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Los chavo-rucos Y la dificultad de ser adulto en nuestra sociedad

Podemos observar en nuestra sociedad un sinfín de adultos que se


comportan como infantes, es decir, que evaden sus responsabilidades
o que sienten y demuestran que no pueden realizar sus actividades
vitales sin el apoyo de alguien más. Algunas personas suelen
llamarles chavo-rucos. Esta infantilización se manifiesta como una
clase de prolongación de la necesidad de la madre que lleva a
actitudes pueriles, lo que la psicóloga Marie Louise von Fraz llamo el
síndrome del puer aeternus (el niño eterno).

Y no es del todo la culpa de aquellos chavo-rucos, sino que también


vivimos en una cultura que no ayuda mucho a realizar la transición del
niño al adulto de manera fácil. Aunque no debería serlo, pues como

Marie Louise von Fraz (2006) lo explica: “La vida, en su esencia,


significa crucifixión. [Y esto] Para el ego racional parece ser la muerte
[…]” (p. 223). Sin embrago, a pesar de la dificultad que implica crecer
hay muchos factores que lo obstaculizan aún más. Además de la
dificultad natural del cambio del niño al adulto, en nuestros tiempos se
suma lo casi imposible que es lograr la independencia económica y de
vivienda para los adultos más jóvenes. Y culturalmente la falta de
actos (ritos iniciáticos) que simbolicen el paso de la niñez a la adultez,
como lo tienen algunas tribus vigentes y como lo tenían algunas tribus
antiguas. Cabe notar que para muchas de estas tribus no existía un
punto medio entre estos dos estadios (entre el niño y el adulto), como
si los hay en nuestra sociedad, es decir la adolescencia o la juventud,
estadios que dificultan más este cambio, puesto que algunos se
pueden quedar en medio de dicha transición y en ocasiones son
llamados chavo-rucos. Tampoco ayudan películas como Peter Pan,
Narnia, El expreso polar y El mundo mágico de Terabithia. O
canciones como For ever Jung y Soul rebel, que exaltan como algo
positivo el mantenerse infantilizado.

Sin embargo, mantenerse infantilizado no ayuda en la vida de ninguna


persona, es más, no las deja vivir de manera íntegra su día a día,
como Marie Louise von Fraz (2006) lo explica: “La vida es incompleta
si uno sólo la vive desde la fantasía; tiene que vivirse desde el lado
instintivo. Pero eso significa aceptarla de verdad, dejando que la
experiencia te toque y no limitándola ni cortándola al vivirla de un
modo condicional” (p. 217). Sí una persona se queda como chavo-ruco
corre el riesgo de nunca poder vivir la totalidad de su experiencia vital,
lo que impedirá tanto su disfrute máximo como su desarrollo en todos
los aspectos. Hay muchas razones por las que alguien no quisiera
crecer y vivir de forma parcial, una puede ser evitar las experiencias
negativas. Esto genera complejos de los que hay que tener cuidado,
pues no solo podemos tener complejos, sino que, más importante aún,
los complejos pueden tenernos a nosotros.

Hoy sabemos que nuestro cerebro funciona mejor en largos periodos


de ayuno. Incluso biológicamente la saciedad y comodidad no permite
el máximo potencial de nuestra mente ya que desestabiliza nuestros
niveles de glucemia, mientras que la adversidad estimula el potencial
de nuestra mente ya que permite el uso de grasas como fuente de
energía. La adversidad nos hace dar ese diez por ciento, veinte por
ciento o cincuenta por ciento más que nos lleva a superar a las crisis.
Madurar es lo único que posibilita la vida y la perpetuación de nuestra
especie, pero no es cómodo, significa muerte, crucifixión y sacrificio.

Buda solo pudo lograr la iluminación al salir de su palacio. Así hay que
salir de nuestra inocencia para realizar la consciencia y nuestro
máximo potencial. Parte de convertirse en adulto es ponerse un poco
estoico y aceptar las cosas que no podemos cambiar, pero también,
cambiar las cosas que no podemos aceptar. La adultez es conectar
dos mundos, el oculto con el real, el interior con el exterior, el del niño
con el del adulto, el de lo emocional con lo racional, el del cielo con la
tierra, el de lo inmortal con lo mortal, el de la felicidad con la tristeza, el
de lo fácil con lo difícil, como Marie Louise von Fraz (2006) lo explica:
“¡Ése sería el significado de la crucifixión, o de la verdad esencial de la
vida! La vida es doble, es una doble obligación, un conflicto en sí
misma, porque siempre significa la colisión, o el conflicto, de dos

tendencias” (p. 298). Así el adulto está más cerca del alquimista que
cualquier otra figura humana. Ser un héroe o ser un adulto no se trata
de tener poderes de fantasías, ser un héroe o ser un adulto se trata de
tener la completa voluntad de afrontar la vida de manera total.

Autor: Alberto Pulido Cuellar

Fuentes bibliográficas:

Marie Louise von Fraz. (2006). El puer aeternus. Barcelona: Editorial


Kairós.

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