Está en la página 1de 4

LENGUAJES ARTÍSTICOS Y COMUNICACIONALES

¿QUÉ ES EL ARTE? INTENTO DE DEFINICIÓN

El arte (del latín ars) es el concepto que engloba todas las creaciones realizadas por el ser humano para expresar una visión sensible
acerca del mundo, ya sea real o imaginario. Mediante recursos plásticos, lingüísticos o sonoros, el arte permite expresar ideas, emociones,
percepciones y sensaciones.
La historia indica que, con la aparición del Homo Sapiens, el arte tuvo una función ritual y mágico-religiosa, que fue cambiando con el
correr del tiempo. De todas formas, la definición de arte varía de acuerdo a la época y a la cultura.
Con el Renacimiento italiano, a fines del siglo XV, comienza a distinguirse entre la artesanía y las bellas artes. El artesano es aquel que se
dedica a producir obras múltiples, mientras que el artista es creador de obras únicas.
La clasificación utilizada en la Grecia antigua incluía seis disciplinas dentro del arte: la arquitectura, la danza, la escultura, la música, la
pintura y la poesía (literatura). Más adelante, comenzó a incluirse al cine como el séptimo arte. También hay quienes nombran a la
fotografía como el octavo arte (aunque suele alegarse que se trata de una extensión de la pintura) y a la historieta como el noveno (sus
detractores indican que es, en realidad, un puente entre la pintura y el cine). La televisión, la moda, la publicidad y los videojuegos son
otras disciplinas que, en ocasiones, son consideradas como artísticas.
Con el paso del tiempo, las creaciones artísticas suelen sufrir importantes deterioros. Por eso, el conjunto de procesos dedicados a la
preservación de estos bienes culturales para el futuro es conocido como conservación y restauración de obras de arte.

¿COMO DETERMINAR QUE ALGO ES ARTE?

Si buscamos la definición de arte en un diccionario convencional seguramente encontraríamos algo parecido a esto: actividad que
requiere de un aprendizaje y a su vez puede limitarse a una habilidad técnica; como al mismo tiempo ampliarse hasta el punto de incluir
una visión particular del mundo. Aunque, por supuesto, dicha explicación de este término no sea errónea, si puede ser considerada
incompleta; al mismo tiempo el arte implica un aspecto más subjetivo porque, desde ya es una disciplina subjetiva. Cuando leemos la
definición de arte al estilo “técnico” sólo estamos entendiendo que la misma es una actividad en la cual se requiere habilidad y
aprendizaje, pero el arte en sí mismo involucra muchas más características.
 

¿QUÉ ES EL ARTE?

La definición de arte establece que el mismo es una disciplina o actividad, pero en un sentido más amplio del concepto, decimos que el
talento o habilidad que se requiere para ejercerlo está siempre situada en un contexto literario, musical, visual o de puesta en escena. El
arte involucra tanto a las personas que lo practican como a quienes lo observan; la experiencia que vivimos a través del mismo puede ser
del tipo intelectual, emocional, estético o bien una mezcla de todos ellos.
En la mayoría de las sociedades y civilizaciones, el arte ha combinado la función práctica con la estética, pero en el siglo XVIII, el mundo
occidental decidió distinguir el arte como un valor estético que, al mismo tiempo, contaba con una función practica. Si buscamos una
definición de arte de índole más “pura”, decimos que es un medio por el cual un individuo expresa sentimientos, pensamientos e ideas;
es así como vemos a este conjunto plasmado en pinturas, esculturas, letras de canciones, películas y libros. Las bellas artes centran su
interés en la estética, nos referimos a la pintura, danza, música, escultura y arquitectura; las artes decorativas suelen ser utilizadas, es
decir “útiles” específicamente.

