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SIETE

PALABRAS
SIETE PALABRAS. EL MENSAJE DE JESÚS EN LA CRUZ
1

PRESENTACIÓN
Las llamadas «siete palabras» de Jesús en la cruz se pueden comparar con las «diez palabras» de la Ley de
Moisés. El «decálogo» del Sinaí expresa todo lo que el hombre tiene que hacer 1 para agradar a Dios. El «heptálogo»
de la cruz, en cambio, pone de manifiesto las exigencias de una vida auténticamente humana y cristiana 2. Cuando se
habla de «palabras», sin más, utilizamos la expresión griega λόγους, pero se corre el riesgo de entenderlas como «vo-
cablos» o «términos». En realidad, se trata de «mensajes», ya que λόγος significa palabra/mensaje. Son, a la vez, el
mensaje del crucificado y los rasgos más sobresalientes del hombre nuevo.
Estos mensajes se pueden entender de muchas maneras, siempre que sea dentro del contexto de la enseñanza
de Jesús. Son palabras que interpelan la conciencia de los seres humanos, de los grupos y de las sociedades humanas
y que, en cada época, iluminan de manera original las vidas y las muertes, las certezas y las perplejidades de cada ser
humano, de cada sociedad humana. Pero son palabras contextualizadas en la vida y en el mensaje de Jesús.

INTRODUCCIÓN
1. MONICIÓN PARA COMENZAR
Hermanas y hermanos: nos reunimos esta vez para meditar los siete mensajes pronunciados por
Jesús en la cruz, según el testimonio de los evangelistas. ¡Bienvenidos a tomar parte en este ejerci-
cio de escucha del Señor!
Para disponernos a acoger el mensaje del crucificado, escuchemos primero una seria adverten-
cia de Jesús. Él no busca admiradores ni aduladores sino seguidores. La vida cristiana no se funda-
menta en la mera adhesión a un culto o a una doctrina sino en la fidelidad a la práctica de su
mensaje. Y el éxito de ese mensaje está en manos de cada uno de nosotros. Escuchemos:

2. † LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS (6,46-49)


En aquel tiempo dijo Jesús: 46¿Por qué me invocan: «¡Señor, Señor!», y no hacen lo que yo les
digo? 47Todo el que se acerca a mí, escucha mis palabras y las pone por obra, les voy a indicar a
quién se parece: 48Se parece a un hombre que edificaba una casa; cavó, ahondó y asentó los ci-
mientos sobre la roca; vino una crecida, rompió el río contra aquella casa y no pudo hacerla vacilar
porque estaba bien construida. 49En cambio, el que las escucha y no las pone por obra se parece a
uno que edificó una casa sobre la tierra, sin cimientos; rompió el río contra ella y en seguida se
derrumbó; y ¡hay que ver qué ruina la de aquella casa!

3. CANTO:

[ESQUEMA SUGERIDO]

1. Palabra N° [Texto evangélico, comentario y reflexión]


2. Oración
3. Canto

1
El número 10 hace referencia a los diez dedos de las dos manos. La mano es símbolo de la actividad humana.
2
El número 7 es símbolo de una totalidad heterogénea. Aquí se trataría de las dos realidades: humana y cristiana.
SIETE PALABRAS. EL MENSAJE DE JESÚS EN LA CRUZ
2

PRIMERA PALABRA:
PADRE, PERDÓNALOS, PORQUE NO SABEN LO QUE ESTÁN HACIENDO
Lc 23,34
1. Lectura bíblica
† Del santo Evangelio según san Lucas (23,32-34)
Los que llevaban a Jesús para crucificarlo, 32conducían también a otros, a dos malhechores,
para ajusticiarlos con él. 33Cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a
él y a los dos malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. 34Jesús decía: «Padre, perdó-
nalos, que no saben lo que están haciendo». Se repartieron su ropa echando suertes.

