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Juan

Programa No. 0268

Juan 3:22 – 4:14

Continuamos hoy estudiando el capítulo 3 del Evangelio Según San Juan. En nuestro
programa anterior avanzamos hasta el versículo 21. Y decíamos que éste es el juicio del
mundo. El día en que el mundo crucificó a Cristo, el mundo hizo una gran decisión. Ahora debe
ser juzgado por Dios. Recordamos que Jesús estaba hablando con Nicodemo aquí, y que
Nicodemo era Fariseo. Ahora los Fariseos creían que cuando viniera el Mesías vendría como
juez, porque el Antiguo Testamento presenta dos aspectos de la venida del Mesías. Uno es Su
venida como Salvador, llegando para morir; para pagar la pena. El otro aspecto es Su venida
como juez.

De modo que los Fariseos razonaban que el Mesías sería un juez cuando viniera porque
el Salmo 2:9 dice: “Los quebrantarás con vara de hierro.” También Daniel 7:13-14 habla de El
como el Juez del mundo entero. Asimismo, el Salmo 45 habla del reinado del Mesías sobre el
mundo con justicia. Y el profeta Isaías en el capítulo 11, versículos 3 al 5, dice que “. . . juzgará
con justicia . . .” y que “. . . será la justicia cinto de sus lomos . . .” Y más adelante, en el capítulo
42, Isaías vuelve a mencionar Sus juicios con justicia. Así que, por todo esto, los Fariseos
habían llegado a la conclusión de que el Mesías sería un juez cuando viniera. Pero el Señor
Jesús le dice con suma claridad a Nicodemo que Dios no había enviado a Su Hijo esta primera
vez para juzgar al mundo, sino para que el mundo fuese salvo por El. Y la palabra que se
traduce aquí por “mundo” es “cosmos” lo que quiere decir que el propósito redentor de Dios
abarca al mundo entero. No vino para condenar ni para juzgar al mundo, sino para salvarlo.
En Cristo, entonces, no hay ninguna condenación, pero aquellos que no creen en Cristo, ya
están condenados.

Hay muchos que piensan hoy en día que el mundo está en una etapa de prueba, creen
que Dios está sometiendo al mundo a un proceso judicial. Pero la realidad es que el mundo
está perdido. Usted y yo estamos viviendo en un mundo perdido, y no es necesario esperar
hasta el juicio final para saber que el mundo está perdido. Su situación es como cuando usted
le pregunta a un hombre en la cárcel si está o no está dispuesto a aceptar un indulto o perdón.

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Y así es el Evangelio hoy en día. El Evangelio no es decirle a un hombre que está siendo
juzgado. Él ya está condenado; él ya está en la cárcel esperando la muerte, la pena máxima;
pero el Evangelio le dice que hay una oferta de perdón. La pregunta de mayor importancia es,
entonces, si aceptará o no el perdón. ¡Cuán maravillosamente claro es esto!

El Evangelio es para salvar a los que ya están perdidos. La condenación, o el juicio es


que la luz ha venido al mundo, pero siendo que el hombre es pecador por naturaleza, sus obras
son malas. La Biblia dice aquí que “. . . los hombres amaron más las tinieblas que la luz” (Juan
3:19). El hombre que no ha nacido de nuevo es como las ratas, que siempre corren hacia el
rinconcito más oscuro cuando se enciende la luz. Es natural que los hombres no quieran la luz,
porque revela sus malas obras. Sólo los que vienen a Cristo, y solamente los que se vuelven
a Él, quieren la luz.

Al comienzo de este programa dijimos que comenzaríamos nuestro estudio de hoy


considerando a partir del versículo 22, pero creemos que es necesario devolvernos un poco y
leer una vez más los versículos 20 y 21.

San Juan 3:20-21 “. . . que sus obras son hechas en Dios.”

