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Aprender a leer y escribir en la universidad1

Luis Bernardo Peña Borrero2

El ingreso de un estudiante a la universidad se asemeja al del inmigrante que llega


por primera vez a un país desconocido. Así como éste tiene que aprender la lengua y
las costumbres de sus habitantes para no seguir sintiéndose un extrañ o, así mismo, si
quiere ser parte de la comunidad académica, el estudiante universitario tendrá que
pasar por un proceso de iniciació n para aprender el idioma, los có digos, los rituales y
las formas de hablar, de leer y de escribir propias de esa comunidad.

La capacidad para leer y escribir textos académicos es una competencia clave que
todo estudiante debe desarrollar, como una condició n para adelantar exitosamente
sus estudios en la educació n superior. Sin embargo, algunas investigaciones
realizadas en Colombia (Moreno, 2008, Madiedo, 1995) coinciden en concluir que por
lo menos las dos terceras partes de los estudiantes que ingresan a la universidad no
demuestran un desarrollo suficiente de estas competencias. Las conclusiones de las
pruebas que evalú an las competencias de los universitarios al terminar el pregrado
(ECAES) también muestran resultados preocupantes en las competencias de lenguaje.

En mi experiencia como docente universitario he conocido estudiantes muy capaces,


que a pesar de haber tenido un buen desempeñ o académico en el colegio y puntajes
altos en las pruebas de admisió n, encuentran muchas dificultades a la hora de
enfrentarse con la lectura y los trabajos escritos propios de la universidad. Estos
problemas suelen ser má s frecuentes en los primeros semestres, aunque muchas
veces se prolongan hasta niveles avanzados de la carrera. Si bien es cierto que
algunos pueden ser causados por desó rdenes de tipo cognitivo, psicoló gico o
emocional, en muchos casos se deben a un escaso dominio de las herramientas
intelectuales y comunicativas que demanda el aprendizaje en el nivel de la educació n
superior, en especial, la lectura y la escritura.

Un factor que contribuye a hacer aú n má s complejo el problema son los prejuicios y


las representaciones que suelen tener los estudiantes sobre la lectura y la escritura
académicas, unas prá cticas que cumplen só lo por obligació n, como algo lejano a sus
intereses y sus formas de pensar y que, segú n dicen, los limita para expresar sus ideas
con mayor libertad. Ademá s de incidir negativamente en su motivació n, esto genera
en ellos temores e inseguridad. por las consecuencias que pueda tener en su
desempeñ o académico.

En este artículo se examina la funció n que cumple el lenguaje escrito en la educació n


superior y los retos que les plantea tanto a los estudiantes como a las instituciones.
1
Versión provisional de un capítulo de mi libro “Leer y escribir en la universidad”, actualmente en proceso
de publicación. No citar ni reproducir sin previa autorización por escrito del autor.
2
Ms. Sc. en Educación. Profesor de la Facultad de Psicología de la Pontificia Universidad Javeriana
luisbernardopena@gmail.com , pena.luis@javeriana.edu.co

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Comenzaremos examinando las posibilidades que ofrecen la lectura y la escritura
como herramientas de aprendizaje, para luego analizar las características que tipifican
la lectura y la escritura académicas como una forma particular de leer y de escribir,
así como las exigencias y los cambios que implican para los estudiantes. Por ú ltimo,
llamamos la atenció n sobre la responsabilidad que le corresponde a la universidad en
la solució n de este problema.

El lenguaje como condición para hacer y para aprender ciencia

El lenguaje no es un territorio reservado a la lingü ística y a la literatura. También la


ciencia se hace en y a través del lenguaje y no podría existir sin él. Cada disciplina
científica inventa y desarrolla un lenguaje propio y unos modos característicos de
hablar, de escribir y de leer, que no son otra cosa que maneras diferentes de codificar
el conocimiento. Hacer ciencia no consiste só lo en observar, describir, comparar,
clasificar, analizar, plantear hipó tesis, diseñ ar experimentos o teorizar; hacer ciencia
significa también escribir y leer; enseñ ar y aprender a través del lenguaje de la ciencia
(Lemke, 1997).

Hacer ciencia supone encontrar el lenguaje adecuado para escribir y leer de acuerdo
con las convenciones de cada una de las disciplinas del conocimiento. Lavoisier, el
padre de la química moderna, supo expresar mejor que nadie la estrecha relació n que
existe entre el pensamiento científico y el lenguaje. En su Tratado de Química General
confiesa que, mientras trabajaba en perfeccionar la nomenclatura de la química,
comprendió que

no pensamos má s que con el auxilio de las palabras; que las lenguas son
verdaderos métodos analíticos; que el á lgebra má s sencilla, má s exacta y má s
adecuada (…) es a la vez una lengua y un método analítico; en fin, que el arte de
razonar no es má s que una lengua bien hecha ( Lavoisier, A. L., 1789).