VALORACIÓN DEL ARTE EN LA HISTORIA

La dimensión de «artisticidad» que concedemos a unos determinados objetos supone estimarlos en virtud de un valor que, en sí
mismos o con anterioridad, no tenían. Pero ese valor, que llamamos artístico, no depende de los materiales empleados, aunque puedan
ser tan preciosos como el oro, ni del importe económico en el que pudieran ser tasados a través de mecanismos de mercado. Incluso, solo
hasta cierto punto, influye la antigüedad o el estado de conservación.
En cambio, son muy importantes, cuando existen, los ideales estéticos que cada época utiliza para jerarquizar unas formas o modos de
concebir la creación artística; desde luego, son decisivas las consideraciones que las épocas posteriores han establecido sobre ellos, en
especial la contemporánea, porque así quedan ubicados en una perspectiva histórica que alcanza los problemas del presente. Eso implica
que el valor artístico es, como el gusto, mutable, pero de ningún modo es una cuestión caprichosa. El historiador del arte ha de ocuparse,
precisamente, de descubrir los mecanismos que engarzan todo ese proceso a lo largo del tiempo.
Aunque todo aquello que denominamos obra de arte no puede justificarse solo en virtud de su alcance social, ni juzgarse
exclusivamente por el respeto que mereció a sus contemporáneos, ambos aspectos revelan una dimensión crucial del fenómeno artístico.
La valoración de los objetos en virtud de su belleza se inició en la Grecia antigua, pero fue a partir del Renacimiento cuando el ejercicio
de la actividad artística, como arquitecto, escultor o pintor, y su protección, a través del mecenazgo y el coleccionismo, empezó a
representar un papel primordial en el devenir histórico.
Los debates teóricos, acrecentados durante los siglos XVIII, XIX y XX, junto a la progresiva extensión de distintas expresiones de lo
artístico, incomparablemente más difundidas que en ninguna otra época anterior, sobre todo en lo que se refiere a las posibilidades de
creación y disfrute, han situado al arte en una posición capital en la cultura de nuestros días. Pero más allá de su valoración específica,
aquellas piezas que hoy consideramos como manifestaciones artísticas, recibidas de las civilizaciones que nos han precedido, cumplieron
funciones concretas, a veces decisivas, en la vida personal y social de los individuos a lo largo de la historia.
En la Prehistoria, por ejemplo, la creación está asociada, con frecuencia, a una actividad ritual. En el mundo antiguo y medieval, la
religión, fuertemente imbricada con la política, constituye un factor consustancial al hecho artístico: por consiguiente, este no puede ser
entendido sin tener en cuenta las creencias colectivas y los mecanismos económicos y culturales. Esta vinculación del arte con el poder
supone un determinado modo de implicación de la sociedad en el proceso creativo: nace así la consideración del arte como un lenguaje
con trascendencia social, que expresa contenidos.
Aunque la importancia de la dimensión religiosa y política que justifica la existencia de obras artísticas no solo no se pierde, sino que se
acrecienta, durante la Edad Moderna, estas cobran poco a poco un valor autónomo.

Esta autonomía estética de la obra de arte culmina en el siglo XX, cuando la secularización y democratización de la sociedad proporciona
al arte una libertad de concepto como nunca tuvo antes. Por una parte, ello favorece que muchas formas de creación se conviertan en
instrumentos de reflexión sobre cualquier aspecto del ser humano, como una forma de escapar a la uniformidad intelectual y estética de
un mundo globalizado; por otra parte, los medios de masas construyen lenguajes colectivos que contribuyen poderosamente a unificar
-pero también a cuestionar- nuestros conceptos sobre la vida.
 
