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“Y cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de su doctrina; porque les enseñaba
como quien tiene autoridad, y no como los escribas”.
Mateo 7:28-29
Introducción
Estos dos versículos concluyen el capítulo 7, el cual forma parte del Sermón del Monte y está
constituido por una serie de enseñanzas relacionadas con la correcta interpretación de ley y los profetas, lo
cual inicia allá en el capítulo 5 de este evangelio. Estos dos últimos versículos dejan claras las extraordinarias
capacidades de nuestro Señor Jesucristo como Maestro y Expositor de la palabra de Dios las cuales eran
reconocidas por todos aquellos que tenían la oportunidad de escucharlo. Los versículos anteriores recalcan
tres cosas importantes. La primera es que Jesús les enseñaba doctrina, tarea que se repiten cuatro veces más es
este evangelio (Mateo 11:1; 13:53; 19:1; 26:1). La segunda es que la gente se admiraba de su doctrina y la
tercera es que enseñaba con autoridad.
Sus enseñanzas eran diferentes a la de los escribas por las siguientes razones:
1. Era el portavoz de la única verdad: “Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú
dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la
verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz”, (Juan 18:37).
2. Nunca se apoyaba en lo que los antiguos rabinos habían dicho respecto a la ley y los profetas, sino que
dejaba claro su posición como la única y verdadera interpretación con las palabras: “oísteis que fue dicho a
los antiguos… Pero yo os digo”.
3. Capto la atención durante sus discursos a través del uso de diferentes figuras literarias y ejemplos que les
hacía comprender de manera más sencilla las verdades divinas tal y como lo vemos a lo largo de todo el
Sermón del Monte.
4. Finalmente tenia autoridad porque no hablaba en su nombre, sino en el nombre de su Padre lo cual
respaldaba todas sus palabras: “Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me
envió”, (Juan 7:16).
Por lo tanto podemos estar seguros que no ha habido ni habrá otro gran Maestro como nuestro Señor
Jesucristo y eso nos arroja un desafío a prepararnos en la ciencia y arte de la predicación, para ser capaces de
transmitir este glorioso mensaje y estar a la altura de su magnificencia.