Pero el lenguaje es, ademá s, un instrumento indispensable para enseñ ar y aprender


ciencia. La mayor parte del conocimiento disciplinar existente se conserva y se re-
produce en miles de pá ginas de libros, revistas y publicaciones digitales a las que hoy
día tiene fá cil acceso cualquier estudiante, gracias a la Internet. Aunque éste es un
fenó meno que se da en todas las disciplinas, la presencia del lenguaje escrito es mucho
má s intensiva en campos como las Humanidades, las Ciencias Sociales y la Psicología.
Para acceder a este conocimiento y para construir uno propio, los estudiantes deben

apropiarse paulatinamente de las formas de hablar y escribir (…) sobre el objeto de


aprendizaje en cuestió n, y hacerlo en la manera acostumbrada en esa parcela del
saber; significa, por tanto, apropiarse del discurso específico que se reconoce como
propio de esa disciplina” (Nussbaum, L., Tusó n, A. 1996, p. 2).

Lectura y escritura en la universidad

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La lectura y la escritura está n presentes en todas las prá cticas de la cultura académica:
los trabajos escritos, la investigació n, los exá menes, las tesis de grado, los ensayos y
las publicaciones en las que se dan a conocer los resultados del trabajo investigativo.
La lectura es la llave que nos permite acceder al conocimiento y ser testigos del
proceso histó rico a través del cual éste ha ido evolucionando y construyéndose; la
contraseñ a que nos permite ingresar a ese gran “disco duro externo” en el que está
archivado el conocimiento científico y entrar en comunicació n con las ideas y las
enseñ anzas de los que nos antecedieron. Ademá s, la lectura autó noma —la capacidad
de dirigir su propio proceso de lectura— le permite al estudiante encontrarse
directamente con los autores y lo prepara para seguir aprendiendo a lo largo de la
vida de manera independiente.

La escritura ha demostrado ser una tecnología muy eficiente para preservar y


transmitir el conocimiento a través del tiempo y el espacio. Gracias a la escritura
podemos recorrer la compleja trama que ha tenido la historia del pensamiento,
reconstruirla y continuar produciendo nuevos conocimientos. Si Lavoisier, Newton,
Darwin, Nietzche o Freud no se hubieran tomado el trabajo de dejar escritas sus ideas,
tan só lo tendríamos de ellos una memoria anecdó tica.

Pero ademá s de servir como herramienta de la memoria, la escritura es una poderosa


herramienta del pensamiento. La palabra escrita hace visible lo que estaba oculto en la
mente y nos obliga a pensar con má s rigor que cuando hablamos. A diferencia de la
palabra hablada, que se escapa tan pronto lo pronunciamos, la escritura nos permite
capturar el pensamiento, detenerlo y “devolver la película” cuantas veces sea
necesario, para someterla a crítica, analizarla, editarla o rehacerla, si fuere necesario.
El só lo hecho de poner las palabras en el papel o en la pantalla nos hace má s reflexivos
y nos obliga a preguntarnos o a dudar de lo que decimos, a ordenar mejor las ideas, a
buscar la palabra justa, la expresió n má s precisa, el argumento má s só lido. La
escritura se convierte así en un verdadero proceso de indagació n y de descubrimiento.
Cuando le preguntaron a Edward Albee, el gran dramaturgo norteamericano, por qué
escribía respondió : “Escribo para encontrar lo que estoy pensando".

La lectura y la escritura son dos realidades inseparables. No podemos hablar de una


de ellas sin referencia a la otra. La lectura alimenta y moviliza la escritura, que es la
respuesta del lector al texto. Escribimos a medida que leemos para reescribir las ideas
que nos parecen má s importantes o para registrar aquéllas que la lectura suscita en
nosotros; leemos mientra escribimos para precisar má s los conceptos, para acabar de
darle forma al texto, completarlo o “podarle” lo que le sobra.

La lectura y la escritura universitaria tienen características, condiciones y exigencias


propias, que las diferencian de las formas de leer y escribir a las que los estudiantes
estaban acostumbrados en el colegio o las que utilizan en los correos o los chats en
Internet. Aprender el lenguaje de la academia enfrenta al estudiante universitario con
una serie de desafíos que analizaremos en el siguiente apartado.