2. Comentario
La primera parte de este mensaje («Padre, perdónalos») es de indiscutible factura cristiana;
pero la segunda («porque no saben lo que hacen») es sumamente discutida y el debate en torno a
la misma ha llegado inclusive hasta a la negación de su autenticidad. De hecho, el versículo es
omitido por algunos manuscritos. Resulta difícil conjugar ese «no saben lo que hacen» con datos
que afirman lo contrario (cf. Lc 6,11; 9,22.44; 13,31; 18,31ss; 20,19; 22,2, etc). Si estas palabras
son auténticas, si de verdad Jesús las pronunció, ¿qué quiso decir con ellas?
Podríamos intentar escrutar el corazón de Jesús para encontrar estas explicaciones: 1) La men-
tira engaña, y quien les cree ingenuamente a dirigentes sin escrúpulos, que se presentan como in-
tachables, corre el riesgo de ser asaltado en su buena fe y manipulado aún en contra de sus inten-
ciones. 2) El odio ciega, y el que se deja llevar por él no sabe a ciencia cierta a dónde lo lleva ese
odio que lo domina. La mentira es «espíritu impuro»; el odio es violento «demonio».
Jesús mira aquel espectáculo de mentira y de violencia que lo circunda y comprende que sus
verdugos son también víctimas: Los unos, son ciegos guiados por otros ciegos, engañados e instru-
mentalizados con el fin de lograr objetivos que van en contra de ellos mismos. Los otros, son víc-
timas de un odio sordo y ciego que se nutre de prejuicios heredados y nunca cuestionados (el pri-
vilegio de Israel sobre los otros pueblos, el odio de Dios a los paganos, etc.). Y concluye que ellos
«no saben lo que hacen», a pesar de que son conscientes de que lo hacen. Simplemente, ignoran la
verdadera razón de su comportamiento. Creen que saben lo que hacen, pero la verdad es que no lo
saben.

3. Reflexión
Son muchos hoy los que hacen el mal convencidos de que saben lo que hacen. El padre o la
madre de familia que maltrata o humilla a su hijo/a. El marido o la esposa que traiciona a su pareja
corriendo tras el espejismo de una falsa promesa de amor. El joven que se deja llevar por las ganas
o el deseo y piensa que se está haciendo libre. El alcohólico o el drogadicto a quien le parece que,
destruyéndose, está haciendo lo que le da la gana. El ciudadano que perjudica a su vecino argu-
mentando justificaciones ideológicas o prácticas... inclusive para arrebatarle la vida. Ninguno de
ellos sabe lo que hace, porque no sabe por qué lo hace. Por eso, «Padre, perdónalos».

4. Oración
Señor Jesús, cuando tus discípulos pidieron los puestos a tu derecha y a tu izquierda, tú les
dijiste que no sabían lo que pedían. Ahora, cuando veo a los dos malhechores a tu derecha y a tu
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izquierda, comprendo que tú querías decirles que esos puestos son para los que están dispuestos a
morir contigo mal vistos y descalificados, porque así pretende el mundo desacreditarte a ti. Tú no
nos invitas de morir como héroes, matando la vida, sino como mártires, dando vida. Cuando le
pides al Padre que perdone a tus verdugos, afirmas la culpa de ellos y declaras tu inocencia, pero
oras por tus enemigos porque tu amor es verdadero, en ti no hay rencor ni deseo de venganza. Yo,
Señor, a menudo me ofusco y hasta invoco a Dios contra quien me hace daño. En la vida social es
común que se haga apología de la venganza como si se tratara de un derecho. Nosotros tampoco
sabemos lo que hacemos. Perdónanos, Jesús, y enséñanos a perdonar. Amén.

5. Canto:

SEGUNDA PALABRA:
HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO
Lc 23,43
1. Lectura bíblica
† Del santo Evangelio según san Lucas (23,39-43)
Cuando Jesús estaba crucificado, 39uno de los malhechores crucificados lo insultaba: «¿No eres
tú el Mesías? Sálvate a ti y a nosotros». 40Pero el otro se lo reprochó: «Y tú, sufriendo la misma
pena, ¿no tienes siquiera temor de Dios? 41Además, para nosotros es justa, nos dan nuestro mere-
cido; éste, en cambio, no ha hecho nada malo». 42Y añadió: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas
como rey». 43Jesús le respondió: «Te lo aseguro: Hoy estarás conmigo en el paraíso».

