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La Dictadura Contra Las Tablas
La Dictadura Contra Las Tablas
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La dictadura contra las tablas
LA DICTADURA CONTRA
LAS TABLAS
TEATRO URUGUAYO
E HISTORIA RECIENTE
Auspician:
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Universidad de la República
Center for Latin American Studies, Ohio State University
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roger mirza y gustavo remedi
ISBN 978-9974-550-56-8.
1. TEATRO URUGUAYO- HISTORIA Y CRITICA, S.XX
I. Mirza, Rogelio, 1944- ed.
II. Remedi, Gustavo, 1962- ed.
PN2540.D5.M5
CDD U862.4
Fotografía de tapa de Alejandro Persichetti: Paola Venditto en Memoria para armar, Teatro
Circular, 2002. Versión y dirección de Horacio Buscaglia.
© Biblioteca Nacional
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Índice
Sección I
Las memorias del terror
Sección II
Otros territorios de la memoria
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Presencias perseverantes:
Sobre apariciones, (des)encuentros y el acto
de recordar en Malezas de María Pollak
Alexandra Falek......................................................................................................... 231
Sección III
Gestualidades del poder autoritario
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Gustavo Remedi
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1 Tengo en mente aquí las nociones de saber práctico (no conciente pero incorpo-
rado al accionar).
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moria crítica” (Ricoeur, 2000, 96). El arte, por lo tanto, más que
proponer un relato interpretativo coherente y único a partir de la
experiencia, busca crear un “campo de fuerzas y resistencias, de
disputas de comprensión e interpretación, de pugnas ideológico-
discursivas” (Richard, 2008: 67), en un haz de sugerencias que
alimenten la memoria e impidan congelar en una versión defini-
tiva la emergencia inapresable de lo real.
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BIBILIOGRAFÍA
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Sección I
Las memorias del terror
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2 Citamos por la edición francesa. Las traducciones de las citas de este libro de
Ricoeur (2000) son nuestras.
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3 Las fechas entre paréntesis, después del nombre de las obras dramáticas, indi-
can la fecha de su estreno en Montevideo, salvo indicación contraria. Hemos seguido este
criterio en todo el presente trabajo.
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6 Cf. Cuadernos de difusión cultural de la I.T. El Galpón, México Nº5, Julio 1981, p. 4.
7 Sin contar las adaptaciones teatrales que se hicieron de algunas de sus novelas
como La tregua y Gracias por el fuego, por ejemplo (o las versiones cinematográficas).
8 “Ustedes por ejemplo”, revista Número, Año 5, Nº 23-24, abril-set.1953: 190-212;
El reportaje. Montevideo, Marcha, 1958; ambas no estrenadas y de importancia relativi-
zada por el propio autor a quien en 1979 le resultaban “insatisfactorios” sus intentos
anteriores como dramaturgo (Yañez, 1996:166).
9 Ida y vuelta se estrenó en Montevideo, en 1958 por CAPU y fue publicada junto
con El reportaje en, Buenos Aires (Talía, 1963). En Montevideo la primera edición, también
de las dos obras juntas, llevó el título de Dos comedias (Alfa, 1968).
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10 Orfeo de Carlos Denis Molina (Comedia Nacional, Teatro Solís, 1951), El juego
de Ifigenia de Jacobo Langsner (actores independientes, Teatro Solís, 1952) y Calipso de
Alejandro Peñasco, (Comedia Nacional, Teatro Solís, 1953).
11 La primera edición de Pedro y el Capitán apareció en México, editorial Nueva
Imagen, 1979. La obra fue llevada después de su estreno en Ciudad de México a unos 15
países de América y Europa: Costa Rica, Nicaragua, Panamá, Colombia, Ecuador, Brasil,
Venezuela y Cuba: Alemania, Suecia, Noruega, Francia, Italia y España, (Yañez, 1996:
166 y ss.) y presentada en Montevideo al regreso del grupo, en su sala, el 22 de agosto de
1985, con Ruben Yáñez y Humboldt Ribeiro.
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12 El mismo tema aparece en otra obra de Rosencof: El bataraz, que fue presentada
en Montevideo (1996) como producción extranjera, con Peter Lehmann, actor chileno
radicado en Alemania y muy pocas funciones.
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13 Ver en este mismo libro, sobre Memoria para armar el artículo de Gustavo Re-
medi, sobre El silencio fue casi una virtud y Cuentos de hadas, el de Pilar de León. También
se inscribe en esa línea Asunto terminado (Affaire classée) de Ricardo Prieto, comentada
en este libro por Claudia Pérez. que presenta a un funcionario encerrado, con la única
función de quemar cadáveres de personas asesinadas por un sistema totalitario en el año
2050. Aunque menos lograda dramáticamente, NN de Federico Fernández Prando (Mon-
tevideo, edición del autor, 1995), sin estrenar, muestra el aprendizaje y evolución de un
torturador. Ver también la enumeración de numerosos textos y espectáculos vinculados
a ese tema en este mismo artículo (supra).
14 Información proporcionada por el propio Mario Benedetti en comunicación per-
sonal del 20 de marzo de 1997.
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Ese año de 1976 fue uno de los años más oscuros del terrorismo
de Estado en el Uruguay, es el año del “golpe dentro del golpe”,
la sustitución de Bordaberry por los militares y la entronización
en la presidencia de alguien más manejable (Aparicio Méndez),
la suspensión de las elecciones previstas para fines de ese año,
el golpe militar en la Argentina, las apariciones de cadáveres en
nuestras costas del Río de la Plata (dos cuerpos habían aparecido
en noviembre y diciembre de 1975 y 19 más en 1976) (Rico coord.
2007, Tomo III, 947-948), el asesinato de dos importantes figuras
políticas exiliadas: Zelmar Michelini (cofundador del Frente Am-
plio y senador de la República) y de Gutiérrez Ruiz, (presidente
de la Cámara de Diputados), ambos secuestrados y muertos en
mayo de ese año en Buenos Aires.
A partir de la ruptura de relaciones de Venezuela con Uruguay
y a pesar de las innumerables gestiones de la madre de Elena
Quinteros, dentro y fuera del país ante notables figuras políticas
y organizaciones internacionales, no se logra obtener ninguna
información oficial sobre el destino de la maestra secuestrada
(Méndez-Olivera, 2003: 102-104). Las Fuerzas Conjuntas nie-
gan la existencia del secuestro e incluso emiten un comunicado
informando que Elena Quinteros se embarcó en Colonia hacia
Buenos Aires (Martínez, 2005: 74). Al recuperarse la democracia
la búsqueda se intensifica. Su madre, “Tota” Quinteros, es una de
las más activas luchadoras por los reclamos de verdad y justicia,
pero no consigue respuesta. Las omisiones, negativas y compli-
cidades del poder político de la posdictadura con los agentes del
terror, empantanan todos los reclamos y buscan crear un vacío en
la memoria colectiva. La Ley de Caducidad y un siniestro pacto
de silencio bloquean todos los intentos de investigación. Aunque
la legislación exceptuará expresamente, a partir de compromisos
internacionales, la caducidad de los delitos de secuestro y desapa-
rición, las nuevas autoridades no la aplican.18 Elena Quinteros pasa
a ser una desaparecida más. La manipulación de la memoria y el
abuso del olvido llevan a negar el hecho. El secuestro no existió.
Del mismo modo, aunque con signo opuesto, podemos
citar la construcción de un simulacro presentado como ‘hecho’
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ni detenciones para una mejor recepción del texto por parte del
receptor. Como señala Fitzpatrick:
la complejidad de la textura sincrónica del espectáculo y su inexo-
rable progresión en el eje diacrónico, a una velocidad que sobrepa-
sa completamente el control de la audiencia, constituyen los dos
elementos diferenciadores del teatro frente al teatro escrito (1987,
198).