Fíjese usted que en estos versículos, nuestro Señor habla en cuanto a tantas cosas desde
el punto de vista negativo. Dice: “Porque todo aquel que hace malo, aborrece la luz y no viene
a la luz, para que sus obras no sean reprendidas.” Es mucho lo que se habla por allí en cuanto
al poder del pensamiento positivo. Pero, amigo oyente, la verdad es que hay mucho poder
también en el pensamiento negativo y en el hablar negativo. Escuche otras de las cosas
negativas que el Señor Jesucristo dijo. Allá en el Evangelio Según San Marcos, capítulo 2,
versículo 17, leemos: “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores.” En el mismo Evangelio
de Marcos, capítulo 10, versículo 45, el Señor dijo: “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser
servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.” Y en el versículo 17 de
este capítulo 3 de Juan, Jesús dice: “Porque No envió Dios a su Hijo al mundo para condenar
al mundo.” Pero Jesús añade aquí que todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz. En otras
palabras, cualquiera que practique habitualmente lo que es malo, odia la luz. La luz y la verdad

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son lo mismo. “Mas el que practica la verdad viene a la luz . . .” dice el versículo 21 de Juan,
capítulo 3. Pero el error y las tinieblas siempre andan juntos; siempre presentan un contraste
total ante la luz y la verdad. Y con esto termina este relato sobre la entrevista entre Jesús y
Nicodemo.

Tenemos ahora el testimonio de Juan el Bautista. Leamos los versículos 22 al 24 de este


capítulo 3 de Juan.

San Juan 3:22-24: “Porque Juan no había sido aún encarcelado.”

En esos días, Juan todavía podía predicar que “el reino de los cielos se ha acercado.”
Pues fue después de la tentación del Señor que encarcelaron a Juan. Esto es lo que cuentan
los otros evangelistas. Continuemos ahora con los versículos 25 y 26 de Juan capítulo 1:

San Juan 3:25-26: “. . . de quién tú diste testimonio, bautiza, y todos vienen a él.”

Esta es una declaración muy interesante. Nos imaginamos que los discípulos de Juan
estaban algo celosos y envidiosos de la popularidad de Jesús. Le sugieren a Juan que ni aun
debe de mencionar el nombre de Jesús. Y luego implican que fue un error haber dado
testimonio de Él, en primer lugar porque ahora todos se iban a Jesús. Pero notemos la reacción
de Juan el Bautista. El hace una declaración muy clara y demuestra que él no tiene nada de
envidia en su corazón. Leamos los versículos siguientes; versículos 27 hasta el 30:

San Juan 3:27-30 “Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe.”

Uno no puede evadir la gran importancia de esto, estimado oyente. Juan el Bautista es el
último de los profetas del Antiguo Testamento. La verdad es que él no pertenece a la era de la
Iglesia. Esto lo aclara con las palabras: “El que tiene la esposa . . .” ¿Quién es la esposa? La
Iglesia. “El que tiene la esposa, es el esposo” dice Juan. Entonces, ¿quién es Juan? Él es el
amigo del esposo. Es verdad que él estará presente en la cena de las bodas del Cordero, pero
él no forma parte de la Iglesia. Es el último de los profetas del Antiguo Testamento y camina

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desde las páginas del Antiguo Testamento y llega hasta el Nuevo Testamento anunciando la
venida del Mesías.

Juan, pues, responde en el versículo 27: “No puede el hombre recibir nada, si no le fuere
dado del Cielo.” Esta verdad se repite muchas veces en las Escrituras. El Señor Jesús mismo
dijo allá en el capítulo 6 de este Evangelio de Juan, versículo 65: “Ninguno puede venir a Mí,
si no le fuere dado del Padre. ” ¡Cuán grandes son estas declaraciones! Y luego Juan dice que
es necesario que Jesús crezca, pero que él mengüe. Su ministerio ahora viene llegando a su
fin. Leamos ahora los versículos 31 al 36 de este capítulo 3 de Juan.

San Juan 3:31-36: “. . . sino que la ira de Dios sobre está sobre él.”

Juan pone muy en claro que el Señor Jesucristo es superior y da este maravilloso
testimonio en cuanto al Señor Jesucristo. “El que cree en el Hijo tiene vida eterna.” ¡La tiene
ahora mismo! Estimado oyente, esto no se puede expresar en forma más clara. Juan el Bautista
predicó el Evangelio como usted bien lo puede ver. Proclamó que los hombres están perdidos
sin Cristo, pero que pueden tener vida eterna por la fe en Cristo. ¡Qué testimonio tenía este
hombre! ¡Qué testimonio tan grande para el Señor Jesucristo!