2. Comentario
Un malhechor condenado a muerte de cruz, como Jesús, reacciona contra la desesperación de
otro que se encuentra en la misma situación. Ni la ira ni la mentira satisfacen su corazón en un
momento tan decisivo: el momento de la muerte. Su compañero se hacía eco de las burlas y de los
prejuicios de los dirigentes del pueblo: «¿No eres tú el Mesías? ¡Sálvate a ti y a nosotros!» (Lc
23,39; cf. 23,35). Según él, el Mesías es un poderoso que se salva a sí mismo y que hace causa
común con los excluidos para buscar el desquite contra la sociedad que los condena.
Cierto, si la sociedad injusta los condena, algo injusto hay en esa condena. Una sociedad de
ladrones produce pobres, y algunos de esos pobres se dejan convencer del mal ejemplo de los
dirigentes corruptos y llegan a pensar que el hombre de éxito es el malhechor. Por eso, imitan la
conducta de ellos. Pero ellos, que aparentan ser justos, los rechazan. Hay una cierta ironía en esas
dos cruces: dos malhechores condenados a muerte por una sociedad de malhechores. Pero esa es
la lógica de los mentirosos y violentos.
Sin embargo, en la tercera cruz hay algo monstruoso: un hombre justo condenado por una so-
ciedad injusta. Mientras el malhechor que piensa como los dirigentes intenta en vano insultar a
Jesús, el otro percibe la monstruosa mentira que le están haciendo creer al pueblo: que el justo es
injusto. Y abre los ojos. Y percibe también la perfidia de la violencia que se hace contra Jesús. Y
descubre que la violencia es inhumana practíquela quien la practique. Por eso se esfuerza en que
su compañero recapacite y lo conmina, es decir, intenta neutralizar la mentira («espíritu impuro»)
que lo vuelve violento («demonio»). No lo logra, porque él cree en la justicia de esa sociedad que
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los condena; pero se vuelve a Jesús. ¿Qué lo mueve a pensar que Jesús, condenado a muerte, tenga
posibilidades de ser rey? Al ver la justicia de Jesús, creyó en él y en su causa. Creyó que la justicia
es la única que tiene posibilidades de triunfar, que la injusticia está condenada al fracaso, y se puso
en sus manos: «Jesús, acuérdate de mí cuando seas rey». La respuesta de Jesús no dilata para el
futuro lejano el cumplimiento de esa petición: «Hoy». «Hoy estarás conmigo en el paraíso» signi-
fica que «hoy» Jesús es rey. Hoy que es condenado injustamente.

3. Reflexión
Hoy mucha gente se distancia de Jesús porque se deja convencer de quienes defienden un orden
injusto creado por ellos y le hacen pensar a la gente que la injusticia es de otros, incluso de Dios.
Y dicen que Dios es mezquino porque no los salva. Los que no se dejen embotar la mente y descu-
bran la justicia de Jesús, acudan a él; él los salvará de la mentira y de la violencia. Hoy son muchas
las víctimas de esta sociedad injusta que no se han podido liberar de los criterios falsos e intoleran-
tes que los manipulan desde adentro. Por eso piensan y se comportan como mentirosos y violentos,
reproduciendo en sí mismos el sistema que los oprime. Sólo Jesús salva de esa mentira y de esa
violencia. Digámosle como el malhechor: «Jesús, acuérdate de mi...».

4. Oración
Señor Jesús, siento que mi actitud hacia ti ha oscilado entre las de esos dos malhechores cruci-
ficados contigo. Muchas veces he querido que tú te manifiestes dispensándome de la cruz, exi-
miéndome del dolor, ahorrándome el esfuerzo. Otras veces he recurrido a ti en busca de consuelo
y protección, porque no me quedaba otro recurso. Frente a mis reproches y reclamos, tú guardas
silencio. Cuando escuchas mi súplica de ayuda, tú respondes inmediatamente. «Hoy» es el día de
la salvación, porque el paraíso quedó inaugurado con tu muerte en la cruz. Cuando me enfrente a
la desgracia y a la calamidad, Señor, no me dejes hundir en la desesperación. Ayúdame, para que
pueda darle aliento a los desesperados. Amén.

5. Canto:

TERCERA PALABRA:
MUJER, MIRA A TU HIJO... MIRA A TU MADRE
Jn 19,26.27
1. Lectura bíblica
† Del santo Evangelio según san Juan (19,25-27)
En «lugar de la Calavera» 25estaban presentes junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana
de su madre, María la de Cleofás y María Magdalena. 26Jesús, mirando a la madre y, al lado de
ella, a su discípulo predilecto, dijo a la madre: «Mujer, mira a tu hijo». 27Luego dijo al discípulo:
«Mira a tu madre». Y desde aquella hora la acogió el discípulo en su casa.