De modo que el texto dramático deberá construirse en función
de sus nuevas condiciones de enunciación y de su relación con el
destinatario. Mientras el relato se dirige a un lector que semantiza
la propuesta del texto narrativo, el texto dramático suele incluir
a través de las acotaciones las circunstancias de la enunciación
de los parlamentos de los personajes, para ponerlos en situación,
de modo que el enunciado del relato pasa a diseminarse en las
didascalias y en los parlamentos de los personajes y el texto
dramático prefigura la puesta en escena, en una reescritura que
debe transformar, parafraseando a Pavis, la “tensión narrativa”
en “tensión dramática y escénica” (1987, 180).
En el caso de Las cartas que no llegaron de Rosencof, la novela
superpone a partir de un narrador en primera persona, diferentes
momentos, tiempos, espacios y puntos de vista, a partir de las
evocaciones de un yo ubicuo y de una prolongada interpelación
al padre como interlocutor permanente. Así surgen los recuerdos
de la infancia de un niño en un barrio modesto del Montevideo
de fines de los años treinta y comienzos de los cuarenta, con sus
juegos y descubrimientos, en medio de la vida cotidiana de una
familia judía exiliada de Polonia que todavía recibe cartas de los
parientes lejanos. Pero también las condiciones de esos parientes
en la Europa del antisemitismo, las persecuciones, la discrimina-
ción de los guetos, la guerra y los campos de concentración, en
acciones y escenas que se alternan con los tiempos del tupamaro
preso y encerrado en una prisión cuyo rigor e inhumanidad re-
sultan paralelos a los de la guerra y el nazismo, y con el punto de
vista del hombre que ha recuperado su libertad, en una búsqueda
de reconstrucción de un yo, en medio de extremos de violencia
y agresión que amenazan con su desestructuración. Esta recons-
trucción a partir de la escritura, de la memoria y la imaginación,
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20 Las citas del texto remiten a la copia que nos fue facilitada por los autores.
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que envían los familiares desde Polonia, desde el gueto, desde los
campos de concentración, lo que refuerza la omnipresencia del
padre como nexo entre las generaciones, como testigo y juez, como
referente privilegiado, capaz de convertirse en dador de sentido
y como destinatario, también, del reclamo del hijo, todo lo cual
se intensifica en el espectáculo teatral por la presencia física del
actor-padre en los momentos en que el hijo lo interpela. Pero, si el
padre es el destinatario de todas las cartas, el personaje central de
Moishe es quien articula los diferentes contextos de enunciación,
desde la casa de su infancia en el barrio Sur hasta la del adulto
que llega a Polonia en busca de alguna huella de sus orígenes,
pasando por el guerrillero preso.
Y la escena se transforma explícitamente en el lugar del en-
cierro, la prisión como síntesis de toda realidad posible para un
preso, aunque se convierta luego en diferentes escenarios, con
la aparición de los personajes de sus evocaciones con los que a
veces se producen diálogos, casi sin cambios escenográficos y
sólo en base a una modificación de la luz, una postura diferente
del preso, la banda sonora. Surgen, así, la tierra de sus padres en
Polonia, su casa del barrio Sur en el Montevideo de su infancia,
los juegos con su hermano, la Polonia de la segunda década del
siglo XX o la actual que es visitada por los sobrevivientes de los
campos de concentración y sus familiares, todos los lugares y to-
dos los tiempos, como escenario de la memoria y de la conciencia
fuera del tiempo y del espacio. Y esa convivencia de los diferentes
espacios imaginarios en un mismo espacio escénico refuerza la
condición virtual de ese lugar como escenario de la conciencia del
personaje. De modo que la afirmación desde la celda “mi mundo
es éste, de dos metros por uno”, como reducción del universo, se
vuelve también la matriz para romper los límites del encierro y
convocar al mundo exterior.
A su vez aparece la necesidad de la escritura como modo de
constitución del sujeto y de la memoria “Te escribo para escribirme,
Viejo”. Las cartas imaginarias posibilitan también el puente hacia
el otro ausente cuando no se podía escribir, por las constricciones
del encierro, el hostigamiento permanente y la tortura. Pero tampo-
co podrá escribirlas el sujeto biográfico inmediatamente después
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Introducción
1 “Según Nora, la memoria colectiva ‘es lo que queda del pasado en la experiencia
vivida de los grupos, o lo que estos grupos hacen del pasado” (Frega, 23).
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2 Pacto que se efectúa entre emisor y receptor, en el que el emisor envía el mensaje
como mensaje de ficción y el receptor lo recibe como tal.
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debería preguntar: ¿el pasado como futuro? Y, sobre todo, ¿el pa-
sado de quién? Esto vuelve necesario conjugar la noción “lugar de
memoria” con la de “enunciación” y “tiempo de la memoria”. La
evaluación del pasado es central en la construcción de la memoria
colectiva y, sobre todo, en el diseño de las políticas de dicha memo-
ria. (Achugar, 11)
¿Por qué surge la necesidad de representar en el teatro los
hechos de la dictadura? Pregunta y tarea difícil. Muchas obras
han representado diferentes aspectos de la realidad cruenta que
se vivió bajo el régimen dictatorial. Cada obra muestra una rea-
lidad diferente desde diferentes puntos de vista: el del exiliado,
el del preso, el del indiferente, el del miembro del ejército. Cada
obra es una representación simbólica de la memoria colectiva
que es re–elaborada por el autor. Quizás la necesidad de llevar a
escena el sufrimiento de esos años esté justamente en la necesi-
dad de reconstruir o re- organizar el rompecabezas de la memo-
ria colectiva, en interpelar al espectador diciéndole que no debe
olvidar tal o cual hecho brutal; olvidar sería una forma de negar
lo que pasó. Ese espectador vivió esa misma época y tiene re-
cuerdos de ella, o no la vivió, y en este caso su memoria de este
ciclo histórico se compondrá de recuerdos ajenos transmitidos
de generación a generación. La memoria “inxiliada” en el autor
(ex - preso político) se libera y pasa a formar parte de la memoria
colectiva a través del texto espectacular.
¿Pero por qué en escena? Hay sucesos inefables, que no
se pueden explicar, que solo se pueden sentir, y la forma más
aproximada de hacer sentir a los demás lo que alguien ha expe-
rimentado es haciéndole “presenciar” el hecho.
Esta creciente frecuentación de obras que permiten una elaboración
simbólica del trauma dejado por aquellos excesos de violencia a través
de la representación teatral como espacio simbólico intermedio entre
lo público y lo privado, lo individual y lo colectivo, como lugar privile-
giado de elaboración del imaginario colectivo, responde al encuentro
de una necesidad compartida por creadores y espectadores. La nece-
sidad de socializar el trauma individual a través de la mediación sim-
bólica del arte, de romper el pacto de silencio y decir lo no dicho, como
forma de elaboración, recuperación y enriquecimiento de la propia
imagen y la propia identidad. (Mirza, 2004: 100)
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4 “Una obra en español en Suecia es para los latinoamericanos y algún sueco que
habla español” — señala el autor en una entrevista realizada especialmente para este
trabajo—.
5 “El tiempo del horror es un tiempo abismal y destructor pero, paradojalmente,
es tiempo imborrable, fundador y productor de efectos, en la vida del sujeto, quizás en su
descendencia” (Viñar, 52).
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Consideraciones finales.
