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Gilles Deleuze y Augusto Noce
Gilles Deleuze y Augusto Noce
Índice
1. Biografía
3. Capitalismo y Esquizofrenia
3.1 Esquizoanálisis
5. Reflexiones conclusivas
6. Bibliografía
1. Biografía
Gilles Deleuze nació en Paris, Francia, el 18 de enero de 1925, aunque
pasó la mayor parte de su infancia entre la capital francesa y la casa de los
Deleuze en Deauville, situado en la costa de la Baja Normandía. Hijo de
Louis Deleuze, ingeniero, y Odette Camaüer, entre los acontecimientos más
significativos de su adolescencia destaca la muerte de su hermano mayor,
Georges, oficial del ejército francés capturado por los alemanes durante la
Segunda Guerra Mundial, fallecido en el trayecto hacia un campo de
concentración. Debido a esta pronta pérdida la relación de Gilles con su
familia se resentirá notablemente dada la heroificación de su hermano
Georges por parte de sus padres, que a partir de entonces considerarán
cualquier logro conseguido por Gilles como insignificante respecto al acto
heroico de su hermano muerto.
Entre 1948 y 1952 realiza sus estudios de doctorado sobre David Hume,
bajo la doble dirección de Hyppolite y Canguilhem, estudios que culminan
en 1953 con la publicación de Empirismo y Subjetividad, obra en la que ya
aparece la influencia de uno de los filósofos que estará presente en todo el
trabajo desarrollado posteriormente por Deleuze: Henri Bergson, a quien
dedicará un libro, El bergsonismo, en 1966, extremadamente polémico dada
la consideración de dicho filósofo como altamente burgués y “espiritualista”
por parte de los teóricos marxistas y maoístas franceses reagrupados en
torno a Mayo del 68.
Entre 1952 y 1964, fecha en la que entrará en la Universidad de Lyon
como profesor de filosofía moral, Deleuze impartirá clases en diversos
institutos como el Liceo de Orléans o el Liceo Louis le Grand en París. En
dichos años, a parte del matrimonio con Fanny Grandjouan, mujer con quien
permanecerá casado hasta su muerte en 1995, la actividad de Deleuze está
marcada por una ausencia de publicaciones, actividad que retomará en
1962 con su libro Nietzsche y la filosofía, y al que seguirán sus libros sobre
Kant en 1963, Proust en 1964, Bergson en 1966, y Spinoza en 1968.
Es, entonces, de esa experiencia pura de la que hay que partir porque, en
palabras de Deleuze, «no supone nada más, y nada la antecede. No implica
sujeto alguno del que sea la afección, ninguna sustancia de la que sea la
modificación» [Deleuze 2007:95]. Así pues, como ya afirmaba Hume, toda
percepción será ya sustancia; es decir, tendrá consistencia ontológica por sí
misma sin necesidad de sujeto o principio alguno que le otorgue el ámbito
de la apariencia o el accidente. Una consistencia cercana al ens
diminutum de Duns Escoto, que Deleuze retomará en 1980 mediante el
concepto de haecceitas, como base para su teoría del acontecimiento.
3. Deleuze afirma por primera vez la capacidad del hombre, en tanto que
ser actualizado, para poder acceder mediante el conocimiento de sí
mismo al conocimiento del mundo y de Dios en un mismo movimiento.
Así pues, Mundo, Yo, y Dios, las tres ideas kantianas, se implican y
conllevan un mismo proceso de diferenciación común.
Ahora bien, ¿cuál es ese movimiento concreto de diferenciación que
conlleva la disyunción a la vez que la inmanencia de lo “disyuntado”?