LA BELLEZA

La belleza es una característica de un ente real, imaginario o ideal cuya percepción constituye una experiencia de placer, revelación de
significado, o satisfacción. La belleza es estudiada como parte de la estética, la sociología, la psicología social y la cultura. Como creación
cultural, la belleza ha sido muy comercializada. Una «belleza ideal» es una entidad que es admirada o posee características ampliamente
atribuidas a la belleza perfecta en una cultura particular.
La percepción de la «belleza» a menudo implica la interpretación de alguna entidad que está en equilibrio y armonía con la naturaleza, y
puede conducir a sentimientos de atracción y bienestar emocional. Debido a que constituye una experiencia subjetiva, a menudo se dice
que «la belleza está en el ojo del observador». En su sentido más profundo, la belleza puede engendrarse a partir de una experiencia de
reflexión positiva sobre el significado de la propia existencia.
Podría remontarse a la propia existencia del hombre como una de sus cualidades mentales. La belleza se encuentra en obras de filósofos
griegos a partir del período presocrático, como Pitágoras. La escuela pitagórica vio una importante conexión entre las matemáticas y la
belleza. En particular, notaron que los objetos que poseen simetría son más llamativos. La arquitectura griega clásica está basada en esta
imagen de simetría y proporción. Platón realizó una abstracción del concepto y consideró la belleza una idea, de existencia independiente a
la de las cosas bellas. Según la concepción platónica, la belleza en el mundo es visible por todos; no obstante, dicha belleza es tan solo una
manifestación de la belleza verdadera, que reside en el alma y a la que solo podremos acceder si nos adentramos en su conocimiento.
Consecuentemente, la belleza terrenal es la materialización de la belleza como idea, y toda idea puede convertirse en belleza terrenal por
medio de su representación.
La belleza, generalmente, se ha asociado con el bien. De la misma manera, lo contrario de la belleza, que es la fealdad, a menudo se ha
relacionado con el mal. A las brujas, por ejemplo, con frecuencia se les atribuyen rasgos físicos desagradables y personalidades repulsivas.
Este contraste aparece representado en cuentos como La bella durmiente, de Charles Perrault. En su obra Las afinidades electivas, Goethe
declara que la belleza humana actúa con mucha mayor fuerza sobre sentidos interiores que sobre los externos, de modo que lo que él
contempla está exento del mal y sienta en armonía con él y con el mundo.
La simetría es importante porque da la impresión de que la persona creció con salud, sin defectos visibles. En la percepción de la gente
bella se dan ciertas concordancias: ojos grandes y tez clara, por ejemplo, son considerados hermosos tanto en hombres como en mujeres
de muchas culturas. Algunos investigadores han sugerido que rasgos neonatales son intrínsecamente atractivos. La juventud en general se
asocia con la belleza.
Hay pruebas que hacen intuir un rostro hermoso en el desarrollo infantil, y que las normas de atractivo son similares en culturas
diferentes. El promedio, la simetría y el dimorfismo sexual para determinar la belleza pueden tener una base evolutiva. Los metaanálisis de
la investigación empírica indican que las tres características producen atracción tanto en caras masculinas como en femeninas y a través de
diferentes culturas. El atractivo facial puede ser una adaptación para la opción de compañero, posiblemente porque la simetría y la
ausencia de defectos señalan aspectos importantes de la calidad física del compañero, como la salud. Es probable que estas preferencias
sean simplemente instintos.
Los artistas griegos y romanos también tenían el estándar de belleza masculina en la civilización occidental. El romano ideal fue definido
como un jefe alto, musculado, de piernas largas, con un pecho lleno de pelo grueso, una alta y amplia frente -un signo de inteligencia-,
grandes ojos, una nariz fuerte y perfil perfecto, boca pequeña, y una mandíbula poderosa. Esta combinación de factores produciría una
mirada impresionante de hermosa masculinidad. Con las excepciones notables del peso corporal y los estilos de moda, las normas de
belleza han sido bastante constantes en el tiempo y el lugar.
En el chino antiguo se escribe un signo que significa "hermoso", pero hoy se combina con otros dos signos que significan "grande" y
"oveja". Posiblemente, la oveja grande era representativa de belleza.
La cultura maya consideraba que tener estrabismo era bello, y para conseguirlo, las madres ponían jarras delante de los niños para que
crecieran con este defecto; el concepto de belleza puede variar entre culturas.

BELLEZA ESENCIAL, BELLEZA PERFECTA

Será Platón quien elaborará las concepciones de belleza que más impacto tendrán en occidente. En primer lugar, tomará de Pitágoras la
noción de belleza como armonía y proporción. Y luego, el concepto original de esplendor, según el cual la belleza reside en una suerte de
luz ininteligible de la cual el mundo sensible es una mera aproximación: “de la justicia, pues, y de la sensatez y de cuanto hay valioso en las
almas no queda resplandor alguno en las imitación de aquí abajo, y solo con esfuerzo y a través de órganos poco claros, les es dado a unos
pocos, apoyándose en las imágenes, intuir el género de lo representado.” (Platón, Fedro)
La belleza, en síntesis, es para Platón algo independiente de lo físico de manera tal que no tiene por qué corresponderse con una
imagen visual. Esto significa, entonces, que ésta es suprasensible y está más allá de lo intelectual., por lo tanto, captar lo verdaderamente
bello no es algo posible para todos. Esta belleza idealizada, se potenciar á luego con la vertiente pitagórica: la belleza de las formas
geométricas, siendo una belleza de naturaleza “abstracta” e ideal se basaba exclusivamente en la proporción y, previsiblemente, en una
concepción matemática del universo.
Esta belleza ideal, pero objetiva, en tanto su existencia depende de la esencia misma de lo bello, se contrapone con la noción de belleza
subjetiva en tanto que ésta es relativa a la apreciación del observador. Así pues, con el transcurso del tiempo, el debate filosófico comienza
a abandonar la discusión sobre las reglas que permiten construir qué es lo bello (o reconocerlo) y se desplaza hacia los efectos que la
apreciación de la belleza produce.