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3 Son numerosos los testimonios sobre tortura en nuestro país, afrontados desde
diversas disciplinas, y dados a conocer finalizado el período dictatorial. Un listado par-
cial va desde los Informes de Amnistía Internacional, y Uruguay. Nunca más: Informe sobre
la violación a los Derechos Humanos 1972-1985 (1989), del SERPAJ; hasta los tres tomos de
Memorias del calabozo (1987-1988) de Mauricio Rosencof y Eleuterio Fernández Huidobro,
Fracturas de memoria. Crónicas para una memoria por venir (1993) de Maren y Marcelo Viñar,
El furgón de los locos (2001) de Carlos Liscano, y las tres ediciones de Memoria para armar
(2001-2002-2003) y su correspondiente puesta en escena (2002), además de múltiples in-
formes periodísticos y entrevistas.
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tuación.4 Las acciones del gobierno en favor del “Sí” a esa nueva
constitución implicaron, entre otras cuestiones, la realización
de una campaña publicitaria que abarcó a todos los medios de
comunicación; por ejemplo, en la prensa se difundieron más de
veinte carteles distintos. Algunos de ellos intentando interpelar a
la población mediante imágenes vinculadas a cuestiones violentas
del pasado, como el atentado a Sudamtex, la muerte de los cuatros
militares el día que luego fue declarado “Día del Ejército”, un
ómnibus incendiado, etc. Y otros producidos desde “una estética
que mostraba una sociedad uruguaya optimista e idealizada, con
niños, jóvenes, trabajadores y mujeres felices, sin conflictos (sin
contradicciones, lucha de clases o conflictos intergeneracionales)”
(Goicoechea Pérez, 2007: 47). Uno de esos carteles publicitarios
estaba encabezado por la frase “¿Para qué recordar?” y estaba
acompañado por la foto de una joven con gesto de temor e inse-
guridad. La placa se completaba con un texto que, apelando al
miedo, intentaba sintetizar la supuesta situación del país antes del
Golpe de Estado, invitando a olvidar “la violencia que se había
instalado, [...] el caos, la suciedad, los apagones, [...] los paros en
la enseñanza, en el trasporte, en Salud Pública, [...] que nos que-
rían robar el Uruguay. [...] Olvidémoslo todo. [...] Porque si nos
equivocamos, estaremos condenados a revivir ese pasado que
hoy queremos olvidar”.5 Un planteo similar al implantado por el
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Retorno del silencio y de los cuentos de hadas
PILAR DE LEÓN
La historia moderna de la tortura, de la tiranía, de la opresión en todas sus
formas, nos ha enseñado que ni los derechos sociales ni los derechos a la
diferencia, recientemente reconocidos, merecerían el nombre de tales sin la
consolidación simultánea de un Rstado de derecho en el que los individuos
y las colectividades estatales sigan siendo, en último término, los sujetos de derecho.
Paul Ricoeur.
Siguiendo las afirmaciones de Paul Ricoeur, podemos asegu-
rar que tanto la multitud de víctimas de la historia, que son parte
de ella, como aquellos que se consideran agentes activos de la
misma la padecen, aunque más no sea por sus efectos o por los
efectos no deseados a la hora de haber proyectado sus empre-
sas.
La humanidad, diciéndose, se convierte en el sujeto de sí
misma. El relato y lo relatado pueden coincidir de nue-
vo y ambas expresiones, hacer la historia y hacer de la histo-
ria, recubrirse mutuamente. Hacer y relatar se han converti-
do en el anverso y el reverso de un único proceso (Ricoeur 78).
Trabajaré sobre tres obras de teatro uruguayas, que son
también formas de relato, estrenadas en tres circunstancias
diferentes, separadas por dieciocho años desde el estreno de
la primera al de la última. Mirza, en 2004, afirmaba: “a medi-
da que nos alejamos de los hechos, es decir, que se establece
suficiente distancia para la elaboración del trauma” (99), las
temporadas teatrales montevideanas han multiplicado las re-
presentaciones referidas a la dictadura. Y planteaba una cla-
sificación en diferentes tipos de espectáculos teniendo en
cuenta los monólogos unipersonales en los cuales lo esencial
era la intimidad, lo confesional, los espectáculos que presen-
tan dos personajes opuestos enfrentados en distinto grado
de intensidad y por último obras teatrales más complejas:
con diferentes personajes, acciones y posturas ideológicas y una
fusión del testimonio con referentes históricos y la ficción, en es-
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4 Desde el punto de vista del Derecho podría discutirse la aplicación para este
caso de circunstancias atenuantes previstas por el Código Penal, entre ellas, actuar por
móviles jurídicos altruistas o sociales (Art. 46. núm. 10: “Haber obrado por móviles de honor o
por otros impulsos de particular valor social o moral”) o por provocación (46. num. 11:“El haber
obrado bajo el impulso de la cólera, producida por un hecho injusto, o el haber cometido el delito
en estado de intensa emoción, determinada por una gran desventura”) y también es pasible de
aplicar un agravante al delito de homicidio, por ejemplo, la premeditación (Art. 311 núm.
2, CP). Dilucidar esta cuestión jurídica no corresponde a la especificidad de este artícu-
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lo pero la obra incorpora estos elementos y por tanto es imprescindible dar cuenta de
ellos.
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5 “El Paintball, es un juego de estrategias...hay dos bandos... cada equipo tiene una ban-
dera y la misión es capturar esa bandera antes que lo haga tu contrario” (II, 11).
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rio oficial que con el aura del recinto marginal. Cuando se tra-
ta de una institución oficial, la capacidad beligerante está en
duda y en una puesta en escena la teatralidad puede tornarse
su peor enemigo: una cosa es realizar la violencia en la vida
real, otra, en una escena armada cada fin de semana por fun-
cionarios rentados y de la que todos, sin duda, saldrán ilesos.10
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Montevideo, I, 16 (30 de noviembre de 2000).
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Nos habíamos olvidado tanto
Gustavo A. Remedi
1 Este título remite, en efecto, a la película de Ettore Scola, Nos habíamos amado
tanto, a la que nos referiremos brevemente en la tercera parte de este trabajo, correspon-
diente a la discusión de la obra Para abrir la noche.
2 Agradezco muy especialmente a María del Huerto Varela por la gentileza de
haberme facilitado los manuscritos de las piezas Memoria para armar y Para abrir la noche
de Horacio Buscaglia, y a Marina Rodríguez por facilitarme el manuscrito y el video de
La Embajada.
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3 Por ejemplo, por medio del informe “final” publicado el 10 de abril de 2003 por
la Comisión para la Paz, durante la presidencia de Jorge Battle, pero también mediante
las denuncias los juicios y las investigaciones que se han llevado a cabo en la órbita judi-
cial, o mediante una serie de actos oficiales de memoria y de memorización, que incluye
monumentos, fiestas nacionales, actos y ceremonias cívicas (incluidas las militares), pla-
nes de enseñanza, textos escolares, etc. como los que se están procesando estos últimos
años a raíz de enseñar “la historia reciente” en los liceos.
4 Principalmente en el ámbito de la historiografía y las ciencias políticas, los dos
espacios académicos que más atención han prestado al asunto y que han producido la
mayoría de los relatos y explicaciones científicas (metódicas) del pasado, y más reciente-
mente, también la arqueología, la educación, la sicología y los estudios literarios.
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5 Y que va desde la clásica Estado de sitio (1973) de Costa Gavras y los documen-
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tales de Mario Handler de fines de los años sesenta (Elecciones, Me gustan los estudiantes),
hasta, más recientemente, Polvo nuestro que estás en los cielos (2008) de Beatriz Flores Silva,
o los recientes documentales A las cinco en punto (2004) de José Charlo y Universindo Ro-
dríguez, Destino Final de Mateo Gutiérrez, El círculo (2008) de José Charlo y Aldo Garay,
y Decile a Mario que no vuelva (2008), también de Handler. Sobre este tema, ver también
Virgina Martínez, “Documental y dictadura”, en Historia reciente: Historia en discusión,
Álvaro Rico, compilador.