Deleuze, desarrollando el análisis realizado a propósito del eterno retorno
nietzscheano, lo denomina síntesis disyuntiva. La influencia presente en
esta síntesis disyuntiva es doble. Por una parte, Deleuze se refiere de
nuevo a Bergson. Concretamente a la idea expuesta por este en La
evolución creadora a propósito de un movimiento vitalista-biológico que en
lugar de evolucionar mediante la mutación azarosa y la posterior adaptación
al ambiente, evoluciona mediante la diferenciación de varias respuestas a
cada problema planteado. Es decir, que, por ejemplo, existe un punto en la
línea evolutiva en el que el mismo movimiento de evolución debe dar una
respuesta al problema de la reproducción. Entonces se produce un nodo de
diferenciación entre la reproducción asexuada y la reproducción sexuada. Y
de la misma manera sucedería con la necesidad de movimiento propio. Si
bien las primeras células eran llevadas por la corriente marina en las que se
originaron, en cuanto se plantea el problema del automovimiento, la
evolución genera una síntesis disyuntiva en la que reorganizando los
distintos elementos implicados en el problema se produce la diferencia entre
el movimiento generado por el puro instinto, y el generado por la reflexión
que implica un primer distanciamiento y un primer atisbo de consciencia de
ese mismo proceso de diferenciación. Por otra parte, Deleuze recurre a la
obra de Lewis Carroll para mostrar la dimensión lingüística de este mismo
movimiento, a propósito de lo que Deleuze llama palabras “valija”,
como frumioso. Ésta, inventada por Carroll como fusión de los conceptos de
“fumante” y “furioso”, sin embargo no implica la síntesis y diferenciación de
los mismos en un único movimiento, o su simple fusión, sino que, para
Deleuze
Ahora bien, una vez aquí, la pregunta pertinente es, ¿qué entiende
Deleuze por este cuarteto de conceptos: virtual, actual, molecular, molar?
Como primer momento en la determinación del problema podemos afirmar
que esa materia pre-subjetiva que Deleuze denominó espíritu en 1953, será
denominada a partir de 1968 virtual.
La crítica inicial que Deleuze realizará a Lacan es, como viene siendo
habitual en sus estudios monográficos de filósofos, la de no haber
desarrollado hasta sus últimas consecuencias su propia teoría de la doble
serie, encorsetándola en la primacía de lo virtual del objet petit a. Para
Deleuze, al contrario de lo opinado por las críticas ejercidas por los
maoistas parisinos, la primacía no corresponde a un “virtual-uno” que se
expresa a sí mismo en la actualización del mundo. El inmanentismo de
Deleuze es propiamente nietzscheano en el sentido de que no hay un Uno-
Ser idéntico a sí mismo que en su expresarse produce la diferencia. La
primacía de la diferencia no significa otra cosa que la transformación del ser
en devenir, de todo concepto fijo en proceso o movimiento, de modo que
cualesquiera que sean las dos series elegidas —pasado y presente, virtual y
actual, significante y significado, molecular y molar—, lo decisivo es que
«ninguna de estas dos series puede ya ser designada como la original o
como la derivada» [Deleuze 2006: 155].
3. Capitalismo y Esquizofrenia
Pese al hecho de que Deleuze e Guattari sean co-autores del El
AntiEdipo y de Mil Mesetas, en realidad la lógica subyacente a estas obras
es casi enteramente deleuziana. Si bien Guattari introduce algunos
conceptos realmente útiles como los de transversalidad, agenciamiento,
o ritornello (que nada tiene que ver con el significado que dicho concepto
toma en Vico, sino que es ensayado a propósito de la teoría musical), y
aplica y desarrolla junto con Deleuze los razonamientos y perspectivas de
ambas obras, al final el mejor acercamiento a dichos textos es un estudio
sistemático previo de las obras deleuzianas. Este hecho llevó a una inicial
omisión del nombre de Guattari en las primeras críticas y recepciones de El
AntiEdipo tras su publicación en 1972. Estos textos presentan una gran
dificultad intrínseca de comprensión, causada por el gran número de
neologismos inventados y conceptos creados —como ya hemos visto, ésa
es una función primaria de la filosofía según los propios autores.
