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Hora Santa

1. Introducción (3 minutos)

Señal de la santa cruz: en el nombre del Padre, del Hijo…

Bienvenidos, estimadas hermanas, docentes, personal de trabajo, representantes y


alumnos, hoy estamos ante el amor de los amores hecho pan y vino, porque quiere
ser sustento y alegría de nuestras vidas. En un momento de silencio dispongamos
nuestro corazón ante su presencia, descargamos nuestras cargas en él y dejamos
que su amor inunde nuestra vida y nuestro hogar. Colocamos a sus pues aquellas
situaciones, enfermedades y problemas que nos afectan para que en Él toda
dificultad quede superada, enfermedad sanada y todo problema resuelto. En este
breve tiempo deja que hable a tú corazón y que su dulce voz ilumine el camino haz
de emprender. Es importante que no solo le hables, sino que le permites que él te
hable también, si hablamos solo nosotros no será un diálogo, sino un monólogo y
aunque habremos presentado nuestras súplicas no habremos escuchado su
propuesta. Si, porque hoy Jesús tiene una propuesta de salvación para cada uno
de nosotros, solo basta quedar en silencio un poco y la podremos escuchar.

2. Silencio para presentar las propias intenciones ante Jesús sacramentado (7


minutos).

3. Oración dialogada con Jesús (5 minutos)

Hermano Jesús, hoy recordamos que hace casi 2000 años una tarde te levantaste
en plena cena y lavaste los pies a tus discípulos. Hoy nos cuesta entender lo que
realmente sintieron ellos cuando les lavabas los pies, hoy esa costumbre ya no
existe, pues todos usamos zapatos, ya no traemos polvo en nuestros pies. En tu
tiempo si hermano Jesús, eran sandalias descubiertas y para no ensuciar la casa ni
las alfombras se lavaban los pies. Pero era un oficio que hacían los esclavos,
personas a las que no se les pagaba un sueldo, que no pertenecían a la familia,
pero que tampoco se les permitía tener una propia, y tú hermano nuestro ocupaste
esa función: la de un esclavo, porque no querías que existieran más esclavos ni
sirvientes entre quienes son hermanos.
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En esa cena había un cordero, había pan y había vino, sabías que era tú última
cena, pero quisiste vivirla con alegría. Imagino que estabas ahí con tus amigos
(pues así quisiste llamarlos) aunque por dentro el miedo y la tristeza se agitaban
sonreías, comiste abundantemente, contabas cosas alegres y dabas profundas
enseñanzas. Era una familia de personas que no estaban unidas por la sangre, sino
por el amor. Ahí, en un momento, tomas el pan y lo partiste diciendo: “tomen y
coman que este es mi cuerpo que será entregado por ustedes”. Luego tomaste la
copa dijiste: tomen y beban que esta es mi sangre que será derramada por ustedes”.

Querías que siempre se recordara y se hiciera memoria de ese momento, que


siempre hubiera fiesta entre los tuyos, que siempre estuvieran dispuestos a servir y
a compartir.

Por ello también hoy quiero darte gracias, por pensar en nosotros, por querer vernos
siempre con una sonrisa, por querer que reinara la alegría de una cena donde se
comparte, no hay hambre ni penas. Aunque hay momentos en que siento esa
punzada al ver a otros sufrir también se que en tu ejemplo está la respuesta:
servirnos los unos a otros con alegría, compartir, limpiarnos y no maltratarnos. Todo
ello se hace vivo en cada memoria de tu última cena y es tarea para hacer en
nuestras familias y en la comunidad.

2. Oración de perdón (5 minutos)

Te pedimos perdón por todas las situaciones en las que te hemos ofendido, te
ofendemos cuando pensamos que estar contigo es solo orar e ir al templo, pero no
salir al encuentro del prójimo. Perdón porque Tú dices a los bienaventurados tuve
hambre y me diste de comer, pero muchas veces no abro la despensa de mi hogar
para compartir un poco de comida con aquellos que como Lázaro desean eso poco
para calmar el hambre.