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Los desafíos de la lectura y la escritura en la universidad

Leer en la universidad

En la universidad el aprendizaje supone la consulta de mú ltiples fuentes de


informació n, que plantean visiones diferentes y en ocasiones divergentes de un mismo
asunto. Lejos de simplificar los problemas o concluir con una ú nica respuesta, estos
textos abren nuevos interrogantes y discusiones que hacen aú n má s complejo el
aná lisis del problema. Esto supone en los estudiantes una competencia lectora capaz
de procesar y contrastar textos diversos, una diferencia importante con la lectura
escolar, centrada en el libro de texto.

La gran mayoría de los textos que los estudiantes deben leer en la universidad no
fueron escritos pensando en ellos, antes bien, su comprensió n presupone unos
conocimientos previos sobre el tema. Son textos escritos en un determinado momento
histó rico, como respuesta a preguntas que intrigaron a sus autores en su tiempo y
que, por lo tanto, está n inscritos en el contexto de una discusió n o de una tradició n
científica particular. Esto significa que no pueden entenderse por fuera de estos
contextos, ni con independencia de las situaciones en las que se generaron. Son textos
que se caracterizan por su complejidad y densidad lingü ística y conceptual, por su
estructura ló gica y por estar escritos en un estilo y con un léxico especializado, por lo
que resultan difíciles de comprender para los lectores no iniciados.

La lectura en la universidad no se limita ú nicamente a los textos asignados por los


profesores, sino que exige la consulta de otras fuentes documentales que el estudiante
debe seleccionar, comparar y valorar críticamente para formarse un juicio propio. En
algunos casos, deben leer los textos en Inglés cuando no en traducciones muy
deficientes al Castellano; otras veces en fotocopias sueltas o de muy pobre calidad
grá fica, que no siempre van acompañ adas de las referencias al autor ni a las fuentes de
las que fueron extractadas.

Finamente, uno de los mayores retos que deben enfrentar los estudiantes en la
universidad es cambiar la idea obsoleta que tienen de la lectura como una simple
reproducció n y memorizació n de la informació n, por la de una lectura reflexiva y
crítica, que no se limita a parafrasear o traducir en otras palabras las ideas de los
autores leídos, sino que les exige valorarlas críticamente, contrastarlas y hacer un
juicio o plantear una posició n propia frente a lo que leyeron.

Escribir en la universidad

La lectura en la universidad está íntimamente relacionada con la escritura, que viene a


ser como la respuesta activa y personal del lector a los planteamientos del autor. Una
prá ctica muy comú n en la universidad consiste en escribir una reseñ a, un comentario
o un ensayo, a partir de la lectura de uno o de varios textos.

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Al igual que en la lectura, los estudios universitarios suponen un cambio completo en
la forma de concebir y utilizar la escritura. La mayoría de los estudiantes llegan a la
universidad con la idea muy arraigada de que escribir bien es escribir
“correctamente”, para lo cual basta con conocer un conjunto de normas formales y
gramaticales. De acuerdo con esta concepció n, escribir consiste simplemente en
encontrar las palabras adecuadas y la forma correcta de expresar sus ideas o de
reproducir el conocimiento en un trabajo escrito o en un examen.

Otros identifican la escritura académica, ya no con la gramá tica, sino con el dominio
de un repertorio de convenciones formales (las normas APA, por ejemplo) y de
modelos cuyas etapas deben seguirse al pie de la letra, para garantizar la elaboració n
de un buen producto escrito. La redacció n de un ensayo, por ejemplo, se reduciría a
seguir un formato del tipo introducción, planteamiento de la tesis, sustentación,
conclusión, en vez de asumirlo como un proceso creativo y de indagació n, un ejercicio
de pensar por escrito, como debe ser todo buen ensayo.

Un comentario que aparece con mucha frecuencia en las marcas que escribimos los
profesores en los má rgenes de las reseñ as y de los ensayos de los estudiantes es que
“escriben como hablan”, es decir trasladando a la escritura los rasgos típicos del habla,
que es la forma de lenguaje que mejor conocen (Tusó n, 1991) y en la que se
desenvuelven má s libremente. Algunas huellas de esta presencia de lo oral en la
escritura son la falta de puntuació n, la ausencia de un hilo conductor que le dé una
estructura ló gica al texto, la referencia a ideas implícitas que, se supone, el lector ya
conoce, y la sintaxis fragmentada característica del habla informal y del hipertexto.