3.1 Esquizoanálisis
A diferencia del psicoanálisis, que construye un inconsciente (léase
virtualidad de la conciencia) fijo estructurado en torno a las relaciones
familiares primarias (Freud) o de parentesco organizadas según una
estructura lingüística (Lacan – Lévy-Strauss), el esquizoanálisis prescinde
de una primacía de las relaciones familiares en la individuación móvil de
cada inconsciente particular. De este modo, como primera diferencia, el
esquizoanálisis jamás concibe un inconsciente estructurado común a cada
persona, sino que, en lugar de ello, cada caso a esquizoanalizar es por
completo diferente del otro según qué series individuantes se hayan
producido en cada uno y cómo se hayan actualizado. De esta forma vemos
cómo gran parte —si no toda— la concepción de lo virtual en Deleuze es
transportada al ámbito del inconsciente para desarrollar los fundamentos de
una nueva práctica psiquiátrica.
Por ello, la primera condición para devenir con cualquier cosa, para que
nuestras líneas de fuga entren en relación con las suyas es devenir
inhumano. Éste y no otro es el fin último de las prácticas de devenir animal
en un primer momento. Este devenir inhumano es, pues, la capacidad
infinita del hombre de —dicho en términos spinozistas— una vez concebida
la idea adecuada a su esencia, poder actuar siempre en tanto que expresión
de la esencia divina. El devenir inhumano de Deleuze y Guattari no es sino
el mismo devenir mundo, ser uno con la voluntad de poder, con las
relaciones de fuerzas en que consiste el virtual molecular en su constante
diferenciarse-actualizarse como devenir del mundo. Así pues, lo
propiamente real no es el animal que el hombre deviene, sino el
devenir animal del hombre. Para ilustrarlo mejor, Deleuze y Guattari ponen
el ejemplo del devenir avispa-orquídea como un bloque de relaciones en el
que lo que propiamente es real no es ya ni la avispa ni la orquídea, ni
siquiera el avispear o el orquidear, ya que para devenir siempre es
necesario la estructura-otro y no únicamente la estructura-yo. Lo
verdaderamente real, actual y virtual a la vez, es el devenir mismo avispa-
orquídea, lo frumioso. Es por esto que Deleuze y Guattari afirman que «el
devenir y la multiplicidad son una sola y la misma cosa […] el yo sólo es un
umbral, una puerta, un devenir entre dos multiplicidades» [Deleuze -
Guattari 2004: 254].
Por último, en 1987, volviendo una vez más sobre la temática actual-
virtual, esta vez a propósito de la formación monádica de la subjetividad en
Leibniz, Deleuze desarrolla uno de sus conceptos más exitosos: el pliegue.
Éste se propone dar una conceptualización adecuada para mantener la
completa inmanencia del devenir con respecto a la diferenciación entre un
adentro y un afuera definidos por la subjetividad, sin que por ello se necesite
una trascendencia, o un afuera del filum material. De este modo, el continuo
virtual que se actualiza mediante el diferenciarse de la síntesis disyuntiva no
supone una separación sustancial numérica, sino que este diferenciarse
disyuntivo es un pliegue, de modo que las dos series que surgen de cada
síntesis disyuntiva no son más que las partes cóncavas y convexas del
mismo que definen ámbitos abiertos de un adentro y un afuera. Así pues,
concebido el mundo y el devenir como una gran cinta de Moebius en el que
el interior deviene exterior y el exterior deviene interior, en el fondo
demuestra que todo el esquizoanálisis, desterritorialización y
descodificación subjetivas, que todo pragmatismo lingüístico y toda práctica
artística no son más que el arte de plegar, desplegar, y replegar infinitos
ejercidos por la primacía de la diferencia-pliegue. Es en este sentido que,
para Deleuze, la modernidad no comienza con el renacimiento ni con el
racionalismo, sino con el Barroco.