6 Algunos relatos intentan aprovecharse de los puntos fuertes de cada perspectiva
para iluminar las sombras que arroja la perspectiva opuesta. Ver Silvia Dutrénit Bielous,
“Se cruzan los relatos: memoria personal y reconstrucción histórica”, Estudios sociales.
Revista universitaria semestral, Nº 25, año XIII, 119-146.
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9 Más o menos en los mismos términos recuerdo los retratos que se han hecho
de Dan Mitrione (por ejemplo, en El color que el infierno me escondiera, de Carlos Martínez
Moreno, Hidden Terrors, de A. J. Langguth, o Estado de sitio, de Costa Gavras), o la imagen
de sí que describió Jorge Tróccoli. No es distinta la imagen del protagonista de La vida de
los otros.
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15 Mujer 1 es actuada por “Natalia” (según indica el texto de la obra), Mujer 2 por
“Paola”; Mujer 3 por “Denise”, Mujer 4 por “Laura”; Mujer 5 por “Mary”. El hombre
que encarna las voces y ocasionales personajes masculinos es actuado por “Oliver”. Las
actrices y actores respectivos son Natalia Costa, Paola Venditto, Denise Daragnes, Laura
de los Santos, María del Huerto Varela y Oliver Luzardo.
16 El espacio escénico estuvo a cargo de Osvaldo Reyno y la iluminación de Hugo Leao.
17 El vestuario a cargo de Soledad Capurro, es rico en sugerencias, por cuanto pue-
de indicar los colores de una sociedad gris y uniformada, el recuerdo lejano, congelado y
simplificado del pasado, etc.
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18 Esto está ausente del texto de la obra pero fue señalado en la nota “La memoria
va al teatro”.
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19 Elena Zaffaroni subraya que “no éramos heroínas”. De todos modos, “sentíamos
que el protagonismo femenino era impresionante, tanto como su invisibilidad” (Zaffaro-
ni 2001 2)
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24 Ver, Carlos Demasi, “El preámbulo: los años 60” (Cap. 1) y Carlos Zubillaga y
Romeo Pérez “La democracia atacada” (Cap. 2) en El Uruguay de la dictadura (1973-1985),
Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 2004.
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25 Nos referimos a la etapa que va entre 1976 y 1980 y que para la dictadura cívi-
co-militar debía culminar con una reforma constitucional sancionada por voto popular
mediante la que se buscaba legalizar e institucionalizar un reordenamiento del sistema
político inspirado en la Doctrina de la Seguridad Nacional, con severas restricciones a
los derechos civiles y políticos propios de un Estado de derecho, y que perseguía desac-
tivar e impedir el acceso al poder a las organizaciones sociales y políticas de los sectores
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populares, en particular, los sindicatos y los partidos políticos de izquierda. Ver Gerardo
Caetano y José Rilla, “La era militar” (Cap. 3) y José Luis Castagnola y Pablo Mieres,
“La ideología política de la dictadura” (Cap. 4), en El Uruguay de la dictadura (1973-1985),
Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 2004.
26 We forward in this generation, triumphantly/... None but ourselves can free our minds/
How long shall they kill our prophets while we stand aside and look? / We’ve got to fulfill the
book/...
27 Sin firma, “No persigamos más el arco iris”, La República,14 de agosto de 2001,
Año 9, Nº 559.
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30 Estrenada el año pasado, Chicago 10 (2007), una película Brett Morgen en parte
documental y en parte dibujos animados, vuelve sobre la movilización estudiantil, con-
tracultural y contra la guerra de Vietnam en Estados Unidos en 1968.
31 Según un testimonio de Horacio Buscaglia recogido por Jorge Orrico: “En los
sesenta, junté mis dos primeros sueldos que gané trabajando como cadete en una agencia
de publicidad y me hice un traje igual al de los Beatles, sin solapa y con cuatro botones.
En la Gran Casa Faggi me lo hice, y tuve que pelearme con el sastre para que me entendie-
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ra que yo lo quería así, como se veía en la foto en la que estaba Paul.- El tercer sueldo no
lo cobré, me echaron. En realidad, me dijeron que me tenía que cortar el pelo y vestirme
como la gente. Yo no acepté. Porque en los sesenta llevaba el mundo en un bolsillo, junto
con mis cosas lo llevaba, tantas veces lo di, casi por nada. En los sesenta todo era una
fiesta o lo parecía. Era rocanrol y revolución cubana. Y también era Vietnam, el Club del
Clan, los hippies, la imaginación al poder, Zitarrosa con Milonga Madre y Viglietti con la
Canción de Pablo. Eran las barricadas, los neumáticos humeantes, los miguelitos. Era la
tapa de Revólver de los Beatles y era música, música, mucha música. En los sesenta todo
era una fiesta, una sorpresa, era el asombro cotidiano. Estábamos, decíamos, creíamos,
cantábamos... que estábamos haciendo el mundo de nuevo y al hombre, particularmente,
perdón, colectivamente, se decía en aquellos tiempos. En los sesenta todo era una fiesta.
Fumábamos marihuana por 18 de Julio, los milicos no tenían ni idea de qué era aquello
que jedía tanto. En los sesenta Mateo me hablaba de Cuba y yo le contaba de San Fran-
cisco y sus comunas. En los sesenta, con él, nos pasamos catorce horas encerrados en un
cuarto escuchando por primera vez el long play de Sargent Pepper. En los sesenta no lo
podíamos creer. Hoy tampoco. En los sesenta con Mateo, leíamos juntos El retorno de los
brujos y los poemas de Ho Chi Minh”, Jorge Orrico, “Homenaje a Horacio Buscaglia”
(2006).
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33 Las excepciones más notables son los diversos estudios y trabajos publicados de
Silvia Dutrénit Bielous, Vania Markarián y Abril Trigo (incluidos en la bibliografía) y los
documentales de Alexis Hintz: Crónica desde el exilio (1987), proyectado en el IX Festival
Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana y en el Cine Princess, sala
de Cinemateca Uruguaya, en 1987, y su continuación que se llamará Crónica desde el exilio
(2da parte): 20 años después.
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42 Más o menos podría haberse dicho de la muerte de Ricardo en Para abrir la noche.
Dice el personaje del Hombre en el entierro: “Si un hombre como Ricardo decide abando-
nar este mundo, algo anda mal en este mundo” p. 4
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43 Dice Raúl Legnani, respecto a Asilados: “(…) Es un primer, gran paso. Desearía
que no fuera el último. (…) El próximo paso debería ser Exiliados (…) y el tercer paso (…)
Retornados”.