2. Comentario
Tres miradas se cruzan junto a la cruz de Jesús. La primera es la mirada de Jesús, quien ve a su
madre y a su lado al discípulo a quien él quería. La segunda, la de la Mujer madre, invitada por el
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hijo a mirar a ese discípulo como hijo. Y la tercera es la del discípulo, invitado a mirar a la Mujer
madre de Jesús como su propia madre. Estaban de pie, a su lado, acompañándolo hasta la cruz. Lo
siguieron hasta allí. Un amor muy grande los une a él. Un amor capaz de enfrentar la afrenta de la
cruz… Los que aman hasta la cruz manifiestan el amor más grande. Y eso es lo que percibe la
mirada de Jesús. Por eso quiere crear un vínculo fuerte entre ambos.
La madre es mirada como Mujer, con lo cual se convierte en personificación del pueblo que
sigue a Jesús. Y es invitada a mirar como hijo «al discípulo a quien él quería». El vínculo que Jesús
quiere crear entre ellos, la madre y el discípulo, es el mismo que ha habido entre él y esta Mujer.
Fue precisamente esta Mujer la que le presentó la necesidad de vino/amor que tenían los asistentes
a la boda de Caná. Ahora ella deberá presentarle al discípulo-hijo esa misma necesidad en cualquier
lugar donde se dé. Ella y el discípulo están indisolublemente unidos en esta tarea de preocuparse
por los seres humanos que «no tienen vino» (Jn 2,3).
El discípulo es mirado por Jesús como «el discípulo a quien él quería»; no hay ninguna otra
designación que lo caracterice. No tiene nombre propio, porque cada discípulo que entable con
Jesús una semejante relación de amor puede ponerle su propio nombre. «El discípulo que él quería»
personifica también a la comunidad de los seguidores de Jesús. En él, la mirada de Jesús destaca
su relación de amor: es la comunidad unida a él por el amor. Este discípulo es invitado a mirar
como madre suya a la madre de Jesús. Ha de aceptarla y acogerla «en su casa» y realizar con ella
la tarea para la cual los une su Maestro: formar una familia unida por el amor que sea la familia de
Jesús, la familia de Dios. Y, para eso, deben estar dispuestos a llegar a «la hora» (cf. Jn 2,4), la de
una entrega como la suya en la cruz.

3. Reflexión
Hoy hay muchos discípulos sin madre. No sólo porque no la aceptan ni la acogen en su casa
sino, sobre todo, porque no están comprometidos con la misión que el Señor le confió a la madre
y al discípulo a quien él quería. La fiesta de bodas de la alianza está fracasando porque muchos «no
tienen vino»; les falta la experiencia del Espíritu de amor. Para que la madre se sienta acogida en
las casas de los discípulos es necesario que éstos estén dispuestos a evangelizar para comunicarle
a los demás el gozo del Evangelio, la experiencia del amor del Padre por el don del Espíritu.

4. Oración
Señor Jesús, ¡qué sublime y sencilla grandeza en medio de tanto dolor! Me impresiona mucho
la fidelidad de tu madre y de tu discípulo predilecto junto a tu cruz: no es fácil estar del lado de un
ajusticiado; no lo es ahora, y lo era menos entonces. Ya no reclamas como propia a tu madre; ahora
es «la madre», porque deja de ser exclusivamente tuya para ser también mía y de todos tus discí-
pulos predilectos. Ella abandona su casa para venirse a la mía. Yo la acojo en la mía porque ya
llegó tu hora, la hora de servir el vino bueno, la hora de anunciar la buena nueva, para reunir a los
hijos de Dios dispersos. Te ofrezco, Señor, con María, mi compromiso de dar testimonio de tu
nombre con la fuerza de tu Espíritu. Amén.

5. Canto:
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CUARTA PALABRA:
DIOS MÍO, DIOS MÍO ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?
Mc 15,34
1. Lectura bíblica
† Del santo Evangelio según san Marcos (15,33-36)
33
Al llegar el mediodía, la tierra entera quedó en tinieblas hasta la media tarde. 34A media tarde
clamó Jesús dando una gran voz: «¡Eloi, Eloi, lema sabaktani!» (que significa: «Dios mío, Dios
mío, ¿por qué me has abandonado?). 35Algunos de los allí presentes, al oírlo, dijeron: «Mira, está
llamando a Elías». 36Uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó en una caña
y le ofreció de beber, mientras decía: «Vamos a ver si viene Elías a descolgarlo».