5. Reflexiones conclusivas
En conclusión, como ya se ha podido ver, la apuesta filosófica de
Deleuze consiste prioritariamente en un intento de ir más allá de la filosofía
moderna mediante la superación de todo lo que implica el concepto de
representación y la división sujeto-objeto. Para ello lleva hasta el extremo el
potencial no desarrollado de conceptos o problemáticas desarrollados en el
ámbito de esta misma filosofía moderna que trata de superar. Debido a
esto, algunos comentaristas han resaltado cómo la filosofía de Deleuze, al
igual que la de Derrida, es una filosofía que se realiza siempre desde textos
ajenos. Es decir, el método de construcción y avance de la filosofía se
realiza como crítica de lo ya escrito, partiendo de un problema planteado por
otro autor, normalmente uno afianzado dentro de la historia de la filosofía,
en este caso Hume, Spinoza, Leibniz, Kant, Hegel, Bergson, etc. El principal
problema es, pues, la cuestión de la autoría y el rigor histórico. A este
respecto, es corriente entre los comentaristas de este filósofo francés el
caracterizar su método de análisis y crítica de otros filósofos como la
creación de un “monstruo” en el que esos autores jamás pensaron mediante
el empleo de los conceptos y la lógica por ellos mantenidos.
6. Bibliografía
6.1. Obras de Gilles Deleuze
Spinoza, Kant, Nietzsche, Labor, Barcelona 1974.
VILLANI, T., Gilles Deleuze. Un filosofo dalla parte del fuoco, Costa &
Nolan, Milano 1998.
Índice
1. El itinerario intelectual y el compromiso civil
8. Bibliografía
9. Recursos online
1. El itinerario intelectual y el
compromiso civil
Augusto Del Noce nace en Pistoia el 11 de agosto de 1910. Su
madre, Rosalia, era de Savona y descendía de una familia noble
saboyana. El padre, general del ejército, era toscano. De su
familia recibió una educación católica, marcada por los valores
tradicionales. Estas son las palabras con las que Del Noce evoca
los años de su formación y su juvenil vocación filosófica: «la mía
era una familia venida a menos y tendencialmente orientada hacia
los valores del pasado. Yo, por mi parte, sentía un cierto cariño
por dichos valores, al tiempo que advertía su falta de fundamento.
Esta es, al menos, una de las razones que me llevaron a la
filosofía; sí, se puede decir que mis orígenes no son tanto
gnoseológicos, metafísicos o epistemológicos, como propiamente
morales» [Storia di un pensatore solitario. Intervista ad Augusto
Del Noce: 350].
5. La secularización y los
totalitarismos del siglo XX
Del Noce explica el concepto de secularización de dos maneras
diversas pero conectadas: con ese término se refiere tanto a la
gradual pérdida de relevancia de lo sagrado que caracteriza
buena parte de la cultura del siglo XX, como al proceso general
de transferencia de lo sagrado al sæculum (esfera civil o secular):
nuestro autor entiende, por tanto, a los totalitarismos como
intentos (violentos y de dramáticas consecuencias) de una
«sacralización de la política» [Il problema dell’ateismo: 297]. En
ese sentido, le parece legítimo calificar a los totalitarismos de
“religiones seculares”. Para Del Noce es necesario ubicar la
génesis del estalinismo ruso, del fascismo y del nazismo «en
climas culturales impregnados de sacralidad de la política y de
teología política» [ibidem; cfr. Dessì 1993]. Desde esta óptica, los
totalitarismos son la perfecta expresión del racionalismo moderno
que niega toda legitimidad a la religión y a la trascendencia: ellos
buscan la salvación religiosa en la praxis política proponiéndose
edificar “paraísos terrenales”. Los totalitarismos son, por tanto, la
expresión de un “perfeccionismo político” [Rosmini 1985: 137] que
es sustancialmente anticristiano, puesto que niega que la
presencia del mal sea constitutiva de la naturaleza humana: el
mal no es considerado como algo intrínseco a la constitución
misma del hombre, sino como una «consecuencia de la
sociedad» [Tradizione e rivoluzione: 49] y de determinadas
circunstancias históricas. Negando la antropología cristiana
centrada en el status naturae lapsae, los totalitarismos han
pretendido eliminar el mal de la historia humana sirviéndose
también de medios violentos e inescrupulosos.
