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HERMENEUTICA DEL PERIODISMO

SEGÚN: BENJAMIN HARRIS

En 1690, en su Publick Ocurrences Both Forreign and Domestick, establece, con las siguientes
directrices básicas, un primer código deontológico periodístico que orientan sobre las obligaciones
de un buen informador:
· Recoger y difundir las noticias con veracidad y exactitud. 
· Acudir a las fuentes.
· Corregir los errores.
· Evitar la difusión de falsos rumores.
No hay nada mejor que encontrarse con un fontanero que acaba el trabajo comprometido de
forma correcta; o un médico apasionado por su vocación, o un político coherente, o un
informático comunicativo y consciente de la brecha tecnológica o, finalmente, un periodista que se
centra en ofrecernos información objetiva más allá de sus intereses o los que representa su medio.
Es ahí, en la coherencia, donde sentimos la teoría hecha práctica, es decir, que el contrato social
ideado por los pensadores políticos se aplica correctamente en nuestra vida diaria.
Pese a lo dicho anteriormente, internarse en un crítica constructiva al tratamiento de la
información por parte del mundo periodístico es algo complejo que puede llevarnos, aun actuando
de buena fe, a la propia censura del que informa, lo que no evita, sin embargo, y bajo el amparo
de la propia libertad de expresión, declarar con toda legitimidad que no todos los informadores se
acogen a su propia ética deontológica y metodología de trabajo y nos hacen sospechar que sirven
más a unos determinados intereses-personales o colectivos- que a la correcta difusión de la
información.
Por otro lado, la libertad de elección de los lectores no justifica ni exime a los profesionales de sus
responsabilidades como informadores dentro del propio marco deontológico periodístico.
También es una realidad la diferencia de información objetiva y de opinión, dentro del ámbito
periodístico. Un posible malentendido en este sentido se evitaría comenzando, por parte del
periodista, con un juicio de intenciones, es decir, declarar y prevenir que el texto ofrecido
pertenece al ámbito de su opinión individual-o de su grupo- y no, a la difusión objetiva de la
información.
Sin embargo, en este análisis, nos centraremos en el otro lado: en la posición del lector,
recordando una actitud más práctica ante la desinformación y manipulación; una hermenéutica
para el lector promoviendo rechazar la aceptación de una información de forma "sacralizada",
optando por una visión más crítica y escéptica de los textos que llegan a nuestras manos.
Sobra decir que este artículo, no escapa a esta metodología y también debe estar sometido a la
actitud hermeneútica del lector.
El método hermeneútico
En un principio, la hermeneútica constituía una metodología para la interpretación de los textos
sagrados, si bien, tiempo después, el término es generalizado para la interpretación científica de
cualquier texto clásico. Ya en el siglo XX, filósofos como Dilthey y Schleiermacher aplican esta
metodología a las ciencias del espíritu identificándola como una tarea que asimila e intenta
comprender las distintas formas de cultura. Con ello, son Heidegger y, sobre todo, Gadamer, los
que convierten la hermeneútica en una determinada concepción ontológica de la realidad.
Pero centrándonos en Scheiermarcher y su propuesta para "un arte de evitar malentendidos" en
una hermenéutica universal, pudiera ser ésta aplicable a la actitud de un lector de hoy a la hora de
enfrentarse a cualquier texto de cualquier tiempo y género literario.
Esta intención o actitud hermeneútica es un fenómeno de comprensión autónoma y particular en
el que intervienen elementos objetivos y subjetivos. Este acto, en primer lugar, se da cuando no
tenemos una comprensión objetiva inmediata de lo leído y aparece el malentendido sobre lo
ajeno y debemos profundizar más allá del aspecto gramatical y de los propios datos emitidos,
entrando en la consideración de los aspectos subjetivos. Así, el malentendido se produce debido a
la intención individual de la producción de cada informador: la subjetividad del periodista, en este
caso, que no puede dejar a un lado sus prejuicios e incluso intereses en la difusión informativa.
Diferenciar, por lo tanto, lo objetivo de lo subjetivo en un texto, es complejo. Podríamos
considerar lo objetivo como la interpretación gramatical del texto, es decir, tomar el sentido
objetivo de las palabras. Pero lo importante para un lector es considerar, lo subjetivo;  "captar
positivamente la impronta individual y subjetiva del autor" en el uso de sus palabras, lo que nos