 
 

LO BELLO Y LO FEO EN EL ARTE

¿Qué es lo bello y lo feo en al arte? Para muchos parecerá paradójico considerar que el Arte trata sobre cosas feas, ya que se tiene la
idea errada de que el arte es belleza, y por si fuera poco, sinónimo de prestigio y estatus. Nada más falso. El arte si bien cuenta sobre lo
bello y lo maravilloso, también habla sobre los límites débiles del ser humano, de lo que padece, de lo terrible, de lo que no puede decir
con palabras. Habla sobre las cosas feas, las situaciones feas.
Pero lo feo y lo bello natural, que podrían ubicarse en un mundo a priori, no son lo mismo a lo bello y lo feo artístico. Ambos conceptos
elaborados a través del tiempo, tuvieron dinámicas diferentes.
El concepto de belleza, cambiante según el paradigma, podría decirse que siempre estuvo vinculado a lo armónico y lo proporcional, es
decir a lo matemático, medible y modulable. La arquitectura griega, la funcionalista, el Barroco, el Renacimiento, momentos en el arte que
en el imaginario colectivo gozan de adjetivos vinculados a la belleza, y que evidentemente apelan a lo medible: la sección de oro griega, el
modulor de Le Corbusier, los ejes claros y cartesianos en la pintura renacentista, la naturaleza embellecida en los matemáticos jardines de
Versalles.
Pero lo feo conlleva un proceso diferente. En la antigüedad, Aristóteles en su Poética, reflexiona sobre que es lo feo. Si esta relacionado
con la risa, este fenómeno es objeto de la comedia; lo risible es una torpeza que no provoca dolor, pues no es fatal. Idea que podríamos
convenir hasta el día de hoy tiene vigencia. Lo risible pasa por lo absurdo, que curiosamente trastoca la cuestión del monstruo; el primer
feo del arte, construido por cambio de escala, o por composición absurda, evidenciada en la escultura de la antigüedad: la esfinge.
Lo feo relacionado a lo atroz, a lo miserable, como un crimen, es objeto de tragedia. Aristóteles afirmaba en cuanto a lo feo en la
producción artística, que las cosas desagradables de la naturaleza, cuando son imitadas en el campo artístico, causan placer; un “feo”
natural, resulta ser un “bello” estético. La balsa de la medusa de Géricault, es un claro de ejemplo de tragedia embellecida por la mano del
pintor. Naufragaron en una balsa, soportado las tormentas, el hambre, la muerte y por último, el hecho de que tuvieron que comerse unos
a otros para sobrevivir.
En la Edad Media, la idea por lo feo como objeto del arte, cobra importancia desde un punto pedagógico, el que transgrede es castigado,
será condenado al infierno tal como muestra la pintura de Fra Angélico, el juicio final; a la derecha los buenos serán premiados en un
mundo de armonía, felicidad y gloria, lo terrible se dispone hacia la izquierda, con escenas grotescas protagonizadas por demonios y
pecadores.
Tomás de Aquino le da derecho a lo bello con su concepto: integridad, proporción y consonancia. Se entiende como integridad a una
totalidad, donde lo feo es en si una derivación de lo bello, lo que no es integro corresponde a lo feo, por lo tanto a lo inacabado y lo
mutilado. El concepto de lo feo, no es explícito, sino procede de la reflexión sobre el concepto de belleza expuesto claramente.
A pesar de que la condición del “feo” ha sido tratada durante la historia, es Kant quien le da un derecho en el espacio del arte, y quien
afirma manteniendo las ideas de Aristóteles; el arte bello describe bellamente cosas que en la naturaleza podrían resultar feas; las
tempestades, las guerras, pueden ser representadas bellamente.
Por otra parte, hoy en día resulta difícil separar los términos bello – feo. Lo feo puede poseer una cuota tan fuerte de atracción como lo
bello, considerando que lo bello y lo siniestro combinados ofrecen una fuerte carga de sugestión.
Hay autores que consideran que el límite de la belleza sublime es lo siniestro, considerando lo siniestro como condición para dar efecto
estético, pero para este bello estético, lo siniestro debe estar oculto pues su revelación produciría ipso facto, la rotura de dicho efecto.
Un paso antes a lo terrible, es esta belleza sublime, que envuelve, que cautiva al extremo, que dado un paso más, habrá causado
calamidad: escenas de amores tan perfectos y seductores, que provocan muerte y tragedia, o bien escenas de composiciones perfectas que
rozan lo irresistible, como en nacimiento de Venus de Botticelli, cuya composición en movimiento ligero, muestra a esta Venus perfecta y
hermosa, naciendo dentro de una concha pero al borde del desequilibrio, pues no está parada al centro de ella, está a punto de
desplomarse.
Ninguna pintura como la de Botticelli, para dar un claro ejemplo de la belleza canónica en la historia del arte. No es azar que la historia
de la pintura gira alrededor de una situación terrible de adulterio y dolor: la modelo, esposa de Botticelli, posa desnuda para ser pintada
por encargo de su amante; el propio Medici. Tanto ella como su esposo se prestan a este juego morboso por parte del mecenas. Años más
tarde, ella morirá de pulmonía, agobiada, deformada, y no como su propio marido la representó bellamente en seducción por encargo de
Medici.