Perdón porque Tú dices a los bienaventurados tuve sed y me diste de beber, pero
a la puerta de mi casa llegan prójimos que desean un poco de agua para lavar sus
cuerpos y calmar la sed, pero cerramos los ojos para no ver.
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Perdón porque Tú dices a los bienaventurados estuve desnudo y me vestiste, pero


miles de mis hermanos están en las calles vestidos con harapos mientras que mi
closet está lleno de muchas prendas que no he vuelto a usar.

Perdón porque dices a los bienaventurados fui migrante y me acogiste, pero,


aunque mi propia familia ahora es migrante no me detengo a pensar un poco ni he
buscado la manera de ayudar a aquellos cientos y miles que cada día veo recorrer
la carretera rumbo a la frontera.

Perdón porque dices a los bienaventurados tuve en la cárcel y enfermo y me fuiste


a ver, pero yo nunca te he visitado, ni he buscado sanar tus heridas, ni siquiera una
oración he dirigido por quienes sufren estas terribles aflicciones al estar sin salud o
sin libertad. Perdón porque, aunque decimos Padre Nuestro, solemos pensar solo
en solucionar nuestros problemas y olvidamos a los demás.

3. Acto de contrición (1 minuto)

4. Meditación del acto de contrición (4 minutos)

Jesús es nuestro Señor, en el lenguaje antiguo significa que es nuestro rey, que
solo él tiene potestad absoluta sobre nuestras vidas, estamos bajo el señorío de
Dios. También es nuestro Redentor, quién nos ha salvado de las cadenas del
pecado y las ha roto para que nunca más nos vuelvan a aprisionar. Mientras los
líderes religiosos judíos miraban al mundo lleno de pecado y le daban la espalda,
Jesús vio al mundo lleno de pecado y dio su vida por él.

Por eso, ante Jesús nuestro Señor y Redentor, con corazón contrito pedimos perdón
por nuestras faltas. Por esas que cada día nos distancian más de Dios, nos lleva a
herir al prójimo, a nosotros mismos y a toda la Creación. Estamos en la más
profunda certeza que donde el perdón a triunfado el pecado jamás volverá a
dominar. Con esta convicción les invitamos a decir la oración Jesús mismos nos
enseñó.
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5. Padre Nuestro (1 minuto)

6. Acción de gracias (9 minutos)

Padre, sí, de todos, por eso es Padre nuestro y no Padre mío. Gracias infinitamente
por adoptarnos como tus hijos. Por querer cobijarnos bajo tus alas como la gallina
cobija a sus polluelos.

Gracias por darnos el pan de cada día, porque nunca falta a nuestra mesa y porque
has diseñado la naturaleza de tal manera que esta siempre diera fruto para calmar
nuestra necesidad. Gracias por perdonar nuestras ofensas, por alcanzarnos la
salvación y por hacemos parte de tu Reino. Gracias por alejarnos de la tentación de
hacer el mal y por concedernos la oportunidad de ser cada día Iglesia peregrina que
construye un mundo mejor.

Gracias Padre por tantos regalos que nos das y nosotros ni siquiera detallamos.
Gracias por nuestro cuerpo, por darnos el milagro maravilloso y complejo de nuestra
biología que nos permite expresarnos, movernos, sentir estar con los demás.
Gracias por cosas tan complejas y tan ignoradas como las lágrimas, porque con
ellas expresamos nuestros sentimientos más intensos, gracias porque sin ellas
nuestros ojos se secarían y quedaríamos ciegos. Gracias por algo tan poco valorado
como la saliva, si pasáramos un día sin ella no podríamos pasar los alimentos,
nuestra garganta se secaría no podríamos hablar, quedando mudos y sin poder
comer. Gracias Padre por las lágrimas y la saliva que nos permiten vivir.

Gracias por nuestras manos que nos permiten trabajar, no cambiaríamos una sola
mano por el trabajo más importante ni por el viaje más placentero. Gracias por
nuestros pies que permiten movernos, no cambiaríamos la fortuna más grande por
uno solo de ellos. Gracias señor por el corazón, por el hígado, por la piel. No hay
nada en el mundo tan valioso que estaríamos dispuesto a intercambiarlo por uno
solo de ellos. Gracias Padre, porque somos tan ricos y aún no nos hemos dado
cuenta.