lleva a realizar un análisis del pensamiento del propio autor, intentando comprender las
motivaciones que le llevaron a escribir su texto.
Ahora bien, el malentendido que puede provocar el emisor de la información también puede ser
involuntario. Como dejó escrito Benajmin Harris, son cuatro los aspectos que debe considerar un
periodísta en su ética:
· Recoger y difundir las noticias con veracidad y exactitud.
· Acudir a las fuentes.
· Corregir los errores.
· Evitar la difusión de falsos rumores.
La involuntariedad del malentendido, pudiera deberse a no acudir a las fuentes o pasar por alto
ciertos errores. Por otro lado, en el caso de la voluntariedad del malentendido, éste puede
deberse a la incorrecta difusión de la información y falta de veracidad y a la difusón de falsos
rumores por intereses personales o colectivos.
En ambos casos, la posición y actitud hermenútica nos puede ayudar a desvelar errores en el texto
o ir más lejos, y descubrir los prejuicios e intereses del periodísta a la hora de argumentar la
noticia.
Así, el lector puede tener un trabajo laborioso antes de aceptar un texto. El comparar una misma
noticia a través de varios medios puede desvelar los errores cometidos por el informador-de
caracter voluntario o involuntario-. y acercarmos más objetivamente a la información pura que
realmente se esconde trás el texto.
La responsabilidad sobre la difusión de la información es doble. Por un lado, desde el marco ético,
la deontología del propio informador; y por otro, en el lado del lector, la actitud crítica de la
información en función de una metodología que llamamos hermeneútica y que puede ser útil para
la solución del malentendido.
De nuevo hay que insistir en la dificultad de hacer una crítica al informador, ya que esto nos coloca
muy cerca de cuestionar la libertad de expresión, bandera que el mundo periodístico ha izado con
actitudes valientes. Sin embargo, no podemos ser ingenuos. La condición de periodista, en
principio, debiera otorgar fidelidad a esa bandera y a otros valores nobles, pero será cada
individuo quien definirá su modo de estar en el mundo. Muchos periodistas se han ganado sus
medallas en el mundo de los Derechos Humanos, arriesgando-e incluso perdiendo sus vidas- para
salvaguardar el derecho a la libre expresión, lo que no implica que sólo, por la condición de ser
periodista, se hereden esos méritos.
SEGÚN: GADAMER
Tanto en Verdad y método como en otros textos, Gadamer se refiere con frecuencia al lazo
originario entre las tradiciones de la retórica y la hermenéutica. Sin embargo, sus comentarios al
respecto suelen ser tangenciales y es difícil determinar con claridad los puntos de contacto que
desea resaltar. En este artículo examino tres de estos puntos de contacto. En primer lugar, me
refiero al tipo de saber propio de ambas disciplinas, para el cual las etiquetas de “arte”, “técnica” o
“método” son insuficientes. En segundo lugar, a su tipo de verdad. Ésta no es una verdad
demostrable o cierta, sino una “verdad práctica”, cuyas afirmaciones son más bien “plausibles” o
“verosímiles”. Finalmente, examino el tipo de proceso interpretativo que ocurre en el seno de las
dos disciplinas. Mi tesis principal es que Gadamer entiende la comprensión propia de las ciencias
humanas como aquella que involucra necesariamente un momento persuasivo o retórico, en el
cual el intérprete se deja afectar por la tradición a la que se enfrenta en el texto.

Con este propósito en mente, examino en este artículo tres características comunes a la retórica y
a la hermenéutica, según Gadamer. En primer lugar, me refiero al tipo de saber propio de ambas
disciplinas, el cual escapa a la mera aplicación de reglas, es decir, para el cual las etiquetas de
“arte”, “técnica” o “método” son insuficientes, en virtud de que este saber involucra un talento o
habilidad natural humana no transmisible teóricamente. En segundo lugar, examino su tipo de
verdad. Esta verdad no es una verdad demostrable o cierta, como aquella de la que pretenden dar
cuenta las ciencias modernas exactas, sino más bien una “verdad práctica”, cuyas afirmaciones son
“plausibles” o “verosímiles” (en griego, to eikos o to pithanon). Finalmente, analizo el tipo de
proceso interpretativo que ocurre en el seno de las dos disciplinas. Mi tesis principal, en este
sentido, es que Gadamer entiende la comprensión propia de las ciencias humanas como aquella
que involucra necesariamente un momento persuasivo, en el cual el intérprete se deja afectar por
la tradición a la que se enfrenta en el texto.

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