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UNIVERSIDAD AUTONOMA DE SANTO DOMINGO

FACULTAD DE
CIENCIAS DE LA
SALUD ESCUELA DE
SALUD PÚBLICA
GERENCIA Y POLITICAS DE SALUD (SAP-238)

Sustentantes:
YOLAINE BAUTISTA JOHNSON 100256872

MAYRA TEJEDA MONTERO


100247689

SILVIO ROSADO PERALTA


100232830

NICOLE ALCEQUIEZ PUJOLS


100386956

EVA CRISTINA PEÑALO


100240954

Docente:

RAFAEL MONTERO DE OLEO


Sección:

W01

Tema:
FEMINICIDIO EN REPÚBLICA DOMINICANA

INTRODUCCION

En los últimos 30 años, en América Latina y en todo el mundo, se ha hecho visible la dolorosa realidad que
sufren a diario millones de mujeres, situación que fue normalizada por la cultura occidental que la sostuvo
y reprodujo desde sus instituciones sociales, manteniendo límites infranqueables en la intimidad de la
pareja y familia, estableciendo el espacio privado donde nadie debía meterse.

Reconocida como violencia de género por establecerse en contra de las mujeres por el solo hecho de
serlo, se ha convertido en una seria preocupación de diferentes grupos sociales, gubernamentales y no
gubernamentales, que la reconocen como un fenómeno fundamentado en la relación de poder desigual
establecido entre hombres y mujeres. La violencia contra las mujeres se constituye en un elemento
importante del sistema patriarcal, conforma la base del mensaje de socialización en la masculinidad y se
manifiesta desde las maneras más sutiles hasta el asesinato de mujeres o feminicidio.

El 27 de enero de 1997, con la promulgación de la Ley 24-97, la República Dominicana se sitúa entre los
países de la región y del mundo que han modificado las legislaciones para favorecer a las mujeres y al
igual que ellos, integra al sistema de derecho nacional la visibilizarían del tema de la violencia de género.
Además, en ese mismo año se introdujeron otras leyes de acción afirmativa, como la de cuotas y la de
reforma agraria que otorga la posibilidad de título de propiedad parcelera a las mujeres.

Los cambios legislativos de 1997, introducidos a partir de la normativa, han producido la apertura de
tímidas respuestas estructurales en la que se han ido creando espacios más o menos interesantes, lo que
unido al trabajo realizado por el movimiento de mujeres y algunas ONGS, desde antes de la promulgación
de la ley 24-97, conforman una plataforma mínima de vinculación a lo formal.
FEMINICIDIO EN REPÚBLICA DOMINICANA

El feminicidio, considerado como el asesinato selectivo por razones de género, conforma el último eslabón
de las diversas formas de violencia contra las mujeres. Cuando el asesinato es cometido por hombres con
quien la víctima tenía o tuvo una relación íntima, familiar, de convivencia, o afines a estas, se conoce como
feminicidio íntimo.
Existen diversos factores asociados a ese tipo de crimen. Entre ellos se pueden citar que las víctimas
provienen de hogares violentos, fueron socializadas con roles inequitativos, iniciaron uniones de parejas a
muy temprana edad y su bajo nivel educativo se traduce en limitadas oportunidades de superación que las
lleva a ser económicamente dependientes de sus parejas.
La ocurrencia de feminicidios en el país es tan común que al finalizar junio de este año 2014 ya se habían
reportado 45 casos. La percepción general es que los registros han aumentado progresivamente durante
los últimos años sin que se haya desarrollado forma alguna para enfrentar esta compleja situación.
En virtud de las informaciones planteadas, este documento pretende revisar la situación del feminicidio en
otros países para determinar aquellos que han reducido su incidencia y a través de esos casos plantear
opciones que permitan responder a la pregunta ¿qué podemos hacer?