LA TEORÍA DEL ARTE

La disciplina que se preocupa de definir teóricamente la belleza se denomina estética. Cada época -como también cada creador o cada
ser humano, en general- tiene unos valores estéticos propios, que son esenciales para comprender las directrices generales de las obras de
arte. Esos valores estéticos encierran contenidos muy variados, que van desde la preferencia por ciertas formas, colores, volúmenes o
espacios hasta la adecuación a determinadas funciones o usos. La belleza de un objeto concentra valores sensoriales, más o menos
intuitivos, y valores intelectuales, ligados a los anteriores; la síntesis de ambos produce una determinada emoción artística.
Cuando en arte hablamos de belleza nos estamos refiriendo a un proceso complejo de contemplación y reflexión. Por lo tanto, la
formulación que se hace de la belleza, ya sea, de modo general, en un período histórico, ya sea en un pensador, artista, coleccionista o
crítico concreto, cuyas ideas nos interesan para comprender las obras de arte, determina siempre la existencia de un modelo, que se toma
como medida de juicio.
 

LA ESTÉTICA

La estética es la rama de la filosofía que tiene por objeto el estudio de la esencia y la percepción de la belleza. Formalmente se la ha
definido también como "ciencia que trata de la belleza de la teoría fundamental y filosófica del arte". La palabra deriva de las voces griegas
αἰσθητική (aisthetikê) «sensación, percepción», de αἴσθησις (aisthesis) «sensación, sensibilidad», e -ικά (ica) «relativo a».
La estética estudia las razones y las emociones estéticas, así como las diferentes formas del arte. La Estética, así definida, es el dominio
de la filosofía que estudia el arte y sus cualidades, tales como la belleza, lo eminente, lo feo o la disonancia. Desde que en [[1750](en su
primera edición)y 1758 (en su segunda edición publicada)] Baumgarten usó la palabra "estética", se la designó como: "ciencia de lo bello,
misma a la que se agrega un estudio de la esencia del arte, de las relaciones de ésta con la belleza y los demás valores". Algunos autores
han pretendido sustituirla por otra denominación: calología, que atendiendo a su etimología significa ciencia de lo bello (kalos, «bello»).
La estética es la ciencia que estudia e investiga el origen sistemático del sentimiento puro y su manifestación, que es el arte, según
asienta Kant en su "Crítica del juicio". Se puede decir que es la ciencia cuyo objeto primordial es la reflexión sobre los problemas del arte.
Si la Estética es la reflexión filosófica sobre el arte, uno de sus problemas será el valor que se contiene en su forma de manifestación
cultural, y aunque un variado número de ciencias puedan ocuparse de la obra de arte, sólo la Estética analiza filosóficamente los valores
que en ella están contenidos.