2. Comentario
Con un grito desgarrador Jesús manifiesta al mismo tiempo su incondicional adhesión al Padre
llamándolo «Dios mío, Dios mío» y le busca sentido a su inexplicable estado de abandono pregun-
tándole a Dios «¿por qué me has abandonado?». Ni siquiera el dolor más lacerante y las burlas más
hirientes logran hacerlo dudar del amor del Padre. Él sigue siendo su Dios. No tiene claro el sentido
de su abandono, pero sí tiene claro que el Padre lo ama. Y mantiene su confianza en él. La tentación,
por otro lado, es fuerte: Jesús quisiera que resplandeciese la verdad de Dios de un modo innegable,
que el carácter salvador de su muerte fuera patente para todos.
Se renueva la experiencia de Getsemaní. El hijo se dirige al Padre suplicándole. Allá pidió que,
puesto que todo es posible para el Padre, que le apartase la hora amarga de la ignominiosa muerte
en cruz. Él sabía que, con esa muerte, resultaría desacreditado y el pueblo judío jamás lo aceptaría
como Mesías. Dios mismo aparecería vencido, derrotado por los hombres y por los falsos dioses.
El descrédito de Jesús afectaría también a Dios.
La tentación incita a esperar que Dios actúe desde afuera de la historia, a pesar de que él ha
hecho al hombre responsable de la historia. Ahora Jesús comprueba que, con él Dios se ha impli-
cado en la historia humana con todas sus consecuencias y en ella es y actúa como lo que es: un
amor total y eficaz, pero, al mismo tiempo, impotente frente a la falta de respuesta humana. El
amor de Dios a la humanidad no puede tener efecto sin la aceptación y la colaboración libre del ser
humano. El Padre está en Jesús dentro de la historia humana y, como él, sometido a todas las
alternativas de la misma historia. Jesús, siendo el Hijo, tiene que aprender a comportarse como el
Padre y, con tal de no dejar de ser amor, ha de aceptar el rechazo de su amor ofrecido y quedar
impotente ante el rechazo, incluso a costa del fracaso histórico. Debe ofrecer gratuitamente su
amor, sin exigir respuesta, y mantener su oferta, aunque nunca haya respuesta. Debe entender que
las soluciones no vienen de fuera de la historia; que es a los hombres, con Dios, a quienes corres-
ponde dar esas respuestas.

3. Reflexión
Hoy hay muchos que piensan que Dios no los escucha porque no da respuesta prodigiosa a sus
oraciones, porque no se manifiesta poderosamente contra la violencia y la injusticia, porque no los
libera milagrosamente del dolor o del sufrimiento. Son muchos los que se sienten tentados a esperar
respuestas desde afuera a problemas como la corrupción, la impunidad, el desempleo, el hambre,
el desplazamiento por la violencia, el secuestro, la guerra... Se sienten abandonados por Dios, y por
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eso ni siquiera lo invocan «Dios mío», como Jesús. Hoy son muchos los que necesitan aprender a
ser hijos de ese Dios Padre.

4. Oración
Señor Jesús, tú viniste a salvar, ofreciendo vida; y el mundo te condenó a morir en la cruz. Es
una suerte humillante e indigna de ti; tienes todo el derecho a no aceptarla y hasta a protestar. Se
comprende tu grito de dolor: si los hombres no han descubierto al Padre en tu amor liberador y
salvador, mucho menos lo van a descubrir en esa muerte abnegada. Pero él no quiere cambiar la
fuerza del amor por el alarde de poder. Por eso no interviene para librarte de morir. Intervendrá
para liberarte de la muerte. ¡Cuánto tengo que aprender, Señor! Ahora entiendo lo equivocados que
están quienes piensan que el dolor del mundo niega la existencia de Dios. Ayúdame a aprender que
lo que salva es el amor y no el poder. Amén.

5. Canto:

QUINTA PALABRA:
TENGO SED
Jn 19,28
1. Lectura bíblica
† Del santo Evangelio según san Juan (19,28-29)
El discípulo predilecto acogió a la madre de Jesús en su casa. 28Después de esto, consciente
Jesús de que ya todo iba quedando terminado, dijo: «Tengo sed» (así se realizaría del todo aquel
pasaje). 29Estaba allí colocado un jarro lleno de vinagre. Sujetando a una caña de hisopo una es-
ponja empapada con el vinagre, se la acercaron a la boca.