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GEORGINA TORELLO
Gente sin camino, una de las caras del primer single editado
en julio de 1972 por el grupo de rock Psiglo, daba letra y música
a ese malestar “en el ambiente” que terminó por institucionali-
zarse el 27 de junio de 1973. En muñeco -o autista- se convierte
al ritmo de la canción gran parte de la población uruguaya, y
más tarde, con la introducción en 1977 del dispositivo abc, entra
en una lógica de inclusión/exclusión que, concebida en primera
instancia para el ambiente laboral, “se expandió al conjunto de
las familias uruguayas ya que todos los habitantes del país éra-
mos potencialmente clasificados según antecedentes policiales
cuya lógica interna se desconocía y era guardada como secreto
de estado”(Lubartowski Nogara). La vuelta a la democracia,
aunque marcada por la desmemoria impuesta y aceptada (otra
vez) por la llamada “Ley de Caducidad,” supuso gradualmente
la emergencia de diferentes elaboraciones del trauma: víctimas y
victimarios se reencontraron en los escenarios para ajustar cuen-
tas. Pero el proceso de recuperación y elaboración de la memoria
colectiva que el teatro -lugar privilegiado por su inmediatez entre
las distintas formas de producción simbólica- formuló sobre todo
en el período post-dictatorial continúa quedando incompleto. En
discurso posible/audible se transforma parte de aquel que antes
había sido marginado2, mientras sigue silencioso en el nuevo
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ma mucho la atención. Se trata del tremendo desbalance que se ha producido en los últimos
diez años entre la abundancia del testimonio tupamaro acerca del pasado reciente frente a
otras experiencias de víctimas pertenecientes a otras organizaciones políticas, que fueron
perseguidas durante la dictadura tanto o más que el Movimiento de Liberación Nacional-
Tupamaros (MLN-T), pero que están sumidas en el mutismo tal que su testimonio prácti-
camente no está disponible y, por lo tanto, para disponer de él hay que ir a buscarlo” (53).
3 Sandra Massera es fundadora del grupo Teatro del Umbral que funciona desde
1998. Los espectáculos que el grupo puso en cartel son: Congreso de sexología (1999), Mino-
tauros (2000-2001), A la guerra en Taxi (2002), El castigo (2004), Prometeo y la Jarra de Pandora
(2005), Basura (2006) y La mujer copiada (2007), de su propia autoría y ganador del Premio
Florencio 2007 por Mejor Texto de autor nacional.
4 Me refiero al proyecto Memoria para armar, que recoge testimonios de mujeres
durante la dictadura, encargándose de publicar en volúmenes parte de esas memorias
(desde 2001), pero también de archivar la totalidad de los testimonios.
5 Edición manuscrita inédita proporcionada por la autora. El texto recibió varios
reconocimientos en 2008:
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8 Como explica García en las notas de dirección “la decisión de trabajar con mu-
ñecos continúa la línea de investigación del grupo que se inició con la obra El castigo; Las
muertes de Yan Zi (2003-2004) y continuó con La mujer copiada (2007-08). En No digas nada,
nena exploraremos una situación nueva: los muñecos ya no serán el otro yo de los perso-
najes sino personajes ellos mismos, además de única escenografía. Al ocupar el espacio
escénico con muñecos, queremos mostrar la paradoja en que está sumido el personaje:
está rodeado de presencias y a la vez angustiosamente solo”. Sobre el uso de muñecos y
objetos en escena ver el artículo de Massera “De tamaño natural”, citado en bibliografía.
9 Sobre la reelaboración teatral post-dictatorial ver el capítulo 10 de La escena bajo
vigilancia, de Roger Mirza.
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12 La ecléctica banda sonora completa del espectáculo, por orden de aparición, in-
cluye: Sonata XIII, de John Cage; How Many, de Bill Haley; Don’t Look Now, de Creedence
Clearwater Revival; Domine Meus Deus, de Hildegarda de Bingen; Vuela a mi galaxia, de
Psiglo; Einstein on the Beach, de Philip Glass; Heaven on Their Minds, de Andrew Lloyd
Weber; Pequeña pieza para quinteto de vientos, de Fernando Condon, Estoy hecho un demonio,
de Los Naúfragos; La distancia, de Roberto Carlos; Música del desierto, de Steve Reich; My
Dad’s Gone Crazy, de Eminem; Sonata I, de John Cage y Para Alina, de Arvo Pärt. La va-
riedad y utilización de la banda sonora en este espectáculo requeriría un discurso aparte
y específico que excede los límites del presente trabajo. Como sucede con la música de
Cage en este caso, a lo largo del espectáculo la música es interrumpida constantemente
por agentes externos (padre, monja, madre, etc.) que determinan un ritmo liberación/
represión constante. Esta modalidad forma parte de la concepción general de la directora
Lila García para quien el uso de lenguajes alternativos al texto, forma parte, como explica
en las notas de dirección, de la poética del Teatro del Umbral al que pertenece el proyecto:
“nuestras puestas en escena investigan […] en la línea de un teatro de acción en el que
los actores generen la impronta de una danza perpetua en el escenario”. Agrega también
que “en este proyecto se piensa articular el texto hablado con una trayectoria de acciones
e interacciones que simbolicen por sí mismas y generen en el espectador otro canal de
percepción”.
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7 de junio [1970]. Todos los días, por orden de la Dirección, dos chi-
cas de la clase se quedan para hacer el orden: barrer, limpiar el escri-
torio del profesor, sacudir el polvo, etc. Los varones no hacen esto,
sino que limpian su baño. Ayer discutí con mi hermanita y no quise
limpiar el polvo en casa porque estaba resfriada. Sé que papá no
me ha perdonado y hoy tendré que almorzar encerrada en mi cuarto
(cursiva mía).
La yuxtaposición de lo público y lo privado se da en la cita
a través del motivo de la imposición vertical de la limpieza y el
orden, que en la repetición de las palabras (“orden” se usa en los
dos sentidos: de ordenanza/mandato y también por contrapo-
sición al desorden), subraya el signo equivalente que asume el
mandato dentro y fuera de la esfera privada, y la rigidez y arbi-
trariedad de la sanción -potencial en la esfera pública, actuada
en la doméstica por medio del aislamiento y de la activación de
la culpa. Esta entrada sintetiza un proceso generalizado entre la
población adulta durante la dictadura: “frente a la amenaza, los
adultos, responsables de la reproducción de la familia, tienden
a replegarse hacia el interior del núcleo doméstico y a asumir
–y hacer asumir– los comportamientos externos coactivamente
requeridos” (Perelli 97).
El castigo (“almorzar encerrada en mi cuarto”), además, in-
troduce un tipo de violencia convivial, explicitada en el subtítulo
de la pieza, que atraviesa todo el texto y se concentra, principal-
mente, en la figura del Muñeco padre. La primera intrusión en la
escena de la voz grabada corresponde al Muñeco padre,21 y como
indican las didascalias, es una interrupción violenta: “de pronto se
interrumpe la música y Fátima se detiene de golpe. La luz fuerte
sobre el Muñeco padre. Se escucha una voz en off amplificada de
hombre maduro: Alcanzame la sal”. La aparición de esa primera
voz en off instaura una dinámica de irrupción, prohibición y orden
encarnada, casi sin excepción, por la voz paterna (“alcanzame la
sal”, “pasame el queso rallado”, “comé y no hables que se te en-
21 A propósito del uso de las voces en off, Lila García afirma, “al poner la voz hu-
mana grabada en boca de muñecos nos permitirá encontrar el extrañamiento buscado
a partir de un tono especial de los diálogos e intervenciones abruptas, generando una
dimensión sonora específica” (4). El timbre mecánico de las voces, además, refuerza la
fractura de las relaciones de Fátima creadas en el texto.
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24 “Ya soltaron a su prima Alicia. Pero está tan asustada que no se quiere despertar.
No quiere contar lo que le hicieron. Tiene moretones en los brazos y unas marcas muy raras
en las rodillas”. Antes de esta fecha figura la entrada de tres militares en la casa de Fátima
buscando al hijo de la vecina doña Rosa (17 de diciembre de 1970) y cuando se lo llevan
(19 de abril de 1972).
25 Es significativo, en este sentido, que los “diálogos” que mantiene la protago-
nista con los muñecos (todos voz en off) sean escasos: para la “nena” continúa siendo más
seguro leer/actuar su diario –aún en el espacio del escenario– que interactuar.
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Pausa
Supongo que morí enseguida, porque no recuerdo nada más.