Gracias por el sol que ilumina nuestros días y que hace posible que la vida exista,
gracias por la noche que invita al descanso, gracias por el aire que respiramos
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porque sin él no podríamos vivir cinco minutos más. No cambiaríamos el cargo más
importante de la tierra por cinco minutos sin oxígeno. Gracias por tanto Señor.

7. Invitamos a tomar un momento de silencio para pensar en todo lo que


tenemos y darle gracias a Dios (5 minutos).

8. oración para sonreír (5 minutos).

Un corazón agradecido es un corazón que sonríe, porque sabe todo lo que tiene, lo
valora y es feliz. Para sonreír no necesitamos que todo nos salgo bien, sino ver todo
lo bueno que tenemos y hay a nuestro alrededor. Santa Teresa de Calcuta vivía
rodeada de personas con mucho sufrimiento: enfermos terminales, ancianos y niños
abandonados, personas que se pudrían en la calle porque para el mundo ya estaban
muertas. En medio de tanto sufrimiento y dolor ella sabía sonreír porque miraba que
lo bueno era aún mayor. Un día compuso esta hermosa oración para que también
ante Dios sonriéramos y estuviéramos llenos de gratitud cada día:

Señor, renueva mi espíritu y dibuja en mi rostro


sonrisas de gozo por la riqueza de tu bendición.

Que mis ojos sonrían diariamente


por el cuidado y compañerismo
de mi familia y de mi comunidad.

Que mi corazón sonría diariamente


por las alegrías y dolores que compartimos.

Que mi boca sonría diariamente


con la alegría y regocijo de tus trabajos.

Que mi rostro dé testimonio diariamente


de la alegría que tú me brindas.

Gracias por este regalo de mi sonrisa, Señor.

Amén.
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-Madre Teresa de Calcuta M.C.

Sonríe hermano sonríe dice la letra de una canción, ese también es un signo del
cristiano que puede ver el mundo lleno de dolor y descubrir la belleza hay en él.

9. Oración de agradecimiento e intercesión por los sacerdotes (5 minutos)

Hoy que damos gracias a Dios por el don de su presencia en el pan y el vino
consagrados sobre el altar recordemos también a los sacerdotes, aquellos que son
seres humanos como nosotros, pero que muchas veces viven sus dramas en la
soledad porque no encuentran con quien desahogar su corazón. Pensemos un
momento en aquellos sacerdotes que han marcado nuestras vidas, que nos dieron
un consejo adecuado en el momento indicado, que escucharon aquella pena que
nos agobiaba y nos consolaron. Aquel sacerdote que estando triste me hizo sonreír
o simplemente estuvo ahí acompañando en el dolor.

Pensemos un poco en el sacerdote que nos bautizó, nos confesó por primera vez o
nos dio la primera comunión. Todos ellos han marcado de manera positiva nuestras
vidas. Hoy es momento de agradecer por sus vidas y por la de todos los que en este
momento están dedicando sus oraciones y trabajos por construir un mundo más
creyente y justo.

También pidamos por sus necesidades, para que puedan superar los conflictos
externos e internos que les atenazan, para que puedan ser libres y servir
desinteresadamente en la misión que les ha sido encomendada. Tomemos unos
momentos de silencio para pensar en los sacerdotes y ponerlos en las manos de
Dios.

10. Oración de San Francisco (5 minutos)

Terminemos nuestra adoración al Santísimo recitando la oración de San Francisco


para que esos mismos sentimientos reinen en nuestros corazones:

Señor, haz de mí un instrumento de tu paz.


Que allá donde hay odio, yo ponga el amor.
Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón.
Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión.
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Que allá donde hay error, yo ponga la verdad.


Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe.
Que allá donde desesperación, yo ponga la esperanza.
Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz.
Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría.
Oh Señor,
que yo no busque tanto ser consolado, cuanto consolar,
ser comprendido, cuanto comprender,
ser amado, cuanto amar.
Porque es dándose como se recibe,
es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo,
es perdonando, como se es perdonado,
es muriendo como se resucita a la vida eterna.
Amén.

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