2. Comentario
Jesús es consciente de que su obra va quedando terminada. Ha constituido la comunidad que
se encargará de realizar esa obra a lo largo de los siglos en todos los pueblos de la tierra. No le
queda más que demostrar su amor «hasta el extremo», lo cual sólo será posible verificar cuando se
contraste su amor con el odio irracional de sus verdugos (cf. Sal 69,5). Así como en la cena le
ofreció a Judas la oportunidad de rectificar su decisión y puso en sus manos traidoras su propia
vida, así ahora va a manifestarles su amor a sus verdugos, para que conste que su amor no hace
excepciones. Y lo hace expresando una necesidad humana.
Jesús les da la oportunidad de hacer un gesto humanitario, un mínimo gesto de amor que los
redima, que les permita ser bondadosos, que los saque del odio sin razón. Cuando Jesús se le apro-
ximó a la samaritana, siendo él judío y existiendo entre los dos pueblos un rencor ancestral, le
solicitó un gesto de acogida, de solidaridad humana elemental: «dame de beber» (Jn 4,7). Ella lo
acogió, venciendo un odio heredado. Y Jesús le dio el agua viva, su Espíritu (cf. Jn 4,10). Aquí él
expresa la misma necesidad humana esperando la misma acogida mínima que permita el don de su
Espíritu incluso a quienes lo están entregando a la muerte. ¡Qué grande es su amor! No se ha de-
jando vencer por el odio. Por el contrario, intenta transformar en amor el odio del enemigo. Es un
amor que nunca deja de ser amor, nunca deja de estar ofrecido, jamás se desmiente; amor que
siempre deja abierta la posibilidad de la respuesta para que el hombre se salve. En contraste con
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ese odio sin razones, resplandece su amor leal, indefectible. Se ve claro que Dios no condena al ser
humano, que su único interés es salvar comunicando vida al que opta por la vida.
Pero, en este caso como en muchos otros, el amor fiel es correspondido con un odio feroz. Es
el odio ajeno de los que no saben por qué odian, pero, igual, siguen odiando hasta el final. Jesús
mantiene también su amor hasta el final, pero él sí sabe por qué ama. Su amor tiene todas las
razones de Dios Creador y Padre: él posee la vida, él creó al ser humano para la vida, él ama la
vida humana hasta el punto de dar la vida de su propio Hijo por salvar las vidas de todos los seres
humanos. Jesús tomó el vinagre que le ofrecieron, en vez de agua, aceptando así la muerte causada
por el odio y demostrando una calidad de amor superior a ese odio.

3. Reflexión
Hoy también muchas personas beben el amargo vinagre de la traición que les ofrece, por ejem-
plo, su pareja, mientras tratan a toda costa de salvar un matrimonio que naufraga víctima de un
rencor sin razones. Muchos son los que perdonan una y otra vez, bebiendo repetidamente el vinagre
de la ingratitud, en espera de que la otra persona reaccione, recapacite y enmiende su conducta.
Muchos son los que ponen la otra mejilla en busca de una reconciliación que salvaría del caos
definitivo a esta sociedad que se hunde desesperada en una violencia estéril. Muchos son los que
creen en la sensatez y la bondad del ser humano y por eso insisten en que la paz es posible, y,
además, aceptan dialogar y negociar con su adversario y enemigo, a pesar de sus demostraciones
de odio irracional.

4. Oración
Señor Jesús, yo quiero tener una calidad de amor como la que tu demuestras con esta petición
dirigida a tus verdugos. Quiero ser capaz de mantener abierta la posibilidad del diálogo, del amor
y de la amistad incluso a quienes insisten en manifestarme su hostilidad. Quiero hacerles sentir a
mis adversarios que el amor sin discriminaciones existe y es posible incluso para ellos. ¡Eso sería
salvador para mucha gente! ¡Cuántos encontrarían la oportunidad de deponer su enojo, su orgullo
o sus prejuicios! Pero me asalta el temor de fracasar, de no lograr repuesta positiva. Ya ves que no
soy buen discípulo tuyo. Enséñame perder el miedo al fracaso y a convencerme de que nunca fra-
casa quien ama hasta el final. Amén.

5. Canto:

SEXTA PALABRA:
QUEDA TERMINADO
Jn 19,30
1. Lectura bíblica
† Del santo Evangelio según san Juan (19,30)
30
Cuando tomó el vinagre, dijo Jesús: «Queda terminado». Y, reclinando la cabeza, entregó el
Espíritu.

