindicado el uso del término «ciencia», el lector podría
pensar que se ha alcanzado el objetivo de este apartado pero, por desgracia, no es así.
Si la palabra «ciencia» tiene muchas connotaciones, también las tiene «política».
Como señala Heywood (1994, p. 16):
Lo que los métodos conductistas han hecho... es desarrollar el estudio del comportamiento po
lítico de las masas y ampliar la definición de los elementos que integran la política. El conduc-
tismo ha abierto una brecha que han aprovechado otros enfoques metodológicos más gene
rales.
ca”». Los asuntos privados pueden convertirse en asuntos públicos. Como a fij-naa He-
11er (1991, pp. 340-1): «Lo “político” se vuelve realm ente político si hombres y muje
res desean que, com o tal, se discuta, rebata, o decida en el dominio público... Nada ni
nadie queda, en principio, excluido». Por ejemplo, en la mayoría de las democracias
occidentales la experiencia negativa de muchas mujeres en relación con la violencia
doméstica masculina ya no se considera asunto privado sino público, tanto en el de
bate com o en la acción política.
La ciencia política de los noventa considera lo político desde una perspectiva mu
cho más amplia. Gamble afirma:
Lo político se define actualmente... de forma que pueda abarcar otras áreas de la vida social,
tales como el género, la raza o la clase. La política se entiende ya como un aspecto de las rela
ciones sociales, más que como una actividad que tiene lugar en las instituciones de la adminis
tración pública (Gamble, 1990, p. 412).
Es fácil aceptar que la actividad política, entendida de esta manera, puede aplicar
se tanto a la familia, las organizaciones voluntarias y las corporaciones multinaciona
les com o a los partidos políticos y a la administración pública.
Leftwich (1984, pp. 83-4) concluye que la ampliación de la definición de la política
exige dejar de identificar la ciencia política con el estudio del gobierno y de los asun
tos públicos, para centrarse en la «política de la vida cotidiana». D ebería favorecerse
que el estudiante prestara una atención mayor a «todos los grupos e instituciones que
conozca o que le interesen, ya sean su familia, asociaciones, departamentos, faculta
des, oficinas o fábricas». A l procurar que «se extienda el estudio y el conocimiento de
18 G e rry S to k e r
Es mejor considerar el Estado no tanto como un conjunto de instituciones sino como una clase
específica de asociación política que establece su jurisdicción soberana dentro de unos límites
territoriales definidos... El Estado impone su poder supremo porque está por encima de todas
las demás asociaciones y grupos de la sociedad, y sus leyes exigen la obediencia de todos los
que viven dentro del territorio.
los setenta se ha recuperado. Miller, escribiendo ya en los años noventa, concluye que
«ha habido un súbito incremento tanto del interés en esta materia como de la con
fianza en aquellos que la practican, y su reputación entre los politólogos también pa
rece haber mejorado» (p. 421)..
A la teoría política normativa le interesa descubrir conceptos morales .y aplicarlos
al ámbito de las relaciones y de la práctica política. Como expone Daryl Glaser en el
capítulo 1, en algunos círculos se han levantado voces que cuestionan esta rama de la
disciplina que se dedica a analizar el «deber ser». En términos generales, algunos han
puesto en duda que este debate sirva para algo y lo consideran un inútil ejercicio de
elaboración de proposiciones tautológicas que son verdaderas por definición pero no
en un sentido general. También se ha puesto en duda que los seres humanos sean ca
paces de hacer elecciones morales. Sin embargo, los politólogos han reaccionado ante
estos ataques reafirmándose en su idea de que la teoría normativa es un método rigu
roso y evolucionado de ocuparse de las decisiones que se le presentan al ser humano.
A l estudio de las instituciones políticas le interesan las reglas, los procedimientos
y las organizaciones formales del sistema político, así como su impacto en la práctica
política. Desde un punto de vista histórico, la vitalidad del enfoque institucionalista
en ciencia política pone de manifiesto la influencia que sobre su desarrollo como área,
de estudio independiente han tenido el derecho, la filosofía y los estudios históricos.