Uno de los elementos del marxismo que Del Noce condena con
firmeza no es tanto el utopismo entendido como «la esperanza en
la sociedad de los iguales y en el fin de los conflictos» [I caratteri
generali del pensiero politico contemporaneo. Lezioni sul
marxismo: 55], como la total reabsorción de la ética en la política:
el marxismo subordina a los individuos y sus derechos a un
proyecto político que los engloba. Del Noce subraya que en Marx
hay una «sustitución de la idea de libertad por la de liberación» [Il
problema dell’ateismo: 251] y que, por eso, todo lo que concierne
a la ética —incluidos los mismos derechos individuales— queda
totalmente subordinado a los fines de la política, es decir, a la
liberación del dominio de las clases privilegiadas y a la
construcción de una sociedad perfecta. A este propósito, baste
pensar en la célebre expresión de Lenin según la cual «es moral
todo aquello que es funcional a la revolución». En el marxismo los
objetivos de una sociedad política perfecta deben ser realizados
sirviéndose de cualquier medio, pisoteando —si es necesario—
los derechos mismos de los individuos y su libertad. Un vez que
se ha atribuido un fin escatológico a la política —se pregunta Del
Noce— ¿qué «importa el sacrificio de millones de vidas, de
generaciones enteras?» [I caratteri generali del pensiero politico
contemporaneo. Lezioni sul marxismo: 55]. La marxista es, por
tanto, una «revolución que utiliza a los hombres (como medios e
instrumentos) más que ser guiada por ellos» [Tradizione e
rivoluzione: 24].
6. La interpretación “transpolítica” de
la historia contemporánea
Ricos de sugerencias y de propuestas hermenéuticas son sus
textos sobre la interpretación “transpolítica” (es decir, filosófica y
conceptual) de la historia contemporánea. Ha sido el historiador
italiano Renzo de Felice (1929-1996) quien introdujo la categoría
de “interpretación transpolítica” para denominar las
investigaciones de Del Noce y de Ernst Nolte (1923-2016) sobre
el fenómeno del fascismo y, más en general, sobre la historia
contemporánea como “historia filosófica”. La interpretación
“transpolítica” implica no solo «un completo análisis histórico [de
los eventos], sino también una rigurosa problemática filosófica,
que lleva a captar la esencia, el significado más íntimo sin dejarse
desviar por aspectos secundarios» [De Felice 1971: 102-103.
Cfr. L’interpretazione transpolitica della storia contemporanea:
59; Negri 1992]. Del Noce y Nolte interpretan los grandes hechos
históricos del siglo XX como una consecuencia de las ideas
filosóficas y políticas que la modernidad ha producido: la historia
estaría, por tanto, determinada no solo por la “estructura
económica” sino también, y sobre todo, por la “superestructura
ideal”, esto es por una “causalidad ideal” que corresponde a los
fenómenos culturales y, en consecuencia, a la “vida del espíritu”.
Cómo ha señalada también Francesco Perfetti, Del Noce conoció
a Nolte gracias a la lectura de su gran obra de 1963 Der
Faschismus in seiner Epoche: el autor italiano quedó
profundamente «impresionado por la novedad metodológica
propuesta por el estudioso alemán, esto es, por aquella
aproximación filosófica a la historia contemporánea a la cual
también él se estaba dedicando» [Perfetti 1993: 726]. Con el autor
alemán, padre de llamado “revisionismo histórico” y estudioso de
la “revolución conservadora” que ha caracterizado a la Alemania
de comienzos del siglo XX [Nolte 2009], Del Noce mantuvo
también un interesante intercambio epistolar [Carteggio Nolte-Del
Noce].
8. Bibliografía
8.1. Obras de Augusto Del Noce
8.1.1. Publicadas en vida del autor