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EL PISO 11

El edificio donde se mudo Miguel solo poseía un ascensor. Esto habría podido ser un
inconveniente considerado los 11 pisos que tenia el lugar, más al no haber muchos inquilinos
nunca se presentaron problemas.

Cuando Miguel llego se encontró a un anciano limpiando el piso de la entrada. Era de noche y
era muy extraño encontrar a alguien trabajando a esas horas, así que supuso que el trabajo del
anciano debería ser tiempo completo. Sin darle importancia, Miguel se dispuso a ir al su
habitación, ubicada en el piso 10 del edificio.

-¿Eres el nuevo?- Pregunto el anciano cuando el chico paso a su lado.

-Eh… si señor. Me acabo de mudar.

-Bien, eso significa un cuarto más que limpiar- Contesto secamente -Más te vale no causar
alboroto.

-No se preocupe, no suelo ser muy sociable…- Respondió Miguel bajando la mirada.

-Eso es bueno…- El anciano le dirigió una mirada inquisitoria y sonrió, dejando entrever una
hilera de dientes careados- Aquí solo tenemos una regla, chico. Puedes ir al cualquier lugar del
edificio, pero esta terminantemente prohibido ir al piso 11.

Dicho esto, el anciano recogió sus cosas y se alejo rengueando, dejando a Miguel anonadado y
sin una explicación sobre esta regla. El chico suspiro y tomó el ascensor para ir al su cuarto.

Al día siguiente resultó muy normal en la mañana. Miguel se despertó temprano y se preparo
para ir al estudiar. En la entrada volvió a encontrarse con el anciano, pero esta vez ni siquiera
lo miro.

Miguel volvió ya muy entrada la noche, muerto de sueño y con el único deseo de tumbarse en
su cama hasta el día siguiente. Esta vez no encontró al anciano en la entrada, pero no se dio
cuenta de ello. Siguió de frene y entro en el ascensor en donde presionó el botón 10. Estuvo
adormecido siendo arrullado por el suave movimiento del ascensor hasta que vio que se
acercaba a su piso.

Pero algo sucedió… el ascensor llego al piso 10 y siguió subiendo. Ahora tenia prendida la luz
del botón desvencijado donde se mostraba un número 11 casi borrado. Miguel se sorprendió,
pero supuso que su trance somnoliento había apretado mal, así que abrió las puertas y salió a
curiosear.

-¿Qué haces aquí?- Preguntó una voz ronca a su espalda.

Miguel se volteo y se encontró con el anciano, lanzando juramentos lo apresuró a que se


volviera a meter al ascensor y lo escolta hasta su cuarto. Miguel, por su parte, tenia tanto
sueño que se tiró en su cama y durmió plácidamente.

El día siguiente fue muy similar. Miguel se despertó salió y no volvió hasta la noche. En la
entrada recibió una llamada de su hermano Julius, el cual le había pedido hace unos días que le
dijera si valía la pena mudarse al edificio y de paso, hacerse compañía. Miguel le respondió que
si y su hermano le dijo que ya tenía todo listo y posiblemente en tres días estaría allá.
Miguel guardo el celular y entro al ascensor. Apretó el botón 10 con toda seguridad y espero
pacientemente. Pero algo volvió a fallar… piso 11 nuevamente. Miguel se asustó, ya que creía
que el anciano lo habría de regañar otra vez, así que volvió a apretar el botón 10; más el
ascensor no se movió. Siguió apretando desesperadamente hasta que repentinamente, las
puertas se abrieron. Miguel salió con lentitud, mientras sus ojos se adaptaban a la oscuridad
del piso. Todo parecía viejo y con restos de quemaduras y hollín en las paredes. El chico siguió
avanzando tanteando en la oscuridad hasta que logró vislumbrar una débil luz al fondo

Se acercó y se topo con el anciano, el cual se encontraba de espaldas, sosteniendo una vela
encendida.

-Disculpe señor- Murmuró Miguel- el ascensor se malogró y me trajo hasta aquí…

El anciano no respondió ni volteo. Se quedó dándole la espalda mientras siseaba unas frases
con voz muy ronca

-Ya van cinco años desde el accidente… todo el piso explotó… todos muertos… nadie se salvó…
ni… yo.

El anciano volteo y mostró su rostro desfigurado por el fuego, con una horrenda mueca.
Miguel intento gritar, pero ningún sonido salió de su boca. Estaba petrificado del miedo, y no
pudo hacer nada cuando aparecieron multitud de figuras a su alrededor y se abalanzaron
sobre él, obligándolo a acompañarlos a su mundo de sufrimiento y penitencia por la eternidad.

Luego de tres días, Julius llego al edificio. El edificio donde se mudo Julius solo poseía un
ascensor. Esto habría podido ser un inconveniente considerado los 11 pisos que tenia el lugar,
más al no haber muchos inquilinos nunca se presentaron problemas…

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