Gran parte de los trabajos institucionalistas tradicionales han sido criticados con ra
zón por la debilidad de sus métodos, el carácter antiteórico y descriptivo de sus resul
tados, y un solapado enfoque preceptivo que se basa en una concepción idealizada de
las virtudes de la democracia liberal. Sin embargo, como sostiene R.A.W. Rhodes en
el capítulo 2, estas críticas no han hecho desaparecer el enfoque institucionalista, sino
que su interés primordial en las principales instituciones del Estado y la reformula
ción de sus presupuestos de formas diversas han posibilitado que mantuviera su rele
vancia en la disciplina de la ciencia política.
Tanto la teoría conductista como la de la elección racional son enfoques más re
cientes, aunque ya bien afianzados en la ciencia política. D e hecho, en los Estados
Unidos, el enfoque conductista es el dominante dentro de la disciplina. Su impacto en
Europa ha sido muy considerable pero, a pesar de todo, sigue siendo un enfoque más.
El conductismo procura explicar el comportamiento político en los niveles jndjvidual
y agregado. En los cincuenta y sesenta los conductistas criticaron con frecuencia el ■
doble pilar tradicional de la ciencia política. Los estudios institucionalistas se conside
raban descriptivos y faltos de rigor y las instituciones menos importantes que el com
portamiento como objeto de atención. El reglamento de las instituciones nos dice lo
que las personas deberían hacer, pero, como politólogos, nos tendría que interesar el
comportamiento real, la práctica. Los conductistas también daban gran importancia a
la necesidad de separar los hechos de los valores. Se consideraba que la teoría políti
ca normativa, al interesarse por los valores, era una actividad inútil que expresaba di
versas opiniones pero, como enfoque, no podía presentar pruebas que resolvieran de
bates. Los conductistas de los cincuenta y sesenta preferían una teoría basada en «los
hechos» y, por tanto, incuestionable. Lo que pretendían era dar, a través de una serie
de leyes y generalizaciones, un nuevo enfoque «científico» al estudio de la política.
Como señala David Sanders en el capítulo 3, el conductismo, al verse criticado y
cuestionado, ha abandonado algunos de los presupuestos de sus primeros partidarios;
In tro d u c c ió n 21
KarlNY
especialm ente su form a sim plista de entender la diferencia entre hechos y valores.
Ahora los conductistas reconocen que los hechos no hablan por sí m ism os y que sólo
tienen sentido dentro del m arco de una investigación. Las ideas acerca d e lo que es
im portante y el funcionam iento d e las cosas estructuran las observaciones; la teoría y
los hechos no son independientes entre sí y ya no se reclama con tanto énfasis un aná
lisis libre de valores. Se admite e í pluralismo latente en la mayoría de los primeros
trabajos conductistas y tam bién se ha m oderado la pretensión de que sea posible ela
borar leyes y generalizaciones «científicas». E l conductism o actual tiene un enfoque
m ás m atizado y p retension es más m odestas pero, a pesar d e todo, sigu e teniendo
fuerza en la ciencia política. Su carácter singular viene dado por la atención al com
portam iento individual y el interés por generar una teoría causal y falsable. Como
Sanders indica, la pregunta principal en el conductism o es: ¿cóm o te darías cuenta de
que tu análisis es in correcto?-.
La teoría de laxelección racional también ha logrado m uchos adeptos desde m e
diados de los años cincuenta. Su presupuesto im plícito es que el com portam iento p o
lítico p uede entenderse com o el resultado d e las decisiones de individuos'que actúan
según su propio interés. Los estudios~de la elección racional han procurado arrojar luz
sobre'cuestiones de todos los cam pos de la ciencia política, que van desde la lucha
electoral hasta el funcionam iento de la'burocracia, i La bibliografía sobre la elección
racional se ha consolidado en diversos corpus, com o el de la teoría de juegos, el de la
elección social o el de la elección pública. En particular, m uchos de los argumentos
del últim o d e ellos tienen un marcado aire norm ativo y antiestatalista (jercano al de la
Nueva D erecha. E l enfoque de la elección racional, com o dem uestra H ugh Ward en
el capítulo 4, ha sido objeto de num erosas críticas. E ste autor afirma que, para poder
desarrollarse, este enfoque debería ser más hum ilde en sus pretensiones y también
más valiente. La naturaleza del ser hum ano — con su com plejidad psicológica y fre
cuente irracionalidad— señala las lim itaciones del enfoque. N o obstante, dado que
los individuos se esfuerzan por tomar decisiones racionales respecto a sus objetivos,
dicha corriente tien e un ám bito considerable. La teoría de la elección racional necesi
ta desarrollar su capacidad d¿"analizar las decisiones que se toman cuando ia infor
m ación es limitada y hay jncertidum bre, dando cabida a m otivaciones de índole al
truista y moral.^También habría que insistir en que las premisas de la Nueva D erecha
que se asocian a la rama de la elección pública no son inherentes a este enfoque. La
elección racional ha bebido (y debería seguir haciéndolo) de diversas tradiciones teó
ricas, de forma que constituye un útil instrumento dentro del «utillaje» de los politó-
logos.