El pasaje se construye como una “segunda oportunidad” en la
que la protagonista pasa del autismo a la acción, del mutismo al grito,
dando una respuesta retardada y fatal a la razia, relatada en el primer
diario, en la que la adolescente se salvó porque “en lugar de avanzar”
se detuvo y fingió “mirar con interés una vidriera […] horrible, de
aparatos ortopédicos”. La mirada simulada de esos aparatos ortopé-
dicos, reproducciones fragmentarias del cuerpo humano, salvan a la
protagonista de la razia, pero permanecen en cuanto marca y reapa-
recen en la escena final, sugeridos por la amenaza de bomba.28
El parlamento no explicita el motivo de la muerte de Fátima,
pero en todo caso es el ajuste de cuentas con el pasado la causa de
su muerte: la bomba o un paro cardíaco, o mejor, un agente externo
a la protagonista que atenta contra el espacio simbólico festejado;
o interno a ella, que no logra seguir manteniendo el silencio.
En el parlamento se superponen, necesariamente, las dos Fá-
tima (segundo nombre de Massera) y Sandra Massera, la actriz
que interpreta su propio texto:
a mí en aquel entonces no me pasó nada. No estuve presa, no me
torturaron... Entonces se podría decir que no me pasó nada... (duda)
Pero ahora siento hambre. ¿Por qué sigo sintiendo esta inquietud
como de hambre? Hambre que solo se me pasa imaginando... y en-
tonces juego a imaginar otras vidas... en las que siempre me dejan
hablar...y soy joven... y siento la madera de las tablas del escenario
vibrando suavemente bajo mis pies sin zapatos y mi cuerpo y mi
voz delicadamente tibios mientras el público me escucha sin respi-
rar... y termino de imaginar y vuelvo a empezar... una y otra vez...
una y otra vez.. total... tengo mucho tiempo.
La respuesta al silenciamiento parece estar, según el personaje,
en la repetición continua “una y otra vez” de la práctica teatral,
pero también en la relación mutua de espectadores y actores:
como arte de participación el teatro confronta a emisores y recep-
tores que interactúan y se modifican mutuamente, en el doble es-
28 La entrada se relaciona además con los cuerpos que van a aparecen en la costa:
la razia se produce a la salida de un baile en el Club Banco República, cuya quinta y últi-
ma sede (desde 1961), se ubica en la rambla de Pocitos (Juan Benito Blanco y Buxareo).
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Bibliografía
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Presencias perseverantes:
Sobre apariciones, (des)encuentros y el acto
de recordar en Malezas de María Pollak1
AleXandra Falek
1 Dirección: Jorge Curi. Reparto: Elisa Contreras (Azul); Cécilia Cósero, actriz in-
vitada (Catalina, hija de Dulce y sobrina de Azul); Graciela Gelós, actriz invitada (Doña
Felipa, abuela de la familia y tía de Azul); Isabel Legarra (Dulce, prima hermana de Azul);
Cristina Machado (Sofía, prima de Azul); Estela Medina (Irma); Catherina Pascale (Clara,
prima de Azul); Claudia Rossi (Lea, sobrina de Azul); Alejandra Wolff (Ofelia, sobrina de
Azul). Escenografía: Osvaldo Reyno. Vestuario: Soledad Capurro. Iluminación: Martín
Blanchet. Traspuntes: Alejandro Rey, César Ramírez, Marisa Ramis. Música: Carlos Da
Silvera.
2 Cita de Malezas. Agradezco a María Pollak por compartir el guión inédito de
Malezas y por discutir la obra conmigo en Montevideo 2007.
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10 “heuristic, n.” The Oxford English Dictionary. 2nd ed. 1989. OED Online. Oxford
University Press. 10 Mar. 2007. <http://dictionary.oed.com/cgi/entry/50105622>.
11 Elizabeth Jelin en Los trabajos de la memoria explica que “la actividad agrega va-
lor. Referirse entonces a que la memoria implica ‘trabajo’ es incorporarla al quehacer que
genera y transforma el mundo social” (2002: 14).
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II
Las políticas y dinámicas de la remembranza afectan los es-
pacios sociales, culturales, y políticos de una sociedad, particu-
larmente en relación a quién recuerda, qué se recuerda, y cómo
son los actos de recordar. Este trabajo sugiere un punto de entra-
da a los matices de la remembranza cultural en sociedades que
han vivido bajo alguna forma de represión estatal. El objetivo es
“abrir” Malezas a un análisis cultural en el contexto del presente
democrático. Recurro a la idea de análisis cultural de Mieke Bal,
especialista de dicha “práctica” y fundadora del Amsterdam
School for Cultural Analysis de la Universidad de Amsterdam.
Lo que Bal entiende como análisis cultural es el que toma la lite-
ratura y otros artefactos culturales como un campo “serio” de la
producción de conocimiento (2006: 444-457). Pensar en Malezas
dentro del marco del análisis cultural nos permite explorarla como
una obra que refleja problemáticas importantes en la sociedad en
la que fue creada.
La remembranza es una parte crítica de la vida social y po-
lítica, y por eso, es parte de las identidades múltiples dentro de
cada sociedad. Huyssen sugiere que “La remembranza determina
nuestros vínculos al pasado, y las formas en las cuales recordamos
nos definen en el presente. Como individuos y como sociedades,
necesitamos el pasado para construir y anclar nuestras identidades
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y para nutrir una visión del futuro” (1885: 249). Basada en esta
idea, me dedico a pensar en las maneras en que las preocupaciones
sociales y políticas se conectan con las dimensiones e implicaciones
culturales de la remembranza.
Utilizo el término “remembranza” [remembrance] para referir-
me específicamente a la forma activa de la memoria. En inglés,
se define la forma nominal de remembranza como “la operación
de la mente que consiste en recordar una cosa o un hecho”12: el
acto de recordar. En su forma verbal, remembranza es un verbo
transitivo que significa “hacer recordar”.13 Según estas dos defini-
ciones (incluyendo la primera que indica el uso del término como
un sustantivo) se entiende la remembranza como un acto o un
proceso activo. En el contexto de este estudio sobre remembranza
y producción cultural, son los escritores, músicos, dramaturgos y
artistas los que encaran la memoria de forma activa (no pasiva),
atenta (intencional, no subconsciente), social y pública. Como
veremos en la próxima parte, Malezas es un acto mnemónico, es
decir, una forma de la memoria que incorpora el proceso activo
de la remembranza y el conocimiento.
III
Se entiende la mnemotecnia como un recurso o mecanismo
para facilitar el recuerdo de algo. Malezas facilita el recuerdo de
los rastros persistentes de la dictadura. Los expone (públicamente)
y así genera un espacio en que los espectadores pueden conside-
rar cómo los mismos (rastros) siguen afectando su presente. Es
la aparición de Azul que provoca reacciones encontradas en los
familiares y los espectadores: ella y los problemas que simboliza
nos obligan a la reflexión, la memoria, y/o la imaginación. Cada
pariente (en la obra) y cada espectador reacciona según su expe-
riencia, contexto, conocimiento, e interés. La aparición de Azul
12 “remembrance, n.” The Oxford English Dictionary. 2nd ed. 1989. OED Online. Ox-
ford University Press. 23 Jan. 2008. http://dictionary.oed.com/cgi/entry/50202284. ����������
La defini-
ción en inglés es “memory or recollection in relation to a particular object, fact, etc.,” and
“that operation of the mind which is involved in recalling a thing or fact; recollection.”
13 “remembrance, v.” The Oxford English Dictionary. 2nd ed. 1989. OED Online.
Oxford University Press. 23 Jan. 2008. <http://dictionary.oed.com/cgi/entry/50202284>. La
definición en ingles es “to remind.”