LA ESTÉTICA EN EL SIGLO XX

El arte del siglo XX supone una reacción contra el concepto tradicional de belleza. Algunos teóricos llegan incluso a describir el arte
moderno como "antiestético".
Evoluciones como la aparición de la fotografía, capaz de reproducir con fidelidad absoluta su modelo, o los medios mecánicos de
reproducción de las obras, que las introducen en el conjunto de los bienes de consumo en nuestra sociedad, suponen a principios del siglo
XX una verdadera convulsión para la teoría y la práctica artísticas. Así no sólo el campo de estudio de la Estética sino el propio campo de
trabajo del arte se orienta hacia una profundísima corriente autorreflexiva que ha marcado todo el arte del siglo veinte: ' ¿qué es el arte?',
'¿Quién define qué es arte?'. El dadá utilizaba el collage para mostrar su naturaleza fragmentada; Joseph Beuys usaba materiales como
troncos, huesos y palos para su obra, elementos tradicionalmente "feos"; los minimalistas utilizarían acero para resaltar lo industrial del
arte mientras Andy Warhol lo intentaría mediante la serigrafía. Algunos incluso se desharían completamente de la obra final para centrarse
únicamente en el proceso en sí.

ANTIESTÉTICA

El término antiestética puede referirse a distintas formas de entender la estética como tal. Lo horrendo, grotesco y desconcertante,
también puede ser bello. Desde el sadismo, a lo atrozmente impactante. Un dibujo que representa un hombre colgado, puede ser bello,
dado que es triste e impactante. Este tipo de arte aparece, probablemente, con el romanticismo. Edgar Allan Poe, reconocido escritor
estadounidense, nos demuestra como el principal objetivo del arte es provocar una reacción emocional en el receptor (el romanticismo
consta de dos bases esenciales, la primera es que lo verdaderamente importante no es lo que siente el autor, sino lo que este hace sentir al
receptor de su obra, y la segunda es condicionar al receptor de manera que su imaginación sea la que construya el mensaje que transmite
la obra, sin necesidad de que el autor lo exprese directamente, si es que realmente la obra tiene un solo significado o solo el objetivo de
que el receptor imagine uno). Poemas de no solo ambientación siniestra, también de escenas grotescas, desde crímenes sádicos al terror
más consternador.
De este modo, entendemos que el arte no necesariamente es estético, bonito, también puede ser repulsivo, asqueroso o melancólico,
provocar ansiedad u otras sensaciones intensas, como es el caso de Edvard Munch, con su famosa obra maestra, El Grito. No obstante,
tanto el expresionismo, romanticismo o impresionismo rechazan directamente todo tipo de arte vacío, cuyo significado sea tan ambiguo,
que simplemente no exista, o que de antemano, no busca una emoción en el receptor, ya sea una reflexión filosófica, o simplemente un
sentimiento, desde la angustia al temor.
Otro modo, aunque de hecho muy ligado con el anterior, de entender la antiestética es el rechazo puro de la Estética establecida. Como
resumen gráfico, podríamos decir que consiste en expresar el odio hacia la moda en la propia indumentaria, aunque hay muchos modos de
entenderla. Desde el uso de todo aquello considerado "hortera" o "pasado de moda", tal y como el Punk hace cuando predica una
vestimenta que impacte a las demás personas, aunque solo sea para romper la monotonía, demostrar que no solo no se es uno más,
también exteriorizar el odio y repugnancia que se tiene hacía todo lo establecido, como un sistema social que obliga a todos a comportarse
como un solo individuo, o incluso buscar la consternación deliberada de los grises ciudadanos, incluso burlándose de todo con lo que no se
está de acuerdo, llevando rosarios en tono de burla hacia la religión, o incluso símbolos nazis, solo para provocar.
Las vestimentas más horteras, como estampados de piel de animal, o atuendos que simplemente pretendan demostrar lo feliz que
puede uno llegar a ser sin mirarse al espejo antes de salir de casa. Como principal objetivo, la "estética" Punk (que de hecho predica que
uno debe y puede vestirse como y cuando le apetezca) pretende dar asco y repugnancia, mientras que la base de una estética gótica o
siniestra se centra en dar miedo, y al fin y al cabo se trata simplemente de provocar, alterar y desorientar a los ciudadanos que cumplen las
normas no escritas de la sociedad, incomodar a los ciudadanos, demostrando así que a lo que más temen es a la Libertad.
 

También podría gustarte