E l últim o b inom io en nuestra descripción d e los en foqu es de la ciencia política
— fem inism o y análisis d el discurso— representa un reto importante para las corrien
tes mas consolidadas. A unque cabría encontrar antecedentes de ambos enfoques en
la trayectoria de la disciplina, sólo han pasado a un primer plano.a partir de los años
setenta..
El impacto del fem inism o ha sido considerable en m uchos sentidos, puesto que ha
favorecido la revisión de los elem en tos más consolidados de la ciencia política. Los
enfoques ortodoxos .en la teoría normativa y en los estudios em píricos de los institu-
cionalistas y conductistas se han visto cuestionados y obligados a reconocer que ante
riorm ente no habían tenido en cuenta el género. E l fem inism o ha sido decisivo en la
C u ad r o 1. Enfoques de la ciencia politico
Geny Stoker
plicar In que se obscr-
va. Trasfondn positivis-
Introducción 23
KarlNY
24 G e rry S to k e r
Cada uno de los seis enfoques de la ciencia política que presentamos se relaciona
con unos m étodos específicos de producir conocimiento; en otras palabras, cada uno
de ellos tiene uña orientación m etodológicíi determinada. Es importante que, a la
hora de estudiar ciencia política, seam os conscientes de la& posibilidades m etodológi
cas disponibles. Este reto implica algo más que hacer frente a las exigencias de cada
una'aélásTtécñicás, de investigación, aunque esto ya supone en sí mismo un trabajo
considerable. La elección del m étodo apunta a cuestiones de mayor trascendencia fi
losófica. ¿Cómo podem os conocer la sociedad? ¿Qué se considera una explicación
pertinente de^un fenóm eno social? La segunda parte de este libro analiza tanto los re
tos prácticos o técnicos com o aquellos de índole más filosófica a los que se enfrenta la
ciencia política.
A l debatir la producción de conocim iento, los politólogos utilizan términos que
pueden no ser familiares para el conjunto de los lectores y que se usan para describir
de forma rápida1complejas concepciones del m undo social.', Un p u n to de vista ontoló-
gico hace referencia a una idea de la naturaleza de la existencia y del ser social. La
epistemología expresa un puntó de vista sobre com a sabem os lo que sabemos y, espe
cialmente, sobre lo que con stííu yeu na explicación adecuada de los acontecimientos o
procesos políticos. D iferentes puntos de vista generales, ontológicos o epistem ológi
cos, llevan a orientaciones o preferencias m etodológicas distintas. Los diversos enfo
ques de la ciencia política que hem os señalado prefieren y valoran!formas de conocer
el m undo diferentes, i
M erece la pena introducir en este m om ento ciertos conceptos que van a utilizarse
en algunos capítulos del libro y que muestran diferentes actitudes respecto al conoci
miento del mundo. D ichos conceptos constituyen posiciones independientes dentro
de un amplio abanico de opiniones. Los positivistas m antienen que es posible conocer
el mundo m ediante la experiencia y la observación; que la verdad o cualquier afirma
ción p uede confirmarse a través de la observación em pírica'sístemáticai La ciencia
política positivista suele analizar los datos disponibles y afirmar que produce postula
dos generales y sólidos acerca del com portam iento político. L os realistas críticos,
principalmente, creen que el conocim iento tiene cierto carácter universaF. Lós indivi
duos actúan en un mundo que no han elegido y, con frecuencia, sus acciones tienen
efectos estructurales no deseados. Sin embargo, la capacidad.de los individuos para