En otros casos, la escritura se concibe só lo como un medio para demostrar lo


aprendido, inevitablemente ligada a la evaluació n. Para estos estudiantes escribir
consiste en trans-cribir fielmente a un texto la informació n adquirida en la lectura. La
escritura sería para el pensamiento lo que la impresora es para el computador: una
manera de hacer visible ante otros lo que está archivado en nuestro disco duro.

La prá ctica de la escritura universitaria va a poner a prueba estas ideas ingenuas que
tienen los estudiantes sobre la escritura. En este ejercicio van a empezar a descubrir
que el proceso de escribir les ayuda a generar ideas, organizarlas y entender có mo se
relacionan entre sí; les exige ser mucho má s rigurosos en sus planteamientos que
cuando los expresan oralmente y los obliga a revisar el texto, no una sino varias veces,
para afinar su pensamiento y hacerlo má s comprensible a los lectores. Es decir,
descubren que, má s allá de servir como un instrumento para dar cuenta de lo
aprendido, la escritura es ante todo un acto creativo y una herramienta intelectual,
como lo confirma la reciente investigació n sobre la escritura.

Segú n Castelló (2009), apoyada en los trabajos de otros autores (Bereiter y


Scardamalia; 1987; Mason y Lonka, 2001; Carlino, 2005; Solé et al., 2005), las
tareas de escritura complejas, como las que exigen los estudios universitarios,
obligan al estudiante a seleccionar, organizar e integrar la informació n a partir

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de distintas fuentes. De este modo, “la propia actividad de escritura permite
transformar nuestra concepció n sobre el tema del que estamos escribiendo y
promueve el establecimiento de nuevas conexiones entre la informació n y,
consecuentemente, la transformació n y generació n de conocimiento” (Castelló ,
2009, p. 122).

Por otra parte, la escritura universitaria les exige a los estudiantes cambiar la idea
tradicional que tienen de la escritura —como un producto que se logra en un solo
intento— por una concepció n que la concibe como un proceso compuesto por varias
etapas: investigar, tomar notas, elaborar un plan, redactar un borrador, leerlo o
hacerlo leer de otros, revisar y corregir el texto antes de entregarlo. Escribir en la
universidad implica ensayar distintas aproximaciones al tema y escribir varias
versiones hasta llegar a un texto que exprese de la mejor forma posible lo que
intentá bamos decir. Escribir es, por lo mismo, un proceso lento e incierto, muchas
veces frustrante, que nos enfrenta con nuestras propias inseguridades, cuando
enmudecemos ante la pá gina en blanco o no encontramos la forma de expresar lo que
queríamos decir. Nada má s contrario a la improvisació n y a la rapidez con la que se
escribe en los chats.

Pero la escritura puede ser también motivo de gozo y satisfacció n, cuando nos ayuda a
descubrir nuevas ideas o nos hace sentir má s inteligentes de lo que éramos antes de
escribir, como lo declara abiertamente el escritor Arthur Krystal (2009): “Como la
mayoría de los escritores, parezco ser má s inteligente en letras de molde que en
persona. De hecho, soy má s inteligente cuando escribo.” Lejos de ser un obstá culo,
estos aspectos emocionales —tanto positivos como negativos— son inherentes al
proceso de escribir, como sucede en todo acto creativo. Es importante que los
estudiantes los asuman como algo natural y aprendan a regularlos, de modo que no se
les conviertan en bloqueos o en frustraciones.

Aprender a escribir en la universidad

No existe una sola forma de escribir que, una vez aprendida, pueda aplicarse en todos
los casos y para cualquier tipo de texto. Las formas de escribir varían de acuerdo con
el propó sito y el contexto en el que escribimos. No se escriben lo mismo un informe,
un artículo científico, una novela o un ensayo. En los chats se utiliza una escritura
abreviada, que simula una conversació n y que no se rige por las normas de la escritura
convencional. Por eso, en lugar de Escritura, (en singular y con mayú scula) sería má s
exacto hablar de escrituras.

Puesto que no existe só lo una sino varias maneras de escribir, resulta ingenuo pensar
que un estudiante aprende a escribir, de una vez por todas, una escritura que sirva
para todo. Aunque compartan el có digo alfabético y la misma estructura lingü ística,
cada escritura tiene unas funciones, una estructura y unos rasgos estilísticos propios.
En muchos casos, los problemas que tienen los estudiantes para comprender las

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lecturas o para escribir los textos que les asignan los profesores se deben a que no son
concientes de estas diferencias.