Y así concluye nuestro estudio del capítulo 3 del Evangelio Según San Juan. Llegamos
ahora al capítulo 4.

Este capítulo narra uno de los incidentes más importantes en la vida del Señor Jesucristo:
Su encuentro con la mujer Samaritana. Comencemos, pues, leyendo los primeros tres
versículos de este capítulo 4:

San Juan 4:1-3: “. . . salió de Judea, y se fue otra vez a Galilea.”

Al parecer, esto sucedió inmediatamente después del encuentro entre Jesús y Juan el
Bautista en el capítulo tres. Probablemente esto ocurrió cerca del 27 del mes de diciembre y
cuando Juan el Bautista ya estaba en la cárcel. Creemos que cuando Juan fue encarcelado,
Jesús salió de Judea y regresó a Galilea.

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¿Por qué salió de Judea? Bueno, no quería precipitar de antemano una crisis. Es que el
Señor Jesús estaba andando según un horario. Aquel horario era un horario celestial; un horario
fijado por el Padre. Jesús dijo con toda claridad que Él había venido para hacer la voluntad del
Padre. Dijo allá en el capítulo 10 de este Evangelio, versículo 18, con respecto a Su vida:
“Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder
para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.” Estaba hablando en cuanto a
su muerte venidera. No podían prender a Jesús sino cuando llegara Su hora. Es en el capítulo
13 de Juan donde primero leemos que llegó la hora de Jesús. Allá en el versículo 1 de ese
capítulo 13, dice: “Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado
para que pasase de este mundo al Padre . . .” Jesús, pues, estaba andando según un horario
– un horario previsto, amigo oyente, y vino para cumplir la voluntad del Padre.

Es por esto que Jesús se fue otra vez a Galilea. Regresó a donde estaba Su centro de
operaciones. Ya hemos indicado que creemos que este centro estaba ubicado en la ciudad de
Capernaum. Continuemos ahora con el versículo 4 de este capítulo 4 de Juan:

San Juan 4:4 “Y le era necesario pasar por Samaria.”

Aquellas palabras “le era necesario” nos llaman la atención. ¿Por qué le era necesario
pasar por Samaria? Bueno, porque quería alcanzar a la mujer samaritana. Escúchele usted
en el versículo 34, “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra.”
Le era, pues, necesario pasar por Samaria. Al parecer, su destino era Caná de Galilea, aquel
lugar donde había cambiado el agua en vino. Había un hombre noble, un oficial del rey, en
Capernaum que tenía un hijo enfermo. Jesús se dirige hacia Capernaum, pero le es necesario
pasar por Samaria. Si usted mira un mapa de esa región, verá que había tres rutas que Él
podría haber tomado. Podría haber viajado junto a la costa. Había allí un camino que hoy en
día todavía está allí. Podría haber pasado por Perea, que está al otro lado del Jordán, o bien,
podría haber pasado por Samaria. El historiador Jesefo nos dice que la ruta más directa era la
que pasaba por Perea, pero Jesús no tomó esa vía. Pasó por Samaria porque sabía que allí le
esperaba la mujer samaritana. Continuemos con el versículo 5:

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San Juan 4:5 “. . . junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José.”

El sepulcro de José está cerca de la bifurcación del viejo camino romano al sur de Sicar.
Allí, junto al pozo, fue donde Jesús se encontró con la mujer samaritana. El Monte Gerizim
estaba situado al noroeste de allí, y la sinagoga de los samaritanos estaba en la cuesta del
Monte Gerizim. Y esta es, en breve, la escena de este lugar a donde llega el Señor. Leamos
ahora el versículo 6:

San Juan 4:6 “. . . se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta.”