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IV.
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sobre Fotografía. Tema: La fotografía y sus usos sociales (Montevideo: Intendencia Municipal
de Montevideo, 2007) 181-205, para una discusión detallada de las relaciones entre la
fotografía y los desaparecidos en Uruguay.
17 Mientras que el estudio de Labanyi considera obras del período posi-Franco en
España—un contexto diferente—su exploración de los fantasmas en la sociedad española
después de Franco es relevante. Hay similitudes entre las transiciones a la democracia
en España y Uruguay, como la retórica oficial de “seguir adelante” y la falta de justicia y
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V
Tal vez no queremos verificar en verdad
que son ellos y que están allí…,
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BALLARDINI – Sin embargo, hay una cosa que para vos tendría
que ser reveladora. El solo hecho de que estés haciendo pucheros,
de que tengas esas ganas bárbaras de llorar como me decís, eso sig-
nifica que no estás afuera, que no estás al margen. Si realmente es-
tuvieras al margen, te sentirías seca, más aún, reseca.
CHICA – Y vos cómo lo sabés?
(Ballardini saca un cigarro y trata de encenderlo con un fósforo,
pero le cuesta porque le tiembla la mano. La mira. Se produce un
silencio. Se para, no la mira ahora).
BALLARDINI – Cómo lo sé, eh? Porque yo sí he estado seco. Rese-
co. (Silencio). (Ella hace otro puchero, pero ya no de diecisiete años,
sino de cinco. Grotesca. Se domina. Termina la limonada. Cambia
de expresión, como si se hubiera puesto una máscara.)
CHICA – Me voy. Antes de que el viejo y Rosalba me vengan a bus-
car. …
El temblor de la mano del hombre, su desviar la mirada, el
mostrarse ella y volver a ocultarse tras la máscara de la norma-
lidad, indican al espectador la presencia de unas apasionadas,
frustradas o reprimidas, ganas de vivir. De despedida Ballardini
lee a Elena el poema “Comarca extraña”, también de Geografías,
que expresa la cercanía con el país lejano pero que propone in-
tegrarse al lugar en que se vive: “que la grave extranjería es algo
/ curable o por lo menos llevadero … que somos habitantes / de
una comarca extraña / donde ya nadie quiere / decir / país no
mío”, como invitándola a hacer suyo su presente. Elena le regala
el barquito de papel que ha venido haciendo con una servilleta,
tal vez sugiriendo simbólicamente el retorno a su país.
La vuelta es precisamente el tema de Mujeres en el armario y La
Esperanza S.A., el reencuentro después de varios años en los que
han pasado muchas cosas: en la primera han muerto la madre y el
padre, en la segunda la madre, los que se han quedado han tenido
que lidiar con la carga de atender a estas personas sin ayuda y han
sufrido la agudización en el deterioro de la situación económica.
También es cierto en parte lo que afirma Coraza:
Un fenómeno recurrente que podemos observar en aquellos países
que han vivido esos períodos de violencia, en cuanto al ánimo y
visión que se tiene de los que se han exiliado, es que se los ve como
los que “se salvaron”, a los que “no les fue tan mal”, los que “co-
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el sentido de pertenencia
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BIBLIOGRAFIA
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Vivimos en un universo lleno de peligros, a la deriva total,
al borde del abismo. Todo nos amenaza y casi todo puede
destruirnos. (Prieto, AT)
Introducción
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2 Esta frase cita el propio Ricardo Prieto al presentar su obra en la página web de
Letras-Uruguay. Es significativa esa cita presentadora, ya que resalta la idea universalista
que Prieto siempre ha señalado como lectura privilegiada de su obra, y que coincide y
reafirma, a mi criterio, el mito “culturoso”.
http://letras-uruguay.espaciolatino.com/prieto_ricardo/asunto_terminado.htm.
Prieto, Ricardo. “Dramaturgia y angustia radical”.
http://letras-uruguay.espaciolatino.com/prieto_ricardo/dramaturgia_y_angustia.htm
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3 http://letras-uruguay.espaciolatino.com/prieto_ricardo/decalogo_del_perfec-
to_dramaturgo.htm
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4 http://letras-uruguay.espaciolatino.com/prieto_ricardo/decalogo_del_perfecto_
dramaturgo.htm
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sobre las posibilidades que podía tener un país débil acosado por
la crisis económica y el evidente deterioro de aquella. El hecho de
subrayar ese resabio, apoyarse en él, dimensionaba un valor sobre
un vacío. Así en el texto de Prieto:
Iván – Me gusta leer. Pedí libros, revistas, cualquier cosa. Pero no
me los dieron.(…)
Inspector – Porque acaban de prohibirse los libros.(…) Ya no hay
más revistas. Nada impreso. El Sistema erradicó las imprentas y
la letra impresa. Ya se empezaron a destruir todas las bibliotecas.
(Prieto, AT).
Si tomamos la secuencia democracia-dictadura-restauración
con que se ha organizado la historia reciente, se ha producido una
modificación sustancial en el imaginario nacional por el ingreso
de la dictadura en el terreno de lo posible: que eso sucediera no
era imaginable. La dictadura “complicó” la imagen de los uru-
guayos nacidos a la razón antes de 1973 y confrontó el orgullo
que surgía de la tradición de arraigado civilismo democrático
como excepcionalidad nutrida de aspectos culturales, del estado
benefactor. La dictadura modificó esa excepcionalidad y hermanó
con las dictaduras del cono sur. Ese gobierno paraconstitucional,
que empezó a actuar de hecho desde el 68, suponía descreimiento
para la masa. El golpe desencadena la caída en la desesperanza.
Una primera salida es el autismo, la negación del imaginario. La
segunda salida la locura, salir de la historia. Imposible seguir
sosteniendo el mito de la medianía necesaria para la seguridad.
Se abrieron entonces diversas vías, según Perelli-Rial: para
quienes conservaron la libertad corporal, el marranismo; para los
que se fueron la nostalgia del exilio; para los encarcelados, la locura
o la reafirmación hiperreal de sus posiciones ideológicas.
El intento de implantar algunos mitos naif en la población
desde la dirigencia militar, como el del paternalismo, el de la
seguridad, el de la orientalidad, no prosperó en las genera-
ciones educadas bajo la dictadura. Por el contrario, el rechazo
al autoritarismo más la secreta debilidad provocada por el
quiebre de la autoestima justo al entrar en la edad de la razón
contribuyeron a forjar una generación apocada. Esa secreta
veneración persiste:
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marcela caetano
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La dictadura contra las tablas
LOS AUTORES
Marcela Caetano
Licenciada en letras por la Universidad de la República (1998).
Maestría en Literatura Latinoamericana (2006). Ha publicado
en revistas especializadas como Dramateatro , Letralia, Revista
Educatio y el Boletín de la Red de Universidades Abiertas (Uni-
tres) de Montevideo. Ha participado con ponencias en diversos
eventos en Latinoamérica (IV Congreso Internacional de Literatura
Latinoamericana, México, 2002, Jornadas Andinas de Literatura
Latinoamericana, Lima, 2004, Coloquio “Cuatro Siglos de Litera-
tura Cubana”, La Habana, 2008), entre otros. Es doctoranda de la
Facultad de Letras de la UFMG (Universidad Federal de Minas
Gerais), Belo Horizonte, Brasil.