entender la estructura d el mundo social se considera muy limitada. El papel del ob
servador político'es explicar los acontecim ientos en relación con las acciones de los
individuos y de las organizaciones en un contexto estructural. .El observador de este
mundo político puede afirmar que goza de una posición especialmente privilegiada
desde la que proponer explicaciones. Por el contrario, los relativistas rechazan la idea
de que sea posible un conocimiento, objetivo, universal e inmutable, porque los crite
rios para valorar la verdad se relacionan con el tiempo, el lugar y la cultura. Para los
relativistas extremos, la com prensión de un acontecim iento político precisaría de una
descripci0n.de conjunto que se basara en todas Ias\concepciones individuales ¡de di-
Qho acontecimiento. U na posición m enos extrema indica que el papel d el observador
es’sácar a la luz los m odelos de sigñificado'generales que diversos grupos ^dentro de la
sociedad atribuyen al acontecim iento en cuestión,
26 G e rry S to k e r
Hay otra distinción frecuente que se refiere al m odo en que el observador elabora
sus propias teorías. E l método deductivo recalca el valor de sacar conclusiones de los
principios básicos a través de un proceso de análisis y reflexión conceptuales. Por otra
parte, las conclusiones del método inductivo proceden de la observación empírica y
de la búsqueda de modelos y generalizaciones.
Los seis enfoques de la ciencia política abordados en este libro tienen ciertas pre
ferencias «viscerales» (véase Dunleavy y O ’Leary, 1987, p. 336) por determinadas
formas de orientación metodológica y explicativa (véase el cuadro 1). Por ejemplo, el
análisis del discurso mantiene la posición más relativista, mientras que los conductis
tas se acercan más al positivismo. Los institucionalistas y los conductistas han preferi
do generalmente explicaciones más inductivas, frente a la tendencia más deductiva de
la elección racional y, por supuesto, de la teoría normativa.
Es importante recalcar hasta qué punto todos los enfoques aquí reseñados se re-
sisten a ser reducidos á posiciones extremas en lo tocante a sus orientaciones m etodo
lógicas. Si la postura relativista se llevara al extremo «culminaría en la incertidumbre
rtótal'¡o en la ¡mposibilidad.de.’suscribir ningún principio o posición» \(Goodwin, 1992,
p.~13). Como afirma Fiona Devine, la mayoría de los científicos sociales, para no caer'
en la trampa del relativismo, suelen definir algunos criterio's con los que evaluar téo-
rías contrapuestas (véase el capítulo 7). A sí mismo, pocos científicos sociales suscribi
rían la idea de que «los hechos hablan por sí mismos». Por consiguiente, Howarth, al
hablar del análisis del discurso en el capítulo 6, insiste en que existen criterios para
evaluar teorías contrapuestas, pero éstos sólo pueden establecerse dentro de ciertos
discursos. En el capítulo 3, Sanders aleja al conductista actual de posiciones positivis
tas extremas y admite que toda observación empírica se ve alustrada por el esquema
teórico del observador. Los teóricos de la elección racional están a favor de una ela
boración teórica de tipo deductivo, pero siempre contrastada con los hallazgos proce
dentes de la observación empírica. D el mismo modo, el estilo inductivo del institucio-
nalismo tradicional, cuyo análisis parecía en ocasiones incapaz de ir más aííá de una
descripción detallada^ ha dado paso a un interés por desarrollar esquemas multiteóri-
cos que puedan, posteriormente, ser objeto de comprobación empírica.