2. Comentario
Jesús declara que su vida ha cumplido su objetivo. Que la misión que le encomendó su Padre
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está cumplida. Ha dado remate a la obra del que lo envió. Y esto, justamente después de haber
bebido el vinagre y haber aceptado con amor fiel la muerte que le causó el odio irracional. Ha
mantenido el amor hasta el final. Recibió el Espíritu sin medida, lo vivió sin mezquindades y lo
ofreció gratuita y generosamente, sin condicionar su oferta a la respuesta positiva; respondió al
odio con amor. Ha sido consecuente, viviendo como auténtico «Hijo» del Padre. Así realizó en sí
mismo la plenitud de la condición humana llevándola hasta la condición divina. La semejanza del
hombre con Dios ha llegado a la igualdad. Ya el hombre no es mera imagen y semejanza de Dios:
ahora es plenamente «hijo». Culmina así el proyecto creador. Dios ha logrado su objetivo.
En el supremo acto de amor, que se mantuvo fiel hasta el último momento, ofrecido sin discri-
minaciones a todos, incluso a los enemigos; en ese amor sin límites resplandeció la gloria de Dios
en el Hijo. Dios puede darse por satisfecho: Por primera vez el ser humano llega a ser lo que su
Creador planeó desde el principio. Ha quedado terminado el ser humano según el diseño original
de su Padre Creador. Ha concluido exitosamente el día sexto, el día de la creación del hombre.
Ahora la creación empieza de nuevo, con un hombre nuevo que tiene la capacidad para renovar
todas las cosas. Es el hombre animado por el Espíritu de Dios, capaz de amar como Dios.
En Jesús brilla un nuevo modelo de ser humano que cuestiona, desenmascara y descalifica los
viejos modelos que nos han presentado durante siglos como el ideal humano. Ese hombre que está
en la cruz, despojado de todo, cuestiona, desenmascara y descalifica el ideal del hombre que se
supone es feliz en la medida en que posee cosas. El modelo del hombre rico no satisface, no es
auténtico, es engañoso, porque el afán de atesorar y acumular produce despojo y miseria, lo cual
genera pobreza y desdicha. Ese hombre que está en la cruz, sometido y reducido a la impotencia,
cuestiona, desenmascara y descalifica el ideal del hombre que se supone realizado en la medida de
su poder. El modelo del hombre poderoso es otro engaño, porque el afán de imponerse sobre los
otros hace violencia, atropella la dignidad y viola los derechos de la persona humana y genera
opresión y las más inhumanas e indignas formas de manipulación y de esclavitud que niegan la
libertad humana. Ese hombre que está en la cruz cuestiona, desenmascara y descalifica el ideal del
hombre que se supone feliz porque es famoso, prestigioso, y vive rodeado de honores. Esa es otra
de las mentiras que ciegan la mente, porque el afán de honores crea rivalidades y un deseo de
singularizarse que niega la igualdad fundamental de los seres humanos. Esa rivalidad legitima y
justifica privilegios indebidos que generan una sociedad de desigualdades y, por eso, injusta.

3. Reflexión
Hoy se constatan muchas formas de frustración, precisamente porque tenemos en la mente mu-
chos modelos humanos que nos impiden ver con ojos claros al hombre que está en la cruz. El vacío
de Espíritu Santo es dolorosamente notable. Aunque hemos oído hablar de Jesús, continuamos
desorientados, no seguimos su ejemplo; y no hemos podido hacer de nosotros unos seres humanos
realizados, plenos, porque estamos persiguiendo un falso modelo que termina por defraudarnos. El
hombre que está en la cruz nos invita a cambiar de modelo. ¡Él es el modelo!

4. Oración
Señor Jesús, al verte exclamar en la cruz que tu entrega de amor lleva al ser humano a su
verdadera cumbre, siento que he perdido mi tiempo y mi vida persiguiendo ideales humanos que,
en vez de contribuir a mi realización, me han desviado del camino, me han conducido a la perdi-
ción. Me he dejado seducir por proyectos egoístas, egocéntricos y ególatras. He vivido demasiado
para mí, y mi vida casi no significa nada para los demás. Estoy fracasando, Señor, porque me he
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dejado convencer de que mi éxito depende de la magnitud de mi egoísmo. Ayúdame, ahora que
estoy a tiempo, para rectificar y hacer de mí un hombre nuevo. Amén.

5. Canto:

SÉPTIMA PALABRA:
PADRE, EN TUS MANOS PONGO MI ESPÍRITU
Lc 23,46
1. Lectura bíblica
† Del santo Evangelio según san Lucas (23,44-46)
44
Era ya eso de mediodía, cuando la tierra entera quedó en tinieblas hasta la media tarde, 46por-
que se eclipsó el sol; y la cortina del santuario se rasgó por medio. 46Jesús clamó con voz muy
fuerte: «Padre, en tus manos pongo mi espíritu». Y, dicho esto, expiró.