La hora sexta, según la hora romana, sería las seis de la tarde. Pero al parecer, aquí
seguimos la hora judía y esto correspondería a las doce del mediodía. Dice que estaba cansado
del camino. ¡Cuán perfectamente humano era Jesús! Y Juan, el autor de este evangelio, lo
presenta como el Hijo de Dios; como Dios manifestado en la carne. Él dijo al principio de este
Evangelio: “El Verbo fue hecho carne.” Amigo oyente, nuevamente hay algo aquí que es
profundo aun cuando el lenguaje es sencillo. ¡Piénselo! El Dios de la eternidad vino a esta
tierra. El Verbo fue hecho carne y habitó entre nosotros, y al pasar por Samaria se sentó allí
junto al pozo para alcanzar a esta mujer samaritana. En aquel entonces los samaritanos, por
lo general, eran personas bastante pobres. Continuemos con el versículo 7, del capítulo 1 de
Juan.

San Juan 4:7 “. . . y Jesús le dijo: Dame de beber.”

Como lo veremos más adelante, era obvio que ésta era una mujer de vida licenciosa. Era
una mujer ruda e inmoral. Hoy en día la llamaríamos una mujer de vida alegre.

¡Qué contraste hay entre ella y el hombre que vimos en el capítulo anterior – Nicodemo!
Fíjese usted que con Nicodemo, un hombre que era muy religioso, nuestro Señor se portó de
una manera bastante áspera. Fíjese ahora en lo benigno que fue con esta samaritana.

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Le pide que le haga un favor. Despierta su simpatía. Jesús tenía sed y así le pidió que le
diera de beber. Dos veces la mujer rehúsa darle agua. Se resintió por su acercamiento y resistió
cualquier inferencia espiritual que Él le hiciera.

¡Qué condescendencia por parte de Jesús! El, quien es el Agua de vida, le pide a ella que
le dé un poquito de agua. Eran las doce del día y Sus discípulos habían ido a la ciudad para
comprar algo de comer. Y el versículo 9 dice:

San Juan 4:9 “Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí.”

Aquí ella es ruda, insolente, imprudente, e impertinente y mueve su petulante cabeza.


Hace de esto una distinción racial. Pero fíjese usted lo que nuestro Señor hace aquí: Llega al
lugar más bajo al cual puede llegar. Mire cómo el Señor se porta con ella. Era muy diestro y
simpático, pero también habla con ella potente y firmemente, y con certeza. No le da un
discurso sobre la integración, ni sobre los derechos civiles. Él no es candidato para ningún
puesto político. Simplemente despierta su curiosidad femenil. Motivó un interés y una sed.
Continuemos ahora con el versículo 10.

San Juan 4:10 “. . . tú le pedirías, y él te daría agua viva.”

Note usted cómo Jesús ha despertado la curiosidad de esta mujer, e inmediatamente ella
cambia de actitud. Leamos los versículos 11 y 12.

San Juan 4:11-12: “. . . del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados?”

La mujer ahora lo llama “Señor,” cosa que antes había omitido. Hasta ahora ella había
sido imprudente y descortés; pero ahora hay una diferencia. Sin embargo, notemos aquí que
esta mujer todavía está pensando sólo en lo físico, y por esto, su mente no puede remontarse
más allá del nivel del agua en el pozo. Note usted también que ella se identifica como
descendiente de Jacob que fue quien cavó este pozo. Pero notemos lo que Jesús le responde
aquí en los versículos 13 y 14 de este capítulo 4 de Juan.

San Juan 4:13-14: “. . . que salte para vida eterna.”

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Jesús aclaró aquí que no estaba hablando en cuanto al agua del pozo de Jacob. Sólo la
usa como contraste. Amigo oyente, dos tercios de la superficie de la tierra es agua. Hay
multitudes hoy en día que constantemente buscan y encuentran el agua física. Sin embargo,
son muy contados los que están buscando el agua espiritual. Es nuestra oración, estimado
oyente, que usted forme parte de esta gran minoría que busca el agua espiritual, porque esta
agua está a su disposición en este mismo momento.

Y bien, nos detenemos aquí por hoy, amigo oyente, porque el reloj nos indica que nuestro
tiempo ha tocado ya a su fin. Continuaremos considerando este interesantísimo pasaje, Dios
mediante, en nuestro próximo programa. Hasta entonces, pues, ¡que las bendiciones de
nuestro glorioso Señor sean sobre usted en todo momento!

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