También pueden establecerse divisorias entre los enfoques de la ciencia política a
partir de su preferencia por métodos cualitativos o cuantitativos. En el capítulo 7 D e
vine revisa los métodos cualitativos, que van desde la observación participante a la
entrevista. En el capítulo 8 W. L. Miller examina los m étodos cuantitativos que utili
zan los politólogos para recoger datos y analizarlos. En términos generales, los enfo
ques institucionalista, feminista y de análisis del discurso son los que utilizan más fre
cuentemente los métodos cualitativos. ¡Los enfoques cuantitativos se asocian más con
el trabajo de ios conductistas o con la teoría de la elección racional. Tales preferen
cias muestran diferencias significativas tanto en el enfoque del estudio como en su
orientación metodológica. Los conductistas, dada su preocupación por los comporta
mientos individuales agregados y por la falsabilidad de las afirmaciones teóricas, con
sideran más apropiados los métodos cuantitativos. D el mismo modo, muchas feminis
tas, al tener una concepción de la persona com o «ser» consciente y social, suelen
inclinarse por el uso de métodos de investigación cualitativos; Sin embargo, en princi
pio, como apunta Chapman en el capítulo 5, el análisis feminista es compatible con la
utilización de métodos cuantitativos. A sí mismo, el trabajo cuantitativo de los esíu-
KarlNY
In tro d u c c ió n 27
dios electorales puede com plementarse y cuestionarse con estudios .basados en técni
cas cualitativas, com o demuestra D evine en el capítulo 7. En realidad, es difícil no es
tar de acuerdo con las conclusiones de esta autora respecto a la frontera entre lo cua-
iitativo y lo cuantitativo; los m étodos deberían elegirse en función de los objetivos de
la investigación y no debería rechazarse la posibilidad de combinar los análisis cuanti-
tativo.yxualitativo .-
N os hem os ocupado de algunos de los retos m etodológicos que se exponen en
este libro. Sin embargo, hay al m enos otros dos que el politòlogo no puede dejar de
tener en cuenta JE n el capítulo 9 se analizan las ‘d ificültides y l a iScertidumbre del
análisis comparativo. Tanto p a ia jo s humanos com o para ios. animales, y no digamos
para los politólogos, la comparación es una herramienta'esencial de'descubrimiento. !
Como apunta Mackenzie (1967," p. 310): «La búsqueda, o la prueba y el error, o bien
están a merced del'azar o implican la .comparación;.', no puede evitarse comparar.
Mediante la reducción a ciertos elementÓS que después se comparan se puede cono
cer una.situación, ya sea para "'explicarla b para actuar sobre ella». La comparación
constituye un elem ento esencial' en los m étodos de aprendizaje de los politólogos y
puede realizarse de diversas maneras. Por ejemplo, pueden hacerse comparaciones
dentro de un solo país o tomando varios com o referencia. Trabajar con un marco
com parativo plantea diversas dificultades conceptuales y retos a la investigación.
Como afirman Tom Mackie y David Marsh en el capítulo 9, la comparación ofrece a
los politólogos una herramienta excelente pero problemática.
E l análisis de cuestiones m etodológicas de la segunda parte concluye en el capítu
lo 10 con la descripción y el comentario del debate sobre estructura y actuación1 a '
cargo de Colin Hay. Todas las ciencias sociales se enfrentan al dilema de basar sus ex
plicaciones bien en los actos autónomos de los individuos, bien en el contexto o es
tructura en el que éstos actúan y sobre el que no tienen control alguno. Hay pasa re
vista a diversas posiciones del debate sobre estructura y actuación, y la suya es un
buen ejemplo de la orientación m etodológica de un realista crítico. La conclusión del
capítulo es que resulta esencial para los politólogos ser conscientes üe los m odelos de
estructura y de actuación que subyacen tras sus intentos de explicar el cambio polí
tico.
Los seis enfoques de ciencia política que hem os señalado dan lugar a un amplio
abanico de teorías. En este apartado final de la introducción explicamos lo que enten
dem os j5pTt'éóría e indicamos la necesidad de que se reconozca suldiversidad tanto en
lo formal com o en el contenido. A continuación se debate uno de los temas que gene
ran más'polémica y discusión teórica en la ciencia política: la naturaleza del Estado.
La tercera parte del libro se dedica a revisar la teoría del Estado y, por tanto, muestra
1 F.l concepto de. agency_ ha sido traducido en español de dos maneras, como «actuación» o como
«agencia». Ninguno de estos dos términos recoge las connotaciones del concepto inglés (especialmente en
lo que se refiere a tener poder o influencia), pero el primero de ellos me parece menos confuso lingüística
mente, aunque precise de una nota aclaratoria (N. del T.).
28 G e rry S to ke r