La República Dominicana está en los primeros lugares en tasa de feminicidios en América Latina, que de
por sí es la región del mundo donde estos asesinatos son más frecuentes. De acuerdo con la Procuraduría
General de la República, en 10 años (de 2005 a abril de 2015) han ocurrido en el país 1033 feminicidios.
Sin embargo, esta cifra contabiliza solo los íntimos (aquellos cometidos por la pareja o expareja) y excluye
los no íntimos (mujeres asesinadas por otros familiares, violaciones por desconocidos con resultado de
muerte, etc.), que se consideran como simples homicidios.
Según el concepto de feminicidio manejado por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) y la
organización cívica Participación Ciudadana, que agrupa los íntimos y los no íntimos, en el período 2005-
2018 se produjo un promedio de 188 feminicidios por año. Siguiendo este mismo criterio, en el período
2011-2016 el país ocupó un vergonzoso tercer lugar en materia de feminicidios en toda América Latina. [1]
La perspectiva de género
La violencia ejercida contra las mujeres se ha querido relacionar a menudo con el alcoholismo, el consumo
de drogas, incluso con la salud mental. Pero lo que permite explicar el fenómeno es la perspectiva de
género, que se puede definir como el enfoque que hace visibles las relaciones de poder que existen entre
hombres y mujeres. La palabra género,  a diferencia de la palabra sexo,  alude a una construcción cultural
de lo que significa ser hombre y ser mujer en una determinada sociedad.
Las denuncias
La violencia de género es el delito más denunciado en el país (a pesar del enorme subregistro existente,
pues muchos de estos casos no se traducen en denuncias, como también lo documenta Endesa 2013). En
2017 se sometieron, según datos de la Procuraduría General de la República, 59,391 denuncias de
violencia de género y 5,808 de delitos sexuales, y se emitieron 17,148 órdenes de protección. Pero solo el
4% de las denuncias llegó a los juzgados y apenas el 2% terminó con una sanción penal. [6]
Hasta el año 2012, cuando una mujer recibía una orden de protección, tenía que enfrentarse en muchos
casos al amargo trago de entregarla personalmente al agresor debido a la falta de personal especializado.
Esta anomalía se ha corregido en los últimos años y se ha prohibido dicha práctica, así como la entrega de
citaciones u órdenes de arresto por parte de las víctimas. Pero las órdenes de protección se quedan a
menudo en letra muerta pues no existen mecanismos de seguimiento, y en no pocos casos contribuyen a
aumentar la ira del agresor.
La legislación y la débil respuesta del Estado
Desde finales del siglo pasado, se han ido aprobando en el mundo leyes para proteger a las mujeres,
denominadas «de primera generación». En una etapa posterior, han aparecido las leyes «de segunda
generación», que imponen mayores sanciones, hacen hincapié en la prevención y en la atención y
reparación a las víctimas, o eliminan la posibilidad de conciliación entre víctima y agresor.
Miedo, indiferencia, tolerancia, impunidad
Escenas de violencia de género como las que describí al principio de estas páginas son demasiado
comunes. Todos conocemos a mujeres que las han sufrido en algún momento, y eso, aunque parezca
paradójico, en vez de movilizarnos, nos insensibiliza de alguna manera y nos paraliza. Estos casos ilustran
la complejidad del problema y los diferentes actores y actitudes que intervienen en un caso de violencia de
género. El terror de la víctima y el temor más difuso de quienes intentan intervenir, anticipando posibles
represalias. La indiferencia o la tolerancia. La impunidad tras la intervención de la autoridad. De todo eso
se alimentan los feminicidios y la violencia machista.
Y todavía hay otro miedo, muy generalizado y a la vez soterrado: es el que experimentamos todas las
mujeres al pensar que, en algún momento, podríamos pasar a engrosar la lista, pues, por el simple hecho
del género, ya somos candidatas para sufrir agresiones de familiares, de conocidos o de desconocidos.
Todo conspirando para mantener el orden existente, caracterizado por las relaciones desiguales de poder
entre hombres y mujeres.
CONCLUSION

La violencia de género está vinculada al desequilibrio en las relaciones de poder entre hombres y mujeres
en todos los ámbitos social, económico, religioso y político. A pesar de los esfuerzos que se han realizado
para modificar las legislaciones, sigue constituyendo un atentado contra el derecho a la vida, a la
seguridad, a la libertad, a la dignidad y a la integridad física y psíquica de la víctima y todo ello supone, por
lo tanto, un obstáculo para el desarrollo de una sociedad democrática.

En nuestro país, a partir de la promulgación de la ley 24-97, se introduce en el derecho dominicano la


visión de la víctima, sin embargo, los índices de violencia de género aumentan y la aplicación de esta
legislación se hace difícil por la falta del reconocimiento necesario dentro de la sociedad y del sistema de
derecho. Las organizaciones que trabajan la temática de violencia de género en la región se reunieron en
Cancún, en julio del año 2001 y acordaron publicar el término feminicidio o femicidio para llamar a la
sociedad en general y a los sistemas de justicia y salud de cada país, en particular, a sensibilizarse sobre
este crimen, última violencia del continuo de las agresiones de que las mujeres, por el solo hecho de serlo,
reciben cotidianamente.

En el mundo entero, a partir de los ochenta, se comienzan a distinguir los genocidios de mujeres como
crímenes genero selectivo que se han cometido y se siguen cometiendo a través de la historia. El término
feminicidio surge de este movimiento y señala los asesinatos de las mujeres por su calidad de género. Es
importante que se haga la diferencia entre feminicidio y homicidio en nuestro sistema legal.

El presente es un trabajo exploratorio que busca motivar nuevos y más profundos estudios sobre el tema
del feminicidio en nuestro país, una preocupación que todas y todos tendríamos que incorporar a los
trabajos sobre violencia de género.
BIBLIOGRAFÍA

http://revista.global/los-feminicidios-en-la-republica-dominicana.
https://transparencia.pgr.gob.do/Inicio/i/5705_ODS
https://observatoriojusticiaygenero.gob.do/documentos/PDF/doctrinas/DOC_Lib_fenicidio_rd.pdf

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