Si, como quedó dicho antes, la lectura y la escritura académica tienen características y
exigencias particulares que las diferencian de otros modos de leer y escribir, no se
puede esperar que los estudiantes las aprendan por sí solos, sino mediante acciones
formativas orientadas específicamente a este propó sito. Esto hace pensar en la
necesidad de incluir en los programas de formació n estrategias orientadas a cambiar
la percepció n negativa que tienen los estudiantes sobre la lectura y la escritura
académicas, y ayudarles a valorar su potencial como formas privilegiadas de pensar y
de aprender. Algunos autores han acuñ ado el término de “alfabetizació n académica”
para denominar todas estas estrategias que tienen como principal objetivo iniciar a
los estudiantes en los modos de leer y escribir propios de la cultura universitaria.

Convencida de la importancia de la lectura y la escritura como herramientas


intelectuales, la Facultad de Psicología de la Universidad Javeriana inició , en el añ o
2005, el proyecto “Leer y escribir en la universidad”, que tiene como objetivo el
desarrollo de estas competencias desde los primeros semestres de la carrera (Peñ a,
2007). Pero no es só lo una preocupació n nuestra; cada día son má s las universidades
que desarrollan proyectos en esta misma línea, tanto en Colombia como en otros
países (Narvá ez y Cadena, 2008). Estas experiencias está n replanteando la forma
tradicional de enfrentar el problema, que consistía en ofrecer cursos independientes
de comprensió n de lectura o de redacció n, desvinculados del proceso de aprendizaje
de las disciplinas académicas. Si este tipo de estrategias no han resultado muy
efectivas, se debe principalmente a que no tienen en cuenta que “la comprensió n y la
producció n de textos está n intrínsecamente ligadas a la construcció n de los
conocimientos específicos propios de cada disciplina” (Mateos, 2009, p. 113).

Má s que habilidades comunicativas que pueden aprenderse de manera independiente,


la lectura y la escritura deben ser consideradas como procesos constitutivos de cada
disciplina. Aprender Historia, Biología o Psicología significa aprender a hablar y a
escribir en los discursos propios de dichas disciplinas. A medida que los estudiantes
se apropian de estas formas de leer y de escribir, aprenden también las formas de
pensar, de hablar y de argumentar propias de la cultura académica (Bazerman, 1981).

Las investigaciones má s recientes sobre el aprendizaje de las lenguas, la lectura y la


escritura han demostrado que la forma má s efectiva de aprender a leer y escribir es
por “inmersió n”, es decir, mediante la participació n directa de los estudiantes en un
grupo en la que éstas se estén practicando permanentemente. También en la
universidad los estudiantes desarrollan sus competencias para leer y escribir por
inmersión en la cultura académica y en los usos constantes que hacen de los textos
escritos, má s que con cursos descontextualizados de lectura rá pida y de redacció n. El
asunto no es, pues, hacer que los estudiantes deban primero aprender a leer y a
escribir en talleres especiales, para luego sí poder leer y escribir en las disciplinas de

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la carrera, sino má s bien hacer que cada asignatura constituya, en sí misma, una
experiencia de lectura y escritura.

En conclusió n, la lectura y la escritura tienen una funció n fundamental como


instrumentos para el aprendizaje y la construcció n de conocimiento en la universidad,
y son un requisito indispensable para el desarrollo de otras competencias. Puesto que
las dos responden al contexto y a los fines específicos de la cultura académica, tienen
objetivos y características que las diferencian de otros modos de leer y de escribir, que
los estudiantes deben aprender como condició n para realizar otros aprendizajes. En
lugar de asumir que ya han adquirido estas competencias al llegar a la universidad, o
esperar que su desarrollo se dé por generació n espontá nea, las instituciones
universitarias deben asumir el problema como algo propio y proponer estrategias
formativas orientadas explícitamente al desarrollo de estas competencias.

Aunque el presente artículo se ha centrado en el tema de la lectura y la escritura en la


universidad, sería un gran error limitar la funció n de la lectura y la escritura al
periodo y a los fines de la formació n académica exclusivamente. Leer y escribir son
también una competencia para la vida. El ejercicio profesional, al igual que el
imperativo de continuar aprendiendo y reciclando los conocimientos a lo largo de la
vida nos exigen hoy, má s que nunca, desarrollar una capacidad avanzada para
procesar, valorar y utilizar la informació n proveniente de mú ltiples tipos de fuentes,
tanto impresas como digitales. La lectura y la escritura son también actos de la
imaginació n mediante los cuales fabricamos mundos posibles; instrumentos que nos
ayudan a constituirnos como sujetos; formas de hacer oír nuestra voz en el diá logo
continuado mediante el que se construye el conocimiento.

Bogotá, Agosto 18/2010

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