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A la mañana del día siguiente Poirot es informado de que Samuel Ratchett ha sido
asesinado brutalmente con doce puñaladas.
Mientras el doctor Constantine observa el cadáver para poder saber más o menos la
hora del crimen y quien pudo ser el asesino, el detective empieza a investigar las
diversas pistas que ha dejado el, o por lo que empieza a notar, los asesinos.
Hay varias pistas, un pañuelo, un limpia pipas, un reloj abollado que se ha
encontrado en el bolsillo del muerto, un botón de un traje de encargado, una carta
quemada…
En esta última, se puede observar algo relacionado con los Armstrong y una
tragedia que tuvo lugar hace varios años en Norteamérica. Un mafioso secuestró a
la niña pequeña de la familia y causó la muerte de tres o cuatro miembros de esta.
Con esto, Poirot llega a la conclusión de que Ratchett en realidad era Cassetti, el
mafioso del caso Armstrong y que su asesinato tiene algo que ver con todo ese
drama.
Todos tienen una coartada y parece que ninguno de ellos puede ser el asesino ya
que todos tienen a algún testigo que les ha visto a la hora del crimen.
Cuando todo parece muy complicado Poirot empieza a reflexionar, una de sus
largas reflexiones. Nadie puede entender nada pero a él no se le ha escapado
ningún detalle y tiene por fin la solución al caso. Y no solo una, sino dos.
- La primera es que el asesino provenía del exterior del tren. Esta teoría es
casi imposible y Poirot lo sabe.