2. Comentario
El último acto de Jesús, según Lucas, es encomendar su espíritu (πνεῦμα, ַ‫ )רּוח‬en las manos del
Padre con un grito muy fuerte. El espíritu es el principio dinámico de la vida interior; es todo lo
que motiva e impulsa desde adentro. El espíritu del hombre Jesús, identificado con el Espíritu de
Dios, ha sido potenciado hasta el máximo. Por eso él se ha entregado por amor a la causa de la
salvación de la humanidad. Este espíritu es más que la vida física, es el sentido mismo de su vida
entera, su razón para vivir, el motor de su actividad a favor del ser humano.
Jesús utiliza las palabras del salmo 31(30),6, que es la súplica de un hombre que deposita toda
su confianza en Dios, encomendándole su causa. Así recoge la oración de todos los justos, los que
murieron creyendo en el amor, la verdad, la justicia, la libertad. Pero, al mismo tiempo, él le da un
nombre a Dios: lo llama «Padre», poniendo de manifiesto su experiencia de Dios. Para él Dios no
es un poder anónimo y distante: es aquél que, por amor, comunica vida («Padre»). En el momento
de morir físicamente, Jesús lo llama «Padre» y encomienda en sus manos su espíritu. En la mano
de Dios está su destino, no en manos de sus perseguidores (Sal 31(30),16). El Padre es Señor de la
vida, en sus manos se puede confiar no sólo la vida sino el sentido mismo de la vida.
Pero Jesús muere dando un grito. Su acto de confianza y abandono en el Padre es un grito de
victoria: «Padre, he mantenido el amor hasta el fin, he imitado tu ejemplo; mi espíritu se unió con
el tuyo y me he comportado como tu Hijo, ¡toma mi espíritu!, ¡tómalo en tus manos!». Por encima
de los comentarios burlones de sus verdugos, muy por encima de los escarnios de uno de los mal-
hechores crucificados, sobresale el grito de victoria del amor. ¡El odio no pudo más que el amor!
Por eso, ahora puede entregar su espíritu al Padre, identificado con el Espíritu del Padre, para que
el Padre lo derrame sobre toda la humanidad. De ahora en adelante, los hombres podrán vivir a
impulsos de un espíritu nuevo: el Espíritu del Padre, que es también del Hijo.

3. Reflexión
Hoy muchos mueren con tristeza porque aquello a lo que dedicaron toda su vida perecerá sin
remedio, ya que nadie se hará cargo de su legado. Incluso la herencia material a veces se dilapida
tan desconsideradamente que parece que sus herederos no valoraran los sudores y las fatigas de
quienes la trabajaron. El Padre de Jesús recibe en sus manos los espíritus de todos los que hayan
SIETE PALABRAS. EL MENSAJE DE JESÚS EN LA CRUZ
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dedicado su vida al bien de la humanidad; ni una sola gota de sus sudores será echada en el olvido
ni se perderán sus esfuerzos, porque Dios mismo está comprometido con esa causa.

4. Oración
Señor Jesús, en el último instante de tu vida terrena, cuando completas tu entrega de amor, tu
pensamiento se dirige a la humanidad futura y pones en manos de tu Padre el mismo Espíritu que
de él habías recibido, para luego tomarlo y derramarlo generosamente sobre tus seguidores. En tu
muerte hay entrega total: mueres voluntariamente, para así compartir tu Espíritu con nosotros, tus
discípulos. Gracias a esa muerte tuya, el Espíritu de Dios está disponible para quienes en adelante
nos dejemos convencer de tu testimonio de amor, te demos nuestra adhesión de fe y te sigamos.
Ese Espíritu es nuestra herencia. En él se cumplen las promesas. Ayúdanos, Señor a comprender,
aceptar y vivir el sentido de tu muerte. Amén.

5. Canto:

LA PROCESIÓN DEL SANTO SEPULCRO


Si la procesión del Santo Sepulcro se suele realizar inmediatamente después de la meditación de las Siete Palabras,
la celebración que se esquematiza a continuación no es necesaria. Si, en cambio, dicha procesión no es inmediata a la
meditación, conviene organizar la procesión con los elementos aquí propuestos; eso permitirá aprovecharla como opor-
tunidad para evangelizar.

1. Monición inicial
Hermanas y hermanos: nos disponemos ahora a realizar un cortejo fúnebre diferente. Vamos a
realizar las exequias de la esperanza. Nuestro credo dice que Jesús «descendió a los infiernos», es
decir, descendió a la región de los muertos, pero no para quedar allí, prisionero de la muerte, sino
para romper las ataduras de la muerte y anunciar el triunfo de la vida. Esta procesión del Santo
Sepulcro afirma la muerte real de Jesús, pero nos invita a esperar su resurrección. Por eso el evan-
gelista nos dice que pusieron su cuerpo en «un sepulcro nuevo, donde todavía nadie había sido
puesto»: él inaugura una nueva manera de morir.
2. Desprendimiento de la cruz
2.1. Lectura: Jn 19,38-42
2.2. Bajada de la imagen del crucificado
2.3. Canto:
3. Procesión hacia el cementerio (4 estaciones):
§ Caín mata a Abel (Gn 4,1-15): El fratricidio.
§ La ruina de Jerusalén (Lam 5): La desolación social por la violencia.
§ Herodes manda matar a Juan (Mc 6,19-28): La muerte por el abuso del poder.
§ Muerte de Esteban (Hch 7,51-8,4): Fanatismo, intolerancia, persecución y muerte.

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