Hiber Conteris
Cursó estudios de Filosofía y Letras en la Facultad de Huma-
nidades y Ciencias de la Universidad de la República (Uruguay),
obtuvo su doctorado en la École Pratique des Hautes Etudes
(Sorbonne) bajo la dirección de Lucien Goldman (Sociología de
la literatura) en 1968. Fue profesor de literatura en enseñanza
secundaria, profesor de Historia de las Ideas y Ciencia Política
en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales (Udelar), profesor
de Literatura y Estudios Latinoamericanos en las Universidades
de Wisconsin, Alfred University y Universidad de Arizona en
los Estados Unidos. Novelista, dramaturgo y ensayista, entre sus
novelas publicadas se destacan El diez por ciento de vida y Round
Trip (primer premio de narrativa del MEC, 1999) y de sus piezas
teatrales El asesinato de Malcolm X y Onetti en el espejo.
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roger mirza y gustavo remedi
Pilar de León
Es egresada del Instituto de Profesores “Artigas” en Idioma
Español, cursa estudios de Lingüística en la Facultad de Huma-
nidades y Ciencias de la Educación (UdelaR) y es maestranda en
la Maestría en Teoría e Historia del Teatro en la misma facultad,
donde es Asistente, grado 2 en el Departamento de Teoría Literaria.
Es docente de Teoría Gramatical y de Lenguaje y Comunicación
en el Instituto de Profesores “Artigas”, así como de Lenguajes
artísticos, Educación artística y expresión corporal en los Institu-
tos Normales. Es miembro del Grupo de Estudios de Teatro de
la Universidad de Buenos Aires (GETEA). También es actriz y
directora teatral.
Alexandra Falek
Se doctoró en 2008 en New York University y es profesora de
literatura y cultura latinoamericana en el Departamento de Es-
pañol y Portugués de dicha universidad. Su disertación examinó
la producción cultural y la memoria narrativa y visual en las so-
ciedades postautoritarias y en particular en Uruguay. Es la actual
directora editorial del Journal of Spanish Cultural Studies.
Roger Mirza
Doctor de la Universidad de Buenos Aires, en Teoría de las
Artes, Licenciado en Letras (Facultad de Humanidades y Ciencias,
Universidad de la República), Profesor de literatura (Instituto de
Profesores “Artigas”). Actualmente es Profesor Titular, Grado 5,
y Director del Dpto. de Teoría y Metodología Literarias, Coordi-
nador Académico de la Maestría en Teoría e Historia del Teatro
(FHCE, UdelaR). Ha dictado cursos y seminarios de grado y de
postgrado en universidades nacionales y extranjeras y participa-
do en numerosos congresos internacionales. Integra el Sistema
Nacional de Investigadores (Nivel II). Entre sus publicaciones se
destacan (además de traducciones de Azama, Baudelaire, Colette,
Koltès, Mallarmé): La poética de Stéphane Mallarmé, 1989 y 1992;
Teatro uruguayo Contemporáneo. Antología (coord.), Madrid, 1992;
Situación del teatro uruguayo contemporáneo (editor), Montevideo,
1996; Florencio Sánchez entre las dos orillas (coeditor), Buenos Aires,
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La dictadura contra las tablas
Claudio Paolini
Licenciado en Letras, Psicólogo y maestrando en Literatura
latinoamericana, UdelaR. Integra el grupo de investigación sobre
teatro dirigido por el Prof. Roger Mirza, en la Facultad de Hu-
manidades y Ciencias de la Educación, UdelaR. Es asistente del
Proyecto de Investigación “Las revistas culturales y la configura-
ción del campo literario rioplatense (1939-1959)”, dirigido por el
Prof. Pablo Rocca, en la misma facultad. Fue expositor en diversos
congresos y ha publicado trabajos sobre teatro del absurdo en
Uruguay y narrativa fantástica uruguaya, entre otros. Es miembro
del Consejo Editor de la revista montevideana Hermes Criollo.
Claudia Pérez
Licenciada en Letras de la Facultad de Humanidades y Cien-
cias de la Educación y doctoranda en la Universidad Nacional de
La Plata, con proyecto de tesis sobre Género y Literatura. También
cursó estudios de Literatura en el Instituto de Profesores Artigas
entre 1984-1987 y es Egresada de la Escuela Municipal de Arte
Dramático, año 1982. Actualmente es Docente de la EMAD, ti-
tular de la Cátedra de Literatura, de la Escuela del Actor y de la
IAM. Ejerció la dirección teatral hasta 1997. Ha participado en
coloquios y congresos con ponencia en Montevideo y distintas
ciudades de Argentina.
325
roger mirza y gustavo remedi
Gustavo Remedi
Inició sus estudios en la Facultad de Arquitectura (Udelar) y
se graduó en 1986 en la Universidad de Minnesota (Minneapo-
lis). Posteriormente obtuvo una Maestría (1989) y un Doctorado
(1993) en Literatura Hispanoamericana y Estudios Comparados
de Sociedades y Discursos, en la Universidad de Minnesota. Es
Profesor Asociado de Trinity College (Connecticut) y profesor
invitado en las maestrías de Historia del CLAEH, de Literatura
Latinoamericana y de Teoría e Historia del Teatro de la Facultad
de Humanidades. Integra el Sistema Nacional de Investigadores
(Nivel II) y es Coordinador del Departamento de Industrias Crea-
tivas de la Dirección Nacional de Cultura del MEC. Ha publicado:
Murgas: el Teatro de los tablados, Crítica de la cultura nacional desde
las prácticas culturales de las clases populares (1996), Escenas de la vida
cotidiana, 1910-1930: El nacimiento de la sociedad de masas (2009) y
la traduccción de La modernidad desbordada: La dimensión cultural
de la globalización de Arjun Appadurai (2001).
Isabel Sans
Ph.D. en Estudios Culturales Hispanoamericanos, Arizona
State University 2007, fue docente de español, teatro y cultura
latinoamericana en Tulane University, Arizona State University y
University of Florida. Es también Ingeniera Agrónoma (Udelar) y
estudió actuación en Montevideo, donde participó de la creación
del Centro de Estudios del Teatro Rioplatense (CETRI). En Arizona
actuó en producciones de la compañía bilingüe Teatro Bravo. En
Uruguay fue periodista en varios medios y realizadora de videos
para cooperativas. Es coeditora de Generaciones: de los 60 a los 90
(1995-1996), sobre política y cultura en Uruguay y contribuyó en
The World Guide (1999-2000). También publicó Identidad y globaliza-
ción en el carnaval (2008) y actualmente es investigadora asociada
en la oficina de Uruguay de UNESCO.
326
La dictadura contra las tablas
Georgina Torello
Es doctora en Literatura italiana, University of Pennsylvania
y licenciada en Letras de la Facultad de Humanidades y Ciencias
de la Educación, Universidad de la República, donde es actual-
mente profesora adjunta de Literatura Italiana. Su investigación se
concentra en las artes espectaculares (teatro y cine mudo italiano,
tema de su tesis de doctorado) y escritura femenina de fin de siècle.
Artículos sobre estos temas aparecieron en Secuencias. Revista de
Historia del Cine, Annali d’Italianistica, Teatro al sur. Es co-curadora
del libro Watching Pages, Reading Pictures. Cinema and Modern Li-
teratura in Italy (Newcastle upon Tyne, UK: Cambridge Scholars
Publications, 2008). Es crítica teatral de La Diaria.
Daniel Vidal
Es Licenciado en Letras, maestrando en Literatura Latinoame-
ricana y docente del Departamento de Literaturas Uruguaya y
Latinoamericana de la Facultad de Humanidades y Ciencias de
la Educación (UdelaR). Participa del grupo de estudios teatrales
dirigido por el Prof. Dr. Roger Mirza en esta misma institución.
Ha publicado el libro de poesía Pantallas (1994). En los últimos tres
años ha investigado la poesía y la dramaturgia social del `900 en el
Uruguay, tema sobre el cual ha redactado su tesis de Maestría.
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